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La importancia de las habilidades de vida o soft skills

Hola, soy Francisco Rábano, facilitador de la transformación de las compañías, y prepárate


porque estoy por hacerte un montón de preguntas. El conocimiento técnico nos capacita
para construir edificios, retocar fotos, trabajar en un quirófano, pero ¿qué es lo que nos
permite trabajar como un equipo en ese quirófano? ¿Cómo decido hasta dónde es
apropiado manipular una fotografía? ¿Por qué decido construir un edificio
autosuficiente? ¿Qué es lo que guía mis decisiones, en que se sustentan? ¿Qué habilidades
reales prácticas vitales me acompañan en mi día a día? ¿Soy de los que hacen más, de los que
piden, de los que escuchan, de los que lideran, de los atentos a las necesidades del contexto y
de los demás? ¿Actúo de manera sensata? ¿Compasivo? ¿Soy compañero? ¿Trabajo para
hacer del mundo un lugar mejor? Imagínate a una compañera o un compañero con todas las
habilidades técnicas tradicionales, productivo, hábil, experimentado, y ahora
añádele: perceptivo, carismático, motivado, atento, inspirador, alguien que sabe escuchar, con
paciencia, con pasión y tenacidad, sensata. ¿Qué ocurriría si alguien así entrase a formar
parte de tu organización? ¿Qué ocurriría si ese alguien pudieses ser tú misma? En este curso
encontrarás respuestas a todos esos interrogantes. ¿Te apuntas?
1. TRABAJAR EN LAS HABILIDADES DE VIDA O PARA LA VIDA
Sobre la importancia de la habilidades prácticas para la vida
Estamos acostumbrados a trabajar en un mundo donde las habilidades que se tienen en
cuenta en el ámbito profesional son las que se pueden medir. Podemos medir lo que
sabemos de geografía, medimos nuestra capacidad técnica para arreglar circuitos, para
diseñar campañas de marketing, para escribir código... Todo nuestro sistema educativo,
herencia de la revolución industrial, se basa en la medición, en las notas. Lo que se puede
medir se puede controlar, o al menos eso es lo que se cree. La cultura de la evaluación resulta
muy invasiva en el mundo hipercredencializado de las clases profesionales, en las que reina la
cultura de la auditoría y nada es real si no puede ser cuantificado, tabulado o introducido en
alguna interfaz o en un informe quincenal. Con la Revolución Industrial, pasamos de poner el
foco en la ilustración y el conocimiento por sí mismo a concentrarnos en las calificaciones y
en lo medible, en la estandarización. Y por el camino perdimos nuestra capacidad para prestar
atención a las aptitudes personales, a las interacciones con los demás y con nosotros mismos,
a lo que nos hace únicos. En ese camino, nos alejamos de las emociones, del pensamiento
crítico, de la virtud, de la moral, de la ética. No es que las olvidásemos del todo, simplemente
quedaron arrinconadas. La cultura que hace que seamos lo que somos quedó sepultada bajo
las mediciones de las máquinas y los engranajes que componían la sociedad industrial. El
pragmatismo de la producción y la objetividad de lo medible pasaron a ser el centro de todas
las atenciones. ¿Y dónde quedó nuestra naturaleza humana? Las habilidades para la vida son
asuntos como: la capacidad para tomar decisiones, la disposición a participar en cosas, la
habilidad para escuchar, para liderar, para observar los conflictos desde otro punto de vista y
resolverlos, para estar aprendiendo de manera continua, y también la preparación ética, la
definición de nuestra misión en la vida, la identificación y el vivir en base a nuestros propios
valores fundamentales. Todos estos asuntos esenciales, tanto para la vida propia como para el
ámbito profesional, ni se pueden medir ni se pueden objetivizar. Y por eso ni se enseñan ni se
tienen en cuenta a la hora de entregar un currículum. Y, sin embargo, has de tener una cosa
muy clara: con tus habilidades técnicas podrás acceder a las entrevistas de trabajo, pero serán
tus habilidades prácticas las que te consigan el puesto. Serán tus habilidades vitales las que te
proporcionen esas ventajas y ese equipamiento extra que te situará en una posición
adelantada. Por supuesto, las habilidades prácticas, las de la vida, no pueden reemplazar a las
habilidades técnicas. No estoy hablando de eso. Fíjate que he dicho "equipamiento
extra". Porque lo que sí pueden hacer es que seas consciente de por qué haces lo que haces y
cómo lo haces. Las habilidades prácticas son tu estilo y tu guía personal, es decir, cómo vives,
cómo trabajas, tu filosofía práctica, cómo te relacionas con los demás. ¿Eres más de dar o de
recibir? ¿Eres conservador, perfeccionista, aventurera, audaz? ¿Qué es lo que hace que tomes
las decisiones que tomas? Una de las cosas que propongo es devolverles a las personas el
inmenso poder que hoy en día están utilizando las grandes corporaciones a través del uso de
herramientas como la misión, la visión y los valores. Y digo "devolver" porque es cuanto
menos extraño que, siendo estas cualidades explícitamente humanas, hayamos renunciado a
ellas sin darnos cuenta y vayamos por ahí adelante con la sensación de ir sin rumbo, como
una hoja al viento, dejando asuntos como el propósito o la intención de nuestra vida
aparcados o puestos en manos de otros que no somos nosotros mismos. Digamos que este
curso, al colocar la atención sobre nuestras propias capacidades vitales, sirve como una
pequeña autodefensa y práctica y ética frente a las manipulaciones de agentes externos a
nosotros mismos. Las habilidades prácticas te habilitan para que seas tú quien conduce tu
vida hacia donde tú quieras, porque, de otro modo, si no eres tú, alguien te estará
empujando, no sabemos muy bien hacia dónde ni con qué interés. ¿Te vas a dejar?
