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© de esta edición: 2015, FELiRe

Fundación Editorial de Literatura Reformada


Stichting Uitgave Reformatorische Boeken
Apartado 1053
280 CB Rijswijk
Países Bajos

© de la edición en holandés:
2012, Uitgeverij Boekencentrum,
Zoetermeer, Holanda.

Título original: Doorgeven, Drs. Pieter L. de Jong


Traducción: Anna C. de Kraker

Diseño y maquetación: Santiago Cerni Estrada

ISBN: 978-90-6311-169-4
Depósito legal: B-24086-2017
Impreso en Romanyà valls, S.A.
Verdaguer, 1
08786 Capellades (Barcelona)
Printed in Spain

Con la ayuda y colaboración financiera


de DADEO S.L.
Diario bíblico

Pieter L. de Jong
Prólogo

Este diario es una continuación de otro diario escrito por mí que


se llama Voor andere stemmen doof (‘Sordo para otras voces’, –no
traducido al castellano–). La segunda edición se agotó hace ya al-
gunos años. A petición del editor he compilado un nuevo diario de
reflexiones.

Me gusta leer la Biblia de manera continua. Si siguen ustedes el


orden del año, leerán durante varias semanas, en su mayoría, de un
mismo libro de la Biblia. La idea es leer primero el pasaje bíblico
indicado y luego la meditación. Las porciones bíblicas suelen ser
relativamente breves. Puesto que este diario no se escribió para un
año en concreto, al final del libro se añadió una lista de pasajes que
se pueden leer en los días festivos (del calendario cristiano).

Igual que con el anterior diario, mencionado antes, al escribir éste


pensaba en la costumbre de leer la Biblia al acabar la comida en el
círculo familiar. Sentados a la mesa, ambos padres, o uno de ellos,
con sus hijos de diferentes edades: niños pequeños, preadolescen-
tes y jóvenes. Más o menos como ha sido mi propia situación du-
rante muchos años. Desde entonces, ha pasado mucho tiempo. En
mi casa reina también la quietud durante la comida.

Una nueva generación se presenta. En algunas ocasiones, uno se


encuentra de repente con todos sus integrantes juntos. Como hace
poco, en el entierro de la última persona de la generación que me
precede: la última abuela de mis hijos. Es cuando se ve a la nueva
generación en su mejor momento. Su edad, entre los veinte y cua-
renta. Entre ellos, muchos padres jóvenes, algunos ya con una fami-
lia entera. Muchos de ellos han seguido sin más con la tradición de
la lectura bíblica al término de la comida familiar. Para otros ya no

5
es algo tan incuestionable y natural como lo fue para nosotros. En
aquel entonces, no teníamos que comprenderlo todo, leer la Biblia
tenía también algo de un ritual sagrado.

En la mesa de la cocina donde comíamos –mis padres habían for-


mado una familia numerosa–, mi lugar fijo era el más cercano a
donde se guardaba la Biblia, así que siempre me tocaba a mí levan-
tarme –“Pieter, ¿me alcanzas la Biblia?”– y pasársela en dirección
a mi padre. Así se hacía entonces. De leer un diario bíblico o la hoja
de un calendario de taco, ni hablar. Había mucho que no entendía.
La nueva generación lo hace mejor. Ellos quieren entender, junto a
sus hijos, lo que Dios nos dice en la Biblia. Mi deseo, de todo cora-
zón, es que ellos –pero, desde luego, no sólo ellos– se beneficien de
este diario, para descubrir lo emocionante y actual que es la Biblia.
Para que escuchen la voz de Dios mismo, se apropien de sus pala-
bras y, a su vez, las pasen a otros.

Como redactor fijo del calendario Maranatha y colaborador de va-


rios otros diarios de meditaciones, entre otros Een handvol koren
(‘Un puñado de trigo’), escribí la mayoría de las reflexiones bíblicas
en primera instancia para estas publicaciones. Al compilar este dia-
rio, las palabras de la primera estrofa del Salmo 90 versificado me
sirvieron de inspiración:

“Oh Señor, tú has sido y serás


el refugio de todos que te temen.
Generaciones van y generaciones vienen:
acogidos por tu misericordia.
Podemos confiar en la firmeza
de tu pacto y tus promesas.”

P. L. de Jong

6
ENE
1. Nunca sin Jesús. 11
2. ¿Una tarea hermosa? 12
3. Dios no guarda distancia. 13

RO
4. Auto-relativización. 14
5. ¡Es Él! 15
6. A las cuatro de la tarde. 16
7. Visto y conocido. 17
8. Agua o vino. 18
9. Pasión. 19
10. Bienaventurado. 20
11. Consuelo y lealtad. 21
12. ¿Palabras que cansan? 22
13. Una dedicación mayor. 23
14. Culpable de juicio. 24
15. Una terapia radical. 25
16. Sí es sí. 26
17. Perfecto. 27
18. Dar en silencio. 28
19. La oración en silencio. 29
20. Ungir la cabeza. 30
21. Confía en el señor. 31
22. Día a día. 32
23. Entre los cerdos, mejor callarse. 33
24. El lema de los mendigos. 34
25. Dos caminos. 35
26. El agua arrastra fácilmente la arena. 36
27. Basta una sola palabra. 37
28. Jesús entre los enfermos. 38
29. Los seguidores recibirán protección. 39
30. No digas: ¡vete!, sino: ¡sí! 40
31. Lo que es necesario primero. 41
1 DE ENERO

Nunca sin Jesús

En el principio era el Verbo, y el Verbo


era con Dios, y el Verbo era Dios.
JUAN 1:1

Este año tampoco va a haber ningún día sin Dios o sin Jesús. El
mundo nunca estuvo sin Jesús y nunca estará sin él. El evangelista
Juan está profundamente convencido de ello. Hablando de Jesús,
literalmente, no hay donde comenzar o terminar. No hay final. El
relato de Jesús se dejará de narrar cuando venga en las nubes del
cielo.

Pero, en realidad, ¿dónde empezó? ¿Comenzó la historia de Jesús


en Belén? ¿O antes, en Nazaret, con María? ¿O antes aún, con los
profetas que anunciaron la venida de Jesús?

Cuando Juan medita sobre esto, se queda maravillado. Se da cuen-


ta que no hay un principio. En realidad, Jesús siempre estuvo allí.
En el origen primordial de todo. Cuando Dios comenzó a crear, ya
estaba él, como el Verbo que procedía de Dios, y que precedía a
todo, y que era Dios. Para] Juan, un mundo sin Jesús es impensable.
Ese pensamiento es muy alentador. Puede que encontremos en este
mundo a veces mucha oscuridad y soledad, pero Jesús está siempre
aquí. Guardemos esto en el fondo de nuestro corazón, ahora, al co-
menzar este nuevo año. “Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí
pusiste tu mano” (Salmo 139:5).

LEER: JUAN 1:1-5

11
2 DE ENERO

¿Una tarea hermosa?


Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz,
a fin de que todos creyesen por él.
JUAN 1:6-7

Jesús, a todo precede. Él es la luz que resplandece en las tinieblas.


Pero antes de que el evangelista pronuncie el nombre de Jesús en
voz alta, oímos primero el nombre de Juan el Bautista. Porque él va
delante de Jesús. Un hombre, como nosotros. Pero un hombre que
se sabe enviado por Dios para actuar como testigo de la luz. Sobre
todo, el hecho de ser enviado dará fuerza a su testimonio. No surge
de la nada. En Jesús de Nazaret, Juan el Bautista ha visto el resplan-
dor de la luz salvadora y victoriosa de Dios. Y así, Juan señalará a Je-
sús y dará testimonio de la luz. Puede que digamos: Una tarea her-
mosa. ¡Y lo es! No obstante, el que da testimonio de esta luz, ve al
mismo tiempo la oscuridad desesperante y la falta de perspectiva de
la vida sin Dios y sin Cristo Jesús. Cuando Juan comienza a hablar
de esto, habrán pocas personas que se entusiasmen. El rey Herodes
encerrará incluso al testigo de la luz en la oscuridad de la cárcel. Ya
que no soporta la intensidad de esta luz y este testimonio. Juan, el
testigo, se convertirá muy pronto en Juan el mártir. Las tinieblas no
quieren saber nada de la luz. Y eso convierte, a veces, aquella tarea
hermosa en una muy difícil. Afortunadamente, ¡la luz vence!

LEER: JUAN 1:6-13

12
3 DE ENERO

Dios no guarda distancia

Y aquel Verbo fue hecho carne,


y habitó entre nosotros y vimos su gloria...
JUAN 1:14

Algunas personas pueden adoptar una actitud muy distante. Te es-


cuchan por un momento, pero enseguida te das cuenta que no están
interesadas en ti, realmente. No dan muestras de una verdadera em-
patía contigo cuando estás triste, te sientes solo, o impotente, o tie-
nes la sensación de haber fallado. Guardan distancia y te dejan solo.

¡Dios no es así! Aunque tuvo motivos de sobra para tomar distancia


y dejarnos donde estábamos. Pero no, al contrario, nos ha buscado
con el amor de su corazón. Él mismo se acercó a nosotros. Él vino a
vivir donde vivimos nosotros. En la misma calle, en el mismo mun-
do. Compartió todo con nosotros. Hasta tal punto, que incluso se
metió en nuestra piel. Más cerca, ¡imposible! ¡Dios se hizo hombre!

Un hombre como nosotros. Carne, dice el evangelista. Eso significa:


tan limitado, débil y desamparado como lo es cualquier ser humano,
en esencia. Nada de guardar distancias. Su majestad y gloria las es-
conde en lo más profundo, para poder estar más cerca de nosotros,
en nuestra culpa, nuestro dolor, nuestra soledad y desesperación.
Quien se encuentra así con Dios en Jesucristo, experimenta algo
para lo que no hay palabras. Dios no guarda distancias. ¡Está cerca!

LEER: JUAN 1:14-18

13
4 DE ENERO

Auto-relativización

Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua;


mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
JUAN 1:26

Lo que Juan hacía en Betania, al otro lado del Jordán, debió de-
jar una profunda impresión. Mucha gente llegó al arrepentimiento
y se dejó bautizar por él. Pero, como a menudo suele ocurrir, los
dirigentes religiosos se pusieron nerviosos a causa de esto. Solo es-
tarían en paz cuando supieran cómo encasillar a gente como Juan.
Interrogan a Juan. Primero lo hacen los levitas y sacerdotes. Un
poco más tarde, también los verdaderos teólogos toman cartas en
el asunto. Juan no pretende ser el Mesías. Ni tampoco uno de los
precursores conocidos por la tradición. Aún así, los teólogos no se
fían. ¿Por qué, pues, bautiza Juan? ¿Y por qué tiene a la gente en
vilo, como si algo estuviese a punto de suceder por parte de Dios?
¿Quién es, realmente? ¿Qué clase de hombre?

Pero Juan no se da importancia. Su persona y su misión tienen un


interés relativo. Él solo bautiza con agua. Agua que limpia y que
llama al arrepentimiento. Porque el Mesías está muy cerca. Incluso
en medio de vosotros, dice Juan. ¡El mismísimo Mesías! Eso es sor-
prendente. Nadie que hubiera buscado esperaba encontrar al Me-
sías allí, en medio de la gente. Por eso –dice Juan–, no os fijéis tanto
en mí. Prestad atención a él solamente. El Cristo, ¡es él!

LEER: JUAN 1:19-28

14
5 DE ENERO

¡Es Él!

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo:


He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
JUAN 1:29

Juan el Bautista no solamente da testimonio de que Jesús se en-


cuentra en medio de la gente, sino que hoy leemos que lo señala
directamente. ¡Qué bien lo hace! ¿Cómo nos íbamos a enterar, si
no? Juan tampoco lo hubiera reconocido, si Dios mismo no se lo
hubiera revelado en el bautismo de Jesús. Y así le oímos decir un
par de veces: ¡No le conocía!

Cada uno de nosotros que hemos encontrado a Jesús en nuestra


vida, podemos afirmar esto. Hubo un tiempo en que no le cono-
cíamos. Quizás durante mucho tiempo. Pero, entonces, ocurrió:
alguien te señaló a Jesús, y te dijo: ¡Es él! Alguien como Juan el
Bautista. Por ejemplo, tu madre. O le has visto de repente en algu-
nas palabras de tu padre. O era un amigo, ¿quizás un desconocido?
quien te lo señaló.

Hasta tal punto está Jesús escondido entre la gente y ante nuestros
ojos, que no nos daríamos cuenta de su presencia si no hubiese al-
guien que nos lo señalara y dijera: Él es el Cordero de Dios. Inocen-
te como un cordero. Quita todo el pecado. De todo el mundo. El el
tuyo, el mío. ¿A que no te lo hubieras creído nunca, si nadie te lo
hubiera dicho? Ahora, pues, ¿quién lo va a oír de nosotros?

LEER: JUAN 1:29-34

15
6 DE ENERO

A las cuatro de la tarde

... y se quedaron con él aquel día;


porque era como la hora décima.
JUAN 1:39B

Hay determinados sucesos que tenemos grabados de tal manera


en la memoria, que nos acordamos después perfectamente de hasta
el más mínimo de los detalles. Y así, el evangelista sabe con exac-
titud la hora que fue cuando se produjo ese primer encuentro con
Jesús. Eran, aproximadamente, las cuatro de la tarde –la hora dé-
cima–, añade espontáneamente. No es que estuviera consultando
continuamente la hora mientras conversaba con Jesús, como hacen
a veces los jóvenes en una clase aburrida. O como hacen los que
escuchan una predicación que les antoja tediosa e interminable.
Todo lo contrario: aquella tarde siguió, dubitativo, junto con An-
drés, a Jesús. Por la insistencia expresa de Juan el Bautista, cuyos
discípulos lo eran desde hacía tiempo. Juan los envió a Jesús. Pero,
¿qué le iban a decir?

Cuando Jesús les pregunta qué es lo que buscan, balbucean algo


sobre una dirección. Sin embargo, aquella tarde se les haría inolvi-
dable. Escuchándo a Jesús, descubren que él es el Mesías de Dios.
Se sienten dichosos. Su vida da un vuelco completo, de un momen-
to al otro. Eran aproximadamente las cuatro de la tarde –Juan se
acuerda perfectamente–. No es que esto en sí sea tan importante.
Sólo el encuentro con Jesús es importante. Ese acontecimiento es
tan sorprendente y trascendental, que después uno se acuerda de
semejante detalle.

LEER: JUAN 1:35-42

16
7 DE ENERO

Visto y conocido
Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces?
Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara,
cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
JUAN 1:48

Natanael reacciona visiblemente sorprendido, cuando –arras-


trado por su amigo Felipe– se ve cara a cara con Jesús. ¿Había oído
lo que Jesús dijo de él? ¿Es un israelita en quien no hay engaño?
¿Cómo podía saberlo Jesús? Jesús da solamente una respuesta bre-
ve, pero para Natanael es suficiente para abandonar de golpe su
actitud desconfiada frente al hombre de Nazaret. Solo Uno puede
haberle visto bajo de la higuera. Visto y conocido.

Y ¿qué hacía bajo de la higuera, entonces? No se nos dice nada so-


bre aquello, pero se deja adivinar fácilmente. Natanael se sentaba
bajo la higuera como en una pequeña habitación hecha de ramas y
hojas colgantes. ¿Acaso estaba leyendo el relato de Jacob, que, en
un momento muy difícil de su vida, vio que el cielo se abrió y supo
que era conocido por Dios? ¿Y habría pensado entonces: Ojalá que
el cielo se abriese también para mí? ¿Deseaba una señal que demos-
trara que Dios le conocía también a él?

Jesús le dice: ¡Te vi! Eso es muy liberador. Al que lo cree, le basta
con eso. ¡Señor, me ves tal como soy, me conoces más profunda-
mente de lo que yo nunca pueda conocerme!

LEER: JUAN 1:43-51; SALMO 139:1-4

17
8 DE ENERO

Agua o vino

Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea,


y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.
JUAN 2:11

Desde luego, es bastante penoso cuando en medio de la fiesta de


bodas se acaba el vino. Aquella fiesta terminaría precipitadamente
en un fracaso, con zumo de manzana. Pero, ¿es eso motivo para
implicar a Jesús? Sin embargo, nos damos cuenta de que Jesús ya
está allí. ¡Qué bien que aquella joven pareja invitara a Jesús! Preci-
samente en esta ocasión Jesús hace la primera señal de su gloria. El
agua se convierte en vino. Y podemos estar seguros de que a partir
de ahí la fiesta es una fiesta de verdad.

¿Por qué comienza Jesús justo aquí su ministerio? ¿No sería mejor
que dedicara su tiempo a los enfermos y los que se sienten solos?
Esto es lo que pensamos sin querer. Y por eso invitamos a Jesús
preferiblemente a venir a la habitación del enfermo, o a los funera-
les. No le invitamos a que venga en un día normal sin problemas.
Y menos aún, a una fiesta. ¡Pero nos equivocamos! Jesús comienza
en una boda. En medio de la vida cotidiana. Es precisamente cuan-
do él interviene, que esa vida cotidiana cobra el verdadero brillo
y el aroma de un buen vino. Su presencia, sus dones y su bondad
arrojan una luz diferente sobre todo lo que hay. Los discípulos lo
han entendido. ¡Esta sí que es vida! ¡Este es el Mesías! El agua de la
vida cotidiana se transforma por medio de él en un vino delicioso y
espumoso. ¡Un comienzo que promete mucho!

LEER: JUAN 2:1-11

18
9 DE ENERO

Pasión

Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera


del templo a todos, y las ovejas y los bueyes...
JUAN 2:15

De nuevo encontramos a Jesús y sus discípulos en una fiesta.


Pero esta vez, en Jerusalén, en la fiesta de la Pascua, actúa de forma
muy diferente a como lo hizo en las bodas de Caná. Con un azote
improvisado, Jesús hace un barrido de limpieza al templo. Está pro-
fundamente indignado por el jaleo inmenso con el que se ha topado
en el patio del templo. No lo soporta. La casa de su Padre se ha con-
vertido en un mercado religioso. Es sencillamente un caos atroz.

Jesús interviene, y nadie le para. Todo ello lo hace con un celo y una
pasión extraordinaria. Podríamos oír a sus discípulos pensar en voz
alta, preocupados. Este Jesús les es desconocido, es nuevo. ¿No se
estará pasando? ¿No es eso buscarse problemas? Quien con tanta
pasión se afana por la casa de Dios, ¿acaso no será consumido por
su propia llama?

Efectivamente, son perspicaces. Este celo es el que llevará a Jesús


hasta la cruz. Él no muestra ninguna comprensión por una comu-
nidad que se ha convertido en un supermercado religioso, en el que
se intercambian servicios. Allí lleva a cabo una limpieza radical.
Cuando Jesús entra, hay mucho que tiene que ser echado fuera.
Quien se asuste por ello, lo ha entendido bien.

LEER: JUAN 2:12-22

19
10 DE ENERO

Bienaventurado

Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados


los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
MATEO 5:2-3

Los próximos días, escucharemos una predicación de Jesús. Se la


suele llamar Sermón del Monte, porque se dice claramente (p.ej.
en Juan 6:3) que Jesús subió primero un trecho por la ladera del
monte, para comenzar a hablar desde aquel lugar. Como un nuevo
Moisés en el Sinaí, esa es la imagen que evoca en nosotros. No es
un sermón cualquiera. Y menos aún un sermón que aburre nada
más empezar. Las palabras de Jesús suenan como salidas directa-
mente de la boca de Dios. Dice lo que hay que buscar con ahínco
y lo que hay que dejar de hacer. Pero todo lo que dice –bastante
más radical que Moisés, a menudo– es, sin embargo, el Evangelio.
Anima y ayuda a ver con claridad lo que es realmente importante.
Llega al alma y consuela profundamente.

Nada menos que nueve veces dice Jesús: “bienaventurado”. En


aquel entonces, lo solían decir sobre todo los ricos de sí mismos.
Y los que estaban sanos. ¡Qué buena vida tengo! ¡Qué bien me va!
¡Soy bienaventurado! Está bien que disfrutemos, pero Jesús dice:
Bienaventurado el que conoce a Dios como su Ayudador y Salvador.
Así, los pobres no se vuelven cínicos; los que lloran, no desespera-
dos; los oprimidos, no amargados. Porque saben que Dios es Rey, y
su reino vendrá.

¡Eso nos hará bienaventurados!

LEER: MATEO 5:1-6

20
11 DE ENERO

Consuelo y lealtad

Bienaventurados los pacificadores,


porque ellos serán llamados hijos de Dios.
MATEO 5:9

Hasta cuatro veces, acerca de los que tienen una vida muy difícil,
dice Jesús que son bienaventurados. Los pobres en espíritu, los que
lloran, los oprimidos, los marginados; porque Jesús es un Rey que
tiene misericordia de los menospreciados y los que están perdidos.
Después, sin embargo, siguen cuatro bienaventuranzas de personas
que se esfuerzan por mostrar misericordia y pureza, por la paz y
los perseguidos. Las palabras de Jesús traen consuelo, pero también
nos animan a ser leales para con la gente alrededor nuestro.

¡Sé un pacificador! Los pacificadores serán llamados hijos de Dios,


dice Jesús. ¡Literalmente: hijos de Dios! La paz engloba siempre la
existencia en su totalidad. Así, la vida tendrá brillo y uno se sentirá
bien. Se verá algo del resplandor de Dios mismo. Puesto que Dios,
más que nadie en el mundo, quiere la paz. Para su pueblo y para
todos los seres humanos. Este deseo está profundamente enraizado
en el corazón del Señor, nuestro Dios. Y también en el corazón de
Jesús, el verdadero Hijo de Dios. Él lo dio todo, para reconciliarnos
con Dios y traer la paz. La paz es costosa. Sin sacrificio, no se lo-
gra ninguna paz. Que esta sea nuestra oración: Danos tu amor que
desafía nuestra maldad, que nos enseña a hablar y dirige nuestras
manos. Haz de nosotros una señal viva de que tu paz gana la batalla.

LEER: MATEO 5:7-12

21
12 DE ENERO

¿Palabras que cansan?


Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen
a vuestro Padre que está en los cielos.
MATEO 5:16

“Esas palabras de Jesús, a veces, me cansan mucho”, me dijo una


vez una madre muy atareada con su familia. “Apenas puedo man-
tener el control de mi propia vida. Todo el mundo quiere que haga
tantas cosas para ellos. Y además de eso, también tendría que alum-
brar mi luz delante de los demás...

Pero, ¿se refiere Jesús realmente a un gran esfuerzo? Los ejemplos


que elige, no tienen mucho que ver con ello, porque una ciudad so-
bre un monte está simplemente allí, asentada. Por la noche, desde
muy lejos, se ve la ciudad por la cantidad de lucecitas. Es algo na-
tural. Una vela sobre un candelero funciona igual. Mientras que la
pongamos sobre un candelero en un lugar céntrico, y no escondida
detrás de una enorme butaca, iluminará toda la estancia y todos se
beneficiarán de su luz.

Así alumbre vuestra luz. Así de relajado, natural, tranquilo. Para


eso, hay que permanecer cerca de Jesús. Ese es un lugar muy bueno
para madres atareadas y para cualquier otra persona. Cerca de Jesu-
cristo, pues él es la luz y no nosotros. Su luz alumbra a través y alre-
dedor de nosotros. Así funciona, sin más. Otros la ven, se animan y
dan gracias a Dios. Poco a poco, la vida volverá a ser más luminosa
para ti también.

LEER: MATEO 5:13-16

22
13 DE ENERO

Una dedicación mayor


Porque os digo que si vuestra justicia no fuere
mayor que la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el reino de los cielos.
MATEO 5:20

Jesús no duda en poner los puntos sobre las íes. Si uno quiere ser
aceptado por Dios y entrar en su reino, se le exige mucho. Su vida
deberá dar muestra de una justicia y una dedicación mayores que
la de los escribas y fariseos, dice Jesús. “No penséis que he venido
para abrogar o quitar algo de alguna ley de Dios. No, he venido para
cumplirla completamente.” Eso suena bastante fuerte. ¿Pide Jesús
de nosotros más dedicación que la de los escribas? No se trata de
más, sino de diferente.

Con todo el respeto que tenían por la voluntad de Dios, los escribas
se olvidaban de lo más fundamental: Jesús lo llama más tarde el
amor a Dios y el amor al prójimo. El amor produce otra justicia.
Es una justicia abundante, dice Jesús. Abunda en vida y amor. Tie-
ne algo extravagante y alegre, relajante y libertador. Ni una jota o
tilde se suprime, ningún mandamiento deprime. Porque Cristo ha
cumplido toda la ley de Dios por nosotros. Por eso, para nosotros, la
voluntad de Dios es preciosa. Toda la voluntad de Dios, cada punto
y cada tilde. Cuando Jesús pone los puntos sobre las íes, nos toca el
corazón.

LEER: MATEO 5:17-20

23
14 DE ENERO

Culpable de juicio

Pero yo os digo que cualquiera que se enoje


contra su hermano, será culpable de juicio.
MATEO 5:22B

No se mata a alguien sin más. Suele haber una larga historia de-
trás. Una de ofender y dañar, de engañar y amenazar, de acusar y
destrozar. En una situación así, serías capaz de matar a alguien. Y
aunque no lo hagas de verdad –eso espero–, lo podrías haber hecho.

Jesús pone allí el dedo por un momento. Según los escribas, el sexto
mandamiento es un mandamiento fácil de abarcar. El que mata a
otro, es culpable de juicio. Con eso, todo está dicho.

Sin embargo, Jesús ve más allá del hecho, ve toda la historia. Según
él, hace falta muy poco para ser culpable de juicio. Por ejemplo,
cuando uno vive en discordia con su hermano y no está dispuesto
a reconciliarse con él. Cuando uno molesta al vecino, para hacer-
le rabiar y poder discutir con él. En ese momento es cuando eres
culpable de juicio, dice Jesús. Y si llamas idiota al otro, entonces:
irás ante el concilio o también el infierno de fuego. ¿No exagera
Jesús aquí? Aunque, afortunadamente, no lleguemos casi nunca a
cometer un homicidio, lo que pensamos y decimos es más que su-
ficiente para condenarnos al infierno de fuego. Por tanto, limpia tu
corazón y reconcíliate con tu hermano a tiempo. Mejor, ayúdale y
serás bendito.

LEER: MATEO 5:21-26

24
15 DE ENERO

Una terapia radical


Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo,
y échalo de ti [...]. Y si tu mano derecha te es ocasión
de caer, córtala, y échala de ti...
MATEO 5:29-30A

Por adulterio no hay que pensar que solamente significa liarse


con otra persona y serle infiel a tu marido o esposa, novio o novia,
sea secreta o públicamente. También puede ser de otra manera. Por
ejemplo, observar con descaro a otra persona. Algunos lo hacen de
una manera provocativa. Te miran como si no llevaras ropa puesta.
Otros van más allá y no pueden evitar manosearte. Adúlteros, los
llama Jesús. Aunque parezcan personas decentes y vuelvan siem-
pre a tiempo a casa, en su corazón están cometiendo adulterio. Eso
quiere decir: dar rienda suelta a los deseos y fantasías eróticos, a lo
mejor sirviéndose para ello de revistas, programas de televisión y
vídeos picantes. No estás haciendo nada malo, dices. Pero en reali-
dad eres un adúltero.

La terapia de Jesús es muy dura. Sácate el ojo derecho, dice. El ojo


derecho representa ambos ojos. Y en cuanto a las manos: córtate
la mano derecha. Es mejor entrar desfigurado en el reino de Dios
que acabar tu existencia en el infierno. Efectivamente, es una me-
dida muy radical. ¿Hay que entender de manera literal, lo que Jesús
dice? En todo caso: ¡la mirada baja y las manos quietas! Sé fiel a
Dios, a tu pareja y a ti mismo.

LEER: MATEO 5:27-32

25
16 DE ENERO

Sí es sí
Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera [...].
Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo
que es más de esto, de mal procede.
MATEO 5:34, 37

¿Se puede contar contigo? ¿Eres alguien íntegro? Si es así, en-


tonces nunca necesitas dar mayor fuerza a tus palabras para que te
crean. Menos aún con una expresión dramática como: ¡Te lo juro!
Algunos usan estas palabras en cualquier ocasión. Por lo visto, en
tiempos de Jesús ocurría lo mismo. En toda clase de situaciones o
actividades –por ejemplo en el comercio–, se juraba espontánea-
mente y se mencionaba el nombre de Dios. O algo que diese la mis-
ma impresión. Te lo juro “por el cielo”, diría uno. Y otro: Te lo juro
“por la tierra”, o: “por Jerusalén”; con ello protegiéndose de ante-
mano por si lo que afirmaba no fuera del todo verdad.

Jesús rechaza rotundamente este uso superficial del nombre de


Dios. No juréis en ninguna manera, dice. No uséis el nombre
de Dios en vano. Ya que, aunque no se mencione su nombre, se ape-
la a Dios para reforzar las propias palabras. Según Jesús, todo lo que
se añade al simple “sí” o “no” viene del diablo y tiene siempre algo
de mentira. Si estás seguro de algo, no necesitas ningún juramento.
¿Rechaza Jesús entonces todos los juramentos? En absoluto. Pero sí
cualquier juramento innecesario. Sea tu sí, sí, y tu no, no.

LEER: MATEO 5:33-42

26
17 DE ENERO

Perfecto

Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro


Padre que está en los cielos es perfecto.
MATEO 5:48

Nos puede parecer que Jesús nos está diciendo cosas muy difí-
ciles. Puesto que: “amad a vuestros enemigos” y “orad por los que
os persiguen”, nos parece casi imposible. Y con el llamado a ser
perfectos, no sabemos qué hacer en absoluto, porque “perfecto” no
es una palabra que se relaciona con los seres humanos. Solo Dios
es perfecto. Todos cometemos errores, todos estamos llenos de li-
mitaciones y todos erramos el blanco muchas veces. Y sin embargo,
Jesús dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que
está en los cielos es perfecto.”

¿Cómo hay que interpretar esto? Con “perfecto” no se refiere a una


persona sin faltas; la perfección pura; sin pecados ni debilidades;
sin defectos ni dobleces. Eso no, pues esas personas no existen. Per-
fecto significa aquí: sincero, completo, íntegro, entregándose total-
mente a Dios y su reino. Una persona que se da sin reservas. No de
una manera mínima y fácil, como hace tanta gente: solo enfocada a
los amigos; solo interesada en los asuntos propios; solo comprome-
tida con la propia iglesia. Los compatriotas primero.

A Dios le importa toda su creación. Él hace salir su sol sobre malos


y buenos. ¡Que algo de su dedicación te llene y mueva! Algo de ese
total y esa generosidad de Dios. Y serás una persona entera. Entera
o, dicho de otro modo, ¡perfecta!

LEER: MATEO 5:43-48

27
18 DE ENERO

Dar en silencio
Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que
hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu
Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
MATEO 6:3-4

Durante mi carrera universitaria, un día, me llegó al buzón una


carta con dinero. Nos venía muy bien en aquel momento. Y sigo sin
saber quién me mandó esa carta. Se ve que el buen dador se había
tomado muy en serio los comentarios de Jesús sobre los donativos.
¡Jesús dice incluso: que no sepa ni siquiera tu mano izquierda lo
que hace tu derecha! Eso es el súmmum de la discreción.

Y eso es la intención de Jesús. No seas un hombre justo para lla-


mar la atención y recibir elogios de la gente. Personajes semejantes
veía Jesús todos los días alrededor suyo. Casi nunca enviaban una
donación anónima. Pero sí estipulaban a menudo que sus nombres
se hiciesen públicos cuando se recogía dinero. Ahora, en la inaugu-
ración de un centro de asistencia a drogadictos, se sentarían en una
bonita silla, supuestamente sin darse importancia, pero radiantes.
Eso para Dios, no significa nada. ¡Da en silencio! Los beneficiarios
darán gracias sobre todo a Dios. ¿Y Dios? Algún día te recompensa-
rá, dice Jesús. ¡No te preocupes por eso!

LEER: MATEO 6:1-4

28
19 DE ENERO

La oración en silencio
Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada
la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre
que ve en lo secreto te recompensará en público.
MATEO 6:6

Algunos han entendido a veces estas palabras de Jesús en un senti-


do demasiado literal. Se oponían a toda oración en voz alta, y aún más
a la oración en grupo, en la que todos pueden participar. Ni siquiera
permitían orar el Padre Nuestro, antes de comenzar la comida en el
círculo familiar. Solo un momento de silencio, la oración en silencio.
Y, de hecho, hubo un gran silencio. Tanto, que algunos niños, con el
paso de los años, seguían sin saber qué era lo que oraban sus padres.
Se pueden tomar las palabras de Jesús demasiado literalmente.

Pero el mensaje es claro. La verdadera piedad y justicia ante Dios no


se ejercita para ser reconocido públicamente. Uno se esfuerza en
ayudar a los pobres en secreto. Y la relación con Dios se desarrolla
sobre todo en la esfera íntima. No en largas oraciones en público.
Ni en la calle, en las horas fijadas para la oración. Eso puede dar la
impresión de ser alguien de principios, pero también llama mucho
la atención. Procure estar en casa, a esas horas. Y también, cierre la
puerta del dormitorio.

Pero los hijos deberían enterarse de cuándo sus padres tienen su


tiempo devocional, y qué es lo que se pide por ellos y por uno mis-
mo. Porque orar es también algo que hay que aprender. ¿E importa
si hay alguien más que sepa del cómo y cuándo? Jesús dice: “Tu
Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.”

LEER: MATEO 6:5-15

29
20 DE ENERO

Ungir la cabeza

Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro,


para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre...
MATEO 6:17

Todo el mundo es sensible a las muestras de aprecio y admira-


ción. Algunos incluso se desviven por ello, de una manera poco
discreta. También en la iglesia se puede encontrar a esas personas,
desafortunadamente. Jesús nos advierte contra esa actitud, por
tercera vez. No seas como los hipócritas, siempre buscando ser
admirado por sus bonitos donativos o aún más bonitas oraciones.
También cuando ayunan, lo hacen de una manera tan ostentosa,
que casi dan pena. ¡Qué caras más largas ponen! Pero esta no es la
piedad que agrada a Dios.

El ayuno puede ser de mucho valor y sentido. Una costumbre en la


que se comía apenas nada y no se dedicaba tiempo al aseo personal.
A veces también se ponían ceniza en la cabeza, en señal de luto o
penitencia. ¿Pero de eso a andar así por la calle, a la vista de to-
dos? ¿Qué estarán haciendo entonces? ¿Haciendo penitencia ante
Dios?, ¿o haciendo auto-promoción?

No lo hagas así, dice Jesús. ¡Humíllate ante Dios! ¡Muy bien! Y co-
mer frugalmente por cierto periodo para concentrarte mejor, pue-
de tener mucho sentido. Comer poco, pero sin ponerse sombrío.
Por mucha tristeza que tengas, no obstante las pocas ganas de cui-
darte: ¡Hazlo! ¡Unge tu cabeza y lava tu rostro, cuida tu aspecto! Tu
Padre que ve en lo secreto te dará fuerzas.

LEER: MATEO 6:16-18

30
21 DE ENERO

Confía en el señor
No os hagáis tesoros en la tierra, [...] sino haceos
tesoros en el cielo. [...] Porque donde esté vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón.
MATEO 6:19-21

El dinero es un tema sobre el que podríamos hablar infinitamen-


te. Pero casi nunca hablamos abiertamente sobre cuánto ganamos
o cuánto tenemos en el banco. Eso parece formar parte de la vida
privada y pertenecer al corazón. Ya que toda esa actividad con el di-
nero, las acciones y opciones, planes de ahorro y pensiones, afecta
la base misma de nuestra confianza. Cuanto más tengas y cuanto
mejor hayas podido arreglarlo todo, tanto más confiado estás.

Según Jesús, eso es pura apariencia. Cuanto más tengas, más in-
quietud sientes. ¿Y si las acciones sufren una bajada? Es bonito te-
ner una casa en propiedad, pero la hipoteca es una carga, ¿verdad?
¡Y cuánto mantenimiento necesita! ¿Joyas exquisitas, cuadros, an-
tigüedades, ropa? ¡Ten cuidado, porque para las polillas, la carcoma
y los ladrones te has vuelto muy atractivo! Uno puede desvelarse
noches enteras. Porque donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón.
Quien ponga su confianza en el tesoro terrenal, necesita un cora-
zón fuerte. Porque un momento lo tienes, y al otro momento ya lo
has perdido. Y al final, todo cabe en un solo carro.

Jesús nos invita a poner nuestro corazón en Dios y en las promesas


de su reino. El que está de camino a ese reino, no menosprecia ni el
dinero ni los bienes, pero ya ha entregado su corazón a otra cosa. A
otra Persona: Cristo Jesús.

LEER: MATEO 6:19-24

31
22 DE ENERO

Día a día
Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida,
qué habéis de comer o qué habéis de beber;
ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
MATEO 6:25

En todos los países hay mucha gente que tiene verdaderos que-
braderos de cabeza sobre su comida y bebida. Y quizás ese era el
caso también de la mayoría de la gente que estaba escuchando a
Jesús. Todos los días se afanaban trabajando en un pedazo de tierra
o en un mísero negocio, intentando salir adelante. Aunque fuera
solamente un poco. Siempre inquietos y preocupados por las co-
sas de la vida que nadie puede controlar. Una sensación que todos
conocemos. Preocupaciones por esto y por lo otro. Se parece a la
vez al miedo que tenemos a perder a alguien o algo y al intento de
prevenirlo, dejándonos extenuados.

Jesús nos llama con insistencia a abandonar esa actitud. La vida es


más que preocuparse y dar vueltas sobre cosas tan limitadas como
la comida. La vida tiene, precisamente, una perspectiva muy am-
plia. La perspectiva del reino de Dios que se acerca. Busca ante
todo el camino que lleva hacia ese reino y pon tu confianza en Dios.
Él sabe lo que necesitas durante el viaje. Miedos y preocupaciones
no son nada, comparados con Él y su promesa. Día a día, Dios cui-
dará que no nos falte nada y que sigamos adelante con valor. Paso a
paso, codo a codo.

LEER: MATEO 6:25-34

32
23 DE ENERO

Entre los cerdos,


mejor callarse
No deis lo santo a los perros, ni echéis
vuestras perlas delante de los cerdos...
MATEO 7:6

Uno de los que siguen mis clases de discipulado dijo, en una con-
versación sobre dar testimonio de la fe: “En mi lugar de trabajo casi
nunca hablo de Dios o de la fe. Simplemente, no da ningún resul-
tado. Es como echar perlas delante de los cerdos. ¿No es esa una de
las palabras de Jesús mismo?”

Sí, Jesús dijo eso. Probablemente era un dicho popular en Israel


entonces. De la carne del sacrificio dedicada a Dios no se podía dar
nada a los perros. Ya que a los perros, en Israel, se les consideraba
sucios y despreciables. Y las perlas –que aquí significan las palabras
de las Escrituras– se tratan con cuidado. No se echan delante de los
cerdos. Para un judío, los gentiles serán como perros y cerdos im-
puros, que no entienden nada de la Palabra de Dios. No te esfuerces
por ellos. Como cerdos torpes pisan y aplastan las perlas en el lodo.
¿Nos da Jesús aquí una excusa fácil para callarnos, estemos donde
estemos? ¿En clase, o en el trabajo? ¡No, en absoluto! Pero a veces
es mejor callarse que hablar, y una media palabra mejor que una
entera. Dar testimonio de tu fe solo se puede hacer cuando hay res-
peto. Entre los cerdos, la consigna es: ¡Callarse! Afortunadamente,
son pocas las personas que, como los perros y cerdos, actúan tan
agresivos y con tanto desdén. Nos pueden sorprender, a veces. Con
tal de que se den cuenta de que para nosotros el Evangelio es sagra-
do y que las palabras de Dios son perlas preciosas.

LEER: MATEO 7:1-6

33
24 DE ENERO

El lema de los mendigos

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad,


y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe...
MATEO 7:7, 8A

Los mendigos saben que el que sigue, consigue. Piden y siguen


pidiendo y finalmente, muchas veces, suelen conseguir algo, por
poco que sea. En las grandes ciudades se ve eso todos los días, en la
calle o en la puerta de tu casa. Insisten hasta que reciben algo.

“Pedid, y se os dará”. ¿Era esto acaso un refrán de los mendigos?


¿Insistir en pedir? Bien podría ser. El que ora puede aprender mu-
cho de los mendigos. Orar no es solo hablar con Dios, como deci-
mos a menudo. Con decir esto, de antemano nos protegemos un
poco frente al problema de las peticiones no contestadas. Tenemos
tanto miedo a que eso ocurra, que apenas nos atrevemos a pedirle
nada concreto a Dios. Pero no hay nada que justifique esa reserva.
Orar es también pedirle y rogarle a Dios. Jesús abre la puerta de par
en par.

Lo que saben los mendigos, también deben saberlo los hijos del rei-
no, sin dudar. Que Dios dará cosas buenas a los que le piden. Con
ello, se puede referir a casi cualquier cosa. Incluso a algo tan senci-
llo como una visita o un poco de atención. Al menos, si lo necesita-
mos de verdad para poder perseverar, siguiendo a Jesús de camino
a su reino. En ese caso, podemos pedir cualquier cosa. El que sigue
mendigando, algo recibe. Siempre.

LEER: MATEO 7:7-12

34
25 DE ENERO

Dos caminos

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta,


y espacioso el camino que lleva a la perdición...
MATEO 7:13-14

Cuando, de pequeño me quedaba en casa de mi abuela y tenía


que subir al primer piso para ir a dormir, veía, colgada en la pared
del rellano, una reproducción enmarcada de “El camino ancho y el
estrecho”. A la izquierda, la puerta ancha y el camino espacioso. Se
parecía a una ancha calle de la ciudad con tiendas, llena de cosas
atractivas. También había mucha gente. Y a la derecha, una puer-
tecita estrecha. Una figura que parecía ser un evangelista señalaba
hacia ella. Detrás, un sendero angosto que subía pasando por una
iglesia, un hospital y una carpa para acoger refugiados. Después
de muchas vueltas, desembocaba en la ciudad de Dios. El cuadro
impresionaba. Entendí que solo había dos caminos.

Algo así dice Jesús, efectivamente. Pero, según él, los caminos no se
separan simplemente ante una iglesia o un teatro. Se separan ante
la pregunta de quién hace verdaderamente la voluntad de Dios. El
camino ancho está atestado de gente religiosa, pero que no hacen la
voluntad de Dios, tal como Jesús la acaba de explicar de una manera
muy práctica. Él hablaba de ser fiel al hermano, a la pareja y a Dios.
De la oración y la penitencia, de no preocuparse y no juzgar. El
que va por este camino, a menudo con muchas luchas, anda por el
camino angosto de la fe y la obediencia a Dios. Entrad por la puerta
estrecha y seguid ese camino, dice Jesús. Solo ese camino lleva al
reino de Dios.

LEER: MATEO 7:13-23

35
26 DE ENERO

El agua arrastra
fácilmente la arena
Descendió la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon
contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
MATEO 7:25

Las cosas siempre se terminan. También el sermón de Jesús. Lo


concluye con un relato breve y dramático. De nuevo dice: solo hay
dos posibilidades. Una de dos: o actúas con sensatez, o eres un ne-
cio. Necio es aquel que oye la predicación de Jesús y que, a conti-
nuación, da forma a su vida de acuerdo a su propio criterio. Edifica
su vida sobre la arena. No tiene fundamento, enseguida es arrastra-
da por el agua. Eso es lo que ocurre cuando tu vida es asolada –pro-
bada– por las fuertes lluvias y rachas de viento. Y así será cuando
las últimas lluvias te arrojan, calado hasta los huesos, delante del
trono de Dios. Entonces, tu vida te será quitada, como una casita de
madera en la playa es arrastrada por una ola del mar.

¡No vivas de esa manera! Deja que la proclamación de Jesús sobre


la constitución de su reino sea como un fundamento de roca para
construir tu casa sobre ella. Puede que tu vida no tenga el ritmo
que quisieras, porque las palabras de Jesús, a veces, te hacen tardar
bastante. Pero tu vida estará firme, en un lugar alto. Aunque tarde
o temprano caigan las lluvias y la marea viva haga subir el agua: no
tengas miedo. Tampoco cuando venga la última ráfaga de viento.
Porque tu vida está anclada sobre aquella roca.

La roca son todas las palabras de Jesús. La roca es Jesús mismo.


Como dice el Salmo: “Él solamente es mi roca y mi salvación; es mi
refugio, no resbalaré mucho” (62:2).
LEER: MATEO 7:24-29

36
27 DE ENERO

Basta una sola palabra

Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían:


De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
MATEO 8:10

Jesús no solo predicó el Evangelio, también sanó a los enfermos.


Son señales esperanzadoras de su reinado. La lectura de hoy se re-
fiere a dos curaciones. Primero un relato corto acerca de un lepro-
so. No es una enfermedad cualquiera pues le convertía a uno en
alguien impuro. Se le excluía de la comunidad. Nadie podía darle la
mano o tocarle de ninguna manera. Una situación muy deprimen-
te. Pero Jesús rompe el aislamiento de aquel hombre. Con naturali-
dad le alarga la mano y es como si atrajera hacia sí la impureza del
hombre, y le sana con unas pocas palabras.

Poco después, en Capernaum, Jesús traspasa otro límite. Atiende la


petición de socorro de un oficial romano. “Solamente di la palabra
–le dice el hombre–, yo tampoco soy de muchas palabras. Como
oficial, digo: Ve, y mi suboficial vuela. Y si le digo: Ven, enseguida
se presenta delante de mí. Señor, di solo la palabra.”

Jesús se maravilla. “Ni aun en Israel he hallado tanta fe”, dice. Haga-
mos caso a estas palabras. Una sola mano y una sola palabra de Jesús
obran milagros. El poder de Jesús no tiene límites.

LEER: MATEO 8:1-13

37
28 DE ENERO

Jesús entre los enfermos

Él mismo tomó nuestras enfermedades,


y llevó nuestros dolores.
MATEO 8:17

Estas palabras son una frase de la conocida profecía de Isaías


acerca del Mesías sufriente de Dios (53:4). Son palabras llenas de
consuelo para aquel que lleva largo tiempo enfermo y sufre mucho
dolor, porque, según el profeta, el Mesías tomará todas nuestras
enfermedades y todos nuestros dolores, y finalmente se los llevará
al dar su vida en sacrificio.

Parece que al evangelista esta profecía le viene de pronto a la men-


te, al ver la determinación y compasión con la que Jesús actúa en
la casa de Pedro. Quizás Pedro había llevado a Jesús a su casa para
pedirle ayuda para su suegra enferma: Señor, por favor, ¿la quieres
sanar? Ya de por sí lo están pasando mal, porque casi nunca estoy
en casa y no me ocupo de la pesca.

Podría ser. Pero, sobre todo, prestemos atención a Jesús. Voluntaria-


mente se ocupa de la suegra enferma de Pedro, y de todos los enfer-
mos de la ciudad que la gente le lleva. Les escucha, les toca, les sana.
Con una sola palabra –justo como dijo el oficial romano– ahuyenta
a los malos espíritus. Es una imagen alentadora: Jesús en medio de
los enfermos. Ese es el Mesías, dice el evangelista inmediatamente.

Gracias a Dios, no estamos solos en nuestro dolor y deterioro físico.


Dios está con nosotros. Nada nos puede separar de Él.

LEER: MATEO 8:14-17

38
29 DE ENERO

Los seguidores recibirán


protección
Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron.
Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande...
MATEO 8:23, 24A

Justo cuando Jesús quiere subirse a una barca para ir al otro lado
del lago, viene un escriba que le dice con entusiasmo: “Maestro,
te seguiré adondequiera que vayas.” Suena fantástico, pero, ¿sabe
este hombre realmente lo que está diciendo? Llegar a ser seguidor
de Jesús no significa solamente aprender de él, sino también com-
partir su destino. Hay que abandonar casi todas las comodidades
ya que Jesús no tiene ni dónde recostar su cabeza. Uno del gran
grupo de seguidores reacciona excusándose: En casa tengo todavía
a mi anciano padre, para cuidarle. Pero Jesús le despacha diciendo:
“Sígueme, sin titubear.”

Luego, Jesús entra en la barca. Y el lector, ¿tendría todavía el valor


de seguirle, después de aquella conversación? Lo que les pasó por
la cabeza a los discípulos, eso no nos lo cuenta el evangelista. Pero
subieron, no obstante, todos a la barca y siguieron a Jesús.

Muy, pero que muy valientes, podríamos pensar. Pero no nos equi-
voquemos. Cuando se desata la tormenta, ya no queda ni rastro de
su determinación de seguirle. Solo cuando Jesús se levanta y hace
oír su voz, entonces vuelve la calma al lago y a sus almas. ¡Mírale a
él! El que le sigue, puede verse de repente en medio de la tempes-
tad. Y seguirle entonces se hace imposible. Afortunadamente, él
nos recogerá y nos llevará a casa.

LEER: MATEO 8:18-27

39
30 DE ENERO

No digas: ¡vete!, sino: ¡sí!


Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos,
vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de
los sepulcros, feroces en gran manera...
MATEO 8:28

El que sube tras Jesús a la barca, puede vivir todo tipo de experien-
cias. Antes de darse cuenta, se ve en medio de una gran tempestad.
Y ¿qué hacía Jesús al otro lado? No era una región agradable para la
mayoría de los buenos creyentes. Por todas partes había decenas de
sepulcros en las rocas, los que vivían allí eran casi todos paganos y
encima había muchísimos cerdos impuros. Y ¿quiénes eran los que
iban hacia ellos, gritando, desde uno de aquellos cementerios en las
rocas? Dos tipos completamente endemoniados.

¿Qué es lo que busca Jesús aquí? Jesús es el Rey. También esta región
recibe el privilegio de experimentar que el reino de Dios está cerca.
Eso es liberador y muy misericordioso. Lo notan sobre todo aquellos
dos infelices. De nuevo escuchamos a Jesús pronunciar una sola pala-
bra: ¡Id! Y allí van. Con gran celeridad, los demonios se van a los cerdos
que están un poco más allá y que, acto seguido, se precipitan al mar.

Y otra vez se hace el silencio. Aunque no por mucho tiempo porque


mientras los discípulos se hacen cargo de los dos pobres hombres, se
acerca un gran grupo de gente desde la ciudad. Ellos, a su vez, le di-
cen a Jesús: ¡Vete! Es una palabra fatal, porque Jesús se va y no vuelve
más. Aquellos dos endemoniados eran un peligro, pero Jesús repre-
senta un peligro aún mayor para ellos. Han entendido que, en cuanto
a seguir a Jesús, se trata de todo o nada. No digas: ¡Vete!, sino: ¡Sí!

LEER: MATEO 8:28-34

40
31 DE ENERO

Lo que es necesario primero

Y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:


Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
MATEO 9:2B

Después de la tempestad en el lago y la sanación de los dos ende-


moniados, también los habitantes de Capernaum se dan cuenta de
que, en Jesús, el reino de Dios ha llegado muy cerca. Solo que ahora
no se ve en la manifestación soberana de poder sobre una tormenta
o en el aterrador griterío de unos demonios. Ahora, sobre todo, se
ve en la misericordia de Dios a un paralítico tumbado en una ca-
milla, que es llevado por alguna gente a Jesús. Todos miran a Jesús,
llenos de fe y de anticipación. Lo que dice, sorprende siempre por-
que Jesús no dice: ¡Levántate, y anda!, sino: ¡Ten ánimo, hijo; tus
pecados te son perdonados!

Y eso, ¿qué tiene que ver con su parálisis? ¿Acaso Jesús sabe más
de aquel hombre? ¿Había tenido un accidente estando borracho, y
luego fue llevado de allí con una paraplejia? Es posible. Pero Jesús
no entra en ello. No obstante, dice: Hijo, tus pecados te son per-
donados. Pues, aunque en la mayoría de los casos no hay ninguna
relación entre pecado y enfermedad, ningún pecado hace bien al
hombre. Algunos pecados causan literalmente mucho cansancio, o
una depresión que le deja a uno como paralizado. El perdón de Dios
es lo primero que necesitamos. Luego puede comenzar de verdad
la recuperación.

LEER: MATEO 9:1-8

41
1. Nada sigue igual que antes. 45

FE
2. Tocar. 46

3. Juntos perseveran. 47

4. Compasión. 48

BRE
5. Una misión cercana. 49

6. Serpiente o paloma. 50

7. El coraje de huir. 51

RO
8. Pen-sad en los pajarillos. 52

9. Pequeño pero valioso. 53

10. Visitar a los enfermos. 54

11. Empezar de nuevo. 55

12. Nadie puede obviar a Jesús. 56

13. Querer ser más sabios. 57

14. Un homenaje tentador. 58

15. Salir adelante. 59

16. Demasiado blanco y negro. 60

17. Maná para el corazón. 61

18. Dios nos trae a rastras. 62

19. Jesús reparte su vida. 63

20. No hay que ponerse nervioso. 64

21. Irse, pero ¿adónde? 65

22. La vanguardia de Dios. 66

23. Religiosos amargados. 67

24. Estupidez que hiere. 68

25. Salir y entrar. 69

26. Un pastor con corazón. 70

27. ¿Es Jesús ambiguo? 71

28. Fe donde no se espera. 72

29. Arrepiéntate a tiempo. 73


1 DE FEBRERO

Nada sigue igual que antes


Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra
manera los odres se rompen, y el vino se derrama [...];
pero echan el vino nuevo en odres nuevos...
MATEO 9:17

Se nota que a la gente de Capernaum le cuesta seguirle el paso a


Jesús. Él rompe los esquemas religiosos que les son familiares, y por
eso los fariseos no entienden qué es lo que hace Jesús en una fiesta
de publicanos y otros tipos oscuros. Está muy bien que ese Mateo
deje de ejercer aquella profesión reprobable. Pero entonces, ¿no
sería mejor distanciarse enseguida de los antiguos compañeros? Y
los discípulos de Juan no entienden por qué Jesús no ayuna. Con
el ayuno se hacía penitencia ante Dios por toda la frivolidad que
les rodeaba, y gracias a eso –así se pensaba–, el reino del Mesías
vendría antes. Y, por lo visto, aquel día era justo uno de esos días de
ayuno. ¿Ya no respeta Jesús eso tampoco?

Efectivamente, a veces es muy difícil seguirle el paso a Jesús. Por-


que nada sigue igual cuando él entra en nuestra vida. Su persona
tiene el mismo efecto que un vino joven en proceso de fermenta-
ción. Los odres viejos no sirven para ello. Y así, las antiguas formas
típicamente judías de separación o de ayuno se rompen bajo la pre-
sión de Jesús. Hacen falta nuevas formas de vivir la fe en Dios. De
penitencia y arrepentimiento personal. Y de una dedicación inten-
sa de toda nuestra vida a Dios. Eso siempre supone una lucha, pero
solo así renovará Jesús nuestra vida de veras.

LEER: MATEO 9:9-13

45
2 DE FEBRERO

Tocar

Porque decía dentro de sí: Si tocare


solamente su manto, seré salva.
MATEO 9:21

Si uno está metido profundamente en problemas, una sola pa-


labra de Jesús puede ser suficiente para darle aseguridad de su mi-
sericordia. “Di la palabra”, le dijo el centurión de Capernaum. Y
no hace falta ni siquiera eso. Basta solamente un ligero roce del
manto de Jesús. Eso ocurre a escondidas, por detrás, porque esta
mujer prefiere que no la vean. Ninguna enfermedad es agradable,
pero algunas dolencias dan más vergüenza. Y, para su entorno, ella
era considerada siempre impura. El mandato era: no tocar, ni ser
tocada por nadie. Es casi seguro que su matrimonio se había hecho
añicos. Y su círculo de amistades, roto. La veo recluida en su casita,
completamente sola.

Pero entonces, oye algo sobre Jesús: que se deja tocar por publica-
nos y pecadores. Y se da cuenta: ¡aquí hay Alguien que muestra una
misericordia divina! Y así, en medio de la aglomeración del gentío,
le toca brevemente. Jesús se da la vuelta inmediatamente y la mira.
Le dice: “Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado.” ¡Qué alentador! Aun-
que toquemos solo una punta de su manto, solo por un momento,
porque nos falta valor, él sabe lo que nos mueve a hacerlo. Y no nos
deja sin una muestra de su misericordia.

LEER: MATEO 9:18-26

46
3 DE FEBRERO

Juntos perseveran
Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos,
dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros,
Hijo de David!
MATEO 9:27

Mejores son dos que uno, dice el libro de Eclesiastés (4:9). Lo


mismo pensarían también estos dos ciegos de Capernaum. Juntos,
se puede más. Juntos, se es menos vulnerable. Juntos, se puede gritar
más fuerte. Ayudándose el uno al otro, siguen a Jesús por las calles.
Desde la necesidad de sus vidas alzan su voz y gritan: “¡Ten miseri-
cordia de nosotros, Hijo de David!” El evangelista dice, literalmente,
que “daban voces”. Suplicaban desde la oscuridad de su alma por la
luz. Vemos a Jesús volver la cabeza una y otra vez, antes de entrar en
casa. Pero ellos no se desaniman y juntos entran en la casa.

¿Por qué no se detuvo Jesús inmediatamente? Jesús los saca así de


la calle, adrede. No todo el mundo tiene que curiosear en lo que no
les importa. Y luego les pregunta: “¿Creéis que puedo hacer esto?”
Su respuesta conmueve: “¡Sí Señor!”

¡Cuánto esperan estos dos ciegos de él! Quizás cada uno por separa-
do hubiera sucumbido al cinismo. Pero juntos continúan siguiendo
a Jesús hasta que les hace caso y les bendice. Eso es muy instructivo.
Uno, por sí solo, fácilmente puede ignorar a Jesús, pero juntos, aun-
que sean dos ciegos, no le perderán de vista.

LEER: MATEO 9:27-34

47
4 DE FEBRERO

Compasión
Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas;
porque estaban desamparadas y dispersas como
ovejas que no tienen pastor.
MATEO 9:36

Jesús se siente profundamente conmovido por la multitud cre-


ciente de gente que se acerca a él. No resulta difícil imaginarnos
una multitud semejante. Casi todos son personas corrientes. Sin
rumbo y abandonados por sus dirigentes. Así las ve Jesús cuando,
al ampliar el terreno de su ministerio, recorriendo las ciudades y
pueblos, acuden en masa. Espontáneamente se forman multitudes
en todas partes. Curiosos y deseosos de ver un espectáculo, pero
también con hambre de Dios y de su salvación.

En uno de estos multitudinarios encuentros, Jesús no puede mirar-


las sin emocionarse. Porque en realidad no tienen a nadie que las
cuide de verdad. Se las ve cansadas, muy estresadas, como ovejas
acosadas. Jesús se conmueve con gran compasión. Pues, son ovejas
de Dios. Y cada persona cuenta. No encontrarán el redil si nadie se
preocupa por ellas.

Esto se aplica también a la multitud que hay en nuestro país. Cada


vez más personas se alejan de Dios. ¿Podemos mirarlas sin conmo-
vernos? Una oveja necesita un pastor. Un ser humano necesita a
Dios. Sin Dios y sin Jesús somos tan indefensos en esta vida como
una oveja en tierras salvajes.

LEER: MATEO 9:35-38

48
5 DE FEBRERO

Una misión cercana


A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo:
Por camino de gentiles no vayáis [...], sino id antes a las
ovejas perdidas de la casa de Israel.
MATEO 10:5-6

Cada domingo, la iglesia de Cristo se congrega en cultos y re-


uniones para alabar a Dios y escuchar su voz. Como ovejas de su
rebaño. Pero al margen de la congregación, y más allá, se encuen-
tra la multitud de gentes que mueve a Jesús a sentir una profunda
compasión. Obviamente, es demasiado numerosa para que una sola
persona se ocupe de ella. Por tanto, Jesús recurre a sus doce discí-
pulos y les envía en todas las direcciones. A mi parecer, son seis
equipos de dos personas. Pedro tiene que ir junto con su hermano;
Jacobo también. Y qué buena pareja hacen Tomás y el ex-publica-
no Mateo. ¿Qué es lo que tienen que hacer? Lo mismo que Jesús,
a saber: predicar el Evangelio, sanar enfermos e incluso resucitar
muertos. Para ello, reciben una autoridad especial de parte de él.

Llama la atención que Jesús enfatice que comiencen primero con


la casa de Israel. Para comenzar, no hace falta ir lejos. Hay muchas
ovejas perdidas a nuestro alrededor. A nadie se le envía directamen-
te a Samaria o Siberia. Mejor, comencemos con Segovia o Sevilla, o
donde sea que vivamos. Y no nos olvidemos de nuestros familiares.
Hay ovejas perdidas de sobra para ocuparnos de ellas. La misión se
renueva cada domingo.

LEER: MATEO 10:1-8

49
6 DE FEBRERO

Serpiente o paloma

He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed,


pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.
MATEO 10:16

El culto del domingo por la mañana termina muchas veces con una
misión solemne: “Ve en paz, con la bendición de Dios, y da esa misma
paz a todos con los que te encuentres.” Seguro que hoy mismo nos he-
mos encontrado con un montón de gente. En el autobús, en el tranvía,
en las tiendas, en la sala de espera, en el trabajo o en el instituto. ¿He-
mos podido compartir con alguien algo del Evangelio de Jesucristo?

Jesús instruye primero a sus discípulos. Porque dar testimonio con-


lleva riesgos. La resistencia y la incredulidad se expresan a veces de
manera violenta. Prestad atención a la gente en cuya casa entráis.
En resumen: en este mundo, a menudo, estamos indefensos como
ovejas en medio de lobos. Lo cual no es motivo para quedarse ca-
llado, pero sí para prestar mucha atención. Se trata de tener una
actitud abierta y positiva, ¡pero también discernimiento! Por eso
hay que ser prudentes como serpientes, alertas y atentas. Las ser-
pientes no tienen párpados y por lo tanto siempre están despiertas.
Pero tampoco hay que ser estrecho de miras. Sed al mismo tiempo
sencillos como palomas, sin reserva y deliberadamente un poco in-
genuos. Las palomas, por cierto, no se andan con rodeos.

¿Cuál de estos animales te gusta más? ¿Eres una serpiente, o te pa-


reces más a una paloma? Afortunadamente, Jesús nos envía como
ovejas suyas. Él nos apoya, seamos serpientes o palomas.

LEER: MATEO 10:9-16

50
7 DE FEBRERO

El coraje de huir
Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra;
porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas
las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre.
MATEO 10:23

La huida no es una actitud que demuestre coraje o fuerza. La


determinación y el martirio apelan más a nuestros sentimientos.
No obstante, “perseverar hasta el fin” no significa siempre: luchar
como un león hasta que le echen a uno a los leones. También se
puede decir algo a favor de huir a tiempo. Jesús, en su discurso ante
los futuros apóstoles, insiste incluso en ello. “Cuando os persigan
en una ciudad, huid a la otra”, les dice.

Pero, ¿acaso no pide Jesús que le sigamos radicalmente? Sin duda.


Pero no se trata de dejar constancia de una proeza impresionante.
Se trata del avance del Evangelio. El martirio –y sobre todo el mar-
tirio voluntario– puede ser también un gran estorbo para el avance
del Evangelio. No toda la sangre de los mártires es semilla de la
iglesia. A veces, uno sirve mejor el Evangelio si se retira a tiempo y
continúa la obra en otra parte. Y quizás hay que cambiar más veces
de lugar, porque la vida es difícil, también en el ámbito de la iglesia.
“Ha huido”, dice la gente a veces de un pastor que se veía paralizado
por los problemas y que ha aceptado un llamamiento de otra con-
gregación. Pero eso puede ser algo bueno. A veces, se necesita más
coraje para huir que para quedarse.

LEER: MATEO 10:17-23; SALMO 71:1-5

51
8 DE FEBRERO

Pensad en los pajarillos

Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que,


no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
MATEO 10:30-31

Para el que es agraciado con una melena abundante, este comen-


tario de Jesús sin duda es muy reconfortante. Hasta las cosas que en
sí mismas no tienen ninguna importancia, como la cantidad de pe-
los en la cabeza, le son harto conocidas a Dios, nuestro Padre. Esta
parece ser la idea. Pero, ¿para qué querría Dios saber el número de
los pelos que uno tiene en la cabeza?
Jesús no deja lugar a dudas que seguirle a él puede significar una
dura lucha. Al fin y al cabo, un siervo no es más que su señor. Quien
sigue a Jesús puede convertirse él mismo en el blanco de falsas
acusaciones y querellas. Y eso supone a menudo una lucha. En las
luchas, se reciben golpes. En esas circunstancias, se pierden fácil-
mente unos cuantos pelos. No temáis –dice Jesús sin embargo–,
todos vuestros cabellos están contados.

Visto de ese modo, el comentario de Jesús es efectivamente muy


consolador. La fe nos sumerge a veces en una gran lucha. ¡Cuánto
pelo se puede perder en la lucha feroz contra la enfermedad y la
muerte! ¡Es desesperante! ¡Parad! –nos dice Jesús–. Pensad en los
pajarillos. No daríamos ni un céntimo por ellos, pero Dios está al
tanto de cuanto les ocurre. Incluso nuestros pelos están todos con-
tados. Nada nos puede separar del amor de Dios.

LEER: MATEO 10:24-33

52
9 DE FEBRERO

Pequeño pero valioso

El que a vosotros recibe, a mí me recibe;


y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
MATEO 10:40

La importancia de alguien se puede apreciar por la manera en


que se le recibe. ¿Con qué tipo de recibimiento podrán contar los
seis equipos misioneros en su gira por Galilea, y después? Muy va-
riado. Puede darse un rechazo brutal, que como consecuencia sus-
citará la ira de Dios. En otras ocasiones, puede que se les reciba con
amabilidad. Pero no como grandes apóstoles. Antes, más bien, se
les considerará personas de poco peso e insignificantes, cuyo men-
saje carece igualmente de interés. Eso puede deprimirle mucho a
uno, si es un misionero. Por eso, Jesús les advierte de antemano: No
temáis, pues el que a vosotros recibe, ¡me recibe a mí! En el Evan-
gelio del reino que predicáis, soy yo mismo el que habla a la gente.
Y detrás de mí está el que me envió.

Es esto lo que confiere a la predicación del Evangelio su enorme


peso. De hecho, los predicadores son gente insignificante, gene-
ralmente. Pedro y su hermano y Tomás y Mateo. Pero no hay que
menospreciar su mensaje: es Jesús mismo quien alza su voz. Y en
cuanto a esos pequeños, al final, Jesús les rodea con su mano pro-
tectora. Les dice: Ni siquiera la generosidad que se os muestra, por
sencilla que sea, será olvidada. ¡Aunque sois pequeños, para mí sois
muy valiosos!

LEER: MATEO 10:34-11:1

53
10 DE FEBRERO

Visitar a los enfermos

Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años


que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado...
JUAN 5:5-6A

Los que están enfermos por largo tiempo pueden llegar a sentirse
terriblemente solos. Los familiares se han ido acostumbrando, ya
no saben de qué hablar y ocurre a menudo que ya no se asomen
por allí. El mundo del enfermo se va reduciendo sin remedio, todos
los días son iguales, y allí está, postrado en una cama, en casa o en
el hospital. De una persona así leemos hoy. El único que ve a ese
hombre allí acostado es Jesús. Y si Jesús le ve a uno, entonces, algo
va a pasar. No significa que todos serán sanados de un momento a
otro, como le ocurre a este hombre, pues, aunque Jesús se compa-
dece de todos, en el Evangelio, el milagro es más bien la excepción
que la norma. Jesús no ha entrado, por tanto, para levantar a todos
los que se hallan allí.

¿Y quién, en realidad, se fija en Jesús? El hombre en cuestión tam-


poco lo hace. Hace mucho que ya no espera ninguna visita. No ten-
go a nadie, le oiremos decir más adelante. Pero Jesús se fija en él,
allí acostado. Jesús se fue por lo visto directamente a Betesda des-
pués del culto en el templo, ya que era fiesta en Jerusalén. Fiesta y
además sábado. ¿Qué es lo que sueles hacer después del culto? Haz
una visita a alguien como este paralítico. Ve a ver cómo está. Ten-
drás un domingo bien empleado.

LEER: JUAN 5:1-9

54
11 DE FEBRERO

Empezar de nuevo

Mira, has sido sanado; no peques más,


para que no te venga alguna cosa peor.
JUAN 5:14B

Una vez sanado, el hombre se dirigió espontáneamente al templo,


parece ser. En el camino, sin embargo, le paran algunos que le re-
prenden con sus reglas acerca del sábado. Como si ese hombre, des-
pués de treinta y ocho años en Betesda, todavía se acordara cómo
hay que comportarse en el día del sábado. No hay nadie que mues-
tre interés por el hombre mismo. Pero Jesús sí. En el templo, Jesús
le ve. Y así somos, sin querer, testigos de una conversación muy
privada y pastoral. De ella se desprende que, en cuanto a la causa
de su enfermedad, el hombre tenía alguna culpa. Jesús lo menciona
sin entrar en detalles, queriendo decir: ¡No vuelvas por ese camino!

Esta conversación puede desconcertarnos. ¿Acaso hay una relación


entre el pecado y la enfermedad? Parece que sí, efectivamente. Lo
que pasa es que no debemos darlo nunca por sentado cuando vaya-
mos a visitar a un enfermo. Lo que dice Jesús aquí, no es una verdad
general. ¡Gracias a Dios! Solo Jesús tiene derecho a decir esto y
lo hace de manera muy personal. No hay nadie, aparte de él, que
esté allí presente o a quien le conciera.. El hombre lo escucha en el
templo, después de haber sido sanado y perdonado completamente.
Quien lo escucha así, de la boca de Jesús, se da cuenta de que el
pasado es pasado y que tiene la vida por delante.

LEER: JUAN 5:10-18

55
12 DE FEBRERO

Nadie puede obviar a Jesús

Porque el Padre a nadie juzga,


sino que todo el juicio dio al Hijo.
JUAN 5:22

Jesús no deja lugar a malentendidos. Ninguno de los que buscan


a Dios puede evitar encontrarse con él. Para un judío ortodoxo, eso
es algo inaudito. Una presunción que suena en sus oídos a blas-
femia. Las reacciones, por tanto, son vehementes y emocionales.
No siendo judíos, es difícil ponernos en su lugar. O quizás sí. ¿Ha
puesto Dios el juicio sobre todo y todos en manos de Jesús? Si es
así, nadie podrá escapar de él. Entonces, todos nosotros nos vamos
a encontrar algún día con él. Si no es ahora, será otro día.

Es posible que nosotros también tengamos problemas en aceptar


esto y que nos irrite esa pretensión de Jesús, tan acostumbrados
como estamos a relativizar prácticamente todo. “No importa lo que
crees, basta con tener fe”, se suele decir. Pero Jesús no nos deja ese
camino abierto. Nadie puede obviarle. Para aquel que se moleste
por eso, el Padre seguirá siendo un desconocido. Libraos del fasti-
dio. Escuchad su poderosa voz. Nos llama de las tinieblas a la luz.
Dad gracias a Dios por haber puesto el juicio sobre todo y todos en
las manos de aquel que nos ha amado hasta en la cruz.

LEER: JUAN 5:19-29

56
13 DE FEBRERO

Querer ser más sabios


Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros
os parece que en ellas tenéis la vida eterna;
y ellas son las que dan testimonio de mí.
JUAN 5:39

Por más que Jesús se exprese con decisión y convicción sobre


sí mismo y sobre el haber sido enviado, no hay duda de que en sus
palabras se escucha el dolor y la pena que le causan la incredulidad
y el antagonismo interior de sus adversarios. Como si incluso a él le
resultase incomprensible. Todos los días están ocupados en estudiar
las Escrituras. Es su vida. Buscando y aguzando el oído para perci-
bir la voz del Dios vivo, abriéndose a sus palabras, que se derraman
como agua viva en su alma. Y a pesar de todo eso le rechazan, ¡a él,
a Jesús! Están completamente ciegos al hecho de que las Escrituras
son un testimonio constante de él y de que él es el Mesías.

¿A qué se debe? Los que no le encuentran, no buscan bien! Encuen-


tran en las Escrituras solo aquello que en realidad ya saben, y que
pueden encajar en su tradición conocida y sus ideas. No escuchan
las Escrituras como una Palabra viva, siempre nueva y sorprenden-
te. Estudiar la Biblia de esa manera es estéril. Se necesita otra ac-
titud. La de escuchar de verdad. Solo así se abren las Escrituras y
dan testimonio de Jesucristo, de que él es el Salvador. A lo largo de
toda la Biblia.

