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El género: una categoría útil para el análisis histórico

Joan W. Scott

Resumen
Esta lectura hace alusión a que, para conocer la historia de las mujeres es necesario estudiar su
posición en la sociedad y la relación con los hombres. Esto debido a que es fundamental conocer
las circunstancias de los colectivos oprimidos, por eso no puede hacerse un estudio aislado.
Habrá que ver entonces la naturaleza de la opresión y las desigualdades de poder que están
organizadas al menos en tres ejes: clase, raza y género.
Clase que deviene de la determinación económica (teoría de Marx, aunque no hay unificación,
otros utilizan los conceptos weberianos), mientras que en el caso de género, el uso ha implicado
un conjunto de posiciones teóricas como también de meras referencias descriptivas a las
relaciones entre sexos.

Una definición de género debe contemplar la historia de las mujeres, revisar los avances en
materia de género de las principales corrientes feministas y concluir en que es más acertado ver
el concepto de género como un proceso, pues las palabras, las ideas y las cosas que están
destinadas a significar, tienen historia. Pero la Historia ha escapado del estudio de las mujeres.
Ha descrito los entramados sociales a través del tiempo sin mencionar de forma coherente a las
mujeres y sólo les ha dado un lugar esporádico, indicando apenas la aparición de algunas mujeres
en los mayores movimientos sociales, pero contando los hechos siempre desde una perspectiva
masculina, lo que ha dado un sesgo a la historia como disciplina.

Por ello, es necesario rescatar lo valioso de las mujeres a lo largo de la historia y para ello,
también debe hacerse una revisión de las principales corrientes feministas: la que intenta explicar
los orígenes del patriarcado, la socialista feminista y la del psicoanálisis. Cada una de ellas es
importante en el estudio de las cuestiones de género, así como en los avances ganados por los
derechos de las mujeres, pero es importante destacar, que todas tienen limitaciones.

Las teóricas del patriarcado refieren a una necesidad del hombre de dominar a la mujer y una
desventaja también innata en las mujeres a causa de la maternidad o la sexualidad. La fuente de
la liberación de las mujeres reside en una comprensión adecuada del proceso de reproducción. Se
deben modificar los procesos biológicos para ir eliminando las desventajas que la procreación
imprime a las mujeres; y la introspección reflexiva de las mujeres para aquellas que proponen
como causal de los problemas la sexualidad, suponiendo que este ejercicio llevará al conjunto de
mujeres a su emancipación. Sin embargo, hay una generalización excesiva, y no se contempla
otro tipo de fenómenos, no distingue entre problemas comunes a todas las sociedades y aquéllos
particulares de cada sociedad, dejando a la vez de lado, que los problemas de las mujeres
cambian de cada etapa histórica a otra y de una cultura a otra.

Las feministas marxistas, tienen una perspectiva más histórica, guiadas por el marxismo.
Consideran dos sistemas distintos de opresión, sistemas duales -los dominios del capitalismo y el
patriarcado están separados pero interactúan recíprocamente-. Sin embargo, dentro del
marxismo, el concepto género ha sido tratado como el producto accesorio en el cambio de las
estructuras económicas, el género carecer de status analítico independiente propio, es decir, las
explicaciones ponen a la economía como factor principal.

La teoría del psicoanálisis, requiere la especificación de las escuelas, puesto que diversos
enfoques tienden a clasificarse por el origen nacional de sus fundadores y de la mayoría de
practicantes. Pero hace énfasis en dos escuelas principales que intentan explicar la construcción
del género. La escuela anglo-americana y la escuela francesa. Ambas escuelas interesadas en los
procesos por los que se crea la identidad del sujeto y se centran en el desarrollo del niño y niña,
en busca de las claves para la formación de la identidad de género. La anglo-americana resalta la
experiencia real, por ejemplo, la sensorial o el cómo percibe el niño a sus cuidadores, mientras
que la francesa, lo hace con el lenguaje, sistemas de significados como el habla, la lectura y la
escritura, por lo que el estudio del inconsciente es esencial en el entendimiento de cómo se
construye el género.

