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Actas del Congreso Internacional Teresiano : 4-7

Octubre, 1982

LA EXP-ERIENCIA DE CRISTO,
CENTRO ESTRUCTURADOR DE «LAS MORADAS»
SECUNDINO CASTRO
Madrid

Teresa se halla recluida en el convento carmelitano de Toledo. Es el año de


1577. Gravísimas amenazas se ciernen sobre su obra, sus mejores amigos y
sobre ella misma, que, por otra parte, se encuentra ya muy vieja y enferma 1•
Dialoga, sin embargo, con el P. Gracián con tal serenidad como si ninguno de
aquellos acontecimientos fuera capaz de rozar lo más mínimo la profunda
quietud que envuelve su alma. Hablan de la vida espiritual y de pronto ella se
lamenta: «¡Oh, qué bien escrito está este punto en el libro de mi vida que está
en la Inquisición!». Y el P. Gracián que desconoce esa joya, replica: «Pues que
no la podemos haber, haga memoria de lo que se le acordare y de otras cosas y
escriba otro librQ»2. Este es el origen inmediato del escrito más sublime de
Santa Teresa, quien está convencida de que la visión de la vida cristiana que en
esta obra nos ha brindado supera en no pequeña medida la de sus otros libros 3 •
Veamos cómo contemplaba ella sus dos escritos mayores: Vida y
Moradas. En carta dirigida al P. Gaspar de Salazar, desde Avila, el 7 de
diciembre de 1577, pocos días después de haber puesto fin a la redacción de
Moradas, escribe: «Sábese cierto que está en poder del mismo aquella joya (la
autobiografía), y aun la loa mucho, y así hasta que' se canse de ella no la dará,
que él dijo se la miraba de propósito. Que si viniese acá el Señor Carrillo dice
que vería otra que -a lo que se puede entender- le hace muchas ventajas;
porque no trata de cosa, sino de lo que es El, y con más delicados esmaltes y
labores; porque dice que no sabía tanto el platero que la hizo entonces, y es el

1 Cf. F 27,20. Las citas de los textos teresianos las tomamos de Santa Teresa de Jesús.
Obras completas. Edición manual. Transcripción, introducciones y notas de EFREN DE LA
MADRE DE DIOS Y OTGER STEGGINK. Madrid, BAC, 1974, 4a. edición. Utilizamos las siglas
convencionales. Ofrecen abundantes datos sobre los acontecimientos que rodeaban a la
Santa por estas fechas, Efrén de la Madre de Dios, Santa Teresa de Jesús. Obras completas.
Madrid, 1964, vol. n, p. 308-328; M. HERRAIZ GARCIA, Introducción a las Moradas de Santa
Teresa. Castellón, 1981, p. 11-15.
2 Cf. las anotaciones que éste puso a la Vida de Teresa escrita por el P. Ribera, en
Antonio de San Joaquín, Año Teresiano, VII, día 7 de julio, p. 149-150.
3 Cf. 1M 2,7; 4M 1,1; 4M 2,7; Cta. 209,10; cf. también la nota siguiente.
928 Secundino Castro

oro de más subidos quilates, aunque no tan al descubierto van las piedras como
acullá. Hízose por mandato del vidriero»4.
Cuando comienza a elaborarla sufre fuertes dolores de cabeza; apenas si
puede escribir las cartas más urgentes 5• Le parece imposible llevar a término el
deseo de su amigo Gracián, pero bajo el impulso de la obediencia a su confesor,
que también lo quiere, se di~pone a secundarl0 6 .
En un primer momento pretende únicamente repetir lo que ya ha dicho en
Vida. Incluso piensa que si el Señor no se lo inspira no podrá escribir nada:
«Porque así como los pájaros que enseñan a hablar, no saben más de lo que les
muestran u oyen, y esto repiten muchas veces, soy yo al pie de la letra»7. Con
estas palabras parece aludir a algunos pasajes de Vida, principalmente a aquél
tan expresivo en el que se puede leer: «Que muchas cosas de las que aquí
escribo no son de mi cabeza, sino que me las decía este mi Maestro celestial; y
porque en las cosas que yo señaladamente digo: «esto entendí» o «me dijo el
Señof», se me hace escrúpulo grande poner o quitar una sola sílaba que sea;
así, cuando puntualmente no se me acuerda bien todo, va dicho como de mío,
porque algunas cosas también lo serám)8. En este texto se confiesa abierta-
mente la inspiración del contenido principal del libro de la Vida.
La autora se conformaría en este primer momento con la altura doctrinal
alcanzada en la autobiografía. En este sentido se ha de entender la siguiente
afirmación: «Su Majestad lo dará o será servido traerme a la memoria lo que
otras veces he dicho, que aún con esto me contentaría... que me holgaría de
atinar a algunas cosas que decían estaban bien dichas»9. El Castillo interior va
a recoger el contenido de Vida, a clarificarlo y a añadirle nuevas experiencias.
En muchos aspectos seguirá al pie de la letra la temática y vivencias de la
autobiografía, como es el caso concreto de las sextas moradas que parecen
calcadas de aquélla. Aun en la inclusión de un capítulo consagrado a clarificar
el significado de la Humanidad del Señor en la vida espiritual y más en
concreto en la ascensión a la mística, coincide coil la autob iografía 10.

4 Cta. 209,10; cf. Cta. 305,12. El Vidriero, por cuanto en seguida diremos es Jesucristo.
Cf. V 40,5; 1M 1,1; 1M 2,1; 7M 2,10.
5 Cf. J. V. RODRIGUEZ, en Introducción a la lectura de Santa Teresa (obra en
colaboración), Madrid, 1978, p. 311-315; M. HERRAIZ GARCIA, Introducción a las Moradas,
a.c., p. 15-16.
6 Cf. nota 2. Confiesa Teresa: «Pocas cosas que me ha mandado la obediencia se me han
hecho tan dificultosas como escribir ahora cosas de oración ... Mas entendiendo que la fuerza
de la obediencia suele allanar cosas que parecen imposibles, la voluntad se determina a
hacerlo muy de buena gana, aunque el natural parece que se aflige muchQ) (M Pról. 1). El
confesor, como testifica el P. Gracián, era el Doctor Velázquez; cf. las anotaciones a Ribera,
citadas en nota 2.
7 M, Pról. 2.