LEER: JUAN 5:30-47

57
14 DE FEBRERO

Un homenaje tentador

Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse


de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.
JUAN 6:15

El banquete alegre de miles de personas en la verde ladera de un


monte en Galilea termina para Jesús en un lugar solitario. De pron-
to se aparta de la multitud y es como si huyera a la montaña. ¿De
qué huye? De ser homenajeado por la multitud. Esta se ha quedado
tan maravillada por la señal de los panes y los peces, que ahora se
dispone a honrarle como al profeta que había de venir al mundo, el
Rey mesiánico del final de los tiempos. Cuando Jesús se da cuenta
de ello, desaparece.

¿Por qué? Esta honra le llega antes de tiempo. Esta muestra de apo-
yo la experimenta como una verdadera tentación. Aún no han en-
tendido nada de él y de su llamamiento mesiánico. Solo ven el mila-
gro que acaba de hacer. Y por eso es Jesús el Hombre del momento
para ellos. Pero, ¿por cuánto tiempo? ¡Cuán solo se habrá sentido
Jesús, al escuchar todos aquellos gritos y aplausos de alegría! Seña-
les y milagros le llevan a uno fácilmente por un camino equivocado.
Jesús pretende conseguir algo más que el pan para hoy. De lo que
se trata, para él, es la salvación. La salvación por medio de la cruz.
¡Honra a ese Rey!

LEER: JUAN 6:1-15

58
15 DE FEBRERO

Salir adelante

Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca,


la cual llegó enseguida a la tierra adonde iban.
JUAN 6:21

Tan pronto como Jesús subió a bordo, la barca llegó a su destino.


Ni siquiera se nos dice si el viento amainó o si las aguas revueltas
se calmaron. Cuando los discípulos le piden a Jesús que suba a la
barca, enseguida tocan tierra. Y los problemas, es como se disolvie-
sen de repente. ¿Por qué habían zarpado sin Jesús? ¿No tenían que
haberle esperado? ¿O les dijo que debían adelantarse y salir sin él?
Sea como fuera, sin él a bordo, la noche se llenó de angustia. Una
noche interminable bregando con el viento y el agua. Cuando Jesús
aparece allí y sube a bordo, la barca avanza como un rayo y alcanza
tierra firme en un santiamén.

Es un detalle muy alentador. Sin Jesús a bordo, todo se nos hace


cuesta arriba. En nuestro trabajo y en los estudios. No logramos
avanzar. Todo el día trajinando, y en realidad no hacemos nada.
Muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de que él no está a bor-
do. Pero de repente, allí aparece a nuestro lado y se presenta en
nuestra vida. Puede ser de cualquier manera. ¡Ven, sube a bordo!, le
dicen los discípulos. Y acto seguido llegan a su destino. Quien reci-
be a Jesús en su barca, deja las dificultades atrás y vuelve a avanzar.
¡Tierra a la vista!

LEER: JUAN 6:16-21

59
16 DE FEBRERO

Demasiado blanco y negro


Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida
que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre
os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.
JUAN 6:27

No trabajéis por la comida que perece. No dejéis la piel por las


cosas que satisfacen solo por un breve tiempo. ¡Como la comida y
la bebida que se digiere rápidamente! Un nuevo conjunto de ropa,
que solo sirve para una temporada. Un coche, cuyo modelo, dentro
de un año, ya se queda anticuado. La satisfacción que nos producen
estas cosas dura muy poco. Enseguida nos apetece otra cosa, algo
nuevo, porque todo pierde su brillo. Todo se desgasta y nosotros
mismos estamos sujetos a un deterioro aun más acelerado. Y en un
momento dado, recapitulamos y pensamos: ¿Es esto mi vida?

Trabajad por la comida que permanece, dice Jesús a los galileos que,
después de andar buscándolo mucho, finalmente le han encontra-
do en la sinagoga de Capernaum. Todavía están entusiasmados por
el milagro de los panes. ¿No podría hacer Jesús eso todos los días?
¡Trabajad por la comida que permanece! Concentraos con todo
vuestro corazón en Dios y en su reino. Y en Jesús, a quien envió.
Porque la vida que él tiene y da, se renueva de día en día. De año en
año. Nunca aburre. Permanece eternamente.

“Parece muy blanco y negro”, es nuestra reacción. Efectivamente.


Pero a veces es muy esclarecedor y necesario ver nuestra vida de ese
modo: tan blanco y negro.

LEER: JUAN 6:22-31

60
17 DE FEBRERO

Maná para el corazón

Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene,


nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
JUAN 6:35

Últimamente, el pan se ha vuelto popular otra vez. Parece ser


que comer carne en grandes cantidades es poco saludable. En cuan-
to al pan, es distinto. El pan tiene sustancia. Tiene vida. De ahí
que el pan juega un papel tan importante en el Evangelio. Todos
los evangelistas relatan cómo Jesús, después de haber dado gracias,
parte y reparte el pan. Es una señal con la que señala directamente
a sí mismo como el pan de vida. El pan que descendió del cielo, que
como un grano de trigo cae en tierra y muere. El pan que alimenta
y fortalece con vida, que nunca acabará. Y Jesús lo reparte gratis.
A todo el que viene a él, creyendo en él. Como en la celebración
de la mesa del Señor. Como si toda la vida fuese una celebración
continua de la Santa Cena.

Pero los de Galilea no tienen interés. Están tan obsesionados con


Moisés, esperando una repetición del milagro del maná en el de-
sierto, que no pueden ver a Jesús, el Mesías. Y así le rechazan. Este
pan no es popular.

En nuestro tiempo, ¿es muy diferente? Afortunadamente, el pan


vuelve a estar de moda. Porque el pan tiene miga. Hay vida en él. Yo
soy el pan de vida, dice Jesús. La vida de verdad, en la que encontra-
mos seguridad y reconciliación, ¡solo la da él!

LEER: JUAN 6:32-40

61
18 DE FEBRERO

Dios nos trae a rastras

Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió


no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.
JUAN 6:44

¿Es el Evangelio de Jesucristo atractivo? Si echamos un vistazo


a nuestro alrededor, no nos da siempre esa impresión. Por más que
se esfuercen los predicadores y maestros los domingos en el culto y
la escuela dominical, a gran parte de los que les oyen les resbala. De
las palabras de Jesús se puede deducir que esto no es nada nuevo.
Parece que han de llevarle por los cabellos a uno, para que entienda
el Evangelio y reconozca a Jesús como el pan de vida. A Jesús no le
extraña que la gente corriente de Galilea le rechace, ni que los lí-
deres espirituales de la sinagoga en Capernaum igualmente tengan
todo tipo de objeciones y no se dejen convencer tan fácilmente.

Si Dios no nos trae a rastras, no llegamos a creer. Esto nos puede


contrariar, pero también puede ser un profundo consuelo. Creer
comienza del lado opuesto. Jesús empieza a ejercer una atracción
tal, que ya no conseguimos desprendernos de él. ¡Cuán grande es
la fuerza de su atracción! Y aunque estemos llenos de objeciones,
o rodeados por completo de oscuridad, aunque el Padre nos tenga
que arrastrar, Él lo lleva a cabo. Y su mano nos agarra y ya no nos
suelta hasta el día del juicio final. Ni siquiera la muerte podrá sepa-
rarnos. Ese Mesías es muy atractivo, ¿no te parece?

LEER: JUAN 6:41-51; SALMO 65:1-5

62
19 DE FEBRERO

Jesús reparte su vida

El que come mi carne y bebe mi sangre,


en mí permanece, y yo en él.
JUAN 6:56

Jesús no facilita las cosas para sus adversarios. Parece que no


pierde ninguna oportunidad de escandalizarles. Ya no entienden
de qué habla cuando dice, sin dar más explicaciones, que el pan
que él da es su propio cuerpo. ¿O acaso no quieren entender, y por
eso reaccionan con tanto desdén e irritación? Es posible. En todo
caso, Jesús no hace ningún esfuerzo por suavizar su mensaje. El que
quiere vivir –¿y quién no lo quiere?– no puede pasarle por alto.
Él es el enviado del Padre. ¡En él está la vida! Tal como partió y
repartió el pan, así dejará partir su cuerpo en la cruz. Salvando y re-
conciliando, perdonando y sanando. Y de ese modo, desde la cruz,
de su cuerpo, brotará un río de vida y de amor. Vida que quiere ser
absorbida, igual como ingerimos la comida y la bebida, que quiere
llenar nuestro corazón y renovar, fortalecer y alegrarlo.

Así, tan íntimamente, se relaciona Jesús con nosotros cuando reci-


bimos sus palabras en nuestro corazón. Cuando juntamos nuestras
manos en oración. Cuando celebramos el sacramente del pan y del
vino. ¡Cuánto bien nos hace! Nos da fuerzas para afrontar cual-
quier cosa.

LEER: JUAN 6:52-59

63
20 DE FEBRERO

No hay que ponerse nervioso

Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron:


Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?
JUAN 6:60

Cuando un gran número de personas se apartan del Evangelio


y ya no aparecen en los cultos o los estudios bíblicos, tendemos a
ponernos muy nerviosos. ¿Qué es lo que hemos hecho mal? ¿Qué
podemos hacer para ser una congregación viva y atractiva, y no una
que espera solamente a que el último apague la luz? O, tratándose
de los propios hijos o nietos, ¿qué podemos hacer para que no pier-
dan la fe? Semejantes preguntas nos pueden rondar por la cabeza
sin descanso. Y eso está bien, al menos que no pensemos que poda-
mos eliminar el último y verdadero tropiezo del Evangelio.

Jesús no se pone nervioso en absoluto cuando la gente comienza


a dejarle en masa. Tampoco cuando los que se definían como sus
seguidores tiran la toalla. “Esta palabra es dura”, dicen. Jesús pide
demasiado de su capacidad de comprensión. ¡Y Jesús los deja irse!
¿No le duele? ¡Claro que sí! Como también nos duele a nosotros,
cuando algunos abandonan la fe. Pero el último obstáculo solo lo
puede quitar Dios. Quien se da cuenta de eso, pierde su nerviosis-
mo, para confiar más que nunca en Dios y en su fidelidad, en todos
sus intentos de impedir que se vaya la gente.

LEER: JUAN 6:60-66

64
21 DE FEBRERO

Irse, pero ¿adónde?

Dijo entonces Jesús a los doce:


¿Queréis acaso iros también vosotros?
JUAN 6:67

En un tiempo en que muchos dejan a Jesús atrás, los que no le


abandonan se enfrentan a la pregunta por sus motivos más pro-
fundos. Uno no se puede quedar en la iglesia porque ha estado allí
siempre. Los que se marchan le hacen pensar a uno. También a los
que se quedan se les pide igualmente una decisión. La petición vie-
ne de nadie menos que Jesús mismo. ¿Queréis acaso iros también
vosotros? ¿Por qué os quedáis? ¿Cuál es vuestra motivación?

Jesús se lo pregunta a sus discípulos. Ya no son tantos. Cuando sale


de la sinagoga de Capernaum y un poco más tarde echa una mirada
atrás, de los miles que le siguieron han quedado solo doce que le
acompañan. Jesús les coloca en la disyuntiva: quedarse o irse. ¡A
ellos, precisamente! Porque abandonarle, eso se hace a menudo sin
despedirse de él. Por eso les pregunta directamente: ¿Queréis acaso
iros también vosotros?

La respuesta espontánea de Pedro, en nombre de todo el grupo,


conmueve profundamente: Señor, ¿a quién iremos? El que te ha
escuchado a ti, ya no tiene nada que elegir. No hay alternativa. ¡Tú
tienes palabras de vida eterna, tú y solo tú!

LEER: JUAN 6:67-71

65
22 DE FEBRERO

La vanguardia de Dios

No es que pecó éste, ni sus padres, sino para


que las obras de Dios se manifiesten en él
JUAN 9:3

Para los padres, tener un hijo que nació con una discapacidad sig-
nifica un gran reto, y muchas veces da origen a cavilaciones depri-
mentes. ¿Por qué Carlos es diferente a los demás niños? ¿Qué mal
hemos hecho? Una joven madre de un niño con muy grave disca-
pacidad me dijo una vez: “Quizás Dios me está castigando, porque
al principio no quería tener un hijo, aún no estaba preparada para
ello. ¿Puede ser, pastor? ¿Qué Dios le castigue a uno con un hijo
discapacitado?

Esa misma pregunta también le hacen los discípulos a Jesús. Jesús


responde rotundamente con un ¡No! De castigo, ¡ni hablar! Y eso
se lo dije también a aquella madre: Que Dios castigue, claro, lo
puede hacer... Pero no con un niño así. ¡Cómo puedes pensar eso,
mujer! Precisamente esos niños son especialmente preciosos a los
ojos de Dios. Si se preocupa por uno de los niños que hay aquí en
el pueblo, ¡sin duda, será éste! Dios no confía un niño semejante
a cualquiera. Se ve que tiene mucha confianza en ti, por haberte
entregado este hijo.

Jesús dice del que ha nacido ciego que ¡las obras de Dios se manifes-
tarán en él! En otras palabras: los discapacitados participarán como
nadie de la salvación de Dios. Ellos forman la vanguardia del reino.
¡Los últimos serán los primeros! ¡Y sus padres con ellos!

LEER: JUAN 9:1-12

66
23 DE FEBRERO

Religiosos amargados

Y era día de reposo cuando Jesús había


hecho el lodo, y le había abierto los ojos.
JUAN 9:14

Guardar el sábado de forma rigurosa es para los fariseos de Je-


rusalén claramente más importante que la sanación del mendigo
ciego que está en la puerta del templo. El hombre ni siquiera era un
caso urgente. Después de tantos años haber sido ciego, bien pudiera
haber esperado hasta pasado el sábado. Es cierto. Pero Jesús, por lo
visto, no podía esperar. Sábado o no, Jesús toca los ojos del hombre
y poco después éste ¡puede ver! ¡Qué sábado más glorioso! ¡Tan
hermoso día, tan lleno de salvación! Para este hombre, a partir de
ahora, cada día es un poco como el sábado.

Pero sus vecinos son tipos completamente distintos. No parece que


hayan vuelto muy alegres del culto a casa. Con cara avinagrada lle-
van al hombre ante los fariseos. Esos prefieren negarlo todo antes
que admitir que una sanación en el sábado pudiera ser un acto de
Dios. ¡Cuán aferrados están a su propia razón religiosa!

¿Hay todavía gente así, hoy en día? ¡Por supuesto! Al Espíritu Santo
dan preferiblemente el espacio de una cajetilla de cerillas. Y si por
un momento el viento del Espíritu sopla libremente, montan en
seguida una gran pantalla. Guardianes de la gloria de Dios... Pero,
para Dios, son los seres humanos que son importantes. En ellos
busca su honra. Y sobre todo en su día, el domingo.

LEER: JUAN 9:13-23

67
24 DE FEBRERO

Estupidez que hiere

Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.


JUAN 9:38

Cuando al ciego de nacimiento le echan a la calle, encuentra en-


seguida amparo en Jesús, que viene en su busca. Jesús se revela ante
él, a lo que casi inmediatamente responde: ¡Creo Señor! Una con-
fesión de fe sencilla y conmovedora. Apenas conoce a Jesús, pero
poco a poco lo defiende con más firmeza. “No sé quién es ese hom-
bre –dice–; una cosa sé, que habiendo sido yo ciego, ahora veo.”
Y cuando a continuación los fariseos comienzan a insultarle, ¡se
vuelve más atrevido! Entonces dice algo como: ¿Acaso Moisés ha
sanado alguna vez a uno que nació ciego? A lo que ellos responden:
“Hombre, ¿qué sabes tú, con esa ceguera, de Dios? ¡Tu nacimiento
no se vio demasiado bendecido por Dios! ¡Tú naciste del todo en
pecado!

Ese comentario le debe haber herido profundamente al hombre.


¡Qué cosas más horrendas la gente es capaz de decirse el uno al
otro! A veces por pura estupidez; a menudo intencionadamente.
Solo para hacer daño, porque uno cree en Dios. Y luego le dan la
espalda. Pero, afortunadamente, Jesús no le deja solo en la calle. De
repente aparece ante el hombre. “Fíjate bien –le dice–, mírame...”
¡Señor, creo! Eres tú. ¡Mi Señor y mi Dios!

LEER: JUAN 9:24-41

68
25 DE FEBRERO

Salir y entrar
A éste (el pastor) abre el portero,
y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas
llama por nombre, y las saca.
JUAN 10:3

Para nosotros, todas las ovejas parecen iguales. Solamente sabe-


mos distinguir las ovejas blancas de las negras. Sin embargo, Jesús
habla de un pastor que conoce a cada oveja por su nombre. Eso es
muy curioso. Ya que tendemos a pensar que las ovejas son animales
gregarios que no tienen nombre. Como mucho, un número. Y por
eso, la oveja no es el animal con el que me gusta que se me com-
pare. Pero Jesús, el Buen Pastor, no nos ve de esa manera. Conoce
a cada oveja por su nombre. Y la llama por su nombre. Cada ser
humano es una de ellas, y cada ser humano tiene gran valor para él.

El Buen Pastor es también un pastor sabio. Por ejemplo, no guarda


a sus ovejas todo el día en el establo, por razones de seguridad. Las
saca del redil, al ancho mundo. ¿Acaso no es muy arriesgado? ¡Des-
de luego! Porque fuera del redil nos puede pasar cualquier cosa. La
vida no es una excursión escolar. Nos topamos con muchas cosas
que hubiéramos preferido no encontrar. Pero, menos mal, el Pastor
va delante de nosotros. Él conoce nuestro nombre. ¡Va delante de
ti! Quédate con él y con su rebaño. Él sabe el camino. Y también, al
final del día, conoce el camino que lleva al establo.

LEER: JUAN 10:1-10

69
26 DE FEBRERO

Un pastor con corazón

Yo soy el buen pastor; el buen pastor


su vida da por las ovejas.
JUAN 10:11

En la bella imagen del buen pastor hay un matiz acusador que


señala hacia los fariseos y escribas. Según, Jesús, son pastores malos
hasta el tuétano. Pastores sin corazón. Líderes espirituales que se
ocupan solo de ellos mismos. De su posición y de sus propios inte-
reses. Y las ovejas les importan un pepino. No hacen nada por ellas.
En cuanto se presenta una amenaza, rehúyen su responsabilidad y
dejan las ovejas a merced de los lobos.

Para Jesús, esto es muy doloroso. Unas cuantas veces leemos que
mira a la multitud y que enseguida le viene la imagen de ovejas sin
pastor. Ovejas que van sin rumbo, que se hacen daño a las piedras
afiladas y a los arbustos espinosos y que finalmente, agotadas, se
desploman, porque nadie se preocupa por ellas. Una oveja necesita
un pastor. El hombre necesita un pastor. Pero tiene que ser uno
bueno. Uno que se esfuerza al máximo. Que tiene corazón. Jesús
dice: ¡ese soy yo! Tanto le importan las ovejas, que su vida le va en
ello. Y lo sabemos: eso es lo que ha hecho Jesús. Hasta la amarga
cruz de nuestros pecados. Jesús es el único verdadero pastor real-
mente bueno. Porque nos ama. Un Pastor con corazón.

LEER: JUAN 10:11-21

70
27 DE FEBRERO

¿Es Jesús ambiguo?


[...] las obras que yo hago en nombre de mi Padre,
ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis,
porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.
JUAN 10:25-26

Puede que también a nosotros nos decepcione esta respuesta de


Jesús. A la demanda de decir abiertamente quién es, solo contesta:
¡Ya os lo he dicho! Las obras que he hecho, como sanar a alguien
que lleva treinta y ocho años enfermo o abrirle los ojos a un ciego
de nacimiento o repartir cinco panes y dos peces entre cinco mil
personas, ¿acaso no hablan por sí solas? Pero vosotros no sois de
mis ovejas y por eso no creéis.

¿Por qué no dice Jesús abiertamente quién es? ¡Porque eso no so-
luciona nada! El problema no es nunca que Jesús no hable con cla-
ridad, sino que nosotros somos extremadamente reacios a creerle.
Con la incredulidad podemos mantener a Jesús a raya indefinida-
mente. Jesús no es el problema, sino que lo es usted, lo eres tú.
Únete primero a su rebaño. Quizás dubitativo, pero aún así. Y acos-
túmbrate a su voz. Poco a poco, comienzas a escucharle con más
atención. Ya no podrás desprenderte de él. Y sus obras hablan por sí
solas. No hay duda: hay que ir a Jesús. ¡Él es el Pastor! En sus manos
estamos a salvos para siempre.

LEER: JUAN 10:22-39

71
28 DE FEBRERO

Fe donde no se espera

Y muchos venían a él [...].


Y muchos creyeron en él allí.
JUAN 10:41-42

Muchos llegan a creer en Jesús. Pero no en Jerusalén. La rela-


ción entre Jesús y los líderes judíos ya no tiene arreglo. Fiesta tras
fiesta, el ambiente se ha vuelto cada vez más hosco. Al final de la
fiesta de los tabernáculos, Jesús se tiene que ir casi huyendo. Y
en la fiesta de la dedicación del templo, en diciembre, intentan
apedrearle dos veces. Finalmente tratan de apresarle vivo, pero en-
tonces Jesús ya ha abandonado la ciudad. Así termina el ministerio
de Jesús en Jerusalén, con un resultado por lo menos tan negativo
como en Galilea. Se marcha también de aquí, porque todavía no
había llegado su hora.

¿Adónde va? Al otro lado del Jordán, así se nos dice. A Perea, una
región parecida a Galilea. Aquí había comenzado todo, con el bau-
tismo por Juan el Bautista. Y mira: la gente no se ha olvidado de
ello, porque aquí los vemos venir. Mucha gente, de todo tipo y con-
dición. Yo pienso: pocos distinguidos y pocos sabios. Vienen a Jesús
y creen en él. Así se forma a pesar de todo un rebaño, de ovejas de
un redil con el que ya no se contaba. Eso da emoción y esperanza a
la causa del Evangelio. También en nuestro tiempo.

LEER: JUAN 10:39-42; SALMO 107:1-22

72
29 DE FEBRERO

Arrepiéntate a tiempo

Os digo: No; antes si no os arrepentís,


todos pereceréis igualmente.
LUCAS 13:5

A partir de hoy seguiremos el evangelio según Lucas. De nuevo,


Jesús se encamina a Jerusalén. Ahora por última vez. También sus
discípulos intuyen que le esperan acontecimientos trascendenta-
les en Jerusalén. Por lo tanto, las expectativas son muy altas. ¿Qué
va a pasar en Jerusalén? ¿Reconocerán a Jesús como el Mesías de
Dios? ¿Proclamarán el establecimiento del reino de Dios? Pero Je-
sús mismo, una y otra vez, anuncia que en Jerusalén le rechazarán.
Le rechazarán y le matarán. Para sus seguidores, esto es imposible
de comprender. ¿Qué es lo que se espera de ellos?

Jesús dice: Ante todo, intentad entender bien el tiempo, como un


tiempo absolutamente decisivo. Dios está trayendo su salvación. Es
algo que cuesta mucho esfuerzo. Dios, en Jesús, tiene que abrirse
paso violentamente. A través de la cruz y de la muerte. Por todas
partes se oyen los crujidos de este viejo mundo. Como hace poco
–dice Jesús–, con aquel baño de sangre sin sentido que provocó Pi-
lato. O cuando se produjo el desastre de aquella torre en Jerusalén.
No penséis nunca que las víctimas eran quizás peores que los demás.
Mejor saquéis la conclusión de que el reino de Dios está irrumpien-
do con fuerza en el mundo. Suficiente razón para volveros a Dios de
todo corazón y buscar la salvación, si queréis tener un futuro.

Jesús nos invita con apremio a ello.

LEER: LUCAS 13:1-5

73
MAR
1. La paciencia de Dios. 77

2. Librar y enderezar. 78

3. ¿Una puerta cerrada?. 79

ZO
4. Un duro reproche. 80

5. Un hijo, no un paciente. 81

6. Una comida con amigos no es


un banquete sabático. 82
7. Una casa llena. 83

8. Renunciar. 84

9. Con fe basta. 85

10. Inútil, pero no inservible. 86

11. ¡Vuelve!. 87

12. Deja de calcular. 88

13. Sálvate tú, no tus cosas. 89

14. Orar siempre. 90

15. Yo, yo, yo. 91

16. Llevar en brazos. 92

17. ¿Cómo entro?. 93

18. ¿Cuál es el beneficio?. 94

19. Una palabra encubierta. 95

20. Jesús se detiene. 96

21. Una conversión exprés. 97

22. Estar alerta. 98

23. Un rey sentado sobre un asno. 99

24. Lágrimas sobre Jerúsalen. 100

25. La autoridad de Jesús. 101

26. Dios no se da nunca por vencido. 102

27. Tú, ¿de quién llevas la imagen?. 103

28. Para él todos viven. 104

29. Hijo y señor. 105

30. Mujer pobre, mujer bendecida. 106

31. Ni siquiera un cabello. 107


1 DE MARZO

La paciencia de Dios

Él entonces, respondiendo, le dijo:


Señor, déjala todavía este año...
LUCAS 13:8

Uno no puede seguir invirtiendo en una cosa hasta el infinito.


En cierto momento tiene que dar algún resultado. Si no, hay que
dejarlo. Eso puede ser doloroso, pero así es. A veces, hay que ver las
cosas desde una perspectiva práctica. Un árbol que no da ningún
fruto, se corta y basta.

Hablamos con frecuencia en esos términos sobre una causa o un


proyecto al que hemos dedicado mucha energía y atención e inver-
tido mucho dinero. Pero a veces se habla así también sobre perso-
nas. Quizás sobre el propio lector o sobre algún conocido, porque
fracasó en el trabajo, a pesar de los esfuerzos de sus compañeros.
Quizá los demás estén hartos de invertir en eso. Y hay que recono-
cer posiblemente que no les falte razón.

¿Y Dios? ¿Piensa también de manera práctica? La paciencia de Dios


tampoco es ilimitada, dice Jesús. Pero, atención: Jesús sale en de-
fensa de una higuera estéril. Y se ofrece a invertir otro año más en
tu vida, y en la mía. Como una nueva y última oportunidad. Apro-
vechemos esa oportunidad hoy mismo, rogándole a él: Lléname,
anímame y bendíceme, para que lleve fruto en abundancia.

LEER: LUCAS 13:6-9

77
2 DE MARZO

Librar y enderezar
Y había allí una mujer que desde hacía dieciocho
años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada,
y en ninguna manera se podía enderezar.
LUCAS 13:11

Un “espíritu de enfermedad”, ¿qué es eso? Significa que alguien


no tiene ya ninguna resistencia interior. Alguien que tiene una con-
dición física y psíquica delicada. A veces tanto, que no puede ni
siquiera con su propio cuerpo. A veces, uno acaba en una silla de
ruedas sin que haya una causa física demostrable. Todo le oprime
y deprime.

Así describe Lucas, que era médico, a la mujer de este relato. Estaba
en la sinagoga donde Jesús predicaba. Nada menos que dieciocho
años andaba ya encorvada y torcida. Todo el tiempo con la cara li-
teralmente hacia el suelo, como si estuviera atada a la tierra oscu-
ra. Cuando Jesús la ve, interrumpe inmediatamente su sermón. Se
acerca a ella y la endereza. En seguida, ella comienza a cantar. Pue-
de que digas: Muy bonito, pero ¿no podía haber esperado Jesús hasta
después del día de reposo judío? ¡No! Justo en el sábado Dios quiere
hacerse conocer. Mostrando compasión para con cada persona, y
en particular con aquel que está atado u oprimido por un espíritu
de enfermedad. Dios quiere librarnos y enderezarnos y fortalecer
nuestro interior. Precisamente en el día de reposo. E incluso hoy.

LEER: LUCAS 13:10-21; SALMO 38

78
3 DE MARZO

¿Una puerta cerrada?


... porque os digo que muchos procurarán entrar,
y no podrán. Después que el padre de familia se haya
levantado y cerrado la puerta...
LUCAS 13:24-25

De camino a Jerusalén, Jesús pasa por diversas ciudades y pue-


blos. No se da prisa. Sabe lo que le espera en Jerusalén. Está claro
que también Jesús necesita tiempo para aceptar su destino. De ca-
mino a una cruz, no hay nadie que corra.

Por lo tanto, Jesús no está de humor para mantener conversaciones


teóricas. Cuando alguien le pregunta si opina también que son po-
cos los que se salvan, responde con considerable vehemencia. “Me-
jor, esfuérzate a entrar –le dice Jesús al hombre que no se muestra
demasiado preocupado–, porque la puerta es angosta y en un mo-
mento determinado se cierra. Si no estás dentro, entonces te que-
darás fuera para siempre. ¡No dejes que esto ocurra!

Así que, entrar cuesta mucho esfuerzo. ¿Por qué? En primer lu-
gar: es una puerta estrecha. Solo puede pasar uno cada vez. Y eso
hace que la puerta nos infunda miedo y congoja. Porque nos damos
cuenta de que la fe tiene un aspecto muy personal. Para Dios es sí o
no. Y en segundo lugar: esto hace que tendamos a aplazar nuestra
decisión, con el riesgo de que la puerta luego esté cerrada. Procura
que, cuando llegue la hora, no te encuentres con la puerta del cielo
cerrada.

LEER: LUCAS 13:22-30

79
4 DE MARZO

Un duro reproche

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas,


y apedreas a los que te son enviados!
LUCAS 13:34

Algunos fariseos previenen a Jesús, haciendo énfasis, contra el


rey Herodes. Se ve que había unos cuantos que simpatizaban con
Jesús. “Vete de aquí lo antes posible –le dicen–, si no, acabarás de
la misma manera tan dramática que Juan el Bautista.” Pero Jesús no
le tiene miedo a Herodes. De todas formas, dentro de pocos días ya
habría salido del territorio de Herodes.

No es Herodes quien le preocupa, sino Jerusalén. Allí, muchos de


los profetas de Dios habían sido asesinados. En cuanto a esto, Je-
rusalén tenía una tradición vergonzante de ceguera y arrogancia,
de rechazo y necia falta de aprecio a Dios y a sus profetas. Jesús no
se hace ilusiones. Se lo oímos decir, profundamente emocionado:
“Jerusalén, Jerusalén, ¡cuánto dolor me causas! ¡Cuántas veces
quise juntar a tus hijos, rodearlos con mis brazos y llevarlos a Dios!
Pero no quisiste.”

No quisiste... Eso es un reproche muy duro y confrontador. Más


duro que lo que dice Jesús a Herodes. Los habitantes de Jerusalén
no quisieron reconocer a Jesús como su profeta y su Mesías. Algo
así siempre trae consecuencias. Quien rechaza a Jesús, acabará tar-
de o temprano como Jerusalén.

LEER: LUCAS 13:31-35

80
5 DE MARZO

Un hijo, no un paciente
¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae
en algún pozo, no lo sacará inmediatamente,
aunque sea en día de reposo?
LUCAS 14:5

Está claro que Jesús mira de manera muy diferente al hombre


enfermo a como lo hacen los fariseos que invitaron a Jesús al final
de un culto en la sinagoga. El hombre tiene un aspecto horrible. Su
cabeza está muy hinchada, y también sus piernas y sus pies. Sufre
terriblemente de acumulación de líquidos, o sea de edema.

¿Es lícito sanar en el día de reposo?, pregunta Jesús a los que


comparten la mesa con él. Se sienten atrapados, y nadie contesta.
Entonces, Jesús toca al hombre. En seguida se ve el efecto benéfico.
Alegre, el hombre se va. Por lo visto, a nadie se le ocurre ofrecerle
algo, un pedazo de pan o una copa de vino para celebrarlo. Para
ellos, el hombre es solo un cliente, es como un paciente de un mé-
dico. Jesús le ve de manera muy distinta. Para él, el hombre es al-
guien de quien cuidar, sea el día de reposo o no. Se hace eso incluso
por los animales, dice.

Si estás enfermo, puedes tener un aspecto terrible a veces: muy del-


gado o hinchado. O con la cabeza calva a causa de la quimioterapia.
La gente desvía su mirada cuando te ve. Pero Jesús no. Él te mira
como si fueras su hijo. Y así te rodea con sus brazos como un manto,
lleno de amor. Te salva y te sujeta.

LEER: LUCAS 14:1-6

81
6 DE MARZO

Una comida con amigos


no es un banquete sabático
Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres,
los mancos, los cojos y los ciegos...
LUCAS 14:13

Sentarse a la mesa en el día de reposo es un acontecimiento festi-


vo. Algo como un anticipo al reino de Dios. En una comida así tiene
que haber invitados. Gente que hemos encontrado en la sinagoga o
sus alrededores y llevamos a casa, para que participen de la bondad
de nuestro Dios.

Así también se dejó invitar Jesús. Como un pobre, que viene a en-
riquecer la mesa de este fariseo rico. Pero Jesús solo ve a amigos y
parientes en torno suyo. No ve la generosidad tal como Dios la pide.
Es simplemente una comida para los amigos íntimos, con una nota
por gastos al final que hay que guardar bien, según la costumbre
en ciertos círculos: primero le toca a uno organizar un banquete y
luego a otro. Y así se van turnando.

Jesús se enoja. ¿Una comida de invitados? ¡No se ve a ningún invi-


tado! “Si de verdad quieres mostrar algo de la generosidad de Dios,
invita a unos cuantos mendigos. A los mancos, los cojos y los ciegos
–dice–, gente que nunca te invitará a su vez. ¡Serás bienaventura-
do! Luego te sentarás a la mesa del banquete de Dios, entre cojos y
ciegos. De esos habrá muchos. Espero que para entonces ya no sean
desconocidos para ti.

LEER: LUCAS 14:7-14

82
7 DE MARZO

Una casa llena


Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos
y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para
que se llene mi casa.
LUCAS 14:23

A Dios le gusta lo lleno y lo mucho. “Mi casa tiene que llenarse”,


dice Dios según Jesús. Pero ¿por qué hay tanta gente que reacciona
dando largas? ¿Por qué se esconden detrás de todo tipo de excusas
como un nuevo terreno, un nuevo coche y una nueva pareja? Para
el señor en esta historia resulta extremadamente ofensivo, porque
se queda con la sala casi vacía.

Dice entonces el señor a su siervo: “Ve, y trae a los mendigos de


las calles comerciales y de los mercados de la ciudad. Ellos sí que
tendrán ganas de comer algo.” Y así ocurre. “Pero ¿todavía hay lugar
para más? Entonces, ve por los senderos y los lugares donde per-
noctan los sin techo. Pasa por los barrios ricos, y por las casas de los
pobres. Y fuérzalos a venir y a entrar en la sala de fiestas.

Quizá dirás: No me gusta obligar a la gente. Pues, a mí tampoco.


Pero hay que entender bien a Jesús. Con algunas personas hay que
insistir mucho para que vayan contigo. Si no, podrían pensar que no
lo dices en serio. A diferencia de otros muchos que dan por sentado
que están invitados, pero que prefieren ir a otras cenas. Para ellos,
la sala de fiestas se cierra. Entretanto, Dios continúa invitando. Por-
que su casa se llenará. A Dios le gusta lo lleno y lo abundante.

LEER: LUCAS 14:15-24

83
8 DE MARZO

Renunciar

Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia


a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
LUCAS 14:33

Hay mucho interés por Jesús. Grandes multitudes viajan con él


a Jerusalén. Pero ¡que nadie piense que se puede seguir a Jesús gra-
tuitamente! De repente, Jesús se da la vuelta y confronta a la gente
con el mensaje de que seguirle a él puede costarles mucho. Incluso
la buena relación con los padres, la pareja y los propios hijos.

Aquí emplea una palabra dura: la palabra “odiar”. Aunque, dicho


sea de paso, aquí significa esencialmente “poner en segundo lugar”,
y no “odiar con el corazón”. No obstante, se trata de una decisión de
gran importancia. Por lo tanto, hay que sopesarla mucho y calcular
primero con sentido práctico el coste, dice Jesús. Como si se tratara
de la construcción de una torre.

Esos comentarios no suenan como una invitación entrañable. Son


demasiado objetivos y tienen un efecto desilusionante. Pero eso,
quizás, sea algo muy bueno. Porque el camino de Jesús llevará a la
luz de la Pascua, pero primero pasa por las tinieblas del Gólgota.
Los seguidores de Jesús deben tener esto muy presente y mantener
el grado de constancia de su fe bien alto. Si no, no aguantarás y le
abandonarás mucho antes de llegar a Jerusalén. Y Jesús no quiere
que eso ocurra.

LEER: LUCAS 14:25-35

84
9 DE MARZO

Con fe basta

Dijeron los apóstoles al Señor:


Auméntanos la fe.
LUCAS 17:5

¿No es demasiado, lo que pide Jesús de sus seguidores? Después


de una seria advertencia acerca de las tentaciones y tropiezos al
que Dios Padre tampoco pondrá impedimento o quitará de en me-
dio antes de tiempo, nos dice encarecidamente que estemos siem-
pre dispuestos a perdonarnos unos a otros. Incluso si alguien nos
pisotea el alma siete veces en un día y luego nos pide siete veces
perdón, perdónale, para que el miserable pueda conciliar el sueño
esa noche. ¿Acaso no pide demasiado Jesús? ¿Pues quién es capaz
de hacer eso?

Seguro que Jesús no quiere decir literalmente siete veces. Siete sig-
nifica siempre pleno y completo. Uno siempre continúa perdonan-
do. Aun después de la séptima vez. Cada vez que alguien te pida
perdón y muestre sincero arrepentimiento. “Muy difícil”, dicen sus
discípulos enseguida. Me imagino que ya ven lo que les va a caer
encima. “Señor, entonces, auméntanos la fe”, dicen. Pero Jesús nie-
ga con la cabeza. Toda fe, aunque fuera tan pequeña como la semi-
lla de mostaza, tiene fuerza suficiente para resistir las tentaciones.
Para perdonar por enésima vez. Por ejemplo, a uno de tus hijos, o a
un hermano o hermana quizás. No pidas: danos más fe, sino: danos
fe. Con fe basta. Fe que confía en Jesús.

LEER: LUCAS 17:1-6

85
10 DE MARZO

Inútil, pero no inservible


Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo
lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles
somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
LUCAS 17:10

Se cuenta que Rabí Yohanán dijo una vez: “Si has cumplido gran
parte de la Ley, no reclames ninguna recompensa para tí mismo,
puesto que has sido creado para ese fin.” ¿Piensa Jesús en esta frase,
y se irrita por ciertos fariseos que creen poder reclamar algo a Dios
por su dedicación? Entonces, de ahí queda claro que Jesús no valora
nuestros esfuerzos para Dios tan negativamente como parece dar a
entender este versículo cuando lo leemos por primera vez. Como
si tuviéramos que calificar nuestra dedicación y a nosotros mismos
como completamente inútiles y sin valor. Como algo que no sirve
para nada, siervos inútiles que somos.

Jesús se refiere con “inútil” no a inservible sino a ser modestos; no


tengáis pretensiones, no penséis que podáis reclamar algo a Dios.
Más bien, daos cuenta de que solamente hicimos aquello a lo que
Dios nos llamó y para lo que nos dio la fe, las fuerzas y la salud. No
es precisamente algo para menospreciar, como si no valiese nada.
Dios no lo hace y nosotros tampoco debemos hacerlo.

Una distinción de la casa real es una hermosa muestra de aprecio a


una dedicación de, a menudo, muchos años. Pero no hay que perder
la modestia. Y en el banquete final mejor nada de condecoraciones.
Señor, solo hicimos lo que nos pediste. ¡Gracias que pude hacerlo!

LEER: LUCAS 17:7-10

86
11 DE MARZO

¡Vuelve!

Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que


fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?
LUCAS 17:17

Solo un hombre se tomó la molestia de volver sobre sus pasos


cuando había sido sanado. En voz alta alaba a Dios y da las gracias a
Jesús, pública y efusivamente. A nadie se le escaparía. ¡Fíjate, un sa-
maritano! ¡El único que vuelve después del ritual con el sacerdote!
Luego vuelve al pueblo donde, junto con sus compañeros, encontró
a Jesús. Quizás habían pasado varios días, y Jesús había seguido su
viaje mientras tanto. Pero el hombre había ido tras él. Cuando en-
cuentra a Jesús, se arrodilla espontáneamente y da gracias a Dios
por haber sido sanado.

Jesús le reconoce enseguida. ¿No eras uno de todo un grupo de


leprosos? –le pregunta–, ¿No eran diez? ¿Y dónde están los otros
nueve? Jesús se siente profundamente conmovido por este hombre.
Pero ¿dónde están los demás? En la reacción de Jesús se nota la
decepción. No es auto-compasión, pero sí preocupación. Algo así
como: qué pena que aquellos nueve, por lo visto, siguieron su cami-
no sin más, después de haber sido sanado. No tomaron un tiempo
para volver y alabar a Dios. ¿Qué efecto ha tenido entonces esa cu-
ración en ellos?

¡Vuelve, y da gracias a Dios! Solo en la vuelta a Él y en el agrade-


cimiento a Él notarás que has sido ayudado verdaderamente.

LEER: LUCAS 17:11-19

87
12 DE MARZO

Deja de calcular
El reino de Dios no vendrá con advertencia,
ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he
aquí el reino de Dios está entre vosotros.
LUCAS 17:20B-21

En tiempos de Jesús, la venida del reino de Dios ocupaba la mente


de mucha gente. El país estaba bajo la ocupación romana. Por eso,
había un fuerte anhelo de liberación y del comienzo del reino de
Dios anunciado por los profetas. Algunos fariseos intentaban cal-
cular seriamente ese día, por medio de la lectura y el estudio de
los escritos proféticos como los de Zacarías, Joel y Daniel. Estaban
esperando señales visibles de Dios.

Según Jesús, eso es un esfuerzo totalmente inútil, porque ese día no


se puede calcular. Por decirlo así, Dios espera a tomar aquella de-
cisión hasta el último momento. Ocurrirá inesperadamente, como
un relámpago. Y todo ojo le verá.

Entonces, ¿hay que esperar, sin hacer nada? ¡Prestad atención!


–dice Jesús–, el reino de Dios ya ha comenzado. El reino de Dios
ya está con vosotros, o entre vosotros allí donde lo vemos y hace
oír su voz entre nosotros. Apenas se nota su presencia. Oculto a los
ojos de muchos, como un tesoro en el campo. Y como una perla, de
la que no se aprecia inmediatamente su valor. Pero, cada día, Dios
puede alumbrarte como con un rayo y abrirte mediante Jesús la
puerta de su reino. ¡Deja de calcular, y entra! El día del Señor está
más cerca de lo que pensabas.

LEER: LUCAS 17:20-30

88
13 DE MARZO

Sálvate tú, no tus cosas

En aquel día, el que esté en la azotea, y sus


bienes en casa, no descienda a tomarlos...
LUCAS 17:31

Cuando se produce un incendio repentino, siempre se ve a gente


que vuelve a entrar como loca en su casa para rescatar rápidamente,
en el último momento, algunos efectos personales. No pocas veces
con un final fatal. Perecen junto a sus pertenencias. Cuando vuelva
Jesús, ocurrirá algo parecido. La tierra temblará y habrá un pánico
enorme. Jesús dice: En aquel día, no vuelvas a entrar en tu casa para
salvar alguna cosa, sino ven a mi encuentro directamente. Porque
en ese momento ya no hay nada que se pueda salvar. La decisión ya
estará tomada. Habrá una gran separación entre las personas. Y lo
que no es de Dios, aquel que no es de Dios, se quedará atrás para los
buitres. Por tanto, no vuelvas. Sálvate tú, no tus cosas.

¿Será fácil? Creo que no. Sobre todo si es mucho lo que tienes que
dejar atrás. Como una casa confortable, un jardín, buenos libros,
etc.. Por no mencionar a todas aquellas personas que hay que dejar
atrás. Familiares quizás, vecinos amables, compañeros. Pero llegará
un momento en que mirar atrás ya no tiene sentido e incluso puede
resultarte fatal, como le pasó a la mujer de Lot. Si pensamos en
aquello, vemos nuestras posesiones ahora mismo ya con otros ojos.
Casi seguro que nuestras oraciones se volverán muy prácticas. Muy
decididas y concretas.

LEER: LUCAS 17:31-37

89
14 DE MARZO

Orar siempre
¿Y acaso Dios no hará justicia a sus
escogidos, que claman a él día y noche?
¿Se tardará en responderles?
LUCAS 18:7

Uno se puede cansar mucho de orar. Cansarse y desanimarse.


Porque parece no tener ningún efecto. Porque puede que Dios es-
cuche, pero no reaccione. Más o menos como un juez endurecido
que se muestra completamente indiferente ante la injusticia que
sufre una pobre viuda. Que no hace nada cuando ella clama por
justicia. Un hombre injusto hasta la médula. No quiere hacer nada,
por más que insiste la mujer.

Es posible que experimentes lo mismo cuando oras. Pero, según


Jesús, no hay motivo para ello. Porque incluso un juez tan injusto
pasará finalmente a la acción si se sigue insistiendo. Y ¿qué te crees
que hará Dios, el juez del cielo y de la tierra? ¿Acaso no escuchará,
si sus escogidos claman día y noche a Él?

Sí, pero... los escogidos, ¿quiénes son? Son Abraham, Isaac y Jacob. Y
todo el pueblo de Israel. Y aquellos que comparten la suerte de Israel
y sufren injusticias, mientras siguen esperando en el Dios de Israel.
Su esperanza no es en vano. Dios no les pierde de vista. Por eso dice
Jesús: Orad siempre, estés cansado o no. Porque su reino viene y,
con su venida, el cumplimiento de todas nuestras oraciones. ¡Pronto
Dios nos hará justicia!

LEER: LUCAS 18:1-8

90
15 DE MARZO

Yo, yo, yo

Os digo que éste descendió a su casa


justificado antes que el otro...
LUCAS 18:14A

Al publicano de esta historia siempre le he tenido mucha sim-


patía. Entre otras cosas, por la manera en que está allí de pie, muy
lejos del fariseo. Apenas puede contener sus emociones, está
muy afectado. De sus labios le salen solo unas pocas palabras:
“Dios, sé propicio a mí, pecador.” Nada más. Apenas es una oración.
Es más bien un grito desde el fondo de su corazón. Ese hombre, a
pesar de todos los defectos que pueda tener, nos cae bien, directa-
mente. Y pensamos espontáneamente: ¡Qué bien que Jesús pone
en su lugar a esos fariseos autosuficientes!

Pero, ¿le habremos entendido bien a Jesús? Los publicanos extor-


sionaban a los demás sin ningún tipo de escrúpulos. No tenían ni
dios ni ley. Los fariseos, en cambio, se tomaban las Escrituras y la
obediencia a los mandamientos en serio. Y sin embargo, no era el
fariseo quien se fue a casa como un hombre que Dios había declara-
do justo, sino el publicano. No fue gracias a sus emociones, sino por
el grito dirigido al corazón lleno de gracia de Dios.

¿Y la otra oración? Hay que escucharla con atención. Este fariseo se


dirige más al corazón de la gente en torno suyo que al corazón de
Dios. “Yo, yo, yo...” ¡Dios no quiere oírlo! Pero al grito desesperado
no lo deja nunca sin contestar.

LEER: LUCAS 18:9-14; SALMO 32:1-5

91
16 DE MARZO

Llevar en brazos

Traían a él los niños para que los tocase...


LUCAS 18:15

Según el evangelista Lucas, deben haber sido sobre todo niños


muy pequeños que todavía tomaban el pecho. Pequeños y con mu-
cho encanto. Naturalmente llevados en brazos por sus madres. No
por sus padres. Estos, a lo mejor, estaban allí sintiéndose torpes.
Aunque orgullosos, apenas saben qué hacer con su hijo. A veces,
esta situación se prolonga durante mucho tiempo. Especialmente
cuando se trata de Dios y la fe en Dios. Sujetar a un niño parece ser
en casi todas las circunstancias algo muy propio de las madres. Así
que ellas cargan con mucho. Con el tiempo, esos pequeños pesan
cada vez más. Ya no parecen tan encantadores. Cada vez más, se les
deja en el suelo, incluso las madres tienen que soltarles.

Pero, ¿quién los sujeta a partir de entonces? Estas madres traen sus
hijos a Jesús. Él les sujeta un momento, les toca. Me imagino que lo
hace con un gesto para bendecirles, como solían hacer los rabinos a
menudo. Y como hace un pastor a veces, en el bautismo de un niño.
Jesús les toca. Y ser tocado es como si fueran contados y anotados.
Dios dice por medio de Isaías: “los he llevado en brazos y seguiré
haciendo lo mismo hasta que lleguen a viejos y peinen canas; los
sostendré y los salvaré porque yo soy su creador.” (Isaías 46:3b-4,
Traducción en Lenguaje Actual).

LEER: LUCAS 18:15-17

92
17 DE MARZO

¿Cómo entro?

Un hombre principal le preguntó, diciendo:


Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
LUCAS 18:18

Tan sencilla y alegre como es la entrada de los niños en el reino de


Dios, tan dificultosa e imposible es la de los adultos. El hombre que
se dirige en este texto a Jesús, es todavía relativamente joven. No
obstante, ya tiene una posición importante y es rico. Por lo demás,
es un hombre muy piadoso y actúa muy correctamente en todo. Su
madre o abuela nunca tienen que avergonzarse de él. Podría ser
un joven economista o jurista. Siempre bien vestido, incluso en su
tiempo libre. Una persona agradable de tratar. Pero con todo lo que
tiene, le falta algo fundamental.

¿Qué es lo que le falta? Digamos que: la candidez espiritual y la


dependencia propias de niños pequeños. Por lo visto está en primera
fila escuchando, cuando Jesús dice, respecto a los niños, que para los
que son como ellos el reino abre sus puertas. Posiblemente piensa:
“Eso parece muy sencillo”. “Maestro bueno, ¿y yo? ¿Cómo puedo
entrar? ¿Yo, con mi traje de yupi y maletín de yupi y alma de yupi?

“Es difícil –le dice Jesús–, muy, muy difícil. De hecho, es imposible.
A no ser que, con todo lo que posees, vuelvas a poner tus manos en
las manos que te tocaron en el pasado.” ¿Te parece un poco inge-
nuo?

LEER: LUCAS 18:18-27

93
18 DE MARZO

¿Cuál es el beneficio?

Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos


dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
LUCAS 18:28

Es evidente que Pedro está impresionado. Entiende que solo se


puede entrar en el reino de Dios renunciando a todo y siguiendo
radicalmente a Jesús. En nombre de todo el grupo dice espontá-
neamente: “Pero esto, Señor, es lo que hemos hecho nosotros ¿no?
Cuando nos llamaste, dejamos todo lo que era nuestro. Nuestro
trabajo, nuestros compañeros, nuestra casa y, hasta cierto punto,
también nuestra familia y nuestros parientes.

Ahora bien, ¿qué beneficio trae? ¿De verdad trae alguno? Jesús ha-
bla de repente con mucha claridad. Solemnemente promete dos
cosas. Punto 1: El que por causa de Cristo haya dejado su casa, su
trabajo, su familia o sus amigos, no tiene que tener miedo de que
durante el resto de su vida tenga que pasearse completamente solo
por el mundo. Por parte de Dios recibirá mucho más. Jesús mismo
es la garantía. Se nos cuidará a nosotros y nuestra familia. Punto 2:
Al que entró en el reino suplicando como un publicano, o depen-
diente como un niño en brazos de su madre, o dejando todo atrás
como aquel pescador de Galilea, Dios le cuidará eternamente. Tam-
bién en cuanto a esto podemos apelar a Jesús.

LEER: LUCAS 18:26-34

94
19 DE MARZO

Una palabra encubierta


Pero ellos nada comprendieron de estas
cosas, y esta palabra les era encubierta,
y no entendían lo que se les decía.
LUCAS 18:34

Jesús lleva a los doce discípulos aparte. Eso es lo que se hace


normalmente cuando se quiere hablar en privado y compartir las
preocupaciones, las luchas o lo que sea con los amigos. Y Jesús no
es una excepción. Habla de nuevo sobre su misión a Jerusalén y
cómo espera ser recibido, rechazado y matado allí. Pero al tercer
día –siempre el día del gran cambio– resucitará.

Los discípulos no saben cómo encajar esto en absoluto. Nada me-


nos que tres veces se nos dice que no entienden nada de las confi-
dencias de Jesús. Su palabra les era encubierta, oscura, en el senti-
do de oculta y misteriosa. No me resulta difícil imaginármelo. Pues,
¿cómo puede venir el reino de Dios si Jesús ha de morir? ¿No sería
acaso el fin de todo? ¿Y cómo podría suceder eso, tratándose de
Dios?

Así termina la reunión del círculo íntimo. Rodeado de oscuridad y


un silencio deprimente. Ninguno se atreve a decir nada sobre sus
propios problemas, miedos, dudas, rabia, oscuridad. Pero las cosas
no tienen por qué mantenerse encubiertas. Jesús quiere llevarnos
también aparte a nosotros. Cuéntale todo lo que tienes guardado en
el corazón y escúchale. Al tercer día resucitará...

LEER: LUCAS 18:31-34

95
20 DE MARZO

Jesús se detiene

Jesús entonces, deteniéndose,


mandó traerle a su presencia.
LUCAS 18:40

Esta es una de las frases más bonitas del Evangelio. Jesús se


detiene y espera a un mendigo. En la cercanía de un mendigo, uno
suele acelerar sus pasos, porque si no, dentro de nada le seguirán
diez de ellos. Así lo hace todo el mundo en Jerusalén y así lo hace
todo el mundo en cualquier lugar. Si alguien le dice a uno a sus
espaldas: Caballero, ¿puedo preguntarle algo?, entonces, se dará
prisa en alejarse, porque no es un ingenuo.

Jesús, sin embargo, se detiene y espera al mendigo ciego, Bartimeo.


Este ha escuchado algo sobre Jesús y grita para que le preste aten-
ción y le muestre misericordia. Parece que grita tan fuerte que los
que van delante se enfadan con él y le dicen que se calle, porque si
no... Pero Bartimeo sigue gritando. Y Jesús se detiene. Es un mo-
mento precioso. “¿Qué puedo hacer por ti?”, le pregunta Jesús, con
una sencillez conmovedora. “¡Señor, que pueda ver otra vez!”

Jesús le toca. “Tu fe te ha salvado”, dice Jesús. De pronto, un mar


de luz envuelve al mendigo, que da gloria a Dios. Y en la luz sigue
a Jesús por el camino.

LEER: LUCAS 18:35-43

96
21 DE MARZO

Una conversión exprés

Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa;


por cuanto él también es hijo de Abraham.
LUCAS 19:9

A veces, alguien se convierte en muy poco tiempo. ¿Cuánto


tiempo lleva Jesús en casa de Zaqueo? ¿Una hora, quizás? Y ya le oí-
mos decir a Jesús: Hoy ha venido la salvación a esta casa...también
este hombre es hijo de Abraham. Esto va muy rápido. A muchos en
Jericó les pareció que va demasiado rápido.

¿Cómo puede decir Jesús algo así? Sin más, sin requisitos de
antemano. Sin cláusula de un tiempo de prueba, sin norma de una
indemnización mínima. La gente está molesta con Jesús. Hace un
par de horas, cuando sanó al ciego Bartimeo, todos vitoreaban.
¡Fantástico! Pero ahora, con Zaqueo, no hay nadie que dé gritos de
alegría. Además, ¡no se oye ninguna expresión de arrepentimiento
por parte de Zaqueo, no hace ninguna oración al estilo del publica-
no: “Dios, sé propicio a mí, pecador”! Les hubiera gustado que lo
repitiera por lo menos diez veces. Pero Zaqueo no dice nada. Bue-
no, promete que va a ayudar a los pobres. Eso dice...

De esa manera ve la gente a Zaqueo. Jesús mira con otros ojos. Hoy
ha venido la salvación a esta casa, porque él pasó por allí y llamó a
Zaqueo por su nombre. Eso rompió su corazón y al mismo tiempo
lo sanó. Volverse a Dios puede suceder en un instante.

LEER: LUCAS 19:1-10

97
22 DE MARZO

Estar alerta

Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas,


y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
LUCAS 19:13

Los que viajaron desde el norte para celebrar la fiesta en Jerusa-


lén, se acercan ahora a la ciudad. La expectación en torno a Jesús
crece como la espuma. ¿Se presentará en Jerusalén como el Mesías
y el Hijo de David, como le ha llamado el mendigo ciego? Pero Jesús
pone freno a las expectativas. El reino no viene con tanta prontitud.
Todavía ha de soportar mucha oposición. Como ocurrió reciente-
mente con Arquelao, hijo de Herodes. Éste viajó a Roma, pero pasó
mucho tiempo antes de que se hiciera rey. Su venganza después fue
terrible. Sin mencionar nombres, Jesús trae con una parábola este
suceso a la memoria.

¿Pasará lo mismo cuando Jesús llegue a ser rey? ¡Atención! –dice


Jesús–, ese momento puede tardar en llegar, así que no hay que
alimentar expectativas desmedidas. Pero sí que hay que elegir y
colocarse conscientemente en el lado correcto. No con los enemigos
del Rey venidero. Y hay que estar alerta y ocupado activamente en
el reino de Dios con el Evangelio que nos ha sido confiado.

Por cierto, Jesús no es un rey como Herodes. ¡Gracias a Dios, él


es muy diferente! Precisamente por eso puede esperar que nos es-
forcemos muchísimo más. No por miedo, sino porque nos damos
cuenta de que nos ama sobremanera.

LEER: LUCAS 19:11-27

98
23 DE MARZO

Un rey sentado sobre un asno


Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte
de los Olivos, toda la multitud de los discípulos,
gozándose, comenzó a alabar a Dios...
LUCAS 19:37

¿Qué es lo que pretende Jesús con esta acción? Primero pone


freno a las expectativas de la gente, diciéndoles que puede que
aún falte mucho tiempo para que su reino se establezca. Pero
casi inmediatamente después toma la iniciativa para una entrada
triunfal, como un rey, montado sobre un asno. Por ello la gente
piensa solo en una cosa. Cuando pasan el Monte de los Olivos –el
lugar donde según la profecía de Zacarías se espera el Mesías– to-
dos estallan de alegría. Ya no se contienen. Dando voces saludan a
Jesús como el Rey de Dios. ¿Por qué hace Jesús esto ahora? ¿Espera
recibir reconocimiento del pueblo? No, no es eso. Jesús sabe lo que
le espera en Jerusalén. No obstante, conscientemente hace su en-
trada en Jerusalén como el Rey mesiánico de Dios. Pero entiéndelo
bien y fíjate: el Rey mesiánico es un Siervo, un rey sobre un asno.
Viene a llevar la culpa de su pueblo. Nadie en el Monte de los Oli-
vos tiene ojos para ello. Pero la alabanza es apropiada. Muchísimo
más de lo que los suyos puedan imaginarse. ¡Qué Rey tan extraor-
dinario es él!

LEER: LUCAS 19:28-40

99
24 DE MARZO

Lágrimas sobre Jerúsalen

Y cuando llegó cerca de la ciudad,


al verla, lloró sobre ella...
LUCAS 19:41

¡Qué momento más extraño, de repente! Mientras todos dan


voces de alegría, él mismo se echa a llorar desconsolado. Justo en el
momento en que se divisa la ciudad. Es un lugar conocido: allí tuer-
ce el camino y de repente aparece ante la vista Jerusalén con sus
puertas, torres y templo. Es el momento en que todos los viajeros
hacen un alto en el camino y en que casi todo israelita se emociona
visiblemente. Allí es donde Jesús se echa a llorar. No de emoción,
sino a causa de una pena muy, muy grande.

¿Por qué llora Jesús de esa manera tan impresionante? Porque de


pronto le afecta profundamente el hecho de que Jerusalén está tan
ciega que no puede ver quién es él, que no entiende que Dios, en
él, ha traído la salvación a sus puertas. Pero le rechazarán, y luego
le crucificarán. Esta ciudad tendrá un final horrible. “¡Habitantes
de Jerusalén, si hubierais reconocido...! Pero ahora: es para echarse
a llorar.”

Es un momento muy intenso. ¿Acaso lloraría Jesús también sobre


nosotros y nuestras ciudades? ¡Sin duda! Sin embargo, Jesús entra a
la ciudad y predica el Evangelio. Aunque muchas veces le dan ganas
de llorar, no da la ciudad por perdida. ¡Que nosotros no lo hagamos
tampoco!

LEER: LUCAS 19:41-48

100
25 DE MARZO

La autoridad de Jesús

... Dinos: ¿con qué autoridad haces estas cosas?


¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?
LUCAS 20:2

Algunos policías tienen el ‘don’ de pedirte la identificación de un


modo particularmente molesto. Peores, por cierto, son los pastores
que te preguntan a veces por tus cartas credenciales. Este pasaje me
hace pensar en tales personas. Con cierta arrogancia, una amplia
delegación de líderes religiosos le pregunta a Jesús, en Jerusalén,
por sus papeles: Dinos, ¿cuál es en realidad la autoridad que tie-
nes? ¿Has estudiado para ser rabino? ¿O has recibido una misión
profética directamente del cielo? Ya nos gustaría ver tus diplomas
y autorizaciones.

Pero Jesús, enseguida, da la vuelta a la pregunta. Según vosotros,


¿qué misión tenía Juan el Bautista? ¿Del cielo? Si no quieren decir
sí o no, Jesús tampoco les va a dar una respuesta. Pero en realidad
sí que les ha contestado. Su autoridad es de arriba, de Dios. El que
escucha a Jesús, se da cuenta enseguida. Jesús habla con la autori-
dad de Dios. Su misión está fuera de toda duda. Pero no así nuestra
respuesta. Sí o no. ¡Que no sea: no! Será mejor que vuelvas a escu-
charle una vez más.

LEER: LUCAS 20:1-8

101
26 DE MARZO

Dios no se da nunca
por vencido
¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás
cuando le vean a él, le tendrán respeto.
LUCAS 20:13

Hay personas que, en su cuidado de un hijo o de un amigo cuya


vida está hecha un desastre, no se dan nunca por vencidas. El señor
de la viña de este relato es también alguien así. Varios esclavos, en-
viados por él para recaudar el arrendamiento de la tierra, vuelven
afrentados y gravemente maltratados en su misión. Está claro que
esos labradores son gente de cuidado. No hay que subestimarlos.

Pero, en lugar de pedir la ayuda de las autoridades y cortar por lo


sano, el señor envía a su querido hijo, pensando que a él le mostra-
rán respeto. Pero resulta estar equivocado. La cosa termina en un
drama. Al hijo lo asesinan. Y el señor –se refiere a Dios– parece
ser el gran perdedor. No, espera: nosotros, los seres humanos, so-
mos los grandes perdedores. Porque ahora vendrá Dios para ajustar
cuentas con nosotros...

¡Espera! Jesús dice algo más; es sobre una piedra desechada que Dios
levantará y pondrá en un lugar de honor. “De parte de Jehová es
esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos.” (Salmo 118:22, 23). Con
ello se refiere a Jesús y a que Dios lo levantará de entre los muertos.
El que vuelva a descubrir eso en estas semanas, se asombrará y no
dejará de maravillarse de Dios. Dios no se da nunca por vencido. Ahí
tenemos la cruz y la resurrección de Jesús como prueba.

LEER: LUCAS 20:9-19

102
27 DE MARZO

Tú, ¿de quién llevas la imagen?

Entonces les dijo: Pues dad a César lo que


es de César, y a Dios lo que es de Dios.
LUCAS 20:25

Las monedas son curiosos pedacitos de metal. Nos muestran


quién tiene el poder en la región donde uno se encuentra. Por eso,
en los días de Jesús, uno de los temas candentes era si a uno, como
judío sincero, le era lícito pagar impuestos al emperador romano
con su pretensión divina. Por medio de espías piadosos –una suerte
de traidores vestidos de negro–, los principales sacerdotes y los es-
cribas le piden a Jesús que se pronuncie. Si dice: “emperador, no”,
entonces ellos tendrán un buen argumento para una acusación de
cariz político. Si dice: “emperador, sí”, entonces eso dará la impre-
sión de que Jesús no es un hombre de principios claros.

Pero Jesús entiende su juego de inmediato. A petición de él, le en-


señan primero una moneda. Luego, aparentemente ingenuo, les
pregunta de quién es la imagen y la inscripción en la moneda. ¿Del
emperador? ¡Muy bien! Dad al emperador lo que es del emperador
y –así añade– “dad a Dios lo que es de Dios”.

Esas últimas palabras penetran profundamente. Como si Jesús pre-


guntara: ¿De quién es la imagen que vosotros mismos lleváis? ¿Y
a quién señala? ¿No es a Dios? Dad entonces a Dios lo que es de
Él. Frente al emperador habrá que decir muchas veces “sí”, pero a
veces tiene que ser “no”. Porque la imagen de Dios la llevamos no-
sotros mismos. Todos los días y en todas partes. Somos de Él.

LEER: LUCAS 20:20-26

103
28 DE MARZO

Para él todos viven

Porque Dios no es Dios de muertos,


sino de vivos, pues para él todos viven.
LUCAS 20:38

Sobre la resurrección de los muertos hay muchas preguntas


sensibles. ¿Qué aspecto tendremos? ¿Nos reconoceremos? Esto
último es sobre todo importante para los niños pequeños. Si solo
estuvieran papá y mamá cerca... ¿Y qué pasará si has estado casado
dos o tres veces? ¿Quién te estará esperando?

Los saduceos mandaban todas estas preguntas directamente a la


papelera, con la convicción de que no había resurrección. Con un
ejemplo complicado intentan poner a Jesús en un aprieto. Pero Je-
sús no les sigue el argumento con esa historia. En realidad dice que
no hay que pensar en términos tan humanos sobre la vida al otro
lado. Porque allí se ha dejado la muerte atrás. Dios no es Dios de
muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.

Eso nos da mucho consuelo. Ellos viven para Dios. Así, todas las
demás preguntas pierden gran parte de su interés. Las personas
que perdimos viven para Dios. Marido o esposa, hermana, hijos.
¡Cuánto dolió el tener que desprenderse de aquel niño! Que seas
consolado: Dios es un Dios de vivos. En Él viven todos y le alaban.
También los más pequeños.

LEER: LUCAS 20:27-38

104
29 DE MARZO

Hijo y señor

Entonces él les dijo: ¿Cómo dicen


que el Cristo es hijo de David?
LUCAS 20:41

Se hace un extraño silencio alrededor de Jesús. Ya no se atreven


a preguntarle nada, por miedo de ser puestos en evidencia
inmediatamente. Entretanto, en el patio del templo, arden en
deseos de saber quién es Jesús exactamente. En torno a ello giran
las conversaciones. Me figuro que fueron intensas y apasionadas.
¿Es él el Mesías de Dios? ¿Es él el prometido Hijo de David? ¡Pero
si actúa en el templo como si fuera el Señor, el Hijo de Dios en per-
sona! ¡Eso no puede ser!

Luego comienza a hablar Jesús. Es lo último que dice sobre sí mis-


mo en el patio del templo. Son solo un par de frases: ¿Es el Mesías
hijo de David? ¡Leed otra vez el Salmo 110! Ese salmo era muy que-
rido, puesto que en él se profetiza que algún día todos los enemigos
se postrarán ante el trono del Mesías. Con Herodes y Pilato y todos
esos romanos abominables delante. Pero ¿qué es lo que dice David
exactamente? ¿No llama al Mesías explícitamente Señor? ¿Incluso
“mi Señor”? Está claro: ¡el Hijo de David es Señor! Dios le exaltará.
A propósito: antes de que nadie se postre delante de él, él mismo se
inclinará hasta lo más profundo en la cruz de Gólgota. Mil veces,
Señor, mil veces te doy gracias y honra por ello.

LEER: LUCAS 20:39-44; SALMO 110

105
30 DE MARZO

Mujer pobre, mujer bendecida

Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:


Guardaos de los escribas...
LUCAS 20:45, 46A

En todas partes se les puede encontrar: personas que siempre


están ocupados consigo mismas. También las hay en la iglesia: mi-
ran a su alrededor satisfechos consigo mismos.

Jesús no tiene pelos en la lengua. Mientras que todo el pueblo está


tan cerca que puede escucharlo todo, critica a los escribas: Allí
están, con sus capas coloridas y caras, dándose importancia con
sus conversaciones en los mercados, las recepciones y toda clase
de reuniones públicas. Ver y ser visto. En cada comida importante
se sientan en primera fila. No se les ve en casa de una pobre viu-
da. Allí solo aparecen si pueden sacarle algo y luego desaparecen
otra vez. También en las sinagogas están siempre delante. Y hacen
largas oraciones, por aparentar... Recibirán la condena que les co-
rresponde, dice Jesús.

Mira, allí va una viuda –dice Jesús de repente–. ¿Has visto lo que
echó al arca de las ofrendas? ¿Dices que era poco? ¿Justo estabas
mirando a uno de esos ricos escribas? Te digo que esa mujer dio
todo. ¡Todo! Con esas pocas blancas entregó su vida entera a Dios.
Una mujer pobre, ¡una mujer bendecida!

LEER: LUCAS 20:45-21:4

106
31 DE MARZO

Ni siquiera un cabello

... y matarán a algunos de vosotros [...].


Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.
LUCAS 21:16B, 18

Jesús quiere dejar completamente claro que a su venida en las


nubes del cielo precederá un tiempo de batallas virulentas, de per-
secuciones y de opresión. Hasta los familiares y amigos más íntimos
podrán daros la espalda –dice–, y entregaros a reyes como Herodes.
A algunos de vosotros incluso os matarán. Lo extraño es que casi
directamente añade a ello que ni un cabello de su cabeza perecerá.
Y pensamos sin querer: ¿cómo es eso?

Jesús quiere decirnos dos cosas acerca de su venida. En primer lu-


gar: no subestimes ese momento. El nuevo mundo de Dios llegará
violentamente. Como con cada nacimiento, causará mucho dolor.
En esa fase, a los que han puesto su esperanza en Dios y en Jesús
las cosas se les pondrán muy difíciles. Tienen que saber que les es-
perarán tiempos duros y tentaciones, incluso el martirio. Pero, en
segundo lugar: ¡No tengáis miedo de ello! Porque, cuando llegue
ese momento, Dios os guardará. De tal manera, que ni un cabe-
llo de vuestra cabeza perecerá. También en la muerte, sus manos
os rodearán. Alrededor de vuestra cabeza y vuestro cabellera. Por
lo tanto, estad firmes en vuestro lugar. Y cuando pasen cosas que
hagan tambalear este viejo mundo alrededor de vosotros, alzad la
cabeza y levantad la mirada: Miradme, estoy cerca. No os soltaré en
medio del sufrimiento, nada os podrá separar de mí.

LEER: LUCAS 21:5-36

107
AB
1. Un amor más fuerte que la muerte. 111

2. Turbación. 112

3. Levantado. 113

RIL
4. La incredulidad no tiene excusa. 114

5. La última palabra de Jesús. 115

6. Amor hasta el fin. 116

7. Señor y siervo. 117

8. Judas. 118

9. Sufrimiento y luz. 119

10. Poder e impotencia. 120

11. Sin mí, nada podéis hacer. 121

12. Luego, tú eres rey. 122

13. Mírale bien. 123

14. Nosotros también. 124

15. Tarde; no demasiado tarde. 125

16. Caminantes en la pascua. 126

17. Llámame por mi nombre más íntimo. 127

18. Puertas abiertas. 128

19. Tomás. 129

20. Es él, otra vez. 130

21. Un momento doloroso. 131

22. El mundo es demasiado pequeño. 132

23. No elijas el tamo. 133

24. Altamente inflamable. 134

25. Dios está con nosotros cada nuevo día. 135

26. Buenas noches. 136

27. Una consulta temprana. 137

28. Apariencias. 138

29. Un objeto a poseer. 139

30. Reina por la gracia de Dios. 140


1 DE ABRIL

Un amor más fuerte


que la muerte
Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día
de mi sepultura ha guardado esto.
JUAN 12:7

Una vez más Jesús visita a sus amigos en el pequeño pueblo de


Betania. Es consciente de las cosas que se le vienen encima. A la
mesa, se nota que Lázaro está muy callado. Jesús también. Mientras
que Marta está muy ocupada, trajinando de acá para allá. María es
en realidad la única que reacciona de manera espontánea y abierta.
No teme a las situaciones emocionales o conversaciones difíciles.
¿Fue suya la tarea de dar la bienvenida a los invitados y de lavarles
los pies? De repente, aparece al lado de Jesús, le unge los pies con
un perfume de nardo carísimo y luego los seca con su pelo. Según
Marcos, debe de haber derramado incluso todo lo que quedaba en
el frasco sobre la cabeza de Jesús. La estancia entera huele a mirra.

