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Juan 1:12 explicación

Juan 1:12 (Reina-Valera 1960): “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de
ser hechos hijos de Dios“. Potestad significa autoridad.  Somos hijos de Dios si recibimos a Jesús de todo corazón, por
invitación directa de Dios, porque solos no podemos alcanzar al Padre.
Para entender mejor Juan 1:12, se debe de entender también el contexto del pasaje, o por lo menos el
versículo Juan 1:13.
Los hijos de Dios
1:12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios;
1:13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad
de varón, sino de Dios.
Esta última reflexión nos va a ayudar a introducir los temas que tocan los versículos 12 y 13, donde
dice primero que los que creen en su nombre (es decir en su Ser, en su Persona y en todo lo que
Cristo representa), se les dio la autoridad de ser llamados hijos de Dios. Notemos aquí una relación
causa-efecto.  La causa es “creer” en el Hijo, el efecto es ser “hijo” de Dios Padre.
Uno no puede ser hijo de Dios solo por virtud de su nacimiento como los judíos creían (por ser parte
del pueblo escogido de Dios) o como muchos “cristianos” creen hoy en día (sobre todos aquellos que
bautizan a sus hijos cuando son bebes).  Es necesario “creer” (Juan 3:16), lo cual implica no solo una
aceptación de hechos históricos o teológicos (cf. Santiago 2:19), sino incluye más bien un cambio de
mentalidad tan fuerte e inminente que se muestra en un cambio de comportamiento externo como un
cambio de mentalidad interna.
¿Quiere decir con esto, que los hijos de Dios no son “engendrados de sangre, carne, ni de voluntad
de varón”?
La respuesta está bastante relacionada con el versículo anterior; es decir, clarifica lo que el versículo
12 estaba enseñando sobre quienes son realmente los “hijos de Dios”.  Por allí uno puede decir que
nació de una familia cristiana, de una familia muy piadosa, de buenas obras, y reconocida en su
pueblo, pero esto no significa nada para Dios con respecto a la salvación eterna.
El nuevo nacimiento viene como consecuencia de una acción iniciada por el Padre celestial (Juan
3:27; 6:44), no porque nuestros padres biológicos así lo desearon.
El hombre dejado por sí mismo, nunca va a poder, o nunca va a tener la capacidad de escoger
libremente, de hacer el bien: Las tentaciones del diablo (2 Timoteo 2:26), la influencia de la sociedad
(1 Juan 2:15-16) y sobre todo la naturaleza carnal (Santiago 1:13-16) van a ser demasiado para que
el hombre por si solo pueda escoger santidad.
Dios tiene que actuar primero en el corazón del hombre (ver también Juan 6:65), y cuando lo hace,
allí recién el hombre va a tener la verdadera oportunidad de escoger entre el bien y el mal, allí recién
el hombre va a tener libre albedrío: Va a tener una oportunidad justa como para aceptar o no a Jesús
(Génesis 2:16-17; Marcos 8:34; Juan 7:17; Apocalipsis 3:20). Dios es bueno, y quiere que todos los
hombres se salven; pero, aun así, Dios también es justo, y eso significa que Él también les da la
libertad de escoger su propio destino (Juan 7:17; 1 Timoteo 2:4; 1 Pedro 2:16).

Ver también las citas de Bartley y Walvoord en la sección “¿Qué significa exactamente que Jesús es
el “Hijo de Dios”?” sobre una explicación de las dos palabras griegas distintas que el Apóstol Juan
utiliza en su Evangelio para usarla con referencia a Cristo, el “Hijo” de Dios, versus la que se usa
para referirse a los demás cristianos, es decir, “hijos” de Dios.

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