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DIALOGUS DE LUDO GLOBI
EL JUEGO DE LA BOLA
ESCRITOS DE LÓGICA MEDIEVAL Y RENACENTISTA
NICOLÁS DE CUSA
(EDITORAS)
www.unav.es/pensamientoclasico
Nº 158
Nicolás de Cusa, Dialogus de ludo globi. El juego de la bola
(Edición bilingüe)
Introducción, traducción y notas de Ángel Luis González
Esta edición ha sido subvencionada por el Banco Santander - Central Hispano (BSCH)
ISBN: 978-84-313-3079-8
Depósito legal: NA 1.397-2015
INTRODUCCIÓN, Ángel Luis González ............................................ 9
DE LUDO GLOBI
EL JUEGO DE LA BOLA
Nicolás de Cusa
Bibliografía
1. Edición crítica ........................................................................... 167
2. Otras ediciones del De ludo globi de Nicolás de Cusa.............. 167
3. Otras ediciones de la obra de Nicolás de Cusa.......................... 168
4. Bibliografía sobre Nicolás de Cusa ........................................... 170
INTRODUCCIÓN
De ludo globi es una de las últimas obras escritas por Nicolás de Cusa.
En los últimos años de la vida del Cusano vieron la luz algunas obras que
son fundamentales para entender y profundizar en su pensamiento espe-
culativo. A título de simple elenco, recuérdense las siguientes: El berilo
(1458)1, las dos breves pero ciertamente relevantes de 1459 (La igualdad
y El principio2), El Possest3 (1460); de 1461 es la Cribratio Alkorani4; en
1462 escribe El no-Otro5, a mi juicio una de sus obras fundamentales y
más profundas. También de ese año 1462 es La caza de la sabiduría6,
que a simple vista puede parecer un excelente resumen de todas las averi-
guaciones realizadas en los diversos campos o ámbitos tratados a lo largo
de su vida, pero que es también una nueva y enérgica profundización en
algunos de los temas ya tratados con anterioridad. La lectura de este libro
1
Cfr. Nicolás de Cusa: El Berilo. Introducción, traducción y notas de Ángel Luis González,
Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria, nº 200, Pamplona, 2007; incluido ahora en
Nicolás de Cusa, Sobre la mente y Dios, Ángel Luis González (editor), Eunsa, Pamplona, 2013.
2
Versión castellana de ambos incluida también en Nicolás de Cusa, Sobre la mente y Dios,
citado en la nota anterior.
3
Redacté una primera versión de El Possest en Nicolás de Cusa, De Possest, Cuadernos de
Anuario Filosófico, Serie Universitaria, nº 4, Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Navarra, Pamplona, 1992 (segunda edición corregida, 1998); posteriormente incluida en Nicolás
de Cusa, Diálogos del idiota. El Possest. La cumbre de la teoría, Introducción, traducción y notas
de Ángel Luis González, Colección de Pensamiento Medieval y Renacentista, Eunsa, Pamplona,
2001; segunda edición revisada, 2008.
4
Una reciente y excelente versión de esa obra: Examen del Corán, Estudio preliminar, traduc-
ción y notas de Víctor Sanz Santacruz, Eunsa, Pamplona, 2013.
5
Nicolás de Cusa, El No-Otro, Traducción, introducción y notas de Ángel Luis González,
Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria, nº 180, Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Navarra, Pamplona, 2005, también actualmente en el libro citado Sobre la mente y
Dios.
6
Cfr. la reciente y excelente edición Nicolás de Cusa, La caza de la sabiduría, edición bilin-
güe, notas y comentario de Mariano Álvarez, Sígueme, Salamanca, 2014.
10 Ángel Luis González
7
Hay versión castellana de Juan A. García González, en Themata, 1986 (3), pp. 156-167.
8
Nicolás de Cusa, La cumbre de la teoría, Introducción, traducción y notas de Ángel Luis
González, Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria, nº 9, Servicio de Publicaciones
de la Universidad de Navarra, Pamplona Pamplona, 1993; 2ª ed., id. 1998; posteriormente inclui-
da en Nicolás de Cusa: Diálogos del idiota. El Possest. La cumbre de la teoría, citado.
9
Cfr. la introducción de H. G. Senger: Nicolai de Cusa Opera Omnia, iussu et auctoritate
Academiae Litterarum Heidelbergensis ad codicum fidem edita in Aedibus Felicis Meiner, Lip-
siae, 1932 ss. / Hamburgi, 1959 ss; vol. IX: Dialogus de ludo globi, edidit commentariisque illus-
travit Iohannes Gerhardus Senger, 1998.
10
Nicolás de Cusa, La caza de la sabiduría, p. 139.
Introducción 11
11
Nicola Cusano, Il gioco della palla, Introduzione, traduzione e note a cura di G. Federici
Vescovini, Città Nuova, Roma, 2001, p. 29.
12
Los citas entrecomilladas de El juego de la bola, señaladas arriba en el texto, son de la tra-
ducción que viene a continuación; entre paréntesis se pone al final el número que está al margen
del texto de la edición crítica, y también indicado en nuestra traducción.
12 Ángel Luis González
que estas obras humanas derivan de una fuerza que supera las de todos
los demás animales de este mundo” (3). La inteligencia humana, sin em-
bargo, es limitada, y esos dos motivos (inteligencia y finitud) llevan con-
sigo la explicación de que la bola es susceptible de cambiar de infinitas
maneras, y adaptarse siempre a los diferentes movimientos que son con-
secuencia de los diversos lanzamientos que pueden hacerse. Pero debe re-
gistrarse que el cometido final del juego estriba en el intento de que, me-
diante la inteligencia, los lanzamientos de la bola estén dirigidos lo más
posible para acercarse al centro.
Antropología, o “metafísica de la contracción humana”, decía hace un
momento. Pero sin perjuicio de la especulación filosófica, que hay, y
muy alta por cierto en ésta y las demás obras de Cusa, existe también una
especulación teológica, hasta el punto de que El juego de la bola puede
considerarse como una culminación en la cristología de su antropología;
otros han denominado esta vertiente doctrinal del Cusano como una an-
tropología cristológica. (Ciertamente puede denominarse así, pero sin
perjuicio de lo señalado más arriba: se trata de una especulación metafí-
sica, a mi juicio una de las más excelsas metafísicas de la historia). Efec-
tivamente, el juego y los lanzamientos de la bola por parte de diversos
personajes, con todo el cúmulo de lances y perspectivas que se abren en
cada caso, y que el Cusano despliega a lo largo del texto, tiene como fin
señalar que la actitud, el comportamiento de un cristiano debe ser cristi-
forme; en él debe estar, como subraya, “la vida de Cristo y que él esté en
esa vida”13. Por eso el centro, hacia el que se intenta llegar en los lanza-
mientos de la bola, en realidad es Cristo mismo. A partir del centro que es
Cristo se entiende todo, la vida, el movimiento de los vivientes; y sin ese
centro, en último término, no se entiende en realidad nada de la existen-
cia ni de ningún movimiento de la vida, y en cambio a partir del centro
13
Ya que no trataré de este tema en la introducción, traigo aquí a colación estas frases sobre la
centralidad y necesidad de Cristo en esta obra: “Cristo es Dios y hombre, creador y criatura. Por
eso él mismo es el centro de todas las criaturas bienaventuradas. Considera con atención que su
circunferencia es propia de la naturaleza circunferencial de todas las circunferencias, es decir, de
las criaturas racionales. Y como es idéntico en identidad personal con el centro de todas, es decir,
con el creador, todos los bienaventurados representados por la circunferencia de los círculos
reposan en la circunferencia de Cristo, la cual es semejante a su naturaleza creada, y alcanzan su
fin por la unión hipostática de la circunferencia de la naturaleza creada con la naturaleza increada,
mayor que la cual no puede existir. A partir de esto puedes ver que Cristo resulta hasta tal punto
necesario para todos los que deben convertirse en bienaventurados que sin él nadie puede ser
feliz, puesto que él mismo es el único mediador”; El juego de la bola, 75.
Introducción 13
puede explicarse todo. He aquí uno de los variados textos que explayan
esa idea: “Los círculos, por tanto, aquí representan el movimiento de la
vida. Los movimientos más vivaces son indicados por los círculos más
próximos al centro, que es la vida, puesto que la vida es el centro, del que
no puede haber un centro ni más grande ni más pequeño. En el centro
mismo está contenido todo movimiento vital, que fuera de la vida no
puede existir. Si en todo movimiento vital no hubiese vida, no sería en
absoluto un movimiento vital. El movimiento, que es la vida de los vi-
vientes, es por tanto un movimiento circular y central. Cuanto más cer-
cano al centro es el círculo, tanto más rápidamente puede girar. […] El
centro es un punto fijo. Su movimiento será, por tanto, máximo, es decir,
infinito, y al mismo tiempo mínimo, en el que son idénticos el centro y la
circunferencia, y lo llamamos la vida de los vivientes, la cual, fija en su
eternidad, complica todo posible movimiento de la vida” (69).
Como en la mayoría de sus obras, el Cusano trata también, en De ludo
globi, de muchos temas, filosóficos, teológicos, matemáticos, etc., que
aquí no pueden ni siquiera ser aludidos. Aunque soy consciente de dejar
relevantes asuntos fuera, aquí solamente trataré, sucintamente, de: a) la
doctrina de la mente como imagen; b) la posibilidad o el principio del
poder ser hecho; c) la teoría del valor. Lo haré siguiendo el hilo de los
textos de El juego de la bola, a los que añadiré algunos otros de otras
obras del Cusano.
14
Entre los numerosos textos que se podrían aportar, estaría La visión de Dios, Ángel Luis
González (editor), Eunsa, Pamplona, 2009, XV, p. 69; y otro conocido texto del libro I de La
sabiduría (Diálogos del idiota, p. 38), que traigo aquí por extenso, por su especial claridad: “Esta
semejanza con la sabiduría, que es por naturaleza inherente a nuestro espíritu, por medio de la
cual él no se aquieta más que en la sabiduría misma, es como una imagen viva de ella. En efecto,
la imagen no se aquieta sino en aquello de lo que es imagen, de quien posee su principio, su me-
dio y su fin. La imagen, viva gracias a la vida, lleva consigo el movimiento hacia el ejemplar, en
el que exclusivamente se aquieta. La vida de la imagen no puede reposar en sí misma, ya que es
vida de la vida de la verdad, y no vida propia. Por tanto, se mueve hacia el ejemplar como hacia la
verdad de su ser. Si, pues, el ejemplar es eterno y la imagen tiene una vida en la que pregusta su
ejemplar y hacia él se mueve con nostalgia, y puesto que ese movimiento vital no puede reposar
más que en la vida infinita, que es la sabiduría eterna, este movimiento de nuestro espíritu, que
nunca alcanza infinitamente la vida infinita, no puede cesar jamás”. Cfr. mi trabajo “Ver e imagen
del ver”, Anuario Filosófico, 1995 (28), pp. 646-648.
15
Cfr. Nicolás de Cusa, El juego de la bola, 25. Hasta tal punto es así que Nicolás de Cusa
formula la inmortalidad del alma en función de que ella mide al tiempo que es medida del movi-
miento. No es posible desarrollar aquí ese punto; lo señalo simplemente con un texto de La mente,
XV (Diálogos del idiota, pp. 105-106): “puesto que el movimiento del cielo es numerado por la
mente, y el tiempo es la medida del movimiento, el tiempo no puede agotar la capacidad de la
mente, sino que ésta siempre permanecerá como término, medida y determinación de todas las co-
sas medibles. Los instrumentos que la mente humana posee para medir los movimientos celestes
demuestran que no es el movimiento el que mide a la mente, sino que es la mente la que mide el
movimiento. Por ello, la mente con su movimiento intelectivo parece complicar todo movimiento
sucesivo. La mente extrae de sí misma el movimiento razonador; y así es la forma del movimien-
to. Por ello, si algo se disuelve, acontece por medio del movimiento. Por tanto, ¿cómo podrá
disolverse por medio del movimiento la propia forma del movimiento? ¿Cómo la mente que es
vida intelectual que se mueve a sí misma, es decir que extrae de sí misma la vida que es su enten-
der, podría no vivir siempre? ¿Cómo podría debilitarse el movimiento que se mueve a sí mismo?
La mente posee su vida íntimamente acoplada a ella, por la cual es siempre viva, como una esfera
es siempre redonda por el círculo que está acoplado con ella. Si la composición de la mente es la
Introducción 15
misma que la del número, que está compuesto de sí mismo, ¿cómo podría ser resoluble en no-
mente?”.
16 Ángel Luis González
16
Muchos textos del Cardenal de Cusa subrayan esa idea. Traigo ahora al respecto solamente
éste: “Puesto que nuestra mente no es el principio de las cosas ni delimita sus esencias –esto es en
efecto una actividad propia de la mente divina– es el principio de las acciones, a las que delimita
y tiene la fuerza de coimplicar nocionalmente en sí a todas las cosas”; La caza de la sabiduría, p.
169.