Quizás dirás: Un gesto demasiado caro. Sí, Judas también opina lo


mismo. Él es uno de esos que siempre sabe cuánto cuestan las co-
sas. Además, Judas es un ladrón. Jesús viene al rescate de María.
Dice: “¡Déjala! Ella pensaba en mí y en el sacrificio que voy a hacer
para reconciliar a la humanidad con Dios. Estaba pensando en mi
entierro y por eso el dinero no le importaba. Simplemente tenía
que decir algo. Hacer algo. Y entonces surgió ese gesto de amor,
este regalo.” Está claro que a Jesús le ha agradado mucho. Cuando,
más tarde, bajan su cuerpo de la cruz para enterrarlo, aún huele a
mirra. La fragancia de un amor que es más fuerte que la muerte.

LEER: JUAN 12:1-11

111
2 DE ABRIL

Turbación
Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré?
¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto
he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre.
JUAN 12:27-28A

Hay ciertas citas que prefieres aplazar hasta el infinito porque de-
jan una huella muy profunda en tu vida. Por ejemplo, una interven-
ción quirúrgica. O despedirte de alguien. Sobre todo si es una des-
pedida para siempre. Sabes que el momento llega, pero aún, menos
mal, no es la hora. Pero, de pronto, ahí está. Sientes que se te hace
un nudo en la garganta. Los labios tiemblan de emoción, no te salen
las palabras. Algo así es lo que leemos aquí sobre Jesús.

De repente, él dice: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hom-
bre sea glorificado.” Con frecuencia se lee en este evangelio que su
hora todavía no había llegado. Cada vez se escucha: aún no, aún no.
Pero cuando unos griegos piden entrevistarse con Jesús para cono-
cerle, él, de repente, se da cuenta de que ha llegado su hora. La hora
de su entrega, de su padecimiento y muerte. ¡Por judíos y gentiles!
Por cada uno de nosotros. E igual que nosotros en un momento
así, Jesús reacciona profundamente conmovido. Conscientemente,
en su oración no pide: Padre, ¡líbrame de esta hora!, sino que se
entrega totalmente: “Padre, ¡glorifica tu nombre!”. Así podemos
orar nosotros también, refugiándonos en Jesús. En nuestras horas
de mayor angustia y momentos de mayor conmoción, ¡no estamos
solos! Él va delante de nosotros. ¡A través de la oscuridad hacia la
luz! Padre, ¡glorifica tu nombre también en mi vida!

LEER: JUAN 12:20-28A

112
3 DE ABRIL

Levantado

Y yo, si fuere levantado de la tierra,


a todos atraeré a mí mismo.
JUAN 12:32

El que quiere llamar la atención, ha de situarse en un lugar des-


tacado. En un balcón, una tarima o un púlpito. O sentarse en un
trono. Todo el mundo podrá verle y escucharle. Un lugar elevado
confiere más importancia a su persona. Y le proporciona una visión
clara de la situación; la gente le admira, espera algo de él.

Pero, ¿se puede decir lo mismo de un patíbulo o una cruz? No obs-


tante, eso es lo que dice Jesús: La cruz significa para él ser alzado.
Dentro de unos pocos días será apresado a manos del pueblo. Le cla-
varán en una cruz, con la intención de humillarle al máximo. Porque
no hay cosa más baja imaginable que morir en un maldito madero.

Pero Jesús piensa en una elevación: todos alzarán la mirada para


verme, y atraeré a todos a mí mismo. Porque la cruz de Jesús no
es solo una muerte horrible. Su muerte no es el final, triste o va-
liente, de un hombre que siguió fiel a sus ideales hasta la muerte.
No, su muerte es mucho más. Su muerte es sacrificio, su muerte es
reconciliación con Dios. Su muerte es la estocada mortal para to-
das las potestades de las tinieblas. Su cruz es el punto donde la luz
comienza a brillar y la oscuridad desaparece. Por eso la cruz, para
Jesús, significa una elevación. Y levantado en la cruz, atrae a todos
los hombres. judíos y gentiles. De la oscuridad a la luz. ¡Miradle!
Su cruz es un trono. Desde el madero, Cristo gobierna el mundo.

LEER: JUAN 12:28B-36

113
4 DE ABRIL

La incredulidad
no tiene excusa
Porque amaban más la gloria de
los hombres que la gloria de Dios.
JUAN 12:43

¿Por qué aquella gente de Jerusalén no creía en Jesús? Práctica-


mente todos los días veían u oían sus impresionantes señales. Y sin
embargo seguían rechazándolo como enviado de Dios. El evangelis-
ta solo lo puede explicar con una referencia a la profecía de Isaías.
Según esa profecía, en realidad es Dios mismo quien a veces ciega
a los hombres y cierra sus corazones, como un insondable juicio di-
vino. Esto parece aclarar bastantes cosas. Sin embargo, siendo esto
así, ¿no sería esa la excusa perfecta para nuestra incredulidad?

¡Espera un momento! Hay otra cosa más que el evangelista señala.


Muchos de los dirigentes judíos sentían un profundo respeto por
Jesús y, en realidad, también ellos creían que Dios estaba con él y
que él era la verdad de Dios. Pero –dice el evangelista– todos te-
mían por su posición. Intuían que, si confesaban públicamente su
fe en Jesús, la posibilidad de perder su puesto era muy grande. Por
eso guardaban silencio. Así que esa es otra explicación. Está claro
que, muchas veces, la incredulidad tiene sus motivos. Uno va sope-
sando, y mira sobre todo su propio interés. ¿Nosotros también? Al
fin y al cabo, es cuestión de elegir. Por lo tanto, no se trata de una
ceguera por orden divina. En otras palabras: la incredulidad no se
puede excusar. A Cristo no se le puede reprochar nada. Él se ofrece.
Y ¿qué puedes tener contra él?

LEER: JUAN 12:37-43

114
5 DE ABRIL

La última palabra de Jesús

Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo


aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.
JUAN 12:46

Según el evangelista Juan, estas fueron más o menos las últimas


palabras de Jesús para el gran público en Jerusalén. Después de este
versículo, ya no hay nada aparte de las conversaciones con el círcu-
lo íntimo de sus discípulos. Así que hoy hemos leído el último ser-
món público de Jesús. ¿Qué es lo que dice? Dice: He venido como
una luz al mundo. Mi misión de parte de Dios era, en primer lugar,
alumbrar. Encender la luz en todas partes. En habitaciones oscuras
de culpa y miedo, de aflicción y dolor. ¡Consolar y levantar a los
seres humanos! Perdonarles y ofrecerles reconciliación, para que
vuelvan a tener una visión clara de Dios y de sí mismos.

Se le reprochaban muchas cosas a Jesús. Que era duro como una


piedra en sus juicios. Que era arrogante y lleno de pretensiones.
Que era negativo y torpe en su trato con los fariseos. Que era... Pero
mi misión era, antes que nada, muy positiva –dice Jesús–. Alum-
brar como una luz, ahuyentar la oscuridad y hacer entrar la luz en
la vida de los seres humanos. En su último sermón lo ha dicho una
vez más, alto y claro, invitándonos. La primera palabra de Dios era
luz. Así también la última palabra de Jesús. Por eso este consejo:
¡No dejes que gane la oscuridad, exponte deliberadamente a su luz!

LEER: JUAN 12:44-50

115
6 DE ABRIL

Amor hasta el fin


Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había
llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado
a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.
JUAN 13:1

Jesús nos amó hasta el final. Bajo este epígrafe nos relata Juan
la verdadera historia del calvario de Jesús. Atardece. Ya cae la no-
che sobre Jerusalén. La noche de traición y negación. De incom-
prensión y abandono. Jesús lo sabe. Por eso aprovecha esta ocasión
para mostrar su amor de una manera muy especial. Se levanta de la
mesa. Se quita sus ropas, se pone un delantal, llena un recipiente
con agua y empieza a lavar los pies de sus discípulos.

Está claro que a Juan no se le olvidó nunca. Cada detalle lo tie-


ne grabado en su memoria. Como una película ralentizada, nos lo
muestra todo, y aún así uno siente la tensión. Algo así: ¿Cómo fue
posible? ¡Que Jesús hiciera esto en aquel momento! ¡Cuán inaudi-
ta y grande era la muestra de amor que nos dio en aquella última
noche! Hasta el fin y el propósito final del plan de Dios. Aquí, una
protesta bien intencionada no tiene cabida. Ni tampoco el fervor
irracional. Sólo dejar que él nos sirva, obedientes, sorprendidos.
Aceptar su amor, avergonzados, asombrados y callados. Y dejar que
brille la luz de su amor en medio de esta noche. Jesús no da aquí
ningún paso en falso, fracasando, sino que da un paso a propósito.
Por nosotros. Nos amó ¡hasta tal fin!

LEER: JUAN 13:1-11

116
7 DE ABRIL

Señor y siervo

De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que


su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.
JUAN 13:16

Por supuesto que un siervo no está por encima de su señor. Ni


tampoco un enviado por encima de aquel que le envió. Eso es una
verdad como un templo. Hay gente que manda y gente que tiene
que hacer lo que le manden. Y estos últimos no deben querer inver-
tir los papeles, porque si no, sería un caos. Tanto en la iglesia como
en la familia y en la sociedad.

Viniendo de Jesús, esta verdad tan obvia significa nada menos que
un terremoto. Porque ¿quién es aquí el señor y el emisario que es
mayor que todos?

¡Jesucristo mismo! Pero él se quita toda importancia, hasta el pun-


to de lavarles los pies a sus discípulos. Jesús invierte los papeles
completamente. Lo hace de una manera que nos resulta extraña y
nueva, puesto que para lavarle los pies a otra persona ninguno de
nosotros hemos recibido ningún regalo. Nos sale mejor darle un
buen repaso a alguien. Pero Jesús dice: Bienaventurados seréis si
hacéis lo que yo hice por vosotros, porque así seguiréis mi camino.
Y otros se darán cuenta de ello.

Un siervo no es mayor que su señor. ¿Es eso algo evidente? Bien-


aventurados seremos, si ponemos esta verdad de Jesús en práctica.

LEER: JUAN 13:12-20

117
8 DE ABRIL

Judas
Y después del bocado, Satanás entró en él.
Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer,
hazlo más pronto.
JUAN 13:27

¿Qué es lo que le mueve a Judas a traicionar a Jesús? ¿Le había


decepcionado Jesús, o solo le importaba el dinero? Lo que leemos
es: “Satanás entró en él.” Pero eso no cuenta en absoluto como cir-
cunstancia atenuante. Es Judas mismo quien deja entrar a Satanás
en su corazón. ¿Acaso no son la decepción y la avaricia a menudo
las puertas abiertas por las que entra Satanás? ¡Ten mucho cuidado
con ellas!

Llama la atención que Jesús no señala abiertamente a Judas como


traidor. Primero da solamente unas indicaciones. Luego habla más
claro: “¡Uno de vosdotros me va a entregar!” Finalmente, Jesús le
señala, pero de tal manera que solo algunos de los discípulos lo cap-
tan. Jesús no traiciona a Judas. Espera todo lo necesario. Pero cuan-
do Judas se siente descubierto, de repente se entrega totalmente a
su plan diabólico. “Satanás entró en él...” E, inmediatamente, Ju-
das se va. Esto debió causarle muchísimo dolor a Jesús. Pero no
le sorprendió. “Lo que vas a hacer, hazlo rápido”, dice. En cierto
sentido, Jesús mismo provoca la actuación de Judas. Porque haga lo
que haga Satanás, el Reino de Jesús viene de todos modos. También
aquí, Jesús es el que dirige.

LEER: JUAN 13:21-30

118
9 DE ABRIL

Sufrimiento y luz
Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús:
Ahora es glorificado el Hijo del Hombre,
y Dios es glorificado en él.
JUAN 13:31

Ahora que Judas se ha ido, el padecimiento de Cristo está ya muy


cerca. Los hombres que le apresan, le atan, interrogan y humillan,
se van acercando. Ahora –decimos–, comienza ese camino amargo
que termina en la cruz. Pero Jesús dice: “¡Ahora es glorificado el
Hijo del Hombre!, ¡y Dios es glorificado en él!” Lo repite otra vez:
“glorificado”. Eso es lo que está pasando.

Así es como Jesús ve de nuevo el camino que tiene por delante. No


es el camino de un perdedor, sino un camino de victoria. No un
fracaso, sino la gloria. No un camino hacia la muerte, sino hacia
la vida.

A nosotros, eso nos resulta extraño. No podemos descubrir dema-


siada gloria en el sufrimiento. Preferimos, en lo posible, mantener-
nos a distancia. Pero Jesús mantiene sus ojos puestos en la meta.
Para esto había venido. Para glorificar a Dios con su sacrificio en la
cruz, pagar la culpa, vencer a la muerte. Ahí es donde brilla la gloria
de Dios. La gloria del poder de su amor. La gloria que es más fuerte
que toda la oscuridad que nosotros provocamos... Esa luz triunfa.
Porque así de cerca quiere estar Dios a nosotros, en su Hijo. Por eso
Jesús está tan jubiloso. Refugiándonos en él, nos sabemos rodeados
de su gloria en medio de nuestro sufrimiento.

LEER: JUAN 13:31-38

119
10 DE ABRIL

Poder e impotencia

Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de


sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?
JUAN 18:4

“¿A quién buscáis?” Con esta pregunta sorprende Jesús a los que
querían prenderle de improviso, en la oscuridad de la noche en Get-
semaní. Una comitiva variopinta de gente, liderada por Judas, se le
acerca. Armados hasta los dientes. Tanto miedo tienen, por lo visto.
Alumbrándose con antorchas y linternas, buscan a Jesús. Su objeti-
vo es echársele encima y llevárselo en secreto, para que nadie se en-
tere. Esto es un asalto del odio y del infierno. Pero antes de que pue-
dan entrar en acción, Jesús les sorprende a ellos. De repente aparece
frente a ellos. ¿A quién buscáis? ¿A Jesús el nazareno? ¡Soy yo!

Esas dos palabras de Jesús son palabras de poder. Enseguida, los


asaltantes se echan atrás y con sus armas, antorchas y linternas
caen unos encima de otros, impotentes. No pueden con el poder
de Jesús. Han sido sorprendidos por él y el poder de su amor. ¿Lo
han entendido? No, ya se han vuelto a poner en pie. Esta vez, Jesús
les deja hacer. Él está dispuesto. Pero antes, rodea con sus brazos a
sus discípulos, protegiéndoles: “si me buscáis a mí, dejad ir a estos.”
Luego extiende sus manos y se deja atar. Es ese amor –y no la es-
pada de Pedro– el que vencerá al odio. El odio que hay en nuestro
mundo. Y también tan a menudo en nuestro corazón.

LEER: JUAN 18:1-11

120
11 DE ABRIL

Sin mí, nada podéis hacer

Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado;


he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.
JUAN 18:21

Jesús está siendo interrogado. Anás está sobre todo interesado


en los discípulos de Jesús y en sus enseñanzas. ¿Está Jesús entre-
nándoles en secreto para formar un grupo de guerrilleros? ¿Es su
doctrina subversiva? Parece que Anás busca en ese terreno para for-
mular una acusación contra Jesús. Para los discípulos eso implica-
ría también un riesgo. Pero Jesús no tiene nada que esconder. Pre-
gúntales a los que me han escuchado. Hay testigos de sobra. Acto
seguido, recibe una bofetada en la cara. Es lo habitual en este tipo
de interrogatorios.

Mientras tanto, fuera están haciéndole preguntas a un testigo prin-


cipal: Pedro. Acerca de Jesús, su Maestro. ¿No estabas tú con él? La
portera le reconoce. Y otra persona más. Y también un familiar de
Malco, que de vez en cuando toca su oreja para asegurarse de que
esté en su sitio. Pero Pedro lo niega. No sabe nada. Entonces, canta
el gallo.

También nosotros conocemos aquel sonido demasiado bien.


¡Cuántas veces traicionamos a Jesús! Nosotros, que conocemos tan
bien sus palabras. Con qué facilidad le fallamos. Tantas veces, que
nos debería dar vergüenza. ¿Qué era lo que había dicho Jesús? Esto:
“Sin mí, nada podéis hacer.” El canto del gallo nos lo recuerda. Es
verdad: sin él, no estaríamos en ninguna parte.

LEER: JUAN 18:12-27

121
12 DE ABRIL

Luego, tú eres rey

Mi reino no es de este mundo.


JUAN 18: 36ª

Jesús no aspira a ocupar un lugar de honor entre las filas de reyes


y gobernantes de este mundo. Por un momento, Pilato lo pensó,
porque la acusación apuntaba en esa dirección. Pero no, no es así.
Pilato no tiene que tener miedo de una revolución en Jerusalén. Si
fuera así, los seguidores de Jesús hubieran luchado para él. Jesús
es otro tipo de rey del que está acostumbrado a tratar. Un poco
extraño quizá, pero no peligroso. Alguien del circuito alternativo,
simplemente no de este mundo.

¿Es verdad que Pilato no tiene de qué preocuparse? ¡En absoluto!


La pretensión de Jesús va mucho más allá que dar un golpe para lle-
gar al poder en Jerusalén. Aunque su reinado no sea de este mundo,
no va a dejar tranquilo a nada ni a nadie. Él reclama todo para sí.
Bien mirado, eso significa una revolución sin parangón. De algún
modo, Pilato lo intuye. Así que tú eres rey, dice. De pronto, está
muy cerca de la verdad de quién es Jesús. Pero igual de pronto se
echa atrás. No se fía del todo. En cuanto al reinado de Jesús, en el
momento decisivo prefiere la mentira a la verdad.

No hagas como Pilato. Deja que Jesús sea el Rey de tu vida. Solo
el que haga esto puede estar tranquilo. Tu vida está segura en sus
manos.

LEER: JUAN 18:28-40

122
13 DE ABRIL

Mírale bien

Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto


de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el Hombre!
JUAN 19:5

Allí viene. ¡Atención! Pilato lo saca fuera. Cuando Jesús aparece


ante nuestra mirada, aguantamos la respiración. Le han azotado,
maltratado, coronado su cabeza con una corona de espinas, y le han
puesto un manto real de púrpura sobre los hombros. ¡Qué espec-
táculo! ¿Qué figura más patética! “¡He aquí el Hombre!”, exclama
Pilato, con la esperanza de que la compasión lo libre del odio que
ha surgido. No damos crédito a lo que ven nuestros ojos. Qué cosas
más terribles pueden hacerse los hombres los unos a los otros. Lo
que más prefiere uno es apartar la mirada. Porque lo que vemos es
una tremenda acusación, dirigida a nosotros.

¡Para! ¡Mírale bien! ¡He aquí el Hombre! ¿Somos nosotros, los hu-
manos, así? Sí. Como en un espejo, vemos nuestro propio rostro.
Cuanto más tiempo miras, más de ti mismo reconoces. Ese manto
lleno de manchas: rojo como la sangre. Esas espinas: nuestra vida
está plagada de ellas. No lo aguanto más, dices a veces. No, ni yo.
Pero, espera un momento, pues ¿quién está allí? Es Jesús, el Hijo
de Dios. Humillado, objeto de burlas, por nosotros. Se metió en
nuestra piel. ¡Cuánto nos ha amado! No, la compasión no es la que
gana, sino el amor. Un amor infinito. Todo lo que él lleva viene de
nosotros. ¡He aquí el Hombre! ¡Mírale, aquí está Jesús! Y di: todo
esto, ¡por mí!

LEER: JUAN 19:1-16A

123
14 DE ABRIL

Nosotros también

Y el que lo vio da testimonio...


para que vosotros también creáis.
JUAN 19:35

Jesús está colgado en la cruz. Entre dos hombres sin nombre. Él


en el medio. Ese es un lugar apropiado para un rey. Y Jesús lo es.
Así nos lo muestra el evangelista Juan. No como un mártir o la víc-
tima de un enorme malentendido. Ni siquiera como un criminal.
No, como un rey, porque está colgado en lo alto. En lo alto –eso es
lo que se enfatiza–. Jesús mismo carga con su cruz. Como un rey,
provee para su madre. Solo pide algo de beber para que suene con
más fuerza su grito de victoria: “¡Consumado es!” Inclina su cabeza
y entrega su espíritu. Su muerte es toda acción. Y no le rompen
ningún hueso.

Incluso Pilato declara que Jesús es un rey. En las tres lenguas univer-
sales conocidas lo proclama. Enojados, los sacerdotes principales le
piden a Pilato que, por favor, lo corrija. Pero, como si escucháramos
hablar a Dios mismo, Pilato dice: “Lo que he escrito, he escrito.”

El evangelista tiene solamente un único propósito con esta predica-


ción silenciosa. Y de repente lo dice también en voz alta, con pocas
palabras: “para que vosotros también creáis.” Aquí se están cum-
pliendo las antiguas palabras de la Escritura. Aquí resplandece ante
nosotros, victoriosa, la majestad y la gloria de Dios en Cristo Jesús.
¡Para que vosotros también creáis! Para que nosotros también nos
rindamos a este Rey. ¡Oh preciosa cruz, oh milagro de Dios!

LEER: JUAN 19:16B-37

124
15 DE ABRIL

Tarde; no demasiado tarde

Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús,


y lo envolvieron en lienzos...
JUAN 19:40

Bien podrían ser hermanos: aquellos dos hombres que aparecen


de repente al pie de la cruz. José de Arimatea, en secreto un seguidor
de Jesús. Y Nicodemo, que fue a ver a Jesús en medio de la noche. El
uno, un miembro distinguido del Sanedrín (Marcos 15:43), el otro,
un conocido fariseo (Juan 3:1). ¿Estuvieron presentes en aquella se-
sión de madrugada del consejo? ¿Ocuparon los dos una posición
solitaria? De todos modos, no dieron a conocer claramente su tes-
timonio. Pero ahora sí que están presentes, y no les avergüenza que
se les relacione con Jesús. Un poco tarde, podríamos pensar quizás.

Esos grandes gastos para el entierro de Jesús, ¡mejor haber incurri-


do en ellos durante su vida! Es verdad. Es algo que pasa demasiadas
veces. Solo cuando uno ha muerto, aparecen sus amigos. ¿Enton-
ces, son realmente amigos? En la mayoría de los casos, no lo son.
Pero, ¿en este caso? Llama la atención que, por lo visto, todos los
demás ya se han marchado. Solo ellos tienen el valor de llevar a
cabo este acto de amor. Al pie de la cruz, algo debe de haber calado
hondo en el interior de estos dos hermanos. El amor de Cristo. Y,
sacados de sus dudas, profesan ahora su fe.

¿Demasiado tarde? No, porque esta tumba nueva contiene una


promesa: habrá algo más. A partir del sepulcro de Jesús, el silencio
del cementerio es un susurro lleno de esperanza. Para todos los que
han llegado a amarle y ya no temen la luz.
LEER: JUAN 19:38-42

125
16 DE ABRIL

Caminantes en la pascua

Porque aún no habían entendido la Escritura,


que era necesario que él resucitase de los muertos.
JUAN 20:9

Poco a poco, los sucesos de aquella Pascua se empiezan a cono-


cer. Mientras que Jesús ya ha resucitado y recogido, literalmente,
el sepulcro, entre el refugio base y la amarga tumba se establecen
unos récords en carreras. Primero María Magdalena –ida y vuel-
ta– y Juan y Pedro. Uno adelanta al otro. No llega antes el que más
corre... El movimiento siempre acaba ante la tumba vacía. Así no
llegará a ser nunca Pascua. Lo importante es que los tres notan
algo. María Magdalena ve la piedra quitada; Juan ve los lienzos;
Pedro, el sudario enrollado. No se les escapa ningún detalle, ni a
nosotros tampoco. Es en Juan en quien comienza a brotar la fe en
la resurrección.

Todo este trasiego humano hace finalmente un alto en las casas de


Jerusalén. A modo de disculpa, el evangelista añade: aún no habían
entendido la Escritura, que él había resucitado de los muertos. Los
hechos de Pascua tienen que sernos proclamados. La Escritura nos
tiene que ser revelada. Nos tienen que decir: ¡Jesús vive! Era ne-
cesario que él resucitase y como un rey triunfase sobre la muerte.
Leed lo que está escrito.

Para escuchar este mensaje vamos a la iglesia, y oramos: “Ábrenos


las Escrituras como abres el sepulcro.”

LEER: JUAN 20:1-10

126
17 DE ABRIL

Llámame por mi
nombre más íntimo
Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo:
¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).
JUAN 20:16

María Magdalena está profundamente desconsolada. Quien,


como ella, se ve abrumado por la pena, se reconocerá en ella. Cuán-
to llora esta mujer. Ya no distingue nada ni a nadie, solo se ve a sí
misma y su tristeza indescriptible. No puede reconocer apenas una
cara. Los discípulos, los ángeles, el jardinero, son solo figuras a las
que contar su pena. ¿Acaso no ha llegado a tenerle demasiado cari-
ño a la presencia terrenal de Jesús? ¿Acaso no dice muy a menudo:
mi Jesús? Como si no hubiese otros que en este momento también
echan mucho de menos a Jesús.

Hay solo un remedio: la voz del Señor vivo mismo. Él dice: ¡María!
Le llama por su nombre, que es la esencia de quién es ella. Inme-
diatamente, María se da la vuelta, como si despertase de un sueño
horrible. Espontáneamente dice en su lengua materna: ¡Raboni!,
que quiere decir ‘mi Maestro’. Que te llame por tu nombre el Señor
viviente, ¡eso es la Pascua! Y también: que te vuelves hacia él y le
adores. Aunque Jesús mantiene distancia. No me toques –le dice–,
no te aferres a mi presencia física. Porque mi ascensión no se puede
impedir. ¡Ve a decirles esto a los demás! Y así ocurre. Sus lágrimas
son sustituidas por el testimonio de la victoria de Jesús.

LEER: JUAN 20:11-18

127
18 DE ABRIL

Puertas abiertas

Como me envió el Padre,


así también yo os envío.
JUAN 20:21

En casi todas las apariciones de Jesús se corrige de alguna u otra


manera lo que creemos. A María se la consuela, pero a la vez se la
amonesta por querer apresar a Jesús en su mundo propio de viven-
cias terrenales, ya que él sube a su Padre. Y él se acerca a nosotros
desde el otro lado. También en su aparición a los discípulos se ob-
serva cierta corrección. Están reunidos, con las puertas cerradas
–por miedo de los judíos–. Muy lentamente comienzan a asimilar
los hechos de Pascua. El testimonio de María y las otras mujeres
aún no ha producido mucho efecto, por lo visto. Sigue siendo un
pequeño grupo de gente temerosa, que no sabe qué hacer.

De repente, allí está Jesús en medio de ellos. A pesar de que las


puertas están cerradas, él puede entrar y alcanzarles con su saludo
de paz. Y cuando por fin irrumpe la alegría, Jesús abre las puertas
de par en par. Tienen que ponerse en camino, en el poder del Espí-
ritu Santo. “Como me envió el Padre, así también yo os envío.” El
mensaje de Pascua no debe quedarse encerrado entre los muros de
la iglesia. Ni tampoco entre los muros de nuestro corazón. ¡Abran
esas puertas! Como el Padre respalda a Jesús, él nos respalda a noso-
tros y nos envía por el mundo. La misión y evangelización comien-
zan en la Pascua. En ese sentido, la Pascua y Pentecostés coinciden
en un mismo día.

LEER: JUAN 20:19-23

128
19 DE ABRIL

Tomás

Le dijeron, pues, los otros discípulos:


al Señor hemos visto.
JUAN 20:25

Sí, María Magdalena, en cuanto a su fe, se parece a una planta tre-


padora que quiere adherirse a Jesús, reclamándole, Tomás se parece
más a un cardo. Si alguien le toca, él muestra sus pinchos. Tomás no
lo entiende. Para él, la cruz de Jesús con aquellos horribles clavos,
cuya imagen sigue dando vueltas en su cabeza, es algo imposible. Está
disgustado con Dios y probablemente también con Jesús. Eso pasa a
veces. Que estás enfadado porque alguien a quien quieres acepta tan
pacientemente el sufrimiento y la cruz. No puede ser, ¿no?

Está bien que los discípulos vayan a buscar a Tomás. Han enten-
dido bien lo que Jesús les mandó y enseguida han salido en busca
de Tomás. Alguien como él, si de él dependiera, nunca volvería a
moverse. Y menos en dirección a Dios. En ese punto tenemos como
congregación una misión muy clara de ir a buscar a la gente, a re-
cogerles y traerles. De decirles, muy humildemente en cuanto a
nosotros mismos y muy explícitamente en cuanto a Jesús: “Hemos
visto al Señor”.

Solo así vuelve gente como Tomás al círculo. Lo más importante lo


hace Jesús mismo. Lo sigue haciendo incluso hoy. “Pon aquí tu dedo
y mira mis manos”, le dice Jesús a Tomás. Ven a mí y deja que te
toque. Con mi amor. ¡Sí, tú! Y otra cosa: “¡No seas incrédulo, sino
creyente!” Esto hace callar a todo el mundo. ¡Mi Señor y mi Dios!

LEER: JUAN 20:24-31

129
20 DE ABRIL

Es él, otra vez

Entonces aquel discípulo a quien Jesús


amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor!
JUAN 21:7

¡Es el Señor! A veces puedes decir esto muy espontáneamente.


Cuando has sido salvado de algún mal. O con la ocasión de una fies-
ta conmemorativa o un aniversario. O sorprendido por una señal
directa de Dios. Una señal de su cercanía, que hace que te levan-
tes y que puedas afrontar de nuevo las cosas. A veces ocurre muy
inesperadamente, pero otras veces solo después de buscar y esperar
mucho a Dios. Aquellos momentos se podrían llamar: momentos
de Pascua. Instantes en que experimentas, aunque sea solo por una
palabra u oración, que Jesús es el Viviente. Que le ha sido dado todo
el poder, que él es el Señor que viene a nuestro encuentro y nos
habla. Y espontáneamente decimos: ¡Es el Señor!

Escuchamos a Juan, el discípulo a quien amaba Jesús de una ma-


nera especial, decírselo a Pedro, que parece que no se había dado
cuenta todavía. Otra vez es Juan el primero, como lo fue también
en la mañana de Pascua. No porque tenga la vista más aguda que
Pedro, o que vea mejor en la distancia y así pueda reconocer de
repente a Jesús en la playa. No, no es tan simple. No se trata tanto
de ver, sino de creer. Cuando él le dice a Pedro: “¡Es el Señor!”, es
porque algo le ha pasado. De repente descubre la mano de Dios,
la mano de Cristo. Se le enciende una luz. Entonces le vemos allí
mirar a la playa y decirle también a Pedro: “¡Es el Señor!” ¡Es él otra
vez: Jesús! Dadle gracias.

LEER: JUAN 21:1-14

130
21 DE ABRIL

Un momento doloroso

Pedro se entristeció de que le dijese


la tercera vez: ¿Me amas?
JUAN 21:17

Para Pedro es un momento extremadamente doloroso. Jesús pre-


gunta y sigue preguntando –parece que no va a acabar nunca–. Y
Pedro no sabe apenas qué decir. Al hombre, siempre tan animado,
se le ve cada vez más callado. Se le escucha balbucear algo. Algo
como: Señor, tú sabes que te amo. Doloroso, muy doloroso. Cada
vez se le ve más hundido. El evangelista dice incluso: ¡se entriste-
ció! ‘Entristeció’ en el sentido de: que le dolió visible y terriblemen-
te, le dolió en el alma.

Allí está Pedro, sentado. Un hombre joven aún. Uno que siempre es-
taba a la disposición de Jesús y probablemente de cualquiera. Siem-
pre dispuesto. Entusiasta, lleno de ideas. Ahora también, al apare-
cerse Jesús por tercera vez. Pero Jesús no continúa sin más. Hay algo
que quedaba por aclarar. De ahí la pregunta: “Pedro, ¿me amas?”

Pedro se entristeció. Quien alguna vez haya fallado terriblemente, se


podrá identificar con él. Por eso está bien que Jesús se dirija a él. No
para darle un escarmiento en presencia de los demás, sino para aco-
gerle, perdonarle y encomendarle otra vez una tarea. Es algo que los
demás también deben oír. Hay asuntos sobre los que hay que hablar
con franqueza. Ante Dios o ante la persona a la que has hecho daño.
Solo después podrás seguir de verdad. Cuando todo está dicho. Esos
momentos dolorosos tienen algo muy liberador. Te hacen mucho bien.

LEER: JUAN 21:15-18

131
22 DE ABRIL

El mundo es demasiado pequeño

Pienso que ni aun en el mundo cabrían


los libros que se habrían de escribir.
JUAN 21:25

Sobre algunas personas podrías escribir un libro, piensas a veces.


¡La cantidad de cosas que has vivido junto con él o ella! Sin embar-
go, podría ser más difícil de lo que piensas. Para escribir un libro
entero sobre una sola persona, esa persona tiene que ser alguien
fascinante. Según el último versículo de este evangelio, Jesús es
alguien así. Sería una tarea imposible reunir los libros necesarios
para escribir sobre Jesús y relatar una por una todas las cosas que
él ha hecho. Ni el mundo mismo podría contener siquiera todos
esos libros.

Puede que algunos piensen: ¿no está exagerando un poco? A todas


las cosas tocará su fin, ¿no es así? Sí, ¡pero no a Jesús y su obra! ¡Por
algo comenzó Juan su evangelio con el origen eterno de Jesús, el
Hijo de Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios,
y el Verbo era Dios”! El comienzo del evangelio hay que buscarlo
en el amor eterno de Dios en Jesucristo, que precede a todo. Y de la
misma manera finaliza: con un mundo que es demasiado pequeño
para poder contener la misericordia de Jesús y su victoria. Nunca
llegará el momento en que ya no sabremos qué decir sobre Jesús,
o qué contar, o qué predicar. Nunca dejaremos de cantar. No hay
principio ni fin.

LEER: JUAN 21:19-25

132
23 DE ABRIL

No elijas el tamo
Bienaventurado el varón que no anduvo en
consejo de malos... Será como árbol plantado
junto a corrientes de aguas.
SALMO 1:1

En los salmos se escucha a la gente hablarle a Dios. Y a través de


su reacción típicamente humana y piadosa, Dios, a su vez, quiere ha-
blarnos a nosotros y enseñarnos el camino. A veces, espontáneamente,
rompen a cantar alabanzas. Otras veces le ruegan y suplican a Dios que
les dé una señal de su gracia, y le confiesan sus dificultades. O le pre-
guntan por el camino, por dónde ir en su vida. El Salmo 1 es un ejemplo
típico de ello, un salmo-señal. No es por casualidad el número uno de
los salmos. Bienaventurado el que se deja guiar por las promesas y los
mandamientos de Dios, canta este salmo. De esa manera no se saldrá
nunca del camino en las curvas; no se quedará atrapado en amistades
raras; no cometerá injusticias y nadie se podrá burlar de él. Su vida será
como un árbol junto a un arroyo. Un árbol que está vivo y verde.

Pero ¿y si va por su propio camino? ¡Desgraciado! El que vive sin


Dios y su Palabra no tiene vida. Puede que la gente así aparente y
presuma mucho, pero ¡ojo!: es tan ligera como el tamo. El viento se
la lleva y desaparece.

Muy blanco y negro, sin matices, opina usted quizás. ¡Efectiva-


mente! Pero ¿dice Jesús otra cosa, más tarde? Solo se puede elegir
una de dos opciones. No elijas el tamo. El más minúsculo soplo de
viento se lo lleva. Pero felizmente firme estará quien elige ir por el
camino de Dios. Será como un árbol al lado de un arroyo. Un árbol
que siempre reverdece, aunque peine canas.
LEER: SALMO 1

133
24 DE ABRIL

Altamente inflamable

... pues se inflama de pronto su ira.


Bienaventurados todos los que en Él confían.
SALMO 2:12

Hay personas que, por menos de nada, ya están que arden. Por
ejemplo, un profesor que se toma demasiado a pecho el compor-
tamiento de ciertos alumnos. Enseguida castiga a la clase ente-
ra: todos a quedarse. O un padre que se irrita por las cosas más
insignificantes y estalla. Son hipersensibles. Esperamos que Dios
no sea así, ¿verdad? Sin embargo, parece que el salmo dice que sí.
Pero, entiéndase bien: la ira de Dios no es la expresión de su rabia,
sino que es una ira santa y una conmovida indignación a causa del
escándalo que provocan los pueblos de nuestro mundo, chocando
entre sí en conflictos horribles. En el fondo, se amotinan contra
Dios mismo y su Rey mesiánico en Jerusalén, que es David y el Hijo
de David, Jesucristo. No quieren saber nada de su gobierno justo.
Pero entonces, Dios interviene.

Mientras nosotros nos hacemos los remolones en acudir en ayuda


de los que la necesitan, Dios ya se ha levantado. Ya que, cuando se
viola y asesina a personas por ser judío, o sudanés, o negro, su ira
se inflama muy pronto. E incluso cuando muestra sólo un poco de
su ira, será mejor que busquemos un refugio seguro. Menos mal
que Dios y el Rey velan por la justicia, y que su ira es tan altamente
inflamable cuando se cometen injusticias y vilezas. ¡Qué felices son
los que en Él confían!

LEER: SALMO 2

134
25 DE ABRIL

Dios está con nosotros


cada nuevo día
Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí;
mi gloria, y el que levanta mi cabeza.
SALMO 3:3

Hay personas que pueden fastidiarnos la vida inmensamente.


En la escuela, en el trabajo o en la familia. Algunos te pueden ha-
cer un daño tremendo, sobre todo aquellos amigos que te abando-
nan. Eso te puede deprimir tanto, que resulta imposible dormir y,
al levantarte por la mañana, lo que sientes es una desgana total. En
semejante situación, esta oración matutina de David nos puede ser
de ayuda. Según el encabezamiento, es una oración de cuando tuvo
que huir de Absalón. ¡De su propio hijo! Los hijos son casi nunca
solo una bendición y, a veces, no lo son en absoluto. Y entonces,
¿qué es lo que podemos orar? Hay quien dice con dureza: ¡No me-
tas a Dios en esto! ¡Él no te va a ayudar! ¿Tiene razón?

David pone todo en las manos de Dios, luego apaga la luz y parece
que se duerme enseguida. Cuando se despierta, todo sigue igual
de deprimente. Pero le oímos orar confiado: Tú, Señor, eres mi
escudo. Tú cuidas de mi honra, de la corona en mi cabeza. No la
podrá ensuciar nadie. Y contigo puedo afrontar hoy todas las cosas.

LEER: SALMO 3

135
26 DE ABRIL

Buenas noches

En paz me acostaré, y asimismo dormiré;


porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.
SALMO 4:8

Un montón de gente tiene dificultad para dormirse. Durante


horas se quedan despiertos, a veces noche tras noche. No se trata
solo de adultos, estresados a causa del trabajo, rumiando sobre su
matrimonio o muy preocupados por algún hijo o nieto. También
hay jóvenes que apenas pegan ojo en toda la noche. Insatisfechos
consigo mismos y desalentados por la vida. Por la noche, la vida
se te presenta a veces sin medias tintas, solo en blanco y negro, y
entonces no logras dormir. Las horas se te hacen interminables. Es
desesperante, sientes que estás perdiendo el control. Tu fe se hun-
de. ¡Oh, si pudiera dormir, aunque fuera solo un poco!...

Parece que David no tiene ese problema. “En paz me acostaré, y asi-
mismo dormiré”, le escuchamos decir. Me duermo enseguida, dice.
En paz y confiado en Dios. No es que su vida en este momento sea
tan pacífica. En absoluto. Está huyendo de Saúl y sus compañeros
empiezan a perder el ánimo. ¿Quién nos hará ver el bien? –le dicen
desafiantes a David–, ¿aún sigues confiando en Dios? David no les
contesta. Él ora: ¡Que la luz de tu rostro nos ilumine, Señor! Y lue-
go dice: ¡Buenas noches! Bajo la mirada de Dios, nosotros podemos
cerrar los ojos tranquilamente. Nuestra vida está en sus manos.

LEER: SALMO 4

136
27 DE ABRIL

Una consulta temprana

Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana


me presentaré delante de ti, y esperaré.
SALMO 5:3

Según los salmos, Dios pasa consulta sobre todo a primera hora
de la mañana. Ese parece ser el mejor momento para dirigirse a
Él. Con mucha posibilidad de que Dios también conteste algo o se
muestre a lo largo del día. Por la mañana temprana, bastan unos
segundos para darte cuenta de lo que te pueda venir encima aquel
día. ¿Vas a tener una conversación importante con alguien? ¿Hay
ciertas citas que te inquietan? ¿O te espera un día muy duro? Hay
mañanas así. Te despiertas de golpe, horas antes de lo normal.

El salmista ve adversarios por todas partes, gente que le acusa


falsamente. Tiene miedo. A esas horas tan tempranas, la oración
puede ser muy emocional. ¡Señor, oye mi voz! ¡Escucha mi miedo,
escucha mi esperanza, escucha mi anhelo! Señor, te presento mi
caso. ¡Cuento contigo, Señor! Y también: Señor, esperaré a que
me ayudes.

Quien de madrugada se dirige así de inmediato a Dios, ya ha tenido


la conversación más importante del día. Mi experiencia es que, una
vez que haya mantenido una buena conversación, las siguientes, a
menudo, apenas si cuestan esfuerzo. Por lo tanto, empecemos cada
mañana con Dios. Por la mañana, que es el mejor momento. Así, el
día se despliega ante nosotros. Ante los ojos de Dios.

LEER: SALMO 5

137
28 DE ABRIL

Apariencias
... para mostrar él las riquezas de la gloria de su reino,
el brillo y la magnificencia de su poder, por muchos días,
ciento ochenta días.
ESTER 1:4

La historia que nos cuenta el libro de Ester se desarrolla en la


ciudadela de Susa, la capital del imperio de los persas y medos. Muy
lejos de Jerusalén, más allá de Bagdad. Aquí gobierna el rey Asuero.
Con él se refiere a Jerjes I (486-465 a.C.). No es ninguna historia
piadosa lo que se nos relata. El nombre de Dios no se menciona
ni una sola vez, y no digamos que se le adora. Pero el tema central
sigue conservando su actualidad, ya que habla de la exterminación
de los judíos, que viven en aquellas tierras desde el exilio. El plan
del exterminio fracasa gracias a la intervención de Mardoqueo y su
joven sobrina Ester. Es una historia que nos recuerda la liberación
de Israel de los campos de esclavos de Egipto. El pueblo de Dios no
desaparece, pero bordea de nuevo el abismo. Es una historia que se
repite, una y otra vez.

Todo comienza con una gran fiesta. Durante medio año, Asuero
impresiona a todo el mundo. Pero son solo apariencias. Probable-
mente utilizó esta fiesta para preparar una campaña militar. En ese
terreno, por cierto, no era tan espléndido. ¡Es algo que sucede a me-
nudo! Detrás de una imponente fachada, uno encuentra a menudo
estancias muy oscuras. ¿Somos nosotros así también?

LEER: ESTER 1:1-11

138
29 DE ABRIL

Un objeto a poseer
Mas la reina Vasti no quiso comparecer a la orden
del rey enviada por medio de los eunucos; y el rey
se enojó mucho, y se encendió en ira.
ESTER 1:12

La reina Vasti no tiene ningunas ganas de mostrar su encanto y


belleza en la fiesta de su marido con hombres en su mayoría bo-
rrachos. Una mujer no es un objeto a poseer. Y la gente borracha
siempre resulta repugnante. Por lo tanto, no acude. Y tiene toda la
razón, claro.

Pero, ahora hay un problema. Su acto puede tener grandes con-


secuencias para toda la sociedad. Ya que una reina es un modelo
a seguir. Si esto se convierte en una tendencia –así escuchamos
razonar al gabinete de los siete ministros de Asuero–, entonces to-
dos los hombres, del más grande al más pequeño, perderían su po-
sición privilegiada. Por eso proponen actuar de forma radical para
que no surja una oleada de imitadoras de Vasti. Dicho y hecho. De
la valiente Vasti ya no sabemos nada. Fue puesta fuera de juego
inmediatamente. Las mujeres seguían siendo objetos a poseer. Solo
muchos siglos después, la emancipación de la mujer comenzó a dar
sus primeros pasos, cuando poco a poco se empezó a entender por
qué Pablo había escrito que “en Cristo no hay hombre ni mujer”. Lo
cual ha tenido mayores consecuencias que la acción de Vasti para
una sociedad en que hombres y mujeres se tratan como iguales y
juntos se esfuerzan para servir a Dios en su Reino.

LEER: ESTER 1:12-22

139
30 DE ABRIL

Reina por la gracia de Dios


Había en Susa residencia real un varón
judío cuyo nombre era Mardoqueo...
Y había criado a Hadasa, es decir, Ester...
ESTER 2:5 Y 7

Este relato se lee como un cuento de hadas. Una chica perfecta-


mente insignificante de repente sube a lo más alto. Se convierte
en reina, en lugar de la repudiada Vasti. ¡Viva la reina! Parece un
concurso de belleza con rondas preliminares y una final. A los fun-
cionarios del rey les da mucho trabajo. El proceso de buscar a una
reina era muy diferente entonces a como se hace hoy en día. Aun-
que ahora tampoco es fácil convertirse en princesa y acompañar a
la reina. También en nuestra cultura los funcionarios tienen que
realizar a veces complicados trabajos preparatorios.

¿Pero, se podía participar en algo tan pagano, siendo una mujer


judía? Pues, desde el principio, se hace mucho énfasis en el he-
cho de que Mardoqueo y su sobrina Ester son judíos. El corazón de
Mardoqueo está con Jerusalén y con Dios, al que se adora en Jeru-
salén. Aunque parece que no es Ester misma la que se ha ofrecido,
sin embargo participa. Y astutamente calla su ascendencia judía,
siguiendo el consejo de su tío. Por lo visto, Mardoqueo cree haber
encontrado una oportunidad única en la vida. Y, al final, Ester llega
a ser reina. Se podría decir: reina por la gracia de Dios. Para salvar
y guardar a su pueblo.

LEER: ESTER 2:1-18

140
MA
1. Historia. 145

2. Arrodíllate solamente ante Dios. 146

3. Cuidado con las mentiras. 147

YO
4. Manifestarse en silencio. 148

5. La mano de Dios. 149

6. El momento adecuado. 150

7. Necio. 151

8. Dios se burla. 152

9. Llegar a caer. 153

10. Vendido. 154

11. Ira apaciguada. 155

12. Dios nunca está sujeto. 156

13. Pentecostés en persia. 157

14. Bienaventurados los pacificadores. 158

15. No es la suerte, sino Dios. 159

16. Paz para todo su pueblo. 160

17. Preocuparse por alguien. 161

18. No se trata de mí. 162

19. Lo mejor o lo más necesario. 163

20. Su ayuda o su corazón. 164

21. No es cuestión de poder. 165

22. Un ayudante que enfermó. 166

23. ¡A qué se le llama ganancia?. 167

24. Ciudadanos de un reino poderoso. 168

25. Jesús es Rey. 168

26. No un simple aleluya. 170

27. Puedo con todo. 171

28. Crecer. 172

29. Jesús ante todo. 173

30. Solo Jesús. 174

31. Anulado. 175


1 DE MAYO

Historia

Y fue escrito el caso en el libro


de las crónicas del rey.
ESTER 2:23

En todos los colegios la Historia es una asignatura importante.


A veces, los jóvenes se preguntan para qué les sirven todos esos
hechos del pasado. ¿Qué se supone que se debe hacer con ellos?
Simplemente esto: ¡no olvidarlos! Hay cosas que uno no debe ol-
vidar nunca jamás. En la primera semana de mayo, se conmemora
en Europa el final de la Segunda Guerra Mundial. Los periódicos y
programas de televisión hablan extensamente de aquella tragedia.
Para muchos fue un viaje a través de las tinieblas. En silencio recor-
damos a todos aquellos que dieron su vida por nuestra libertad. Y
también, cada vez, recordamos todo lo que se hizo contra el pueblo
judío. Eso no debe pasar nunca más. Con ningún pueblo. ¡El que
conmemora, está mejor preparado para evitar la repetición!

Esa es la razón por lo que la asignatura de Historia es tan importan-


te. Lo que está escrito, no se olvida fácilmente. Lo sabían incluso en
Persia. Mardoqueo, por lo visto un funcionario de bajo nivel en el
departamento de Interior, logra frustrar con éxito un atentado con-
tra el rey, por lo que su persona cobra más relieve. Por el momento,
sin embargo, no se recompensó a Mardoqueo, probablemente muy
a su pesar. Pero el incidente sí es anotado. Y, una vez que está escri-
to, en cualquier momento puede ser recordado de nuevo. La Histo-
ria es una asignatura importante. No hay que eliminarla.

LEER: ESTER 2:19-23

145
2 DE MAYO

Arrodíllate solamente
ante Dios

Pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba.


ESTER 3:2

Mardoqueo no quiere rendir el debido homenaje a Amán, que


justo acaba de ser nombrado primer ministro. ¿Por qué no? ¿No
rige aquí la norma: A tal señor, tal honor? Desde luego; pero Mar-
doqueo parece haberse dado cuenta en seguida de lo que mueve al
persa Amán. A los ojos de Mardoqueo, él es un agagueo, es decir
¡un enemigo mortal de Israel, o sea, un amalecita! Nosotros diría-
mos: ¡un fascista puro y duro! Mardoqueo debió darse cuenta de
inmediato. ¿Acaso no trabajaba “a la puerta del rey”, eso es: en el
departamento del rey? Lo veía venir, por así decirlo. Exactamente
igual como en los años treinta del siglo pasado, en Alemania y otros
países de Europa, hubo gente con suficiente perspicacia para ver
adónde conduciría el programa de Hitler, en su intento de exter-
minar todo el pueblo de los judíos. ¡Cuánto valor se necesita para
pronunciarse en contra! Sobre todo cuando la gran masa aún está
completamente ciega ante los acontecimientos futuros.

Mardoqueo no se arrodilla. Llama la atención que ahora ya no ocul-


te el hecho de que es judío. ¿Insensato? ¿Imprudente? ¡Sin duda!
Pero ¿acaso no debemos nuestra liberación del terror del nazismo a
muchos de esos ‘imprudentes’, que arriesgaron todo para defender
al pueblo de Dios?

LEER: ESTER 3:1-7

146
3 DE MAYO

Cuidado con las mentiras


Con la orden de destruir, matar y exterminar
a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños
y mujeres, en un mismo día.
ESTER 3:13

¡Genocidio! Inevitablemente, este versículo nos lleva a pensar


en las imágenes y descripciones de lo que pasó en la Segunda Gue-
rra Mundial en los campos de concentración alemanes. ¡No se salvó
nadie! Ancianos y jóvenes, niños y mujeres, fueron deportados a los
campos de exterminio. Esta historia parece que se repite una y otra
vez. ¿Qué es lo que mueve a gente como el faraón egipcio, Amán
y Hitler? ¿O los asesinos en Ruanda y en Bosnia y los responsables
de las fosas comunes en Irak? ¿O los instigadores de atentados sui-
cidas contra Israel? Fíjense en que, en aquel entonces, en Persia no
había un antisemitismo muy marcado. Y, sin embargo, Amán, con
sus mentiras, logra muy fácilmente ganarse a la gente para su plan
de destrucción. Parece que está ahí antes de que uno realmente
se dé cuenta de ello.

Solo en algo dice Amán la verdad. “Sus leyes son diferentes de las
de todo pueblo.” Eso es verdad. Sus normas les marcan como pue-
blo de Dios por excelencia. Y eso es lo que molesta a los demás
pueblos. ¡El odio a los judíos es odio hacia Dios! ¡Contra su elección
divina! ¡Contra su Reino! En cuanto a esto, no podemos estar lo
suficiente alerta y en guardia.

LEER: ESTER 3:8-15

147
4 DE MAYO

Manifestarse en silencio
Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho,
rasgó sus vestidos, se vistió de silicio y de ceniza, y se fue
por la ciudad clamando con grande y amargo clamor.
ESTER 4:1

Hoy no encontramos al funcionario Mardoqueo en su oficina.


Se ha tomado el día libre para manifestarse en la ciudad. Porque
conoce todos los detalles de lo que Amán ha urdido en secreto. Y
alguien tiene que dar la voz de alarma para despertar al pueblo,
¿no? Envuelto en cilicio y cubierto de ceniza, clamando a gritos,
anda por la ciudad. ¡Una manifestación en solitario! Una acción así
¿tiene sentido? ¿Tiene algún resultado? De todos modos, Mardo-
queo atrae la atención de otros judíos, que inmediatamente siguen
su ejemplo. También la reina Ester reacciona. Primero, manda a
alguien con ropas decentes para su tío. Porque ese hombre, ¿por
qué se porta así? ¿No tiene que ir al trabajo? Pero Mardoqueo no
las acepta. Tiene copias de la autorización que ha obtenido Amán y
de sus planes detestables. Ester tiene que hacer algo.

Mardoqueo también hace lo que puede. Lo cual, en sí, quizás no sea


mucho. Pero lo que puede hacer, lo hace. Nosotros hoy, recordamos
a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. Conmemorar en si-
lencio es igualmente una forma de manifestarse y de protestar. Y de
recordar la fidelidad de Dios. “De engaño y de violencia redimirá
sus almas, y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.” (Salmo
72:14).

LEER: ESTER 4:1-9

148
5 DE MAYO

La mano de Dios

¿Y quién sabe si para esta hora


has llegado al reino?
ESTER 4:14

En una situación llena de amenazas, nadie puede mantenerse


al margen. Parece que, por un breve momento, Ester está tentada
a hacerlo. Pero el que no quiere participar activamente en cierto
asunto, siempre corre el riesgo de tomar una decisión equivocada.
Así fue en los años de la ocupación nazi. Y así es hoy en día en mu-
chos países donde una dictadura inhumana ostenta el poder. Por
lo tanto, Mardoqueo obliga a su sobrina Ester a que elija. Que no
piense que ella, como excepción, puede mantenerse a salvo. Al mis-
mo tiempo, escuchamos a Mardoqueo pensar en voz alta que antes
aprovechó la oportunidad y le prohibió a Ester revelar su origen.
¡Así llegó ella a lo más alto! Pero ahora se pregunta si no ha sido
Dios quien estaba detrás de todo esto. ¿Para esto ha llegado a ser
reina Ester? ¿Para salvar a su pueblo?

A veces vislumbramos de repente, en medio de los sucesos ordina-


rios, la mano de Dios, como en un destello. ¡Dios puede permanecer
tan oculto en la vida diaria! Pero, de pronto, notamos su presencia.
Entonces es cuando Ester se decide. Insiste mucho en que se ore
por ella. Se organiza un ayuno, que es el medio de la humillación
y la oración, con la que ponemos nuestra vida radicalmente en las
manos de Dios (si perezco, que perezca). Así encontramos consuelo.

LEER: ESTER 4:10-17

149
6 DE MAYO

El momento adecuado
Mi petición y demanda es ésta: que venga el rey con
Amán a otro banquete que les prepararé; y mañana
haré conforme a lo que el rey ha mandado.
ESTER 5:7-8

Ester mantiene el suspense. En el momento en que pensamos


“ahora va a ocurrir, ahora es cuando lo dirá”, ella solo pregunta si el
rey y Amán quieren ir a comer también al día siguiente. ¿Por qué
lo hace así? ¿Está dudando Ester? ¿No se atreve, ahora, al llegar el
momento? No, ¡no es vacilación! Ester ha tomado su decisión. Va
a arriesgarlo todo por su pueblo. Sin embargo, ella espera un poco,
porque duda de cómo va a salir. El rey se muestra bien dispuesto.
Dos veces dice: “¿Cuál es tu demanda? Te lo concederé.” Pero esa
promesa no da muestras de mucha sabiduría. Mientras uno no sepa
de lo que va la cosa, no hay que prometer nada. Por lo tanto, Ester
espera un poco más. Ella aumenta la tensión. Todavía no ha llegado
el momento adecuado. Mañana, sí, mañana lo dirá.

¿Cuál es el momento más apropiado? Eso es siempre difícil de de-


terminar. Hay que orar y esperar a que llegue. Al fin y al cabo, es
solo Dios quien puede dar un giro al curso de la Historia. ¿Cuán-
tas veces no había estado Moisés delante de Faraón? Y cada vez,
Faraón endureció su corazón. Pensemos también en Jesús. Un par
de veces leemos que “su hora aún no había llegado”. Su espera no
era vacilación, sino poder. Y así, Ester espera un poco más tam-
bién. “Mañana”, dice. En un día aún pueden pasar muchas cosas.
“¡Aguarda al Señor! ¡Sí, espera al Señor!” (Salmo 27:14).

LEER: ESTER 5:1-8

150
7 DE MAYO

Necio

Pero todo esto de nada me sirve cada vez que veo


al judío Mardoqueo sentado a la puerta del rey.
ESTER 5:13

Amán tiene un odio profundo al pueblo judío. Como un niño


pequeño está enumerando todos sus logros delante de su mujer y
sus amigos: su carrera política; su poder y sus riquezas; hasta para
la reina ha llegado a ser un invitado muy solicitado. Y, sin embargo,
todo eso no le satisface –dice–, mientras vea al judío Mardoqueo
sentado a su mesa de trabajo en el departamento, pues Mardoqueo
se queda allí sentado, inmóvil, sin arrodillarse ante Amán. Amán
ya no lo aguanta más. Hasta ese momento ha preparado cuidado-
samente su diabólico plan, pero ahora siente que todo tarda dema-
siado. Mardoqueo tiene que ponerse de pie y tiene que ser ahor-
cado. “No hay nada que te lo impida –le dicen sus amigos–, eso lo
arreglas en un momento con el rey, ¿no? Y después puedes irte a
disfrutar de la comida con la reina.”

Amán es el tipo perfecto del gran necio. Un hombre vanidoso, en-


cantado consigo mismo, que no tiene en cuenta a nadie ni nada
aparte de sí mismo. No tiene en cuenta a Dios, ni tampoco a lo que
es humano. ¿No va a menudo lo uno unido a lo otro? “Y Satanás
entró en Judas”, leemos en el evangelio. Eso es una posibilidad te-
rrible. ¡Por eso oramos cada día: “Y no nos metas en tentación, mas
líbranos del mal”!

LEER: ESTER 5:9-14

151
8 DE MAYO

Dios se burla
Entonces el rey dijo a Amán: Date prisa, toma el vestido
y el caballo, como tú has dicho, y hazlo así con el judío
Mardoqueo, que se sienta a la puerta real.
ESTER 6:10

La orden del rey es como un jarro de agua fría para Amán. Fuera
lo que fuera lo que había esperado, aquello no, en absoluto. En lugar
de que cuelguen a Mardoqueo en un palo de cincuenta codos de
altura, como un espectáculo ignominioso ante los ojos de todo el
mundo, se le homenajea públicamente. Y Amán mismo tiene que
andar delante. Fijémonos, ¡había sido su propia idea! ¡Las maldicio-
nes que se dirigiría a sí mismo aquel hombre!

Al fondo, se oyen las sonoras carcajadas del narrador. ¡Así se hace


con el hombre que la tiene tomada con el pueblo de Dios! Así les
pasa a todos los que sin misericordia echan mano de la violencia y
del genocidio. Aunque no se hace alusión a que Dios haya dirigido
todo de esta manera, su poderosa presencia entre los bastidores de
la vida es evidente. Él ha intervenido aquí de una manera descon-
certante y sorprendente.

En el Salmo 2 leemos: “El que mora en los cielos, se reirá”, y “el Se-
ñor se burlará de ellos.” Así ha sido. Una noche de insomnio del rey,
y: todas las piezas del tablero han cambiado de sitio. Solo Dios salva
de esta manera. Aparentemente estaba ausente, y parecía que Amán
podía hacer lo que le venía en gana. Pero no es así: Dios no deja que
alguien se burle de Él. Él se burla de los burladores.

LEER: ESTER 6:1-11

152
9 DE MAYO

Llegar a caer

Si de la descendencia de los judíos es ese Mardoqueo [...]


no lo vencerás, sino que caerás por cierto delante de él.
ESTER 6:13

Unos amigos estupendos, los que tiene Amán. Y también una mu-
jer encantadora. Primero le apoyan sin críticas en su acto de ven-
ganza personal. ¿Acaso no había sido idea de ellos, la del palo de
cincuenta codos? Pero ahora le dejan caer como una piedra en el
hoyo que él mismo se ha cavado. Es algo que suele pasar a menudo
en esos círculos. Mientras siga tu buena estrella, te sobran amigos.
Pero cuando llega el fracaso y no queda nada que ofrecerles, todos
te abandonan por miedo a ser arrastrados en tu caída. Le dicen de
repente a Amán: “¡Pero si Mardoqueo es un judío!” ¡Como si no lo
hubieran sabido el día anterior! Pero ahora muestran que intuyen
algo del misterio de Israel. Del Dios que guía y salva a Israel. Él
permanece invisible tras las cosas de la vida, pero, entretanto, su
presencia es innegable. Un Dios al que hay que temer.

“Esta va a ser tu perdición total” –le dicen–, y así Amán se queda


completamente solo. ¿Hay vuelta atrás para él? ¿O endurece Dios
su corazón, como con el faraón en Egipto? Pero eso no significa
nunca que uno no sea responsable de sus decisiones. Ni tampoco
que no haya elección posible. Incluso a Judas le llegó un último lla-
mamiento de Jesús, lleno de amor. Pero el que tropieza con Jesús,
cae muerto. El que se inclina ante él, encuentra la vida.

LEER: ESTER 6:12-14

153
10 DE MAYO

Vendido

Si al rey place, séame dada mi vida...


Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo...
ESTER 7:3, 4

Lo que ha sido vendido ha cambiado de propietario. El compra-


dor puede hacer con ello lo que quiere. Esa es nuestra situación,
dice Ester. La mía y de mi pueblo. Amán, con su oferta de diez mil
talentos de plata, nos ha comprado para destruirnos. De los más
grandes a los más pequeños. Sin distinción.

¡Vendido! Esa palabra tiene algo definitivo. Cuando usted ve el car-


tel de ‘vendido’ delante de una casa, sabe que la decisión está toma-
da. Ya no le servirán de nada sus intentos. Ha llegado tarde, a no ser
que alguien pueda mediar a favor de usted. Ester dice: “Hemos sido
vendidos. ¡Por favor, dame la vida a mí y a mi pueblo!” Y el rey se
muestra benevolente para con ella. Ella recibe la vida.

¡Vendido! Por alguna razón, esa palabra capta nuestra atención.


¿No dice Pablo en Romanos 7:14 que, desde el comienzo, hemos
sido vendidos al pecado y estamos bajo su poder? La historia de
Ester revela de manera clara lo que significa haber sido vendido al
diablo y estar bajo el poder del mal. Significa ser abandonados, en-
tregados. Como las ovejas, llevadas al matadero. ¡Pobres animales!,
no cabe duda. Pero, un momento: ¿no se dejó llevar Jesús como
cordero al matadero? ¡Pongamos nuestros ojos en él! ¡Confiemos
en él! ¡Hemos sido comprados por precio! Nadie nos puede hacer
daño. Somos suyos.

LEER: ESTER 7:1-7

154
11 DE MAYO

Ira apaciguada

Se apaciguó la ira del rey.


ESTER 7:10

Allí cuelga Amán, el que odiaba tanto al pueblo judío, en el poste


que había hecho levantar para Mardoqueo. En un arrebato de ira,
Asuero le había condenado rápidamente. Solo después de la eje-
cución se calma. Involuntariamente, uno piensa: ¿Fue justificada,
su ira? ¿A Amán se le ejecuta porque le acusan de agresión sexual
o por su plan de genocidio? ¿Pero, acaso Asuero no le había dado
permiso para lo segundo? El narrador no lo menciona. Solo nos
quiere decir: ¡los enemigos de Dios acabarán mal! El diablo y el mal
no ganan en este mundo, pero Dios triunfa.

Entonces, “¡se apaciguó la ira del rey!” Detrás de los acontecimien-


tos, se escucha el retumbar de la ira de Dios. Pero, en cuanto a Dios,
no se trata nunca de la expresión de una pasión descontrolada, sino
de un corazón profundamente herido. Al pie de la cruz de Cristo
–allí cuelga, entre dos bandidos– vemos hasta qué extremo va en
serio. ¡Gracias a Dios, se ha apaciguado su ira, ha llegado la calma al
corazón de Dios! Su amor sobrepasó a su ira justa. La cruz de Jesús
se ha convertido en el árbol de la vida. ¡Véanle solo a él! Porque el
que cree en Jesús, tiene vida eterna. Pero el que no cree, la ira de
Dios está sobre él (Juan 3:36). Oremos con el Salmo: “Restáuranos,
oh Dios de nuestra salvación, y haz cesar tu ira de sobre nosotros”
(85:4).

LEER: ESTER 7:8-10

155
12 DE MAYO

Dios nunca está sujeto

Porque un edicto que se escribe en nombre del rey,


y se sella con el anillo del rey, no puede ser revocado.
ESTER 8:8

Los papeles están cambiados, pero no por ello se desconvoca el


plan para la aniquilación de los judíos. Porque el rey Asuero es un
hombre que promete fácilmente, pero que luego no se apresura a
cumplir con la petición de Ester. Las semanas y los meses van pa-
sando. De nuevo, Ester tiene que arriesgarse. Y ahora el rey le ex-
tiende el cetro de oro a Ester y, en ella, a todo el pueblo de Israel.
Mardoqueo recibe todas las autorizaciones, pero el rey no intervie-
ne en el asunto. Ya que una decisión, una vez sellada con su sello,
no se puede revocar. En el fondo de esto yace la idea de que un rey,
al que se le adora como a un dios en Oriente, no puede equivocarse
en sus decisiones.

Eso es el paganismo típico. Las cosas están determinadas, vienen


como tienen que venir. Nadie puede cambiarlas. Ese sentimiento lo
tenemos profundamente arraigado, nosotros también. Pero el Dios
de Israel nunca es prisionero de sus propias resoluciones. Siempre
es completamente libre para hacer lo que le agrada. Su poder de
actuar según su voluntad es tan grande, que siempre puede hacer
algo totalmente distinto sin que llegue a ser infiel a sí mismo. Por
lo tanto, debemos invocarle a Él con confianza. La oración siempre
tiene sentido. Dios deja que le hablemos y escucha cuando clama-
mos a Él.

LEER: ESTER 8:1-8

156
13 DE MAYO

Pentecostés en persia

Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos,


porque el temor de los judíos había caído sobre ellos.
ESTER 8:17

Este es un giro sorprendente. Muchos de entre los pueblos de


la tierra toman conciencia de lo que ha pasado y se unen al pue-
blo judío. Y así termina el libro de Ester en lo que parece ser un
preludio de Pentecostés. Podemos pensar también en el Éxodo de
Egipto. Entonces había igualmente muchos que no eran israelitas
y que acompañaron a Moisés. Y también en la tierra prometida ha-
bía gente que buscaba unirse a Israel. Lo mismo ocurre aquí. Aún
no son conversos demasiado convencidos. Lo que les motiva sobre
todo es el miedo al nuevo primer ministro, el judío Mardoqueo.
Pero eso no explica todo. El interés por el pueblo judío es una señal
de que los pueblos comienzan a intuir algo del misterio de Israel.
Van preguntando por el Dios de Israel, en temor y por respeto a su
santo nombre.

Más tarde dice el profeta Zacarías: “En aquellos días acontecerá que
diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a
un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que
Dios está con vosotros.” (8:23). Eso es lo que pasa aquí también. Y
eso es lo que Dios quiere. Por medio de Israel, Dios quiere reunir a
todos los pueblos. Pentecostés es el cumplimiento de esto. “Te ala-
ben los pueblos, oh Dios; todos los pueblos te alaben” (Salmo 67:3).
También hoy en día sería juicioso que los pueblos se fijen en Israel.

LEER: ESTER 8:9-17

157
14 DE MAYO

Bienaventurados
los pacificadores

Pero no tocaron sus bienes.


ESTER 9:10, 15, 16

Desde luego, fue muy afortunado que para los judíos en Persia
la amenaza se redujera, ya que se les dio la libertad de defenderse.
Pero, ¿acaso no parece que ellos, a su vez, se pasaran muchísimo?
Los judíos provocaron una matanza, así leemos. Siembran de muer-
te y destrucción todo el país. A los diez hijos de Amán se les ahor-
ca sin miramientos. ¡Mardoqueo es un hombre muy temido! Ester
logra que se les conceda un día extra en el que los judíos puedan
seguir matando en la ciudad de Susa. ¡Ester, Ester!, ¿hay que hacer-
lo así? Todo esto no puede ser nunca la voluntad de Dios, ¿no? Es
muy afortunado –pensamos quizás– que no aparezca el nombre de
Dios en todo esta historia. Porque aquí tenemos mucho que expli-
car, siendo creyentes.

Efectivamente, así es. Sin embargo, no debemos pasar por alto el he-
cho de que se repita continuamente que “no tocaron los bienes”. Te-
nían permiso para hacerlo (8:11), pero no lo hacen, expresamente.
Eso nos muestra que Mardoqueo y los suyos no buscan la venganza
pura y dura, sino que luchan para salvar su vida. Nada menos que su
vida estaba en juego. Como señal de que no son ellos los agresores,
no tocan el botín. Jesús dice tiempo después: “Bienaventurados los
pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.”

LEER: ESTER 9:1-17

158
15 DE MAYO

No es la suerte, sino Dios


Establecieron que estos días serían recordados y celebrados
por todas las generaciones y familias...; que aquellos días de
Purim no dejarían de ser guardados por los judíos.
ESTER 9:28

¡Conmemorar es más que recordar! El que conmemora se pone


conscientemente ante el Dios vivo y se sabe partícipe de sus gran-
des actos de liberación. ¡Como si ocurriesen hoy mismo! Eso es lo
que hemos aprendido de Israel. La liberación de Egipto desembocó
en la fiesta de Pascua. Por mandato de Mardoqueo, se celebrará
cada año la liberación de la mano de Amán el antisemita en la fiesta
de Purim. Purim, puesto que pur significa suerte, y echando suertes
fue como Amán estableció el día en que llevar a cabo su plan asesi-
no. Sin embargo, no fue la suerte lo que lo decidió, sino Dios. Israel
no debe olvidar eso nunca.

No lo ha hecho, por cierto. Los judíos celebran cada año esta fiesta
como una fiesta de liberación por obra de Dios. Es una alegre fiesta
familiar, en que se intercambian regalos y se gastan muchas bro-
mas. La fiesta de Purim no está incluida en el calendario de la igle-
sia cristiana, pero quizás se puede comparar con alguna fiesta de li-
beración nacional. Eso es también un acontecimiento nacional, en
el que no pensamos en la suerte, sino en la mano salvadora de Dios.

LEER: ESTER 9:18-28

159
16 DE MAYO

Paz para todo su pueblo


Porque Mardoqueo fue grande entre los judíos, y estimado
por la multitud de sus hermanos, porque procuró el bienestar
de su pueblo y habló paz para todo su linaje.
ESTER 10:3

Una vez más, Mardoqueo vuelve a ser el centro de la atención.


¿Era él el personaje principal, o lo era su sobrina Ester? La histo-
ria lleva el nombre de Ester. Ella llegó a ser reina, y con la ayuda
de su posición y autoridad se establecen los preceptos referentes
al Purim. Pero no descartemos a Mardoqueo. Llegó a ser la mano
derecha del rey. Todo lo que hizo desempeñando esta función y las
distinciones que recibió a lo largo de su trayectoria, están escritas
en un libro que ya pocos leen ahora.

Lo que sí que tiene importancia y se continúa transmitiendo, es el


hecho de que Mardoqueo sigue siendo un verdadero hijo de Israel.
Buscó el bien para su pueblo. Y anunció la paz para todo su linaje.
Trataba a diario con gobernadores de todas las latitudes, pero no
perdió de vista el bienestar de su pueblo. En esto, Mardoqueo se
parece algo a Moisés, igual que toda esta historia es como una espe-
cie de relato del Éxodo. Como Moisés, Mardoqueo es un verdadero
pastor y mediador de su pueblo. En este aspecto, Mardoqueo señala
a Jesucristo, igual que lo hace Moisés. Jesús es el Buen Pastor por
excelencia: el Mesías de Israel y el Mediador entre Dios y los hom-
bres. Él es, en absolutamente todos los aspectos, Aquel que salvará
a su pueblo. Por su sangre. Él es nuestra salud y nuestra paz.

LEER: ESTER 9:29-10:3

160
17 DE MAYO

Preocuparse por alguien


Doy gracias a mi Dios siempre que me
acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones
rogando con gozo por todos vosotros.
FILIPENSES 1:3, 4

A partir de hoy leemos la carta de Pablo a la pequeña congrega-


ción en la ciudad griega de Filipos. En seguida se nota que es una
carta de un colorido muy personal, escrita desde la prisión. No se
sabe exactamente en qué lugar está Pablo encarcelado. Pensamos
que es en Éfeso, en Turquía, en cualquier caso no lejos de Filipos.
Porque en Filipos han oído de sus prisiones. Están muy preocupa-
dos por Pablo, y también por el progreso del Evangelio. Por eso han
enviado a Epafrodito, un miembro de la congregación, a Pablo, con
una carta afectuosa, paquetes de comida y dinero. Y también le han
encargado a Epafrodito estar lo más cerca de Pablo como sea posi-
ble, para ayudarlo en lo que haga falta.