8 V 39,8; cf. V 18,7-8.


9 M, Pról. 2.
10 Cf. V 22; 6M 7. El capítulp de Moradas está más elaborado que el de Vida. Muchos
La experiencia de Cristo, centro estructurador de «Las Moradas» 929

Por ello nos parece conveniente, para descubrir el nervio esencial de


Moradas, echar una mirada panorámica a las experiencias teresianas habidas
hasta la fecha de su composición. Disponemos al respecto de un texto
plenamente clarificador. Está datado el 30 de junio de 1571, en A vila. «Esta
presencia de las tres Personas -dice-... he traído hasta hoy ... presentes en mi
alma muy ordinario, y como yo estaba mostrada a traer sólo a Jesucristo,
siempre parece me hacía algún impedimento ver tres Personas -aunque
entiendo es un solo Dios- y díjome hoy el Señor pensando yo esto, que erraba
en imaginar las cosas del alma con la representación que las del cuerpo»ll.
Como vemos, hasta 1571 la relación de Santa Teresa con ~o divino se
verificaba en la realidad de Jesucristo. Este pasaje sería suficiente para afirmar
la cristificación de lo religioso en Teresa hasta esa fecha. Para mayor
abundancia aduciremos otras comprobaciones. La autobiografía en su primera
parte narra el descubrimiento progresivo de Jesucristo hasta culminar en el
capítulo nueve: Si, de la segunda parte se desgajan aquellos capítulos referidos
a los famosos cuatro grados de oración l2 , se tiene presente que el vigésimo
segundo trata exclusivamente de Cristo, que las hablas o locuciones, tan
frecuentes, tenían su origen en el Resucitado l3, además de una serie de
capítulos claves que se centran en él, para desembocar en el último, en el que se
narra su percepción en el centro del yo del hombre l4, debemos concluir que la
experiencia religiosa dominante del libro de la Vida es Jesucristo l5 . Por otra
parte, si atendemos a los momentos principales de su existencia, todos ellos
revisten un carácter erístico muy marcado: su vocación 16, su profesión 17 , su
oración l8 , su conversión l9 , su primera visión 20 , las más de las locuciones, la
cadena de visiones que s~ abre en el capítulo veintisiete y que vertebra la

espirituales la han acusado de no entender los términos de la cuestión (cf. 4M 3,4; 6M 7,5).
Sin embargo, ella defiende cada vez con más contundencia su opinión. Incluso llegará a
afirmar aquí en Moradas que se va a esforzar por clarificar aún más su pensamiento, cL 6M
7,5.
11 CC 15.
12 Cf. V 11-21.

13 Cf. 6M 8,2.
14 Cf. V 40,5.
15 S. CASTRO, El pensamiento religioso de Teresa, en Teresa de Jesús. Mujer, Cristianá,

Maestra. Madrid, Espiritualidad, 1982, p. 71-72. S. CASTRO, Cristología Teresiana. Madrid,


1978, p. 17-72.
16 Ya desde niña comenzó a sentir germinar en su alma la pasión por el Evangelio; cf. V
30,19; 3,6.
17 Cf. V 4,3; S. CASTRO, Cristo y su misterio, en Teresa de Jesús. Mujer, Cristiana,

Maestra. o.c., p. 137, nota 5.


18 Cf. V 4,8; 9,4.6.
19 Cf. V 9,1.3.7-8.10; S. CASTRO, Cristología Teresiana, o.c., p. 41-47. Para las vivencias
teresianas que se extienden desde la infancia hasta la conversión, cf. Cristología Teresiana,
o,c., p. 17-50.
20 Cf. V 7,6.
930 Secundino Castro

existencia teresiana en torno a ella 2I . Toda esta larga y fuerte experiencia


finaliza con la visión inaudita y gozosa del último capítulo de la auto-
biografía 22 , en el que describe cómo el alma de manera admirable se incrusta en
Cristo y Cristo en ella, al modo como la imagen se refleja en el espejo en una
unidad de luz y de claridad difíciles de expresar.
Este último. dato, reviste gran importancia porque, a nuestro juicio,
constituye el origen literario-espiritual de Moradas. He aquí sencillamente
esbozada la trayectoria cristológica de Teresa previa a la composición del libro
de sus predilecciones. Es cierto que ya en Vida y sobre. todo algunos años
después gozó de altísimas experiencias trinitarias, lo que ha hecho suponer
erróneamente a la generalidad de los teresianistas que el Dios de Moradas es la
Trinidad, sin habeT tenido presente que en este libro 'pretende describir el
camino que la había conducido hasta esta experiencia, pasando por alto el
sentido pedagógico de Teresa que narra lentamente las etapas de la vida
espiritual sin saltos, el hecho de que considera su existencia como una historia
de salvación paradigmática, y el entramado literario religioso del mismo libro.
Al final veremos que en la consideración teresiana el cristoncentrismo
absorbente no obstaculizará la vivencia profunda de la realidad trinitaria de
Dios. Pero no adelantemos resultados y adentrémonos ya en el cometido
directo de nuestro estudio.
Posiblemente lo más conveniente fuera empezar el análisis por la última
morada, donde Teresa desvela plenamente su secreto y, además, porque cae de
su peso que la meta prejuzga la trayectoria. Pero prefiero seguir paso a paso el
desarrollo gradual del pensamiento de la autora, que, aunque sabedora del
final, estructura la marcha acomodándose al lector y- a su propia andadura.
Comienza fijando el misterio del hombre, en cuya hondura se esconde
Dios en la realidad de Jesucristo resucitado. Manifiesta esto a través de una
alegoría: «QUe es considerar nuestra alma como un castillo todo de un
diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos»23; un paraíso
adonde él tiene sus deleites 24 . Funda su pensamiento además de en la propia
experiencia en la afirmación bíblica de que el hombre fue creado a imagen y
semejanza de Dios 25 . En un pasaje paralelo se referirá al palacio interior con
estas palabras: «Este castillo tan resplandeciente y hermoso, esta perla oriental,
este árbol de vida que está plantado en las mismas aguas vivas de la vida, que es
Dios»26. La imagen del Castillo se confunde con la del Paraíso, junto a cuyo río

