Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
02 | ÁLVARO MUTIS | Ensayo de Andrés Céspedes Márquez (1980) sobre Los elementos del
desastre de Álvaro Mutis | En este libro el desastre se presenta de diferentes maneras: como
seres determinados cuyo destino se encuentra ligado de una u otra forma al desastre; como
simples lugares o moradas donde puede encontrarse, en los cuales los individuos solo
cuentan para sostener la representación de la derrota humana; como una calurosa
cotidianidad de pueblos y ciudades de la región andina colombiana o, sencillamente, como
herencia histórica, como una sombra. | Pg 24
03 | CARLOS FELIPE MOISÉS | Ensaio de Carlos Felipe Moisés (1942) sob criação poética | Ao
se aproximar pela primeira vez da poesia, para experimentar, para saber se está apto ou não
a praticá-la, o poeta em potencial deverá ter em mente que todo poema, além de abrigar
sentidos (pensamentos, sentimentos etc.), que o situam no plano do inteligível, é constituído
também de qualidade acústica, massas sonoras, voz audível, ritmos – materialidade sensível,
portanto. Será esse, talvez, o derradeiro vestígio do legado transmitido pelo rapsodo aos
3
poetas. Wallace Stevens o diz, com simplicidade: “Acima de tudo, poesia é palavras; e
palavras são, em poesia, acima de tudo sons”. | Pg 30
04 | ANDRÉ BRETON | Reseña de Carlos M. Luís (1932) sobre libro de Fabienne Bradu
dedicado a la presencia de André Breton en México | Fabienne Bradu va relatando
minuciosamente, y con acopio de datos, todos los contratiempos que Breton sufriera durante
su visita, promovidos en gran medida, por la consigna de los comunistas de sabotear sus
comparecencias en distintas instituciones culturales. La escritora no escatima citas
periodísticas para ilustrar la furia y los malos entendidos a los que fue objeto el poeta
francés. | Pg 34
08 | PAURA RODRÍGUEZ LESTÓN | Reseña de José Antonio Terán Cabero (1932) sobre la
poesía de Paura Rodríguez Lestón | Un rasgo destacable: hay poemas que parecen detenerse
en seco porque los atraviesa –como un tronco que cae súbitamente sobre el camino– un
relámpago verbal de sentido contrario. Es una impresión primaria, por supuesto, porque
pueden significar también un sondeo de profundidad con palabras-imagen, frases-imagen
entrecruzándose y combinándose en una configuración no solo prospectiva sino
retrospectiva. | Pg 67
09 | MAX ROJAS | Reseña de Manuel Iris (1983) sobre Cuerpos, de Max rojas | El libro, que es
la suma de una serie de textos que en realidad son un mismo poema, abre con una nota
preliminar en que su autor declara: Cuerpos se comenzó a escribir en junio de 2003 y muy
pronto amenazó en convertirse en un poema interminable. Para mediados del 2009 el libro
terminó por hartarme, así que lo abandoné, lo que no quiere decir que esté terminado. | Pg 70
4
11 | MIGUEL ESPEJO | Roxana Artal (1980) entrevista al poeta y novelista argentino Miguel
Espejo | Como artista, pues siempre he pensado que la creación literaria está
indisolublemente ligada al arte, y no a la propaganda ni a la denuncia (por lo demás, ¿no es
suficiente denunciar la insoportable condición humana en la que estamos inmersos?), yo
creo que esta novela, como el profeta Ezequiel de Blake, ha tratado de elevar a los demás a la
percepción del infinito. Si la novela ha sido capaz de contener un acto de coprofagía no fue
con ánimo de transgresión y de escándalo, sino una sencilla analogía de lo que hoy es una
obviedad desde la ecología: la especie ingiere los residuos que produce. | Pg 79
12 | RUBÉN SICILIA | El actor y dramaturgo cubano Rubén Sicilia (1963) escribe sobre teatro
y Surrealismo | Justo en los años treinta el poeta surrealista Robert Desnos paseó las calles
de La Habana teniendo como guía la presencia de Alejo Carpentier. En una de estas
peregrinaciones afirmó que esta ciudad era naturalmente surreal, indescriptiblemente
insólita y tal vez fue esto lo que reforzó a Carpentier en su poética de lo real maravilloso,
que algunos barruntan como una versión latinoamericana del pensamiento surrealista. | Pg
85
ARTISTA CONVIDADA | SILVIA WESTPHALEN | El crítico Luís Agusti (1969) escribe sobre la
escultora peruana Silvia Westphalen | La difícil relación del hombre moderno con la
naturaleza alcanza, como es ampliamente sabido, niveles de angustiante gravedad. En la
escultura de Westphalen, los elementos son elevados a niveles de respetuosa y serena
contemplación. Las manos de la artista generan transformaciones en el poroso travertino o
en el compacto alabastro, que aluden a la paciente erosión del viento sobre el arenal, a la
descripción de ritmos lineales en los cursos de agua, a la energía ondulante del fuego, o a la
acumulación milenaria de estratos geológicos. | Pg 94
5
ARC | ¿Hace cuántos años existe el evento y cuál fue el motivo principal de su creación?
JVN | La actual (OCIb 2012) es la quinta edición del OCIb. Se creó a partir del Salón del
Libro Iberoamericano de Huelva, que organizaba la Fundación Caja Rural del Sur, y
que está dirigido por Uberto Stabile. En el año 2008, alrededor del Salón se empiezan a
programar una serie de eventos culturales no estrictamente literarios, como exposiciones de
artes plásticas y didácticas, actividades musicales, etc. que inician un proceso de
diversificación de las actividades, que continúa hasta el momento actual. Esta es la causa por
la que nace la denominación Otoño Cultural Iberoamericano (OCIb) en la que queda
integrado el Salón del Libro.
JVN | El OCIb es una convocatoria que se caracteriza por su extensa duración, ya que se
desarrolla a lo largo del cuarto trimestre del año, y la diversidad de las facetas que lo
componen, hasta el punto de que puede decirse que nada relativo a la cultura le es ajeno.
Geográficamente se centra en el suroeste de España, en las provincias de Huelva, donde se
gestó el primer viaje de Colón a América; y las de Sevilla y Cádiz, tan vinculadas al Nuevo
Mundo durante siglos. Sin embrago, tanto en el aspecto espacial como en el temporal, su
tendencia es a extenderse. Por ejemplo, la exposición de pintura "Juan Ramón sobre el papel"
se ha exhibido la primavera pasada en República Dominicana y prepara una gira en 2013 por
otros países de Iberoamérica.
ARC | ¿Con qué tipo de complicidad vienes logrando la realización del evento?
6
JVN | Aunque el OCIb surge de una iniciativa de la Fundación Caja Rural del Sur, su
Comisión Organizadora está compuesta en la actualidad por 17 entidades públlicas y
privadas, que realizan una aportación esencial a la convocatoria. A título de ejemplo
podemos citar el Congreso Internacional "2012. El Amanecer Maya", celebrado en Huelva del
21 al 24 de noviembre, organizado por la Fundación C. R. del Sur, la Universidad de Huelva y
la Universidad Internacional de Andalucía. También juegan un papel muy destacado los
patrocinadores de eventos puntuales, como sucede con la Autoridad Portuaria de Huelva,
que patrocina una magnífica exposición de artes plásticas en cada edición de OCIb. En todo
caso es innegable que la actual crisis económica, que España padece con dureza, ha influido
negativamente en los recursos presupuestarios. Sin embargo, la ilusión y el esfuerzo de un
reducido pero entusiasta equipo humano ha logrado que cada año la altura de los eventos se
mantenga a un nivel muy alto, supliendo las limitaciones de carácter económico.
JVN | A lo largo de las cinco ediciones del OCIb se ha ido consolidando una respuesta de
la población francamente satisfactoria. Ciertamente existen diferencias en esta respuesta
entre unos eventos y otros. Como casos singulares podemos referirnos al record histórico
de visitantes en el Museo de Huelva que alcanzó la exposición "Sorolla y sus
contemporáneos", procedente del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana o,en la actual
edición, el éxito de la exposición del gran pintor cubano Jorge Camacho, la primera después
de su fallecimiento. Y no es infrecuente que en los conciertos o representaciones teatrales
se agoten las localidades. De todas formas, creo que lo más importante es que se va creando
la conciencia de que el Encuentro entre los dos mundos no es algo que deba quedar
reservado para los libros de historia. Por ello nuestro objetivo fundamental es contribuir a
tender puentes, a través de la cultura, entre todos los ciudadanos de la Comunidad
Iberoamericana de naciones.
ARC | Por supuesto hasta aquí los eventuales obstáculos siguen siendo vencidos. Pero ¿es
posible hablar de algo que se pretendía realizar en algún año y hasta aquí no fue posible?
JVN | Efectivamente, algunos de los proyectos que teníamos no se han hecho realidad.
Pero el reto mayor que nos queda aún pendiente es que el OCIb se convierta decididamente
en una convocatoria de ida y vuelta, ya que los puentes solo cumplen su función plenamente
cuando se transitan en ambas direcciones. Pero para lograr esa meta necesitábamos la
madurez -una joven madurez- que tal vez ya nos otorgan nuestra andadura hasta el
momento actual y, desde luego, contar con los compañeros de viaje adecuados. En otro
orden de cosas, tenemos un proyecto importante que afecta a la futura estructura del OCIb:
se trata de la creación de una nueva fundación para gestionar de forma autónoma la
convocatoria. En ella se integrarían las personas y entidades que actualmente comparten la
responsabilidad de la organización, otras entidades colaboradoras y aquellas que coincidan
en el interés por promover y divulgar nuestra común cultura iberoamericana.
JVN | Aún queda el mes de diciembre para cerrar el OCIb 2012, con actividades musicales
y dos interesantes ciclos de cine: "Buñuel en México" y "Ciclo de cine centroamericano". Pero
evidentemente ya estamos planeando el OCIb 2013. Teniendo en cuenta que nos
encontramos en el sexto centenario de la fundación del Monasterio de La Rábida, nos
gustaría celebrarlo con una gran exposición de Daniel Vázquez Díaz, tan vinculado al
7
monasterio a través de los frescos del "Poema del Descubrimiento", además de organizar un
evento académico en torno a esta efeméride.
ARC | ¿Hay algo más que te gustaría agregar a este diálogo nuestro, querido?
JVN | Sí, me gustaría contarte que el actual está siendo un año grato en cuanto a
reconocimientos al OCIb se refiere. Los lectores de Huelva Información, como muy bien
sabes, nos concedieron en primavera el galardón de "Onubense del Año" en el apartado de
Cultura. Y hace unos días, el 20 de noviembre, nos fue entregada la Medalla de la Cultura de
Puerto Rico, en un acto en el Instituto de España en Madrid, que es la sede donde confluyen
las Reales Academias de nuestro país. Y de momento nada más -y nada menos- que
agradecerte tu nueva demostración de interés por nuestro (tuyo también, ya lo sabes) OCIb y
quedar a tu disposición, con un amistoso abrazo.
Os Editores
8
La poesía te enseña, entre tantas otras cosas, a sentirte deudor, a vivir la deuda que se
tiene con las voces que solo respiran recitando; porque uno, después de todo, es el poema
que otras manos escriben, borran y vuelven a escribir. Mi gratitud y admiración por el poeta
Hildebrando Pérez Grande pretenden manifestarse en la celebración que su obra despierta.
Me adelanto a una conclusión al sostener que, en nuestro acontecer cotidiano, perseverante,
como lectores de poesía o literatura en general, resulta imprescindible abordar, desde todas
las iniciativas y los niveles posibles, visiones estéticas que provoquen la problematización de
nuestro fundamento identitario y expresivo. Los textos de Pérez no solo contribuyen en esta
empresa, sino además la enriquecen, gracias al ardor de una significación poética que los
impulsa a renovar conciencia y lenguaje desde los fueros de la voz que enuncia.
“Aguardiente” es el signo matriz en el que converge toda la producción poética del autor
y del cual han surgido las diversas ediciones con las que se cuenta: desde la primera edición
titulada Aguardiente y otros cantares (1978) y con la que obtuvo el Premio Casa de las
Américas, hasta la cuarta y más reciente edición bajo el nombre de Aguardiente, forever
(2007). [1 El aguardiente es una bebida popular que acompaña al andino en su acontecer
diario con la tierra y en los momentos donde encarna el mito y la religión. Esta sustancia
gesta un “reencuentro con la vida”. Su fluir, como un “río luminoso”, propicia el sincretismo
cultural de los pueblos que determina el horizonte del poeta, quien apela al recuerdo para
celebrar la esencia que impulsa su presente:
revelando una fuente rica e interminable de sentidos entre signos culturales disímiles. Esta
visión nos lleva a preguntarnos por las formas de apropiación estética del referente
heterogéneo latinoamericano. Al respecto, si retomamos lo propuesto por el crítico peruano
Antonio Cornejo Polar en sus valiosos aportes sobre los estudios literarios latinoamericanos,
veremos que los mecanismos de resistencia de las manifestaciones literarias que proponen
una recreación verosímil de las tradiciones locales (ya sea a nivel lingüístico, temático,
simbólico, etc.), reflejan una tensión con la escritura –como recurso de lo letrado– en pos de
un diálogo textual con otras fuentes y soportes de significación. Vale decir: la escritura no
puede, ni mucho menos debe, limitar o manipular la emergencia del imaginario tradicional
andino, pues se está ante una realidad desbordante que rediseña el lenguaje hegemónico.
Planteado en estos términos, la palabra poética de Pérez, de sustrato andino, con la fuerza
oral que la envuelve, con la conciencia social que la impulsa, es, definitivamente
transcultural; porque, resistiendo, dialoga con el imaginario andino y con el devenir
moderno, urbano, cosmopolita. [4]
Es indudable que la poética de Pérez articula una postura frente al imaginario andino que
la cobija. Una postura que reivindica, que se muestra como una “ética frente a la vida”
(ESCRIBANO 2007: 7) cuando amplia y actualiza dicho imaginario en el escenario
contemporáneo donde se encuentra anclada. Se podría decir que tal postura logra
modernizar lo andino; pero, en realidad, creemos que su aporte es mucho mayor: andiniza la
modernidad:
Por otro lado, siendo tan vitalmente recreado, es indudable también que este mismo
imaginario se posiciona frente al poeta no como un referente pasivo, moldeable a ciegas,
sino más bien como una incesante fuente de sentidos que configura el paisaje interior del
enunciador. De la resistencia social se desprende, entonces, una resistencia cultural, esto es,
la búsqueda de una cultura nacional y su posterior reafirmación en expresiones artísticas
sincréticas: “Nuestras luchas son también por una cultura nacional, por una nueva sociedad
donde resplandezcan las excelencias culturales de nuestros pueblos.”
En el conjunto de poemas reunidos bajo el nombre de Aguardiente, que constituye el
primer libro de la compilación Aguardiente, forever, editada recientemente como ya se dijo,
encontramos una de las primeras muestras de la resistencia desde la conciencia social
cuando el poeta hilvana, sentidamente, una cadena de imágenes en torno al pueblo de
Andahuaylas:
Significar el espacio es para el autor una forma de resistencia poética. El poema traza una
serie de encadenamientos versales donde el pueblo en cuestión es definido desde cada una
de las presencias que lo constituyen, encarnándose en estas. Se destaca, así, su naturaleza
fértil, femenina, en la imagen de la muchacha y la lluvia; su naturaleza cósmica gracias a su
11
Patria
de mis caricias,
calandria
encendida por la pena,
viento
burilado en mi memoria,
arcoíris
soñado por un niño,
agua
de arroz, polen de la dicha,
barranco
donde mi sangre se despeña,
oh tú
cuchillo de mis noches,
tierra
de mi estar contigo.
La significación en el texto registra las múltiples realizaciones del signo patria. Esta
imagen fragmentada pretende revelar el diseño, la reinvención del concepto de nación como
un desafío colectivo, más que como una mera resignación ante la utopía de la unión. Un
aspecto interesante en el poema es el empleo de nociones propias de lo sencillo, lo
cotidiano, lo natural, para redefinir el espacio de todos; lo que, además, comprueba que en la
poesía de Pérez existe un equilibrio entre lo lírico y lo coloquial. Tenemos, por ejemplo, la
mención de aves como la calandria; fenómenos naturales como el viento y el arcoíris;
elementos naturales símbolos de la fertilidad como el agua, el arroz, el polen; la
representación de la ternura y la pureza en la figura del niño, etc. Todo ello sugiere la
construcción, por parte del poeta, de un sentido esencialista y dinámico, acaso también
punzante, doloroso (“cuchillo de mis noches”) de la otredad, la unificación y la entrega en el
otro. Volvemos al primer libro para citar el siguiente poema:
El cerro es el sema eje que describe, en la primera estrofa, la compleja metáfora de una
gran presencia opresora, la cual se erige como el destino final de los hombres signados por
la fatalidad. Sin embargo, en la segunda estrofa la voz poética –la voz de las otras voces– es
una expresión contestaría, de sentido social y antimperialista que niega el ensombrecimiento
del hombre, su atadura espiritual o material. Es una voz que celebra la no resignación,
siempre comunitaria, en pos de su liberación. [5] Pero la resistencia, subrayamos, nace desde
lo poético, porque el ritmo, producto del encabalgamiento de los versos, la torna más
intensa y vertiginosa. Para decirlo más rotundamente, la conciencia social está fundida en el
lirismo. [6]
Y en el tercer caso, un tono imperativo reclama una memoria social que eternice las
expresiones y los personajes que sustentan la miticidad del pueblo:
El sonido ancestral del sicuri recrea el latido que vivifica el cuerpo andino. Es un latido
que migra de cuerpo en cuerpo, un sonido matriz que ata los acontecimientos para que no
se dispersen, menos aún se diluyan, en la memoria-tejido.
La referencia constante de personajes importantes, ya sean del pasado lejano o inmediato
de los pueblos, reviste los poemas de Pérez de un carácter testimonial, problematizando la
convención inventiva, ficcional del ejercicio poético. Se percibe una intención de autentificar
la trascendencia de lo real, es decir, de volver más real lo real desde una referencialidad
sensible que lucha con el tiempo, [7] con la muerte, con el silencio o, más aún, con el
silenciamiento. En un texto donde el poeta rinde homenaje a la musicóloga y compositora
Rosa Alarco, se gesta la enunciación de la resistencia contra el olvido:
Cabe resaltar cómo se configura una poética de la resistencia a partir de una negación que
se ramifica secuencialmente en adverbios como “nada”, “nunca”, así como en aditivos como
“ni”, todos ellos provocando un encadenamiento de imágenes relacionadas a una presencia
de naturaleza y expresiones imperecederas. En efecto, el paréntesis, encerrando tanto el
título como el cuerpo textual, determinan la invulnerabilidad de este decir poético contra lo
efímero. Estamos, pues, ante una presencia liberada de dominio mortal alguno. Apreciación
aparte merece la noción de luto insertada en el texto. Se trata, creemos, de la pretensión del
poeta por signar la muerte no como el silenciamiento de una voluntad individual, sino más
14
La poesía de la lírica del yo –la mía o la de cualquier otro– es el yo, pero al mismo tiempo,
una segunda persona que se expresa, es decir, también es un personaje literario el que
habla, aunque nunca con la nitidez que en una novela, donde los personajes están más
claros. La distancia entre el individuo que se expresa y la expresión misma, en esta poesía
en primera persona es menor, pero existe. De todas maneras, lo que queda escrito muestra
al que lo escribió.
Se reitera el tono imperativo, el trato directo, íntimo, desde la sensación más interior
hacia el oficio más interior. Ella, la poesía, es tan nuestra y tan ajena, tan de todos, nos dice
el poeta; por ello la metáfora ideal es la de un cuerpo de aire cuyo único horizonte es la
totalidad. La yuxtaposición de los verbos cruzar, pasar y romper con los sustantivos
pluralizados ríos, calles y muros sugiere un desplazamiento –del ser y de su palabra– que se
vuelve más trascendente cuando es consciente de la rebeldía, de la trasgresión –siempre
necesaria– contra la fijeza, contra la inercia. Resistir desde lo poético es comprender que la
quietud si, no es para contemplar sentidamente, es sinónimo de muerte.
El poema “Medium” que apertura el segundo libro compilado titulado Cantar de
Hildebrando encarna una resistencia significativa toda vez que la voz poética despliega su
visión, su condición de ser y permanecer vivo, latente, en medio de temporalidades
tensionales:
15
La voz arriba porque la existencia es un devenir tan revelador como complejo, y los
detenimientos, tan breves como la escritura misma, son para dar sentido a lo transcurrido, al
viaje de cada día. La naturaleza itinerante del poeta debe comprenderse como un culto a la
transformación. O más precisamente, como el autoreconocimiento en una dinámica
deconstructiva, donde las versiones anteriores del ser se destruyen para edificar una nueva
versión que sintetiza, une y defiende aquella verdad que aparece como implacable e
inevitable: uno es la tierra en la que aprende a caminar, a mirar, a respirar. Hasta la octava
línea asistimos al presente del poeta, quien se muestra como un ente eufórico y con la
imperiosa necesidad de expresar el clímax de su posesión, puesto que nombra para sitiar y
grabar lo que el silencio convierte en realidad informe y anónima, o lo que la voz foránea
convierte en realidad extraña, escindida. [10] No obstante, a partir del noveno verso dicha
posesión revela una mirada retrospectiva que reconoce una fuerza anterior basada en la
comunión y la solidaridad. Los hacedores de esta fuerza forjaron un destino liminal entre la
vida y la muerte, siendo su propio decir, cargado de convicciones y sueños, la determinación
de dicho límite. Por otro lado, nos llama la atención cómo se busca distinguir, en el plano de
la expresión, la mirada retrospectiva a través de los paréntesis que simbolizan el resguardo,
la interiorización de la herencia adquirida. En efecto, el hablante poético hereda en esa
fuerza una visión de mundo, una iluminación de sentido que arde porque reactiva el sentir,
transformándola en una postura existencial rebelde, confrontacional. Tal postura debe
germinar, entonces, en la palabra que violente, irrumpe, desnaturalice el ensimismamiento,
la deshumanización reinante, una palabra que inunde el vacío del ser como “un río de luz y
balacera”. [11] Aquí yace, precisamente, la resistencia del lenguaje, del discurso poético que
pugna por una transformación en el hombre. Por ello, el mensaje del poeta “médium” o
mediador, impulsado desde el pasado y actualizado en el presente, no es sino, en esencia,
una proyección, un anticipo, una posibilidad real en el futuro incierto, en suma, un paso
siempre más adelante.