Está claro que el apóstol se siente profundamente conmovido por


todo ello. Eso se nota en esta carta de agradecimiento. Práctica-
mente lo primero que dice es: “Doy gracias a mi Dios siempre que
me acuerdo de vosotros y de vuestro sentir por mí.”

A veces, las palabras de agradecimiento suenan muy forzadas. Es


evidente que aquí no. Cada día, Pablo da gracias a Dios por cuidar
de aquellos que se preocupan por él. Quien conoce algo de seme-
jante lucha callada y solitaria, se podrá identificar con Pablo. Cada
día puede volver a dar gracias a Dios por estar rodeado de personas
así. Por el apoyo que dan y por sus oraciones.

LEER: FILIPENSES 1:1-8

161
18 DE MAYO

No se trata de mí

Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia


y contienda; pero otros de buena voluntad.
FILIPENSES 1:15

¿Cómo se puede predicar a Cristo por envidia, o por ganas de


pelea? Debe de tratarse de unos cristianos muy raros. Sí, efectiva-
mente. De hecho, no son amigos de Pablo, como sí lo son los her-
manos de Filipos. Los primeros se aprovechan del encarcelamien-
to de Pablo para demostrar que ellos predican en realidad mucho
mejor que Pablo. Gracias a ellos, las congregaciones se las pueden
arreglar perfectamente sin Pablo. Hay gente así en cada iglesia.
Afortunadamente, no todo el mundo es igual. Los hay también que,
precisamente a causa de sus prisiones, se animan a predicar a Jesús
sin temor y con amor, como lo hacía Pablo siempre. Ellos toman el
relevo y continúan su labor.

Pablo solo se alegra por todo lo que está ocurriendo. Porque ¡fíjen-
se!, incluso en el tribunal romano hablan de Jesucristo. Hermanos
que no abrían la boca hasta este momento, están haciendo ahora el
trabajo de Pablo, abiertamente. ¿Y los hermanos que no le tienen
simpatía y por eso están esforzándose tanto para predicar?... Ade-
lante –dice Pablo–, pocas veces ha habido tanta gente en Éfeso que
hablara de Cristo. ¿Y me preguntan, queridos hermanos de Filipos,
si mis prisiones sirven de algo? ¡Para mí no es ninguna pregunta!
¡Dejen que Dios dirija y vigile, es sabiduría lo que hace!

LEER: FILIPENSES 1:9-18

162
19 DE MAYO

Lo mejor o lo más necesario


Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo
deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor;
pero quedar en la carne es más necesario...
FILIPENSES 1:23, 24

Cada vez más, uno se puede encontrar con alguien que dice sin
pestañear: Para mí, yo soy el primero. Está claro que Pablo no pien-
sa igual. Ni siquiera estando en la cárcel. Por él, prefiere incluso
que su vida hubiese acabado ya. Porque, después de todo lo que
como siervo de Cristo ha vivido y sufrido –dificultades y maltrato–,
ya sabe muy bien lo que es mejor: partir e ir al encuentro de Cristo.
Porque para los que el vivir es Cristo, morir sólo es ganancia.

Pero Pablo no elige lo que es mejor, ni siquiera lo que es muchísimo


mejor. Si le dieran para elegir, elegiría lo que es más necesario. Y
en cuanto a eso, los pocos cristianos de Filipos –Lidia y su fami-
lia, el carcelero y su familia– le han dicho seguramente cuánto lo
necesitan todavía para la predicación del Evangelio. Para Pablo es
suficiente razón para creer que su vida aún no ha llegado a su fin.
Y en seguida vuelve a hacer planes. Así funciona. Si uno se deja
guiar por lo que le parece lo mejor, hay mucha posibilidad de que
termine por marcharse de este mundo antes de tiempo. Es mejor
dejarse guiar por la pregunta de si alguien le necesita aquí o allá,
si hay alguien que de verdad cuenta con usted. Seguro que Dios le
dará nuevas esperanzas y energía.

LEER: FILIPENSES 1:19-30

163
20 DE MAYO

Su ayuda o su corazón

Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo,...


completad mi gozo, sintiendo lo mismo...
FILIPENSES 2:1, 2

Pablo hace ahora una llamada directa a sus lectores. No para pe-
dir más ayuda y más paquetes de comida. Lo único que pide espe-
cíficamente es que, por encima de todo, estén unidos en alma y
corazón. Aunque antes escribió que no le importaba que algunos
en Éfeso aprovecharan la oportunidad de destacarse por encima de
él en la predicación del Evangelio, en estos versículos se nota que
sí le preocupa. Y también, que le duele que a veces hermanos en la
fe se puedan amargar tanto la vida unos a otros. Queridos herma-
nos –escribe–, ¿podría pediros algo? ¿Queréis hacerme un favor de
verdad, mientras estoy aquí en la cárcel? ¡Que seáis unánimes! Que
no estéis tan centrados en vosotros mismos, sino que miréis por el
interés del otro. Que haya ese mismo sentir en vosotros que hubo
también en Cristo Jesús. Conocéis el camino por el que Él fue: se
dio a sí mismo. Seguid unidos tras sus pasos.

Es bastante sorprendente: Pablo recurre a ellos para apelar no a


su ayuda, sino a su corazón; no a sus ganas de batallar por él, sino
a su amor por Dios y el amor que tienen unos por otros. Nuestro
primer llamamiento a menudo nos toca mucho más cerca de lo
que pensamos. Llevémoslo a la práctica hoy mismo.

LEER: FILIPENSES 2:1-11

164
21 DE MAYO

No es cuestión de poder

... me gozo y regocijo con todos vosotros. Y asimismo


gozaos y regocijaos también vosotros conmigo.
FILIPENSES 2:17, 18

“Yo no podría hacer eso nunca”, dijo alguien una vez. “Yo no soy
en absoluto como Pablo: ese hombre está alegre hasta en la cárcel.
¿Se alegra de verdad, o lo está fingiendo porque piensa que forma
parte de ser cristiano, y más aún cuando se es apóstol o hijo re-
conocido de Dios?” Desde luego, hay gente así. Creen que, como
cristiano, hay que ir siempre con una sonrisa en la cara, incluso
en circunstancias muy tristes. Siguen con una expresión radiante,
pero su alegría tiene algo artificial y forzado.

Pero descuídense, con Pablo, este no es el caso. Cuando le faltan


los ánimos, lo dice igualmente. Y mucho más tratándose de los her-
manos de Filipos, a los que se siente tan unido. El gozo de Pablo es
genuino. Él comprende que el Evangelio progresa, a pesar de sus
prisiones. Y los cristianos de su entorno, que acaban de ser bautiza-
dos, van caminando por el mundo como estrellas resplandecientes.
Eso le da calma. Sabe que no ha vivido ni trabajado en vano. Eso le
llena de asombro, tanto, que solo alcanza decir: ¡cuánto me alegro!
Y: ¡alégrense conmigo! ¿Usted no podría, me dice? Pero Pablo tam-
poco puede. Dios se lo da. Gratuitamente.

LEER: FILIPENSES 2:12-18

165
22 DE MAYO

Un ayudante que enfermó

Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo,


y tened en estima a los que son como él.
FILIPENSES 2:29

Caer enfermo nunca es agradable. Y mucho menos cuando aca-


bas de incorporarte a un nuevo trabajo. Es posible que tus com-
pañeros se muestren algo decepcionados contigo. Aparentemente,
en Filipos se hablaba así de Epafrodito. Fue enviado para ayudar a
Pablo, pero muy pronto enfermó. Algunos en Filipos se lo tomaron
a mal. Está claro que un ayudante así no le sirve de nada a Pablo.
¿No está el hombre exagerando su malestar un poco?

Para Epafrodito es una situación muy dolorosa. Cuando está recu-


perado y naturalmente deseando volver a casa, Pablo sale a su de-
fensa. Lo llama su colaborador y compañero de milicia. El hombre
ha sido muy valioso para Pablo, a pesar de su enfermedad, o quizás
precisamente a causa de su enfermedad. Porque así no podía inco-
modar a Pablo con su irritante salud y libertad, sino que él también
lo estaba pasando mal, igual que Pablo. De esa manera justamente
había ayudado tanto a Pablo. Tened en estima a hombres como él,
escribe Pablo. Él había sufrido de verdad junto con Pablo.

¡Qué bien que Pablo lo dice así! Sus palabras contribuyó a que Epa-
frodito se recuperase pronto. Porque una palabra negativa se posa
como ceniza sobre el alma, pero una palabra comprensiva ilumina
el rostro.

LEER: FILIPENSES 2:19-3:1

166
23 DE MAYO

¡A qué se le llama ganancia?


Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida
por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como
pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
FILIPENSES 3:7-8

Seguro que toda persona tiene algunos puntos fuertes que se


pueden sacar a relucir, por ejemplo, en una entrevista de trabajo.
Pueden ser rasgos del carácter, o cualidades que comenzaron a per-
filarse durante los estudios o en trabajos anteriores. O quizás tenga
buen aspecto físico, y gane puntos con su sola apariencia. Es extra-
ño que Pablo no escriba tales puntos con letra mayúscula. Incluso
dice: todo lo que era para mí ganancia, he aprendido a considerarlo
como pérdida. ¿Y por qué?

Precisamente los puntos fuertes que uno tenga pueden ser un gran
estorbo para confiar plenamente en Jesucristo. Para Pablo, esa es
exactamente la historia de su vida. Le sobraban puntos a su favor,
también en sentido espiritual, pero no conoció a Dios. Entonces, Je-
sús se le cruzó en el camino y todos sus puntos fuertes se disolvieron,
así como así. Porque el conocimiento de Cristo Jesús es mucho más
excelente que todo eso, dice, no sin emoción. Por lo que Pablo está
lleno de una única pasión: conocer a Cristo, y el poder de su resu-
rrección. Y por eso desconfía de todo lo que le hace sentirse bien fue-
ra de Jesucristo. Me parece que es una desconfianza muy saludable.

LEER: FILIPENSES 3:2-16

167
24 DE MAYO

Ciudadanos de un reino poderoso

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde


también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.
FILIPENSES 3:20

Si a ti, estando en el extranjero, te arrestan sin justificación al-


guna y acabas en la cárcel, entonces puedes pensar: ¡qué suerte que
soy ciudadano de un país decente! Allá en mi patria no me van a
fallar, sin duda harán lo que puedan para sacarme de aquí lo más
pronto posible.

Algo parecido es lo que le pasa por la cabeza a Pablo, por lo visto.


Está en prisión, a causa de su fe. El hecho de que es judío, de Jeru-
salén, no le importará demasiado a la gente que lo mantiene preso.
Que posea la ciudadanía romana, tampoco, pues son romanos los
que le han encarcelado. Pero cuando mira a través de los barrotes
de su celda al cielo, piensa de repente: ¡pero si somos ciudadanos de
un reino en los cielos! Nuestros nombres están inscritos en el regis-
tro civil del Reino de Dios. ¡Y ese registro nos ofrece una cobertura
y protección universal! No estamos olvidados, en ningún lugar, en
ninguna circunstancia. Nuestros nombres son conocidos por Dios.
Y Jesús, nuestro Salvador, ya viene para buscarnos. Este pensamien-
to es un gran consuelo. Somos ciudadanos del Reino de Dios. Es de
esperar que todo el mundo lo perciba al observarnos.

LEER: FILIPENSES 3:17-21

168
25 DE MAYO

Jesús es Rey
Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto
a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer
enemigo que será destruido es la muerte.
1 CORINTIOS 15:25-26

Jesús es Rey. La ascensión de Jesús nos lo asegura. Jesús ascendió y


una nube se lo llevó. Y Dios le sentó a su diestra. Ese es el lugar más
alto imaginable. Más alto, no lo hay. En aquel lugar, de donde pro-
ceden todos los órdenes, donde está el centro neurálgico de todo el
universo, allí está sentado Alguien cuyo nombre conocemos y cuyo
sacrificio amamos: ¡Jesús! Este pensamiento nos trae un consuelo
muy grande. Y que él, este Rey de reyes, nos conoce y quiere cono-
cer, eso es lo más extraordinario. ¡Que me quiere conocer también
a mí!

¡Jesús es Rey! Tan inmensamente esperanzador es esto para todo el


mundo y para todos los hombres, que uno hubiese querido gritar
de alegría en la ascensión de Jesús. Ya que hay muchas fuerzas con-
trarias en este mundo. Cuán profundamente desanimados nos lle-
gamos a sentir, a veces. Demos gracias a Dios, porque tenemos un
Rey. Incluso a la muerte –que Pablo llama aquí el último enemigo–
le será quitado todo poder. ¿Y el primer enemigo? ¿En quién estaría
pensando Pablo? Los primeros que le dieron la espalda a Dios fui-
mos nosotros. Adán, Pablo, vosotros y yo. Pero también nuestro co-
razón malo, pecaminoso y a veces amargado, Jesús lo puede sanar.
El reinado de Jesús nos da una paz profunda. Un día, todo y todos
se inclinarán ante él.

LEER: 1 CORINTIOS 15:20-28

169
26 DE MAYO

No un simple aleluya

Regocijaos en el Señor siempre.


Otra vez digo: ¡Regocijaos!
FILIPENSES 4:4

De nuevo, Pablo nos llama expresamente a regocijarnos en Jesu-


cristo, pues él es nuestro Señor. Para aquel de nosotros que no sea
un cristiano tan dado al júbilo, tiene que quedar muy claro que Pablo
no lo dice como algo fácil o superficial, ya que, antes, pide que se
vuelva a acoger con amor a dos mujeres que por alguna desavenencia
personal habían salido de la congregación. Se trata de dos hermanas
que, en su día, en Filipos, habían ayudado mucho a Pablo en la predi-
cación del Evangelio. Unas mujeres en las que podía confiar, como Li-
dia, y como la mujer del carcelero que se convirtió la noche después
de un terremoto, y que después le curó a Pablo amorosamente su es-
palda ensangrentada. Dios tiene sus nombres anotados –dice Pablo–,
¿y algunos los quieren tachar de la lista, sin más? ¡No puede ser!

Pablo tampoco pasa por encima de las preocupaciones cotidianas


con unos simples aleluyas. No, los quebraderos de cabeza están ahí,
y a veces son muy grandes. Pero por eso hay que llevarlos directa-
mente ante Dios, con tranquilidad y despreocupación, con acción
de gracias también. Y sepan que entonces la paz de Dios entrará
profundamente en sus almas. Cuando las discusiones se acaben,
cuando se dejen las preocupaciones delante de Dios, y nuestro in-
terior esté acallado completamente, entonces, el corazón se nos lle-
nará. Por lo tanto, otra vez: regocijaos en el Señor. Siempre. Porque
el Señor está cerca.

LEER: FILIPENSES 4:1-9

170
27 DE MAYO

Puedo con todo

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.


FILIPENSES 4:13

Pablo no quiere que nadie en Filipos se preocupe por él. Ha vi-


vido muchas experiencias, y por el camino ha aprendido cada vez
más que no hay que llegar a depender tanto de los estados de áni-
mo o de las circunstancias. Eso suena muy decidido, pero no es su
intención. Su asidero más profundo no es su propia experiencia o
decisión, sino Jesucristo mismo. Y, dice, solo gracias a él, puedo
afrontar todas las cosas.

Pablo no dice que está convencido de que dentro de poco será un


hombre libre porque sin duda Dios se encargará de ello. No, eso
está por ver todavía. Dios puede decidir algo diferente. Pero Pablo
dice que puede con todo, con todas las cosas. Porque es Cristo, el
que le da fuerzas. No recurre a sí mismo, a su conversión o la fuerza
de sus oraciones. Si alguien le pregunta: ¿cómo lo haces, Pablo?,
¿cómo aguantas todo eso? Entonces, él contesta: por Cristo, que me
fortalece. Por otra parte, muchas gracias por tu ayuda.

“Todo lo puedo...” Es una frase para recordar. ¿Cómo puedo con


todo? ¿Con mi familia, mi trabajo; la preocupación por mi hijo en-
fermo, por mi madre, tan débil siempre? Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece. Repetidlo hoy, con Pablo. Con toda seguridad, os
hará mucho bien.

LEER: FILIPENSES 4:10-23

171
28 DE MAYO

Crecer

Por lo cual también nosotros, desde el día


que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros.
COLOSENSES 1:9

También esta carta la escribió Pablo desde una cárcel; igual que
la carta a los cristianos en Filipos, la escribió probablemente desde
la ciudad de Éfeso. La pequeña ciudad de Colosas distaba poco de
allí. Aunque Pablo no conocía muy íntimamente a los hermanos, sí
conocía muy bien a uno de los dirigentes de la congregación, cierto
Epafras. Está claro que Pablo le tenía mucho aprecio. Lo llama un
“consiervo amado” y, para los creyentes en Colosas, es “un fiel mi-
nistro de Cristo”.

El tono de su carta es muy afectuoso. Pablo da gracias por su fe.


Y en su oración pide que vayan creciendo en el conocimiento de
Dios y vivan como verdaderos cristianos. Ora por su crecimiento
espiritual, en todo. Crecimiento en el conocimiento de la voluntad
de Dios, y crecimiento en sabiduría bíblica y en visión espiritual.
Porque solamente así se estará bien preparado y no se tropezará tan
fácilmente. Y tampoco nos derrumbaremos enseguida, cuando su
vida esté bajo presión. Lo que se necesita entonces es paciencia y
perseverancia. Los que son perseverantes necesitan reservas. Y las
reservas hay que formarlas. Eso se hace por medio de los grupos de
estudio bíblico y los círculos de oración. Sólo estando juntos uno
puede perseverar y experimentar algo de la plenitud del amor de
Dios. Venid y unámonos.

LEER: COLOSENSES 1:1-12

172
29 DE MAYO

Jesús ante todo


... el cual nos ha librado de la potestad de
las tinieblas, y trasladado al reino de su
amado Hijo, en quien tenemos redención...
COLOSENSES 1:13, 14

Actualmente, en materia religiosa e ideológica uno puede leer


y escuchar infinidad de cosas. En Colosas no era diferente. En la
época de Pablo había allí cantidad de pensadores muy profundos.
Mucho más profundos que cualquier autor bíblico. Muchos re-
flexionaban fascinados sobre el origen del mundo y qué poderes de
ángeles y fuerzas divinas había ocultas tras ello. Puede que Epafras
le hablara a Pablo de aquello. Para Pablo, aquella era la razón más
importante para redactar esta carta.

Casi de entrada –notamos–, aborda su tema, que es: sólo Jesucristo.


Dios nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al
reino de su amado Hijo. Con eso, se ha dicho todo, pues Cristo no
es solo la cabeza de su iglesia, sino también la cabeza de toda la
creación de Dios. Por lo tanto, dejad ya toda esa supuesta profundi-
dad y filosofía como de Nueva Era. Desde el principio, todo ha sido
hecho con miras a Jesucristo, el crucificado que Dios levantó de los
muertos y al que dio todo el poder en los cielos y en la tierra. Nada
nos puede separar de él.

LEER: COLOSENSES 1:13-23

173
30 DE MAYO

Solo Jesús
... a fin de conocer el misterio de Dios el Padre,
y de Cristo, en quien están escondidos todos los
tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
COLOSENSES 2:2, 3

Los humanos somos seres muy curiosos. Queremos saberlo


todo. En sí no es algo malo, pero tenemos que ser conscientes de
nuestros límites. Dios sigue siendo un misterio inaccesible; sólo le
podemos conocer porque Él, en su gracia, se acercó a nosotros en
su Hijo Jesús. En Colosas, y también un poco más allá, en Laodicea,
había muchos que opinaban que por medio de la sabiduría, el co-
nocimiento, la ilustración y la iluminación, era posible acercarse
mucho más a Dios que por la fe en Cristo Jesús. Pablo no quiere
saber nada de ello. Según él, es una luz falsa. Luz de abajo, no de
arriba. Apasionado, lo rebate. Está convencido de que Dios ha que-
rido mostrar el misterio de su Ser y de su propósito para toda la
humanidad solamente en Jesucristo. En él están escondidos todos
los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, solo accesibles para
el que recibe a Cristo por la fe y llega a amarle.

Todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento... Eso significa


que, si uno conoce a Jesucristo, entonces ya no hay ningún libro que
guarde un último secreto, ni ninguna tentación que traiga un último
temor, ni ninguna pregunta que cause una última congoja imposible
de quitar. Quien conoce a Cristo, sabe lo que es vivir.

LEER: COLOSENSES 1:24-2:3

174
31 DE MAYO

Anulado

... anulando el acta de los decretos que había


contra nosotros, que nos era contraria...
COLOSENSES 2:14

¿En qué acta estaría pensando Pablo? Los documentos de prue-


ba se dejaban en la mesa del juez, a la vista de todos. En aquel tiem-
po solían ser acusaciones escritas a mano. ¿Qué diría, y quién ha-
bría redactado el acta? Pablo no entra en detalles. Pero lo puedo
imaginar. Cuando yo era joven, alguien me lo explicó así: “Cuando
estás delante de Dios, hay allí una puerta blanca y una puerta negra.
Dios abre su libro y busca tu nombre. Y luego depende de todo lo
que esté escrito allí, si va a ser la puerta blanca o la negra.” Yo asentí
con la cabeza y entendí: mis propias culpas y faltas contra Dios y
los hombres me harán culpable ante Dios. El acta aquella es el “ma-
nuscrito de nuestros pecados” como lo expresa de forma dramática
el antiguo formulario para la celebración de la Santa Cena. ¿Enton-
ces, me tocará la puerta negra?

¡Un momento! El documento de prueba –la página fatal del libro de


Dios– ha sido anulado, dice Pablo. Por Jesús. Concretamente, por
medio de su sangre. Ya no se puede leer esa página: ha sido anulada
en la cruz, públicamente. Nada ni nadie puede acusarnos. Todo ha
sido pagado. La puerta blanca está abierta de par en par. Ya nada
nos impide entrar.

LEER: COLOSENSES 2:4-15

175
JU
1. Autopromoción. 179

2. Recibiréis poder. 180

3. Estemos abiertos a Dios. 181

NIO
4. Lenguas de fuego. 182

5. No hay pentecostés sin


ciudadanos partos. 183
6. Es cuestión de días. 184

7. El dolor de pentecostés. 185

8. ¿Es el crecimiento la única


característica?. 186
9. Orar, no morder. 187

10. Amor. 188

11. Con los pies en el suelo. 189

12. Como un abrigo. 190

13. Padres. 191

14. Sabios. 192

15. No te dejes distraer. 193

16. Isaac. 194

17. Ser un ejemplo en lugar de adorar. 195

18. Tratado o pacto. 196

19. Un abrazo. 197

20. No mintáis. 198

21. Nuevos tiempos, nuevas huellas. 199

22. Incluso alguien como Ficol. 200

23. Bendición o maldición. 201

24. La bendición de Dios, no de Isaac. 202

25. También a mí. 203

26. Algunos días. 204

27. La bendición de Abraham. 205

28. Una suerte. 206

29. Las lágrimas de Jacob. 207

30. He aquí que era Dios. 208


1 DE JUNIO

Autopromoción

Tales cosas... no tienen valor alguno


contra los apetitos de la carne.
COLOSENSES 2:23

Los cristianos hemos sido puestos en libertad. Pero, ¿qué es lo


que suele pasar en la práctica? Antes de que nos demos cuenta, nos
dejamos sujetar de nuevo por otras normas, opiniones y personas.
Así ocurrió también en Colosas. Algunos abogaban por unas reglas
estrictas para llevar una vida austera y por una observancia rigurosa
de las festividades. Otros enfatizaban la humildad autoimpuesta, la
autoflagelación y también una vida apartada de todo, con un pro-
grama casi sectario. De de muchas cosas corrientes se decía: No to-
car, no manejar; es mejor esforzarse al máximo en el conocimiento
místico de Dios, según la idea de que el cuerpo tiene poco valor; lo
importante no es el cuerpo, sino el espíritu.

Pablo no se deja impresionar por estos cristianos. Al contrario, ad-


vierte seriamente contra ellos. Son fuegos fatuos a pesar de que
actúen tan espiritualmente. Con el énfasis que hacen machacona-
mente en toda clase de normas y enseñanzas, desvían a los demás
de Cristo. Y a eso, Pablo es muy sensible. Según él, todo ello es una
autopromoción espiritual, que solo sirve para reforzar la sensación
de autoestima.

Para Dios, ese tipo de devoción no tiene valor. Aunque las normas
siguen siendo necesarias para mantenernos en la senda de Jesús,
cualquier otra motivación nos puede llevar enseguida lejos de Él.

LEER: COLOSENSES 2:16-23

179
2 DE JUNIO

Recibiréis poder

Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre


vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos...
HECHOS 1:8

Jesús no se ha ido al cielo sin hacer una promesa. Según parece,


Jesús nota en el rostro de sus discípulos que están bastante preo-
cupados ante la perspectiva de tener que continuar sin su presen-
cia física. Hubieran preferido que el reino de Dios se manifestase
ya del todo. Pero todavía no había llegado el momento, dice Jesús.
Primero tiene que ser predicado el Evangelio por todo el mundo,
comenzando en Jerusalén y así hasta lo último de la tierra. Alguien
como Pedro pensaría inmediatamente: ¿Cómo vamos a hacerlo? Lo
primero será llenar la vacante.

Jesús los tranquiliza: “¡recibiréis poder, cuando haya venido sobre


vosotros el Espíritu Santo!”. Con ello no debemos pensar en una
sensación de calor o de bienestar interior, sino en ser “revestidos”
con poder de lo alto. Así como uno se puede sentir bien y seguro
con un abrigo nuevo que le queda perfecto, así será “vestido” con el
Espíritu Santo: con poder para creer y poder para dar testimonio.
El que siga su camino abrigado de esa manera, no pasará desaper-
cibido. En todas sus palabras, dichas a veces con fuerza, a veces so-
lamente titubeando, la gente podrá escuchar algo de Jesús mismo.
De Él podemos esperar mucho; nada menos que el poder de lo alto.

LEER: HECHOS 1:1-11

180
3 DE JUNIO

Estemos abiertos a Dios


Todos estos perseveraban unánimes en oración
y ruego, con las mujeres, y con María la madre
de Jesús, y con sus hermanos.
HECHOS 1:14

Aunque a veces lo quisiéramos, nadie puede forzar al Espíritu


Santo a que venga. Pero eso no significa que hay que estar espe-
rándole pasivamente. Los discípulos entendieron bien a Jesús. Han
vuelto a Jerusalén y allí se quedan reunidos, sin faltar ni uno. No
hay entre ellos ninguno que salga por unos días a pescar, como en
los días posteriores a la pascua. Todos están esperando el cumpli-
miento de la promesa de Jesús. Juntos están orando para que venga
el Espíritu de Dios. Y, cada día, el círculo aumenta. Otros se unen
a ellos. No son solo hombres, también hay mujeres que participan.
También María, la madre de Jesús, está orando como una más en
este círculo. Y ¿quiénes son aquellos hombres a su lado? ¿No son
acaso los hermanos de Jesús, que siempre se avergonzaban tanto de
Él? Es evidente que han experimentado un cambio.

Lo que oran exactamente, no lo oímos. A veces, es más importante


el mero hecho de orar, que las palabras con las que se ora. Solamen-
te estar en silencio y abierto a Dios. No hace falta que se diga nada.
Así desaparecen las diferencias y se encuentran estos hermanos.
Tienen necesidad del Espíritu de Dios. Al Espíritu le basta aquí con
dar solamente un pequeño paso. Aunque vaya a donde Él quiere, no
es por casualidad que luego se oiga su sonido en este lugar. ¿Sería
diferente en nuestro tiempo?

LEER: HECHOS 1:12-26

181
4 DE JUNIO

Lenguas de fuego

Y se les aparecieron lenguas repartidas,


como de fuego, posándose sobre cada uno de ellos.
HECHOS 2:3

¡Lenguas como de fuego! Eso es lo primero que se ve, cuando


el Espíritu hace su entrada. La casa donde está reunido el círculo
de los discípulos, se llena completamente de su presencia. Y todos
ellos también son llenos del Espíritu Santo. Y no preguntemos acto
seguido: ¿qué es lo que se siente, cuando ocurre esto? Fijémonos
primero en esas lenguas como de fuego. Es la única señal de Pente-
costés en que el Espíritu se hace, en parte, visible.

¡Fuego! Como el fuego, que tiende a propagarse a todas partes, así


el Espíritu Santo quiere pasar a todo ser humano. Quiere enardecer
el corazón de la gente para Jesús y su Reino. No pasa a nadie por
alto en el círculo de los discípulos. Tampoco leemos que las llamas
aumentasen mucho sobre Pedro y María, ni que sobre Tomás de-
crecieran al poco tiempo. No, todos ellos fueron llenos del poder de
la misericordia de Dios y el amor de Jesucristo. Y lleno es lleno. No
se puede añadir nada más a ello. Entonces es cuando comienzan a
moverse sus propias lenguas. Ya no paran de hablar y, poco después,
su testimonio corre como la pólvora por la ciudad. Así sucede cuan-
do el Espíritu de Dios llena nuestro corazón. Estamos tan llenos y
tan convencidos de Cristo y de su salvación, que nuestra lengua
comienza a alabarle y queremos decirle a todo el mundo: ¡Jesús es
el Señor!

LEER: HECHOS 2:1-13

182
5 DE JUNIO

No hay pentecostés
sin ciudadanos partos
Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia,
en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia...
HECHOS 2:9

La venida del Espíritu de Cristo concierne a todo el mundo. Len-


guas de fuego proclaman las grandes obras de Dios, dejando a las
gentes que acudieron de todas partes desconcertadas. El médico
y misionero Lucas, el autor de este libro de la Biblia, toma como
si fuera la lista de asistencia de Naciones Unidas y va marcando a
todos los que están presentes. Todo pueblo que se pueda imaginar
y toda nación, por pequeña que sea, aparece en esta lista. Nos da
la sensación de una serie casi infinita de nombres de naciones. ¿Vi-
vían todas en Jerusalén, y se llevaban bien entre sí?

Lucas quiere decir: Cristo es el Señor del mundo entero. Por menos
no ha venido el Espíritu Santo. Aunque todos ellos eran judíos pia-
dosos, procedentes de esas naciones extrañas, tiene su relevancia
el hecho de que Lucas menciona todos aquellos nombres coinci-
diendo con la venida del Espíritu. En total son quince, que juntos
representan a todos los pueblos. Según la promesa de Dios hecha a
Abraham, son partícipes de la salvación en Cristo Jesús. En Pente-
costés, Dios muestra que le importan todos los pueblos. Los partos,
medos y elamitas, con su gran número de hijos, se agolpan hoy en
día también en nuestros barrios y mercados. Espero que no estemos
molestos con ellos. ¡No hay Pentecostés sin partos!

LEER: HECHOS 2:5-13

183
6 DE JUNIO

Es cuestión de días

Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros


días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne.
HECHOS 2:16, 17A

Pedro no solo mira el reloj –son las nueve de la mañana–; sobre


todo mira el calendario, y dice: el tiempo se está acabando. Unos
pocos días más, los últimos, y llegará el momento en que Jesús vuel-
va con las nubes del cielo. Entonces vendrá por fin el Reino de Dios
con todo su poder. Ahora ya es solo cuestión de días. Eso es lo que
está pasando aquí, dice. El profeta Joel lo ha dicho así: Dios derra-
mará de su Espíritu y luego nos quedarán solamente unos días. Los
días finales del mundo.

¿Cómo serán aquellos días? El libro de Apocalipsis nos cuenta que


los últimos años, meses y días de nuestro mundo estarán llenos de
angustia. Pero también es el tiempo del Espíritu. Y es evidente que
el Espíritu tiene mucha paciencia, porque aquellos “postreros días”
duran ya siglos. Aunque, al fin y al cabo, para cada persona siguen
siendo solo unos días, en que tiene que determinar su relación con
Dios. Afortunadamente, no estamos sin Guía en los días que nos
han sido dados. El apóstol Pedro no se muestra para nada pesimista.
Pero sólo si la posición que se tome sea a favor de Jesús. Si no, los
días que nos quedan son un tiempo perdido. ¡Que no sea así!

LEER: HECHOS 2:14-21

184
7 DE JUNIO

El dolor de pentecostés
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel,
que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis,
Dios le ha hecho Señor y Cristo.
HECHOS 2:36

Pedro llega ahora al tema principal. Confronta a sus oyentes con


el anuncio de que Dios ha resucitado y exaltado a Jesús de Nazaret,
que por todos fue menospreciado y rechazado. Y que es Jesús mis-
mo, que ahora muestra su señorío en estas señales impresionantes
del Espíritu y de poder. ¡Atención! Dice: ¡este Jesús, a quien vo-
sotros crucificasteis! De repente, su predicación adquiere un tono
incisivo.

Enseguida se produce tal alboroto, que Pedro no puede continuar


hablando. Es como si viéramos palidecer a todos aquellos hombres
piadosos. ¿O es que acaso el dedo de Pedro solo señaló a Caifás y sus
compañeros? No, su dedo los señaló a todos. Porque nadie ha reco-
nocido al Mesías de Dios y todos le han rechazado. Todos –también
nosotros– somos culpables de la cruz y muerte de Jesús. El Espíritu
Santo deja a todos al descubierto en Pentecostés. Y eso duele, y a
veces duele mucho.

Pero eso es característico del Espíritu Santo. Nos confronta de ma-


nera muy directa con Jesús y con nuestro fracaso, pero no sin antes
decir que Jesús es Señor y Salvador. ¡Y lo es para toda la casa de
Israel, sin excluir a nadie! Pedro abre la puerta del Evangelio de par
en par: ¡Recibid la salvación! ¡Venid a Jesús! ¡Que nada os lo impida

LEER: HECHOS 2:22-40

185
8 DE JUNIO

¿Es el crecimiento la
única característica?
Y el Señor añadía cada día a la iglesia
los que habían de ser salvos.
HECHOS 2:47

Como soy presidente del consejo de la iglesia, a menudo sucede


que, inmediatamente después del culto, uno de los que hacen el
trabajo administrativo me pide que ponga mi firma en una serie de
cartas de gente que ya no quiere saber nada de la iglesia, y que por
lo tanto desea darse de baja como miembro. En Jerusalén ocurrió al
revés. Después de su primer sermón, Pedro puede inscribir como
miembros comprometidos a unas tres mil personas bautizadas. ¡Un
crecimiento explosivo! Y así continúa: cada día, el Señor añade per-
sonas nuevas.

¿Es el crecimiento una característica de la iglesia verdadera? No lo es


sin más. En Corinto y en Roma encontramos, tiempo después, sólo
pequeñas congregaciones que se reúnen en las casas. La cristianiza-
ción de Europa no comienza con una conversión multitudinaria. Y
el apóstol Pedro escribe más tarde cartas a los cristianos de la disper-
sión. Seguro que tampoco eran grupos grandes. El crecimiento nu-
mérico no es la única característica de la iglesia verdadera, aunque
nunca debemos dejar de esperar que crezca. En Jerusalén, el Espíritu
de Cristo obraba por medio de dos vías: la predicación de la Palabra y
el testimonio de fe de la iglesia, cuyo secreto es la fidelidad sencilla.
La fidelidad a la Palabra; la fidelidad de unos a otros; ¡una fidelidad
perseverante! Y el amor que se tienen, unos a otros. ¡Es aquí donde
el Señor añade, y no Pedro y sus ayudantes!

LEER: HECHOS 2:41-47

186
9 DE JUNIO

Orar, no morder

Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no


satisfagáis los deseos de la carne.
GÁLATAS 5:16

Es evidente que en las iglesias a las que Pablo escribe esta carta
no pasaban las mismas cosas que en Jerusalén, después de la venida
del Espíritu Santo. No se nos dice si los hermanos de Galacia si-
guen comiendo juntos. Pero sí que hay tantas riñas entre ellos, que
no están lejos de morderse y de comerse. Es una variante bastante
cínica de las comidas compartidas de la primera iglesia en Jerusa-
lén. Puede que reconozcamos la situación como algo que también
ocurre en nuestra iglesia o nuestra familia. ¿Qué es lo que podemos
hacer para remediarlo?

Pablo dice con énfasis: “Digo, pues: ¡Andad en el Espíritu!” Por el


Espíritu de Cristo podemos vivir en una libertad sin precedentes
delante de Dios. Pero hay que hacer un buen uso de esa libertad.
Seguir la senda del amor y de la fidelidad, que Cristo trazó con su
vida y sacrificio. Y no seguir la senda de las tendencias sociales o
de las ideas propias y opiniones personales. Pablo llama a eso: la
carne, es decir, lo humano; lo demasiado humano; lo que es peca-
minoso. También da una lista detallada de todo tipo de pecados en
el terreno de la sexualidad, la adicción y el egoísmo, que destruyen
muchísimas relaciones. ¡Luchemos contra esos pecados! Hay que
orar, no morder, porque, yendo por ese camino, nos perdemos de
vista, tanto en la congregación como en nuestra familia.

LEER: GÁLATAS 5:1-21

187
10 DE JUNIO

Amor

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,


benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.
GÁLATAS 5:22, 23A

Quien todavía anda preguntando: ¿cómo puedo reconocer al Es-


píritu de Cristo en mi vida y en la iglesia?, recibe hoy una respuesta
clara. Si bien el Espíritu Santo obra muchas veces de una manera
silenciosa, lo que produce es como un fruto que va creciendo. Poco
a poco, aquel fruto se hace visible ante todos. Pablo lo puede resu-
mir incluso en una palabra: ¡el fruto del Espíritu es amor! Amor,
que se expresa en un múltiple de frutos y variantes, como gozo, paz,
paciencia, benignidad. Personas que muestran ese fruto son para
una congregación como un rayo de sol, que hace que desaparezcan
el frío y el desasosiego. Gracias a estos hermanos, otros vuelven a
animarse y recuperan la esperanza.

Las personas que tienen al Espíritu en su vida se centran en servir,


y no en dominar; en escuchar, y no en tener razón; en decir una pa-
labra de ánimo, y no la última palabra. No necesitan un extenso test
de dones para averiguar en qué manera pueden servir a los demás.
Ellas mismas son un don del Espíritu Santo y de ese modo señalan
a Jesucristo. Su secreto, por tanto, es Cristo mismo. Su amor las
ilumina desde dentro. De una persona así, se decía antaño a veces:
se le nota la unción. Es el amor, por lo tanto, por el que se reconoce
al Espíritu. Tanto en los jóvenes como en los mayores. ¡Cuánto bien
le hace a una congregación gente así!

LEER: GÁLATAS 5:19-6:2

188
11 DE JUNIO

Con los pies en el suelo

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas


de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
COLOSENSES 3:1

Leemos ahora la carta de Pablo a los colosenses hasta el final.


Si queremos servir a Dios sinceramente, porque hemos llegado a
amar a Cristo y nuestras vidas han experimentado un nuevo co-
mienzo, entonces, según Pablo, tenemos que seguir buscando más
allá. “Buscad las cosas de arriba”, dice. Más o menos consciente-
mente, utiliza expresiones que en Colosas se podían escuchar con
frecuencia de la boca de alguna que otra lumbrera mística: “Buscad
las cosas de arriba”. Pero Pablo añade una advertencia: no busque-
mos allá una sensación de ligereza, sino conccntrémonos en Jesu-
cristo. Con Él, nuestra vida está escondida en Dios. Por eso, pon-
gamos los ojos en Él y en sus promesas e instrucciones. Y no nos
dejemos guiar por todas las normas que se inventan otras personas,
por piadosas que sean.

Dejemos que Jesucristo mismo nos guíe por la vida. No es un cami-


no que nos lleve a estar en las nubes. Es una vida muy práctica, de
alguien tocado personalmente por Cristo. Impureza, enojo, men-
tira, etcétera, pertenecen a otra vida, la del viejo hombre con sus
malos hábitos. De ese nos hemos despojado, en Cristo.

Por lo tanto, miremos a Jesús y sigámosle. No con la cabeza en las


nubes, sino con los pies en el suelo.

LEER: COLOSENSES 3:1-11

189
12 DE JUNIO

Como un abrigo
Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros
si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que
Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
COLOSENSES 3:13

No todo el mundo nos cae simpático, tampoco dentro de la igle-


sia de Dios. Con algunos, incluso, nos es muy difícil llevarnos bien.
¿Que todos somos hermanos? Casi siempre hay algunos que causan
problemas, en el consejo de la iglesia, en el comité de bienvenida,
en el coro, en la célula, en el grupo de las mujeres o en el comité de
ayuda al necesitado. Y, a veces, algunos nos hieren profundamen-
te con sus comentarios sin tacto o su actitud irreverente y de mal
gusto. Podría ser una razón para no querer ir al culto, los domingos.
Sobre todo cuando se celebra la Santa Cena.

Esperad un momento –dice Pablo–. ¿Acaso no pertenecemos a Je-


sucristo? Por lo tanto, abriguémonos con la misericordia, la bondad
y la benignidad. Y soportémonos unos a otros, perdonémonos unos
a otros si alguno tuviera queja contra otro. Cristo nos soportó a no-
sotros, ¡hagamos nosotros lo mismo! Pablo no quiere transmitir
un mensaje simplista. No lo dice como un conjuro para todo dolor
eventual que podamos sufrir en la iglesia de Cristo. Perdonar a al-
guien siempre cuesta muchísimo. A Jesús le costó todo para perdo-
narnos. Hoy mismo, puede que Jesús te mire muy directamente, en
la predicación del Evangelio, o durante la celebración de la Santa
Cena. ¿Faltar al culto? ¡No lo hagas! Cree en Jesús y vive su perdón.
Te sentirás mucho mejor.

LEER: COLOSENSES 3:12-17

190
13 DE JUNIO

Padres

Padres, no exasperéis a vuestros hijos,


para que no se desalienten.
COLOSENSES 3:21

Los padres pueden cansarse tremendamente de sus hijos. Pero


los hijos se pueden cansar también de sus padres. Se cansan y se
desaniman. Los padres pueden exasperar a sus hijos, porque espe-
ran demasiado de ellos. Según Pablo, son, sobre todo, los hombres
los que lo hacen; y tiene mucha razón. A diferencia de las madres,
que se suelen preocupar por sus hijos –y a veces tanto que llega
a ser molesto–, los padres puede que pongan una carga sobre sus
hijos con sus expectativas de buenos resultados. Si pudiera ser, que
puntúen en todas las áreas: en el colegio, en la escuela de música,
en el club de fútbol. Los días en que hay partido, allí están: en la lí-
nea de banda, gritando y maldiciendo para que su hijito se esfuerce
más. Y así sin parar, de modo que los jóvenes llegan a desesperarse
de verdad. Un padre que ha logrado éxitos en su trabajo puede ser
tremendamente exigente con su hijo. También un padre piadoso. Y
mejor no mencionemos a padres que, de diferentes maneras, abu-
san de su autoridad.

Pablo sale a la defensa de los jóvenes. Los jóvenes necesitan a al-


guien que les anime y reafirme, y no a alguien que les desanime y
hace que se sientan inseguros. En resumen, necesitan a un padre
con la disposición de Cristo: un siervo.

LEER: COLOSENSES 3:18-4:1

191
14 DE JUNIO

Sabios

Andad sabiamente con los de afuera,


redimiendo el tiempo.
COLOSENSES 4:5

En nuestro país hay cada vez más gente que vive fuera. Me refiero
a vivir fuera de la iglesia de Cristo. Algunos todavía tienen alguna
noción de la fe; a veces arrastran una gran frustración. Esto se da
sobre todo entre los que tienen cincuenta o más años. Los jóvenes
no tienen ese problema, por lo general. Pero, ¿cómo podríamos ac-
tuar sabiamente en nuestra relación con ellos, sea en el colegio, en
el trabajo, o en nuestra propia familia? A menudo se trata de perso-
nas estupendas, pero no entienden nada de Dios. ¿Hay que adoptar
una postura muy de principios, para que sepan bien qué es lo que
uno cree? Eso podría provocar un rechazo muy fuerte. Entonces,
¿es mejor tener una actitud abierta e indulgente? Pero esto a su vez
puede dar la impresión de ser débil. ¿Cómo ser sabio? Pablo nos
habla sobre todo de nuestro comportamiento.

Andad sabiamente, dice. Sed fieles y amables, nunca condescendien-


tes o excluyentes en el trato con los demás. Destacar –en el buen
sentido de la palabra– por el cuidado y la atención que prestamos
a cualquier persona de nuestra clase, nuestra familia o nuestros ve-
cinos. Si hay una oportunidad para ayudar a alguien, puede que sea
una ocasión que Dios nos da. Entonces, nuestras palabras no sonarán
huecas, pues estarán respaldadas por nuestro comportamiento. Uno
es sabio cuando sepa callarse y hablar en el momento adecuado. Jesús
nos ha prometido expresamente, que el Espíritu nos ayudará. Sería
bueno, quizás, que hoy nos paremos a pensar un poco más en esto.
LEER: COLOSENSES 4:2-9

192
15 DE JUNIO

No te dejes distraer

La salutación de mi propia mano, de Pablo.


Acordaos de mis prisiones. La gracia sea con vosotros.
COLOSENSES 4:18

Estamos llegando casi al final de la carta. Pablo ha escrito ex-


tensamente sobre lo que más le preocupa: Queridos hermanos en
Colosas, Laodicea y alrededores, no os dejéis confundir por cristia-
nos que tienen más conocimientos filosóficos y místicos que acerca
de Jesucristo. ¡Él es la Cabeza de todo! Vivid por medio de él como
personas libradas en un mundo despojado de nociones mágicas. Fi-
nalmente, concluye con algunos saludos personales, seguidos por
una sola frase –escrita en su propia letra–: “Acordaos de mis prisio-
nes”, que por lo visto fue lo primero que le vino espontáneamente
a la cabeza.

¡Acordaos de mis prisiones! Leyendo esta última frase, vemos por


un momento lo que hay en el corazón de Pablo. No me olvidéis
–dice–, orad por mí. No es ninguna queja, no es ningún repro-
che. Y de ninguna manera lo pretende como algo que tiene que
pesarles. Pero no hay que dejarse despistar por la fuerza de su fe.
A veces, en circunstancias difíciles, amigos y familiares pueden
dar muestras excepcionales de fe. Pero eso no quiere decir que
no necesiten nuestro apoyo. Incluso el mismo Pablo escribe en el
último hueco en blanco de su carta: acordaos de mí y de mis cade-
nas. Por otra parte, también escribe: “La gracia sea con vosotros”.
Es el enunciado más corto que jamás escribiera. Pero tampoco ha-
bía espacio para más.

LEER: COLOSENSES 4:10-18

193
16 DE JUNIO

Isaac

Estos son los descendientes de Isaac hijo


de Abraham: Abraham engendró a Isaac...
GÉNESIS 25:19

A partir de hoy leemos del libro de Génesis. Comenzamos con


la historia del patriarca Isaac. Su nombre significa “risa”. Apenas le
llega a la suela del zapato de su padre Abraham, pero, no obstante,
tiene su importancia en la historia de Dios. A diferencia de sus siete
hermanos, que tiran cada uno por su lado, Isaac es el hijo de la fe de
Abraham. Isaac vive gracias a la promesa y la elección de Dios. Una
vida así, raras veces discurre sin dificultades. Pronto, Isaac también
lo va experimentando. En su vida, la historia de Dios parece dete-
nerse casi enseguida, ya que Rebeca no llega a quedarse embaraza-
da. Nada menos que veinte años tienen que pasar, así leemos, antes
de que nazcan Esaú y Jacob. Pero Isaac le es fiel a su mujer. Tampo-
co le hace ningún reproche, sino que ora por ella. Y Dios contesta
su oración.

Eso le hizo mucho bien a Rebeca, por lo visto. Cuando, inesperada-


mente, se quedó embarazada, ella a su vez oró pidiendo más visión
y esperanza, porque ser madre es una gran responsabilidad. Resulta
que son dos hijos. Primero nace Esaú, un chiquitín cubierto de ve-
llo, de pies a cabeza; luego sale Jacob, con su mano agarrado al to-
billo de Esaú. Está claro que tiene un carácter tenaz. Son dos niños
muy distintos. Y ¿cómo reacciona Isaac? Me imagino que ¡se ríe!,
profundamente convencido de que la mano de Dios nos sostiene, a
nosotros y a nuestros hijos.

LEER: GÉNESIS 25:1-11; 19-26

194
17 DE JUNIO

Ser un ejemplo
en lugar de adorar
Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza;
mas Rebeca amaba a Jacob.
GÉNESIS 25:28

Cuando se tienen varios hijos muy distintos entre sí, para los
padres es difícil a veces aplicar las mismas normas para todos. Jacob
creció y llegó a ser un chico muy correcto. La Biblia Reina Valera
lo describe como un muchacho muy hogareño, pero el significado
es más bien “decente y sociable”, o sea como alguien al que pronto
harían diácono en una iglesia. Esaú, por el contrario, es comple-
tamente diferente. Si por él fuera, iría a cazar todos los días. Un
tipo bastante rebelde y poco sociable. Eso se nota en la manera en
que desprecia su primogenitura a cambio de un plato de guisado.
No, Esaú nunca llegaría a ser diácono. Y, sin embargo, era el hijo
preferido de Isaac. Es sorprendente, ya que aquella vida de caza y
violencia no se parece en nada a la de Abraham. E Isaac mismo es
muy diferente también: tranquilo y reposado, orando por su fami-
lia. Pero a veces ese tipo de persona puede sentir una gran inquie-
tud en su interior. A Isaac, aquella vida indisciplinada le parecía
bonita y, además, le entusiasmaba la carne de caza guisada. Rebeca
era muy diferente. Su orgullo era Jacob, el hijo decente. Pero, ¿a qué
se llama decente? ¿Lo era de verdad?

El amor de madre, muchas veces, es ciego. Y la admiración de los


padres no lo es menos. Con ello no les hacen ningún favor a sus
hijos. No hay que adorar a los hijos, sino ser un ejemplo y guiarlos,
con convicción, hacia el Reino de Dios.

LEER: GÉNESIS 25:27-34

195
18 DE JUNIO

Tratado o pacto

Habitó, pues, Isaac en Gerar.


GÉNESIS 26:6

Para Isaac, la vida no era fácil. Igual que su padre Abraham, sufre
un tiempo de hambruna. En los alrededores del pozo de “el Vivien-
te que me ve”, ya no queda ni una brizna de hierba. ¿Adónde puede
ir con sus ovejas? En su día, Abraham se fue casi enseguida a Egipto
y, por lo tanto, Isaac se dirige también hacia allá. En el camino,
sin embargo, pasa por la tierra de Gerar, posteriormente la región
de los Filisteos. Con el rey de Gerar –Abimelec–, Abraham había
firmado en su día un tratado de amistad. ¿Incluiría ese tratado tam-
bién a Isaac? ¿Qué va a hacer? ¿Quedarse en Gerar, o apostar sobre
seguro y seguir su camino a Egipto?

De repente, Dios mismo le habló. Dijo: Isaac, no te vayas a Egipto,


sino quédate aquí en Gerar, pues yo estaré contigo... Mi pacto con-
tigo sí que tiene validez. ¡El pacto que hice con mi amigo Abraham,
lo confirmo de generación en generación! (Salmo 105). Si me obe-
deces fielmente, tal como hizo Abraham, no te va a faltar nada.

Y así Isaac se queda en Gerar. No porque el rey Abimelec tiene to-


davía alguna obligación para con él, sino porque Dios le da su pro-
mesa y confirma su pacto con él. Probablemente, también en Gerar
se hacía sentir la hambruna. En Egipto no. No obstante, Isaac se
queda en Gerar. Prefiere pasar penurias con Dios a enriquecerse sin
Dios. Eso, Isaac lo había entendido muy bien.

LEER: GÉNESIS 26:1-6

196
19 DE JUNIO

Un abrazo

Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis;


porque de los tales es el reino de Dios.
MARCOS 10:14

Ayer escuchábamos que Dios le habló a Isaac y le rodeó –por así


decirlo– con la fidelidad y el amor de su pacto. Él confirma el pacto
con Abraham, su amigo, de generación en generación. De Jesús se
nos dice que abraza a los niños, literalmente, antes de bendecirlos.
Es un gesto lleno de una compasión afectuosa. Entre aquellos niños
hay algunos muy pequeñitos, pero también otros un poco mayores.
Con la imposición de sus manos, Jesús les bendice, y les dice a cada
uno: el Señor esté contigo. Como un padre o una madre hace tam-
bién, quizás, cuando acuesta por la noche a su hijo pequeño y ora
con él. Y su hijo sabe entonces: ¡Jesús me ama también a mí!

¿Y por qué? ¿Porque los niños pequeños son tan enternecedores? No,
no es por eso. También esos chiquititos están bajo el mismo juicio que
nosotros, y está claro que los que son más grandes tampoco son unos
angelitos, incluso son peores. Al fin y al cabo, son hijos nuestros. Sin
embargo, Jesús se enfada mucho con los adultos que quieren impedir
que los niños se acerquen a él. Precisamente, para recibir la gracia,
uno tiene que ser como un niño. La compasión es como un cálido
abrazo de Dios. En sus brazos nos sabemos seguros para siempre, jun-
to con nuestros hijos. ¡“En su brazo llevará los corderos” (Isaías 40:11)!
Para los que hayan sufrido la pérdida de un hijo, esto significa un enor-
me consuelo. A esos pequeños, Jesús los guarda en su mano y no los
deja caer, y a sus padres tampoco. ¡Esa es la verdadera gracia de Dios!

LEER: MARCOS 10:13-27

197
20 DE JUNIO

No mintáis

E Isaac le respondió: Porque dije:


Quizá moriré por causa de ella.
GÉNESIS 26:9B

Una esposa hermosa o esposo guapo es un regalo de Dios, pero


esa belleza puede poner a veces en riesgo el matrimonio. De todos
modos, Isaac no ha nacido ayer. ¿Por qué preguntan esos hombres
de Gerar tan específicamente por Rebeca? ¿Qué es lo que quieren?

En aquel tiempo –los gemelos aún no habían nacido–, solo podía


significar una cosa: seguro que aquellos hombres tenían malas in-
tenciones. En cualquier momento, uno de ellos le clavará un cuchi-
llo en la espalda y escapará corriendo, llevándose a Rebeca. Por eso,
Isaac contesta rápidamente su pregunta y dice: ¡es mi hermana!

Pero, un día, el rey Abimelec se asoma por la ventana de su palacio


y vuelve la vista, sin querer, hacia el campamento de Isaac. Le oye
reírse. Y no se cree lo que ven sus ojos. Isaac quería mucho a Re-
beca. Incluso a plena luz del día no puede dejar de acariciarla. No
hay nada malo en ello. Pero lo que sí es malo es mentir. Por un ins-
tante, Abimelec se enfada mucho por el engaño. Tenía miedo –dice
Isaac– por ella y por mí mismo. A continuación, Abimelec los toma
bajo su protección, dejándolo claro a todos. Parece que le gusta que
dos personas se amen tanto. ¡A Dios también le agrada! Como dice
en Eclesiastés: “Goza de la vida con la mujer que amas, todos los
días de la vida de tu vanidad” (9:9). Pero ¡no hay que mentir!

LEER: GÉNESIS 26:7-11

198
21 DE JUNIO

Nuevos tiempos, nuevas huellas

... y llamó su nombre Rehobot, y dijo: Porque ahora


Jehová nos ha prosperado, y fructificaremos en la tierra.
GÉNESIS 26:22B

Isaac es un hombre tranquilo. La gran fe que siempre animaba a


Abraham a ponerse en camino, parece que Isaac no la experimen-
ta de la misma manera. Él prefiere quedarse en las cercanías de los
pozos de agua de Abraham. Pero los hombres de Gerar van cegando
todos esos pozos. Se mueren de envidia a causa de las muchas ben-
diciones con las que Dios continúa enriqueciendo y engrandeciendo
a Isaac. Sin embargo, una y otra vez, Isaac vuelve a abrir los pozos, y
les pone los mismos nombres que su padre Abraham. Pero las pro-
vocaciones no cesan, hasta que, un día, también Abimelec le dice:
Por favor, ¡vete de aquí! Entonces, Isaac no tiene más remedio que
marcharse y dejar atrás los pozos de agua de su padre, que le eran tan
familiares. Tiene que ir en busca de nuevos pastos; en busca de una
nueva huella de la presencia de Dios. Así, cada nueva generación tie-
ne que buscar a su vez la huella de Dios; y eso es algo bastante difícil.

Por cada nuevo pozo que abre Isaac, surgen nuevas peleas. Pero Isaac
no se rinde. Por fin abre un nuevo pozo que no causa ningún altercado.
Espontáneamente, da gracias a Dios y dice: “Ahora también a nosotros
el Señor nos ha dado un lugar espacioso”. Esto es muy significativo.

También para nosotros Dios quiere seguir haciendo espacio, para


que vivamos con Él. Pero tenemos que tener el valor de buscar
nuevos pozos de agua, también en nuestro tiempo, con la fe tran-
quila y perseverante de Isaac.
LEER: GÉNESIS 26:12-22

199
22 DE JUNIO

Incluso alguien como Ficol

Y ellos respondieron: Hemos visto


que Jehová está contigo...
GÉNESIS 26:28

Es algo que pasa a veces: gente que antes te ignora –porque eres
diferente e intentas vivir como un hijo de Dios–, luego, de repente,
viene a pedirte algún favor. Así le pasa a Isaac.

De pronto, ante la entrada de su tienda aparece el rey Abimelec,


con su amigo Ahuzat y el capitán de su ejército. Isaac se asusta al
verlos, y arremete contra ellos: ¿Venís otra vez a quejaros? ¿Queréis
que me vaya a vivir aún más lejos? No, al contrario –dicen ellos,
sorprendentemente–, por favor, quédate cerca de nosotros, pues
hemos visto muy bien que el Señor te bendice. Apenas cavas un
poco, y ya encuentras otro pozo. En todo lo que haces, prosperas.
¿No podríamos participar un poco de ello? Hagamos un pacto; al
fin y al cabo, nunca te hemos hecho nada malo, solo bien...

En cuanto a esto último, Isaac no entra en ello. Enseguida, los invita


a su mesa. Ya que, cuando personas como Abimelec e incluso alguien
como Ficol llegan a reconocer que Dios está contigo y que, por ello,
eres muy bendecido, entonces, uno ya no habla de lo que ha pasado
antes. Porque ser un elegido de Dios no es un privilegio personal,
sino una muestra de la gracia, para hacer a otros partícipes de la
bendición de Dios.

LEER: GÉNESIS 26:23-33

200
23 DE JUNIO

Bendición o maldición

Y su madre respondió: Hijo mío, sea sobre mí tu maldición;


solamente obedece a mi voz y vé y tráemelos.
GÉNESIS 27:13

La bendición y la maldición no son cosas con las que se juega.


Jacob es muy consciente de ello, y puede que sea el único de los
que viven en la tienda de Isaac. Porque Isaac es conservador y sigue
las tradiciones: naturalmente, el hijo mayor tiene que sucederle
como líder del clan familiar. Cuando esté en su lecho de muerte,
lo bendecirá. Claro que lo hará en el nombre del Señor, esto no hay
que olvidarlo (aunque casi lo hace). Rebeca tiene sin embargo otra
idea completamente diferente. ¿Acaso no le ha dicho Dios, desde el
principio, que Jacob será el que reciba la bendición, y no Esaú, con
esas extrañas mujeres heteas? Tiene muy claro su plan. Pero a Jacob
no le gusta nada. Si su padre se entera, no va a recibir su bendición,
sino su maldición, dice.

Déjame a mí –le dice Rebeca–. Tu maldición sea sobre mí. Pero así
no funciona. La bendición o la maldición no se dejan manipular
por los seres humanoss. Rebeca se arriesga demasiado con su juga-
da, porque, después, Jacob tiene que huir y la maldición cae sobre
él en toda su fuerza. Es amenazado por su hermano que está furioso
y, durante toda su vida, la vergüenza de haber engañado de aquella
manera a su padre ciego, pesará sobre su conciencia.

La bendición es un don de Dios. Solo orando, en completa depen-


dencia de Dios, se puede dar, y también recibir, la bendición.

LEER: GÉNESIS 26:34-27:14

201
24 DE JUNIO

La bendición de Dios, no de Isaac


... y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo,
diciendo: Mira, el olor de mi hijo, como el olor
del campo que Jehová ha bendecido.
GÉNESIS 27:27

Por fin llega el momento. Jacob se inclina bajo las manos del
ciego Isaac, que le bendice. Sigue siendo emocionante hasta el fi-
nal. Rebeca ha preparado todo con mucha astucia y Jacob no se
queda atrás, con su comentario de que ¡el Señor, tu Dios, me ha
ayudado mucho en la caza! Pero, aunque Isaac está ciego, no tiene
ni un pelo de tonto. Y él no se esperaba un comentario tan piadoso
viniendo de Esaú. Pero después de usar todos sus ‘trucos’ de hom-
bre ciego para convencerse, le pone finalmente las manos sobre la
cabeza de Jacob. E inspirado por el olor del campo de la ropa que
llevaba Jacob, dice: “Mira, el olor de mi hijo, como el olor del cam-
po que Jehová ha bendecido; Dios pues, te dé del rocío del cielo,
y de las grosuras de la tierra.” Y sigue: “Se inclinen ante ti los hijos
de tu madre.”

Al escuchar esta bendición, vemos lo que hay en lo más profundo


del corazón de Isaac. No suele ser un hombre de grandes palabras
piadosas. Pero cuando se dispone a bendecir, lo hace con genero-
sidad y franqueza. Con la bendición de Dios, y no la suya. La ben-
dición del pan diario y la bendición de ser elegido por la gracia de
Dios. Esta bendición ¿le importó a Esaú? ¿Y a Jacob? Y los lectores,
¿qué bendición esperan recibir de su padre?

LEER: GÉNESIS 27:14-29

202
25 DE JUNIO

También a mí
Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más
que una sola bendición, padre mío? Bendíceme
también a mí, padre mío.
GÉNESIS 27:38

Esaú pierde completamente los estribos. La bendición –sea lo


que se hubiera imaginado que fuera– se ha esfumado. Viendo la
consternación de Isaac, Esaú entiende que no hay vuelta atrás: lo
que se da no se quita. Y eso es lo que le oímos decir a Isaac, en voz
alta: “¡bendije a Jacob, y será bendito!”

En ese momento, Esaú grita desesperado y, llorando, pregunta:


“¿No tienes más que una sola bendición? ¿No tienes otra para mí?”
¡No, no la hay! Pero Esaú sigue insistiendo. Y aún a sabiendas de
que es inútil, Isaac comienza a murmurar algo. Pero ya no tiene
ningún sentido. Porque si uno no quiere participar de la bendición
del bendito de Dios, entonces se aparta tanto, sin darse cuenta, que
acaba muy alejado de Él. Y allí no hay mucha vida. Dios tiene solo
una única bendición. Lo ha mostrado en toda su plenitud en Jesu-
cristo. Si no quieres saber nada de Él, te vas y te rebelas. Pero no
te quejes si luego, tarde o temprano, tu vida se reseca y se marchita
completamente. Perder el autocontrol no va a cambiar nada. Dios
sólo tiene una única bendición. Y para recibirla, tienes que ir sen-
cillamente a Jesús.

Le podemos pedir confiadamente: ¡bendice a otros, pero bendíce-


me también a mí!

LEER: GÉNESIS 27:30-40

203
26 DE JUNIO

Algunos días
Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz;
levántate y huye a casa de Labán mi hermano
en Harán, y mora con él algunos días.
GÉNESIS 27:43, 44

Siempre es bueno hacer lo que te dice tu madre. Incluso cuando


ya eres más o menos adulto. Pero no hay que olvidarse de usar la
cabeza, pues, no todo lo que las madres les dicen a sus hijos es sabio
o razonable. Ojalá Jacob no le hubiera hecho caso a su madre. ¿O
había en él una fe sincera y no podía actuar de otra forma? Pero
ahora, Esaú amenaza con matarlo en cuanto muere Isaac.

A Jacob, la perspectiva no le hace ninguna ilusión; ni tampoco a


Rebeca. Afortunadamente, Isaac sigue vivo por un tiempo, hasta
veinte años después de este suceso. Pero claro, eso no lo sabe nadie
por ahora. Rebeca ve negro el futuro. Será mejor que Jacob se vaya
lo más pronto posible. ¡Que huya, entonces! A Isaac le cuenta toda
una historia sobre las tristes mujeres de Esaú. ¿No podría Jacob irse
a buscar una mujer en Mesopotamia? A Isaac le parece bien. Yo te
enviaré un mensaje si puedes volver, le dice ella a Jacob. Sólo serán
unos días. Sí, sí...

Iban a ser muchos años, en los que Jacob nunca recibió noticias
de su madre. Así Jacob, que siempre se comportaba tan correcta-
mente, cae víctima del afán de su madre de querer arreglarlo todo.
Los padres no deben arreglar nada, sino orar y esperar. ¡La fe sabe
esperar!

LEER: GÉNESIS 27:41-46

204
27 DE JUNIO

La bendición de Abraham

Y te dé la bendición de Abraham, y a tu descendencia


contigo, para que heredes la tierra en que moras...
GÉNESIS 28:4

Isaac no deja que Jacob se marche sin darle antes la bendición.


Esta vez habla con sorprendente claridad. Mucho más que cuando
fue engañado en su tienda. Entonces, Isaac se dejó llevar por “el
olor del campo” y la concesión del primer lugar entre los hermanos.
Ahora se le oye mencionar el nombre de Abraham: Que Dios te dé
la bendición de Abraham... Ya no se trata pues de riquezas y poder,
de éxito y una posición influyente y de una bella esposa con hijos
guapos; cosas con las que a veces los padres sueñan que podrían
tener sus hijos. No; dice: “Dios te dé la bendición de Abraham.”

Y ¿qué se supone que es eso? Dios hizo un pacto con Abraham: ¡Yo
seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo! Eso viene a decir tan-
to como que dondequiera que estés, Dios te dice: ¡Estoy contigo!
Me perteneces, eres mío. Quizá no signifique tener mucho éxito
o un buen empleo. Pero siempre significa que Dios, en su gracia,
te acompaña y te guía. Esaú no entiende nada de eso. Cree que to-
mando por esposa a una mujer de la familia, pueda conseguir aún
la bendición de su padre. ¡Qué ignorante!

La verdadera bendición de Isaac es la bendición de Abraham. El


Dios de Abraham quiere ser también el Dios de Jacob. A Jacob, esto
le debió llegar al alma.

LEER: GÉNESIS 28:1-9

205
28 DE JUNIO

Una suerte

He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera


que fueres, y volveré a traerte a esta tierra...
GÉNESIS 28:15

Jacob no parece ser un hombre bendecido en absoluto cuando


sale huyendo con algo de ropa y un poco de comida para el camino.
Huye de su hermano Esaú.

Alejándose cada vez más de la tienda de sus padres, sin duda ten-
dría la sensación de que también dejaba atrás al Dios de sus padres.
En situaciones así, suele producirse un desarraigo total. Muerto de
cansancio, al final del día, Jacob se acuesta en algún lugar bajo el
cielo raso. Parece que se queda dormido casi enseguida. En su sue-
ño ve una escalera que llega hasta el cielo. Ángeles van subiendo y
bajando por esa escalera. El sueño se vuelve todavía más emocio-
nante, ya que, desde lo alto de la escalera, se presenta el Dios de
Abraham y de Isaac con esta promesa, tan llena de consuelo: Jacob,
he aquí, ¡yo estoy contigo, por dondequiera que fueres! Jacob se sor-
prende. No se había atrevido a contar con esto. No escucha ningún
reproche, sólo: He aquí, ¡yo estoy contigo! Esto se convertirá en la
gran bendición de toda su vida. Se despierta de golpe. La piedra que
le sirvió de cabecera, la convierte en un monumento. Balbuceando,
hace una promesa. Es increíble, la compasión tan grande que Dios
le muestra. ¡Grande es tu fidelidad, oh Señor!

LEER: GÉNESIS 28:10-22

206
29 DE JUNIO

Las lágrimas de Jacob

Y Jacob besó a Raquel, y alzó su voz y lloró.


GÉNESIS 29:11

¿Quería Jacob impresionar a Raquel? Bien podría ser. En cuan-


to la ve, se echa como atolondrado sobre la gran piedra que cubre
el pozo, para removerla él solo. A continuación, da de beber a to-
das las ovejas de Raquel. Hace tiempo que Jacob ha dejado de ser
el niño mimado de su madre. Está claro que ahora es un hombre
curtido por el largo camino de su huida. Pero, al ver a su prima,
de pronto se emociona profundamente. Si antes actuaba como un
macho, ahora la abraza con mucho afecto. Y de repente se ve des-
bordado por la emoción. Jacob alza su voz y comienza a llorar.

Por el camino, posiblemente, no se había permitido ni una lágrima.


Pero aquí, de repente, algo se quiebra en su interior. Jacob llora.

Llorar, en la Biblia, es siempre mucho más que mostrar un poco de


emoción. Las lágrimas nos acercan mucho más a nosotros mismos y
también nos acercan a Dios. Nos hacen darnos cuenta de la depen-
dencia tremenda en que vivimos como seres humanos frente a Dios.
Y uno sabe que, aunque sea fuerte como un toro y no tema a nadie...,
es un hombre, y nada más. Sin embargo, Dios nos ve y nos conoce.
Saber esto, nos causa un profundo asombro, y también nos emocio-
na. La cara cálida de Raquel contra las ásperas mejillas sin afeitar de
Jacob, le da la sensación del calor de una misericordia infinita. Es la
misericordia del Dios de Abraham, que no deja indiferente.

LEER: GÉNESIS 29:1-14

207
30 DE JUNIO

He aquí que era Dios


Venida la mañana, he aquí que era Lea;
y Jacob dijo a Labán: ¿Qué es esto que me has hecho?
... ¿Por qué, pues, me has engañado?
GÉNESIS 29:25

Jacob, furioso, da gritos de rabia e indignación. Y no es por nada:


en la oscuridad de la noche, Labán ha cambiado a las hermanas. No
es Raquel, la más joven, con su hermoso cuerpo y sus ojos radian-
tes, la que está tendida a su lado, sino Lea, su hermana mayor. No es
que ella esté mal, pero no es la más hermosa, y sus ojos no brillan al
mirarle. No, Jacob se había quedado prendado de Raquel, y es a ella
a quien ama de verdad. Pero cuando, después de siete años de duro
trabajo por Raquel –cariño, no te preocupes, lo hago con amor–, él
se despierta después de la noche de bodas, y no son los ojos radian-
tes de Raquel los que le devuelven la mirada.

¡Por qué me has hecho esto!, le grita a Labán. Bien –dice Labán
simplemente–, nosotros no tenemos por costumbre que la menor
vaya primero, antes que la mayor...

No le vendría mal a Jacob que reflexionara un poco sobre esta frase.


En su imaginación, se ve de vuelta en la tienda de su padre, siete
años antes: seguro que Isaac no se iba a enterar, no podía ver. Aun-
que Jacob era el menor, podía hacerse pasar por su hermano mayor
¿no? Esto, ¿se lo había contado a Labán? De todos modos: “he aquí
que era Lea”. ¡He aquí que era Labán! ¡He aquí que era Jacob! Me-
jor, digamos: ¡he aquí que era Dios!

LEER: GÉNESIS 29:15-30

208
1. Amor a los poco agraciados. 213

JU
2. Ni voz ni voto. 214

3. La bendición autogestionada. 215

4. El salmo de una oveja. 216

LIO
5. Recurrir a Dios. 217

6. Justicia por fin. 218

7. Solo Dios cuidó de mí. 219

8. Dios es testigo. 220

9. Enséñame, oh pobre de mí. 221

10. Fuera con todo. 222

11. Esperar a Dios. 223

12. Luchar con Dios. 224

13. Tocado por Dios. 225

14. Un nombre nuevo. 226

15. También Esaú es bendecido. 227

16. Purificad el alma y vuestras cosas. 228

17. Dios tiene la última palabra. 229

18. El Dios de Jacob. 230

19. Una situación nueva. 231

20. Los padres dan una bendición,


no una propina. 232
21. Betel o Belén. 233

22. Para ponerse a llorar. 234

23. Buenos tiempos, malos tiempos. 235

24. ¿Estás disponible?. 236

25. Zurdo. 237

26. El juez con la aguijada de bueyes. 238

27. Al fin y al cabo, es solo un hombre. 239

28. La mano de una mujer. 240

29. Madre en Israel. 241

30. Deliberar. 242

31. Como el sol cuando sale. 243


1 DE JULIO

Amor a los poco agraciados

Y vio Jehová que Lea era menospreciada,


y le dio hijos; pero Raquel era estéril.
GÉNESIS 29:31

¡Pobre Lea! Vendida por su padre sin miramientos. Odiada in-


tensamente por su hermana Raquel, porque ésta tenía que com-
partir con ella a Jacob. Y tratada con indiferencia por Jacob, que no
amaba a aquella mujer de mirada apagada. Pero ¿qué culpa tiene
Lea? ¡Pobre chica, que ha de vivir en las tiendas de Jacob!