Sobre la escuela anglo-americana considera la autora que esta interpretación limita el concepto
de género a la familia y a la experiencia doméstica, por lo que no deja vía para que el historiador
relacione el concepto (o el individuo) con "otros sistemas sociales de economía, política o
poder”. Respecto al enfoque del lenguaje y de construcción de significados, lo positivo es que se
sugiere que masculino y femenino no son características inherentes, sino construcciones
subjetivas o ficticias, lo que implica que el sujeto está en un proceso constante de construcción y
ofrece una forma sistemática de interpretar el deseo consciente e inconsciente, al señalar el
lenguaje como el lugar adecuado para el análisis. No obstante, preocupa la fijación exclusiva
sobre cuestiones del “sujeto” y la tendencia a reificar el antagonismo que se origina
subjetivamente entre varones y mujeres, como hecho central del género, dando esto como
consecuencia que no permite introducir una noción de especificidad y variabilidad histórica.

De tal forma que, todas estas corrientes han significado avances importantes, no obstante, para la
autora necesitamos rechazar la calidad fija y permanente de la oposición binaria, lograr una
historicidad y una deconstrucción genuinas de los términos de la diferencia sexual. Por lo que
debemos buscar vías, aunque sean imperfectas, para someter continuamente nuestras categorías a
críticas y nuestros análisis a autocriticas. De tal forma que, debe tomarse en cuenta la
complejidad de las relaciones de género, asumiendo que lo más probable es que las dinámicas de
género de las sociedades seas tan complejas que podría ser que escape de nuestra capacidad de
entendimiento. Necesitamos examinar atentamente nuestros métodos de análisis, clarificar
nuestras hipótesis de trabajo y explicar cómo creemos que tienen lugar los cambios. En lugar de
buscar orígenes sencillos, debemos concebir procesos tan interrelacionados que no puedan
deshacerse sus nudos. Pero son los procesos lo que debemos tener en cuenta continuamente.
Debemos preguntarnos con mayor frecuencia cómo sucedieron las cosas para descubrir por qué
sucedieron.

En ese sentido, su definición del género tiene dos partes y varias subpartes. Están
interrelacionadas, pero deben ser analíticamente distintas. Primera: el género es un elemento
constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos.
Segunda: el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder.
Divide la primera parte de esta definición en cuatro características principales del género como
elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias percibidas entre los
sexos, las cuales se encuentran interrelacionadas.  Primero, símbolos culturalmente disponibles
que evocan representaciones, como la pureza de la virgen María o mitos de oscuridad y
corrupción de las mujeres. Segundo, conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones
de los significados de los símbolos, esos conceptos se expresan en doctrinas religiosas,
educativas, científicas, legales y políticas, que afirman categórica y unívocamente el significado
de varón y mujer, masculino y femenino.  La tercera característica engloba aspectos prácticos de
la sociedad e incluye los sistemas de parentesco (la constitución de la familia, la cual cambia de
un momento histórico a otro e incluso de una cultura a otra), la economía y la política. El cuarto
aspecto es la identidad subjetiva. Propone como eje de estudio, la manera de relacionarse de
estos cuatro aspectos.

La segunda parte de la definición gira en torno a la afirmación de que podría mejor decirse que el
género es el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder. No es el
género el único campo, pero parece haber sido una forma persistente y recurrente de facilitar la
significación del poder en la tradición occidental, judeo-cristiana e islámica. De tal forma que, la
autora sugiere que lo que el género sea para una sociedad influye en las estructuras de poder de
las mismas, desde la familia hasta las superestructuras y en un sentido inverso que las relaciones
de poder de una sociedad influyen en lo que simboliza el ser hombre o mujer. En este sentido, los
cambios en las relaciones de género pueden ser impulsados por consideraciones de necesidades
de Estado. La relación entre regímenes autoritarios y control de las mujeres ha sido denunciada
pero no suficientemente estudiada. En cuanto a la relación entre estructuras de poder y dinámica
de género en la sociedad afirma que, la propia alta política es un concepto de género, porque
establece su crucial importancia y el poder público, las razones y el hecho de su superior
autoridad, precisamente en que excluye a las mujeres de su ámbito.

Finalmente, puede afirmarse, que es importante buscar resolver las interrogantes sobre ¿cuál es
la influencia de las relaciones de género en el devenir político de las sociedades? más aún
¿cuáles son las relaciones entre las estructuras de poder político y económico y las relaciones de
género? y debatir sobre estos temas, teniendo en cuenta siempre la dinámica cambiante de los
mismos.

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