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Portada
Arq. Manuel Contreras

Impresión
Imprenta Rocafuerte

SEGUNDA EDICION. Enero del 2002 Tiraje editorial 1000


ejemplares Cuenca - Ecuador

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REFLEXIONES SOBRE EL AMOR
Pregunta el Padre Antonio Alonso si sabemos amar y con la
más exquisita sencillez, propia de un profundo conocedor del
hombre y sus problemas, responde a su propia demanda de
modo tan lúcido, que resulta incontenible la pasión de luz que
genera en el que escucha esa pregunta y espontáneamente
acepta el riesgo de autorizarle al maestro que sea él mismo
quien responda por lo demandado o inquirido.
Y responde, como hombre, como maestro y como conductor
comunitario, con el poder que confiere la naturalidad del
sentirse humano, del saber enseñar y del conocer el arte de
conducir personas hacia la integración comunitaria, en la que
el amor tiene presencia, cobra sentido y se revela auténtico.
Ningún ensayo humano suscita más atracción que aquellos
que tratan de revelar algo nuevo sobre el amor. Todos tientan
la curiosidad que aparece instantánea apenas se pronuncia tal
palabra. Casi todo ensayo se queda allí; en intento frustrado y
frustrante, en propósito inmaduro y acedo, en desafío
desalmado. ¿Quién no ha escrito de amor...?
Antonio, educador madurado en la profundización
interior calasancia, sabe conducir hasta lo más vivo de
la intimidad humana: allí en donde el amor es raíz, vena y
floración de vida. Por esa experiencia de interiorización sus
expresiones tienen tanta naturalidad como claridad, tanta
sencillez como expresividad. De esa manera, desde el “yo”
que ama, conduce hasta el “otro” amado, para descubrir el
“nosotros” de amor, que hace comunidad.

Dentro de esa comunidad aparecen las formas más


nobles y bellas de sentir. Tanto la nobleza, como la belleza,
tienen tonalidades definidoras o pierden, por circunstanciales
razones, su autenticidad. El pedagogo propone la forma
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adecuada de vivir los sentimientos que el amor genera,
armonizándolos en el íntimo encuentro de cuerpo y razón,
desde las iniciales del enamoramiento hasta la consumación
creadora y responsable del amor que hace familia.

En este proceso, el P. Antonio Alonso, es realmente


maestro, señalando con la más pura naturalidad, la revelación
divina del amor en el mundo concreto, en el que debemos
vivir con responsabilidad.

Gracias a Dios por el magisterio de Antonio Alonso.

Esa es la mayor reflexión que sus reflexiones sobre el


amor humano han producido en la mente y corazón de su
amigo y hermano obispo.

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Cuando terminé de leer, tarde en la noche, “Algunas
reflexiones sobre el amor” del Padre Antonio Alonso
surgieron en mi, desde lo más profundo, las mismas
reflexiones-preguntas que el P. Alonso, de manera magistral,
traslada a nosotros sus lectores-escuchas. Y es que desde el
primer momento, Antonio nos agarra, nos despierta, nos
inquieta con la pregunta: ¿Sabemos amar? Antonio se
pregunta y Antonio nos pregunta: ¿Sabemos amar? es donde
también nosotros lectores le preguntamos a Antonio:
“Antonio, ¿Sabemos amar? y entonces Antonio, maestro de
maestros, de esos que hacen falta, no nos deja solos con
nuestras preguntas-reflexiones, no; nos acompaña y con
sencillez y profundidad al mismo tiempo, con la alegría del
que da y se da, nos va conduciendo desde la pregunta-
respuesta: ¿Quién es el otro para mí? hasta introducirnos en
esa maravillosa reflexión sobre “El proceso del amor”, es
decir, el amor como proceso, el amor como aprendizaje,
identificándolo así con la vida.

Y es desde la identificación del amor con la vida y de


la vida con el amor desde donde “las reflexiones sobre el
amor” abren preguntas que permiten a Antonio y a nosotros
con Antonio construir respuestas: preguntas-respuestas desde
adentro y hacia adentro. Porque de eso se trata: formular
preguntas y construir respuestas. Es aquí donde la razón se
inquieta aclarando, diferenciando y el corazón palpita
asintiendo, aprobando. Es la cima a donde Antonio nos
lleva para desde allí encarar temas tan actuales y
controvertidos como son la virginidad, las relaciones
prematrimoniales, la homosexualidad, la concepción
la anticoncepción y los métodos anticonceptivos.
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“Reflexiones sobre el amor” del Padre Antonio Alonso son
preguntas respuestas que inquietan no sólo la razón
(reflexiones) sino también el corazón (sobre el amor) y se
convierten así en propuestas: propuestas de vida. Vida en la
que el P. Alonso destaca la dimensión comunitaria,
invitándonos, para vivirla, a participar en grupos de reflexión
seria. Y así, allí donde terminan las “Reflexiones sobre el
amor”, comienzan las acciones de amor, es decir, la
participación de todos nosotros.

Dr. EFRAÍN RIVERA V.


Psicólogo Clínico

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Educar es buscar que la otra persona aprenda
a amarse para que ame a los demás, pero
lo más importante es que quien está
educando, sepa amar.
San José de Calasanz lo decía de otra manera pero
en el fondo es lo mismo: “el educador ha de ser un
maestro en la escuela interior”
Esto supone que primero tiene el educador que
haber pasado por el propio conocimiento de sus
vivencias para que pueda despertar en el
estudiante la vivencia interior y el modo de
relacionarse con los demás.

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INTRODUCCION

Resulta difícil hacer una introducción a un escrito que no tuvo


otra finalidad que ayudar a los jóvenes y personas preocupadas
por la formación de la juventud, a descubrir algunos elementos
en el tan difícil aprendizaje del amor.
Muchos piensan, que simplemente porque se siente algo por
una persona, se sabe ya como mantener una relación de amor.
Quien piense así está muy equivocado. Es necesario el
aprendizaje de la relación de amor, de la misma manera que
aprendemos a relacionarnos en sociedad. Para este último
aprendizaje tenemos maestros desde el momento de nacer, aunque
yo no lo llamaría aprendizaje, sino más bien domesticación, pues
nunca nos explicaron la razón de por qué teníamos que
comportarnos de tal o cual manera, sino que nos imponían unas
normas que no sabíamos de donde habían salido, ni qué sentido
tenían.
El aprendizaje de la relación de amor es mucho más necesaria,
difícil, y profunda, quizá porque nunca nos han enseñado, la
mayoría de nosotros no sabemos como vivirla. Presuponemos que
sabemos relacionarnos con la pareja, porque sentimos que la
“amamos” y esto lleva a muchas parejas jóvenes a destruir su
matrimonio. Igual sucede con los hijos, que por ser nuestros,
pensamos que les amamos y que lo dictado por el “corazón” es
amor. Sin embargo, ese sentimiento nos lleva, con frecuencia, a
hacer daño a esos seres tan indefensos y que necesitan conocer,
aprender y experimentar una auténtica relación de amor, o en caso
contrario su vida, de alguna manera, va a tener un vacío muy
difícil de llenar cuando sean mayores. Y todo ello por no haber
aprendido el difícil arte de amar, como explica Erich Fromm en el
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libro que lleva este título.
No pretendo profundizar en conocimientos de psicología, pues
para ello hoy encontramos abundante y buena literatura; sólo
presento una forma personal de vivir la relación de amor,
fundamentada en mi experiencia, y en lo que he podido captar en
mis muchas horas de conversación con personas de toda edad e
ideología, pues el amor no se puede reducir a personas de una
edad o mentalidad determinada. Todo ser humano, para llegar a
su desarrollo afectivo, o ama o no es persona.
Con frecuencia la afectividad ha sido considerada sólo desde el
punto de vista psicológico o como una parte que afecta a los
sentimientos de la persona y se la ha pretendido guiar por
normas y fuerza de voluntad. Sin embargo, la afectividad engloba
totalmente a la persona y afecta a todas sus dimensiones desde la
individual hasta la social. Para poderla vivir hay que verla desde
el plano antropológico y, desde éste, podremos ir encontrando
maneras de entenderla y vivirla.
El puritanismo de épocas anteriores, que provocó un mundo
de sospechas, recelos y culpabilidad, se ha convertido hoy en una
permisividad casi absoluta, que no admite ningún tipo de normas
o criterios éticos. La ruptura de los esquemas anteriores, que no
han sido reemplazados por otros, deja a los padres de familia y a
los educadores, indefensos, sin saber lo que se puede decir ni qué
orientaciones ofrecer.
Dada la permisividad social sobre las relaciones genitales entre
los jóvenes, hoy sólo se buscan soluciones al problema de un
posible embarazo no deseado, pero se olvida todo el problema
personal que acarrea este tipo de relación en la pareja que las
tiene.
Un doble peligro amenaza. El primero consiste en quedarnos en
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la simple denuncia retórica, para satisfacer la propia conciencia y
no convertirse en colaboradores de la nueva situación. Esta actitud
es demasiado cómoda y no nos exime de responsabilidad.
El segundo encierra todavía peores consecuencias. La
inseguridad de acercarse a un mundo tan diferente, que ni
responde a nuestros principios ni podemos controlarlo, provoca
una tolerancia benévola que no se atreve a intervenir. Oponerse a
los imperativos y modas del ambiente se hace molesto, sobre todo
cuando no existe una seguridad de aquello que se propone.
Ante esta situación hay un abandono en la misión educativa,
por la incapacidad de cumplir con semejante tarea. Y el clima que
se respira en este campo no va a favorecer precisamente una
maduración de la afectividad. Ninguna de estas alternativas
satisface la necesidad de ofrecer una meta razonable y
humanizante.
Este trabajo pretende, de alguna manera, enfocar la afectividad
desde la dinámica personificante, sin dar normas ni tampoco dejar
las cosas como están.
Recuerdo lo que un joven, en un curso prematrimonial me decía
el día que se terminó: “Padre, tiene toda la razón, pero no me
convence”. Y es que la influencia de una literatura sobre este
tema, sin fundamento antropológico, y la mal llamada libertad en
las relaciones genitales, hace que la razón no funcione con
criterios éticos, sino simplemente por los criterios de una sociedad
hedonista, que pretende justificar todo, por el hecho de ir contra
lo que la sociedad represiva anterior había hecho.
No pretendo con este trabajo convencer a nadie, -nadie
convence a nadie, sino que uno solo se convence si está abierto
a otra manera de pensar que le puede ayudar a ser más persona-
sólo quiero presentar la vivencia de la sexualidad desde una
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dinámica personificante que no se deje llevar por los mandatos
de la moda o de la razón que toda la gente da ahora: “Todo el
mundo lo hace”, ni tampoco pretendo dar normas a seguir, pues
de antemano sabemos que las normas hoy no tienen fuerza, ni
tampoco hay unidad de criterios a la hora de formularlas.
Propongo una serie de reflexiones que nos ayuden a descubrir
nuestra propia vivencia en la dimensión afectiva, que nos
permitirá relacionarnos con alegría con nosotros mismos, con
el Otro y con los demás.
Antes de leer estas páginas, considero necesario tener presente
lo que se pretende con ellas. No tienen la finalidad de adquirir una
serie de conocimientos, sino ayudar a entrar en nuestro interior e
intentar tomar conciencia de lo que hemos vivido o vivimos en
nuestra relación con los demás.
Tenemos dificultad en identificar nuestros sentimientos
profundos y al no identificarlos nos equivocamos y como
consecuencia tomamos decisiones que nos hacen sufrir. Es
posible evitar mucho dolor innecesario y hacer de nuestra vida
algo digno de ser vivido.
El lenguaje empleado, a muchos les puede llamar la atención,
como por ejemplo el que se diga: el niño no ama. Al usar este
lenguaje se pretende motivar para que profundicemos y tomemos
conciencia de lo que realmente es el AMOR.
Por último, quisiera hacer una aclaración a algo que puede
llamar la atención al que lea este trabajo: el hablar en plural en
vez de en singular. La razón es muy sencilla. Nunca, a pesar de
las muchas veces que me lo han pedido, he sido capaz de escribir.
No creo tener cualidades para ello. Como he dicho
anteriormente, estas reflexiones son el resultado de muchas horas
de conversación con un grupo de personas que me han
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ayudado a encontrar respuestas a tantos interrogantes planteados.
Quienes propiamente son las creadoras de este trabajo son un
grupo de profesoras que están preocupadas por la formación de la
juventud. Ellas forman a su vez un grupo llamado FEP
(Fraternidad de las Escuelas Pías), que se reúnen semanalmente a
reflexionar. Este es uno de los muchos temas tratados en sus
reuniones y al querer transmitirlo a las jóvenes, me empujaron a
escribir y luego se han dado el trabajo de corregir y pulir el
escrito que salió de mis manos. Ellas, pues, son las autoras de este
trabajo y por lo tanto a ellas el agradecimiento por el bien que su
lectura pueda hacer a muchas personas.

ACLARACION
En la introducción se ha hablado de la FEP (Fraternidad de las
Escuelas Pías) y al comienzo se hace referencia a San José de
Calasanz. En todo el trabajo no se vuelve a hacer mención de
este personaje, tan poco conocido en nuestro medio, pero todo
lo que se dice, de alguna manera, está fundamentado en su
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pedagogía educativa. Por eso hago un resumen de su persona y
de su obra, pues aunque haya vivido hace 400 años, su
concepto de educación es muy actual.
José de Calasanz nace en un pueblito del Reino de Aragón
(España), Peralta de la Sal, en 1557. Realiza los estudios para el
sacerdocio en distintas universidades españolas y en 1592 va a
Roma con el deseo de conseguir un canonicato.
En sus actividades caritativas entra en contacto con la miseria
que abunda en Roma y dentro de ella descubre la situación de los
niños, que andan por las calles vagabundeando, ya que no tienen
otra cosa que hacer.
En la Parroquia de Santa Dorotea, en el Transtébere, el
suburbio de la gran ciudad, descubre una escuelita dominical en
la que se enseña catecismo a los niños. Y ahí comienza su
auténtica vocación: la educación. En 1597 funda la PRIMERA
ESCUELA POPULAR GRATUITA, y para que los niños nunca
se queden sin maestros -esta labor era vil y despreciable- en 1617
funda la Orden de las Escuelas Pías, primera en la Iglesia
dedicada a la educación de los niños pobres.
Como hombre del renacimiento, descubre el valor de la persona
y en sus escuelas se educaba bajo el lema: PIEDAD Y LETRAS,
hoy traduciríamos: FE Y CIENCIA. Toda su pedagogía está en
función de los alumnos, considerados en todas sus dimensiones:
individual, social y trascendente. Por eso su convicción era:“si
desde los más tiernos años se educa al niño en la Piedad y las
Letras se puede prever una vida auténtica como persona, un buen
cristiano y un ciudadano útil a la sociedad”.
Su educación pretendía que el niño descubriera sus propios
dones -él lo llamaba interna inclinación o guía del Espíritu Santo-
y capacidades para ponerlas al servicio de los demás y también
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sus tendencias torcidas, que ponen freno al desarrollo de los
dones.
Sólo partiendo de los dones reconocidos, la persona se puede
valorar y desde ahí sentirse bien con ella misma. Y sintiéndose
bien con ella podrá tener una buena relación con los demás. Y
esto es lo que pretende este trabajo.

CAPITULO I
¿QUIÉN SOY YO?
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Una de las grandes dificultades que tiene actualmente el ser
humano, es la falta de capacidad para interiorizar, para entrar en lo
más íntimo de su ser. Lo más común es quedarnos en lo superficial,
repetir lo que todo el mundo dice, pero no pensamos las cosas por
nosotros mismos, no descubrimos el significado que tiene todo
aquello que nos rodea: personas, acontecimientos, la naturaleza y
quizá ni nos hemos detenido a pensar quiénes somos.
Cuando nos preguntan quiénes somos, casi siempre
respondemos con nuestro nombre, nuestra profesión o nuestros
títulos, a lo mejor agregamos de quienes somos hijos y el lugar
donde hemos nacido, pero no estamos respondiendo a lo que somos,
sino lo que hacemos o tenemos.
La intención en este capítulo es dar elementos que nos
permitan tomar conciencia de quienes somos, pues sólo desde esta
toma de conciencia y de su vivencia podremos vivir desde nuestro
ser auténtico y no quedarnos simplemente en lo superficial.
Si profundizamos un poco podemos descubrir que somos un
CUERPO, unos SENTIMIENTOS y una RAZÓN O MENTE. Con
frecuencia decimos que tenemos cuerpo, sentimientos y razón. Esta
manera de hablar no es correcta porque estaríamos diciendo que
somos un compuesto de elementos y el ser humano es una unidad.
No estamos compuestos de, no tenemos, sino SOMOS estos tres
elementos. También somos una familia, una cultura, una historia,
una religión, una fe. Todo esto somos y conforma nuestro ser y si
desapareciera alguno de éstos, no existiríamos.
Llegar a tomar conciencia profunda de lo que somos, nos
permitirá entrar en una auténtica relación con nosotros mismos, de
donde va a resultar una verdadera relación con los demás, con la
naturaleza y con Dios.
Para superar un problema de relación con el otro, no se debe
esperar el cambio de la otra persona, hay que comenzar cambiando
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uno mismo. Por ejemplo, si en una pareja uno de ellos comienza por
relacionarse bien consigo mismo, ya se ha solucionado el cincuenta
por ciento de la relación y es casi seguro que también el otro
comience a cambiar. Esto nos lleva a comprender la importancia de
conocernos profundamente, para aceptarnos, “llevarnos bien con
nosotros” y crear una buena relación con los demás.
No es suficiente saber que somos un cuerpo, unos
sentimientos y una mente, es necesario tomar conciencia de que
también somos una familia, una historia, una cultura, una religión,
una fe.
Una pregunta, aunque nos parezca de momento sin mucho
sentido, nos puede introducir en la reflexión sobre quienes somos:
¿Son nuestros el cuerpo, los sentimientos, la mente? Es posible
que nuestra respuesta inmediata sea: naturalmente que son nuestros.
Pero si pensamos un poco quizá descubrimos que no es tan acertada
la respuesta. Vamos a ir más despacio y parte por parte para que no
nos quedemos en la globalidad perdiendo la riqueza que hay en
nosotros y que muchas veces pasa desapercibida.

¿Es “nuestro” el cuerpo?

Seguro que la respuesta que damos es: ¡claro que es nuestro!


Pero, muy pocas personas se sienten bien con su cuerpo, la mayoría
lo quisieran cambiar, quisieran ser más flacos/as o más gordos/as;
más altos/as o más bajos/as; si son morenos/as quisieran ser
rubios/as y, al no aceptarlo como es, no pueden relacionarse bien
consigo mismos/as. Llevan siempre a su enemigo con ellas.
El cuerpo nos lo han dado, es un regalo que nos han hecho y
no porque los padres hayan querido que fuera así, pues, a veces, ni
ellos mismos están de acuerdo con el cuerpo que nos han dado.
Quisieran que sus hijos tuvieran otras características, sin darse
cuenta que eso no es otra cosa que una cuestión genética y en la que
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nada se puede hacer. En el fondo, si lo piensan bien, los padres son
los primeros que no están de acuerdo con el cuerpo que tienen y
proyectan en sus hijos ese malestar, o quizá hasta se pueden
culpabilizar por ello, sin darse cuenta que no depende de su
voluntad, sino de las leyes de la genética, pero el daño que hacen a
sus hijos e hijas es inmenso. Ya desde los mismos padres nos
inducen, sin querer, a rechazar nuestro cuerpo.
Y más grave aún es que el cuerpo, muchas veces, debe
responder a unos estereotipos impuestos por la sociedad de
consumo, por la moda. Si miramos un poco la historia de las modas
vemos que la figura corporal responde a criterios cambiantes.
Por lo tanto el cuerpo no es “nuestro” en el sentido de
propiedad, que lo podemos cambiar, aunque con la cirugía estética
se puedan hacer algunas reformas, pero superficiales. En esencia
nuestro cuerpo es como es y poco podemos cambiarlo. Y si lo
hacemos, al variar la moda, tendremos nuevamente que modificarlo
y nunca nos sentiremos felices con él.

¿Son nuestros los sentimientos?

Preguntémonos por nuestros sentimientos, por nuestra


sensibilidad: ¿Es nuestra? No sé que habrás respondido si te haces
esta pregunta. Es posible que hayas dicho que sí. Pero si piensas con
más detenimiento llegarás a la conclusión de que tampoco lo es.
¿Tendrías los mismos sentimientos, la misma sensibilidad si
hubieras tenido un ambiente distinto al que has vivido? ¿si en vez de
haber nacido en la sierra hubieras nacido en la costa? Es fácil que
no. El medio en el que nos desenvolvemos crea en nosotros una
manera de responder a los estímulos externos. Hoy vivimos una
realidad muy concreta en Ecuador por motivo de la emigración.
¿Qué sucede, con muchas de las personas que salen del país, con su
forma de reaccionar ante los acontecimientos, en la forma de captar
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la realidad? Ha cambiado sus sentimientos, su sensibilidad.
Hay muchas personas que no entienden la música clásica o
la pintura modernas. Algunas personas ante una pieza musical de
Mozart o una obra de arte moderno se quedan indiferentes, no se
mueve ninguna fibra de su ser, otras por el contrario, vibran,
disfrutan de ellas. Las personas mayores, por ejemplo, gozan
escuchando un pasillo, un sanjuanito, un albazo, pero la mayoría de
los jóvenes, actualmente, no le dan ningún valor, no experimentan
nada, es más, algunos hasta lo desprecian. Mientras que en los
primeros aparece un sentimiento de nostalgia o vivencias pasadas a
los segundos no les dice nada.
¿Por qué todo esto?, ¿no es que también nos han formado la
sensibilidad, nos han creado los sentimientos y por lo tanto no son
nuestros?

¿Es nuestro el mundo de la ideas, de la mente?

Preguntémonos por nuestra razón, por el mundo de las


ideas. ¿Nuestras ideas, eso que pensamos, que decimos, son
realmente nuestras? Seguro que ahora en vez de responder
inmediatamente que sí, pienses un poco más y comiences a dudar.
Intenta encontrar una idea, un pensamiento que sea exclusivamente
tuyo, que nadie lo haya tenido antes. Es posible que no lo
encuentres y es porque tampoco nuestras ideas han sido creadas por
nosotros. A lo sumo lo que hacemos, y no es muy frecuente, es
elaborar las ideas que nos han dado y de ellas sacar algo “nuevo”.
Los que llamamos genios, los inventores de algo, lo que hacen es
eso: recogen las ideas que han recibido, las elaboran, las relacionan
e “inventan” algo nuevo. Pero totalmente nuevo no es.
Lo mismo podemos reflexionar sobre la cultura, la religión, la fe,
los comportamientos. Esto es más fácil de entenderlo y nos resulta
más fácil aceptar que es algo que hemos recibido, pero que no nos
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identificará mientras no lo hagamos nuestro.
Quizá todo lo que hemos dicho te ha inquietado y pienses:
“resulta que yo no tengo nada propiamente mío”, pero en lo
profundo de ti mismo no estés de acuerdo con el razonamiento y te
rebeles contra él. Y me parece muy lógico, pues sí sentimos que
nosotros somos nosotros.
¿Qué es, entonces, eso que hay dentro de nosotros que es
realmente nuestro, que no nos lo ha dado nadie y que es lo que nos
identifica, o dicho de otra manera, que define lo que realmente
somos? Sería la respuesta a la pregunta del título de este capítulo:

¿Quién soy yo?

Lo que realmente soy, lo que me identifica, lo que me hace


distinto a todos los demás, es lo vamos a llamar el SER. Eso que
hay en lo íntimo de mi persona, que no se puede definir, pero que lo
percibo, si es que entro en mi interior más profundo y no me quedo
en la superficialidad.
Y este es el problema para la mayoría de las personas
actualmente. No somos capaces de interiorizar, es más, nunca nos
han enseñado a descubrir nuestro yo profundo, sino que nos han
educado y educamos sólo para ver lo superficial, las apariencias.
¿Cómo llegar al SER?, se estarán preguntando muchos de
los que hayan leído estas reflexiones. No es fácil. Hay que iniciar
todo un proceso de interiorización al que normalmente no estamos
acostumbrados. Pero si de verdad quiero saber quién soy yo no
queda otro camino. Hay que comenzar y todo comienzo es difícil.
Lo doloroso es que ante esta dificultad no nos decidamos y pasemos
toda nuestra vida sin saber quiénes somos.
Para llegar a descubrir nuestro SER no tenemos otro camino
que comenzar a vivir conscientemente el cuerpo, los sentimientos, la
razón. Normalmente han pasado desapercibidos; están ahí pero no
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los hemos vivido y sólo desde su vivencia podremos llegar a
descubrir el SER, así como desde el descubrimiento del SER,
podremos vivir auténticamente el cuerpo, los sentimientos y la
razón.
El SER lo podríamos comparar con una fuerza que está
luchando por salir desde nuestro interior, pero el cuerpo, los
sentimientos y la razón pueden convertirse en impedimentos para
que se manifieste. Vivir estos tres elementos conscientemente
ayudará a que salga y el no concienciarlos será el impedimento más
grande para descubrir quienes somos, para descubrir el SER.
Dije al comienzo que el ser humano es una unidad y por lo
tanto no podemos separar el SER del resto de elementos que somos,
mutuamente se ayudan para vivir en autenticidad.
Vamos a dar algunas pautas que nos ayuden a vivir cuerpo,
sentimientos y razón para desde esta vivencia poder descubrir y
vivir el SER que es lo que nos identifica y nos hace totalmente
distintos de los demás, únicos.
El SER es lo que me hace diferente a los demás. Desde la
visión cristiana, es la acción creadora del Padre Dios. Crear algo es
hacer una cosa única, distinta a cualquier otra y fabricar es hacer
cosas en serie y Dios nos crea y esa creación está en lo más
profundo de nosotros mismos. Por eso es necesario descubrir
nuestro SER.
Desde el punto de vista filosófico el ser se identifica con el
bien, la bondad y la belleza, luego en lo más profundo de nosotros
mismos se encuentran estas cualidades. Descubrirnos como seres
únicos, en lo más profundo de nosotros mismos, es encontrar todo
lo bueno que hay en nosotros. Tanto desde lo cristiano como desde
lo filosófico llegamos a lo mismo, pues Dios no puede crear algo
malo, sino todo lo creado por El es bueno.

1.- LA VIVENCIA DEL CUERPO


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Aunque en la sociedad moderna se ha redescubierto el
cuerpo en todo su valor, cosa que hace años, por la influencia
dualista platónica y luego en el cristianismo con la influencia de San
Agustín, se le había despreciado, hoy hemos pasado al otro
extremo, que tampoco es apropiado, se rinde culto al cuerpo. El
cuerpo somos nosotros y no podemos separarlo de nuestro ser, pero
para ello hay que hacerlo propio, sentirlo, descubrirlo, conocerlo,
aceptarlo, vivirlo, en una palabra, amarlo.
Vamos a reflexionar un poco sobre cómo podemos vivir el
cuerpo para poderlo amar. Creo que pocas veces hemos pensado en
él y es conveniente hacerlo, pues de otra manera perdemos algo
esencial en nuestro ser persona.
El cuerpo lo podemos vivir desde una doble dinámica: como
corporalidad o como corporeidad.

a) Como corporalidad:

Los primeros años de nuestra existencia se caracterizan por


esta forma de vivir el cuerpo y es lo normal. El niño no toma
conciencia de su cuerpo, pero todo lo que hace está movido por él.
Es más, sólo se relaciona con los demás a través del cuerpo. El
niño/a pequeño/a capta todo el ambiente sólo a través del cuerpo.
Descubre, por ese medio, lo que las personas que le rodean
viven en relación a él y por eso no se le puede engañar, ya que el
cuerpo nunca miente, expresa las vivencias profundas. Y en esto
nos podemos equivocar los adultos que hemos perdido la capacidad
de leer nuestro cuerpo. El niño/a capta el estado de ánimo de su
mamá y también de todos los que le rodean, principalmente por el
contacto físico, de ahí la necesidad de que los papás le cambien de
pañales y tengan contacto con su cuerpo.
Pero también el cuerpo es lo que mueve al niño/a en todo su
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hacer y su relación. Sólo el cuerpo es el que determina su vida.
Hasta los dieciséis o diecisiete años es esto lo normal. Vive su
cuerpo como carne y por eso come lo que le gusta y cuando le
gusta. Esta es la razón por la cual se presentan los problemas en la
alimentación con los niños/as en los primeros años. Los adultos, al
no saber estas cosas, en vez de educarles, les exigimos y hasta les
maltratamos porque hacemos razonamientos que son buenos para
adultos, pero que el niño/a no entiende. Al decirles que las verduras
son buenas, que tienen muchas vitaminas y minerales y que por eso
deben comerlas, no nos damos cuenta que los niños no aceptan estos
razonamientos porque sólo parten de lo que les gusta y por eso se
llenan de “comida chatarra”.
Con un niño/a hay que buscar la manera de que ingieran los
alimentos que realmente son necesarios para su desarrollo, pero
recurriendo a otras formas para que los acepten, quizá mezclados
con otras cosas que les gusten. Es necesario que comprendamos lo
que los niños/as están viviendo y que hay que educarles para que
vayan tomando conciencia de lo que es su cuerpo.

b) Como corporeidad

No nos debemos inquietar porque los niños y adolescentes


vivan el cuerpo como corporalidad hasta más o menos los dieciséis
o diecisiete años. El problema es que a partir de esa edad y mucho
más siendo ya adultos sigan viviendo desde esa dinámica.
Hay muchos adultos que son incapaces de controlar sus
deseos de ingerir alcohol, aunque saben muy bien que eso les hace
daño, el descontrol genital, el comer demasiado o dejar de comer
por tener una figura de acuerdo a lo que la sociedad impone, asistir
a gimnasios porque no se está contento/a con la forma del cuerpo, la
manera de vestir, de maquillarse, son, en muchos casos expresiones
de que se está viviendo el cuerpo como corporalidad.
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Vivir el cuerpo como corporeidad es tomar conciencia de él
y orientarle para descubrir su valor e integrarlo a nuestro ser
persona, para que no se convierta en un tirano de ella, sino para que
sea el medio a través del cual expresamos todo lo profundo de
nosotros mismos y captamos el ser profundo de los que nos rodean.
No es que tengamos que esperar a la edad de dieciséis o
diecisiete años para comenzar a educar en la vivencia del cuerpo.
Esta educación hay que iniciarla desde el primer momento, pero
comprendiendo la realidad interior que viven los pequeños para irles
sacando de esa forma de vivir su cuerpo y enseñarles a vivirlo como
corporeidad.
Desde esta dinámica vivimos el cuerpo desde el ser persona,
ya no tiene mayor importancia la belleza externa, ya no dependemos
de los estereotipos que la moda nos impone. Nos sentimos bien con
él, le aceptamos, le amamos y sobre todo le cuidamos.
Vivir el cuerpo como corporeidad es hacerlo propio, es
sentirlo como nuestro, es vivirlo desde el SER, saber leerlo para que
nos descubra a nosotros mismos en profundidad y dar a conocer a
los demás esa profundidad de nuestra persona. Vivir el cuerpo desde
la corporeidad nos ayuda a quitarnos todos los complejos por no
tener la figura física que deseamos, y nos damos a conocer desde
nuestro interior, que es donde está nuestro principal valor.