Construirse uno mismo
Siempre me ha llamado la atención esa expresión de "encontrarse a uno mismo". Hay gente
que viaja a países exóticos para encontrarse o reencontrarse con uno mismo. Hay quien hace
peregrinaciones, ayunos intensivos, yoga, meditación... todo para encontrarnos a nosotros
mismos. Decimos cosas como "María hizo el Camino de Santiago para encontrarse consigo
misma" o "Pedro se fue a la India en busca de sí mismo", como si estuviésemos perdidos y
tuviésemos que ir a nuestro propio encuentro, no se sabe muy bien dónde, pero parece que
en un sitio diferente al que estamos. Si bien creo –y mucho– en el poder de las
peregrinaciones, las temporadas en soledad o los paseos por la naturaleza o la meditación,
creo que la vida no va de encontrarse a uno mismo, como quien se encuentra con una flor o
un amigo, que es maravilloso. Lo que creo es que la vida, en verdad, va de crearse a uno
mismo, que es igualmente maravilloso. "Iba por la calle y, oye, ¿a que no sabes con quién me
encontré? ¡Conmigo mismo!" Pues la verdad es que no sé, no lo veo. Crearse a uno
mismo. Ser capaz de decidir, ser capaz de construirnos como queremos y hacia donde
queremos. Colocar el control en nuestras manos. Hacernos responsables de nuestro destino
y nuestras decisiones. Esto, por ejemplo, lo vemos claramente en el tema de las
profesiones. Nadie nace doctora ni profesor ni informático o tatuadora. Todos hemos de
aprender poco a poco, paso a paso, prestando atención y estudiando con
intensidad, practicando. No nos encontramos con nosotros mismos siendo médicos o
informáticos o tatuadores, y, sin embargo, ¿por qué se espera que nos encontremos, así, de
sorpresa, sabiendo cuál es nuestro propósito en la vida? ¿Qué es lo que nos guía? ¿Cuáles son
nuestros valores personales? ¿Qué tipo de persona queremos ser? Nadie nos enseña ni se nos
prepara para construirnos y practicar las verdaderas habilidades que nos conducirán como
personas por el mundo y la vida. Por ejemplo, ¿quién nos enseña a creer en nosotros
mismos, a estar dispuestos a equivocarnos para posteriormente salir airosos de situaciones
parecidas? ¿Quién nos enseña que hay que perder miedo a cometer errores porque solo así
podremos avanzar? ¿Dónde podemos aprender a ser eficientes en el uso de nuestro tiempo, a
ser enérgicos, a saber concentrarnos y evitar las distracciones en un mundo que está diseñado
precisamente para lo contrario?, en un mundo diseñado para distraernos y que no pensamos
demasiado. ¿Por qué estamos más acostumbrados a consumir que a crear y a producir? ¿Es
eso lo que queremos? Se me ocurre que quizá queramos entrenarnos en nuestra sensatez, en
una organización eficaz, en aprender a escuchar de manera efectiva, en saber ayudar y apoyar
a que otras personas se desarrollen, a ser prudentes, a ser sensatos, a construir relaciones que
duren una vida entera con amigos y compañeros de trabajo. Quizá sería conveniente y
acertado entrenarnos de manera constante, aprendiendo permanentemente, como una
habilidad que se refuerza con el tiempo, admitiendo que en verdad sabemos muy poco y que
cuanto más aprendemos, más preguntas generamos. Por eso decía que uno no sale a
encontrarse con uno mismo, sino que podemos construirnos a nosotros mismos. Hagámonos
las preguntas pertinentes. Tomemos consciencia de quiénes somos o quiénes queremos
ser. ¿Cuál es nuestra misión en esta vida? ¿Qué estamos haciendo para alcanzar nuestros
propósitos? ¿Cuáles son esos propósitos? ¿Qué es lo más importante? ¿Cuáles son mis
valores? En el mismo momento en que volvemos la vista hacia nosotros y hacemos un
ejercicio realmente reflexivo sobre lo que somos y lo que queremos ser, entonces,
estamos tomando el control. Ahí es cuando empezamos a construirnos y a desarrollar esas
habilidades que nos facilitarán el paso por nuestra vida. Si podemos escoger nuestra
profesión y entrenarnos en ello, ser profesoras, panaderos, electricistas, abogadas, pilotos de
avión, ¿por qué no escoger cómo queremos ser?: prudentes, humildes, honestos,
audaces, solitarios, creativos, compasivos, grandes amigos, colaboradores, ambiciosas,
alegres, puntuales, abiertas a las novedades, competitivos, flexibles, adaptables, empíricos,
con la capacidad de saber escuchar. De eso va: de reflexionar, de escoger y de
construirnos, de apuntar hacia dónde queremos ir. Con paciencia y persistencia, con la
práctica, desarrollando esas habilidades para la vida que no se miden pero sí se pueden
enseñar y sí las puedes aprender. Cursos como este son la prueba de que cada vez más
personas son conscientes de la importancia de esas que llaman "habilidades blandas". Las
habilidades blandas, las prácticas, las de la vida, las reales son las que nos capacitan para
navegar en un mundo en cambio permanente que tecnológicamente avanza de manera
imparable en una aceleración exponencial. Si las habilidades técnicas son las que nos
proporcionan las respuestas, nuestras habilidades prácticas serán las que nos capaciten para
hacer las preguntas adecuadas: ¿Cómo podría alcanzar mis objetivos? ¿Me importa más el
resultado que la metodología? ¿Todo me vale?
La necesidad de contar con valores propios e identificados
Algunas de las historias más habituales de la ciencia ficción son las de parásitos alienígenas
que invaden nuestros cuerpos para controlar nuestra voluntad, incluso contra la nuestra
propia, y así poder contagiar a más humanos y reproducirse indefinidamente. Sin embargo,
esta noción de que un parásito puede alterar el comportamiento de otro organismo no es
ficción. De hecho, ni siquiera es un fenómeno raro. Solo necesitamos mirar en un lago, en un
campo o un bosque para encontrar qué ocurre de manera habitual. Tomemos por ejemplo a
la Sacculina, un crustáceo primo hermano del percebe, solo que mucho más chiquitín, y que,
en lugar de aferrarse a las rocas o al lecho marino, se aferra a los cangrejos, preferiblemente
hembras. Cuando la muy diminuta larva de la Sacculina, con sus dos antenitas y su único
ojo, se pega al caparazón de un cangrejo, enseguida se pone a horadarlo, tratando de hacer
una pequeña abertura a través de la cual proyectará sus propias células al interior. A partir de
ese momento, la Sacculina comienza a crecer por dentro del cangrejo haciéndose con el
control de la voluntad del cangrejo, insertando en su cerebro filamentos que descargan
grandes cantidades de sustancias químicas, que lo confunden y lo controlan, hasta el punto
de hacerle creer que la única parte de la Sacculina visible desde el exterior, una especie de
saco donde se desarrollan sus huevos, es la puesta de huevos del propio cangrejo. Y esta
pobre, engañada, no solo no trata de quitárselo, sino que lo protege y lo cuida y lo limpia
afanosamente. Después, cuando están a punto de eclosionar las larvas, la Sacculina vuelve a
enviar señales al cerebro del cangrejo para que se dirija hacia aguas frías y profundas y haga
movimientos con su abdomen para esparcir a la nueva generación de parásitos diabólicos que
transformarán a otros cangrejos en nuevos robots anfibios, biológicos y sin
voluntad, totalmente a su servicio. Que un parásito tome el control o manipule la voluntad de
otro ser es el pan nuestro de cada día. Aunque parezca que este tipo de hechos están sacados
del material con que se fabrican las pesadillas, los parásitos marionetistas son de las cosas
más normales de este mundo. Los seres humanos también nos vemos sometidos a intentos
de manipulación y de control de manera constante, y principalmente por parte de otros seres
humanos, la publicidad, los medios de comunicación, la política, ciertos grupos de
interés... Aunque no suele acarrear consecuencias tan graves como la que le conlleva al
cangrejo, sí que la manipulación al fin y al cabo consiste en la pérdida de nuestra voluntad y
el control de nuestras acciones. Dado que estamos hablando de las habilidades, una de las
habilidades clave es la responsabilidad. La responsabilidad está directamente relacionada con
nuestra capacidad para gestionar aquello que está bajo nuestro control. Por ejemplo, el modo
en el que nos hacemos cargo de nuestra propia vida o de las relaciones con los demás, o
sobre cómo gestionamos nuestro trabajo. La palabra "responsabilidad" es una palabra
grande. Inspira respeto y, hasta cierto punto, incluso un poco de miedo. Cuando uno admite
ser responsable de uno mismo, se abre a un mundo de posibilidades, sobre todo las
posibilidades que otorga ser verdaderamente nosotros mismos quienes estamos al control de
los mandos de nuestra vida. Y para estar al control del timón de nuestra vida hemos de estar
atentos, hemos de saber navegar por ella, debemos contar con una serie de criterios que nos
permitan responder hábilmente ante las situaciones u oportunidades que se nos
presenten. Ahí es donde los valores entran en juego. Los valores no son otra cosa que una
serie de criterios que nos sirven de guía para tomar decisiones de manera
consciente, tomando el control, decidiendo el camino. En ausencia de valores, sería imposible
tomar decisiones, habría que delegar esa cuestión en otras personas: que otras personas u
otras entidades decidieran por nosotros. Una vida sin valores es una vida que no nos
pertenece y, aunque merezca la pena vivirla, es una vida pobre. Una vida sin valores es una
vida marioneta en la que elementos externos a nosotros deciden por nosotros. Los valores no
solo son guía para la vida, sino que además la enriquecen, nos hacen más grandes y más
responsables. Al determinar cuáles son nuestros valores, estamos reforzando nuestras
intenciones, nuestros propósitos. Los valores nos conducen hacia objetivos nobles, allanando
el camino para que nos podamos ir despojando de las malas costumbres y los
hábitos perjudiciales. Esto se sabe prácticamente desde que el mundo es mundo, y, por eso,
desde que empezamos a relacionarnos los unos con los otros, empezaron también a
aparecer normas sociales y conductuales que facilitaban las interacciones en sociedad. Así, los
sistemas morales son un conjunto dado de normas que facilitan la toma de decisiones
mediante una guía que ya alguien ha decidido y a la cual tú te adhieres como miembro de
esa sociedad o de esa cultura. Es lo que son y han sido las religiones, y es lo que son y han
sido los sistemas éticos. Ahí están las virtudes cardinales, por ejemplo, justicia, fortaleza,
prudencia y templanza, a las que el cristianismo añadió la fe, la esperanza y la caridad. O ahí
tenemos al sistema ético del utilitarismo, de Jeremy Benthan, que establece que
moralmente la mejor acción es la que produce el mayor bien para el mayor número de
individuos. Los valores, nuestra moral, nuestra ética son un factor fundamental en nuestras
intenciones, en nuestros objetivos, en el modo en el que nos relacionamos con los demás y
con nosotros mismos. Nos protegen del caos que supone la aleatoriedad absoluta. Nos hacen
responsables, nos proporcionan una narrativa con mayor coherencia y facilitan el modo en el
que vivimos nuestras vidas. Conocer nuestros valores hace que sepamos hacia dónde vamos
y cómo queremos llegar antes de que lleguemos a nuestro destino. Nuestros valores, además
de servirnos de guía y de motivación, pueden darnos la energía y el impulso necesario para
hacer algo verdaderamente significativo que nos llene por dentro y nos haga sentir que
vivimos de manera plena, de acuerdo a nuestras convicciones, siendo los dueños y señores de
las decisiones que tomamos. Sin que haya una Sacculina con una agenda escondida que nos
manipule para hacer lo que a ese parásito le interesa.
