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SIGNOS DEL REINO DE DIOSVERDAD

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en
mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres. (Juan 8:31-32)
Jesús nos da a entender que existen falsos y reales (verdaderos) discípulos. Los falsos
discípulos son personas que no tienen intención seguir a Jesús. En otras palabras, él no
enseñó que ser un verdadero discípulo era un estado posterior a la fe simple. No, él dijo: "Si
permanecen en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos". Ahora que han creído, así
es como pueden saber lo que ahora son. Pueden saber si su fe es real: Son ahora mis
verdaderos discípulos si permanecen en mi palabra.
La palabra de Jesús, consigo como el centro y eje de ella, tiene una especie de campo de
fuerza, como un campo magnético a su alrededor. Y cuando usted está "en su palabra", está
en ese campo de fuerza. Está bajo la influencia de esa fuerza que proviene de su palabra.
Entonces, por ejemplo:
Parte de ese campo de fuerza es la verdad de la palabra. Así que cuando usted está "en" la
palabra, está en la persuasión de la verdad de Dios. Está persuadido de que la palabra es
verdad. Y vive en el campo de fuerza de esa persuasión. Vive en la verdad.
"Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos". La palabra
permanencia, no lleva alguna connotación especial en ella. Significa permanecer en su
palabra. No abandonarla.
No significa que usted no puede dejar su Biblia e ir al trabajo. No; Permanecer en la palabra
de Jesús significa permanecer en ese campo de fuerza de la palabra. Significa no
abandonarlo.
Jesús está diciendo que la marca de un verdadero discípulo es la permanencia, la firmeza, la
perseverancia, la obediencia en el campo de fuerza de la palabra. El haber probado
temporalmente la verdad y belleza y poder y gracia y valor y el pan y el agua y el
resplandor de la palabra de Cristo no nos hace cristianos. La señal de que somos cristianos
es que probamos y permanecemos.
JUSTICIA
Mateo 8: 1-3
8   Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente.

Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes
limpiarme.

Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra
desapareció.
El leproso, un maestro de Jesús.