2.- LA VIVENCIA DE LOS SENTIMIENTOS

Lo mismo que hemos dicho sobre la vivencia del cuerpo hay


que decirlo de los sentimientos, no son nuestros y lo que hay que
hacer es aprender a hacerlos propios, pues eso es lo que hará que
nuestra personalidad vaya formándose y fortaleciéndose.
Hay una íntima correlación entre la vivencia del cuerpo y la
vivencia de los sentimientos, lo que confirma lo dicho
anteriormente: la unidad del ser humano sin posibilidad de
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dualismos, y por eso distinguimos dos formas de vivir los
sentimientos: egocéntricamente y alocéntricamente.

a) Egocéntricamente

El término egocéntrico está compuesto de dos palabras


latinas: ego, que significa yo y del cual se derivan muchas palabras
que usamos en nuestro lenguaje: egoísmo, egoísta, ególatra; y
centro. Egocéntrico, por tanto significa ponernos como centro de
todo lo que nos rodea.
Esta es la manera normal como los niños/as viven sus
sentimientos y por lo tanto también su relación con los demás y que
lo manifiestan desde los primeros momentos de su existencia. El
infante llora con frecuencia y la mayoría de las veces no es por otra
razón que la necesidad de tener a alguien a su lado, que le tome en
cuenta, pues no está enfermo ni tiene hambre ni frío, sólo quiere
compañía.
Esto debería tenerse en cuenta al educar a los niños, pues la
presencia, principalmente de la mamá, es fundamental para su
desarrollo afectivo. Hoy nos quejamos mucho por las actitudes de la
juventud y, nosotros mismos no nos entendemos muchas veces en
nuestra relación con los demás pues, los miedos, el aislamiento, el
rechazo a ciertas personas; es muchas veces consecuencia de las
carencias afectivas de nuestra infancia.
La sociedad actual, que obliga con frecuencia a que trabajen
el papá y la mamá, hace que los
niños/as desde bien tiernos sean llevados a las guarderías, donde
materialmente pueden estar muy bien atendidos, pero no reciben la
atención que necesitan para su desarrollo afectivo, pues la persona
que les cuida no puede dar el afecto que sólo dan los padres a través
del contacto físico.
El niño vive en una especie de espiral con el movimiento
27
hacia dentro, todo es para él y por eso todo tienen que dárselo. El
niño/a se siente el centro del mundo que le rodea y todo aquello que
le apetece, que le agrada, lo quiere para sí y aquello que no le atrae
lo rechaza. De ahí que para él son buenas las personas que le dan
todo lo que quiere, le satisfacen todos los caprichos y están
pendientes de él. Pero los que le exigen algo, le reprenden o no le
dan lo que quiere, son malos y los rechaza.
Es frecuente ver el “cariño” que los nietos/as tienen por sus
abuelos. También sucede lo mismo con los papás que sólo llegan a
la casa durante unos momentos y les dan a los hijos todo lo que les
piden, los cogen en brazos, los miman. Los niños se apegan -se
suele decir- pero no es cariño, sino egoísmo, pues están recibiendo
lo que les gusta, pero si la mamá ha estado todo el día con ellos y ha
tenido que corregirles, que llamarles la atención, no permitirles
hacer muchas cosas, a ella no la “quieren”. Fácilmente nos
confundimos y eso también confunde a los niños/as que no van a
saber a qué atenerse y sólo van a aceptar, cuando crezcan, a aquellas
personas que les dan todo gusto. Y esto no ayuda a crecer, hace
daño.
El niño vive así y siente así y en ellos es normal. Educar, es
irlos sacando poco a poco de ese egoísmo natural. Esto es difícil,
pues se opone a lo que para ellos es normal, el conseguir todo
aquello que se les antoja.
Muchos padres de familia, toman actitudes equivocadas: la
una, es dar al niño/a todo lo que pide y eso le hace daño; o,
castigarle, lo que también es contraproducente. Hay que buscar el
equilibrio para satisfacer las necesidades afectivas del niño/a y por
otro lado ayudarle a que salga de sí mismo y comience a pensar en
los demás.
Hay situaciones especiales del niño/a que hacen la
formación más difícil:
a) Los hijos de madres solteras. Con frecuencia las mamás quieren
28
quitarse su culpabilidad y compensar la falta de afecto paterno
dándoles todo aquello que les piden, con lo que les hacen daño;
b) Los hijos únicos: qué difícil les resulta a los papás y mamás
educarles para que salgan del “egoísmo”. Por ser hijos únicos se
tiende a darles todo aquello que quieren. Lo mismo pasa con la
famosa “parejita”, pues a fin de cuentas se les trata como hijos
únicos por los roles que la sociedad impone para la educación del
varón y la mujer. En estos casos, para que los niños salgan de su
“egoísmo”, necesitan que alguien les obligue a compartir, aunque
sea a la “fuerza”, lo que sucede cuando asisten a una guardería o a la
escuela, cualquier lugar donde estén con niños que vivan la misma
realidad egocéntrica.

b) Alocéntricamente

En la educación del niño, es fundamental enseñarle a


compartir, ya que eso le irá sacando del egoísmo e irá madurando
afectivamente, pues en la relación con el otro es como el ser
humano puede desarrollar su afectividad.
El problema se presenta cuando un adulto vive deseando ser
el centro de atención de los demás y cuando no lo consigue se siente
mal y se deprime o se molesta con las otras personas. Hay adultos
que manifiestan estas actitudes, lo que indica que no han madurado,
están en la etapa infantil de su desarrollo. En el fondo su relación
con los demás es una relación de dependencia y como consecuencia
no podrán tener una auténtica relación personal.
Esta actitud se manifiesta especialmente en los varones y la
razón es la educación que se les da desde pequeños. A los varones,
normalmente, se les sirve, no se les da ninguna responsabilidad en la
casa y como consecuencia se les hace dependientes de la mamá, de
las hermanas; por eso, con frecuencia, se les hace más difícil
defenderse solos en la vida, mientas que las mujeres pueden, con
29
más facilidad, salir adelante ellas solas.
Vivir alocéntricamente los sentimientos es tomar conciencia
de los otros. Darnos cuenta que los otros son esenciales para el
crecimiento personal y por lo tanto tenemos que preocuparnos de
ellos. Dicho en otras palabras, es vivir poniendo en el centro a los
demás. Mientras que el niño se pone en el centro, el adulto gira
alrededor de los demás, para descubrir dónde le necesitan y darse a
ellos.
Conviene aclarar esto, pues a veces se entiende mal y hay
personas que dicen que viven para los demás y se olvidan de sí
mismos. Sólo se puede vivir auténticamente para los demás
partiendo de la dedicación a uno mismo, pues si no estoy consciente
de quien soy yo difícilmente haré algo realmente valedero por los
demás. Con frecuencia las mujeres viven esta situación, se entregan
a su esposo y a sus hijos pero se olvidan que son mujeres. Y si se
olvidan de ellas mismas, la dedicación a los demás hará daño pues,
cuando no reciban el reconocimiento que esperan, se sentirán
defraudadas.
Sólo podré entregarme verdaderamente a los demás cuando
parto de lo que yo soy. Por eso Jesús en el Evangelio dice
claramente: “Ama a los demás como a ti mismo”. Es imposible
darme a los demás, aceptarlos, ayudarlos, perdonarlos, si no me
doy, me acepto, me ayudo, me perdono a mí mismo. Partiendo de lo
que yo soy, es como de verdad puedo darme a los demás. De aquí la
necesidad de conocerme, de aceptarme para entrar en una auténtica
relación con los otros y vivir sin dependencias, que siempre nos va a
tener pendiente del reconocimiento de los demás.

3. LA VIVENCIA DE LA MENTE O LA RAZÓN

No nos vamos a referir al mundo de las ideas que hemos ido


adquiriendo a lo largo de nuestra existencia, pues eso es algo que lo
30
hacemos normalmente, aunque no seamos conscientes de ello. Es
cierto que también las ideas, los conceptos que vamos adquiriendo
los tenemos que ir haciendo propios para no convertirnos en simples
repetidores de los que los demás dicen, algo bastante frecuente.
Aquí nos referimos a algo mucho más profundo: al concepto
que tenemos de nosotros mismos. Si no nos conocemos en
profundidad, no nos relacionamos desde lo que en realidad somos
sino desde la imagen que tenemos de nosotros y esto nos lleva a que
no podamos tener una buena relación con nosotros mismos ni con
los demás. Por esto vamos a reflexionar sobre las distintas imágenes
que podemos tener para que, conociéndola podamos cambiarla y así
entrar en relación desde lo que somos, no desde la imagen.
Podemos distinguir dos tipos de imágenes: la imagen que
tengo de mí mismo y la imagen que los demás tienen de mí. Ambas
imágenes pueden ser: negativas, supervaloradas o positivas.
Diremos algo sobre la imagen que tenemos de nosotros mismos y
después hablaremos de la imagen que los demás tienen de nosotros
y las consecuencias que acarrean.
a) Imagen negativa

Esta imagen es la más frecuente en nuestro medio, no sólo


en las personas particulares sino también a nivel cultural. Como país
nos sentimos inferiores, cosa que se demuestra en la imitación de
todo lo extranjero. Los anuncios comerciales lo manifiestan con
claridad: “tela importada”, “alimentos importados”, “ropa de
marca” que lógicamente es importada. En fin, creemos que todo lo
importado es superior a lo nacional, cuando sabemos muy bien que
muchas de las cosas están elaboradas en el país y se le pone
simplemente el sello de otro lugar. Los países del Tercer Mundo,
normalmente, tenemos una imagen negativa de nosotros mismos.
Con frecuencia nos sentimos inferiores en relación a unas personas
y superiores a otras. Todo esto es signo claro de que funcionamos
31
por imágenes y que no nos hemos identificado, pues una cultura,
una persona, es única y no puede compararse con nada ni con nadie.
La imagen negativa es siempre creada por el medio en que
nos desenvolvemos, bien sea la familia o el ambiente. La mayoría
de las personas, en nuestro medio, tenemos imagen negativa de
nosotros mismos. La razón es sencilla, casi siempre a los hijos o a
los alumnos les estamos recalcando lo negativo que hacen, pero qué
pocas veces aplaudimos lo positivo. Y si somos capaces de
observar, veremos que a lo largo del día, cualquier persona hace
más cosas positivas que negativas. Pero nos han formado
negativamente. En la familia, en el ambiente, en los medios de
comunicación, en el sistema educativo, sólo se hace notar lo
negativo. Hasta la Iglesia en la formación de los cristianos ha caído
en esto. Cuando a los niños se les prepara, por ejemplo, para la
Primera Comunión se les dice que para confesarse tienen que hacer
examen de conciencia, que consiste en recordar todos los pecados
que han cometido, pero no se les ayuda a tomar conciencia de la
acción creadora del Padre Dios que está haciendo constantemente
maravillas en ellos y en todos los seres humanos.
Los medios de comunicación nos invaden de noticias
negativas, es más, son las únicas que se transmiten. Es cierto que
hay padres y madres irresponsables que cometen graves errores en
la formación de sus hijos, pero ¿no son muchos más los padres y
madres responsables que están dando día a día la vida por ellos?
Hay sacerdotes que son un mal ejemplo para los cristianos pero,
¿no hay muchos más sacerdotes que viven su vocación
ejemplarmente? Hay jóvenes que están descarriados pero, ¿no hay
muchos más jóvenes que llevan una vida muy normal y acorde con
su edad? Es cierto que hay muchos profesionales: médicos,
banqueros, comerciantes que lucran del dolor o la necesidad de los
demás pero, ¿no hay muchos de estos profesionales que son
honrados, que buscan servir a los demás? Pero los medios de
32
comunicación sólo nos dan las noticias negativas ¿será porque sólo
les interesa lo que produce beneficios económicos, en vez de ser
instrumentos formativos?
La imagen negativa se forma, normalmente, en la infancia.
Si a un niño se le está repitiendo constantemente que es torpe, si se
le está comparando, es muy normal que responda después a la
imagen que le han formado y actuará como torpe o irresponsable,
aunque no lo sea de hecho. Lo mismo sucede en el colegio o escuela
cuando el profesor tiene estas mismas actitudes con los alumnos.
Cuando hablábamos de la vivencia del cuerpo decíamos que
en la actualidad se está dando culto al cuerpo y de esto nacen
imágenes negativas para muchas personas, principalmente para las
jóvenes. Al comparase con los modelos que la sociedad impone y
ver que no se logra tener esa figura, aparece la imagen negativa de
sí mismas. La imagen negativa suele tener su origen en la
comparación con los demás, bien porque nos comparan o porque
nos comparamos.

b) Imagen supervalorada

Del mismo modo que la imagen negativa puede ser personal


o colectiva, también sucede lo mismo con la imagen supervalorada.
Hay pueblos, razas que tienen imagen supervalorada, por ejemplo,
la imagen que la raza aria ha tenido en relación con el resto de razas
del mundo, les llevó a cometer verdaderas atrocidades como la
matanza de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. En
nuestra cultura, los llamados blancos suelen tener una imagen
supervalorada en relación con los indígenas o negros.
Se puede dar al mismo tiempo la imagen negativa y
supervalorada dentro de la misma persona. Con unos se tiene
imagen negativa y con otros supervalorada.
Superar el mundo de las imágenes es quizá lo más
33
complicado en nuestra formación personal y a la hora de ayudar a
otras personas; pues, una persona que tiene imagen negativa puede
taparla inconscientemente con manifestaciones de imagen
supervalorada o viceversa. El machismo, por ejemplo, es una de
estas manifestaciones. El machista con sus actitudes de prepotencia
está escondiendo una imagen negativa de sí mismo. Lo mismo
sucede con algunas personas que se envuelven en manifestaciones
de “humildad” de “servicialidad” y en el fondo esconden soberbia.
En el mundo religioso y en el de trabajo se encuentran, con
frecuencia, estas formas de comportamiento.
Esta imagen supervalorada también se forma siendo niño.
No es difícil escuchar a muchos padres de familia estar siempre
alabando a sus hijos comparándolos con los demás, pero en sentido
inverso de lo que decíamos en la formación de la imagen negativa.
Esta imagen nace no sólo de las ideas que se forman en los niños,
sino principalmente de las actitudes. Es muy normal decir a los
niños que no se junten con otros niños porque no son de “buena
familia”, porque no tienen en “buen apellido” o porque tienen la piel
más oscura. Y no digamos nada de los comentarios que los niños
escuchan en las casas con respecto a las personas con las que se
relacionan.

c) Imagen positiva

No es posible eliminar en forma absoluta la imagen de


nosotros mismos. Supondría llegar a conocer el SER profundo que
sólo Dios conoce. Por eso el trabajo de personalización es una labor
de toda la vida y nunca podemos decir que hayamos llegado a
terminarla. Todos los días podemos descubrir algo nuevo en
nosotros y como consecuencia algo nuevo en los demás y en todo lo
que hacemos. Todos los días tendrían que ser nuevos para nosotros.
Es la única manera de evitar la rutina, pues todos los días hacemos
34
lo mismo: nos levantamos, desayunamos, vamos a clase o al trabajo,
hacemos las labores de la casa, comemos, tenemos las mismas
actividades programadas de todos los días y volvemos a acostarnos,
para el día siguiente hacer lo mismo. Esto hace que muchas
personas se desanimen. Pero eso que hacemos todos los días,
siempre será distinto si nos descubrimos como nuevos. Para lograrlo
tenemos que interiorizar y descubrir la novedad que hay en cada
uno de nosotros.
Aunque nunca eliminemos la imagen, debemos ir logrando
una imagen positiva. Tener imagen positiva es aceptar que
poseemos muchas cualidades, dones y junto a ellos, también
defectos. Ir descubriendo día a día los dones que tenemos nos
permite también reconocer los defectos, sin que éstos nos destruyan.
El padre Larrañaga, en una de sus reflexiones hacía una
comparación que ilustra lo dicho. Si estamos en un cuarto oscuro sin
nada de luz no descubrimos ningún fallo en las paredes; si
encendemos un fósforo podemos descubrir los fallos más grandes y
si poco a poco vamos iluminando el cuarto llegamos a descubrir
hasta los fallos mínimos. De aquí la importancia de descubrir los
dones, pues ellos son la luz que nos permiten ver con claridad los
defectos. Anteriormente, cuando hablamos de la imagen negativa
nos referimos a esto. Sólo podemos quitar los defectos partiendo del
descubrimiento de los dones, de las cosas positivas que tenemos.
Sé que tengo imagen positiva de mí mismo cuando
reconozco mis cualidades y mis defectos y ambos se equilibran. Ni
los defectos me destruyen creando imagen negativa de mí ni los
dones me enorgullecen pues sé que son eso, dones, regalos que me
han dado sin que yo haya hecho otra cosa que ponerlos a trabajar
para que vayan creciendo y desarrollándose. Enorgullecerse de los
dones no tiene sentido, sino agradecer que me los hayan regalado,
hundirme por los defectos es no aceptar mis limitaciones como ser
humano
35
.
d) ¿Cómo saber si actúo por imagen?

Algunos quizá, se estén preguntado cómo saber si se está


actuando por imagen o cómo descubrir si tienen imagen negativa o
supervalorada. Hay dos elementos sencillos para descubrir si se está
actuando por imagen y de qué imagen se trata. Por ejemplo si
cuando alguien me insulta o me alaba se produce en mí un malestar,
o me esponjo como el pavo real cuando me alaban, son signos de
que vivo de imagen: en el primer caso negativa y en el segundo,
supervalorada.
Si tengo imagen positiva, no sucede ni lo uno ni lo otro. Al
escuchar un insulto, puede ser que en el primer momento me
moleste, pero si reflexiono descubriré si es verdad lo que me han
dicho. Si es así, debería agradecer a la persona que me ha insultado,
pues me ha ayudado a tomar conciencia de algo que quizá no había
descubierto y por lo tanto, no me sentiré mal. Y si no es cierto
menos aún me afectará. Lo mismo sucede cuando me alaban, me
sentiré bien, pero no me enorgulleceré, porque descubro que es algo
que me han regalado y lo aceptaré y agradeceré por el regalo que
me han hecho. El orgullo no será por el regalo sino por quien me lo
ha regalado y mi compromiso es hacer crecer ese don que los demás
me han reconocido.
Otra manera relativamente fácil para reconocer si actúo por
imagen es la comparación. Si me comparo con los demás es que
estoy viviendo de imagen. Cuando uno descubre que es único no se
compara con nadie.
El compararse siempre lleva a salir perdiendo y produce
angustia y desorientación, pues con unos nos sentiremos superiores
y con otros inferiores, de modo que nunca viviremos en paz.
Una vez descubierta la imagen negativa o supervalorada debemos
iniciar un trabajo personal para ir consiguiendo una imagen positiva,
36
que consiste en aceptar las cualidades y defectos. Esto es algo en lo
que nadie nos podrá ayudar porque nosotros mismos somos quienes
debemos descubrirlos.
Para ayudar a las personas con imagen negativa o
supervalorada el único camino es hacerle tomar conciencia por sí
mismo de sus cualidades y sus defectos pero, convencer de lo uno o
de lo otro es imposible; eso es trabajo personal que el interesado
tiene que hacer, si quiere ir formando su personalidad.
Para superar un problema de relación con el otro, no se debe
esperar el cambio de la otra persona, hay que comenzar
cambiando uno mismo. Por ejemplo, si en una pareja uno de ellos
comienza por relacionarse bien consigo mismo, ya se ha
solucionado el cincuenta por ciento de la relación y es casi seguro
que también el otro comience a cambiar. Esto nos lleva a
comprender la importancia de conocernos profundamente, para
aceptarnos, “llevarnos bien con nosotros” y crear una buena relación
con los demás.
Hemos visto, en este capítulo, la absoluta necesidad de
descubrir en profundidad, quien soy yo, a través de una reflexión
personal constante para tomar conciencia de nosotros mismos,
sabiendo que eso es una labor que dura toda la vida, porque nunca
llegamos a descubrir el SER. Pero tenemos que ser conscientes, que
para llegar a conocer nuestro ser no es suficiente la reflexión
personal, es necesario el encuentro con los demás. Dicho de otra
manera: los demás son necesarios para descubrirnos a nosotros
mismos. A veces nos olvidamos de esto. En vez de descubrir, que
los demás son absolutamente esenciales para saber quiénes somos,
pasamos indiferentes ante los demás. La indiferencia destruye no
sólo a la persona que no toma en cuenta a los demás, sino también a
la persona que no es tomada en cuenta. Este en uno de los
problemas más graves de la posmodernidad: la indiferencia está
destruyendo a la humanidad. Por este motivo tenemos que
37
reflexionar y tomar conciencia de quién es el otro auténtico, que me
ayudará a descubrir quién soy yo y viceversa, pues las personas que
nos rodean, muchas veces, en vez de ayudarnos a crecer como
personas nos despersonalizan por no saber quién es un auténtico
otro para mí, que me ayuda a ser cada día más yo mismo. Pero este
es el tema del capítulo siguiente.

CAPITULO II
QUIEN ES EL OTRO PARA MI

1.- El otro es alguien que “me abandona”


2.- El otro es alguien que “me amenaza”
3.- El otro es alguien que “se me da”
38
4.- El otro es alguien que “me recibe”
5.- El otro es alguien que “me llama”

QUIEN ES EL OTRO PARA MÍ


Estamos viviendo en una sociedad que educa para el
individualismo y esta es la causa, a nuestro parecer, que nos
ocasiona todos los problemas que vivimos. La solución se dará
en la medida que descubramos nuestra dimensión comunitaria e
intentemos vivirla con la mayor profundidad posible.
Hoy se dictan muchos cursos y
talleres sobre autoestima; pero, si
bien esto es algo positivo, el
problema que puede darse es que
aumenten más el individualismo y,
como consecuencia, la persona que
entra en esa dinámica, mientras no
descubra que su autoestima está en
función de los demás, en vez de
ayudarla y ayudar a los demás, lo que consigue es sentirse
mal, ya que espera que todo el mundo se mueva a su
alrededor, pues piensa que tiene que recuperar todo aquello
que antes se le ha negado.
Para poder hacer comunidad, primero tenemos que ser
individuos, identificados con nosotros mismos, pues ciertos
animales, aunque viven en grupo no tienen conciencia de su
individualidad.

Para ser individuos, para descubrirnos a nosotros mismos,


necesitamos de los demás. Muchas veces hemos oído decir que
el varón es complemento de la mujer y viceversa, pero admitir
39
esta aseveración nos llevaría a pensar que somos incompletos
como personas, lo que no creemos que sea aceptado por nadie.
Lo que tenemos que aceptar es que para ser nosotros mismos,
el otro es esencialmente necesario y sin él no podremos
identificarnos.
El otro es “alguien esencial para que yo sea yo”. Y en
la medida que “yo” sea “yo” haré que el “otro” sea el “otro”. Y
al encontrarme con un “otro” auténtico hará que “yo” sea más
“yo”.
De acuerdo con lo que pensemos que el “otro” es para mi
“yo”, nuestra relación será auténtica y la podremos desarrollar con
normalidad. Por desgracia no siempre tenemos claro esto y por
ello la relación no llega a plenitud. Casi siempre pensamos que
el otro a de ser alguien que esté pendiente de nosotros y eso es
algo que nos destruye.
Vamos a dar unas características que nos permitan identificar
quién es el “otro”:
1.- El otro es alguien que “me abandona”
2.- El otro es alguien que “me amenaza”
3.- El otro es alguien que “se me da”
4.- El otro es alguien que “me recibe”
5.- El otro es alguien que “me llama”

Daremos una breve explicación de estas características


para que veamos cómo el otro nos ayuda a construirnos como
personas, aunque nos parezca extraño.

1.- El otro es alguien que me abandona

Desde el mismo momento de nacer, el otro es alguien


que me abandona, y si no lo hace, me llevaría a la destrucción.
40
Cuando hablamos de abandono debemos entender lo que
con ello queremos decir. El abandono debe ser progresivo y de
acuerdo a la capacidad de libertad de la persona abandonada,
pues de no ser así, se puede crear frustración, con lo que la
persona queda herida. Esto sucede con tantos niños abandonados
por los padres en una edad en la que necesitan el
acompañamiento, pues aún no tienen capacidad para valerse por
sí mismos.

Una madre, sin duda, ama profundamente al hijo que lleva


en sus entrañas. Si no quisiera “abandonarlo” ¿qué ocurriría? La
respuesta es obvia: mataría a su hijo y ella misma moriría. Por
eso, aunque es grande el dolor para ambos, le tiene que sacar de
su vientre. Es por lo tanto un abandono y, lógicamente, con
dolor.

Cuando un niño tiene que salir del ambiente familiar y


entrar en el ambiente escolar o preescolar, también tiene que
darse un abandono, aunque le produzca sufrimiento. Si los
padres no lo hacen y, porque el niño llora, no le dejan en el
jardín o la escuela, le están impidiendo crecer. Y por eso, a
pesar del dolor, deben hacerlo.
Para que los jóvenes crezcan, los padres tienen que irles
dejando solos, pues únicamente así irán madurando. Es cierto
que pueden cometer errores y dolorosos a veces, pero es la
única manera de que vayan creciendo.

Llegará un momento en que los padres tendrán que


dejar totalmente libres a los hijos. Y si éstos no son capaces de
independizarse de los padres, quiere decir que se han quedado en
la etapa infantil. Con frecuencia, alumnos de los últimos
41
cursos de bachillerato y hasta de universidad, necesitan que sean
los papás los que les solucionen los problemas que se les
presentan, esto significa que no les han “abandonado”, no les
han dado la libertad necesaria para aprender a vivir y les han
hecho un grave daño.

Como hemos dicho, este abandono es doloroso y


conduce a la soledad. Ante esta soledad podemos tomar dos
opciones:

a) Nos identificamos
b) Nos frustramos

a) Nos identificamos: Unicamente en la soledad, tan


rechazada en nuestro ambiente, es donde nos podemos
encontrar con nosotros mismos. En ella es donde podemos
ir conociéndonos, en ella podemos descubrir el porqué, el
para qué actuamos y cómo actuamos. No hay otra manera
de identificarse. Por eso, hoy que rechazamos la soledad, se
retrasa la madurez de las personas.
b) Nos frustramos: Aquí nos referimos a las personas que no
son capaces de asumir la soledad que el otro tiene que
proporcionarles para que puedan identificarse consigo
mismos. Y hay muchos hombres y mujeres que no pueden
estar solos porque la soledad les ocasiona malestares
profundos. Estas personas tienen menos posibilidad de
madurar, pues no aprovechan la riqueza de vivir la soledad.
“El otro es alguien que me construye en la soledad”.

2.- El otro es alguien que me amenaza

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Cuando nos encontramos por primera vez con una
persona, en nosotros aparece un temor. Temor que nace de que
no sabemos cómo esa persona puede influir en nosotros y
como consecuencia ponemos barreras que se irán quitando en la
medida que nos abramos y permitamos a esa persona entrar en
nuestras vidas para construirnos.

También esta característica es vital. Cuando una niña o un


niño tienen una nueva hermanita o hermanito, en el mayor se
despierta la amenaza. Alguien se ha metido en su vida y como
consecuencia tiende a eliminarlo. Y esto se manifiesta de
diversas maneras, de modo que los padres deben tener sumo
cuidado para que no haga daño al más pequeño.

Ante esta vivencia podemos, también, tener dos actitudes:

a) Nos cerramos
b) Nos abrimos

a) Nos cerramos. Suele ser la actitud más frecuente en la


sociedad actual. Y no nos damos cuenta que el cerrarnos
a lo único que nos conduce es a un aislamiento y éste nos
lleva al “suicidio” interior, pues no olvidemos que sólo
podemos llegar a ser nosotros mismos en el encuentro con
el “otro”. Por eso el cerrarse destruye a las personas.
Muchas de las personas introvertidas que todo se lo
tragan, que “sufren en silencio”, no tienen ningún
entusiasmo por la vida y hasta puede llegar el momento en
que vean todo tan negro que, al no encontrar salida a su
situación, podrían llegar al suicidio real.

b) Nos abrimos. Sólo en el abrirse a los otros, a pesar de que


43
sean una amenaza, tenemos la posibilidad de crecer como
personas.

El ser humano es un ser relacional. De modo que si no tiene


otra persona con quien relacionarse lo hará con los animales o las
plantas o con cualquier cosa. Pero sólo en la relación con las
personas podemos construirnos, porque son las únicas que
pueden corresponder a la comunicación verdadera.
Todos hemos experimentado el alivio que sentimos al poder
sacar aquello que dentro de nosotros nos molesta, aunque al
comunicarlo no nos den soluciones. Basta comunicar lo que
vivimos para que encontremos un descanso interior.
La mayoría de nosotros hemos experimentado cómo se daña
la relación en la familia, por ejemplo, cuando algún miembro se
cierra en sí mismo. En el momento en que esa persona comunica
aquello que le agrada o desagrada, comienza la solución a los
problemas. Por eso el abrirse es fundamental tanto para la
persona misma como para la comunidad en la que vive.
Aclaración: El hecho de que al abrirnos nos hacemos más
personas, no quiere decir que no tengamos que ser prudentes
a la hora de comunicarnos con los demás. La amenaza existe y
por eso hay que saber a quien comunicamos y lo que
comunicamos. Una cosa es que no comuniquemos algo porque
creamos que no debemos, ya que la persona con la que nos
estamos comunicando puede no acoger lo que vivimos, y otra
cosa muy distinta es que nos cerremos por miedo, esto es lo que
nos destruye.
Es frecuente que en el enamoramiento las personas se abran al
otro y hagan confidencias que luego, cuando éste se rompe, se
arrepientan de haberlo hecho. En este período es aconsejable, por
44
prudencia, el no hacer confidencias profundas, pues si hay una
separación no se sabe que uso hará la persona que recibió la
confidencia.
3.- El otro es alguien que se me da

En una sociedad donde todo se compra y se vende esta


característica es difícil de vivir y, sin embargo, es la única manera
de que la relación con el otro sea auténtica.

El otro no es alguien que me da cosas, y si en eso se


pone toda la fuerza de la relación, esa relación es falsa. El otro es
alguien que se me da, todo su ser, su persona. Es relativamente
fácil dar cosas y hasta dar tiempo. Pero darse uno mismo y sin
esperar nada a cambio, qué difícil resulta. El otro es alguien que
se me da y, además, gratuitamente o no es “otro” auténtico para
mí.

Estamos acostumbrados a dar cosas y en eso ponemos la


atención al mantener una relación. Con mucha frecuencia se oye
a los padres decir a sus hijos: “Si quieres que te dé esto me
tienes que dar un beso”, con esta actitud, ya desde que los hijos
son pequeños les enseñamos a no dar gratuitamente nada, ni un
signo de cariño.

Esto mismo sucede en la relación de matrimonio. Siempre


estamos esperando ser correspondidos en todo lo que hacemos por
el otro. En la actualidad, en que la sociedad de consumo busca la
proliferación de días dedicados a alguna celebración: día de la
madre, del padre, del amor y la amistad, etc., cuántos disgustos
tenemos porque no nos han regalado algo. Por otro lado, eso
que nos hemos acostumbrado a regalar no tiene la
profundidad que necesita una relación para ser auténtica. No
45
se puede entender, por ejemplo, que un hijo el día de la madre
le dé una serenata y ese mismo día llega a la casa embriagado,
causando dolor a esa madre a la que unas horas antes decía que
amaba. Tampoco se puede entender que ese día se le regale a
la madre cosas para que siga trabajando por los de la casa.
Algo parecido se puede decir de los regalos dados en los días
dedicados a otras celebraciones.

4.- El otro es alguien que me recibe

Si el otro es alguien que realmente mantiene una relación


de crecimiento conmigo, tiene que recibirme como persona y
consecuentemente tal como soy, así como yo tengo que recibirle
como es. Esto no significa que no me ayude a cambiar mis
defectos, pero si me quieren hacer a su imagen no hay una
relación auténtica.

Cuántas veces experimentamos que las personas nos


acogen, nos reciben porque les damos algo, porque les
proporcionamos algún beneficio del tipo que sea. Si es así la
acogida que nos dan, entonces es que no nos reciben, sino que
reciben beneficios de nosotros, pero no a nosotros.

La única posibilidad de cambio en las personas se da


cuando son aceptadas tal como son. Y esto lo experimentamos
con frecuencia. Cuando sentimos que somos acogidos y no
juzgados, comienza en nosotros a nacer una fuerza interior
capaz de trasformar todo lo negativo que podamos tener.

5.- El otro es alguien que me llama


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Cuando hablamos del otro, no nos referimos
exclusivamente a las personas que están a nuestro alrededor,
aunque son ciertamente las que más influyen. El otro es toda
persona aunque no la conozcamos; el otro es cualquier ser
humano de la tierra. Y también el otro es toda la naturaleza,
pues siendo el ser humano un ser relacional, todo lo que le
rodea le afecta y también nosotros afectamos a todo lo que
nos rodea, personas y naturaleza. El “OTRO también es Dios
con el que entramos en relación como personas.

Por esta razón tenemos que estar atentos a todas las


personas, a todo acontecimiento que se produzca en nuestra
sociedad, o de otra manera no podremos crecer, porque como
dijimos al comienzo: “el otro es absolutamente necesario para mí,
para que yo sea yo”. Cerrarnos en nosotros mismos nos destruye,
quedarnos reducidos a un pequeño ambiente nos empobrece. Sólo
el abrirnos a todos y a todo lo que nos rodea nos puede
hacer personas, porque son los que despiertan en nosotros todo lo
que somos.

Para conocernos, para saber qué hacemos en este mundo,


necesitamos totalmente del otro, pues nos indica a través de su
llamada, los dones que tenemos muchas veces escondidos e
improductivos.

Con mucha frecuencia los jóvenes no saben que carrera


escoger y generalmente la única motivación o criterio para
elegirla es la que produce más dinero o más prestigio y luego se
dan los fracasos profesionales tan decepcionantes para muchas
personas.

47
La vocación -no nos referimos sólo a la vocación religiosa
o sacerdotal- nace precisamente de esta característica, que
estamos intentando explicar. Cuando caminamos por la calle,
cuando escuchamos o vemos las noticias en la televisión, si es
que estamos atentos a nuestro interior, vamos descubriendo en lo
más profundo de nosotros mismos qué es aquello que más nos
afecta, más nos toca, más nos hace vibrar. Descubierto eso
podemos estar seguros de que por ahí va nuestra vocación, o
nuestra profesión si es que la queremos llamar así.

Si lo que más nos toca, por ejemplo, es ver la


ignorancia de la gente y las consecuencias de ella, tendremos
vocación de educadores; si es la desorganización de la
sociedad, la vocación será la política; si es el hambre de la gente
podrá haber vocación de agricultor, o industrial de la
alimentación, o veterinario; si es el ver a la gente en la calle
sin techo donde cobijarse, será vocación de arquitecto, etc.
En esto consiste la educación según José de Calasanz, como
decíamos en la reseña hecha al comienzo de estas reflexiones.

Por desgracia no suelen ser estas las motivaciones para


la elección de una carrera o de una profesión, sino lo dicho
antes, el dinero y el prestigio. Por eso no nos podemos extrañar
de que haya malos profesionales en todas las actividades de la
sociedad y encontrar personas con muy

buenas carreras pero que como personas están destrozadas


porque aquello en lo que trabajan no corresponde a lo que en
realidad son y no se sienten felices en su trabajo.

Todas estas características son necesarias tenerlas en cuenta


para entender muchas de las cosas que vamos a decir en el
48
resto del libro.