17
Cfr. mi trabajo “La doctrina de Nicolás de Cusa sobre la mente. Hacia una nueva gnoseolo-
gía”, Studia Philologica Valentina, 2007 (10, 7), pp. 1-24.
18
Conocer es medir, se señala en el nº 71 de la edición citada de El berilo. Cfr. L. Martínez
Gómez, “El hombre mensura rerum en Nicolás de Cusa”, Pensamiento, 1965 (21), pp. 41-64.
19
Cfr., J. M. André, Sentido, simbolismo e interpretação no discurso filosófico de Nicolau de
Cusa, Fundação Calouste Gulbenkian y Junta Nacional de Investigação Científica e Tecnológica,
Coimbra, 1997, pp. 480-495.
20
Cfr. Nicolás de Cusa, La mente, II, en Diálogos del idiota, p. 60.
Introducción 17
continuación subrayará con fuerza que toda forma visible es y será siem-
pre una imagen y semejanza de la verdadera e invisible forma, que es la
misma mente existente en el artífice (cfr. 44).
Nicolás de Cusa trae a colación de nuevo el ejemplo de la bola reali-
zada por un tornero, lo mismo que en La mente explicitaba de modo am-
plio el arte de hacer cucharas21. Los autores, tanto de la cuchara como de
la bola, la sacan de su mente, pues es claro que no la pueden sacar de la
naturaleza, en la que no existen cucharas o bolas; las ideas de bola o de
cuchara están solo en la mente. “Esto es preciso entenderlo –ha escrito
Mariano Álvarez– en un sentido originario, concretamente en el sentido
de que previamente a la ideación del hombre no hay en la naturaleza cu-
charas, como no hay tampoco mesas, sillas o alacenas. Obviamente a
partir del momento en que tales objetos y utensilios se producen, se pue-
de poner en marcha una actividad imitatoria, que produce, p. ej. martillos
al modo como previamente se han producido o fabricado martillos. Pero
originariamente no es así, ya que la naturaleza no producirá nunca marti-
llos o cucharas que luego el hombre imite”22.
La explicación de la imagen del arte humano de la fabricación de una
bola por un tornero le va a permitir al Cusano el parangón con el arte
divino de crear. Dios y el hombre son creadores, como es natural cada
uno a su modo, infinito en un caso y finito en el otro, con la despropor-
ción inconmensurable que lleva consigo la distancia de lo infinito a lo
finito. Pero esa desproporción no niega la radicalidad con que Nicolás de
Cusa subraya el parangón del arte de la mente humana con el de la mente
infinita. El paso del ejemplo del arte humano al arte divino de crear está
hecho recogiendo ideas señaladas más atrás adaptadas a la naturaleza y
actuación dela mente: “cuando la mente quiere hacerse visible en la for-
ma que ella concibe –y a cuyo concepto se asemeja– adapta la materia, a
saber la madera, de manera que es capaz de esa forma. Después, con el
movimiento del torno, introduce la forma en la madera. La bola, pues, ha
estado en la mente, y aquí la bola arquetípica es mente. Estuvo, como
posibilidad, en la madera informe, y en ella era materia. Estuvo en el
movimiento cuando se trasladaba de la potencia al acto, y allí era movi-
miento. Su posibilidad fue llevada al acto, de tal modo que llegue a estar
21
Cfr. Nicolás de Cusa, La mente, II, en Diálogos del idiota, p. 60.
22
M. Álvarez Gómez, “La mente como imagen viva en Nicolás de Cusa”, en Mª C. Paredes
(ed.), Mente, conciencia y conocimiento, Universidad de Salamanca, Salamanca, 2001, p. 23.
18 Ángel Luis González
23
Nicolás de Cusa, El berilo, p. 21.
24
Cfr. La mente, II, en Diálogos del idiota, pp. 58 ss.
Introducción 19
25
La mente, III, en Diálogos del idiota, p. 64.
26
Nicolás de Cusa, La caza de la sabiduría, p. 161. Cfr. la excelente glosa de Mariano Álvarez
en su edición citada de La caza de la sabiduría, pp. 269 ss.
20 Ángel Luis González
27
Nicolás de Cusa, La caza de la sabiduría, pp. 161 y 163.
28
Nicolás de Cusa, La caza de la sabiduría, p. 163.
29
Cfr. Nicolás de Cusa, La mente, V, en Diálogos del idiota, p. 68.
30
Nicolás de Cusa, La caza de la sabiduría, p. 163.
Introducción 21
31
Para no cortar el hilo de la explicación, pongo en nota el texto completo de Cusa al respecto:
“La materia, si fuese algo en acto, sería ciertamente la eternidad misma o estaría hecha de eterni-
dad. Pero no se puede decir que sea la eternidad, puesto que la eternidad es Dios, el cual es todo
lo que puede ser. Y así él no es materia, la cual es posibilidad, o poder ser hecho, o mutabilidad.
Tampoco es una realización de la eternidad. En efecto, si hubiese sido hecha, hubiera podido ser
hecha. Y en ese caso el poder ser hecho, o sea la materia, habría sido hecha de la materia, y por
tanto de sí misma, lo cual es imposible. La materia no es, por tanto, algo en acto”; El juego de la
bola, 46.
Introducción 23
mo quiso; y por esa razón es muy perfecto, por cuanto ha sido hecho se-
gún la voluntad libérrima de un Dios óptimo”(19).
Otra delimitación más del sentido y contenido del poder ser hecho se
refiere a la diferenciación de la mente humana y la divina, a la que alu-
díamos antes; por una parte, no puede hacerse nada que no esté en la
mente de Dios, afirma el Cusano; ahora bien, lo que está en la mente
eterna del Absoluto, como tal, no puede ser hecho. Por tanto, lo que llega
a ser, procedente de su propia posibilidad o poder ser hecho y en último
término de la mente del artífice absoluto, no es la pura y misma verdad,
sino un ejemplar de la verdad misma, por cuanto la eternidad misma en
cuanto tal no es duplicable como tal en lo creado: “Por tanto es necesario
que la verdad de toda cosa que llega a ser no sea otra cosa sino el ejem-
plar de ella, que es la mente de Dios. Por eso, lo que es hecho es una
imagen del ejemplar de la forma. En efecto, la verdad de la imagen no es
la imagen, sino el ejemplar. Si, pues, lo que es hecho no es la verdad,
sino una imagen suya, entonces es necesario que lo que llega a ser, al
descender de la eternidad inmutable, sea recibido en un sujeto sometido a
mutabilidad, en el que no puede ser recibido tal como es en la eternidad,
sino tal como puede ser hecho” (48). Que las cosas estén complicadas en
el Absoluto, o si se prefiere que lo finito esté en el infinito, no lleva con-
sigo para Nicolás de Cusa que no exista explicación o despliegue de las
cosas. En el Absoluto las cosas tienen la misma verdad indisoluble de la
Verdad en su eternidad; en su posibilidad o posse fieri están para desple-
garse como lo que son, sujetas a lo que son, a su mutabilidad y tempora-
lidad.
Ya se ha señalado la incolmable diferencia entre la mente divina y la
humana. Dios, al conocer, forma o crea las cosas; la mente humana, al
conocer, no forma o crea, sino que “discierne las cosas creadas, de tal
modo que las abarca todas con su capacidad cognoscitiva” (80). Es la di-
ferencia entre lo que el Cusano llama un poder creador y un poder nocio-
nal; ambos poderes, sin embargo, poseen los ejemplares de todas las co-
sas; el poder de la mente divina para crear o formar los ejemplares; la
mente humana posee los ejemplares de todas las cosas, para poder cono-
cerlas todas (cfr. 80). O dicho de otro modo, con otra formulación de Cu-
sa en esta obra: “me agrada haber entendido que las nociones, en cuanto
que son nociones, reciben el ser del alma, la cual es creadora de las no-
ciones, lo mismo que Dios lo es de las esencias” (93). Aunque ya no po-
dré extenderme en ello, deseo expresamente indicar que Cusa indica, con
Introducción 25
32
Nicolás de Cusa, La mente, III, en Diálogos del idiota, p. 66.
33
“Debido a que el conocimiento es asimilación, encuentra todas las cosas en sí mismo, como
en un espejo viviente dotado de vida intelectual, el cual mirando a sí mismo ve en sí mismo todas
las cosas como asimiladas a sí. Y esta asimilación es la imagen viva del creador y de todas las
cosas. Ahora bien, puesto que el entendimiento es imagen viva e intelectual de Dios, que no es
otro respecto de cosa alguna, por eso le contempla en sí cuando entra en sí mismo y toma con-
ciencia de que es imagen de la misma índole que su arquetipo. Por eso conoce sin dudarlo a su
Dios, cuya semejanza es”; La caza de la sabiduría, p. 107.
34
Vid. la comparación que hace el Cusano entre una imagen viva y una imagen muerta en La
mente, XIII, en Diálogos del idiota, p. 100.
35
Nicolás de Cusa, La mente, XV, en Diálogos del idiota, p. 106.
36
“Lo mismo que es imposible que la verdad infinita sustraiga el resplandor que ha comunica-
do, ya que es bondad absoluta, de igual manera es imposible que su imagen, que no es otra cosa
que ese resplandor comunicado, se debilite jamás, al igual que después de que un día que ha
comenzado a ser por el resplandor del sol, no se debilita mientras el sol resplandece”; La mente,
XV, en Diálogos del idiota, p. 106.
26 Ángel Luis González
designado antes del signo, en el signo y después del signo. Antes del sig-
no en cuanto es verdad, que existe antes de su representación. En el signo
en tanto que verdad en la imagen” (118). La mente humana, que es la
descripción viva de la sabiduría infinita, como la llama el Cusano37, es la
primera imago de la Verdad absoluta y precisa, también será el ejemplar
de todas las ulteriores imágenes. No es mente infinita, pero por ser ima-
gen (y no una semejanza, copia o representación, como se advirtió más
arriba) de la mente infinita es también complicante, y resplandece al mo-
do en que la verdad lo hace en una imagen suya (la imagen que es un
resplandor de la verdad incorruptible es inapagable, imperecedera, mien-
tras subsista el resplandor de su origen) que posee además las caracterís-
ticas descritas de imagen viva, y activa, y conocedora de todas las cosas,
y también conocedora de sí misma.
37
Cfr. Nicolás de Cusa, La mente, V, en Diálogos del idiota, p. 70.
30 Ángel Luis González
a) Editio Parisiensis
b) Editio Basiliensis
DE LUDO GLOBI
EL JUEGO DE LA BOLA
EDICIÓN BILINGÜE
DIALOGUS DE LUDO GLOBI
<LIBER PRIMUS>
EL JUEGO DE LA BOLA
INTERLOCUTORES:
Nicolaus Cardinalis tituli Sancti Petri ad vincula
et Ioannes Dux Baiohariae
EL JUEGO DE LA BOLA 1
INTERLOCUTORES:
Nicolás, cardenal del título de S. Pedro ad vincula
y Juan, príncipe de Baviera1
JUAN: Veo que te has sentado, fatigado quizá por el juego de pelota2.
Si no te molesta, me gustaría hablar contigo sobre este juego.
CARDENAL: Será muy agradable.
JUAN: Todos admiramos este nuevo y agradable juego, quizá porque
en él hay una imagen de una excelente especulación, que rogamos nos
expliques.
CARDENAL: No os equivocáis; existen en efecto ciencias que poseen 2
instrumentos y juegos; la aritmética tiene el número, la música el mono-
cordio. Incluso el juego de ajedrez no carece del misterio propio de las
realidades morales. Pienso que no existe un juego honesto que esté abso-
lutamente privado de una capacidad de enseñanza3. Y considero que este
ejercicio con la pelota, para nosotros tan agradable, posee un sentido filo-
sófico no pequeño.
1
De modo habitual se ha afirmado que ese interlocutor sería Juan IV, hijo del duque
Alberto III de Baviera. Más recientemente, algún autor señala que no se trataría de Juan
de Baviera, sino del duque Juan de Mosbach, hijo del conde palatino Otto de Mosbach.
2
Parece ser que se trata del juego de bochas.
3
Nicolás de Cusa empleó con frecuencia imágenes, metáforas o simbolismos para
explicar las verdades especulativas más altas; se refería a juegos de niños con alguna
frecuencia, como ocurre, p. e., en El Possest, con el juego de la peonza. Esa imagen tenía
el fin de “ser guiados mediante una imagen sensible, especialmente para ver cómo el ser
eterno es todas las cosas a la vez y la entera eternidad está en un ahora presente, para
después de abandonar la imagen misma, poder elevarnos por encima de todo lo sensible.
[…] Tomo el ejemplo, conocido por todos nosotros, incluso por haberlo practicado, de un
juego de niños, el de la peonza. El niño tira la peonza, y mientras la lanza al mismo tiem-
po la hace volver hacia sí mismo mediante la cuerda atada a su alrededor. Cuanto más
potente es la fuerza de su brazo, tanto más rápidamente gira la peonza, hasta tal punto que
cuando se encuentra en su movimiento más rápido parece que está fija y quieta, y los
niños dicen que entonces está en reposo”; Nicolás de Cusa, Diálogos del Idiota. El Pos-
sest. La cumbre de la teoría, Introducción, traducción y notas de Á. L. González, p. 163.
