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42 Francis Bacon: De la magia a la ciencia
1 C fr. H ALL, pp. 45-51, 129 ss., 217-43 ; E. CALLO T, La rcnaissance des Scien
ces de la vie an XVI’ siécle, París, 1951.
2 Sobre el significado de los «experimentos» y las influencias del saber técnico en
la investigación científica cfr. A . C. CROMBIE, Augusttne to Galileo, Londres, 1952,
pp. 247-77 [trad. esp. Historia de la ciencia: de San Agustín a Galileo, Madrid: Alian
za Editorial, 1974], En la obra de A. W OLF, A History of Science, Technology and
Philosophy in the I6th and 17th Centuries, Londres, 1950, falta una valoración del
significado cultural de esta literatura. H. BUTTERFIELD, The Origins of Modera
Science, Londres, 1949 [trad. esp. Los orígenes de la ciencia moderna, Madrid: Taurus,
1982], está dedicado exclusivamente a una historia de los «desarrollos internos» del
saber científico. Las mismas limitaciones tiene la obra de E . A. BURTT, The Me-
taphysical Foundations of Modera Physical Science, Londres, 1950 [trad. cast. Los
fundamentos metafísicas de la ciencia moderna, Buenos Aires: Ed. Sudamericana,
1960],
I. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 43
Pero sería una tarea muy ardua ir buscando en estas obras de ca
rácter principalmente técnico la conciencia del cambio radical que este
desarrollo del saber técnico implicaba con respecto a la cultura tra
dicional. Sin embargo de ellas emergía, y a menudo con mucha cla
ridad, el rechazo de aquel tipo de lenguaje hecho de alusiones, me
táforas y símbolos misteriosos que era característico de la tradición
mágico-alquímica y que se encontraba representado en una vastísima
producción bibliográfica científica y filosófica. Tal rechazo coinci
día, por un lado, con la exigencia de claridad que se creía indispen
sable para el progreso técnico y su difusión y, por otro, con la
conciencia de la ingente cantidad de cosas y hechos que quedaban
por explorar para que los hombres se enriqueciesen con un nuevo
poder.
En la obra de Agrícola 5 estos temas se presentan con una singular
fuerza de penetración, pudiéndosela considerar como símbolo de
una mentalidad que sube a la escena de la cultura europea. Agrícola
es un filólogo, un médico, un técnico introducido en la vida cultural
y política de la Europa de su tiempo, pues gozaba de la estima y
amistad de Erasmo y Melanchton y se le encargaron varias misio
nes políticas junto al Emperador Carlos y el rey Fernando de Aus
tria. El De ortu et causis subterraneorum (1546) y el De natura
fossilium (1546) son los primeros tratados sistemáticos de geología
y mineralogía, la obra De re m etallica (1556), que iniciaba, entre
otras cosas, el estudio de la estratigrafía geológica, fue durante dos
Century England, Nueva York, 1970 [Este libro se publicó por vez primera en 1938
como el volumen IV, parte II de Osiris: Studies on the History and Philosophy of
Science, and on the History of Learning and Culture. Trad. cast. Ciencia, tecnología
y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII, Madrid: Alianza Universidad, 1984], R. F.
JONES, «Science and Criticism in the Neo-Classical Age of English Literature», en
JHI, 1940, pp. 381-412; «Puritanism, Science and Christ Church», en ¡sis, X X X I,
1939, pp. 65-67. Sobre la organización de la investigación científica cfr. F. A. YATES,
The French Academies of the Sixteenth Century, Londres, 1947, pp. 95-104; H.
BROWN, Scientific Organisations in Seventeenth Century Frunce, Baltimore, 1934;
M. ORNSTEIN, The Role of Scientific Societies in the Seventeenth Century, Nueva
York, 1938; aclara muchos problemas el capítulo que Hall dedica a este tema. Sobre
la mentalidad utilitarista: H. BROW N , «The utilitarian motive in the Age of Des
cartes», Annals of Science, I, Londres, 1936, pp. 182 y ss.; P. M. SCH UH L, Machi-
nisme et phtlosophie, París, 1947. Algunos textos pertinentes se encuentran en British
Scientific Literature in the Seventeenth Century, edición dirigida por N. Davy, Lon
dres, 1953.