21 Cf. V 27,2. S. CASTRO, Ser cristiano según Santa Teresa. Madrid, Espiritualidad,
1982, p. 97-98.
22 Cf. V 40,5.
23 Cf. 1M 1,1; para los aspectos literarios, V. GARCIA DE LA CONCHA, El arte literario de
Santa Teresa, Barcelona, 1978, p. 264-274.
24 Cf. 1M l,!.
25 Cf. 1M l,!.
261M 2,!.
La experiencia de Cristo, centro estructurador de «Las Moradas» 931
o, mejor, en sus mismas aguas está el árbol de la vida que es el alma; el río es de
agua viva. No olvidemos que Teresa aludirá frecuentemente al agua viva que el
Señor prometió a la Samaritana27 •
Pero veamos qué acontece cuando el hombre rompe su amistad con Dios:
«No hay tinieblas tan tenebrosas ni cosa tan oscura y negra, que no lo esté
mucho más. No queráis más saber que, con estarse el mismo Sol que le daba
tanto resplandor y hermosura todavía en el centro de su alma, es como si allí
no estuviese para participar de El con ser tan capaz para gozar de Su Majestad
como el cristal para resplandecer en él el Sol»28.
Para esclarecimiento de estos pasajes debemos acudir a otro paralelo del
libro de la Vida, ya aludido: ({De presto se recogió mi alma -dice- y
pareció me ser como un espejo claro toda, sin haber espaldas ni lados, ni alto ni
bajo que no estuviese toda clara y en el centro de ella se me representó Cristo
nuestro Señor como le suelo ver. Parecía me en todas las partes de mi alma le
veía claro como en un espejo, y también este espejo -yo no sé decir cómo- se
esculpía todo en el mismo Señor. .. Dióseme a entender que estar un alma en
pecado mortal es cubrirse este espejo de gran niebla y quedar muy negro, y así
no se puede representar ni ver este Señor, aunque esté siempre presente
dándonos el sen>29.
Comparando estos tres lugares se evidencia que desde uri punto de vista
literario-espiritual el Sol, la fuente y la luz simbolizan la presencia de Cristo
resucitado que sustenta y da vida al hombre, cuya alma, a modo de un espejo
refleja a Cristo. La fijación de este dato es clave30 , porque todo el esfuerzo del
a
bautizado va a ir dirigido entrar en contacto con el Rey que se halla en el
centro del Castillo, el alma, en cuyo claro cristal o diamante se mira 3l . La meta
se halla en la transformación en Cristo o matrimonio espiritual, narrado en
séptimas moradas, cumbre del proceso, y consiste en un encuentro vital y
esponsal con el Resucitado visualizado en el centro del hombre 32 • Oigámosla a

27 «El agua viva recorre gran parte' de las obras teresianas. La imagen se hace
especialmente vibrante en el Camino de Perfección (30-32); en Vida los cuatro grados de
oración se expresan mediante el simbolismo del agua (11-21); en }vforadas, la oración es
como una fuente que mana (4M 2,4) Y crece hasta hacerse mar (6M 5,3), para terminar
anegando a la avecica del alma y saciando a la cierva herida (7M 3,13). El agua del Señor
llega hasta embriagar, como le acaeció a la Samaritana de quien Teresa escribe: «Iba esta
Santa mujer con aquella borrachez divina dando gritos por las calles ... » (MC 7,7) (Jesucristo
y su misterio, a.c., p. 137, nota 2); cL también 6M 11,5; la fuerza de este agua encuentra su
culmen en 7M 2,7.
281M 2,1.
29 V 40,5.
30 Los teresianistas no han puesto de relieve suficientemente esta experiencia en el
conjunto de la espiritualidad teresiana. Me he referido a ella en Cristología Teresiana, a.c., y
en Ser cristiano según Santa Teresa,. a.c.
31 Cf. 7M 2,10; V 40,5,
32 CL CC 25; 7M 2,1-7.
932 Secundino Castro

ella misma: «En todo lo que se ha dicho hasta aquí parece que va por medio de
los sentidos y potencias, y este aparecimiento de la Humanidad del Señor así
debía ser; mas lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy
díferente. Aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino
intelectual ~aunque más delicada que las dichas~, como se apareció a los
Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: "Pax vobis»33. Después de
explicar la sublime naturaleza (fe esta unión en la que no entra para nada la
corporeidad terrena, concluye: «Así me parece puede decir aquí el alma,
porque es adonde la mariposilla que hemos dicho, muere, y con grandísimo
gozo, porque su vida es ya Cristm)34. Los capítulos siguientes de esta última
morada tendrán por objeto describir cuanto surge de esta nueva vida en
Crist035 , y explicar la causa por la que Dios se derrama tan abundosamente
sobre algunas personas, que se resume en fortalecerles para que se sientan
capaces de imitar a Cristo en el mucho padecer36 •
Si a esto añadimos el que en sextas moradas reserva tres capítulos 37 para
Jesucristo como único camino de santidad y objeto preferente de experiencia
religiosa, se podrá concluir que el libro del Castillo Interior se halla trenzado
en él; Cristo es la piedra angular del edificio, la savia del árbol, la fuente que
riega el vergel, la luz del espejo y la imagen que se esculpe en él.
Pero retornemos a la marcha evolutiva del discurso teresiano. Aunque en
el abismo del hombre se esconde el misterio de Dios, aquél no capta esa
realidad que le invade y funda por haber vivido afectivamente lejos de él, y
ahora cuando quiere regresar «aún no llega casi nada de luz que sale del palacio
donde está el Rey»38. Teresa, audaz, les exhorta como redimidos que han sido
por la sangre de Crist0 39 a que, quitada la pez y negrura del cristal de su alma
que no deja transparentar la luz que alumbra en el centr0 40 , y fijos los ojos en
Cristo 41 , se encaminen y dirijan a la morada central. Allí les esperan la fuente
de vida y el S 0142 , de donde le viene al árbol del alma la frescura, el fruto y
resplandor4 3 • Tres textos bíblicos sirven de engarce al pensamiento de Teresa,
llenando los espacios de la primera morada del perfume de Cristo: el ciego de