El poema más representativo de lo que aquí hemos denominado la resistencia del
lenguaje como una operación de significación que articula la poética de Pérez es, sin duda,
“Mutatis mutandis”. Lo reproducimos en su integridad por lo relevante de su comprensión:
En el propio título se gesta la resistencia textual, nominativa, puesto que nos remite a una
evidente deconstrucción. Volvemos a esta noción para dar cuenta, como se dijo líneas arriba,
de una conciencia compleja y dinámica sobre la materialidad de las cosas expresada en el
lenguaje; conciencia que no se fundamenta en lo estático, sino en la transformación, la
fusión, la mezcla, la liminalidad, etc. Y, por consiguiente, partir de una conciencia así tiene
como destino un discurso donde lo único constante y definitivo es revolver la palabra,
indagar por su reverso, por los sentidos virtuales que la asedian y que pugnan por emerger a
la superficie. Es también, por qué no, escindirla desde una visión crítica donde el poeta
sospecha de su capacidad referencial justamente para que pueda decir más. El signo, de este
modo, no reviste la realidad, la esencializa.
“Mutatis mutandis”, nombre que ya aparece en la tradición poética peruana, como lo
demuestra uno de los poemarios de Jorge Eduardo Eielson, [12] proviene de una locución
latina que significa “cambiando lo que se debe cambiar”, frase a todas luces sugerente que
refuerza una de las premisas medulares de nuestro análisis: el sentido, en su constitución
poética, pone de relieve su acontecer eminentemente tensional. Cinco son las unidades que
dan soporte al texto, en un orden que denota una particular cadena referencial:
El sueño instala una tercera asociación con un cuarto elemento, la hoguera (sueño →
hoguera). Se trata este último de un símbolo particularmente importante, toda vez que da el
rango de poética al texto, si tenemos en cuenta su relación directa con la noción
polisemántica y eje del ardor, de lo ardiente, dentro de la propuesta de Pérez. La hoguera es
un lugar, pero al mismo tiempo un acontecimiento, donde lo que se consume también
ilumina. Precisando aún más, sostenemos que es un fenómeno luminiscente, es decir, que
acontece en la oscuridad. En tal sentido, la hoguera de la poesía viene a iluminar lo que
Pérez en diversas ocasiones ha denominado como los tiempos sombríos, opacos de la
modernidad, producto de la tendencia deshumanizadora que constantemente nos agobia. En
la unívoca naturaleza del hombre-poeta se vislumbra una postura inherente de resistencia
que verbaliza, en esa iluminación en soledad que solo la marginalidad brinda, el desacomodo
o posicionamiento confrontacional frente a lo que se conoce en términos modernos como lo
oficial o lo establecido. Marco Martos afirma al respecto que “el poeta y la poesía se
acomodan mal a una sociedad contemporánea capitalista y que felizmente la poesía, al
contrario de la novela, no se ha convertido en una mercancía, y que eso permite que la
poesía, si bien circule muy poco, llegue con una intensidad con que difícilmente llega, casi
diría, cualquier otra manifestación artística”. [13]
Siguiendo con el poema, las formas ondulantes del fuego, su despliegue envolvente,
denotan una posesión cargada de erotismo, lo que se puede apreciar también en la
calificación en torno al cuerpo consumado: este cuerpo amado, delicioso, simboliza, en su
temblor, el clímax de la transformación que desde la resistencia del lenguaje se anhela. Lo
erótico aquí se fundamenta en el hecho de que toda transformación es pasional. La poesía,
en tanto experiencia pasional, revoluciona el lenguaje, porque lo transforma. En suma, el
acto de dar sentido, y más aún de contradecirlo para provocar su enriquecimiento, es un
acto transformacional, porque busca renovar el interior del hombre.
Una cuarta asociación cierra el texto, relacionando la hoguera con un quinto elemento,
una fuente (hoguera → fuente). La cuestión aquí es dilucidar sobre el contenido de la fuente:
¿qué posee, qué la alimenta? Guiándonos por la asociación anterior, diríamos que alberga el
cuerpo amado y lo que representa. No obstante, es necesario señalar que en los dos últimos
versos asistimos a un giro en la significación del poema: la configuración sintáctica y
semántica de los primeros diez versos se debe a la operación base, estructural de la
negación. Cada una de las afirmaciones surge de una negación previa, y la afirmación apenas
esbozada es negada con la finalidad de su reinvención. Panorama distinto nos ofrecen los
versos de cierre, porque ya no se apela a la operación edificadora que acabamos de
mencionar, sino a una afirmación resultante donde convergen cada uno de los elementos
transformados. Esta convergencia no solo reúne, también fusiona, sintetiza cada uno de los
referentes con la intención, creemos, de patentar, dar por sentada la existencia de una
conciencia que relativiza las convenciones del lenguaje poblándola de sentidos que migran
enriqueciéndose mutuamente, esencializándose. Da la sensación, además, de que la escritura
poética, para Pérez, es, en realidad, una suerte de reescritura, de escritura cíclica que vuelve
sobre lo ya dicho para volverlo a decir más sentidamente. [14]
Como hemos visto en el ejemplo anterior, en la poesía de Pérez la plasmación de la
conciencia social se conjuga con el discurso amatorio, y es en esta conjugación donde surge
el sustrato pasional, matizando cada una de las referencias que componen el poema.
Destacamos, a propósito, dos casos más. El primero nos conduce al texto titulado “Place de
Verdun”, en una clara alusión a uno de los hechos bélicos más recordados de la Primera
Guerra Mundial, la Batalla de Verdun, símbolo de la resistencia francesa frente al imperio
alemán:
Es
el tiempo
quien sacude las hojas
de tu nombre en mi memoria, compañera.
Y
en virtud
de la lluvia que una tarde
19
El hablante poético aguarda el día del encuentro con la presencia amada, entrañable. Esta
yace impregnada de una significación natural; su figuración es, acaso, la de un árbol de vida,
matriz, cuya sombra lo ha protegido, cuyos frutos lo han alimentado y cuyas ramas, en lo
alto, le brindaron una visión inequívoca del mundo. Árbol-amante-compañera que habita en
su memoria, erigiéndose de recuerdo en recuerdo (de hoja en hoja) ante el viento de la
esperanza. En la segunda estrofa la figuración de lo natural se acentúa, debido a que surgen
de la presencia otros acontecimientos, tales como la lluvia, imagen que enriquece el sentido
de resistencia del verbo permanecer al fusionarse con la noción del ardor, disolviendo la
oposición convencional. Estamos, pues, ante el estado ardoroso totalizante del poeta que
envuelve con su discurso todo ser, todo acontecimiento y todo momento.
Citamos, como último ejemplo de la resistencia desde el lenguaje, el texto titulado
“Balada del Cua-Cua”, donde se puede apreciar uno de los mayores estragos del descomunal
combate entre el poeta y la palabra:
El hablante se enfrenta a la supuesta imposibilidad del decir esencial, sin artificios que la
opaquen. Su camino está marcado por la incertidumbre; por ello, su andar es errático, sin
horizonte definido. Entonces, dentro ya del laberinto medieval, comienza la dura e
indesmayable búsqueda. La simbología que trae consigo lo medieval instaura la imagen de
un ambiente recargado, ostentoso, tanto en su estructura como en su decoración. Este
espacio, creemos, es la figuración de la casa retórica del lenguaje, aquella edificación
babélica de palabras a la que justamente se pretende deconstruir, esto es, destruir, traer a
bajo, demoler, para edificar una nueva casa sin puertas ni ventanas, iluminada por la
sencillez y sostenida por muros transparentes. Para tentar lo poético en la palabra, esta debe
ser aprehendida en su real naturaleza, a saber, la escindida, donde la plenitud del sentido
adviene si y solo si lo sostiene una visión, siempre crítica, sobre su alcance insuficiente, a
modo de un “relámpago agridulce”. El poeta adquiere en estos versos la figura de un hacedor
infatigable, de trajinar solitario, místico, enardecido desde una marginalidad que lo impulsa
a contraatacar las manifestaciones retóricas que habitan en los pasadizos de aquella
“eternidad petrificada” en la que se ha convertido el lenguaje. [16] Y el contraataque es
decididamente intenso, tensional, violento, oponiendo la expresión sencilla, limpia, a la
expresión suntuosa. Además, si la realidad arde en su complejidad, en su insufrible
paradoja, necesita de palabras que combustionen, que fluyan ardiendo para que le hagan
justicia:
En estos fragmentos vemos cómo la resistencia social emerge desde la más honda,
entrañable resistencia del lenguaje. En las líneas de cierre, la búsqueda concluye –
¿definitivamente?–; la resistencia da paso a la reconciliación con la palabra, siempre y
cuando esta se desprenda de todo rasgo superficial. La última estación del andar errante del
poeta es esa primera gran fuente de sentidos que es la naturaleza:
La esencialidad del decir poético llega a tal punto en su esperada realización que
experimenta una suerte de retorno a lo radicalmente instintivo y puro, desplazando una
articulación lógica, sistemática, predeterminada de la palabra. Esta, en su condición
onomatopéyica, balbuceante, alcanza una libertad nunca antes vista, sentida. Una libertad
que la torna silvestre en la medida que su única y trascendente posibilidad de significar
consiste en dejar de estar para ser. Llama nuestra atención los calificativos de
“humanísimo”, “tiernísimo” y “albísimo” con los que se alude a la voz de la naturaleza, la
que dicho sea de paso se apropia del poema intercalándose en los versos para dar calidez,
aligerar e iluminar la voz desencantada del poeta. El hombre se relaciona con la naturaleza
hasta conseguir una integración perfecta, una unidad artística, a decir del crítico francés
Roland Forgues: “Tal vez uno de los logros más patentes de la poesía de Hildebrando Pérez
consista en el hecho de que, mediante la unión entre el hombre y el medio natural, el poeta
ha conseguido darles trascendencia a los sucesos más triviales de la realidad concreta.”
También es notable el impulso lúdico que se impregna entre líneas, el cual, por cierto, se
erige en un común denominador de los textos de Pérez, a modo de un ludismo crítico que
desafía la rigidez de la expresión convencional. [17] He ahí el fundamento de la resistencia
desde el lenguaje como una conciencia metapoética, eminentemente autocrítica, que se
plasma a través de una escritura que se problematiza ella misma. [18] Entonces, inferimos
que violentar el lenguaje es, en la poesía de Hildebrando Pérez, la belleza de lo esencial
aconteciendo.
Ciertamente, si hay una premisa que define de modo concreto lo que aquí hemos
convenido en llamar resistencia, ya sea desde la conciencia social o el lenguaje, es la
siguiente: la palabra poética para significar, para proveerse de un sentido trascendente,
sensible, único en su performance, tiene que combatir con su propia competencia para
expresar, con el silencio que la asedia, con otras palabras dentro y fuera de esa tierra
liberada que es la hoja en blanco.
NOTAS
1. Todas las referencias poéticas que analizaremos serán extraídas de la más reciente
publicación, a cargo de Hipocampo editores (Lima, 2007). Al final de cada poema citado se
indicará el número de página.
2. El poeta, sustenta Pérez, “[t]iene un compromiso con su lengua: enriquecerla, preservarla.
Puede utilizar un formato tradicional culto o popular, rescatando las canciones
pueblerinas por ejemplo, o bien explorar nuevas formas poéticas alucinantes inclusive,
pero su discurso debe ser el de un ser que evidencia el tiempo, la historia que le ha tocado
compartir con sus semejantes, más allá de prejuicios, dogmas y ortodoxias”.
3. Escribe Ramos: “Componer un poema desde rasgos andinos –en tanto que canción, fiesta
o encuentro colectivo– acerca el texto a la evocación perpetua de una tradición antigua; el
verso al igual que el campo parece ser sencillo, frágil, solitario, pero además organizado y
estéticamente limpio.”
4. Otra imagen-puente entre Pérez y Arguedas es la del poeta viajero que asume el
desplazamiento entre los pueblos como un acto que garantiza la síntesis y la vigencia de la
cultura andina al interiorizar, en cada lugar, “un ritmo, una melodía y una simbología”.
Asimismo, otro gran paradigma estético e ideológico presente en la poética de Pérez es
21
César Vallejo. Baste citar este sencillo, pero ilustrativo ejemplo: “Quiero escribir:/ Me sale
el puma”, en el que, recreando el conocido verso vallejiano del poema “Intensidad y altura”
(quiero escribir, pero me sale espuma), se apuesta por una escritura instintiva, animal, que
muerde las palabras, las hiere para que signifiquen. No obstante, el poeta-animal-cazador
se convierte también en la presa al estar asediado por la trampa del silencio.
5. El poeta aclara: “No sólo recreo el imaginario y el paisaje andino sino que, incluso, en esta
oportunidad, presto mi voz a quien no la tiene”.
6. Otros lugares evocados representan el espacio donde es posible “sembrar” la felicidad y
vivir de sus “frutos”. En el poema dedicado al bosque de Cushillococha leemos: “Oh
juventud, territorio encendido, ¿qué luz, qué voz, qué rostro en la memoria/ no
guardamos? Aquí, lejos de la desesperación, levantaremos/ nuestra casa,/ y con el tiempo
crecerán mis hijos, el horizonte, la vida” (62). Son dos los territorios autónomos e
interdependientes, a la vez: por un lado, el territorio del cuerpo donde habitan los
recuerdos, la experiencias vividas. Así, el yo poético se reviste de la metáfora del recipiente
o de la estructura donde viene a parar toda significación posible. Y, por otro lado, el
territorio donde el cuerpo se despliega y edifica el horizonte soñado y los elementos que lo
componen.
7. Al tiempo, en su poder absoluto sobre todo aquello que dotamos de sentido, se le
interroga por el lugar ideal, garante de la dicha y de la justicia, desde una conciencia social
que resiste porque las carece y, en consecuencia, las anhela: “Oh tiempo que arañas
indesmayablemente/ los sueños, los ríos, y todas las criaturas de este mundo/ ¿dónde la
playa más justa, más hermosa que buscamos?”.
8. Reflexiona el poeta sobre su deuda con la musicóloga por haber hecho más fructífero su
aprendizaje en torno a las expresiones artísticas andinas e, incluso, a la literatura misma:
“La otra persona que atendió mis demandas, mis interrogantes sobre el destino del arte
popular, las fuentes y los horizontes del arte andino, fue la musicóloga y directora del coro
de la universidad, Rosa Alarco. Creo que nunca entenderé de veras qué lazos, qué vasos
comunicantes se tendieron entre ella y ese joven estudiante que le escuchaba,
deslumbrado, contar la vida de César Moro: sabes tú que yo leí a Moto, a Westphalen, a
Xavier Abril, en la pequeña pero selecta biblioteca de Rosita Alarco. Todos esos libros
están dedicados por ellos, fascinados por su belleza, por sus pasiones artísticas que ella no
se molestaba en ocultar. Quiero creer, pues, que detrás del hablante de los poemas de la
primera parte de mi libro están ellos, quiero decir, José María [Arguedas] y Rosita.”
9. El poeta cubano Raúl Hernández describió muy bien este principio: “Aguardiente es un
libro político. En esto corresponde a las luchas pasadas y actuales del pueblo peruano. En
él late, además de un peruanismo auténtico, un latinoamericanismo eficaz y un
internacionalismo convincente. Hallamos aquí la presencia de los luchadores peruanos y
de los héroes internacionalistas. Pero no solo es político el libro en la vertiente más
evidentemente combativa, sino en todo su color local, en su apego a las cosas, las gentes,
los paisajes y las expresiones populares de su país. Hildebrando Pérez no habla solo con
sus pensamientos, convicciones y preocupaciones, sino fundamentalmente a través de las
imágenes de la tierra. Esto indica un cúmulo de tradición humanista y revolucionaria capaz
de nutrir anchamente las corrientes poéticas.”
10. El desplazamiento de la voz poética no simboliza un tipo de errancia, de movimiento sin
norte. Es, más bien, un desplazamiento direccionado por una convicción, por un ideal
basado en la identificación y reivindicación con el desposeído, con el marginal. En el
“Cantar de Hildebrando” el poeta nos dice: “Y marchamos/ a la intemperie, cara al sol,
sorteando/ halagos, emboscadas, amarillentas/ ilusiones que oscurecen el camino./ La luz
de todo lo vivido nos envuelve/ como ahora y en forma victoriosa/ la invicta bandera de
los pobres.” Se “marcha” porque hay fe en el horizonte, en ese porvenir compensatorio,
justo, recíproco. Y la distancia que separa la posición actual desde donde se enuncia hasta
el horizonte es un camino provisto de hostilidad, de peligro constante. Marchar es caminar
22
ardiendo, esto es, iluminando la orfandad del otro al que se le debe el impulso, la
posibilidad de creer en algo y en alguien.
11. Los tres pares de palabras con los que se designa la herencia en los últimos versos del
poema no dejan de ser significativos. En estos se perfila un destino de convicción
pragmática en el que se da vida a los ideales. Por otro lado, el último par muestra
claramente el influjo del poeta sevillano Luis Cernuda, quien también adopta la metáfora
del fuego, del ardor, para ilustrar la mirada esencialista, vital, propia del ejercicio poético:
“Sueño no es lo que al poeta ocupa,/ Mas la verdad oculta, como el fuego/ Subyacente en la
tierra”.
12. La propuesta de Eielson data de 1954. Acaso el poema 10 que cierra el conjunto en
cuestión dialoga perfectamente con la resistencia del lenguaje de la poética de Pérez,
porque en él también se sospecha del signo, de su integridad para significar el paisaje que
busca describirse: “escribo algo/ algo todavía/ algo más aún/ añado palabras pájaros/
hojas secas viento/ borro palabras nuevamente/ borro pájaros hojas secas viento/ escribo
algo todavía/ vuelvo a añadir palabras/ palabras otra vez/ palabras aún/ además pájaros
hojas secas viento/ borro palabras nuevamente/ borro pájaros hojas secas viento/ borro
todo por fin/ no escribo nada”. Como se puede apreciar, estos versos pretenden fijar el
momento preciso de la escritura puesta en acto. El empleo de frases como “escribo algo”,
“añado palabras”, “borro palabras nuevamente”, “escribo algo todavía”, “borro todo por
fin” describen la acción, aunque problematizándola, instaurando la tensión entre el hecho
tangencial de la representación y el silencio que la asedia. De esta manera, los referentes
que por añadidura referencial sobrevienen al discurso (pájaros, hojas secas, viento) se
someten a la dinámica deconstructiva escribir-añadir-borrar. Esta dinámica instaura, por
otro lado, dos modos de entender la escritura poética: a) una escritura que se contempla a
sí misma, esto es, una “escritura de la escritura” que revela una conciencia metapoética; y
b) una escritura provista de un efecto de retorno, donde el texto acusa una realización
repetitiva.
13. En el poema “La escritura sagrada”, que forma parte del cuarto libro de Pérez reunido
titulado Canción y muerte de Hildebrando, notamos, con un tono más imperativo, la
demanda de una palabra que se proyecte en el poema para consumir e iluminar: “Pide la
palabra: es tu espejo. Tu aguardiente”. Citamos nuevamente a Eielson, cuyo poema
“Primavera en Villa Adriana”, perteneciente a Tema y variaciones (1950), posee una
evidente conexión con lo anterior. En él, la palabra transformacional anhela la combustión
de todo aquello que se impone sobre la vida saturándola de “ruidos” y generando su
dramática fijeza, su repliegue angustiante: “y si dijera una palabra/ tan sólo una palabra/
ardería el mundo entero”. Palabra génesis y, al mismo tiempo, palabra apocalíptica que
pretende contrarrestar el dominio del silencio y liberar al hombre de la realidad babélica
en la que se encuentra gracias al poder regenerador de sus llamas.
14. Pérez confirma nuestra sospecha: “Toda mi vida he escrito cíclicamente. Por oleadas. Y
ahora que hago un repaso de mi pequeño libro, debe ser porque más de una vez
conversando con Rosa Alarco, hablábamos de la eficacia de las “suites”, de una obra que se
estructura y levanta a partir de pequeñas estancias, variaciones sobre un mismo tema.
Como que el hablante de mis textos dice lo suyo desde diversas perspectivas. Acaso un
poema mío se defienda solo por la gracia divina, pero pienso o anhelo más bien que quien
habla en mis poemas lo dice todo en esas diversas estancias, momentos. Acaso eso le da
una textura más compleja, más rica, a cada serie de poemas, que, en verdad, es uno solo.”
15. Dos poemas que dialogan perfectamente con el citado anteriormente son “En la villa
Lenin, te recuerdo” y “Sol de Cuba”. En el primero, se conjuga la evocación al ser amado y
la conciencia social en una sola manifestación rica más aún en la paradoja que presenta:
“En la Villa Lenin de La Habana solidaria,/ libre soy como la tarde en que fui tu prisionero”.
En el segundo, la candela metaforiza el ardor como una sensación inherente al hombre y
que toca todo lo que está a su alcance. En suma, un ardor íntimo y colectivo, solidario y
23
periodo de poca actividad literaria. En 1962 publica cuatro textos en la revista Snob dirigida
por Salvador Elizondo y Emilio García Riera: Pequeña historia de un gran negocio, Historia y
ficción de un pequeño militar sarnoso, El general Bonaparte en Nizza y El incidente de
Maiquetía o Isaac salvado de las jaulas. En 1964 dicta un ciclo de conferencias sobre Valéry
Larbaud, Joseph Conrad y Marcel Proust, en la Universidad Nacional Autónoma de México y
en 1965 publica el libro Los trabajos perdidos.
En 1973 publica en España Summa de Maqroll el Gaviero (1947-1970), libro que reúne las
obras Primeros poemas, Los elementos del desastre, Los trabajos perdidos, Reseña de los
hospitales de ultramar y Recuento de ciertas visiones. En 1974 recibe el Premio Nacional de
las Letras de Colombia, primer reconocimiento importante a su obra. Se inicia en la novela
en 1978. En 1982 aparece Caravansary, libro de poemas publicado por el Fondo de Cultura
Económica. En 1984 publica Los emisarios también con el Fondo de Cultura Económica y en
1985, Editorial Cátedra publica Crónica vieja y alabanza del reino. En 1986 publica su
primera novela en torno a Maqroll el Gaviero, La nieve del Almirante, primer volumen de la
serie Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero. A partir de aquel momento empieza a
obtener un mayor reconocimiento así como numerosos premios importantes. En 1987
publica Ilona llega con la lluvia, segundo volumen de la saga. Recibe en México la Orden del
Águila Azteca. En 1988 se retira de la Columbia Pictures y se dedica por completo a la
literatura. Ese mismo año la Universidad del Valle le concede el grado de doctor honoris
causa en letras y el Gobierno de México le otorga el Premio Xavier Villaurrutia. En 1989
publica su novela Un bel morir tercera y última obra de la serie Empresas y tribulaciones de
Maqroll el Gaviero y Arango Editores publica La última escala del Tramp Steamer. Francia le
otorga el premio Médicis Étranger por las novelas La nieve del Almirante e Ilona llega con la
lluvia, así como la Orden de las Artes y las Letras en el grado de Caballero. En 1990 se edita
en Colombia y España simultáneamente la novela Amirbar. Aparece un nuevo volumen de la
serie Empresas y Tribulaciones: Abdul Basuhr, soñador de navíos. La Universidad de
Antioquia le concede el grado de doctor honoris causa en literatura y el Gobierno de
Colombia le otorga la Cruz de Boyacá. Por último en el año 1997 fue galardonado con el
Premio Príncipe de Asturias en España, y en 2001 se hizo con el máximo reconocimiento de
las letras castellanas, el Premio Cervantes.