5 El verdadero apellido de Agricola es Bauer (1494-1555). Las obras indicadas en
el texto se publicaron en Basilea.
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 45
Sobre la montaña Palombra hay una fuente maravillosa, pues quien bebe de
ella no padece nunca ningún mal y siempre, mientras vive, parece joven...
I'.n Cipro, en las fraguas de cobre, de entre las llamas sale volando un animal
con plumas y cuatro pies... 11
9 Sobre estos temas : TH ORNDIKE, vols. I-V ; H ALL, p. 31. C fr. también F.
A . POUCHET, Histoirc des Sciences naturelles au moyen age, París, 1853; C. H.
H ASK1NS, Studies in the History of Mediaeval Science, Cambridge, 1927; L. W H l-
TE jr, «Technology and Invention in the Middle Ages», Speculum, XV, 1940, pp.
141 y ss.
10 La minera del mondo delVill. signore Gio Maria Bonardo nclla quale si tratta
delle cose piú segrete e piú rare d e ’ corpi semplici nel mondo elementare e d e ’ corpi
composti, inanim ati ct anim ati d*anima vegetativa, sensitiva e ragionevole, Venecia,
1589.
11 Ibid., pp. 10, 57v.
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia' 47
Pero aquellos que hablan del arte de los metalúrgicos para degradarlo
dicen que algunos, ya por su propia perversidad, están condenados a extraer
metales y que éstos, u otros que hayan sido siervos, han estado esperando
cavando en las minas, siendo así ahora los metalúrgicos asalariados que,
como el resto de los trabajadores, poseen un arte feo y sucio. Ciertamente
si por esta razón el arte de los metales es considerada vergonzosa y desho
nesta para un hombre noble porque ya los siervos en un tiempo extrajeron
metales, tampoco la agricultura será honesta, puesto que la han practicado
los esclavos y ahora la practican los turcos, tampoco la arquitectura, ya que
algunos siervos han trabajado en ella, ni la medicina, pues no son pocos los
médicos que han sido siervos, y lo que digo de estas artes puede decirse de
muchas otras que han sido practicadas por innumerables prisioneros l9.
2'' Sir T. CLIFFORD ALLBUTT, «Palissy, Bacon and the Revival of Natural
Science», Procccdings of the British Acadcmy, VI, 19 13 -14 , pp. 223 y ss. (la influencia
de Palissy ya había sido afirmada por A. B. H AN SG H M AN N , B. Palissy und F.
Bacon, Leipzig, 1903). Para ver la opinión de Farrington sobre este tema cfr. p. 16
y algunas consideraciones más amplias en el artículo «On misunderstanding the Phi-
losophy o f Francis Bacon», Science, Medicine and History: Essays... in honour of Ch.
Singcr, O xford, 1953, vol. I, pp. 439-50. Sobre las citas que Bacon hace de Agrícola
cfr. DA, Sp. I, p. 572.
27 Sobre Bernard Palissy (1510-89) cfr. L. A U D IA T , Bernard Palissy, París, 1864;
E. Dupuy, Bernard Palissy, París, 1894. De Palissy: Discours admirables, París, 1580;
Recepte véritable, La Rochelle, 1553. Ambas obras se han vuelto a imprimir en A.
FRAN CE, Les oeuvres de Bernard Palissy, París, 1880.
28 NO I 81.
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 53
... Comment est il possible qu’un homme puisse s^avoir quelque chose
et parler des effects naturels, sans avoir veu les livres latins des philosophes?
Un tel propos peut avoir lieu en mon endroits, puis que par practique je
prouve en plusieurs philosophes fausse, mesme des plus renommez et plus
anciens, comme chacun pourra voir et entendre en moins des deux heures,
moyennant qu’il veuille prendre la peine de venir voir mon cabinet, au-
quell’on verra des choses merveilleuses qui sont mises pour tesmoignage et
preuve de mes escrits, attachez par ordre et par estages, avec certains escri-
teaux au dessouz, afin qu’un chacun se puisse instruiré soy mesme: te pou-
vant asseurer (lecteur) qu’en bien peu d’heures, voire dans la premiére jour-
née, tu apprendras plus de philosophie naturelle sur les faits des choses
contenues en ce livre, que tu ne s^aurois apprendre en cinquante ans, en
lisant les théoriques et opinions des philosophes anciens 30.