Repaso fluido de los valores, fortalezas y virtudes humanas
Vamos a hacer un repaso fluido de alguno de los valores, las fortalezas o las virtudes humanas
que son el único cimiento verdadero sobre el que podemos construir nuestras habilidades
para la vida. Partimos de las habilidades cognitivas: la sabiduría, el conocimiento y la
percepción. Tienen que ver con la curiosidad y el interés por lo novedoso, con permanecer
con la mente abierta, con nuestro amor por el aprendizaje y con el pensamiento crítico. La
sabiduría es esa tendencia que nos impulsa a continuar sumando nuevos conocimientos y
experiencias a lo que ya sabemos. Nos permite deducir, nos facilita interconectar ideas, cruzar
pensamientos de procedencias diferentes. También es el pensamiento crítico –la capacidad
para suspender los propios juicios y poder ver las cosas desde otros puntos de vista–, el amor
a la investigación y la búsqueda de respuestas, plantearse las preguntas adecuadas. La
creatividad también está aquí, en nuestras habilidades cognitivas. Una fortaleza humana, la
sabiduría. Dentro de las habilidades emocionales destacaremos, por ejemplo, el coraje, que
tiene que ver con el ejercicio de nuestra voluntad para lograr objetivos y metas. En ella
podemos incluir a la persistencia, la resiliencia, la constancia, la perseverancia, pero también la
honestidad, la integridad, el entusiasmo, el vigor y la energía, la ética profesional, la del
trabajo, el estar motivada para hacer lo correcto y hacerlo bien. También como habilidad
emocional podemos destacar la moderación, en la que se incluye un conjunto de habilidades
que nos protegen contra los excesos, y aquí entran la humildad, la prudencia y la
modestia. También el autocontrol, que tiene que ver con el ser disciplinado y no permitir que
las apetencias y las emociones nos desborden. Habilidades sociales, por ejemplo, esa
fortaleza a la que hacemos referencia cuando decimos de alguien que es muy humano. Esos
valores que relacionamos con la tendencia a respetar y cuidar de los demás, la cortesía,
ser amable y hacer amistad. Es una fortaleza interpersonal, y aquí podrían entrar el amor, la
compasión, la generosidad, el cuidado, la crianza, y también las inteligencias sociales, la
inteligencia emocional, es decir, el ser consciente de las motivaciones y los sentimientos tanto
de los demás como de uno mismo. Tener en cuenta al otro, ponerse en sus zapatos, ser
compasivo, comprender y echar una mano... A esta fortaleza social la podemos llamar
humanidad. Y otro par de habilidades: la influencia y el liderazgo, que van de la
mano. Capacidades que nos sirven para animar a un grupo de personas a que termine las
cosas, y aun así seguir manteniendo buenas relaciones con ese mismo grupo. Es poder
persuadir a los demás para que realicen acciones. Organizar actividades y que estas
ocurran. Es la capacidad de movilización, de señalar y que te sigan. Por último, nos vamos a
las habilidades trascendentales, que son las que nos conectan con algo más grande que
nosotros mismos y que nos ayudan a dotar de significado a nuestras vidas. Por ejemplo, la
capacidad para apreciar la belleza y la excelencia, o la capacidad para que te sorprendan y
poder admirar cosas. La gratitud, el humor y la confianza también entran dentro de esta
categoría. La actitud positiva, en el sentido de "¡Podemos hacerlo! Vamos a ver cómo", no
tanto en el sentido de "La vida es de color de rosa, y yo estoy siempre feliz". Y aquí estaría
también esa habilidad para que nos guíe un propósito vital, identificado, unos valores
propios. Unos valores propios.
Comprender y definir tus valores
Te invito a hacer un ejercicio consciente para decidir cuáles son los valores más importantes
que quieres que rijan tu vida. Y no se trata de averiguar cuántos valores eres capaz de
recordar, se trata de hacer un ejercicio de introspección. Es posible que se te olviden valores
que para ti son importantes. ¡No pasa nada! Espera que eso ocurra, somos humanos. 
Adelante, toma una hoja de papel y un boli. Yo te espero. Vamos a responder juntos a una
serie de preguntas.
¿Estás cómodo? Pues empezamos. Recuerda no juzgarte: es una pérdida de tiempo.
Lo primero, ¿qué es lo más importante para ti ahora, en este mismo momento? No lo que
más te preocupa, no lo que te mantiene despierta, sino aquello que consideras que tiene o
debería tener una prioridad absoluta por encima de todo lo demás. Anótalo. Lo que sea que
te viene a la mente. Vamos con la siguiente: ¿qué es lo más importante para ti como ser
humano? No te preocupes por el orden, regresaremos a los conceptos y a la lista más
adelante. Déjate fluir. Ve anotando qué cosas son las que valoras por encima de todo. ¿Qué
cosas te hacen sentir bien y cómo te comportas cuando sientes realmente que estás
satisfecho contigo mismo? ¿Qué es lo que más valoras? ¿Qué es lo que más te gusta de las
experiencias que te gustan?
Ahora piensa en algún momento en el que te hubiera gustado hacer las cosas de otro
modo. ¿Qué habrías hecho diferente y cómo te hubiera gustado hacerlo? ¿A qué habrías
prestado más atención? Nadie te está viendo, nadie va a leerlo, no te juzgues. Solo observa,
no edites, simplemente escribe lo que se te pase por la mente. Y en este momento
detengámonos en esas ocasiones de plenitud en las que te has sentido realmente realizado,
satisfecho y orgulloso de ti mismo, de lo que has conseguido, de lo que has creado.
