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La obra lucana
La obra de Lucas tiene una diferencia notable con respecto a los otros evangelistas: no termina
con la muerte y resurrección del Señor sino que continúa hasta la llegada de Pablo a Roma. Por
lo tanto y con ello, ya se vislumbra una concepción teológica diferente, ya que su relato se
extiende hasta la expansión de la Iglesia.
¿Por qué de esta prolongación de los relatos?
El pasaje de Lucas 24,46-47 puede ser iluminador para intentar responder a esta pregunta:
Lucas 24,45-47
“Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, v46 y les dijo:
«Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día v47 y se
predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones,
empezando desde Jerusalén»“.
A los elementos tradicionales del “kerygma” cristiano –muerte y resurrección según las
Escrituras– añade un tercer elemento: “y se predicara en su nombre la conversión para perdón
de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén”. ¿Por qué esta acentuación?
La primera generación cristiana estaba constituida en su totalidad por judíos. Iban al Templo,
ofrecían sacrificios, respetaban las leyes judías, se reunían en las sinagogas, etc. Y la “misión a
los paganos” seguía las reglas misioneras judías: el “interesado” debía recorrer un largo camino
hasta quedar impregnado de la forma de vivir judía, conforme a la Torá, y luego –si estaba
dispuesto a circuncidarse– podía entrar al pueblo de Dios. A estas personas procedentes del
mundo de la gentilidad que se circuncidaban se las llamaba “prosélitos”. Si no daba ese paso,
quedaba como mero simpatizante (“temeroso de Dios”).
Los primeros cristianos seguían ese procedimiento, y la tendencia misional quedaba
circunscripta prácticamente al mundo judío. Esto va a cambiar de manera radical, gracias a la
experiencia y férrea convicción de Pablo, quien, como miembro prominente de la comunidad de
Antioquía, encabezó un movimiento misional que llevó el Evangelio a los paganos, sin exigirles
la circuncisión para entrar en el pueblo de Dios. Esto desató tremendas polémicas en el seno de
la comunidad cristiana, y además acentuó la separación entre cristianos y judíos. Largas y duras
polémicas enfrentaron a los diversos grupos eclesiales: los más “judaizantes” no estaban
dispuestos a sentarse a la mesa con paganos (cf. Hechos 10,27), por más bautizados que
estuvieran. Los “paulinos” exacerbados querían cortar de cuajo con la “Ley Antigua”.
Con el tiempo, la polémica fue aquietándose, y acabó prevaleciendo la actitud de “apertura”.
A tal punto que, en tiempos de la obra lucana, la mayor parte de los miembros de la Iglesia
provenían, no del judaísmo, sino del mundo no-judío. Lucas asumirá el desafío de mostrar
como se llegó a esta realidad, tratando de conectar los sucesos sino explícitamente con la
intención de Jesús, al menos con algunas de sus actitudes y, sobre todo, con el proyecto
salvífico de Dios para todos los hombres.
1 Cf. FILEMÓN 24 (donde Lucas aparece como “colaborador” de Pablo): “Te saludan Epafras, mi
compañero de cautiverio en Cristo Jesús. Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores”.
Esta atribución del tercer evangelio a este Lucas continúa en los testimonios posteriores
de Orígenes, Eusebio y Jerónimo, testimonios que no ofrecen mayores variantes.
“Lucas, oriundo de Antioquia por su linaje, y de profesión médico, fue la mayor parte
del tiempo compañero de Pablo. Mas su trato con los otros apóstoles tampoco fue
superficial: de ellos adquirió la terapéutica de las almas, de las que nos dejó ejemplos
COLOSENSES 4,14 (donde se le llama el “querido médico”): “Os saluda Lucas, el médico querido y
Demas”.
en dos libros divinamente inspirados [...] que compuso, no ya con lo que había oído,
sino con lo visto por sus ojos” (HE III, 4.6).
La conexión Lucas-Pablo se fundamenta esencialmente en el Libro de los Hechos (en
particular, en los pasajes de esa obra en la que el narrador habla en primera persona
plural2).
Sin embargo, la exégesis crítica de principios del siglo XX cuestionó esta atribución
tradicional, particularmente al descubrir que la perspectiva de Lucas en Hechos
correspondía más bien a la situación de finales de siglo I y que reflejaba el punto de vista
(por lo menos) de la segunda generación. Desde entonces, se comenzó a sospechar en
forma creciente del valor de los datos de la tradición patrística que identificaba al autor
de Hechos con un cristiano de la primera generación.3
Teniendo en cuenta esta perspectiva diferente se llegó a considerar –más desde la “crítica
histórica” que desde la “crítica literaria”– que:
O bien el autor de Hechos no es el mismo que el del tercer Evangelio.