CAPITULO III

TIPOS DE RELACIÓN

Hemos explicado, en los dos capítulos anteriores, quién soy


yo y quién es un auténtico otro para mí. Mientras no tengamos
conciencia clara de estas dos realidades es imposible que se pueda
dar una verdadera y positiva relación entre personas. Sólo, un “yo”
49
auténtico puede hacer un “tú” auténtico. Con frecuencia, en los
problemas de relación con los otros, solemos esperar que el otro
cambie, creyendo que así mejorará la relación; pero, se presenta un
problema: no podemos cambiar a nadie, ese es un trabajo personal.
Con dificultad podemos cambiar nosotros, pero cambiar al otro es
imposible. Lo que podemos hacer es comunicarle nuestra opinión
sobre su comportamiento, para que tome conciencia y pueda iniciar
el trabajo personal de transformación, pero el cambio es su decisión.
Pero para iluminar al otro primero tengo que ser un auténtico “yo”;
un dicho evangélico conocido por todos dice: Si un ciego guía a
otro ciego los dos caen en el hoyo. Muchas veces, lo que
pretendemos es que el otro haga o se comporte como nosotros
deseamos, pero eso es despersonalizar. Imposible dar claridades a
los demás si nosotros no las tenemos. Sólo alguien que ha logrado
llegar a una cierta madurez, puede ayudar al otro a madurar.
Por lo tanto, para que se dé una auténtica relación, debemos
comenzar por trabajarnos a nosotros mismos. Soy yo quien debe
iniciar el cambio, así, por lo menos, en la parte de la relación que de
mí depende, el problema se habrá solucionado. Si espero que sea el
otro quien cambie para cambiar yo, nunca se dará el cambio
deseado en la relación.
En los grupos juveniles, donde se suele plantear con mucha
frecuencia el problema de relación entre padres e hijos, se puede
comprobar que si uno comienza a cambiar, cambia la relación. En
palabras de los mismos jóvenes: “Desde que estoy en el grupo y he
comenzado a tomar conciencia de lo que hago y por qué lo hago,
mis papás han cambiado”.
Resumiendo: Si día a día vamos descubriendo “quién soy
yo” y somos fieles a nosotros mismos, los otros también cambiarán,
siendo más “ellos mismos”. Y en la medida que el otro sea más “él
mismo” me irá haciendo a mí más “yo mismo”. Lo que dije al
comienzo de este capítulo: un “yo” auténtico hace al otro un
50
verdadero “tu” y viceversa. Esto es fundamental tenerlo en cuenta a
la hora de la relación. Si no sé “quien soy yo” y no sé realmente
“quién es el otro para mí” es imposible que se dé una verdadera
relación. Ambas vivencias exigen un trabajo personal, que no todas
las personas están dispuestas hacerlo, porque supone un esfuerzo de
interiorización al que no estamos acostumbrados.
En el capítulo X hablaré de la afectividad y su forma de
vivirla. Ahora sólo voy a hacer unas afirmaciones, que permitan
aclarar la relación con uno mismo, con los demás, con la naturaleza
y con Dios, pues la relación afecta a todo mi ser y a todo el entorno
en el que me muevo.
Todo lo relacionado con la persona es la base antropológica
de la relación y ésta depende de la afectividad, que engloba la
totalidad personal. Esto no se ha tenido en cuenta. Por eso las
realidades humanas se han mirado por separado, con lo que se ha
convertido a la persona en un conjunto de elementos independientes
entre sí, pero, a la persona no se la puede subdividir: es una realidad
total unificada, afectada totalmente por la afectividad.
En la modernidad lo importante eran las ideas, la razón, lo
central era la doctrina, las normas y desde ahí se manejaba la
realidad. Por eso la afectividad no ocupaba el lugar primordial; era
el deber lo que organizaba las relaciones y la fuerza de voluntad
quien dirigía la vida. El voluntarismo ha sido hasta ahora la fuerza
de la actuación y de la relación con los demás. El niño, el joven
sabía qué debía de hacer, cómo debía de comportarse. En la familia,
en la escuela o colegio, en la iglesia se decía lo mismo y todos
sabían a qué atenerse. Pero hoy no sucede lo mismo. El niño/a
escucha una cosa en la casa, a veces ni eso porque el papá dice una
cosa y la mamá otra; en la escuela oye opiniones distintas y en la
misma iglesia también escucha otra manera de pensar. Y eso les
desorienta.
En la posmodernidad se parte de la realidad personal y
51
dentro de ésta lo más importante es la afectividad. Las normas, las
convicciones, la voluntad han pasado a segundo plano. Y esto lo
descubrimos sin mayor esfuerzo. Encontramos muchas personas
extraordinarias en todas las dimensiones de la persona, pero ante la
afectividad se derrumban. Y si la afectividad no está bien centrada
todo lo demás, tarde o temprano acaba por destruirse. Una persona
que tenga una afectividad bien equilibrada, una buena relación
consigo misma y con los demás supera mucho mejor las dificultades
que se le presentan en su vida. Quien no tenga un equilibrio afectivo
se derrumbará tarde o temprano y con él o ella la relación.
La relación es esencial en la persona: nuestro nacimiento se
produce por una relación, crecemos como personas individual y
socialmente a través de la relación, en la familia primero, luego en
el entorno de la escuela y después en el entorno social. No podemos
madurar como personas sin relación: El otro es esencial para mí,
decíamos en el capítulo II. Pero hay que tomar conciencia del tipo
de relación que vivimos, pues hay una relación extrínseca: el
individuo se relaciona con el otro a través de un deber de tipo social,
moral o religioso. La relación que nos permite tener una verdadera
relación extrínseca es de tipo intrínseco: descubrir vivencialmente
que el “yo” auténtico no puede existir sin el “otro”. Sólo puedo
llegar a construirme como persona, cuando mi SER se encuentra
con el SER del otro y viceversa. La relación es existencial y, por lo
tanto, es una exigencia del ser. Si no me relaciono no puedo llegar a
lograr una auténtica personalidad. Esto lo expliqué en el capítulo
segundo al hablar de quién es el otro para mí en la característica: “el
otro es alguien que me amenaza”. Sólo desde la vivencia de esta
relación intrínseca podemos luchar contra el egoísmo y el
individualismo, imposible de eliminarlos con normas.
Después de haber descubierto el valor de la relación en el
crecimiento humano, examinemos los distintos tipos de relación que
se da en nuestro entorno. Tampoco se suele tener claridades sobre
52
estos tipos de relación y por no tenerlas se ocasionan dificultades.
Pasemos, pues, a examinar los distintos tipos de relación que
tenemos y sus características. Esto evitará muchas dificultades a la
hora de relacionarnos.
No vamos en explicar las relaciones más elementales, que se
dan a través del proceso de maduración de las personas. Sólo hago
relación a ellas. Somos cuerpo, sentimientos, mente, como hemos
explicado en el capítulo primero. Por lo tanto las relaciones
elementales se dan a este nivel. El niño se relaciona con su medio
desde el cuerpo es una relación cuerpo-cuerpo. Mientras se dé esta
relación con normalidad el niño se siente bien. Esta relación, por
desgracia se va perdiendo con el tiempo, pero es fundamental, como
hemos explicado anteriormente. El cuerpo nunca nos engaña, si lo
sabemos leer. Luego aparece la relación sentimientos-sentimientos y
por fin la relación mente-mente. Mientras se den estas relaciones
paralelas entre las personas que se relacionan todo funciona bien.
Pero cuando se entrecruzan es cuando se rompe la relación. Por eso
la dificultad en la relación del niño y del adolescente con el adulto.
Este, normalmente, quiere relacionarse desde la mente pero el niño
responde desde el cuerpo: no me gusta; con el adolescente sucede lo
mismo, los padres se relacionan desde el mundo de las ideas y ellos
responden desde el sentimiento. La consecuencia es clara, no hay
entendimiento y como consecuencia se rompe la relación o se hace
difícil.

1. Relación funcional

Es la relación que nace a partir del rol, de la función que


todos tenemos en el medio en que vivimos. Es la función la que nos
introduce en la sociedad. El rol es una tarea que nos identifica
dentro de un grupo. Todos tenemos una función en el grupo del que
formamos parte desde el niño hasta el anciano. Mientras no seamos
53
conscientes del rol personal y lo aceptemos y aceptemos el rol que
el otro tiene no puede haber una buena relación funcional.
El niño desde bien tierno tiene una función, aunque no sea
otra que la de “molestar”, ya que todos tienen que estar pendientes
de él. Cuando tiene unos añitos su función en jugar, revolver. El,
personalmente, no es consciente de su rol, pero quienes lo rodean sí
deben ser conscientes de ello. Los ancianos, con frecuencia, no
aceptan su rol, que no es otro que el de “estorbar”, pues han perdido
capacidades para valerse por sí mismos en muchas ocasiones y
necesitan del cuidado de los demás. Esto les hace sentir mal, porque
no aceptan su rol y comienzan los problemas con los familiares que
les rodean. Los ancianos tienen que aprender a aceptar que su rol ha
cambiado y que ahora ya no pueden realizar lo que hacían años
atrás. Aceptar su nuevo rol les ayudará a sentirse mejor y como
consecuencia la relación va a mejorar. Ellos han servido, han
ayudado durante muchos años, pero con la edad ha llegado el
momento de dejarse servir, de dejarse ayudar.
Pero no sólo es la persona la que tiene que aceptar su rol.
Los que la rodean también lo tienen que aceptar y así se logrará que
la relación funcional, al menos, se realice sin tensiones. Pero esto es
muy difícil. Los padres de familia no aceptan, con frecuencia, el rol
del niño pequeño. Quieren que se comporte como adulto y le hacen
una serie de reflexiones que no pude entender y como consecuencia
le reprenden, cuando no le castigan. Y el pobre niño se desorienta
porque lo único que “entiende” es que tiene que tocar todo lo que
está a su alcance. Tiene que estar moviéndose porque es su función,
no puede estar sentado en una silla como una persona adulta en una
reunión. Si aceptásemos el rol del niño, que es jugar, estar en
constante actividad, no le llevaríamos a una reunión de adultos, no
dejaríamos cosas que se pueden romper al alcance de sus manos.
Pero nos olvidamos de su rol, de su función y entonces vienen los
problemas.
54
Con las personas mayores sucede algo parecido. En este
caso el problema se puede plantear, como he dicho antes, porque el
mismo anciano/a no acepta su rol, pero también porque los que
están a su lado no aceptan el nuevo rol: no puede hacer aquello que
hacían antes. Y esto crea tensiones. Si por ambas partes se acepta el
rol el malestar se disipa y se mantiene una relación aceptable,
aunque esto no evite el dolor ni cambie las circunstancias. Al no
aceptar el rol además al dolor de la circunstancia se añade el
rechazo, que es lo que destruye la relación, nos hace mal a nosotros
y hace daño a la otra persona.
La relación funcional se tiene que tener muy en cuenta en
otros ámbitos como en el trabajo, en los negocios. Con frecuencia
mezclamos la relación de amistad con la relación funcional en el
trabajo o negocio. Si las mezclamos se dañan tanto el trabajo o el
negocio como la amistad. Por eso es necesario tener bien claras el
tipo de relación en los distintos grupos en los que nos movemos y la
función que tenemos en un determinado momento.
Cuando alguien entra en un trabajo o hace un negocio con
una amistad o un familiar lo primero que tiene que quedar claro es
la función que se va a desempeñar. Cuando esto no se hace se pone
en peligro la relación familiar o de amistad y lógicamente el trabajo.
Y esto suele suceder con frecuencia: como somos amigos, como
somos de la familia no se clarifican las funciones de parte y parte y
surge la dificultad en la relación. Hoy es muy frecuente entre jefes y
secretarias, por ejemplo que se produzcan problemas. En el trabajo
se comienza a compartir situaciones personales que poco a poco van
creando una relación que sala de la relación laboral. Con el tiempo
se rompen las dos relaciones por mezclarlas. Lo mismo sucede
cuando se hacen negocios o se trabaja en familia. Como es hijo/a o
pariente no se clarifican las funciones y se dañan la familia y el
trabajo. Si un hijo/a, por ejemplo, trabajan con sus padres o hay un
trabajo entre hermanos, es necesario tener muy claro las funciones y
55
cumplirlas al pie de la letra, más que si no son familiares. Debe de
estar estipulado un sueldo, un horario de trabajo, unas
responsabilidades y durante la relación laboral esto es lo que tiene
que tenerse en cuenta. La relación familiar se dará fuera del ámbito
puramente laboral. Podríamos poner infinidades de ejemplos, pero
se alargaría demasiado este tema.
Alguno se preguntará ¿lo personal dónde queda en esta
relación funcional? Lo personal aparece en segundo plano y no
puede intervenir en la función y menos manipular la función,
cosa muy frecuente en nuestro medio, donde no separamos las
funciones sino que las mezclamos. Con frecuencia nos llevamos los
problemas familiares al trabajo y los problemas del trabajo los
llevamos a la casa. Y ahí se daña todo. Mis problemas personales,
mientras ejerzo mi función deben de quedar a un lado, pues la
relación funcional lo exige. En caso contrario la estamos
estropeando y si se estropea la relación funcional se va a estropear
también el resto de relaciones.
Una relación funcional, que no se lleva bien, rompe el
matrimonio, la vida familiar, las relaciones laborales, la vida
comunitaria, la vida social. Aunque dentro de la familia no deba ser
la relación funcional la principal, sin embargo se da y hay que ser
conscientes de ella. Hay momentos en que se tiene que dar la
relación en la pareja como esposos, lo que supone un conocimiento
del rol en cada uno de ellos. Hoy la mayoría de los padres y madres
de familia se olvidan del rol de padres. Tienen una función como
tales y en momentos determinados los tienen que ejercer. No
pueden dejarse llevar siempre por el “amor” de padres, aunque ésta
sea la relación que debe primar. Haber olvidado en las familias los
roles de esposos, de padres o de hijos ha roto muchas familias.
Creo que estamos experimentando todos los días en el
trabajo y en las oficinas el problema de una mala relación funcional.
El encargado/a de realizar cualquier trabajo burocrático se olvida de
56
su responsabilidad funcional. Lleva al trabajo los problemas
familiares, o se deja llevar por algún problema laboral que haya
tenido, y la persona que llega a la ventanilla, o el trabajador/a de
menor rango paga los platos rotos: malas caras, vuelva mañana, no
le puedo atender, etc. Todos hemos tenido esta experiencia. De tal
manera que si queremos conseguir algo tenemos que recurrir a las
“palancas”. El empleado/a público ha olvidado que su función es
atender a las personas que se acercan para solicitar algo que él tiene
la obligación, por su función, de atender. Todo lo demás hace que
las cosas no funcionen. ¡Cómo cambiaría el país si cada funcionario
cumpliese su rol y no tuviéramos que estar recurriendo a las
palancas, que es una manifestación de corrupción! La mayoría de
las instituciones, sobre todo públicas, no funcionan porque el
funcionario no cumple la función que ha aceptado o mezcla
funciones, o interfiere en la función de los demás.
Hoy es muy frecuente escuchar en la formación de
maestros/as que el profesor tiene que ser un amigo de los alumnos.
Es cierto, a eso se debe de llegar. Pero el profesor tiene una función
que debe realizar por encima de sus gustos personales. En el aula
debe ser profesor y actuar de acuerdo a su función y en los
momentos apropiados debe tratar a los alumnos como amigos. Esto
no le exime de cumplir su rol de educador. Es más, si no cumple
este rol tampoco va a ser un verdadero amigo de los alumnos, pues
éstos, por su edad, no podrán separar ambas relaciones y se dañarán
las dos.
La relación funcional puede camuflar traumas, cuando no se
es consciente de cómo la llevamos o curarlos. Un papá
intransigente, una mamá superprotectora, un jefe o jefa impositivo,
déspota puede estar escondiendo traumas personales. Por eso una
relación funcional consciente nos ayuda a conocernos, pues en ella
estamos expresando nuestro SER profundo del cual no siempre
tenemos conciencia.
57
La relación funcional se rige por obligaciones y
privilegios. Toda función acarrea una serie de obligaciones que se
tienen que cumplir por encima de la situación anímica que vive la
persona, pero también dicha función conlleva una serie de
privilegios inherentes a la misma función. Un gerente de una
empresa tiene una serie de privilegios que no tiene un obrero de la
misma. Un profesor tiene una serie de privilegios que no tiene el
alumno en un colegio. Pero también ambos tienen una serie de
obligaciones que no tienen ni los empleados ni los alumnos.
El problema se plantea cuando los privilegios, que son
propios de la función y para el mejor cumplimiento de la función, se
toman como privilegios personales. Esto es muy frecuente en
nuestro medio, por no tener claridades sobre lo que es la relación
funcional. Con cuánta frecuencia, por ejemplo, se emplean los
automóviles, que se han entregado a un funcionario para que ejerza
su función, en beneficio personal. La corrupción, tan enraizada en la
sociedad, tiene su fundamento en esto. Se usan los cargos para
beneficio personal. La corrupción no es cuestión de dinero
solamente, sino se extiende también al tráfico de influencias
aprovechándose del cargo que se ostenta.
Esta relación funcional se aprende. Depende del
conocimiento de las funciones que acarrea un cargo determinado. El
esposo, la esposa deben tener claro su rol, también los niños en la
casa deben conocer sus funciones, lo mismo el director de un
colegio o escuela o el gerente de una empresa. Si no se conocen las
funciones que se deben de realizar es imposible ejecutarlas. Por eso
aparecen los vademécum, donde se especifican con claridad las
responsabilidades y tareas que cada persona debe de realizar en su
función y se le exige cumplirlas. El desconocimiento de las tareas
no quita la responsabilidad al no cumplirlas. Y estas tareas se llevan
a la práctica con fuerza de voluntad, por responsabilidad personal
de cumplir con la misión encomendada y aceptada
58
.
2. Relación social

Parece que el tema de las relaciones sociales es más


conocido y lo manejamos mejor que los otros tipos de relación;
pero, creo que tampoco hay claridad, por eso vamos a reflexionar
un poco sobre ella, pues no podremos tener una relación social
auténtica, si no conocemos sus características.
La relación social nace del hecho de vivir con otros. No
vivimos aislados, sino que somos seres comunitarios, sociales y por
lo tanto tendremos que conocer aquello que nos permita mantener
una buena relación dentro del grupo al que pertenecemos.
Es frecuente escuchar, cuando se presentan conflictos en la familia,
en la sociedad o en un grupo, “yo soy libre y puedo hacer lo que
crea conveniente”. Esta manera de entender la libertad rompe la
relación social. Si viviéramos solos en un desierto o en la selva sin
nadie a nuestro alrededor sí podríamos hacer todo lo que se nos
ocurriera, pero somos seres sociales y toda acción personal
repercute en el grupo en el que estoy inmerso, por no decir en toda
la humanidad.
En las familias se crean problemas justamente por no
entender las relacione sociales. El padre de familia confunde con
frecuencia los privilegios de su función con la relación social,
familiar. El cree que por ser padre de familia, puede hacer lo que le
parece. Es muy frecuente, en la actualidad, escuchar los conflictos
entre padres y madres de familia con sus hijos adolescentes: tipos de
música que gustan a cada uno, volumen de los equipos de sonido,
horarios de vida familiar, en fin, una serie de problemas difíciles de
enumerar. Y la respuesta que se suele dar es casi siempre la misma:
eso es lo que a mí me gusta; yo soy “libre” y puedo hacer lo que
quiera. Y esta libertad mal entendida destruye la relación familiar
porque sólo pensamos en nosotros mismos y no tomamos en cuenta
59
a los demás. En la familia no se educa a los hijos para que piensen
en los demás y por lo tanto la respuesta es “normal”. Y si en la
familia no se aprende a vivir las relaciones sociales es imposible que
se vivan después en los grupos o en la sociedad en general.
Lo mismo sucede con fiestas sociales celebradas en las casas
particulares. Se pone música a todo volumen sin importar cómo eso
repercute en la vecindad de manera que quieran o no tiene que
soportar la fiesta de los vecinos sin participar de ella. En los buses,
en la calle nos vemos obligados a escuchar la música o las noticias
que les interesan a la persona que está manejando los equipos.
Tenemos que soportar las reuniones de jóvenes o no tan
jóvenes en parques y plazas, que se reúnen a tomar y escuchar
música hasta altas horas de la madrugada. Si se les reclama, la
respuesta es muy sencilla: somos “libres” y podemos hacer lo que
queramos. Pero vivimos en sociedad y eso afecta a las personas, que
en ese momento tienen que hacer lo que es propio de esas horas,
descansar, porque tienen que, al día siguiente, asistir a sus trabajos.
Con mucha frecuencia nos olvidamos del adagio popular que dice:
“mi libertad termina donde comienza la libertad del otro”.
¿Cómo aparece lo personal en la relación social? Decíamos, que
en la relación funcional lo personal queda en segundo plano y no
debe influir en ella. En la relación social, lo personal no puede
desaparecer porque entonces se masifica la relación, como suele
suceder en discotecas, conciertos y otros muchos eventos. Cada
persona es única y eso se debe respetar en este tipo de relación.
El principio que rige la relación social es el de los
derechos y deberes, que son iguales para todos teniendo en
cuenta la singularidad de la persona. Aquí reside la dificultad en
la relación social. Se mantienen en ella las prerrogativas de algunas
personas y esto daña la relación social. Los derechos y deberes son
iguales para todos en esta relación y por lo tanto no hay privilegios.
Por eso no suele darse una verdadera relación social en nuestra
60
sociedad.
Hay cosas que llaman la atención. Pongo un ejemplo. Los
derechos ciudadanos. Por pertenecer a una nación todos tenemos los
mismos derechos. Eso no quiere decir que todos tengamos las
mismas posibilidades de ejercerlos, pero los tenemos. Ciertamente
un niño no puede ejercer el derecho a votar en una elección de
dignidades, pero ese derecho no se lo puede quitar nadie. Por eso
hay que tener en cuenta la individualidad de la persona. Y vemos
cómo en las anteriores constituciones de la república de nuestro país
se han suprimido derechos por una serie de razones que no han
tenido en cuenta lo que es una relación social auténtica.
Pero no podemos quedarnos sólo con los derechos. Todo
derecho lleva consigo un deber, una responsabilidad. Si miramos
con detenimiento lo que se está produciendo en nuestra sociedad,
descubrimos que sólo se habla de derechos: derechos del anciano,
derechos de los niños, derechos de los trabajadores, derechos de los
hijos, pero qué poco se habla de los deberes, de las
responsabilidades que tiene el anciano, el niño, el trabajador, los
hijos. Y si hay derechos también hay deberes, ya que son
inseparables.
Cuando derechos y deberes van juntos y son respetados por
todos, se da una auténtica relación social. Si se elimina uno de los
dos la relación social se estropea y no hay tal relación. Esto es una
de las muchas “materias” pendientes tanto en la formación familiar,
como en escuelas y colegios. Desde pequeñitos se debe educar en
los derechos pero también en los deberes, si queremos tener una
verdadera relación social. Cuando a un niño/a no se le hace
responsable de sus actuaciones le estamos quitando la posibilidad de
vivir una auténtica relación social.
El conflicto en la relación social se produce por el
enfrentamiento entre lo individual y lo colectivo. Por eso, esta
relación también se aprende por el conocimiento y se ejerce por
61
la aplicación de la fuerza de voluntad. El individualismo está
enraizado en lo más profundo de la sociedad actual, producto de la
posmodernidad y del neoliberalismo, que nos está llevando a una
sociedad indiferente donde lo único que importa es lo mío sin
importarme la situación de los demás. Sólo teniendo muy en cuenta
y siendo conscientes de que los derechos y deberes son iguales para
todos podremos llegar a una auténtica relación social, y como
consecuencia a una sociedad verdaderamente humana.

3. Relación interpersonal

Si es difícil llegar a unas auténticas relaciones funcionales y


sociales, mucho más difícil es llegar a una verdadera relación
interpersonal; es labor de toda la vida y muy pocas personas llegan a
alcanzarla.
En la relación interpersonal desaparecen lo funcional y
social. Lo difícil es tomar conciencia de qué tipo de relación estoy
teniendo o debo de tener en un momento determinado, pues por
darse las tres relaciones en una misma situación, se pueden mezclar
y entonces se dañan las tres. Algo ya hemos dicho al hablar de la
relación funcional, cuando se mezcla con la amistad o la familia; la
función de profesor con la amistad que éste debe tener con los
alumnos; la relación que los padres de familia deben tener con sus
hijos. En todos estos casos, decíamos, hay que saber qué tipo de
relación estoy teniendo, en cada momento de la situación que se está
viviendo, pues en caso contrario se daña toda relación. En este
apartado lo vamos a clarificar al hablar de la relación interpersonal,
que debe ser la meta de toda nuestra relación auténticamente
humana con el otro.
La relación interpersonal se da, cuando tengo
exclusivamente tomamos conciencia de que es una persona la
que está frente a mí y parto de su singularidad como persona,
62
independientemente de su función. En la relación interpersonal no
me relaciono con mi hijo/a, con mi esposo/a, con mi alumno/a. Me
relaciono con Andrés, María, Pablo o Narcisa como persona
independientemente de si son o no familia, o tenemos otro tipo de
relación laboral o social. Si la relación es con el hijo/a, el esposo/a,
el alumno/a es una relación funcional. Cada persona se identifica
por su nombre, que la hace única y con ella me relaciono
independientemente de la función o relación de parentesco. Esto es
difícil, porque casi siempre prima la función que tenemos. Es muy
frecuente escuchar a los padres de familia que dicen querer a su
hijo/a o entre esposos decir: amo a mi esposo o mi esposa. Al hablar
así, estamos hablando de la función, que se está desempeñando,
pero no de la persona. Todos tienen un nombre propio, todos son
personas únicas, y con lo que eso significa me relaciono, si es que
quiero llegar a la relación interpersonal, independientemente de lo
que sea en cuanto a función o relación social.
La relación funcional se rige por privilegios y
responsabilidades; la relación social por deberes y derechos; en la
relación interpersonal desaparece todo esto. Lo que rige la relación
interpersonal es la opción libre y personal, el deseo de poner
todos los medios a mi alcance para lograr la relación. No hay
reglas, no hay normas, no hay derechos ni deberes, ni privilegios ni
responsabilidades. Lo importante es aportar, por mi parte y
libremente, todo lo que sea necesario para lograr la relación. Por eso
es tan difícil lograrla, porque casi siempre estamos reclamando
derechos o exigiendo deberes. Esta relación sólo se puede
fundamentar en el amor, del cual hablaremos más adelante.
No existen, pues, derechos ni deberes, privilegios o
responsabilidades porque libremente he decidido poner los medios
para crear esta relación. Al ser libre mi decisión no puedo reclamar
nada ni exigir nada ni esperar nada. He optado, he decidido lograr
esta relación sin que nadie me lo haya pedido, menos exigido y por
63
eso sólo se puede vivir esta relación en el amor.
Qué pocos padres de familia, que pocos esposos, qué pocos
amigos llegan a una auténtica relación interpersonal. Es normal
escuchar a madres o padres de familia decir a sus hijos: “yo que me
he sacrificado tanto por ti, yo que he dado mi vida para que tú seas
algo en la vida, mira cómo me pagas”. Si ha habido “sacrificio”, si
se espera “cobrar” no ha habido relación interpersonal, porque
estamos reclamando reconocimiento y si esperamos
reconocimiento no hemos sido libres al hacer lo que se haya hecho.
Si espero que me correspondan a lo que yo he hecho por el otro, lo
he convertido en un negocio. Como consecuencia, me siento mal y
reclamo.
Lo mismo sucede entre esposos: “yo hago esto o lo otro y tú
¿qué haces?” y comienzan los reclamos: es claro que no hay
relación interpersonal. Para que se dé ésta se tiene que partir de que
yo hago esto o aquello, porque quiero hacerlo, porque me nace
desde mi interior, independientemente de la respuesta que la otra
parte dé. La consecuencia es lógica: como he hecho lo que haya
hecho, porque me ha nacido hacerlo, nunca habrá reclamos, ni
malestares interiores, porque no he conseguido lo que me he
propuesto. Simplemente he hecho lo que tenía que hacer porque me
ha movido el amor y el amor es pura gratuidad.
La relación interpersonal se realiza a través de hechos, de
acciones y no tanto de palabra. Por eso sólo se aprende leyendo los
hechos de vida. Hay muchas personas, que por la razón que sea no
son capaces de expresar con palabras aquello que están viviendo.
Sobre todo los varones, por la educación que han recibido, tienen
mucha dificultad en expresar sus sentimientos. Por eso hay que
saber leer los hechos de vida: su manera de estar preocupándose por
las cosas, y en el caso de los padres de familia por la forma en
acercarse a los hijos, de colaborar en las cosas de la casa, estar
atentos a los pequeños detalles, pues a veces no pueden expresar con
64
palabras lo que viven en relación a los hijos, al hogar, ni siquiera a
la propia esposa. Leyendo los hechos de vida, los comportamientos
podremos saber si están procurando relaciones interpersonales o no,
aunque no lo expresen. Lo ideal sería que se exprese con palabras lo
que se está viviendo, pero también es cierto que las palabras pueden
esconder dobles intenciones y hasta engañar. Esto es necesario
saberlo manejar muy bien sobre todo en el periodo de la relación del
noviazgo, donde las palabras tapan las intenciones profundas que se
tiene, porque hay intereses escondidos y si los hay ya no pude haber
una auténtica relación interpersonal, y como consecuencia habrá una
amistad verdadera y mucho menos se podrá hacer un proyecto
común de vida para el matrimonio. Si no se aprende a leer los
hechos de vida es fácil que se produzcan engaños, porque las
palabras pueden mentir y los sentimientos nos pueden engañar,
aunque no haya mala voluntad.
En la relación interpersonal no requiere respuesta del otro.
Es más no se debe esperar que el otro me responda porque entonces
hay interés y éste es opuesto al amor. Es más, en muchos casos ni se
puede dar esa respuesta. Por ejemplo: con un niño/a tierno/a se
puede y se debe tener relación interpersonal, pues sólo de esa
manera le iremos haciendo persona, pero no podemos esperar
ninguna respuesta de él o de ella. Se les ama porque son personas y
nada más o sino no se les ama de verdad y toda relación
interpersonal, como veremos más adelante se fundamenta en el
amor.

4. Otros tipos de relación

En la sociedad actual se están utilizando otros tipos de


relación, que si bien no tienen en cuenta la persona, sin embargo, se
dan con muchísima frecuencia en muchas relaciones sociales. Estas
relaciones tienen como principio fundamental mantener una
65
relación por distintos motivos. Estas relaciones son: “ganar-ganar”
o de “perdidas y ganancias”.

a) La relación de “ganar-ganar”.

Lo que se busca en este tipo de relación es que ambas partes


saque beneficio mutuo en la relación. Si en la relación uno gana y el
otro pierde el perdedor se va a sentir mal, pero si ganan los dos la
relación funciona. Es la relación normal en los negocios. Si ambos
ganan en el negocio se mantiene la relación entre los negociantes.
Las alianzas entre partidos políticos, normalmente, se hacen
partiendo de este tipo de relación y si no ganan ambos la alianza se
rompe y se busca otro u otros partidos políticos para lograr ambos
ganancia. Pero no sólo se da en los negocios y la política, también
se da en la relación entre esposos y entre padres e hijos. Me sacas
bien los estudios y te regalo una bicicleta. Ambos ganan. Lo mismo
suele pasar entre esposos.

b) Relación de “perdidas y ganancias”

Es muy frecuente entre esposos, entre padres e hijos que se


dé este tipo de relación y a veces es necesario. Se pierde en algunas
cosas, se cede, para lograr otras que consideramos más importantes
para nosotros o nos acarrean beneficios superiores a lo que
perdemos. Entre esposos es normal que en algunas cosas se ceda
para conseguir algo de la otra parte; con los hijos se tiene muchas
veces esta relación: se les permite algo, aunque no estemos de
acuerdo, para conseguir mantener la relación y lograr un
comportamiento determinado. Por eso, aunque se pierda algo no nos
sentimos mal porque ganamos en otro sentido. El problema es que
este tipo de relación exige estar “negociando” constantemente y si
en algún momento no se logra lo que se esperaba se rompe la
66
relación y los problemas aumentan
En el mundo de los negocios esta relación es muy normal.
Se regala algo a los clientes, se invierte en propaganda, que es una
pérdida, en el fondo, pero a través del regalo y de la propaganda
espero sacar un mayor provecho. También este tipo de relación es
muy empleada por los partidos políticos en sus alianzas. Cedo en
este proyecto, pero tú me concedes privilegios en este otro.

Resumen:

Si el ser humano es un ser relacional, quiere decir que en


todo momento está viviendo relacionalmente y, por lo tanto, en una
misma situación se pueden tener los tres primeros tipos de relación
de los que hemos hablado. La dificultad proviene de no tener en
cuenta el tipo de relación que en cada momento debo tener. Por eso
es necesario conocer los principios que rigen cada tipo de relación.
Si no aprendemos a hacerlo se va a dañar toda la relación.
Es cierto que la relación a la que tenemos que tender siempre es a la
relación interpersonal, pero no siempre se puede tener, porque hay
momentos en que nos debemos relacionar desde la función o desde
lo social. El profesor, que no tiene en cuenta esto, por ejemplo, va a
tener problemas con los estudiantes: “como me llevo muy bien con
los estudiantes y tengo muy buenas relaciones interpersonales no
preparo las clases”. Si el profesor confunde la función con lo
interpersonal tarde o temprano tendrá problemas con sus estudiantes
en el aula y se perderá la relación de cercanía y confianza que quería
conseguir con la falsa relación interpersonal, llegando hasta la
pérdida del respeto por parte de los estudiantes. En la familia deben
primar las relaciones interpersonales. Pero, como dije
anteriormente, en los problemas económicos entre familia y en la
falta de organización de las actividades familiares de los miembros
se olvidan, con frecuencia, los tipos de relación y por eso se daña la
67
familia, la relación interpersonal desde la cual se deben vivir las
otras relaciones. Lo mismo sucede con la amistad y los negocios.
Para los padres de familia es fundamental aprender y tener
en cuenta todo lo que hemos dicho sobre los tipos de relación. No se
pude dudar, que la relación interpersonal es el fundamento de la
familia, pero tampoco se debe olvidar que en muchos momentos se
tiene que actuar como padre o como madre y esto es relación
funcional. En caso contrario se va a dañar la relación familiar. Muy
pocas familias tienen esto en cuenta, quizá por no tener
conocimiento de lo que estamos diciendo sobre los tipos de relación.
El gran cambio que se da en la relación del mundo actual, es
el paso de una relación primordialmente funcional, que se
manifestaba en normas y preceptos, a una relación primordial y casi
exclusivamente interpersonal. Los hijos no se relacionaban con Juan
o Andrés, como María o Fernanda sino con su padre o con su
madre. La relación de los hijos con los padres era una relación
funcional más que interpersonal. Por eso se hablaba siempre de
respeto a los padres, que no es otra cosa que mantener una relación
funcional. Y este es el problema: los padres, que tuvieron una
relación funcional con sus padres, ahora no pueden aceptar la
relación interpersonal que normalmente desean y buscan los hijos.
Por eso esas frases tan frecuentes de los padres a los hijos: “en mis
tiempos con tus abuelos…” Pero no hemos tomado conciencia, los
adultos, que aquella relación no era una relación interpersonal
fundamentada en el amor, sino una simple relación funcional, que
como tiene normas y mecanismos muy precisos parecía que era una
buena relación.
Ahora las normas no funcionan, y cuando se quieren
mantener por encima de todo, por parte de los padres, se provoca la
rebeldía. Hay que trabajarse personalmente para lograr la relación
interpersonal que se aprende en el trato con José o con Yolanda,
personas concretas, independientemente de si son hijos o padres,
68
pero sin olvidar que hay momentos en que se tiene que tener clara la
relación funcional. Lo mismo sucede en el matrimonio. Antes había
una serie de normas sociales que decían cuál debía ser el
comportamiento, la función de una “buena” esposa y de un “buen”
esposo. Todavía muchas madres de familia les dicen a sus hijas que
tienen que soportar los malos comportamientos, las borracheras de
sus esposos, porque así lo hicieron ellas y mantuvieron el
matrimonio. Pero hoy no hay normas para la relación en pareja.
Esta relación la tienen que ir creando entre ambos y por eso la
dificultad, porque no se ha enseñado a los jóvenes a crear este tipo
de relación interpersonal. No se han aprendido los mecanismos del
diálogo entre la pareja; no se sabe que la relación interpersonal es
una opción personal, que cada uno individualmente desea conseguir
y por eso pone todos los medios a su alcance para conseguirla
simplemente porque la desea, libremente. Al no haber normas, ni
recetas para esta relación, hay que ir aprendiendo los mecanismos,
con frecuencia, a base de errores, que se irán corrigiendo por medio
del diálogo.
Esto mismo pasa en la relación social donde prevalece la
relación funcional. No nos relacionamos con otros que tienen los
mismos derechos y deberes que yo sino con el rector, con el
funcionario, como el ministro, pero lo personal no se tiene casi
nunca en cuenta y se mantienen las diferencias sociales los cargos y
por lo tanto los privilegios. En la Iglesia pasa lo mismo. Nos
relacionamos con la función de párroco, de obispo, con la función,
pero la persona que ostenta esta función no se tiene en cuenta y no
sólo por parte de los fieles sino por parte de los mismos clérigos: no
tienen relación con personas concretas sino con feligreses.