38 Nicolás de Cusa
JUAN: ¡Por eso te pedimos que nos digas algo a ese respecto!
CARDENAL: Temo afrontar una tarea que avizoro grande y que deba
ser abordada previamente con amplia meditación.
JUAN: No pedimos profundizar en todos los temas; nos dejarás satisfe-
chos con algunos.
CARDENAL: La juventud, aunque está ávida y es apasionada, sin em- 3
bargo se cansa enseguida. Haré lo que pedís y sembraré en vuestras no-
bles mentes algunas semillas de ciencia; si éstas fueran recibidas y guar-
dadas en vuestro interior, engendrarán un fruto de luz de gran relevancia
respecto al conocimiento, tan deseado, de uno mismo4. Considerarás, por
tanto, atentamente la pelota y su movimiento, puesto que derivan de la
inteligencia. Ningún animal, en efecto, es capaz de construir una pelota y
dirigirla a su término. Comprobáis, por tanto, que estas obras humanas
derivan de una fuerza que supera las de todos los demás animales de este
mundo.
JUAN: Sabemos que es ciertamente como dices.
CARDENAL: Pienso que no ignoráis por qué la pelota, por medio del 4
arte del que da los giros, toma una figura hemisférica, en alguna medida
cóncava. Si no poseyera esa figura, la pelota no podría producir ese mo-
vimiento que veis en hélice, es decir, en espiral o curvo hacia dentro. En
efecto, la parte de la bola, que es un círculo perfecto, se movería en línea
recta si la parte más pesada y corpulenta no retardara el movimiento y
tirara de ella hacia su centro propio. Por esa disimetría la figura de la bola
se convierte en apta para un movimiento que ni es absolutamente recto ni
completamente curvo, como lo es en la circunferencia de un círculo que
está a igual distancia de su centro. Por eso, percátate en primer lugar de
cuál es la causa de la figura de la bola, en la que puede verse la superficie
convexa de la mitad de la esfera mayor y la superficie cóncava de la mi-
tad de la esfera más pequeña, y el cuerpo de la bola está contenido entre
las dos superficies. Y puedes comprobar que la bola es capaz de cambiar
en un infinito número de maneras, a tenor de las susodichas superficies, y
adaptarse siempre a distintos movimientos.
4
Recordemos esta idea, reiterada por el Cusano, con textos de La mente. Al admirarse
el Filósofo de que la mente se dirija a medir las cosas ávidamente, responderá el Idiota
que lo hace para conocerse: “Lo hace para alcanzar la medida de sí misma. En efecto, la
mente es una medida viva que, midiendo las demás cosas, aferra su propia capacidad. Lo
hace todo para conocerse. Ahora bien, buscando su propia medida en todas las cosas no la
encuentra sino allí donde todas las cosas son una. Allí está la verdad de su precisión,
porque aquí está su ejemplar adecuado”; Nicolás de Cusa, Diálogos del idiota, pp. 87-88.
40 Nicolás de Cusa
5
Se conjugan aquí la doctrina aristotélica del movimiento hacia su lugar natural y la
teoría del impetus de Nicolás de Oresme.
6
Como es notorio, es lo que Leibniz llamará el principio de los indiscernibles.
42 Nicolás de Cusa
7
Es la conocida frase de Aristóteles en el libro II de la Física.
44 Nicolás de Cusa
puncto addere perinde resultat ac «si nihil nihilo iungas». Non est
igitur extremitas mundi ex punctis composita. Sed eius extremitas
est rotunditas, quae in puncto consistit. Nam cum una sit altitudo
rotunditatis, quae undique est aeque distans a centro, et non possint
esse plures lineae praecise aequales, erit una tantum aeque distans
rotunditatis altitudo, quae in puncto terminatur.
10 IOANNES: Mira dicis. Nam intelligo has omnes varias visibiles
formas in mundo inclusas esse; et tamen, si possibile foret quem
extra mundum constitui, mundus foret illi invisibilis ad instar
indivisibilis puncti.
CARDINALIS: Optime cepisti. Et sic concipis mundum, quo nulla
quantitas maior, in puncto, quo nihil minus, contineri et centrum
atque circumferentiam eius non posse videri nec esse plura diversa
puncta, cum punctus non sit plurificabilis. In pluribus enim atomis
non est nisi «unus et idem punctus», sicut in pluribus albis una
albedo. Unde linea est puncti evolutio. Evolvere vero est punctum
ipsum explicare, quod nihil aliud est «quam punctum in atomis
pluribus ita quod in singulis coniunctis et continuatis esse».
11 IOANNES: Nonne sic extremitas anguli, cum sit punctus, est
invisibilis?
De ludo globi - El juego de la bola, I 45
partir de puntos. Añadir un punto a un punto resulta ser lo mismo que “si
añades nada a la nada”8. Por tanto, la extremidad del mundo no está com-
puesta de puntos. Su extremo es la redondez, que consiste en un punto.
Puesto que la redondez tiene una sola altura, que desde todas partes posee
idéntica distancia del centro, y ya que no pueden existir muchas líneas
absolutamente iguales, lo propio de la redondez será una sola altura con
idéntica distancia, que tiene su término en un punto.
JUAN: Afirmas cosas sorprendentes. Entiendo, pues, que todas estas 10
formas, variadas y visibles, están incluidas en el mundo; y sin embargo, si
fuera posible a alguien situarse fuera del mundo, el mundo sería para él
invisible, del mismo modo que el punto indivisible es invisible para sí
mismo.
CARDENAL: Lo has comprendido de manera excelente. Y entiendes así
que el mundo, respecto del cual ninguna cantidad es mayor, está conteni-
do en un punto, respecto del cual no existe nada más pequeño, y que su
centro y su circunferencia no es posible verlos; y también que no puede
haber muchos y diversos puntos, puesto que el punto no es capaz de con-
vertirse en plural. En muchos átomos no hay más “uno y mismo punto”,
lo mismo que en muchas cosas blancas hay una sola blancura. Por consi-
guiente, la línea es la evolución de un punto. Evolucionar para el punto
mismo es desplegarse, lo cual no es otra cosa que “el punto está en mu-
chos átomos de tal manera que se encuentra en cada uno de ellos unidos y
continuos”9.
JUAN: ¿No es cierto que la extremidad de un ángulo, por ser un punto, 11
es invisible también?
8
Misma idea y expresada igualmente y con la referencia a Boecio, en La mente, IX;
cfr. Nicolás de Cusa, Diálogos del idiota, p. 86: “Tú estás de acuerdo con Boecio, quien
afirma: si añades punto a punto no haces nada más que si añades nada a nada”.
9
La línea como evolución de un punto es tema subrayado por el Cusano en diversos
lugares. Uno de ellos es el citado capítulo IX de La mente, en el que explica cómo la
mente forma el punto (cfr. Diálogos del idiota, p. 85 ss.). “Dirijamos ahora nuestra aten-
ción con otro enigma a la consideración de las cosas mínimas, queriendo inquirir las cosas
máximas. El uno o mónada es más simple que el punto. Por tanto, la indivisibilidad del
punto es semejanza de la indivisibilidad del uno. […] Considérese, pues, el punto en
cuanto comunicado, en el modo en que es comunicable, y se tendrá el cuerpo. En efecto,
el punto es indivisible en cualquier modo de ser del continuo y de la dimensión. […] Por
tanto, la línea participa de la indivisibilidad del punto, ya que es indivisible en su ser línea
[…]. En la indivisibilidad del punto están complicadas todas aquellas indivisibilidades”;
Nicolás de Cusa, Sobre la mente y Dios, pp. 28-29.
46 Nicolás de Cusa
10
Mercurio o Hermes Trismegisto (esto es: tres veces grande), Asclepius, 17. A Hermes
Trismegisto se le atribuyó el conocido Libro de los XXIV filósofos, escrito de fondo neo-
platónico y hermético, muy influyente no sólo en la Edad Media; estaba constituido por
24 sentencias; una de las más famosas y que comenta también en este libro Nicolás de
Cusa es la segunda: “Dios es la esfera infinita cuyo centro se halla en todas partes y la
circunferencia en ninguna”.
50 Nicolás de Cusa
maius aut minus non sunt de natura eorum, quae non possunt esse
maius aut minus, sicut mutabile non est de natura immutabilis et
divisibile de natura indivisibilis et visibile de natura invisibilis et
temporale de natura intemporalis et corporale de natura incorpo-
ralis et ita de similibus. Rotunditas igitur, quae visu attingitur, ma-
gis et minus recipit, quoniam unum rotundum est alio rotundius.
Igitur rotunditas invisibilis non est de illa natura; non est igitur per
corpus participabilis sicut visibilis. Ideo nullum corpus potest esse
adeo rotundum, quin possit esse rotundius.
Corporalis igitur mundus licet sit rotundus, tamen illa rotunditas
est alterius naturae quam sit rotunditas cuiuscumque alterius
rotundi corporis. Sed cum non omne corpus sit visibile –sed
requiritur certa magnitudo, ut videatur–, sic etiam rotunditas atomi
non est visibilis, quando atomus non videtur. Mundus igitur ideo in
sua rotunditate est invisibilis, quia id, quod se visui offert de
rotunditate mundi, atomus est.
16 IOANNES: Clare declarasti et in paucis multa explanasti. Sed
scire cupio, quomodo intelligis perfecti mundi rotunditatem esse
imaginem, quae videtur semper posse esse perfectior.
CARDINALIS: Scio rotunditatem unius rotundi rotundiorem alia,
et ideo in rotundis deveniri oportere ad rotundum maximae
rotunditatis, qua nulla maior est, quoniam non potest in infinitum
procedi; et haec est mundi rotunditas, participatione cuius omne
rotundum est rotundum. Haec est enim participabilis rotunditas in
omnibus mundi huius rotundis, quae gerunt imaginem rotunditatis
mundi. Sed mundi rotunditas, licet sit maxima, qua nulla maior
actu est, non est tamen ipsa absoluta verissima rotunditas. Ideo est
imago rotunditatis absolutae. Rotundus enim mundus non est ipsa
rotunditas, qua maior esse nequit, sed qua maior non est actu.
Absoluta vero rotunditas non est de natura rotunditatis mundi, sed
eius causa et exemplar, quam aeternitatem appello, cuius rotunditas
mundi est imago. In circulo enim, ubi non est principium nec finis,
cum nullus punctus in eo sit, qui potius sit principium quam finis,
De ludo globi - El juego de la bola, I 51
11
Nicolás de Cusa parece decantarse especulativamente por la eternidad del mundo en
vez de por la creación en el tiempo. De todos modos, quiere dejar clara la diferencia entre
la eternidad de Dios, el único eterno en sentido estricto, y la “eternidad” del mundo”, que
es una eternidad por así decir derivada, que parece que podría coincidir con lo que se
denomina perpetuidad.
12
Se refiere al Verbo, Dios Hijo, que posee la misma eternidad que Dios Padre.
13
2 Corintios, 4, 18.
54 Nicolás de Cusa
do al mundo. Por eso a veces se dice que el tiempo es eterno, como cuan-
do el profeta habla “de un tiempo eterno”14, por no haber tenido el tiempo
inicio en el tiempo. El tiempo, pues, no ha precedido al tiempo; lo que ha
precedido al tiempo es la eternidad. Por consiguiente, se dice que el tiem-
po es eterno por cuanto deriva de la eternidad.
Y de esa manera el mundo es eterno porque procede de la eternidad y
no del tiempo. El nombre de eterno es más conveniente al mundo que al
tiempo, puesto que la duración del mundo no depende del tiempo. Si
cesara el movimiento del cielo y cesara el tiempo, que es la medida del
movimiento15, no por ello el mundo cesaría de ser. Extinguido completa-
mente el mundo, se extinguiría el tiempo. Por tanto, es más adecuado
denominar eterno al mundo que al tiempo.
Por consiguiente, Dios, que hizo todas las cosas como quiso16, es la 19
eternidad creadora del mundo. Ahora bien, el mundo no ha sido creado
tan perfectamente como si Dios al crearlo hubiera hecho todo lo que pu-
diera hacer, aunque ha sido creado tan perfecto como podía ser hecho.
Por esa razón Dios podía haber hecho el mundo más perfecto y más re-
dondo y también menos perfecto y menos redondo, aunque ha sido hecho
tan perfecto como podía serlo; ha sido hecho de la manera en que podía
ser hecho, y su poder ser hecho ha sido hecho. Pero su poder ser hecho,
que ha sido hecho, no es el poder hacer absoluto de Dios omnipotente.
Aunque en Dios el poder ser hecho y el poder hacer son idénticos, el po-
der ser hecho de una cosa cualquiera no es idéntico con el poder hacer de
Dios. Desde esto puede verse que Dios ha creado el mundo como quiso; y
por esa razón es muy perfecto, por cuanto ha sido hecho según la volun-
tad libérrima de un Dios óptimo. Como podemos leer estas doctrinas
claramente descritas en otros lugares, es suficiente por ahora sobre este
asunto17.