33 Sobre estos conceptos cfr. Val. Term ., Sp. III, p. 226; A d v ., Sp. III, pp. 289-90;
C V , Sp. III, p. 616; Praef., Sp. I, pp. 126 y ss.; N O I 74; D A , Sp. I, pp. 457-58, 572.
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 55
Por último queda por tratar aquello de las fiestas de Prometeo con las
antorchas ardientes; este relato se refiere a las artes y las ciencias, como el
fuego en memoria y celebración del cual se instituyeron estas fiestas, y
contiene en sí una m uy sabia advertencia: la perfección de las ciencias se
funda en una sucesión de trabajos y no en la habilidad y talento de un solo
indivuduo. Por ello los que en la competición y en la carrera son muy
veloces y atrevidos quizá sean menos hábiles en conservar encendida su
antorcha, pues el peligro de que ésta se apague no es menor en la carrera
rápida que en la lenta. Parece ser que estas carreras y competiciones se
interrumpieron hace mucho tiempo... esperemos que vuelvan a celebrarse
estos juegos en honor de Prometeo y la naturaleza humana, que se repro
duzca la competición, la emulación y el buen éxito y que la ciencia no tenga
que depender más de la trémula y agitada antorcha de una sola persona, sea
ésta quien sea 34.
Será necesario volver sobre las ¡deas aquí expresadas, pero este
fragmento que se ha citado puede proporcionar ya un claro ejemplo
del peso que Bacon atribuye a un saber que no recurre a la habilidad
y la capacidad de un individuo, sino a la sucesión de esfuerzos y la
división del trabajo, al tiempo que se destacan los peligros implícitos
en las empresas científicas que sólo tienen carácter personal.
Estaba aquí presente la contraposición entre un ideal «moderno»
del saber científico y los ideales, métodos y fines característicos de
la tradición mágico-alquímica. Para comprender el significado, el va
lor y la carga cultural de esta valoración baconiana de las artes me
cánicas y de la concepción de la ciencia que está vinculada a ella es
necesario tener bien presente que la infiltración del saber técnico en
2. La herencia d e la magia.
37 Sobre la valoración baconiana de la magia natural cfr.: Val. Term., Sp. III, p.
223; Adv., Sp. III, pp. 36 1-62 ; CV, Sp. III, pp. 591 y ss.; Filum. Lab., Sp. III, pp.
196-97; HSA, Sp. II, p. 81; NO I 5, 7 3 ,8 5 ; II 2 7 ,2 9 , 50; DA, Sp. I,pp. 456-57, 573-74.
38 En 1827 el editor de la Questione sull’alchimia de Benedetto Varchi sentía la
necesidad de anteponer al texto un Avviso al savio lettore del que vale la pena recor
dar las palabras iniciales: «Algo que no sea extravagante ni incoherente con el buen
sentido de las especulaciones astrológicas y el arte hermético podrá renovar el deso
rientado intelecto humano». La postura que frente a este género de discusiones y
temas han tomado historiadores ilustres — de De W ulf a Gilson y De Ruggiero— no
es sustancialmente distinta. Han de subrayarse las palabras de Garin sobre la dificul
tad de entender la «filosofía» occidental «si se prescinde completamente de temas que
surgían de cualquier parte y que estaban vinculados no sólo... a las fórmulas de
exorcismo e invocaciones demoníacas, sino también a toda una concepción del hom
bre y de sus relaciones con las cosas» (GARIN , 1954, p. 172, y cfr. GARIN , 1961,
pp. 143-65).
58 Francis Bacon: De ia magia a la ciencia
subrayar es cómo Bacon asimiló algunos temas que tenían una im
portancia fundamental en la filosofía renacentista. Si bien estos temas
se muestran con especial claridad en el contexto de la Sylva Silva-
n on , pues en ella se aplican continuamente a una serie de casos
particulares, están también presentes en anteriores obras de Bacon.