337M 2,3.
34 7M 2,6.
35 CL 7M 3.
36 Cf. 7M 4,4-5.
37 7,8 Y 9.
38 1M 2,14; ef. 1M 2,1.3.
391M 2,4.
40 Cf. J M 2,4.
41 CL 1M 2, JI; R. LLAMAS, Santa Teresa y su experiencia de la Sagrada Escritura, en
Teresianum. Ephemerides Carmeliticae 33 Ü982), p. 479-480. Recalca el autor la existencia
de dos textos que pudieran hacer el oficio de inclusión en el libro de Moradas: 1M 2,11 Y7M
4,9.
42 Cf. 1M 2,1.3.
43 Cf. 1M 2,2-3.
La experiencia de Cristo, centro estructurador de «Las Moradas» 933

nacimient0 44,el paralítico de la piscina45 y la afirmación del Señor: «Donde


está tu tesoro, allí está tu corazóm)46. La alusión a Pablo y a la Magdalena 47 , a
quienes Cristo se manifestó cuando se hallaban lejos de él, acentúan todavía
más el señorío del Resucitado en este estadio que pudiéramos calificar de
previo a la marcha y seguimiento de Jesucrist0 48 .
A medida que el espiritual se va acercando al centro del castillo empieza a
sentir la voz de su Señor. Refiriéndose a los protagonistas de las segundas
moradas, dice: «Entienden los llamamientos que les hace el Señor; porque
como van entrando más cerca de donde está Su Majestad, es muy buen
vecinm)49. Teresa fijará la fuerza de la marcha en un texto vibrante con el que
concluye la morada segunda y que por su significado e importancia transcribo
casi íntegro: «El mismo Señor dice: "Ninguno subirá a mi Padre sino por mí"
(... ) y «quién me ve a Mí, ve a mi Padre". Pues si nunca le miramos, ni
consideramos lo .que le debemos y la muerte que pasó por nosotros, no sé cómo
le podremos conocer ni hacer obras en su servicio ... Plega a Su Majestad nos
dé a entender lo mucho que le costamos y cómo no es más el siervo que el
Señor; y que hemos menester obrar para gozar su gloria, y que para esto nos es
necesario orar, para no andar siempre en tentacióm)50.
También determina nuestra autora claramente la pretensión que debe
llevar quien se ha decidido a seguir este camino y dirigiéndose a sus hermanas
las carmelitas las exhorta: «Abrazaos con la cruz que vuestro Esposo llevó
sobre Sí y entended que ésta ha de ser vuestra empresa; la que más pudiere
padecer que padezca más por El y será la mejor librada»51. Las alusiones al hijo
pródig0 52 , a los Zebedeos 53, y a la paz que el Señor ofreció a sus Apóstoles el
día de pascua 54, reafirman todavía más la vertebración de lo religioso en
Jesucristo.
En el estadio al que acabamos de referirnos se había comenzado a
entablar el diálogo oracional, en el que vamos a entrar, éste ha crecido
considerablemente; el hombre comienza a sentirse religios0 55 ; pero le acecha la
tentaci6n de creer que la religiosidad puede ser un simple barniz. N os presenta

44 Cf. 1M 1,3.
45 Cf. 1M 1,6-8.
46 Cf. 1M 1,8.
47 Cf. 1M 1,3.

48 Decimos previo, porque en él se limita a determinar el sentido del camino espiritual


que el hombre emprende una vez convertido a Dios.
49 2M 1,2.
50 2M 1,12.
51 2M 1,7.
52 Cf. 2M 1,4.
53 Cf. 2M 1,8.
54 Cf. 2M 1,9.
55 Cf. 3M 1,5.
934 Secundino Castro

como ideal evangélico de este tipo de espirituales al joven rico. «Desde que
comencé a hablar en estas moradas -dice-, le traigo delante»56. Ahora ya
Teresa identifica la perfección cristiana con el seguimiento del Señor y la figura
de Jesucristo sigue siendo el norte de sus miradas. Escuchemos un texto
precioso: «Qué podemos hacer por un Dios tan generoso, que murió por
nosotros y nos crió y da ser, que no nos tengamos por venturosos en que se
vaya desquitando algo de lo que le debemos por lo que nos ha servido (... ) que
no hizo otra cosa todo lo que vivió en el mundo»57. Este deseo de respuesta a
Cristo provoca el anhelo de identificarse y estar con él; dice: «Nosotros (el
cuidado) de sólo caminar aprisa por ver a este Señon)58, para lo cual es
necesario estar dispuestos a morir con él: {{Muramos con Vos, como dijo Santo
Tomás -exclama Teresa-»59, y no queramos que se haga nuestra voluntad
sino la suya60 . Con estas disposiciones se asume el seguimiento del Señor a
fondo, el Evangelio toca la raíz de la persona, obligándola a confrontar sus
actitudes con las de Cristo: «Pruévenos el SeñoL .. Porque si le volvemos las
espaldas y nos vamos tristes como el Mancebo del Evangelio, cuando nos dice
lo que hemos de hacer para ser perfectos, ¿qué queréis que haga Su
Majestad?»61.
y llegamos al recogimiento adquerido al que Teresa alude como de pasada
en cuartas moradas62 ; aunque su lugar se encuentre mejor en las precedentes63 .
Casi no se detiene en su explicación, porque, como dice expresamente, se ha
referido a él en otra parte. Alude indudablemente a Vida y Camino. En esos
lugares el objeto preferente de este recogimiento es Cristo. Veamos algunos
textos: «Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse
mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigm)64. «Este modo de
traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos (los) estados y es un medio
segurísimo para ir aprovechando en el primero y llegar en breve al segundo
grado de oración y para los postreros andar seguros de los peligros»65. Y en
Camino declara: «Llámase recogimiento" porque recoge el alma todas las
potencias y se entra dentro de sí con su Dios ... Porque allí metida consigo
misma puede pensar toda la Pasión y representar allí al Hijo y ofrecerle al
Padre y no cansar el entendimiento, andándole buscando al monte Calvario y
al Huerto y a la columna»66. El cristiano al final de esta marcha ascética se

56 3M 1,5.
57 3M 1,8.
58 3M 2,8.
59 3M 1,2.
60 Cf. 3M 2,6.
61 3M 1,7.
62 Cf. 4M 1,6-7.
63 Cf. 3M 1,6.
64 V 12,2.
65 V 12,3.
66 CE 47,1; cf. 48,3.
La experiencia de Cristo, centro estructurador de "Las Moradas» 935