Piensa lo que estabas haciendo. ¿Por qué era tan importante para ti? ¿Cómo te
sentiste? ¿Qué te guiaba en ese momento? Toca hacer una pausa. Dobla el papel de tus
respuestas. Descansa, ve a por un vaso de agua o levántate. Reposa, aléjate un rato. Ahora
vuelve al papel y relee lo que has escrito. Mientras vas leyendo, haz una lista con los valores
que van surgiendo, bien porque los identificas en tus respuestas o bien porque te van
saliendo solos. No te preocupes por el orden, no buscamos escribirlas por importancia, solo
ve apuntando los valores que vayas recordando por ti mismo, mientras lees lo que has escrito.
¿Cuántos valores has podido identificar? ¿Hay algo que te sorprenda? Es bueno sorprenderse,
es la actitud del descubrimiento, de que lo que estaba cubierto salga a la luz. Si te han salido
más de diez valores, vamos a tratar de reducirlos a cinco. ¿Cuáles son los que más llaman tu
atención? Agrúpalos, escoge y combina los que se parezcan entre sí. ¡Que no te preocupe la
perfección! ¿Tienes ya esos cinco? Pues ahora, de entre esos cinco, escoge los tres principales
y colócalos por orden de importancia. El primero es tu estrella polar, tu luz y tu guía, es la
dirección que tú escoges. Los otros dos son tu compañía, tus apoyos, tenlos siempre cerca.
Ahora ya tienes tu lista de valores por orden de importancia. Me apetece aclarar el hecho de
que hacer una lista de valores y escoger los más importantes no quiere decir que seamos
maestros en esos valores.
Lo que quiere decir es que queremos entrenarnos en ellos.
Recuperemos de la industria lo que es inherentemente humano
Me resulta curiosa la historia de las corporaciones modernas. Una corporación es una entidad
ficticia que solo existe como un acuerdo comunal en la ley. Es una entidad lingüística a la
que, por arte de birlibirloque, se le dota de un cuerpo inexistente. Una corporación moderna
consiste en un grupo de personas que se junta bajo el paraguas de un solo organismo y que,
amparados por la ley, siendo ahora una sola entidad ficticia, tiene la capacidad para actuar en
varios aspectos como verdaderos individuos. Por ejemplo, una corporación puede tener
propiedades, puede reclamar sus derechos o interponer demandas. Mediante el lenguaje,
hemos creado una realidad que previamente no existía. La nada se transmuta en entidad, y, a
pesar de ser entidades ficticias y de no ser seres humanos, a las corporaciones se las
considera personas jurídicas que, ante la ley, tienen prácticamente los mismos derechos que
las personas físicas, es decir, como si fueran personas sin serlo. Ahora son cuerpo, de ahí la
denominación "corporaciones". Y ya que tienen cuerpo, ¿por qué no ir detrás del alma, esa
parte trascendente que tiene que ver con el sentir y con el pensar? ¿Por qué no dotar a las
corporaciones de un algo trascendente, unas pinceladas filosóficas, un propósito que vaya
más allá de la mera explotación capitalista? Y así, hoy en día, las corporaciones modernas
sí que tienen algo inmensamente humano filosófico y trascendental. Tienen misiones y valores
para construir su identidad, para construir su cultura, la cultura de empresa. Usan
herramientas como la misión, la visión y los valores. ¿No es extraño que, siendo estas
cualidades explícitamente humanas, concernientes a nuestra alma, nosotros mismos hayamos
renunciado a ellas? ¿No es paradójico que estemos dotando de propósitos y valores a
entidades ficticias, a las que les hemos dotado también de cuerpo, cuando nosotros, si es que
somos algo, somos precisamente cuerpo? ¿No es sorpresivo que alimentemos el alma de las
corporaciones mediante la misión, visión, valores, y nos hayamos olvidado del alimento de
nuestras propias almas como seres humanos? ¿Por qué renunciar al poder de determinar
nuestra propia misión en la vida? ¿Por qué una corporación puede decidir su destino, y se
enseña en las escuelas de negocio, y, sin embargo, a nosotros no se nos enseña ni siquiera a
poder determinar cuáles son nuestros propios valores? A las empresas, que no tienen
cuerpo, las llamamos corporaciones y nos esforzamos en habilitar sus almas dotándolas de
visiones y valores. Y nosotros, que somos cuerpo y somos alma, llamamos "blandas" a las
habilidades para vivir, a las habilidades del alma. Como si no importasen. Como si no fuesen
reales, como si fuesen de plastilina, y nosotros, meras entidades incorpóreas sin alma
ni misión ni visión ni valores. Total, ¿para qué?, ¿para qué vamos a decidir cuál es nuestro
propósito en nuestra vida y cómo queremos vivirlo?
En el año 2001, una canción con forma de discurso reventaba las pistas de baile. Millones de
personas en todas las partes del mundo bailaban al son de un ritmo 4 x 4 sobre el que
cabalgaba un discurso, una declaración de intenciones. La canción se llamaba "Free at
Last", de un tal Simon. Dos cosas destacaban sobre todo lo demás en ese tema: en la parte
sonora, una especie de trueno con retardo nos impulsaba a bailar, pero lo mejor era la parte
vocal, que aparecía como de la nada y que empezaba con un simple "I have a dream that one
day this nation will rise up". Simon había construido un temazo "house" incrustando en una
base potentísima el aún más potente discurso de Martin Luther King "I have a dream". El éxito
de este tema trajo de vuelta una de las visiones más importantes de la historia de la
humanidad. La visión de King habla de la segregación intensa que aún persiste, e invita al
comienzo de la lucha pero descartando la violencia. Termina hablando de una sociedad unida
que deja de lado sus diferencias de razas y religiones. De algún modo, en las pistas de baile el
sueño de King se estaba cumpliendo. Daba igual, fueras del color que fueras, todos nos
sentíamos pertenecientes a una única raza: la humana. El discurso de King entraba
constantemente por nuestros oídos y repetíamos la letanía de su visión palabra por
palabra. Era toda una declaración de intenciones, una guía que marcaba unos objetivos muy
claros y nos decía cómo sí y cómo no alcanzar esos objetivos. Martin Luther King nos hablaba
de su visión personal: "I have a dream. I still have a dream". ¿Y tú? ¿Cuál es tu sueño? ¿Dónde
te gustaría llegar? ¿Qué es lo que quieres conseguir verdaderamente? Voy a proponerte
algo. ¿Qué te parece si escribes tu propia visión? Vamos con ello. Empieza por hacerte
algunas preguntas: ¿Cuál es mi papel en este mundo? ¿Quién soy? ¿Qué es lo que estoy
haciendo en este momento con mi vida? ¿Cuál es mi propósito? ¿Para qué estoy
aquí? Continúa reflexionando sobre lo que es importante para ti. ¿Qué es lo que realmente
me importa? ¿Qué pretendes conseguir? ¿Dónde quieres llegar? ¿Qué es lo que te anima a
seguir con lo que haces? Anota las respuestas. Con esto ya vas teniendo una idea más