Se trata de los siguientes: 1) Todos los cuerpos están dotados de
percepción; cuando un cuerpo se pone en contacto con otro se pro
duce una especie de «elección» por la que se acepta lo que es agra
dable y se rechaza lo desagradable; tanto si un cuerpo altera a otro
como si él mismo es alterado, siempre hay una percepción que pre
cede a la operación. 2) Existe entre todos los seres un vínculo de
carácter universal que se manifiesta como fuerzas de atracción o
repulsión; todos los ejemplos examinados en la décima centuria de
la Sylva Silvarum están fundados en esta idea. 3) Al poder de la
imaginación le corresponde un papel de importancia primordial, pues
a pesar de sus protestas iniciales contra Paracelso, Bacon llegó a
sugerir que se «probase» el poder de la imaginación intentando de
tener el proceso de fermentación de la cerveza o impedir que la leche
batida se transformase en mantequilla. Llega así, por este camino,
más allá de la exaltación que algunos naturalistas del Renacimiento
habían hecho de los poderes «ocultos» de la imaginación 44.
Tesis de este estilo no son únicamente características del «vita
lismo» renacentista, sino que también abren las puertas a la acepta
ción del ideal mágico que tan estrechamente está unido a tal vitalis
mo. La buena acogida que Bacon mostró a estas ideas 45 presenta el
gran problema de la copresencia, en la física baconiana, de dos con
cepciones de la realidad: una mecanicista y otra dinámico-vitalista.
Pero lo que importa aquí es poner de relieve la presencia y persis
tencia de estos temas vitalistas y de argumentaciones derivadas de la
tradición mágico-alquímica 4546 incluso en las obras escritas con ante
44 Sobre estas ideas cfr. Sylva, Sp. II, pp. 602 y ss. Acerca de los movimientos
entendidos como virtudes activas similares a los apetitos de la materia cfr. NO II 48.
Sobre la fuerza de la imaginación según Bacon cfr. el artículo de H. M ARIO N en
Revue philosophique de la France et de 1‘étranger, 1881, pp. 9 1-10 1, y G. BACHE-
I.ARD, La formation de l'csprit identifique, París, 1939, pp. 146-47. El texto rena
centista más celebre sobre los poderes ocultos de la imaginación es el De incantatio-
nibus de Pomponazzi (Basilea, 1546).
45 C fr. la interpretación de la fábula de Cupido en el DSV y todo el capítulo IV
del libro III del DA.
46 De esta tradición tratan, además de la obra de THORND1KE, VI, C. SIN-
GER, From Magic to Science, Essays in the scientific Twiligbt, Nueva York, 1928.
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 61
53 Ibid.y p. 204, y, con mayor precisión, BERTHELOT, p. 263 (sobre este punto
son fundamentales los dos volúmenes Introduction d Vétude de la chimie des anciens
et du Moyen-áge, París, 1889).
54 Cog. nat.., Sp. III, pp. 17-18.
55 Ib id .y p. 20.
64 Francis Bacon: De la magia a la ciencia
magna Ínter caeteras quaestio erat cur magia ipsa, cum olim primum subli-
mitatis fastigium uno omnium veterum philosophorum judicio teneret et a
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 67
sofia italiana, 1932, pp. 206-77 y F. FIORENTINO, Studi e ritratti della Rinascenza,
Barí, 1911, pp. 233-340.
71 G. B. PO RTA, Magiae naturalis sive de mirabilibus rerum naturalium libri
l i l i , Ludguni, 1569, p. 12.
72 T. CAM PAN ELLA, D el senso delle cose e della magia, Barí, 1925, pp. 241-42.
73 C fr. Parac. paragranum (ed. F. Strunz), Leipzig, 1903, p. 26; De sum mis na-
turae mysteriis commentari tres, Basilea, 1584.