Pero ¡atención!: en el corazón de Dios hay un lugar especial para


estas personas a las que nadie quiere. Él es un Dios que tiene debi-
lidad por los débiles y mucho amor por los no agraciados. Sin duda,
la belleza externa es un don adicional de Dios, pero aquellos de as-
pecto menos agraciado pueden contar también con la abundancia
de su bendición. Dios bendice a Lea con un hijo tras otro. ¡Nada
menos que cuatro seguidos! Y Raquel sigue sin tener hijos. Para ella
es como para volverse loca. Le echa la culpa de todo a Jacob. ¡Dame
hijos o me muero!, le grita en su amargura. A lo que Jacob contesta
con vehemencia, preguntando: ¿Soy yo acaso Dios?

Esa es una buena pregunta. Por lo menos, Jacob hace referencia a


Dios. Uno ha de ir a Dios con los problemas. No a la hermana, ni
al marido o a quien sea. Dirígete a Dios con respeto y háblale de lo
que necesitas. También te consolará ti.

LEER: GÉNESIS 29:31-30:13

213
2 DE JULIO

Ni voz ni voto
Cuando, pues, Jacob volvía del campo a la tarde, salió
Lea a él, y le dijo: Llégate a mí, porque a la verdad
te he alquilado por las mandrágoras de mi hijo.
GÉNESIS 30:16

Un hombre es, al fin y al cabo, solo humano. Se puede esperar


demasiado de él. Jacob era un hombre que disfrutaba de su trabajo,
pero de camino a casa, al final del día, se pone cada vez más ner-
vioso. Hay hombres que son así. No les gusta volver a casa, porque
no saben lo que les espera allí. La situación familiar de Jacob, con
aquellas dos mujeres, se había complicado muchísimo. A estas al-
turas, Lea y Raquel se disputan descaradamente el amor de Jacob.
Ambas se valen de una esclava. Y cuando el pequeño Rubén vuelve
a casa con unos frutos curiosos que ha encontrado en el campo, Lea
se siente muy feliz. Supuestamente, este tipo de fruto aumentaría
la fertilidad. ¡Como si eso fuera su problema! Raquel, por su parte,
enseguida comienza a negociar. Ella termina por conseguir los fru-
tos y deja que Lea pueda disponer de Jacob por un poco de tiempo.

A Jacob mismo ya no se le oye. Él ya no tiene ni voz ni voto. Le es


demasiado difícil tener que elegir, o tomar decisiones. También en
nuestras familias las cosas se nos pueden complicar mucho. Tanto,
que a veces nos volvemos cínicos y amargados. ¡No lo hagas! A tra-
vés de todo este enredo humano, Dios va obrando según su plan.
¡Refúgiate en Aquel que en Betel dijo a Jacob: Yo estaré contigo!
¿Se acordaría Jacob de esto alguna vez?

LEER: GÉNESIS 30:14-24

214
3 DE JULIO

La bendición autogestionada

... Jehová te ha bendecido con mi llegada; y ahora,


¿cuándo trabajaré también por mi propia casa?
GÉNESIS 30:30

Desde que Jacob se metió en el negocio de Labán, su empresa ha-


bía dado un gran salto adelante. “El Señor me ha bendecido, gracias
a ti”, así lo tiene que admitir Labán. Por eso no quiere que Jacob se
vaya, y espera astutamente las condiciones de pago que le exigirá.
Primero, Jacob le recuerda sutilmente que, efectivamente, su gana-
dería era antes muy poca cosa.

A continuación, con gesto generoso, Jacob dice que se contentará


con las cabras con manchas y las ovejas negras. Apenas había unas
cuantas, pues todas las cabras eran negras y todas las ovejas eran
blancas. Labán cree que Jacob ha cometido un error, y por eso acepta
su propuesta inmediatamente. Ya no dice nada más sobre la bendi-
ción del Señor. Por otra parte, Jacob tampoco, pues, a espaldas de
Labán, comienza sus manejos habilidosos con los animales. Parece
que sabe más de las leyes de genética que los especialistas modernos.
De todos modos, medio año más tarde hay una cantidad sorprenden-
te de cabritos manchados y corderitos negros. Y así aumentaron las
riquezas de Jacob. No fue la mejor manera para caerle más simpático
a su suegro.

Y ¿se podría llamar también a esto bendición del Señor?

LEER: GÉNESIS 30:25-43

215
4 DE JULIO

El salmo de una oveja

Aunque ande en valle de sombra de muerte,


no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo...
SALMO 23:4

Hoy nos toca un salmo. El salmo de una oveja. En el verano, con-


duciendo por bonitos caminos rurales, uno se puede encontrar de
improviso con un rebaño de ovejas o de vacas que justo están cru-
zando la vía pública, al ser llevadas de un pasto a otro. Hay que ir
con precaución, porque los animales son bastante nerviosos, ya que
acaban de dejar lo conocido atrás y tienen que ir por un sendero
lleno de peligros en busca de nuevos pastos. Además, tienen que
prestar mucha atención a los hombres que los van guiando. Este
salmo evoca un cuadro similar.

Con frecuencia, el rebaño tiene que atravesar un valle oscuro. Un


paso de montaña, estrecho y sombrío. En el descenso por aquel co-
rredor, las ovejas se aprietan unas contra otras, instintivamente, y
siguen de cerca al pastor. Así, las ovejas no tienen nada que temer.
De la misma manera, Dios, como el gran Pastor de las ovejas, va
delante de su pueblo y su gente. Confía en Él. Eres solo una oveja. Y
di también: ¡mi Pastor es el Señor mi Dios! Síguele de cerca, sobre
todo cuando hayas de cruzar una frontera, de camino a una nueva
zona de pastos. Incluso en un valle de tinieblas y muerte, tus pies
encontrarán el camino hacia la luz.

LEER: SALMO 23

216
5 DE JULIO

Recurrir a Dios

También Jehová dijo a Jacob: Vuélvete a la tierra


de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo.
GÉNESIS 31:3

Jacob se ve metido en problemas hasta el cuello. Sus cuñados se


han dado cuenta de lo que ha hecho. Ya no le quieren ver ni de lejos,
y tampoco Labán habla apenas con él. La situación se ha vuelto in-
sostenible para Jacob. Sin embargo, aunque hayan pasado ya tantos
años, todavía no ha recibido ninguna noticia de su madre Rebeca.
¿Qué debe hacer ahora? ¿Qué es lo que puede hacer? De pronto,
Dios, en su misericordia, se dirige a él diciendo: “¡Jacob, vuelve a tu
casa, y yo estaré contigo!”

Esto es sorprendente. Cuando las cosas se pongan feas, puedes estar


seguro de poder contar con Dios más que con tu madre. Jacob ela-
bora un plan. Se queja ante Raquel y Lea de su padre. Este le habría
engañado una y otra vez al cambiar constantemente lo convenido
sobre su sueldo (ovejas pintadas: sí, ovejas pintadas: no). Pero Dios
está conmigo, dice Jacob. Y luego cuenta a sus mujeres algo sobre
un sueño en el que Dios le había ayudado en sus artimañas. Pero
Raquel y Lea ya le están dando la razón. Ellas hablan con amargura
de su padre y, por primera vez, las dos están completamente de
acuerdo. “Haz todo lo que Dios te ha dicho”, le dicen. Y eso es lo
que Jacob hace. Resulta llamativo que, cuando la situación llega a
ser crítica, Jacob confía en Dios y no en su propio ingenio.

LEER: GÉNESIS 31:1-18

217
6 DE JULIO

Justicia por fin

¿Por qué me hurtaste mis dioses?


GÉNESIS 31:30

¿Por qué metió Raquel disimuladamente los ídolos de su padre


en su bolsa? Los terafim eran pequeñas figuras de dioses que, por lo
visto, desempeñaban un papel importante en el culto privado de la
familia de Labán. Está claro que Labán era muy devoto de ellos. A
las estatuillas las llama incluso “mis dioses”, y acusa a Jacob de que
él, además de llevarse a sus hijas y nietos, también se ha apropiado
de “sus dioses”. Suena bastante ridículo, pero Jacob reacciona res-
petuosamente. No hace ningún comentario irónico, como: ¡menu-
dos dioses que no pueden cuidar de sí mismos y que te necesitan
a ti!, o algo por el estilo. No, Jacob espera que Labán se vaya tan
rápido como ha venido. ¿Quién de sus esclavos ha sido tan tonto
como para llevarse esos estúpidos ídolos? ¡Ve a buscarlos, Labán!

Como Raquel era muy astuta, Labán no encuentra nada. ¿Qué es


lo que Raquel quiere con estos ídolos? ¿Les atribuye algún valor?
Puede ser. Lo extraño es que ella escondiera aquellos “dioses” sim-
plemente debajo de sus vestidos impuros, lo cual no demuestra de-
masiado respeto. ¿O solamente quería hacerle daño a Labán, aquel
hombre tan insensible que le había arruinado la vida? Eso bien pue-
de ser. Con gran satisfacción fingiría buscar como su padre, casi
con pánico, buscando por todas partes. Estaba completamente fue-
ra de sí. Justicia, por fin.

LEER: GÉNESIS 31:19-35

218
7 DE JULIO

Solo Dios cuidó de mí

... pero Dios vio mi aflicción y el trabajo


de mis manos, y te reprendió anoche.
GÉNESIS 31:42B

Ahora le llega el turno a Jacob para recriminar con dureza a su


suegro. Sagazmente, primero se asegura de tener a los otros hom-
bres como árbitros. A continuación, expone ampliamente sus que-
jas. No le ha robado nada a Labán, dice. Al contrario, año tras año,
día y noche, ha estado trabajando duramente para Labán. Pero éste
solo le ha mostrado ingratitud. Desconfianza, en lugar de confian-
za. Y un engaño calculado en lugar de honestidad. Jacob lo con-
vierte en un espectáculo con mucho drama. No nos ocuparemos de
analizar si todo lo que dice es verdad.

Pero, al final, su voz adquiere repentinamente un tono muy autén-


tico. Emocionado, dice: “Dios vio mi aflicción”. Mi aflicción. Esa
palabra es como un resumen de toda su lucha, sus dificultades y
sus lágrimas. Tuvo que huir de su hermano; cuidarse solo, fue aban-
donado por su madre; y a continuación, fue engañado y explotado
por Labán; zarandeado de un lado a otro entre Lea, Raquel y sus
esclavas. Y ¿quién se preocupó por él en todas esas situaciones?
¿Quién entendió algo de su miseria, su anhelo de volver a casa, sus
sentimientos de impotencia y culpa, y le ayudó? Solamente uno,
dice Jacob. Ese fue el Dios de Abraham y el temor de Isaac. Ese Dios
es también el único consuelo de Jacob.

LEER: GÉNESIS 31:36-42

219
8 DE JULIO

Dios es testigo

Ven, pues, ahora, y hagamos pacto tú y yo,


y sea por testimonio entre nosotros dos.
GÉNESIS 31:44

Finalmente, Jacob y Labán se despiden amistosamente. Es curio-


so que la idea de hacer un pacto venga de Labán. Él también sigue
siendo un hombre astuto. No tiene más remedio que dejar marchar
a sus dos hijas y a todos sus nietos. Ya no podría controlarlos si
Jacob los cuidaba bien. Por lo tanto, propone: ¡hagamos un pacto!

Y así se hace. Un montón de piedras hace las veces de señal conme-


morativa. En la consagración, Labán, solemne, dice en arameo: Jegar
Sahaduta, es decir: piedra del testimonio. Jacob, a su vez, murmura
en hebreo: Galaad, o sea: ¡testigo! Eso significa: que esta piedra sea
testigo. Es posible que con ello quisiera señalar a Dios mismo como
guardador y vigilante de las promesas que se hace la gente entre sí.

Al día siguiente, Labán se marcha, pero no sin despedirse antes de


sus hijos e hijas, y bendecirlos. ¿Besaría también a Jacob? y ¿besaría
Jacob a Labán? Algunas cosas no se olvidan nunca. Pero es bueno
dejarlas atrás. Aunque fuera solo por el bien de los hijos y nietos.

LEER: GÉNESIS 31:46-55

220
9 DE JULIO

Enséñame, oh pobre de mí

Líbrame ahora de la mano de mi hermano,


de la mano de Esaú, porque le temo...
GÉNESIS 32:11

Hay cosas que nunca desaparecen, sino que están siempre ahí,
como unos arañazos profundos que son imposibles de quitar, o
como una culpa oscura que no se despega de los recovecos de nues-
tra alma. Cuando Jacob se acerca a la tierra de Canaán, de repente
le viene Esaú a la mente. ¿Qué le va a decir Esaú? Tan hábil como
siempre, Jacob manda primero a unos mensajeros delante de sí.
Ellos tienen que contarle a Esaú que “tu siervo Jacob está de ca-
mino”, con mucho énfasis en la palabra siervo. Pero Esaú no hace
ningún gesto conciliador. “Ya se ha puesto en marcha con cuatro-
cientos hombres”, así le informan a Jacob, que se lleva un susto tre-
mendo. Tendré que luchar –piensa–, y dividir a toda mi gente en
dos grupos. Puede que uno de los dos logre escapar.

Pero entonces, atenazado por puro miedo, solo puede orar: “¡Oh
Dios, oh Señor, socorro!” Y con mucha emoción y precisión dice:
“Oh Dios, líbrame de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú.
Tengo tanto miedo de que venga y destruya mi vida completamen-
te...” Más que una oración, es un grito.

Se puede hablar noches enteras sobre cómo orar. También hay no-
ches en que ya no se habla, sino que solamente se ora, desde la
angustia del alma: “Enséñame, oh pobre de mí, cómo he de orar.”
Guardemos silencio, pues Dios oye.

LEER: GÉNESIS 32:1-12

221
10 DE JULIO

Fuera con todo


Porque dijo: Apaciguaré su ira con el
presente que va delante de mí, y después
veré su rostro; quizá le seré acepto.
GÉNESIS 32:20B

Mucha gente habla con gran desprecio sobre la oración de súplica,


breve y fervorosa, que se hace en una situación de gran necesidad. Pero
casi nunca hay motivo para ello. ¡Imaginemos que estamos pasando
mucho miedo! Por lo menos, en Jacob despierta muchas reacciones.
Primero piensa: luchar. Luego: orar. Es un orden al que nosotros mis-
mos no somos ajenos. Pero mientras él está orando, entiende que tie-
ne que arreglar unas cuantas cosas con su hermano. Y que no puede
haber nunca paz con Dios si no ha hecho las paces con su hermano.
Así, pues, después de su oración, vemos que se esfuerza en reconci-
liarse con su hermano. Lo hace por medio de un gran regalo. Manda
que nada menos que cinco rebaños pequeños vayan delante de él. No
todos juntos, de una vez, sino con espacio entre ellos. De esa mane-
ra, su regalo causará la máxima impresión. Jacob sigue siendo astuto.

Él se dice: “Apaciguaré su ira con el presente”, así no verá el mal,


y luego veré su rostro. Pero, hay que expiar los pecados. Esto es
algo que Jacob intuye y lo intenta de esta manera. Quizá lo logrará.
Quizá. Pero Dios quiere hacer expiación de todo lo que, a veces
durante años, hemos mantenido oculto. Y eso solo se puede ha-
cer finalmente por medio de la sangre de Jesucristo. Cuando vemos
que, por él, el rostro de Dios se ilumina, mostrando su gracia, en-
tonces ya no tendremos miedo de encontrarnos con un hermano
con el que andamos a la greña desde hace muchos años.

LEER: GÉNESIS 32:13-21

222
11 DE JULIO

Esperar a Dios

Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos


y a todo lo que tenía. Así se quedó Jacob solo...
GÉNESIS 32:23, 24A

¿Se dejaría ablandar Esaú con unas cuantas cabras y asnas, va-
cas y camellas? Jacob no se fía del todo. En medio de la noche se
levanta, despierta a sus mujeres con sus esclavas e hijos y los lleva
a un lugar donde pueden cruzar al otro lado del río Jaboc. Parece
que teme que Esaú le vaya a atacar cuando cruce el Jaboc al día
siguiente. Si fuera así, una vez atrapado entre las orillas escarpadas
no podría escapar a ningún lado, desde luego.

Él mismo regresa. ¿Por qué? ¿Se había dejado algo? ¿O necesitaba


un tiempo para estar solo? Bien podría ser. Cuando estamos muy
estresados, o cuando algo que hemos suprimido durante largo tiempo
vuelve a importunarnos, entonces ¡nos gustaría que se fueran todos,
que nos dejaran un rato! Se dice que, con algunas cosas, uno tiene
que luchar solo. Consigo mismo y con Dios. Pienso, por ejemplo, en
la noche anterior a una intervención quirúrgica, cuando las visitas
se hayan marchado. O cuando, después del entierro de alguien muy
querido, puede que algunos no se marchen hasta horas después,
pero al final uno se queda completamente solo. Las mujeres e hijos
de Jacob están relativamente seguros. Todo lo que podía hacer, lo
ha hecho. Pero ahora queda Jacob mismo. Está esperando una señal
de Dios. El Dios, que le prometió: ¡Yo estaré contigo!

LEER: GÉNESIS 32:22-24 Y SALMO 27:7-10

223
12 DE JULIO

Luchar con Dios

... y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba.


GÉNESIS 32:24B

El relato se vuelve muy emocionante en este punto. Inesperada-


mente, alguien, en la oscuridad, se echa encima de Jacob y lo tira
al suelo. Comienza una dura lucha. Jacob se defiende como puede,
con todas sus fuerzas. ¿Qué lucha es este, con quién? ¿Es con Esaú,
o alguien del campamento de Esaú? No, no es con Esaú. Y tampoco
está luchando con su sombra, ni es una pesadilla. No, es un ángel de
Dios, es... digamos que es Dios mismo, que de repente le trata con
mano dura. Ya que entre Dios y Jacob hay todavía todo un asunto
que queda por resolver antes de que Jacob pueda entrar a la tierra
prometida. Pero Jacob se resiste. Lucha con todas sus fuerzas. El án-
gel de Dios no lo tiene nada fácil. Y, más que eso, parece que Jacob
es más fuerte que el ángel. Éste no logra doblegarlo.

Puede que reconozcamos algo de esta situación. Así podemos ver-


nos frente a nosotros mismos, cuando una noche surge algo que
creíamos enterrado profundamente en nuestro interior. ¡Cómo nos
resistimos a ello! Es una lucha a muerte. Una lucha con Dios. Algu-
na gente se resiste durante años. Su relación con Dios consiste en
una lucha de muchos años. Pero llegará un día en que Él vence. Ya
no podrá uno esconderle nada, ni justificarse ante Él. Ya no podrá
hacerlo. No será un momento fácil, pero sí uno de los más benefi-
ciosos de su vida.

LEER: GÉNESIS 32:24B-25 Y SALMO 116:1-4

224
13 DE JULIO

Tocado por Dios


Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó el
sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo
de Jacob mientras con él luchaba.
GÉNESIS 32:25

Jacob sigue luchando desesperadamente. Pero entonces, el án-


gel de Dios le da un golpe en la cadera. No es un golpe fuerte, Dios
solamente le toca la cadera. Dios apenas tiene que hacer nada para
que Jacob caiga al suelo, retorciéndose de dolor. Dios le tiene que
hacer daño, antes de que se rinda. Me temo que así pasa muchas ve-
ces. Pocas veces, Dios nos vence cuando somos fuertes. No es hasta
que estamos apartados que nos ponemos a pensar de verdad. No es
hasta que estamos tumbados un rato, enfermos en la cama, o rela-
jados en vacaciones, cuamdo llegamos a ver las cosas con nitidez.

“Déjame ir”, dice entonces el ángel de Dios. Pero Jacob sigue afe-
rrándose a él. De lo más profundo de su corazón, le dice: “No te
dejaré, si no me bendices.” Esa es una oración muy sorprendente.
Sobre todo después de haber engañado a su padre, su hermano y su
suegro para conseguir las mayores bendiciones. Ahora se da cuenta
de que solo Dios puede bendecirle. Y que, solo entonces, uno es
verdaderamente bendito.

Por eso: “No te dejaré, si no me bendices.” ¡Señor, háblame! ¡Dime


una vez más: Yo estaré contigo! Quien así llame a la puerta del cora-
zón de Dios, nunca llama en balde. Jesús mismo lo garantiza.

LEER: GÉNESIS 32:25-26 Y SALMO 116:5-11

225
14 DE JULIO

Un nombre nuevo
Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre?
Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá
más tu nombre Jacob, sino Israel...
GÉNESIS 32:27-28A

Si Dios pregunta por tu nombre, no te pregunta cómo te lla-


mas: Guillermo, Juan Miguel o Juanita quizás, sino que te pregunta
quién eres. Jacob no se anda con rodeos y responde: Jacob. Esta
palabra suena como una confesión. Con esta sola palabra se queda
como desnudo ante Dios. Nunca ha sido tan sincero como ahora.
¡Jacob! No resulta fácil decirlo. Eso, a veces, puede llevar horas,
noches, años...

“No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel,” le dice Dios. Literal-
mente, ese nombre significa: Dios lucha. Dios y lucha van unidos.
No se puede servir a Dios nunca de manera cómoda. Siempre im-
plica tener que luchar mucho con Dios y con personas que nos lo
ponen difícil, y sobre todo con nuestro propio corazón rebelde. Así,
el nombre de Israel nos recuerda la lucha de Jacob. Aunque Dios
tuvo que tumbarlo bruscamente, pues para Él es más precioso el
que lucha que el que huye. Eso se ve con Job y con Pablo. Y sobre
todo con Jesús.

Vemos la lucha de Jesús, antes de que dijo: “No lo que yo quiero,


sino lo que tú.” (Marcos 14:36). ¡Alabadle! Gracias a Él, sabemos de
un nombre nuevo y una vida nueva, reconciliados y limpiados. Dios
ya no mira lo que hay en nuestro pasado. No lo hagamos nosotros
tampoco.

LEER: GÉNESIS 32:27-29 Y SALMO 105:4-11

226
15 DE JULIO

También Esaú es bendecido

Acepta, te ruego, mi presente que te he traído, porque


Dios me ha hecho merced, y todo lo que hay aquí es mío.
GÉNESIS 33:11

Jacob sigue luchando desesperadamente. Pero entonces, el án-


gel de Dios le da un golpe en la cadera. No es un golpe fuerte, Dios
solamente le toca la cadera. Dios apenas tiene que hacer nada para
que Jacob caiga al suelo, retorciéndose de dolor. Dios le tiene que
hacer daño, antes de que se rinda. Me temo que así pasa muchas ve-
ces. Pocas veces, Dios nos vence cuando somos fuertes. No es hasta
que estamos apartados que nos ponemos a pensar de verdad. No es
hasta que estamos tumbados un rato, enfermos en la cama, o rela-
jados en vacaciones, cuamdo llegamos a ver las cosas con nitidez.

“Déjame ir”, dice entonces el ángel de Dios. Pero Jacob sigue afe-
rrándose a él. De lo más profundo de su corazón, le dice: “No te
dejaré, si no me bendices.” Esa es una oración muy sorprendente.
Sobre todo después de haber engañado a su padre, su hermano y su
suegro para conseguir las mayores bendiciones. Ahora se da cuenta
de que solo Dios puede bendecirle. Y que, solo entonces, uno es
verdaderamente bendito.

Por eso: “No te dejaré, si no me bendices.” ¡Señor, háblame! ¡Dime


una vez más: Yo estaré contigo! Quien así llame a la puerta del cora-
zón de Dios, nunca llama en balde. Jesús mismo lo garantiza.

LEER: GÉNESIS 32:25-26 Y SALMO 116:5-11

227
16 DE JULIO

Purificad el alma y vuestras cosas


Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con
él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros,
y limpiaos, y mudad vuestros vestidos.
GÉNESIS 35:2

Aunque somos padres, a veces estamos tan ocupados con noso-


tros mismos, que descuidamos todo lo demás. Es muy probable que
dentro de nada hayamos perdido el control sobre nuestros hijos.
Cuando Dios le recuerda a Jacob el voto que hizo en Betel, Jacob
comprende que no puede aparecer así sin más ante Dios, con su
familia. Hace tiempo ya que sus hijos no le hacen caso. Sus hijos
varones, entre tanto, han llegado a ser notorios en la región, sobre
todo Leví y Simeón, dos hermanos de Dina, que salió una noche a
divertirse en Siquem. Luego esto desembocó en un drama multi-
cultural de proporciones inmensas. Jacob no podía pensar que to-
davía habría una posibilidad de que su familia pudiera aspirar a la
ciudadanía de aquel lugar.

Y ahora Dios viene a buscarlo. ¿Jacob, te has olvidado de Betel?


Por un instante, le vemos empequeñecerse, pero luego reacciona
y golpea la mesa con el puño. ¡Basta ya con todo ese paganismo en
su casa!, dice, ¡fuera todos esos dioses extraños!, ¡fuera todos esos
aretes estúpidos! Limpiaos, purificad el corazón y el alma. Y, fijé-
monos, lo hacen. Como si estuvieran esperando al Jacob de antes.
Así sale Jacob hacia Betel. Y da gracias a Dios, por actuar en su vida.

LEER: GÉNESIS 35:1-15

228
17 DE JULIO

Dios tiene la última palabra

Y... ella llamó su nombre Benoni;


mas su padre lo llamó Benjamín.
GÉNESIS 35:18

Raquel se muere de agotamiento y de dolor. “¡No temas, tienes


otra vez un hijo!”, le anima la mujer que la ayuda en el parto. Pero ya
ni siquiera eso tiene efecto. Cuando nació José, Raquel había excla-
mado, apasionada: ¡otro más, por favor! Después de la purificación
de la familia, en la que se habían quitado todos los dioses extraños,
incluidos los de su padre, y después de las promesas llenas de gracia
de Dios en Betel, ella se había quedado embarazada de nuevo, por
fin. Uno espera que algo así sea un nuevo comienzo. Pero no sale
como se esperaba. La escuchamos decir llorando: Benoni, “hijo de
mi tristeza”. ¡Qué amarga puede ser la vida a veces! No podemos
evitar el pensar que Raquel se merecía algo mejor. Había sido trata-
da tan mal por su padre; tenía que compartir siempre a Jacob. Y su
última palabra es: Benoni. ¡Qué triste, morir así!

“¿Ha dicho algo, al final?, pregunta Jacob. No, solo: Benoni. Se ve


que Jacob se emociona. Él niega con la cabeza: no, no será llama-
do Benoni, sino Benjamín, hijo de la mano derecha; de Raquel, mi
mano derecha. No el dolor de la vida, sino la fidelidad de Dios es la
que tendrá la última palabra. Jacob coloca una piedra bonita sobre
la tumba de Raquel. ¿Qué color escogería para esa piedra? Me ima-
gino que rojo. “Tus labios como hilo de grana, y tu habla hermosa”
(Cantares 4:3).

LEER: GÉNESIS 35:16-20

229
18 DE JULIO

El Dios de Jacob

Después vino Jacob a Isaac su padre a Mamre,...


donde habitaron Abraham e Isaac.
GÉNESIS 35:27

Martín Lutero dijo en una ocasión que la fe a menudo no es mu-


cho más que la duda consolada. Jacob también sabía mucho de esto.
La vida le ha pasado factura. Cada día siente la pérdida de Raquel.
Tiene problemas de cadera. Le cuesta cada vez más caminar. Entre
sus hijos ha comenzado ya la lucha por el poder y la bendición del
padre. Rubén, el hijo mayor de Lea, se acuesta con Bilha, la esclava
de Raquel. No por placer, sino únicamente para mostrar que él será
luego el mandamás. Jacob se entera de ello y lo aborrece. ¿Ya no hay
nada sagrado? Pero quizás piensa también en sí mismo, hacía más
de veinte años, en la tienda de Isaac.

Pasando por varios sitios, Jacob llega finalmente a Hebrón, don-


de vive su anciano padre. Justo a tiempo, ya que muy poco tiempo
después se muere. ¿De qué hablarían? ¿Pediría perdón Jacob? ¿Pre-
guntaría si su padre no se enteró de veras? Sobre una cosa están
de acuerdo: somos y seguiremos siendo extranjeros. Peregrinos, de
camino a la ciudad de Dios. Afortunadamente, Dios no es solo el
Dios de Abraham, sino también de Isaac. E incluso de Jacob. No hay
nombre que traiga más consuelo que “el Dios de Jacob”.

LEER: GÉNESIS 35:21-29

230
19 DE JULIO

Una situación nueva

Aconteció después de la muerte de Josué,


que los hijos de Israel consultaron a Jehová...
JUECES 1:1

En las próximas semanas leeremos en el libro de Jueces. Las his-


torias de este libro se desarrollan después de la entrada en la tierra
prometida, bajo la dirección de Josué. Es un tiempo de gran confu-
sión y de búsqueda de la dirección correcta en una situación nueva.
Así como, después de la muerte de los padres, los hijos tienden a
hacer con su herencia lo que les parezca mejor, así también hacen
las doce tribus después de la muerte de Josué. Por cierto, no lo ha-
cen sin antes haber consultado juntos a Dios. A los hombres de la
tribu de Judá se les asigna un papel destacado.

Muy pronto, al rey cananeo Adoni-bezec le cuesta sus pulgares y


sus dedos gordos del pie. A nuestro parecer, esto es una muestra
muy cruel de humillar y torturar. Pero –así se nos cuenta– este
método fue la propia especialidad de aquel hombre. Por lo visto,
Adoni-bezec disfrutaba del espectáculo de sus adversarios sin pul-
gares, intentando recoger las migajas que él les lanzaba desde su
mesa. Ahora le toca a él. “¡Como yo hice, así me ha pagado Dios!”,
dice. Por lo menos, es muy sincero. Puede que para tales personas
no todo esté completamente perdido, si oran como hizo el criminal
en Gólgota: ¡Señor, acuérdate de mí! ¿Lo haría Adoni-bezec?

LEER: JUECES 1:1-9

231
20 DE JULIO

Los padres dan una bendición,


no una propina
Ella entonces le respondió: Concédeme un don; puesto que me
has dado tierra del Neguev, dame también fuentes de aguas.
JUECES 1:15A

No hay que subestimar a esa Acsa. Puede que su padre Caleb la


pusiera como premio mayor en la conquista de la ciudad de Qui-
riat-sefer, pero cuando ella llega, montada en un asno para ser en-
tregada al ganador Otoniel, no pierde el tiempo y aprovecha el mo-
mento para abordar a Otoniel. Y a su padre le pide inmediatamente
un bonito campo para vivir en él. Al parecer, Caleb se lo concede en
el acto, pero, ahora que la batalla ya ha sido ganada, él se ha vuelto
de repente muy tacaño. Al parecer, solo le da a la joven pareja un
terreno de montañas yermas y secas.

Acsa se da cuenta en seguida. Ella conoce mejor a su padre que Oto-


niel, el hermano pequeño de Caleb. Este, probablemente, admira
mucho a su hermano, como a menudo suele ser el caso de jóvenes
que tienen un hermano mayor que es famoso. A algunos les marca
incluso casi toda su vida. A Acsa no le afecta. Ella se baja del asno y
dice a su padre Caleb: “¡Dame un regalo! ¡Un verdadero regalo! Li-
teralmente dice: dame una bendición, padre, no una propina, sino
una verdadera bendición. Una tierra como aquella, tan árida, no es
ninguna bendición. Dame también fuentes de aguas. Sin agua, todo
queda seco e infértil.” Caleb, tan mezquino antes, no puede contra
ella. Acsa recibe lo que desea. Me parece que una mujer como Acsa
es un hermoso premio para ganar. Una mujer independiente como
ella es pura bendición.

LEER: JUECES 1:10-21

232
21 DE JULIO

Betel o Belén

También la casa de José subió contra Betel...


JUECES 1:22A

Juzgando por cómo suena, parece esto un texto del Evangelio na-
videño. Sobre José, que también subió a Belén. Pero hasta que eso
suceda, queda todavía mucho tiempo. Con José se refiere a las tri-
bus del norte. Después de Judá y Benjamín, ahora son ellas las que
entran en acción para conquistar las tierras donde vivir. Todas y
cada una de las tribus se sirven del método de la limpieza étnica. En
la ciudad de Betel se comete incluso un genocidio, tras la traición
de uno de los habitantes. ¿Le coaccionaron para que traicionara a
su ciudad? Llama la atención que no se hace amigo de las tribus de
José. Las deja tan pronto como puede, para ir a vivir a la tierra de los
heteos, y allí funda algo así como la Nueva Betel.

Las otras tribus no tienen tanto ‘éxito’ en sus batallas. Aunque lo-
gran someter a la población autóctona, no son capaces de expulsar-
los. Pese a que de esta manera no cumplen la voluntad expresa de
Dios, podría ser que precisamente por eso siguen la voluntad más
profunda y misericordiosa de Dios, por lo que estarían más bien
de camino a Belén y al Dios de Belén. También José fue, no contra
Betel, sino a Belén (Lucas 2:4). Para nosotros ésta tiene que ser
también la dirección a seguir, pues Jesús es el Salvador del mundo.
¡Toda nación le adorará!

LEER: JUECES 1:22-36

233
22 DE JULIO

Para ponerse a llorar

Y llamaron el nombre de aquel lugar Boquim.


JUECES 2:5A

Boquim significa: “lugar del llanto”. ¿Por qué lloran tanto, esos
israelitas? Porque se han quedado impresionados por las palabras
de un ángel, que aparece como orador principal de la asamblea
nacional en la que todos juntos evalúan la situación en la tierra
prometida. En realidad están bastante satisfechos con el resultado
alcanzado. Pero el ángel les hace saber que deben apartarse más
claramente de los habitantes de la tierra, derribar sus altares y no
hacer pactos con ellos. En suma: que mantengan distancia e im-
pidan como puedan ese culto pagano. Porque si los israelitas deja-
ran de perfilarse como pueblo de Dios y, con ello, como gente que
vive de manera diferente, entonces, en el futuro, tendrían muchos
problemas y no podrían contar con el apoyo de Dios.

El pueblo reacciona emocionado ante aquel mensaje, ya que son cons-


cientes de que, sin Dios, están perdidos. Y más aún en un entorno tan
pagano. Pero ¿exterminar a aquellos paganos como si se tratara de la
peste avícola? ¿No es eso acaso algo para ponerse a llorar? ¿Es posible
que esa sea la voluntad de Dios? Los israelitas lloran y ofrecen sacri-
ficios a Dios. Es como decir: “Señor, quédate con nosotros y enséña-
nos a serte fieles, personalmente y como congregación, en medio de
todos esos pueblos de otra cultura.” Eso siempre es mucho más difícil.
Sólo se puede hacer con mucha oración; si no, uno perdería enseguida
la fe. Y sí eso fuera de verdad motivo tendrían para ponerse a llorar.

LEER: JUECES 2:1-9

234
23 DE JULIO

Buenos tiempos, malos tiempos


Y cuando Jehová les levantaba jueces, Jehová
estaba con el juez, y los libraba de mano de
los enemigos todo el tiempo de aquel juez...
JUECES 2:18A

Ser liberados por Dios es una cosa, pero la práctica de vivir cada
día delante del rostro de Dios, esa es otra cosa bien distinta. Las
tribus de Israel en la tierra prometida lo encontraron muy difícil.
Según el autor de este libro de Jueces, se alternan los buenos tiem-
pos con los malos de la siguiente manera:

1. Económicamente todo va viento en popa, a continuación abando-


nan a Dios como alguien prescindible y traban amistad con los
vecinos paganos y su religión.
2. Dios, a su vez, les da la espalda y los entrega en manos de saquea-
dores y otros vecinos encantadores.
3. El pueblo clama a Dios hasta quedarse ronco.
4. Dios se conmueve y provee una figura del tipo de Moisés, al que se le
llama juez, en esta época. Ese es un hombre de mucho carisma, cuyo
cometido es: liberar, juzgar y restablecer el orden. Entonces, todo
suele ir bien durante una generación. Pero luego, vuelta a empezar.

Los buenos tiempos son, para todos los seres humanos, casi siempre
como trampas. Se suele aprender mucho más de los malos tiempos,
ya que enseguida uno se da cuenta de sus límites y posibilidades. Y
sí, eso es lo que Dios quiere. Es humillante que las cosas funcionen
de este modo, también para nosotros. Solo cuando uno acaba en un
hospital, comienza por fin a gemir y clamar. A veces, efectivamen-
te, hasta quedarse ronco.
LEER: JUECES 2:10-23

235
24 DE JULIO

¿Estás disponible?

Y el Espíritu de Jehová vino sobre él,


y juzgó a Israel, y salió a batalla...
JUECES 3:10A

Ya conocemos a Otoniel como el marido algo tímido de Acsa. Un


hombre al que le da mejor luchar que negociar con su suegro. Cada
cual según el don que tiene... Pero no fue por casualidad que el
Espíritu de Dios lo llamara precisamente a él primero, para librar
a Israel de Cusan de Mesopotamia. Aquel hombre tenía por sobre-
nombre: risataim, o sea, el que es doblemente malo (negrura de
iniquidad).

Aquello era realmente un cometido adecuado para Otoniel, piensa


uno. Sobre todo, teniendo presente que el Señor mismo lo dirige
todo. Es Dios mismo quien llama a Otoniel. El texto dice literal-
mente: lo levantó, o lo suscitó. Según parece, Otoniel se había vuel-
to comodón con el tiempo. Y Acsa también. Eso es lo que pasa,
muchas veces. Poco a poco vamos perdiendo todo el entusiasmo de
la juventud y, al final, lo único que nos interesa es la casa y el ocio.

Pero entonces, de repente, Dios le toca de nuevo. Dios, y no Acsa


con su audacia y determinación. Otoniel obedece su llamamiento
y se pone a disposición de Dios. Y Dios le arma con el don de su
Espíritu. A eso sigue un periodo de cuarenta años de reposo. Con
frecuencia, el número cuarenta indica la paciencia de Dios.

LEER: JUECES 3:5-11

236
25 DE JULIO

Zurdo

... y Jehová les levantó un libertador,


a Aod hijo de Gera, benjamita, el cual era zurdo.
JUECES 3:15

Después de dieciocho años bajo la tiranía de Eglón rey de Moab,


el pueblo de Israel está con el agua al cuello. Claman a Dios, para
que les ayude. Y esa ayuda viene en la persona de Aod, un hombre
que era zurdo, como lo eran muchos de los hombres de Benjamín.

De todos modos, no leemos nada acerca de una orden directa de


Dios para asesinar a Eglón. Tampoco si Aod solía participar en el
culto a Dios. Parece ser, esencialmente, una actuación astuta y va-
liente de Aod mismo. Para empezar, actúa como si no pasara nada
y paga los tributos debidamente. Así, nadie sospecha nada cuando
luego él vuelve solo, sin compañía. Eglón, incluso, se levanta por
respeto cuando Aod le dice que tiene una palabra de Dios para él.
Pero, en lugar de hablar, Aod saca con su mano izquierda el puñal
de dos filos y se lo clava en el voluminoso abdomen de Eglón, hasta
hundirse en él por completo. Y luego se hace el silencio.

Rápidamente escapa de allí y toca el cuerno, convencido de que


Dios está con él. Y así, Aod muestra ser un hombre de Dios. Por
medio de él, Dios da reposo a la tierra, ¡ochenta años!

LEER: JUECES 3:12-30

237
26 DE JULIO

El juez con la aguijada de bueyes


Después de él fue Samgar hijo de Anat, el cual mató
a seiscientos hombres de los filisteos con una aguijada
de bueyes; y él también salvó a Israel.
JUECES 3:31

El número tres de la serie de libertadores o jueces de Dios es


un tal Samgar. Su origen es un poco dudoso, puesto que Anat es el
nombre de una deidad cananea. ¿Acaso era Samgar mismo también
cananeo? Es posible. Desde hacía mucho tiempo, aquel pueblo es-
taba bajo la maldición de Dios (Génesis 9). Sin embargo, a veces,
las cosas pueden tomar otro cariz y la maldición puede convertirse
en bendición: Samgar toma partido por el pueblo de Dios. Armado
solamente con un aguijón de bueyes, la emprende a golpes y acierta
nada menos que seiscientas veces.

No sabemos nada más de Samgar. Dios se sirve a veces de libertado-


res extraños; no solo de valentones bien entrenados como Otoniel,
sino también de un tal Samgar con su aguijón de bueyes. En Israel,
la gente no le ha olvidado. ¡Cómo golpeó ese Samgar a los incircun-
cisos filisteos con aquella vara, que solía utilizar para conducir a sus
toros castrados! ¡Fantástico juez, ese Samgar! El juez con la vara
puntiaguda. Tras él, se ilumina la silueta del Buen Pastor, que sale
a la defensa de sus ovejas e incluso da su vida por ellas. ¡Jesucristo!
“No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu
cayado me infundirán aliento.” (Salmo 23:4).

LEER: JUECES 3:31

238
27 DE JULIO

Al fin y al cabo,
es solo un hombre
Barac le respondió: Si tú vas conmigo,
yo iré; pero si no vas conmigo, no iré.
JUECES 4:8

¿Por qué insiste Barac en que Débora vaya con él? Eso no da la
impresión de que sea alguien fuerte. Este hombre ya no es un niño,
¿no? Claro que no. Pero el enemigo, contra el que ha de luchar Ba-
rac, tiene nada menos que novecientos carros herrados. Barac se da
cuenta de que él no va a poder hacer nada, a no ser que Dios mismo
se ponga al frente de su ejército. Solo entonces está dispuesto a en-
trar en el campo de la batalla. Por eso quiere que Débora le acom-
pañe, porque la conoce como una profetisa de Dios, que siempre
intuye perfectamente lo que es la voluntad de Dios. Pues por eso le
habían dado a Débora la posición de juez en el norte de Israel.

Barac comprende que necesita que alguien le apoye con la oración.


Alguien con visión y fe. También los hombres son, al fin y al cabo,
solo hombres. Asimismo, sus fuerzas son muy limitadas. Eso lo ha-
bía entendido muy bien, Barac. Nuestras propias fuerzas no signi-
fican nada. Jesús dice más tarde: “¡Sin mí, nada podéis hacer!” Por
lo tanto, Barac no quiere emprender nada sin el apoyo y la ayuda de
Débora, ya que no quiere hacer nada sin Dios. Que de ese modo la
gloria de la victoria pueda recaer sobre una mujer, no es algo de lo
que Barac tenga que avergonzarse algún día, ni nosotros tampoco.

LEER: JUECES 4:1-10

239
28 DE JULIO

La mano de una mujer


Levántate, porque este es el día en que Jehová ha
entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido
Jehová delante de ti?
JUECES 4:14

Si Dios va delante, no hay que tener miedo a ninguna batalla.


Ni siquiera hay que temer a Sísara con sus carros de hierro. De
repente, se desata una tormenta descomunal (Jue. 5:21), por lo que
el arroyo de Cisón, donde Sísara forma sus filas, se desborda y con-
vierte el suelo en un lodazal. De nada le sirven los carros de hierro,
pues estos se atascan irremediablemente. No habían contado con
eso. Sísara también se queda completamente atrapado. Abandona
rápidamente su carro y huye a pie en dirección a la familia de He-
ber, no lejos del campo de batalla. Con aparente amabilidad, Jael le
recibe en su tienda. Pero cuando el hombre se ha quedado dormido,
le clava una estaca en la cabeza, atravesándola. ¿Había escuchado
Jael algo sobre la crueldad de aquel hombre, o acaso la había sufrido
ella misma?

Sea como sea, cuando llega Barac, corriendo y jadeando, todo ya ha


pasado. Así pasa a menudo. En los momentos cruciales, Dios mismo
da el golpe decisivo. Esta vez no por medio de la mano de un hom-
bre, sino por mano de mujer. Y aquí mismo por medio de una mujer
tan sencilla como Jael. Débora ya lo había dicho. Menos mal que
Barac la había llevado. El Dios de Débora no le ha decepcionado.

LEER: JUECES 4:11-24

240
29 DE JULIO

Madre en Israel
Las aldeas quedaron abandonadas en Israel,
habían decaído, hasta que yo Débora me levanté,
me levanté como madre en Israel.
JUECES 5:7

En nuestra sociedad, ser madre es algo que pertenece puramente


a la vida privada. No cuenta como profesión o como experiencia
laboral importante, no tiene importancia en el currículum vitae. En
Israel era muy diferente. “Madre en Israel” era, con mucho, el títu-
lo más importante que las mujeres podían obtener. Pues así cons-
truían la nación de Israel, literalmente, con hijos e hijas.

De igual manera, Débora era consciente de su papel como dirigente


y constructora de su pueblo. No había hombre que se atreviese a
levantar su lanza –canta ella–. Los caminos y las aldeas quedaron
abandonados. Todo el mundo tenía miedo, no había dirigentes. En
ninguna parte había hombres que se atrevieran a entablar la lucha y
dirigir al pueblo. Pero entonces, se levantó Débora. Dios la levantó.
¡Como una verdadera madre en Israel! No se nos dice si ella tenía
hijos, muchos o pocos. Podría ser, pero también cabe la posibilidad
de que no tuviera ninguno. Lo determinante es, sobre todo, si la
mujer quería servir al pueblo, y ayudar a edificarlo, con hijos o sin
ellos. Al fin y al cabo, no se trata solamente de parir, sino también
de construir. Y no es que toda madre de Israel fuera igualmente una
madre en Israel y para Israel. Estas últimas, todas, reciben el título
honorífico. Así también Débora: ella es madre en Israel. Por ello da
gracias a Dios de todo corazón.

LEER: JUECES 5:1-11

241
30 DE JULIO

Deliberar

Entre las familias de Rubén hubo


grandes propósitos del corazón.
JUECES 5:16B

Es evidente que la tribu de Rubén no reaccionó adecuadamente,


en opinión de Débora. Mientras acudían de todos lados las tropas
de refuerzo, incluso de pequeñas e insignificantes tribus como Ben-
jamín, Zabulón e Isacar, había también tribus que no aparecieron.
No se menciona por ejemplo a Judá. Y Aser, se dice literalmente, se
quedó en la playa. Son como aquellas personas que suelen decir en
el último momento: ¡No cuenten conmigo por ahora! Los rubenitas
parece que eran buenos en celebrar reuniones y presentar enmien-
das. No les interesaba actuar en conjunto. Para ello tenían muchas
razones, sobre las que habían de deliberar interminablemente, por
lo visto. Puede que todos esos razonamientos sean convincentes.
Pero el texto dice “propósitos del corazón”, porque, con tanto re-
unirse, no pasan a la acción, sino que se quedan entre los rediles,
para escuchar las melodías familiares de sus salmos pastoriles y los
balidos de sus rebaños. En todo caso, no reaccionan al toque de
trompeta de Débora.

Pero, afortunadamente, había una mujer como Débora. Y un hom-


bre como Barac, proveniente de la menospreciada tribu de Neftalí.
Ellos hicieron lo que tenían que hacer. Ellos marcaron la diferen-
cia. Y así, Israel volvió a ser otra vez el pueblo de Dios.

LEER: JUECES 5:12-23

242
31 DE JULIO

Como el sol cuando sale

Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová; mas los


que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza.
JUECES 5:31

¡Qué agotador puede resultar el sol al mediodía, pero qué esti-


mulante es por la mañana temprana, cuando sale! Se nota en el am-
biente que la oscuridad es vencida por la luz. El que estaba lleno de
desazón, cobra ánimo de nuevo. El que se sentía desesperadamente
solo, ve otra vez las cosas en perspectiva. “Hazme oír por la mañana
tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino
por donde ande, porque a ti he elevado mi alma” (Salmo 143:8).

Débora parece ser también una persona madrugadora. Por lo me-


nos, tiene algún parecido con el sol naciente: ¡inspira y anima! Un
sol que estimula y hace que uno se levante con alegría. Según Dé-
bora, a los que aman a Dios, las cosas de la vida se les hacen cada
vez más claras, como el sol cuando sale. Ellos distinguen lo que es
importante y no les tiembla el pulso a la hora de acabar con un tira-
no como Sísara. “¡Bendita sea entre las mujeres Jael!” Pero bueno,
¿se puede decir esto así, sin más? ¿No tiene Débora ninguna duda
siquiera a raíz de lo que Jael ha hecho? Obviamente, no la tiene. Por-
que demasiada gente ha sufrido bajo Sísara, con su horrenda madre
y sus arrogantes damas de la corte. Ellas hablan de la violencia de Sí-
sara, de los saqueos y violaciones, como si fuera algo de lo más nor-
mal. Mujeres así no tienen futuro. Los enemigos de Dios perecen.

LEER: JUECES 5:24-31

243
AGO
1. Vivamos confiando en lo que Dios dice. 247

2. El menor. 248

3. Jóvenes inspiradores. 249

STO
4. Una señal de Dios. 250

5. Demasiadas tropas de apoyo. 251

6. Y la tienda cayó. 252

7. Vamos al rebusco. 253

8. Venganza. 254

9. Cuidémonos de la egolatría. 255

10. El hombre-zarza . 256

11. Un mal espíritu. 257

12. Retribución. 258

13. Devoción. 259

14. Dieciocho años. 260

15. Prejuicio. 261

16. Mejor llegar a un acuerdo que luchar. 262

17. Pensar antes de prometer. 263

18. Shibolet. 264

19. Aire. 265

20. Saber y sufrir. 266

21. ¡Disfruta o revienta! 267

22. Perciban. 268

23. Cada tiempo es tiempo de Dios. 269

24. Igual no es lo mismo. 270

25. Nuestra motivación. 271

26. Uno, dos, tres. 272

27. La tentación de la popularidad. 273

28. Guarda tu pie. 274

29. Un ministro de agricultura. 275

30. Alabar, no preocuparse. 276

31. Descanse en paz. 277


1 DE AGOSTO

Vivamos confiando
en lo que Dios dice
Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está
con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto?
JUECES 6:13

Gedeón no es alguien dispuesto a escuchar comentarios pia-


dosos. La situación, en todo el país, es caótica, y nadie parece ser
capaz de defender la tierra de Israel. Grupos de madianitas y ama-
lecitas campan a sus anchas por todo el país, saqueando y sembran-
do el terror, sin que nadie se lo impida. En la época de la cosecha
es previsible que aparezcan. Se lo llevan todo, no dejan nada. Para
Gedeón, eso es motivo para trillar el trigo en el lagar, a escondidas.
Allí le encuentra el Ángel de Dios y le dice: ¡El Señor está contigo!
Bueno, eso, Gedeón lo duda mucho.

Quizás tú también tengas dudas, porque el hecho de que haya tan-


tas cosas que te complican la vida no parece ser una señal de la
presencia de Dios. A veces parece que las dificultades nunca se aca-
ban. Ahora es una cosa, y luego otra. Gedeón niega con la cabeza:
“El Señor nos ha desamparado” –dice–, el Señor nos ha entregado.
En el pasado, se oía a veces de una intervención especial de Dios,
¿pero ahora?

Es una queja muy comprensible. No obstante, ¡no hay que vivir


guiándose por lo que se ve, sino por lo que Dios dice! Él es un Dios
cercano. Jesucristo nos lo garantiza.

LEER: JUECES 6:1-13

247
2 DE AGOSTO

El menor

He aquí que mi familia es pobre en Manasés,


y yo el menor en la casa de mi padre?
JUECES 6:15

Ser el menor de la familia no siempre es una ventaja. Ciertamen-


te no lo es cuando a uno le han precedido una serie de hermanos
que son el orgullo de los padres. Siempre con buenas notas en el
colegio, estudios sin interrupciones, noviazgos sin complicaciones,
buenos trabajos. Y luego, llegaste tú. En todas partes eres ‘la her-
mana de’ o ‘el hermano de’. Puede que eso te provoque un miedo al
fracaso. ¿Es eso lo que le pasa también a Gedeón?

Cuando el ángel le encarga, en nombre de Dios, ir a liberar a Israel,


lo único que logra decir es: Señor, no puedo hacer gran cosa. Soy el
menor de la familia. Y mi familia tampoco tiene mucho peso aquí.
Yo, nosotros, somos insignificantes.

En sí, es una reacción muy comprensible, pero totalmente equivo-


cada. Sobre todo cuando es Dios quien nos llame y nos encomiende
una tarea. A veces, es una tarea muy especial o muy difícil. En la
familia, por ejemplo, o en el cuidado de alguien que está a nuestro
cargo. O como miembro del consejo de la iglesia. ¿Y cómo reaccio-
namos? ¿No puedo hacer eso? ¿Soy demasiado joven? ¡No hay que
contar los dones o las capacidades propias, sino las promesas de
Dios! Si Él nos envía, entonces somos aptos. Y la Biblia está llena
de promesas para gente desanimada.

LEER: JUECES 6:14-24

248
3 DE AGOSTO

Jóvenes inspiradores

Si es un dios, contienda por sí mismo


con el que derribó su altar.
JUECES 6:31B

El padre de Gedeón es un hombre listo. No quiere entregar a su


hijo. Siendo el alcalde del pueblo, por lo visto ha participado en
el culto a Baal, una tentación que muchos mandatarios no podían
resistir. Se sentían obligados, por el empleo y la posición, a seguir
las tendencias de su tiempo. Aparentemente, el padre de Gedeón
era un tipo así.

Pero ahora que Gedeón, con la ayuda de diez siervos, ha destrui-


do completamente el altar de Baal, construido en su lugar un altar
para Dios y convertido en leña la imagen en forma de palo dedicada
a Asera, a Joas se le abren los ojos. ¡Qué tontería, en realidad, es
ese culto a Baal! ¡Qué necio soy, por seguirlo! Si Baal es un dios de
verdad, ¡no hace falta que peleemos sus batallas!

Su razonamiento tiene mucha lógica. ¿O es gracias al Espíritu de


Dios, que este hombre ve las cosas de repente tan claras? ¡Gracias
al acto de fe de Gedeón! Seguro que Joas no es el único que por la fe
de su hijo encuentra otra vez el camino a Dios. Aunque seas el más
pequeño de la familia, no te avergüences de mostrar tu fe. La fe de
los jóvenes puede ser muy inspiradora para una generación mayor
que se ha ido olvidando de Dios.

LEER: JUECES 6:25-32

249
4 DE AGOSTO

Una señal de Dios

Si has de salvar a Israel por mi mano, como has dicho,


he aquí que yo pondré un vellón de lana en la era...
JUECES 6:36, 37

Ahora la situación se torna verdaderamente emocionante. Un


gran ejército de madianitas y sus aliados invaden el norte de Israel.
Y, después de siete años, por fin hay alguien que vuelve a tocar el
cuerno. Es Gedeón de Ofra, el hombre con el nombre nuevo de Je-
robaal. Lleno del Espíritu de Dios, se ha olvidado por un momento
de su inseguridad y miedo al fracaso. Lo que nadie se atreva a hacer,
lo hace Gedeón.

Pero luego vuelve de golpe la inseguridad: ¡Señor, dame una señal!


¡Confirma mi fe! Mira, yo pondré un vellón de lana en la era, fuera;
y si el vellón estuviera mojado y la tierra seca..., entonces sabré que
salvarás a Israel por mi mano. Pero, al día siguiente, esta señal de
Dios ya no le es suficiente. Le pide otra señal. Una que es más difícil
de imaginar que se produzca. Y de nuevo, Dios hace lo que pide.
Luego deja de pedir. ¿Se ha librado por fin de su incertidumbre, o
se ha dado cuenta de que no debe hacerlo así?

¡Cuánta paciencia nos puede mostrar Dios, cuando de repente algo


nos infunde temor y deseamos recibir una señal especial de parte
de Él! ¡Miremos a Jesús, miremos a la cruz! Que la señal de la cruz
sea suficiente para que confíemos en Dios y esperemos mucho de
Él, también en el día de hoy.

LEER: JUECES 6:33-40

250
5 DE AGOSTO

Demasiadas tropas de apoyo

Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo


que está contigo es mucho...
JUECES 7:2

Hoy en día podemos disponer de mucha gente, ayudantes, au-


xiliares y posibilidades. Esto, en sí, es maravilloso, pero sin querer
puede quitarnos nuestra dependencia de Dios. A veces estamos
más ocupados en organizar que en orar. Puede que haya tantos ayu-
dantes, que parece que Dios nos sobra. O dicho de otra manera: “el
pueblo es mucho”. Ya no se distingue la mano de Dios.

Eso no es lo que Israel necesita. Y nosotros tampoco. Por eso, Dios


le dice a Gedeón que devuelva la mayoría de las tropas a sus casas.
No le habrá resultado fácil. En torno a él había unos treinta y dos
mil hombres, pero sus adversarios sumaban nada menos que ciento
treinta y cinco mil. Para empezar, todos los que tienen miedo pue-
den volver a sus casas. Hay muchos que aprovechan esa oportuni-
dad. Le quedan luego diez mil a Gedeón. Pero Dios dice que siguen
siendo demasiados. Y así, al final, hay solo trescientos hombres.

Para salvar, Dios no necesita demasiada asistencia. A fin de cuen-


tas, rescata y libra todo un mundo por medio de un solo Hombre,
Jesucristo. Pero Aquél vale por mil. ¡No te olvide de Él cuando ne-
cesites ayuda! Acuérdate de la palabra de Jesús: “¡Sin mí, nada po-
déis hacer!” (Juan 15:5).

LEER: JUECES 7:1-8

251
6 DE AGOSTO

Y la tienda cayó
He aquí yo soñé un sueño: Veía un pan de cebada
que rodaba hasta el campamento de Madián,
y llegó a la tienda... y la tienda cayó.
JUECES 7:13

Los sueños pueden parecerse a veces un poco a una pesadilla.


Uno se despierta completamente sobrecogido por el miedo y se
siente extrañamente desesperado. ¿Qué ha pasado? ¿Cuál es el sig-
nificado? Algo así es lo que le pasa a un soldado madianita. Ve un
pan de cebada –símbolo de Gedeón trillando el trigo– que golpea la
tienda. Se refiere sin duda a la tienda del comandante del ejército,
en medio del campamento. ¿O acaso piensa el hombre en su propia
tienda? Sea como sea, la tienda se derrumba. Temblando de miedo,
le cuenta a su compañero –que también se ha despertado– que “la
tienda cayó”.

Con esto, Dios le da nuevamente mucho ánimo a Gedeón, que no


es ningún cobarde, pero sí alguien que necesita que Dios le aliente
una y otra vez. Con la fe de ayer no puede ganar la batalla de hoy.
Pero luego ya no tiene miedo a nada ni a nadie. Sin embargo, ape-
nas tiene que luchar para conseguir la victoria. Basta con agitar la
antorcha y tocar la trompeta. ¡Por Jehová y por Gedeón! Y un poco
después: ¡cayó la tienda! ¡Los madianitas cayeron! “Temible eres,
oh Dios, desde tus santuarios; el Dios de Israel, él da fuerza y vigor
a su pueblo. Bendito sea Dios.” (Salmo 68:35).

LEER: JUECES 7:9-22

252
7 DE AGOSTO

Vamos al rebusco

¿No es el rebusco de Efraín mejor


que la vendimia de Abiezer?
JUECES 8:2B

El rebusco de una cosecha suele dar un resultado muy pobre


comparado con la primera recogida. No ocurre casi nunca que el
rebusco supere la cosecha misma, pero cabe la posibilidad. Depen-
de mucho de la climatología. Parece que Gedeón sabe de lo que ha-
bla. De todos modos, utiliza esta imagen adrede para apaciguar un
poco a sus hermanos de Efraín. Están muy enfadados con él, por no
haberles convocado a tiempo para la batalla. Solo muy tardíamente,
cuando ya se había tomado la decisión y la cosecha ya había termi-
nado, aparecieron ellos en escena. Pero –dice Gedeón–, ¿acaso no
ha entregado Dios en vuestro poder a los dos reyes Oreb y Zeeb,
mientras que yo con mis trescientos hombres solo hemos causado
algo de pánico?

Gedeón se expresa con mucha sabiduría. Los efraimitas se calman


inmediatamente. Un rebusco puede traer todavía unas ganancias
considerables. Esto es un pensamiento lleno de esperanza para
aquellos que se están haciendo mayores. Posiblemente tú mismo,
con algo de decepción, estás llegando a la conclusión de que la co-
secha de tu vida ha pasado ya. ¡Espera un poco, quizás haya un re-
busco! Y puede que te sorprenda por su abundancia. Sobre todo
cuando la cosecha ha sido más bien pobre. ¡Espera grandes cosas
de Dios, ve al rebusco!

LEER: JUECES 7:23-8:3

253
8 DE AGOSTO

Venganza

Y él dijo: Mis hermanos eran, hijos de mi madre.


JUECES 8:19

Una guerra siempre es horrible, también cuando no se puede


evitar, por ejemplo, para liberar un pueblo oprimido durante mu-
chos años. Pero no existen guerras limpias. Enseguida se produ-
cen excesos y atropellos, y también los libertadores causan muchas
víctimas. En cuanto a esto, desgraciadamente, Gedeón no es una
excepción. Con sus trescientos hombres persigue a los madianitas,
adentrándose mucho en el territorio de ellos. De pronto nos damos
cuenta de que además se trata de un ajuste de cuentas por parte de
Gedeón, pues, ¿qué les había pasado a sus hermanos en el monte
Tabor? ¿Fueron torturados, quizás?, ¿o ahorcados?

De todos modos, Gedeón se había visto muy afectado personalmen-


te. Y en ese caso hay que estar siempre alerta ante los sentimientos
de venganza y odio ciego. Antes de que uno se dé cuenta, ya se ha
hecho culpable de ello. Vemos que así también le pasa a Gedeón.
Pensando en sus hermanos, se llena de amargura. En el camino de
vuelto ya no hay nadie que esté a salvo de él. Los habitantes de
Sucot y Peniel son tratados con una dureza exagerada. Así es como
sucede siempre en las guerras. En cierto momento, todo se confun-
de. Y las personas más nobles se convierten en bestias.

No dejemos que en nuestra vida lleguemos a esto. ¡“Mía es la ven-


ganza, yo pagaré”, dice Dios! (Romanos 12:19). ¿Podemos dejarlo
en sus manos?
LEER: JUECES 8:4-21

254
9 DE AGOSTO

Cuidémonos de la egolatría

Y les dijo Gedeón: Quiero haceros una petición;


que cada uno me dé los zarcillos de su botín...
JUECES 8:24

Cuando alguien te dice con mucha modestia: “Solo quisiera pe-


dirte una cosa”, entonces hay que estar muy atento. Es casi seguro
que viene con una petición imposible de cumplir. Gedeón rechaza
con firmeza la propuesta de ser rey. ¡Fantástico! Pero parece que
no tiene reparos en pedir dinero. Entusiasmados, sus fans recogen
gran cantidad de oro. Gedeón quiere invertirlo en el culto a Dios.
Sin embargo, manda hacer un efod con ello. La palabra efod suele
indicar una parte de la vestimenta sacerdotal, pero aquí tenemos
que pensar probablemente en un objeto de culto especial y bella-
mente hecho. Con él, Gedeón quiere dar más importancia religiosa
a su pueblo natal, Ofra. Pero esto llega a ser causa de tropiezo para
Gedeón, ya que a continuación todo Israel convierte Ofra en una
especie de Lourdes. De todas partes acude la gente para expresar su
fe ante aquella imagen. Y Gedeón parece estar contento con ello.
Está claro que hace tiempo que ha dejado de ser el menor de la casa
–fijémonos en su harén y sus hijos–.

¡Cómo se tuerce a veces el camino de hombres que comenzaron


muy humildemente! De repente se pasan al otro extremo en su an-
helo de egolatría, de adorarse a sí mismos. Por favor, quédate en
su lugar, cerca de Dios. ¡“Una cosa he demandado a Jehová, ésta
buscaré”! (Salmo 27:4). ¡Confórmate con ello!

LEER: JUECES 8:22-35

255
10 DE AGOSTO

El hombre-zarza

Oídme, varones de Siquem,... Fueron una


vez los árboles a elegir rey sobre sí...
JUECES 9:7, 8

¡Resulta increíble lo tontos que son esos hombres de Siquem!


Tan necios como los árboles, que quieren un rey tan solo para em-
bobarse ante él, y que esté un poco por encima de ellos. No hay
árbol que se preste a ello. Como mucho, una zarza, pero ¿qué es lo
que puede ofrecer en cuanto a sombra o protección? Uno solamen-
te se hace daño con los espinos. Una zarza no protege a nadie.

Jotam no logra entenderlo. ¿Por qué los hombres de Siquem ungie-


ron como rey a Abimelec? Sólo porque la madre de Abimelec era de
Siquem. Es uno de ellos y por eso esperan algo de él. Pero Abimelec
es un hombre que se parece mucho a una zarza: un cobarde rastre-
ro y un cruel asesino. Un trepador, alguien, que lo único que quiere
es el poder para sí mismo. Nunca hay que confiar en alguien así, ni
aunque fuera nuestro hermano o nuestro primo. Para empezar, su
mismo nombre –Abimelec, “mi padre es rey”– ya es una mentira. Y
sus historias son mentiras. Sus actos siembran muerte y desolación.
Él es radicalmente lo opuesto del pastor según el corazón de Dios,
puesto que a este último se le conoce por su esfuerzo, por servir y
nada más que servir. Es a este a quien hay que acudir. Pero guardé-
monos de los trepadores, los que aspiran al poder, aunque sean de
nuestra ciudad o nuestro pueblo. Solo causan daños y perjuicios.

LEER: JUECES 9:1-21

256
11 DE AGOSTO

Un mal espíritu
Después que Abimelec hubo dominado sobre
Israel tres años, envió Dios un mal espíritu
entre Abimelec y los hombres de Siquem...
JUECES 9:22, 23

Lo que Jotam profetizó, vemos que sucede ahora. Pasados tres


años, la relación entre Abimelec y los hombres de Siquem estalla:
la zarza echa chispas. Se consumen y se devoran entre ellos y todo
acaba con muchísimos muertos y una ciudad completamente des-
truida. Para colmo, Abimelec manda esparcir sacos de sal sobre las
ruinas. Este hijo de Siquem no quiere que nada vuelva a crecer o
florecer jamás en aquel lugar.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Es una historia muy larga, con mu-
chas intrigas de Zebul, el gobernador puesto por Abimelec, y cierto
Gaal, que en un momento dado comienza una campaña con sus
seguidores: una vez que él esté en el poder, todo cambiará. Pero Ze-
bul no es un ingenuo, y le juega una mala pasada. El hombre queda
eliminado. Como se ha dicho, es una historia larga, pero, detrás del
relato, el autor bíblico ve sobre todo la mano de Dios. Dios envió un
mal espíritu –dice simplemente– y ellos se ofuscaron. Dios tenía
allí unas cuentas pendientes para saldar. Y así acabó la ciudad como
un escenario del Mar Muerto. En los Salmos se dice, breve y claro:
“Muchos dolores habrá para el impío”, (Salmo 32:10). No hace falta
añadir ni una palabra más.

LEER: JUECES 9:22-45

257
12 DE AGOSTO

Retribución

Así pagó Dios a Abimelec el mal que hizo contra


su padre, matando a sus setenta hermanos.
JUECES 9:56

Dios no solamente perdona, sino que también retribuye. Abime-


lec y los hombres de Siquem habían hecho un daño inmenso a la
casa de Gedeón. Querían que su ciudad figurase en el mapa como
“la ciudad del gran rey”. Para conseguir tal fin, había que asesinar a
gran cantidad de inocentes. En aquellos tiempos Siquem ya estaba
completamente en ruinas. En la aldea de la Torre de Siquem, Abi-
melec muestra su total falta de compasión al hacer que mil personas
mueran asfixiadas por el humo de un montón de ramas. También
en la pequeña ciudad de Tebes intenta acabar por medio del fuego
con la gente que se ha refugiado en la torre. Pero entonces, le cayó
encima una piedra de molino que una mujer había tirado desde lo
alto de la torre. Parece que en el último instante vio lo que pasó. Así
llega a su fin la vida de aquel maniático del poder, humillado por
una mujer ante los ojos de todo el mundo.

Aquellas casas destruidas de Siquem y aquella cabeza destrozada


de Abimelec son de parte de Dios, dice la Biblia. Ese cerebro ya
no maquinará maldad. Afortunadamente, no solo hay perdón, sino
también retribución. Habrá un día en que Dios juzgará y reparará el
mal que nos ha sido hecho. Los opresores no se saldrán con la suya
para siempre. Y Dios administrará justicia a todos los oprimidos.
Dios lo hará, y no nosotros mismos.

LEER: JUECES 9:46-57

258
13 DE AGOSTO

Devoción

Después de Abimelec, se levantó para librar a Israel


Tola hijo de Fúa, hijo de Dodo, varón de Isacar...
JUECES 10:1

La historia de los jueces Tola y Jair se cuenta mucho más rápida


que el relato del falso rey Abimelec. A ambos hombres, la Biblia
dedica un solo versículo. Aparentemente, eran hombres que cum-
plieron simplemente con su deber, en fidelidad a Dios. Sobre ese
tipo de personas, los periódicos y revistas semanales no suelen traer
demasiadas noticias. En cambio, sobre falsos príncipes y personajes
similares hay siempre alguna novedad que contar.

Pero, por muy breve que sea la mención que hace el autor bíblico de
ellos... Tola era un libertador, se nos dice. En medio del caos que siguió
a la muerte de Abimelec, se levantó él, un hombre sencillo de Isacar.
Libró a Israel de la amenaza de sus enemigos. También Jair era un juez.

Estos dos desempeñaron por tanto su función para librar y juzgar al


pueblo de Dios. Probablemente, lo que hicieron no era demasiado
espectacular ni a gran escala, pero aún así... Fueron años llenos de
tentación para dejar de lado al Señor y esperar mucho de los ído-
los que se ofrecían en gran cantidad por todas partes. En esas cir-
cunstancias, Tola y Jair hicieron fielmente su trabajo. Tola, durante
veintitrés años; Jair, veintidós. Al morir, lo más importante no es la
publicación de un artículo extenso en el periódico, sino si nuestro
nombre es conocido por Dios, como de alguien que ha dedicado su
vida a Él, liberando y juzgando, sea cual fuere el cargo que tenía.

LEER: JUECES 10:1-9

259
14 DE AGOSTO

Dieciocho años

Y quitaron de entre sí los dioses ajenos, y sirvieron a Jehová;


y él fue angustiado a causa de la aflicción de Israel.
JUECES 10:16

Después de dieciocho años de dura opresión, sobre todo por los


amonitas, los israelitas le ruegan a Dios que les socorra. Pero el que
acude a Dios puede tener que enfrentarse a alguna que otra contra-
pregunta por parte de Él. Eso puede ser una experiencia muy incó-
moda. Por lo menos, así fue con Israel. Habían abandonado a Dios
y se habían quedado maravillados ante los ídolos del dinero y el
placer. La reacción de Dios es más o menos esta: entonces procurad
que ellos os ayuden. Pero los israelitas están con el agua al cuello y
¿qué es lo que uno puede hacer en esas circunstancias?

Solo hay una salida: mostrarle a Dios con hechos que, en la miseria
de nuestra vida, Él es el único en quien esperamos. Hacérselo ver,
como lo hace este pueblo. Ellos se deshacen de todos los dioses aje-
nos. Se produce una especie de reforma integral de su corazón, su
casa, su vida. Es evidente que hay que entender la conversión como
algo que se pone en práctica. Y mira, Dios lo siente en su corazón.
Ya no se quedará de brazos cruzados. Se nos dice, incluso, que “fue
angustiado” a causa de ellos. No soporta ver su aflicción por más
tiempo. En aquel momento, la ayuda no se hace esperar. Por lo tan-
to, entrégate a Él y acomete una reforma en profundidad de tu vida.
No hace falta que pasen dieciocho años antes de comenzar.