II | Los elementos del desastre es el segundo libro de Álvaro Mutis, publicado en la ciudad
de Buenos Aires en el año de 1953 por Editorial Losada. Es un libro compuesto por doce
poemas de los cuales se mantienen cinco de los seis que componían su libro anterior, La
balanza, publicado en 1948: El miedo, Una palabra, Oración de Maqroll, Nocturno y 204. En
cuanto a la forma se puede apreciar una consistente amalgama de recursos poéticos y
narrativos como el verso libre, la prosa y la prosa poética, algo que llama la atención, pues
aunque es un libro de poemas encontramos que varios pasajes e incluso poemas completos
presentan un lenguaje narrativo propio de la prosa que en principio, puede hacernos dudar
sobre si en verdad son poemas, o si mas bien son pequeños relatos en los cuales el poeta
intercala pasajes poéticos con fines expresivos, anulando el tiempo, creando así una forma
original de tratar y plasmar los diversos temas y situaciones; recordemos que este es su
segundo libro y que es aquí donde el autor empieza a fundar lo que se puede llamar su estilo
propio.
Puesto que los elementos del desastre además de ser uno de los catorce poemas que
componen el libro es también el nombre que le da título, cabría suponer que cada poema
constituye un elemento del desastre en sí mismo, pero ¿de qué manera?... pues bien,
debemos tener en cuenta que en este libro el desastre se presenta de diferentes maneras:
como seres determinados cuyo destino se encuentra ligado de una u otra forma al desastre;
como simples lugares o moradas donde puede encontrarse, en los cuales los individuos solo
cuentan para sostener la representación de la derrota humana; como una calurosa
cotidianidad de pueblos y ciudades de la región andina colombiana o, sencillamente, como
26
herencia histórica, como una sombra. En todas ellas el desastre guarda una fuerte relación
con el miedo -uno de los poemas incluso lleva por nombre “El miedo”- la cual puede ser
comprendida desde la explicación factible del miedo como una drástica condición humana
que implanta en el sujeto limites pre-establecidos por su propia cultura a cualquier nivel:
moral, social, psicológico, etc, y que tiene la particularidad de presentar la posibilidad del
desastre como algo latente, imponiéndolo a toda costa; pero lo que se impone no es la
posibilidad sino el pasmo sucesivo, la parálisis, que paulatinamente crea comportamientos,
formas de ver el mundo e incluso sociedades convencionales en apariencia cuya lógica
fundamental está relacionada con el miedo.
Es interesante cómo para el autor los hoteles son considerados lugares donde la
cotidianidad y el hastío moldean formas tangibles de la miseria humana. Tal es el caso de
“204”, donde a partir de un motivo: “escucha escucha escucha” (Los elementos del desastre.
Buenos Aires: Losada, 1953) que se reitera a lo largo de todo el poema, logra adentrarnos, de
una forma narrada con algunos destellos poéticos, en una escena matutina de hotel, cuya
protagonista, “la incansable viajera del 204”, es la interesante metáfora del eterno retorno
con que da inicio a la segunda parte del poema, en la cual, el retorno muta ligeramente y de
cuya trayectoria en sentido inverso se deriva la peste y el estancamiento como una lenta
particularidad cambiante -orinales que transmutan en hoteles-; el retorno: ciclo de
degradación y caos que se plasma en el grito que recorre los pasillos, “el grito del 204,
¡Señor, señor, porque me has abandonado!”:
De la ortiga al granizo
del granizo al terciopelo
del terciopelo a los orinales
de los orinales al rio
del rio a las amargas algas
de las algas amargas a la ortiga
de la ortiga al granizo
del granizo al terciopelo
del terciopelo al hotel
En los elementos del desastre, el cuarto poema del libro, encontramos la interesante
coincidencia de que la primera parte alude nuevamente a los hoteles. Esta vez, un cuarto de
hotel en tierras cálidas nos revela lo que el autor denomina “proféticos tesoros”: rápida
secuencia cinematográfica de imágenes: militar extravagante-cadáver de rey muerto en el
coche-mujer desnuda-dibujos obscenos, tras el pálido orín de la ventanas:
Una pieza de hotel ocupada por distracción o prisa, cuán pronto nos revela sus proféticos
tesoros. El arrogante granadero, bersagliere funambulesco, el rey muerto por los
terroristas, cuyo cadáver despernancado en el coche, se mancha precipitadamente de
sangre, el desnudo tentador de senos argivos y caderas 1900, la libreta de apuntes y los
dibujos obscenos que olvidara un agente viajero. Una pieza de hotel en tierras de calor y
vegetales de tierno tronco y hojas de plateada pelusa, esconde su cosecha siempre
renovada tras el pálido orín de las ventanas.
De este poema puede decirse además que no es un poema fácil en el sentido en que una
primera lectura puede no ser suficiente para comprender el verdadero sentido, o lo que
significa el desastre para el poeta; valga mencionar que las doce piezas o partes que lo
componen no reflejan relación o conexión evidente entre sí. Pues bien, uno de los aspectos
más interesantes de este poema es la relación que se da entre la cotidianidad y el desastre;
algunas de las escenas se construyen a partir de simples situaciones o acontecimientos de la
cotidianidad propia de ciudades y pueblos de la región andina colombiana, departamentos
27
como Tolima, Quindío, Caldas, Risaralda (la denominada zona cafetera), Valle del Cauca y
Antioquia: pasada la medianoche, alguien se deja llevar por la música que produce una
vitrola; la ruda descripción de una mujer que es divisada desde un tren; hombres recostados
sobre bultos de café y mercancías recordando viejas historias de mujeres y crímenes; el
trapiche cuando se detiene. La cotidianidad en estas escenas es determinada por sus
protagonistas quienes nunca advierten que tan solo su presencia o su simple interacción
bastan para desencadenar una única realidad de hastío sin escapatoria cuyo único sustento
no es otro que la lucha por la supervivencia en todas sus manifestaciones y que constituye
básicamente una cotidianidad de día a día tan masiva que todo el lenguaje se ve volcado a
ella: al tren que viaja entre dos estaciones anónimas, a los camiones que cruzan veloces el
pueblo, al torpe lenguaje melancólico de la mujer que se divisa desde el tren; imágenes que
en la voz del poeta adquieren la intensidad que requiere plasmar algo tan sutil y a la vez tan
complejo como es esta cotidianidad del trópico, no exenta de una gran belleza, que
contamina todo el paisaje de desgaste y hastío y que puede mutar casi imperceptiblemente
de una forma en otra partiendo todo el tiempo de la propia percepción del individuo: el
trapiche detenido en recolectora de café, o el torpe silencio de los hombres que cesan el
recuento de viejas historias, en trenes que viajan de una estación a otra; a una velocidad tan
lenta que casi no puede ser percibida.
De igual manera es importante tener en cuenta la ubicación geográfica, el lugar donde
transcurren los diferentes momentos o episodios del poema: el trópico; en este caso un
trópico de cafetales y trapiches, de pueblos de tierra caliente y paisajes típicos de la zona
andina colombiana, así como de mar y selva. Es como si para el autor y, en particular, el
clima caliente, constituyera uno de los aspectos esenciales del poema; una presencia
constante en la cual se encuentran inmersas las escenas, haciéndolas aun más intensas y
saturando el poema de un indescriptible desgaste o estado en descomposición constante,
que seguramente suscitan estas tierras en el poeta; recordemos que es su tierra, la tierra de
sus más preciados recuerdos y donde también encuentra su origen el poema.
Para finalizar, es en este libro donde aparece por vez primera uno de los personajes más
interesantes e insólitos de la literatura en lengua española; hablamos de Maqroll el Gaviero,
el personaje principal del tercer poema del libro, Hastío de los peces. Aquí, evocando sus días
como vigilante de trasatlánticos en un remoto puerto del caribe, nos narra algunas
anécdotas. Cuenta el gaviero que parte de su trabajo consistía en descubrir obscuros lugares
de los barcos donde se concentra el terror y la degradación, cuando los turistas salen en
busca de un poco de tierra firme; lugares donde pudiera esconderse la mariposa que vaticina
el hambre o el albatros que anuncia la más vasta miseria. Pues bien, es sobre el viejo Maqroll
que recae la difícil tarea de limpiar, de exorcizar; es el quien conjura todos aquellos lugares
con rituales como la limpieza de los ojos de buey descrita en uno de los pasajes… sin duda
alguna, un oficio más próximo a la magia y a lo desconocido que a la simple vigilancia de
barcos, y quien luego, tras la breve narración, pronuncia su oración, la cual constituye el
siguiente poema “Oración de Maqroll” que según el autor no se encuentra completa y que
además es recomendable como “antídoto eficaz contra la incredulidad y la dicha
inmotivada”.
1
Una pieza ocupada por distracción o prisa, cuán pronto nos revela sus proféticos tesoros. El
arrogante granadero, “bersagliere” funambulesco, el rey muerto por los terroristas, cuyo
cadáver despernancado en el coche, se mancha precipitadamente de sangre, el desnudo
tentador de senos argivos y caderas 1900, la libreta de apuntes y los dibujos obscenos que
olvidara un agente viajero. Una pieza de hotel en tierras de calor y vegetales de tierno tronco
28
y hojas de plateada pelusa, esconde su cosecha siempre renovada tras el pálido orín de las
ventanas.
2
No espera a que estemos completamente despiertos. Entre el ruido de dos camiones que
cruzan veloces el pueblo, pasada la medianoche, fluye la música lejana de una humilde
vitrola que lenta e insistente nos lleva hasta los años de imprevistos sudores y agrio aliento,
al tiempo de los baños de todo el día en el río torrentoso y helado que corre entre el alto
muro de los montes. De repente calla la música para dejar únicamente el bordoneo de un
grueso y tibio insecto que se debate en su ronca agonía, hasta cuando el alba lo derriba de
un golpe traicionero.
3
Nada ofrece de particular su cuerpo. Ni siquiera la esperanza de una vaga armonía que nos
sorprenda cuando llegue la hora de desnudarse. En su cara, su semblante de anchos
pómulos, grandes ojos oscuros y acuosos, la boca enorme brotada como la carne de un fruto
en descomposición, su melancólico y torpe lenguaje, su frente estrecha limitada por la
pelambre salvaje que se desparrama como maldición de soldado. Nada más que su rostro
advertido de pronto
desde el tren que viaja entre dos estaciones anónimas, cuando bajaba hacia el cafetal para
hacer su limpieza matutina.
4
Los guerreros, hermano, los guerreros cruzan países y climas con el rostro ensangrentado y
polvoso y el rígido ademán que los precipita a la muerte. Los guerreros esperados por años y
cuya cabalgata furiosa nos arroja a la medianoche del lecho, para divisar a lo lejos el brillo
de sus arreos que se pierde allá, más abajo de las estrellas.
Los guerreros, hermano, los guerreros del sueño que te dije.
5
El zumbido de una charla de hombres que descansaban sobre los bultos de café y
mercancías, su poderosa risa al evocar mujeres poseídas hace años, el recuento minucioso y
pausado de extraños accidentes y crímenes memorables, el torpe silencio que se extendía
sobre las voces, como un tapete gris de hastío, como un manoseado territorio de
aventura…todo ello fue causa de una vigilia inolvidable.
6
La hiel de los terneros que macula los blancos tendones palpitantes del alba.
7
Un hidroavión de juguete tallado en blanda y pálida madera sin peso, baja por el ancho río
de corriente tranquila, barrosa. Ni se mece siquiera, conservando esa gracia blanca y sólida
que adquieren los aviones al llegar a las grandes selvas tropicales. Que vasto silencio impone
su terso navegar sin estela. Va sin miedo a morir entre la marejada rencorosa de un océano
de aguas frías y violentas.
8
Me refiero a los ataúdes, a su penetrante aroma de pino verde trabajado con prisa, a su carga
de esencias en blanda y lechosa descomposición, a los estampidos de la madera fresca que
sorprenden la noche de las bóvedas como disparos de cazador ebrio.
9
29
10
Afuera, al vasto mar lo mece el vuelo de un pájaro dormido en la hueca inmensidad del aire.
Un ave de alas recortadas y seguras, oscuras y augurales, el pico cerrado y firme, cuenta los
años que vienen como una gris marea pegajosa y violenta.
11
Por encima de la roja nube que se cierne sobre la ciudad nocturna, por encima del afanoso
ruido de quienes buscan su lecho, pasa un pueblo de bestias libres en vuelo silencioso y
fácil.
En sus rosadas gargantas reposa el grito definitivo y certero. El silencio ciego de los que
descansan sube hasta tan alto.
12
Hay que sorprender la reposada energía de los grandes ríos de aguas pardas que reparten su
elemento en las cenagosas extensiones de la selva, en donde se crían los peces más voraces y
las más mansas y blandas serpientes. Allí se desnuda un pueblo de altas hembras de espalda
sedosa y dientes separados y firmes con los cuales muerden la dura roca del día.
menos do que o sagrado e inalienável direito que todos temos de tentar, e seguir tentando,
qualquer que seja o resultado.
Quem nunca experimentou, e “portanto” não sabe se sabe fazer poesia, fatalmente
recorrerá, na primeira tentativa, a um vocabulário impreciso, sintaxe desgovernada e negli-
gente, linguagem falsamente “elevada”, uma enfiada de clichês pretensamente “profundos”,
nenhuma noção de ritmo, tudo muito prolixo, redundante, nenhum esforço no rumo da
concisão e da originalidade, simples memória involuntária de leituras mal assimiladas. Mas
como farão o leigo e o próprio aspirante a poeta para distinguir entre a tentativa bisonha,
tão bisonha quanto a do pianista da anedota, e um poema verdadeiro? Nada fácil, sem
dúvida; a confusão é praticamente inevitável. O caminho possível é, primeiro, convencer-se
de que ninguém nasce sabendo fazer poesia e que, portanto, não é mera questão de
experimentar. Segundo, é preciso assumir com humildade o propósito de aprender os
fundamentos do ofício – lendo, lendo muito, lendo muita poesia, mas com olhos e ouvidos
atentos, espírito crítico, e não apenas para se deleitar e depois imitar, servilmente, a
aparência do que tiver sido mal assimilado.
Será um fardo pesadíssimo, não há dúvida, e a advertência de Auden vale para o poeta, o
músico, o pintor, o escultor e tantos outros praticantes de atividades similares, outrora
conhecidas como “belas artes”. Ao contrário, porém, do que se passa com o praticante da
maior parte das demais artes e ofícios, o aprendiz de poesia não estará apto a desempenhar
satisfatoriamente a sua arte se se limitar a aprender o que houver de mais avançado na área,
as técnicas mais atuais, desobrigando-se de tomar conhecimento das etapas anteriores,
irremediavelmente “ultrapassadas”. Para além ou aquém do que possa haver de obsoleto na
poesia de outras épocas, os fundamentos da velha arte continuam a ser essencialmente os
mesmos, o que em parte justifica o apaixonado exagero de um Leopardi, para quem “tudo se
aperfeiçoou de Homero em diante, mas não a poesia”.
Que necessidade terá o arquiteto, hoje, movido por um mínimo de espírito prático, de
insistir na régua de cálculo e na prancheta, quando um bom software coloca à sua dispo-
sição, na telinha de cristal líquido, automaticamente, tudo de que ele precisa? Assim tam-
bém, o moderno marceneiro, disposto a fazer uma boa cadeira, não perderá tempo apren-
dendo primeiro as técnicas rudimentares do artesão medieval, por exemplo, e em seguida,
passo a passo, as dos seus sucessores. Ele não só pode como deve ir diretamente aos apare-
lhos, às ferramentas e aos utensílios, mais novos e eficientes que uma oficina bem equipada
lhe ofereça. Mas o caminho será outro se, em vez de fabricar uma honesta cadeira onde
pessoas se sentem, ele se empenhar em criar, em madeira, uma obra de arte, destinada não a
abrigar traseiros mas à contemplação dos apreciadores. Sim, já se vê, tomada essa decisão,
nosso amigo abandonará a utilíssima seara da marcenaria, para adentrar por sua conta e
risco o misterioso, incerto e inútil reino da escultura – tão inútil, incerto e misterioso quanto
o da poesia. Sua tarefa será, então, similar à do poeta em potencial, obrigado a conhecer, e
de um modo ou de outro a experimentar (agora sim), a arte de seus antecessores, não para
retroagir nem para imitar algum obsoleto estilo de época, mas para extrair, do amplo e
variado repertório tradicional, os recursos ainda válidos, necessários à expressão do seu
intento genuíno e singular.
A razão é paradoxal: o intento do poeta só será genuíno e verdadeiramente singular se ele
estiver firmemente atado, ao mesmo tempo, ao presente e ao passado, à realidade imediata e
à tradição. Leopardi talvez tivesse pretendido dizer que os avanços tecnológicos, com base
nos quais “tudo se aperfeiçoou de Homero em diante”, são bem-vindos e indispensáveis para
uma quantidade inumerável de afazeres e ofícios, no âmbito dos quais só o último avanço de
fato interessa; mas não assim com a poesia, em cujo âmbito, a cada momento, é necessário
reaprender tudo de novo (Caeiro: aprender a desaprender), para poder avançar.
Aprender, desaprender, reaprender... Se fosse só uma questão de “experimentar”, que
necessidade teria o poeta de se preparar ou de aprender seja o que for? Conhecer bem a
tradição? À quoi bon?!, perguntaria M. Jourdain. Não sabemos todos que tradicional é o que
32
está condenado à obsolescência, devendo ser, mais cedo ou mais tarde, inapelavelmente
descartado? Então, melhor descartá-lo in limine e começar logo a experimentar. Quanto ao
perigo que seria, para o principiante, vir a ser influenciado por um desses poetas antigos, ça
va sans dire, sentenciaria o afrancesado Conselheiro Acácio. No nosso tempo não é raro o
poeta que se recusa a ler poesia, para não tolher a manifestação de sua personalidade, única
e intransferível, e outras fantasias com que todos têm, sem dúvida, o legítimo direito de so-
nhar. Quando não, a autoestima do aspirante e o honesto afeto que as pessoas lhe dediquem
se incumbirão de confundir as coisas.
Tendo experimentado, e reconhecido o fracasso, o candidato a pianista tratará de
procurar uma escola de música ou um conservatório, onde alguém mais experiente lhe en-
sine a identificar as notas e o convença a se dedicar, por largo tempo, a solfejar uns exer-
cícios variados, muito monótonos, associando-os a noções práticas de compasso, cadência,
ritmo e por aí vai. Ao longo do processo, marcado por crescente complexidade, o candidato a
concertista irá adquirindo, aos poucos, a necessária familiaridade com o instrumento e seus
recursos. Só depois, às vezes muito depois, às vezes nunca (muitos desistem no meio do
caminho), começará a tocar.
Haverá aprendizado equivalente se o caso for “fazer poesia”? Sim e não. Não, se o
candidato esperar que alguém lhe ensine, primeiro, a dominar o instrumento para só depois
executá-lo. Não há escola que seja capaz disso, razão pela qual o esplêndido currículo
imaginado por Auden é terrivelmente irônico. Mas sim, se entender que seu instrumento é a
própria língua e, para utilizá-la como tal, ser falante nativo ou ter sido alfabetizado não
bastam. E de nada lhe valerá decorar um bom dicionário ou empanturrar-se de gramática.
Isso poderá, quem sabe, despertar seu interesse pela filologia, mas não lhe dará o preparo
adequado para praticar a arte dos aedos com um mínimo de proficiência.
O pianista está para a arte da música assim como o rapsodo, na Grécia antiga, está para o
aedo: é só o intérprete ou executante de composições criadas por outrem. Tal é caso do
festejado Íon, ganhador de prêmios, graças à habilidade que desenvolveu de declamar
Homero. Sócrates, no diálogo famoso conservado por Platão, leva Íon a perceber que sua
inspirada capacidade declamatória não é apenas uma técnica, que ele poderia aplicar a
qualquer poeta, mas depende da sua profunda compreensão da arte e dos sentidos dos poe-
mas homéricos. Sócrates assevera que “inspiração” é um dom, concedido pelos deuses aos
aedos, e destes transmitido indiretamente aos rapsodos. “Ninguém será um rapsodo”, o filó-
sofo explica a seu amigo Íon, “se não compreender o que diz o poeta. O rapsodo deve in-
terpretar a mente do poeta para os ouvintes, mas como poderá fazê-lo, e fazê-lo bem, se não
souber o que este pretende?”.
A tradição que a partir daí se desenrola, ao mesmo tempo em que põe ênfase no mito da
“inspiração” (maneira metafórica de dizer, que falseia a importância decisiva de
compreender, aprender e, sobretudo, exercitar-se – tarefas humanas que têm pouco a ver
com inspiração), vai aos poucos se desfazendo da distinção entre rapsodo e aedo. O primeiro
é substituído pelo ator, que continua a subir ao palco, para encantar a plateia com suas ins-
piradas encenações; o outro passa a se chamar vate (o que vaticina), bardo (o que canta),
trovador (o que encontra) e finalmente poeta (o que faz), para continuar a ser o que sempre
foi: criador de arte e sentido, por meio de palavras. Mas a lição socrática prevalece: o can-
didato a poeta deverá, à semelhança de Íon, adquirir a melhor compreensão possível da arte
dos poetas que o antecederam, não para aprender a declamar com persuasão, mas para
assimilar os fundamentos da arte poética – similares àqueles que o candidato a pianista ad-
quirirá, nos seus exercícios de solfejo e compasso.