experimenta unificado en Cristo. Ahora será Dios mismo quien gratuitamente


va a intervenir en su santificación.
El primer síntoma que denota su presencia se refiere a una llamada
misteriosa que nuestra Santa describe con primor: «Visto ya el gran Rey, que
está en la morada de este Castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia.
quiérelos tornar a El y como buen pastor con un silbo tan suave que aun casi
ellos mismos no lo entienden, hace que conozcan su voz y que no anden tan
perdidos, sino que se tornen a su morada, y tiene tanta fuerza este silbo del
pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados, y
métense en el castillm)67. ¿Quién pudiera imaginarse que el mismo recogi-
miento infuso habría de quedar tan cristificado? La voz o, por mejor decir,
silbo, es del Rey-Pastor que mora dentro.
Veamos otra experiencia de estas cuartas moradas: la oración de quietud.
Aquí no se dice expresamente que tenga su origen en Jesucristo, aunque se deja'
entrever por el simbolismo del agua. En lugares paralelos la referencia al Señor
es segura68 . Oigamos primero las palabras de la misma Teresa para pasar en
seguida a su interpretación: «Esta fuente viene el agua de su mismo nacimiento
que es Dios; y así como Su Majestad quiere, cuando es servido hacer alguna
merced sobrenatural, produce con grandísima paz y quietud y suavidad de lo
muy interior de nosotros mismos ... vase revertiendo este agua por todas las'
moradas y potencias hasta llegar al cuerpo, que por eso dije que comienza de
Dios y acaba en nosotros... todo el hombre exterior goza de este gusto y
suavidad 69 . Y en seguida precisa que todo esto surge de algo muy interior, del
fondo del corazón o de más allá, del centro del alma 7o . En ese mismo lugar, en
séptimas moradas identificará a Jesucristo 71 , con quien se une y transforma.
Ciertamente en el surtidor que mana con ímpetu ve Teresa aquella fuente que
estaba en el paraíso interior dando vida al árbol del alma; ahora su savia
recorre a raudales el árbol entero. En sextas moradas, cuya orientación será
totalmente crística esta fuentecilla se convertirá en un mar impetuoso 72 •
Aquí percibe el alma la llamada del Pastor, cuyo silbo amoroso
embelesa73 ; se siente conducida por él, hacia las fuentes que sacian la sed y
reparan sus fuerzas. Teresa comenta: «Como comienza a producir aquella agua
celestial de este manantial que digo de lo profundo de nosotros, parece que se
va dilatando y ensanchando todo nuestro interior y produciendo unos bienes
que no se pueden decin)74. Tiene razón nuestra autora: «Como ya estas

67 4M 3,2.
68 Cf. CE 53,2; MC 4,3.
69 4M 2,4.
70 Cf. 4M 2,5.
71 Cf. 7M 2,3.
72 Cf. 6M 5,3.
73 Cf. 4M 3,2.
74 4M 2,6.
936 Secundino Castro

moradas se llegan más adonde está el Rey, es grande su hermosura y hay cosas
tan delicadas que ver y que entender. .. »'75.
Es fácil ir comprobando que en cada morada Teresa remite al lector, al
centro o a lo muy interior del hombre como origen de toda la fenomenología
de la misma, donde se halla el Castillo encantado, el Paraíso, la fuente, el árbol
de vida, el cristal y la imagen efe Cristo o, mejor, Cristo mismo, maravillosa-
mente reflejado en él. Cuando el alma tiene la suerte de tocar este fondo, se
siente ebria. «Es un glorioso desatino -exclama Santa Teresa-, una celestial
locura, adonde se desprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera
de gozar el alma»76. Pero la actitud del cristiano ha de seguir siendo la misma y
sus ansias también: «Sólo servir a su Cristo crucificado, que no sólo no le piden
gustos ni los desean, mas le suplican no se los dé en esta vida»77.
En quintas moradas se aborda el tema de la oración de unión que puede
presentar una doble modalidad: unión regalada 78 o sintonía con la voluntad de
Dios sin ningún tipo de experiencia concomitante 79 . La unión fundamental se
reduce a la obediencia al Evangelio, para lo cual -explica Teresa- «no ha
menester el Señor hacernos grandes regalos ... , basta lo que nos ha dado en
darnos a su Hijo que nos enseñase el camino»80. Es la primera orientación
cristo lógica de este grado oracional. Pero también nos brinda nuestra autora
un texto donde se preanuncia la meta de la transformación consumada.
Sirviéndose de la tradicional imagen del gusano de seda que se convierte en
mariposa, dice del espiritual que va recorriendo este camino: «Comienza a
labrar la seda y edificar la casa adonde ha de morir. Esta casa querría dar a
entender aquí, que es Cristo»81. Después utiliza otra imagen: la de la bodega, en
clara alusión al Cantar de los Cantares. Aquí la bodega se identifica con el
centro del Castillo o del alma. Dice: «Su Majestad nos ha de meter y entrar El
en el centro de nuestra alma ... Como entró a sus discípulos cuando dijo «Pax
vobis», y salió del sepulcro sin levantar la piedra}}82. Evi<lente alusión al día de
pascua y al misterio que se revelará en séptimas moradas, cuando se celebre y
realice el matrimonio espiritua183 . Ebria el alma de Dios 84, para calmar sus
ansias éste la regala con lo mejor que posee «que es lo que tuvo su Hijo en esta

754M 1,2.
V 16,l.
76

77 4M 2,10. Nueva y nítida reminiscencia de Cristo, oriente y guía de la inmersión en el


misterio de Dios.
78 Cf. 5M 1,9.
79 Cf. 5M 3,3-5.
80 5M 3,7.
81 5M 2,4.
81 5M 1,13.
83 Cf. 7M 2,3.
84 Cf. 5M 2,13.
La experiencia de Cristo, centro estructurador de «Las Moradas» 937

vida; no nos puede hacer mayor merced»85. Y en seguida Teresa se adentra en


Cristo para descubrir sus sentimientos 86 .
La hermenéutica cristológica de todos estos pasajes queda firmemente
asentada en un texto paralelo de gran intensidad lírico-espiritual: «Mas cuando
este Esposo riquísimo la quiere enriquecer y regalar más, conviértela tanto en
Sí, que, como una persona que el gran placer y contento la desmaya, le parece
se queda suspendida en aquellos divinos brazos y arrimada a aquel sagrado
costado y aquellos pechos divinos ... Cuando despierta de aquel sueño y de
aquella embriaguez celestial, queda como cosa espantada y embobada y con un
santo desatino. Me parece a mí que puede decir estas palabras: «mejores son
tus pechos que el vino»87.
La otra imagen de esta morada se ryfiere al amor humano: «Ya tendréis
oído muchas veces -escribe- que se desposa Dios con las almas espiri-
tualmente»88. Este estadio corresponde al primer encuentro fuerte entre el alma
y Dios. Así lo describe la Santa: «Por los sentidos y potencias en ninguna
manera podía entender en mil años lo que aquí entiende en brevísimo tiempo ...
queda el alma tan enamorada que hace de su parte lo que puede para que no se
desconcierte este divino desposoriü»89. Aunque no lo afirme expresamente por
el tenor de las dos moradas que siguen -donde se explicita el amor y
enamoramiento fuerte que aquí se inicia- sabemos que el término relacional
del alma es Jesucristo. La conexión de este encuentro con los sucesivos de las
moradas dichas se esclarece en dos textos paralelos. Escribe aquí: «Fija Dios a
sí mismo en lo interior de aquel alma de manera que, cuando torna en sí, en
ninguna manera puede dudar que estuvo en Dios y Dios en ella»90. Y eil el
estadio siguiente, cuyo protagonista es Jesucristo, nos recuerda: «Está tan
esculpida en el alma aquella vista, que todo su deseo es tornarla a gozan>91.
Al describir el proceso de sextas moradas dedica nuestra autora más
páginas que a todo el conjunto de las restantes. La situación espiritual es
idéntica a aquélla en que se encontraba al finalizar el libro de la Vida. Aparece
sin la menor sombra de duda que el centro de las referencias del alma en este
grado oracional es Cristo Resucitado. Lo dice expresamente su autora. El
capítulo séptimo es la clave de lectura. En él se plantea el sentido de la Sagrada
Humanidad de Cristo en la vida espiritual. Rechaza de plano la postura de
quienes aconsejan el abandono progresivo de la representación de lo corpóreo
en la oración -incluida la Humanidad del Señor- al aproximarse a la