cercana sobre tu propia visión. Tienes información sobre lo que te sirve de inspiración, de lo
que tu yo presente quiere que sea tu yo futuro. Ahora ya tienes tu visión personal, pero esto
no va de tener en plan "Eh, tengo un par de camisas y también tengo una visión personal". La
visión es más como tu estrella polar. Sabes hacia dónde quieres ir, pero lo importante, y aun a
riesgo de caer en el cliché, lo importante, decía, no es el destino en sí mismo, sino el camino
que recorrerás hasta llegar a cumplir con esa visión. Todo lo bueno ocurre en el medio, no al
final, no cuando llegas. Cuando llegas, ya se habrá acabado. "Where there is no vision, the
people perish." Hace muchos años que, como seres humanos, comprendimos que la calidad
de nuestra vida está directamente relacionada con la naturaleza de nuestras
aspiraciones. Ahora que ya tienes una visión personal, es decir, el qué, vamos a ir a por el
cómo, y el cómo lo vamos a trabajar construyendo un manifiesto personal. Un manifiesto es
un conjunto de normas y guías. Quizá hayas oído hablar de otros manifiestos famosos como
el manifiesto comunista, el manifiesto del surrealismo, el manifiesto del amor a lo hecho o el
del 68. Habitualmente, los manifiestos hablan de expresiones artísticas o políticas y
proporcionan una guía, un modo de hacer las cosas y entender el mundo. Con el manifiesto
personal buscamos algo parecido. Es una declaración de tus creencias, de lo que a ti te
motiva, de tus intenciones, de cómo te gustaría alcanzar tu visión y la manera en la que
quieres llegar a ella. Ve dándole forma poco a poco. Construye pequeñas frases a modo de
consejos a ti mismo. Responde a preguntas como estas tres: ¿Sobre qué conjunto de valores
se sustentan tus propósitos? ¿Cómo deseas que influyan tus valores en las decisiones que
tomas? Si tuvieras que explicar cada uno de estos tres valores con tus propias palabras,
¿cómo lo harías? Un manifiesto es un conjunto de declaraciones de principios, pequeñas
normas, indicaciones sobre el cómo y el porqué, recordatorios de ti para ti. Cabe en un póster,
son varias frases, varias máximas juntas. Con un manifiesto personal, podrías tener a tu
disposición un pequeño libro de instrucciones del que puedes echar mano para recordar
cómo te gusta verdaderamente hacer las cosas y verte reflejado en ese yo futuro
mejorado. Ese conjunto de normas y principios nos sirven como guías personales para
marcarnos objetivos y decidir cómo trataremos de alcanzar esos objetivos. Nuestro manifiesto
personal nos ayuda a saber si aquello que hacemos nos ayuda a conseguir lo que nos hemos
propuesto. Un manifiesto que hable de tus propósitos y tus métodos, de tus formas de
conseguir lo que te propones. Y hay una herramienta aún más poderosa y que, por su
brevedad y potencia, puede resultar aún más efectiva: el mantra personal. Un mantra personal
es el manifiesto concentrado en una máxima que funciona tanto como una declaración de
principios como una invitación a hacer algo de un modo determinado. El mantra es la
condensación, la destilación de todas esas cosas que están en nuestro manifiesto
resumidas, concentradas. Es nuestro propósito vital, lo que nos guía, lo que explica qué
hacemos, por qué hacemos lo que hacemos y cómo lo hacemos. A veces, del manifiesto
personal sale el mantra. Para otras personas, del mantra sale el manifiesto. Tú encontrarás lo
que te resulta más cómodo. Eso sí, para que sea realmente eficaz, el mantra personal ha de
ser breve para que lo puedas recordar con facilidad. Así que, cuando te pongas con ello, sé
conciso, elimina el lenguaje superficial y todas las palabras que no sean estrictamente
necesarias. El mantra personal ha de servir para concentrarte en lo que realmente te importa,
en lo que es lo más valioso para ti en un lenguaje que es directo, claro y sin rodeos. Si cada
vez que estamos en una encrucijada o no sabemos qué decisión tomar, echamos mano
de nuestro mantra personal, la decisión estará mucho más clara. Mi mantra personal cabe en
un anillo de tres vueltas. Puedo leer mi mantra cada día antes de empezar mi trabajo, antes de
tomar decisiones. Lo llevo siempre conmigo. Me recuerda mis prioridades, cómo quiero
comportarme en la vida, cuáles son mis valores y cómo quiero relacionarme conmigo mismo
y con los demás. Cada día trato de reforzar esos valores. No lo voy a enseñar, porque tu
manifiesto personal no es para que se lo enseñes a la gente, aunque podrías hacerlo si
quisieras. Pero lo importante es que es un recordatorio para ti. A veces estoy metido en algo
complicado o tengo que tomar decisiones de las que no son obvias. Me viene genial tener
este recordatorio a mano, ese acceso a un yo más racional y más calmado. Lo que hace que
un mantra personal sea tan importante es que funciona como una fuente de inspiración
constante, una fuente de inspiración que puedes leer cada día. Mi mantra cabe en un anillo de
tres vueltas. Es mi guía.
Con tus habilidades técnicas podrás acceder a las entrevistas de trabajo, pero serán tus
habilidades prácticas las que te consigan el puesto.
 VERDADERO
 FALSO
Si las habilidades técnicas son las que nos proporcionan las respuestas, nuestras habilidades
prácticas serán las que nos capaciten para hacer las preguntas adecuadas.
 VERDADERO
 FALSO
¿Qué nos proporcionan nuestros valores?
 Nos hacen responsables, nos proporcionan una narrativa con mayor coherencia y facilitan el
modo en el que vivimos nuestras vidas.
 Todas son correctas.
 Nos protegen del caos que supone la aleatoriedad absoluta porque nos sirven de guía y de
motivación.
 Pueden darnos la energía y el impulso necesario para hacer algo verdaderamente significativo
que nos llene por dentro y nos haga sentir que vivimos de manera plena, de acuerdo a nuestras
convicciones, siendo los dueños y señores de las decisiones que tomamos.
¿Cuál de estas habilidades pertenece a la categoría "cognitivas"?
 percepción
 sabiduría
 conocimiento
 todas son correctas
Tus valores principales han de ser los que mejor se te dan.
 FALSO
 VERDADERO
Si las corporaciones pueden determinar su misión en este mundo, nosotros _____.
 no hace falta que hagamos nada, total, ¿para qué?
 haremos bien dándonos con un canto en los dientes
 debemos seguir esa misión como si fuera nuestra
 no solamente podemos, sino que debemos, también, determinar cuál es nuestra propia misión en
la vida
El mantra personal es _____.
 algo que nos mantiene calientes cuando hace frío, en el sofá o en la cama
 un conjunto de normas y leyes que nos sirven de guía
 la destilación resumida en una frase o un párrafo de todas esas cosas que hay en nuestro
manifiesto personal
 mucho más que el manifiesto personal, más profundo y con mayor contenido
El manifiesto personal es un conjunto de _____.