5. La vivencia de la relación

La relación con el otro la podemos vivir de varias maneras.


69
La puedo vivir:

 Sometido al otro: Vivo mi relación como la vive el


niño. Me someto porque no tengo otro remedio o porque
eso me trae “beneficios”. Acepto todo lo que la otra
persona dice o pide porque tengo miedo a perderla.

 Contra el otro: Es la vivencia de la relación propia del


adolescente. Se tiene que rebelar porque se ha sentido
sometido toda su vida de infancia, aunque no haya sido
real, pero así lo ha vivido. Cuando en la relación de
pareja se ha vivido en el noviazgo sometido al otro, es
muy normal que una vez casados aparezca esta vivencia
en la relación y aparecen los enfrentamientos.

 Con el otro: Es la vivencia de la relación propia de la


persona madura. Me uno al otro libremente para ir
solucionando las dificultades que se presentan en la
relación porque de hecho siempre las habrá. De esta
manera crecen las dos personas

En la relación entre personas se pasa siempre por estas tres etapas.


Si antes se las vivía verticalmente ahora se viven horizontalmente: si
me someto “aparentemente” no hay problemas; si me enfrento al
otro aparecen los problemas, que si no se solucionan acaban con la
relación; si me uno al otro iremos solucionando los problemas. Y
esto es lo que hay que aprender, cosa no fácil si no tomamos
conciencia de la relación que deseo tener con quienes me rodean
.
También la relación se puede vivir:

Cargando con el otro: Como he dicho, el “yo” no puede vivir sin


70
el “tú”. La tendencia es, por lo tanto, atraer al “tú” para el “yo” y
entonces cargo con los problemas del otro. Es típica esta actitud en
los padres de familia, sobre todo las madres y lo mismo las esposas.
Pero tenemos que tener en cuenta una realidad por dolorosa que nos
parezca: nunca podremos solucionar los problemas del otro. A lo
sumo le podremos dar pistas, iluminar, orientar para que el otro
solucione sus problemas. Si cargo con el problema del otro, lo hago
mío y busco soluciones mías al problema, que no son las soluciones
que puede poner el otro. Por ello cargo con el problema, le hago
más grande, no soluciono nada y lo que es más doloroso, agrando el
problema. Si nos examinamos sinceramente lo que buscamos es dar
órdenes: que hagan lo que yo mando lo que yo quiero y si no se
hace se rompe la relación, porque me canso, y toda carga acaba por
agotar tarde o temprano.

Acompañando al otro: Es una vivencia de la relación totalmente


distinta a la anterior. El “yo” se sitúa en el “tú” y le acompaña. El
“tú” es el dueño de su existencia y por lo tanto sólo él puede y debe
encontrar el camino para vivir, para solucionar los problemas. Esto
no desgasta, no cansa porque si no me hace caso no me siento mal,
porque sé que él es responsable de su propia existencia y, aunque se
equivoque, no le voy a dejar solo. Le acompaño en su caminar y no
me siento mal porque le dejo en libertad para que él decida su vida.
Qué difícil es para los padres de familia, para los adultos
aprender a acompañar a los hijos, a los niños y jóvenes. Quieren
aplicar su experiencia y no quieren que sus hijos o los adolescentes
se equivoquen, pero se tienen que equivocar y el adulto siempre está
a su lado, sin recriminaciones, para acompañarle y orientarle en el
camino que ha elegido. Cuando aprendemos esto nunca rompemos
la relación, siempre estamos al lado de quien necesita una
orientación, pero sin imponer nuestros criterios, sino dando nuestro
punto de vista para ver si le sirve. Indicándole donde se puede
71
tropezar, pero si no hace caso y cae no se le abandona sino se le da
la mano para que siga caminando.

6. Dimensión amorosa de la relación interpersonal

La relación interpersonal, fundamento de toda relación


humana, es esencial para el desarrollo afectivo de toda persona. Esta
relación, como ya hemos dicho, exige una dimensión amorosa.
Únicamente el amor logra una verdadera relación interpersonal. En
el capítulo VI explicaré el proceso del amor. Ahora sólo indicaré las
características del amor y una breve explicación de cada una de
ellas.
El amor es:
 Gratuito
 Una conquista progresiva
 Único
 Irrevocable
 Fecundo
 Sexuado

* Gratuito:

La gratuidad es la característica esencial, primordial y primera del


amor como vínculo relacional. Es la capacidad de llegar al otro sin
la mediación del tener o del hacer. Amo exclusivamente porque el
otro es persona. Es lo que se dice con frecuencia pero no se vive,
“amor sin condiciones”, pues si hay condiciones ya no hay amor.
Se ama porque se quiere amar. En cuanto hay alguna razón
para amar ya no es amor. Con frecuencia se dice que se ama porque
es hijo/a, esposo/a esto entra de la relación funcional. Ya hay una
razón y por lo tanto ya no hay amor en el sentido de gratuidad. Lo
mismo pasa en nuestra relación con Dios, para aquellos que se dicen
72
creyentes. Dios no nos ama porque somos sus hijos, sino porque nos
ama somos sus hijos. Lo mismo debería ser el amor a los hijos o
entre esposos. Porque amo a fulanito o menganita son mis hijos o
porque amo a una persona es mi esposo/a. Lo que hace hijos o
padres, lo que hace esposo o esposa a la otra persona es el amor.
Cuando el amor está mediatizado por el hacer o el tener no
es amor. Y esto es lo que con más frecuencia se vive: porque hace o
tiene tal o cual cualidad física, moral o social amo a una persona;
me caso con alguien con la condición de que haya esto o lo otro,
tampoco es amor, es negocio.
Decir que el amor es gratuito no quiere decir que es
desinteresado. El interés no está en la respuesta del otro, en
conseguir su amor, sino que el interés está que yo debo lograr, cada
día, mayor capacidad de amar, de entregar lo mejor de mí mismo a
la otra persona. En otras palabras crecer cada día más como persona
para entregar lo mejor de mí mismo a la persona que amo. Y en esto
tengo que ser muy interesado. Tengo que poner todos los medios a
mi alcance para amar auténticamente. El amor es por y para que el
otro sea persona y para ello es necesario primero que yo lo sea. Lo
que implica que tengo que poner todo mi empeño en descubrir en
mí aquello que les puede realizar como tales.
El amor conlleva en sí mismo la propia recompensa, pues
amar plenifica a la persona que ama, la hace más persona. La mamá,
siendo mamá se realiza y por eso no tiene que esperar que le
reconozcan nada. Su interés debería ser que su hijo/a se realice
como persona. Lo mismo debería suceder entre esposo y esposa.
Pero esto no es tan fácil vivirlo, porque siempre estamos esperando
reconocimiento y si se espera reconocimiento no es amor, es
negocio. Si los padres amasen a los hijos lo que les debería doler no
es que estudien o no estudien, hagan caso o no lo hagan, sino lo que
debería doler es que no sean ellos mismos, que no sean personas
libres. Eso es amor gratuito. El amor de una madre, que tanto se
73
pondera a veces, puede ser el menos gratuito, porque no ama, sino
posee al hijo/a, se apropia de ellos, cosa bastante frecuente: “mi
hijo/a en sentido de posesión” y esto no ayuda a crecer a los hijos
sino se les somete y por lo tanto ya no se puede decir que haya
amor. Pero también puede ser el más gratuito, porque el infante no
puede corresponder en nada: se le ama porque se le ama sin esperar
nada a cambio, porque no lo puede dar ni tampoco puede hacer
nada para corresponder.

* Conquista progresiva

Con mucha frecuencia en las parejas que se casan, el


matrimonio se daña el mismo día de la boda, porque presuponen
que una vez casados ya se aman y como consecuencia se mató el
amor. Se presupone el amor en muchos casos. Los padres
presuponen que aman a sus hijos porque son sus hijos y éstos aman
a sus padres por ser sus padres. Esto, justamente, es lo que mata la
relación de amor, porque el amor es una conquista progresiva. Se
comienza a amar pero nunca se acaba. Es un proceso que no termina
nunca. Todos los días hay que poner todos los medios para lograr
crecer en el amor, ya que llegar a amar en plenitud es una utopía: lo
vamos consiguiendo día a día, pero nunca podemos llegar al amor
pleno. En cuanto una persona piense que ya ama ha destruido el
amor. El amor se va haciendo en el día a día, se va conquistando a
través de la opción que se ha hecho por querer amar a una persona.

* Único

El amor lleva a descubrir la singularidad de cada persona y


si cada persona es única, el amor también tiene que ser único. Es
74
muy frecuente escuchar discusiones sobre quién ama más o hacer
comparaciones diciendo que amas más al otro/a que a mí. A cada
persona se le ama en su individualidad y por lo tanto no puede haber
comparaciones con el amor entre personas. Los padres de familia
frecuentemente dicen que aman a todos los hijos por igual. Si fuese
así, quiere decir que no aman a ninguno, porque cada hijo/a es único
y por lo tanto el amor se manifiesta de distinta manera. Una cosa es
decir que se ama a todos los hijos, pero nunca que se les ama a
todos igual. Si se les ama, a cada uno hay que amarlos en su
singularidad, pues cada uno de ellos es único y si la persona es
única, la relación de amor tiene que ser individualizada. Esto mismo
solemos decirlo de Dios: “Dios nos ama a todos por igual”. Si fuera
así seríamos borregos para Él. Dios nos ama a todos, eso es
indudable, pero a cada uno en nuestra unicidad, en nuestra
singularidad, con las peculiaridades propias de cada persona.
Esta característica del amor se puede vivir como amor de
exclusividad: en el caso del matrimonio, o como amor universal,
que no significa que amo a todos igual, sino a cada uno según sus
peculiaridades pero sin hacer exclusivo a nadie. Este es el amor
típico que se tiene que descubrir para quien aspira a la vida
consagrada o sacerdotal. Sólo cuando descubrimos qué tipo de amor
tengo, puedo tener la seguridad de si estoy llamado al matrimonio o
a la vida consagrada.

* Irrevocable

La irrevocabilidad del amor se debe distinguir de la


indisolubilidad, que tiene una connotación moral, y de la
temporalidad. Decir que el amor es irrevocable significa, que una
vez que se llega a amar a una persona, nunca se la puede dejar de
amar porque el amor lleva en sí eternidad. Esto lo explicaremos más
extensamente cuando hablemos de la diferencia entre amor y
75
enamoramiento. Lo que suele suceder es que confundimos el amor
con los sentimientos y éstos sí pueden cambiar.
El amor en sí es eterno, pero lo vivimos en el tiempo y todo
lo temporal se puede acabar. Pero si el amor es, como hemos dicho,
gratuidad y por ello una opción existencial, que abarca todo el ser, y
una conquista progresiva, en la temporalidad se revive la eternidad.
El tomar conciencia de que se puede acabar, justamente, es el
acicate para estar siempre pendiente de no presuponer el amor sino
el hacerlo crecer día a día y por eso es irrevocable.
* Fecundo

Al leer esta característica del amor muchos estarán pensando


en que el amor necesariamente conlleva tener hijos. Cierto que es
así, pero la fecundidad no se puede reducir a tener hijos biológicos.
Cualquier persona en un momento de inconsciencia puede tener un
hijo biológico. Y por desgracia esto es demasiado frecuente. Por
otro lado, muchos matrimonios no tienen hijos y no por ello
tenemos que concluir que no hay verdadero amor entre la pareja.
Muchas personas que han optado por la vida consagrada –entendida
en el sentido más amplio: voluntariado, vida religiosa, dedicación a
la investigación- pareciera, según esto, que tampoco podrían amar,
por haber optado por no tener hijos
La fecundidad en el amor tiene un sentido más amplio. No
se la puede reducir a lo biológico. Es más, muchos, que tienen hijos,
no viven la fecundidad del amor, pues han reducido la fecundidad a
simplemente engendrar un ser y en esto somos semejantes a los
animales. Lo difícil es ser fecundos en el amor, viviendo la
paternidad y la maternidad, que no es cosa de unos meses sino de
toda la vida. Personalmente, aunque sea religioso sacerdote, me
siento orgulloso de que haya muchísima gente que me llama padre y
no como un título, sino que se sienten verdaderos hijos míos, pues
de mí han recibido, a veces, mucho más amor que de los mismos
76
padres biológicos y esto es lo que realmente hace el amor por ser
fecundo.
El amor en sí engendra amor, es expansivo, comunicativo y
como consecuencia es fecundo. Un amor que se encierra en sí
mismo no puede decirse que sea amor. Muchas personas que no han
optado por el matrimonio, con frecuencia, son mucho más fecundas
que los que han engendrado hijos biológicos. Si el amor de una
pareja queda encerrado entre ambos no es verdadero amor; si el
amor en la familia queda encerrado entre los miembros de la misma,
tampoco es amor. Si hay verdadero amor entre la pareja se extiende
y se expresa en los hijos y si hay amor dentro de un hogar, en la
familia se comunica a todos los ambientes en los que esa familia
tenga contacto. Por esto es que el amor es fecundo.

* Sexuado

Toda relación de amor implica el ser total de la persona y


las personas somos esencialmente sexuados. No podemos confundir
la sexualidad con la genitalidad, como se explicará en el capítulo
VIII. La genitalidad es la expresión de amor exclusiva de una pareja
dentro del matrimonio, mientras que la sexualidad es propia de toda
relación entre personas y por lo tanto del amor con cualquiera.
La vivencia del amor es muy diferente en el varón que en la
mujer justamente por la sexualidad masculina o femenina. Por poco
observadores que seamos, esto se manifiesta en toda relación no
sólo con el otro sexo, sino entre personas del mismo sexo. Estas
diferencias tan marcadas se descubren fácilmente al observar la
forma de relacionarse, por ejemplo, entre muchachos o entre
jovencitas. Hay un abismo en la manera de expresar la relación. Y
qué diferencias tan claras hay entre esos mismos muchachos o
señoritas cuando se están relacionando con los del sexo opuesto.
También descubrimos esto en la vivencia de la relación del ser
77
humano con la naturaleza o con el arte y con Dios mismo. Es muy
distinta la vivencia de un varón y de una mujer frente a un paisaje o
frente a una obra de arte. Cada sexo capta unas realidades profundas
propias, que el otro no puede captar y es porque el amor es sexuado.
Por eso en el encuentro, en la relación entre los dos sexos y en la
comunicación de las vivencias podemos descubrir la realidad que
nos envuelve con mayor plenitud.
Por haber olvidado esta característica de la relación, lo
sexuado, el mundo, la Iglesia misma no encuentran la plenitud de la
realidad. Estamos en una sociedad en la que todo se ve desde la
perspectiva del varón y esta es incompleta, le falta la parte
femenina; esto mismo sucede en la Iglesia, sólo se la ve desde la
mirada masculina y tampoco se puede descubrir su realidad total.
Sólo cuando una realidad se vea, se viva desde la perspectiva
masculina y femenina íntimamente unidas, podremos ver y vivir esa
realidad en toda su riqueza y sólo desde las dos miradas
íntimamente relacionadas se podrán descubrir las soluciones a los
problemas que se presenten. Pero mientras sólo se vea la sociedad,
la política, la religión desde la visión masculina nunca se podrán
solucionar las dificultades que se presenten.
Si alguien ha tenido la experiencia de haber ido a ver una
película con su pareja, puede haber captado esto que estamos
diciendo. Sin son personas que tienen un poco de capacidad de
relacionarse en profundidad y conversan de qué han vivido en
durante el desarrollo de dicha película, descubrirán que han visto
dos películas en sí, pues cada uno ha captado cosas diferentes. Sólo
habrán “visto” la película completa realmente, cuando compartan
sus vivencias. Por eso la relación entre distintos sexos es
enriquecedora.
La familia no funciona porque casi siempre sólo se vive
desde la parte femenina. El varón no suele participar en casi
ninguna de las decisiones, de los cambios que se hacen en la casa.
78
Cuántas mujeres casadas se sienten mal porque después de haber
estado todo el día trajinando en el hogar, buscando el modo de
cambiar muebles, poner adornos, etc., para crear un mejor ambiente,
llega el esposo y ni siquiera hace mención de dichos cambios. No
hablemos de la educación de los hijos. Casi siempre es la mamá la
que tiene que mirar por la educación. Los varones no intervienen o
lo hacen fuera de contexto, porque no están enterados de qué están
viviendo los hijos. Si el esposo no participa de los cambios en el
hogar, dando su parecer y, lo mismo, tampoco participa con su
esposa de cómo educar a los hijos no habrá un hogar en armonía y
los hijos no estarán bien educados. Sólo cuando ambos, papá y
mamá, conversen sobre cómo educarlos, poniéndose de acuerdo,
éstos estarán bien educados.
Lo mismo podemos decir de la sociedad en general, sólo se
dirige desde la dinámica masculina y por lo tanto le falta algo para
ver la realidad completa. No digamos nada de la Iglesia que al no
permitir la participación de la mujer en ninguno de sus órganos de
dirección, siempre estará sin la capacidad de llegar a todos los
hombres, ayudándoles a descubrir el rostro femenino de Dios.

79
CAPITULO IV
LA TOMA DE CONCIENCIA DE
LOS SENTIMIENTOS Y LA FORMA
ADECUADA DE VIVIRLOS

Culturalmente somos un pueblo que tiene una gran capacidad


para sentir. Es uno de los dones característicos del pueblo
ecuatoriano. Pero al mismo tiempo, al no saber orientar, guiar los
sentimientos, éstos se vuelven contra nosotros convirtiéndose en
uno de los enemigos más grandes que tenemos para el
crecimiento personal, para ir logrando la madurez.
Por esta razón, es necesario que entremos en un aprendizaje
que nos ayude a identificar los sentimientos para luego poder
orientarlos. Con frecuencia intentamos reprimir los sentimientos
que nacen y como consecuencia se fortalecen más; o los
alimentamos, sabiendo que éstos no nos permiten crecer como
personas, más bien nos llevan por caminos que van en
contra de lo que somos.
Tanto el rechazar los sentimientos como el alimentarlos, si es
que no están de acuerdo con nuestra vida, nos lleva a
distorsionarla. La consecuencia, por lo tanto, es obvia: hay que
identificar los sentimientos y hay que saber orientarlos para que
nos ayuden a vivir nuestra auténtica vida.
La mayoría de las personas no sabemos interiorizar y
como consecuencia, no identificamos los sentimientos, lo que
nos lleva a equivocaciones que pueden truncar nuestras vidas.
80
Qué difícil nos resulta distinguir, por ejemplo: el amor, de
la ternura; el amor, de la dependencia; el amor, de la
protección; el amor, de la lástima o conmiseración. Y decimos que
amamos a una persona, cuando en realidad dependemos,
protegemos, sentimos ternura o lástima -en el sentido positivo de
esta palabra-, o al revés, no descubrimos que las personas que
nos dicen que nos aman están viviendo esos otros sentimientos.

Aunque no se puede confundir, a veces nos engañamos y


lo que decimos que es amor, no es más que interés por la persona
a quien decimos que amamos, o por sus cosas; lo que es un
egoísmo disfrazado de amor y, lógicamente nunca pueden estar
juntas estas dos vivencias: amor y egoísmo Pero el no saber
identificarlas nos lleva muchas veces a confusiones.

Si comenzamos por lo más elemental, lo que deberíamos


hacer es tomar conciencia de los tres elementos que constituyen la
persona y en el orden en que se van descubriendo en el desarrollo de
la personalidad: cuerpo, sentimientos o sensibilidad y razón.

Qué difícil nos resulta -porque nunca hemos aprendido-


tomar conciencia de estos tres elementos fundamentales, aunque
podríamos añadir otros. Y al no tomar conciencia de ellos,
lógicamente no los podemos vivir. Y al no vivirlos, no los podemos
identificar y como consecuencia la vida se pierde, pues si en
algo se distingue el ser humano del resto de la naturaleza, es
justamente en tomar conciencia de él mismo, de lo que le
constituye y por lo tanto de lo que es.

Si nos examinamos un poco, podremos descubrir que


nuestros actos, la mayoría de las veces, están realizados o bien
81
desde el cuerpo, desde la razón, y casi siempre y, sobre todo,
desde los sentimientos. Y al ser los sentimientos irracionales,
lógicamente, nos equivocamos. De tal manera que siempre que
el ser humano actúa sólo por sentimientos -aunque éstos sean
buenos- se equivoca. Sólo como ejemplo: ¿Qué les sucede a los
padres, que se presupone que aman a sus hijos, cuando dejándose
llevar por el sentimiento de cariño hacia ellos, les permiten lo
que quieren o les protegen en exceso?, les perjudican aunque
estén guiados por un sentimiento bueno.

Esto nos lleva a la primera conclusión para reflexionar: sólo


cuando la persona actúa con los tres elementos que la forman:
cuerpo, sentimientos y razón, perfectamente armonizados e
integrados, esa persona actúa humanamente y como
consecuencia es fácil que cometa pocos errores y si los comete,
no la destruyen porque ha actuado íntegramente y su actuar le
personifica, le madura, le hace crecer.

Educar es, por lo tanto, ayudar al educando a que tome


conciencia de su propia persona, de lo que es y que lo aprenda a
vivir. Entendiendo por vivir, el tomar conciencia de todo aquello
que somos, que hacemos y por qué lo hacemos. Así podremos
disfrutar de la vida, saborearla y no simplemente dejarla que
llegue y soportarla, en este último caso, no hacemos nosotros la
vida sino que nos la hacen.

Resultarían muy extensas estas reflexiones si quisiéramos


dar elementos para identificar cada uno de los sentimientos
mencionados anteriormente. Por eso vamos a tomar dos de ellos: el
enamoramiento y el amor, dado que estas reflexiones van a
dedicarse a jóvenes, de manera especial, aunque nadie puede
pensar que son sentimientos que se despiertan exclusivamente en
82
los jóvenes, pues todos los podemos vivir en cualquier época de
nuestra vida y experimentarlos es signo de que estamos vivos.

Estas reflexiones no tienen ningún valor si nos quedamos


sólo en eso, en reflexionar y tener conocimientos intelectuales.
Tendrán algún valor si nos ayudan a ir tomando conciencia de
lo que quizá hemos vivido sin hacerlo consciente. Y como
decía antes, el tomar conciencia de lo que sentimos y hacemos es
lo que nos permite realmente vivir a plenitud

CAPITULO V

83
EL ENAMORAMIENTO Y EL AMOR
Características del enamoramiento.
Algunas reflexiones sobre el enamoramiento.
Tipos de enamoramientos

EL ENAMORAMIENTO Y EL AMOR

Quizá las vivencias entre las que más confusión se da son


justamente entre el enamoramiento y el AMOR. Es muy
frecuente escuchar, de manera muy especial a los adolescentes:
¡cuánto amo a fulanito o a menganita!. La pregunta que nace
inmediatamente es: ¿Eso que llaman amor es realmente AMOR,
o es otra cosa?
Justamente a esto se va a referir este capítulo: reflexionar sobre
el sentimiento del enamoramiento y ver si logramos identificarlo,
para que no lo confundamos con el AMOR.
¿Quién de nosotros no ha vivido un enamoramiento? Creo que
todos tenemos esa experiencia. Y por desgracia hay personas de
muchos años ya, que siguen enamoradas de un “amor” de su
adolescencia y no han salido de él.
Es también probable, que muchos hayamos tenido varios
enamoramientos, y esto también nos va a ayudar a identificar
este sentimiento.
Podemos decir que el enamoramiento es un sentimiento y
como tal, es irracional. Entendamos esto de irracional: que no
depende de nuestra razón. No quiere decir que es malo, sino
que hasta hace que la razón, uno de los componentes de
nuestra personalidad, no participe en él.
Sabemos, y lo sabemos por experiencia, que los sentimientos

84
cambian y que la persona que en algún momento era rechazada,
al cabo de un tiempo puede convertirse en una persona que nos
agrada y hasta puede llegar a ser una gran amiga o amigo. Por lo
tanto, nunca podemos tomar un sentimiento como algo
definitivo.
Recordando nuestros
enamoramientos, o tomando
conciencia si es que lo estamos
viviendo, descubrimos que el
enamoramiento es un sentimiento que
descontrola. En todos los que están
enamorados se da una serie de
signos que manifiestan ese descontrol:
viven una realidad que no es tal, sino creada por ese
sentimiento y que hace construir castillos en el aire; las actividades
normales de la vida se comienzan a realizar superficialmente:
estudios, trabajo, responsabilidades; empiezan a mentir para
poder estar con la persona a la que dicen amar intensamente
-sobre todo en las jóvenes cuando sus padres no están de acuerdo
en que tengan enamorado-. En fin, la vida que hasta entonces
era normal, se descontrola y todo se ve, se vive, se realiza
desde ese sentimiento.

CARACTERISTICAS DEL ENAMORAMIENTO:

El enamoramiento es espontáneo, involuntario y


temporal. Si examinamos con un poco de detenimiento
descubrimos una serie de elementos que nos van a ayudar a
identificar este sentimiento:

a) Que el enamoramiento es espontáneo. Nadie, se ha


propuesto enamorarse y si lo ha hecho, es que ni siquiera se ha
85
enamorado, sino que ha habido algún interés y como
consecuencia el sentimiento del enamoramiento, que es tan
bonito, se ha dañado.

El enamoramiento aparece sin que tengamos una razón


que nos explique el por qué. Es más, en algunas ocasiones
puede aparecer en momentos inoportunos, en los que quizá ni
lo deseáramos, como cuando tenemos algún problema en la
familia, o el matrimonio no está funcionando como quisiéramos, o
estamos viviendo la vocación religiosa con dificultades. Aparece
y ahí está. Y como dijimos anteriormente, basta que nos
empeñemos en querer quitarlo, para que se haga más fuerte.

b) Que el enamoramiento es involuntario. Muchas personas


habrán experimentado esta realidad. La razón nos dice que la
persona por la que nos sentimos atraídos tiene una serie de
defectos que nos disgusta, pero el “corazón” se acelera, palpita
con fuerza al pensar o ver a esa persona.

c) Que el enamoramiento es temporal. La mayoría de las


personas han vivido varios enamoramientos. ¿Qué sucedió con
esos sentimientos que cuando los vivíamos creíamos que nunca
acabarían y que era lo más maravilloso que nos podía pasar?

Sencillamente concluimos que el enamoramiento es algo


temporal. Y debemos tenerlo en cuenta, pues si además de que
nos descontrola es algo que pasa, tomar una decisión vital
mientras estamos viviendo el enamoramiento nos puede llevar a
destruir nuestras vidas.
El enamoramiento pasa y no queda más que un recuerdo
bonito, si se lo ha vivido bien o en una experiencia frustrante si
no se lo ha vivido bien, o puede ser que se convierta en AMOR.
86
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL
ENAMORAMIENTO.

1.- Si el enamoramiento es un sentimiento


que descontrola, nunca debemos tomar
ninguna decisión viviendo esta experiencia,
pues, además del descontrol, puede
desaparecer este sentimiento y lo decidido
convertirse en un auténtico martirio, como por
desgracia suele suceder con relativa
frecuencia.

2.- El enamoramiento lo puede vivir una sola persona


mientras que la persona de la que estamos enamorados ni se entera,
ni lo capta. El amor en cambio, necesita dos personas que estén
viviendo la misma dinámica.

3.- Por ser el enamoramiento espontáneo e


involuntario, nunca una persona se puede culpar ni
culpar a otra. Y mucho menos pensar que es una
cosa mala, pues para que haya maldad debe haber
voluntad y consentimiento.

Por esta razón, este sentimiento puede darse también en


87
personas casadas, así como en los sacerdotes o religiosos, pues nadie
está libre de vivir este sentimiento en cualquier momento de su
vida o en la situación que sea, aunque no lo desee. Es más, si las
personas viven este sentimiento conscientemente, les ayudará a
fortalecer su amor, en el caso del matrimonio o su vocación en
el caso de los consagrados.

El problema de la culpabilidad, proviene de la ignorancia que se


tiene sobre la identificación de los sentimientos, del
desconocimiento de lo que son en realidad.
En el matrimonio, la mejor manera de vivir un enamoramiento
no deseado y que no haga daño ni se lo hagamos a la persona que
amamos, es comunicarlo, expresarlo y preferentemente a la
persona amada, al esposo o a la esposa. Con frecuencia se lo
comunicamos a personas que quizá están en el mismo problema o
que no conocen lo que es el enamoramiento y las consecuencias
suelen ser desastrosas. El problema reside en la falta de
madurez de esposos y esposas, que organizarían todo un lío
simplemente por desconocimiento de lo que es el enamoramiento
y sobre todo por falta de madurez personal y en el amor.
Lo mismo, aunque con sus diferencias, sucede cuando los
jóvenes no pueden comunicar que tienen un enamorado o
enamorada porque sus padres se lo prohíben. La consecuencia
normal es que se escondan y ahí es donde está el peligro. Si
los padres les ayudasen a vivir ese sentimiento se acabarían
los problemas y los jóvenes no cometerían las imprudencias
que cometen por desconocimiento, tanto del enamoramiento,
como de las consecuencias que éste acarrea si no se lo vive
conscientemente.

4.- En el enamoramiento lo fundamental es el


88
sentimiento, porque es eso: sentimiento. En el amor el sentimiento
pasa a un segundo plano y desaparece la fuerza que tiene en el
enamoramiento. Hay muchas parejas que creen que al disminuir la
fuerza del sentimiento ya no se aman y justamente el que disminuya
puede ser la clave para descubrir que se aman realmente.

5.- Por deducción lógica, de las características del


enamoramiento, sacamos una conclusión: no podemos confundir
el enamoramiento con el AMOR.

Es cierto que el enamoramiento puede ser un paso para el


amor de pareja, pero no necesariamente tiene que ser así. Se puede
llegar al amor de pareja sin pasar por el enamoramiento y en el
caso de un amor entre amigas/os por ejemplo, nunca se da y,
sin embargo, hay un auténtico amor.

¿Cómo vivir el enamoramiento en el caso que se produzca


en una persona casada o consagrada? Lo primero que hay que hacer
es quitarse el complejo de culpabilidad, por las características que
hemos descrito anteriormente. Esta culpabilidad lleva a querer
eliminar ese sentimiento y las consecuencias son totalmente
contrarias a lo que deseamos: ese sentimiento se hace más fuerte,
como también se hace más fuerte si lo alimentamos. Eliminada la
culpabilidad, podemos vivir la vida de cada uno con ese
sentimiento, no dejando que él dirija y organice nuestra vida, sino
todo lo contrario, nosotros debemos orientarle, ponerle en su
lugar.

Viviendo de esta manera el enamoramiento, en lugar de


dañar el amor de pareja, ayudará a descubrirlo existencialmente, a
afianzarlo y a vivirlo, no sólo desde lo que pensamos y
presuponemos, sino desde lo más profundo de nuestro ser, pues,
89
mientras que el enamoramiento sólo afecta nuestros sentimientos
y partiendo de ellos, nuestro cuerpo, el amor afecta a la persona
íntegramente. Se ama con todo lo que somos y tenemos, nunca
sólo con los sentimientos.

De toda esta reflexión sacamos una conclusión final y


definitiva para el objetivo de esta toma de conciencia: no podemos
confundir estas vivencias. Definitivamente el enamoramiento es
una cosa y el amor es algo totalmente diferente. Confundirlos nos
lleva a cometer errores que pueden amargar nuestra vida para
siempre. Es triste ver como muchas jóvenes y muchos jóvenes,
partiendo de una experiencia tan bonita como el enamoramiento,
pueden llegar a amargarse la vida para siempre, pues quien no viva
conscientemente el enamoramiento, difícilmente puede llegar a
vivir el amor que es lo más maravilloso que el ser humano
puede experimentar.

TIPOS DE ENAMORAMIENTO
Hemos hablado del enamoramiento en general, pero
diremos unas palabras sobre los tipos de enamoramiento que se
pueden dar y algunas características que les acompañan para
poder identificarlos.

1.- Enamoramiento ideal.

No es que este tipo de enamoramiento se dé con mucha


frecuencia, pero sí se presentan casos en algunas personas. Hay
quienes se hacen mentalmente la imagen de la persona ideal,
sea varón o mujer y cuando se encuentran con alguna persona

90
que responde a esa idea se despierta el sentimiento del
enamoramiento.

Cuando entran en una comunicación más profunda con


esa persona, inmediatamente descubren que no corresponde a
la idea que tienen preconcebida y con ello desaparece el
enamoramiento.

Existen personas que pasan toda su vida enamoradas de


ese ser ideal y que por no encontrar a nadie que responda a
la idea preconcebida, les es difícil llegar a enamorarse
auténticamente de alguien. Y esto les llevará a seguir soñando
con que esa persona aparezca. La consecuencia es la frustración
y la decepción, teniendo que refugiarse en “soñar” con la
persona ideada.