85 5M 2,13.
86 Cf. 5M 2,14.
87 MC 4,4.
88 5M 4,3.
89 5M 4,4.
90 5M 1,9.
91 6M l,!.
938 Secundino Castro

contemplación sobrenatural92 , como mera preparación para la misma; ya que


todos los autores suponían que era algo absolutamente gratuito. La razón de
su postura la funda en que de otro modo no se salva la mediación universal de
Cristo, que debe extenderse según ella hasta la representación psicológica93 , en
las afirmaciones de algunos textos bíblicos 94 , y en los inconvenientes para la
ortodoxia de las vivencias cristianas que podrían derivarse de seguir esos
pareceres, entre los que señala: la pérdida de la ejemplaridad de Cristo en todos
los momentos de la vida cristiana, disminución de la devoción a la Virgen, los
santos, y la Eucaristía95 . Su propia experiencia le había enseñado que después
de haber escalado las más altas cumbres de la contemplación había gozado de
indecibles comunicaciones con Cristo vivo en su Humanidad. Al narrar estos
encuentros con el Señor dedicará dos capítulos 96 ; si a éstos añadimos el
séptimo, consagrado enteramente a determinar el sentido del Señor en el existir
y vivir cristianos 97 , nos encontramos con que sólo en las moradas sextas
reserva para Cristo tres extensos capítuJos. Sobre la presencia del Señor en las
séptimas afirmará ya aquí mismo: «Verdad es que a quien mete ya el Señor en
la séptima morada es muy pocas veces... las 'que ha menester hacer esta
diligencia.,.; mas es muy continuo no se apartar de andar con Cristo nuestro
Señor por una manera admirable, a donde divino y humano junto es siempre
su compañía»98.
En este capítulo séptimo afronta brillantemente la problemática espiritual
de entonces; en él abre la mística a dimensiones nuevas, no disociando lo
humano y lo divino en Jesucristo, y como derivación lo espiritual y lo corporal
en el hombre. De manera admirable trenza en torno al Resucitado (Divinidad
y Humanidad gloriosa) la experiencia de la liturgia99 , y la meditación. Su
pensamiento se manifiesta nítido: los primeros estadios de la vida espiritual
han de tener como objeto preferente de consideración y reflexión la persona del
Señor y sus misterios. El ascenso a la mística se deriva de una gracia
«sobrenatural», absolutamente gratuita; para alcanzarla no se ha de sucumbir a
la tentación de prescindir de la representación de lo corpóreo y mucho menos
de la sagrada Humanidad del Señor. En los grados superiores de la mística
surgirá de nuevo, pero en intensidad más acusada aún, la experiencia de la
realidad humana del Dios hombre.

92 Cf. S. CASTRO, Cristología Teresiana, a.c., p. 293-308; S. CASTRO, Ser cristiano según
Santa Teresa, a.c., p. 104-108; 139-142; S. CASTRO, Aproximación al pensamiento religioso
de Teresa, o.c., p. 71-76; S. CASTRO, Cristología teresiana y nueva espiritualidad, en Surge 40
(1982), p. 276-293.
93 Cf. 6M 7,5.
94 Cf. 6M 7,6.
95 Cf. 6M 7,6. 15.
96 CaDítulos 8 v 9.

97 Teresa le considera la clave para la comprensión de su obra.


98 6M 7,9.
99 6M 7,11.
La experiencia de Cristo, centro estructurador de «Las Moradas» 939
Parece que en la quietud y la unión la percepción religiosa es un tanto
abstracta, aunque Teresa ha tratado de cristologizarla, como hemos visto. En
los grados superiores la experiencia de la Humanidad es fundamental. Pero
más que de Humanidad, habría que hablar, si queremos entrar en lo Íntimo del
lenguaje teresiano y su significación, de Cristo glorioso con quien se hace el
desposorio y se une en transformación nupcial y mística el cristiano.
Asentado que Cristo constituye el núcleo de esta morada o, en otros
términos, que el encuentro con Dios tiene lugar en el Resucitado, volvamos
ahora al principio de la misma para seguir de cerca su desarrollo. Al comienzo
el alma se siente «herida» de Cristo por el mismo Cristo 100. La herida le viene
producida por aquella mirada o «vista» del Señor a la que nos hemos referido
en las quintas. Va en aumento a causa de los innumerables requiebros que
desde el fondo del yo le envía el Esposo. «Son unos impulsos -comenta- tan
delicados y sutiles, que proceden de lo muy interior del alma, que no sé
comparación que poner que cuadre¡¡lol. La experiencia es tan intensa e
intransferible que nuestra autora no se siente capaz de poder comunicarla 102.
En algunos momentos toman forma de locuciones; ella las contempla así: «Son
unas hablas con el alma, de muchas maneras; unas parece vienen de fuera,
otras de lo muy interior del alma, otras de lo superior de ella, otras tan en lo
exterior, porque se oyen con los oídos, que parece es voz formadm¡103. Ya
hicimos mención en cuartas moradas de las llamadas o silbos del Pastor que
ahora vemos convertidos en hablas. Esta experiencia fue muy frecuente en la
vida de Santa Teresa. A ella alude aquí. En un principio desconocía su origen,
pero con la entrada en estas sextas moradas descubrió o, mejor, le fue revelado
el secreto: esas misteriosas voces tenían su origen en los labios de Cristo.
Comentando este gozoso hallazgo, dice: «Mas entendía muy claro que era este
Señor el que le hablaba muchas veces¡¡104.
Cuando estos sucesos alcanzan un determinado grado de intensidad
pueden producir el éxtasis l05 u otro tipo de fenómenos místicoslO 6 . La fuente
que en cuartas moradas surgía del centro del alma e inundaba al hombre
entero, se hace mar l07 . Después se sucederán altísimas experiencias de
Jesucristo; algunas -las intelectuales- duraran hasta más de un año, como
expresamente dice la Santa: «Sé que estando temerosa de esta visión (porque
no es como las imaginarias, que pasan de presto, sino que dura muchos días, y

100 ef. 6M 1,1.