O bien que estas dos obras habrían sido escritas por el mismo autor…
(1) …pero en momentos diferentes…
Ya sea como obras completamente independientes la una de la otra4.
Ya sea como obras independientes en su origen, pero asimiladas
ulteriormente mediante un proceso literario.
(2) …o que las habría escrito y pensado originalmente como una obra única,
pero que luego habría sido separada en dos,5 en el marco del proceso de
“canonización”.
La tesis según la cual un solo autor ideó y compuso una obra en dos volúmenes, tal como
se ha conservado en el Nuevo Testamento, parece ser la que actualmente tiende a
2 En tres secciones de Hechos el que relata utiliza la primera persona del plural: Hechos 16,10-17; 20,5-
21,1-8; 27,1-28,16. ¿Significa que el autor fue testigo presencial de esos acontecimientos o sólo se trata
una de las fuentes empleadas?
3 Cuanto más teniendo en cuenta que, desde los sectores más críticos de la exégesis contemporánea,
crecía la convicción de que la Iglesia primitiva, enfrentada a las primeras herejías (sobre todo, a la de
Marción), experimentaba en forma creciente la necesidad de afirmar la autenticidad apostólica de sus
escritos fundantes. En este horizonte, esos escritos anónimos que eran los evangelios, recibidos y
transmitidos como testimonios autorizados de la enseñanza apostólica, comenzaron a ponerse
explícitamente bajo una autoridad apostólica, bien sea directamente (Mateo, Juan), bien sea
indirectamente (Marcos en cuanto secretario de Pedro; Lucas en cuanto compañero de Pablo). Cf. O.
FLICHY, “Para la crítica histórica”, en: Id., La obra de Lucas, Navarra (Verbo Divino Cb 114 2003), 5-6.
4 Precisa O. FLICHY respecto de esta posición radical, sostenida esencialmente en Alemania por exégetas
protestantes liberales: “Por una parte, un libro dedicado a Jesús, el evangelio, escrito como el de Marcos y
el de Mateo en los años 70-80 y, por otra, una historia de los comienzos de la Iglesia, que dataría de una
decena de años mas tarde. Si los datos del evangelio no podían ser cuestionados, dado que estaban
garantizados por la comparación sinóptica, no sucedía lo mismo con los Hechos: en su relato Lucas habría
proyectado las cuestiones de su propia comunidad y plasmado la predicación de los apóstoles
coloreándola con sus propias tendencias teológicas. Por tanto, el libro de los Hechos había que tomarlo
como una obra con intención apologética, preocupada por mostrar la unidad y la legitimidad de la Iglesia,
sin relación directa con su evangelio, escrito mucho antes.” (O. FLICHY, “Para la crítica histórica”, en: Id.,
La obra de Lucas, 7).
5 “…lo cual tuvo como consecuencia una revisión de la conclusión del primer volumen y de la
introducción del segundo.” (O. FLICHY, “Para la crítica histórica”, en: Id., La obra de Lucas, 7).
El autor, ¿fue el
“Lucas médico compañero de Pablo”?7
6 La publicación en 1927 de la obra de Henry J. CADBURY, The Making of Luke-Akts, en la que defendió
la tesis de la unidad de los dos libros no solamente en el nivel del autor sino en el del propio relato
(basándose en un acercamiento de tipo literario, particularmente atento al estudio del estilo y del
vocabulario y dándole un peso muy significativo al “prólogo” del evangelio –Lucas 1,1-4–) causó un
importante giro en el debate. Para CADBURY las dos obras no se pueden tratar separadamente (de hecho, a
partir de esta obra se introdujo la expresión “Lucas-Hechos”). Cf. O. FLICHY, “Introducción. ¿Por qué se
habla hoy de «Lucas-Hechos»?”, en: Id., La obra de Lucas, 7-8.
7 R. BROWN, “Autorship”, en: Id., An Introduction to the New Testament, Doubleday (New York et al.
1996), 267-269. M. A. LÓPEZ, “El Autor”, en: Id., El Evangelio de Lucas, Buenos Aires (Claretiana
2001), 7-10. E. DE LA SERNA, “El Autor”, en: Id., Hechos de los Apóstoles, Buenos Aires (Claretiana
2004), 68-74.
8 Se ha pretendido demostrar” su condición de “médico” teniendo en cuenta cómo describe las
enfermedades o las curaciones. Pero se conocen textos de autores cultos de la antigüedad, que no han sido
médicos y que utilizan términos semejantes (por ejemplo, Flavio Josefo).