14
Se refiere al profeta Baruc, 3, 21, que señala que la Sabiduría “preparó la tierra en un
tiempo eterno” (aunque otras versiones traducen por “creó la tierra para siempre”).
15
Otra conocida doctrina del Estagirita; cfr. Física, IV, 11, 219 b.
16
Expresión recurrente en la Sagrada Escritura; cfr., entre otros lugares, Salmo, 115, 3;
135, 6, etc.
17
La doctrina del posse fieri y de su causa única es sintetizado aquí en relación con la
eternidad. Como se ha señalado en la Introducción, es tema desarrollado ampliamente en
otras obras suyas, como El Possest, La caza de la sabiduría y La cumbre de la teoría.
Sobre el posse fieri, el poder-ser-hecho de todas las cosas, cfr. el excelente Comentario
filosófico que hace Mariano Álvarez en las pp. 231-278 de su edición bilingüe, ya citada,
de La caza de la sabiduría.
56 Nicolás de Cusa
JUAN: Vuelve, pues, a nuestro juego y añade alguna cosa respecto del 20
movimiento de la bola.
CARDENAL: Faltan muchas cosas por decir, a las que aludiré en el ca-
so de que vayan saliendo. En primer lugar observo que, por lo que se
refiere a su movimiento, al lanzar la pelota, el movimiento desde el punto
en el que está fija hasta el punto del centro del círculo señalado no puede
producirse en línea recta. Supongamos que el punto a fuese el punto de
partida, b d el círculo, cuyo centro es c, y e la bola. Quiero lanzar la pelo-
ta desde a hasta c; es necesario que el movimiento de la pelota ocurra
según una línea que no sea recta, sea cual sea la figura de la bola.
JUAN: Parece que si la bola fuese esférica, el movimiento podría darse
en una línea recta, como la línea a c. No veo, en efecto, por qué la esfera
no pueda moverse según la línea a c y quedarse en c.
CARDENAL: Te percatarás con facilidad que te equivocas si consideras 21
que una línea es más recta que otra, y por eso, teniendo en cuenta la doc-
trina expuesta más arriba, jamás podrá encontrarse una línea que es recta
de modo certísimo y lo más precisa posible. Y por eso tampoco es posible
impulsar una esfera, por más perfecta que sea, desde a hasta c mediante
una recta precisa, incluso aunque el pavimento estuviese perfectísima-
mente liso y la bola fuera completamente redonda. Y eso es así porque
esa bola no tocaría el plano más que en un átomo. Por su movimiento la
bola describiría solamente una línea invisible e indivisible y de ninguna
manera la línea más recta que cae entre los puntos a y c. Y jamás se de-
tendría en c. ¿De qué manera, en efecto, podría descansar en el átomo?
Por eso, una realidad perfectamente redonda, puesto que su cumbre es
también su parte más ínfima y es el átomo, una vez que ha comenzado a
moverse de suyo nunca cesaría, ya que no puede comportarse de otra
manera. En efecto, lo que se mueve de modo discontinuo no cesaría si no
variase en un tiempo de una manera y en otro de otra. Por consiguiente, la
esfera, que siempre se comporta de manera igual en una superficie plana
y lisa, una vez que es puesta en movimiento permanecería perpetuamente
en movimiento. La forma, pues, de la redondez es la más adecuada para
un movimiento perpetuo. Si de manera natural a la redondez le adviene
ese movimiento, nunca cesará. Por tanto, si la esfera se mueve sobre sí
misma de tal modo que constituya el centro de su movimiento, se moverá
perpetuamente. Y éste es el movimiento natural, según el cual la última
esfera se mueve sin violencia ni fatiga; todas las cosas que tienen un mo-
vimiento natural participan de este movimiento.
JUAN: ¿De qué manera ha concreado Dios el movimiento de la última 22
esfera?
58 Nicolás de Cusa
18
Es doctrina de Platón; cfr., entre otros textos, Fedón, 105-106, y Fedro, 245.
60 Nicolás de Cusa
vero est motus vitae, qui accidit corpori, quod de sua natura non est
vivum. Sine vita enim corpus verum corpus est. Potest igitur ille
motus, qui corpori accidit, cessare. Sed propter hoc non cessat
motus substantialis seipsum movens. Nam virtus illa, quae et mens
dicitur, corpus deserit, quando cessat in ipso vivificare, sentire et
imaginari. Has enim habet operationes virtus in corpore, quas
etiam <habet>, dum non exercet; nihilominus manet in perpetuum,
licet etiam localiter separetur a corpore. Virtus enim illa, licet in
loco circumscribatur, ut non sit nisi ibi, non tamen occupat locum,
cum sit spiritus. Propter eius enim praesentiam non distenditur aër
aut lo-cus occupatur ut minus capiat de corpore quam prius.
25 IOANNES: Valde placet similitudo globi ad corpus et motus eius
ad animam. Homo facit globum et eius motum, quem impetu ei
imprimit, et est invisibilis, indivisibilis, non occupans locum, sicut
anima nostra. Sed quod anima nostra sit motus substantialis,
libenter melius intelligerem.
CARDINALIS: Deus dator substantiae, homo accidentis seu
similitudinis substantiae. Forma globi, data ligno per hominem,
addita est substantiae ligni. Sic et motus additus est formae
substantiali. Deus autem creator substantiae. Multa motum
participant, ut moveantur ex participatione motus. Devenitur igitur
ad unum, quod per se movetur, et illi non accidit ex participatione
motus, ut moveatur, sed ex sua essentia; et est anima intellectiva.
Intellectus enim seipsum movet. Et ut clarius hoc capias, attende
quomodo in rotunditate est aptitudo ad motum. Facilius enim
movetur magis rotundum. Quare, si rotunditas foret maxima, qua
etiam maior esse non posset, utique per seipsam moveretur et esset
movens pariter et mobile. Motus igitur, qui anima dicitur, est
concreatus corpori et non impressus ei ut in globo, sed per se motus
corpori adiunctus et taliter quod separabilis ab ipso; ideo
substantia.
26 IOANNES: Igitur bene dicitur quod virtus illa, quam animam dicis
intellectivam, patiatur aut praemietur.
CARDINALIS: Certissime hoc verum credas. Sicut enim in
corpore affligitur affectionibus corporis, ita etiam extra corpus
affligitur ira, invidia et ceteris afflictionibus, gravata adhuc sorde
De ludo globi - El juego de la bola, I 61
gida por los males corporales, y sin poder olvidarse del cuerpo. También
sufre el alma las consecuencias de un fuego material dispuesto para ese
fin, de modo tal que pueda sentir el daño por las llamas. No podría el
alma ser afectada por el fuego material. De modo similar también se salva
esa virtud, o sea el alma, es decir, está en paz y no puede ser afligida por
tormento alguno.
JUAN: Ahora entiendo lo que afirmabas de que el alma es una sustan-
cia incorpórea y una virtud compuesta de diversas virtudes. Es la sensibi-
lidad misma. Es también la imaginación misma. También es razón e inte-
ligencia. El alma ejercita la sensibilidad y la imaginación en el cuerpo. Y
la razón y la inteligencia fuera del cuerpo. Es una sola la sustancia de la
sensibilidad, de la imaginación, de la razón y de la inteligencia, aunque
los sentidos no son la imaginación, ni tampoco la razón ni el intelecto.
Igualmente tampoco la imaginación, ni la razón, ni el intelecto son cual-
quiera cosa de los demás. Son diversos modos de aprehender que tiene el
alma, y ninguno de ellos puede ser otro. Pienso que esto es lo quieres
decir.
CARDENAL: Sí, es precisamente esto lo que quiero decir.
JUAN: Pareces también afirmar que el alma en el cuerpo está a la vez 27
en diferentes lugares.
CARDENAL: Así lo afirmo. Como el alma es una virtud, y cualquier
parte de una virtud es verdadera de toda entera, según la verdadera filoso-
fía, entonces la vivificación del alma es el alma misma. La misma alma
vivifica los diversos miembros del cuerpo, que están en lugares diferen-
tes. El alma vivifica donde se encuentra. La sustancia entera del alma, por
tanto, cuando está en el cuerpo está en diversos lugares. Pero cuando está
fuera del cuerpo no está en diferentes lugares, como tampoco lo está el
ángel, que no da la vida. En el cuerpo, pues, el alma está entera en cual-
quier parte del cuerpo, al igual que su creador se encuentra en todas y
cada una de las partes del mundo.
JUAN: ¿Se separa el alma cuando se corta un dedo del cuerpo?
CARDENAL: En absoluto, pero deja de vivificar el dedo. No se separa,
ya que no pasa de una pequeña parte del cuerpo a otra, por cuanto está
simultáneamente en todas las partes y en cada una.
JUAN: Te ruego todavía una vez más que me expliques una cosa sobre 28
el movimiento del alma: cuando afirmas que el alma se mueve a sí misma
¡dime con qué tipo de movimiento se mueve el alma perpetuamente!
64 Nicolás de Cusa
19
La doctrina aristotélica de esos movimientos está en Física, III, 1, 201 a 10-15.
20
Cfr. Platón, El Sofista, 254 a -255 c.
66 Nicolás de Cusa
Vivere etiam videtur esse se movere. Unde anima verius vivit, quia
ex se movetur, quam homo, qui movetur ab anima.
30 IOANNES: Hinc puto quod deus verius vivat quam anima.
CARDINALIS: Recte putas, non quod deus se moveat aut faciat
similitudinem rerum, quod facit anima, licet in eo sint omnia in
quadam simplicitate, sed quia ipse verum esse rerum est et vita
vitarum. Sic enim ait: «Ego sum resurrectio et vita».
IOANNES: Multum placent quae de inventione novi supra
memorasti. In eo enim actu anima clare videtur seipsam movere.
Vellem ut ad ludum applicares.
31 CARDINALIS: Cogitavi invenire ludum sapientiae. Consideravi
quomodo illum fieri oporteret; deinde terminavi ipsum sic fiendum
ut vides. Cogitatio, consideratio et determinatio virtutes sunt
animae nostrae. Nulla bestia talem habet cogitationem inveniendi
ludum novum, quare nec considerat aut determinat circa ipsum
quidquam. Hae virtutes sunt vivae rationis, quae anima dicitur, et
sunt vivae, quia sine motu vivae rationis non possunt esse. In illa
enim cogitatione motum spiritus rationalis quisque apprehendit, qui
advertit cogitare esse quoddam discurrere. Sic et considerare atque
determinare. In quo opere corpus nihil praestat adiutorii. Ideo
quantum potest se retrahit anima a corpore, ut melius cogitet,
consideret et determinet. Nam penitus vult esse in sua libertate, ut
libere operetur. Haec autem vis libera, quam animam rationalem
dicimus, tanto est fortior quanto a corporalibus contractionibus
absolutior. Non igitur plus vivit anima in corpore quam extra. Nec
dissolvitur dissolutione harmoniae seu temperamenti corporis, cum
ipsa non dependeat a temperamento sicut sanitas corporis; sed
econverso ipsa temperatio dependet ab anima, qua non exsistente
non est temperatio.
32 Anima est vita quia ratio, quae vivus motus est. Dum igitur
cogito, considero et determino, quid aliud fit quam quod rationalis
spiritus, qui est vis cogitiva, considerativa et determinativa,
seipsum movet? Et dum quaero determinationem animae, quid sit
De ludo globi - El juego de la bola, I 67
lo que realiza también fuera del cuerpo humano. Parece, pues, que vivir
es moverse a sí mismo. De ahí que el alma, por cuanto se mueve a sí
misma, vive de modo más verdadero que el hombre, el cual es movido
por el alma.
JUAN: Como consecuencia de eso, pienso que Dios vive de modo más 30
verdadero que el alma.
CARDENAL: Tienes razón, y no porque Dios se mueva a sí mismo o se
haga la semejanza de las cosas, como hace el alma, aunque en él están las
cosas en una cierta simplicidad, sino porque él es el verdadero ser de las
cosas y la vida de las vidas. Así en efecto afirmó: “Yo soy la resurrección
y la vida”21.
JUAN: Me agradan mucho las cosas que has recordado antes respecto
de la invención de lo nuevo. Comparece en ese acto claramente que el
alma se mueve a sí misma. Querría que lo aplicases al juego.
CARDENAL: Pensé en inventar el juego de la sabiduría. Reflexioné en 31
cómo sería oportuno hacerlo, después lo concluí haciéndolo así como lo
ves. Pensamiento, consideración y definición son virtudes de nuestra
alma. Ningún animal puede pensar en inventar un juego nuevo, por cuan-
to ni considera ni determina cosa alguna respecto de ello. Estas facultades
son propias de la razón viva, que se denomina alma, y son vivas porque
no pueden existir sin el movimiento de la razón viva. Cada uno aferra en
el pensamiento el movimiento del espíritu racional, el cual advierte que
pensar es un cierto discurrir. Y lo mismo considerar y determinar22. En
estas operaciones el cuerpo no sirve de ninguna ayuda. De este modo el
alma intenta separarse todo lo que puede del cuerpo, para poder pensar,
considerar y determinar mejor. Pretende estar completamente libre para
actuar libremente. Esta fuerza libre, a la que llamamos alma racional, es
tanto más fuerte cuanto más desligada está de las contracciones corpora-
les. Por tanto, el alma no vive más en el cuerpo que fuera de él. Y tampo-
co se disuelve por la disolución de la armonía o temperamento del cuer-
po, ya que no depende del temperamento, como la salud sí depende del
cuerpo; por el contrario, el temperamento depende del alma: no existien-
do el alma no hay temperamento.