101 6M 2,1.
102 ef. 6M 2,2.4.
103 6M 3,1.
104 6M 8,2.
105 ef. 6M 4,2.
106 ef. 6M 5,1.
107 ef. 6M 5,3.
940 Secundino Castro

aun más que un año alguna vez)>>108. La duración de las imaginarias como
acaba de decirnos, es menor, pero se imprimen en la persona con mayor fuerza
y viveza. Hablando de ellas, escribe: «Muéstrale claramente su sacratísima
Humanidad de la manera que quiere, o como andaba en el mundo o después de
resucitado; y aunque es con tanta presteza, que la podríamos comparar a la de
un relámpago, queda tan esculpido en la imaginación esta imagen gloriosÍsima,
que tengo por imposible quifarse de ella hasta que la vea adonde para sin fin la
pueda gozaf»109.
y prosigue la descripción de estas comunicaciones de Jesucristo antes de
narramos el ascenso a la Divinidad: «De muchas maneras se comunica el
Señor al alma con estas apariciones; algunas cuando está afligida, otras cuando
le ha de venir algún trabajo grande, otras para regalarse Su Majestad con ella y
regalarla»llO. Verdaderamente el alma se siente herida por Cristo, así, advierte
Teresa: «Acaece muchas veces por un pensamiento muy ligero o por una
palabra que oye de que se tarda el morir venir de otra parte ... un golpe, o como
si viniese una saeta de fuego; no digo que es saeta ... ; tampoco es golpe, aunque
digo golpe; mas agudamente hiere»lll. Estos fenómenos pueden poner en
peligro la vida de quien los padece, como le sucedió a ella misma ll2 . En cierta
ocasión, después de haber pasado algunos días en gran sequedad espiritual, al
escuchar un canto a Cristo de una de sus religiosas: «Fue tanta la operación
que me hizo -nos dice- que se me comenzaron a entumecer las manos y no
bastó resistencia, sino, que, como salgo de mí por los arrobamientos de
contento, de la misma manera se suspende el alma ... Quedó tan quebrantado el
cuerpo, que aun esto escribo con harta pena, que quedan como descoyuntadas
las manos y con dolof»ll3. Esta pena y esta sed de Dios ya no se le quitará, «ni
quiere que se le quite -observa- sino es con la que dijo nuestro Señor a la
Samaritana»114. Las alusiones alas Zebedeos y a la Magdalena concentran
nuestra mirada aún más, si cabe, en Jesucristo 11 5, que es quien desde la morada
principal -el fondo del alma- hace notar su presencia con hablas, impulsos,
arrobamientos y raptos. Tiene razón Teresa: «De estas mercedes tan grandes
queda el alma tan deseosa de gozar del todo al que se las hace, que vive con
harto tormento, aunque sabroso ... »"6.
Y, finalmente, alcanzamos la meta: séptimas moradas, cuyo epicentro se
halla en el así llamado matrimonio espiritual, al que preceden algunas gracias

108 6M 8,3.
109 6M 9,3.
110 6M 10,1.
111 6M 11,2.
112 _Cf. MC 7,2; CC 13,1. 3; 6M 11,8.
113 CC 13,1. 3.
114 6M 11,5.
115 Cf. 6M 11,12.
116 6M 6,1.
La experiencia de Cristo, centro estructurador de «Las Moradas» 941

singulares y altísimas. «Primero que se consuma el matrimonio espiritual


-aclara nuestra autora- métela en su morada, que es esta séptima»117. Así el
alma llega a la estancia central del Castillo. Aunque ya a partir de las quintas se
percibe que la vida surge de dentro del hombre, aquí se descubre el misterio
con mayor luminosidadl1 8 • Y como a Pablo en el camino de Damasco, se le
caen las escamas de sus ojos y «ve» a la Santísima Trinidad. Este grandioso
suceso es previo a la concesión de la gracia del matrimonio. Es como si las
otras personas divinas quisieran intervenir en la preparación del alma para su
unión nupcial con Jesucristo, segunda Persona de la Trinidad, connotada por
su Humanidad. Y después de estos encuentros con el resucitado el cristiano
queda más predispuesto para el diálogo y la experiencia trinitarias.
Pero Teresa parece que tiene prisa en narramos el hecho central hacia el
que se encamina: «Pues vengamos ahora a tratar -escribe- del divino y
espiritual matrimonim)119. Y prosigue: «La primera vez que Dios hace esta
merced, quiere Su Majestad mostrarse al alma por visión imaginaria de su
sacratísima Humanidad»12o. A ella «se le representó el Señor, acabando de
comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, como
después de resucitado»l2I. Tuvo lugar este hecho en el centro de su alma; Cristo
la transformó en él, la declaró su esposa y la vinculó a su misterio para
siempre. Oyó de él aquellas palabras que se le quedaron grabadas: «Mi honra
es ya tuya y la tuya mía»122. Así fue la primera vez, pero en adelante le
contemplará en visión intelectual: «Aparecese el Señor en este centro del alma
sin visión imaginaria, sino intelectual-aunque más delicada que las dichas-,
como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax
vobis»l23. Nótese la conexión entre resurrección, pascua y matrimonio. La
experiencia es inaudita. Se trata de una unión tan estrecha entre Cristo y el
alma que en palabras de la misma autora es «como si cayendo agua del cielo en
un río o fuente, adonde queda hecho todo agua, que no podrán ya dividir ni
apartar cuál es el agua del río o lo que cayó del cielm)124. Es una auténtica
transformación «porque... la mariposilla que hemos dicho muere, y con
grandísimo gozo, porque su vida es ya Cristo»l25.
A partir de este momento el cristiano transformado siente emerger de él la
fuerza del «Resucitado»; se experimenta vivo en Dios; una gran paz inunda
todo su ser. Pero Teresa no olvida a Cristo y de nuevo vuelve sus ojos a él para

117 7M 1,3; ef. 7M 1,6.