2.- Enamoramiento físico

En la sociedad actual es el más común. La apariencia


física de la otra persona despierta inmediatamente un
sentimiento de emoción o enamoramiento. No tenemos que
confundir esto con la atracción que puede despertar una
persona por el simple hecho de cruzarse con ella por la calle.
Este tipo de enamoramiento es más profundo, pues toca el
sentimiento, mientras que la simple atracción se suele quedar
en un deseo.

Este enamoramiento es muy normal en las jóvenes y


en los jóvenes por el proceso de relación con el otro que tienen
los adolescentes: se enamoran de un tipo de hombre o mujer y,

91
todos los que tienen esas características despiertan ese
sentimiento.

Como podemos descubrir inmediatamente, este tipo de


enamoramiento no suele ser muy duradero. Con frecuencia
aparece otra persona con un físico más atractivo y se cambia de
sentimientos.
Quisiéramos hacer una observación sobre algo que
normalmente las jóvenes y los jóvenes no caen en cuenta:
¿por qué se acicalan, se arreglan como lo hacen, o por qué
usan las ropas que usan?. Creemos que la mayoría lo que busca
es llamar la atención de la otra persona. Y esto puede
llevar a enamoramientos del tipo que estamos tratando. Nos
tendremos que responder si deseamos que la otra persona nos
quiera por nuestro cuerpo o por lo que somos como
personas. ¿Es esto último lo que todos deseamos?, por nuestra
forma de actuar, puede ser que lo único que consigamos es que
sólo se fijen en nuestro físico, algo contradictorio con lo que
en el fondo de nosotros mismos queremos. Todo esto no es
otra cosa que el producto de la sociedad en la que vivimos,
que sólo se preocupa de las apariencias, aunque se hable
mucho de la personalidad.

3.- Enamoramiento intelectual

Este tipo de enamoramiento se da cuando el trato, las ideas


y la “personalidad” del otro llaman la atención. Se suele presentar
en personas que tienen ya algunos años de edad, aunque cada vez
es menor las veces que se produce, por el poco valor que se da
al mundo de las ideas.

92
Al encontrarnos con ciertas personas cuyas ideas son
originales o su mundo de conocimientos es muy amplio se puede
despertar en nosotros sentimientos que nos hacen pensar en ella
y desear estar siempre a su lado compartiendo todo su mundo.
Esto hace que nos estemos preguntando si esa persona está de
acuerdo con nuestra manera de pensar y esto nos inquieta, nos
turba y éstos son signos del enamoramiento.

En este tipo de enamoramiento podemos incluir lo que


viven las personas, generalmente adolescentes, que sueñan con
artistas, deportistas y gente de la farándula.

4.- Enamoramiento personal

Cuando dos personas se llaman la atención por su manera


de ser, por su actuar, por su forma de pensar, por su físico, se
produce el enamoramiento personal. Este tipo de enamoramiento
se da cuando se han superado los dos anteriores: el físico y el
intelectual. Este enamoramiento es el que puede llegar al
amor, pues abarca al otro casi en su totalidad.

Podemos concluir que ninguno de los tres primeros tipos


de enamoramiento llegarán nunca al amor porque la relación con
el otro es sólo parcial. En el primero nunca encontrará a la
persona ideal y como consecuencia no se llegará a un
enamoramiento auténtico; en el segundo la relación es sólo con lo
externo, lo físico y pronto podremos encontrar a alguien que
tenga un físico más atractivo y con ello desaparece el
enamoramiento; en el tercero también el sentimiento está dirigido
a una sola parte de la persona, muy noble por cierto, pero sólo una

93
relación es auténtica cuando participan las personas en su
totalidad: cuerpo, sentimientos y razón.

Todo lo dicho anteriormente sobre el enamoramiento nos


lleva a entrar en el proceso del amor y como al amor no podemos
definirlo, lo que haremos será describir algunos elementos del
proceso, a través de los cuales podamos identificar lo que nos
puede orientar para saber si estamos creciendo en una verdadera
relación de amor, lo que trataremos en el capítulo siguiente.

94
CAPITULO VI
EL PROCESO DEL AMOR

Generalidades
Etapas del proceso del Amor
• Primera etapa: BAJO
• Actitudes que impiden el amor
1.- El machismo
2.- Los celos
• Segunda etapa: CONTRA
• Tercera etapa: CON
• Vivencias que identifican al amor de pareja para el
matrimonio

EL PROCESO DEL AMOR

GENERALIDADES:
Como hemos podido observar en lo dicho anteriormente, con
frecuencia confundimos el enamoramiento con el AMOR y
este error puede llevar a las personas a equivocaciones que
repercutan negativamente en toda su vida.
Mientras que el enamoramiento se puede dar en una sola
persona, sin que haya correspondencia, en el amor eso es
imposible, ambas personas deben entrar en un proceso, pues eso
es el amor, un proceso que tiene un inicio pero nunca un final.
Lo veremos al terminar estas reflexiones.
En el enamoramiento veíamos que lo que le da vida son
95
los sentimientos, por lo tanto sólo uno de los constituyentes de
la persona; en el AMOR o es toda la persona, sentimientos, cuerpo
y razón, o no es amor. Se ama con todo el ser o no se ama
y al hablar de todo el ser incluimos también toda la historia
personal y familiar, pues amar a una persona supone amar
todo lo que la persona es, incluida su familia; su historia es
parte de ella y no se puede dejar a un lado.

Quizá el problema más profundo que se puede presentar


es que la persona no se ame a sí misma, no ame a su familia
y su historia y si es así esa persona está, en definitiva,
impedida de llegar a amar. Es muy conocida la frase de Jesús en
el Evangelio: AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO. Si
uno no se ama a sí mismo no es posible amar a los demás. Y
por eso hay personas que no serán capaces de amar mientras no
comiencen a conocerse y conocerse es descubrir los dones, las
cualidades, lo positivo y las limitaciones que tenemos.

Otro equívoco que se suele presentar, sobre todo en


nuestra formación, es el pensar en muchas clases de amor: amor
paternal o maternal, amor filial, amor fraterno, amor de amigos,
amor a Dios. Algunos hasta hablan de amor a los animales o
a las cosas, esto es imposible, pues como dijimos, para que
haya amor se tiene que entrar en un proceso entre dos personas y
los animales y las cosas no pueden hacer procesos.

El amor es uno, aunque las manifestaciones del mismo


son distintas, de acuerdo a la persona que amemos. Por eso,
todo lo que digamos sobre el amor se debe aplicar al amor de
padres a hijos y viceversa, entre hermanos, entre amigos, al amor
a Dios.

96
Por último, como el amor es un proceso, lo que necesitamos es
ir identificando ese proceso para saber si realmente estamos o no
en la dinámica del amor.

ETAPAS DEL PROCESO DEL AMOR


Este proceso tiene tres etapas que hay que ir viviendo y
superando, de tal manera que si no se supera cada una, no
podemos pasar a la siguiente. Es algo parecido a lo que pasa con
la persona en su crecimiento afectivo. No se puede pasar de
una etapa a la siguiente sin haber sido superada la anterior.
Aunque el poner nombre a las cosas las puede limitar, para
poder identificar estas etapas las vamos a dar un nombre, que
no expresa todo lo que es la etapa, pero que puede ayudar a
recordar el proceso.
El nombre que le vamos a dar a cada una de las tres etapas es el
siguiente: primera etapa: BAJO; segunda etapa: CONTRA y
tercera etapa: CON. Después sabremos el por qué de estos
nombres.

PRIMERA ETAPA. BAJO

Es importante volver a recordar algo que ya dijimos al


comienzo. No interesa el aprender conocimientos sobre lo
que vamos a decir, sino ir examinando lo que hemos vivido o
estamos viviendo en la relación con las personas a las que
decimos que amamos. Si no hacemos esto, se quedará
simplemente en adquirir unos conocimientos intelectuales que
nos podrán servir para hablar o dar conferencias, pero no para
la vida; y es la vida lo que realmente importa y más aún en
97
una vivencia como el AMOR, que es la esencia de la vida del ser
humano. Sin ser amados y sin amar no podemos ser personas
en el sentido profundo de esta palabra.
Cuando comenzamos una relación con una persona, observamos
que la primera reacción es sentirnos superiores o inferiores.
Dependerá de la madurez de cada persona y de su conocimiento,
para que esto dure más o menos tiempo, pero siempre se da esta
vivencia.
La pregunta que nos hacemos es:
¿Podrá haber amor entre personas que
se sientan superiores o inferiores con
relación a los otros? Es fácil que la
respuesta sea que no. Esto no quiere
decir que no reconozcamos o veamos
que la otra persona tiene diferentes
dones o cualidades que nosotros, o más estudios, o hasta más
dinero. Pero todo esto es externo y a lo que nos referimos aquí
es a la dignidad personal, al sentirnos, por la razón que sea,
superiores o inferiores a los demás.
Si se da esta vivencia podremos decir que hay dependencia,
protección, ternura, necesidad de sustituir una carencia afectiva
y, aún intereses de todo tipo, lo que ya sería la negación total,
no del amor, sino de cualquier relación realmente humana, pues
los intereses, del tipo que sean, destruyen a las personas y por
lo tanto la relación auténtica.
Con frecuencia y sin ninguna mala voluntad -esto que quede
claro en todo lo que vamos a decir- confundimos esos
sentimientos con el amor. Y ahí está el error.
Como hemos dicho que el amor es uno, vamos a reflexionar un
poco sobre esto, revisando los tipos de amor que solemos decir
98
que existen y como éstos se manifiestan si se quedan en esta
etapa:
• ¿Aman los padres a los hijos y éstos a sus padres?

La respuesta es obvia. ¡¡¡Cómo no se van a amar!!!


Examinemos un poco más detenidamente la vivencia. ¿Cómo se
sienten a nivel vivencial los padres con relación a los hijos?
¿No se sienten superiores? La mayoría de los padres de familia
sólo protegen a los hijos. Desde una postura superior, les dan
cosas, les visten, les alimentan, les dan educación y hasta
satisfacen sus caprichos, pero desde arriba. La deducción, por lo
tanto, es lógica: no aman. Lo que están viviendo es una
protección, confundida con amor.
¿Cómo se sienten los niños y más aún cuanto más pequeños
con relación a sus padres? Sin duda que necesitando protección,
cuidados, esperando que les den todo lo que se les antoja, por lo
tanto con interés. Esto es normal en los niños. No pueden “amar”
de otra manera, pero eso no es
amor, es carencia.
Como el niño no puede sentirse al
nivel de sus padres porque le falta
madurar; para que se sienta
realmente amado es necesario que
los padres se bajen hasta
físicamente. Sólo así los niños
pueden sentirse amados, pues
experimentan a sus papás a su
mismo nivel. Cuando un papá se
arrodilla o se revuelca por el suelo con su hijo o una mamá
juega a las muñecas con sus hijas, es cuando ellos experimentan el
amor. Y lo que la mayoría de los hijos hemos experimentado es
99
protección, pero no amor.
 ¿Hay amor entre los que nos llamamos amigas/amigos?

Generalmente no hay amor o su sinónimo amistad. Hay con


frecuencia dependencia, motivada por la carencia de cariño que
experimentamos en la casa o en los ambientes que nos movemos.
De hecho no somos capaces de defender nuestros criterios por
miedo a que se enojen o lo que es peor a que no recibamos los
beneficios que de ellos recibimos o esperamos. Y esto no es
amor sino interés.

• ¿Hay amor entre una chica y un chico?

En esta etapa nunca, aunque es un paso para que se puedan


llegar a amar. La pregunta que se deben hacer los jóvenes que
entran en una relación es justamente ésta: ¿Cómo me siento con
relación a mi pareja? Y si somos sinceros es posible que lo que
haya es dependencia, ternura, protección o cualquier otro
sentimiento, pero de amor...
Una actividad para reflexionar sería ésta: Haz una lista de
las personas a las que dices que amas y reflexiona con toda
sinceridad en qué actitud vivencial estás con relación a ellas, de
acuerdo a lo que hemos dicho. No te sorprendas de lo que
encuentres, sé sincera/o contigo misma/o y no te engañes, pues
lo más tonto que podemos hacer es engañarnos a nosotros
mismos.

ACTITUDES QUE IMPIDEN EL AMOR


En la relación de pareja se presentan generalmente dos actitudes
personales muy frecuentes y que impiden que se pueda dar el
100
amor, a no ser que se la supere, porque mantienen a las personas
en esta etapa sin posibilidad de pasar a la otra. Estas actitudes son:
el machismo y los celos.
1.- El machismo

Pensamos normalmente que el machismo es producto de las


actitudes de los varones que por el sexo se consideran superiores a
la mujer, aunque a nivel de ideas se oye y se dice que todos somos
iguales. Pero las actitudes y las vivencias lo contradicen. El
machismo es tanto producto del varón como de la mujer, pues
ésta, al considerarse inferior al hombre, lo está promoviendo y
fomentando.

El problema del machismo es que es inconsciente, pues lo


hemos vivido desde siempre en la mayoría de las familias y
hemos sido educados en ese sentido. Por lo tanto, mientras no lo
hagamos consciente y comencemos a educarnos en el sentido de
igualdad, nos estamos negando la posibilidad de llegar a amar a
la pareja. El machismo hace que se viva en esta etapa BAJO
porque la persona se siente inferior o superior a la otra.

2.- Los celos

Solemos entender los celos como una manifestación de


amor, pero no hay cosa más opuesta al amor que el ser celosa/o. La
razón es muy fácil de comprender. Una celosa o un celoso es
una persona que no descubre en sí misma nada digno de ser
amado porque se siente inferior a las otras personas con las que
trata la pareja. Por lo tanto, es un complejo de inferioridad y la
consecuencia es fácil de deducir: estamos en la etapa BAJO,
donde hemos dicho desde el comienzo que no se puede dar el
amor.
101
Por lo tanto, nunca podemos confundir los celos con el
amor, sino más bien, darnos cuenta de que quien sufre de celos
es una persona que no puede llegar a amar, a no ser que antes
cure esta enfermedad, pues eso es lo que son los celos.

Hay una recomendación de los psicólogos: nunca deben


llegar al matrimonio ni los celosos ni los alcohólicos, a no ser
que antes curen la enfermedad, pues ambas enfermedades
destruyen todo tipo de relación humana auténtica.
• ¿Amamos a Dios y nos sentimos por El amados?

A cualquier persona que se le haga esta pregunta, con toda


seguridad responderá afirmativamente. Pero si esta relación se
da entre un ser superior: Dios, y otro inferior: nosotros, no hay
amor; así como no entran en una relación de amor, un padre y
un hijo si aquel no baja de su nivel, no se arrodilla y se pone a
la altura de su hijo, si no juega con él a los juegos propios del
niño. Esperaremos de Dios protección, atención, consuelo o
cualquier otra cosa, pero no hay amor. Y ésta es normalmente la
relación que se tiene con Dios, pero no una relación de amor.
Sólo cuando descubramos el misterio de amor de un Dios hecho
hombre en Jesús, igual a nosotros, entraremos en una relación
amorosa con Dios. Y eso es lo que ha querido hacer Dios al
hacerse hombre, estar a nuestra misma altura para poder entrar
en una relación de amor con el hombre.

SEGUNDA ETAPA.- CONTRA

102
Hemos dicho que el amor es un proceso en el que no se puede
pasar a la etapa siguiente, si no se ha superado la anterior. Por
eso, si hemos superado la etapa bajo, cosa que no es fácil, se
pasa a la segunda etapa: CONTRA.
Hay algunos matrimonios que han vivido toda su vida en la
primera etapa “llevándose muy bien” y pareciendo un matrimonio
feliz. Pero lo que ha sucedido es simplemente, que cada uno ha
cumplido su rol, uno ordena y la otra obedece, o viceversa, y
cuando se vive por roles, mientras se cumplan, parece que todo
está bien.
En nuestra relación con Dios también casi nunca superamos la
primera etapa, y nuestra relación con él es de dependencia, mas
no de amor.
En la relación entre padres e hijos se suele producir un cambio,
sobre todo si los padres no han tenido estudios y los hijos han
hecho carrera. Los hijos pasan a ser superiores, mientras que los
padres se sienten inferiores por su falta de preparación. Por eso
tampoco superan la etapa anterior, sino que la viven desde otra
dinámica.
Pero, si se ha superado la etapa bajo, se entra necesariamente
en la segunda etapa contra. Es
la etapa de los enfrentamientos,
de los conflictos, de las peleas.
Con frecuencia esta etapa se
entiende como falta de cariño, que
se “han dejado de amar” las
parejas, de que no hay amor
entre padres e hijos, o que se ha
perdido la fe en Dios. Pero,
bien entendida y vivida, es el signo de que se está en el
103
verdadero camino para llegar a una auténtica relación de amor.
Esta es la etapa en que se da la identificación personal. Y
ésta se logra por el enfrentamiento entre las personas. Si no se dan
esos enfrentamientos, se puede decir con toda seguridad que no
se ha superado la etapa anterior.

• Enfrentamiento entre padres e hijos

La adolescencia es el momento del enfrentamiento con los


padres y es necesario que éste se dé, pues sólo así se va tomando
conciencia de quienes somos. Y al darnos cuenta de que somos
distintos de los demás, descubrimos las diferencias y éstas
acarrean los enfrentamientos.
La rebeldía, acusación tan frecuente de los padres hacia los
hijos, es totalmente necesaria. Lo que hace falta es que se sepa
conducir y orientar. Esta orientación es responsabilidad de los
adultos, pues los adolescentes aún no tienen la capacidad de
orientarse a sí mismos.
Hay muchos padres que se sienten felices porque sus hijos de
18 o 19 años les obedecen en todo, les acompañan donde ellos
quieren, no se separan de su lado. Diríamos que eso es una
bomba de tiempo, pues significa que no ha habido identificación,
los hijos no han madurado y esperan en todo momento que se les
siga protegiendo, manteniendo un infantilismo; no han logrado
la independencia que es signo de madurez.
Es necesario, por lo tanto, que entre padres e hijos se den
enfrentamientos, haya discusiones, pues es la única manera en
que el hijo se identifique y se descubra y que los padres descubran
quién es el hijo y puedan tratarlo como persona y no como el

104
infante que sigue necesitando su protección. Y al mismo tiempo
tanto padres como hijos llegarán a tratarse de tú a tú, haciendo
posible una auténtica relación personal y no de dependencia.
Quizá el problema que se da y que lleva a una ruptura entre
padres e hijos, es que los padres no se han identificado, no han
madurado y entran en discusión con los hijos, no desde la
madurez que debieran tener, sino que se comportan como
adolescentes. Y dos inseguridades enfrentadas a lo que lleva es
a la dependencia o a la ruptura en la relación.
El enfrentamiento, como hemos dicho antes, es la única
posibilidad de identificación personal, de saber quién soy yo y
de saber quién es el otro, descubriendo que somos distintos y
que como tales nos tenemos que aceptar y poder llegar, desde
esas diferencias, a una relación personal.

• Enfrentamiento entre amigas/os

Con mucha frecuencia pensamos que ser amigos es no discutir,


es apoyar al amigo/a en todo, y eso consideramos que es una
buena amistad. Pero si entre los que nos llamamos amigos no se
han dado enfrentamientos y serios, tenemos que deducir que no
hay amistad sino dependencia de unos hacia otros.
Con frecuencia, se da la circunstancia de que perdemos las
convicciones personales o actuamos en contra de ellas, por el
temor a quedarnos solos o a “perder la amistad” -cosa imposible,
pues no hay tal-. El hecho de que hagamos cosas que vayan en
contra de lo que pensamos u opinamos, es una evidencia de
que nos sentirnos inferiores o que tenemos algún interés en eso
que llamamos “amistad”, pero que no lo es, porque si nos
sentimos inferiores o superiores estamos en la etapa anterior,
105
donde no hay amor o lo que es peor, lo que nos une a la otra
persona es simplemente interés y esto es usar personas, no
amarlas.
• Enfrentamiento entre la pareja

Quizá esta etapa es la más difícil de superar porque pensamos


que esos enfrentamientos significan que ya no se “aman”, cuando
en realidad éstos indican que se está en el verdadero proceso
para llegar al amor.
Cuando hablamos de enfrentamientos, de peleas, no nos
referimos a las peleas que normalmente tienen los enamorados:
que si has mirado o no mirado a otro/a, que si no tuviste tal
detalle, que si te retrasaste, etc; me refiero a peleas, discusiones de
identidad. Peleas que se presentan cuando cada uno expresa lo
que vive, lo que es fundamental para su vida personal, aquello
de lo que no puede prescindir porque es constitutivo de su
personalidad.

El temor a perder a la persona a la que se “ama” -


manifestación de que no hay sino dependencia- hace que entre las
parejas no se comuniquen sus verdaderos anhelos, sus ideales de
cómo quieren vivir su matrimonio, por ejemplo. Luego, cuando ya
están casados, comienzan a expresar, a exigir lo que en realidad
habían querido, pero que callaron y puede ser que ya no haya
remedio y la consecuencia es lógica: la separación.

Es en esta etapa donde la pareja tiene que manifestar todo


aquello que vive y quiere vivir; cómo desea que sea la vida de
hogar; la relación que va a mantener después del matrimonio, si
se llega a él; el número de hijos que desea tener; el lugar y el
cómo va a vivir, etc. Podríamos poner muchos ejemplos de
106
parejas que durante esta etapa callaron por miedo a perder al
“ser querido” y luego, como es lógico llegaron al divorcio.
Esta es la etapa en la que deben tenerse todos los
enfrentamientos para ver si son capaces de aceptarse como son
y llegar a un acuerdo en la forma de vivir las diferencias.
Vamos a exponer un caso muy concreto que puede ilustrar cómo
se debe vivir esta etapa: Una pareja formada por dos personas
totalmente dispares en sus vivencias llegó a la víspera de la boda.
Ella era una persona muy religiosa, para la que la misa diaria, la
comunión y otras devociones eran vitales; él, todo lo contrario,
no creía en nada, no iba a la iglesia ni con recomendación y
era hasta un poco anticlerical. La víspera de la boda él, al
despedirse de ella, le dice: Fulanita, a partir de mañana eso de
ir a misa y a la iglesia habrá que verlo; ella en el mismo
momento le contesta: Mengano, por favor al pasar por la iglesia
avisa al párroco que mañana no hay boda. Esta pareja vivió 54
años de matrimonio auténtico, cada uno respetándose en sus
convicciones y no exigiendo al otro que cambiara, llegando a
ayudarse mutuamente para que cada uno viviera lo que era
propio de su persona. Si uno de los dos hubiera dejado de hacer lo
que vivía, se hubiese despersonalizado y lógicamente, no habría
habido amor.

Las personas que por miedo a perder a la pareja guardan o


pierden sus vivencias profundas, pueden estar seguras que no
aman, sino que dependen y eso no se puede confundir con el amor.
Esta es la etapa del conocimiento de la otra persona; pues
no se ama aquello que se desconoce. Por lo tanto, si la pareja no
se conoce en lo más profundo, no se puede amar. Y no se pueden
conocer si se esconden cosas que tarde o temprano van a salir a
relucir y que quizá no haya la capacidad de aceptar; y si es así,
107
es cuando se tiene que dar la separación y no que ésta suceda
luego de haberse realizado el matrimonio.

.
• Enfrentamiento con Dios.

Con frecuencia se dice que los jóvenes ya no tienen fe y


hasta ellos mismos se convencen de esto, por no conocer el
proceso del amor o simplemente porque rechazan, sin ningún
espíritu crítico, todo aquello que les enseñaron de niños. Es
lógico que los jóvenes se revelen contra las enseñanzas de sus
padres o de algunos sacerdotes o religiosas, porque quieren
seguirles imponiendo algo que ellos ya no pueden aceptar,
porque ya no son niños y de aquí nace la rebeldía en contra
de las normas de la Iglesia, de los padres, etc.
Por eso también se tiene que dar el enfrentamiento con Dios. Es
normal que se dé ese rompimiento, pues de niños les han dado
unas normas, no siempre entendidas y, cumplidas porque así
les exigían sus mayores.
Dios se manifiesta tal como es y hay que aceptarle o
rechazarle. Él es el único que respeta y acepta a la persona tal
como es. Y El es el que nos puede amar auténticamente, más
que nosotros mismos, porque nos conoce mucho mejor de lo que
nos conocemos nosotros. Pero también él se da a conocer, y a
nosotros nos corresponde descubrir si le aceptamos o no tal
como El se manifiesta, o lo rechazamos.
Pero, si no se da esta etapa en la relación con Dios y decimos
que creemos en El, es que estamos en la etapa bajo, teniendo una
relación de dependencia, de entender a Dios como el “tapa
huecos” que tiene que venir en nuestra ayuda para solucionarnos
los problemas cuando El nos deja libres y nos hace responsables
108
para que nosotros mismos, con los dones que nos ha dado,
saquemos la vida adelante.
Dios es Padre, pero no paternalista, como es frecuente el actuar
entre los padres biológicos. El siempre nos deja libertad para que
respondamos o no a lo que quiere. Y si nosotros decidimos un
camino contrario a lo que somos, sufre, pero nos da la
libertad, aunque le duela.
Aclaraciones

1. Esta etapa es fundamental en el proceso del amor. De no


vivirla en plenitud y muy conscientemente, llevará a las
personas a la posibilidad de destruir sus vidas, pues si no se
es capaz de aceptar a la otra persona, cuando se está
viviendo una relación de noviazgo, es imposible que se la
acepte una vez casados, esta es una realidad que debemos
tener muy en cuenta para esperar una relación
matrimonial feliz.
2. El identificarse, el aceptar a la otra persona como es, no
da la razón a ciertas personas que reconociendo sus
defectos dicen: “yo soy así y así me tienes que aceptar”.
Cuando se trata de defectos no es cuestión de mantenerse
en ellos, porque esos defectos despersonalizan y, no
intentar superarlos, es signo claro de que no hay amor.
Otra cosa es que acepte los defectos míos o de la otra
persona sabiendo que estamos dispuestos a irlos
superando, que es lo que realmente supone el amar y
dejarse amar, como veremos en la etapa siguiente.

TERCERA ETAPA.- CON

109
Superada la etapa anterior, nos introducimos en la última
etapa, que llamamos CON y en la que se da lo que realmente es
el AMOR, que ya de alguna manera hemos podido
vislumbrarlo, si es que hemos ido entendiendo el proceso de
las etapas anteriores.
Si hemos superado la dependencia o la protección hacia la
otra persona, si nos hemos identificado con nosotros mismos
e identificado a la otra persona, si nos hemos aceptado tal como
somos, comenzamos a vivir lo que realmente es el amor. Amor
que nunca podrá desaparecer, sino constantemente estará en
crecimiento, porque cada día nos iremos conociendo más a
nosotros mismos y al otro y como consecuencia aumentará el
amor.
Hacemos una afirmación de la que estamos completamente
convencidos: si dos personas dicen que han dejado de amarse
es que nunca se han amado, aunque piensen que sí. Habrán
confundido los sentimientos, no los habrán identificado con
claridad -y no estamos juzgando a nadie, pues por desgracia este
proceso es muy poco conocido- pero si realmente se han
amado no podrán dejar de amarse, pase lo que pase.
El amor, una vez vivido, no deja de ser un proceso; y, la
razón es muy sencilla: el ser humano es un ser dinámico y,
por lo tanto, todo lo que viva también lo tiene que ser y
cuánto más el amor, que es lo que identifica al ser humano
como tal, pues no hay otro ser en la naturaleza capaz de
amar. Y podemos decir que quien no ama, no está viviendo
una vida humana.
Llamamos esta etapa CON porque en ella, nos ponemos al
lado de la otra persona, ni arriba ni abajo, sino
que nos damos la mano para caminar juntos,
110
cada uno con lo que es; para ayudarla a que ella sea cada día
más ella misma y la otra persona, que está viviendo la misma
dinámica, me dará la mano para ayudarme a que yo sea cada
día más yo mismo.
Y aunque no se pueda definir el amor, como dijimos al
comienzo, lo que más se acerca a una definición es: amar a
una persona es ayudarla a que cada día sea más ella misma;
ayudarla a crecer como persona y esto vivido existencialmente.
Dicho de otra manera: cuando descubro que mi vida es
totalmente necesaria para que la otra persona sea lo que debe
ser; cuando descubro que yo dejaría de ser lo que soy sin esa
otra persona; cuando esa otra persona da significado a mi
vida, entonces estoy amando. Y si la otra persona vive lo
mismo con relación a mí, entonces es que nos amamos. La
Biblia, tan mal entendida muchas veces, nos lo dice de otra
manera: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y
se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Por eso el
amor es eterno y la Iglesia dice que el matrimonio es
indisoluble. El problema real que se presenta a la Iglesia hoy,
es saber si la pareja que va a casarse, se ama realmente.
Partiendo de todo lo dicho, vamos a reflexionar sobre el amor,
como hemos hecho en las etapas anteriores.
Vamos a hacer la reflexión en forma de preguntas porque nadie
puede saber más que nosotros mismos si amamos o no amamos a
las personas que nos rodean y con las que hemos entrado en
relación.

• ¿Cómo sé que amo a mis padres y que ellos me aman a mí?

¿Se sienten tus padres responsables de que tú seas cada vez


111
más tú mismo? ¿Te ayudan y te exigen serlo? ¿Te hacen
responsable de tus actos y te dejan “solo” para que te enfrentes
a las dificultades que tú podrías resolver por tus propios medios,
aunque eso te suponga dolor? Si es así, puedes estar seguro que
te aman, aunque a veces te duela ese “abandono”, que no es
tal, sino la ayuda más grande que te pueden proporcionar para
que te encuentres contigo mismo y madures.

¿Te sientes comprometido vitalmente, existencialmente y


totalmente a ayudar a tus padres a que sean cada vez más
personas, más auténticos? ¿Te sientes responsable de su formación
-pues nadie acaba nunca de formarse- sobre todo si estás más
preparado que ellos? ¿Te sientes libre de ellos, pero no
indiferente a sus cosas y a sus vidas, sino exigido interiormente a
apoyarles, a ayudarles? Si es así, entonces es que amas a tus
padres y a todos los de la familia.

* ¿Cómo sé si tengo una auténtica amistad?

¿Te sientes libre para expresar lo que vives y opinas frente a


las amigas/os? ¿Te sientes responsable de los errores de tus
amigas/os y eres capaz de ayudarles aunque eso suponga una
ruptura porque se sienten mal? ¿Eres capaz de sacrificarte por
ellos, aunque no te correspondan o hasta te hablen? ¿Te sientes
comprometida/o vivencialmente con sus problemas y pones
todo tu empeño en darles tu opinión sincera, pase lo que
pase?
¿Tus amigos te corrigen cuando comentes errores, aunque te
duela? O, por el contrario, ¿Te apoyan en tus irresponsabilidades,
como el dejarte copiar en los exámenes o el ayudarte a mentir, a
tapar tus errores? ¿Sientes que viven lo que tú vives, el dolor o la
alegría o simplemente lo hacen superficialmente?
112
De las respuestas que te des, sin engañarte, podrás saber si
hay amistad o no. O quizá no tienes respuestas seguras a estas
preguntas. Si es así quiere decir que todavía no has madurado lo
suficiente para llegar a amar en el sentido auténtico, aunque
“ames de acuerdo a tu capacidad” y eso no es malo, es
algo normal pues el amor requiere una madurez que no se
alcanza fácilmente.
• ¿Hay auténtico amor entre tu pareja y tú?

Dar respuestas en este tipo de relación es aún más difícil,


porque se mezclan otras vivencias que nos impiden tener
claridad en las respuestas. De ello hablaremos cuando nos
refiramos a los signos que acompañan o deben acompañar a los
sentimientos. De todos modos es bueno irnos haciendo preguntas
para saber si estamos o no en el proceso del amor.

Cuando estás con tu pareja, ¿Es todo tu ser, sentimientos,


cuerpo y razón las que te llevan a actuar, a tratar con tu pareja o
sólo son los sentimientos y el cuerpo? Si se ama, se ama con
todo el ser, cuerpo, sentimientos y razón. Amar sólo con los
sentimientos es enamoramiento y no amor. ¿Sientes comprometida
toda tu existencia en ese amor: tu historia, tu familia, tus amistades
o hay cosas que no compartes, que es algo exclusivo tuyo? ¿Hay
algo que no sientes libertad en comunicar, por miedo?

¿Sientes comprometida toda tu existencia en la relación con tu


pareja o sólo algunas partes de tu ser o de tu historia? ¿Descubres
en lo más profundo de ti que sin tu pareja, tu existencia, tu vida,
no tiene razón de ser? Cuidado con lo que sientes, pues pueden ser
simplemente sentimientos de dependencia, de búsqueda de
protección y eso, lo sabes muy bien, no es amor. El amor
significa total libertad, como ya veremos, hasta de la persona
113
amada.
¿Sientes que tu pareja, sin depender de ti, te necesita para ser
ella misma? ¿Amas a tu pareja porque la necesitas o la
necesitas porque la amas? ¿Te sientes comprometida/o a hacer
de tu pareja una persona auténtica, aunque para ello tengas
que causarla algún dolor, si es para su bien? ¿Es capaz tu
pareja de hacer lo mismo contigo o por el contrario siempre te
da gusto en todo? ¿Te sientes comprometida/o no sólo con la
persona a la que dices que quieres sino con toda su historia, su
familia y con todos sus errores, aunque esos sean muy dolorosos,
y le ayudarías con todo tu ser?
De las respuestas a estas preguntas podrás deducir si amas o
no amas a ese varón o a esa mujer, con la que pretendes
formar un hogar.

• ¿Es amor lo que sientes por Dios?

¿Sientes en lo más profundo de ti misma/o que “Dios


no puede ser Dios” sin ti? ¿Que necesita de ti para ser Dios en
los demás? ¿Experimentas a Dios acompañándote en todas las
actividades de tu vida y al mismo tiempo dejándote libre para
que tú decidas? ¿Qué El no te exige nada, sino que te invita a ser
tú mismo de acuerdo a los dones que El mismo te ha
regalado? ¿Qué no se ha puesto por encima de ti, sino que se
ha igualado a ti, en Jesús, y que su trato contigo es de tú a tú?

Si tus respuestas son afirmativas, entonces es que amas a


Dios y has experimentado su amor.