9 Cf. Ph. VIELHAUER, “La cuestión de las fuentes”, en: Id., Historia de la Literatura Cristiana Primitiva,
Salamanca (Sígueme 1991), 409-410. R. BROWN, “Autorship”, en: Id., An Introduction to the New
Testament, Doubleda, 322-327. J. GNILKA, “La cuestión de las fuentes”, en: Id., Pablo de Tarso, apóstol y
testigo, Barcelona (Herder 19981966), 19-22. J. BECKER, “Testimonios sobre Pablo en el cristianismo
primitivo”, en: Id., Pablo. El apóstol de los paganos, Salamanca (Sígueme 1996), 19-29. G. BORNKAMM,
“Pablo en sus cartas y en los Hechos de los apóstoles”, en: Id., Pablo de Tarso, Salamanca (Sígueme
19914), 13-30. HENGEL, M -SCHWEMER A. M., “Preliminary Considerations”, en: Id., Paul Between
Damascus and Antioch. The Unknown Years, Kentucky (Westminster John Knox Press 1997), 1-21.
10 Por ejemplo, Hechos menciona una segunda estancia de Pablo en Jerusalén antes de la “asamblea”
(Hechos 11,29s) que –según Gálatas 1,18-24– no pudo haberse producido. Nunca menciona a Tito.
11 Por ejemplo, Hechos presenta con insistencia al cristiano y al misionero Pablo como un fariseo
convencido, que permanece fiel a la fe de sus padres hasta el final de su vida (cf. Hechos 16,1-3; 18,18;
21,26s; 26,2-8). Pedro asume el papel de un paulino (Hechos 10,43.47-48; 11,17; 15,7-11) y Santiago
acepta a los gentiles que se convierten sin pedirles otra cosa que prescripciones alimenticias (Hechos 15,
13-20). El Pablo de las cartas, especialmente conforme surge en la carta a los Filipenses, abandonó el celo
fariseo de antaño por la justicia que procede de las obras de la ley, y consideró esa justicia como
“pérdida” y como “basura”, para conseguir la salvación sólo de la fe en Cristo (Filipenses 3,5-11). Tras la
“asamblea de Jerusalén” se enfrenta a Pedro cara a cara y es “acosado” por Santiago por sentarse a la
Compañero de Pablo o no, lo que parece claro es que el autor ha estado próximo a la corriente
paulina, cada vez más compleja y en plena expansión,12 en el seno de la cual, y en el marco de
la Iglesia de fines de siglo I, procuró precisar su propia posición.
Lucas fue un escritor de gran talento, elaboró su obra de manera original. A diferencia de
Mateo –que tendía a “entrelazar” las fuentes– Lucas las dispuso en forma sucesiva.
En rasgos generales, se puede decir que va siguiendo el plan de Marcos, aunque omite algunos
episodios. La más famosa “omisión” de material marcano en Lucas ocurre entre Lucas 9,17 y
Lucas 9,18 (la así llamada “gran omisión lucana”: falta toda la sección de Marcos 6, 45-8,26 –
74 versículos–).14
Esta “gran intercalación”, el llamado “relato del viaje” produce la impresión de la presencia de
un capítulo de la vida de Jesús que falta en el resto de los sinópticos. El Jesús de Lucas es un
gran caminante. A lo largo de este camino Jesús representa el don de la salvación para todo
Israel. Sobre todo en la comunión de mesa –Jesús es permanentemente invitado a comer a lo
largo del trayecto– se realiza la oferta de la salvación.15 El resucitado mantiene la misma
actitud (cf. 24,41-43).
Estructura espacio-temporal
de la obra lucana
Lucas quiere elaborar una narración “histórica” (cf. Lucas 1,1-4) a partir de las tradiciones
sobre Jesús y la iglesia primitiva. Con esta intención, busca situar cada una de las tradiciones de
mesa con los paganos (Gálatas 2,11s). No acepta ningún compromiso en la asamblea de los apóstoles
(Gálatas 2,3-7).
12 Cf. Dennis Ronald MACDONALD, The Legend and the Apostle. The Battle for Paul in Story and
Canon, Philadelphia (The Westminster Press 1983); Margaret MACDONALD, Las comunidades paulinas,
Salamanca (Sígueme 19941988).
13 Para las fuentes de Hechos cf. por ejemplo, Ph. VIELHAUER, “La cuestión de las fuentes”, Id., Historia
de la Literatura Cristiana Primitiva, 405-412. R. BROWN, “Sources and Compositional Features”, en: Id.,
An Introduction to the New Testament, 316-319.