El alma es vida porque es razón, la cual es un movimiento vivo. Por 32
eso, cuando pienso, considero y determino ¿qué otra cosa sucede sino que
se mueve a sí mismo el espíritu racional, que es una fuerza de pensamien-
to, de consideración y determinación? Y cuando busco la determinación
21
Juan, 11, 25.
22
Cfr. Aristóteles, Sobre el alma, II, 3, 414 b.
68 Nicolás de Cusa
23
Una explicación más pormenorizada lo constituye el capítulo XI de La mente, que
lleva por título: “En Dios todas las cosas están en la Trinidad; de modo semejante también
en nuestra mente; nuestra mente está compuesta de los diferentes modos de comprender”;
cfr., pp. 91 ss.
70 Nicolás de Cusa
JUAN: Parecieras haber dicho con cautela que en los animales no exis- 34
te el pensamiento, la consideración y la determinación del juego, si bien
no niegas que los animales piensan, consideran y determinan cuando
construyen sus nidos, en sus cazas y otras cosas que experimentamos.
¿Cómo, pues, manifiestas que no son racionales?
CARDENAL: Porque carecen de la potencia libre que hay en nosotros.
Cuando inventé este juego, pensé, reflexioné y determiné cosas que nadie
más pensó, reflexionó y determinó, puesto que cada hombre es libre de
pensar lo que quiera, e igualmente reflexionar y determinar. Esa es la
razón por la que no todos los hombres piensan las mismas cosas, al tener
cada uno libre su propio espíritu. Los animales, en cambio, no son así.
Por eso están empujados a actuar mediante su naturaleza y los que son de
la misma especie cazan y construyen nidos de manera idéntica.
JUAN: Hacen esas cosas no sin una razón.
CARDENAL: La naturaleza es movida por la inteligencia. Pero lo mis- 35
mo que el fundador de una ley, movido por la razón, ordenó esa ley de
modo tal que mueva a los súbditos –no la razón de la ley, que es desco-
nocida por ellos, sino como orden imperante de un superior, que es lo que
necesita–, de igual manera el animal es movido por el necesario imperio
de la naturaleza, y no por la inducción de la razón, que ignora. Por consi-
guiente, vemos que todas las cosas de la misma especie son impulsadas y
movidas según un único movimiento de esa especie como por una ley
natural ínsita en ellas. Nuestro espíritu, regio e imperial, no está constre-
ñido por esa constricción; si fuera de otra manera no inventaría nada, sino
que seguiría únicamente el impulso de la naturaleza.
JUAN: Cuando veo que las arañas siguen una única ley al hacer su tela
y al cazar, y las golondrinas al hacer sus nidos, y de modo semejante
otras muchas cosas, comprendo bien que los individuos de una misma
especie se mueven con un solo movimiento, y que este movimiento es
instintivo. Quedo, por tanto, satisfecho.
CARDENAL: Cuando te percatas de que pensamos, reflexionamos y de- 36
terminamos, de modo natural en nosotros, las cosas que son requeridas
por nuestra animalidad, y otras que, sin necesidad del cuerpo, son propias
del espíritu, como las señaladas antes, conoces de modo experimental que
en las primeras nosotros no nos movemos con libertad, sino por necesi-
dad de la naturaleza sensible y corpórea. En cambio en las segundas nos
movemos de modo libre, puesto que el espíritu libre se mueve a sí mismo.
La naturaleza, en efecto, jamás puede imponer necesidad alguna a nuestro
espíritu. En cambio el espíritu sí puede imponerla a la naturaleza, como
resulta patente en el bien, en las abstinencias, en la castidad, y en el mal
72 Nicolás de Cusa
24
Cfr. Pseudo-Dionisio Areopagita, De divinis nominibus, IV, § 23.
25
Cfr. Aristóteles, Sobre el alma, II, 3, 414 b.
74 Nicolás de Cusa
26
Cfr. Juan de Salisbury, De septem septenis, 7.
76 Nicolás de Cusa
27
Cfr. Nicolás de Cusa, De coniecturis, II. En La visión de Dios, el Cusano alcanza
expresiones excelsas al respecto; solamente cito la siguiente, del cap. VII, p. 84: “has
puesto en mi libertad que, si yo lo quiero, yo sea yo mismo. Por tanto, si yo no soy yo
mismo, tu no eres mío; de otro modo coartarías mi libertad, ya que tú puedes ser mío
únicamente cuando yo sea yo mismo. Pero como has establecido esto en mi libertad, no
me coartas, sino que esperas que yo escoja ser yo mismo”.
80 Nicolás de Cusa
actu esset, utique ipsa aeternitas esset aut aeternitatis factura. Non
potest dici quod sit aeternitas, quia aeternitas deus est, qui est omne
id quod esse potest. Sic non est materia, quae est possibilitas seu
fieri posse sive variabilitas. Nec aeternitatis factura. Nam si facta
esset, fieri potuisset. Tunc fieri posse, scilicet materia, de materia
facta esset et sic de seipsa, quod est impossibile. Non est igitur
aliquid actu materia. Sed res quae fit dicitur ex materia fieri, quia
fieri potuit. Non enim foret mens divina omnipotens, si non nisi de
aliquo aliquid facere posset; quod mens creata nequaquam
omnipotens quotidie facit.
47 IOANNES: Non negas posse fieri, licet non sit aliquid, esse posse
fieri aliquid. Non est igitur penitus nihil, cum de nihilo nihil fiat; et
cum non sit deus nec aliquid actu nec de aliquo nec nihil, ideo
quidquid est de nihilo est; non ex seipsa, cum se de nihilo creare
nequeat, dei igitur creatura videtur.
CARDINALIS: Optime concludis. Hoc enim sic concedi debere
viva ratio necessitat, licet quomodo hoc concipi possit non reperiat.
Sicut enim conceptus de deo omnem excellit conceptum, sic de
materia omnem fugit conceptum.
48 IOANNES: Latentne formae in materia, ut globus latuit in ligno?
CARDINALIS: Nequaquam. Nam cum tornator globum facit
abscindendo partes ligni usque quo perveniat ad formam globi,
possibilitas, quam vidit tornator in ligno, quando se conformat cum
globo mentis, transivit de possibili modo essendi ad actu esse.
Cuius causa materialis est lignum et efficiens artifex et formalis
exemplar in mente artificis et finalis ipse artifex, qui propter
seipsum operatus est. Tres igitur causae concurrunt in artifice et
quarta est materialis. Ita deus est tricausalis, efficiens, formalis et
De ludo globi - El juego de la bola, I 83
28
Idéntica doctrina en El Possest, pp. 158-159: “decía que Dios es sol; pero no con el
modo de ser con el que este sol es, que no es lo que puede ser. Pues el que es lo que puede
ser ciertamente no le falta el ser del sol, sino que lo posee en un mejor modo de ser, por-
que lo posee de un modo perfectísimo y divino. Lo mismo que la esencia de la mano tiene
el ser más verdaderamente en el alma que en la mano, puesto que en el alma está la vida y
la mano muerta no es mano, igual debe afirmarse de todo el cuerpo y de cada uno de los
miembros: de una manera semejante el universo está referido a Dios, excepto que Dios no
84 Nicolás de Cusa
es el alma del mundo como el alma es alma del hombre, y no es forma de alguna cosa,
sino de todas, porque es causa eficiente, formal o ejemplar y final”.
86 Nicolás de Cusa
29
Parece recordar la conocida expresión paulina referente a Cristo, “que siendo de
condición divina… se despojó de sí mismo… hecho semejante a los hombres; cfr. Fili-
penses, 2, 6-7.
30
Es la misma expresión de San Pedro, en su epístola 1 Pedro, 2, 21: “dejándoos un
ejemplo para que sigáis sus huellas”.
31
Cfr. Juan, 14, 2: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas”.
32
Expresión de San Pablo, en 1 Timoteo, 2, 5.
88 Nicolás de Cusa
33
Cfr. Tito, 1, 2.
34
Idea formulada por San Agustín en La Ciudad de Dios, XIV.
35
Es la conocida doctrina formulada por San Pablo, Gálatas, 2, 20: “vivo, pero no soy
yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”.
36
Todas esas frases están tomadas casi literalmente de obras de San Juan y de S. Pablo.
90 Nicolás de Cusa
37
Cfr. Aristóteles, Física, II, 5ss.
38
Virgilio, Eneida, VIII, 334.
94 Nicolás de Cusa
sicut fiunt, alioquin non fieret homo. Est ergo inevitabilis necessi-
tas, cui nihil resistere potest. Ideo omnipotens. Cum autem Socrates
et Plato actu homines sint dispares, hoc non evenit, quia fortuna seu
ordo et dispositio sint prospera et adversa nisi quantum ad istos
homines, quorum unus assequitur prospera respectu alterius.
58 Sed neque haec fortuna, quae anima mundi supra nominatur, in
nostro regno disponit illa quae hominis sunt. Quisque enim homo
liberum habet arbitrium velle scilicet et nolle, cognoscens virtutem
et vitium, quid honestum, quid inhonestum, quid iustum et quid
iniustum, quid laudabile, quid vituperabile, quid gloriosum, quid
scandalosum et quod bonum elegi debeat et malum sperni, habens
intra se regem et iudicem horum quae, cum haec bruta ignorent,
ideo sunt hominis ut hominis. Et in his est nobile regnum
nequaquam universo aut alteri creaturae subiectum, non in his
extrinsecis bonis quae fortuita dicuntur, de quibus non potest
habere homo quantum vellet, quoniam liberae voluntati non
subsunt sicut bona praefata immortalia, quae voluntati subiciuntur.
Nam si vult, reperit et elegit libere virtutes immortales immortalis
anima, propriae vitae suae cibum immortalem sicut vegetativa
corporis pastum sibi aptum corporalem.
Et licet sit impossibile, dum globus movetur, praescire in quo
puncto quiescat –neque propterea semper in circulo quiescit, quia
circulum aliquotiens subintrat–, non minus tamen ex consuetudine
et continuata practica praevideri poterit coniectura verisimili in
circulo globum quietem accepturum; difficilius tamen in quo
ordine per circulos distincto; et penitus impossibile in quo puncto.
Terreno igitur homini et eius peregrinationi globus, habens
ponderosum corpus et in latus terreum inclinatum, et eius motus,
quia per hominis fit impulsum, aliqualiter similatur.
59 Non enim potest in rectitudine persistere motus humanus. Cito
declinat, propter terrestreitatem inconstanter et varie semper
fluctuans, qui nihilominus potest exercitio virtutis revolutionem in
circulo terminare. Et bonam et perseverantem intentionem adiuvat
deus, qui in motu quaeritur, et perficit bonam voluntatem. Ipse
enim est, qui fidelem dirigit et ad perfectum producit et impo-
De ludo globi - El juego de la bola, I 95
que todas las cosas se hacen como se hacen, pues en caso contrario no se
habría hecho el hombre. En consecuencia, existe una necesidad inevita-
ble, a la que nada puede resistir. Y por ello es omnipotente. Que Sócrates
y Platón sean hombres diferentes en acto es algo que acaece solamente
porque la fortuna o el orden y disposición son prósperas y adversas res-
pecto de estos hombres, de los que uno ha alcanzado una disposición
próspera respecto del otro.
Ahora bien, ni siquiera esta fortuna, que más arriba fue denominada 58
alma del mundo, establece en nuestro reino las cosas que son propias del
hombre. Todo hombre, en efecto, posee el libre arbitrio, es decir, de que-
rer o no querer, conociendo la virtud y el vicio, lo que es honesto, lo des-
honesto, lo justo y lo que es injusto, lo que es digno de alabanza, lo vitu-
perable, lo glorioso, lo que es escandaloso, que debe elegir el bien y re-
chazar el mal, puesto que dentro de sí es rey y juez de estas cosas, que
desconocidas por los animales son sin embargo propias del hombre en
cuanto hombre. Y en estas cosas está el noble reino humano, jamás some-
tido al universo o a otra criatura; ese reino no está en los bienes exteriores
que se consideran fortuitos, respecto de los cuales el hombre no puede
poseer cuanto desea, ya que ellos no están sometidos a una voluntad libre
como los bienes inmortales aludidos antes que están sujetos a la voluntad.
En efecto, el alma inmortal, si quiere, descubre y elige libremente las
virtudes inmortales, alimento inmortal de su propia vida, lo mismo que el
alma vegetativa del cuerpo descubre y elige el alimento corpóreo más
adecuado.