 de tus intenciones, de cómo te gustaría alcanzar tu visión y la manera en la que quieres llegar a
ella
 de declaraciones de tus principios y valores
 normas y guías, una declaración de tus creencias
 todas son correctas
2. HABILIDADES PRACTICAS IMPRENSINDIBLES

Las cuatro competencias clave en el entorno de trabajo


Hay cuatro fortalezas, cuatro competencias que facilitan enormemente el desempeño de
nuestras responsabilidades en el entorno de trabajo: la facilidad para comunicarse, la
predisposición a la colaboración, una buena autoorganización y la capacidad para desarrollar
nuestra creatividad. Empecemos por la comunicación y la colaboración, que son las
habilidades que nos permiten relacionarnos con los demás en el entorno de trabajo actual de
un mundo que se ha hecho plano y enorme gracias a la tecnología. La destreza en la
comunicación va en dos direcciones: Por una parte, hemos de saber comunicar con éxito lo
que queremos expresar, y, por la otra, también hemos de saber escuchar y comprender qué
es lo que los demás pretenden comunicarnos. Uno de los casos más claros es ser capaz de
escuchar de manera activa haciendo que la otra persona no solo sienta que la
escuchamos, sino que perciba que la comprendemos o que, al menos, estamos haciendo el
esfuerzo por comprenderla, y que además, para bordarlo, tenemos en cuenta lo que nos
comunica. En el desarrollo de nuestras habilidades comunicativas, también hemos de tener en
cuenta, por ejemplo, nuestra capacidad para transmitir ideas contando historias que nos
ayuden a difundir y explicar lo que queremos: ser concisos, aplicar ejemplos, usar los
silencios. Una buena comunicación es un factor fundamental para poder trabajar de manera
eficaz y satisfactoria. La colaboración tiene que ver con la capacidad para trabajar en equipo y
la capacidad para liderar grupos de trabajo cuando corresponda. Una de las cosas que a mí
más me maravilla del momento que nos ha tocado vivir es la posibilidad más que habitual de
que trabajemos con personas de procedencias y habilidades diferentes: gentes de otros
países o expertos en otras materias que enriquecen nuestra visión del mundo. Para poder
remar todos y resolver los problemas que se nos presentan, hemos de ser capaces de trabajar
en equipo, por ejemplo, siendo afables, buenos compañeros, comprensivos... No se trata de
ser una persona positiva con una sonrisa todo el rato, sino más bien de comprender las
diferencias que tenemos y aprovecharlas, tener la flexibilidad para admitir otros puntos de
vista y probarlos. En la colaboración también podemos hablar de la responsabilidad, de que
se pueda confiar en nosotros y que nosotros podamos confiar en los demás, de modo que si
nos comprometemos a algo sepamos que ese algo lo cumpliremos. La colaboración es
confianza. Las otras dos aptitudes, la creatividad y la organización, están relacionadas con la
innovación y la capacidad para progresar en un entorno que cambia de manera
constante. Nuestra capacidad para organizarnos tiene que ver con la autonomía e incluso está
también relacionada con la capacidad para trabajar en equipo. La organización es una
habilidad clave, puesto que vivimos en un mundo repleto de distracciones e interrupciones,
un mundo orientado a la maximización de todo lo maximizable y, por tanto, donde nuestra
atención se diluye en un mar de miles de cosas diferentes: muchos sitios en los que
estar, muchas cosas que hacer, muchas tareas que completar. cada uno de nosotros debemos
ser capaces de gestionar nuestro tiempo y nuestras prioridades, sabiendo distinguir lo
verdaderamente importante de lo superficial, lo que aporta valor de lo que no lo hace, y ser
capaces también de darnos esos pequeños gustos que harán que disfrutemos de lo que
hacemos. La autoorganización es verdaderamente una habilidad clave para nuestra propia
serenidad, puesto que nos ayuda a decidir qué es lo importante en cada momento: familia,
amigos, trabajo, tiempo libre. Y, por último, nos vamos con la creatividad, que tiene que ver
también con la adaptabilidad, con la simplificación de procesos, con nuestra apertura a la
novedad, la capacidad de experimentación, la mentalidad empírica, el ser antifrágil y crecer
con las dificultades resolviendo los puzles que nos aparezcan ante nosotros. Esta es la
habilidad que nos permite gestionar los cambios y prosperar en ellos, aprender cosas nuevas
y preservar nuestra salud mental en situaciones desconocidas. La creatividad es, además, una
forma de autoexpresión por la cual nos expresamos por el mero placer de hacerlo. Estas
cuatro fortalezas pueden aprenderse, pueden enseñarse y podemos, sin duda
alguna, practicarlas para ir mejorando paso a paso con el tiempo, con paciencia y
persistencia. No se trata de sobresalir en cada una de estas cuatro habilidades, sino que,
siendo consciente de su utilidad y poniendo en práctica lo que vayamos aprendiendo,
conseguiremos, ahora sí, sobresalir y hacerlo de manera excelente. ¿Te imaginas cómo podría
ser ese tú futuro que, empezando ya mismo, esté entrenándose conscientemente en estas
cuatro capacidades?
En pos del aprendizaje consciente y la mejora continua
Durante muchísimo tiempo, Ford fue la reina indiscutible de las carreteras americanas. Vendía
más que ningún otro fabricante. Los europeos ni fabricaban ni vendían tantos coches, y los
coches que salían de Japón eran objeto de burla, mofa y befa, considerados poco más que
copias malas y baratas. Pero un día, a principios de la década de los 80, a Toyota se le metió
entre ceja y ceja cambiar su situación y diseñó un plan para poder hacerlo, que se basaba en
dos premisas principales. La primera: dejaría de copiar y pasaría a concentrarse en desarrollar
diseños propios. La segunda: que sería mejor. ¿Que quién? Que sí misma. Y sería mejor que sí
misma todo el rato. A partir de ahí, desde ese momento, Toyota revisaría todas las partes de
su producción y, mediante el empirismo, mediante el método del ensayo-error, descartando
lo que no funciona, apuntando lo que funciona y obsesionados en la simplificación de
procesos y la eliminación de ineficiencias, irían pule que te pule mejorando absolutamente
todo el sistema de producción de principio a fin. El cuento ya sabemos cómo acaba: tan solo
diez años después, Toyota se había convertido en el mayor vendedor de coches en Estados
Unidos, venciendo a las risas y dejando atrás y atónitos a los fabricantes americanos. Hoy en
día, Toyota es sinónimo de calidad y eficiencia e innovación, y es el vendedor de coches
número uno a nivel mundial. En el mundo occidental, a este sistema que
desarrolló principalmente Toyota se le conoce como Kaizen, el proceso de mejora
continua. Lo que nos enseña Toyota es la importancia de dedicarle tiempo a reflexionar sobre
lo que hacemos para buscar oportunidades de mejora mediante el análisis y el aprendizaje. Al
igual que Toyota se concentró en su mejora continua, una de las habilidades prácticas más
importantes para nuestra vida es, precisamente, la habilidad para ser capaces de ir mejorando
sin prisa pero sin pausa, con paciencia y persistencia, continuamente. La habilidad para ser
capaz de estar aprendiendo y mejorando de manera continua es la habilidad más demandada
hoy en día en este mundo en cambio permanente, ambiguo e incierto. El camino de la vida es
un camino Kaizen. Una vida vivida de forma plena y habilidosa parte de la observación
constante de nuestras acciones y sus resultados. "¿Esto funciona? Lo seguiré haciendo." "¿Esto
no funciona? Pues dejo de hacerlo." "¿Hay alternativas? Las exploro." Si, como dice el
refranero popular, nunca te acostarás sin saber una cosa más, averigua qué cosa es y
apúntatela para que no se te olvide. Y tú, ¿qué has aprendido hoy?