14 Fuera de esto, la ausencia de un episodio marcano se puede explicar:
O porque en realidad está trasladado a otro lugar (transposición).
O porque Lucas prefirió un texto paralelo de otra fuente (Lucas evita los “dobletes”).
O por intereses estilísticos o teológicos (por ejemplo, la omisión del relato de la muerte de Juan
Bautista de Marcos 6,14ss).
15 Cf. R. AGUIRRE, “Jesús y las comidas en el Evangelio de Lucas”, en: Id., La mesa compartida,
Santander (Sal Terrae 1994), 17-133. E. LAVERDIERE, Comer en el Reino de Dios. Los orígenes de la
Eucaristía en el Evangelio de Lucas, Santander (Sal Terrae 2002).
sus fuentes en contextos coherentes y determinados16 –esto dentro de los límites que le
imponen sus fuentes– y, además, intenta mostrar la relación de estos relatos con la historia del
mundo, “pues estas cosas no han ocurrido en un rincón” (Hechos 26,26; cf. Lucas 2,1; 3,1).
Pero la presentación lucana no obedece a puras razones narrativas sino que está marcada por
una visión teológica de la historia de Jesús, como un período de la historia universal de la
salvación. Hanz CONZELMANN, en su obra “El centro del tiempo”, señaló con claridad la
importancia de una estructura espacio-temporal, que une el Evangelio con el libro de Hechos en
el mismo proyecto teológico:17
Línea “temporal”
o teología de la historia
Lucas distingue, dentro de la historia de la salvación, tres “tiempos”, cualitativamente distintos:
María cumple la función de puente: aparece al comienzo del evangelio como madre de
Jesús, lo acompaña en su vida “guardando la palabra en su corazón” (Lucas 2,19; 2,51;
cf. 8,15; cf. 8,21), y aparece, finalmente, al comienzo del tiempo de la Iglesia, reunida en
la comunidad de Jerusalén (Hechos 1,14).
16 Comparar, por ejemplo, Marcos 1,7s con Lucas 3,15s o Mateo 11,2s con Lucas 7,18-20.21s (Lucas
otorga a la respuesta de Jesús un trasfondo concreto y una situación determinada).
17 Notemos que, conforme avanza el tiempo, la “historia de Jesús”, como conjunto cerrado, se aleja cada
vez más del presente eclesial. ¿Cómo se relaciona ese presente eclesial con el tiempo de Jesús? Lucas
buscará una respuesta presentando una visión complexiva de toda la historia de la salvación.
18 En Marcos –y en Q– Juan Bautista es una figura escatológica, el Elías redivivo y precursor del Mesías.
Con su aparición comienza el final de los tiempos. Lucas modifica esta concepción, por un lado, tratando
de separar –en la medida de lo posible– la actividad del bautista de la de Jesús (cf. Lucas 3,19s). No
describe a Juan Bautista vestido como Elías (cf. Marcos 1,6 y Mateo 3,4), no transmite el pasaje sobre la
venida de Elías tras la escena de la transfiguración (Marcos 9,9-13 y Mateo 17,9-13), no afirma –como
Mateo– “Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir” (Mateo 11,14; cf. Lucas 7,28-30). Más que
el inaugurador del tiempo final, representa el final del tiempo de Israel (cf. Lucas 16,16 =/= Mateo 11,12-
13), pertenece al tiempo de Israel. Señalemos también que, a la hora de reelaborar la figura de Juan
Bautista hay que contar con las polémicas que enfrentaron a los seguidores de Juan, que veían en él y no
en Jesús al Mesías (cf. Lucas 3,15; cf. Hechos 8,14-17 y 19, 1-7).
El tiempo de la Iglesia
Lo desarrolla en el Libro de Hechos: el autor narra nuevamente el episodio de la
ascensión al cielo de Jesús, colocado, claramente, cuarenta días después de la
resurrección. Después de este período se completa el número de los apóstoles con la
elección de Matías (Hechos 1,21-26).
La reconstitución del grupo de los “Doce” después de la traición de Judas es la condición
para la venida del Espíritu Santo, cincuenta días después de la Pascua. La hora del
nacimiento de la Iglesia está señalada por el don del Espíritu, que en adelante guiará su
camino y animará su crecimiento en toda la tierra habitada.