LEER: JUECES 10:10-18

260
15 DE AGOSTO

Prejuicio

Jefté galaadita era esforzado y valeroso;


era hijo de una mujer ramera...
JUECES 11:1

Jefté tuvo que vencer muchos sentimientos encontrados cuando


sus paisanos fueron a pedirle que asumiera la dirección. ¿Acaso era
su culpa haber nacido como resultado de los amoríos de su padre
con su madre, una prostituta? Nuestro origen o procedencia, por
ejemplo, tener una madre pero no un padre, no haberse criado en la
iglesia o tener otro trasfondo religioso, o lo que quieras añadir, pue-
de incomodarnos enormemente en la iglesia de Dios. Sobre todo,
cuando otros se sirvan de ello para no proponerte para un cierto
cargo. Jefté fue incluso excluido de la familia por sus hermanos,
aunque él, de todos los hermanos, era el más adecuado para enca-
bezar la lucha contra los amonitas. ¿Tenían prejuicios? ¿Sentían
vergüenza por su padre? ¿Temían a un segundo Abimelec? Seguro
que le dirían: Ya conocemos a los de tu calaña. A Jefté, eso le debió
doler mucho.

Pero llega el momento en que ya no encuentran otra solución y acu-


den a él: Jefté, ¡te necesitamos! Y ¿qué hace Jefté? Jefté menciona
el nombre del Señor. Parece que ve, por un instante, claramente la
mano de Dios en su vida. Dios, que no se ha olvidado de él. Los úl-
timos serán primeros para Dios, sin importar el origen. ¡Prestemos
oído a esto una vez más!

LEER: JUECES 11:1-11

261
16 DE AGOSTO

Mejor llegar a un
acuerdo que luchar

Y el Espíritu de Jehová vino sobre Jefté...


JUECES 11:29

Jefté no era un hombre que, inmediatamente, se lanzara a propinar


golpes. Sorprende que se explique con tanta seriedad y tanto detalle
en su intento de convencer al rey de Amón a retirarse sin presentar
batalla y dejar en paz a Israel. Parece muy moderno por su forma de
proceder. Toda la historia, que abarca los últimos trescientos años,
pasa revista de los hechos. ¿Qué había pasado exactamente en aquel
tiempo? ¿Acaso no fue por culpa de los reyes de Moab y Amón mis-
mos, que Dios entregó todo ese territorio en manos de Israel? Jefté
está muy al tanto de la religión de los amonitas. También en cuanto
a esto quiere que lleguen a entenderse. Dice: “Lo que te hiciere po-
seer Quemos tu dios, ¿no lo poseerías tú? Así, todo lo que desposeyó
Jehová nuestro Dios delante de nosotros, nosotros lo poseeremos.”

El razonamiento se nos puede antojar un poco extraño, pues, ¿qué


hay, por ejemplo, de los derechos de los habitantes primitivos? Pero
el intento de Jefté también nos resulta simpático. ¡Mejor hablar que
pelear! ¡Mejor llegar a un acuerdo que luchar! Llama la atención
que solo cuando todo esto ha fracasado, ¡y no antes!, el Espíritu del
Señor viene sobre Jefté y le prepara para luchar contra los amonitas.

Solo cuando se haya intentado todo, se puede contar con que Dios
acuda en defensa de uno. Como un Escudo que protege y un Reden-
tor que va a la cabeza, trayendo libertad.

LEER: JUECES 11:12-29

262
17 DE AGOSTO

Pensar antes de prometer

¡Ay, hija mía! en verdad me has abatido,


y tú misma has venido a ser causa de mi dolor...
JUECES 11:35

¡Qué argumento más absurdo! ¿Qué culpa tiene la muchacha


de ser la primera en salir para saludar a Jefté? Jefté no debía haber
hecho jamás aquella promesa. ¿En qué estaba pensando, cuando la
hizo? Cualquiera podría salir por la puerta y venir a su encuentro.
¿Pensaba poder ganarse así el favor de Dios?, ¿o tenía mucho mie-
do, de modo que daría todo para que Dios le acompañase?

A veces, ¡podemos tener tanto miedo! Por uno de los hijos, o por
nosotros mismos cuando tengamos que pasar por el quirófano, por
ejemplo. Tanto miedo, que hacemos realmente cualquier promesa
a Dios. Pero Dios no quiere que le hagamos promesas que perju-
dican a otros o a uno mismo. Y tampoco le agrada que intentemos
torcerle el brazo. Es mejor confiar en Él, y prometerle cosas con las
que alabamos a Dios.

¿Será posible que Jefté haya sacrificado realmente a su hija? No


parece muy probable. Con ello hubiera traído de verdad maldición
y desgracia sobre sí mismo. Podemos hacer promesas, pero primero
debemos pensar si con ello honramos a Dios. Y así después de la
intervención quirúrgica nuestra familia sigue estando tan feliz con
nosotros, al enterarse de todo lo que hemos prometido.

LEER: JUECES 11:30-40

263
18 DE AGOSTO

Shibolet

Ahora, pues, di Shibolet.


JUECES 12:6

Por su manera de hablar, es fácil saber de dónde procede una


persona, de qué país o, incluso, de qué región. Algunas palabras
le pueden resultar casi imposibles de pronunciar correctamente y
enseguida se hace evidente ante todos los que le escuchan. A veces
depende de la pronunciación de una sola letra. Ese era el caso de la
gente de Galaad y de Efraín. A un lado del Jordán se decía: Shibolet,
y al otro lado: Sibolet. Una letra, que en el conflicto entre Jefté y
los hombres de Efraín decidía sobre la vida o la muerte, ya que si
decían Sibolet en lugar de Shibolet, se ponían en evidencia.

Una sola letra realmente puede marcar la diferencia. También para


nosotros: “¿A qué pueblo perteneces? Di Shibolet.” Esa palabra se
parece muchísimo a Sibolet. En holandés se escriben las dos pala-
bras como Schibolet y Shibolet. La diferencia es una c. “Es la c de
Cristo”, ha dicho un pastor reformado alguna vez. ¿Eres de Cristo
o no eres de él? Porque, sean lo que sean los Shibolet que la gente
en la iglesia se haya inventado para acreditar su identidad como
verdadero hijo de Dios, ¿perteneces a Cristo, por la fe sola? Él es
el que marca la diferencia. Ahora mismo, y luego también, cuando
te encuentres a orillas de la muerte. Entonces, di con franqueza:
Schibolet, yo soy de Cristo.

LEER: JUECES 12

264
19 DE AGOSTO

Aire

Vanidad de vanidades, dijo el Predicador;


vanidad de vanidades, todo es vanidad.
ECLESIASTÉS 1:2

Los vanidosos son personas que todo el tiempo están ocupadas


consigo mismas. Se dan aires de ser muy importantes. Y todo lo
que hacen aparenta ser maravilloso. Pero, mirado con más detalle,
se ve que no es para tanto. No significa apenas nada. El autor de
este libro de la Biblia había conocido por lo visto a más de uno de
esos fantoches: hombres que buscaban impresionar con su dinero
y su poder, mujeres que lo intentaban con su figura y su ropa cara.
La palabra vanidad, o aire, la tiene en la punta de la lengua. Se pre-
gunta si acaso la vida entera es completamente vacía, vana e inútil.
¿Vacía; aire y más aire? Todo va girando en un círculo sin fin, dice.
Es fatigoso hasta lo indecible para el alma humana. Y ¡cuánto abu-
rrimiento hay en la vida cotidiana!

Descubriremos en las próximas semanas que así sigue a lo largo de


casi todo este libro. Puede que el lector piense: Este hombre no me
transmite demasiada alegría. ¿Qué es lo que quiere? Lo que quiere
es que intuyamos lo superficial e inútil que es la vida cuando nunca
pasa nada nuevo de verdad. Algo como la renovación de nuestro
corazón. Gracias a Dios, que ha dicho: “¡He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas!” (Apocalipsis 21:5). El que cree en estas palabras,
está más allá de la vanidad.

LEER: ECLESIASTÉS 1:1-11

265
20 DE AGOSTO

Saber y sufrir

Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia;


y quien añade ciencia, añade dolor.
ECLESIASTÉS 1:18

Menos mal que los alumnos y estudiantes todavía están de vaca-


ciones, pues semejante comentario no es precisamente un estímu-
lo para ponerse a estudiar seriamente para un examen. Sin duda,
cuando habla de añadir conocimientos, este autor bíblico se mues-
tra bastante sombrío. Quien añade ciencia, añade dolor...

¿Quién puede ser este hombre? Se presenta como “hijo de David”


y “rey en Jerusalén”. Parece que quiere que pensemos en Salomón,
pero no menciona el nombre de Salomón. Además, no es muy pro-
bable que fuera Salomón, pero sí alguien que se sabe un discípulo
de Salomón y que se identifica con él. De todos modos, es alguien
con un cargo y un llamado para hablar con sabiduría y sensatez en
la congregación de Dios.

Pero, por el momento, no nos da demasiados ánimos. Mucho co-


nocimiento significa muchas lágrimas, dice. El que sabe mucho,
sufre mucho. Hay mucha verdad en eso, sin duda. ¿Será entonces
mejor dejar de ir al colegio a partir de ahora, y ya no estudiar una
carrera? ¡No, en absoluto! Saber mucho, efectivamente, nos cuesta
muchas lágrimas. Pero nos acerca al mismo tiempo más a la vida
real, y también a Dios. Un día, Él mismo enjugará toda lágrima de
nuestros ojos.

LEER: ECLESIASTÉS 1:12-18

266
21 DE AGOSTO

¡Disfruta o revienta!
Miré yo luego todas las obras que habían hecho
mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas;
y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu...
ECLESIASTÉS 2:11

¡Qué conclusión más triste! El Predicador ha probado práctica-


mente todo lo que es atractivo para el ser humano. Primero hizo
cosas bonitas y buenas, pero también, durante un tiempo, se dejó
llevar por los excesos. Con la bebida, la música y las mujeres. De
todo lo que se puede disfrutar en la vida, ha gozado plenamente,
así afirma. Aparte de eso, realizó muchas obras. Construyó casas,
plantó viñas, etcétera. Todo lo que un hombre puede desear, él lo
tenía: dinero, posesiones, fama y gloria.

Pero cuando se para un momento para analizarlo sinceramente, deja


caer palabras como “labor” y “esfuerzo”. Le oímos decir algo como:
¡qué vida más inútil es la que llevo! ¡Cómo me estreso! Quizás más
al buscar esos placeres tontos y ese relajamiento obligatorio... No
es tan difícil para nosotros imaginárnoslo. En nuestro tiempo se
dice: ¡Disfruta o revienta! Pero, ¿qué beneficio nos trae eso? En
cualquier caso, nada que justifique nuestra existencia o que le dé
sentido, dice el Predicador. Es una conclusión sumamente triste.
Jesús dice más tarde que, en realidad, sólo una cosa es necesaria
(Lucas 10:42). Si no la tenemos, podemos darlo todo por perdido.

LEER: ECLESIASTÉS 2:1-11

267
22 DE AGOSTO

Perciban

También he visto que esto es de la mano de Dios.


Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
ECLESIASTÉS 2:24B, 25

Hasta aquí, al Predicador no le hemos escuchado hablar sobre


Dios. Pero en el texto de hoy se refiere expresamente a la mano de
Dios. Ésta le salva de la desesperación total, ya que, mientras obser-
vaba y probaba lo que la vida le ofrecía, sacó en claro que era mejor
ser sabio que necio. Eso realmente tiene ventajas, como también
es mejor andar en la luz que en tinieblas. Sin embargo, luego viene
la muerte, de la que nadie se libra. Todo lo que uno haya ideado y
edificado con sabiduría, caerá en manos de un heredero que posi-
blemente sea un gran necio. Y así desaparecerá la diferencia y la
ventaja completamente, porque la obra de toda una vida perderá su
sentido. Por lo tanto, vivir sabiamente tampoco tiene ningún senti-
do duradero. También es vanidad y vacío.

Entonces, ¿cómo debemos vivir? La respuesta del Predicador es


sencilla: “No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba,
y que su alma se alegre en su trabajo.”

Pero añade a renglón seguido: Eso también es un regalo de Dios.


Viene de su mano, nosotros no ejercemos ningún control sobre
ello. También para disfrutar de algo, hay que percibir la mano de
Dios. Estemos donde estemos, en casa, en el trabajo o de vacacio-
nes. “Y lo que somos, ¡Él nos lo ha dado!”

LEER: ECLESIASTÉS 2:12-26

268
23 DE AGOSTO

Cada tiempo es tiempo de Dios

Todo lo hizo hermoso en su tiempo;


y ha puesto eternidad en el corazón de ellos...
ECLESIASTÉS 3:11

La vida está llena de contrastes: cosas bonitas y feas, altibajos,


bendiciones y preocupaciones, oportunidades y trampas. El Predi-
cador menciona toda una serie de ellos. Llevamos una vida tremen-
damente agitada. Un momento nos topamos con una cosa, luego
con otra. Y para todo hay un tiempo y una hora, establecido por
Dios. Solo que –y lo digo con todo el respeto debido hacia Dios que
hizo todo perfecto, y que también ha puesto la eternidad, o sea, el
sentido de la eternidad, en nuestros corazones–, ¡es muy difícil es
para el hombre ver a través de toda esta maraña y descubrir algún
sentido o fin en todo ello! No lo logramos. Como mucho, a veces,
entrevemos algo, por un breve instante. Pero muchas veces no en-
tendemos en absoluto qué sentido tiene lo que nos pasa. Parece que
las cosas ocurren porque sí, y que no hay oración que influya en
ellas. Eso nos puede deprimir muchísimo.

El Predicador no se deprime. No intenta comprender el tiempo de


Dios, pero tampoco se deja desanimar por ello. Sencillamente, es
un hecho cierto para él que cada tiempo es de Dios. Saber esto ten-
dría que bastarnos a nosotros también. Por lo tanto, ningún tiempo
en nuestra vida, ni siquiera el tiempo más triste, nos debería llevar
a la desesperanza. El apóstol Pablo diría: “sea que vivamos, o que
muramos, del Señor somos.” (Romanos 14:8).

LEER: ECLESIASTÉS 3:1-15

269
24 DE AGOSTO

Igual no es lo mismo

Porque lo que sucede a los hijos de los hombres,


y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es...
ECLESIASTÉS 3:19A

Puede ser un consuelo muy grande pensar que cualquier tirano


acabará finalmente en una tumba. Da igual si piensas en alguien
como Idi Amin o Sadam Husein o incluso tu propio padre que de
una u otra manera te aterrorizaba sin parar. Sin embargo, no viven
para siempre. Pero también las personas sabias y justas y cariñosas
se mueren algún día. Al final, parece que no hay ninguna diferen-
cia. Ni siquiera con los animales, dice el Predicador. Porque lo mis-
mo les sucede a los hombres que a las bestias. Puede que haya gente
que opine que el espíritu de los hombres sube arriba, y el del animal
desciende abajo, pero el Predicador no ve ninguna diferencia. Por
eso sostiene que hay que disfrutar de lo que Dios nos da hoy, y no
pensar siempre en lo que está por venir.

Parece razonable. Pero, ¿es verdad que los hombres son iguales
a los animales? A veces sí, desgraciadamente. La gente se puede
comportar como bestias. E igual que los animales, los hombres no
somos más que criaturas hechas por Dios. Eso sí, somos creados
a su propia imagen –no así los animales– y, por lo tanto, nuestro
corazón está inquieto, hasta que descanse en Dios. Sus manos de
amor no nos soltarán jamás, tampoco en medio de la muerte. Jesús
es nuestra garantía. Él es la vida.

LEER: ECLESIASTÉS 3:16-22

270
25 DE AGOSTO

Nuestra motivación
He visto asimismo que todo trabajo y toda
excelencia de obras despierta la envidia
del hombre contra su prójimo.
ECLESIASTÉS 4:4

También en nuestra sociedad se concede mucho valor al trabajo


duro. Casi todo el mundo aborrece la holgazanería, pues trabajar
es beneficioso para nosotros mismos. No obstante, el Predicador
no se muestra muy entusiasta con toda esa gente que se afana en el
trabajo. Cree que su duro trabajo viene motivado por pura envidia.
Se comparan continuamente con los demás, y eso los lleva a querer
una casa más bonita y un coche más grande y unas vacaciones más
interesantes que la media. Quieren viajar más lejos, y a destinos
más exóticos, como Tailandia o Indonesia. Y por eso tienen que
trabajar aún más duro, porque cumplir ese deseo cuesta lo suyo.

La motivación de toda diligencia, ambición y creatividad –a veces


acompañadas de palabras tan altisonantes como sacrificio e interés
nacional–, según el Predicador, son la envidia y los celos. No es otra
cosa que vanidad.

¡Qué persona más negativa!, podríamos pensar. Sí, pero ¿acaso no


tiene razón? La envidia puede darle a alguien un impulso enorme.
¿No es esa, efectivamente, a menudo la razón por la que nos macha-
camos en el trabajo, cuando podríamos vivir muy bien con menos?
Más vale un puño lleno de descanso, que ambos puños agarrotados
por el estrés. Sería bueno que no nos olvidásemos de esta frase.

LEER: ECLESIASTÉS 4:1-6; MATEO 6:19-24

271
26 DE AGOSTO

Uno, dos, tres

... y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.


ECLESIASTÉS 4:12B

¿Han visto alguna vez cómo se hace una cuerda? Para trenzarla,
se necesitan por lo menos tres hilos, pues con dos se deshace fácil-
mente. Sólo el tercero da fuerza al conjunto.

Es evidente que esto lo sabía ya el Predicador. “Un cordón de tres


dobleces no se rompe pronto.” En su tiempo ya era un refrán cono-
cido. Se le viene a la mente cuando observa que una persona sola,
sin familia o amigos, en realidad no es más que un pobre desgra-
ciado. Mejores son dos que uno, dice. Dos se ayudan, se calientan,
se consuelan mutuamente. No hay ser humano que pueda vivir
sin nadie.

Y luego nos sorprende diciendo: ¡Pero mejores aún son tres! ¿En
qué estará pensando? El Predicador está pensando en Dios, que,
como el tercero, refuerza la unión entre dos personas a veces muy
distintas. Dos amigos, dos amigas, dos hermanas, dos compañeros
de viaje. Y sobre todo un hombre o una mujer con quien compartir
tu vida. Dios no quiere que una persona vaya sola por el camino
de la vida. En nuestra cultura esa es una opción a elegir, pero no
es recomendable. No, mejores son dos que uno. Y mejores aún son
tres. “Sin mí nada podéis hacer”, dice Jesús más tarde. Y así, dos
personas muy diferentes se convierten en una sola.

LEER: ECLESIASTÉS 4:7-12

272
27 DE AGOSTO

La tentación de la popularidad
Vi a todos los que viven debajo del sol caminando
con el muchacho sucesor... sin embargo, los que
vengan después tampoco estarán contentos de él.
ECLESIASTÉS 4:15, 16

No hay que aspirar a la popularidad, nos dice el Predicador hoy.


Por un momento puedes ser el hombre más popular en el trabajo,
o la chica más popular de la clase. Y todos piensan que eres una
persona estupenda y genial. Pero al siguiente momento, ya no inte-
resas a nadie. Querer ser popular es algo inútil, dice el Predicador.
Y eso se aplica sobre todo a la política. El Predicador se imagina a
un político joven e inteligente, que al principio fue encarcelado por
sus ideales. Pero, una vez puesto en libertad, su popularidad subió
como la espuma. Todo el mundo estaba encantado con tal hombre,
y así llegó al poder. Pero la siguiente generación ya no le considera-
ba con buenos ojos. ¿Y por qué no?

Eso no nos lo cuenta el Predicador, pero se deja adivinar fácilmen-


te: porque no pudo cumplir todo lo que había dicho sobre sí mismo
y había prometido que iba a hacer. La popularidad tiene algo muy
tentador. Todos creen que eres alguien fantástico, pero entonces
tienes que estar a la altura de sus expectativas y serlo de verdad,
y al poco tiempo juegas el papel de alguien que no eres. Y otros,
poco más tarde, te descubren el juego. No intentes agradar a los
hombres, dice Pablo, sino a Dios, que prueba nuestros corazones
(1 Tesalonicenses 2:4). Por mucha gente que se entusiasme contigo,
¡no les creas! Confía en Dios solamente. Sé fiel a Él y a ti mismo.

LEER: ECLESIASTÉS 4:13-16; 2 TIMOTEO 2:15-19

273
28 DE AGOSTO

Guarda tu pie

Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie...


ECLESIASTÉS 5:1ª

En Holanda estas palabras se encuentran grabadas sobre la en-


trada de muchas iglesias. No hay mucha gente que entienda su
significado. Porque, ¿qué cosa más fácil hay que entrar en una igle-
sia? ¿Para qué tienes que prestar atención a tus pies? ¿Hay tantos
desniveles o peldaños? ¡Que hagan obras de mejora, para la gente
que tiene problemas de la vista! Bueno, esto último no me parece
mala idea...

Pero, naturalmente, estas palabras quieren decir algo totalmente


diferente. Cuando entres en la casa de Dios –se refiere al templo
de Dios– muestre tu respeto por la presencia de Dios. Presta aten-
ción a tu postura, tu comportamiento y también a tus pies. ¡Estás
en tierra santa! Ten cuidado, pues el templo está lleno de necios
que traen ofrendas con mucha ceremonia, como si Dios tuviera que
agradecérselo. O que hacen largas oraciones y prometen todo tipo
de cosas a Dios, para conseguir lo que quieren. Aunque no llegan a
cumplir esas promesas casi nunca.

Así no debe ser, dice el Predicador. Vigila tu actitud. No le hables


tanto a Dios, mejor escúchale a Él y haz lo que te dice. Muéstrale
un gran respeto. Oír mal es peor que ver mal. Y peor aún son el
corazón y los pies que se alejan de Dios. “Ordena mis pasos con tu
palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.” (Salmo 119:133).

LEER: ECLESIASTÉS 5:1-7

274
29 DE AGOSTO

Un ministro de agricultura

Además, el provecho de la tierra es para todos;


el rey mismo está sujeto a los campos.
ECLESIASTÉS 5:9

El Predicador no tiene en alta estima a los funcionarios. Aunque


se cometan gran cantidad de errores, siempre se cubrirán y se pro-
tegerán, opina. Y casi siempre serán los pobres los que terminará
siendo la víctima, porque no tienen a nadie que los defienda. Es
de esperar que nuestros funcionarios sean diferentes y que presten
una atención especial a los desvalidos. Si formas parte del aparato
administrativo, de alto o bajo nivel, haz en tu trabajo lo que es justo.

En los tiempos del Predicador, nadie se sorprendía por la corrup-


ción. Por lo visto se trataba de una práctica constante. Por eso, un
pueblo está de suerte si su funcionario más alto, el rey, se preocupa
por los pobres. Ese rey fomentará sobre todo la agricultura, y se
esforzará para que haya comida para todos. Muchos reyes celebran
fiestas, otros prefieren irse con su ejército a cualquier parte a lu-
char. O se dedican a hacer política. El Predicador prefiere un país
cuyo primer ministro se dedique a la agricultura. Ese país prospe-
rará. En semejante líder se puede ver sin duda algo del cuidado de
Dios para con la gente. Como dice el Salmo 72 (vv.12, 13): “Porque
él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere
quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso,
y salvará la vida de los pobres.”

LEER: ECLESIASTÉS 5:8-9; SALMO 72:12-19

275
30 DE AGOSTO

Alabar, no preocuparse

Porque no se acordará mucho de los días de su vida;


pues Dios le llenará de alegría su corazón.
ECLESIASTÉS 5:20

No hay nada mejor que disfrutar de una buena comida cada día,
dice el Predicador. No es que él sea un hedonista, que solo vive para
el placer. ¡De ningún modo! Pues todos los días –y el hombre no
dispone de muchos días–, la vida consiste en afanarse. Esta es, sen-
cillamente, la parte que nos toca, siendo hombres y mujeres en este
mundo. Sobre esto habla con una gran sensatez. ¡Pero precisamen-
te por eso disfruta cada día tanto de un pedazo de pan recién hecho
y una copa de buen vino! Esas son las primeras y no las menos im-
portantes dádivas de la creación de Dios. Le proporcionan alegría
y, durante un tiempo, la brevedad de la vida deja de preocuparle.

Es evidente que no debemos preocuparnos continuamente, ya que


en la vida sobran siempre motivos para estar inquietos. Estemos
agradecidos por los buenos momentos que Dios nos da en el día de
hoy. Quizás nos queden un par de días de vacaciones, una comida
en buena compañía, un atardecer viendo tranquilamente la puesta
de sol. No hay que preocuparse ahora. No: ¡alabemos a Dios! Por-
que Él mismo nos distrae al entretenernos con sus buenas dádivas.
Esa también es una bendición de Dios. Y ¡mira aquellos que inten-
tan acapararlo todo! ¿Alguna vez llegan a disfrutar?

¡Qué cosa más triste! –dice el Predicador–, que alguien tenga dine-
ro a espuertas, pero que nunca esté satisfecho por completo. Nunca
piensa que tiene suficiente. ¿Acaso no es triste?
LEER: ECLESIASTÉS 5:10-20

276
31 DE AGOSTO

Descanse en paz

Más reposo tiene éste que aquél. Porque si aquél


viviere mil años dos veces, sin gustar del bien...
ECLESIASTÉS 6:5, 6

Casi cada aborto produce sentimientos de dolor y de decepción.


Un embarazo que acaba de comenzar, de repente se interrumpe.
Pero la muerte de un bebé en el seno materno justo antes de su
nacimiento es también algo incomprensible para nosotros. Pues,
¿por qué Dios le ha dejado crecer tanto tiempo? A veces está per-
fectamente formado y completo. Y de pronto, no se le nota moverse
en el útero. En el hospital le dicen a la madre: ya no se escuchan
los latidos del corazón. Una experiencia así afecta profundamente
a quien la vive. Y podemos pensar: ¿Qué sentido tenía la vida de
este pequeño?

Más de lo que nos imaginamos, nos contesta el Predicador. No nos


equivoquemos. Aunque ese niño no haya visto el sol, ni haya escu-
chado a nadie llamándole por su nombre, su corta vida tiene más
significado que la vida de alguien que viviera dos mil años pero que
nunca se hubiera dejado impresionar por la bondad de Dios. Por
un tiempo, ese niño les dio a dos personas una gran esperanza para
la vida y también mucha alegría, cada vez que le notaban moverse.
Este niño ahora tiene reposo... dice el Predicador inesperadamente.
Nos puede parecer demasiado pronto. Pero aún así, nuestros pe-
queños no crecieron inútilmente. También ellos pueden descansar
en los brazos de Dios. Pasan de la oscuridad a su luz, directamente.

LEER: ECLESIASTÉS 6

277
1. La tristeza une. 281

SEP
2. No intentes ser más sabio que Dios. 282

3. Ser humano. 283

4. Nadie escapa a la muerte. 284

TIE
5. Imaginación. 285

6. No te olvides de vivir. 286

7. La casualidad. 287

MB
8. Un sabio consejo de un hombre pobre. 288

9. ¿Cuál es el lado derecho?. 289

10. Palabrería. 290

RE
11. Alguien nos oye. 291

12. Atrévete a vivir. 292

13. Haz algo. 293

14. No te rindas tan fácilmente. 294

15. Apetito. 295

16. Leo, luego existo. 296

17. ¿Es David el mesías?. 297

18. Un lamento. 298

19. Hay que perseverar. 299

20. Un final amargo. 300

21. Calculador, más que creyente. 301

22. Oportunista. 302

23. Las lágrimas no bastan. 303

24. Redención, no retribución. 304

25. Te amo, señor. 305

26. Tú. 306

27. Esperen en Dios. 307

28. ¡Viva el rey!. 308

29. Un dicho feo. 309

30. Esperar y escuchar. 310


1 DE SEPTIEMBRE

La tristeza une

Mejor es el pesar que la risa; porque con la


tristeza del rostro se enmendará el corazón.
ECLESIASTÉS 7:3

No hay que confundir la risa con la alegría o el gozo. Según la


Biblia, reírse puede ser, a menudo, de tontos. Detrás de la risa,
la gente esconde a veces también mucha tristeza. Hay un tiempo
para todo, por lo tanto, también para reír. Se dice además que reír-
se es muy saludable. Pero según el Predicador es mejor estar en
una casa llena de tristeza que en una casa llena de risas.

Cuando escuchamos esto por primera vez, nos puede extrañar, pero
hay una gran verdad en ello. En torno a la muerte de un ser querido,
nos relacionamos con los demás como nunca solemos hacer. Nues-
tro corazón es más sensible y abierto y las palabras más simples son
un bálsamo para el alma. “Jamás he pasado una tarde tan hermosa
–dice la gente a menudo, después del entierro de una madre muy
querida o un padre anciano–. Me he sentido tan intensamente feliz
y bendecido con todo lo que recibí en estos días. De parte de Dios y
de mis padres, hermanos y amigos que pensaron en mí.”

Compartir las penas nos hace bien al corazón. Así nos sentimos
más nosotros mismos y experimentamos más que nunca la cercanía
de Dios. Notamos vibrar el alma en nuestro interior, como en una
fiesta nos pasa muy raras veces.

LEER: ECLESIASTÉS 7:1-14

281
2 DE SEPTIEMBRE

No intentes ser más


sabio que Dios
... porque aquel que a Dios teme,
saldrá bien en todo.
ECLESIASTÉS 7:18B

A raíz del fallecimiento repentino de un joven creyente que es-


taba a punto de ser padre, alguien comentó enfadado: “¿Estarían
prestando atención allí en el cielo?”. Según Eclesiastés, uno no se
debe expresar de esa manera. Como si uno fuera más sabio o más
justo que Dios. Esas personas, a causa de su desconcierto, acaba-
rán apartándose de Dios completamente. Otros le abandonan de
inmediato y radicalmente: si Dios es amor, no puedo entender lo
que ha pasado. “Ten cuidado –nos dice el Predicador–, así hablan
sólo los necios acerca de Dios. Y los necios se suelen morir antes de
su tiempo. Por eso, modérate en tus palabras. No seas demasiado
justo, en el sentido de ser más justo que Dios. Y no seas tan necio.
Pero, sobre todo, teme a Dios, porque solo así uno se mantendrá en
el buen camino y escapará al juicio.”

No hay nadie en la tierra que sea tan justo que no peque nunca y
que por eso pudiera pedirle cuentas a Dios. ¡Nadie! A no ser que
fuera Jesucristo. Igual a nosotros en todo, a veces también en el des-
concierto y el enfado. Sin embargo, no pecó, en ningún momento.
En la cruz exclamó –también por nosotros–: ¿Por qué? ¿Por qué
me has abandonado? Un grito al que Dios contestó levantando a
Jesús de entre los muertos. Esta respuesta nos tiene que bastar tam-
bién a nosotros.

LEER: ECLESIASTÉS 7:15-22

282
3 DE SEPTIEMBRE

Ser humano

Un hombre entre mil he hallado,


pero mujer entre todas estas nunca hallé.
ECLESIASTÉS 7:28

Las lectoras femeninas probablemente reaccionarán inmedia-


tamente diciendo: “este pasaje no me hace sentir bien en absolu-
to. Una vez más, la mujer es la culpable. Ella es una trampa, y ni
siquiera la muerte es tan amarga como es caer en manos de una
mujer mala. ¿No es injusto, lo que dice el Predicador?” Consolaos,
hermanas, más adelante dirá unas cuantas cosas bonitas sobre las
mujeres. Pero en este texto no lo hace. Buscando el sentido más
profundo de la vida, ha descubierto que la respuesta no es la mujer.
Por cierto, tampoco el hombre lo es. Porque una mujer o un hom-
bre –da igual una u otro– puede traer el desastre a la vida de uno.
Una relación sentimental puede ser más amarga que la muerte.

Pero, ¿cuál es entonces el sentido más profundo de la vida? No el


hecho de ser mujer, u hombre, sino ser humano en la presencia de
Dios. ¿Es eso a lo que el Predicador se refiere con su declaración
enigmática? ¿Que entre mil personas ha encontrado solo un hom-
bre verdadero? ¿A quién se refería? Dice que no es una mujer. No,
pero tampoco es un hombre. ¡Es un ser humano! ¿Acaso se refiere a
sí mismo? De todos modos, el sentido más profundo de todo es: que
seamos personas de Dios y para Dios. De hecho, conocemos una
Persona así. Solamente una. Con razón es un Hombre entre mil.

LEER: ECLESIASTÉS 7:23-29

283
4 DE SEPTIEMBRE

Nadie escapa a la muerte

No hay hombre que tenga potestad [...]


sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra...
ECLESIASTÉS 8:8

Hay que tratar con sabiduría a un gobernante malo que provoca


muchas calamidades. Por ejemplo, no llevarle demasiado la contra-
ria. Y no comenzar “cosa mala”, o sea, una revuelta contra él. Eso
no sería muy prudente, aún cuando el peso del mal le oprimiese a
uno. Pero el sabio sabe que para cada cosa hay tiempo y juicio, y
que, si llega el momento crucial, también un gobernante malo es
completamente impotente.

Hay por lo menos cuatro razones para explicar esto. En primer lu-
gar, tampoco él tiene poder sobre el viento, lo cual debería hacerle
recordar incluso a un tirano que existe un poder más alto. ¿O quie-
re decir el Predicador que no tiene poder sobre el aliento de vida?
Esta es la siguiente razón: nadie puede aplazar el día de su muerte,
él tampoco. Y en tercer lugar: tampoco puede escabullirse del cam-
po de batalla que es la vida; antes o después, la muerte le alcanzará.
Y en cuarto y último lugar: el mal no le va a poder librar.

Dicho de otra manera: todo se arreglará, sin tener que intervenir.


A la hora destinada para ello. Pero, ¿no pasa mucho tiempo a veces,
hasta que por fin se muere ese tirano? A veces, sí. Pero la idea de
que todo gobernante malo tiene los días contados, hace surgir la
esperanza y da alegría de antemano al sabio.

LEER: ECLESIASTÉS 8:1-9

284
5 DE SEPTIEMBRE

Imaginación
... el hombre no puede alcanzar la obra que debajo
el sol se hace; [...] aunque diga el sabio que la conoce,
no por eso podrá alcanzarla.
ECLESIASTÉS 8:17

Tampoco los sabios deben creer que tienen respuesta para todo.
Ese tipo de personas se hace oír a menudo en el mundo contem-
poráneo de las ciencias. Hay quien opina que la vida ya no tiene
ningún verdadero misterio. Pero, según el Predicador, aquel sabio
se sobreestima. Afirma más de lo que puede justificar.

Porque, aunque sea capaz de explicar tantas cosas –también por


qué a un impío le va bien en la vida y a una persona íntegra le va
mal–, ¿cuál es el sentido más profundo de todo ello? Eso no lo pue-
de descubrir ni aclarar.

Al fin y al cabo, las cosas poseen un secreto que Dios ha introducido


en su creación y en las cosas que suceden. Y así, se sustraen a la
observación y el escrutinio del hombre. Solo Dios puede sacarlas a
la luz. Lo ha hecho de manera más sublime por medio de Jesucristo.
En su cruz, resurrección y vida por nosotros. “Mas nosotros tene-
mos la mente de Cristo”, dice Pablo más tarde (1 Corintios 2:16). Eso
nos hace ser más humildes en lo que a conocer y saber se refiere.
No se puede encontrar o calcular la respuesta a todo. Al mismo
tiempo, nos da libertad y mucha confianza para dejar que Dios se
ocupe de los enigmas de la vida.

LEER: ECLESIASTÉS 8:10-17

285
6 DE SEPTIEMBRE

No te olvides de vivir

Goza de la vida con la mujer que amas,


[...] porque esta es tu parte en la vida...
ECLESIASTÉS 9:9

Después de tanta oscuridad, irrumpe otra vez el sol a través de


las palabras del Predicador. Aunque la vida sea fugaz y superficial
y no haya apenas nada que no sea vana y vacía, con todo, de la
parte que Dios nos da se puede disfrutar mucho. En sí, la parte de
uno puede ser una parte muy insignificante. Mejor no perderse en
lamentos, sino disfrutarla, dando gracias. Anda, come tu pan con
gozo, y bebe tu vino con alegre corazón..., ponte ropa colorida y
un perfume agradable... Y disfruta de la vida con la mujer pareja
que amas.

Fíjate bien. El Predicador no dice: disfruta de la mujer que amas.


Claro que puedes hacer eso. Pero su mensaje es: disfruta de la vida
en su sencillez, su felicidad, sus momentos hermosos y sus peque-
ñas y grandes alegrías. Disfruta de esa vida junto con la pareja que
amas. También cuando te estés haciendo mayor. Porque la vida está
llena de trabajo arduo, y pasa en un soplo. Por lo tanto, no te olvi-
des de vivir y de disfrutar de las buenas dádivas de Dios. ¡Hoy mis-
mo! Bebe tu copa de vino con un corazón alegre. Porque eso –así
nos asegura el Predicador– es lo que Dios quiso desde el principio,
cuando hizo al hombre (v. 7).

LEER: ECLESIASTÉS 9:1-10

286
7 DE SEPTIEMBRE

La casualidad

... sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.


ECLESIASTÉS 9:11B

Muchos cristianos evitan usar la palabra casualidad o suerte. La


suerte no existe, dicen, no hay nada que escape a la atención de Dios.

No hay duda de que eso es verdad, pues afortunadamente, el Señor


ha preparado cualquier pequeño acontecimiento de manera perfecta.
Aún así la vida está llena de sorpresas. ¡Más nos vale tenerlo en cuenta!

Por eso, muchas cosas salen diferentes a lo que uno podría esperar.
No siempre ganan los más rápidos, los más fuertes o los más listos.
A veces las cosas acaban de una manera muy distinta a lo esperado.
¿No estaba todo bien estudiado y planeado? Pero, de repente, se
produce una caída enorme en la Bolsa y se derrumban los precios
del sector inmobiliario. Sin que uno esté preparado, la desgracia le
golpea con fuerza y le deja tirado en medio de los problemas. Como
un banco de peces cercados por una red, o un pájaro atrapado en la
trampa. El hombre tampoco conoce el momento en que la vida se
le cae más bien encima, en vez de caerle en suerte.

Inesperadamente, como un ladrón en la noche, una u otra cosa nos


golpea. Y todo comienza a tambalearse. ¡Ojalá, que caigamos hacia
Dios, que caigamos en sus manos! También la providencia tiene
una dirección. “Él solamente es mi roca y mi salvación; es mi refu-
gio, no resbalaré.” (Salmo 62:6).

LEER: ECLESIASTÉS 9:11, 12 Y SALMO 62

287
8 DE SEPTIEMBRE

Un sabio consejo de
un hombre pobre

... y nadie se acordaba de aquel hombre pobre.


ECLESIASTÉS 9:15B

Todo el mundo admitirá enseguida que, fijándose en el dinero


que alguien tiene o sus posesiones, no se podrá deducir si esa perso-
na es sabia. Sin embargo, tenemos la tendencia, generalmente, de
hacer más caso al consejo de un hombre rico que a las observacio-
nes de un hombre pobre. Por esa razón –dice el Predicador– suce-
dió que, un día, una ciudad entera se perdió porque sus habitantes
no quisieron escuchar al ciudadano sabio, porque era muy pobre.
No, prefirieron escuchar a alguien rico. Probablemente se alude
aquí al gobernante de la pequeña ciudad. Este llevaba todas las de
perder, personalmente. Aunque era consciente de que tenía pocas
posibilidades, se arriesgó, poniendo en peligro toda la ciudad, y con
mucho griterío se lanzó a una lucha completamente inútil. La bata-
lla se cobró muchas víctimas.

¿Qué hubiera dicho aquel hombre pobre? Muy probablemente algo


así como: negociemos, o entreguémonos, pues somos pocos en la
ciudad; quizás tengamos que hacer un sacrificio. Aquel hombre
solo, pudo haber salvado toda la ciudad. Un solo hombre puede sal-
var incluso un mundo entero. Eso es lo que ha hecho Jesucristo,
literalmente. ¡Oídle a él! “Reconócelo en todos tus caminos, y él
enderezará tus veredas” (Proverbios 3:6).

LEER: ECLESIASTÉS 9:13-18 Y MATEO 7:24-27

288
9 DE SEPTIEMBRE

¿Cuál es el lado derecho?

El corazón del sabio está a su mano derecha,


mas el corazón del necio a su mano izquierda.
ECLESIASTÉS 10:2

En la Biblia, el lado derecho siempre es el lado bueno y favorable,


y el izquierdo el malo o adverso. Por lo tanto, cuando el Predicador
opina que los sabios están orientados hacia el lado derecho, no está
pensando en la política, sino en el hecho de que se centran en lo
que es bueno y saludable. Eso no quiere decir que a todos les vaya
bien en todo. No, justo por ir por ese camino, a veces uno se irrita
en grado sumo. Cuando por ejemplo el jefe es un majadero y se
cabrea contigo por puro capricho. Mantén la calma –dice entonces
el Predicador–, enfadándote solo empeorarías las cosas en ese mo-
mento. O si la dirección de una empresa o de un partido político o
de una iglesia conscientemente ningunea a los que son más capaces
o inteligentes, y en cambio aúpa a los necios. ¡Mantén la calma!
Incluso los profesionales, en el ejercicio de su trabajo, se topan a ve-
ces con contratiempos imprevistos. Y una vez que le haya mordido
la serpiente, las destrezas de uno ya no le valen.

Pero, entonces, ¿importa algo, si uno se comporta con sabiduría o


neciamente? ¡No lo dudes! Nunca hay que envidiar al necio. Pero
tampoco hay que esperar que la sabiduría le salve a uno. La sabidu-
ría no se puede valer por sí misma. ¡El principio de toda sabiduría
es el temor del Señor! Céntrate en Él y en sus promesas y manda-
mientos que llevan a la vida.

LEER: ECLESIASTÉS 10:1-11

289
10 DE SEPTIEMBRE

Palabrería

Las palabras de la boca del sabio son llenas de gracia,


mas los labios del necio causan su propia ruina.
ECLESIASTÉS 10:12

A los necios se les conoce por su palabrería interminable. Parece


que lo saben todo sobre cualquier tema. Sobre lo que ha sido en el
pasado y las cosas que aún están por venir. Tienen una opinión so-
bre todo. Ese tipo de personas le dejan a uno agotado. En cada fiesta
de cumpleaños, en cada reunión, en cada debate, ellos hablan y
hablan, sin que les estorbe ningún conocimiento de causa o modes-
tia ninguna. Uno se pone enfermo, oyéndoles. Pero a ellos mismos
tampoco les hace bien toda esa verborrea. Les va confundiendo y
enredando hasta tal punto, que al final ya ni saben el camino que les
llevará a la ciudad, dice Eclesiastés. Es decir, dan vueltas y vueltas y
no saben cómo volver a casa.

Las palabras del sabio son muy diferentes. ¡Cómo le animan a uno!
A veces no es más que un solo comentario, por ejemplo, de una ma-
dre anciana. Una palabra, que se te queda grabada en el alma, o que
te infunde valor en un momento difícil. Esas palabras son como ob-
jetos de valor que uno guarda con mimo toda su vida y, cuando se dé
la ocasión, las pasa a otro. No como un viejo necio que parlotea sin
parar, sino como alguien que se ha vuelto sabio enseñado por Dios.

LEER: ECLESIASTÉS 10:12-15 Y COLOSENSES 3:12-17

290
11 DE SEPTIEMBRE

Alguien nos oye

Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey [...];


porque las aves del cielo llevarán la voz...
ECLESIASTÉS 10:20

El mensaje de hoy es una advertencia de tener cuidado con las


maldiciones e imprecaciones, incluso con solo pensarlas. Pues uno
se asombra de lo rápido que unas palabras soltadas a alguien, en
confianza, se den la vuelta por ahí. Como si las paredes oyeran.
Sobre todo en una sociedad que es gobernada por unas canallas
hay que ser muy prudente. En la Alemania nazi de Hitler, se decía
a menudo: ¡Hay alguien escuchando! Ten cuidado con lo que dices,
porque no sabes quién puede estar escuchando. Muy antigua tam-
bién es la idea de que los pájaros transmiten las palabras que nos
decimos a nosotros mismos, en voz baja, cuando estamos solos. Es
un aviso muy directo de que resulta casi imposible mantener algo
en secreto.

¿O es que tenemos que pensar en Dios? Dios no tiene necesidad


de pájaros. Él entiende nuestros pensamientos desde lejos. “Aún no
está la palabra en mi boca, he aquí, oh Yahvé, tú te la sabes toda”,
dice el Salmo 139:4. Puede ser una idea reconfortante que en todas
nuestras conversaciones y deliberaciones, solos o con otra persona,
Dios siempre está escuchando y conoce mejor que nosotros mis-
mos nuestras intenciones. Pero también nos aconseja vigilar nues-
tras palabras y nuestros pensamientos. ¿Queremos que Dios esté
escuchando siempre?

LEER: ECLESIASTÉS 10:16-20 Y SALMO 139:1-12

291
12 DE SEPTIEMBRE

Atrévete a vivir

Echa tu pan sobre las aguas;


porque después de muchos días lo hallarás.
ECLESIASTÉS 11:1

No tengas miedo de arriesgarte, nos dice el Predicador hoy. Así


es la vida, sencillamente. Por lo tanto: ¡echa tu pan sobre las aguas!
Es una frase que se ha entendido muchas veces como un llamado
a compartir el pan –el dinero y los ingresos– con generosidad. A
veces incluso dándolo a personas y proyectos, con un riesgo muy
grande de no volver a ver nunca ni un céntimo. Según ciertos co-
mentaristas bíblicos, podría tratarse de invertir en las compañías
navieras (por la mención del agua). Un comercio lleno de riesgos,
en aquellos tiempos, porque había que esperar mucho tiempo hasta
que volviera el barco con la mercancía. Pero cuando volvía, después
de muchos días, uno podía obtener un beneficio considerable. Tam-
bién hay otra manera, por ejemplo: repartir los riesgos al invertir
en siete u ocho fondos distintos. Muy ingenioso, pero a veces el
IBEX baja tan rápido, que uno lo pierde todo.

Sea lo que fuere, no andes todo el día dudando qué hacer, pues no
sabes lo que Dios estará haciendo. Lo mejor es tener confianza en
Dios e invertir generosamente en la vida. Incluso una apuesta que
durante mucho tiempo parecía no tener sentido, puede rendir be-
neficios inesperadamente. Esa es también una promesa alentadora
para los que trabajan en la iglesia. Podemos esperar mucho de parte
de Dios, ¡aunque a veces hay que aguardar mucho tiempo!

LEER: ECLESIASTÉS 11:1-6

292
13 DE SEPTIEMBRE

Haz algo
Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra
la derramarán; y si el árbol cayere al sur, o al norte,
en el lugar en que cayere, allí quedará.
ECLESIASTÉS 11:3

No te dejes paralizar por las muchas cosas que inevitablemente


se te vienen encima, dice el Predicador con mucho sentido prácti-
co. Si uno ve acercándose unos nubarrones negros, naturalmente
va a llover dentro de poco. Así que lo tiene en cuenta y se queda
simplemente en casa. Si cae un árbol, a causa de un vendaval por
ejemplo, así como ha caído el árbol, así se queda. Da pena el árbol,
pero ya no se puede hacer nada para cambiar lo que ha pasado.
Por lo tanto, no te tumbes a su lado, porque eso no ayuda a nadie.
Tal como le sobrevienen a uno las cosas, cosas pequeñas y a veces
también cosas muy difíciles, así hay que intentar darlas un lugar.
Aceptar que a menudo la vida es así. Solo de esa manera podremos
aguantar.

Y otra cosa más: el que observa continuamente el viento, no sem-


brará nunca, y el que mira sin cesar las nubes, no segará. Alguien
así, sencillamente, jamás saldrá fuera. Por eso, no te quedes espe-
rando el momento apropiado. El momento oportuno para casarse,
por ejemplo, o encontrar cierto empleo. Puede que ese momento
nunca se presente. Haz algo, ¡hoy mismo! Toma una decisión. ¡Por-
que también el día de hoy pasará enseguida!

LEER: ECLESIASTÉS 11:3, 4 Y SALMO 37:1-9

293
14 DE SEPTIEMBRE

No te rindas tan fácilmente


Por la mañana siembra tu semilla [...],
porque no sabes qué es lo mejor, si esto o aquello,
o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.
ECLESIASTÉS 11:6

Esta es una exhortación muy directa a levantarse temprano de


la cama y ponerse inmediatamente a trabajar con energía. Nada
de titubeos o de pensamientos sombríos, no: ¡manos a la obra!
¡Siembra tu semilla por la mañana! Sembrar es laborioso. Un tra-
bajo para el que uno necesita también mucha fe. Ya que arrojas las
semillas lejos, pero, ¿realmente darán algún fruto? Continúa con
ello sin cesar, hasta el anochecer, dice el Predicador. No te quejes,
¡siembra! No gimotees, ¡trabaja duro!

El que toma en cuenta a Dios, constantemente se pone objetivos.


Por eso hay que madrugar, ir a la parcela y labrar la tierra sin de-
mora. Y seguir así el día entero. No dudes en comenzar una nueva
tarea incluso al final de la tarde. Dicho de otra manera: esfuérza-
te desde el principio, en la primera fase de tu vida, pero también
cuando ya hayas cumplido ochenta años y atardece. Sigue dando
lo mejor de ti por algo o alguien. El que se esfuerza mucho, sin
duda conseguirá algo en la vida. Y, a veces, inesperadamente, todo
resulta ser bueno, dice el Predicador. “Bueno”, no “ideal”, pero lo
suficientemente bueno para Dios. Como dice Pablo más tarde: “Sa-
bemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.”
(Romanos 8:28). “Bueno” es lo suficientemente bueno para Dios.
¡Señor, te damos gracias!

LEER: ECLESIASTÉS 11:6 Y ROMANOS 8:28-39

294
15 DE SEPTIEMBRE

Apetito

... cuando también temerán de lo que es alto [...]


y florecerá el almendro [...] y se perderá el apetito...
ECLESIASTÉS 12:5

Llegará un tiempo en que ya no podrás caminar sin andador y


cada bache en la calzada te molestará. Ya no te sentirás seguro en
la calle, especialmente en la ciudad. Y cada vez peinarás más canas:
florecerá el almendro. Perderás el apetito, ningún estimulante te
hará efecto.

A partir de cierto momento, efectivamente, se hace el silencio. Un


motivo para no olvidarse de vivir, cuando se es joven. Ese periodo se
entiende muy amplio en la Biblia, a saber: mientras uno disponga
de una buena salud. Entonces, disfruta de todo lo bueno que te da
Dios, tu Creador. Pero no cometas tonterías. También del tiempo
de tu juventud y salud tendrás que rendir cuentas a Dios. ¡Porque el
hombre va a su casa eterna! No tenemos aquí ciudad permanente.
Por lo tanto, busca a buena hora refugio en Dios, preferiblemente
cuando aún eres joven. Busca tu salvación en Él, el Padre de Jesu-
cristo. Él nos llevará en sus brazos, cuando dejemos de tener apetito
y ya no podamos andar. ¡Gracias a Dios! A través de la negra noche,
nos llevará a su luz eterna.

LEER: ECLESIASTÉS 11:7-12:7

295
16 DE SEPTIEMBRE

Leo, luego existo


El fin de todo discurso oído es este:
Teme a Dios, y guarda sus mandamientos;
porque esto es el todo del hombre.
ECLESIASTÉS 12:13

Después de todo lo que hemos escuchado del Predicador, el li-


bro concluye con unas cuantas observaciones finales, escritas por
alguien que por lo visto conocía muy bien al Predicador y le admi-
raba mucho. Le alaba por su sabiduría, que –aparte de las muchas
afirmaciones agudas inspiradas por Dios como el Pastor único–
consistía sobre todo en la comprensión de que la mayor parte de la
sabiduría humana no es más que aire y vacío. No está impresionado
en absoluto por los que escriben o leen muchos libros. Personas
del tipo: “leo, luego existo”. Todo eso no dice todavía nada. Uno de-
muestra que es sabio, cuando lee o escribe con los mandamientos
de Dios.

Por lo tanto, sea lo que sea que relativices, no lo hagas con Dios y
su decreto. Al final, la sabiduría más profunda es: teme a Dios y
anda por el camino indicado por sus palabras, pues esto va por to-
dos. Literalmente dice: “esto es el todo del hombre”. Por medio del
conocimiento de Dios y el amor a su mandamiento, uno llega a su
destino más profundo, en el que se vuelve por fin verdadero hom-
bre. Así que busca la sabiduría con Dios y construye tu vida como
un sabio, sobre Jesús y sus palabras. Una vida así es sólida como una
roca. Aguantará grandes tormentas.

LEER: ECLESIASTÉS 12:8-14

296
17 DE SEPTIEMBRE

¿Es David el mesías?


Aconteció después de la muerte de Saúl, que vuelto David
de la derrota de los amalecitas, estuvo dos días en Siclag.
Al tercer día, sucedió que vino uno del campamento de Saúl...
2 SAMUEL 1:1, 2A

A partir de hoy leeremos en el segundo libro de Samuel. Este co-


mienza con un joven con mucho celo que le trae a David la noticia
de la muerte de Saúl y Jonatán en la batalla. Está claro que espera
recibir una buena recompensa, porque ahora ya nada se interpone
entre David y el trono. En vista de ello, quizás exageraría su papel,
como si él mismo hubiese matado a Saúl.

Pero, se equivoca. David no se muestra en absoluto contento o ali-


viado, antes más bien perplejo y horrorizado por la tremenda de-
rrota de los israelitas y la muerte de Saúl y sus hijos. ¿Cómo pudo
Saúl llegar a este fin tan infame? ¿Cómo pudo Dios abandonar a su
propio Mesías? ¿Cómo pudo un canalla quitarle la vida al ungido de
Dios? Son preguntas difíciles. ¿Puede Dios abandonarle a uno has-
ta tal extremo? Por un instante, David no sabe qué pensar, igual que
los discípulos que iban a Emaús. ¿Cuál es el camino por el que tiene
que ir el Mesías de Dios? ¿Es David el verdadero Mesías de Dios?

De eso trata este libro de la Biblia. Nos muestra que al final tampo-
co David resultó ser el Mesías. Había que esperar a otro. ¡A Jesucris-
to! Él sufrió un rechazo mayor que Saúl, y fue exaltado a más alto
lugar que David.

LEER: 2 SAMUEL 1:1-16

297
18 DE SEPTIEMBRE

Un lamento

Y endechó David a Saúl y a Jonatán su hijo con esta endecha,


y dijo que debía enseñarse a los hijos de Judá.
2 SAMUEL 1:17, 18A

¿No muestra David algo de hipocresía en su reacción? Con pa-


labras emotivas y elevadas canta una endecha conmovedora a la
muerte de Saúl y Jonatán. En cuanto a Jonatán, se entiende perfec-
tamente. La amistad con él significó más para David que el amor
de su propia mujer. Además, Jonatán le había reconocido como el
nuevo rey según la voluntad de Dios y se había sometido espon-
táneamente a ello. ¿Pero Saúl? ¡La cantidad de dificultades y su-
frimientos que le causó a David! Sobre eso no se oye nada en esta
endecha. ¿Fue David honrado?

¡Desde luego! David muestra un dolor sincero. También por Saúl.


Quizá haya que decir: justamente por Saúl. En la mención de las
hazañas de Saúl hay algo de lo diferente que todo pudo haber trans-
currido; como si preguntara: ¿por qué fuiste por ese camino extra-
ño, Saúl?

Precisamente la muerte de alguien que te ha hecho daño, durante


años a veces, puede afectarte mucho. Como, por ejemplo, la de un
padre o una madre que nunca te proporcionó demasiadas alegrías.
En semejante momento, uno los ve de repente con otros ojos. ¿Por
qué eran tan malos? ¿De qué tenían miedo, ellos? A menudo, pos-
teriormente, uno mira de otra forma. A los muertos, ¿solo elogios?
No, tampoco es eso. Pero ¡sí que uno ve más!

LEER: 2 SAMUEL 1:17-27

298
19 DE SEPTIEMBRE

Hay que perseverar

Solamente los de la casa de Judá siguieron a David.


2 SAMUEL 2:10B

Solo los hombres de Judá reconocen a David como su rey. Eso


debe de haber sido un duro trago para David. Por un momento pa-
recía que en breve iba a ser rey sobre Israel. Porque a su petición a
Dios, sobre si podía subir desde la tierra de los filisteos en dirección
a Judá, recibió una respuesta afirmativa. Poco después, le vemos
con sus hombres y sus familias en la ciudad de Hebrón, donde vie-
nen a su encuentro los jefes de familia de Judá y le ungen rey.

Pero entonces, el relato se interrumpe otra vez. La mayoría de las


tribus de Israel no muestran ningún interés en David. Ellas apoyan
a Is-boset, el hijo de Saúl, al que el general del ejército, Abner, ha
proclamado rey después del drama de Gilboa. Abner mismo, em-
parentado con Saúl, quiere reservar el poder a todas luces para su
propia familia. Y su plan tiene éxito, puesto que solo los hombres
de Judá siguen a David. Otra vez David tiene que esperar. Incluso
más de dos años, después de la muerte de Saúl.

No tiene más remedio que esperar. De nuevo, esperar en Dios. Pues


es Dios el que cumple todas sus promesas; su Reino viene, eso es
seguro. Pero, ¡cuánto tarda! A nosotros nos parece a veces que tarda
demasiado. Jesús dice: el que persevere hasta el fin, ¡este será salvo!
(Mateo 24:13).

LEER: 2 SAMUEL 2:1-11

299
20 DE SEPTIEMBRE

Un final amargo

¿Consumirá la espada perpetuamente?


¿No sabes tú que el final será amargura?
2 SAMUEL 2:26

Las historias que nos cuenta este libro son bastante violentas.
No sirven para alegrarnos. La guerra es una locura tremenda. Y
una guerra civil es peor aún, es demencial. La gente que antes eran
buenos vecinos, compañeros de trabajo o amigos, se mata entre sí.
Casi todos los días escuchamos noticias de ese tipo de conflictos en
nuestro mundo, en los que se repiten los mismos escenarios espan-
tosos. Solo cuando Abner se ve acorralado, propone poner fin a la
lucha entre hermanos. ¿Acaso era este su propósito desde el princi-
pio, cuando propuso, como si fuera un juego, un combate entre los
jóvenes para decidir el conflicto entre Is-boset y David?

En cualquier caso, Abner acierta al decir que el final será amargura.


¡Amargo para todos! Cuanto más tiempo seguirán luchando, más
odio se acumulará, más crueles serán las represalias y más profun-
das las heridas que deja en la gente. Hay que poner fin cuanto antes
a las luchas y peleas, y no seguir hasta el amargo final.

A continuación, Joab, el general del ejército de David, anuncia el


fin de la batalla. Podríamos pensar: ¿dónde está David en esta histo-
ria? Y también: ¿dónde está Jesús en lo que ocurre en nuestro mun-
do? ¡Señor, te esperamos! ¡Que venga pronto tu reino! Y cúranos de
la amargura que hay en nosotros.

LEER: 2 SAMUEL 2:12-28

300
21 DE SEPTIEMBRE

Calculador, más que creyente

... pero David se iba fortaleciendo,


y la casa de Saúl se iba debilitando.
2 SAMUEL 3:1

La relación entre la casa de Saúl y la casa de David sigue siendo


tensa, aunque ya no se oye nada sobre batallas sangrientas. Ambas
partes se resignan ante la división del reino y se quedan a la espera,
mientras que, probablemente, los verdaderos señores en aquellos
años sean los filisteos. Pero, poco a poco, la influencia de David va
en aumento. Su casa se va fortaleciendo, se nos dice. Cada vez más,
el israelita medio queda impresionado con David. ¿Influyó en esto
acaso la fe en Dios, y la profecía de Samuel de que David era el rey
ungido por Dios, en lugar de Saúl? No se nos dice nada de ello.

David reside en Hebrón y disfruta de su reinado. Le nace hijo tras


hijo. De repente tiene seis mujeres, sin contar ni siquiera a su pri-
mera esposa Mical. Tal cúmulo de nuevos príncipes le habrá agra-
dado a más de un israelita. Y se puede suponer que eso era exacta-
mente la intención de David. Porque comparado con su familia, la
casa de Saúl pierde su significado por completo. Muy listo –podría-
mos decir–, es preferible fortalecerse de esta manera que por me-
dio de esos juegos horribles de combates individuales. Puede ser.
Pero de David uno espera sobre todo que muestre fe. Lutero escri-
bió: “nuestro valor es nada aquí”. ¿Ya se ha olvidado David de ello?

LEER: 2 SAMUEL 2:29-3:5

301
22 DE SEPTIEMBRE

Oportunista
Entonces envió Abner mensajeros a David
de su parte, diciendo: ¿De quién es la tierra?
Y que le dijesen: Haz pacto conmigo...
2 SAMUEL 3:12

¿Se ha convertido Abner? De pronto parece estar muy convenci-


do de que Dios le ha prometido a David el reinado sobre Israel. En
secreto le manda mensajeros a David, preguntándole: “¿De quién
es la tierra? ¡Sin duda es tuya! Haz pacto conmigo y yo me ocuparé
de todo lo demás.”

“Primero, ocúpate de mi mujer”, le contesta David con mucho sen-


tido práctico. Eso no es ningún problema para Abner. En secreto
negocia con los ancianos de Israel y les confronta con su convicción
de que Dios ha prometido librar a Israel de todos sus enemigos por
medio de David. Y vemos que los ancianos le creen. ¿Se ha conver-
tido Abner? Is-boset le acaba de pedir cuentas por haberse acostado
con una concubina de Saúl. Por eso, el popular general se siente tan
ofendido, que acto seguido se pasa al lado de David. Es posible que
tuviera esa idea ya mucho antes, comprendiendo que una figura
tan débil como Is-boset no llegaría a ninguna parte. Pero ahora, de
golpe, se ha decidido. Abner es simplemente un oportunista muy
hábil, lo cual le viene muy bien a David. Este espera mucho por par-
te de Abner. Pero eso tiene poco que ver con la fe. Generales como
Abner pronuncian con frecuencia el nombre del Señor, cuando en
realidad están maniobrando para su nombre propio.

LEER: 2 SAMUEL 3:6-21

302
23 DE SEPTIEMBRE

Las lágrimas no bastan

Inocente soy yo y mi reino, delante de Jehová,


para siempre, de la sangre de Abner hijo de Ner.
2 SAMUEL 3:28

David se apresura a tomar distancia públicamente del asesina-


to de Abner, pues este acto tan extremadamente cobarde da una
impresión muy negativa en la ciudad en que David es rey. Muchos
en Israel, al enterarse del asesinato de Abner, tendrían la sensa-
ción de que David juega el mismo juego sucio por el poder como
lo hizo Saúl.

Pero eso no es verdad, en absoluto. Aunque David tampoco está


limpio del todo, como quiere hacer creer a todo el mundo. Había
aprovechado deliberadamente un momento en que Joab estaba fue-
ra de la ciudad, para negociar con Abner, su viejo compañero de
batalla. Es lógico que Joab, a continuación, estuviera lleno de sos-
pechas y lanzara fuertes acusaciones contra Abner. Y David no hizo
nada, ni siquiera contradijo a Joab.

¿Es verdad que David no tiene nada que ver con ello? No está del
todo sin culpa. Sus lágrimas al lado del sepulcro de Abner son sin
duda sinceras. Pero las lágrimas no sirven de mucho, si luego no se
hace nada más. David necesita valor, para tratar con mano dura a
Joab. David necesita fe. Aquella fe con la que se enfrentó a Goliat,
hacía tiempo. Con esa fe no tendrá que tener miedo a nada ni a
nadie. Tampoco a Joab.

LEER: 2 SAMUEL 3:22-39

303
24 DE SEPTIEMBRE

Redención, no retribución
Y David respondió a Recab y a su hermano Baana,
hijos de Rimón beerotita, y les dijo: Vive Jehová que
ha redimido mi alma de toda angustia...
2 SAMUEL 4:9

Con perplejidad escucha David a los hermanos Recab y Baana.


De una bolsa sucia que traen consigo, uno de ellos saca la cabeza
cortada de Is-boset. El otro le explica a David que con la muerte de
Is-boset el Señor ha reparado todo el daño que David ha tenido que
sufrir a manos de Saúl. Me imagino que David los mira y escucha
espantado. Esos dos no parecen haber recibido demasiada educa-
ción religiosa. Justifican el asesinato de Is-boset, de su misma tribu,
con una simpleza asombrosa, como si lo hubieran hecho dirigidos
por el Señor y fuera aquello su voluntad.

David reacciona espontáneamente: ¡Vive Jehová! “Vive Jehová que


ha redimido mi alma de toda angustia”. En este momento David nos
muestra lo que hay en su corazón. Es innegable que Saúl le ha he-
cho muchísimo daño. De muchas maneras. Quizás lo peor fue que
entregara a Mical, el amor de juventud de David, a otro hombre. Y
¡cuánto miedo y angustia ha tenido que soportar David! ¡Pero de
todo ello Dios le redimió!

Porque así es Dios: Él salva y guarda al que se refugia en Él. Y en


cuanto a la voluntad de Dios: Él aborrece profundamente a los ase-
sinos brutales. Sin contemplaciones, David acaba con ellos. Pero la
cabeza mutilada de Is-boset recibe un sepelio honroso en el sepul-
cro de Abner.

LEER: 2 SAMUEL 4

304
25 DE SEPTIEMBRE

Te amo, señor

Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.


SALMO 18:1

Hoy nos toca un salmo de David. Un cántico de acción de gra-


cias, en el que constata la cantidad de veces que Dios le salvó de
mano de sus enemigos. La primera lucha fue contra Goliat, luego
tuvo que huir ante Saúl. Pero también después hubo mucho jaleo
en su vida. Con su familia y consigo mismo. Ahora echa una mirada
hacia atrás, y quiere cantar. Y ¿qué es lo que surge de su interior?
¡Te amo, oh Jehová! ¡Sorprendente! ¿No es un salmo para niños?
¿Un salmo para enfermos y débiles? Puede ser, pero también es un
salmo de David, un hombre curtido en batallas, un hombre que a lo
largo de los años se ha visto sujetado por la fidelidad y el amor de
Dios. Hay mucho sentimiento en sus palabras, como en casi todos
los salmos.

Muchas de las palabras de los Salmos nos acercan a Dios y tocan


las fibras más profundas de nuestra alma. “Te amaré, oh Señor, mi
fortaleza”. Esa es una frase hermosa para comenzar un cántico de
acción de gracias. Quizás también el lector tenga algo que celebrar
hoy. Entonces, ya no necesita pensar sobre la primera frase.

LEER: SALMO 18:1-19

305
26 DE SEPTIEMBRE

Tú encenderás mi lámpara;
Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas.
SALMO 18:28

Esta porción del cántico de acción de gracias de David puede que


no nos parezca muy convincente. ¿Habla demasiado en prime-
ra persona? Yo he guardado los caminos de Jehová. No me aparté
impíamente de mi Dios. Todos sus juicios estuvieron delante de
mí. Fui recto para con él... La imagen positiva que uno tenga de si
mismo puede ser una bendición, pero también puede ser llevada
al extremo. ¿De verdad piensa David que es tan bueno? Eso no es
la cuestión aquí. David solo expresa que él, por su parte, siempre
ha intentado ser un fiel siervo de Dios. Tan fiel como Dios podía
esperar que fuera. No como una proeza piadosa, sino como una
respuesta a lo que ha hecho Dios. Por eso pasa sin advertirlo de la
primera persona a la segunda.

¡Porque tú salvarás al pueblo afligido!


¡Humillarás los ojos altivos!
¡Tú encenderás mi lámpara!

El que aprenda a decir “tú” cuando habla a Dios, también dirá con
franqueza “yo”. Yo creo; yo te amo; y al final del camino: ¡he guar-
dado los caminos del Señor! Porque tú encendiste mi lámpara. Se-
ñor, ¡te doy gracias!

LEER: SALMO 18:20-29

306
27 DE SEPTIEMBRE

Esperen en Dios
Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová? ¿Y qué roca
hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de poder,
y quien hace perfecto mi camino.
SALMO 18:31, 32

Hay personas mayores que a veces me comentan que se deprimen


mucho cuando recuerdan cosas del pasado. El camino por el que fui
–me dice uno–, no me complace en absoluto. Veo errores y equivo-
caciones por doquier. Si hubiera hecho esto o aquello... También hay
gente relativamente joven que se expresa a veces de esta manera. Y yo
les digo: ¿Y Dios? ¿También ha cometido errores y equivocaciones?

Entonces, suele haber silencio por respuesta. Más o menos como


en este salmo, en el que David vuelve la mirada a su vida pasada. De
pronto dice: ¡Señor, tu camino es perfecto! Tus palabras son total-
mente puras. Eres escudo a todos los que se refugian en ti. ¿Quién
es Dios sino solo el Señor? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?
En muchos momentos de su vida, David lo ha experimentado. Y
esto vale también para nosotros. Nunca te olvidas de los momentos
en que Dios, en su gracia, te levantó de tu camino de errores y equi-
vocaciones y volvió a dirigir tus pasos. “¿Quién es Dios sino solo el
Señor, y qué roca hay fuera de nuestro Dios?

Cuando el lector vuelva la vista atrás, fíjese sobre todo en la fideli-


dad que Dios ha mostrado a lo largo de ese camino, y tenga buen
ánimo para el día de hoy. ¡Que Dios le dé nuevas fuerzas! “Por tan-
to, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el
día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.” (Efesios 6:13).

LEER: SALMO 18:30-50

307
28 DE SEPTIEMBRE

¡Viva el rey!
Vinieron todas las tribus de Israel a David
en Hebrón y hablaron, diciendo: Henos aquí,
hueso tuyo y carne tuya somos.
2 SAMUEL 5:1

Por fin ha llegado el momento. No solamente los hombres de


Judá, sino también los ancianos de las otras once tribus vienen a
Hebrón y reconocen a David como el Ungido de Dios. Vienen de
manera espontánea. Por fin quieren que David sea su rey. Le dicen:
“Henos aquí, hueso tuyo y carne tuya somos.”

Puede que nos suene esa expresión. ¡Es como si se tratase de un


matrimonio! Y efectivamente, se trata de algo similar. Con algo de
remordimiento le dicen que en realidad siempre le han visto como
“su hombre”. Ya desde la época en que era general del ejército de
Saúl. Pero entonces comenzaron las dificultades en su relación y
todos los demás problemas con Saúl. Pero ahora han visto la luz. Le
reconocen como el Mesías de Dios. Por lo que le piden: Sé nuestro
pastor y rey. Sé nuestra cabeza, y nosotros seremos tu cuerpo. Y así
sucede. David hace pacto con ellos. Y luego: ¡viva el rey!

Es un momento esperanzador. Todas las tribus se unen finalmente


en torno a David. Todos le honran como el rey que Dios les ha dado
y buscan su favor. Detrás de David está Jesús. “Será su nombre
para siempre, se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Ben-
ditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado.”
(Salmo 72:17).

LEER: 2 SAMUEL 5:1-5

308
29 DE SEPTIEMBRE

Un dicho feo

Por esto se dijo: Ciego ni cojo no entrará en la casa.


2 SAMUEL 5:8B

David no elige Hebrón o Belén como residencia del nuevo rei-


no, sino Jerusalén, una ciudad con una tradición que remonta a
tiempos de Abraham. Se lo ha pensado muy bien. Pero, ¿qué es lo
que tiene David contra los ciegos y cojos? A raíz de la conquista de
Jerusalén nace esta especie de dicho popular, al estilo de: ni cojos
ni ciegos puedan entrar.

Imagínate que te digan eso cuando quieras pasar por la puerta. Es


un insulto terrible, ¿no? Los jebuseos empiezan con ello. Dicen,
con mucha arrogancia: David no puede entrar nunca acá, pues aun
los ciegos y los cojos le echarán. Pero David no tarda apenas nada
en tomar la ciudad, como si todos los jebuseos fueran cojos y cie-
gos. Y entonces devuelven el insulto y llaman a los jebuseos ciegos
y cojos. Ese fue por lo visto el origen de aquella expresión. El que
menosprecia a David, el Ungido de Israel, es ciego y cojo como un
jebuseo.

Pero aún sabiendo de dónde viene, nos parece un dicho feo. Cojo,
ciego, mudo... ¡eso no se dice! ¿Ha querido David que así fuera? En
la ciudad de David todos son bienvenidos. Cuando Jesús limpia el
templo, más tarde, deja entrar precisamente a ciegos y cojos (Mateo
21:14). Ciegos, cojos y niños. Porque de ellos es el reino de los cielos.

LEER: 2 SAMUEL 5:6-16

309
30 DE SEPTIEMBRE

Esperar y escuchar
Y cuando oigas ruido como de marcha por las
copas de las balsameras, entonces te moverás;
porque Jehová saldrá delante de ti...
2 SAMUEL 5:24

La situación se ha vuelto de repente muy crítica para David. Los


filisteos han oído que ha sido hecho rey y están resueltos a darle
una lección lo más pronto posible, para que quede claro a todos
quiénes son los verdaderos amos de esta región. David está muy
preocupado. No se siente lo suficientemente preparado para aque-
llo. Y así le escuchamos hablar con Dios. ¿Qué es lo que tengo que
hacer? ¿Marchar contra ellos? ¿Yo? ¿Y entonces tú me harás ven-
cer? La batalla termina en una gran victoria para David.