La escena empieza con el gesto del leproso que viene y ruega (1, 40), puesto de rodillas
(gonipetôn), diciendo a Jesús “si quieres…”, poniendo su caso y su causa en sus manos.
Todo nos permite suponer que Jesús no se había detenido a pensar en el problema, ni
conocía el poder que este leproso le atribuye (¡si quieres puedes limpiarme!), ni sabía cómo
desplegarlo, asumiendo en su misión la tarea de “purificar” a los leprosos (el texto emplea
la palabra katharisai, que propiamente hablando no es curar, sino purificar, limpiar).
La iniciativa no parte de Jesús, sino del leproso que le dice lo que ha de hacer (¡si
quieres…!), despertando en él una nueva conciencia de poder, que desborda las fronteras
del viejo Israel sacerdotal. Este leproso puede saber que Jesús había curado al poseso de Mc
1, 23, esclavizado por un espíritu impuro y a la mujer con fiebre (1, 31). Pues bien,
sabiendo que Jesús pudo “purificar” a un poseso, está seguro de que podrá purificarle
también a él, declarándole limpio y realizando algo que, según Lev 13-14, sólo podían
hacer los sacerdotes, cuando declaraban puros a los leprosos previamente curados.
En el período posterior a Pío XII los papas, en vez de hablar de «justicia social», hablaron a
menudo de «justicia», a secas, considerando sin duda que el «primer analogado» de la
justicia es la justicia social. Sin embargo, Juan Pablo II volvió a usar con cierta frecuencia
la expresión «justicia social».
Veamos lo que Taparelli, el primero que utilizó la expresión «justicia social», entendía por
dicho concepto: «Justicia social es para nosotros justicia entre hombre y hombre. ¿Pues qué
proporciones median entre hombre y hombre? Hablo aquí del hombre en abstracto, es decir,
del hombre considerado cuanto a las solas dotes que entran en la idea de la humanidad. Es
claro que entre hombre y hombre la relación que media es la de perfectísima igualdad; de
donde tengo que concluir que la justicia social debe igualar de hecho a todos los hombres
en lo tocante a los derechos de humanidad, como el Creador los hizo iguales en
naturaleza».
Es una intuición tan sencilla como luminosa: Si justicia es dar a cada uno lo que le
corresponde, la justicia exige reconocer a todo ser humano los derechos humanos; en
particular, los derechos económicos y sociales: el derecho al trabajo; a un salario digno
para todos los trabajadores; a unos ingresos mínimos de subsistencia para quienes no
puedan trabajar; a la protección social contra los riesgos de la vida; a la igualdad de
oportunidades en el acceso a la educación, la salud y los servicios sociales; etc.
PAZ
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado,
y el principado sobre su hombro;
se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaac 9:6).
En un mundo lleno de guerras y violencia, es difícil ver cómo Jesús podía ser el Dios
omnipotente que actúa en la historia humana y ser la encarnación de la paz. Pero la
seguridad física y la armonía política no necesariamente reflejan el tipo de paz de la cual Él
está hablando (Juan 14:27).
La palabra hebrea shalom quiere decir "paz", y a menudo es usada en referencia a un
aspecto de la calma y la tranquilidad de las personas, grupos y naciones. La palabra griega
eirene significa "unidad y acuerdo"; Pablo usa eirene para describir el objetivo de la iglesia
del Nuevo Testamento. Pero el significado más profundo y más fundamental de la paz, es
"la armonía espiritual producida por una restauración de una persona con Dios".
En nuestro estado pecaminoso, somos enemigos de Dios (Romanos 5:10). "Mas Dios
muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por
nosotros" (Romanos 5:8). Por causa del sacrificio de Cristo, somos restaurados a una
relación de paz con Dios (Romanos 5:1). Esta es la paz profunda y duradera, entre nuestros
corazones y nuestro Creador, que no puede ser quitada (Juan 10:27-28) y el último
cumplimiento de la obra de Cristo como "príncipe de paz".
La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas
adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad
se llama obra de la justicia (Is 32, 7). Es el fruto del orden plantado en la sociedad humana
por su divino Fundador, y que los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia,
han de llevar a cabo. El bien común del género humano se rige primariamente por la ley
eterna, pero en sus exigencias concretas, durante el transcurso del tiempo, está cometido a
continuos cambios; por eso la paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo
quehacer. Dada la fragilidad de la voluntad humana, herida por el pecado, el cuidado por la
paz reclama de cada uno constante dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la
autoridad legítima.
RESPETO
Mateo 15:4