Y aunque, mientras la bola se mueve, es imposible saber con antela-
ción en qué punto se detendrá –ni tampoco se detiene siempre en el círcu-
lo, ya que algunas veces se para antes del círculo– sin embargo, por la
costumbre y la práctica continuada podrá preverse con una verosímil
conjetura si la bola se detendrá en el círculo; más difícil en cambio será
prever en qué orden iría la bola a través de los círculos, y absolutamente
imposible será prever en qué punto se detendrá. Por consiguiente, por
tener un cuerpo pesado y con un lado inclinado hacia la tierra, en cuanto
lanzada por el hombre, la bola y su movimiento será de alguna manera
semejante al hombre y a su peregrinar terrenos.
El movimiento humano no puede persistir por mucho tiempo en una 59
línea recta. Declina con rapidez, es siempre fluctuante, de manera variada
e inconstante, a causa de su naturaleza terrena, y no obstante puede ter-
minar su giro con el ejercicio de la virtud. Dios, que es buscado en ese
movimiento, ayuda a la buena y perseverante intención y lleva a buen
término esa buena voluntad. Él, en efecto, es quien dirige al que es fiel, lo
conduce hasta la perfección y suple con su clemencia omnipotente la
96 Nicolás de Cusa
impotencia de quien espera en él. El cristiano, por tanto, que hace todo lo
que está de su parte, aunque sienta que su bola realice su recorrido de
modo inconstante, confiando en Dios, que no abandona a quienes esperan
en él39, no quedará confundido.
Este es el secreto de este juego, que he indicado ahora de manera bre- 60
ve, para que a partir de estas pocas palabras puedas entender muchas
cosas y avanzar en el movimiento, de modo que al final alcancemos fe-
lizmente la paz en el reino de la vida, con Cristo nuestro rey, con la ayuda
de él, que es el único todopoderoso y bendito por los siglos. Amén40.
39
Cfr. Hebreos, 13, 5.
40
Al final del libro I, y a modo de apéndice, la edición crítica de De ludo globi añade,
con el título Incipiunt versus facti de laude eius, una serie de versos (66 en concreto); los
críticos consideran que su autor no es Nicolás de Cusa. Por eso, al igual que otras traduc-
ciones de esta obra, no considero oportuno incorporarlas. Cfr. al respecto K. Bormann,
“Nicolaus Cusanus als Poet?”, Mittellateinisches Jahrbuch, 1985 (20), pp. 184-192.
DIALOGUS DE LUDO GLOBI
<LIBER SECUNDUS>
EL JUEGO DE LA BOLA
<LIBRO SEGUNDO>
100 Nicolás de Cusa
INTERLOCUTORES:
Albertus adolescens Dux Bavariae et Nicolaus Cardinalis etc.
INTERLOCUTORES:
Alberto, joven Duque de Baviera1, y el Cardenal Nicolás
1
Alberto IV de Baviera, a la sazón de 14 o 15 años.
2
Pío II, Papa desde 1458 hasta 1464. Nombró a Nicolás de Cusa como Camarlengo y
su Vicario General para Roma y el Lazio en 1459. Fallecieron ambos en 1464 con pocas
fechas de diferencia.
3
Quiere decir, obviamente, el primer libro.
102 Nicolás de Cusa
fuerzo excelsas nociones, que te harán hábil para tener más capacidad de
elevarte hacia todo lo que es posible saber. Es preciso, sin embargo, que
abras los ojos de la mente y levantes completamente tu vista para que
veas, más que oír, lo que voy a decir.
ALBERTO: Haré todo cuanto me permitan la naturaleza y mi ingenio.
CARDENAL: Para que entiendas ese arcano de los círculos, fija en tu 62
memoria la proposición que sigue: Lo que es en todas las cosas y en el
que todas las cosas están, no puede ser ni mayor ni menor. Por eso es el
ejemplar de todas las cosas.
ALBERTO: Ya tengo fijada en la memoria esta proposición. Pero para
que la mente vea la verdad de esa proposición, se precisa una explicación.
CARDENAL: Será suficiente una pequeña explicación. ¿Cómo algo po-
dría ser más pequeño que aquello que está en todas las cosas? ¿O cómo
algo puede ser más grande que aquello que está en todas las cosas? Si,
por tanto, no hay nada que sea mayor o menor que aquello, resulta nece-
sario que todas las cosas sean imágenes de ese único ejemplar.
ALBERTO: Lo has explicado de modo muy escueto. Compruebo, en
efecto, con clara certidumbre, que se trata de una demostración clara,
puesto que la imagen no posee nada que no derive del ejemplar y uno
solo es el ejemplar de todas las cosas, que está en todas ellas y en cual
están todas, y tras lo cual comprobaré la unidad del ejemplar de todas las
variadas imágenes; me has conducido a una excelsa contemplación.
CARDENAL: Tú observas bien con la mente que no puede existir una
imagen salvo que en ella esté su ejemplar.
ALBERTO: Muy ciertamente.
CARDENAL: ¿Pero cómo existe la imagen salvo en su mismo ejem- 63
plar? Si en efecto la imagen está fuera de su ejemplar ¿cómo puede seguir
siendo imagen?
ALBERTO: No hay impedimento ninguno para que yo lo vea así. Pues,
en efecto, es necesario que la imagen esté contenida en su ejemplar. En
caso contrario no sería una verdadera imagen. Por eso, veo perfectamente
que el ejemplar está necesariamente en la imagen y que la imagen está
contenida o está en el ejemplar.
CARDENAL: El ejemplar, por tanto, está en todas las imágenes y en él
están todas las cosas que son imágenes. Ninguna imagen, pues, es menor
o mayor que él. Por esa razón todas las imágenes son imágenes de un solo
ejemplar.
ALBERTO: Me percato de que muy verdaderamente es así.
104 Nicolás de Cusa
4
Es pertinente recordar que para Nicolás de Cusa solamente Dios, el Absoluto en sen-
tido estricto, por ser infinito, es radicalmente incontracto, no contraído o restringido por
nada y a nada. Cuando en ese texto se habla de absoluto no se refiere, como es obvio, al
Absoluto o Dios, sino a lo que se puede considerar como un absoluto relativo, como lo
clarifican los casos que señala el Cusano.
108 Nicolás de Cusa
5
Juan, 14, 6.
110 Nicolás de Cusa
essentia rotundi seu perpetui sciri aut haberi potest nisi a centro,
super quo volvitur motus perpetuus, ita quod eo non exsistente non
potest nec perpetuitas nec motus vitae perpetuae, qui in aequalitate
ad identitatem centri refertur, aut nosci aut esse, sic se habet
centrum, quod Christus est, ad omnes circulationes. Circuli igitur
hic motum vitae figurant. Et vivaciores motus designantur per
circulos centro, quod vita est, propinquiores, quoniam vita, quod
centrum est, quo nec maior nec minor dari potest. In ipso enim
continetur omnis motus vitalis, qui extra vitam esse nequit. Nisi
enim sit in omni motu vitali vita, nequaquam vitalis erit. Est autem
circularis et centralis motus, qui vita est viventium. Quanto autem
circulus centro est propinquior, tanto citius circumvolvi potest.
Igitur, qui sic est circulus quod et centrum, in nunc instanti
circumvolvi potest. Erit igitur motus infinitus. Centrum autem
punctus fixus est. Erit igitur motus maximus seu infinitus et pariter
minimus, ubi idem est centrum et circumferentia, et vocamus
ipsum vitam viventium in sua fixa aeternitate omnem possibilem
vitae motum complicantem.
70 ALBERTUS: Intelligo te dicere velle parvitatem circulorum
velociorem seu vivaciorem motum vitae figurare, quoniam ad
centrum, quod est «vita viventium», propius accedunt. Sed dicito,
cur novem circulos figurasti?
CARDINALIS: Scimus aliquos in rationis motu veloces, alios
tardos, sed differentes, ut ex varietate ingeniorum experimur.
Quorum quidam tanta gaudent vivacitate, ut brevissime discurrant.
Alii tardius et vix unquam in aliquo proficiunt. Christus, qui est
vita, est et sapientia, hoc est sapida scientia. Scientia in eo, quia
sapida, ostenditur viva apprehensio. Et vita intellectualis est
apprehensio sapientiae seu sapidae scientiae. Omnis igitur motus
vivus rationalis est, ut suae vitae causam videat et tali sapientia
immortaliter pascatur; quod si ad hoc non pervenerit, non vivit,
quando suae vitae causam ignorat.
71 Deus autem est dator vitae, quem nisi Christus dei filius ostendat
nemo videbit. Ostendere enim solum ad ipsum spectat, quia non
De ludo globi - El juego de la bola, II 111
potest patrem ut patrem ostendere nisi filius. Unus est autem pater
Christi et nostri, qui est ipsa paternitas, quae est in omnibus
patribus et in qua omnes patres sunt et continentur. Sed ut clarius
videas ipsum ostensorem patris, adverte quia ipse est veritas.
Dicebat enim se «viam et ostium, vitam et veritatem». Ostensio
certa et vera non nisi per veritatem fieri potest. Falsitas vero errat et
deviat, quae mendaci diabolo, seductori tribuitur. Filiatio dei in
Christo seipsam quia veritas ostendit. Et qui Christum vere videt, in
eo patrem et ipsum in patre videt.
72 Circuli igitur sunt visionis gradus. In omni circulo videtur
centrum omnibus commune, propinquius in propinquioribus, remo-
tius in remotioribus. Extra quem cum centrum videri nequeat, quod
non nisi in circulo videtur, non videtur «vita viventium» seu lux
luminum intellectualium. Ideo in tenebra et umbra mortis sic carent
vita, sicut oculus integer in tenebris caret vita, quia videre est sibi
vivere. In carentia autem lucis nihil videre potest, licet sit oculus
sanus. Ita anima, licet incorruptibilis, luce carens ostensiva, quae
Christus est, non videt nec intellectuali vita vivere potest. Sicut
enim sensibilis visio, ut sit vera et viva, sensibili luce indiget
ostensiva, ita et intellectualis visio intellectuali veritatis luce opus
habet, si videre seu vivere debet. Et quia in denario terminatur
omnis numerus, per novem circulos in decimum, quia sic circulus
quod centrum, figuravi ascensum.
73 ALBERTUS: Cuncta competenter quae dixisti, etsi non cepi in
gustu intelligentiae, vidi tamen vera esse. Solum admiror,
postquam infinitas centralis lucis liberalissime se diffundit, quo-
modo gradus oriantur.
CARDINALIS: Haec lux non se diffundit per corporalia loca ut
quasi lux corporea, quae proximiora loca plus illuminat. Sed est
lux, quae nec loco clauditur nec obstaculo impeditur sicut nec
De ludo globi - El juego de la bola, II 113
6
Cfr. Juan, 14, 6 y ss.
7
Juan, 14, 6 y ss.
8
Juan, 8, 9, etc.
9
Expresión recurrente en la Sagrada Escritura; cfr., p. e., Lucas, 1, 79.
114 Nicolás de Cusa
10
Cfr. Pseudo-Dionisio Areopagita, La jerarquía celeste, III, 3.
11
Quizá se refiere a lo señalado en Mateo, 22, 2.
116 Nicolás de Cusa
12
Cfr. 1 Timoteo, 2, 5.
13
Cfr. Aristóteles, Metafísica, I, 5, 986 a.
118 Nicolás de Cusa
dos en los nueve géneros de accidentes. Para hacer observar, pues, esta
distinción he realizado esta figura.
ALBERTO: He oído que también los ángeles se distinguen en nueve co- 77
ros.
CARDENAL: Los ángeles son inteligencias. Y puesto que son diversos,
es preciso que sus visiones intelectuales y sus distinciones se distingan de
modo intelectual según órdenes y grados, desde el ínfimo hasta el supre-
mo rango, que es Cristo y es denominado como “el ángel del gran conse-
jo”14; a partir de esta distinción se encuentran tres órdenes y en cada uno
tres coros15. El término es el centro, lo mismo que el diez es el término de
los nueve artículos. El primer orden, el más central, es el orden de los
espíritus inteligibles, que con una simple intuición en el centro, es decir,
en el ejemplar omnipotente, comprehenden todas las cosas sin sucesión,
sea temporal o natural, y todas simultáneamente; éstos asisten a la majes-
tad divina, de la cual alcanzan el poder de ver de esa manera todas las
cosas. En efecto, como Dios de suyo posee esta distinción, de tal manera
que en su simplicidad intuye todas las cosas simultáneamente, ya que es
causa inteligente, así proporciona a esos espíritus que le asisten que pue-
dan ver todas las cosas simultáneamente en la simplicidad divina. Estos
también, por tanto, aunque son creados, se llaman eternos, puesto que
comprenden todas las cosas de manera simultánea. Otro orden es el de las
inteligencias, que comprenden todas las cosas a la vez, pero no sin la
natural sucesión, es decir, que las cosas diversas provienen de modo natu-
ral unas de otras. Y aunque entiendan sin sucesión temporal, como sin
embargo no pueden entender sin un orden natural, por eso hay en ellas un
cierto debilitamiento del conocimiento. Por tanto no son llamados eternos
como los inteligibles, sino perpetuos, ya que entienden según un orden
natural y una sucesión. El tercer orden se llama orden racional, porque
aunque la comprensión de éstos sea cierta, sin embargo entienden de
manera menos perfecta que los otros.