Pero poco después, los filisteos vuelven a organizarse. De nuevo,


David está en aprietos y de nuevo consulta a Dios. Ahora, lo que
oye es: no subas, sino rodéalos. Y luego ¡esperar! Esperar a Dios y
escuchar. Porque cuando oigas ruido como de marcha por las copas
de las balsameras, entonces sabrás que yo he salido delante de ti, le
dice Dios.

Y así David espera. Vivamos nosotros así también. Esperar y escu-


char. Y creer que Él saldrá delante de nosotros, también hoy.

LEER: 2 SAMUEL 5:17-25

310
1. Enfadado o temeroso. 315

OC
2. Bendición sobre la casa de un pagano. 316

3. Arregla las cosas / rectifica. 317

4. No disponible. 318

TU
5. La casa de David, la casa de Dios. 319

6. Asombro. 320

BRE
7. Que venga tu reino. 321

8. Mostrar fidelidad. 322

9. ¡Eso no se hace!. 323

10. Sin rodeos. 324

11. Los pecados duelen. 325

12. Enaltecerse. 326

13. Amigos. 327

14. Escudo. 328

15. El dolor de un padre. 329

16. Una cruz es suficiente. 330

17. Como la luz del alba. 331

18. La añoranza no anima


a seguir adelante. 332
19. ¿Cómo contamos?. 333

20. Un lugar donde Dios


se deja encontrar. 334
21. Solo queda Dios. 335

22. Sí es sí. 336

23. Está permitido emocionarse. 337

24. Mucho lío. 338

25. Sé un cristiano legible. 339

26. Vasos de barro. 340

27. Lo mejor está por venir. 341

28. Reconciliación. 342

29. Una fe engañosa. 343

30. Consolados con Tito. 344

31. La gracia de Dios. 345


1 DE OCTUBRE

Enfadado o temeroso

Y se entristeció David [...]


Y temiendo David a Jehová aquel día...
2 SAMUEL 6:8, 9

David no solamente se entristeció por la muerte de Uza, como


sugiere esta versión de la RV, sino que en realidad el texto dice que
está muy enfadado con Dios. “Se enojó”, nos dicen otras traduccio-
nes. ¿Por qué tenía que suceder esto? ¿Qué mal había hecho el bue-
no de Uza? Podemos entender perfectamente su reacción. Pero un
momento después, David se muestra sobre todo temeroso, y eso es
mucho mejor. Puede que David, al llevar el arca a Jerusalén de esa
manera festiva, quisiera honrar a Dios, pero también le servía para
promocionar su reinado y la capital del reino. ¿Por qué, sino, aquel
desfile militar? ¿Y todas esas bandas de música? ¿Y ese carro nue-
vo? Pero Dios se niega a formar parte de las festividades religiosas
que ha organizado David, y su furor se enciende cuando el bueno
de Uza cree que tiene que echarle una mano para que no tropiece.

“Y temiendo David a Jehová aquel día”... Por un instante experi-


menta muy intensamente la distancia. Tanto, que prefiere que el
arca ya no sea traída a Jerusalén. Pues ¿quién puede estar delante
de Dios y vivir? Pero precisamente con aquellas personas, Dios se
muestra de otra manera y les dice: ¡No temas! “Ciertamente cerca-
na está su salvación a los que le temen” (Salmo 85:9).

LEER: 2 SAMUEL 6:1-11

315
2 DE OCTUBRE

Bendición sobre la casa


de un pagano
Fue dado aviso al rey David, diciendo: Jehová ha bendecido la
casa de Obed-edom y todo lo que tiene, a causa del arca de Dios.
2 SAMUEL 6:12

Sin el arca, y quizás sin Dios, volvió David a su casa. Llama la


atención que no llevaran el arca a casa de un campesino israelita,
sino a la de un tal Obed-edom, un hombre originario de Gat, por lo
tanto, un filisteo. Tal vez un amigo de David, de la época en que él
mismo vivió allí. Posiblemente David pensó ¿qué sabrá un filisteo
acerca del Dios de Israel? ¡Dejemos que corra con el riesgo! Y luego
se fue rápidamente a casa.

Pero, al cabo de tres meses, David se entera de que Dios ha bende-


cido abundantemente al pagano Obed-edom, en todos los sentidos.
Es una noticia que le sorprende y le alegra. Ya que descubre que el
Dios al que tanto teme, no obstante es un Dios de salvación y así se
hace conocer a un campesino pagano que, por lo visto, a pesar de
su ignorancia espiritual cuidaba del arca con gran respeto. Ahora
David pierde el temor, o mejor dicho: ¡su miedo! Porque su temor
y respeto a Dios solo habíán aumentado.

Eso se nota en el segundo desfile. ¡Ahora no hay militares ni carro


especial! Ahora, lo que importa es solo Dios y su Nombre. Y bendi-
tos en ese Nombre, van todos al final a sus casas. Muy diferente a lo
que ocurrió hacía tres meses.

LEER: 2 SAMUEL 6:11-19

316
3 DE OCTUBRE

Arregla las cosas / rectifica

Y Mical hija de Saúl nunca tuvo


hijos hasta el día de su muerte.
2 SAMUEL 6:23

¡Mical nunca tuvo hijos! Su vida entera pasa, sin que le nazcan
hijos. Este comentario suena más o menos como un juicio de Dios.
¿Es Dios así, que nos castiga con no tener hijos por este tipo de ra-
zones –una discusión en que se dicen cosas muy feas–? ¡No es eso
lo que nos cuenta este pasaje!

David vuelve alegre a su casa. Para bendecir a su familia, se nos


dice literalmente. Y en Israel, ¿cómo puede un hombre bendecir
a su mujer mejor que con un hijo? Pero Mical, princesa e hija de
Saúl, vierte todo su menosprecio sobre David. Sobre su baile de-
lante del arca, vestido con una túnica corta de lino. En su opinión,
una manera muy barata de buscar la popularidad. Eres un rey sin
estilo y sin buen gusto y sin gloria. Mi padre nunca hubiera hecho
esto. Y así sigue un buen rato. Entonces, llegado a este punto, en
David se rompe algo por dentro. Ya no la puede bendecir. Porque
precisamente se quería mostrar tan humilde e insignificante de-
lante de Dios. Por lo visto, Mical no había entendido nada de eso.
¿Dejó David después a Mical?

Con tus palabras puedes hacerle mucho daño a alguien, y causar


destrozos. Si se da ese caso: ¡retira lo dicho y reconcíliate! Y Dios
te bendecirá.

LEER: 2 SAMUEL 6:20-23

317
4 DE OCTUBRE

No disponible

Así ha dicho Jehová: ¿Tú me has


de edificar casa en que yo more?
2 SAMUEL 7:5

Siendo profeta, no hay que decirle a un rey con demasiada lige-


reza que “el Señor estará contigo”, ni siquiera cuando ese rey pro-
ponga construir un templo espléndido para Dios. Porque ¿qué es
lo que hay detrás, exactamente? Esa misma noche, Dios corrige al
profeta Natán. Resulta que Dios se muestra muy contrario al pro-
yecto arquitectónico de David. ¿Acaso ha pedido alguna vez que se
le construya algo así como una casa para vivir en ella?
En ese momento, Natán se habría dado cuenta –y puede que
nosotros también– de que detrás de los planes de David para un
templo bonito hay, aparte de una intención piadosa y sincera, tam-
bién una maniobra política. Digamos que es la tendencia de querer
tener a mano a Dios. Pero justo por eso Dios nunca pidió a Israel
una casa permanente. Una tienda le bastó.
Así quería vivir entre su pueblo, como un Dios que cualquier día
puede desmontar la tienda y marcharse. Podemos invocar a Dios,
pero no convocarlo ni disponer de Él. Y otra cosa: las manos de Da-
vid están manchadas de sangre (compárese 1 Crónicas 22). Dios no
necesita a David, pero David sí necesita a Dios. Pues bien, Dios es
fiel y sus promesas siguen vigentes. “¡No te dejaré, ni te desampa-
raré!” (Josué 1:5). Eso, a nosotros, también nos tiene que bastar. En
Jesús, Dios ha mostrado el verdadero cumplimiento de su promesa
de no abandonarnos nunca. Su nombre es como una casa en la que
Dios está cerca de nosotros, siempre y en todas partes. Me parece
que es una maravillosa promesa de Dios para el día de hoy.
LEER: 2 SAMUEL 7:1-9

318
5 DE OCTUBRE

La casa de David,
la casa de Dios
Asimismo Jehová te hace
saber que él te hará casa.
2 SAMUEL 7:11B

No será David el que edifique una casa para Dios, ¡sino que es
Dios quien edificará una casa para David!

Con esta promesa se dicen muchísimas cosas. No solamente que


a lo largo de los siglos habrá un hijo de David sentado en el trono
en Jerusalén. Esto también lo dice Natán, pero es solo la parte vi-
sible. Más importante es que la casa de David será siempre el lu-
gar de encuentro entre Dios y los israelitas, donde experimentarán
su salvación. También hay condiciones. Si algún hijo de David no
procura que se haga justicia en la sociedad, disfrutará poco de su
reinado y sufrirá el castigo de Dios. Pero Dios no se apartará de él
para siempre.

A partir de esta promesa, el nombre de David viene a significar


“salvación de Dios”. Después de David, algunos reyes lograron en
este sentido más que otros. Y unos cuantos fracasaron por com-
pleto. Pero esta profecía apunta finalmente a Jesús. ¡Él es el Rey
mesiánico por excelencia! Alguien como el ciego Bartimeo le reco-
noció en seguida. Con este Hijo de David hay realmente esperanza
para cojos y ciegos, para los que dudan y se preocupan, para gente
malvada y culpable. Por eso clamamos: ¡Hijo de David, ten mise-
ricordia de mí! Podemos hacer esta oración todos los días. Y cada
día, Jesús nos oye.

LEER: 2 SAMUEL 7:10-17

319
6 DE OCTUBRE

Asombro
Señor Jehová, ¿quién soy yo, y qué es mi casa,
para que tú me hayas traído hasta aquí? Y aún
te ha parecido poco esto.
2 SAMUEL 7:18B, 19A

La profecía de Natán deja a David sin habla y lleno de asombro.


Sale de su palacio y se dirige al tabernáculo, donde está el arca de
Dios. Y allí, delante del arca, da gracias a Dios desde el fondo de su
corazón. Le oímos decir, sinceramente sorprendido: Señor Jehová,
¿quién soy yo, y qué es mi casa? No sale de su asombro. Si solo es
un pastorcillo sencillo de una familia corriente de campesinos cuya
conducta nunca ha sido perfecta. Sin embargo, Dios siempre ha
estado con él, hasta que llegó a ser rey sobre Israel. Y como si eso
no bastara... ahora Dios le promete que ¡su casa permanecerá para
siempre! Reinará como siervo de Dios. Y después de él, sus des-
cendientes, generación tras generación, hasta que venga el Mesías.
Hasta la venida de Jesús, el Hijo de David e Hijo de Dios.

¿Qué he hecho yo para merecer esto? Puede que nosotros sintamos


exactamente lo mismo. Porque lo que Dios nos promete, su amor y
su perdón, su guía y una vida que sea de bendición para otros... ¡eso
ya es tanto! A veces ese asombro nos toma desprevenidos, cuando
vayamos en bicicleta a clase, o durante el trabajo, o por la noche
cuando estamos en quietud delante de Dios. Y espontáneamente
decimos: Señor, ¡cuánto me has bendecido! ¡Grande es la fidelidad
que me has mostrado!

LEER: 2 SAMUEL 7:18-29

320
7 DE OCTUBRE

Que venga tu reino

Y Jehová dio la victoria a David


por dondequiera que fue.
2 SAMUEL 8:6, 14

Mejor nos hubiéramos saltado este capítulo, quizás pensará el


lector. Porque no hay nada edificante para nuestra alma en él. To-
dos los pueblos vecinos son hostigados duramente por David. Un
tal rey Toi –de la región al norte de Damasco– parece alegrarse mu-
cho de ello, pero eso no quiere decir nada. Ese Toi seguramente no
sería sido ningún defensor de los derechos humanos. Y ¿qué pensar
de los moabitas? Los prisioneros de guerra tienen que tumbarse al
suelo uno al lado de otro, y viene David con la cinta de medir. Y a
dos medidas de cordel de hombres se les ensarta en la lanza, mien-
tras que los de una medida se quedan con vida. ¿Es este el Mesías
de Dios?

Quisiera destacar tres cosas. Primero: David ajusta cuentas con


naciones que durante mucho tiempo han machacado a Israel y a
otros pueblos –piense en ese aliviado Toi–. ¡Aquella noche ya pasó!
Segundo: David deja con vida a un tercio de los moabitas. Los ser-
bios de Srebrenica no mostraron tal misericordia. Dicho con otras
palabras: nuestro tiempo no es más humano. Tercero: A través de
todas estas atrocidades, no obstante, se acerca el reino de Dios. Al-
gún día, todo habrá pasado. Algún día, vencerá la gracia y pondrá
fin a la noche. Entonces, el mal será aplastado del todo por el Señor.
Entonces, la lucha a muerte tocará a su fin.

LEER: 2 SAMUEL 8

321
8 DE OCTUBRE

Mostrar fidelidad

Y le dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad


haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre.
2 SAMUEL 9:7

David se acuerda de su amigo Jonatán. Puede que precisamente


fuiera el aniversario de su muerte o el día de su cumpleaños. Nos
suele pasar, a veces. ¿Hay alguien de la familia de Jonatán que viva
todavía? Queda claro que no es algo fácil de descubrir. Un tal Siba,
que sirvió a Saúl como funcionario privado, no se muestra demasia-
do complaciente, por motivos comprensibles, para dar la informa-
ción. Pues, ¿qué es lo que quiere David?

David quiere hacer misericordia por fidelidad a su amigo. Para Me-


fi-boset, el único hijo de Jonatán y parapléjico, esa es la sorpresa
más grande de su vida. Como nieto de Saúl, lleva una vida mar-
cada por el miedo y la falta de perspectiva, en la clandestinidad
del pueblecito Lodebar. Pero David le hace traer. Y le devuelve a
Mefi-boset las tierras de su padre. Mefi-boset se convierte también
en un comensal fijo en la mesa de David. David no se avergüenza
de él. Aquí vemos a David como el verdadero rey mesiánico que
Dios quería que fuera, el rey del Salmo 72. Hace morder el polvo
a los guerreros filisteos y moabitas, pero levanta a los pobres y me-
nesterosos.

“Y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá


sus almas, y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.” (Salmo
72:13 y 14).

LEER: 2 SAMUEL 9

322
9 DE OCTUBRE

¡Eso no se hace!

Mas esto que David había hecho,


fue desagradable ante los ojos de Dios.
2 SAMUEL 11:27B

En todo este relato no se menciona ni una vez el nombre de Dios,


hasta que llegamos a la última frase. Como si el narrador quisie-
ra decir: No pienses nunca que, cuando logres ocultar tus trapos
sucios, de verdad han desaparecido. Dios dice: ¡Has hecho mal! Y
tarde o temprano te vas a enterar.

Eso se aplica también a David. Y también a la mujer con la que tie-


ne amoríos. Betsabé, ¡la bella esposa de Urías! porque Urías no está
en casa. Está peleando con el ejército de David contra los amonitas
en Rabá –el actual Ammán–. Una cosa conduce a otra y, al final,
Urías acaba muerto. Al mensajero Joab le dice: puede que el rey se
enoje, pero dile entonces solamente que también murió Urías. Y así
ocurre. Efectivamente, David se tranquiliza enseguida y se muestra
muy comprensivo, casi filosófico.: desea que Joab “no tenga pesar
por esto”. Mañana serán los amonitas los que perderán a algunos.
Así es la guerra.

Con ello, su problema está resuelto. Desde luego no es una solución


elegante. Pero ¿para qué poner pegas? Ese Urías ni siquiera quería
estar con su mujer. Un tipo así morirá en combate, antes o después.
Puede ser. Pero Dios dice: ¡Has hecho mal! ¡Eso no se permite en
Israel!

LEER: 2 SAMUEL 11

323
10 DE OCTUBRE

Sin rodeos

Entonces dijo David a Natán:


Pequé contra Jehová.
2 SAMUEL 12:13

El profeta Natán le cuenta a David una historia emotiva sobre un


hombre pobre con una corderita, y un rico avaro. Afortunadamen-
te, en Israel hay un rey íntegro y justo, que se llama David. Y este se
enfada tanto y cree tanto en su propia rectitud, que, sin tener que
pensarlo mucho, emite un duro juicio. Y luego pregunta: Natán,
dime, ¿dónde vive ese malvado? ¿Quién es ese hombre?

Natán le mira fijamente y le dice: ¡Tú eres aquel hombre! Más


directo, imposible. A veces, por medio de una conversación o un
sermón, Dios nos enfrenta de golpe a nosotros mismos. A veces, a
través de una sola frase en una oración. Y de repente uno ve en su
vida ciertos tropiezos o errores tremendamente nítidos, como la
clamorosa falta de amor por el cónyuge; la envidia que tiene de
la hermana guapa y rica; los problemas con el alcohol que no quiso
reconocer, etcétera. Ante Dios sabemos que, en realidad, nuestra
vida es una mentira.

En un momento así, pensamos: ¡tierra, trágame! ¿Y luego? “Pequé


contra Jehová”, dice David. Con ello ha dicho todo. En el fondo, una
confesión semejante, en que uno se condena a sí mismo, es muy
liberadora. Porque no hay nada que produzca tanto alivio como
confesar la culpa que uno tiene. Y no hay nada que produzca tanta
soledad y tristeza como callarse la culpa.

LEER: 2 SAMUEL 12:1-14

324
11 DE OCTUBRE

Los pecados duelen


Y Natán se volvió a su casa. Y Jehová hirió
al niño que la mujer de Urías había dado
a David, y enfermó gravemente.
2 SAMUEL 12:15

Un chico del grupo de catequesis me preguntó una vez: En la


iglesia, ¿no recurren al perdón demasiado a la ligera? Hay gente
que hace todo tipo de malas pasadas. Luego van a la iglesia y todo
está perdonado y olvidado, de un plumazo. Yo le dije: ¡Así no fun-
ciona! Perdonar es una palabra muy costosa. Pues hay que reparar
lo que se ha roto irremediablemente. Por eso, los pecados duelen
siempre muchísimo. David lo experimenta claramente. El profeta
Natán le anuncia el perdón de Dios. Para nuestro sentir, demasiado
rápido. Pero ¡atención!, el asunto está lejos de concluir. El mal tie-
ne que ser quitado y expiado. Y entonces muere el niño.

Pero ¿qué culpa tiene ese niño? ¡Absolutamente ninguna! Se trata


del pecado de David. Afortunadamente, muy pocas veces Dios lle-
ga a tal extremo con nosotros. Por eso no debemos intentar sacar
conclusiones cuando perdemos a un hijo. El Salmo 103 dice: “No
ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha
pagado conforme a nuestros pecados.” (v.10). Y ¿por qué no? Por-
que Él mismo quiso cargar con la condenación y nos dio a su Hijo,
el Justo, por los culpables. Detrás del perdón de Dios hay un amor y
un sacrificio inmensos. Por eso el verdadero perdón es tan frágil, y
por eso los pecados duelen tanto.

LEER: 2 SAMUEL 12:15-25

325
12 DE OCTUBRE

Enaltecerse

Y decía Absalón: ¡Quién me pusiera


por juez en la tierra...!
2 SAMUEL 15:4

El tercer hijo de David le dio muchos quebraderos de cabeza. Hay


en este libro largos capítulos que tratan de él. Una historia que se
lee como un culebrón. Pero esa no es la intención. No, Absalón for-
ma parte de las consecuencias del pecado de David con Betsabé y el
asesinato de Urías. Natán le había dicho después: “Tus hijos serán
como tú; ¡de tal palo, tal astilla!

Pues bien, David lo experimentó. Sus hijos, al hacerse mayores,


fueron como una fuente incesante de material para la prensa sen-
sacionalista. Sobre todo Absalón, con su larga melena agitada por
el viento, de pie en su veloz carro de guerra, es de lo más popular
en Jerusalén. Una vez al año se deja cortar el pelo, en público, ¡y
también deja pesarlo, pues el pelo equivale a la fuerza! A causa de
su hermana, mata en cierto momento a su hermano mayor y huye
de la ciudad. Pero al cabo de tres años vuelve otra vez e intenta ha-
cerse con el poder. Lo hace muy ingeniosamente. A los que buscan
obtener justicia de David y no lo consiguen –David, en ese tiempo,
da la impresión de ser alguien muy débil–, a esos, Absalón les pro-
mete asistencia legal. Dice: ¡Si yo fuera rey, todo sería diferente!
También es un gran seductor. Y en un momento bien calculado, da
el golpe, con éxito. Pero todo acabará en catástrofe. Jesús dijo más
tarde: “el que se enaltece será humillado” (Mateo 23:12).

LEER: 2 SAMUEL 15:1-16

326
13 DE OCTUBRE

Amigos

Y respondió Itai al rey, diciendo: Vive Dios [...],


donde mi señor el rey estuviere, allí estará también tu siervo.
2 SAMUEL 15:21

En tiempos de necesidad se conoce a los amigos de verdad. Al-


gunos te dejan plantado. Otros te sorprenden con su fidelidad. Así,
David se entera de que su consejero y confidente Ahitofel está in-
volucrado en la conspiración de Absalón. Dicho sea de paso que
ese Ahitofel es el abuelo de Betsabé, y con alguien así uno nunca
se sabe exactamente qué se puede esperar de él. Bien puede ser
que desde hace tiempo el hombre esté lleno de odio hacia David.
Pero otros sorprenden a David, como el filisteo Itai, originario de
Gat y jefe de una tropa especial de geteos. Por lo visto los habían
expulsado de su propia ciudad y llevaban poco tiempo en Jerusalén.
David le pregunta: ¿Para qué vienes conmigo y renuncias al asilo
que acabas de encontrar aquí? Pero Itai contesta: Donde mi señor
estuviere, allí estaré yo.

Una reacción así conmueve. ¿Qué conocería Itai de Dios? Tanto,


en todo caso, que Dios está con su rey ungido. Con David y con los
que permanecen fiel a David. Con Jesucristo y con los que le siguen,
también en circunstancias muy humillantes. Pablo lo expresó una
vez de la siguiente manera: “Si es que padecemos juntamente con
él, para que juntamente con él seamos glorificados.” (Romanos 8:17).

LEER: 2 SAMUEL 15:17-37

327
14 DE OCTUBRE

Escudo

Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí;


mi gloria, y el que levanta mi cabeza.
SALMO 3:3

Justo en momentos de debilidad y dificultad vemos el lado fuer-


te de David. No es su carácter, su paciencia o sus ganas de luchar,
sino el escudo que le protege, eso es: Dios mismo. “¡Mas tú, Jehová,
eres escudo alrededor de mí!” Según el encabezamiento de este sal-
mo, es una oración de David cuando huía de delante de Absalón. En
esta huida, no se libra de vejaciones. Un descendiente de la familia
de Saúl, un tal Simei, le arroja piedras y le maldice por el daño
que hubiera causado a la casa de Saúl. Es un incidente extremada-
mente insultante. Abisai, hombre muy guerrero, sobrino de David
y hermano de Joab, no quiere escuchar ni una palabra más. Arde en
deseos de atravesar con su espada a aquel hombre. Pero David se lo
impide. David piensa en su pecado. Para él, esto es su camino de
penitencia. Por lo que solo Dios puede levantar su cabeza.

David se refugia en Dios. Ese es el lugar apropiado en los días en


que la vida puede con nosotros. Pero no solo entonces. ¡Busca refu-
gio en Dios! ¡Cada día!

“Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que


levanta mi cabeza.”

Sí, el que levanta mi cabeza.

LEER: 2 SAMUEL 16:5-14; SALMO 3

328
15 DE OCTUBRE

El dolor de un padre

¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón!


¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti...!
2 SAMUEL 18:33

Algunos hijos son una gran carga para sus padres. No hacen caso
a ningún consejo sensato. Eligen su propio camino, su propia vida
y sus propios amigos. Y su vida se convierte cada vez más en una
ruina. Hay amigos que aconsejan a los padres: olvídate de tu hijo,
solo abusa de ti. Pero estos siguen esperando y orando. Hasta que
ya no hay nada que hacer.

A este punto había llegado David. La revolución de Absalón había


sido reprimida. Muy afectado y conmocionado por la muerte de su
hijo, David se aleja de la puerta. Ya no se interesa por el final feliz
de la batalla. Desde fuera de su habitación, la gente le oye llorar y
repetir una y otra vez: ¡Absalón, Absalón!, e: ¡hijo mío, hijo mío! Y
también: ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti!

Este lamento tiene un aire desesperado. A veces, una vida puede


acabar de una forma tremendamente triste. Tan alejado de Dios, se-
gún nuestra percepción. Los hijos a los que uno más quiere, a veces
son los que más se alejan, de uno mismo y de Dios. Aquí solamente
Dios puede consolarnos. Juan dice: “Pues si nuestro corazón nos
reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las
cosas.” (1 Juan 3:20). Y al final: “Dios enjugará toda lágrima” (Apo-
calipsis 7:17). Todas las lágrimas, también las de David.

LEER: 2 SAMUEL 18:24-19:8

329
16 DE OCTUBRE

Una cruz es suficiente

Entonces Rizpa hija de Aja tomó una tela de


cilicio y la tendió para sí sobre el peñasco...
2 SAMUEL 21:10

Aunque esta historia sobre David sucedió en una época ante-


rior, el autor no ha querido dejar de contarla. Nos parece un relato
chocante y extraño. Por una hambruna que dura tres años, David
se entera de que la tierra está bajo una maldición. Saúl ha asesina-
do a los gabaonitas. Y esa matanza exige una restitución. No con
plata u oro. No, la reconciliación cuesta la vida. David sabe cómo
funciona eso.

Y así ocurre que a los dos hijos de Rizpa –la concubina de Saúl– y los
cinco hijos de Merab –la hija mayor de Saúl– se les mata y ahorca.
Son abandonados como malditos, para que las fieras y rapaces los
coman. Pero Rizpa no se resigna. Ella monta guardia al pie de estas
siete cruces. Día y noche espanta a los animales salvajes y a las aves.
Su vigilancia es una lucha apasionada con Dios, por otro sacrificio
y otra justicia. Y Dios oye a Rizpa. y finalmente, comienza a llover.
Cuando se lo dicen a David, hace enterrar los cuerpos junto a los de
Saúl y Jonatán en el sepulcro de la familia de Saúl.

Con su ‘desafío’ a Dios, Rizpa ha provocado –si se puede decir así–


un sacrificio diferente. El de Jesús. “El que no escatimó ni a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” –dice Pablo–
(Romanos 8:32). Aquella cruz solitaria era suficiente, de una vez
para siempre.

LEER: 2 SAMUEL 21:1-14

330
17 DE OCTUBRE

Como la luz del alba

Habrá un justo que gobierne entre los hombres [...]


Será como la luz de la mañana.
2 SAMUEL 23:3, 4

En su lecho de muerte, David no solamente cantaba salmos de


alabanza. Según 1 Reyes 2, ha dicho también que Salomón tenía
que ajustar cuentas con Simei, el hombre que hace tiempo maldijo
a David. Y también: Salomón, ¡no dejes que Joab muera tranquila-
mente en su vejez! Estos ‘últimos deseos’ no suenan demasiado edi-
ficantes. Pero sus últimas palabras son puramente proféticas. David
ve el futuro. Ve al Mesías, que dominará de mar a mar (Salmo 72:8).
Habrá un justo –dice–, que gobernará. ¡Por fin habrá completa jus-
ticia! Como la luz de la mañana que irrumpe en la oscuridad, libe-
radora, llena de esperanza y consuelo, ¡así será Él! Y cuánta gracia
le muestra Dios, al prometer que aquel Rey vendrá de su familia,
aunque su casa no es como esa luz del alba, dice. Sin embargo, ¡ese
Rey vendrá! A lo lejos ya escuchamos hablar al ángel Gabriel con
María: “El Señor Dios le dará el trono de David su padre; su reino
no tendrá fin.”

Con la vista puesta en aquel Rey, David muere consolado. En el


Salmo 18 muestra su confianza: “Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.
Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza
mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto
refugio.” (vv. 1, 2).

LEER: 2 SAMUEL 23:1-7

331
18 DE OCTUBRE

La añoranza no anima
a seguir adelante
¡Quién me diera a beber del agua del pozo
de Belén que está junto a la puerta!
2 SAMUEL 23:15

La lista de los guerreros de David –llamados valientes– se ilustra


con breves relatos. Uno se desarrolló en la época en que David te-
nía su cuartel general en la cueva de Adulam. Saúl acaba de morir.
Pero todavía no es posible que David sea hecho rey pues los filis-
teos están en todas partes. Incluso en Belén, como se lo comunican
tres oficiales, que evalúan con David la situación. La mención de
Belén le llena a David de repente de añoranza. Allí fue donde em-
pezó todo. Allí, el anciano Samuel le ungió en el nombre del Señor.
¡Cuánto tiempo ha pasado desde aquello! David está cansado, eso
es evidente. Y cuando uno está cansado, pierde la esperanza. Y ade-
más hace un calor insoportable.

¡Quién me diera a beber del agua del pozo de Belén!, dice David.
Esa misma noche, los tres oficiales se dirigen sigilosamente a Be-
lén. Allí luchan para llegar hasta el pozo, y después de otra camina-
ta de horas le ofrecen a David esa agua tan deseada. Pero David no
la quiere beber, esta agua de su añoranza y nostalgia. En realidad,
¡es la vida de sus tres hombres! David se ha despejado de golpe.
Derrama el agua para Dios. Añorar el pasado es algo muy humano,
pero hay que vivir con la promesa de Dios para hoy.

LEER: 2 SAMUEL 23:8-23

332
19 DE OCTUBRE

¿Cómo contamos?

Yo pequé, yo hice la maldad;


¿qué hicieron estas ovejas?
2 SAMUEL 24:17

Tampoco esta historia sobre David se la ha querido saltar el au-


tor de este libro de la Biblia. Aunque sucedió en un tiempo anterior,
nos muestra que David era realmente un rey conforme al corazón
de Dios. No quiere decir que no cometiese errores. Tampoco un
rey como David es todo perfecto. También él suscita la ira de Dios.

Pero ¿por qué? ¿Qué hay de malo en hacer un censo de la pobla-


ción? El hecho en sí, no era tan malo. En un censo, lo que importa,
es el motivo. ¿Cuentas como lo hace un rey? En ese caso, no cuen-
tas las personas, sino los soldados potenciales, y cada mil de ellos
aumenta tu poder. O ¿cuentas como lo hace un pastor? Entonces
solo quieres guardar, proteger y servir.

David cuenta como un soberano. Joab se da cuenta enseguida. Da-


vid puede elegir entre tres posibles castigos. Le honra el hecho de
que no elija. Pero sí hace personalmente frente al ángel extermi-
nador. El pastor con corazón por las ovejas predomina de nuevo
en su interior. Y así se humilla bajo el juicio de Dios. Yo pequé;
¿qué hicieron estas ovejas? Ahora David cuenta de otra manera.
Ahora cuenta ovejas. Ahora, cada oveja cuenta. Ahora cuenta su
pueblo como Jesús contará más tarde su rebaño y dará su vida por
él. ¡Cuánto nos ha amado! Démosle gracias a Dios.

LEER: 2 SAMUEL 24:1-17

333
20 DE OCTUBRE

Un lugar donde Dios


se deja encontrar
... y Jehová oyó las súplicas de la tierra,
y cesó la plaga en Israel.
2 SAMUEL 24:25B

Lo último que se nos cuenta en este libro de la Biblia es que


David compra un terreno en Jerusalén para edificar allí un altar a
Dios. Esto según las indicaciones del profeta Gad. De ello se des-
prende que Dios sigue al mando. Dios mismo se dedica a encontrar
el lugar donde quiere habitar en medio de Israel. Un lugar donde
su pueblo pueda acudir y encontrarse con Él, con sacrificios, acción
de gracias y oraciones. Aunque el terreno pertenece a un jebuseo,
David paga generosamente por ello. Está claro que no quiere una fe
barata. A continuación, ofrece sacrificios a Dios y Dios calma su ira.
Él escucha las súplicas y bendice otra vez a su pueblo.

Así termina este libro con un altar de Dios. Con un lugar donde
Dios se deja encontrar. En Jerusalén, donde Salomón, más adelan-
te, construirá el templo. Allí, el Señor quiere vivir en medio de su
pueblo. Allí donde David, en un momento decisivo, quiso entregar-
se por su pueblo, y donde Dios mostró su gracia.

No hay ninguna duda que en todo este episodio se revela algo más
de Jesucristo, el Hijo de David. De su sacrificio, su victoria y su ora-
ción. Él es el verdadero Mesías de Dios. El Pastor con corazón por
todas las ovejas. No importa quién seas.

LEER: 2 SAMUEL 24:18-25

334
21 DE OCTUBRE

Solo queda Dios

... para que no confiásemos en nosotros mismos,


sino en Dios que resucita a los muertos.
2 CORINTIOS 1:9B

En las próximas semanas leeremos de la segunda carta de Pablo


a la iglesia de Cristo en la ciudad portuaria griega de Corinto. En
su día, él fue el primero que llegó allí para predicar el Evangelio.
Últimamente, las relaciones entre Pablo y la congregación eran
bastante tensas. Pero parece que ahora el problema está resuelto.
Para Pablo es un motivo para comenzar su carta en un tono efusivo
y alabar a Dios como el Dios de toda consolación.

Poco antes, Pablo mismo lo había experimentado así, en algún pun-


to de su recorrido por Asia Menor. Lo que había pasado exactamen-
te, no lo dice. Pero cuenta que estuvo a dos pasos de la muerte y
que pensó que ese era su final. Quizás se había puesto gravemente
enfermo. ¿O estaba en la cárcel y le sentenciaron a muerte? En todo
caso, en aquel momento desaparecieron su fe y su seguridad; tan
solo le quedó Dios mismo. Y aquel Dios le libró. Esto ocurrió, para
que no confiase en sí mismo, dice Pablo. Y ¿no se supone que sabía
desde hacía muchísimo tiempo que no tenía que confiar en sí mis-
mo? ¡Claro que sí! Pero se puede saber algo sin conocerlo. Después
de semejante experiencia, lo sabe de veras: que solamente hay que
confiar en Dios, y en nada de lo que hay en uno mismo. Muy claro.

LEER: 2 CORINTIOS 1:1-11

335
22 DE OCTUBRE

Sí es sí

Mas, como Dios es fiel, nuestra


palabra a vosotros no es Sí y No.
2 CORINTIOS 1:18

Defenderse uno mismo ante el descrédito es una tarea muy di-


fícil. Pablo lo sabe muy bien. En Corinto hay algunos hermanos
que no están muy contentos con las amonestaciones, ni con el tono
incisivo de sus cartas. Para su gusto, Pablo es demasiado radical,
demasiado serio, demasiado espiritual. Por eso intentan socavar su
autoridad como apóstol. De sus cartas dicen: bonitas cartas, pero
hay algo que echamos de menos en ellas. Preferimos las de Pedro.
Y de cada frase dicen: ¿Qué es lo que quiere decir exactamente con
aquello? Y cuando Pablo anuncia que vendrá a verlos, pero luego
tiene que suspender la visita, reaccionan ellos diciendo: ¡Qué ca-
prichoso es ese Pablo! Un momento dice Sí, y luego dice No. ¿Se-
guro que ese hombre tiene el Espíritu Santo?

Con paciencia, Pablo entra al principio en todas las críticas. Pero lue-
go lo deja de repente y dice con mucho énfasis: ¡Por la fidelidad de
Dios! Sabéis que entre vosotros he predicado a Jesucristo, como el
gran Sí del amor de Dios. Y basáis vuestra fe en ese Sí de Dios. ¿Cómo
podéis pensar que cuando yo digo Sí, no lo digo de todo corazón?

Pablo apela directamente a Dios, lo cual es muy sabio. Porque Dios


es más poderoso que cualquier vaga crítica o campaña de descré-
dito. Se puede dejar todo tranquilamente en sus manos, y sentirse
consolado.

LEER: 2 CORINTIOS 1:12-24

336
23 DE OCTUBRE

Está permitido emocionarse

Porque por la mucha tribulación y angustia


del corazón os escribí con muchas lágrimas.
2 CORINTIOS 2:4A

Pablo sigue sintiéndose muy involucrado con la iglesia de Co-


rinto. Cuando poco antes se enteró de todo tipo de situaciones
problemáticas, se sintió llamado a viajar allí sin demora, para de-
cirles alto y claro que, como iglesia de Dios, no estaban hacien-
do las cosas como deberían. Esto disgustó mucho a unos cuantos
hermanos, que no tenían interés en conocer su opinión. La visita
de Pablo se convirtió en un drama. Prácticamente todos estaban
enfadados o tristes.

De vuelta en Éfeso, Pablo se puso a escribir una carta. Una carta


con muchas lágrimas, como dice él mismo. ¿Una reacción demasia-
do emocional? Puede que alguien diga: No me gusta eso. Mi madre
hace lo mismo cuando no consigue salirse con la suya. Sería mejor
que Pablo reaccionara con más calma. Quizás tengas razón. Es ver-
dad que no siempre hay que tener los sentimientos a flor de piel.
Sin embargo, Pablo notó que estaban perdiendo de vista a Cristo. Y
una conversación tranquila sobre este peligro fracasó por completo.
Sólo entonces, muestra sus sentimientos. Y, en Corinto, funcionó.
Este hombre nos quiere de veras, se dijeron. Y, a partir de ahí, pu-
dieron aceptar con serenidad y sinceridad que sus amonestaciones
eran pertinentes.

LEER: 2 CORINTIOS 2:1-11

337
24 DE OCTUBRE

Mucho lío
... así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia.
Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo
en Cristo Jesús...
2 CORINTIOS 2:13

Los conflictos en el ámbito de la iglesia consumen mucha ener-


gía. Pablo lo sabe muy bien. A causa de los problemas en Corinto,
tuvo que interrumpir su campaña de evangelización en Troas, justo
cuando recibía allí tanta bendición. Evidentemente, estaba ago-
tado. Su preocupación por Corinto no le deja tranquilo. Cada día
esperaba la vuelta de Tito, al que había mandado con una carta a
Corinto. Pero, fuera quien fuera que aparecía por allí, no era Tito.
Entonces ya no lo aguanta, deja lo que está haciendo, se despide y
viaja él mismo a Corinto.

Entretanto, la obra misionera en Troas se queda parada. Así suele


suceder la mayoría de las veces. Si en una congregación hay mucho
lío y discusiones interminables sobre el pastor y los sermones, so-
bre la fe y la vivencia, entonces no se llega a realizar la verdadera
tarea a la que las iglesias son llamadas en este mundo. Afortunada-
mente, a veces Dios mismo interviene en ello de una manera sor-
prendente, y así se arreglan las cosas al final, para que el Evangelio
avance. Pablo dice: “a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en
triunfo en Cristo Jesús.”

LEER: 2 CORINTIOS 2:12-17

338
25 DE OCTUBRE

Sé un cristiano legible

Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros


corazones, conocidas y leídas por todos los hombres.
2 CORINTIOS 3:2

En la congregación de Corinto había, al parecer, hermanos que


llevaban en el bolsillo una carta de recomendación de un apóstol
de renombre. Por ejemplo, del piadoso Santiago de Jerusalén, o
quizás incluso un certificado firmado por Pedro. Con una nota así,
se sentían importantes. Lo que ponía en semejante escrito, no lo
sabemos. Puede que algo como: “esta mujer es una hija sincera de
Dios”, o:”este hermano predica muy bien”.

Si Pablo volviera a visitar la congregación de Corinto, ¿podría en-


señarles también una carta así? Pues ¡claro que sí!, contesta Pablo.
Pero no una escrita con letras muertas. No, ¡mis cartas sois vosotros
mismos! Hijos de Dios como sois por medio de la fe en Jesucristo,
que yo os prediqué primero. Y así sois vosotros mis cartas. Todo el
mundo puede leerlas y conocerlas.

Lo expresa de una manera excepcional. Nosotros mismos somos


cartas legibles, escritas por Cristo. Para ser leídas por todos los que
no conocen a Jesús. ¡Qué lástima, si no descubren nada de Cristo en
nosotros! Las recomendaciones escritas por una iglesia o un pastor
nunca podrán compensarlo.

LEER: 2 CORINTIOS 3

339
26 DE OCTUBRE

Vasos de barro
... estamos atribulados en todo, mas no angustiados;
en apuros, mas no desesperados; perseguidos,
mas no desamparados...
2 CORINTIOS 4:8, 9A

Desde que conoce a Jesús, el mayor placer de Pablo es recomen-


darnos a Jesucristo como un tesoro precioso y una perla de gran
precio. Pero eso no significa que luego nuestra vida discurra sin
problemas hasta que cumplamos noventa años. Suele ser justo al
contrario. Para tener una vida fácil, sería mejor que nadie siguiera a
Jesús. Con toda probabilidad, nuestro camino se verá marcado cada
vez más por el camino que siguió Jesús mismo.

Pablo es un claro ejemplo de ello. Casi a diario experimenta oposi-


ción y tribulaciones y hay gente que rechaza a Jesús y que le hace
la vida imposible. Con frecuencia está metido en una situación
en la que no ve ninguna salida. Demasiadas veces no sabe cómo
seguir adelante, porque le fallan las fuerzas para luchar contra la
oposición. Nosotros, los hombres, somos tan solo unos vasos de
barro, dice Pablo. Recipientes de barro, que se agrietan fácilmente
y luego se rompen.

Pero, ¡gracias a Dios!, contra el resplandor de aquel tesoro nada se


puede. Aunque a veces la oscuridad nos rodee, Jesús no nos aban-
dona. Sus promesas iluminan nuestro camino. Aunque se cierren
todas las puertas, una puerta hay que permanece abierta. Por lo
tanto, no estamos desesperados. El poder de Jesús no tiene límite.

LEER: 2 CORINTIOS 4:1-15

340
27 DE OCTUBRE

Lo mejor está por venir

Así que vivimos confiados siempre...


2 CORINTIOS 5:6A

Pablo está lleno de confianza, todos los días. En este pasaje se lo


escuchamos repetir hasta tres veces. Aunque experimenta, como
apóstol de Jesucristo, casi en todas partes mucha oposición, y con
frecuencia recibe una paliza, no pierde el ánimo. Y eso que su salud
no mejora y a veces apenas logra escapar de la muerte. Y, sin embar-
go, ¡cada día vive confiado! ¿Cómo lo hace ese hombre?

Pablo mantiene el ánimo, porque tiene la confianza de que lo me-


jor, para él, aún está por venir. No a este lado de la muerte, sino
al otro lado. Allí nos espera una existencia completamente nueva.
Una vida segura y firme como una casa. Muy diferente a la vida de
ahora, que no es mucho más que una tienda, dice Pablo. Muy poco
resistente y temporal. En realidad, es también una vivienda muy
humillante, ya que cada tienda se desarma tarde o temprano, con
todo el dolor y las lágrimas que lo acompañan. Pero Pablo mira más
allá. Lo que aquí es demolición, al otro lado es construcción, dice. Y
es eso que anhela. No porque esté cansado de la vida, ¡al contrario!
Sino que en el encuentro con Jesús ha vislumbrado algo de esa nue-
va morada. Y el que haya visto algo, aunque sea poco, se da cuenta
que ¡lo mejor está aún por venir! Saber esto, siempre da confianza.
También cuando nos falle el ánimo.

LEER: 2 CORINTIOS 4:16-5:10

341
28 DE OCTUBRE

Reconciliación
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo,
como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos
en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
2 CORINTIOS 5:20

Hoy vemos, por un momento, lo que hay en el fondo del corazón


de Pablo. Porque la reconciliación con Dios es para Pablo la esencia
del Evangelio. No hay mensaje que más le impresionara. No hay
historia que más le cambiara. No hay persona que le tocara más
profundamente que Jesús. Crucificado y resucitado para reconci-
liarnos a nosotros, los humanos, con Dios.

Reconciliación, ¿qué es eso? Un niño, una vez, lo expresó de una


manera muy sencilla: ¡Es cuando Dios te da un beso, sin que te lo
merezcas para nada! Una explicación muy bonita. Dios nos ama
tanto, que hizo que su propio Hijo pagara por nosotros en la cruz. Y
como embajador en nombre de Cristo, Pablo les ruega a todos que
acepten con fe esta invitación amorosa de Dios.

Quizá digas: ¿Yo?, ¿yo necesito reconciliarme con Dios? ¡Pero si


no tengo ningún problema con Dios! Esa es una reacción bastante
ingenua. Como si Dios no tuviera un gran problema con nosotros.
Con cada uno de nosotros. Y no le faltan razones en absoluto.

Pero gracias a Dios, Él no se ha quedado de brazos cruzados. En el


sacrificio de Jesús, su mano amorosa busca la nuestra. ¡Deja que
tome tu mano en la suya y reconcíliate con Él! ¿A quién se le ocurre
rechazarla?

LEER: 2 CORINTIOS 5:11-21

342
29 DE OCTUBRE

Una fe engañosa

... como engañadores, pero veraces...


2 CORINTIOS 6:8B

¿Es Pablo un engañador? Parece que a menudo ha escuchado


ese reproche. Algunos dirían algo así como: ¡Ten cuidado con ese
evangelista de Jerusalén! O: ¡No caigas en la trampa de hablar de
la Biblia con Pablo, pues antes de que te des cuenta, irás todos los
domingos a las reuniones de la iglesia y te seducirá de tal manera,
que tú también te convertirás en seguidor suyo!

¡Como si fuera eso lo que Pablo tratara de conseguir! Pablo no in-


tenta engañar a nadie. Lo que sí hace es hablar con tanto entusias-
mo de su fe en Cristo Jesús, que resulta contagioso. Y también insta
a la gente a entregarse verdaderamente a Jesús. Ya que “ahora es el
día de salvación”, dice Pablo, y: “¡Reconciliaos con Dios!”

El que habla con tanto entusiasmo sobre Dios y su fe, tiene una fe
muy atractiva. Una fe semejante tiene sin duda algo seductor. Se
intuye en ella algo que ofrece seguridad, amparo, un apoyo firme.
Y también esperanza y una visión de cómo hay que vivir. Algo muy
diferente a gran parte de la cháchara moderna y religiosa que, al
final, siempre le deja a uno abandonado a sus propias fuerzas. La fe
de Pablo es muy distinta. Quien se relaciona con él, notará ensegui-
da que lo que dice está profundamente arraigado, a saber, en Dios
y en la fidelidad de Dios. Pablo no engaña a nadie. Lo que quiere es
llevarnos a Jesús. ¡Conducirnos, no seducirnos!

LEER: 2 CORINTIOS 6:1-10

343
30 DE OCTUBRE

Consolados con Tito

Pero Dios, que consuela a los humildes,


nos consoló con la venida de Tito.
2 CORINTIOS 7:6

Pocas veces, Pablo se sintió tan consolado como cuando volvió a


ver a Tito, su colaborador. Las buenas noticias que Tito le trajo de la
iglesia de Corinto, le quitaron un peso enorme. Una preocupación
que, durante meses, le impidió hacer su trabajo. Casi no podía pen-
sar en otra cosa, se levantaba y se acostaba con la misma inquietud.
¿Por qué tardaba tanto Tito, al que había enviado a Corinto con una
carta? ¿Era una buena o una mala señal? En esa situación, lo único
que puede hacer era esperar y orar. Se siente pequeño y muy depen-
diente de Dios. Pero, finalmente, ¡allí está Tito! Y todo está bien.
Pablo se siente profundamente conmovido y consolado. Lo primero
que piensa, o dice, es: ¡Dios!, ¡ Dios mío!

“¡Dios, que consuela a los humildes, nos consoló!” Quizás, la expe-


riencia de Pablo nos resulte familiar. A veces, te preocupas muchí-
simo. Por cosas del matrimonio, o del círculo familiar. O quizás por
lo que está pasando en el colegio o el trabajo, o por uno de los nie-
tos. A veces, apenas concilias el sueño. Te sientes pequeño e impo-
tente. Y de repente sientes: ¡Todo está bien! En ese instante, sien-
tes un consuelo profundo. Primero te quedas callado y luego dices
espontáneamente: ¡Dios!, ¡Señor mi Dios! ¿Cómo agradecértelo?

LEER: 2 CORINTIOS 7

344
31 DE OCTUBRE

La gracia de Dios

Asimismo, hermanos, os hacemos


saber la gracia de Dios...
2 CORINTIOS 8:1

Tiempo atrás, cuando Pablo tuvo que defender en Jerusalén su


apostolado entre los gentiles, los hermanos judíos Pedro y Santiago
le habían apoyado de buena gana. Aunque luego le dijeron: “Que
esos cristianos de entre los gentiles hagan de vez en cuando una
ofrenda para los muchos pobres que hay en Jerusalén. De esa ma-
nera, ellos a su vez hacen algo por nosotros.” “Muy bien –contestó
Pablo–, ¡estarán encantados de hacerlo!”

Pero se ve que en Corinto todavía no habían hecho gran cosa para


esta ofrenda. Pablo se lo recuerda con una frase solemne sobre la
gracia que Dios había dado a las pequeñas iglesias de Macedonia
(en Grecia). Porque, al escuchar la palabra “gracia”, los cristianos
de Corinto pondrían seguramente más atención, por curiosidad.
¿Había acaso un avivamiento extraordinario, o una reforma, en esa
zona rural de Grecia? Efectivamente, pues, aunque allí casi todos
eran pobres, se entregaron en primer lugar a sí mismos a Dios y
luego comenzaron con gozo a reunir dinero para Jerusalén. ¡Dime
si esto no es una muestra impresionante de la gracia de Dios!

La gracia es un regalo de Dios. Eso nos lo volvió a enseñar Lutero, ha-


ciendo mucho énfasis en ello. No es en absoluto una gracia barata. Nos
da un nuevo corazón y abre nuestro monedero. Y... eso es lo que quiere
decir Pablo: Vosotros, ¿conocéis también aquella gracia abundante?

LEER: 2 CORINTIOS 8:1-15

345
1. Recaudar ofrendas es emocionante. 349

NO
2. Dar es agradecer. 350

3. La personalidad de Pablo. 351

4. Sincera fidelidad. 352

VIE
5. Falsos apóstoles. 353

6. Atreverse a ser débil. 354

7. Ahorrar para los hijos. 355

MB
8. Paz y amor. 353

9. Quédate en tu puesto. 357

10. Fe y buena conciencia. 358

RE
11. Manos santas. 359

12. ¿Qué aspecto tengo?. 360

13. Te necesitan en casa. 361

14. Orden en la casa de Dios. 362

15. Joven, pero no demasiado. 363

16. Título honorífico. 364

17. Todo por partida doble. 365

18. Hermanos. 366

19. La buena batalla. 367

20. ¡Oh, oh!. 368

21. No te avergüences. 369

22. No estás solo. 370

23. Pásalo. 371

24. Probado y útil. 372

25. Tiempos peligrosos. 373

26. Llegado a la meta. 374

27. No hagas esperar a nadie. 375

28. Una fe sana. 376

29. Receta para una vida sana. 377

30. El amor de Dios para con


los hombres. 378
1 DE NOVIEMBRE

Recaudar ofrendas
es emocionante
... procurando hacer las cosas honradamente, no sólo
delante del Señor sino también delante de los hombres.
2 CORINTIOS 8:21

La iglesia y el dinero no tienen por qué ser incompatibles. Al fin


y al cabo, en una iglesia se hace todo tipo de cosas que cuestan
dinero. Y si se quiere ayudar a personas necesitadas, hace falta mu-
cho dinero. Por eso, cada domingo se recomienda con énfasis que
ofrenden.

Pero, con el dinero de la ofrenda nunca hay que hacer manipula-


ciones. Pablo es muy consciente de ello. Cuando se trata de dine-
ro, uno no solo debe poder justificarse ante el Señor, sino también
ante la gente. Por lo tanto, Pablo mismo no se involucra en esto. Lo
deja en manos de Tito, junto con otro hermano designado para ello
por las iglesias de Macedonia. Y se les añade un tercer hermano de
entre los colaboradores más cercanos de Pablo. Posiblemente sea
Lucas, pues si hay uno que se esfuerza por los pobres, es él. Pablo se
limita a decir: dadles una clara muestra de vuestro amor y también
la prueba de que yo nunca he exagerado cuando contaba por aquí y
por allá que la iglesia de Corinto tiene muy buena voluntad.

¡Qué emocionante puede ser recaudar donativos! ¡Y con cuánta fre-


cuencia lo hemos convertido en una actividad estéril!

LEER: 2 CORINTIOS 8:16-24

349
2 DE NOVIEMBRE

Dar es agradecer

¡Gracias a Dios por su don inefable!


2 CORINTIOS 9:15

Pablo está muy convencido de que la colecta del dinero para Je-
rusalén dará un buen resultado. Tan bueno, que, espontáneamente,
da gracias a Dios por su don inefable. Concretamente pensaría en
aquel don sublime de Dios que es la venida de su Hijo, Jesucristo. Y
también la obra que Jesús y el Espíritu han iniciado. ¿O acaso no es
un don increíble de Dios el hecho de que en Grecia muchísima gen-
te llegara a conocer a Cristo? ¿Y que en una ciudad pagana como
era Corinto se hiciera una colecta para la congregación judía de
Jerusalén? ¿Y que por ambos lados se diera gracias a Dios?

Pablo está profundamente impresionado. Pero no pierde el sentido


práctico. Eso lo vemos en la manera en que anuncia a los tres herma-
nos que irán a recoger el donativo y llama la atención a que ha pasado
ya un año desde que se hizo publicidad para ello en Corinto. Y que se
trata de un acto voluntario, no de un impuesto. También lo notamos
en cómo les anima sutilmente, haciendo referencia a Macedonia. En
todas esas cosas se percibe su habilidad como recaudador de fondos.

Pero Pablo no cuenta solamente las monedas. ¡Para él, lo más im-
portante es la ofrenda en sí, como una señal poderosa de lo que
Dios les ha dado en Cristo Jesús! No encuentra palabras suficientes
para agradecer a Dios que todo esto tiene repercusiones hasta en el
monedero.

LEER: 2 CORINTIOS 9

350
3 DE NOVIEMBRE

La personalidad de Pablo

Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes;


mas la presencia es débil, y la palabra menospreciable.
2 CORINTIOS 10:10

Por lo visto, en la iglesia de Corinto eran muy receptivos hacia


dirigentes que, enseguida, con su mera apariencia y volumen de
voz, ponían a sus pies a casi todos. Hombres que hablan con mucha
soltura, pero otra cuestión es si tienen realmente algo que decir. Es
obvio que Pablo no era así. Para unos cuantos hermanos en Corinto,
era una razón para no hacer demasiado caso a las amonestaciones
en sus cartas. Dicen: “Es verdad que las cartas son duras y fuertes,
pero, no os preocupéis, como persona no es nada. Y tampoco sabe
predicar, solo balbucea, y casi siempre habla de Jesús y casi nunca
del Espíritu Santo. Ese hombre no tiene una personalidad fuerte.”

Pero se equivocaban tremendamente, pues, ¿a qué llaman débil?


En medio de un grupo de gente, efectivamente, Pablo se muestra
algo tímido. No era una persona con mucha labia, pero lo que dice
tiene sentido. En toda clase de cuestiones tiene mucha paciencia
con la gente, pero eso no es indecisión o debilidad. Eso, precisa-
mente, es su fuerza. Es la fuerza del amor de Cristo. No se necesita
más para ser digno de crédito.

LEER: 2 CORINTIOS 10:1-11

351
4 DE NOVIEMBRE

Sincera fidelidad

Pero temo que [...] vuestros sentidos sean de alguna


manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.
2 CORINTIOS 11:3

Cuando Pablo llegó por primera vez a la ciudad portuaria de Co-


rinto, se propuso que solamente hablaría sobre Jesús y sobre la cruz
de Jesús. Con ello puso el fundamento de la iglesia allí. Natural-
mente, Pablo también predicó sobre la Pascua y la resurrección de
Jesús. No para olvidarse de la cruz, sino para entenderla mejor. Y
para tomar la cruz y seguir con valor a Cristo, habiendo resucitado
con él (Colosenses 2:12). Para Pablo, en eso consiste la sincera fide-
lidad a Jesús.

Y ¿en Corinto se están apartando de ella? Efectivamente, Pablo tie-


ne ese temor. Según lo que le han contado, sobre la cruz ya no se
predica tanto. Solo sobre la resurrección y la victoria. Se dedican a
la alabanza y se olvidan de la lucha. La cruz y las pruebas son cosas
pasadas. ¡Cuán fuertes os habéis vuelto todos en cuanto a vuestra
fe! –dice Pablo con ironía–, y parece que yo sigo siendo un pobre
hombre. Pero, un momento, ¿estamos hablando del mismo Jesús?
¿El de la cruz?

¡Cuidado que no pierdas la “sincera fidelidad” a Cristo! Pues al que


haya dejado la cruz atrás, le falta poco para que se olvide también
de Cristo Jesús.

LEER: 2 CORINTIOS 10:12-11:6

352
5 DE NOVIEMBRE

Falsos apóstoles

Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos,


que se disfrazan como ángeles de luz.
2 CORINTIOS 11:13

Por fin habla claro. Pablo dice que los hermanos que hablaban
de él con menosprecio y probablemente continúan haciéndolo, son
unos cínicos. Son falsos apóstoles, mentirosos, fraudulentos, que
pretenden ser apóstoles de Cristo, pero que en realidad son minis-
tros de Satanás.

¡Un lenguaje tan claro que todos lo pueden entender! Hasta este
momento, Pablo se contenía al escribir su carta, pero ahora ya no
tiene pelos en la lengua. ¡La cantidad de hermanos que había en
Corinto que se dejaron engañar por esos supuestos apóstoles y su
alto nivel espiritual! Se dejaron manipular completamente, se deja-
ron usar y estafar. ¡No me lo puedo creer –les dice Pablo–, acordaos
que yo mismo nunca he querido aceptar ni un céntimo de vosotros!
¿Cómo es que habéis llegado a ser tan tontos? Y luego le oímos de-
cir: ¡Satanás! ¡Claro, es él quien está detrás de todo ello! ¡Porque se
disfraza a menudo como ángel de luz!

Eso es muy fuerte. Nos puede parecer exagerado. ¿Cómo puede es-
tar tan seguro Pablo, de que son falsos apóstoles? Pues, no es tan
difícil: un verdadero apóstol, como Pablo, nos lleva a Jesús, y un
falso apóstol utiliza a Jesús para atarnos a sí mismo.

LEER: 2 CORINTIOS 11:7-29

353
6 DE NOVIEMBRE

Atreverse a ser débil

Si es necesario gloriarse, me gloriaré


en lo que es de mi debilidad.
2 CORINTIOS 11:30

Pablo no tiene en absoluto una personalidad débil. Sin embargo,


le irritan enormemente esos cristianos a los que llaman “fuertes”.
Con ello debemos pensar probablemente en cristianos con una gran
autoconciencia, muy seguros de sí mismos, de sus conocimientos
y sus dones. Lo que emprenden, enseguida se vuelve un éxito. Van
de logro en logro. Si una emisora cristiana tiene a ese tipo de gente
participando en su programa de televisión, ha acertado completa-
mente. Curiosamente, Pablo experimenta su fe de una manera muy
diferente. En lugar de ir de éxito en éxito, él va más bien de arresto
en arresto.

¿Algunos dirían: Un poco débil? Bien podría hablar Pablo de expe-


riencias extraordinarias que ha tenido de Dios. Pero él prefiere con-
tar otra experiencia. Había sufrido intensamente a causa de cierto
problema. ¿Era por su manera de hablar un poco entrecortada, por
la que se decía de él que era un desastre predicando? ¿O fue su pa-
sado, que una y otra vez la gente le echaba en cara? Tres veces oró
para ser librado de ello, pero las cosas se quedaron tal como esta-
ban. Nada de una victoria poderosa de la oración. Pero lo que sí le
dijo Jesús, fue: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona
en tu debilidad.” Desde entonces, Pablo prefiere ser débil y puede
vivir con su problema, sea lo que fuera. ¡Débil en sí mismo, fuerte
en Cristo!

LEER: 2 CORINTIOS 11:30-12:10

354
7 DE NOVIEMBRE

Ahorrar para los hijos

... pues no deben atesorar los hijos para los padres,


sino los padres para los hijos.
2 CORINTIOS 12:14

¡Esa observación de Pablo me gusta mucho! –le dijo un chico


de dieciséis años a su madre–, ¿cuánto dinero ya tienes ahorrado
para mí? Pero Pablo no quiere decir que los padres deben ahorrar
cada euro para sus hijos, de modo que, al morir ellos, haya una bue-
na suma esperándoles. Especialmente hoy en día eso es totalmente
innecesario. Prácticamente todos los hijos adultos pueden cuidar
de sí mismos, sin ningún problema. ¡Que los mayores disfruten de
sus ahorros!

Pablo solo está pensando en el hecho generalizado de que sean los


padres los que proveen para los hijos, y no los hijos para los padres.
En Corinto no deben tener miedo de que más adelante tengan que
cuidar de él. Como su padre espiritual, conoce su deber. Pablo no
posee nada de dinero, pero sí una mina de conocimiento de las Es-
crituras y de experiencias de Dios y de Jesucristo. También conoce
el poder del Espíritu en medio de su debilidad. Pero ¿tiene acaso
un chico de dieciséis años interés por semejante capital? Claro que
sí, sobre todo si sus padres realmente han atesorado algo. Es de
esperar que no hayan conservado solo frustraciones acerca de la
iglesia y la fe. A la hora de la verdad, muchos jóvenes están más in-
teresados en el interior del alma de sus padres que en el contenido
de su billetero.

LEER: 2 CORINTIOS 12:11-21

355
8 DE NOVIEMBRE

Paz y amor
Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos,
consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz;
y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.
2 CORINTIOS 13:11

Después de una serie de observaciones bastante sustanciosas,


siguen las últimas líneas de la carta. Pablo saluda a sus lectores con
afecto y vuelve a llamarles “hermanos”. Estos tomarían nota, segu-
ramente. Y también de las últimas exhortaciones y las palabras del
saludo. Pablo dice: “El Dios de paz y de amor estará con vosotros.”
Es sorprendente, puesto que ninguna otra carta de Pablo termina
así. La expresión “el Dios de amor”, la utilizaba muy poco, porque
no la encontramos en ningún otro lugar, ¡solo aquí! Parece que hu-
biera salido de forma espontánea de su pluma.

Es obvio: Pablo ama de verdad a aquellas personas. Quizás, en nues-


tra opinión, se ha mostrado a veces demasiado severo o preocupado
o entrometido. Y tampoco está del todo libre de un cierto cinismo.
Había personas en Corinto que le causaron mucho dolor. Pero, al
final, dice espontáneamente: “¡El Dios de paz y de amor estará con
vosotros!” Luego unos cuantos saludos, y la carta se puede despa-
char. Lástima que no sabemos cuál fue el resultado de la carta y la
visita de Pablo. Pero personalmente creo que fue muy bueno, pues
el Dios de paz y de amor puede más de lo que podemos esperar o
pedir (Efesios 3:20).

LEER: 2 CORINTIOS 13

356
9 DE NOVIEMBRE

Quédate en tu puesto
Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui
a Macedonia, para que mandases a algunos que no
enseñen diferente doctrina, [...] así te encargo ahora.
1 TIMOTEO 1:3, 4

Continuamos con las cartas de Pablo a Timoteo. Pablo no se


anda con rodeos. Cuando Timoteo abre la carta, lo primero que
lee después del saludo es: “¡Quédate en Éfeso!” ¿Había pedido Ti-
moteo consejo a Pablo? ¿Quiere marcharse de Éfeso? Bien puede
ser. Timoteo es un joven colaborador de Pablo, que trabaja en la
congregación de Éfeso. No lo tiene fácil. Hay allí bastante gente
que le critica. Algunos de ellos están fascinados por antiguas y nue-
vas ideas y opiniones religiosas, que escuchan y leen por doquier.
Intentan conectarlas con el Evangelio de Jesucristo, pero por vías
muy distintas a las que les ha señalado Pablo anteriormente. Timo-
teo no se siente lo suficientemente preparado para hacerles frente.
Pero Pablo le escribe: “¡quédate en tu puesto! Habla con autoridad,
diles que esas nuevas visiones son desvíos que les apartarán de la fe
sincera y del amor de un corazón limpio.”

Está muy bien que Pablo se exprese tan directamente. Alguna gen-
te, con sus charlas fascinantes sobre la religión, le puede confundir
a uno completamente. No te dejes aturdir –dice Pablo–, los manda-
mientos de Dios son suficientemente claros. Quédate en tu puesto.

LEER: 1 TIMOTEO 1:1-11

357
10 DE NOVIEMBRE

Fe y buena conciencia
Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo,
para que [...] milites la buena milicia, manteniendo
la fe y buena conciencia.
1 TIMOTEO 1:18

Generaciones van, generaciones vienen. Es obvio que Pablo se


está retirando. Una generación más joven tiene que continuar di-
fundiendo el Evangelio. Pablo se lo confía a Timoteo, sin dudar un
instante. No lo mira por encima del hombro, como hacen los mayo-
res a menudo porque ven una gran falta de conocimiento y dones
en la nueva generación. Pablo no hace eso. Lo que hace es contarle
algo de su propia conversión, y recordarle a Timoteo las palabras
proféticas que se dijeron en su bautismo y al aceptar su cometido.
De esa manera anima a Timoteo a pelear la buena batalla, con fe y
buena conciencia.

Más no le hará falta; con menos no lo conseguirá. Eso lo evidencia


gente como Himeneo y Alejandro, dice Pablo. ¿Querían ellos algo
más que fe y una buena conciencia? ¿O pensaron que no les haría
falta ni siquiera eso? Quizá nuestro barco navegue más rápido si
echamos esas dos cosas por la borda. Pero antes de que nos demos
cuenta, naufragaremos con nuestra fe aligerada. Pablo los ha entre-
gado a Satanás, dice. Suena muy duro, pero quizás espera que los
dos descubran que no se puede vivir con Satanás y que vuelvan. Sea
como sea, no necesitamos más que estos dos dones: la fe y la buena
conciencia.

LEER: 1 TIMOTEO 1:12-20

358
11 DE NOVIEMBRE

Manos santas

Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar,


levantando manos santas, sin ira ni contienda.
1 TIMOTEO 2:8

Antes de que Pablo pase a dar consejos sobre la iglesia en los


nuevos tiempos, exhorta a que se ore. Puede que no nos parezca
muy original. ¿Es esa la receta para la renovación de la iglesia y de
nuestra fe? Pero, para Pablo, la oración no es una fórmula, sino el
medio que antecede a toda renovación. También da indicaciones
muy concretas sobre cómo orar.

En primer lugar para los hombres. Cuando Pablo ve a los hombres


orando de pie, se fija sobre todo en sus manos levantadas hacia el
cielo, como era la costumbre en aquel entonces. ¿Qué es lo que
caracteriza esas manos? ¿Son manos santas, sin ira o contienda?
Posiblemente, Pablo está pensando en toda clase de discusiones en
la congregación en las que la tensión llegó a más, y se dijeron cosas
que no debieron y las manos se cerraron en puños; o en las riñas
familiares. No nos son ajenas esas situaciones. Y después había que
orar, y esas mismas manos se levantaban hacia Dios. Eso no fun-
ciona, dice Pablo. Mirad un momento esas manos y limpiad vues-
tro corazón, vuestras manos y vuestros actos, porque si no, Dios se
aparta antes de que le pidáis. Las manos levantadas en oración solo
son creíbles para Dios y los demás cuando hay una vida detrás sin
disputas y sin enojo. Manos necesitadas de Dios.

LEER: 1 TIMOTEO 2:1-8

359
12 DE NOVIEMBRE

¿Qué aspecto tengo?


Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa,
con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro,
ni perlas, ni vestidos costosos.
1 TIMOTEO 2:9

Para las hermanas de la iglesia, Pablo tiene un discurso muy dife-


rente. Con unas cuantas palabras muy precisas pone su apariencia
externa en el punto de mira: las ropas lujosas, la sobrecarga de oro y
perlas y los peinados y tocados vistosos. “Mejor llamen la atención
por su dedicación y sus buenas obras en la congregación”, dice. Sin
querer, pensamos: ¿Cómo se le ocurre? ¿Por qué se mete Pablo con
esto? La ropa, ¿acaso no es una cuestión de gustos? ¿Y qué quiere
decir por cierto “ropa decorosa”? ¿Qué está haciendo Pablo? ¿No se
está yendo un poco por las ramas?

No, Pablo no se desvía del tema. Todavía sigue hablando de la ora-


ción. Las hermanas también participan en las oraciones durante
las reuniones. Pero mientras aconseja a los hombres de Éfeso que
se miren las manos, a las mujeres las aconseja mirar su aspecto
cuando oren en público, en medio de la congregación. Que re-
flexionen cuál es la pregunta más importante para ellas: ¿cómo
me presento delante de Dios? o ¿qué aspecto tengo? Pues también
esta última forma de orar es inútil. ¡Atención!, Pablo no es un mo-
ralista. La libertad del cristiano le es demasiada preciosa para me-
terse en discusiones sobre la vestimenta. No ofende quien quiere
sino quien puede.

LEER: 1 TIMOTEO 2:9-15

360
13 DE NOVIEMBRE

Te necesitan en casa

... pues el que no sabe gobernar su propia casa,


¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?
1 TIMOTEO 3:5

¿Está buscando Pablo gente perfecta? Nos puede dar esa impre-
sión cuando hace para Timoteo un bosquejo del perfil de los “obis-
pos” de la iglesia. Con ello tiene en mente a las personas destacadas
que dirigen la congregación y a las que más tarde se suele llamar
ancianos. Según él, deben cumplir con toda una serie de cualifica-
ciones. Pero, leyendo con atención, uno se da cuenta de que apenas
exige cosas extraordinarias. Lo que sí pide, es un modo de vida que
cabe esperar de cualquier cristiano. No se trata nunca de gente per-
fecta, sino de personas que viven su vida dedicadas a Dios y a los
demás, y no a la bebida o a ganar dinero, llevadas por sus impulsos.

Algunos de los dones destacan. Por ejemplo, el don de gobernar la


propia casa o familia. Puede que usted diga: en este punto quedaré
eliminado, pues apenas consigo mantener un poco de orden en mi
hogar.

Menos mal que Pablo no entra en detalles. Pero hay que tomarse
en serio su observación. Aquel cuya familia o cuyo matrimonio esté
en desorden, sea cual sea la razón, no es apto en ese momento para
dirigir. Es evidente que en casa le necesitan mucho más. De mo-
mento, allí le espera una tarea para hacer.

LEER: 1 TIMOTEO 3:1-7

361
14 DE NOVIEMBRE

Orden en la casa de Dios


... para que si tardo, sepas cómo debes conducirte
en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente,
columna y baluarte de la verdad.
1 TIMOTEO 3:15

Lo que más le gustaría a Pablo sería visitar a Timoteo, para orga-


nizar junto con él, allí mismo, ciertos asuntos en la congragación.
Pero Pablo duda si eso será posible en breve. Por lo que ha comen-
zado por apuntar alguna que otra cosa. Así, entretanto, Timoteo
puede tomar nota de cómo deben hacerse las cosas en la iglesia.
Pablo da mucha importancia a una buena organización. Es cons-
ciente de que la iglesia de Cristo está entrando en una nueva etapa.
Un tiempo sin apóstoles y sin la primera oleada de dones del Espí-
ritu Santo, como por ejemplo en la iglesia de Corinto. Semejante
abundancia de dones necesita en cierto momento de una buena
estructura eclesial. No tanto para restringir la acción vigorosa del
Espíritu o convertir la vida de fe en algo rígido y formal, sino para
mantener clara la misión de la iglesia. Para ello hacen falta perso-
nas y normas, obispos y diáconos, para guardar el misterio de la fe,
en la confesión y en la alabanza.

Por eso acaba Pablo deliberadamente con una preciosa alabanza a


Cristo, pues todo gira alrededor de él en cualquier orden de igle-
sia. No se trata de una iglesia correcta, en la que todo se hace
correctamente, sino de una iglesia que alaba el nombre de Cristo
en este mundo.

