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Texto 1.
Texto 2.
Texto 3.
“La escuela puede ser utilizada como un sitio estratégico para hacer frente a los
problemas sociales y ayudar a los estudiantes a comprender lo que significa el
ejercicio de derechos y responsabilidades como ciudadanos críticos, participando
activamente en las formas de aprendizaje social que amplían la capacidad humana
de la compasión, la empatía y la solidaridad.”
Giroux. Teoría crítica de la resistencia.
Texto 4.
Texto 6.
Texto 7.
“... ¿Me creerá usted si le digo que estoy cansado? No por exceso de trabajo, sino por
haber trabajado sin una orientación definida, sin meta, sin ambición. Hoy soy el amo
del poder que he adquirido, pero mañana seré su prisionero. ¿ha pensado usted
alguna vez en cómo me he hecho tan rico? Usted cree que soy un gran negociante.
¡pues se equivoca, coronel! se lo debo al hecho de no haber encontrado resistencia, a
la impotencia de la gente y de las instituciones. Hoy nada ni nadie es capaz de
resistir. Intente conquistar un trono y encontrará un país en el que le proclamarán
rey. Trate de hacer una revolución y encontrará a un proletario dispuesto a dejarse
matar. Propóngase provocar una guerra y verá marchar a los pueblos unos contra
otros... He descubierto que lo único que asusta son los nombres, porque resuena
todavía en ellos su antiguo poder. Acude usted a una cita con un director general, le
hacen pasar a su despacho y, de repente, lamenta todas las molestias que se ha
tomado en preparar la entrevista y se siente ridículo. Una placa en la puerta da fe
del cargo que ocupa. Pero, nada mas entrar en el despacho, se da cuenta de que todo
el poder del director general descansa sobre los cuatro clavos que sujetan la placa
de la puerta y, en ese momento, la puerta, la placa y los clavos le parecerán mucho
más imponentes que él. Créame, el director general se debe a su placa, a su tarjeta
de visita, a su función, a su posición, al temor que inspira, a los salarios que paga y a
los despidos que firma, nunca al revés”
ROTH, Joseph. izquierda y derecha. Sandra Chaparro Martínez. Salamanca.
Barataria. 2010. Pág. 169-170.
Texto 8.
“...en aquel tiempo, antes de la gran guerra, cuando sucedían las cosas que aquí se
cuentan, todavía tenía importancia que un hombre viviera o muriera. Cuando
alguien desaparecía de la faz de la tierra, no era sustituido inmediatamente por otro,
para que se olvidara al muerto, sino que quedaba un vacío donde él antes había
estado, y los que habían sido testigos de su muerte callaban en cuanto percibían el
hueco que había dejado. Si el fuego había devorado una casa en alguna calle, el lugar
del incendio permanecía vacío por mucho tiempo, porque lo albañiles trabajaban
con lentitud y circunspección, y los vecinos, a los que pasaban casualmente por la
calle, recordaban el aspecto y las paredes de la casa desaparecida al ver el solar
vacío. ¡así eran entonces las cosas! todo cuanto crecía necesitaba mucho tiempo para
crecer, y también era necesario mucho tiempo para olvidar todo lo que desaparecía.
Pero todo lo que había existido dejaba sus huellas y en aquel tiempo se vivía de los
recuerdos de la misma forma que hoy se vive de la capacidad para olvidar rápida y
profundamente”
ROTH, Joseph. La marcha de Radetzky. Traducción de Arturo Quintana.
Barcelona. Edhasa. 2008. Pág 193.
Texto 9.
“El hombre que busca transformarse siempre está en la experiencia y viaja por la
práctica… pero esta transformación necesita de la crítica”.
Armando Zambrano. “Formación, experiencia y saber”. Bogotá. Magisterio.
2007.
Texto 10.
“El instante de la práctica, sus momentos, permiten valorar la experiencia. Inclusive, la
práctica es una experiencia genuina para quien se toma el tiempo de buscar ser otra
persona. Estar en la práctica significa tomarse el tiempo de velar porque nuestra vida
alcance un sentido diferente al que la sociedad de consumo-inclusive cultural- nos
impone…La crítica es a la práctica lo que el dolor o la alegría es a la experiencia. Su
conjugación impulsa el pensamiento, lo renueva, lo transforma.”
Armando Zambrano. “Formación, experiencia y saber”. Bogotá. Magisterio.
2007.
Texto 11.
“Vemos las premisas que posibilitaron la gran cultura humanista del Renacimiento, de la
ilustración, de los siglos XVIII y XIX. Hombres de enorme inteligencia consideraron que el
arte, la literatura, la música, la historia y la filosofía mejorarían la cultura humana. Era tan
claro para Humboldt como para Jefferson, para Leibniz como para Mathew Arnold: Si
amas esas disciplinas, lees los grandes textos, escuchas las grandes composiciones, si
aprendes a amar el gran arte, serás un ser humano más humano.
Hoy sabemos que aquello fue un error, que los grandes logros en la educación, las artes, la
literatura y el alfabetismo general no evitan ni la tortura ni los asesinatos en masa, ni el
deseo colectivo de sangre. Hoy sabemos que los gritos de los hombres, mujeres y niños
que morían de sed dentro de los vagones en la estación de Munich, camino de Dachan
podían escucharse en la sala de conciertos donde Walter Gieseking interpretaba sus
famosos recitales de Debussy. Gieseking no dejó de tocar, el público no abandonó la sala.
Y si me permiten decirlo de una manera ingenua, la música no dijo no, ni una sola nota
dijo no. Los recitales de Debussy fueron espléndidos, están grabados. Aquellos que eran
torturadores por la mañana cantaban en la noche a Schubert y leían a Rilke y a Goethe.
Ninguna formación artística en poesía, ninguna sensibilidad musical o estética parece
detener la barbarie total. Las Humanidades coexisten íntimamente con lo inhumano yen
demasiadas ocasiones son el ornamento de la bestialidad que las rodea. El gran pensador
Walter Benjamin, a quien mató el nazismo, escribió que en la base de toda obra de arte
yace algo inhumano. No le creímos. Hoy sabemos cuánta razón tenía”.