72 Francis Bacon: De la magia a la ciencia
cultura europea. Sólo quien tenga presente el peso que tuvo la acti
tud de Bacon podrá entender cuáles fueron precisamente los oríge
nes del «deber» y la «función» que los enciclopedistas atribuyeron
al hombre culto. Cuando «se dirigían a los artesanos de Francia» y
andaban por los laboratorios interrogando a los técnicos y operarios
y «escribiendo al dictado de éstos» y después intentaban definir con
exactitud los términos, métodos y procedimientos propios de las
distintas artes para después insértalos en un corpus organizado y
sistemático de conocimientos, y discutían en favor de un trabajo
continuamente iluminado por la sabiduría de los principios teóricos
que están en la base y en favor de una investigación científica capaz
de dar lugar a aplicaciones prácticas y reconvertirse en «obras», los
enciclopedistas se presentaban, conscientemente, como los herederos
y continuadores de la reforma iniciada por Bacon. Por lo demás, la
propia protesta de D’Alembert contra la «superioridad de las artes
liberales» y su programa de una historia de las artes como «historia
de los usos que los hombres han hecho de los productos de la na
turaleza para satisfacer sus necesidades o su curiosidad» se referían
explícitamente a la valoración baconiana de las artes mecánicas. Esta
valoración implicaba, en último término, el rechazo de aquel con
cepto de ciencia que, aunque muy criticado, había operado durante
siglos: una ciencia que nace sólo cuando ya se han conseguido las
cosas necesarias para la vida humana y que únicamente entonces se
dedica a realizar una investigación desinteresada y a la contempla
ción de la verdad. Esta concepción de la ciencia —que tiene en Aris
tóteles su expresión más coherente está fundada en la estructura eco
nómica de una sociedad esclavista donde la abundancia de «máqui
nas vivientes» hace inútil o superflua la construcción y utilización
de máquinas destinadas a sustituir al trabajo humano y donde el
desprecio que se tiene por quien practica la actividad manual se
extiende a aquella misma actividad que ocupa el último lugar en la
jerarquía de los valores sociales y está excluida del ámbito de los
culturales. Con estos principios los artesanos no tienen derecho a la
plena ciudadanía en las L eyes de Platón y Aristóteles niega que los
trabajadores mecánicos puedan ser admitidos en el cómputo de los
ciudadanos, al tiempo que los diferencia de los esclavos apoyán
dose en que los primeros atienden a las carencias y necesidades
de muchas personas, mientras que los segundos cuidan sólo a una.
Los ideales de vida del artesano y el comerciante le parecen a Aris
tóteles «innobles y contrarios a la virtud», pues su tipo de actividad
82 Francis Bacon: De la magia a la ciencia
94 TPM, Sp. III, p. 5 3 1; cír. también Adv., Sp. III, p. 358 y DA, Sp. I , p. 596.
Sobre la definición del arte como homo additus naturae: DA, Sp. I, p. 497; acerca de
la no-heterogeneidad entre fenómenos naturales y artificiales cfr.: la identidad que
Bacon mantiene entre movimientos naturales y artificiales y la identificación entre
mixtión y composición, atribuidas la una al hombre y la otra a la naturaleza (.YO I
66, 75); la aproximación del calor solar y el del fuego (TPM, Sp. III, p. 53 1; CV, Sp.
III, p. 592); entre los colores del arco iris que están presentes en una gota de agua
atravesada por un rayo de luz y el propio arco iris (DA, Sp. I, p. 624). Sobre la
oposición arte-naturaleza en la Edad Media y el pensamiento moderno cfr. SCH UH L,
Machíname et philosophie, cit., pp. 32-42, donde a propósito de ésto recuerda los
versos del Román de la Rose que ponen de manifiesto cómo la oposición arte-natu
raleza, que en un tiempo fue fortísima, se fue reduciendo progresivamente. En cambio
en Petrarca y Ariosto esta oposición se reafirma decididamente (De remediis utriusque
fortunae, Bale 1554, I, p. 99; Orlando Furioso, IX, 28d f29, XI, 22 y ss.). Descartes,
como Bacon, no reconoce que haya alguna diferencia «entre les machines qui font
les artisans et les divers corps que la nature seule compose» (Principes, Adam et
Tannery, IX, p. 321). Sobre la relación entre arte y naturaleza en Shakespeare cfr. P.
M. SCH UH L, «Perdita, la nature et l’art», en Revue de Metbaphisique, 1946.
84 Francis Bacon: De la magia a la ciencia
todo el género humano sobre el universo, es indudable que esa ambición (si
es lícito llamarla así) es más sana y más noble que las anteriores 95.