Ao se aproximar pela primeira vez da poesia, para experimentar, para saber se está apto
ou não a praticá-la, o poeta em potencial deverá ter em mente que todo poema, além de
abrigar sentidos (pensamentos, sentimentos etc.), que o situam no plano do inteligível, é
constituído também de qualidade acústica, massas sonoras, voz audível, ritmos – materia-
lidade sensível, portanto. Será esse, talvez, o derradeiro vestígio do legado transmitido pelo
33
rapsodo aos poetas. Wallace Stevens o diz, com simplicidade: “Acima de tudo, poesia é
palavras; e palavras são, em poesia, acima de tudo sons”. E Dylan Thomas o confirma: “Os
primeiros poemas de que tive conhecimento foram as canções de ninar e, antes que pudesse
lê-las por mim, já me apaixonara pelas palavras, as palavras em si. O que elas representavam
ou simbolizavam ou queriam dizer era de importância secundária. O que importava era o
som delas, enquanto as ouvia pela primeira vez, produzidas pelos lábios dos adultos
distantes”.
Bem antes disso, Paul Verlaine já o decretara, em seu emblema famoso: “De la musique
avant toute chose”, verdade defensável, desde que não se tome a frase ao pé da letra.
“Música”, no caso, quer dizer apenas matéria acústica, estrato sonoro, cujo aliciamento
precede a percepção dos significados, como explica Dylan Thomas; mas não quer dizer
“música” em sentido lato, ou “melodia”, que já remete a outra arte, paralela, que pode
perfeitamente prescindir das palavras enquanto portadoras de sentido, subsistindo por si
própria, ainda que os versos e a canção tenham nascido juntos. Não é o que Verlaine teria
em mente, na teoria e na prática.
Não é, também, o que conta quando o candidato a poeta se aproxima da poesia pela
primeira vez, para experimentá-la. O que conta é fazê-lo ciente de que, aí, a apreensão dos
sons antecede o entendimento dos significados, mas para vir a formar com estes, logo em
seguida, uma unidade indissolúvel: o que o poema quer dizer já começa a ser dito pelo
encadeamento das sonoridades, antes que nos demos conta da camada semântica. Quando o
movimento de percepção se perfizer, já não será mais possível separar uma coisa da outra,
não do mesmo modo como podemos vocalizar uma melodia qualquer (música propriamente
dita), mesmo que não nos lembremos da letra, e isso ainda será uma arte válida em si. Já
uma fieira de palavras, separadas dos sons que as acompanham e reduzidas a seus significa-
dos, deixará de ser um poema, será só uma paráfrase.
Além disso, pensando ainda na frase lapidar de Verlaine, “música” tende a se associar,
para quase todos nós, a acordes e cadências suaves, melodia harmoniosa, mas nem sempre é
assim. O poeta, sobretudo o moderno, muitas vezes recorre a sonoridades ásperas,
dissonâncias, ritmos duros, compassos truncados, nada harmoniosos – “música” de outra
espécie, que não pretende adular os ouvidos do leitor, mas mantê-los em estado de alerta,
como queria João Cabral, para que nenhum sentido escape.
Tudo isso é muito controvertido, sem dúvida, e tentar desfazer os nós dos fios aí suben-
tendidos nos levaria para muito longe. Sugiro então voltar, já agora para concluir, àquele
momento privilegiado em que o poeta em potencial decide ensaiar seus primeiros exercícios.
Digamos que algum talento ou dom inato ou até mesmo a “inspiração divina”, da metafórica
linguagem platônica, sempre conta, de um modo ou de outro, ainda que não sejamos
capazes de defini-lo. Mas até hoje, que se saiba, ninguém chegou a negar essa espécie de
verdade revelada, e isso explica a persistência do mito. Mas ninguém foi capaz, também, de
negar que o aprendizado é decisivo, imprescindível. E o poeta aprenderá não antes de fazer
(o que talvez leve alguns a invejar o pianista da anedota), mas simplesmente fazendo. E, se
for tangido pelo genuíno propósito de compreender o que faz, seguirá aprendendo, vida
afora.
Carlos Felipe Moisés (Brasil, 1942). Poeta, tradutor e ensaísta. Capítulo do livro Frente &
verso: sobre poesia e poética, a sair em 2013. Contato: carlos_moises@uol.com.br. Página
ilustrada com obras de Silvia Westphalen (Peru), artista convidada desta edição de ARC.
34
ello la conducta del creador del ejército rojo y la del surrealismo se mantuvo dentro de un
nivel de mutuo respeto. Ese respeto y la necesidad de encarar los retos que tanto el
estalinismo como el fascismo y el nazismo presentaban en su momento, los llevó a redactar
un manifiesto Por un arte revolucionario independiente donde se defendía la absoluta
libertad del artista para crear sin las coacciones de los poderes establecidos. Ese manifiesto
quedó como un ejemplo de la historia intelectual de una época convulsa y a punto de ser
engullida en otra guerra mundial.
El libro de Fabienne Bradu representa una labor investigativa de importancia para la
historia intelectual de esa época y del surrealismo en particular. En el mismo se reproducen
textos de conferencias que Breton dictara en diversas instituciones y que no son fáciles de
encontrar. Todo esto y mucho más convierte a André Breton en México (Fondo de Cultura
Económica, Colección “Vida y Pensamiento de México”, 2012) en un libro de lectura
aconsejable.
Carlos M. Luis (Cuba, 1932). Poeta, ensayista y artista plástico. Ha dirigido en su país al
Museo Cubano. Son libros suyos de ensayo: Tránsito de la mirada (1991) y El oficio de la
mirada (1998). Esta reseña fue originalmente publicada en El Nuevo Herald, “Artes y Letras”.
Miami, 13/10/2012. Contacto: karmaluis1@bellsouth.net. Página ilustrada con obras de
Silvia Westphalen (Peru), artista invitada de esta edición de ARC.
36
Este definitivo enunciado –lapidario como axioma, clásico como un aforismo, conclusivo
como un apotegma–, irrebatible desde su punto de vista contra la sociedad burguesa o mejor
el burgués de su época, se encuentra a lo largo y ancho de su Correspondance (los más de
veinte volúmenes publicados por Louis Conard, París, se leen con inquietud intelectual y vivo
placer textual): cache ta vie, esconde tu vida.
Hablamos de la correspondencia del primer escritor narrador moderno, Gustave Flaubert,
significativa, como lo muestra Mario Vargas Llosa en “La orgía perpetua – Flaubert y Madame
Bovary” [1] –y en otros contextos culturales, los estudios y análisis discursivos y textuales
sobre el autor francés [2] – en cuanto a una epistemología flaubertiana y una estética
narrativa (S. Schiamo Bennis, 2004). Ello, en relación al trabajo del narrador (“Le public ne
doit rien savoir de nous” (…). “Oui, c’est une étrange chose que la plume d’un côté et
l’individu de l’autre” (…); “sujet, personnage, effet, etc., tout est hors de moi”: El público
nada debe saber de nosotros; Sí, es cosa extraña que la pluma vaya de un lado y el individuo
del otro; tema, personaje, efecto, etc., todo está fuera de mi); campo y estrategias discursivas
(“Que ne peut-on vivre dans une tour d’ivoire! Et dire que le fond de tout cela, c’est
malheureusement argent, ce bienhereux métal argent, maître du monde!”(…). “Réfléchis,
réfléchis avant d’écrire. Tout dépend de la conception. C’est axiome du grand Goethe est le
plus simple et le plus merveilleux résumé et precept de toutes les oeuvres d’art possibles”:
Poder vivir en una torre de marfil! Y decir que en el fondo de todo esto se trata
desafortunadamente de dinero, este feliz metal plata, dueño del mundo! Reflexiona,
reflexiona antes de escribir. Todo depende de la concepción. Este axioma del gran Goethe es
el más sencillo y el más maravilloso resumen y precepto de todas las obras de arte posibles):
narrador, campo y estructuras narrativas, en ruptura con los de un Honoré de Balzac o un
Víctor Hugo, mundos posibles y obras abiertas constitutivas precisamente de la novela y la
escritura modernas. [3]
Asimismo en lo referente al saber del narrador a nivel del ‘relato’ en cada una de las
novelas: Madame Bovary, no se escribe como Salammbô ni ésta como La tentation de Saint-
Antoine ni tampoco como la inconclusa, a la muerte de Flaubert en 1880, Bouvard et
Pécuchet: “L’épistémologie flaubertienne se situerait à mi-chemin des Dialogues
philosophiques d’Ernest Renan et des chroniques d’Anatole France recueillies dans Le Jardin
d’Épicure. Elle n’en dénote pas moins de la part de Flaubert une formidable lecon de choses,
une mise en mouvement de l’ignorance relative du savoir, posant, au-delà du trouble
ontologique, le drame moderne de la connaissance”. [4] Como también a la visión crítica de
sus contemporáneos, inscritos histórica y socialmente en la Bêtise o Idiotez, con mayúscula:
“La haine du Bourgeois est le commencement de la vertu” (El odio hacia o por el Burgués es
el comienzo de la virtud), escribe Flaubert una y otra vez. La Bêtise o Idiotez en el mundo
moderno industrial y capitalista o sociedad de los épiciers, tenderos y comerciantes (nuestro
José Asunción Silva habría sido de manera paradójica uno de ellos, pero en permanente
déficit y arrastrando deudas hasta su muerte). Nuestro escritor llegaría a firmar su
correspondencia: Gustavus Flaubertus, Bourgeoisophobus.
37
Este esconde tu vida (y dicho de otra manera explícita: “Si tu cherches à plaire, te voilà
déchu”: Si buscas gustar, te encontrarás decepcionado, reiterado por Gustave a Louise Colet
en tanto poeta y amante) provenía de la edad griega tardía, en la voz de Epicteto: filósofo
estoico nacido en la esclavitud hacia el 55 d. C. en Hierápolis, Frigia, en los extremos
orientales del Imperio romano. A su esconde tu vida, Flaubert recordaba un segundo axioma
de la misma cosecha: Abstente!
La invitación del siempre vigente pensador griego es una propuesta sugestiva, simbólica y
radical sobre la vida interior:
“Lo que importa en realidad –afirma el estoico— es quiénes somos en nuestro interior y
en qué tipo de persona nos estamos convirtiendo”. [5]
“Le public ne doit rien savoir de nous. Qu’il ne s’amuse pas de nos yeux, de nos cheveux,
de nos amours (…). C’est assez de notre coeur que nous lui délayons dans l’encre sans
qu’il s’en doute. Les prostitutions personnelles en art me révoltent”, 1852: El público no
debe saber nada de nosotros. Que no se divierta de nuestros ojos, nuestros cabellos,
nuestros amores. Es ya bastante de nuestro corazón desleído en tinta sin que caiga en
cuenta, las prostituciones personales en arte me asquean). [6]
“L’auteur, dans son oeuvre, doit être comme Dieu dans l’univers, présent par tout, et
visible nulle part. L’art étant une seconde nature, le créateur de cette nature-là doit agir
par des procédés analogues. Que l’on sente dans tous les atomes, à tous les aspects, une
impassibilité cachée et infinite. L’effet pour le spectateur, doit être une espece
d’ébahissement”: el autor, en su obra, debe ser como Dios en el universo, presente en
todo lugar, pero no visible en ningún lugar. Siendo el arte una segunda naturaleza, el
creador de esta naturaleza debe actuar por procedimientos análogos. Que se perciba en
todos los átomos, en todos los aspectos, una impasibilidad escondida e infinita. El efecto
para el espectador debe ser una especie de embeleso.
Con relación a Epicteto, releamos estas dos sentencias originales:
“La libertad es la única meta valiosa de la vida. Se obtiene cuando hacemos caso omiso de
aquellas cosas que están más allá de nuestro control”.
Asimismo subraya:
Recuerda Vargas Llosa en “La orgía perpetua” algunas sentencias en este sentido de
Flaubert:
“Je suis un homme – plume. Je sens par elle, à cause d’elle, par rapport à elle et beaucoup
plus avec elle”, 1852: Soy un hombre – pluma. Siento por ella, a causa de ella, con relación
a la misma y mucho más con ella.
38
“Un livre n’a jamais été pour moi qu’une manière de vivre dans un milieu quelconque”,
1858: un libro sólo ha sido siempre para mí una manera de vivir en un medio cualquiera.
Y más radicalmente:
“Le seul moyen de supporter l’existence, c’est de s’éturdir dans la littérature comme dans
une orgie perpétuelle”, 1858: la única manera de soportar la existencia es la de aturdirse
en la literatura como en una orgía perpetua.
“J’ai rêvé des couvents, les ascétismes des brachmanes etc….”: soñé la vida de los
conventos, los ascetismos de los brahamanes, 1852.
Y por extensión:
“Dans quelle fange morale! Dans quel abîme de bêtise l’époque patauge! Il me semble que
l’idiotisme de l’humanité arrive à son paroxysme”, 1853: en qué fango moral estamos! En
qué abismo de estulticia se encharca la época! Me parece que la estupidez de la
humanidad llega a su paroxismo.
“Seamos nosotros, y nada más que nosotros”, sentencia. “A la hora actual, creo que un
pensador (¿y qué es el artista sino un triple pensador?) no debe tener ni religión, ni patria, ni
siquiera una convicción social”: A l’heure qu’il est, je crois même qu’un penseur (et qu’est-ce
que l’artiste si ce n’est un triple penseur?) ne doit avoir ni religión, ni patrie, ni même aucune
conviction sociale, 1853.
Es sabido, las aventuras vitales del gigante y memorioso escritor francés (aún en el
sentido literal del término gigante) se centraban en sus frases, su busca de infinito (en la
forma: ver sobre el particular los artículos de Guy de Maupassant). Desde su cabinet o
estudio, deconstruía el lenguaje literario y narrativo vigente, las tradiciones y modelos o
cánones, y producía en su trabajo sobre las palabras –y el ritmo poético en la prosa, como
una actividad de ruptura semiótico y simbólico— significaciones, sonoridades musicales y
simbolizaciones desconocidas, renovadoras, polifónicas en la lengua francesa.
Al respecto formulaba, por ejemplo:
…”les très grand hommes écrivent souvent fort mal (…). Ce n’est pas là qu’il faut chercher
l’art de la forme, mais chez les seconds (Horace, La Bruyère). Il faut savoir les maîtres par
coeur, les idolâtrer, tâcher de penser comme eux, et puis s’en séparer pour toujours”: A
menudo los grandes hombres escriben muy mal. No es allí donde debemos buscar el arte
de la forma, cuanto en los segundos. Es necesario conocer a los maestros de memoria,
idolatrarlos, intentar pensar como ellos, y luego separarse de los mismos para siempre.
39
Las formas:
“Nous avons trop de choses et pas assez de formes”: poseemos demasiadas cosas pero no
suficientes formas.
“Les livres ne se font pas comme les enfants, mais comme les pyramides, avec un dessin
prémédité, et en apportant des grands blocs l’un par-dessus l’autre, à force de reins, de
temps et de sueur”, 1857: los libros no se hacen como a los niños, sino como se levantan
las pirámides, con un diseño premeditado, y trayendo grandes bloques uno sobre el otro,
a fuerza de riñones, de tiempo y de sudor.
“Il faut retourner tous les mots, sous tous leurs côtés, et faire comme les pères Spartiates,
jeter impitoyablement au néant ceux qui ont les pieds boîteux ou la poitrine étroite”,
1854: es necesario darle vuelta a todas las palabras, de todos los lados, y hacer como los
viejos espartanos, arrojar sin lástima al vacío los que tienen pies torcidos o el pecho
estrecho.
“Plus une idée est belle, plus la phrase est sonore; soyez-en sure. La précision de la
pensée fait (et est elle même) celle du mot, 1857: entre más bella sea una idea, más
sonora será la frase; téngalo por seguro. La precisión del pensamiento (y ella mismo lo es)
hace la de la palabra. Y también: “Voilà ce que la prose a de diabolique, c’est qu’elle n’est
jamais finie: He aquí lo que la prosa tiene de diabólico, ella no concluye nunca. Asimismo:
“La forma est la chair même de la pensé”: La forma es la carne misma del pensamiento.
Finalmente:
“Il faut s’habituer à ne voir dans les gens qui nous entourent que des livres. L’homme de
sens les étudie, les compare et fait de tout cela une synthèse à son visage. Le monde n’est
qu’un clavecin pour le véritable artiste; à lui d’en tirer les sens qui ravissent ou qui
glacent d’effroi”: hay que acostumbrarse a sólo ver libros en la gente que nos rodea. El
hombre con criterio la estudia, la compara y hace de todo ello una síntesis según su
propio rostro. El mundo sólo es un clavicímbalo para el verdadero artista; le corresponde
producir los sentidos que entusiasman o que congelan de espanto.
“Realicemos nuestro propio trabajo útil sin prestar atención al respecto a la admiración
que nuestros esfuerzos puedan despertar en los demás. El mérito indirecto no existe”.
Esto, porque cada sujeto deberá ser creador de su propio mérito. De su propia libertad.
De su propia felicidad. De su propio lenguaje y voz. De su propia narrativa, en el caso de
Flaubert: “Il me faut penser qu’aux triomphes que l’on se décerne, être soi-même son
public, son critique, sa propre récompense”: Sólo me es necesario pensar en los triunfos
que uno se otorga, ser uno mismo su público, su crítico, su personal recompensa.
40
Este viaje (experiencia, diría Bataille) [7] hacia el interior o interioridad constituiría todo
un Arte de Vivir, en el cual, de manera taxativa, razonaríamos y construiríamos nuestros
propios límites del mal:
Esto implicaría –por ejemplo— una cultura de límites o grado cero de la acción (explícita
en Gustave Flaubert: “L’action m’a toujours dégoûté au suprême dégré. Elle me semble
appartenir au côté animal de l’existence”: La acción me ha asqueado siempre en grado
sumo. Me parece pertenecer al lado animal de la existencia). Dejar de lado la exacerbada
voluntad de poder político o bien la compulsión acumulativa de riqueza material: fuentes de
tristeza y decepción individuales y colectivas. Ello, refrenando los deseos de dominio y
acumulación en la avaricia en nuestras sociedades colombiana, latinoamericanas y globales
de siglo y milenio.
En fin, un Arte de Vivir, deseable pero quizás imposible. Y por esta razón, deseado.
NOTAS
1. Mario Vargas Llosa, La orgía perpetua, Edit, Seix Barral, Barcelona, 1981.
2. Ver por ejemplo, Flaubert, et après…, La revue des lettres modernes, Paris, 1984; La
production du sens chez Flaubert, Coloque de Cerisy, Union générale d’éditions, Paris, 1975;
Travail de Flaubert, Paris, Seuil, 1983; Jean Bruneau, Flaubert, l’autre, Presses
Universitaires de Lyon, 1989…
3. Umberto Eco, L’oeuvre ouverte, Seuil, Paris, 1985.
4. Sandrine Schiano-Bennis, Portée et postérité épistémologique de Bouvard et Pécuchet à la
fin du XIXe. siècle. Le trouble de la connaissance, Revue Flaubert N. 4, 2004
5. Epicteto, El Arte de Vivir – Manual de Vida, Norma, Bogotá, 1995.
6. Todas las citaciones, en Gustave Flaubert, Ob. Cit.
7. Georges Bataille, La experiencia interior, Taurus, Madrid, 1972.
Embora a Semana de Arte Moderna (São Paulo, 13 a 17 de MÊS??? 1922) seja o marco
promulgador das ideias do Modernismo, este já se prepara – em um misto de inquietação e
insatisfação, no dizer de Wilson Martins – somando, de pelo menos meia década antes, uma
série de acontecimentos, internos e externos, de que são exemplos o insustentável
anacronismo do Parnasianismo e o fervilhamento de ideias europeias, sobretudo aquelas
oriundas de Marinetti e Apollinaire. O referido crítico observa ainda:
Mais do que uma simples escola literária ou, mesmo, um período da vida intelectual, o
Modernismo foi, no meu entender, toda uma época da vida brasileira, inscrito num largo
processo social e histórico, fonte e resultado de transformações que extravasaram
1
Houaiss, Antonio. “Introdução”. Prólogo de Reunião – 10 livros de poesia, Rio de Janeiro: José Olympio
Editora, 1969.
2
“O sobrevivente”, de Alguma poesia (1930).
3
Houaiss, Antonio. Ob. cit.
42
largamente dos seus limites estéticos. À sociedade nova, aqui e alhures, correspondia,
necessariamente, literatura nova – eis o que não se cansaram de repetir, desde o primeiro
instante, todos os teóricos e artistas.4
A obsessão por uma literatura nova, por inevitável e sempre benéfica que seja a busca de
algo que subverta os parâmetros em voga, gerou um certo atropelo estético que,
supostamente, deveria ser equacionado pelas gerações subsequentes. É natural que ocorra
isto, pela própria convulsão que caracteriza o choque entre tradição e ruptura. No caso
brasileiro, o dilema central é que praticamente não havia uma tradição, de maneira que a
ruptura teria que desempenhar muito mais um papel de carta de fundação, e justamente em
um território pautado por vícios oriundos do período colonial que se multiplicavam como
um cancro. Recorda Ivan Junqueira:
O furor iconoclástico do grupo de 22 era tamanho e tão difuso que seus integrantes
chegaram a proclamar que não sabiam bem o que queriam, mas sabiam perfeitamente o
que não queriam. É claro que, nessas circunstâncias, o movimento modernista incorreu
numa série de rupturas que não se justificavam em absoluto, mas que afinal tiveram lá
sua utilidade, pois, na pior das hipóteses, conseguiram tirar nossa literatura do marasmo e
da subserviência em que até então se encontrava. A maior prova de que tais abusos não
procediam é que os beneficiários do modernismo de 1922 não foram propriamente seus
líderes, e sim aqueles que os apoiaram a distância ou, mais ainda, os que começaram a
produzir alguns anos mais tarde.6
Este que é considerado pela crítica como uma segunda fase do Modernismo brasileiro é o
momento em que surge a obra de Carlos Drummond de Andrade, marcada pela polêmica já
desde o princípio, com a publicação do poema “No meio do caminho” na Revista de
Antropofagia (São Paulo, julho de 1928). Talvez por facilidade da crítica em tratar-lhe a obra
esquematicamente ou por uma astúcia que implica em sua redução, Drummond se viu
reduzido a um poeta de fases, sem que jamais tenha ficado bem explicado onde o lírico se
deixa substituir pelo engajado, em que momento o esteticismo abre passo para algum
eventual descuido com a linguagem ou então se decide a ser apenas compulsivamente
erótico – aspectos ou variações que, considerados os que de fato se verificaram, jamais se
4
Martins, Wilson. A literatura brasileira, vol. VI – O modernismo, 3ª edição, atualizada. São Paulo:
Cultrix, 1969.