Dios dijo: “Honra a tu padre y a tu madre”, y también: “El que maldiga a su padre o a su
madre será condenado a muerte”.
Los cristianos están obligados a una especial gratitud para con aquellos de quienes
recibieron el don de la fe, la gracia del bautismo y la vida en la Iglesia. Puede tratarse de los
padres, de otros miembros de la familia, de los abuelos, de los pastores, de los catequistas,
de otros maestros o amigos. “Evoco el recuerdo [...] de la fe sincera que tú tienes, fe que
arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en
ti” (2 Tm 1, 5).
«Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos en la fe, en la
oración y en todas las virtudes. Tienen el deber de atender, en la medida de lo posible, las
necesidades materiales y espirituales de sus hijos».
ORDEN
Mateo 12:44
Entonces dice: ``Volveré a mi casa de donde salí"; y cuando llega, la encuentra
desocupada, barrida y arreglada.
El problema con los fariseos y escribas estaba en su religión que no llenaba su alma. Y esto
sucede actualmente. Su preocupación estaba principalmente en cumplir sus ritos religiosos,
en cuidar su exterior, en vivir de puras apariencias. Su alma estaba desolada, su espíritu
muerto y su corazón lleno de envidias y odio. En contraste, Jesús ofrecía una religión
diferente, y más que eso, se enfocaba en satisfacer lo más interno del alma del hombre,
trataba del amor, justicia y misericordia. Mientras que los fariseos y escribas rechazaban a
los pecadores, Jesús comía con ellos y buscaba su restauración. La religión de los fariseos
no ofrecía nada que sustentara el alma del hombre, su interior se convertía en un desierto
espiritual y su corazón estaba vacío. Ahora viene Jesús y nos enseña el peligro de tener un
corazón vacío: Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos,
buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando
llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Aquí definitivamente habla de un espíritu
inmundo, es decir, un demonio que viaja por lugares secos sin hallar un lugar de reposo. Es
de deducirse que, así como los ángeles de Señor gustan de estar delante de su gloria, así los
demonios amen los lugares tenebrosos llenos de maldad. Por este pasaje uno entiende que
el anhelo de estos espíritus malos es habitar en un cuerpo humano y en este pasaje nuestro
Señor nos dice que por alguna razón el demonio sale fuera de un hombre, pero luego de
vagar desea volver y encuentra su antigua morada, el corazón de aquel hombre, vacío. Su
vacío corazón es comparado a una casa desocupada, barrida y adornada, la cual es una
tentación para entrar y habitar en ella. Cuando el hombre solo se preocupa de los aspectos
externos de su religión descuidando su alma y corazón, los demonios toman ventaja para ir
y habitar allí, especialmente si en sus corazones solo hay pecado y maldad.
AMOR
Jesús nos amó hasta el final, dio la vida por nosotros. “Habiendo amado a los suyos
que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn 13,2).
Jesús fue un hombre especial, extraordinario en generosidad, bueno de verdad, que pasó
haciendo el bien sobre la tierra y curando a los oprimidos por el mal, porque Dios estaba
con él (Hch 10,38). Por eso Pablo aconsejaba a los cristianos como norma de vida:
"Mantengamos fijos los ojos en Jesús" (Hb 12,2), para tener sus mismos sentimientos, para
obrar como él. Fue enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres, a proclamar la
liberación a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos y proclamar
el año de gracia del Señor (Lc 4,18-19). Él vino para los casos difíciles, para "salvar lo que
estaba perdido" (Lc 19,10).
En sus enseñanzas repetía que lo más importante era buscar a Dios, su Reino, que no se
preocuparan de lo demás. Mil veces invitaba a sus oyentes a no tener miedo, a no dudar, a
creer de verdad (Jn 8,46). A todos les dio ejemplo de amor y el amor fue su único mandato.
El amor se concretiza en las cosas pequeñas. Soñamos con lo imposible y no hacemos lo
que está a nuestro alcance. “Atender a cosas aún menudas, y no hacer caso de unas muy
grandes”, porque “quedamos contentas con haber deseado las cosas imposibles y no
echamos mano de las sencillas” (7M 4,14).
Una de las características del amor de Cristo es que no tiene límites. Él se rompió amando,
con sus palabras, con sus manos, con sus gestos, con sus actitudes. En aquella tarde, Jesús
amó a los suyos como nadie los había amado hasta entonces, los amó, hasta el límite, hasta
el fin, hasta el extremo, hasta dar la vida. Jesús demostró este amor al otro en el servicio y
en el estar atento en las cosas pequeñas. “Se levantó de la mesa, se quitó los vestidos y,
tomando una toalla se la ciñó luego echó agua en la jofaina, y comenzó a lavar los pies de
los discípulos y a enjugárselos con la toalla que tenía ceñida” (Jn 13.5). Echar agua, lavar,
secar los pies, era un oficio de esclavos. Y Jesús se convierte en esclavo, en servidor; se
empobrece, se rebaja poniéndose a sus pies. Este servicio humilde y callado lo hizo Jesús
con sus discípulos; quien no se deje lavar los pies por él, no tendrá parte en su reino.
Juan aprendió muy bien la lección del amor, como lo más importante y como lo único que
merecía enseñarse e insistir. La primera carta de Juan es una joya. De ella entresaco
algunos pensamientos.
- El que ama a su hermano, ése es hijo de Dios (3,10).
- Quien ama a su hermano ha pasado de la muerte a la vida (3,14).
- Amar de verdad es dar su vida por el hermano (4,10).
- El que ama comparte sus bienes con el hermano necesitado (4,17).
- Amarnos es cumplir lo que Jesús nos mandó (3,23).
- El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios (4,7).
- Nuestro deber de amar se funda en que Él nos amó (4,11)
- Si amamos al hermano, Dios permanece en nosotros (4,12).
- Amemos, ya que Él nos amó primero (4,19).
- Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve (4, 20).
- Si alguien ama a Dios, ame también a su hermano (4, 21).

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