Así pues, la ciencia no es, según Bacon, una realidad cultural inde
pendiente de los valores éticos: algunos, escribe, se dedicaron a la
ciencia sólo por una curiosidad superficial, otros para obtener buena
reputación y otros para vencer en las disputas; son muy pocos los
que la buscan por su propio fin, que es el beneficio de todo el género
humano. Así, algunos identifican la ciencia con una cama donde
reposar, otros con unos soportales bajo los que pasear, otros con
una torre desde cuyo alto puedan satisfacer sus ambiciones, otros
con una roca para las batallas, otros con un mercado, pero pocos la
conciben, como sin embargo debería hacerse, como un rico almacén
para la gloria de Dios y el beneficio de la vida humana 96.
Según Bacon la defensa de este ideal de ciencia y la realización
de este tipo de cultura implicaban también, evidentemente, la renun
cia a la imagen del científico como encarnación viviente de la sabi
duría infinita o como solitario guardián de los éxitos secretos pro
ducidos por la genialidad de su mente individual. Lo que se derrum
baba era la antigua y vencida imagen del sabio como un «iluminado»
cuyos conocimientos han de mantenerse en secreto.
Todo esto, la distinción entre hom o animalis y hom o spiritualis,
entre iluminado y común mortal, es una concepción que atraviesa
toda la cultura europea, desde los pitagóricos a los gnósticos, de
Averroes a Marsilio Ficino. Esta cuestión del carácter secreto y ex
cepcional del científico iluminado está viva y opera incluso allí don
de, en los orígenes de la «modernidad», más se insistió en los temas
de la técnica, la colaboración, la construcción lenta y progresiva de
la ciencia y la unión entre el saber y el hacer. La obra de Roger
Bacon se ha juzgado, y con mucha justicia, como una de las expre
siones más significativas de la gran crisis del pensamiento medieval
en cuyo ámbito fueron tomando consistencia algunos conceptos de
cisivos para el desarrollo de la ciencia moderna. Cuando Roger Ba-
95 N O I 129 [trad. de M. A. Granada]. Cfr. también Val. Tcrm ., Sp. III, p. 223;
C V , Sp. III, pp. 611-12.
96 C fr. Val. Term ., Sp. III, p. 222; Cog. hum ., Sp. III. p. 185; Filum Lab., Sp.
III, p. 498; N O I 81; D A , Sp. I, pp. 462— 63. Sobre la transformación del ideal
baconiano de una ciencia al servicio de todo el género humano en una ciencia al
servicio del Estado cfr. H ALL, pp. 201 y ss.
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 85
99 Cfr. R. C ARTO N , L'expericncc physique chey. Roger Bacon, París, 1924, pp.
154-61; S. C. EASTON, Roger Bacon and his search for a Universal Science, Oxford,
1952, pp. 78-83, 114; la valoración de THORNDIKE se encuentra en III, p. 645 y
ss. («Roger Bacon and the experimental Method in the Middle ages», en Philosophical
Revue, 1914, p. 281). Para las referencias a la obra de Roger cfr. Op. majus (Bridges),
II, p. 15; Comp. studii philos. (Brewer), pp. 415-16 ; Epístola de secretiis op. (Brewer),
p. 543. Para obtener una inmejorable visión de ambos cfr. D. BIGALLI, I Tartarí e
VApocalisse. Ricerche sulVescatologia in Adamo di Marsh e Ruggero Bacone, Floren
cia, 1971.
100 Estas obras constituyeron «el frondoso monte bajo de la más conocida lite
ratura filosófica y teológica» (GARIN , 1954, p. 171). El tema de un saber secreto
tiene notables desarrollos en los mundos griego, cristiano y medieval. «No reveles
nada de todo esto y conserva para ti estas cosas, pues el silencio es el maestro de la
virtud» dice un texto de Zosima (siglo vm). Cfr. BERTHELOT, p. 181. Son funda
mentales los dos volúmenes de R. P. FESTURGIERE, La révelation d’Hermés Tris-
megiste, París, 1944 y 1949.
101 M. PETR1 BONI LOM BARDI FERRARIENSIS, Introductw in artem che-
miae integra, Montpeliier, 1602, p. 398.