Línea “geográfica”
Lucas presenta una disposición geográfica que muestra peculiaridades respecto a la de los otros
“sinópticos”, y que responde a una intención teológica propia: a partir de 9,51 introduce el
motivo del “viaje a Jerusalén”:19
Lucas 9,51
“Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción,
él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén...”
A partir de aquí, los restantes episodios de la vida pública de Jesús quedarán enmarcados en
esta especie de “peregrinación” a Jerusalén, lugar por antonomasia del “cumplimiento de las
Escrituras”:
Lucas 18,31
“Tomando consigo a los Doce, les dijo: «Mirad que subimos a Jerusalén,
y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron para el Hijo del hombre”
19 Ver por ejemplo, J. –N. ALETTI, “El camino hacia Jerusalén”, en: Id., El arte de contar a Jesucristo.
Lectura narrativa del Evangelio de Lucas, Salamanca (Sígueme 1992), 99-116.
Lucas 19,11
“Estando la gente escuchando estas cosas, añadió una parábola, pues estaba él cerca de
Jerusalén, y creían ellos que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro”.
Lucas 19,28
“Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén”.
Lo mismo los discípulos, tras la resurrección de Jesús, el Resucitado les ordena que se queden
todos en Jerusalén, hasta que sean “revestidos de poder desde lo alto”:
Lucas 24,49
«Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced
en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto».
Hechos 1,4-5
“Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que
aguardasen la Promesa del Padre, «que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero
vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días»“.
No hay ninguna alusión a Galilea como lugar de apariciones del resucitado (Lucas 24,6 =/=
Marcos 16,7 y Mateo 28,7 donde se les ordena ir a Galilea).
Jerusalén adquiere un significado completamente distinto que el que tiene para Marcos y
Mateo: se trata de la ciudad santa del pueblo de Dios. En ella y en torno a ella ocurren las
apariciones del resucitado.
Al igual que Jerusalén, el Templo desempeña, ya desde la historia de la infancia, un papel
importante (Lucas 1,5-23; 2,22-38.41-51). Así, la entrada de Jesús en Jerusalén se representa
como la entrada en el Templo (Lucas 19,37-46). El Templo continúa siendo el punto de reunión
de la comunidad más antigua (Lucas 24,53; Hechos 2,46; 3,1.11; 5,20s) y el lugar en que Pablo
recibe el mandato para la misión a los paganos (Hechos 22,17-21). Es el punto de partida del
nuevo Israel, de la Iglesia.
de Jerusalén, hasta culminar en la mismísima Roma, capital del mundo pagano. Pero lo hará
conforme a un “orden teológico”. La “salida de Jerusalén” es también la salida (conducida por
el Espíritu) del “judaísmo”.
□ HECHOS 1-12 se ocupa del ministerio apostólico en Palestina, poniendo las bases
teológicas para la “ruptura de la frontera”:20
Hechos 1 funciona de nexo con el evangelio y en donde se relata los pasos necesarios
para completar todo lo que se requiere para que pueda comenzar el camino de la Iglesia.
□ HECHOS 13-28 narra el testimonio fuera de Palestina, con el marco de los viajes de
Pablo:
Con la llegada de Pablo, el “apóstol” de los paganos, a la capital del imperio, el evangelio ha
alcanzado su objetivo (recordar Lucas 24,46-47). El programa expresado en Hechos 1,8 se ha
cumplido. Los testigos del resucitado han sido fieles a la guía del Espíritu.
La obra lucana, consciente de la realidad del triunfo de la misión paulina, que abrió “el
evangelio sin circuncisión” a los paganos, quiere anunciar el misterio de la Iglesia guiada por la
fuerza del Espíritu, que actualiza el “hoy” de la salvación del tiempo de Jesús, pero que tiene su
propio tiempo.
Lucas veía la importancia de unir espacio y tiempo para representar el camino de la expansión
del cristianismo como un viaje. Esto permite vislumbrar el hilo que entrelaza al tercer evangelio
con Hechos.
El Jesús de Lucas aparecerá fuertemente vinculado, sino a los paganos, al menos a los
“marginados” por las élites religiosas, mostrando, con gestos y palabras, la misericordia de
Dios:
Hay mayor cantidad de personajes femeninos: María, Isabel, Ana, Marta, María.
21 Cf. L. H. RIVAS, “El plan del Evangelio”, en: Id, ¿Qué es un Evangelio?, Buenos Aires (Claretiana
2001), 80-86.
22 Cf. J. STRICHER, “Los paralelismos hombres-mujeres en la obra de Lucas” en. O. FLICHY, La obra de
Lucas, Navarra (Verbo Divino Cb 114 2003), 58-63.