Saber escuchar
Somos seres sociales y, como tales, todos necesitamos sentirnos especiales, valorados o
necesitados por alguien en cierto grado. Es lo que se conoce como "necesidad de atención o
de importancia" y tiene que ver con el aprecio y el respeto de los demás hacia nosotros y de
nosotros hacia los demás. Para saber satisfacer la necesidad de importancia, es clave aprender
a saber escuchar a los demás, hacer que perciban que verdaderamente les comprendemos y
que sientan que les tenemos en cuenta. Estos tres pilares, sentirse escuchados, sentirse
comprendidos y sentirse tenidos en cuenta, son los tres pilares que sustentan la excelencia
en la habilidad de la escucha. ¿De qué modo podemos hacer que la otra persona con la
que conversamos sienta que la estamos escuchando de verdad? Pues procura evitar
interrupciones y distracciones como, por ejemplo, las llamadas o la mensajería instantánea en
tu teléfono. Utiliza el poder de los silencios y la escucha activa. Permite que sea la otra
persona la que se exprese, y usa interjecciones: "Mmm", "Claro", asiente con la cabeza, incluso
en los espacios donde haya silencio. Yo, por ejemplo, utilizo el "Mmm" con los dos
dedos delante de la boca para indicar que escucho y estoy interesado, pero sobre todo para
frenar las palabras que podrían querer salir de mi boca. Así permito que la otra persona se
exprese con tranquilidad y diga todo lo que tenga que decir. Cuando realmente escuchamos a
alguien poniendo nuestra atención en esa persona, le estamos enviando la señal inequívoca
de que nos interesa. El mensaje que estamos enviando es "Me importas, eres importante para
mí, te escucho con atención". ¿De qué modo podríamos conseguir que la otra persona sienta
que la comprendemos? Como norma general, y aunque dé cierto gustito, si no te lo piden
evita dar consejos o soluciones, y evita acabar las frases de la otra persona aunque tarde en
construirlas. Esto no son indicadores de que estamos atentos a lo que nos dicen, sino de que
tenemos prisa o de que tratamos de confirmar nuestra propia manera de entender las
cosas. Tú deja que la otra persona se exprese y halle sus propias palabras para finalizar sus
frases. Probablemente, en más de una ocasión comprobarás que, si llegas a hablar, te
hubieras equivocado. Y desde luego, no juzgues ni llegues con ideas preconcebidas. No
estamos jugando a los detectives para confirmar o desmentir creencias sobre la persona a la
que estás escuchando. Al acto de escucha sincera se ha de llegar con la mente
abierta, dispuesta solo a atender a la persona que nos habla, tratando de no hacer caso a
nuestro diálogo interior. Recuerda que lo que nos interesa de verdad es comprender a la
otra persona y que la otra persona se sienta comprendida. para que haya interacción,
podemos parafrasear lo que ha estado diciendo. Recuerda que no necesitamos estar de
acuerdo con lo que dice, lo que tratamos de hacer es dar la señal de que
estamos comprendiendo su discurso, comprendiendo cómo se siente o por qué ha hecho lo
que ha hecho. ¿Cómo podemos hacer que una persona sienta que la tenemos en
cuenta? Pues, al prestarle atención a una persona, le estamos haciendo saber que es
importante para nosotros, y, una vez que la persona nos ha comunicado lo que sea que nos
comunique, es necesario hacer que sus opiniones, sus ideas o sus asuntos sean tenidos en
cuenta. Es decir, que no vale con hacer el ejercicio de escuchar activamente, hacer que se
sienta comprendida y luego no hacer nada para que sienta que tienes en cuenta aquello de lo
que habéis hablado, sea lo que sea. Normalmente, esto significa que aportes tu
opinión, ahora sí, es lo propio. Solamente recuerda hacerlo cuando detectes que sea el
momento adecuado, normalmente tras una invitación o una vez que la otra persona haya
acabado su discurso y tú hayas acumulado toda la información que necesitas. Saber escuchar
es una de las habilidades más necesarias y eficaces que hay, porque prestar atención significa
interesarse genuinamente por los demás y por su circunstancia, y porque, cuando prestamos
atención, esa atención nos es devuelta, pudiendo disfrutar de ella nosotros mismos. Es una
habilidad real, clave y esencial que nos permite navegar con aún más gracilidad por el mar de
nuestras vidas.
Saber contar
En un mundo lleno de ruido, lo que cuenta es cómo hacemos sentir a las personas. Si no
somos capaces de usar historias para poder atraer, nadie recordará lo que hemos querido
decir y, simplemente, caeremos en el olvido. Por eso las personas que sean capaces de
compartir historias y lo hagan de manera entretenida disfrutarán de una ventaja competitiva
considerable al respecto de los que no sepan hacerlo. En los últimos años, con la ciencia,
hemos descubierto que nuestra mente procesa muchísimo mejor las historias que los
datos, que la vida es una narrativa, que cada uno de nosotros somos los conductores de esa
narración y que, momento a momento, vamos construyendo internamente una narración de
lo que nos acontece. En definitiva, que las historias son imprescindibles para nuestra propia
supervivencia porque, al ordenar en una estructura narrativa el caos y la incertidumbre de
nuestra propia existencia, tratamos de darle sentido a la vida interpretando lo que nos va
sucediendo. Es decir, que para nosotros, los seres humanos, la vida es una narración continua
de acontecimientos a los que tratamos de poner orden y sacar alguna conclusión. En nuestras
comunicaciones, casi todo son historias. Tú has estado escuchando y contando historias toda
tu vida, todos los días, sin parar, aunque no seas consciente de ello: historias sobre lo que te
ocurre a ti, por ejemplo, de camino a tu casa, lo que le ha ocurrido a tu vecina este fin de
semana, noticias de los grupos de WhatsApp, o las historias que nos cuentan nuestras madres
sobre el pueblo. Las historias que nos contamos y las que oímos forman parte de nuestra vida
de manera tan intensa que ni siquiera nos damos cuenta. Si es que incluso soñamos en
historias. Pero una cosa es crearnos una narrativa interna o conversar de manera informal en
el bus o con amigos, y otra muy diferente tratar de convenir un asunto determinado o explicar
un punto de vista en el trabajo o en conversaciones más formales, dialogando, no
discutiendo, explicando, en la enseñanza, consiguiendo transmitir con éxito aquello que
tratamos de explicar. Decíamos que casi todas nuestras comunicaciones son historias, y lo que
no son historias son en gran parte colecciones de datos, cifras, hechos, gráficas,
PowerPoints, especificaciones técnicas, instrucciones, vademécums, listados... Lo que pasa,
decíamos también, es que en estos últimos años la ciencia nos ha enseñado que todas esas
cosas tan racionales que creemos que son importantes, como cuáles son los hechos y las
cifras, el "data pool" o las especificaciones técnicas, nada de eso permanece en la memoria de
las personas. Los listados de los reyes godos, las fechas de acontecimientos
lejanos... nada. Utilizamos la lógica y los datos que existen dentro de las historias mucho
mejor que usamos la lógica fuera de ellas. Por eso aquello de que la información os
hará libres es verdad, sí, pero hasta cierto punto, porque nuestra mente está diseñada para
procesar historias. Y a pesar de lo mucho que nos empeñemos en querer apelar a la lógica y a
la razón, ante el dato o la emoción, será la emoción la que trascienda y permanezca. Por eso
los discursos del miedo y del odio que vemos hoy son tan potentes y eficaces. Por eso el
"marketing" ha virado del todo hacia las emociones y las historias. Para muchos de nosotros,
el dato puro no nos hará libres, sino que o bien nos confunde aún más por la
intoxicación informativa y pasamos de lo que nos diga el dato, o bien lo aceptamos y lo
incluimos porque es una confirmación de nuestras propias creencias parciales ya establecidas
con anterioridad. Para encontrar buenas historias no hay que irse muy lejos, puedes empezar
por tu propia experiencia observando tu vida y la de los que tienes alrededor. Busca
inspiración en cualquier parte: en la televisión, en la radio, en Internet, en los medios sociales,
en el autobús, caminando... Date una vuelta. Las narraciones nos inundan, están por todos los
lados. Hay historias políticas, deportivas, historias de ficción, aventuras, de sexo, de violencia,
historias interactivas como los videojuegos, historias cantadas en canciones, historias de
ventas, historias que se cuentan como sagradas... Los cuadros nos cuentan historias, las
esculturas nos cuentan historias, los muros de las ciudades y sus calles nos cuentan
historias. Nos sentamos con los amigos y nos ponemos al día de nuestra vida contándonos las
historias de lo que nos ocurre o nos ha ocurrido o le está ocurriendo a alguien. Ahora
recuerda tres cosas cuando vayas a contar una historia: presenta una sola idea, comienza y
concluye de manera potente, y simplifica el contenido despojándolo de todo lo
superficial. Afortunadamente, usar historias y compartir narrativas es una habilidad que se
enseña, se aprende y que se puede ir mejorando con el tiempo y la práctica. Estamos
programados biológicamente para ser tanto consumidores como creadores de
historias. Ahora que lo sabemos, aprovechémoslo.