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 87
Qui vult secreta scire, secrets secrete sciat custodire, et revelanda revelet
et sigillanda sigillet, et sacrum non det canibus nec margaritas proijciat ante
porcos. Hanc legem observa et aperiuntur tibi oculti mentis ad intelligenda
secreta, et audies tibi divinitus revelari quicquid animus tuus desideraverit 102.
Non enim committuntur haec literís, nec scribuntur calamo, sed spiritu
spiritui paucis sacrisque verbis infunduntur; idque si quando nos ad te ve-
nire contigerit... m .
114 A d v ., Sp. III, pp. 289 y ss; D A , Sp. I, pp. 573 y ss.
115 A d v ., Sp. III, p. 362; D A , Sp. I, p. 574; H S A , Sp. II, p. 80.
116 TPM , Sp. III, p. 534; R. Ph., Sp. III, p. 575; N O I 54. Sobre el abandono de
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 93
la obra de Dios cfr. P raef, Sp. I, p. 130; N O I 82; D A , Sp. I, p. 460; (A dv., Sp. III,
p. 292).
117 Val. Term., Sp. III, p. 224; C V , Sp. III, p. 617; Phaen. Un., Sp. III, p. 687;
N O I 68.
118 N O I 61, 122; cfr. también: Val. Term., Sp. III, p. 250; Philum Lab., Sp. III,
p. 638; R. Ph., Sp. III, p. 572.
94 Francis Bacon: De la magia a la ciencia
1 ,9 R. Ph.y Sp. III, p. 573; cfr. también Fil. LabSp. III, p. 638; CV, Sp. III, p.
604; NO I 104. Es bien conocido el fragmento de los Cogitata et visa en el que
Bacon, recurriendo a la fábula del viejo que había dejado a sus hijos oro enterrado
en una viña, afirma que los alquimistas han realizado muchas cosas útiles mientras se
ocupaban por conseguir oro; del mismo modo que los hijos de aquel viejo, buscando
un oro inexistente, hicieron que la viña fuese más fértil. (Cfr. CV, Sp. III, p. 605).
Una idea del mismo tipo se encuentra en los versos de In Loves Alchymie de John
Donne que cita M. PRAZ, La poesía metafísica inglese del Seicento, Roma, 1945, p.
159.
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 95
120 Cfr. N O II 4; Filum Lab., Sp. III, pp. 496-97; CV, Sp. III, p. 592; N O I 85.
Sobre la fe del «mago» en un sentido distinto del literal y sobre el uso de las gene
ralizaciones contra las que protesta Bacon cfr., por ejemplo, AG RIPA, II, pp. 704, 904.
121 C fr., entre otras cosas, las apasionadas palabras de Cardano (Autobiografía,
cit. pp. 135-36).
96 Francis Bacon: De la magia a la ciencia
122 IN P , Sp. III, pp. 519-20; cfr. también CV, Sp. III, p. 318; Praef., Sp. I, p. 132.
123 R. Ph., Sp. III, p. 559.
1. Las artes mecánicas, la magia y la ciencia 97
124 C fr. J. H. RAN D ALL jr, «The Place of Leonardo da Vinci in the Emergence
of Modern Science», en J H I y XIV, 1953, n. 2, pp. 191-192. Sobre el ideal baconiano
del hombre de ciencia véase también M O O D Y E. PRIOR, «Bacon’s Man of Science»,
iviy XV, 1954, n. 3, pp. 348-70. Sobre el fin del mundo «orgánico e interconectado»
de la magia y la filosofía hermética y sobre la sustitución de las posiciones «vitalistas»
por las «mecanicistas» cfr. M N ICOLSO N , The Breaking o f the Circle, Evanston,
1950 y el artículo de W . Y. TINDALL, «James Joyce and the hermetic Tradition»,
en ] H l y XV, 1954, n. pp. 23-39, donde se presentan interesantes consideraciones
sobre la desaparición, en época de Locke y Newton, de la tradición hermética rena
centista y su reaparición en la cultura romántica. Sobre esto cfr. también A . O .
LO VEJOY, The Great Chain o f Being, Harvard, 1936.