114
VIVENCIAS QUE IDENTIFICAN AL AMOR DE
PAREJA PARA EL MATRIMONIO.

En todo lo que hemos hablado anteriormente nos referimos


al AMOR. Como puedes observar, no es nada fácil llegar a amar
auténticamente, pero lograrlo nos asegura una vida feliz, cosa que
todos buscamos, pero normalmente por caminos equivocados. Y
lo que solemos hacer es echar la culpa al destino, a la suerte
o a Dios. Pero la verdad es que la vida nos la hacemos
nosotros, la suerte también y lo mismo lo que llamamos destino.

Vivir, en el sentido auténtico de la palabra, no es fácil. Supone


un constante trabajo sobre uno mismo para descubrir el por qué y
el para qué hacemos las cosas. Y lo sabremos en la medida en que
nos conozcamos, que nos identifiquemos y que seamos fieles a
lo que somos.
Tener una auténtica amiga/o, es el regalo más grande que
podemos recibir, pues el amor es totalmente gratuito, puro don.
Cualquier interés, por más noble que sea, destruye el amor. Sólo
cuando soy capaz de amar gratuitamente, podré ser amado de
la misma manera. Y quien no esté convencido de esto, nunca
podrá llegar a amar auténticamente.Si todo lo dicho
anteriormente se refiere a cualquier amor, la pregunta que nos
podemos hacer es: “¿Qué característica deberá tener el amor de
una pareja, para que sepa que su amor es un amor para el
matrimonNo sé si sabrías dar una respuesta acertada. Cuando
se la ha hecho siempre se ha respondido, que tiene que haber
comprensión, diálogo, aceptación, ternura, compromiso, etc.
Pero si pensamos un poco, vemos que todo eso es algo que
tiene que darse en el proceso del amor.Si se aman dos personas
115
tiene que darse todo eso, pues son signos del amor, pero no el
amor.
La respuesta a esta pregunta no es otra que: para que haya
amor de pareja tiene que vivirse entre ambos un P.C.V. “UN
PROYECTO COMÚN DE VIDA”. Recordando otra forma de
decirlo: formarán los dos una sola carne; así lo expresa la Biblia.
Etapa BAJO Etapa CONTRA Etapa CON

Un PROYECTO COMÚN DE VIDA supone que entre ambos


ya no hay nada mío
ni tuyo, sino que P C V
todo comienza a ser
nuestro. Y esto se
debe vivir y si se
vive, se comienza a
expresar con
actitudes y con
palabras. En el
lenguaje normal de
una pareja, que vive un amor de matrimonio, ya debería usarse
siempre el nosotros y nunca el mío o tuyo.
116
A veces se escucha entre los matrimonios: mi plata, tu
plata; mi casa, tu casa; mi familia, tu familia; y hasta llegar al
colmo de hablar de mi hija/o y tu hija/o. Este lenguaje es signo
claro de que no hay amor de matrimonio, pues no hay
proyecto común, sino que cada uno vive lo suyo como propio y
no lo siente como del otro. En el matrimonio se comparte todo,
hasta la propia persona, que es lo que se tiene que llegar a
compartir en el amor.

El no vivir este PROYECTO COMÚN DE VIDA, lleva a lo


que en la mayoría de las jóvenes parejas se da: se mantienen las
mismas costumbres de solteros. El no puede dejar a su jorga y
tiene que seguir viviendo la relación con ellos y como ellos
quieren y ella tiene que quedarse en casa. Y por eso la frase
escuchada: “son ellas las que se casan”. Si alguien siente así es
que no ama con amor para el matrimonio y, por lo tanto, no debe
llegar a casarse, por lo menos hasta que se dé el momento en que
viva esta realidad. Esto es lo que decíamos, expresado de otra
manera, en la etapa CONTRA, en la que hay que llegar a un
acuerdo sobre la manera que van a realizar el matrimonio. Y si
ahí no se ha llegado a ese acuerdo, habría que romper la
relación, aunque duela, pero que al menos no nos va a
destruir toda la vida.
Después de haber reflexionado sobre lo que es el amor y el
amor para el matrimonio, es posible que hayas llegado a una
conclusión: no es sencillo amar. Y tienes toda la razón. Para
llegar a amar lo primero que se requiere es llegar a una madurez
personal. Con frecuencia pensamos que es la otra persona la que
tiene que madurar, que es la que tiene que cambiar y hasta
nos sentimos responsables de ese cambio. Pero no descubrimos
que mientras nosotros no hayamos madurado es imposible que
117
les podamos ayudar a los otros a madurar. Todo lo que yo
quiero dar a los otros, primero tengo que descubrir si yo lo tengo
y lo vivo, pues, nadie da lo que no tiene.
Los psicólogos están de acuerdo en asegurar que la madurez
hoy comienza hacia los 25 años. No es este trabajo el apropiado
para dar las razones, pero esa afirmación es válida.
Esto nos lleva a invitar a las/os jóvenes a que piensen que no
deberían tomar una decisión matrimonial antes de esta edad. Pues
sin madurez se pone en peligro la estabilidad del matrimonio y
con ella la estabilidad de los hijos, que normalmente se tienen
entre una pareja. Y aunque hoy ya todo el mundo esté viendo el
divorcio como lo más natural, no debemos dejar de pensar que
todo divorcio, se quiera o no, hiere lo más profundo de la
persona, y que no siempre se supera. Lo que afectará toda otra
posible relación de pareja con miras al matrimonio.
Estamos hablando de madurez, pero ¿Qué es ser madura/o? La
mayoría de los adolescentes ya les dicen a sus padres que son
lo suficientemente maduros para tomar decisiones. Quien ha
llegado a los veintitantos años ya piensa que es madura/o. Como
si la madurez fuera algo así como sucede con las frutas, que
llegan a madurar, quieran o no.
Es cierto que biológicamente, con los años, se llega a la
madurez y a los catorce o dieciséis años se es maduro
biológicamente y hasta se puede procrear, signo de madurez
fisiológica. Pero la madurez psicológica, afectiva no se
adquiere simplemente porque hemos cumplido años Esta tiene
otro proceso muy distinto y algunas personas, aunque tengan
sesenta años, siguen siendo totalmente infantes a nivel afectivo.
De tal manera que en la vida afectiva, o vamos superando las
diferentes etapas una a una, o nos quedamos en la que no
118
hemos superado.
Hay personas con muchos años que no han superado la infancia
otros, se han quedado estancados en la adolescencia y otros han
logrado un cierto grado de madurez. Si una persona se considera
totalmente madura, que vaya pensando que se ha podrido, porque
a la madurez no llegamos nunca. La vamos logrando poco a poco
a través de toda nuestra vida.
Ante todo esto nos vemos obligados a dar unos signos que
indiquen si hemos logrado una cierta madurez, pues definirla nos
llevaría a tener dificultades, y no tenemos nada que
matemáticamente nos pueda decir qué es la madurez ni cómo
podemos medirla, como tampoco podemos medir el amor, como
tantas otras cosas del ser humano. Justamente todo lo que es lo
más profundamente humano.

119
CAPITULO VII
ELEMENTOS PARA IDENTIFICAR LA
MADUREZ HUMANA

a) Libertad
b) Independencia ideológica
2 c) Independencia afectiva
3 d) Independencia económica

ELEMENTOS PARA IDENTIFICAR LA MADUREZ


HUMANA

La madurez, puede entenderse como libertad: capacidad para


determinar y decidir por uno mismo; o como independencia:
capacidad de obrar sin la intervención de los demás. Diremos unas
palabras para entender que es la madurez como libertad y luego
hablaremos de la madurez desde la idea de independencia, que
quizá nos puede ayudar a concretar los elementos para identificar
la madurez.
LIBERTAD
La libertad, como la madurez, se va consiguiendo poco a poco a
través de la vida y depende también del conocimiento que se
tenga de uno mismo. En la medida que vamos consiguiendo el
conocimiento personal, descubriendo los dones que tenemos,
podemos ser más libres. Hoy se habla mucho de libertad. La
sociedad nos está invitando constantemente a ser libres y, sobre
120
todo, los adolescentes buscan la libertad con todas sus fuerzas y
esto es positivo, porque es uno de los valores del tiempo actual. El
problema es saber de qué libertad se está hablando. Si la
entendemos como “hacer lo que me gusta” estamos totalmente
equivocados, porque el gusto es algo que cambia y la libertad no
pude depender de los estados de ánimo, sino que es algo objetivo.
Por lo tanto, habrá que recurrir a otra manera de entenderla, y de
acuerdo a cómo la concibamos podremos saber si vamos
caminando hacia ella.
Hay muchas formas de presentar la libertad auténtica. Propongo
una de ellas, partiendo de lo que el ser humano es en profundidad,
la libertad se identifica con el bien, la bondad y la belleza y no
puede confundirse con lo negativo, que el ser humano
experimenta. Fundamentar la libertad en las tendencias torcidas,
que experimentamos, no podría ser libertad y justamente esto a lo
que muchas personas creen que es: darse gusto en todo lo que esas
tendencias torcidas piden o exigen.
Seremos libres, por lo tanto, en la medida que respondamos a
nuestros dones a todo lo positivo que tenemos. Pero si no
descubrimos, si no conocemos los dones, no podemos decir que
somos libres. Aunque nos parezca raro la libertad va unida a la
obediencia. No tanto a la obediencia externa, que nos puede
ayudar, sino a la obediencia interna, a la “obediencia” a los dones
que tenemos. Esta es la libertad que Dios nos propone y al mismo
tiempo desea. El ha inscrito su ley en nuestros corazones para que
sepamos qué y cómo debemos comportarnos sin necesidad de que
nos tengan que decir lo que debemos hacer, sino que nosotros
mismos podemos descubrirlo. Pero para esto es necesario un
amplio y profundo conocimiento de nosotros mismos.
Pero el ser humano no es un individuo aislado, solitario, sino
también comunitario. Por lo tanto, la libertad también tiene que
121
tener en cuenta a los demás. Si viviéramos solos, aislados en la
montaña o el desierto no necesitaríamos tener en cuenta esta
dimensión comunitaria, pero no vivimos así, vivimos en
comunidad y, por lo tanto, la libertad tiene que tener en cuenta
esta dimensión. Como indica el dicho: “mi libertad termina donde
comienza la libertad del otro”. Pero aunque digamos esto, el
ambiente en que nos movemos, la sociedad, que nos invita al
individualismo, la vida va por otro lado y actuamos sin pensar en
las consecuencias que nuestra actuación acarrea a los que viven a
nuestro alrededor.
Esta dimensión comunitaria es la que la sociedad actual no tiene
en cuenta. Se tiene que soportar la música que al chofer de un bus
le agrada; si una familia quiere hacer una fiesta los vecinos tienen
que soportar la música hasta que los que están en ella deseen; si
un comercio quiere llamar la atención los transeúntes tienen que
soportar la música que los interesados quieran. Y así podríamos
poner infinidad de ejemplos en esta sociedad que se proclama a
gritos “libre”.
Ante la influencia de una sociedad, que empuja a vivir una falsa
libertad, no queda otro modo de contrarrestarla que con una
educación en auténtica libertad. Hoy no podemos fundamentar la
educación en las normas. Esto sirvió, aunque no formó, para el
comportamiento de hace años, tanto para la actuación en la
sociedad como en la familia, o la Iglesia. Hoy no funcionan las
cosas así. Basta que se ponga una norma para que se considere
atentado contra la “libertad”. Los jóvenes son especialmente
sensibles a esto y como consecuencia tanto en la familia, como en
los centros educativos, como en la formación religiosa hay que
cambiar la estrategia. Y ésta no es otra que educar en libertad,
cosa no muy fácil para aquellos que nos hemos educado a base de
normas. Por eso los jóvenes se ríen cuando oyen a los padres o
122
madre decir: “en mis tiempos”. Esto no lo entienden los jóvenes;
o también recurrir a la experiencia: por experiencia te digo esto o
lo otro. Esa experiencia sirvió a quien la vivió, pero no para los
otros y por lo tanto tampoco para los hijos/as.
Resulta difícil para la mayoría de las personas entender que
libertad y responsabilidad van de la mano. No puede haber
libertad sin responsabilidad como tampoco responsabilidad sin
libertad. Esta segunda parte es más fácil de entender. Si no soy
libre para hacer o dejar de hacer algo, si estoy obligado no puedo
ser responsable. Pero la primera parte es la que no aceptan la
mayoría de los jóvenes. Quieren ser libres pero no quieren aceptar
las consecuencias de sus actos. Y los mismos padres de familia
son los primeros que no permiten a los hijos/as sufrir las
consecuencias de sus actos y de esa manera no les educan en
libertad. Pongo un ejemplo que encaja dentro del tema de este
libro. Unos jóvenes deciden casarse a pesar de que se les ha
intentado hacer ver que no viven, ni pueden vivir el proyecto
común de vida, porque ni siquiera lo tienen. Ellos deciden
casarse, lo que trae una serie de consecuencias. Los padres de
familia, confundiendo lo que es amor, en vez de dejarles que
sufran las consecuencias de la decisión que han tomado, buscan
por todos los medios que a sus no les falte nada, haciéndose cargo
de todo, como si estuvieran solteros: siguen pagándoles los
estudios, les llevan a su casa para que allí vivan, cubren todos sus
gastos, etc. La consecuencia es lógica: les han hecho unos
irresponsables y por lo tanto no les ha educado en libertad.
Un criterio que debemos tener claro para saber que estoy
realizando una ayuda auténtica es este: Toda ayuda de cualquier
tipo que quite responsabilidad no es una verdadera ayuda. Esto lo
tenemos que tener en cuenta desde el comienzo de la existencia de
los niños. Cuando unos padres de familia “ayudan” a sus hijos en
123
hacer los deberes, más allá de lo que el niño/a puede hacer solo no
le están educando en libertad porque le quitan la responsabilidad.
Cuando entre compañeros se prestan deberes, se dejan copiar no
están educando en libertad porque quitan la responsabilidad.
La libertad necesaria para hacer un Proyecto Común de Vida, el
matrimonio, exige la capacidad de tomar decisiones personales
independientemente de toda influencia externa y de aceptar las
consecuencias de esa decisión. Toda decisión trae consecuencias
agradables y desagradables, positivas y negativas. Nunca una
decisión trae sólo consecuencias positivas. Para tomar una
decisión en libertad, lo primero que se requiere es prever, tener en
cuenta la mayor cantidad posible de consecuencias, y descubrir
interiormente la capacidad para aceptar las desagradables o
negativas, pues las positivas no nos van a traer problemas. Quien
no toma en cuenta las consecuencias y las acepta
conscientemente, no ha sido libre a la hora de tomar la decisión.
Es cierto que no todas las consecuencias se pueden prever, pero si
se asumen las que se conocen, se está preparado para ir asumiendo
las que se vayan dando a través de la vida y no se han podido
tener en cuenta en el momento de la decisión porque no se
conocían.
La mayoría de las parejas, que llegan al matrimonio, no han
tomado en cuenta las consecuencias. Sólo han pensado en lo
bonito que es vivir al lado de la persona “amada” y poderse
comunicar todo su “amor”. Esto no es real, sólo existe en su
imaginación, está en sus cabezas, y cuando llegan los momentos
difíciles rompen el compromiso, porque aquello no era lo que
ellos pensaban. En otras palabras: no han sido libres y por lo tanto
no hay matrimonio, porque no hay proyecto común de vida y éste
sólo se hace partiendo de la realidad concreta examinada
detenidamente por los dos, porque no sirve que uno solo acepte
124
las consecuencias de la decisión. Estas son para ambos.
Después de haber intentado aclarar lo que significa la libertad
para la vivencia del matrimonio, indiquemos algo más concreto.
¿Qué elementos nos manifiestan que hemos logrado madurez
suficiente para realizar un proyecto común de vida?
Debemos tener en cuenta que tanto la madurez como la libertad
nunca son conseguidas en plenitud. Por eso lo que tenemos que
tener en cuenta es ver si hemos logrado el grado de madurez para
realizar el proyecto común de vida.
Para saber si hemos logrado el grado de madurez necesario para
realizar dicho proyecto necesitamos haber conseguido tres
independencias:
a) Independencia ideológica
b) Independencia afectiva
c) Independencia económica

a) INDEPENCIA IDEOLÓGICA

Con frecuencia tenemos la certeza de que nuestras ideas son


propias; pero, si nos examinamos con un poco de detenimiento
caemos en cuenta de que lo que opinamos no es algo propio.
Es cierto que no tenemos ninguna idea totalmente original, pero sí
podemos y debemos interiorizar aquello que escuchamos para
aceptarlo o rechazarlo. Cuando hacemos esto, podemos decir que
lo que opinamos es nuestro y que hemos alcanzado una
independencia ideológica.
Frecuentemente los jóvenes preguntan cómo o qué tienen que
hacer en diversas circunstancias y esperan escuchar lo que les
dicen para actuar. Otras veces preguntan cómo hacen las otras
parejas para hacer lo mismo. Hasta para arreglar la casa, para
125
adornarla, se recurre a imitar lo visto en otro hogar, perdiendo la
originalidad propia de una pareja a la hora de imprimir en su
casa el tinte propio que identifique a su familia. Aún más, la
sociedad de consumo, a través de los medios de comunicación,
nos impone determinados modelos de comportamiento. Todo
ello es signo claro de dependencia ideológica.
Hay muchos jóvenes que consultan constantemente a sus padres
o a sus amigos o amigas, qué es lo que tienen que hacer en
diversas circunstancias, en lo que se refiere al trato que deben
dar a su pareja. Muy distinto es que una persona busque una
orientación. Lo que indica dependencia ideológica es esperar
que otro diga lo que se debe hacer y se lo hace tal como lo
han dicho, sin pensar por cuenta propia. Muchas personas hacen
esto, aunque sea inconscientemente, para luego echar la culpa a
alguien si es que lo hecho sale mal. Esto es inmadurez.
b) INDEPENDENCIA AFECTIVA

Si conseguir una independencia ideológica es difícil, en una


sociedad tan manejada por los medios de comunicación, mucho
más difícil es conseguir la independencia afectiva.
Como ya dijimos antes, la madurez biológica la conseguimos,
queramos o no con los años, pero la afectiva hay que irla
superando etapa por etapa, o en caso contrario nos mantenemos
en la última etapa no superada. Y muchas personas, por falta de
un auténtico amor en su niñez, no logran pasar de la infancia o
de la adolescencia, etapas en las que siempre hay dependencia
afectiva.
El niño se caracteriza porque siempre se busca, siempre está
esperando que le den, mientras que el adulto se caracteriza por
salir de sí mismo para darse él a los demás. Esto no significa que
126
está mendigando cariño sino que lo da y lo da gratuitamente.
Cuando al querer a una persona, buscamos ser correspondidos,
tenemos que concluir que no amamos, sino que buscamos algo
para nosotros y eso no es amor. El amor es darse gratuitamente
y si dos personas se aman, se dan gratuitamente y no se reclaman
nada.

Quizá con casos concretos podemos entender con más


claridad lo que significa esta independencia afectiva. Algunas
personas dicen que aman a sus padres y que por eso no les pueden
dejar solos, porque están viejos o enfermos, o por cualquier otra
razón y como consecuencia dejan de hacer su vida. Si lo hacen
por dependencia afectiva, las consecuencias son realmente tristes;
cuando ya han pasado los años y quisieran hacer su vida, ya no
pueden y entonces se amargan y como consecuencia también
hacen sufrir a esos padres que tanto decían que amaban.

Muchos jóvenes, aun después de casados, sienten la


necesidad de seguir visitando todos los días la casa de sus
padres y cuando tienen una pelea con la pareja, rápidamente
recurren a ellos. Y están convencidos de que les quieren mucho,
pero eso no es amor, sino dependencia afectiva y consecuentemente
que no están en capacidad para amar. En el fondo lo que
quieren es involucrar en el proyecto común de vida a sus
padres y éstos nunca pueden entrar en él.

Amar es romper todos aquellos lazos que impiden realizar


la propia vida de acuerdo a la vocación, a los dones, aunque esto
resulte doloroso, pues no debemos olvidar que amor y dolor
siempre van juntos. Quien quiera amar y no esté dispuesto a
sentir dolor, no podrá amar de verdad. Y esta es la razón de
la separación de muchos matrimonios jóvenes.
127
El amor debe llevar a la persona a sentirse libre hasta
del ser amado y al mismo tiempo ser capaz de darle libertad. Si
por cualquier razón no siente esa libertad, es que depende y si
depende, no es maduro y si no es maduro, no ama.

c) INDEPENDENCIA ECONÓMICA

Aunque hoy todo se mide bajo la perspectiva de la economía,


en lo que respecta a la relación de pareja no le damos la
importancia que debiéramos. La mayoría de los jóvenes que
llegan al matrimonio van sin contar con los recursos
económicos para afrontar esa responsabilidad, de tal manera que
para poder vivir necesitan, no digo ayuda de los padres, cosa
normal en una pareja que comienza su vida de matrimonio, sino
que les sigan manteniendo, pagando los estudios y hasta
dándoles el dinero necesario para sus caprichos.
Para que una pareja pueda realizar el proyecto común de
vida, necesita independencia económica, pues en caso contrario
los padres, quieran o no, entrarán en ese proyecto y, por lo
tanto, ya no será su proyecto, sino el proyecto de otros, pues,
quien maneja el dinero, en una sociedad como la nuestra, es
quien pone las reglas y determina cómo se deben hacer las
cosas y eso no da libertad a la pareja para que se organice tal
como quisiera.
Hoy, en muchos países, se está hablando de que las esposas que
no trabajan y, por lo tanto no tienen ingresos personales, deben
recibir un sueldo por el trabajo que hacen dentro del hogar y esto
es debido a que quien no tiene una cierta independencia
económica no puede ser maduro.
128
Aclaramos: la independencia económica no significa que
cada uno tiene que manejar el dinero a su gusto, pues eso sería
contrario al proyecto común de vida, sino que debe tener la
libertad económica que le permita sentirse dueño de algo. De lo
contrario estaría dependiendo hasta para comprarse las cosas más
pequeñas, o lo que sucede sobre todo con las mujeres que
“roban” al esposo cuando necesitan comprar algo muy personal
y tienen que estar pidiendo el dinero para ello.

Los padres de familia que aceptan en su casa a los hijos


casados, lo que están haciendo, inconscientemente muchas veces,
es quitarles la responsabilidad que conlleva la creación de un
nuevo hogar. Pues, si desde el principio la pareja no toma
responsabilidades económicas, difícilmente lo hará después.

Este es un tema que debe aclararse en la etapa contra,


pues si la pareja no tiene posibilidades económicas para vivir
independientemente, tendría que postergar el matrimonio, en
caso contrario el riesgo de que éste fracase es muy alto.
Si los padres de familia dijeran a sus hijos -y lo cumplieran
después- que desde el día del matrimonio ya no van a poder
vivir en la casa de ninguno de los padres, demostrarían que les
aman. En caso contrario, destruirían a la pareja como matrimonio
y el amor nunca destruye, sino construye.

Los jóvenes deben pensar que si no tienen capacidad de


vivir económicamente independientes, les falta algo para que
puedan vivir un verdadero amor, porque sin independencia
económica no hay madurez.

El caso es distinto si los padres les dan una ayuda económica o


de cualquier otro tipo pero para que ellos independientemente la
129
manejen.

ACLARACIÓN
El matrimonio es sagrado, y por lo tanto nadie puede
meterse en él. Pero también la pareja no debe meter a nadie
en su relación pues, con mucha frecuencia, se lleva al
matrimonio los problemas de trabajo o de relación con los
familiares, con las/os amigas/os y lo que es peor, las opiniones
de personas ajenas a ellos. Nada ni nadie tiene derecho a
intervenir en la relación de pareja, a no ser que ésta lo pida.
Quien quiera aconsejar, habrá de tener buen cuidado de
solamente orientar, iluminar, pero no tomar decisiones por los
dos, ya que sólo ellos tienen derecho a hacerlo.
Tan sagrado es el matrimonio, que ni los hijos deben entrar en
la relación de pareja. Es frecuente que el padre o la madre o
ambos, cuando tienen problemas de relación, intenten que los
hijos se pongan a favor del uno o del otro. Esta actitud, además
de no ayudar a la solución de los problemas del matrimonio,
hace un gran daño a los hijos.

CAPITULO VIII
LA COMUNICACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS

1.- Terminología:
Sexualidad
Genitalidad
Afectividad

2.- ¿Qué es el cuerpo para nosotros?


130
3.- El cuerpo y los signos

4.- ¿Qué signos son propios del enamoramiento


y del amor?
5.- Aclaraciones

• La Educación de los varones en nuestro medio


La Virginidad
Las relaciones prematrimoniales
La homosexualidad

LA COMUNICACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS

Si la identificación de los sentimientos es difícil, por la poca


formación que hemos recibido en este campo, expresar con signos
lo que sentimos, lo es mucho más.

Hoy la sociedad ha cambiado mucho en la forma de


expresión de su sentir. Los jóvenes manejan una serie de signos que
los adultos, normalmente, no comprendemos. Y es posible que ni
los mismos jóvenes tengan una conciencia clara de los signos que
emplean.

Hablaremos en este capítulo sobre varios elementos que


intervienen en la comunicación.

1.- TERMINOLOGIA

El tema de la sexualidad siempre ha sido y sigue siendo tabú,


aunque de distinta forma. Antes no se podía hablar de él sino de
una manera velada. Hoy se habla del tema a toda hora, en todos
los medios, y en términos que desnaturalizan el don maravilloso
131
de la sexualidad. Se hacen congresos, se dan charlas a toda hora y
en todo ambiente, en fin, tenemos una sociedad más que
sexualizada, diría genitalizada. Por lo tanto también se puede
considerar tabú.
Uno de los mayores temores que tengo es que en escuelas y
colegios se dé formación sexual. Estoy totalmente de acuerdo en
que se forme a la niñez y juventud en esta dimensión del ser
humano, que abarca toda la persona y sus actuaciones. La
considero absolutamente necesaria. Pero, cuando he escuchado lo
que se imparte en algunos centros educativos, en la materia de
formación sexual, considero que no es formación sexual, es,
simplemente, sexología: órganos genitales, partes de que se
componen, función que desempeñan, terminando en lo que casi
siempre terminan los grupos que tratan este tema: sexo seguro.
No se habla del significado del cuerpo, de su vivencia, del sentido
profundo que implica una relación genital. Esto es, a mi entender,
formación sexual.
El problema, en uno y otro caso, radica en que no se ha dado a
la sexualidad su auténtico sentido. Se la entiende como una parte
del ser humano, cuando en realidad envuelve a toda la persona.
Todo lo que el ser humano es, hace o vive es sexual. Desde la
sexualidad nos vivirnos como personas y vivimos toda la realidad
que nos envuelve tanto material como espiritual: la relación con
nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza, con Dios.
Vivir plena y auténticamente la sexualidad, es vivir la vida en
plenitud.
Hago, antes de seguir adelante, una pregunta a todos los que
están leyendo este libro: ¿qué entiendes por sexualidad? Te
pediría que respondas y luego revises tu respuesta, al terminar de
leer lo que aquí propongo.

132
En todo conocimiento es necesario saber el significado
auténtico de cada una de las palabras para podernos entender. De
otro modo nunca llegaremos a ponernos de acuerdo en el tema
que tratamos. Esta es una de las dificultades en la comunicación:
empleamos una palabra que para nosotros tiene un significado,
pero para la otra persona tiene otro distinto y, como consecuencia,
nunca nos podremos poner de acuerdo.
Al tratar este tema suele haber bastante confusión, pues cada
uno da un significado distinto al término sexualidad. Para la
mayoría sexualidad se confunde con genitalidad. Este término
para algunos suena fuerte y por eso usan la terminología de
sexuado para hablar de lo relacional y sexual para hablar de la
relación genital. Por gustarme llamar a cada cosa por su nombre
emplearé la terminología más directa: sexualidad y genitalidad
Sexualidad:
Cuando doy alguna charla sobre este tema, acostumbro a hacer
a los participantes esta pregunta, y te la hago también a ti. ¿Estás
teniendo en este momento relaciones sexuales? No sé qué habrás
respondido. Las personas, normalmente, sonrojándose en el caso
de las mujeres y molestándose en el caso de los varones,
responden NO. Se comprende la respuesta. Están pensando en
genitalidad en vez de en sexualidad. Que yo sepa, en todo
momento estamos teniendo relaciones sexuales, porque nunca
dejamos de ser varones o mujeres y el ser humano es,
esencialmente, un individuo relacional. Por lo tanto, en todo
momento vivimos una relación sexual.
La sexualidad, entonces, la defino así: Capacidad de todo ser
humano para relacionarse desde su sexo. Y esta relación se
tiene que vivir conscientemente con uno mismo, con los demás,
con la naturaleza y con Dios. La sexualidad abarca todo tipo de
relación y lo específico de ella es dado por el sexo.
133
Esto es lo que hace la diferencia entre el varón y la mujer. No
son los órganos genitales los que, esencialmente, diferencian al
varón y la mujer -aunque tienen íntima relación-, sino la vivencia
de la relación con el entorno. Por poner la fuerza en lo anatómico
y no en lo vivencial discriminamos, con frecuencia, a cierto tipo
de personas: los homosexuales. No me refiero a ese mundo que
por diversas razones han llegado al homosexualismo, sino a los
que realmente son homosexuales en su ser: hombres
(anatómicamente) envueltos en un cuerpo de mujer y mujeres
(anatómicamente) envueltas en un cuerpo de varón. Esto es una
realidad que no podemos dejar a un lado y mucho menos llegar a
la discriminación. Estas personas merecen todo respecto y
aceptación. Otro caso es lo que está sucediendo en nuestra
sociedad. La falta de identidad sexual, por diversos motivos y el
deseo de emociones y novedades por el abuso de las relaciones
genitales, sin fundamento en vivencias profundas, dan como
consecuencia una serie de manifestaciones, que se convierten en
aberraciones sexuales. A estos casos no me refiero al hablar de
homosexualidad como identidad personal.
Ser mujer es la toma de conciencia de la vivencia con el entorno
que le rodea y que esencialmente la diferencia del varón, que tiene
otra de vivencia frente a la misma realidad. Podemos decir que ser
mujer es una forma existencial de vivir y el varón es también otra
forma existencial de captar la realidad. Dicho en pocas palabras,
ser varón o mujer son dos formas distintas de vivir, de captar la
realidad que nos rodea. La riqueza de la relación varón-mujer está
justamente en compartir las distintas vivencias. En este sentido es
cuando podemos decir que el varón y la mujer son
complementarios. Si los varones y las mujeres fueran capaces de
expresar la vivencia profunda que experimentan frente a una
situación concreta de la vida, un paisaje, un cuadro, una flor
veríamos que es totalmente distinta. Esa vivencia es lo que hace al
134
varón, varón y a la mujer, mujer. Quien no descubra esa vivencia
no podrá vivir su masculinidad o su feminidad a plenitud.
Para poder entender esto, que no es nada fácil, porque no hemos
aprendido a descubrir nuestras vivencias profundas, suelo poner
un ejemplo de la experiencia que la mayoría ha vivido. Si han ido
a ver una película con su pareja y han conversado de la misma al
salir, se habrán dado cuenta de que han visto, en el fondo, dos
películas. Sólo se habrá visto la totalidad de la película si han
compartido sus vivencias, enriqueciéndose mutuamente. La razón
está en que la sexualidad masculina ha tendido una vivencia
distintas a la femenina y por eso la diferencia en lo que se ha
captado
Uno de los problemas de nuestra sociedad justamente radica en
no tener claro esto que he intentado explicar. Las realidades de
nuestro entorno sólo se ven bien desde la visión del varón o de la
mujer y por lo tanto, al no tener la visión completa no se pueden
vivir a plenitud. La familia, la educación de los hijos, por
ejemplo, normalmente sólo funciona desde la visión de la mujer.
Los varones apenas si intervienen en la organización del hogar,
por lo tanto la visión es incompleta y no se puede encontrar
solución a los problemas que se presentan. Lo mismo pasa con el
Estado, todo funciona desde la óptica del varón; de igual modo la
Iglesia sólo funciona desde la visión de los clérigos, varones, sin
participación de la mujer. Las consecuencias las tenemos a la
vista, aunque la jerarquía no quiera verlas.
Podemos concluir diciendo, que la sexualidad es una forma de
vivir la realidad que nos rodea, una forma de relacionarnos con
los demás desde nuestro ser masculino o femenino, que, si bien es
cierto, tiene relación con los órganos genitales, éstos no son lo
determinante, porque también hay que vivirlos desde la
sexualidad y esto es lo que nos diferencia de los animales, en los
135
que se identifican sexualidad y genitalidad.