Saber simplificar
Hoy en día vivimos inmersos en la cultura del exceso: más "emails", más wasaps, más tuits,
más noticias, más tareas, más proyectos. Cuantas más horas dediquemos a nuestro
trabajo, mucho mejor. Más, más, más. Trabajar más, consumir más, ganar más, gastar
más, hacer más, porque es mejor. Y, sin embargo, la mayoría de las veces hacer más no
significa ser más productivo ni más eficiente ni más inteligente, solo significa hacer más. Yo lo
he vivido muchas veces, incluso en mis propias carnes, incluso preparando este curso. Quiero
meter la mayor cantidad de información posible, quiero hablar de muchísimas cosas, con el
peligro evidente de que el mensaje se diluya. He trabajado con equipos en los que el objetivo
era poner en marcha un montón de estrategias simultáneas, eventos, "marketing", reuniones,
visitas, escribir un blog, atender los medios sociales, hacer tus propios eventos, ir a los
eventos de otros, desarrollar relaciones con los clientes, desarrollar relaciones interpersonales
con los proveedores, generar informes, analizar informes, atender reuniones, desarrollar
estrategias, probar estrategias, analizar resultados... A veces hablamos de nosotros mismos
como seres del Renacimiento que eran capaces de realizar mil actividades y hacerlas
bien, pero la verdad es que, cuando nuestra atención se diluye entre tantos asuntos, las
distracciones aparecen, y cuando aparecen las distracciones, aparecen los fallos. Generar
mucho solo significa generar ruido. Es imposible destacar entre la marabunta de sonidos
cacofónicos que nos inundan hoy en día. Solamente si se oye un sonido armónico o un canto
precioso, llamará nuestra atención, y ahí es donde tenemos que colocar nuestro foco. Un día
llegó hasta mí la anécdota de Victor Hugo y su productor de que, al acabar de escribir "Los
Miserables", Victor Hugo estaba de vacaciones, quiso saber cómo andaban las ventas de su
novela, así que le envió a su director una postal brevísima que contenía un escueto
interrogante. A lo que su editor, siguiéndole el juego, le respondió con una contundente
exclamación. Quizá sea por eso que grandes personajes de nuestra época como Picasso,
Dieter Rams, Mies van der Rohe o, más recientemente, Steve Jobs y Jeff Weiner han abogado
con vehemencia por una cultura de lo sencillo, del menos es más, y han basado su
éxito, precisamente, en hacer de la sencillez su bandera profesional. Jeff Weiner, por ejemplo,
explica que a él le gusta centrarse siempre en hacer menos cosas para así hacerlas mejor. Y la
frase "Menos es más" significa reducir algo a lo mínimo, a los elementos esenciales que
componen la cosa, todo lo demás molesta. "Menos es más" habla de la sencillez y de cómo lo
sencillo es el resultado de un buen esfuerzo intelectual. Tener una visión nítida de lo que
importa significa que también tenemos muy claro qué es lo que no importa. La simplificación
consiste en no dejarse llevar por la fuerza bruta y tirar con todo hacia delante, sino en buscar
y construir métodos de ser más eficiente. Hacer las cosas simples requiere de un gran
esfuerzo. Responder a la pregunta "¿de qué modo podríamos hacer que esto resultara más
sencillo?" requiere, como he dicho, de un buen esfuerzo intelectual. Dieter Rams, que
pronunció la frase "Menos, pero mejor", habla de que, efectivamente, eliminemos lo
superficial y que lo que quede sea superior. Jeff Weiner y su "Fewer things done better"
señala el camino hacia hacer menos cosas para centrar nuestra atención en ellas y ejecutarlas
excelentemente. La idea principal que quiero transmitir es que una habilidad fundamental en
nuestra vida es que, para llevar una gestión del tiempo verdaderamente óptima, lo más
apropiado es hacer menos cosas y esas menos cosas hacerlas mejor y más sencillas, porque
nuestra atención, nuestra fuerza y nuestros recursos son limitados. Cuando decidimos hacer
menos cosas y hacerlas mejor y nos ponemos con ello, empezamos a notar ciertos cambios
significativos como, por ejemplo, nos damos cuenta de que no todo lo que tenemos que
hacer es importante ni esencial, y vamos siendo capaces de diferenciar las superficialidades en
nuestros proyectos. En cuanto detectamos esas superficialidades, ¡zas!, las eliminamos sin
remordimiento. Más bien al contrario, con satisfacción, porque sabemos que estamos
reduciendo distracciones para poder concentrarnos únicamente en aquello que creemos que
merece la pena. Es nuestra ambición la que nos lleva a tratar de ocuparnos de una cantidad
de asuntos que excede nuestra capacidad real. Las nociones del exceso y de la virtud de la
mesura llevan tiempo con nosotros. En lengua española las primeras referencias son del siglo
XV, en "La Celestina", que nos dice que nos contentemos con lo razonable y que no lo
perdamos todo por querer de más. Que quien mucho abarca poco suele apretar. Es una
advertencia: más vale concentrarnos en un número de tareas que nos resulten manejables y a
las cuales podamos conceder la atención que requieren, que intentar gestionar demasiadas
cosas que luego no podamos controlar ni atender debidamente. Todo lo demás
sobra. Desprendámonos, pues, de las cargas superficiales. ¿Por dónde empezarás tú?
Cómo seguir trabajando tus habilidades reales
A lo largo de este curso hemos visto la importancia de entrenarnos en las habilidades reales
de la vida, las que nos conducen a ser maestros de nuestro destino, a decidir cuáles son
nuestros valores, cuál nuestra visión, a saber comunicarnos con los demás, escuchando
atentamente y sabiendo explicarnos usando historias que puedan ser comprendidas por
quienes nos escuchan. Hemos visto que, como podíamos generar un manifiesto personal y un
manta propio que nos sirva para recordarnos quiénes somos, así podremos
construirnos conscientemente a nosotros mismos y que nadie trate de ejercer control sobre
nosotros como si fuéramos marionetas, o permitiésemos el gorroneo de los parásitos que
pretenden manipularnos porque andamos despistados sin saber muy bien qué es lo que
queremos y cómo pretendemos conseguirlo. Los siguientes pasos consisten en
que, precisamente, hagas un repaso de todas esas preguntas que he ido planteando a lo largo
de los capítulos de este curso y que, en un ejercicio de introspección y análisis profundo,
continúes construyéndote a través de esas habilidades reales, que, por mucho que llamen
"blandas", son las que verdaderamente importan.
¿Cuál es la pregunta que debes hacerte al final del día o de tu jornada laboral si quieres poner
en marcha un verdadero aprendizaje consciente?
 ¿Qué he aprendido hoy?
 ¿Qué hay de cenar?
 ¿Qué ha sido lo que más me ha molestado hoy de mis compañeros?
 ¿Qué he olvidado hoy?
La necesidad de atención o de importancia tiene que ver con el aprecio y el respeto de los
demás hacia nosotros y de nosotros hacia los demás.
 VERDADERO
 FALSO

En un mundo de ruido, lo que cuenta son los datos y las especificaciones técnicas, no tanto
cómo hacemos sentir a la gente mediante las historias que contamos.
 FALSO
 VERDADERO
La simplificación consiste en no dejarse llevar por la fuerza bruta y tirar con todo hacia
delante, sino en buscar y construir métodos de ser más eficiente.
 VERDADERO
 FALSO
¿Cuales son los siguientes pasos que habremos de dar para evitar andar despistados sin saber
muy bien qué es lo que queremos y cómo pretendemos conseguirlo?
 No plantearnos nada, total, ¿para qué? Si todas las grandes empresas tecnológicas con sus
algoritmos nos conocen mucho mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos.
 En la vida y en el trabajo, dejar que sean otros los que decidan por nosotros.
 Hacer un repaso de todas esas preguntas que hemos ido planteando a lo largo de los capítulos de
este curso y volver a constestarlas si es que aún no lo hemos hecho.
 Ponernos a ver vídeos online y dejar que el sistema de recomendaciones decida por nosotros.

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