118 ef. 7M 1,6.
119 7M 2,l.
120 7M 2,l.
121 7M 2,1; ef. ee 25.
122 ee 25.
123 7M 2,3.
124 7M 2,6.
125 7M 2,6.
942 Secundino Castro

aludir a la paz que dio a sus Apóstoles en el cenáculo el día de la


resurrección l26 , ya la Magdalena l27 • Después de esto, nos invita discretamente
a mirarnos en el espejo en el que nos hallamos esculpidos. Escribe: «Mas como
faltamos en no disponernos y desviarnos de todo lo que puede embarazar esta
luz, no nos vemos en este espejo que contemplamos, adonde nuestra imagen
está esculpida»128.
Pasa a continuación a fijarse en los frutos que tiene que producir este
árbol plantado en Cristo. He aquí sus palabras: «Que así como el árbol que está
cabe las corrientes de las aguas, está más fresco y da más fruto, ¿qué hay que
maravillar de deseos que tenga esta alma, pues el verdadero espíritu de ella está
hecho uno con el agua celestial que dijimos?»l29. Retorna, como vemos, a la
imagen de la primera morada. Ello deja suponer que el hombre se ha hecho
una cosa con Cristo l30 . Seguidamente dedicará un capítulo a señalar los efectos
de esta unión nupcial. Entre otros señala los siguientes: <<Su gloria tienen
puesta en si pudiesen ayudar en algo al Crucificado»13l; y añade: «Como tienen
consigo al mismo Señor, y Su Majestad es el que ahora vive. Claro está que su
vida no fue, sino continuo tormento, y así hace que sea la nuestrm;132, y termina
la exposición de estos efectos con una velada alusión a Jesús en el Lago
envolviendo de paz y serenidad al alma. La cruz es pesada, pero ya no
desasosiega. Dice nuestra Santa: «Salvo que no las inquieta ni hace perder la
paz, sino pasan de presto, como una ola, algunas tempestades, y torna
bonanza; que la presencia que traen del Señor les hace que luego se les olvide
todo»l33.
Finaliza su exposición esclareciendo la razón por la que el Señor concede
gracias tan intensas y experiencias tan altas. «y así tengo yo por cierto
-afirma- que son estas mercedes para fortalecer nuestra flaqueza -como
aquí he dicho alguna vez- para poderle imitar en el mucho padecer»134, y
añade en confirmación de cuanto acaba de afirmar que, si bien observamos
aquellos que vivieron más próximos al Señor, fueron quienes padecieron
mayores sufrirnientos 135 • Por eso el consejo de Teresa es: «Poned los ojos en el
Crucificado, y haráseos todo poco. Si Su Majestad nos mostró el amor con tan
espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis contentarle con sólo pala-
bras?;)136. La vinculación a Cristo, como vemos, se hace más estrecha a medida

126 7M 2,8.
127 CL 7M 2,9.
12S 7M 2,10. Hace inclusión con las moradas primeras.
129 7M 2,12. También forma inclusión con las moradas primeras.
130 Cf. 7M 3,1.
131 7M 3,4.
132 7M 3,6.
133 7M 3,15.
134 7M 4,4.
135 Cf. 7M 4,5.
136 7M 4,9.
La experiencia de Cristo, centro estructurador de «Las Moradas» 943
que vamos ascendiendo a las más altas cumbres místicas. En respuesta al amor
desbordante del Señor, el espiritual debe unirse cada vez más a él, en quien
encontrará la fortaleza que le garantice la identificación con los ideales del
Evangelio 137. Sólo hay un camino de salvación: el de CristO. «No queramos ir
por camino no andado -enseña Teresa-... ; y sería bien nuevo pensar tener
estas mercedes de Dios por otro que el que El fue y han ido todos sus
santos»138. Y concluye poniendo el ejemplo de Marta y María que consagraron
su vida al servicio de Cristo 139 . Servir y contemplar a Jesucristo es la meta de
quien ha alcanzado las séptimas moradas.
Después de este análisis aparece claro que la lectura más correcta de
Moradas a partir del contenido ideológico y de los símbolos que lo sostienen es
la efectuada desde la experiencia de Cristo 140. Ello no significa que no existan
otros aspectos o realidades de gran importancia, como sería, entre otras, el de
la experiencia trinitarial41 . Sin embargo, es obligado sostener que hasta las
séptimas se ajusta en gran medida a las vivencias de la autobiografía, que son,
como se sabe, netamente crísticas; que las referencias a Dios se hacen en
singular; y que la mayoría de las veces el interlocutor divino es Cristo 142.
En las últimas moradas se alcanza la experiencia trinitaria 143 , pero queda
fuera de duda que el centro de éstas se halla en la narración del matrimonio
espirituaP44, que se realiza con Cristo resucitado 14 5, hacia el que se encamina la
marcha del discurso teresiano 146. Como ya hemos señalado, previo al
matrimonio 147 , tiene lugar el ascenso a la Trinidad, que se acrecentará después
de la transformación nupciaP48.
Moradas constituye la descripción de una grandiosa experiencia de
Cristo 149. Teresa ha orientado toda la fuerza de su discurso a describirla. No
pocas figuras y símbolos los ha tomado de autores precedentes, pero les ha
sabido infundir un talante y garbo muy personales; ha logrado hacerlos suyos.

137 Cf. 7M 4,1l.


138 7M 4,14.
139 Cf. 7M 4,12-15.
140 Que sepamos, hasta el presente, ningún teresianista ha hecho esta lectura.
141 Cf. S. CASTRO, Ser cristiano según Santa Teresa, a.c., p. 182-195.
142 Esto aparece de forma especial en sextas Moradas; y en séptimas el acontecimiento
central es el matrimonio espiritual con Jesucristo.
143 Cf. 7M 1,7.
144 7M 2.

145 Cf. 7M 2,1-3; CC 25.


146 Recordemos que en quintas moradas se refiere al encuentro, sextas describen el
desposorio y séptimas el matrimonio.
147 Cf. 7M 1,6-7.

148 Poco tiempo antes de su muerte escribió Santa Teresa: «Lo de las vIsIOnes
imaginarias ha cesado; mas parece que siempre se anda esta visión intelectual de estas tres
Personas y de la Humanidad, que es -a mi parecer- cosa muy más subida» (CC 66.3~.
149 Por eso Teresa pudo escribir: «No trata de cosa, sino de lo que es Eh) (Cta. 209.101.

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