Genitalidad:

Una vez entendida la sexualidad podremos comprender la


genitalidad en el ser humano, pues en los animales se identifican.
La sexualidad en el ser humano es permanente y totalizadora,
vivimos sexualmente las 24 horas del día y los 365 días del año,
mientras actuamos o dormimos: todo es sexual, o sexuado si se
quiere usar esta expresión. Pero no podemos decir lo mismo de la
genitalidad, que se vive durante unos momentos.
La genitalidad es: La capacidad de relacionarnos desde los
órganos genitales. Encontramos ya unas diferencias esenciales: la
sexualidad es permanente, la genitalidad es temporal; la
sexualidad afecta a todo el ser: cuerpo, sentimientos, mente,
mientras que la genitalidad afecta sólo una parte del cuerpo. En
esto somos idénticos a los animales; la sexualidad la vivimos en la
relación con las personas, los animales, la naturaleza y con Dios y
la genitalidad plena sólo se puede vivir auténticamente con una
persona de distinto sexo y en momentos concretos. Por eso en la
mayor parte de nuestra existencia no vivimos la genitalidad en su
pleno sentido (hasta que aparece la pubertad o la primera
menstruación), mientras que desde el seno materno ya se vive la
sexualidad.
Además de lo dicho ¿qué hace que la genitalidad del ser
humano y del animal sean distintas?: la vivencia de la sexualidad.
La genitalidad es una parte mínima de la vivencia de la
sexualidad. Sin una auténtica relación sexual en las parejas, la
relación genital se animaliza. Por desgracia, la mayoría de los
jóvenes y señoritas ya tendrán experiencia de relaciones genitales.
En la mayoría de los casos, habrán experimentado, si han sido
136
conscientes, un momento de placer pero al terminar esa relación
el vacío ha llenado sus corazones. Por eso podrán, si reflexionan
un poco, ver la diferencia. Los que no las han tenido ojalá les
sirvan estas reflexiones para que, cuando las tengan, las puedan
vivir a plenitud, descubriendo la maravilla humana que son
cuando se viven a plenitud.
La vivencia sexual engloba todo nuestro ser y es permanente
mientras que la relación genital sólo dura unos minutos, como
hemos dicho. La grandeza de la vivencia genital sólo se realiza
como culmen de una verdadera vivencia sexual. Si no ha habido
una verdadera relación sexual no pude haber una auténtica
relación genital. He escuchado, principalmente a mujeres, cómo
se sienten utilizadas, como un objeto de placer, por sus propios
maridos. Durante todo el día no ha habido ninguna manifestación
de verdadera relación sexual, no ha habido ningún signo de esa
relación y al final del día se les pide tener relaciones genitales.
Esto degrada a la persona, la convierte en un objeto y por eso
despersonaliza. La relación genital, vivida en profundidad, como
consecuencia de una verdadera relación sexual, personifica,
plenifica, diviniza, porque es el verdadero signo de comunión con
la persona que se ama. Aquí está la clave de la humanización de
las relaciones genitales: si no hay verdadero amor, la relación
genital destruye a la persona sea varón o mujer, aunque por
formación y sobre todo por cuestiones sociales afecta mucho más
a la mujer que al varón (no entro en la explicación del por qué se
da esta diferencia).
Me viene a la mente el diálogo de una película, que vi hace
muchos años. Los protagonistas varón y mujer, por razones de la
trama se tuvieron que casar. Cuando llegó el momento de
acostarse y él la intentó besar, le dijo que ese no era el acuerdo.
Podía tener relaciones genitales con ella, pues eso era propio de la
137
parte animal, pero el beso era un privilegio exclusivo de la
relación humana. Los animales no besan. Por esto la relación
genital si no está fundamentada en la relación sexual, en el amor,
animaliza.
En todos los ambientes donde se trata el tema de la sexualidad
de lo único que se habla es de sexo seguro. Y al hablar de sexo
seguro estamos hablando de genitalidad. Sin ser conscientes de
esto, el consejo que la mayoría de padres y madres de familia dan
a sus hijas/os es: no te embaraces, si es mujer, o no embaraces, si
es varón y les proporcionan un preservativo, como si la relación
genital fuera lo mismo que chuparse un helado y no pasara nada.
La relación genital no es indiferente; siempre trae consecuencias
positivas o negativas tanto para el varón como para la mujer,
indistintamente de si hay embarazo o no, porque depende de la
vivencia del amor. Si está realizada como culmen de una
verdadera relación sexual, con amor, le hace a la persona más
persona, pero si simplemente se hace por placer, por instinto, sin
amor, animaliza a ambas partes.
Si reflexionamos un poco sobre este tema, descubrimos que
hay un absurdo de base; pues, la genitalidad es sólo una
parte de la relación humana entre la pareja. Por lo tanto, lo
que se dice con tanta frecuencia: tenemos que convivir antes
del matrimonio para ver si nos acoplamos en la vida
genital, es un auténtico engaño. Lo que hay que ver en
realidad es si la pareja se acopla sexualmente, que es lo más
importante, porque la relación sexual es permanente, las 24 horas
del día y los 365 días del año, mientras que la relación genital es
cuestión de momentos concretos.. Y para esto no es necesario
tener relaciones genitales, es más, tenerlas puede llevar a
romper el proceso del amor. Hemos perdido el lenguaje sexual
al reducir la relación de pareja al lenguaje genital.
138
Si las relaciones genitales se tienen indiscriminadamente, sin estar
motivadas por el amor a la otra persona, dañan la capacidad de
amar. Uno de los problemas que hoy se plantea a la mayoría de
los/as jóvenes, pero principalmente varones, es tener seguridad en
la vivencia del amor para matrimonio. El signo específico de este
tipo de amor es la relación genital, pero como ese mismo signo se
ha empleado indiscriminadamente, sin vivencia del amor, cuando
experimentan el amor, que impulsa a comprometerse para toda la
vida, hacer de las dos vidas una, comienza la duda, desconfían de
si lo que experimentan es verdadero amor, porque no encuentran
un signo apropiado para expresar lo que están experimentando.
Las vivencias se expresan a través de signos. El signo, para
expresar el amor de matrimonio no es otro que la relación genital.
En él se expresa la comunión total, no sólo de las cosas externas,
sino de las propias existencias personales. Pero si se han tenido
anteriormente este tipo de relaciones, comienza la duda de si lo
que se vive es auténtico, porque no encuentran otro signo para
expresar esa nueva vivencia. Consecuencia: la relación genital
realizada sin una auténtica relación sexual, fundamentada en el
amor, daña el amor; se duda de él y por eso desaparece la
capacidad de hacer una opción definitiva entre dos personas.
Parece que de esto no son conscientes la mayoría de los
jóvenes. En nuestra sociedad se piensa y dice que las mujeres son
las más perjudicadas. La relación genital realizada sin amor daña
a los dos y daña la relación. Con mucha frecuencia vienen a
comunicarme, tanto chicas como chicos, que su relación de amor
se ha dañado desde que tuvieron las primeras relaciones genitales.
Todo iba bien hasta ese día. No son capaces ni siquiera de fijarse
en la experiencia ajena, cuando han escuchado lo que ha pasado a
compañeras/os, que tuvieron relaciones genitales y desde ese día
se rompió la relación o por lo menos comenzaron las dudas. Una
139
relación genital sin amor auténtico para matrimonio -éste se da
cuando hay un compromiso de vida, cuando hay un proyecto
común-, daña el amor porque se dañan las personas, y daña al
nuevo ser, que puede provenir de esa relación, porque no va a
tener el ambiente de seguridad, amor y paz que necesita para
desarrollarse afectivamente. Todo se daña.
Tomar conciencia de cómo la sociedad actual trata este tema
produce ira, malestar, indignación. Padres, tíos, primos o amigos
que llevan a un joven al prostíbulo “para hacerle hombre”;
madres que contratan una empleada para su casa con el fin de que
su hijo pueda tener relaciones genitales sin temor a enfermedades;
medios de comunicación que están genitalizando la sociedad a
través de películas pornográficas, programas donde el tema sexual
se trata de manera degradante y trivial; anuncios televisivos en los
que se dice que tengan relaciones genitales, pero, evitando el sida
y otras enfermedades para lo cual deben usar condón, están
llevando a la juventud a la genitalización, olvidando que son
personas, que una relación genital no fundamentada en el
auténtico amor destruye a la persona, la degrada, la animaliza.
La misma Iglesia, al tratar sobre este tema, no enfoca
debidamente el problema. Ha moralizado la sexualidad; habla de
bueno o malo, de relaciones permitidas o no permitidas, como si
dentro del matrimonio toda relación genital fuera legítima.
Muchas mujeres son utilizadas, violadas por sus propios esposos.
Pero aún se escucha a muchos sacerdotes decir a las mujeres que
tienen que aceptar al marido, porque es obligación dentro del
matrimonio.
Los/as jóvenes, que se creen libres y se enorgullecen de tener
este tipo de relaciones indiscriminadamente, porque eso es estar
en “onda”, no son conscientes del terrible año que se hacen a sí
mismos/as con las relaciones genitales. ¡Qué pena que por falta de
140
reflexión, por dejarse llevar por el ambiente genitalizado, que les
rodea, se destruyan inconscientemente! Que maten la capacidad
de poder amar auténticamente y poder un día disfrutar a plenitud
de una relación genital fundamentada en la vivencia de una
auténtica sexualidad, de un auténtico amor y no simplemente
como una satisfacción fisiológica propia de la animalidad que
también llevamos dentro.

Afectividad

La afectividad es la manera propia, personal, de vivir la


sexualidad. Mientras que la vivencia de la sexualidad es común
en todas las mujeres y por su parte, igual en todos los varones,
lo que distingue a cada persona en esta vivencia es justamente
la afectividad.
Cada persona es distinta afectivamente como resultado de la
forma de ser de cada una, del ambiente en que se haya
desenvuelto su vida, de la educación recibida, etc. La afectividad
es la que nos distingue, en el campo de las relaciones personales,
a los unos de los otros.

2.- ¿QUÉ ES EL CUERPO PARA NOSOTROS?

Cuando hemos hecho esta pregunta las respuestas an


sido muy variadas y en algunos casos ha habido hasta extrañeza.

Para unos el cuerpo es un conjunto de sistemas, como el


muscular, óseo, digestivo, etc.; para otros, es simplemente materia
y nada más o un conjunto de átomos.

Si nuestras respuestas son éstas, tendríamos que concluir


141
que en nada nos diferenciamos de los otros seres de la
naturaleza pero, de alguna manera, al menos intuimos, que
nosotros no somos simplemente eso, sino algo más.

El cuerpo, es el único medio auténtico de


comunicación: emisión y percepción del que dispone el ser
humano para manifestar las vivencias, los sentimientos que
lleva dentro. Pues, sólo a través del cuerpo podemos expresar
todo aquello que llevamos en nuestro interior. Es más,
necesariamente debemos utilizar el cuerpo para expresarlo y no
podemos dejar de hacerlo, aunque queramos disimular. Lo que
vivimos, de una manera o de otra, lo manifestamos, queramos o
no.

Por esta razón es totalmente necesario conocer nuestro


propio cuerpo, lo que expresa, y cómo lo expresa para poder
también conocer lo que vive la otra persona.

Hoy, que tanto se cultiva la estética corporal, hemos


perdido lo más importante: saber lo que expresamos con el cuerpo
a la hora de darle ese culto, pues en el cuidado o descuido que
tengamos de nuestro cuerpo podemos conocernos, como también
conocer a la otra persona.

Sólo viendo cómo viste una persona, cómo se maquilla,


qué adornos emplea, cómo camina, las posturas al estar parada o
sentada podemos saber mucho de ella, como también de
nosotros mismos. Y la razón no es otra que lo dicho: el cuerpo
expresa, aun inconscientemente, lo que vivimos, lo que en lo
más profundo de nosotros mismos existe. Y gracias a ello nos
podemos conocer y también conocer a las otras personas.

142
Nos pueden engañar con las palabras, y de hecho se hace,
aunque no sea con mala intención. Pero cuando vivimos nuestro
propio cuerpo y el del otro, nunca nos engañaremos, ni nos
dejaremos engañar en lo que respecta a la expresión de lo que
vivimos o viven los otros. Es imposible mentir con el cuerpo.
Lo que hace falta es conocerlo, interpretarlo y esto requiere una
autoformación, pues supone ir tomando conciencia de todo
aquello que vivimos o hacemos y descubrir el por qué
profundo.

3.- EL CUERPO Y LOS SIGNOS

Hemos hablado de la identificación de los sentimientos y de


manera muy especial del enamoramiento y del proceso del
amor. Hemos dicho que el cuerpo es el único medio del que
disponemos para manifestar esos sentimientos. Y esa manifestación
la hacemos, lógicamente, a través de signos.

Pero, no siempre tenemos en cuenta en los momentos


actuales, la importancia de los signos en nuestra relación con los
demás, justamente por su depreciación, éstos han perdido valor. Si
los signos no están fundamentados en un auténtico sentimiento,
éstos no tienen significado, son falsos y, al darlos, no sólo ellos
se dañan, sino también dañan los sentimientos que son los
que los sustentan.

Lo que fundamenta al signo es el sentimiento; pero, no


se pueden manifestar los sentimientos si no es a través de signos,
dados justamente por el cuerpo. Por lo tanto, nunca podemos
separar el sentimiento y el signo. O van juntos, o ninguno de los
dos son verdaderos. Si alguien dice que ama y no da signos de
ese amor no se le puede creer; pero, al mismo tiempo, tiene que
143
expresar verbalmente lo que siente, pues el signo, por sí solo, puede
ser interpretado de muchas maneras.

Después de estas aclaraciones podemos reflexionar sobre qué


signos son propios del enamoramiento y del amor.
Aunque no hace falta, sin embargo, haremos una aclaración:
siempre nos referimos a sentimientos auténticos, pues si no lo
son, todo lo que hemos dicho no tiene ninguna validez, ni lo que
vamos a decir es aplicable. También nos referimos a personas
normales, pues quien tenga alguna desviación afectiva ya no
podría vivir un auténtico amor.
Recordemos: el enamoramiento es totalmente distinto al amor,
aunque puede ser un paso para llegar a éste. Por lo tanto, si
son vivencias distintas también los signos deben ser distintos.
4.- ¿QUÉ SIGNOS SON PROPIOS DEL
ENAMORAMIENTO Y DEL AMOR?

Los signos, que acompañan al enamoramiento son muy


variados: desde la sonrisa enternecida y soñadora hasta el beso o
el abrazo de comprensión, la nota furtiva que se envía, la caricia,
la “mentira” ocasional para hacerse el encontradizo, el cogerse la
mano, el roce “casual”, el regalo, la flor o la tarjeta en el día que se
recuerda el primer encuentro, etc, etc. Son infinidad de signos que
se viven durante el tiempo del enamoramiento y que dura,
normalmente también dentro del proceso del amor, en la etapa
bajo.

Si nos fijamos un poco, descubrimos que esos mismos


signos son los que se mantienen durante todo el proceso del amor
y en el amor mismo. En este proceso algunos signos, que son
propios del enamoramiento desaparecen, pero los demás se
144
mantienen. La diferencia es que se intensifican, justamente por
que si el amor es un proceso los signos tienen que serlo también.
Los besos, los abrazos, las caricias tienen mayor intensidad. Se
viven desde una mayor profundidad personal.

Dentro de este proceso de profundización de los signos,


se va experimentando que éstos no son capaces de expresar lo que
se está viviendo y se llega así al signo que engloba a todos los
demás que es la relación genital. Este es el signo más profundo de
amor entre pareja.

Cuando una pareja, que ha vivido conscientemente todo


el proceso de los sentimientos y de vivencia de los signos, llega
a descubrir, vitalmente, que el único signo que expresaría lo que
siente es la relación genital, pues los otros signos se quedan
pobres para expresar lo que vive, esa pareja está en el momento
apropiado para su matrimonio. Ni antes ni después.

Lógicamente si viven esto, también han comenzado a


vivir el proyecto común de vida y se han comprometido
existencialmente el uno con el otro.

Surge una pregunta: ¿Se vive hoy todo este proceso de


manifestación de los signos?. No. Los signos están dañados y
como consecuencia la realidad que lo sustenta también se daña.
Un signo dado sin tener el fundamento de una vivencia auténtica
que lo sostenga y le dé valor, pierde su significado, está vacío.
Pero no sólo esto; un signo dado sin el sustento de la realidad
sentimental apropiada también daña a ésta. Y ésta es la triste
realidad de la relación de pareja en la actualidad.

Muchos jóvenes ya en la etapa del enamoramiento emplean


145
los signos propios del proceso del amor y lo que es más grave
aún, las relaciones genitales, propias y exclusivas de la pareja que
ha hecho un proyecto común de vida. La consecuencia es fácil de
deducir: se dañaron los signos y también se dañó el amor. Es
difícil aceptar esto, en una sociedad erotizada hasta el extremo,
pero si lo pensamos con un poco de detenimiento y con valentía,
independizándonos de las ideologías en moda, descubriremos que es
cierta esta afirmación. O sino, que se lo pregunten a tantas
jóvenes que por dar una “prueba de amor,” pedida por el varón,
luego se han quedado frustradas porque descubrieron que en
realidad no había amor. Y muchas de ellas ante el embarazo toman
la decisión de llegar al matrimonio sabiendo que no hay amor,
lo que se comprobó justamente en el momento en que se dieron
un signo que no correspondía a la realidad. Todo varón que pida
a una chica que le dé una “prueba de amor”, -todos entendemos
lo que se pide con esta frase- puede estar seguro que no la ama.
Y la joven que accede, también puede estar convencida que ella
tampoco ama.

Partiendo de aquí y aunque no tenga una relación directa


con lo que estamos tratando, haremos unas reflexiones sobre temas,
muy mal entendidos no sólo por los jóvenes sino por los padres
de familia, profesores y orientadores en general.

5. ACLARACIONES

La educación de los varones en nuestro medio.

146
En nuestro medio los jóvenes no son educados, peor aún
formados para una vivencia auténtica de su sexualidad.
Generalmente lo que reciben de los adultos es una información,
que en muchos casos es errada al centrarse en la genitalidad
y en la vivencia de una relación biológica desprovista de todo
afecto y de contenido humano profundo. Esto ha llevado a que se
haga una práctica común la concurrencia de los jóvenes a
prostíbulos para “hacerse hombres” y, en otros casos a que se
vea como “normal” la relación genital entre parejas de jóvenes
entre los que no existe ningún compromiso, sin preocuparse del
daño que se hacen y que hacen a la otra persona.
¿Qué sucede en la mente de un joven que es llevado a un
prostíbulo?. Todo el castillo idealizado, lleno de aventura y
sorpresa, que sobre el tema de la genitalidad se habían creado,
como algo extraordinario, bonito, maravilloso, se le ha caído. Ha
tenido una experiencia frustrante porque en nada se ha
parecido a lo que él podía haberlo imaginado.
Pero aún hay algo más profundo que va a quedar gravado en
la mente de los jóvenes para toda su vida. El día que lleguen a
amar a una mujer, ¿qué signo se van a inventar o van a
encontrar para manifestarla su amor?, ¿El mismo que emplearon
con la prostituta?
Los jóvenes que se han iniciado de esa manera, lo que han
hecho es dañarse o por lo menos poner en peligro su capacidad de
expresar el amor. Han usado el signo más grande de amor entre
pareja en una circunstancia donde no hay ni por lo más
remoto un sentimiento valedero. Y la consecuencia es lógica:
se ha dañado el signo y se ha dañado el amor.
• La virginidad

147
En la actualidad, incluso en la mujer, la virginidad es una
virtud que ha perdido valor.
La virginidad biológica no tiene mayor importancia, pues una
jovencita puede haber sido violada y seguir siendo virgen. Nos
referimos a esa actitud interior de respeto, de cariño, de cuidado
del propio cuerpo.
Muchas chicas sienten un gran temor al iniciar una relación con
un joven porque no son vírgenes biológicamente, porque los
jóvenes dicen que quieren una mujer que sea virgen. La
pregunta que hacemos a los varones que piensan así es: ¿En
qué fundamentan esa exigencia? ¿Qué principio o criterio válido,
lógicamente, pueden esgrimir? Si es el machismo, la verdad es
que ése no es un criterio válido.
Si se exige la virginidad a la mujer es porque el varón lo es
y si no lo es, no tiene derecho a ninguna exigencia. El día
que las mujeres entiendan esto, serán vírgenes y se lo exigirán
también a sus novios. Un joven dijo a este respecto: “Cuando me
case, exijo que mi esposa sea virgen, porque yo lo soy”. Este
criterio sí es válido, pero no el que normalmente se emplea.
• Las relaciones prematrimoniales

No vamos a tratar este tema con criterios morales, sino desde la


lógica de los sentimientos vividos y los signos que se emplean
para manifestarlos. Es la base de todo lo escrito y por lo tanto,
también es válido para reflexionar sobre este tema tan mal
entendido por la sociedad actual.
Ya habíamos dicho que la genitalidad es sólo una parte de la
sexualidad, de manera que se puede prescindir de ella y de hecho
esto puede suceder en el matrimonio, bien por ausencia de uno de
los miembros de la pareja o por enfermedad y eso no quita en
148
absoluto el que se amen, pues el amor se expresa constantemente,
por el lenguaje sexual.
Una pareja que se casa, el día de su matrimonio debe tener una
experiencia muy profunda, muy íntima y llena de vivencias
especiales. Aquí surge una pregunta para que cada uno se dé
respuesta: ¿Qué signo se darán para expresarse eso que están
viviendo si durante su noviazgo o quizá antes de él ya han
tenido relaciones genitales? Ya no habrá nada especial para ese
día, para ese momento, pues por más que el hombre haya
progresado, no ha inventado otro signo de amor de pareja que las
relaciones genitales. Esa vivencia y los signos para expresarla
se han dañado.
Muchos matrimonios se dañan justamente la noche de bodas,
pues lo que esperaban que fuera algo maravilloso, extraordinario,
simplemente ha sido un hecho más de la rutina de muchos días.
Ante todo esto, tú misma/o da la respuesta a las relaciones
prematrimoniales. Lo importante es que pienses y tengas tu
propio criterio al respecto.
• La homosexualidad

Este tema es muy controvertido y muy actual, pues por


muchas razones, que no son del caso, la homosexualidad es
cada día más evidente. No vamos, tampoco, como en las
relaciones prematrimoniales, a dar un criterio moral sobre el
particular.
Cuando hablamos de homosexualidad nos referimos tanto al
varón como a la mujer, pues “homo” no viene de hombre sino del
griego “homo”, que significa igual. Ejemplo: homogéneo,
homónimo, etc.

149
Investigaciones científicas han demostrado que tanto los genes
como los factores del entorno pueden ser determinantes en la
orientación sexual. Pero, en este trabajo no pretendemos aclarar
las causas de la homosexualidad sino hacer una reflexión sobre
este tema.
Sabemos que en el amor se comparte todo, menos lo que
no se puede compartir. Y al hablar de compartir el signo más
grande de ese compartir, es justamente la relación genital, que es
la entrega mutua de las vidas de dos personas, haciendo una sola.
Por eso estas relaciones son el signo exclusivo del proyecto
común de vida.
Esta posibilidad de compartir viene dada por la misma
naturaleza y no podemos forzarla. La pregunta es entonces:
¿Pueden dos varones o dos mujeres compartir su genitalidad?
Podrán compartir todo absolutamente, pero eso nunca lo podrán,
porque la misma naturaleza está opuesta a ello.
Por esta razón no podemos aceptar que entre homosexuales
haya genitalidad. Puede haber todo tipo de lenguaje sexual, como
lo puede haber con cualquier persona, pero la genitalidad es
imposible. Por eso no podemos aceptar la homosexualidad
tomada en este sentido. Lo que vivan las personas que tienen
esta tendencia, es otro tema y hay que respetarlas. Pero
tampoco podemos aceptar sin más la genitalidad entre
homosexuales.

150
CAPITULO IX
CONCEPCION Y ANTICONCEPCION

a) Principios éticos
b) La Concepción
c) La Anticoncepción

1.- Control de la natalidad


2.- Planificación familiar
3.- Paternidad responsable

d) Métodos anticonceptivo

a) PRINCIPIOS ETICOS

Antes de entrar en el tema propuesto, haremos referencia a una


contradicción sobre los principios éticos, que es muy frecuente en
la sociedad actual.
Todos estamos de acuerdo con que el derecho a la vida y el
respeto a la persona son dos principios fundamentales que rigen o
deben regir el comportamiento humano. Pero hay una
incoherencia absoluta a la hora de actuar, ya que el único
principio que está rigiendo es el del bienestar.
Cada persona tiene sus principios éticos, con los cuales
podemos o no estar de acuerdo. Pero, es inaceptable la aplicación
151
de los principios según los intereses personales.
Si una persona parte de la ética utilitarista cuyo principio
fundamental es el bienestar, el placer, se le debe respeto aunque
no se esté de acuerdo con ella. Pero no se puede aceptar que
se hable de una ética y de unos principios y que a la hora de
actuar se apliquen otros.
Y este es el caso, que con mucha frecuencia sucede, al hablar de
los anticonceptivos u opinar sobre el aborto o la eutanasia.
Partimos de unos principios y luego, a la hora de actuar,
aplicamos otros.
Si alguien parte del principio del bienestar, se entiende
que acepte el aborto, por ejemplo, aunque no se esté de acuerdo
con esa persona. Pero si dice que sus principios son el respeto a la
persona y el derecho a la vida, y luego acepta o aprueba el aborto
o algo que va contra la vida, como la guerra, la pena de muerte,
etc, no se la puede considerar una persona coherente.

Si se aceptan los principios de respeto a la persona y


derecho a la vida, como los principios éticos fundamentales de
nuestro actuar, se podrán entender las reflexiones siguientes. Si se
parte de otros principios, entonces lo que se va a exponer no
tendría fundamento, pues todo lo que se diga se pondrá en duda
y se buscarán justificaciones para seguir haciendo lo que todo
el mundo hace y que por ello creemos que es lo normal.

b) LA CONCEPCION

Estamos inmersos en una educación totalmente negativa. Todo


lo que se nos presenta a través de los medios de comunicación,
son las noticias desagradables que suceden en el mundo y pocas
152
veces se nos habla de la inmensidad de cosas buenas y positivas
que están sucediendo en todos los lugares del planeta.
En la familia sucede exactamente lo mismo. En qué pocas
ocasiones los hijos son aplaudidos, felicitados cuando hacen
cosas buenas, que son la mayoría, y en cambio se les está
reprochando sus errores, sus equivocaciones, que por otro lado
muchas veces son normales, pues justamente están aprendiendo.

La Iglesia misma, en su formación religiosa, casi siempre


está hablando de lo negativo, del pecado. Los exámenes de
conciencia que nos recordaban no sólo la falta sino hasta el
número de veces, nos hizo olvidar toda la obra del Padre Dios
realizada constantemente en nosotros. Todo ello nos ha hecho ver,
hasta la mayor libertad que es el seguimiento a Jesús, desde el
ángulo negativo.

Debemos ver la vida desde una óptica positiva. Es cierto


que hay padres que maltratan o hasta violan a sus hijos, pero
también hay una inmensa mayoría
de padres de familia que están
dando la vida por sus hijos, los
aman, los cuidan y protegen. Es
cierto que algunos jóvenes tienen
actitudes negativas, pero hay una
gran mayoría de jóvenes que
buscan la verdad, que se
esfuerzan por ser auténticos, que
trabajan por cambiar esta sociedad.
Es cierto que hay mucho pecado
en nosotros, pero hay mucha más
gracia del Padre Dios -donde abundó el pecado sobreabundó la
gracia, nos dice el apóstol- Es cierto que tenemos muchos
153
defectos, pero tenemos muchos más dones, cualidades, pero al no
habernos educado en el descubrimiento de ellos, sólo vemos los
defectos y negamos la obra que el Señor está realizando cada
momento en nosotros. Y, por una falsa humildad, escondemos
nuestras buenas obras o, lo que es peor, ni tomamos conciencia
de ellas.

Todo esto nos hace ver, que es más importante tratar


de la concepción de un
nuevo ser que de la
anticoncepción.
Colaborar con Dios en la
procreación de un ser
humano es una de las obras
más grandes que el hombre
puede realizar. De ahí la
importancia de reflexionar
sobre la responsabilidad
que tenemos a la hora de
engendrar un hijo.
¿Cuáles son los criterios de los que parten la mayoría de las
parejas a la hora de decidir tener un hijo?.
• Que está de moda tener una parejita.
* Que el hijo puede solucionar los problemas de la
relación de pareja.
• Para que cuando sean mayores haya alguien quien
les cuide.
• Otros ni siquiera tienen criterios. Les llegó un hijo
y hay que aceptarle. No se le trajo al mundo, sino
que vino.
• Y algo más grave, sobre todo en los jóvenes, han
154
traído un hijo al mundo como medio para poder
“atrapar” al que dicen que aman.
Hay otro tipo de criterios para determinar el número de
hijos y éstos son los criterios económicos, que suelen ser los
más socorridos. No se pueden tener muchos hijos porque
hoy no hay dinero suficiente para darles una buena
alimentación, vestido, educación en buenos colegios, etc. Las
preguntas que hacemos son: ¿acaso los hijos de las familias
acomodadas, que pueden dar a sus hijos todo eso, son niños y
jóvenes felices? ¿Porqué si tienen medios suficientes sólo tienen
la parejita como máximo?

Es que simplemente estamos empleando el principio


ético del bienestar, aunque no se quiera reconocer. Y ahí está la
incoherencia. Si al menos fuéramos sinceros con nosotros mismos,
diríamos que habría seguridad a la hora de educar a los hijos
cuando nazcan. Pero si en el mismo hecho de engendrarlos ya nos
engañamos, no podemos esperar una educación auténtica.

Ningún hijo debe nacer si él mismo no lo decide. Nunca


se puede engendrar un hijo para
beneficio de los papás, pues no son
propiedad de ellos, y menos aún para
solucionar problemas de pareja, porque
entonces se les está utilizando y ambas
cosas van en contra de lo fundamental
de una persona, que es la libertad. Sólo
en la libertad podemos desarrollarnos
como personas. Recordemos todo el
proceso del amor.

Desde el criterio de una auténtica libertad es como las


155
parejas se deben plantear el tener un hijo o no. El niño que va
a nacer es un ser libre, por lo tanto, él es el único que debe decidir
si quiere o no ser engendrado y nacer.
La pregunta que se estarán haciendo es: ¿cómo saber si
un hijo quiere o no venir al mundo?. Esto debe saberse antes de
que el hijo sea engendrado, pues una vez engendrado ya no hay
cómo destruir esa vida.

Aunque parezca difícil la respuesta, no lo es tanto, si es


que pensamos un poco. Nosotros podemos hacer las preguntas y
contestarlas prestando nuestro entendimiento a ese ser que
todavía no existe materialmente.

La pregunta fundamental, que


es la que decidiría radicalmente
el engendrar o no a un hijo y que
nosotros podemos responder por
ellos es la siguiente: ¿querrá
nacer el niño que va a ser
amado en plenitud? Creemos
que la respuesta sería que SI;
¿Querrá nacer un niño que
no va a ser amado
plenamente? También
podemos nosotros dar la respuesta: NO.
¿Y cómo sabremos si un niño va a ser amado o no? La
respuesta es simple: si la pareja se ama auténticamente, el niño
será amado. Y si no hay amor entre la pareja nunca hay razón,
criterio o justificación para engendrar un hijo, pues no va a ser
amado y esto es lo único que, en último término, necesitamos los
seres humanos para realmente ser felices. Esto nos lleva a
concluir, que una pareja que no se ame auténticamente no debe
156
tener un hijo, ni la parejita, sino ninguno, pues ese posible hijo
no quiere nacer.

Pero no seamos ingenuos. No sólo con el amor se vive.


La realidad es muy concreta y por eso los padres de familia, las
parejas tienen que hacerse otras
preguntas. Y aquí, sí vienen las
preguntas sobre la situación
económica, que son las que van a
ayudar a los padres a determinar el
número de hijos. Pero nunca éstas
son las definitivas, pues puede haber,
y de hecho hay, hijos que aunque
hayan pasado hambre y no hayan
tenido ropa de marca o estudios universitarios, sí han querido
nacer.

Hoy muchos padres tienen que aceptar los reclamos de


algunos hijos que les dicen que por qué les “han traído al
mundo”. Y no son los jóvenes de las familias pobres los que
más suelen reclamar, sino los hijos que no se han sentido
amados. Pues no es lo más importante que tengamos todas las
comodidades posibles, sino que seamos plenamente amados. Y
recordemos el proceso del amor, para saber qué es el auténtico
amor de pareja.
Tener un hijo, en el momento actual, supone tomar conciencia de
muchos factores. No sólo hay que considerar la economía de la
pareja, debemos tomar
conciencia de que somos
ciudadanos del mundo y por
ello una pareja, antes de
engendrar un hijo, debe tener
157
en cuenta la demografía del planeta. Somos ciudadanos del
mundo y no nos podemos cerrar en la familia, ni en la nación,
sino que hay que pensar en la situación planetaria.
Hay que pensar en muchas cosas, considerar algunos factores
para decidir engendrar un hijo y no sólo en los beneficios
económicos de los que va a poder disfrutar, lo principal, lo
determinante es: que el ser que nazca a de ser amado en
plenitud.

c) LA ANTICONCEPCIÓN

Recordando lo que dijimos sobre el significado y valor


de las relaciones genitales, que es el signo más profundo que se
puede dar una pareja que se ama y que tiene un proyecto
común de vida, surge un principio fundamental: si no hay amor
entre la pareja no debe haber relaciones genitales y si no las
hay, no hay embarazo. Por lo tanto, el problema de la
anticoncepción se plantea, exclusivamente, a las parejas que se
aman, pues justamente porque se aman, se deben expresar el amor a
través de las relaciones genitales y éstas pueden llevar a un
embarazo no deseado.

Con frecuencia, ante una mujer que no cuenta con todas


sus facultades mentales y que es abusada por algunos varones
desaprensivos, se dice que lo mejor es que la liguen para que así
no traiga más hijos al mundo, pues éstos no van a ser ni
atendidos ni educados. Si pensamos con un poco de detenimiento
en esto, lo que estamos diciendo es: dejemos a los que abusan
que lo sigan haciendo, que la sigan utilizando, pues como no
va a tener hijos no importa. ¿Es que esa persona no tiene valor
humano? ¿ Tenemos que facilitar a ese tipo de varones a que
sigan abusando de esa mujer?, quien piensa así está protegiendo
158
a los violadores y es machista, sea varón o mujer.

Antes de comenzar a tratar este tema de la anticoncepción,


que por cierto es muy extenso y no lo podremos exponer aquí
con todos sus detalles, aclararemos la terminología que
normalmente se emplea y que también es mal entendida.

1.- Control de la natalidad

Es un término que ya apenas se usa, pero que durante


un tiempo fue utilizado por la mayoría. Cuando hablamos de control
estamos hablando de algo externo a la persona. Lógicamente, esto
nunca podríamos aceptarlo, pues la decisión de engendrar un hijo
no puede venir desde fuera. Es responsabilidad de la pareja y con
las condiciones que hemos dicho al tratar de la concepción.

Durante mucho tiempo en América Latina y en todos


los países del Tercer Mundo se ha impuesto este control por
parte de organismos internacionales. La Iglesia ha denunciado
este control y en parte se ha eliminado, al menos,
aparentemente, pues todavía se hace. Muchos países del Tercer
Mundo, si querían recibir préstamos de esos organismos o de
potencias económicas, tenían obligatoriamente que implantar el
control de la natalidad.

En nuestro país, este control ha sido descarado. En los


hospitales se ha obligado, ahora no lo podemos asegurar, a ligar
a cierto número de mujeres, si es que querían recibir partidas
económicas para su sostenimiento.
Por todo esto la expresión, CONTROL DE LA
NATALIDAD se ha eliminado, aunque no en la práctica. Pues
159
muchos médicos, sin las debidas explicaciones, aclaraciones e
implicaciones, lo recomiendan a las mujeres. Y esto también es
control, pues es externo y la persona no puede libremente tomar
decisiones.

