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Ralwell / Shutterstock

La melatonina, guardián del cerebro


frente al coronavirus
Alejandro Ro mero Mart inez, Universidad Complutense de Madrid, Francisco Ló pez-Muñoz,
Universidad Camilo José Cela
20 mayo 2020 20:27 CEST

La actual pandemia de la COVID-19 ha colapsado los sistemas de


salud pública hasta límites sin precedentes. Pero además de esta
trágica amenaza para la salud, que se ha extendido por todo el
planeta, se espera que sus consecuencias socioeconómicas sean
dramáticas en todos los países. Ante este panorama y la falta de una
vacuna efectiva, científicos de todo el mundo se afanan por buscar
nuevas estrategias terapéuticas para mitigar las graves consecuencias
derivadas de la “disfunción multiorgánica” en pacientes infectados
por la COVID-19.

Aunque la mayoría de los síntomas clínicos han sido ya caracterizados,


la comunidad científica trata de esclarecer cómo el SARS-CoV-2
alcanza y se propaga por todo el sistema nervioso central (SNC),
causando alteraciones neurológicas.

El coronavirus en el cerebro

El receptor celular de la enzima convertidora de angiotensina 2


(ACE2), que sirve como puerta de entrada del virus en la célula
huésped, está presente en el organismo de manera ubicua: pulmones,
corazón, tracto gastrointestinal, hígado, riñón, vejiga, mucosa oral,
etc., además del SNC. De hecho, la reciente detección de SARS-CoV-2
en líquido cefalorraquídeo, unida a la práctica de autopsias en
pacientes fallecidos por COVID-19, han revelado la presencia del virus
en el tejido nervioso.

Los coronavirus humanos poseen la capacidad de penetrar en el SNC


afectando al nervio olfativo y al neuroepitelio del bulbo olfatorio, lo
que podría dar lugar al cuadro de anosmia que sufren muchos
pacientes COVID-19. Como resultado de la inflamación nasal y el
edema de la mucosa, el virus podría usar la vía linfática o la sangre
para infectar las células endoteliales de la barrera hematoencefálica
(BHE), extenderse al cerebro y causar daño neurológico.

Eso explicaría por qué se han asociado con la COVID-19 una serie de
trastornos neurológicos como encefalopatías, meningitis, síndrome de
Guillain-Barré, enfermedades cerebrovasculares y epilepsia.

Los efectos antivirales de la melatonina

La melatonina (N-acetil-5-metoxitriptamina), pese a no ser una


molécula que disminuya la carga viral ni su replicación, tiene
múltiples acciones antivirales. Cabe pensar que su elevada capacidad
de difusión y alta permeabilidad a través de todas las barreras
morfofisiológicas, incluida la BHE, le permitiría ejercer una actividad
antiinflamatoria, antioxidante e inmunoestimuladora frente a la
neuroinvasión causada por la COVID-19.
La actividad neuroprotectora de la melatonina frente a la COVID-19
podría explicarse a través de complejos mecanismos celulares y
moleculares en los que intervendrían dos de sus receptores (MT1 y
MT2), ampliamente distribuidos por el SNC. En este contexto, la
melatonina podría regular la actividad de los linfocitos T, vulnerables
a SARS-CoV-2, a través de los receptores MT1 y MT2.
De momento ignoramos cuáles son los mecanismos concretos a través
de los cuales estos receptores MT1 y MT2 podrían influir en la
señalización mediada por melatonina en el cerebro de pacientes
afectados por la COVID-19. Sin embargo, la protección a través de los
receptores de melatonina ya se había sugerido frente al virus de la
encefalitis equina venezolana o para mejorar la capacidad de defensa
antioxidante frente al virus respiratorio sincitial. Razones de más para
evaluar el posible papel terapéutico de la melatonina frente al SARS-
CoV-2.

Además, aunque aún estamos aprendiendo de la historia natural y la


patogenicidad de este coronavirus emergente, cabe pensar que, meses
o años después de la infección, varios tejidos, incluido el cerebro,
podrían sufrir un deterioro significativo. Y eso conllevaría la aparición
de trastornos neurodegenerativos.

Edad y melatonina

La disminución progresiva de la melatonina con la edad podría


contribuir a explicar el aumento aparente de sensibilidad a la COVID-
19 en personas de edad avanzada. Como consecuencia del
envejecimiento, la glándula pineal acumula depósitos de calcio y
disminuye la liberación de melatonina en plasma y líquido
cefalorraquídeo. Cambios que parecen estar relacionados con
alteraciones fisiopatológicas.

¿Se solucionaría administrando melatonina? Cuando se administra por


vía oral, la melatonina tiene una baja y variable biodisponibilidad, que
oscila entre el 3% y el 33%. Además, el cerebro es el órgano donde la
melatonina alcanza una concentración más baja tras su
administración, lo que podría justificar el uso de dosis elevadas para
contrarrestar el potencial neuroinvasivo del SARS-CoV-2.

Entonces, ¿cuáles serían los regímenes de dosificación de melatonina


recomendables en pacientes con COVID-19? Recientemente se ha
propuesto una dosis de al menos 40 mg/día, vía oral, para controlar la
propagación de la enfermedad. En casos mas severos, en pacientes en
“fase de hiperinflamación”, se requerirían dosis orales de 100 mg/día
o, al menos, 1 mg/kg. Un número significativo de estudios indican que
la melatonina es segura, incluso a dosis 100 veces más altas que las
fisiológicas.

El potencial de la melatonina como tratamiento adyuvante suena cada


vez más como una terapia factible frente a la COVID-19. Su
administración en combinación con otros fármacos no solo mejoraría
el estado de los pacientes infectados, sino que reduciría los posibles
efectos secundarios que se derivarían de los mismos.

Desde aquí abogamos por la puesta en marcha de ensayos clínicos que


diluciden la eficacia de esta molécula universal en la prevención y el
manejo clínico de los pacientes afectados por la COVID-19.

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Alejandro Romero Martinez


Profesor de Toxicología, Universidad Complut ense de Madrid

Francisco López-Muñoz
Profesor T it ular de Farmacología y Vicerrector de Invest igación y Ciencia,
Universidad Camilo José Cela

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni


reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener
beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá
del cargo académico citado anteriormente.

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The Conversation ES.

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