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Este documento “De Fontibus” pedía que se clarificara la relación entre las dos
fuentes de la revelación (de ahí el nombre, De Fontibus Revelationis) Estas dos
fuentes eran: Biblia y Tradición.
Esta propuesta puso al Concilio ante un dilema: refrendar la doctrina de que hay
verdades que sólo se encuentran en la Tradición y no en la Escritura (técnicamente
llamada “incompletitud material de la Sagrada Escritura”) hubiera supuesto un
distanciamiento fatal de los protestantes.
Dios que se revela a sí mismo, sólo podemos hablar de una fuente, ¿y esa fuente
es?...
Uds. conocen la respuesta, ¿a que sí? ¿Cuál es esa fuente en la que Dios se revela a
sí mismo?
Jesús.
Siguiendo con la metáfora, podríamos hablar de Dios como de una reserva infinita de
agua subterránea, invisible y misteriosa, aunque muy cerca de nosotros, justo
debajo de nuestros pies. De ella brota una fuente a la superficie de nuestro
conocimiento humano: Jesús.
Como dice el prólogo del Evangelio según San Juan: “En el principio existía la Palabra
y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios” Jesús es la Palabra de Dios.
Cuando Dios decidió comunicarse con los humanos, cuando decidió “revelarse a Sí
mismo”, la Palabra que le salió no fue un texto, una doctrina o un conjunto de
palabras. Lo que salió de Dios fue un ser humano de carne y hueso, un hombre
nacido de María, llamado Jesús.
Y Jesús es todo lo que Dios quería decirnos. San Juan de la Cruz escribe comentando
un texto del Nuevo Testamento, la Carta a los Hebreos:
Y si no, que levante el dedo el creyente que haya encontrado a Dios solamente
leyendo la Biblia. Lo que nos lleva hacia el Dios de Jesús es el testimonio de otras
personas, sus ejemplos de vida, su invitación a descubrir por nosotros mismos la fe
mediante la oración, la reflexión, la participación en la comunidad, la práctica de las
obras de misericordia… Y a todo ese conjunto de cosas que no son la Biblia,
llamamos “Tradición”.
No aprendemos a ser cristianos leyendo un libro –¡ni siquiera sólo leyendo la Biblia!
–. La fe cristiana, que no es otra cosa –lo repetimos por enésima vez– que la
respuesta del creyente a la revelación de Dios, no consiste en adquirir información,
sino en vivir una relación con Dios que se ha revelado a sí mismo en Jesús. Esta
relación te cambia la vida.
¿Cómo cultivamos esta relación con Dios que es la fe? Un medio imprescindible es la
lectura de la Biblia, especialmente de los evangelios, pero no basta con leer la Biblia.
Hay todo un conjunto de prácticas con las que la Iglesia ha ido transmitiendo, de
generación en generación, la fe. Eso que Congar llamaba “la vida y la experiencia
concreta, familiar, de las realidades de las que se vive”. Está refiriéndose a la vida
cristiana: la oración, los sacramentos, las obras de misericordia.
Por ejemplo, no podemos ser cristianos, no podemos tener fe, sin la oración. ¿Y
cómo aprende uno a orar? Pues orando, no hay otra. No se aprende a orar leyendo
un libro sobre oración –aunque eso pueda ayudar–. Aprendemos a orar de otras
personas que oran, y hay una tradición de orantes que se remonta a través de los
siglos hasta Jesús.
Tradición es todo eso que se transmite no a través del texto escrito de la Biblia sino
a través de la vida. La Tradición y la Biblia no se contradicen, más bien se
complementan.
Y lo que hemos dicho de la oración se podría decir de otros aspectos de la fe, como
los sacramentos o las obras de misericordia. Jesús dijo: “Sed misericordiosos como
vuestro padre celestial es misericordioso”. Eso está en la Biblia, pero para aprender a
ser misericordiosos necesitamos también de la Tradición, es decir, de esa práctica
ininterrumpida de los cristianos, que a través de los siglos que han practicado el
amor hacia los más pobres. Necesitamos de figuras como San Francisco, o San
Vicente de Paúl o la Madre Teresa de Calcuta. Necesitamos de grupos que mantienen
vivo y actualizan en cada generación qué significa vivir hoy una opción preferencial
por los pobres. Que no va a ser como en siglos pasados, repartir la sopa boba a la
puerta de los conventos: Hoy grupos como Cáritas combinan la ayuda asistencial con
el estudio y la denuncia social. Congar decía que la tradición no era solo fidelidad al
pasado, sino sobre todo fidelidad al futuro. Al futuro que Dios prepara para la
humanidad.
Biblia y Tradición no son pues dos fuentes de la revelación, menos aún dos depósitos
independientes de verdades, sino dos modos de acceso complementarios a la única
fuente en el que Dios se revela a Sí mismo: Jesús.
Necesitamos leer la Biblia para conocer mejor a Jesús (y lo vamos a hacer, va a ser
el siguiente tema de nuestro podcast). Pero sólo podemos conocer verdaderamente a
Jesús si por la acción del Espíritu Santo nos dejamos transformar a su imagen.
Llegamos así al final de otro episodio. Quisiéramos dejaros con algunas preguntas
para la reflexión: ¿Cómo he conocido a Jesús? ¿Cómo la Biblia y la Tradición me
ayudan a conocerle? ¿Cuál es mi relación con Él?