El primer orden tiene tres coros, los cuales intuyen en Dios la volun- 78
tad divina, si bien de modo diferente, e imitan su distinción. Estos tres
coros inteligibles comprenden la voluntad divina en los inteligibles. Y los
tres coros racionales intuyen la voluntad divina en los inteligibles. Esos
órdenes son, pues, nueve, y Dios, que incluye y contiene en sí todas las
cosas se representa como el diez. Por consiguiente, cada uno de los nueve
órdenes posee su propia teofanía, es decir, su manifestación divina, y
Dios la décima, de la que todas proceden. Así pues, diez son los diversos
14
Isaías, 9, 6.
15
Cfr. Pseudo-Dionisio Areopagita, La jerarquía celeste, VI, 2.
120 Nicolás de Cusa
16
Se refiere, como es notorio, a la tetracausalidad aristotélica.
122 Nicolás de Cusa
17
El problema de la alteridad es tratado recurrentemente por Nicolás de Cusa. Cfr., por
el ejemplo el capítulo XIV (Dios complica todas las cosas sin alteridad) de La visión de
Dios, pp. 107 ss.
18
Cfr. también La mente, p. 75: “Por ello, la alteridad no pertenece a la esencia de nin-
guna cosa. La alteridad concierne a la muerte, porque es una división, de la que procede la
corrupción. Por consiguiente, no pertenece a la esencia de una cosa. Ves, pues, que el
número no es otra cosa que cosas numeradas. De esto resulta que entre la mente divina y
las cosas no puede mediar un número que tenga un ser actual, sino que el número de las
cosas son las cosas mismas”.
124 Nicolás de Cusa
pisum aut moveatur aut quiescat aequaliter cum alio et alius sit
locus et motus cuiuslibet, tamen illa alteritas et variatio non est a
proiciente omnia simul aequaliter, sed ex contingenti, quando non
est possibile ipsa aequaliter moveri aut eodem in loco quiescere.
82 ALBERTUS: Nonne entitatis est unire et conectere?
CARDINALIS: Utique.
ALBERTUS: Illa autem varia et alia atque divisa esse oportet,
quae conecti debent.
CARDINALIS: Licet deus non sit causa divisionis, qui est nexus,
tamen ómnium variorum et divisorum creator. Nexus autem est
ante divisionem, quoniam divisio unionem praesupponit. Conectit
igitur unitas quae entitas diversa divisa in unam concordantem
harmoniam. Plura enim ut plura non habent esse nisi ut sunt
conexa. Conexio ab unitate et aequalitate procedit. Plura igitur entia
ab unitate seu entitate non habent quod non sunt plura. Sed cum
non possint esse multa nisi et altera et divisa, ideo, ut in unitate
subsisterent, per entitatem quae deus est conexa sunt conexione,
quae est prior natura quam divisio.
Si igitur acute inspicis, vides entitatem esse ipsam unitatem,
quae de se generat aequalitatem, a quibus procedit nexus, qui
unitatis et aequalitatis nexus est. Aequalitas autem non potest esse
nisi diversarum aequalium hypostasum ante omnem inaequalitatem
et alteritatem. Quare si ad pluralitatem creaturarum unius universi
respicimus, in ipsis reperimus unitatem, quae est omnium entitas, et
aequalitatem unitatis. Aequaliter enim omnia entitatem habent, cum
unum ens non sit neque plus neque minus ens quam aliud. In
quibus omnibus et singulis tota entitas est in aequalitate. Suntque
ideo ad unum conexa, quia in omnibus et singulis est entitas et
aequalitatis nexus ab unitate et aequalitate procedens. Sic vides
primam causam unam, quia prima, et trinam, quia est unitas,
aequalitas et nexus. Et nisi hoc verum esset, non esset causa ipsa
entitas entium. Deus igitur, quia creator, non potest esse nisi trinus
et unus. Est igitur mundus creatus, ut in ipso videatur creator trinus
et unus: qui pater dicitur, cum sit unitas quae entitas, et filius, quia
aequalitas unitatis –gignit enim unitas quae entitas aequalitatem,
De ludo globi - El juego de la bola, II 125
19
Es doctrina reiteradamente expuesta por el Cusano; cfr., entre otros textos, El Possest,
passim y La Igualdad, passim.
20
Es la sentencia citada ya del Libro de los XXIV Filósofos.
128 Nicolás de Cusa
21
Platón, Timeo, 37 d.
22
Cfr. La mente, passim.
132 Nicolás de Cusa
23
Salmo, 98, 1 (99, 1).
134 Nicolás de Cusa
24
No parece cierta esa afirmación; el astrolabio parece invento de astrónomos árabes.
138 Nicolás de Cusa
25
San Agustín, La ciudad de Dios, XIV, 24.
26
Actualmente la ciudad argelina de Guelma.
140 Nicolás de Cusa
corpus adeo foret attenuatum aut minutatum quod videri aut tangi
non bene posset, non tamen propterea corpus esse desinit, cum in
non-corpus resolvi non possit. Neque est possibile hominem
penitus ratione semel habita in infusione rationalis animae posse
postea spoliari, licet non videatur aliquis rationis usus. Nam hic
usus in uno est clarior, in alio obscurior. Ideo numquam potest esse
minimus et penitus nullus, etiamsi adeo parvus quod discerni ab
aliis non posset. Hoc ex regula doctae ignorantiae constat, quae
habet quod in recipientibus magis et minus non est devenire ad
maximum et minimum simpliciter.
97 ALBERTUS: Cum stultitia, quam in multis experimur hominibus,
ingerat dubium, an sit in ipsis ratio, videtur per simile hoc dubium
solvi posse hoc modo: Habent quidam integros oculos et nihil
discernunt; non tamen propterea virtute visiva carent, sed usu, qui
ut appareat meliorem organi exigit dispositionem. Et sicut ali-
quando oculus recipit meliorem dispositionem et tunc usus videndi
apparet, aliquando manet indispositus et non advenit, ita de
stultitia, quae sanitate organi adveniente, sine quo usus rationis non
potest adesse, usu rationis apparente cessat et non cessat defectu
organi non sublato. Hoc verum aestimo quod, sicut numquam
reperitur oculus adeo indispositus, quin aliquam lucem sentiat, licet
nihil discernat, ita de stulto asserendum. Et si haec sic sint, ut
asseris, restant tamen adhuc quaedam, quae me turbant. Cum anima
sit causa motus corporis, quomodo hoc fieri possit sine mutatione?
Et si movendo mutatur anima, utique temporalis est. Omne enim,
quod mutatur, instabile et nequaquam perpetuum esse potest.
98 CARDINALIS: Oportet ut dicamus animam movere et non mutari,
uti Aristoteles dicebat deum ut desideratum movere. Manet enim in
se fixum illud ‘bonum ab omnibus desideratum’ et ad se omnia
movet quae bonum desiderant. Anima rationalis suam operationem
intendit producere. Intentione firma persistente movet manus et
instrumenta dum dolat lapidem statuarius. Intentio videtur in anima
De ludo globi - El juego de la bola, II 141
27
Cfr. Nicolás de Cusa, La docta ignorancia, I, c. 3.
28
Cfr. Aristóteles, Metafísica, XII, 7, 1072 b.
142 Nicolás de Cusa
tes a él”29; no dice que seremos él mismo. Ahora bien, como has hablado
respecto del sentido del alma racional, ¿cómo entiendes tú que el sentido
está en la naturaleza intelectual?
CARDENAL: Con frecuencia no nos percatamos ni con la vista ni con
el oído de quienes pasan, puesto que no estamos atentos a eso; pero cuan-
do estamos atentos sí nos percatamos. Nosotros poseemos virtualmente
en nuestra alma la razón y la ciencia de las cosas susceptibles de ser sabi-
das; sin embargo no sentimos en acto su verdad salvo que atentamente
hayamos estado volcados en verla. Aunque tenga la ciencia de la música,
sin embargo no me siento músico cuando me dedico en un tiempo de ocio
a la geometría. Una atenta consideración me hace sentir los inteligibles,
que de otra manera no sentiría. Lo mismo que el centro de todos los
círculos está ocultado en lo profundo, en cuya simplicidad está la capaci-
dad complicante de todo, igualmente en el centro del alma racional están
complicados todas las cosas comprendidas en la razón; pero no son senti-
das, salvo que esta capacidad no sea estimulada y desplegada con una
atenta consideración.
ALBERTO: Estás respondiendo de manera óptima y gratísima a todas
las cosas. Por lo que veo, ahora te apresuras a la conclusión. Te pido que
añadas algo respecto de lo que está oculto y lo que es manifiesto. A partir
de la figura descrita parece que toda la fuerza esté oculta en el centro.
CARDENAL: Se ha escrito que Dios está escondido “a los ojos de to- 104
dos” los sabios30 y que todo lo invisible está oculto en lo visible. Lo visi-
ble es manifiesto a los ojos y lo invisible está alejado de los ojos. Aristó-
teles afirma que los principios son mínimos en cantidad y máximos en
virtualidad31. La potencia espiritual es también invisible, y el poder de
una chispa de fuego es de tanta potencia como el fuego entero. Tanto
poder hay en un pequeño grano de mostaza como en muchos granos, es
más, como en todos los granos que puedan existir32. El fin de lo que es
manifiesto está escondido y es intrínseco de lo extrínseco. Las pieles y las
cortezas existen a causa de las carnes y las médulas, y éstas por la poten-
cia intrínseca, vital e invisible. La potencia de los elementos está escon-
dida en el caos y <la potencia mineral en la de los elementos, la vegetati-
va está escondida en el mineral y en> la vegetativa está escondida la sen-
sible, y ésta en la imaginativa, y en ésta se oculta la logística o racional,
29
1 Juan, 3, 2.
30
Cfr., entre otros lugares, Job, 28, 20-21.
31
Aristóteles, Elencos Sofísticos, 34.
32
Es la parábola del grano de mostaza de los Evangelios; cfr, Mateo, 13, 31; Marcos, 4,
30, etc.
148 Nicolás de Cusa
107 Ordo cum sit de necessitate omnium operum dei –ut recte
Apostolus aiebat dicens: quaecumque a deo sunt, ordinata sunt–,
sine principio, medio et fine nec esse nec intelligi potest. Est autem
ordo perfectissimus et simplicissimus, quo nullus aut perfectior aut
simplicior esse potest, qui est in omni ordinato et in quo omnia
ordinata, modo quo in generali propositione in exordio praemisi-
mus. In eo autem ordine, qui est omnium ordinum exemplar, nece-
sse est medium esse simplicissimum, cum ordo sit simplicissimus.
Erit igitur adeo aequale medium quod et ipsa aequalitas. Qui ordo
non potest per nos aliqua discretione capi nisi in ordinatissima
progressione, quae ab unitate incipit et ternario terminatur. In qua
medium simplicissimum est aequale medium principii et finis. Duo
enim medium est praecisum et aequale unius et trium et praecisa
tertia totius ordinis et progressionis. Aliter nos illum simplicissi-
mum divinum ordinem nisi in praemissa progressione discernere
non possumus. Et cum medium sit aequale medium, sicut est
indistinctum ab aequalitate, ita et in essentia manet idem cum
principio et fine. Diversarum enim essentiarum non potest esse
praecisa aequalitas.
108 Omnis autem ordo, qui habet quod est ordo a iam dicto simpli-
cissimo ordine, non potest habere simplex et aequale medium. Est
enim omnis ordo excepto simplicissimo compositus. Omne autem
quod componitur, ex inaequalibus componitur. Impossibile est
enim plures partes componibiles praecise aequales esse. Non enim
essent aut plures aut partes. Neque aequalitas est plurificabilis. Ideo
in primo ordine simplicissimo una est trium hypostasum aequalitas,
quia impossibile est plures esse aequalitates, quando «pluralitas
sequitur alteritatem» et inaequalitatem. Si igitur non potest esse in
ordinato seu creato ordine simplex et aequale medium, ideo nec in
ternaria progressione concluditur. Sed ultra progreditur in compo-
sitionem. Quaternarius autem est immediate a prima progressione
exiens et non exiret, nisi ordinata esset progressio. Quare id, quod
ordinata progressio de prima ordinatissima exiens requirit, nece-
ssario in ipsa quaternaria exsistit. Ideo habet compositum medium,
scilicet duo et tria, quae simul sunt medium totius progressionis.
Sunt enim unum et duo et tria et quattuor simul decem, duo vero et
tria quinque, medietas scilicet de decem. Sic se habent quattuor,
De ludo globi - El juego de la bola, II 151
33
Cfr. Romanos, 13, 1; y Sabiduría, 11, 21.
152 Nicolás de Cusa
34
Boecio, De Institutione Arithmetica, I, 2.