5
Junqueira, Ivan. O signo e a sibila. Rio de Janeiro: Topbooks, 1993.
6
Junqueira, Ivan. Ob. cit.
43
deram em isolado. A distribuição de fases ganha um novo alento com a carta de defunção do
poeta decretada por todos aqueles que consideram o auge de sua produção poética os 10
livros encerrados sob o título Reunião (1969). Excessiva benevolência da crítica, segundo se
pode depreender da afirmação de Wilson Martins, ao afirmar que,
É imenso o risco de tal avaliação ser interpretada como terminal no que diz respeito às
possibilidades de desdobramento de uma poética. Além do que a mesma se apega a dois
aspectos que são plenamente aplicáveis à leitura crítica da obra dos mais notáveis
representantes de quaisquer correntes artísticas em toda a história da humanidade: técnica e
inspiração. Carlos Drummond de Andrade foi essencialmente um poeta de seu tempo. Não o
determinou propriamente, nem se deixou vitimar por ele. Foi mais essencialmente o seu
cronista e esteticamente distinguiu-se por haver incorporado de maneira magistral técnicas
múltiplas, diversas entre si, pautado por oscilações naturais, de tal maneira que, no dizer de
Houaiss, por mais variações que se observe, emerge uma obra que deve ser percebida em sua
condição totalizante, uma obra que “vale essencialmente como um unipoema, ou melhor,
como um universo, construído num poetar de várias décadas, poetar que deve ter sido, que
foi condição sem a qual uma vida não teria sentido”.8 A ideia de fase sugere o entendimento
da obra como sendo heterogênea, de maneira que não me parece relevante, portanto,
abordar a obra de Drummond sob prismas redutores, como se estivéssemos a instalar
quebra-molas no dorso da história.
Há uma contradição insolúvel entre minhas ideias ou o que suponho minhas ideias, e
talvez sejam apenas utopias consoladoras, e minha inaptidão para o sacrifício do ser
particular, crítico e sensível, em proveito de uma verdade geral, impessoal, às vezes dura,
senão impiedosa.10
7
Martins, Wilson. Ob. cit.
8
Houaiss, Antonio. Ob. cit.
9
Cançado, José Maria. Os sapatos de Orfeu. Biografia de Carlos Drummond de Andrade. São Paulo:
Editora Página Aberta Ltda., 1993.
10
Anotação de 12 de abril de 1945.
44
A crítica literária possui seus vícios, naturalmente, e um deles diz respeito ao padrão de
comportamento por ela atribuído ao poeta. José Maria Cançado dá no alvo ao perceber que a
poesia do autor de O sentimento do mundo vem “às rajadas daquele ponto negro, onde se
encontra o próprio Drummond comendo sacrificial e iluminadoramente o próprio fígado”.
Não se inclinava por uma sedução fácil das vanguardas, o que não quer dizer que as
desconhecesse. João Cabral não percebia uma pequena distinção: Drummond e Manuel
Bandeira – sua ressalva também envolvia este outro poeta – não tinham a preocupação de
fundar uma voz própria, definir uma poética, pois se encontram entre aqueles raros casos de
poetas que já nascem prontos. Olhavam à volta com outras preocupações, portanto. Apenas
isto, porém distantes de quaisquer temores de cristalização estética e menos ainda de uma
satisfação plena ante o que a experiência de vida ia descortinando a cada momento.
Fui, e não me custa dizê-lo, um misto de agitador e gaiato, com tempo disponível para
fazer uma espécie de modernismo estridente, que irritava mais do que convencia, ou antes,
não convencia coisa alguma.12
Esta passagem ajuda a engatar três perspectivas dadas como distintas entre si: um
Drummond alheio a seu tempo, outro que questionava os jeitos usuais de adaptação e um
terceiro que rejeitava qualquer forma de subordinação. Tais delineamentos não atendiam à
voracidade existencial de Drummond, basta pensar no que diria à mesma Lya Cavalcanti:
11
Nesta mesma anotação do diário diria: “Nunca pertencerei a um partido, isto eu já decidi. Resta o
problema da ação política em bases individualistas, como pretende a minha natureza.”
12
Andrade, Carlos Drummond de. Tempo vida poesia – confissões na rádio, 2ª edição. Rio de Janeiro:
Record, 1987. Nesta edição se reproduz a série de oito programas dominicais da PRA-2, Rádio
Ministério da Educação e Cultura, gravados em 1955. [CDA – TVP]
45
não conta para isso. Somos contemporâneos de Shakespeare e de Virgílio. Somos amigos
pessoais deles. Se alguém perto de mim falar mal de Verlaine, eu o defendo imediatamente;
todas as misérias de sua vida são resgatadas pela música de seus versos.13
Também se pode recorrer à síntese do poeta, bastante sugestiva, que traça um de seus
tradutores para o espanhol, o mexicano Francisco Cervantes, ao destacar que Carlos
Drummond de Andrade
enfrenta la realidad, pasando por una sensación populista, muy de guerra mundial, para
llegar al conocimiento de que uno pasa con las manos vacías por las estancias de la
existencia y que, al hacer una reconsideración de ésta, descubre otra vez lo elemental, lo
fundamental de los asuntos sencillos, para concluir que el habla llana encierra en
ocasiones maneras más hermosos, de uso poético, que el refinamiento. La trayectoria de
una obra así de sólida reviste una apariencia de juguetona sensatez, de supervivencia sin
compromiso, pero sin ocultarse al mundo dentro de una pecera.14
Seu humanismo era verdadeiramente possuído por esses engodos existenciais, de tal
maneira que até mesmo o cinismo, a visão corrosiva, o humor não se encaixavam na poética
senão como uma zona de tensão, tablado onde por vezes confundir era a melhor estratégia
para alcançar alguma compreensão. Drummond não confundiu somente a si mesmo, mas a
todos os seus críticos. E não o fazia, diga-se melhor, de forma artificiosa, mas antes, como
afirma Fábio Lucas, retratando “a crise do sujeito no ritual da modernidade, seu isolamento
e sua solidão”.15 E a representação desse conflito evidentemente se dá de modo múltiplo,
seja do ponto de vista da linguagem – não à toa inúmeros poemas assumem a forma velada
de uma crônica e vice-versa – ou desse caudal de vozes que muitos críticos confundem com
mera superposição de fases. Diria que este é um dos notáveis ardis da poética de
Drummond, porém uma astúcia que essencialmente reflete essa “consciência armada por
severo senso de negatividade e inadequação do mundo”,16 traço fundamental do poeta que
salienta um outro estudioso de sua obra, Davi Arrigucci Jr.
Ainda seguindo as pistas preciosas deste crítico, temos que mesmo o aspecto da
desilusão – outra recorrência na abordagem da obra do autor de Sentimento do mundo – não
deve ser interpretado de maneira isolada, sobretudo porque ele também se reveste de
oscilações que, por vezes, tocam o oposto. Arrigucci Jr. atentamente observa que “não se
trata de ‘desilusão’, mas de um verdadeiro pensamento poético sobre nossa condição, o que
não se deixa reduzir aos conceitos abstratos de uma filosofia existencial, mas é um
sentimento refletido do mundo articulado em palavras, em imagens, em poemas”.17 E cabe
insistir na inexistência de sobreposição de fases, pois mesmo a relação entre épico e lírico é
antes o reflexo de contradições internas do que propriamente flutuações de linguagem. Este
“misto de canto épico com acento lírico”18 que encontramos na poética de Drummond não se
verifica de maneira estratificada, mas sim como uma íntima controvérsia que reflete
justamente este eu retorcido – não apenas do poeta, claro está – já aqui evocado.
Evidente que a desilusão pessoal existiu e se manifestou em graus de intensidade
distintos em momentos diversos, de maneira que negá-la seria desconhecer passagens
13
Andrade, Carlos Drummond de. Ob. cit.
14
Cervantes, Francisco. “Una conciencia a la busca de la vida pasada en limpio”, prólogo de Poemas.
México: Premià, 1982.
15
Lucas, Fábio. O poeta e a mídia. CDA e João Cabral de Melo Neto. São Paulo: Editora SENAC, 2003.
16
Arrigucci Jr., Davi. “As pedras de Drummond”. Entrevista concedida a Fabrício Carpinejar. Rascunho
# 30. Curitiba, outubro de 2002.
17
Arrigucci Jr., Davi. Ob. cit
18
Lucas, Fábio. Ob. cit.
46
Vale insistir, portanto: Carlos Drummond de Andrade foi certamente o poeta que, no
Brasil, mais soube dialogar com a multiplicidade voraz da época que lhe tocou viver, diálogo
nem sempre marcado por conquistas, inclusive porque a vitória a todo custo é uma das
marcas da debilidade. Sua conquista maior é a da frequente e incansável irradiação da
dúvida. Tratou ironicamente e até com violenta náusea a presunção de todos aqueles que
sentiram-se com respostas a dar ao mundo, e o fez justamente revelando inquietudes e
desilusões, identificando-se com o mundo à sua volta, errando sem sucumbir ao erro, indo e
vindo em todos os matizes da sensibilidade humana, e sempre em altíssima expressão
poética.
Talvez pareça controverso dizer que o poeta tenha vivido intensamente cada momento,
pelo que nos pareceu sempre tão cético, discordante, desiludido. O fato é que nele a
experimentação era tanto existencial quanto formal, o que requer diálogo intenso consigo
mesmo e com o que lhe é – aparentemente – exterior. Não se pode descrer antes de haver
crido. O estar intensamente em algo possui um caráter muito mais amplo do que geralmente
percebemos. O próprio Drummond alude a isto em um poema ao dizer que “o esquecimento
ainda é memória”. Por mais que o mundo se inicie pela afirmação da realidade, este somente
se desdobra ante o questionamento da própria alegação. A intensidade da criação vem
justamente de uma condição ulterior de harmonização dos contrastes, dos opostos. Fábio
Lucas nos ajuda a situar melhor a questão:
A estratégia – se cabe o termo – era a do risco permanente, porém o pêndulo não era
artificioso. Em um de seus “apontamentos literários”, o próprio Drummond ironiza: “Fazia
sonetos tão lindos, mas tão lindos, que ninguém percebia que não eram sonetos”.21 Talvez se
pudesse dizer dele mesmo que sua estratégia era tão envolvente que ninguém percebia que
não era apenas uma estratégia. Drummond encarnava como poucos o dilema do
esfacelamento do ser praticamente imposto pela voragem de um século em que a
experimentação converteu-se em cobaia de si mesma, ou seja, havia um emaranhado
incontrolável de exigências participativas que não somente cegou inúmeras esperanças como
19
Moraes Neto, Geneton. O dossiê Drummond. São Paulo: Globo, 1994.
20
Lucas, Fábio. Ob. cit.
21
Andrade, Carlos Drummond de. “Apontamentos literários”. In: Passeios na ilha. Rio de Janeiro: Ed.
Simões, 1952. [CDA – PI]
47
Que fazer de nossos possíveis dons literários, entregues à nossa própria polícia e
julgamento? O público não nos decifra: apóia ou despreza, simplesmente. A bolsa de
valores intelectuais é emotiva e calculista, como todas as bolsas. Hoje temos talento;
amanhã não. Éramos bons poetas na circunstância tal, mas, já agora estamos com o papo
cheio de vento; somos demasiado herméticos; demasiado vulgares; nosso individualismo
nos perde; ou nosso socialismo; chegamos a dois passos da Igreja; o que nos falta é o
sentimento de Deus; nossa prosa é lírica, nossos versos são prosaicos.23
A vocação tem de lutar contra o próximo, que tradicionalmente a ignora. Tem de achar-se
a si mesma, na confusão dos modelos, estáticos ou insinuantes, que constituem o museu da
literatura. E por todo o sempre continuará, solitário, a interrogar-se e a corrigir-se, não
esperando que lhe venha conforto exterior.24
Diante disto, impossível imaginar que este poeta tenha prestado tributo a alguma escola
literária ou argumentação política. Viveu essencialmente um conflito ulterior, e a ele
entregou-se com tamanha intensidade que, mesmo ocasionalmente desagradando a
expectativas de todos os matizes, foi íntegro, honesto consigo mesmo, honrado, de uma
maneira que pouco se encontra no mundo fugidio das letras.
22
CDA – PI. Ob. cit.
23
CDA – PI. Ob. cit.
24
CDA – PI. Ob. cit.
25
Moura, Emílio. “Cinqüentenário do poeta CDA. Diário Carioca. Rio de Janeiro, 26/10/52.
48
A águia que rói os fígados a Prometeu não é outra senão a Dor. Bendita seja a Dor que
tiraniza e leva ao crime.
Tudo mentira, tudo ilusão. Quem sabe lá quanta podridão levedou para dar uma rosa,
para abrir um malmequer, e para florir uma chaga? Que as chagas o que são senão
rubras e esquisitas flores?
Abre o crânio e vê se distingues a alma de Dante da alma de Caim, a de Inocêncio III da
do galego ali da esquina.26
Por outro lado, vemos na personagem central da novela Leviana, de António Ferro
passagens como:
António Ferro inclusive foi participante da Semana de Arte Moderna e publicou, na revista
modernista de São Paulo, Klaxon, o manifesto “Nós”, lançado em seu país no ano anterior,
1921. Considerado um dos pais do modernismo em Portugal, dirigiu a revista Orpheu, e foi
intelectual ligado ao Estado Novo português, dirigindo o Secretariado de Propaganda
Nacional do governo Salazar. Albino Forjaz de Sampaio também deu contribuição a uma
política de espírito acentuadamente nacionalista criada por Ferro. De alguma maneira, os
aspectos declaradamente transgressores que envolviam cada um deles exerceu algum
crédito na formação do jovem poeta brasileiro. O humor em Drummond está ligado mais à
ironia do que à comicidade, ironia que, por sua vez, se atém menos à zombaria do que a uma
oposição aos valores sociais vigentes. Daí que seu ceticismo não possa jamais ser entendido
como uma fase, como algo determinado por uma desilusão de momento. Ele próprio
aclararia em uma entrevista:
26
Sampaio, Albino Forjaz de. Palavras cínicas. Lisboa: Editores Santos & Vieira, 1916.
27
Ferro, António. Leviana. Lisboa: s/d, 1921.
49
Eu sou uma pessoa inteiramente pessimista, cética. Não acredito em nenhum valor de
ordem política, filosófica, social ou religiosa. Acho a vida uma experiência que tem de ser
vivida, mas que se esgota e termina, acabou, não tem nada.28
Evidente que naquela mescla de autores lidos nos anos 20 – Drummond se revelaria
sempre um leitor voraz, mas também um apaixonado pelo cinema – os portugueses
mencionados não foram mais prestigiados que os demais, embora seu biógrafo tenha
destacado o impacto do diálogo de Drummond com os dois poetas. Ajuda a fortalecer o que
defende um trecho da nota por ocasião da morte de Erik Satie, publicado em A Revista # 3,
onde lemos:
Satie deixou uma técnica e uma expressão, o que é tão raro e perturbador. Foi um criador
sem messianismo, porque irônico. Em muitas de suas obras sua personalidade estará
oculta, porém nunca distante. E para compreendê-lo há que dar-lhe a volta toda. Chegou a
uma simplicidade tal de forma que os inexperientes e superficiais o acusaram de
empobrecimento.29
Segue traçando um paralelo entre a liberdade e suas limitações, o que está estreitamente
ligado à conquista do verso livre. Rigorosamente Drummond está conversando consigo
mesmo, e Satie torna-se então um valioso cúmplice dessa reflexão. Talvez a crítica tenha
deixado escapar estes dados, tanto pelo aspecto distrital, acadêmico, quanto por certa
cegueira hierárquica baseada no artificial prestígio literário. A íntima ligação de Drummond
com o cinema, por exemplo, poderia ter sido muito melhor explorada e inclusive agendada
como realce nas entrevistas tão cobiçadas pela imprensa com o poeta. Igualmente seria
possível traçar paralelos com autores traduzidos por Drummond, de que são exemplos
Choderlos de Laclos, Honoré de Balzac, Marcel Proust, Federico García Lorca e Molière.
A maneira como Drummond fala de Erik Satie é impressionante, quase como se estivesse
a antever o caminho que ele próprio deveria seguir, ou melhor, que de fato acabou trilhando.
Mesmo a atenção que tinha pelo Modernismo, o atrativo da Semana de Arte Moderna, de
1922, era quando menos ambígua, ambiguidade reforçada pela correspondência com Mário
de Andrade que, já em 1928, lhe dizia coisas como
…publico o Macunaíma que já está feito e não quero mais saber de brasileirismo de
estandarte. Isso tudo conto só para você porque afinal das contas reconheço a utilidade do
estandarte. Meu espírito é que é por demais livre pra acreditar no estandarte.30
E Mário escrevera isto para Drummond justamente porque este lhe havia mostrado os
originais de um livro que pretendia publicar cujo título era Minha terra tem palmeiras,
referência direta à “Canção de exílio”, poema de Gonçalves Dias, de profundo apelo
nacionalista. Na sequência desta carta diria ainda:
Me parece um pouco tardio pra você ir na onda. Tanto mais que o espírito
individualistamente contemplativo e observador de você, bem livre, não combina com isto.31
28
Andrade, Carlos Drummond de. “Claros enigmas”. Entrevista concedida a Luiz Fernando Emediato.
Caderno 2, de O Estado de S. Paulo. São Paulo, 15/08/87.
29
Andrade, Carlos Drummond de. “Satie”. In: A Revista # 3. Tipografia do Diário de Minas. Belo
Horizonte, janeiro de 1926.
30
Andrade, Mário de. Correspondência datada de 28/11/1928. In: A lição do amigo – Cartas de Mário
de Andrade a CDA. Rio de Janeiro: José Olympio, 1982.
31
Andrade, Mário de. Ob. cit.
50
Drummond acabaria desistindo não somente do título, mas de todo o livro, e sua estreia
na poesia viria somente dois anos depois, com Alguma poesia. Estreia em que já se
vislumbra a condição heterodoxa de toda grande poesia e mesmo o relativo tributo que paga
a certas características do Modernismo, dentre elas o poema-piada e a busca de uma
brasilidade, uma leitura conjunta de sua obra, tempos depois, tornará possível entender que
não seguia tão à risca as ortodoxias do movimento. A expressão jocosa logo se revelaria
corrosiva em sua raiz, fruto mais de um desconforto, de uma dissonância, de uma
acentuação de contradições do que propriamente de uma tirada espirituosa destinada a
alegrar ou libertar o espírito. Por sua vez, a brasilidade em Drummond não foi construída,
não se deu como resultado de um esforço, de um programa, tendo havido bem mais o que se
possa chamar de revelação, de identificação, de descoberta mútua, em que não ficariam de
fora – nem haveria motivo para tanto – os entendimentos com poéticas que expressavam
outras vertentes. Mesmo a deliberação por uma temática urbana que fosse a expressão da
modernidade se vê ali mesclada com a mesmice sem ressonância de uma cidadezinha
qualquer, propiciando desde já leituras infinitas do cotidiano. O moderno não perde sua
condição de decadente e utópico, a um só tempo. E Drummond é absolutamente moderno
exatamente por isto.
Há, evidentemente, uma conexão ininterrupta que relaciona toda a obra de Drummond –
inclusive a prosa –, que a unifica acima de todas as perspectivas de fragmentá-la em fases,
em face do que tão bem observou Antonio Houaiss, de que se trata de toda uma vida,
“inclusive no que esta encerra de defraudações e vacilações, de ilusões e decepções, de
atritos e de lubricidades”.32 O biográfico, portanto, não é penoso, um embaraço a ser evitado,
mas antes elemento fundamental para a concretização – e não planificação, programação –
de uma obra. E este conflito nunca evitado, esta aceitação de um mundo encharcado de
oscilações, relevante mais pelos erros do que pelos acertos, onde naturalmente a
complexidade de linguagens que o evidenciem não se distingue do comportamento – seja
individual ou social –, dos abismos dialéticos da presença do ser no tempo; este conflito que
o poeta não dissocia de seus dissabores ou alegrias, da voracidade de suas leituras ou da
intensidade colidente de seu viver; este conflito perene e abrangente que encontramos em
toda a obra de Drummond é o que o torna o mais complexo e cristalino dos poetas
brasileiros. E refiro-me a complexo no sentido de que não me parece tenha sido
satisfatoriamente compreendida essa condição cósmica de sua poética – termo aqui
entendido como algo comum a todos os homens, uma representação do mundo que o revele
por inteiro em cada uma de suas partículas, em cada um de nós.
Carlos Drummond de Andrade era um poeta entranhado em seu próprio tempo e que a
todo momento punha em risco tal conexão, certo – ao menos disto – de que a poesia,
qualquer que seja a forma em que se manifeste, não tem por fundo senão a própria
existência humana. Antonio Houaiss estabelece como nenhum outro crítico esta relação, ao
dizer do autor de Claro enigma:
É poeta do seu tempo no fato de que a matéria-prima do cotidiano se lhe aflora a todo
instante, não havendo como distinguir, quase sempre, o que é deliberadamente
circunstancial – felizmente salvo nas duas violas-de-bolso – do que é o contingente
temporal, como pressão motivadora imediata de certos instantes do seu poetar; é poeta do
seu tempo no fato de que eleva ao ou insere no seu poetar todas as entidades do seu real
objetivo e subjetivo, desclassificando (mas usando deles) os assuntos, motivos, temas,
tópicos antes admitidos em poética, e classificando os até então proscritos, construindo
32
Houaiss, Antonio. Ob. cit.
51
assim um poliedro poético de milhares de faces, algumas muito iluminadas por retornos no
seu fazer criador, sempre a uma nova luz; é poeta do seu tempo no fato de que é
intrinsecamente avesso, impotente, a dissociar assuntos, motivos, temas, tópicos entre si ou
uns dos outros; porque sua poesia, não sendo fazer poético intencionalmente de objetos que
venham a funcionar por si mesmos como coisas com virtualidades própria ou auto-
compensadas, reflete sempre um estar-no-mundo que se faz rejeitar-o-mundo para
implicitamente propor-um-novo-mundo, estar-no-mundo que, mesmo quando atado a uma
particularidade do mundo, é sempre, concomitantemente, uma antenação com todos os
momentos e aspectos do mundo; […]33
Este meter-se na matéria do mundo é o que torna Drummond ao menos o mais intrigante
dos poetas brasileiros. Evidente que quando uma obra é tão abarcadora, dali se pode extrair
hóstias para todo credo. Em língua portuguesa é o que ocorre com Fernando Pessoa, e a
referência aqui não vai além do fato de que aspectos controversos, de vida e obra, nos dois
autores, acabaram por gerar uma vastíssima proliferação de peritos que se empenham em
refazer tudo, à sua maneira, desfigurando o objeto da vistoria e o reapresentando, na
comarca em que agem, como um modelo novo, sempre curiosamente restritivo. Talvez por
esta razão tenha se tornado um lugar-comum abordar a poética de Carlos Drummond de
Andrade como um compósito de diversas fases.