2.- Planificación familiar

Al ver el inconveniente de la terminología anterior, se


cambia y se usa la expresión PLANIFICACIÓN FAMILIAR. Es
una expresión que aparentemente deja mayor libertad, pero que
en el fondo tampoco es auténtica, pues los criterios para que la
pareja tome la decisión son puramente económicos y ya hemos
hablado anteriormente del valor que éstos tienen.

Pero tampoco a la mujer, que es normalmente quien va a


consultar, ya que el varón no participa en la consulta, se la informa
con toda claridad de las consecuencias de ciertos anticonceptivos.
Sólo se le manifiestan las ventajas de no tener más hijos, partiendo
de su figura física o de otros factores puramente materiales.

Pero hacemos la pregunta que hicimos al tratar el tema


de la concepción: ¿qué autoridad, qué derecho tiene la pareja
para determinar el nacimiento o no de un nuevo ser? Esto,
decíamos, era decisión de la misma criatura. Por lo tanto,
planificar lo que a la pareja le gusta, no es lo correcto.

Por otro lado, si no resulta la planificación, por la razón que


sea, ¿qué hace el matrimonio? Desde hace mucho tiempo la
Iglesia ha dicho que la finalidad primaria del matrimonio es el
amor de la pareja y después la procreación, porque en el caso
inverso un matrimonio sin hijos no tendría sentido. Esto nos lleva
160
a concluir que lo que la pareja debe hacer es mantener, hacer
crecer el amor y de ahí podrá ir descubriendo el número de
hijos que debe tener, de acuerdo a todo lo expuesto en la
concepción.

3.- Paternidad responsable

Hace mucho tiempo que


la Iglesia propuso esta
terminología para tratar el
tema del número de hijos que
una pareja debe tener. Esto
indica a los padres que ellos son
los responsables a la hora de
decidir si deben o no tener un
hijo, pero no de acuerdo a los
planes que la pareja se ha
hecho, sino de acuerdo a que
la criatura desee o no nacer. Y
ésta es la responsabilidad,
descubrir ese deseo.

Con frecuencia se recurre, para quitarse la responsabilidad, a


que es voluntad de Dios el que vengan o no los hijos. Pero,
¿Cuántos niños nacen sin que Dios quiera? y ¿Cuántos que
Dios quisiera que nacieran no nacen? Para los que no tienen fe
podemos cambiar la terminología, pero es lo mismo: ¿Cuántos
niños que han venido al mundo no han querido nacer? y ¿Cuántos
que han querido nacer no han llegado al mundo?

En la PATERNIDAD RESPONSABLE entra todo lo que


161
hemos dicho de la concepción y no es necesario volver a repetirlo.

Muchos se estarán diciendo: esto es imposible. Puede ser


que tengan razón pero sólo en parte. Pues todo lo que se propone
es una utopía. Quizá la dificultad viene de que el hombre
actual ha perdido justamente el vivir las utopías. Las metas que
nos proponemos son unas metas puramente materiales, alcanzables
en un plazo más o menos largo. Pero no nos damos cuenta del
vacío que queda a la hora de alcanzarlas. Por eso sólo las
personas que se plantean utopías, son las que realmente pueden
vivir, con todo el sentido de esta palabra, que no es simplemente
la vida biológica o vegetativa, que ésta también la tienen los
animales y las plantas.

Los jóvenes viven sin esperanzas porque ya no tienen utopías.


Se quedan simplemente en aquello que pueden alcanzar a corto
plazo y no tienen razón para vivir. Y por eso se pierde la
juventud, que es la etapa de la vida donde las metas “imposibles”
son las que dan sabor a la vida.
Antes de tocar el tema de los anticonceptivos, hablaremos
sobre el aborto. Hoy en las legislaciones de muchos países se ha
eliminado la penalización del aborto y éste puede ejercerse en
casos determinados. Estadísticas actuales demuestran que el
número de abortos ha aumentado. Humanamente no hay
justificación para el aborto, a pesar de su aceptación legal. Si
tenemos como principio fundamental de nuestro actuar, el
derecho a la vida, ¿habrá alguna justificación para quitar la
vida a un ser humano totalmente indefenso? El problema es el
planteado al comienzo de este capítulo. Hablamos de estos dos
principios con mucha facilidad, pero a la hora de actuar
simplemente prima el principio del bienestar.

162
En la sociedad actual sólo se tienen en cuenta las personas que
pueden producir bienes y consumirlos. Y todo lo que no es eficaz
para el bien de la sociedad materialista se elimina. Y es lógico que
una vez aprobado el aborto, también se apruebe la eutanasia,
como ya se ha hecho en algunos países. Con esto, legalmente se
aprueba que a los ancianos o a las personas que por enfermedad
no pueden producir, se les elimine, pues sólo consumen.
Vamos a hacer algunas reflexiones sobre los métodos
anticonceptivos, sin entrar en muchos detalles, pues se puede
encontrar literatura abundante y buena sobre el tema. Y para
centrar el problema, recordemos los principios éticos que
fundamentan toda la reflexión sobre la procreación: el derecho
a la vida y el respeto a la persona. Estos dos principios son los
que nos pueden orientar sobre el tema, de manera que quien
tenga otros, lógicamente, no compartirá estas ideas.
d) MÉTODOS ANTICONCEPTIVOS:

Distinguimos dos tipos de métodos: los artificiales y los


naturales:
• Anticonceptivos artificiales: Hay varios tipos:

a) Anticonceptivos mecánicos
b) Anticonceptivos químicos
c) Anticonceptivos mecánicos

DIU (dispositivos intrauterinos)


Estos dispositivos son la espiral y la “T” de cobre. Podemos
decir que ambos tienen contraindicaciones tanto médicas y sobre
todo éticas.
La espiral interfiere en la implantación del óvulo en las paredes
163
del útero a través de un micro temblor permanente y cuando el
óvulo fecundado se anida en él es expulsado y en consecuencia se
produce el aborto. La espiral por su función es abortiva, pues
una vez fecundado el óvulo ya hay vida humana. En el
embrión se encuentra plenamente la persona con todas sus
características. Si partimos del respeto a la vida como principio
ético fundamental, no podremos aceptar este método.
La “T” de cobre emite ácidos que matan los espermatozoides, al
producir una serie de rechazos en el organismo. A pesar de esto,
algunos espermatozoides pueden sobrevivir y fecundar el óvulo,
que por las condiciones creadas en el útero difícilmente podrán
encontrar las condiciones apropiadas para seguir el proceso con
normalidad. Cuando sigue el proceso del embarazo, con
frecuencia la “T” de cobre queda adherida a alguna parte del
cuerpo del niño, lo que puede llegar a poner en peligro la vida
de la criatura, dependiendo de la parte donde se haya adherido.
A esto hay que añadir los efectos secundarios, pues algunas
mujeres experimentan calambres uterinos y aumento del flujo
menstrual e incluso se ha comprobado que aumenta el riesgo
de infección pélvica y en algunos casos puede producir la
punción de las paredes del útero y también estados de
nerviosismo, malestares que van a repercutir en la vida familiar.
Podemos incluir, entre este tipo de anticonceptivos, aunque su
función es muy distinta, el preservativo o más comúnmente
llamado condón y el diafragma. Su función es impedir que el
semen ingrese en la vagina y de ahí al útero y a las trompas
después. Por lo tanto no es abortivo. Sus consecuencias son más
bien psicológicas y de relación auténticamente humana.
Aunque no es de este tema, no queremos pasar por alto
algo que consideramos de mucha importancia en el momento
164
actual. Se está haciendo una gran propaganda del condón en
todas las esferas de la sociedad, desde las pornográficas hasta
las políticas, como un medio para controlar el SIDA. Pero lo
que no se dice en la propaganda es que el virus del SIDA es
tan pequeño que en ocasiones puede traspasar las paredes del
condón, pues al ser elástico, tiene porosidades, por lo tanto, no
es el mejor medio para contrarrestar este grave problema, que
sólo se solucionará, en la medida que haya unas relaciones
genitales auténticas y, mientras no se eduque a las personas en
este sentido, no parará la escala ascendente que tiene esta
enfermedad en el mundo.
b) Anticonceptivos químicos

• Píldoras, inyecciones y otros y


• Anovulatorios y espumas
• Píldoras, inyecciones y otros:

Las píldoras e inyecciones tienen la función de endurecer la


mucosa uterina donde se va a anidar el óvulo fecundado. Al
encontrar el embrión una situación de endurecimiento no puede
anidar y como consecuencia es expulsado y lógicamente se
produce un aborto.
Por otro lado, estas sustancias tienen efectos secundarios que
en muchos casos afectan a otras partes del organismo, pues
aumenta el riesgo de disfunciones en la coagulación sanguínea,
ataques cardíacos y apoplejía; períodos menstruales más cortos
y ligeros y cambios de humor. En muchos casos se toman estas
píldoras o se ponen estas inyecciones sin consulta médica previa
y las consecuencias pueden ser desastrosas.
• Anovulatorios y espumas.

165
Ciertamente estas sustancias no son abortivas, pues o bien
impiden la ovulación o destruyen los espermatozoides antes de
que éstos puedan ingresar en la vagina y llegar a las trompas para
fecundar el óvulo.
Pero hay algo mucho más importante en el ser humano que la
salud física y es la salud afectiva y psicológica. Y al emplear estos
medios para evitar un embarazo, ¿no estamos destruyendo a la
persona? !!!Cuántas mujeres se han sentido toda su vida usadas
y no amadas en las relaciones genitales!!! Y muchos de estos
procedimientos para evitar embarazos llegan a esto: falta de
respeto a la persona; y habíamos dicho que es uno de los
principios fundamentales del comportamiento humano.
Como podemos ver, todos los anticonceptivos artificiales van
en contra de uno o de los dos principios éticos fundamentales: el
derecho a la vida y el respeto a la persona. Estos tipos de
anticonceptivos van en contra del amor; hacen de las relaciones
genitales un acto donde el amor puede ser que no tenga el
significado auténtico: la entrega mutua, la expresión del proyecto
común de vida, sino la satisfacción puramente fisiológica del
uno, del otro o de los dos.
El uso de anticonceptivos con mucha frecuencia puede matar el
amor, si es que lo hubiera, pues normalmente, las parejas que
realmente se aman no recurren a estos métodos. Aparece la
desconfianza entre la pareja y la relación, como consecuencia, se
daña y lo que se pensaba conseguir al no tener un hijo, se
estropea por otro lado.
En estos principios éticos se fundamenta la Iglesia para prohibir
este tipo de métodos anticonceptivos, además de que nosotros
tenemos un Dios de la Vida y no de la muerte. No obstante
también la Iglesia, en el documento más controvertido sobre este
166
tema, la encíclica Humanae Vitae, dice al final, que la pareja,
con la conciencia rectamente formada, tome la decisión. Y aquí
está el problema y la solución del mismo: ¿tenemos
conocimientos reales?, ¿Nos informan correctamente no sólo
desde la medicina, sino también desde la ética cuando vamos a
hacer una consulta sobre este tema? Creo que no. Y si la
conciencia no está bien formada, no tenemos libertad, no tenemos
madurez y haremos lo que hemos oído opinar a otros, aunque
sean doctores en medicina, pero que quizá no tienen los
principios éticos bien fundamentados.
Normalmente la mayoría de las personas no tienen criterios
propios a la hora de determinar el uso o no de los métodos
anticonceptivos. Simplemente hacen lo que otros dicen, sin
pensar si su uso en vez de solucionar el matrimonio lo estropea,
como suele suceder en muchos casos.
Esterilización quirúrgica: la ligadura y la vasectomía. (Mejor
sería llamarlas castración, aunque suene un poco fuerte)
No hemos querido tocar este punto dentro de los métodos
anticonceptivos, aunque lo sea, porque es una manera definitiva
de impedir que nazcan más hijos. Y por ello, no sería
anticonceptivo propiamente dicho, sino eliminación de la
libertad de la mujer o del varón de procrear un nuevo ser.

De todos los métodos anteriores, ninguno da una seguridad


de un cien por cien para evitar un embarazo. Sólo esta
decisión es la que asegura el cien por cien, pero no por un
tiempo, sino para siempre. Recuperar la capacidad de
engendrar un hijo supone una microcirugía, que en el aspecto
económico, no siempre está al alcance de las personas que se han
ligado y tampoco da la seguridad de que sea efectiva.

167
El mismo nombre de ligadura está mal empleado y por
eso nos atrevemos a llamarlo castración. Cuando se inició la
utilización de este procedimiento sí era ligadura, pues se ataban las
trompas de Falopio, o se las ligaba. Pero esto con el tiempo no daba
seguridad, ya que la naturaleza intenta recuperar su estado normal, a
veces los óvulos fecundados atravesaban la ligadura y se producía
un embarazo. Hoy el procedimiento es distinto, es cortar dichas
trompas y anudarlas, de tal forma que la seguridad de que no
se produzca un embarazo es total.

El gran problema de este procedimiento es de libertad. Hemos


dicho anteriormente que la libertad es la característica esencial del
ser humano. Sin ella deja de serlo en plenitud. Y justamente la
ligadura lo que hace es quitar la libertad a la pareja para que en
un momento determinado de su vida decida, porque así lo crea
conveniente, tener otro hijo.
Los otros métodos no quitan esa libertad. Este procedimiento,
además de los problemas que hemos indicado en los anteriores,
añade éste que es definitivo para rechazarlo. Y no es cuestión
de hacer casuística, pero sí podemos hablar de muchos
matrimonios que justamente por esto se han roto. Y lo que se
quería ganar, el bienestar de la pareja y del resto de la familia,
se ha dañado de una manera irreversible.
Las estadísticas muestran que la infidelidad de la mujer
aumenta en grandes proporciones en las mujeres ligadas. Por
otro lado, el machismo imperante en nuestro medio, hace que
muchos esposos comiencen a dudar de sus esposas, porque ya
no tienen ninguna seguridad en ellas, mucho más cuando no hay
auténtico amor.
Estos casos, fuera de excepciones, que las hay, se presentan en
parejas inestables, que lo único que las une son las relaciones
168
genitales y como éstas acarrean descendencia, se recurre a ese
procedimiento para tener dichas relaciones sin ninguna
responsabilidad.
La vasectomía, que cada vez es más frecuente en nuestro
medio, también es una expresión de machismo. Algunos la
rechazan por miedo a perder su virilidad, otros en cambio,
prefieren realizársela porque les da mayor “libertad” para sus
infidelidades, al mismo tiempo que controlan la fidelidad de
la mujer.
• Métodos anticonceptivos naturales

La crítica que hemos hecho a los métodos artificiales la


hacemos también a éstos. Si una pareja por egoísmo, por
bienestar, los emplea, éticamente también estaría obrando mal.
Si los usa simplemente para tener los hijos que ellos desean y
no se han preguntado si el hijo quiere nacer o no, tampoco está
actuando correctamente.
No vamos a hablar sobre ellos de una manera exhaustiva, sólo
los enumeraremos y diremos algo como información. Quien desee
tener más conocimiento sobre el particular, deberá recurrir a la
literatura que existe o consultar en centros especializados donde
se explican, no sólo teóricamente, sino que enseñan a ponerlos en
práctica.
Algunas personas opinan que la práctica de estos métodos
requiere una gran preparación, pero, hace muchos años en
Saraguro, entre los indígenas, que a veces se les tiene por
ignorantes, se dictó un curso sobre el método de la Mucosa
Cervical, que es el más complicado, y lo pusieron en práctica la
mayoría de las parejas con toda normalidad y con buenos
resultados.
169
Método de la temperatura
Cuando el óvulo se desprende del ovario se produce un
aumento de la temperatura en el cuerpo de la mujer, este
hecho permite conocer los días de la ovulación. Este método
consiste en que la mujer debe tomarse la temperatura todas las
mañanas antes de levantarse y hacer un gráfico que vaya
indicando las variantes y partiendo de ellas puede conocer su
ciclo ovulatorio.
La dificultad que tiene este método es que la variación de la
temperatura puede provenir de causas diferentes que pueden
desorientar a la hora de saber las fechas exactas del ciclo.

Método del moco cervical


La naturaleza es muy sabia y observándola nos puede ayudar a
vivir y sacar conclusiones que sólo el ser humano puede
llegar a dirigir. Justamente, para que las relaciones genitales sean
placenteras la misma naturaleza crea las disposiciones apropiadas
para ello. En la vagina de la mujer, cuando está dispuesta para la
fecundación, se produce un moco que facilita la relación genital.
Unos días antes de la ovulación aparece esta mucosidad.
En este período el volumen de producción de moco es máximo y
sus características cambian. Estos cambios, tanto de color como
de consistencia del moco, son los que permiten indicar el tiempo
en que se puede producir un embarazo. Por lo tanto evitar las
relaciones genitales en esos días es evitar un embarazo.
Este método es aplicable en todos los tipos de ciclos
menstruales propios de cada mujer. Conociendo bien el método,
puede observar y reconocer cuándo se inicia y se termina su
período fértil.
Según las estadísticas, este método tiene un porcentaje de
seguridad mayor que cualquiera de los métodos artificiales,
170
fuera, lógicamente, de la ligadura.
• El método sintotérmico

Es el método más seguro y es la recopilación de todos los


métodos anteriores. Se basa en la observación de diversos
síntomas y signos de la ovulación como la secreción del moco,
la curva de la temperatura, la duración de los ciclos
menstruales y otros síntomas que individualmente cada mujer
puede reconocer al tener un mayor conocimiento del
funcionamiento de su propio cuerpo.
Conclusión
Sabemos que no se deben tener todos los hijos que “Taita
Diosito mande”. Esto hoy está superado, y nos hemos pasado al
extremo opuesto. Dios nos manda que crezcamos y luego
que nos multipliquemos; por lo tanto, el engendrar un hijo
supone una madurez muy profunda en la pareja, como hemos
hablado en la concepción.
Los problemas de la relación de pareja y la familia no se ha
resuelto con el uso de los anticonceptivos, que ha permitido la
utilización indiscriminada de la genitalidad, sin vivirla. La
relación de pareja se fundamenta en la vivencia de la sexualidad
a plenitud y culmina en la genitalidad, que puede dar origen
a un nuevo ser.
El problema del número de hijos y del uso de anticonceptivos
hay que plantearlo desde la relación de amor de pareja y de
los hijos nacidos, además de los criterios que se han expuesto al
explicar cada método. No se puede plantear desde el principio
del bienestar, que es al que normalmente más se recurre.
El ser humano tiene raíces más profundas, que las puramente
materiales. La sociedad actual rechaza absolutamente el dolor,
171
sólo se piensa en gozar. Y gozar es bueno y necesario, pero si se
pone como el primer principio, que guíe nuestras vidas, nos
lleva a lo que estamos viviendo: por evitar el sufrimiento,
estamos ocasionando el mayor dolor, no sólo a la pareja,
sino también a los hijos, que decimos que tanto amamos. No
queremos que nuestros hijos sufran por nada y lo que
estamos haciendo es impedirles crecer, madurar, con lo
que el sufrimiento va a ser mayor, pues difícilmente podrán
encontrar una vida sin dolor.
La felicidad en familia no está determinada por el número
de hijos, sino por la relación de crecimiento que se dé entre los
miembros de la misma; este es el criterio que debe
determinar el nacimiento de los hijos y el que debe primar a
la hora de determinar el uso de los anticonceptivos

Sabemos, que para muchos lo que hemos dicho será una


utopía y no les falta razón. Vivir es una utopía y sin ella no hay
vida. Y si vivir es aprender el difícil arte de amar, amar tiene que
ser una utopía. El problema que se nos presenta hoy, es que nos
conformamos con proyectos que no van más allá de lo que
nuestro cuerpo pide y nuestro interior queda reducido a eso,
cuando es la vivencia de éste la que hace al ser humano propiamente
humano.

Es difícil llegar a vivir nuestras relaciones de amor en la


dinámica que proponemos en este documento, pero si no intentamos
tender a algo que nos acerque a la profundidad del ser humano,
nunca podremos cambiar esta sociedad, que como tantas veces
hemos dicho, pretende deshumanizar a las personas, proponiendo
un estilo de vida sin vida.

172
CAPITULO X I

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

No era mi intención, al escribir estas reflexiones sobre el amor,


tocar el tema religioso y así lo hice en la primera edición. Pero así
como he aumentado, en esta segunda edición, algunas reflexiones,
a petición de personas que han leído el libro, voy a dedicar este
último capítulo al sacramento del matrimonio, por si a algunas
personas les interesa. Si a alguien no le interesa, es bien fácil, no
lea este capítulo y no ha pasado nada. Pero si alguien tiene interés
por lo religioso puede ser que también le pueda servir. Si alguien
tiene interés de vivir auténticamente el sacramento del
matrimonio puede ayudarle a entender lo que realmente significa
su celebración.
Durante muchos años he estado colaborando con los cursos
prematrimoniales, que se imparten en la Arquidiócesis de Cuenca.
Hace años que no lo hago, pero siempre tengo en mi mente en qué
173
consistían. No sé si en la actualidad habrán cambiado, pero pienso
que en la mayoría de los casos de poco o nada servían.
Las razones eran muchas y, como anécdota, manifiesto cómo
comenzaba mi participación en el curso. Lo primero que hacía era
preguntar a los asistentes: ¿Por qué habían venido al curso? Como
siempre las respuestas eran motivadas por quedar bien, típico de
nuestra sociedad. Después de conversar un rato y pedirles que
fueran sinceros su respuesta era: “porque nos obligan”. Seguían
las preguntas: ¿Por qué se sienten obligados?; respuesta “porque
nos queremos casar por la Iglesia y exigen el certificado”. Otra
pregunta: ¿Levanten la mano todos los que no están enamorados?
Lógicamente, nadie levantaban la mano: todos estaban
terriblemente enamorados.
Después de estas preguntas venía mi explicación: Yo también
vengo obligado al curso, les decía, porque no estaba convencido
que ese tipo de cursos podía efectivamente ayudar. Igual que
ellos. Pero mi intención no era para que se pudieran casar, sino
para ver si lograba que no se casara ninguno/a. Se puede imaginar
el lector las caras que ponían. Luego aclaraba: y si alguno se casa,
que lo haga muy conscientemente.
Si han leído con un poco de detenimiento los capítulos que
tratan sobre el proceso del amor, el lector podrá saber qué
respuesta daba a los que estaban tan enamorados: ¡váyanse! y
cuando se les pase la “fiebre” entonces vengan a prepararse para
el matrimonio, pues no se puede tomar una decisión para toda la
vida, estando descontrolados, que es lo que hace el
enamoramiento.
Otras razones por las que el curso prematrimonial tal como se
daba no ayudaba gran cosa eran: Tomarlo como un requisito para
la ceremonia religiosa; hacerlo la semana anterior a la celebración
174
del matrimonio, con lo que algunos, que se daban cuenta que ya
no podían, socialmente, volverse atrás, tomaban la decisión
equivocada, por tener todo lo referente a la fiesta social
preparado. En la mayoría de los cursos que dicté había parejas que
me decían: vamos a esperar un tiempo más para ver si estamos
viviendo el amor para matrimonio; otros; me he dado cuenta que
no hay amor entre nosotros, pero ya está todo preparado y no hay
cómo volverse atrás. Recuerdo hace muchos años que a las once
de la noche del jueves de la semana que estaba dando el curso
prematrimonial, llegó al convento una joven. Se había dado
cuenta que no amaba a su pareja, pero ya estaba todo preparado.
¿Qué hago? Me preguntó. Y mi respuesta no podía ser otra: una
de dos, mañana te sientas al teléfono, avisando a todos los que
están en la lista de invitados, diciéndoles que no hay boda o tomas
la decisión de casarte sabiendo que vas a dañar tu vida. La presión
social es tan fuerte que se casó. Al cabo de un año, más o menos,
volvió de decirme que su vida era un verdadero martirio y que se
iba a divorciar.
Otra de las razones que quitan valor al curso es la forma en que
se imparte. Se habla mucho de la parte religiosa, de Dios. Pero me
pregunto: ¿si alguien no tiene experiencia de Dios personalmente,
cómo podrá experimentarle en pareja? Seguimos pensando en un
Dios “tapa agujeros” que va a solucionar los problemas
matrimoniales que se van a dar con el tiempo, quitándonos la
responsabilidad personal. Y Dios no puede hacer nada si nosotros
no colaboramos. Antes de ver qué hace Dios en el matrimonio hay
que tener firmes bases humanas sobre la realidad matrimonial. Y
eso es lo que he pretendido presentar en todos los capítulos
anteriores. Si no hay matrimonio, proyecto común de vida,
muchísimo menos podrá haber sacramento del matrimonio, pues
éste se apoya en el anterior y le eleva a otra dimensión muy
superior.
175
Debido a la equivocada formación cristiana, que se nos ha dado,
habría que comenzar por explicar qué es sacramento, qué son los
siete sacramentos y su fundamento antropológico y trinitario para
poder entender a cabalidad lo que voy a decir sobre el sacramento
del matrimonio. Pero hacerlo aquí es imposible, porque eso
supondría escribir otro libro. Si alguien está interesado le invito a
leer un libro de mi autoría que trata sobre todo lo referente a los
sacramentos y cuyo título es Vida sacramental en los sacramentos
de iniciación y el sacramento de la reconciliación. Aquí sólo voy
a hacer breves referencias a la sacramentalidad, para entender el
sacramento del matrimonio.
El fundamento antropológico es lo tratado en los capítulos
anteriores: si no hay matrimonio humano, proyecto común de
vida, no puede haber sacramento del matrimonio. Este es
celebrado por dos bautizados: dos personas que viven la vida
bautismal, lo que supone ser conscientes de estar injertados,
sumergidos en la muerte de Cristo para resucitar también con él,
lo que se va realizando durante toda la vida en el servicio a los
demás y especialmente a la pareja, aunque cueste.
Estos bautizados también han celebrado el sacramento de la
confirmación. Lo que supone que tienen una experiencia personal
de la acción trinitaria en ellos; han descubierto su vocación, su
misión dentro de la comunidad cristiana y de la sociedad y se
comprometen a ponerse al servicio de la comunidad de acuerdo a
los dones recibidos del Padre Dios, y de manera especial dentro
de la familia, siendo los primeros comunicadores de esa
experiencia de Dios a los hijos. Esto supone ser conscientes de
que tienen los dones propios, vocación, para el matrimonio, lo
que no es muy común en la mayoría de los que se casan.
Estos bautizados y confirmados “hacen” eucaristía en su vida
familiar, laboral, social, sirviendo a los demás y se reúnen en
176
comunidad para celebrarla; si no han vivido la comunidad
cristiana familiar, la Iglesia doméstica, como la denomina el
Concilio Vaticano II, si no han hecho comunidad en sus
actividades laborales y sociales, difícilmente podrán crear su
propia comunidad cristiana familiar y viceversa: si no hacen
comunidad cristiana familiar es imposible hacer comunidad
cristiana en todas las demás actividades que realicen.
Dicho en otras palabras, si los que van a celebrar el sacramento
del matrimonio no están en un proceso personal de ser cristianos -
ir viviendo su vida al estilo de Jesús-, imposible que lo puedan
vivir como pareja, apoyándose mutuamente en ser fieles al Señor
individualmente, y vivirlas luego en común dentro del
matrimonio. El proyecto común de vida, que es el matrimonio
humano, los que celebran el sacramento del matrimonio, lo viven
desde la dinámica de la experiencia de Dios, desde su vida
bautismal.
El sacramento del matrimonio, da al matrimonio una dinámica
mucho más profunda, vivencial y de compromiso, pues se vive el
amor desde la dinámica de Jesús, pues, él manda que nos amemos
como El nos ha amado y por lo tanto tiene unas características,
que sin alargarnos mucho vamos a exponer. Para ello vamos a
tomar uno de los textos más representativos de lo que se entiende
por matrimonio cristiano.
Este texto se ha interpretado desde el punto de vista machista y
como consecuencia ha perdido toda su riqueza a la hora de
entender el matrimonio cristiano. Es más, muchos sacerdotes,
todavía siguen apoyándose en este texto para mantener el
sometimiento de la mujer al varón, como se hace en la mayoría de
las culturas. Pero el cristianismo auténtico rompe todo machismo
ya desde el Génesis en el capítulo primero: “Dios creó al hombre
a su imagen y semejanza, varón y mujer los creó”. Por lo tanto no
177
hay ninguna razón para justificar, desde la Palabra de Dios, que
haya superioridad del uno sobre la otra o viceversa.
El texto al que me refiero es Ef 5, 21-33. Como he dicho, este
texto se ha entendido, como muchos otros, en sentido machista,
pero es claro que no habla del sometimiento o sumisión de la
esposa al esposo, sino de otra cosa muy distinta, como aclara el v.
32 “Gran misterio es este, lo digo respecto a Cristo y a la
Iglesia!”. El matrimonio cristiano es el signo a través del cual se
puede hacer comprender a los hijos y a todos los que rodean a la
pareja el gran misterio de amor que se realiza entre Cristo y la
Comunidad cristiana.
Para entender bien el texto tenemos que partir de aquí. Cristo,
es cabeza de la comunidad cristiana, dando su vida por ella, como
dice el texto con toda claridad. La Comunidad Cristiana acoge
agradecida (sumisa) esa salvación que El Señor le regala.
Al acoger la Comunidad cristiana esa salvación se convierte en
Señora. El sacramento del matrimonio es un misterio de
salvación. Cristo, muriendo por la comunidad, la salva; el esposo,
dando la vida por la esposa la salva y al salvarla la convierte en
“señora de la casa” y ella sirviendo al esposo lo salva igualmente.
Entramos, pues en una dinámica mucho más profunda, vivencial,
y comprometida que lo que es el matrimonio, desde la dinámica
humana, que por sí mismo es extraordinario vivirlo en
profundidad, como lo hemos visto en el proceso del amor.

REFLEXION FINAL
Como decíamos antes, es difícil llegar a vivir la relación de
178
amor desde la perspectiva propuesta. Es cierto y lo sabemos. Por
eso vamos a decir algo sobre la manera de poder llegar a vivirlo,
no sin dificultad, pero sí con posibilidades de hacerlo.
Como hemos dicho con frecuencia, la sociedad que nos
envuelve es un ambiente que crea individualismos, destructores
de una de las dimensiones que hacen a las personas: la dimensión
social, que preferimos llamarla dimensión comunitaria, ya que lo
de social tiene unas connotaciones equívocas.
La única manera de que una persona se desarrolle en plenitud es
viviendo la dimensión comunitaria, pues como hemos dicho, el
“otro” es absolutamente necesario para que “yo” sea “yo”. Y por
eso una relación de amor tiene que tener en cuenta, de manera
especial, esta dimensión.
Por todo lo anterior tenemos que concluir que, mientras no se
recupere la dimensión comunitaria en nuestra sociedad, no
podremos llegar a cambiarla, y mucho menos a poder vivir la
dinámica del amor en su profundidad.
Hoy estamos viendo la proliferación de grupos de todo tipo, y
que son efecto de la soledad que viven las personas. Se forman
grupos para todo, desde grupos para tomar el té hasta grupos de
reflexión transcendental. Y es que no podemos vivir aislados,
como se nos propone.
No vamos a hacer un análisis de estos grupos, unos muy
positivos, que ayudan a las personas y otros que las destruyen
porque pierden la dimensión humana. Lo que sí volvemos a
afirmar, y con toda nuestra fuerza, es que si no participamos
en grupos de reflexión seria, no lograremos entrar en la
dinámica de la vivencia auténtica del amor propuesta, pues
vivirlo es luchar contra corriente, es ir en contra de todas las
ideas que mueven la sociedad, y si nos decidimos por esa
179
vivencia podemos estar seguros que tendremos cantidad de
gente que nos llamará locos o cosas por el estilo. Y para superar
estos ataques o tenemos un grupo que nos fortalezca y alimente
o el ambiente nos absorbe.
Esto no es algo nuevo. Cuando Jesús propone un nuevo estilo
de vida, lo primero que hace es, justamente, formar un grupo, una
pequeña comunidad, donde sus seguidores puedan apoyarse
mutuamente y luchar para llegar a vivir la vida que él
propone: EL REINADO DE DIOS.
Aunque rara vez, en este documento, se ha hecho referencia a la
fe o a la vida cristiana, todo lo dicho está reflexionado desde la
óptica de Jesús, que es quien mejor nos puede enseñar a amar.
Por eso lo más acertado que podemos decir de Dios es que es
AMOR.
Estas reflexiones nos llevan a decir a las jóvenes y a los
jóvenes que si quieren llegar a amar auténticamente deben
aprender la dinámica de la relación de amor. Este aprendizaje
no se puede lograr sino relacionándose en un ambiente
apropiado, y éste lo proporcionan los grupos juveniles: lugar
de aprendizaje de la relación de amor, que envuelve todos los
demás tipos de relación que se dan en la sociedad: la relación
funcional, la relación social y la interpersonal, que debe estar
en la base de los otros tipos de relación.
Invitamos a las jóvenes y a los jóvenes a conformar grupos en
los que se dé un proceso de formación humana que les permita
superar el ambiente y entrar en una dinámica de crecimiento. Son
los padres de familia los que deben propiciar que los hijos
participen en estos grupos, ya que esto será beneficioso para la
misma familia, informándose previamente del tipo de grupo que
es y por quien está organizado y dirigido para que sus hijos no
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vayan a encontrarse en ambientes que más que ayudarlos pueden
destruirlos.
Aunque nos hemos referido, casi exclusivamente, en este
documento a las jóvenes y a los jóvenes, también los adultos
necesitamos aprender la relación del amor, cosa que nunca
nos han enseñado y por ello no lo hemos enseñado a los hijos.
Lo mismo que hemos dicho para los jóvenes, lo decimos
para los adultos. Por eso si los adultos quieren aprender una
auténtica relación de amor, necesitan participar de espacios
donde se tenga un verdadero aprendizaje y también una práctica
de la relación. Y esto sólo se puede conseguir participando de
grupos de formación.
Esperamos que las reflexiones de este documento les haya
servido para despertar el deseo de encontrar nuevos caminos, que
les permita salir del ambiente que tanto daño está haciendo a la
juventud y les abra horizontes nuevos para una vida auténtica.

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