LEER: 1 TIMOTEO 3:8-16

362
15 DE NOVIEMBRE

Joven, pero no demasiado

Ninguno tenga en poco tu juventud,


sino sé ejemplo de los creyentes...
1 TIMOTEO 4:12

Cuando, en una pequeña congregación, me impusieron las ma-


nos para mi ordenación como ministro de la Palabra, tenía 28 años.
Fui el sucesor de un pastor de 72 años. Uno de los que me impu-
sieron las manos citó estas palabras de Pablo. Aquellas palabras me
animaron muchísimo. Al fin y al cabo, los jóvenes necesitan que se
les aliente y afirme, ya que ser joven nunca debe servir de excusa
para una falta de responsabilidad. Es igual si se trata del cónyuge,
de los hijos o del trabajo, en la iglesia o en la sociedad. Esa respon-
sabilidad a veces pesa mucho, sobre todo si uno es una persona algo
tímida, como Timoteo. Por lo que dice Pablo, parece que en aquella
congregación abundaban los espíritus engañadores y las ideas equi-
vocadas, y, sin embargo, tiene que dar ejemplo y enseñar el camino,
a pesar de ser tan joven e inexperto.

Pablo le da ánimos, pues el hecho de ser joven no debe ser nunca


un motivo para que alguien no le tome en serio. Por lo tanto: “que
Timoteo use con libertad y franqueza los dones que Dios le ha dado.
Ocúpate en estas cosas –dice Pablo–, y poco a poco notarán que
avanzas en el conocimiento de Dios y que mejoras en el cumpli-
miento de tu tarea.” ¡Que todos los jóvenes cristianos guarden estas
palabras de Pablo en sus corazones!

LEER: 1 TIMOTEO 4

363
16 DE NOVIEMBRE

Título honorífico

Honra a las viudas que en verdad lo son.


1 TIMOTEO 5:3

Cuando el esposo se muere, ella se convierte en viuda. Así se


dice. Una palabra que, especialmente al principio, resulta muy do-
lorosa y fría. Pablo usa la palabra griega jera, que significa literal-
mente: desvalida o solitaria, pues así era generalmente la situación
de las viudas en aquel entonces, sin ingresos u ocupaciones. Desde
el comienzo en Jerusalén, la iglesia de Cristo atrajo a muchas de
esas jeras. Ellas encontraron en medio de la congregación un nuevo
hogar y una nueva familia.

También en Éfeso, al parecer había un buen número de ellas. A Pablo


le agrada que se les implique en las actividades de la iglesia. Sobre
todo a las viudas de verdad, dice. Con ello piensa en aquellas mujeres
que tampoco tienen hijos u otra parentela. “Pon el límite de edad en
los sesenta años para arriba –dice–, pues las mujeres más jóvenes
suelen casarse de nuevo.” Efectivamente, en aquella época eso solía
ocurrir a menudo. Era una práctica sobre la que Pablo podría decir
unas cuantas cosas. En nuestro tiempo, la situación es muy distin-
ta. Las viudas mayores, pero también las relativamente jóvenes, son
junto con las muchas mujeres divorciadas a menudo personas muy
solas. Pablo tiene ojos que ven y corazón que siente por ellas. Quiere
que estén activas en la congregación, que se les reconozca y valore
como jera. Lo convierte en un título honorífico. Quiere que su expe-
riencia y sus dones sean aprovechados en todas las áreas.

LEER: 1 TIMOTEO 5:1-16

364
17 DE NOVIEMBRE

Todo por partida doble


Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos
por dignos de doble honor, mayormente los que
trabajan en predicar y enseñar.
1 TIMOTEO 5:17

También los ancianos de la congregación son personas vulne-


rables. Se espera mucho de ellos. Por ejemplo, que trabajen como
bueyes que trillan. Por eso merecen recibir doble honor, dice Pa-
blo. Especialmente aquellos que se encargan de la predicación, la
enseñanza y el discipulado. Es una tarea que, sin duda, requiere la
energía y la resistencia de un buey que trilla. Y ¿reciben por ello de
verdad un doble honor? ¿O se refiere Pablo a un doble honorario?

Si fuera solo eso, ya estaría muy bien. Pero, debido a que normal-
mente ocupan una posición destacada y tienen que dar la cara, son
extremadamente vulnerables, por lo que no hay que reaccionar
inmediatamente a cada comentario crítico. Pero cuando sea ne-
cesario, hay que reprenderlos públicamente. Esto va también por
partida doble, entonces. Y que no se les imponga las manos con
demasiada ligereza; primero, hay que conocerlos bien.

Otra cosa más: Timoteo sufre con frecuencia dolores de estómago.


Quizás por ayunar, quizás a causa de su trabajo de enseñanza. Para
Pablo es motivo de recomendarle tomar un buen vaso de vino. Así
es como Pablo da sus consejos. Con sensatez, sabiduría y sentido
práctico. Cualquiera comprenderá que Timoteo estaba deseando
que llegara pronto. ¡Recibamos nosotros también sus consejos!

LEER: 1 TIMOTEO 5:17-25

365
18 DE NOVIEMBRE

Hermanos

Y los que tengan amos creyentes, no los


tengan en menos por ser hermanos...
1 TIMOTEO 6:2

La palabra libertad había causado a veces algún malentendido


en las primeras iglesias cristianas. Así, basándose en la igualdad de
hombres y mujeres, sacaron algunas hermanas de Éfeso la conclu-
sión de que la maternidad ya no era importante (comp. 2:15). Tam-
bién los hermanos esclavos respiraron aliviados al escuchar el men-
saje del Evangelio, y ellos a su vez sacaron sus propias conclusiones.
Liberados por Jesucristo tenía que significar también: liberados de
su amo, sobre todo si éste era igualmente creyente y debía llegar a
la misma conclusión que ellos. Pero casi nunca lo hacía. ¿Justo, o
no? En cuanto a esto, Pablo defiende a los amos.

Puede que nos sentimos muy decepcionados con él, porque deja
intacta la institución de la esclavitud. Dicho sea de paso que lo hace
pensando en una posible mala prensa para el Evangelio. En cuanto
a esto, Pablo es totalmente hijo de su tiempo. Pero pone el hacha al
pie del árbol con la observación de que esclavos y amos son herma-
nos. El que asimile bien esto, solo puede llegar a una única conclu-
sión. Desafortunadamente hemos tardado siglos en sacar esa con-
clusión y abolir la esclavitud. Como iglesia cristiana, no nos queda
otra que avergonzarnos profundamente.

LEER: 1 TIMOTEO 6:1-10

366
19 DE NOVIEMBRE

La buena batalla
Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna,
a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena
profesión delante de muchos testigos.
1 TIMOTEO 6:12

A veces supone toda una lucha para llegar a creer. Es una lucha
con uno mismo, con los pecados y con Dios. Hay que abandonar
todo control y eso produce una fuerte resistencia en nuestro inte-
rior. Dios, en su gracia, nos guía a través de esa lucha. Pero luego
no se produce solamente una calma, hay una nueva inquietud en
nuestra sangre que nos lleva a la lucha de la fe. Esa es una buena
batalla, le dice Pablo a Timoteo.

Es posible que Timoteo albergue a veces grandes dudas al respecto.


Avanzando en pos de Cristo, las cosas no se vuelven más sencillas.
Parece que perdemos más de lo que ganamos. Y aún así, ¿es buena,
la batalla de la fe? Sí –responde Pablo categóricamente. Es buena,
si se mira al fin. Es buena, para que mantengamos el rumbo y nos
esforcemos por la justicia, la devoción a Dios, el amor. Es buena,
porque Jesús ha obtenido la victoria en esta batalla, y por nosotros
hizo la buena profesión delante de Pilato. Nuestro llamamiento es
para con el mismo mundo, para con la misma oposición. ¡Que tu
propio testimonio o tu propio bautismo te den ánimos! El día de
Cristo viene. Eso hace que la batalla sea buena.

LEER: 1 TIMOTEO 6:11-16

367
20 DE NOVIEMBRE

¡Oh, oh!

Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado,


evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas...
1 TIMOTEO 6:20

Al final de su carta, Pablo se muestra muy emocionado en una es-


pecie de posdata, un epílogo breve. En realidad, ya había termina-
do su carta en el versículo 16, pero, como suele pasar cuando uno
vuelve a leer rápidamente lo que acaba de escribir, al final quiere
añadir unas palabras más. Así lo hace Pablo también. Con algunas
observaciones adicionales, va matizando su visión de las riquezas
y los ricos, ya que con dinero se pueden hacer también muchas
cosas buenas. Y otra cosa más: “¡Oh Timoteo, guarda lo que se te
ha encomendado!” es decir, por mí: el Evangelio de Jesucristo y
la imitación de él. No te dejes impresionar por gente que jura por
toda clase de ideas y conocimientos científicos, dejando atrás la fe
en el Evangelio.

“¡Oh Timoteo!” Quizás nos parezca demasiado exagerado, incluso


un poco embarazoso, porque no lo soportamos cuando alguien nos
habla tan emocionado. Pero Pablo no toca la propia libertad inte-
rior de Timoteo. Nosotros tampoco debemos hacer eso nunca con
nuestros hijos. Pero, ¿por qué tendríamos que callarnos siempre?
¿Por qué nunca podríamos decir: ¡oh hijo!, u: ¡oh hija!? ¿Acaso no
vale la pena que ellos guarden lo que les hemos encomendado de
parte de Dios?

LEER: 1 TIMOTEO 6:17-21

368
21 DE NOVIEMBRE

No te avergüences

Por tanto, no te avergüences de dar testimonio


de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo...
2 TIMOTEO 1:8

Continuamos leyendo en la segunda carta de Pablo a Timoteo.


Entretanto, la situación ha cambiado completamente. Por lo menos
en cuanto a Pablo, puesto que lleva ya algún tiempo preso en Roma.
Está convencido de que su vida acabará dentro de poco en el patíbu-
lo, lo que da a esta carta un carácter muy personal. Pablo se siente
abandonado. A causa de su encarcelamiento, muchos tienden a ca-
llarse; por lo visto, se avergüenzan de él.

Pero, es de esperar que Timoteo no se deje afectar por ello. Pablo


está preocupado, porque sabe lo inseguro que Timoteo puede sen-
tirse y cuánto se apoya en él. No se ha olvidado de sus lágrimas, la
última vez que se despidieron. Por eso, Pablo le recuerda la fe que
ya habitó en su madre y en su abuela, y el don del Espíritu de Dios
que también le fue dado a Timoteo. No es un Espíritu de cobardía,
sino de poder, de amor y de dominio propio. Por lo tanto: ¡no te
avergüences!, ni de Cristo, ni de mí tampoco.

No te avergüences. Aunque te sientas inseguro y quisieras que las


cosas fuesen de otra manera, ¡no te avergüences! Ni de tus padres,
ni de tus hijos. Son parte de tu vida. No te avergüences ni de Jesús
ni de ninguno de sus seguidores. Le pertenecemos a él y él nos per-
tenece a nosotros.

LEER: 2 TIMOTEO 1:1-12

369
22 DE NOVIEMBRE

No estás solo

... sino que cuando estuvo en Roma,


me buscó solícitamente y me halló.
2 TIMOTEO 1:17

“En la mucha necesidad, se conoce al amigo de verdad.” Se ve que


esto se puede aplicar también a los hermanos de la fe. Eso duele
más. También Pablo es susceptible a ello en su celda de prisión en
Roma. Con bastante dramatismo, escribe: Me abandonaron todos
los que están en Asia. En todo caso, Figelo y Hermógenes –para
nosotros dos cristianos desconocidos–, de los que Pablo parecía te-
ner muchas expectativas. Pero también ellos le dejaron tirado. Sin
duda tendrían una explicación para ello. Eso suele ser siempre el
caso cuando la gente te abandona, también en la iglesia, desgracia-
damente.

Pero también hay excepciones. Un tal Onesíforo, muy conocido en


la iglesia de Timoteo, estuvo en Roma y fue a visitar a Pablo. Le su-
puso un gran esfuerzo, pues no fue fácil encontrarlo entre el millón
de habitantes que tenía Roma en aquel entonces. Pero Onesíforo si-
guió buscando, hasta dar con él. “Muchas veces me confortó”, dice
Pablo conmovido. Esto nos hace reflexionar. Personas con las que
contabas, no vienen a verte. E inesperadamente, hay otras personas
al lado de tu cama, en tu habitación. Vienen a visitarte, no se aver-
güenzan de ti. Escuchan, están callados, te animan y oran contigo.
En la persona de ese hombre, o esa mujer, está Cristo de repente
muy cerca de ti. Y te das cuenta: nada nos puede separar del amor
de Dios (Romanos 8:39).

LEER: 2 TIMOTEO 1:13-18

370
23 DE NOVIEMBRE

Pásalo
Lo que has oído de mí ante muchos testigos,
esto encarga a hombres fieles que sean idóneos
para enseñar también a otros.
2 TIMOTEO 2:2

Pablo deja entrever en este pasaje que cuenta con la posibilidad


de que la segunda venida de Jesús se hará esperar durante mucho
tiempo. Él mismo, seguramente, ya no la vivirá. Eso significa que
Timoteo y la iglesia de Cristo tendrán que continuar sin él. Quizás
por mucho tiempo... En estas cartas da vueltas a esa idea. ¿Cómo se
puede guardar el mensaje del Evangelio y pasarlo a las generaciones
venideras? Eso ha de hacerse con sumo cuidado. No como ese juego
infantil del “teléfono estropeado”, en el que pasan una palabra o
frase de uno a otro, susurrando, y al final ya no se parece en nada.
Así no. Por lo tanto, Pablo insiste en que Timoteo guarde cuidado-
samente todo lo que ha oído de él acerca de Cristo y su reino, y que
pase esta enseñanza a gente que esté capacitada para pasarla, a su
vez, a otras personas.

Pablo no quiere que el Evangelio se extinga con él. Y nosotros, ¿qué


queremos? Por eso, transmitamos la fe a nuestros hijos y nietos.
Que sea clara y visible, para que no la malinterpreten, sino que se
aferren a ella como una posesión valiosa para su vida. Destinada a
que la sigan pasando a otros, será guardada la preciosa verdad hasta
el día en que Cristo vuelva.

LEER: 2 TIMOTEO 2:1-13

371
24 DE NOVIEMBRE

Probado y útil
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado,
como obrero que no tiene de qué avergonzarse,
que usa bien la palabra de la verdad.
2 TIMOTEO 2:15

Es evidente que en la congregación de Timoteo hay muchísimas


personas difíciles que le agotan. Gente que quiere discutir constan-
temente y que convierte cualquier tema en controversia, lo cual no
lleva a ninguna parte. Y luego están allí Himeneo (1 Tim. 1:20) y
Fileto, con sus partidarios. Ellos se han librado de cualquier duda
sobre la resurrección de los muertos con su idea de que la resurrec-
ción ya ha tenido lugar, a saber: en su interior iluminado. Pero ya
no se les oye hablar de la cruz y la resurrección de Jesús.

No les hagas caso, dice Pablo. El fundamento de la salvación de


Dios está firme, digan lo que digan. A sus ojos quizá eres un instru-
mento muy simple de Dios, pero no te aflijas por ello. En toda casa
grande hay siempre muchos utensilios sencillos que son muy útiles.
Lo importante es que has llegado a ser una persona probada y útil
para Dios. Alguien que no tiene de qué avergonzarse, que traza lí-
neas rectas con la Palabra de Dios. Más no hace falta. Ser sincero,
auténtico y manso. Por medio de ello, Dios hace a menudo cosas
sorprendentes con gente complicada. A veces, incluso, adquieren
de pronto un interés especial y se vuelven a Él.

LEER: 2 TIMOTEO 2:14-26

372
25 DE NOVIEMBRE

Tiempos peligrosos

También debes saber esto: que en los


postreros días vendrán tiempos peligrosos.
2 TIMOTEO 3:1

Pablo no se muestra optimista sobre el futuro. Vendrán tiempos


peligrosos. Si los hombres viven sin Dios, harán lo que les venga en
gana. Su enumeración de cualidades negativas, inclinaciones peca-
minosas y situaciones censurables es casi interminable. No te dejes
engañar por gente que emplea un lenguaje que suena muy religio-
so. No caigas en su trampa. En realidad, lo que hacen es resistirse a
la verdad de Dios. Como Janes y Jambres, dos hombres que, según
la vieja tradición judía, se opusieron continuamente a Moisés. Se-
gún Pablo, ese tipo de hombres buscan como víctimas preferible-
mente a mujeres con un pasado lleno de pecado, que todavía no
están firmes y que por ello se dejan engañar y abusar con facilidad
por hombres como Janes y Jambres.

El consejo de Pablo es breve y claro: mantén a raya a tales personas.


Se ve que el celo misionero de Pablo conoce sus límites. Aunque
siempre tiende a ver algo positivo en la gente que busca a Dios, no
es ingenuo. A veces, se debe mantener distancia. Procurar que haya
claridad. Esto puede parecer intolerante, pero los cristianos que
nunca saben decir “no”, acabarán en el campo de Janes y Jambres.
Se dejan engañar y se convierten ellos mismos en engañadores.
Mantener la distancia, generalmente, evita no pocos daños.

LEER: 2 TIMOTEO 3:1-13

373
26 DE NOVIEMBRE

Llegado a la meta

He peleado la buena batalla,


he acabado la carrera, he guardado la fe.
2 TIMOTEO 4:7

Una de las primeras personas que visité, siendo un joven pastor,


era un viejo granjero en su lecho de muerte. Yo estaba muy ten-
so cuando entré en su habitación. Pero no tuve que hablar mucho
pues enseguida comenzó a citar estas palabras de Pablo: “He pe-
leado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.”
Inmediatamente me sentí muy relajado. Sonaba tan liberador, tan
lleno de esperanza.

Esa debe haber sido también la experiencia de Timoteo. ¿Qué le


puede decir a Pablo, que dentro de poco tendrá que morir en el
cadalso en Roma? Tiene tan solo 52 años. Pero Pablo se lo pone
fácil. “Timoteo, predica la Palabra, sea el momento oportuno o no.”
Pero luego deja todo a un lado y muestra algo de la satisfacción que
siente un corredor de maratón cuando ve aparecer la meta. “He
guardado la fe”, dice. Se podría traducir también: La fidelidad de
Dios me ha guardado y ahora me espera la corona que el Señor, el
juez justo, me dará.” “Justo”, a diferencia del juez romano que le
ha condenado a muerte. ¡Consolaos! Dios llevará a su casa, y hará
justicia a todos sus hijos y siervos.

LEER: 2 TIMOTEO 3:14-4:8

374
27 DE NOVIEMBRE

No hagas esperar a nadie

Procura venir antes del invierno.


2 TIMOTEO 4:21

Después de todo también un apóstol es humano. Hasta dos ve-


ces le pide Pablo a Timoteo que vaya lo más pronto posible. Unos
cuantos colaboradores se han marchado ya, solo Lucas se ha queda-
do. Nadie de la congregación en Roma ha tenido el valor de mostrar
su apoyo a Pablo en la primera defensa. Se nota mucho dolor en sus
palabras, pero ningún reproche, porque el Señor estuvo a su lado.
Pero ahora ve que está dejando atrás el último puerto, que encara
la última etapa de su vida. “Tráeme la capa, que dejé en casa de
Carpo.” Parece que está pasando frío. ¿O quiere dar la capa luego a
Timoteo, como Eliseo que continuó con el manto de Elías? “Tráe-
me también mis libros, sobre todo los pergaminos.”

Es curioso como uno siente al final de su vida tanto apego por cier-
tos objetos. Pero quizás se refiere a su colección de cartas. Quizás
le puedan ser útiles en el proceso judicial. ¿O acaso quiere entregar
personalmente estas cosas a Timoteo? Sea como sea, “ven lo antes
posible.” A Pablo no le agrada la idea de quedarse solo. Eso es muy
humano. También Jesús pidió encarecidamente a sus discípulos:
“¡Quedaos aquí y velad conmigo!” Pero todos ellos se durmieron.
Entonces, Jesús fue solo por ese camino, para que nosotros nunca
tengamos que recorrerlo solos, sino que tengamos en alguien como
Timoteo a Jesús mismo muy cerca de nosotros. Por tanto, no hagas
esperar nunca a nadie en su último viaje.

LEER: 2 TIMOTEO 4:9-22

375
28 DE NOVIEMBRE

Una fe sana

Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos


duramente, para que sean sanos en la fe.
TITO 1:13

También Tito es un colaborador al que Pablo se siente muy uni-


do. En uno de sus últimos viajes, Pablo le dejó en Creta, con el ob-
jetivo de organizar mejor la iglesia que todavía se hallaba en sus
comienzos, y de enseñar a los cretenses que acaban de convertirse
la sana doctrina de la Palabra de Dios. Eso es algo muy necesario. Se
nota que Pablo no aprecia demasiado a los cretenses. Viven en una
sociedad llena de mentiras, en la que la gente está acostumbrada a
actuar en base a impulsos y emociones, por lo que son muy recep-
tivos a los engañadores espirituales, que insisten en la circuncisión
y consideran que muchas cosas son “impuras” y las prohíben, pero
que apenas saben lo que es la autodisciplina. Causan gran confu-
sión en muchas familias.

Le queda a Tito mucho por explicarles. Por ejemplo, que solamen-


te por medio de Jesucristo y de su Espíritu uno recibe un corazón
limpio. Y que todas las cosas que Dios ha creado son puras para el
que las recibe como dádiva de Dios. Solamente esa fe renueva y
sana el pensamiento y comportamiento de la gente. Jesús no solo
toca nuestro corazón, sino que renueva toda nuestra existencia y la
cambia en una vida dedicada a Dios y al prójimo.

LEER: TITO 1

376
29 DE NOVIEMBRE

Receta para una vida sana

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para


salvación a todos los hombres, enseñándonos...
TITO 2:11

“La salud lo es todo”, se suele decir. Y hay algo de verdad en ello,


pues, cuando uno está enfermo o no se encuentra bien, se siente
tremendamente limitado y atado, víctima de la impotencia y del
miedo, de un estado de ánimo y sentimientos depresivos. Parece
que ya no es el mismo de siempre.

Según Pablo, no hay nada tan saludable para el hombre como el


Evangelio de Cristo Jesús, que vino trayendo salvación a nuestro
mundo. En ese mensaje hay un poder de Dios que libera, sana y
también instruye. No se trata de adquirir un poco de cultura, sino
de descubrir y aprender que seguir a Jesús y obedecer los manda-
mientos de Dios en la vida diaria pone orden en la totalidad de tu
vida como ser humano. Los rasguños y las heridas que ha sufrido
el alma se sanan, y las situaciones enfermizas en el matrimonio, la
familia y la sociedad se curan.

A la hora de dar su mensaje, Tito tiene que ser muy específico y


práctico, hablar con claridad y aplicarlo a las circunstancias de cada
uno. Ancianos, jóvenes, esclavos, etcétera. Tan diferentes entre sí,
pero lo mismo se aplica a todos: sobriedad, justicia, piedad. Esa es
la receta para una vida sana. Y ¿acaso la salud no lo es todo,?

LEER: TITO 2

377
30 DE NOVIEMBRE

El amor de Dios para


con los hombres
Palabra fiel es esta, y en estas cosas
quiero que insistas con firmeza...
TITO 3:8

Con su firmeza, Pablo no se refiere a un testimonio lleno de


argumentos y carisma ante el que cualquier creyente normal y
corriente se diluye un poco. Pablo se refiere a un testimonio que
pone gran énfasis en el Evangelio de la bondad y el amor de Dios
para con los hombres. No olvides nunca –le recuerda el apóstol a
Tito–, que también se manifestó a nosotros cuando aún vivíamos
en la oscuridad del pecado. También nosotros debemos nuestra fe y
nuestra esperanza a la sola misericordia de Dios, revelada en Jesu-
cristo y derramada en nosotros por el Espíritu Santo. ¡Que eso nos
enseñe a ser pacientes y amables con las personas que aún están
fuera! Y, al mismo tiempo, a ser firmes en hacer buenas obras, y no
malgastar nuestra energía en discusiones infructuosas. Solamente
así seremos convincentes y será el Evangelio de Dios atractivo a los
ojos de la gente.

Nuevamente, se percibe en todo lo que escribe Pablo su llamamien-


to misionero y su preocupación por los demás. Los cristianos no
formamos un grupito selecto que atesora algo que no atañe a otros.
¡Al contrario! El amor de Dios para con los hombres va dirigido, en
el fondo, a todos los seres humanos. Así concluye también esta carta,
con los saludos de Pablo. “La gracia sea con todos vosotros.” Es un
saludo que nos muestra por un momento, detrás de Pablo, el rostro
de Jesús mismo. ¡Nada nos podrá separar de él!

LEER: TITO 3

378
1. Él mismo viene. 383

DI
2. Todo cambiará. 384

3. Las joyas de la corona. 385

4. Haga el tiempo que haga. 386

CIE
5. Un caballo blanco. 387

6. Ovejas de matadero. 388

7. Un pastor sin misericordia. 389

MB
8. Jerusalén, ciudad de Dios. 390

9. Lamento multitudinario. 391

10. Limpieza. 392

RE
11. Ese es mi pueblo. 393

12. La noche casi se acaba. 394

13. Solo quedará un nombre. 395

14. Hasta las campanillas de los caballos. 396

15. Lo que Dios prometió. 397

16. Cuando los pastores consienten todo. 398

17. Así dice el Señor. 399

18. ¿Mucha líbido?. 400

19. Dios tendrá un montón de trabajo. 404

20. Comienza con Dios. 402

21. Dios anota cada día. 403

22. Dios viene a hacer justicia. 404

23. El álbum de familia de Jesús. 405

24. ¡Qué familia!. 406

25. Jesús. 407

26. Un homenaje silencioso. 408

27. Adoración. 409

28. Hacia abajo. 410

29. Entregarlo todo. 411

30. No seguros, pero a salvo. 412

31. ¡Jesús vive!. 413


1 DE DICIEMBRE

Él mismo viene
Entonces acamparé alrededor de mi casa
como un guarda, para que ninguno vaya ni venga, ...
porque ahora miraré con mis ojos.
ZACARÍAS 9:8

“Sería bueno si el lector mismo viniera a echar un vistazo...” A


veces dan ganas de gritarle esto a nuestro casero, cuando por enési-
ma vez promete que mandará a alguien, pero luego no viene nadie.
O al médico de cabecera, que prescribe los medicamentos prefe-
riblemente por teléfono. Y, a veces, le decimos lo mismo a Dios:
Señor, ¿cuántas lágrimas han de derramarse todavía? ¿Cuántas
guerras han de librarse aún? ¿Cuánta gente, ancianos, mujeres, ni-
ños, han de huir todavía? Señor, sería bueno si tú mismo vinieras a
echar un vistazo.

No os preocupéis –dice el profeta Zacarías–, porque ¡mira!: Dios


viene. Desde el norte, Zacarías le ve venir a toda prisa. Pasando por
Damasco, Tiro y las ciudades de los filisteos, se está acercando ya.
Preparaos, porque Él quitará el mal de raíz. Pero la buena noticia
es que “acampará como un guarda alrededor de su casa”, eso es: su
propio pueblo, Israel. Y nadie va a poder a hacerle daño ya nunca
más. Porque –dice Dios–, ahora miraré con mis propios ojos.

¡Adviento! Dios viene. El nacimiento de Jesús en Belén es la garan-


tía de ello. Sus ojos vigilan para protegernos. No estamos solos.

LEER: ZACARÍAS 9:1-8

383
2 DE DICIEMBRE

Todo cambiará

Alégrate mucho, hija de Sion [...]; he aquí tu rey vendrá a ti,


justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno...
ZACARÍAS 9:9

Zacarías era hijo de un sacerdote, y Dios le llamó para ser pro-


feta en los años posteriores al exilio en Babilonia. Siendo aún un
joven profeta, estimuló la reconstrucción del templo (capítulos 1 al
8). Después parece que, como profeta, permaneció callado durante
años. Pero, en cierto momento, la palabra de Dios viene otra vez a
él. Ahora, Dios le muestra, sobre todo, el futuro. Ese tiene un as-
pecto poco prometedor. Muchos de los exiliados que habían vuelto
a Jerusalén y Judá estaban profundamente decepcionados. Había
mucha pobreza y sufrían la amargura de tanta injusticia. Como na-
ción, no eran gran cosa, ya que dependían de otros poderes. ¿No se
produciría nunca un verdadero cambio en este mundo?

Pero entonces, mandado por Dios, Zacarías comienza a hablar.


Dice: Dios está de camino. Jerusalén, ¡alégrate mucho! ¡Ya que
todo cambiará! ¡He aquí, tu rey vendrá a ti! Y fíjate cómo es: ¡en-
teramente justo! Cabalgando sobre un asno. ¡Humilde! O sea: muy
cercano a la gente corriente. Conoce su lucha, sus dificultades, su
dolor. ¡Él trae salvación! Necesitamos un Rey como él. ¡Esperad en
él hasta que venga!

LEER: ZACARÍAS 9:9-10

384
3 DE DICIEMBRE

Las joyas de la corona

... como piedras de diadema serán


enaltecidos en su tierra.
ZACARÍAS 9:16B

Las joyas de una corona no se venden ni se subastan nunca. For-


man parte de la corona y representan para siempre la gloria del rey
en cuestión. Con esta visión, Zacarías consuela a sus compatriotas.
No se parecen demasiado a joyas, puesto que se sienten desechados
y despreciados. Rebajados y vendidos entre los pueblos. Completa-
mente machacados por las superpotencias. Nadie que se preocupe
por ellos.

Pero las apariencias engañan. Dios salvará a su pueblo de la perdi-


ción en Babilonia. Babilonia era como un pozo sin agua, por mucho
que parecía tener para ofrecer. Dios les traerá de vuelta, de todos
los lugares, a la fortaleza que es Jerusalén. Dios cuida de su pueblo
como un pastor, y brillarán como las joyas de la corona del Rey en
medio de este mundo. Es una visión que nadie se atrevía a esperar.

También a nosotros nos cuesta mantener la esperanza, muchas ve-


ces. ¿Somos joyas de la corona? No parece que sea así. Más bien,
nos sentimos como piedras sin valor, sin brillo alguno. Marginados,
a causa de nuestra fe y nuestra esperanza en Dios. Gente rara, con
una fe simplona. ¡Parad ya! –dice Zacarías–, ¡no es así! Veo a la
gente relucir como las joyas de la corona del Rey. Veo a Israel en
primera fila, y a los que son de Cristo. Heredaremos reinos.

LEER: ZACARÍAS 9:11-17

385
4 DE DICIEMBRE

Haga el tiempo que haga

Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía,


[...] y os dará lluvia abundante...
ZACARÍAS 10:1

Cuando yo era joven, no se me permitía expresar fastidio por el


mal tiempo que hacía, por más que el viento helado penetraba mi
abrigo y la calzada resbalaba tanto que corría peligro de romperme
las piernas. El mal tiempo no existe –decía mi madre–, pues todo
tiempo viene de Dios. Y así, desde hace mucho nosotros, hemos
dejado de hablar del tiempo. Por el contrario, hay mucha gente que
prefiere que no menciones a Dios en relación con el tiempo. ¿Se le
puede pedir en oración que haga buen tiempo, al comienzo de las
vacaciones? ¿O que haya una gran helada, para que se pueda cele-
brar el Maratón de las Once Ciudades, una carrera de patinaje en
Holanda sobre hielo natural? ¿Se puede, sí o no?

Zacarías no piensa en vacaciones o en carreras de patinaje. Para él,


la lluvia es un asunto de vida o muerte. Y para ello hay que dirigirse
a Dios, dice el profeta. No lo excluyas de tu vida, porque no hay
ninguna alternativa para poder vivir. Otros poderes, sean religio-
sos o económicos, nos fallarán. En Israel, lo sabían por experiencia
propia. Abadonaron a Dios como su pastor, y acabaron en Babilonia
como ovejas perdidas. Volveos a Dios –dice Zacarías–, espera tu
felicidad de Él. Haga el tiempo que haga, nieve, escarcha, o lluvia.
Llueva o truene. Venga lo que venga. No hay vida, ni siquiera por
un día, sin Dios.

LEER: ZACARÍAS 10:1-2; SALMO 147

386
5 DE DICIEMBRE

Un caballo blanco

Pelearán, porque Jehová estará con ellos; y los


que cabalgan en caballos serán avergonzados.
ZACARÍAS 10:5B

El 5 de diciembre se celebra en Holanda siempre la víspera de la


fiesta de San Nicolás. En esta fiesta tradicional en la que se reparten
regalos, sobre todo a los niños, juega un papel central el personaje
que cabalga por los tejados de las casas, montado en su caballo blan-
co. Encima de un caballo, uno está sentado en lo alto, pero este san
Nicolás sube incluso a alturas mayores. ¿No es demasiado atrevido?
“Los que cabalgan en caballos serán avergonzados”, afirma el profe-
ta con mucha rotundidad. Para Zacarías, los que van a caballo son
unos engreídos. Desde su altura, miran con desprecio a los pobres,
como por ejemplo los israelitas en Babilonia. Dios no tiene sim-
patía a aquellos jinetes tampoco, dice el profeta. Él peleará contra
ellos.

Y ¿cuál es el caballo que usa Dios en esa batalla? Precisamente esa


pobre gente insignificante es como el caballo de guerra de Dios.
Piedras angulares que pueden aguantar muchos golpes. Gente de
estacas bien clavadas y gente de arcos de guerra sin miedo. No que-
dará nada de aquellos caballos y sus jinetes. Como dice el Salmo:
“Vano para salvarse es el caballo; la grandeza de su fuerza a nadie
podrá librar. He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre
los que esperan en su misericordia...” (33:17, 18).

LEER: ZACARÍAS 10:3-12

387
6 DE DICIEMBRE

Ovejas de matadero
Tomé luego mi cayado Gracia,
y lo quebré, para romper mi pacto
que concerté con todos los pueblos.
ZACARÍAS 11:10

El profeta tiene sueños llenos de angustia. De repente se ha


convertido en pastor de un rebaño de ovejas de matadero. ¡Pobres
animales! Allí están, pastando tranquilamente, sin sospechar mal
alguno. Y antes de que acabe la semana, habrán sido despedazados
en el matadero. Como pastor de un rebaño así, uno ya no quiere
esforzarse realmente. Se distancia de antemano.

¿Es eso lo que Dios está haciendo con Israel, y con los pueblos de
esta Tierra? ¿Se ha cansado Dios de su pueblo, y también tira la
toalla? En su sueño, el profeta tiene que tomar primero dos caya-
dos, llamados Gracia y Ataduras. El primero se refiere al amor y la
gracia con la que Dios, como un pastor, quiere seguir apacentando
a su pueblo. El segundo cayado se refiere a la intención de Dios de
reunir a todas las ovejas en un solo rebaño. Pero, al poco tiempo, en
su sueño, el profeta rompe en pedazos el cayado Gracia. No tiene
ningún sentido invertir más en las ovejas.

No es difícil de imaginárnoslo. Los creyentes a veces estamos ciegos


y somos muy cerrados frente a Dios. Oremos con el himno: “¡Oh
ven! ¡Oh ven, bendito Emanuel! De la maldad rescata a Israel...”

LEER: ZACARÍAS 11:1-11

388
7 DE DICIEMBRE

Un pastor sin misericordia


He aquí, yo levanto en la tierra a un pastor
que no visitará a las perdidas, [...] ni curará
a la perniquebrada...
ZACARÍAS 11:16

Ahora, el profeta tiene que asumir el papel de un pastor malo.


Es justo lo opuesto a lo que es el pastoreo de Dios. Porque Dios se
muestra profundamente dolido por el salario de treinta piezas de
plata, que no es más que una miserable propina. ¡Un hermoso pre-
cio!, dice Dios con mucho sarcasmo, y acto seguido rompe también
el cayado Ataduras. Con ello se esfuma cualquier esperanza de que,
algún día, Judá e Israel vuelvan a ser un solo pueblo. En lugar de
eso, el profeta ve a un pastor realmente malo haciendo su aparición
en el escenario mundial.

¿En quién nos hace pensar ese personaje? Pablo dirá: ¡el anticristo!
Una figura que se hará pasar por el pastor y mesías del mundo, pero
cuyo objetivo es conseguir el poder a toda costa y perjudicar a Dios
y a su Hijo Jesucristo, que han sido rechazados y eliminados por
treinta piezas de plata. Sobrecoge el hecho de que parece ser Dios
mismo quien pone a ese anti-pastor y le permite hacer lo que se
le antoje en este mundo, sin misericordia, sin preocuparse por la
oveja débil o herida. Pero, gracias a Dios, un día, los brazos de ese
anticristo se secarán y sus ojos ya no verán, y el buen pastor de Dios
obtendrá finalmente la victoria. ¡A él esperamos!

LEER: ZACARÍAS 11:12-17; SALMO 23

389
8 DE DICIEMBRE

Jerusalén, ciudad de Dios

Y en aquel día me dispondré a destruir a todas


las naciones que vinieron contra Jerusalén.
ZACARÍAS 12:9

Pelear contra Jerusalén no es algo nuevo. Se han librado batallas


contra la ciudad desde el principio. Por cierto, ¿a quién pertenece
en realidad? David conquistó Jerusalén al comienzo de su reinado.
No tuvo que esforzarse mucho, fue como si Dios se la regalase, más
o menos. Y David no echó a nadie, pues, por mucho que a Jerusalén
se la llame la ciudad de David, es, sobre todo, la ciudad de Dios. La
ciudad en la que algún día todas las naciones entrarán y alabarán a
Dios y al Cordero.

En otra profecía, Zacarías ve un futuro muy lejano: De todas partes,


los pueblos se unen para sitiar la ciudad. Pero la ciudad les lasti-
mará, como una gran piedra que uno quiere apartar del camino
pero puede causarle daño en la espalda y heridas en las manos antes
de que se dé cuenta. El que quiere luchar contra Jerusalén se hará
daño, porque Dios la defiende. Jerusalén seguirá siendo una prome-
sa hasta el día en que la nueva Jerusalén descienda del cielo y todas
sus puertas estén abiertas de par en par.

LEER: ZACARÍAS 12:1-9

390
9 DE DICIEMBRE

Lamento multitudinario

En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén...


ZACARÍAS 12:11

La profecía de Zacarías parece que se concentra en un momento


futuro especialmente extraordinario. Ve a pueblos de todas partes
venir contra la ciudad, pero Dios los trata con mano dura. ¿Y Jeru-
salén misma? Allí se produce un llanto multitudinario. La gente se
muestra penitente y se postra ante Dios. El lamento concierne a un
dirigente importante que ha sido vilmente apuñalado y, de repente,
todo el mundo se lo toma muy a pecho.

¿A quién se refiere el profeta? Sin duda, a alguien al que conoció


y cuya muerte probablemente lamentó. Pero ahora ve que, en un
tiempo futuro, toda Jerusalén se mostrará afligida. ¿A causa de
quién? Al leer esta profecía, solamente hay una persona que se nos
viene a la mente: Cristo Jesús, que fue crucificado, sufriendo in-
sultos y burlas, y traspasado por una lanza. No solo las naciones
son ciegas frente a Dios, sino también Jerusalén. Eso es causa de
un gran dolor que está durando ya siglos. Pero llegará el momento
en que Dios derramará espíritu de gracia y de oración. Y todos los
habitantes de Jerusalén mirarán a quien traspasaron. Todavía no ha
llegado el momento. Pero puede que ese momento esté más cerca
de lo que imaginamos. Todo ojo le verá. Nosotros también. ¿Cómo
recibirte? ¿Cómo presentarme ante ti?

LEER: ZACARÍAS 12:10-14

391
10 DE DICIEMBRE

Limpieza
En aquel tiempo habrá un manantial abierto para
la casa de David y para los habitantes de Jerusalén,
para la purificación del pecado y de la inmundicia.
ZACARÍAS 13:1

El arrepentimiento es algo muy deprimente, sobre todo cuando


no ofrece perspectiva de poder restaurar lo que se hizo mal. Cuan-
do no hay manera de cambiar ciertas situaciones, cuando hay peca-
dos tan incrustados en nuestra vida que parece imposible librarse
de ellos, entonces, el arrepentimiento adquiere un toque amargo y
desesperado. Sin embargo, Zacarías ve que Dios provee un extraor-
dinario manantial de purificación, abierto para toda la ciudad para
que se purifique de su pecado. Una especie de confesionario, del
que uno sale completamente aliviado y librado, sin ningún pecado y
totalmente limpio. Para luego darse cuenta de que Dios ha quitado
el espíritu de inmundicia que corrompía y esclavizaba toda su vida.
¡Qué cambio produce esto en su vida! La hace nueva e increíble-
mente bella.

Está claro que esta profecía se refiere a Jesucristo. Su sacrificio y su


misericordia son la fuente de purificación del pecado y de recon-
ciliación. Pero la visión de Zacarías va más allá, porque llegará un
día en que toda Jerusalén y toda la casa de David acudirán a este
manantial. Y esa masa de gentes servirá a Dios.

LEER: ZACARÍAS 13:1-6

392
11 DE DICIEMBRE

Ese es mi pueblo

... y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios.


ZACARÍAS 13:9B

A veces, las adversidades son como olas que nos pasan por enci-
ma. Hay momentos en que lo único que se puede hacer es clamar
a Dios o llorar por lo bajo, dirigiéndonos así a Él. ¿Acaso Dios escu-
cha eso? ¡No lo dudes!, dice el profeta. Dios lo oye y lo distingue en
medio de todas las voces. Él aguza el oído y en seguida dice: ¡Ese es
mi pueblo! Solo mis hijos claman y lloran de esa manera.

Zacarías ve a lo lejos que se asesina a un líder importante –¿un rey


o un sacerdote?– del pueblo. Por lo que se produce una crisis tras
otra y sigue un periodo de mucha angustia. Zacarías conoce bien
esta repetición regular de acontecimientos. En su tiempo, cuando
desaparecía un rey importante, a menudo había luego una lucha
encarnizada por el poder, en la que no se andaba con miramientos.
Algo así, Zacarías ve lo que pasará en el futuro. Antes de que llegue
la salvación de Dios, habrá una época de gran ansiedad. En Mateo
26:31, Jesús relaciona esta profecía directamente con él mismo. Su
muerte y resurrección conducirán al mundo entero a una tremenda
crisis. Pero, a Dios gracias, Él conoce la voz de sus hijos. ¡Pueblo
mío!, dirá inmediatamente, conmovido y lleno de compasión. Y se
dispondrá a enjugar todas las lágrimas. Luego, ellos solo acertarán a
decir: ¡Pues sí! ¡El Señor es mi Dios!

LEER: ZACARÍAS 13:7-9

393
12 DE DICIEMBRE

La noche casi se acaba


Será un día, el cual es conocido de Jehová,
que no será ni día ni noche; pero sucederá
que al caer la tarde habrá luz.
ZACARÍAS 14:7

¿Desembocará la Historia del mundo finalmente en un día her-


moso que no acabará nunca? Incluso al caer la tarde habrá luz, y no
oscurecerá. Es algo casi inimaginable para nosotros. Nunca más ha-
brá impresionantes paisajes nevados. Nunca más veremos puestas
de sol espectaculares en verano... Todo eso, ¿no lo vamos a echar
muchísimo de menos?

No hay que preocuparse. La luz de Dios compensará todo ello. Za-


carías ve en el futuro un violento combate contra Jerusalén. Pero
en el momento álgido aparece Dios mismo, y sus pies están sobre
el monte de los Olivos, un lugar muy relacionado con la ascensión
y la segunda venida de Jesús. Desde allí, Dios viene a librar a Jeru-
salén de todo el mal. Incluso de la oscuridad de la Creación y de las
tinieblas de la muerte.

Aunque nos pueden gustar las largas tardes de invierno, recogidos


en nuestras casas, los días son muy cortos. La oscuridad nos rodea,
nos envuelve. Pero la oscuridad no es el medio en que la vida se de-
sarrolla. De la luz, Dios dijo inmediatamente que era buena. No dijo
lo mismo de la oscuridad. Afortunadamente, la noche casi se acaba.
¡“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz”! (Isaías 60:1).

LEER: ZACARÍAS 14:1-7

394
13 DE DICIEMBRE

Solo quedará un nombre

Y Jehová será rey sobre toda la tierra.


En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre.
ZACARÍAS 14:9

¡Por fin! ¡Por fin se verá que Dios es quien ha sido desde el prin-
cipio! El Rey de toda la tierra, reconocido hasta en los confines
más lejanos. Y su nombre será el único que se nombrará. Zaca-
rías ve cómo Jerusalén experimenta una completa transformación.
Aguas vivas, ríos de agua pura salen de la ciudad en varias direccio-
nes hacia los campos. Montañas altas que estorban, se convierten
en llanuras fáciles de atravesar. Los alrededores de Jerusalén serán
ideales para pasear. En toda la ciudad se podrá vivir seguro, algo
que no se puede decir de ninguna ciudad hoy en día. Y los pueblos
que aún resisten serán alcanzados por una plaga divina de la peste.
¡Eso les escarmentará!

Pero lo más importante será que solo se mencionará el nombre


de Dios. ¿Y todos los demás nombres? ¿De hombres y de dioses?
Ah bueno, esos no tienen ninguna importancia. Zacarías ve que
al final no habrá rastro de ellos. Solo el nombre de Dios estará en
boca de todos.

Con tanto conocimiento previo, uno sería un necio si continuara


invirtiendo en su propio nombre o en el de otros. Invierte en el
nombre del Dios de Israel, el Padre de Cristo Jesús. Solo ese nom-
bre quedará para siempre.

LEER: ZACARÍAS 14:8-15

395
14 DE DICIEMBRE

Hasta las campanillas de los caballos

En aquel día estará grabado sobre las campanillas


de los caballos: SANTIDAD A JEHOVÁ...
ZACARÍAS 14:20A

Zacarías es un visionario con la vista muy aguda. Alcanza a ver


incluso las palabras que hay grabadas sobre las campanillas de los
caballos que recorren Jerusalén. Puede que ayude el hecho de que
conoce muy bien esas palabras y que por eso también las reconoce
enseguida. Ya que son las palabras que el sumo sacerdote lleva gra-
badas en su turbante. Son las palabras: ¡SANTIDAD A JEHOVÁ!

Entonces, parece que las cosas han cambiado mucho en Jerusalén.


Pues, los caballos, para Zacarías, son el equivalente de la soberbia,
de la fuerza y la agresividad. Si incluso las campanillas de los caba-
llos proclaman la gloria de Dios y están dedicadas a Él, eso demues-
tra que Dios ha cumplido el propósito que tenía para la tierra. Hasta
las ollas y cazuelas de los hogares en Jerusalén le están dedicadas.
Y a todas las naciones se les invita a la fiesta de los tabernáculos
en Jerusalén –aunque sea bajo amenaza de “si no vienen, no habrá
bendición”. Y Dios será todo en todos.

Dice el Salmo 68:32: ¡“Reinos de la tierra, cantad a Dios, cantad al


Señor”!

LEER: ZACARÍAS 14:16-21

396
15 DE DICIEMBRE

Lo que Dios prometió

Yo os he amado, dice Jehová;


y dijisteis: ¿en qué nos amaste?
MALAQUÍAS 1:2A

¡Hay gente que dice: ‘Por favor, pastor, no me venga con eso de
“Dios es amor”! ¿Dios es amor? No, ¡Dios es severo! ¡Dios no es
justo! Especialmente al final del año, cuando se acerca la Navidad,
mucha gente no soporta más. No entienden absolutamente nada
de lo que Dios hace’. Con frecuencia, Malaquías encontraba a gente
así. Vivía en Jerusalén, más de un siglo después del retorno de los
exiliados de Babilonia. Pero aun después de un siglo, el panorama
no había mejorado demasiado en Judá. Políticamente, era total-
mente dependiente, y económicamente, muy débil.

Hasta los edomitas –que no eran siervos de Dios en absoluto– pros-


peraban mucho más. Por eso, los habitantes de Jerusalén le con-
testan a Malaquías que no les venga con cuentos sobre el amor de
Dios. Pero Dios no se deja rechazar. ¿Acaso habéis olvidado que
no era Esaú al que amé, aunque era el mayor, sino Jacob? No os
confundáis a causa de los edomitas. ¡Mejor recordad lo que os he
prometido!

¡Yo os he amado!... Hoy, Dios nos lo dice con nuevo énfasis. ¿Estás
descontento con Dios? ¿Sientes amargura hacia Él? Calla, y déjate
consolar. “Te he amado”, te dice. ¡No estás solo! ¡“Nos visitó desde
lo alto la aurora”! (Lucas 1:78b).

LEER: MALAQUÍAS 1:1-5

397
16 DE DICIEMBRE

Cuando los pastores


consienten todo
Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado?
En que pensáis que la mesa del Señor es despreciable.
MALAQUÍAS 1:7

Malaquías se indigna muchísimo con los sacerdotes del templo


y alrededores. Lo que hacen es un desastre. En realidad, todo les da
igual. Puede que haya mucha pobreza en el país, pero ¿no sucede
demasiado a menudo que se ofrece un animal enfermo o cojo para
el sacrificio? ¡Eso no se hace! ¿Acaso vais con semejante animal
miserable al gobernador para pedirle un favor? –dice Malaquías–.
¡No, obviamente! Le lleváis algo en buen estado. Pero en la mesa
del Señor depositáis lo que no podéis dejar en la mesa de nadie. De
los otros, por lo visto, esperáis mucho más que de Dios.

Aunque el profeta se dirige también a la gente común, su crítica va


destinada sobre todo a los sacerdotes. Y tiene razón. El declive co-
mienza con los dirigentes. Cuando los pastores consienten todo, o
apenas se esfuerzan en lo que hacen, o dicen que prefieren buscar-
se otro trabajo, entonces será mejor olvidarse de la obra. Eso es lo
que dice también el profeta con otras tantas palabras: “¿Quién hay
de vosotros que cierre las puertas?”... ¡Menos mal que Dios mantie-
ne la puerta abierta! ¡Sírvele con un corazón íntegro!

LEER: MALAQUÍAS 1:6-14

398
17 DE DICIEMBRE

Así dice el Señor

... porque mensajero es de Jehová de los ejércitos.


Mas vosotros os habéis apartado del camino...
MALAQUÍAS 2:7B-8A

No hace tanto tiempo que para cualquier pregunta que surgiese,


se abría de inmediato la Biblia. Las respuestas allí encontradas, re-
sultaban a veces un poco forzadas y daban a menudo lugar a fuer-
tes discusiones. Hoy en día, apenas se recurre a la Biblia cuando
surgen preguntas así, porque ya tenemos una opinión al respecto y
porque pensamos que la Biblia no puede ayudarnos realmente con
las preguntas complicadas de la actualidad. Y así, cada vez más, la
Biblia permanece cerrada. También a la hora de comer, en el círcu-
lo familiar, cuando hasta hace poco la Biblia era el tercer o cuarto
plato del menú del día. Así, la nueva generación crece sin la Palabra
de Dios.

Malaquías echa en cara a los sacerdotes que además de toda su ne-


gligencia en el culto, dejan de enseñar y explicar la voluntad de
Dios. Aunque un sacerdote debe ser como un mensajero del Señor,
por su desidia, mucha gente se ha apartado del camino. Dios lo
toma como una afrenta. Si uno es mensajero de Dios, no es un in-
terlocutor sin compromiso. Un mensajero dice: ¡Así dice el Señor!
¡Qué beneficioso sería para las iglesias, si los pastores volvieran a
decir esto!

LEER: MALAQUÍAS 2:1-9

399
18 DE DICIEMBRE

¿Mucha líbido?

Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis


desleales para con la mujer de vuestra juventud.
MALAQUÍAS 2:15B

Respecto a la infidelidad, este profeta no manifiesta ninguna


comprensión. Los seres humanos son todos portadores de la ima-
gen del Creador, lo cual obliga a mostrar lealtad y solidaridad para
con cualquier persona con la que uno se encuentra, porque luego,
quizás, se la vuelva a encontrar ante el trono de Dios. Pero también
hay que ser fiel al pacto que Dios, en su amor, ha hecho contigo.
Por lo tanto, no elijas como pareja a alguien que no conoce a Dios,
por muy guapo o encantador que sea. No menosprecies el pacto
de Dios.

El profeta toca aquí un tema que también para nosotros es sensi-


ble. Pero sobre todo, critica con mucha vehemencia que un hombre
abandone a “la mujer de su juventud”, o sea, a la muchacha de la
que se enamoró cuando era joven y por la que daría todo. En cierto
momento, puede que ella pierda algo de su atractivo, y su pareja
desee otra mujer. Algunos hombres dicen: Simplemente, tengo
mucha líbido. Es posible, pero nunca puede servir de excusa para la
infidelidad. Muchos abandonan a la mujer de su juventud, se lían
con una mujer más joven y comienzan una segunda serie de hijos.
“Guardaos en vuestro espíritu”, dice Malaquías. El que lleva una
doble vida, la gasta el doble de rápido.

LEER: MALAQUÍAS 2:10-16

400
19 DE DICIEMBRE

Dios tendrá un
montón de trabajo
¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida?
¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste?
MALAQUÍAS 3:2A

Algunas personas anhelan intensamente la venida de Jesucristo


en las nubes del cielo. Otros vacilan, pues ¿traerá su venida paz? Y
¿quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Nadie debe qui-
tarle importancia a esto, efectivamente. Uno puede dirigirse a Dios
con arrogancia, con quejas y exigencias, por la falta de justicia y la
proliferación del mal en el mundo, pero, cuando Dios se manifies-
te, ¿quién podrá estar en pie?

Según Malaquías, ese momento será en breve. De súbito, repen-


tinamente, aparecerá el mensajero de Dios en el atrio del templo.
¡Elías, el profeta! Y luego, poco después, se presentará el Señor mis-
mo. Y entonces sucederá, ya que el Señor acabará rápidamente con
los hechiceros, los adúlteros, los que juran falsamente y todos los
que explotan y oprimen a los débiles, sean pobres viudas o refugia-
dos. Dios va a tener un montón de trabajo. ¿Seguro que estamos en
lo cierto si pensamos que con nosotros no va a tardar tanto?

¡Quién podrá estar en pie!... En esas pocas palabras se nota un es-


tremecimiento ante Dios. ¡Oh Señor, ten misericordia de mí! ¡Gra-
cias a Dios! El Evangelio nos dice que, de manera sorprendente,
Dios se puso de nuestra parte. Finalmente, nos envió a su Hijo.
¡Una vez más, Dios nos extiende sus manos!

LEER: MALAQUÍAS 2:17-3:6

401
20 DE DICIEMBRE

Comienza con Dios


Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos,
si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré
sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
MALAQUÍAS 3:10B

Los profetas tenían gran capacidad para causar sobresaltos y de-


safiar a la gente. Todo el país sufría a causa de las malas cosechas
y una plaga de langostas. Su existencia se veía sujeta a una maldi-
ción, pero en lugar de consolarles, Malaquías les pregunta: ¿Por
qué le robáis a Dios? Se les ve reaccionar extrañados: ¿Qué quieres
decir con eso? ¿En qué le hemos robado? Pues, ¡en los diezmos y
ofrendas! Los diezmos de la venta de tierras y también las demás
ofrendas para la casa de Dios han disminuido notablemente en los
últimos años. Los donativos no son suficientes para el manteni-
miento del templo y los que sirven en él. Pero, muchos contestan:
Dios puede esperar un poco ¿no? estamos pasando estrecheces y
debemos pagar también la cuota de nuestra hipoteca.

A Dios no le gusta que casi siempre se le relegue al último pues-


to. Mientras que siempre tendría que estar en primera fila cuan-
do pasamos dificultades. Nos desafía a comenzar con Él primero,
en todo. El que no comience con Dios, al final nunca llegará a Él.
Esto no es fácil, lo sé. Pero, sirviéndole con dedicación sincera,
Él no nos decepcionará. Esa es su promesa para el día de hoy. Ponme
a prueba –dice Dios–. Mira si no experimentes un cambio esencial
en tu vida cuando te atrevas a acudir primero a mí.

LEER: MALAQUÍAS 3:7-12

402
21 DE DICIEMBRE

Dios anota cada día

Entonces los que temían a Jehová hablaron cada


uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó...
MALAQUÍAS 3:16A

Podemos tener la sensación de que gran parte de nuestras oracio-


nes y sufrimientos no sirven para nada. Pero Dios no se muestra en
absoluto tan indiferente como pensamos. Se lo toma tan a pecho,
que protesta ante Malaquías y sus hermanos judíos por la forma en
que hablan de Dios, tan llenos de amargura y de reproches. No lo
soporto más –les dice Dios–. Pues no paréis de quejaros, como si
fuera totalmente inútil servirme. Sólo porque no se ven resultados
directos y parece que da igual si me sirváis con sinceridad o no.
Puede que así os parezca, pero no es así, de ninguna manera.

Mejor, decid unos a otros: ¡El Señor presta atención a todo ello! No
olvidéis que delante de mí tengo un libro de memorias sobre aque-
llos que me temen. En este libro anoto todo, cada acto de justicia
y de fidelidad, cada oración y cada lágrima. Es como un libro de
consolación, al alcance de mi mano. Y, este libro, ¿se abrirá algún
día? ¡Contad con ello! A saber: en ese gran día de mi salvación. Y
entonces se verá claramente quién me ha servido y quién no. ¿Po-
déis aguardar a que llegue aquel momento? Puede que conteste-
mos: Difícilmente. Pero gracias, Señor, por la promesa de ese libro.

LEER: MALAQUÍAS 3:13-18

403
22 DE DICIEMBRE

Dios viene a hacer justicia


Porque he aquí, viene el día ardiente como
un horno [...] Mas a vosotros los que teméis
mi nombre, nacerá el Sol de justicia...
MALAQUÍAS 4:1-2

El día hacia el que se encamina toda la Historia, será un día de


enormes contrastes. De salvación sorprendente, pero también
de juicio severo. Porque ese día viene, ardiente como un horno. To-
dos los impíos serán desarraigados y quitados de la tierra. Es un
acontecimiento que apenas nos podemos imaginar y que quizás nos
cueste asimilar. ¿Por qué pone el profeta tanto énfasis en ello? ¿A
quién pretende asustar?

No se trata de meter miedo, sino de hacer justicia a aquellos que


día y noche claman a Dios, pidiendo justicia. Un día, los verdugos
perderán su posición ventajosa y saldrá el Sol de justicia sobre to-
dos los que temen al Señor. Aquel Sol es el niño de Belén. Su Sol ya
resplandece en medio de las tinieblas de nuestro mundo.

“Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia


[...]; pues al fin llenará de gloria el camino del mar. [...] El pueblo
que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de
sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.” (Isaías 9:1, 2).

LEER: MALAQUÍAS 4:1-6

404
23 DE DICIEMBRE

El álbum de familia de Jesús

Libro de la genealogía de Jesucristo,


hijo de David, hijo de Abraham.
MATEO 1:1

Entre la profecía de Malaquías y el Evangelio según Mateo hay


en nuestras Biblias una sola página en blanco. En realidad, están
separados por más de cuatro siglos oscuros. Por lo tanto, Mateo no
comienza a hablar de Jesús sin más, sino que primero nos enseña
una especie de álbum de su familia. Hace una lista de todos los
nombres, perfectamente ordenados en tres grupos de catorce nom-
bres cada uno. No es una genealogía cualquiera. El evangelista da
a su lista de nombres literalmente el título de: Libro del origen de
Jesucristo.

Dos de los nombres, sobre todo, son de suma importancia para el


nacimiento de Jesús: Abraham y David. Estos dos no los menciona
Mateo porque sean unos personajes excelentes, los que uno seña-
laría si mostrara su álbum familiar a alguien: Mira, este también
pertenece a mi familia. Abraham, David... A que no te lo hubieras
imaginado, ¿verdad? Esa no es la intención de Mateo. Él mencio-
na a estos dos porque Abraham y David son portadores especiales
de la promesa de salvación de Dios. Con Abraham, Dios hizo un
nuevo comienzo. En él, Dios bendeciría a todos los seres humanos.
También con David hizo Dios un pacto, diciendo que para siempre
iba a haber un hijo de David sentado en el trono. Y allí comienza la
historia de Jesús. Con el Dios de Abraham y el Dios de David. Con
la fidelidad llena de la gracia de Dios.

LEER: MATEO 1:1-11

405
24 DE DICIEMBRE

¡Qué familia!

Y Jacob engendró a José, marido de María,


de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.
MATEO 1:16

Nombres y más nombres. Pero ¿qué familia es esta? ¿Son todos


ellos gente respetable? ¡En absoluto! Es verdad que se menciona a
Abraham y David, y a reyes como Ezequías y Josías, pero hay mu-
chos más nombres de personas por las que uno se avergüenza casi
sin querer. Sus caras no añaden atractivo a este álbum. Y ¿qué pen-
sar de las mujeres que se mencionan como matriarcas de Jesús? En
primer lugar, Tamar, una mujer que sedujo a su suegro a cometer
adulterio. Luego, Rahab, una prostituta que dirigía una posada en
lo alto de las murallas de Jericó. Tampoco muy recomendable. Y
luego viene Rut, sin duda una mujer muy simpática, pero de origen
dudoso. Y finalmente, también, Betsabé. Con gente así, cualquier
álbum de familia perdería toda su gracia.

Bueno, pues, esta es la familia de Jesús. Todos ellos son pecadores


hasta la médula. En el seno de aquella familia, Dios hace nacer a su
Hijo, el Hijo de su amor. ¡Eso es algo increíble! Tan bajo descendió,
tan cerca, en medio de nosotros quiso venir y morar. ¡Cuánto dice
eso de Dios! Nos muestra su gracia, su cuidado y su fidelidad.

LEER: MATEO 1:12-17

406
25 DE DICIEMBRE

Jesús

... y llamarás su nombre JESÚS, porque


él salvará a su pueblo de sus pecados.
MATEO 1:21

Algunos nombres los llevamos grabados a fuego en nuestra


alma. Tienen gran fuerza evocativa y siempre consiguen emocio-
narnos. Si hay un nombre al que se aplicaría esto, ese sería el de
Jesús. Prácticamente todo el mundo lo conoce, aunque no suelen
pronunciarlo en voz alta, a no ser que lo hagan –en algunos idio-
mas– en forma de maldición. José fue el primero que tuvo que
pronunciar ese nombre. No sabía muy bien cómo comportarse en
todo este asunto. Estaba al margen, como excluido. Pero Dios pide
su participación expresamente ya que es él, José, quien tiene que
anunciar el nombre del Niño, y reconocerlo como el Hijo de David.
Cuando ya nació el Niño, José pronuncia en voz alta el nombre del
Niño. El nombre: ¡Jesús! Eso significa: ¡el Señor salva!

Un nombre sorprendente. No aparece en todo el árbol genealógi-


co. Pero es un nombre que viene a decir exactamente quién es él.
Porque, añade el ángel: “¡Él salvará a su pueblo de sus pecados!”
¡Cuán significativo! Jesús es un Salvador nato. Nos salvará de peca-
dos deprimentes, errores fatales, lazos oscuros, culpas y fracasos. ¿Y
si uno dice: No veo salida posible? Entonces pronuncie tan solo el
nombre del Niño de Dios. Diga: ¡Jesús! ¡Refúgiate en ese nombre!
Ese nombre salva y conmueve como ningún otro.

LEER: MATEO 1:18-25

407
26 DE DICIEMBRE

Un homenaje silencioso

Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María,


y postrándose, lo adoraron...
MATEO 2:11A

Para la adoración no hacen falta muchas palabras. Se puede ha-


cer incluso sin palabras. Cuando, después de una larga búsqueda,
los magos de Oriente llegan finalmente a Belén y encuentran la
casa y ven al niño, con su madre María, entonces se arrodillan y le
adoran. Una adoración en silencio, ya que no escuchamos palabra
ninguna. Eso llama la atención. No estamos acostumbrados a ha-
cerlo así. Cuando homenajeamos a alguien, lo hacemos metiendo
mucha bulla. Por ejemplo, gritamos: ¡Viva el rey!, o: ¡Viva la reina!,
o: ¡Vivan los novios! Pero cuando los magos ven al Niño, parece que
se quedan callados, por lo menos al principio. No dicen nada. Lo
mismo les pasa a los pastores en Lucas 2. Ellos también se quedan
contemplando en silencio al Niño en el pesebre. Solo cuando se
disponen a salir del establo, entonan un salmo. Me imagino que se
trata de un salmo de David: “El Señor es mi pastor, nada me falta-
rá.” Pero ni siquiera eso se escucha de la boca de estos forasteros.

Mateo les coloca en primer plano: unos extranjeros que, en nombre


de las naciones, vienen a adorar al Rey de los judíos. Como en la
época de David y de Salomón. Su misión, y sobre todo su adoración,
encierran una gran promesa. Ellos preparan el camino. Nosotros
no tenemos otra cosa que hacer que seguirles a la zaga. Jesús es el
Salvador del mundo.

LEER: MATEO 2:1-12

408
27 DE DICIEMBRE

Adoración

Y al entrar en la casa, vieron al niño con su


madre María, y postrándose, lo adoraron...
MATEO 2:11

Continuemos un poco más con los magos. A lo largo de los si-


glos han inspirado a los artistas. Hombres, llevando una corona en
la cabeza y, al fondo, los camellos con su valiosa y pesada carga.
Desde muy tempranamente, se hacía referencia a sus nombres.
Pero Mateo les describe sin nombres, sin coronas y sin camellos,
adorando al Niño. Es evidente que no hay ni un asomo de duda en
estos hombres. Caen de rodillas y le adoran.

¡Adoración! Eso es: honrarle como el Rey y Redentor enviado por


Dios, con un sentimiento de asombro y de maravilla creciente,
mientras una especie de temblor recorre nuestro cuerpo. En la ado-
ración a Jesús hay un elemento de entrega a él y de abandono de
uno mismo. Parecido a cómo en Oriente la gente se arrodillaba ante
un rey y besaba sus pies. Algo que se hacía la mayoría de las veces
forzosamente, sin tener elección. Pero, ¡aquí no ocurre lo mismo!
Sin pensarlo, automáticamente, estos hombres se postran, como si
estuvieran deslumbrados por la hermosura, la majestad y la gloria
de este Niño.

Precisamente en este Niño, uno percibe un amor inefable. Una glo-


ria para la que no hay palabras.

LEER: LUCAS 2:15-21

409
28 DE DICIEMBRE

Hacia abajo

... y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros,


le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
MATEO 2:11

Generalmente, uno no llega a adorar sin que se den unos cuan-


tos pasos previos. ¡A veces incluso implica recorrer un largo cami-
no! Implica sentirse cautivado, embelesado y fascinado por Dios.
Por una estrella que comienza a iluminar tu vida, un suceso que
te impresiona, una Palabra que te impacta como un rayo. Y ya no
te puedes apartar de Él. Así, estos hombres habían llegado a estar
cautivados por el Dios de Israel, y se pusieron en camino. Hacia
Belén, pasando por Jerusalén. ¿Dónde, exactamente, estaba Belén?
Les dirían: Simplemente, seguid bajando por este camino. Hacia
abajo. A veces, todo se vuelve muy oscuro alrededor y uno piensa:
no lo voy a encontrar nunca.

¡Esta búsqueda se parece un poco al morir! Desde nosotros hacia


Dios no hay ningún camino. En esta búsqueda uno pierde casi todo
lo que le sirve de apoyo. Eso se ve claramente en el relato de estos
forasteros de Oriente. Toda su propia sabiduría se les va cayendo
de las manos, poco a poco. Sobre todo cuando atraviesan por fin la
puerta y ven a este Niño y su madre. ¡Qué Rey es este Salvador! Y
todo el Evangelio da testimonio: ¡Él vino por ti, vino por mí! Puede
que te sientas todavía incómodo o extraño con este Rey, pero Él no
se siente extraño contigo. ¡Adórale!

LEER: SALMO 138

410
29 DE DICIEMBRE

Entregarlo todo

... y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes:


oro, incienso y mirra.
MATEO 2:11B

La adoración se enfatiza con regalos magníficos. No puede ser de


otra manera puesto que la adoración a este Rey tiene consecuencias
reales, no tiene nada de místico. También se muestra en que la vida
de aquellos hombres a partir de entonces corre peligro, por He-
rodes. Esa vía se ha cortado definitivamente, al haber encontrado
a Cristo y depositado sus tesoros delante de él. ¡Solo les queda el
camino estrecho, de vuelta a su casa!

Tres regalos sacan: oro, incienso y mirra. Todos y cada uno son re-
galos dignos de un rey. ¿Tienen esos tres regalos algún significado
especial? La tradición de la Iglesia suele relacionarlos con Cristo
mismo. El oro: con él le adoran como Rey; con el incienso, como
Sacerdote; con la mirra, como Profeta. Pero no hay que olvidar que
estos son sus tesoros. Bienes de los que cada pueblo y cada individuo
se sentían muy orgullosos. En los tiempos de Salomón se apreciaba
sobre todo el oro fino y la plata, pero también las especias, maderas
especiales, ropas de lujo, caballos bonitos e incluso armas. Solo a
los pies de Cristo todo aquello encuentra su destino más sublime.
Por lo tanto, deposita todo delante de él; sí, armas incluidas.

LEER: 1 REYES 10:1-13

411
30 DE DICIEMBRE

No seguros, pero a salvo


Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta
Jeremías, cuando dijo: Voz fue oída en Ramá [...];
Raquel que llora a sus hijos...
MATEO 2:17-18

Después de la adoración de los magos, se nos presenta otro cua-


dro muy diferente. De pronto, Belén se sumerge en un profundo
dolor. En todas las calles se ven padres y madres desconsolados. El
evangelista piensa enseguida en la profecía de Jeremías, que vivió
algo similar cuando Israel fue llevado a Babilonia. En Ramá fueron
juntados y desde allí trasladados. Todos tenían el alma destrozada,
como si la propia Raquel se hubiese levantado de la tumba y vagase
por allí, llorando.

Por desgracia, hemos visto esa expresión en las caras demasiadas


veces. Hace que la Navidad se convierta en algo irreal. Por lo vis-
to, ni siquiera cerca de Jesús uno está exceptuado frente al mal.
Ni siquiera los niños más pequeños. Efectivamente, cerca de Jesús,
nadie está seguro. Contra Jesús, el mal se concentra hasta llegar a
su máxima fuerza. La luz resplandece en un mundo horrible, pero
el mal no prevalecerá. Sea quien sea que Herodes golpee, no puede
hacer daño a Jesús. Ya no está allí. ¡Jesús vive! Y desde Egipto, Jesús
vendrá por el camino, como el verdadero Hijo de Israel. En torno
a Jesús, nadie está exento del peligro, aunque sí que está vigilado y
guardado por él. ¡A salvo!

LEER: MATEO 2:13-18

412
31 DE DICIEMBRE

¡Jesús vive!
Pero después de muerto Herodes, he aquí
un ángel del Señor apareció en sueños a José
en Egipto, diciendo: Levántate...
MATEO 2:19

Gente como Herodes no tiene ningún futuro. Por eso, Mateo in-
forma de la matanza de los niños de Belén inmediatamente después
de la muerte del rey. Un ángel aparece a José, en un sueño: “¡Leván-
tate –le dice–, porque han muerto los que procuraban la muerte
del niño!” Por una vez, semejante noticia le hace bien a uno. Eso
no suele pasar muy a menudo con la muerte. Lo que hace normal-
mente es llenarnos de pena y dolor y causar un vacío que parece no
tener fin. En los últimos días del año, uno puede deprimirse mucho
cuando piensa en todas las personas que ha tenido que dejar atrás.
¿Acaso la muerte seguirá teniendo la última palabra? ¡No! “Le-
vántate”, dice el ángel a José. Dios tiene la última palabra. José se
levanta inmediatamente. Pero no se dirige a Jerusalén, pues todavía
no es nueva, ya que el hijo de Herodes, Arquelao, es tan malo como
su padre o peor. Por eso se van a Galilea y al despreciado Nazaret.
Entonces, ¡nada va a cambiar!, puede que digamos. ¡No nos equi-
voquemos! Herodes está muerto, pero ¡Jesús vive! De Nazaret, su
camino pasará por el Gólgota hacia su sacrificio en la Pascua.
¡Jesús vive! Por lo tanto: ¡levantaos!, ¡consolaos! Un día, se en-
jugarán todas las lágrimas. “Con todo, yo siempre estuve contigo;
me tomaste de la mano derecha, me has guiado según tu consejo, y
después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino
a ti? y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón
desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para
siempre.” (Salmo 73:23-26)
LEER: MATEO 2:19-23

413
Índice

Prólogo 5

Enero 9
Febrero 43
Marzo 75
Abril 109
Mayo 143
Junio 177
Julio 211
Agosto 245
Septiembre 279
Octubre 313
Noviembre 347
Diciembre 381

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