Embora tenha rejeitado a vida inteira o epíteto de maior poeta brasileiro, esta era a
consideração geral acerca de sua obra, condição estimada desde muito cedo e que levou Otto
Lara Rezende a declarar que “só Machado de Assis terá tido no Brasil do passado uma
presença tão intensa quanto foi, nesse século, a de Carlos Drummond de Andrade”.34 Ainda
mais valiosa a abordagem de Luciana Stegagno-Picchio ao referir-se a ele como
um dos maiores poetas do Brasil: sem a inturgescência de Castro Alves, quotidiano como
[Manuel] Bandeira mas sem o seu desprendimento sorridente, pessimista mas participante,
esquivo mas humaníssimo; e com uma habilidade verbal, com uma sabedoria e
criatividade poética só encontráveis contemporaneamente em poetas como João Cabral ou
Murilo Mendes.35
É fato que o poeta tornou-se paradigmático em muitas instâncias, não deixando de fora as
injúrias relativas ao seu pessimismo, ao comportamento reservado, o que resultou em
inúmeras críticas claramente oportunistas, quase que da mesma ordem dos elogios de
ocasião. Paralelo a tudo isto, decorrências naturais na vida de um criador da importância de
Drummond, crescia um prestígio internacional, verificado nas traduções, já nos anos 60,
33
Houaiss, Antonio. Ob. cit. A referência feita por este crítico às “duas violas-de-bolso” diz respeito a
dois dos livros que Drummond não incluiu em Reunião, volume que espelha todo um programa
poético ao concentrar 10 de seus livros publicados até então, e cujo prefácio é do próprio Houaiss.
Drummond então deixou de fora Viola de bolso (1952), Viola de bolso novamente encordoada (1955),
Versiprosa (1967) e Boitempo & A falta que ama – estes dois editados conjuntamente em 1968. Todos
estes livros possuem um perfil “deliberadamente circunstancial”, embora não estejam ausentes demais
aspectos estilísticos e temáticos que definem a poética de Carlos Drummond de Andrade. O poeta de
Viola de bolso foi sempre avesso à política literária com sua dieta de spots e declarações de
conveniência, e neste livro inclusive se declara “contra principalmente minha imagem” e, não sem certa
ironia, apela: “Não exijam prefácios e posfácios / ao ancião que mais fala quando cala” (“Apelo aos
meus dessemelhantes em favor da paz”).
34
Resende, Otto Lara. Depoimento prestado a Geneton Moraes Neto, em outubro de 1987, destinado ao
livro O dossiê Drummond. Ob. cit.
35
Stegagno-Picchio, Luciana. História da literatura brasileira, 2ª edição revista e ampliada. Rio de
Janeiro. Lacerda Editores/Academia Brasileira de Letras, 2004.
52
para idiomas como o alemão, o sueco, o inglês e o tcheco. Uma década antes o poeta já era
traduzido para o espanhol, em antologias – coletivas e individuais – que circulavam em
países como Argentina, Espanha, Bolívia e Chile. O cubano Helio Orovio, ao organizar e
traduzir uma antologia da poesia brasileira do século XX, destacou:
Carlos Drummond de Andrade crea una poesía personalísima, que lo sitúa entre los más
altos cultivadores del verso de este siglo, a escala mundial. Desde la aparición, en 1930, de
su libro Alguma poesia, ha ido dando un testimonio admirable de su ser en el tiempo y el
espacio, con evidentes referencias autobiográficas, en estilo desenfadado, y con inigualable
energía verbal.36
De regresso a esta zona de tensão entre épico e lírico – Fábio Lucas observa que, “para
quem lê toda a obra de Drummond, sente nela um misto de canto épico com acento lírico”37
–, me parece interessante evocar algumas vozes na poesia hispano-americana em que se
verifique o mesmo aspecto, e neste caso é oportuna a lembrança de nomes como Humberto
Díaz-Casanueva (Chile, 1907-1992), Pablo Antonio Cuadra (Nicarágua, 1912-2002), e César
Dávila Andrade (Equador, 1918-1967), todos eles, assim como o brasileiro, vozes
fundamentais no descortinar e desdobrar-se do grande momento histórico das vanguardas
no século XX. A exemplo de muitos de seus pares, e em consequência da própria época,
estes poetas absorveram amplamente as tendências com que se expressava a vanguarda –
Futurismo, Cubismo, Dadaísmo, Surrealismo etc. –, cada um particularizando tal absorção
sem submeter-se ao programa de nenhuma delas. É possível apontar preferências,
afinidades, variações entre o declarado e o oculto, porém nunca sujeitar-lhes a obra a
nenhum dos movimentos ou escolas. Menos cauteloso que Drummond na manifestação de
suas identificações, o chileno Humberto Díaz-Casanueva jamais esquivou-se da revelação do
impacto que lhe provocou, por exemplo, o Surrealismo. Sobre este poeta diria Fernand
Verhesen:
Seria certamente valioso um paralelo entre estes dois poetas a partir da interferência do
biográfico na obra de cada um, o embate entre um subjetivismo extenuante e a busca da
otridad, de uma voz comum a todos que possa expressar o drama humano, cuja resultante
dá a ambos aquilo que Ana María del Re constata em relação à poesia do chileno: “hay que
admitir sin reservas la complejidad formal y semántica de esta escritura, como también su
densidad, rigor y trascendencia”.39 Igual tensão destaca Guillermo Sucre, referindo-se apenas
a Díaz-Casanueva, ao situar “un continuo debate entre el poeta de la duda y la desolación
[…] y el poeta de la fe”40 – ainda que no caso de Drummond a fé tenha se mostrado sempre
de forma retorcida. O lamentável é que não se disponha até o presente de estudos
comparativos que avaliem a voltagem dialética vertiginosa nos dois poetas.
Dentro de um mesmo ambiente de absorção das experiências e derivações das
vanguardas, mencionei o nicaraguense Pablo Antonio Cuadra e o equatoriano César Dávila
Andrade, dois poetas imensamente distintos entre si, considerando que o primeiro
36
Orovio, Helio. Poesía brasileña siglo XX (antología). La Habana: Ediciones Casa de las Américas, 1986.
37
Lucas, Fábio. Ob. cit.
38
Verhesen, Fernando. Prólogo a Le chant de la conjuration. Bélgica: Editions Le Cormier, 1972
39
Re, Ana Maria del. Prólogo a Obra poética. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 1988.
40
Sucre, Guillermo. La máscara, la transparencia. Caracas: Monte Ávila Editores, 1975.
53
encontrou forças interiores para resistir a todas as adversidades, enquanto que o segundo
suicidou-se aos 49 anos de idade. Importa aqui, destacadamente, a maneira como lidaram
com o mito, dentro dessa percussão constante de espectros de ordem lírica e épica.
Seguindo as pistas deixadas por Platão, em Fedon o del alma, de que o poeta deve “inventar
mitos”, ambos se embrenharam no imaginário indígena que era a base da cultura de seus
países. Sem discordar deles ou de Platão, Drummond tratou de mergulhar não em uma
mitologia indígena mas sim no abismo profundamente indigesto da relação do homem com
seu tempo, avançando em tal abismo a ponto de desmitificá-lo.
Em entrevista que fiz a Pablo Antonio Cuadra ele se refere em dois momentos a
Drummond, inicialmente quando lhe indaguei acerca das razões que levaram não somente a
sua obra mas praticamente de toda uma geração na Nicarágua a escapar a la fiebre política,
al cáncer de un patriotismo rancio, de un didactismo sutil e inexpresivo, quando então me
responde o poeta:
Creo que el hecho de coincidir la necesidad de crear una literatura nacional con la
irresistible atracción cosmopolita de las vanguardias nos permitió un equilibrio entre la
tentación de la caverna y la lontananza. Añadiría otro gran peso en la balanza: a pesar de
nuestros ataques, éramos herederos de Darío, de su lección antiprovinciana de
universalidad. Y otra importante ayuda: la ironía, ese alejamiento del poeta del poema que
permite el humor. No en balde nuestra generación tuvo un genial maestro que cantó por
todos nosotros, Drummond de Andrade: ¡Carlitos Chaplin!41
Ao final desta mesma entrevista, Pablo Antonio Cuadra destaca a importância da obra de
Drummond e indaga: “¿cuántas ediciones de su obra hay en español?” Por sua vez, porém
igualmente em uma entrevista, Drummond menciona conversa que teve com Chico Buarque
de Holanda e o então embaixador da Nicarágua no Brasil, onde este diplomata questionava o
teor de uma crônica do poeta brasileiro, acusando-o de desconhecimento do que se passava
naquele país centro-americano. Diz então Drummond:
Ah, tenha paciência! Eu tenho noção do que escrevo, compreendeu? Não sou partidário dos
Estados Unidos, longe disso, acho a agressão à Nicarágua uma coisa estúpida. Mas não se
pode negar que a Nicarágua é uma ditadura. Eles fecharam o La Prensa, onde tenho
amigo, o poeta Pablo Antonio Cuadra.42
Mencionei aqui três importantes poetas hispano-americanos cuja obra foi cercada e
provocada pelas múltiplas manifestações da vanguarda, atentando para o fato de que neles –
e não somente neles, cabe acentuar – se verifica uma tensão instigante entre o épico e o
lírico. Evidente que há efusões românticas, simbolistas, o falso brilho de algumas utopias,
pretextos de toda ordem aproximam e afastam poéticas expressivas deste mesmo ambiente
de vanguardas. Creio que inesgotáveis as possibilidades de leituras comparadas entre
inúmeras vozes fundamentais deste momento. A referência de Carlos Drummond de
Andrade ao nicaraguense foi praticamente a única que ele fez a algum poeta hispano-
americano. Houve um incidente desprezível protagonizado pelo chileno Pablo Neruda (1904-
1973)43 e a tentativa de encontro buscada pelo mexicano Octavio Paz (1914-1998), ao qual
41
Cuadra, Pablo Antonio. “El futuro de lo que viví o soñé cuando escribía”. Entrevista concedida a
Floriano Martins. In: Versos comunicantes [org. José Ángel Leyva]. México: Ediciones Alforja, 2002.
42
CDA. Ent. cit. [Luiz Fernando Emediato]
43
Drummond recorda este episódio em uma entrevista concedida a Edmilson Caminha, em 1984:
“Neruda veio ao Rio, por assim dizer, aos cuidados do Vinícius de Moraes, de quem eu gostava muito.
Almoçamos os três juntos, nós rimos, conversamos muito. Por sinal que o Neruda não falava, o Neruda
cochilava. Nesse calor do Rio ele ficava assim pesadão, gordo, a gente falava, falava… Até então o
54
jornal me havia poupado, tirara fotografias minhas ao lado do Neruda e do Vinícius. Depois houve o
rompimento formal e começaram a me atacar, encheram a cabeça do Neruda de coisas, dizendo que eu
era um terrível. Foi então que Neruda deu uma entrevista altamente honrosa para mim, porque ele
dizia que a América tinha dois traidores: González Videla e Carlos Drummond de Andrade.”
55
Rodolfo Alonso foi um dos integrantes do grupo Poesía-Buenos Aires, cuja revista
homônima circulou por 30 números, de 1950 a 1960. Carlos Drummond de Andrade não
somente esteve ali presente por duas vezes como também viu publicada uma breve mostra
de sua poesia na coleção “Poetas del Siglo XX”, na tradução de Ramiro de Casasbellas, e
emprestou o título de um de seus livros, Sentimento do mundo, para uma outra coleção da
mesma editora. Em uma das aparições na revista, inclui-se uma nota de Edgar Bayley –
também como Alonso, um dos companheiros do grupo que contava ainda com a presença de
Jorge Enrique Móbili, Nicolas Espiro, Wolf Roitman e a figura central de Raúl Gustavo Aguirre
–, em que o poeta argentino observa:
Drummond de Andrade ha sido conciente del proceso a que ha estado sometida la palabra
en los últimos tiempos. Pero esa conciencia no ha sido en él un mero modo de estar à la
page o de mostrarse falsamente avanzado. Ha constituido, por lo contrario, una forma de
honda honestidad consigo mismo y con los demás, un deseo de evitar cualquier trampa o
fraude, de verificar por sí mismo la calidad del vino antes de darlo a beber a los otros. Su
búsqueda en las formas más densas y contemporáneas del verso es, antes que una
renuncia a sí mismo y a la comunicación, una voluntad personalísima de expresión
creadora. Recordemos de paso una vez más que el esfuerzo del poeta por renovar las
formas expresivas sólo es válido en la medida en que logra organizar la materia verbal
para ponerla en función de su experiencia humana. Es el grado y la trascendencia de su
temblor, y no esta o aquella fórmula retórica lo que hace, en suma, su calidad y, por ende,
su novedad.45
44
Alonso, Rodolfo. Fragmento de um depoimento prestado ao organizador do presente volume. Buenos
Aires, junho de 2005.
45
Bayley, Edgar. Revista Poesía-Buenos Aires # 15. Ediciones Poesía-Buenos Aires, otoño de 1954.
46
Lucas, Fábio. Ob. cit.
56
qualquer esforço intelectual e até sugere à pretendente que entreviste um outro poeta,
indicando-lhe o nome de Dante Milano (1899-1991).
Na penúltima década do século passado surgiram então inúmeras entrevistas com o
poeta, e não por outra razão que a exigida pela Editora Record contratualmente, de que o
mais novo escritor integrado à casa tivesse participação ativa na difusão da própria obra.
Durante um curtíssimo período que vai de 1984 a 1987 – ano da morte do poeta –
Drummond se expôs como uma figura pública sem reservas, embora salientasse o
desconforto diante de situação que defendia como desnecessária, uma vez que sempre
emitira opinião – através da crônica, do artigo e essencialmente da poesia – sobre o que
julgava relevante, imperativo. Foi de uma generosidade impecável, diante do pouco
consistente ideário de perguntas que lhe era destinado.
Recuemos um pouco no tempo, uma vez mais recorrendo à série de entrevistas
radiofônicas que Carlos Drummond de Andrade concedeu, em 1955, à jornalista Lya
Cavalcanti, aqui destacando uma passagem em que o poeta nos diz:
Inevitável a concordância com ele, ao mesmo tempo em que não se pode deixar de
lamentar que a literatura não exerça igual influência sobre o jornalismo. Dentre as variadas
entrevistas – mas quase sempre a mesma, graça à natureza das perguntas – que concedeu
Carlos Drummond de Andrade, cumpre destacar aquelas que souberam extrair a clareza
necessária sobre certos assuntos, a contundência cabal do pensamento do poeta, o
envolvimento sem restrições no tratamento de alguns aspectos polêmicos. A primeira delas
que merece destaque foi concedida a Zuenir Ventura e logo de início o poeta trata de
desfazer a falsa ideia de que seja uma pessoa inacessível, recorrendo à sua atuação
jornalística:
Tenho uma coluna onde, quando quero emitir uma opinião, emito. Ou uma conversa lírica
ou um devaneio. Sou cronista de segundo caderno, mas, em meio às amenidades, me
permito reclamar contra o excesso de generais que comandam o Brasil com o título de
presidente da República, assim como me permito satirizar o Congresso quando, em vez de
trabalhar e de reivindicar suas próprias prerrogativas, se torna um instrumento dócil ao
governo.48
Esta é uma entrevista em que a exterioridade conta mais do que os meandros da criação
poética, não restando ao entrevistado senão ceder a seus caprichos. O cenário nacional
estava então inteiramente a reboque da crise política, a passagem de um prolongado regime
de exceção para um novo percurso civil sendo de forma quando menos extravagante
47
CDA – TVP. Ob. cit.
48
Andrade, Carlos Drummond de. “Eu fui um homem qualquer”. Entrevista concedida a Zuenir Ventura.
Revista Veja. São Paulo, 19/11/80.
57
Não perdi a capacidade de indignação, mas ela está misturada com o ceticismo de quem
não vê perspectiva de melhora nesses próximos tempos. Há um entusiasmo da mocidade,
há desejo de fazer alguma coisa, mas a mocidade foi tão sacrificada nesses anos de
revolução, os melhores foram destruídos: ou ficaram aterrorizados para o resto da vida, ou
morreram fisicamente ou desapareceram. Houve um hiato na formação social do Brasil,
houve uma geração que não pôde dizer a sua realidade.49
Caberá a Edmilson Caminha realizar uma contundente entrevista com Carlos Drummond
de Andrade em que aspectos, tanto no biográfico quanto de matiz estético, são tratados de
forma apurada. O entrevistado revê assuntos imperativos em sua formação intelectual,
discute a popularidade que lhe é conferida, traça abordagem forçosamente intransigente das
condicionantes da crítica e da poesia que se praticava no Brasil, esclarece alguns tópicos
controversos e já anotados em diário etc. Drummond sabia muito bem identificar
oportunismos de toda ordem. Ao fazer uma leitura dos desdobramentos poéticos não via
senão uma repetição já sem força alguma de atrito da influência dos “tiques do
vanguardismo”, tema para o qual chamou a atenção sempre que possível, o que lhe rendeu
antipatias e frustradas tentativas de cooptação, e que encontramos anotado em diário desde
1957, quando ali já observa com restrição a simpatia de Manuel Bandeira pelo Concretismo:
Nunca vi tanto esforço de teoria para justificar essa nova forma de primitivismo,
transformando pobreza imaginativa em rigor de criação. Consideram-se esgotadas as
possibilidades da poesia, tal como esta foi realizada até agora, quando infinitos são os
recursos da linguagem à disposição do verso, e um criador como Guimarães Rosa efetua,
paralelamente, a reinvenção contínua do vocabulário português. Por que os poetas não
tentam um esforço nesse rumo?50
Acho que devo a minha formação a Machado. Até hoje: quanto mais o leio, mais fico
impressionado. Resolvo mesmo não ler Machado de Assis, leio quando me dá uma
tentação. Mal eu começo a ler Machado e fico com a tendência de escrever o que ele
escreveu, de imitá-lo… Quantas vezes, na minha crônica – que é esvoaçante, escrita sem
nenhuma preparação, porque aquilo tem de ser entregue duas horas depois –, me
surpreendo com tiques de linguagem, com jogos verbais de Machado… Ao lado disso tive
influências variadas: li Flaubert, Fialho de Almeida, António Nobre, Cesário Verde… Gostei
muito de Eça de Queiroz, adoro Eça. Acho que, na língua portuguesa, são os dois que mais
me agradam, Machado e Eça. Outra influência minha foi Anatole France. Anatole era
considerado um deus naquela época; depois passou de moda e agora ouço dizer que está
sendo redescoberto. Mas Mário de Andrade me proibiu de ler Anatole, dizia nas cartas:
“Deixa de ler esse sujeito, é um sacana!”.51
49
CDA. Ent. cit. [Zuenir Ventura]
50
Andrade, Carlos Drummond de. O observador no escritório. Rio de Janeiro: Record, 1985.
51
Andrade, Carlos Drummond de. Entrevista concedida a Edmilson Caminha. In: Palavra de escritor.
Brasília: Editora Thesaurus, 1995. [PE – 1984]
58
Se por um lado considerava-se um profissional da crônica, era bem distinta a relação que
mantinha com a poesia, e reflete prazerosamente sobre ela, anos depois, em diálogo com
Gilberto Mansur:
Para mim, ela foi necessária e ainda é necessária, porque é uma atividade da minha vida,
praticada por mim, sem interferência de ninguém. Ela não obedece a nenhuma
interferência: eu não sou um profissional da poesia, eu convivo com ela por uma
necessidade de expressão, até mesmo para fins terapêuticos, digamos: conflitos
psicológicos, problemas, inquietações, dúvidas que eu tive… Então, eu acho que, na minha
vida, a poesia foi uma espécie de terapia, porque eu tive uma infância mais ou menos
insegura e uma mocidade também inquieta, e a resposta que eu procurei achar para os
meus problemas foi esta: manifestar-me em versos, com a liberdade que o Modernismo
estava assegurando. Porque, quando eu comecei, o Modernismo já tinha se manifestado.
Então, eu tive assim uma certa liberdade, uma certa ausência de disciplina, que permitia
me manifestar em verso de uma maneira não formal, uma maneira que não era a oficial
existente no Brasil. Com isso, então, eu senti que à medida em que eu ia escrevendo, eu me
sentia, não digo com os problemas resolvidos, mas me sentia um pouco aliviado.
[…]
Devo dizer que eu não tinha, realmente, preocupação literária, no sentido estrito de fazer
uma obra literária, de ser um poeta com livro publicado. Tanto assim que eu só publiquei o
meu primeiro livro com 20 anos de idade, não tive pressa disso. Eu acho que há uma
diferença entre o literato, o escritor propriamente dito, que planeja uma obra escrita, que
trabalha para ela, que se documenta, que se informa, que pesquisa para realizar
determinados trabalhos, e a figura do poeta que eu fiquei sento, uma pessoa que se
manifesta em versos, mas sem um programa.52
Drummond dará valiosa sequência ao tema, três anos depois, em diálogo com Luiz
Fernando Emediato:
A minha obra literária foi determinada pela circunstância de eu ser mineiro. Mineiro do
interior de Minas, uma região de mineração, onde a dificuldade de comunicação era maior
do que em outras zonas do Estado. Nós vivíamos ilhados. Éramos fechados por necessidade
e por contingência.
[…]
Uma grande parte da cultura que a pessoa absorve para uma carreira literária é para não
ser consumida, é só para servir de pano de fundo. Na realidade, a gente obedece a um
impulso interior, à capacidade de imaginação que nós temos. Porque, se fôssemos nos
prender àquilo que lemos ou aprendemos não escreveríamos nada. Todas as obras-primas
já foram escritas. O contemporâneo não conta, a meu ver.
[…]
Eu sou inteiramente partidário da ideia da inspiração. Seja banal, antiquado, mas sem
inspiração não se faz nem se escreve nada. A pessoa adquire a técnica de se comunicar e
tem facilidade, como eu tenho, de escrever coisas. Mas aquela coisa profunda que vem das
entranhas da gente, isto é inspiração.
[…]
Quando eu estou criando um poema eu sinto uma certa exaltação física, um certo ardor.
(pausa) Não, não exageremos; também não é um estado de transe, de levitação. Mas sinto
uma espécie de emoção particular que me impele a escrever. E isso me surge até em horas
52
Andrade, Carlos Drummond de. Entrevista concedida a Gilberto Mansur. Revista Status # 120. São
Paulo, julho de 1984.