35
Cfr. los textos señalados en citas anteriores sobre La mente.
154 Nicolás de Cusa
110 ALBERTUS: Haec sic ut asseris admitto. Nunc rogo, cum dies ad
vesperam tendat, hoc colloquium valere memoriaque dignum
delectabili conclusione facito!
CARDINALIS: Conabor. Et non incidit mihi, quomodo melius
quae dixi valere faciam, quam si de valore loquar.
ALBERTUS: Optime!
CARDINALIS: Bonum et nobile atque pretiosum est esse. Ideo
omne quod est non est valoris expers. Nihil enim penitus esse
potest, quin aliquid valeat. Neque reperiri potest quidquam minimi
valoris, ita quod minoris valoris esse nequeat; neque adeo magni
valoris quidquam est, quin maioris esse possit. Solus autem valor,
qui est valor valorum et qui in omnibus quae valent est et in quo
quae valent exsistunt, in se omnem valorem complicat et plus aut]
minus valere nequit. Hunc igitur absolutum valorem, omnis valoris
causam, in centro circulorum omnium occultatum concipito. Et
extremum circulum valorem extremum et prope nihil facito, et
quomodo in denarium unitrina progressione augetur modo saepe
tacto considera, et dulcem speculationem subintrabis!
111 ALBERTUS: Puto, si ad pretium valoris sermonem contraheres,
magis nos instrueres.
CARDINALIS: Forte de pecunia dicere intendis.
ALBERTUS: Sic volo.
CARDINALIS: Demum faciam. Sed nunc attende, quomodo valor
rerum omnium non est nisi esse ipsum omnium. Et sicut in
simpliciter maximo valore uno et penitus incomposito et indivisibili
verissime omnis omnium valor exsistit, ita in entitate simplicissima
omnium esse. Sicut enim in valore alicuius floreni est valor mille
parvulorum denariorum, et in duplo meliori floreno duorum
milium, et ita in infinitum, ita in optimo, quo melior esse non
posset, infinitorum denariorum valorem esse necesse esset. Et sicut
hoc vides verum, ita veraciter et realiter verum esset.
ALBERTUS: Utique sic est.
112 CARDINALIS: Dum autem tu in te ipso hoc verum verum vides,
quid valet ille tuae mentis oculus in sua virtute valorem omnem
discernens? Nam in ipso visu valor omnium et valores singulorum
De ludo globi - El juego de la bola, II 155
ALBERTO: Admito que estas cosas sean como dices. Puesto que el día 110
tiende a anochecer, ¡te ruego ahora que hagas que esta conversación ten-
ga una conclusión merecedora de una grata memoria!
CARDENAL: Lo intentaré. Y no se me ocurre mejor manera de despe-
dirme de lo que he dicho que hablar sobre el valor.
ALBERTO: ¡Magnífico!
CARDENAL: Ser es bueno, noble y precioso. Por eso, todo lo que es no
está desprovisto de valor. Nada, en efecto, puede ser completamente sin
valer algo. Y no puede encontrarse algo de un valor tan mínimo que no
pueda existir algo de menos valor; ni tampoco nada es de un valor hasta
tal punto grande que no pueda ser todavía mayor. Solamente el valor que
es el valor de los valores, y que está en todas las cosas que valen y en el
que existen las cosas que tienen valor, complica en sí todo valor y no
puede valer más o menos. Piensa, por tanto, que este valor absoluto, cau-
sa de todo valor, está oculto en el centro de todos los círculos. Y haz que
el círculo extremo sea el valor extremo y cercano a la nada, y considera
cómo el diez aumenta con una progresión unitrina de la manera ya seña-
lada reiteradas veces, ¡y entrarás en una exquisita especulación!
ALBERTO: Pienso que si concentraras tu discurso en el precio del va- 111
lor, nos instruirías más.
CARDENAL: Quizá pretendes hablar de dinero.
ALBERTO: Efectivamente.
CARDENAL: Lo haré ciertamente. Percátate ahora de cómo el valor de
todas las cosas no es otro que el ser mismo de cada una de ellas. Ahora
bien, como en el valor máximo, simplemente uno, absolutamente no
compuesto e indivisible, existe verdaderamente todo valor de todas las
cosas, igualmente el ser de todas las cosas está en la entidad simplicísima.
En efecto, lo mismo que en el valor de un florín está el valor de mil pe-
queños denarios, y en el doble de un florín superior está el valor de dos
mil denarios, y así hasta el infinito, de la misma manera en el florín ópti-
mo, mayor que el cual no puede existir ninguno, es necesario que esté el
valor de los infinitos denarios. Y como compruebas que esto es verdade-
ro, así lo será verdadera y realmente.
ALBERTO: Ciertamente es así.
CARDENAL: Cuando ves en ti mismo que esto es verdadero, ¿qué va- 112
lor posee el ojo de tu mente que discierne en su propia capacidad todo
valor? En esa visión de la mente están el valor de todas las cosas y los
valores de cada una de ellas, pero no como lo están en el valor de los
156 Nicolás de Cusa
sunt, sed non ut in valore valorum. Non enim propterea quia mens
videt id quod omnia valet, ideo ipsa omnia valet. Non enim sunt in
ipsa valores ut in sua essentia, sed ut in sua notione. Est enim valor
ens reale, sicut et valor mentis est ens aliquid et ens reale. Et ita est
in deo ut in essentia valoris; et est ens notionale, et quia cognosci
potest, et ita est in intellectu ut in cognoscente valorem, non ut in
maiori valore aut ut in causa et essentia valoris. Nam per hoc quod
intellectus noster cognoscit minorem aut maiorem valorem,
propterea non est maior aut minor valor, quia haec cognitio
essentiam valori non praestat.
113 ALBERTUS: Nonne haec cognitio maioris valoris, quam sit valor
cognoscentis, adauget valorem cognoscentis?
CARDINALIS: Valor cognitionis cognoscentis augetur in eo quod
plura cognoscit, sive illa sint maioris sive minoris valoris, quam sit
valor cognoscentis. Non enim valor cogniti intrat in valorem
cognoscentis, ut faciat valorem cognoscentis maiorem, licet melio-
retur cognitio. Sicut enim cognoscere malum non facit cognos-
centem peiorem aut cognoscere bonum meliorem, facit eum tamen
melius cognoscentem.
ALBERTUS: Intelligo. Nam sic dicimus aliquem valentem docto-
rem, licet plures non docti plus eo valeant. Tamen valor inte-
llectualis naturae magnus valde est, quia in ipsa est discretio
valorum, quae est mirabilis et cuncta discretione carentia excellens.
114 CARDINALIS: Dum profunde consideras, intellectualis naturae
valor post valorem dei supremus est. Nam in eius virtute est dei et
omnium valor notionaliter et discretive. Et quamvis intellectus non
det esse valori, tamen sine intellectu valor discerni, etiam ni quia
est, non potest. Semoto enim intellectu non potest sciri an sit valor;
non exsistente virtute rationali et proportionativa cessat aestimatio,
qua non exsistente utique valor cessaret. In hoc apparet pretiositas
mentis, quoniam sine ipsa omnia creata valore caruissent. Si igitur
deus voluit opus suum debere aestimari aliquid valere, oportebat
inter illa intellectualem creare naturam.
De ludo globi - El juego de la bola, II 157
36
El valor de los valores, esto es, el Absoluto, Infinito o Dios.
158 Nicolás de Cusa
37
Mateo, 22, 20.
160 Nicolás de Cusa
38
Hebreos, 1, 3.
162 Nicolás de Cusa
bría que no tendría el ser de florín merced a sí mismo, sino por aquél que
ha impreso su imagen en él, y por el hecho de ver en todos los intelectos
vivos una imagen similar, conocería que todas las monedas tienen la ima-
gen misma de él. Por tanto, viendo una única cara en los signos de todas
las monedas, vería una sola igualdad, por medio de la cual toda moneda
estaría constituida en acto, y vería la causa de toda posible moneda de ese
mismo tipo; también vería adecuadamente, puesto que la moneda ha sido
acuñada como moneda, que era posible de convertirse en moneda y fue
susceptible de ser moneda con antelación a ser acuñada como moneda en
acto; de ese modo vería en sí la materia que la impresión del signo deter-
minó que fuera un florín; y como la moneda es de aquél de quien es
signo, tendrá entonces su ser derivado de la verdad que está en el signo, y
no del signo impreso en la materia, toda vez que una sola verdad deter-
mina la materia de manera diversa en diferentes signos. No pueden, en
efecto, existir signos múltiples salvo que la variedad acompañe a la plura-
lidad, ni tampoco la verdad puede determinar la materia en signos dife-
rentes excepto de modo variado. De aquí se sigue que una moneda no
puede concordar con otra moneda más que completamente, puesto que las
monedas son concordantes en cuanto que son monedas de un mismo ros-
tro, y son diferentes por ser diversas entre sí. Un florín viviente cierta-
mente vería en sí mismo estas cosas y muchas otras.
CARDENAL: Has resumido perfectamente las cosas que he dicho. Sin 121
embargo encomienda a la memoria de modo particular lo siguiente: que
existe solamente una única, verdadera, precisa y suficientísima forma que
proporciona forma a todas las cosas, que resplandece de manera diversa
en diferentes signos, y que de modo variado forma, determina y establece
en acto a todas las cosas susceptibles de tener una forma.
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135. IGNACIO SERRANO DEL POZO, Debilidad de la voluntad y dominio racional. El problema
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137. DAVID GONZÁLEZ GINOCCHIO, Ser e infinito en Duns Escoto (2013)
138. NICOLÁS DE CUSA, Examen del Corán (edición bilingüe). Estudio preliminar, tra-
ducción y notas de Víctor Sanz Santacruz (2013)
139. JUAN LÓPEZ DE PALACIOS RUBIOS, De las islas del mar océano (Libellus de insulis ocea-
nis), Introducción, texto crítico y traducción de Paulino Castañeda Delgado, José
Carlos Martín de la Hoz y Eduardo Fernández (2013)
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144. MARCELINO RODRÍGUEZ MOLINERO, Alfonso de Castro y su doctrina penal. El origen de
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145. JOSÉ ÁNGEL GARCÍA CUADRADO (ED.), Los fundamentos antropológicos de la ley en
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146. NICOLÁS GONZÁLEZ VIDAL, Inconsciente, conflicto y autoengaño. La psicología de Gre-
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147. GABRIEL MARTÍ ANDRÉS, Naturaleza y ser del alma. A la luz de los principios aristoté-
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148. MARÍA DEL ROSARIO NEUMAN, Metafísica de la inteligibilidad y la autoconciencia en
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149. CRUZ GONZÁLEZ AYESTA, MAURICIO LECÓN ROSALES (EDS.), Causalidad, determinis-
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150. LAURA E. CORSO, M. JESÚS SOTO, M.ª IDOYA ZORROZA (EDS.), Ley y razón práctica en
el pensamiento medieval y renacentista (2014)
151. MAURICIO LECÓN ROSALES, Acción, praxis y ley. Estudio metafísico y psicológico de la
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152. JOSEP IGNASI SARANYANA, Sobre Duns Escoto y la continuidad de la metafísica. Con un
epílogo de gramática especulativa (2014)
153. VIRGINIA ASPE ARMELLA / M.ª IDOYA ZORROZA (EDS.), Francisco de Vitoria en la
Escuela de Salamanca y su proyección en la Nueva España (2014)
154. M.ª JESÚS SOTO-BRUNA / CONCEPCIÓN ALONSO DEL REAL, De unitate et uno de Domi-
nicus Gundissalinus, estudio, edición crítica y traducción castellana (2015)
155. JUAN CRUZ CRUZ, Voluntad trascendental y voluntad deliberada. La teoría de la acción
en Tomás de Aquino (2015)
156. TOMÁS DE AQUINO, Cuestiones disputadas sobre el mal. Presentación, traducción y
notas de Ezequiel Téllez (2015)
157. JOSÉ ÁNGEL GARCÍA CUADRADO, La cultura de la palabra. Escritos de lógica medieval y
renacentista (2015)
158. NICOLÁS DE CUSA, Dialogus de ludo globi. El juego de la bola. Introducción, traduc-
ción y notas de Ángel Luis González (2015)
EN PREPARACIÓN
MANCIO DEL CORPUS CHRISTI, PEDRO LAZCANO, BARTOLOMÉ DE MEDINA, De gratia / Sobre
la gracia (In primam secundae Summae Thelogiae, Sancti Thomae, qq. 109-114), Intro-
ducción, edición y traducción de los manuscritos 9-92 (fols. 241r-332v) Biblioteca
Provincial de Gerona), Ms. 1583 (fols. 546r-665v) Biblioteca Universidad de
Coímbra, Ottoboniano Latino 1022 (fols. 248r-383v) Biblioteca Vaticana, por
Augusto Sarmiento y María Idoya Zorroza.
BARTOLOMÉ DE ALBORNOZ, Arte de los contratos (1573), introducción y edición de Ho-
racio Rodríguez-Penelas; presentación, revisión y notas de M.ª Idoya Zorroza.