59
Minha intenção era fazer apenas um poema monótono – sobretudo monótono – e com
poucas palavras. Um poema repetitivo. Um poema chato mesmo. Uma brincadeira. Não
tinha intenção nem de fazer uma coisa que agredisse o gosto literário nem também uma
coisa que permitisse uma revolução estilística. Muito menos tinha uma intenção filosófica
aludindo a dificuldade que a vida pode oferecer à pessoa. Nada disso! Apenas o seguinte:
fazer um poema com poucas palavras repetidas e bastante chato, bastante árido, bastante
pedregoso. Uma brincadeira! Eu tinha vinte e poucos anos e nenhuma pretensão de fazer
nada que pudesse irritar os outros. Era uma brincadeira, como a gente costuma fazer
quando moço.54
apenas a dois passos do sobrerrealismo, ou pelo menos daquele lirismo alucinante, livre da
inteligência, em que palavras e frases vivem duma vida sem dicionário quase, por assim
dizer ininteligível, mas profunda, do mais íntimo do nosso ser, penetrando por assim dizer
o impenetrável, a subconsciência, ou a inconsciência duma vez.56
53
CDA. Ent. cit. [Luiz Fernando Emediato]
54
CDA. Ent. cit. [Geneton Moraes Neto]
55
“Verbos”, de Farewell [obra póstuma]. Rio de Janeiro: Record, 2002.
56
Andrade, Mário de. Correspondência datada de 01/07/1930. Ob. cit. Era comum no Brasil tratar o
termo surrealismo por sobrerrealismo. É interessante a maneira como Mário detecta um processo de
“explosões sucessivas” nesta poesia: “Dentro de cada poema as estrofes, às vezes os versos são
60
está fora da disputa entre o inteligível e o sensível. O seu mundo é a ambiguidade direta
das coisas e dos acontecimentos. A sua linguagem desenvolve a lição desses acontecimentos
e dessas coisas.57
Havia um humorista brasileiro, aliás, secundário, mas que durante um certo tempo
alcançou sucesso no Brasil. chamava-se Mendes Fradique. Era o autor de uma História do
Brasil pelo Método Confuso. Tenho a impressão que um mundo confuso pede um método
confuso. Talvez as pessoas se entendam melhor aderindo todas à confusão.58
O humor em Carlos Drummond de Andrade foi ficando mais negro, mais implacável, na
medida em que se intensificava o diálogo com o mundo, em que se opunham experiências
vitais, em que se decepcionava com aspectos que interferiam tanto no biográfico quanto na
visão de mundo. Ao publicar Sentimento do mundo (1940), é novamente Mário de Andrade
que lhe faz observação valiosa:
O poeta não mudou, é o mesmo, mas as vicissitudes de sua vida, novos contatos e
contágios, novas experiências, lhe acrescentaram ao ser agressivo, revoltado, acuado em
seu individualismo irredutível, uma grandeza nova, o sofrimento pelos homens, o
sentimento do mundo.59
Uma vez mais a presença da ambiguidade, onde mesmo a sátira ou a zombaria relutam
em descrer completamente no homem. Esta ambiguidade não pode ser jamais entendida
como um sofisma, considerando a blague típica do Modernismo. A obra de Drummond não
se subordina em momento algum aos tópicos manifestos do Modernismo, antes se apropria
de alguns desses traços, por sincera identificação, e lhes dá uma dimensão outra. Mário de
Andrade foi seguramente seu melhor leitor, embora o tenha acompanhado por bem pouco –
morreu no mesmo ano da publicação de A rosa do povo (1945) –, ao perceber que o dilema
fundamental de Drummond é que não conseguia transcender a si mesmo. Esta
impossibilidade é a raiz de uma das poéticas mais contundentes do século XX.
A obra de Carlos Drummond de Andrade foi estraçalhada em fases com a única tentativa
de melhor retê-la, uma débil prerrogativa da crítica acadêmica em sua impossibilidade de
compreender o mundo em sua totalidade. Apontava-se um poeta ideólogo, outro de
aprimorada artesania, um com inclinação memorialística, o devotado a um Eros isolado do
mundo etc. Tipificar assim uma poética é como mostrar-se inapto a dialogar com ela, com os
meandros da escrita, incluindo os interlúdios e contradições que também a definem. Há uma
parcela da crítica que compartilha esse desdobrar em fases do poeta que não atenta para o
fato de que o biográfico evolui. No caso de Drummond, evolui trazendo consigo a voragem
de uma época bastante conturbada e as restrições do poeta a inúmeros aspectos, dentre eles,
na medida que o tempo avança, a rejeição à figuração que lhe queriam impor, o que deixa
claro ao dizer que
a maioria das pessoas que me consideram o maior poeta brasileiro não leu o que escrevi!
Ouviu falar. Como acham que fulano de tal é o maior craque do futebol, o outro fulano é o
maior compositor, o outro é o maior pintor, eu fiquei sento o maior poeta por um
julgamento que não é um julgamento literário: é uma opinião transmitida socialmente,
mas sem nenhuma ponderação crítica. Nunca me julguei nem julgo, e digo mais: não sei
qual é o maior poeta brasileiro de hoje nem de ontem. Para mim, não há maiores poetas.
Há poetas. E cada poeta é diferente dos outros. Se não for diferente e se não transmitir
uma forma particular e uma maneira especial de sentir, ver e manifestar poesia, ele não é
poeta.60
Confesso a você que tenho um certo fraco pelos poemas longos. Dizem – e eu acredito – que
o poema deve ser curto. A música deve ser curta, tudo deve ser curto em arte para nos
causar um impacto – e ficar a ressonância desse impacto na sensibilidade. Por outro lado, o
poema longo tem um aspecto tentador para um poeta: sustentar a nota lírica ou a nota
dramática por muito tempo. Você sabe que as tensões são rápidas, as grandes emoções são
profundas e velozes; depois, ficam o cansaço, a tristeza, a melancolia, aquele fogo da
paixão desapareceu. O poema longo oferece todas essas dificuldades, a ponto de alguns dos
meus poemas longos serem divididos em partes, em blocos, porque a continuidade deles
importaria uma certa monotonia. Eu subdivido o poema.61
60
CDA. Ent. cit. [Geneton Moraes Neto]
61
Diálogos CDA – Lygia Fernandes. Ob. cit.
62
62
Cançado, José Maria. Ob. cit.
63
AL | Es una consecuencia del hartazgo que tenemos todos los que vamos a los museos y
nos encontramos con obras que fuera de ese recinto no podrían sostener su posición de arte,
obras que una vez terminada la exposición se van a vertedero de la basura. Cosas que no
demuestran inteligencia y que están validadas por citas de Deleuze, Baudrillard, Adorno,
Benjamin, Danto. Hasta el objeto más elemental (basura, agua sucia, excrementos) tiene
detrás de sí un argumento filosófico que lo convierte en arte, no trabajo, sólo palabras.
FF | ¿Qué críticos de arte admira con devoción? ¿Marta Traba iluminó su camino?
AL | Los textos de Traba son interesantes y emotivos, alejados de la frialdad que ahora se
usa como signo de la crítica que pretende pasar por erudita. Robert Hughes, Simon Schama,
son, para mí, grandes críticos. Pero lo que me ilumina es el arte mismo, por un lado la
posibilidad de crear pensamiento original ante la presencia de una obra y por otro la
denuncia de lo que se trata de exponer como arte sin serlo. No puedo quedarme indiferente
ante el fenómeno, es un compromiso ético decir lo que veo, y decirlo con claridad.
FF | Pero algunas personas piensan que usted reacciona antes de observar y descalifica
antes de sentir. ¿Qué les respondería?
AL | Con observar se refieren a leerse las cédulas curatoriales del discurso que acota,
protege y define que un montón de libros despedazados son arte. El arte se debe ver sin
intermediarios, sin instrucciones de uso, la experiencia estética es libre y es un ejercicio
intelectual y emocional que no merece que lo unifiquen y lo sometan. La percepción es una
función cerebral que están mutilando con la insistencia de que las cosas no son lo que
vemos: no son enseres de cocina, es una manifestación feminista de la soledad; no es una
foto robada de una revista, es un ejercicio de apropiación que reta la noción de autoría. Las
cosas son lo que son y ni los discursos, ni la teoría las van a trasformar. No descalifico a las
obras, ellas se descalifican con su vulnerabilidad física y teórica, objetos que fuera del
recinto del museo, sin la teoría, no se sostienen como arte, eso es lo que los descalifica. Ante
objetos que no demuestran su calidad de arte lo único que podemos sentir es rabia por la
degradación que hacen del arte mismo. Las otras sensaciones que acotan los curadores, esas,
son parte de la ficción de que esto es arte.
64
FF | Si el arte contemporáneo es una farsa, si “La carencia de rigor (en las obras) ha
permitido que el vacío de creación, la ocurrencia, la falta de inteligencia sean los valores de
este falso arte, y que cualquier cosa se muestre en los museos”, ¿qué está sucediendo aquí?
¿Cuál es la verdadera razón de fondo por la cuál usted está protestando?
AL | Por la persecución que han hecho del verdadero talento. Resulta que todo es
susceptible de ser expuesto en los museos contemporáneos, desde orines hasta cadáveres de
animales y salas vacías, menos pintura, grabado, escultura, dibujo de calidad, obras de
visible talento y audacia. Por un lado dicen que hay que acabar con la figura del genio y por
otro otorgan poderes sobre naturales a una persona sin talento, ni trabajo artístico para que
designe cualquier objeto como arte, o mande hacer su obra, como Hirst o Koons, y diga que
es un artista.
FF | A muchos otros les parece irónico que usted diga que el arte contemporáneo sea
elitista o endogámico cuando promueve el retorno de la figura del genio y de la elite cultural.
Y segregacionista por su estructura burocrática, para complacer a las instituciones y a sus
patrocinadores. ¿Cuál es su posición ante los artistas o marchantes que parecen burlarse de
nuestra inteligencia?
AL | La figura del genio es una realidad, hacer al arte “democrático”, lo hizo más
mediocre, no lo hizo inclusivo. El genio es resultado de trabajo, y trabajar es lo que no
quieren hacer los artistas que llevan su ropa sucia a la sala y le llaman arte. Koons no puede
hacer ninguna fase de su obra, ni siquiera bocetarla, todo el trabajo se lo hacen, es el caso de
Hirst y de Richard Prince, y de miles de artistas patrocinados por el sistema. Son obras sin
trabajo artístico, que además ni son bellas ni son inteligentes en su estética y propuesta. Lo
que sí lograron es que gente de verdadero talento y trabajo están fuera de los museos y de
las galerías. El marchante que vende estas obras, que expone un reloj adentro de un vaso con
agua y dice que cuesta 30 mil dólares, es un mercenario que se aprovecha de una moda de
consumo elitista e ignorante. La especulación que provocó esta crisis, las burbujas
inmobiliarias y los bonos basura compra estas obras basura.
FF | Estoy de acuerdo con usted cuando afirma que “hacer arte en estos tiempos, es un
ejercicio ególatra”. Muchos artistas actuales han sido enceguecidos por la codicia, la avaricia,
la ambición, la tacañería, la egolatría, la vanidad y el egoísmo. Si el ser social del artista
determina su pensamiento, ¿cuál debe ser la función o la labor entonces de un artista
contemporáneo?
AL | Hacer ARTE, no especular con ideas que amparan que alguien ponga goma de mascar
masticada o usada en la sala y le llame escultura. Este falso arte está de espaldas a las
grandes preocupaciones sociales y existenciales, aunque hagan alarde de que todas sus
obras tienen intenciones sociales, que además son buenas en el sentido moral, la obra es
fácil y complaciente al sistema y siempre es contradictoria, porque se dice inclusiva pero
desdeña al espectador al que insiste en aleccionar y que si niega que eso es arte lo tachan de
estúpido y de ignorante; dice que es social y desprecia el trabajo, se niega a hacer sus obras
y califica a los artistas que sí la hacen como artesanos, les niega el estatus de creadores. El
arte nos da la oportunidad de ver lo que no está visible, en el sentido en que el artista revela
un fragmento de la realidad y lo expone desde otro punto, eso se hace con creación, no con
que pongan cajas de cartón rotas. Las cajas de cartón son un ejercicio ególatra de un curador
y de alguien sin escrúpulos que se hace llamar artista.
FF | ¿Piensa usted que el tema de la crítica de arte ya no tiene relevancia? ¿Qué opinión le
merece la figura del marchante y la del curador? ¿Cómo funciona el sistema del arte?
AL | La crítica se ha convertido en parte del sistema de ventas de este falso arte. Los
críticos tienen pánico de que les digan que están pasados de moda o fuera de las tendencias
actuales y tratan de entrar en esto que es únicamente marketing. La realidad es que no existe
la crítica, existe la complicidad con las ideas que hacen de estas obras arte, no hay análisis.
En sus textos no te enteras de qué se trata la obra, no ven la obra, la adjetivan, la cargan de
elogios y apoyan las tesis de que eso es arte. Son textos cobardes y entreguistas. El
marchante y el curador son los verdaderos artistas, vender agua sucia como arte tiene su
punto. Con este sistema (todo es arte, todos son artistas) el artista es prescindible, el
curador se puede erigir en artista en un instante, igual que el marchante que es capaz de
vender una performance de una pareja besándose, hay sobre población de artistas y unos
cuantos marchantes, el dominio de la obra lo tiene el que domina el dinero, y esos son los
marchantes. Los curadores tienen a la institución que es fundamental porque sin el museo
estas obras no existen. Esto hace al artista un ser se cambia por otro sin problema. Cuando
el artista hace su obra y está es única por su propuesta y factura, el artista es indispensable,
es un artista que no puedes sustituir, ese es una molestia para el curador, y por eso lo
sacaron del museo.
FF | Mi querida Avelina, parece que “La creación es libre, pero la contemplación no lo es”
El arte se ha transformado en un sistema industrializado. Lo digo porque parece que la
primera reacción que nos asalta al mirar un cuadro es el dinero. El cuánto cuesta la obra. El
marketing. ¿Qué me respondería?
AL | Es el fenómeno de Warhol. Hay miles de falsos que son exactamente iguales que los
“auténticos”, y aun así valen una fortuna porque están manipulando sus precios para que no
bajen. Pujan en las subastas y los recompran sus mismos dueños. Es el caso de las obras de
Hirst, que tiene miles iguales, obras simples como las de los Dots, y que hace en factoría y en
serie. Si la obra tiene 4 mil copias y carece de unicidad y de originalidad no es posible que
tenga ese precio. Es una obra que además siguen produciendo, es, obviamente, un objeto de
lujo sobre valuado. Aquí rompen las leyes de la oferta y la demanda, hay más obra que
compradores y aun así está inflada, es una burbuja, son los bonos basura del arte.
66
AL | Somos sumisos a la moda. En este falso arte no hay valores reales, son inventos
retóricos. Sus intenciones moralizantes no lo hacen ético. La autoridad que seguimos es la
del dinero, porque los museos, que hacen a un lado su vocación social, exponen lo mismo
que las galerías que venden estas obras como arte. Tratan de ser parte del sistema de
marketing y prestan un espacio, que debería ser inclusivo, y lo ceden en exclusividad a los
gustos de unos cuantos marchantes para validar unos cartones rayados o videos fuera de
foco como arte. La sumisión es parte de la marginación de espectador. Este arte menosprecia
al espectador y lo expulsa del museo, le impide tener una experiencia estética libre, le dice
qué debe ver y cómo debe verlo. Están manipulando, no guiando.
Franklin Fernández (Venezuela, 1973). Artista plástico y poeta. Ha publicado los libros: La
imagen doble (2006), Simples (2006), y La escritura y tú (2010). Contacto:
brossamadoz@gmail.com. Página ilustrada con obras de Silvia Westphalen (Peru), artista
invitada de esta edición de ARC.
67
Nunca atardece
del mismo modo
en que avanzan tus dedos hacia el interruptor.
Un poema podría ser el mejor refugio para tus huesos,
para tu fémur olvidado.
No hay más que los labios mordidos por la erosión del lenguaje.
Lo profundo es esta voz cicatrizada y el obligo extraño de mirada cíclope.
Lo anterior es una conjetura más y obedece, acaso sin consistencia, a la voluntad del
lector.
Una opción arbitraria porque las claves de esta poesía circulan también de aquí hacia
atrás, del medio, de cualquier poema y aun de cualquier estrofa o verso. Por eso quizá sea
preferible hablar de un solo poema formado en 19 periodos, estaciones o capítulos que se
alimentan entre sí en una incesante escritura calidoscópica.
Un rasgo destacable: hay poemas que parecen detenerse en seco porque los atraviesa –
como un tronco que cae súbitamente sobre el camino– un relámpago verbal de sentido
contrario. Es una impresión primaria, por supuesto, porque pueden significar también un
sondeo de profundidad con palabras-imagen, frases-imagen entrecruzándose y
combinándose en una configuración no solo prospectiva sino retrospectiva. Versos que
69
zigzaguean, simulan decaer y renacen una y otra vez en el fluir de una conciencia que
deviene secuencias oníricas o verbalizaciones subconscientes propias y auténticas del
discurso poético.
Otro rasgo importante: no es una poesía quejumbrosa, no la abusan figuras retóricas
manidas ni metáforas supernumerarias. Es un poemario serena y bellamente estoico que nos
invita inclusive a desempolvar al Séneca que tenemos olvidado y que tan urgente es en un
mundo fragmentado de certidumbres humanas y henchido de falsificaciones literarias.
Ya sé que solo he rozado algunas facetas del poemario. Otros lectores, con mayor
autoridad crítica, ahondarán en esta escritura. Descifrarán sus símbolos secretos para
señalarle el sitio que le corresponde entre las múltiples expresiones poéticas del país y del
continente.
Esta lectura no ha pretendido, en ningún momento, ser canónica ni metodológicamente
crítica. Es lo que se llama una “reseña impresionista”, tan denigrada por los sabiondos de
nuevo cuño, –estructuralistas exacerbados, deconstructivistas, esterilizados en auto-clave–
que han convertido la crítica literaria ya ni siquiera en una vivisección, sino en una autopsia.
Entretanto, tengo para mí que estas palabras de Paura Rodríguez Leytón “caen como
monedas viejas sobre la tierra”, pero no como valores ya sin curso legal con destino apenas
numismático, no para calumniar al suelo en que se posan, sino para añadir su fulgor
inquietante a lo más destacable de la poesía que se escribe actualmente en Bolivia.
José Antonio Terán Cavero (Cochabamba, 1932). Poeta y periodista. Perteneció al grupo
cultural Gesta Bárbara. Fue director de Cultura en la municipalidad de su ciudad. Presidente
de la Unión Nacional de Poetas en Cochabamba. Premio Nacional de Poesía “Yolanda
Bedregal” (2003). Libros de poesía: Puerto Imposible (1962), Bocamina de Cánticos (1962), Y
negarse a morir (1979), Bajo el Ala del Sombrero (1989), Ahora que es Entonces (1992), Boca
Abajo y Murciélago (2004).
70
creador que tiene una lógica interna, y un método escritural basado en la libertad entera del
poeta, entendida como una completa servidumbre a la poesía: el poema, para ellos, es una
suerte de revelación de la realidad que de algún modo toma al poeta y lo usa para escribirse.
El poema se escribe. El poeta es un amanuense. Dice Max Rojas, en esa misma nota
preliminar: A partir de cuerpos tres el poema me hizo a un lado y me tomó como un mero
escribiente. De ahora en adelante, cada libro ni empieza ni termina, y sólo tiene como hilo
conductor las obsesiones del poeta y una “lógica poética” que le da unidad y ruptura a todo el
libro.
Pero ¿de qué se puede hablar por tantas páginas? De todo. Max Rojas habla de la poesía
misma, de la propia escritura del poema y de los cuerpos que se aman y desean y se habitan.
Los cuerpos que se dejan, los cuerpos olvidados. El libro habla de lujuria y deseo, de la
muerte y el amor, del abandono. En suma, es un libro de intensa experiencia vital:
La lujuria, Cuerpos, la espléndida lujuria,
el desenfreno en plenitud,
la vida airada vista como vida beata,
como contemplación de lo esferoide,
senda de salvación,
camino hospitalario
[…]
[…]
otros juegos (CONACULTA 2004, UADY 2006), Cuaderno de los sueños (Tierra Adentro 2009),
y editor de En la orilla del silencio, ensayos sobre Alí Chumacero (FETA 2012). Es actualmente
candidato a doctor en Lenguas Romances por la Universidad de Cincinnati (EEUU). Contacto:
manueliris65@gmail.com. Página ilustrada con obras de Silvia Westphalen (Perú), artista
invitada de esta edición de ARC.
73
dos mais movimentados terminais de ônibus da cidade. Aceita a argumentação, foi adotado
um gradil que permitiu a visualização dos jardins a partir do espaço público, restringindo,
no entanto, o seu acesso através do teatro.
Levando em consideração que o principal elemento focal do jardim, sua extensa fonte,
não mais funcionava e que a área projetada para convivência era, relativamente, de difícil
acesso, o espaço do jardim perde importância e apressa-se, assim, seu processo de
deterioração. Isso prossegue até que, numa iniciativa do governo estadual, se dá início a uma
grande reforma do TJA.
O JARDIM DO ANEXO | Até aqui fizemos uma análise do jardim principal do TJA em suas
duas versões. No entanto, para que possamos entender os projetos na sua totalidade, em
ambos os casos, existe uma porção de jardim, no lado oeste do teatro, que precisa também
ser vista.
Para isso, é importante entender o contexto imediato daquele edifício. Quando o teatro foi
construído, no início do Séc. XX, na sua lateral oeste já se encontrava o prédio da Escola
Normal. Essa edificação, construída entre 1881 e 1884, conforme o Guia dos Bens Tombados
do Estado do Ceará, veio posteriormente a ser a sede da Escola de Medicina, e em seguida da
Faculdade de Farmácia e Odontologia. Para servir a essas, é construído um anexo na
extensão sul do terreno.
Na versão de 1974 RBM propõe derrubar esse prédio anexo mantendo a edificação
histórica para abrigar os serviços administrativos do teatro. No entanto, na época da
implantação do jardim, o prédio ainda era usado como faculdade, ficando, por esse motivo,
postergada, a desocupação e retirada desse anexo.
Analisando o projeto nota-se que este lado não tem maiores ligações formais com o
jardim principal. Os elementos mais marcantes deste são as várias áreas de convivência
criadas sob as copas das árvores propostas e uma aléia formada por quatorze palmeiras-
imperiais (Roystonea oleracea). Além desses, se nota um estacionamento com doze vagas e
um acesso para veículos de serviço. O grande valor da idéia seria soltar o prédio do teatro,
dando espaço para sua visualização por três das suas fachadas. No entanto, devido à rápida
deterioração sofrida pelo jardim principal, ficou fora de cogitação derrubar o prédio anexo
que tinha uma boa condição construtiva.
Alguns anos depois, a Faculdade de Odontologia muda-se também para o campus do
Porangabussu (onde se concentram os equipamentos da área de ciências da saúde da
Universidade Federal do Ceará – UFC) e os dois prédios ficam desocupados. Através de um
acordo entre o Ministério da Educação e o Ministério da Cultura, a SPHAN/Pró-Memória
(Secretaria do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional) passa a utilizar o prédio histórico
com um projeto de ocupação igualmente do anexo. Nessa situação fica, então, totalmente
descartada a implantação do jardim oeste, nesta versão de 1974. Dessa forma, quando RBM
elabora o projeto de 1990, nele está incluído o prédio do anexo que, após uma extensa
reforma, passa a abrigar os serviços administrativos e de apoio ao Theatro.
Nesta versão, tendo sido mantido o prédio do anexo, um pátio central que aí existia passa
a ser um ponto focal desse pequeno jardim. Considerando o clima de poucas chuvas e as
temperaturas relativamente elevadas o ano todo, dá-se a esse espaço, numa escala menor,
uma solução semelhante à do jardim principal sendo aí instalado um pequeno palco para a
realização de eventos artísticos. Os materiais de pavimentação de piso e mobiliário seguem a
mesma linguagem do jardim principal e no plano de vegetação destacam-se alguns
espécimes de macaubeira (Acrocomia intumescens), palmeira nativa do nordeste.
considerando, ainda, que podiam ocorrer mudanças não autorizadas, o que soma, então, um
grau extra de dificuldade nessa tarefa (Ana Rosa de Oliveira, 2008).
No entanto, antes que sejam analisados os planos de vegetação propostos nas duas
versões do projeto do TJA, é importante nos referir acerca dos velhos oitizeiros que lá estão.
Quando da derrubada do centro de saúde para dar lugar ao jardim para o teatro, três
oitizeiros (Licania tomentosa) foram salvos e essas árvores, de porte magnífico, foram
logicamente incorporadas ao projeto paisagístico. É muito provável que essas árvores já
existissem lá desde o tempo do quartel da polícia, que ali havia. Aliás, é curioso notar que o
uso urbano dessa espécie, em Fortaleza, havia sido recomendado por Pereira Passos – o
grande artífice da reforma urbana do Rio de Janeiro no início do Séc. XX – em matéria
publicada no jornal Ceará Ilustrado em edição de janeiro de 1925. Na época do primeiro
projeto, essas árvores, já de grande porte, passam a ser um importante elemento no desenho
da vegetação, servindo como fonte de generosa sombra e pano de fundo para o desenho do
jardim, por sua localização na parte posterior deste.
Fazendo-se uma análise comparativa da seleção vegetal para os dois projetos, percebe-se
que seguindo uma tendência natural do seu trabalho, no que concerne a seleção de espécies,
em ambas as versões do projeto, nota-se a mescla de espécies exóticas e nativas, dispostas,
harmonicamente, lado a lado. Ressalte-se, aqui, que RBM foi responsável pela introdução, no
Ceará, de várias espécies vegetais exóticas e nativas brasileiras, principalmente das famílias
das bromeliáceas, musáceas, orquidáceas, marantáceas, velosiáceas e apocináceas (cf. Flávio
Motta, 1983).
No que concerne essa questão de origem das espécies utilizadas, nos dois projetos,
nativas brasileiras e exóticas se equivalem. A grande mudança que se pode perceber entre
estes planos de vegetação, refere-se ao clima de origem daquelas espécies: tropical seco e
tropical úmido. Tomando como fonte de referência básica o trabalho do Instituto Plantarum,
dirigido pelo botânico Harri Lorenzi (2004; 2003; 1995; 1992), nota-se que, enquanto no
primeiro projeto essas categorias se equivalem, no segundo projeto – não mais existindo a
fonte – há um forte predomínio das espécies de clima tropical seco. Nessa seleção, passam a
representar cerca de três quartos das espécies utilizadas. Percebe-se, nesse caso, uma
preocupação, na definição do plano de vegetação, com a escolha de espécies mais resistentes
ao clima local, daí essa mudança, a qual se reflete, diretamente, no nível de manutenção
requerido.
No projeto de 1990, o grande ponto focal do jardim é uma aléia de palmeiras-leque-de-fiji
(Pritchardia pacifica) que domina toda a parte frontal do espaço, sendo esta, inclusive bem
visualizada a partir da rua. Em relação ao desenho dos canteiros do jardim, nessa versão de
1990, a subdivisão rígida do desenho de 1974 dá lugar a uma apresentação mais solta das
espécies, com um uso reduzido de delimitadores de canteiros separando os agrupamentos
de arbustos, herbáceas e forrações.
O estado do jardim atual merece, aqui, uma ressalva. Muitas plantas foram introduzidas
desvirtuando o projeto original. Algumas podem, de certo modo, ser consideradas como
contribuições positivas, como a grande touceira de pândano-amarelo (Pandanus sp.), o denso
arbusto de uma pleomele (Pleomele reflexa) e três espécimes de palmeira-triangular (Dypsis
decary). No mais, o jardim, hoje, carece de toda uma recuperação, para a qual sejam
avaliadas as condições de permanência das plantas introduzidas, o controle de crescimento
e a reposição das espécies existentes propostas no projeto original.
Um dos elementos mais marcantes do projeto merece destaque: a cascata de tumbérgia.
Já no projeto de 1974 é indicada a implantação de uma trepadeira (Thunbergia grandiflora)
na parede de fundo do jardim principal. Essa trepadeira foi implantada, de um em um
metro, de forma a subir num alambrado afastado cerca de dez centímetros do muro,
criando, assim, uma cortina verde de ponta a ponta do plano de fundo do jardim principal.
Quando da implantação do projeto de 1990, no entanto, o prédio vizinho teve mais dois
pavimentos adicionados, levando esse muro a uma altura acima de dez metros. Na época,
78
apesar de não constar do plano de vegetação de 1990, foi sugerido, pelos paisagistas,
complementar o alambrado até o topo do muro, e Burle Marx, conforme lembra o arquiteto
Haruyoshi Ono, ficou na dúvida se a planta conseguiria subir tão alto. Na verdade, ela não só
conseguiu como é hoje um dos pontos de destaque do jardim.
RA | Para empezar, quisiera citar dos fragmentos de tus poemas “Universo” y “Lisboa
revisitada”: “Quien dice yo / casi no sabe de qué habla”. Y: “Quien se acerca a la distinción /
entre la verdad y la mentira / tarde o temprano pregunta '¿quién soy?' / y se pierde en un
laberinto”. ¿Cuál sería ese pedacito del que podrías hablarnos sabiendo? ¿Cuál es el laberinto
de Miguel Espejo?
ME | Siempre resulta un poco arriesgado, para el propio autor, intentar teorizar sobre
poemas ya escritos, porque en esa teorización intervienen factores y aspectos que no
estuvieron presentes en el momento de su elaboración. Señalados estos límites, creo que en
ambos poemas está presente, sobre todo, la conciencia cósmica, aquella que adviene al ser
humano, en algún momento de la niñez (en mi caso fue entre los cuatro y los cinco años), y
que lo llena de zozobra ante el descubrimiento de su identidad provisoria: ¿por qué soy este
ser y no otro? Los dos fragmentos citados están separados entre sí por más de treinta años y
ambos reflejan mi distancia con el psicoanálisis, o con cierta forma de psicoanálisis, que
parte de la convicción de que el ser humano es inteligible. Yo sospecho, por el contrario, que
él es quien sostiene el enigma del mundo, ya que es el único que comprende que él forma
parte de ese enigma. Hay una percepción de larga data, un trasfondo socrático en todo esto,
acerca del hecho de saber que no se sabe. En uno de mis poemas breves, cuyo título es
justamente “Sócrates”, hago un desplazamiento sobre esta cuestión: “el delito de saber que
no se sabe / es el delito de ser hombre”. El reconocimiento de que no se sabe, a veces, permite
un punto de apoyo, como el principio de incertidumbre de Heisenberg, que nos abre
simultáneamente al despojamiento de las certezas y a una nueva forma de comprender y
comprendernos. Lo que se sabe, siempre reposa sobre una ignorancia esencial, aun cuando a
las llamadas ciencias sociales les cueste admitir esto, y mi laberinto, con sus
particularidades, no es muy diferente al de cualquier otro hombre. ¿Nuestra identidad no
80
sería acaso lo que está en el centro del laberinto, tomado el Minotauro como una metáfora,
una metáfora casi surrealista, es decir, aquello que si es encontrado sólo es para su
liquidación y su exterminio?
RA | Tu obra aúna poesía y filosofía en una línea en la que parecieran volverse una.
¿Cómo concebís esa articulación? ¿Podría pensarse a la filosofía como una forma de la
poesía, o más bien viceversa?
ME | Antes del primer gran sistema del pensamiento filosófico, construido por Platón,
fundador de la Academia, maestro de Aristóteles y de muchos otros, la filosofía se
expresaba por medio de poemas. E incluso antes de la protofilosofía estaban los mitos.
Muchos de los libros fundamentales, en el sentido de fundadores, han utilizado la poesía
para su desarrollo. Desde el Tao-Te-King a la Biblia, del Corán al poema de Parménides, estos
textos exploran el amplio territorio del asombro, de donde surge la filosofía, según los
presocráticos. A mí me interesó sobre todo recuperar esa zona donde se mueve el
pensamiento fugitivo y no el sistema, el aforismo y no el tratado, la metáfora y no el
apotegma. No es casual que yo haya decidido abrir mi primer libro publicado de poemas, allá
en México, en 1981, Fragmentos del Universo, con un poema intitulado “Corán”: “Nos
sentamos a orillas de un río / para ver pasar el cadáver / de nuestro enemigo, / pero, detrás
de él / pasa también nuestra vida.” El propósito, en el caso que haya habido claramente un
propósito, fue convocar esos grandes espacios del espíritu donde se producen los
encuentros de voces provenientes de muy diferentes lugares, pero que tienen en común
revelar el estupor de existir. Sin embargo, debo aclarar que mis ensayos filosóficos no
utilizan la expresión poética, aun cuando por momentos la bordean. Más bien se limitan a
indagar una problemática con los medios expresivos que el tema requiere; por ejemplo, en
Heidegger. El enigma de la técnica o en “Bataille: la cumbre del no-saber”. Por otra parte, creo
que, en mí, la filosofía y la poesía se cruzan en más de un aspecto, no exclusivamente por el
nivel reflexivo que pudiera tener mi poesía, sino por el mito, sustrato de ambas. Aunque
tengo muy claro que estos géneros, por así llamarlos, no se confunden. Estaría mal
identificar a Ser y Tiempo con La tierra baldía. Lo que sería enriquecedor es tender puentes
entre una obra y otra. Esa tarea, con frecuencia, requiere del impulso creativo más que de la
especialización del conocimiento, del desprejuicio más que del saber codificado.
RA | Dice “El poema”: “No hay nada que el poema / no haya dicho veladamente. / Le falta
precisar / lo indecible”. Y también leemos en “Angustia”: “con los brazos en cruz / corriendo /
desesperadamente / hacia una página en blanco / para expresar / lo inexpresable”. ¿Cuál es,
para vos, el consuelo que el poeta tiene ante lo inexpresable?
ME | El que tiene todo hombre: rezar ante un altar vacío. En esta época marcada por
torrentes de superficialidad, yo he tratado de lograr, aunque sólo fuere por su faz negativa,
que la poesía conserve algo de lo sagrado que la nutría. Desde una posición, si se quiere, más
emparentada con el budismo (religión que no he estudiado), que desde el monoteísmo
triunfante, triunfante hasta que Nietzsche anunció, después de Hegel, “la muerte de Dios”.
Es un fenómeno que está en el centro del desarrollo de la técnica y del saber científico, a
pesar de los millones de devotos que siguen poblando el planeta.
Por otra parte, el recorrido histórico que puede hacerse a partir de la Ilíada, de la Odisea
y, posteriormente, de la tragedia griega, revela que, en sus comienzos, ya estaba una de las
cumbres de la epopeya y de la poesía dramática. La poesía lírica sigue un desarrollo mucho
más sinuoso, al punto que, en uno de sus “Proverbios del Infierno”, William Blake sostiene
que “los caminos rectos son los caminos del progreso, pero los caminos sinuosos, sin progreso,
son los caminos del genio”. La poesía lírica, después de haber explorado muchas de las
instancias que tiene el hombre en su confrontación con el mundo, ha desembocado, al igual
81
que gran parte de las expresiones artísticas de fines del siglo XIX y comienzos del XX, en una
poética del silencio. Mallarmé constituye una piedra angular en este proceso. El silencio nos
ha dado una doble dimensión: la comprobación de que cualquier cosa que se dice es
insuficiente y, al mismo tiempo, un horizonte hacia donde debe dirigirse la palabra poética.
ME | Creo que la escritura, no sólo en mí, surge de una experiencia traumática, como el
arte en general, por otra parte. Levinas sostuvo que el origen del pensamiento, de la
reflexión, del uso de la palabra, se encuentra en un remoto hecho doloroso que nos impulsó
a pensar. Cuando hace veinte años leí esa respuesta, que se encuentra en Ética e infinito, tuve
de pronto un recuerdo fulgurante de algo que me había sucedido a los cuatro años y supe,
en una especie de revelación, que al menos parte de mi escritura surgía de esos alaridos que
yo daba mientras presenciaba cómo le pegaban a mi niñera. Digamos, entonces, en un marco
general, que la escritura o la necesidad de expresarse artísticamente surge de una violenta
confrontación con el exterior. Es un registro de la violencia. Después de este punto inicial
surge de muchas maneras, como esos ríos de montaña que van alimentándose de pequeñas
caídas de agua, de pequeños arroyos, de hilos semejantes a senderos, meandros que
terminan por constituirlo. Por eso es que el amor, la contrapartida de la violencia, ocupa un
espacio tan grande y tan importante en la poesía lírica; sin embargo, tengo el
convencimiento que desde Safo hasta nuestros días, para la poesía, ha sido más importante
la carencia del amor que su concreción.
el interior del cuerpo y la soledad sin límites. Esta elección se acercaba peligrosamente a lo
indecible. Por añadidura, la soledad es un estado ligado a cualquier ser humano. La soledad
esencial vinculada a la escritura no hace sino subrayar esta dimensión.
ME | Los pitagóricos creían que detrás del aparente silencio del universo en realidad
existía la música de los astros. Me parece que el silencio de nuestro tiempo está compuesto
por las discotecas en serie. El ruido ensordecedor es lo más parecido a un silencio completo.
Por el contrario, una estética del silencio está poblada de suaves voces, que se acercan a
golpear suavemente el hombro del mundo.
ME | A lo mejor y según las ocasiones, según los momentos, la escritura es el medio más
idóneo para entrar en el mundo, pero también para salir definitivamente de él. En este caso,
más que polisémica, la escritura se vuelve polifacética, o quizás al igual que el doble rostro
de Jano que recibía a los viajeros a la entrada de la ciudad, sirve para ir como para volver,
para llegar y salir.
ME | Algo de la filosofía siempre está en mí: Hegel decía que el infinito no es la línea recta,
sino el círculo. Como artista, pues siempre he pensado que la creación literaria está
indisolublemente ligada al arte, y no a la propaganda ni a la denuncia (por lo demás, ¿no es
suficiente denunciar la insoportable condición humana en la que estamos inmersos?), yo
creo que esta novela, como el profeta Ezequiel de Blake, ha tratado de elevar a los demás a la
percepción del infinito. Si la novela ha sido capaz de contener un acto de coprofagia no fue
con ánimo de transgresión y de escándalo, sino una sencilla analogía de lo que hoy es una
obviedad desde la ecología: la especie ingiere los residuos que produce. Y si somos capaces
de restablecer los vínculos con lo existente y con el universo, desde la contemplación
ilimitada y no sólo a través de los viajes planetarios, deberemos recoger la recomendación
que Marechal le hacía a Miguel Ángel Bustos, citando uno de sus versos: “De todo laberinto se
sale por arriba”. Así también se podrá salir del círculo interno por una vía diferente a la de la
muerte.
RA | En tu novela aparece claramente la figura del cuerpo como una cárcel, pero también
la cárcel de lo ilimitado. ¿Es el cuerpo el verdadero límite entre el adentro y el afuera?
ME | Lo que deseé mostrar en esta novela fue la concepción cristiana del cuerpo, que lo
convirtió en una cárcel del alma, condenándonos a una dualidad que prácticamente no ha
conocido otra religión. Si la estructura psíquica y emocional de los seres humanos de la
llamada civilización occidental y cristiana hubiera permanecido unida al cuerpo, nuestra
cultura y nuestra manera de percibir el mundo hubiera sido completamente distinta. Hoy se
oscila entre un hedonismo procaz y un aislamiento en que los seres humanos pierden cada
vez más su capacidad de interactuar con los otros y, por lo tanto, de mantener relaciones
83
RA | Leemos en “Desierto”: “el exilio viene de lejos / no conocer el hogar / que a uno lo
marca”. Y en “Ítaca”: “No hay mayor secreto / que el propio hogar”. En términos de Freud, lo
siniestro vendría a ser aquello desconocido que se revela dentro de lo familiar. ¿En qué
sentido podrías decir que el propio hogar es un secreto? ¿Cuánto carga de “siniestro” esa
concepción?
ME | En principio, una cuestión general. Aquello que tenemos más próximo es también lo
más enigmático. Un padre y una madre deberían ser aquellos que tenemos al alcance de la
mano, pero con frecuencia es a través de ellos, por ellos o en su contra, que nos
preguntamos por el hecho de estar en el mundo. En ese sentido, no son factores reveladores
sino de ocultamiento, de todo aquello que está inmediatamente atrás suyo, o mucho más
lejos en el tiempo. Sin embargo, tocaste un punto muy importante sobre cómo se organiza,
de manera bastante “siniestra” la información familiar en el noroeste, por lo menos en mi
época de la infancia. Por ejemplo, hacía cerca de 10 años que había muerto mi padre, cuando
yo tenía unos 44, y recién ahí, examinando la libreta de familia de mi abuelo, me enteré de la
existencia de una media hermana de él, que mi abuelo había engendrado a los 67 años. ¿Por
qué habían ocultado esa información banal? ¿Qué mecanismo de lo siniestro se palpaba ahí?
La verdad, no lo sé. Aunque debo ser franco: en el poema “Ítaca” yo me refiero en realidad al
hogar formado por mí, cuando ya tenía dos hijos, y no al de mis padres.
84
RA | El círculo interno es, de alguna manera, un viaje hacia el origen, hacia un pasado que
ya no se puede elucidar. La infancia aparece allí, y en otros de tus textos, como una zona
destacada en un sentido muy particular. ¿Cuál es tu concepción acerca de la infancia, ese
lugar al que no es posible ya acceder más que de forma fragmentada?
ME | Yo creía que en mis textos había aludido de manera casual y con muchas
intermitencias a mi infancia. Tal vez porque si uno compara cualquier alusión, e incluso
obsesión, con la interminable obra de Proust, En busca del tiempo perdido, todo se vuelve
francamente insignificante. Mi infancia fue de muchas lecturas, de pocos amigos, pero los
necesarios como para andar mucho a caballo o hacer paseos en bicicleta. A mis 10 años me
regalaron un rifle de aire comprimido, así que en lugar de matar pájaros con la honda lo
hacía con el rifle. Nací en el Ingenio Ledesma, allá en Jujuy. Al igual que la empresa, aprendí
a ser un depredador desde muy chico. Antes de cumplir los 12 años ya estaba en el Liceo
Militar de Córdoba, a 1000 kms. de mi casa. No creo haber aludido mucho a ese mundo. En
cuanto al origen sí, pero no al personal, sino al que concierne al antepasado que dio el
primer paso en posición erecta o que prendió por primera vez un fuego. Desde mis 18 años
me quedó grabada una frase de Husserl: “La tradición es olvido de los orígenes.”
Roxana Artal (Argentina, 1980). Actriz y poeta, fue Jefa de Redacción de Evaristo Cultural,
revista de arte y literatura, hasta agosto del año 2012, y allí ha publicado originalmente esta
entrevista a Miguel Espejo. Contacto: roxanaartal@hotmail.com. Crédito de la fotografía:
Carolina de Saint Pierre. Página ilustrada con obras de Silvia Westphalen (Perú), artista
invitada de esta edición de ARC.
85
Justo en los años treinta el poeta surrealista Robert Desnos paseó las calles de La Habana
teniendo como guía la presencia de Alejo Carpentier. En una de estas peregrinaciones afirmó
que esta ciudad era naturalmente surreal, indescriptiblemente insólita y tal vez fue esto lo
que reforzó a Carpentier en su poética de lo real maravilloso, que algunos barruntan como
una versión latinoamericana del pensamiento surrealista. Recordemos ahora los consejos de
Breton, líder del movimiento surrealista para hacer un texto con estas características, algo
difícil de aplicar al parecer en la técnica dramática que conlleva una organización
estructural:
Háganse lo necesario para escribir después de haberse situado en el lugar más favorable
para concentrar su espíritu. Pónganse en el estado más pasivo o receptivo. Hagan
abstracción de su ingenio, de sus capacidades o de las de los demás. Repítanse que la
literatura es uno de los caminos más tristes que puede conducir a cualquier cosa. Escriban
rápidamente sin un argumento predispuesto, tan rápidamente que no se detengan y sin la
tentación de revisar. (…) Si el silencio amenaza con producirse por algún error por
pequeño que sea que hayan cometido, una falta, podemos decir, de distracción anulen con
una línea muy clara y sin vacilar.
Así la vida, así el arte y el teatro no es una excepción. Aún cuando el surrealismo tal como
lo describe Bretón parece difícil de producir puramente en el teatro, hay una zona de nuestra
producción dramática, un grupo de obras y autores que observan y asimilan el sentido entre
mágico, insólito y absurdo de la cultura nacional. Cuestión de equivalencias, así la vida así el
teatro. Absurdo que aparece aquí y ahora presente de un modo particular, donde el sentido
del vacío marcado en las culturas europeas se sustituye por lo inconcebible- la vida telúrica y
al mismo tiempo maravillosa de nuestros trópicos- en medio de los hechos cotidianos. Un
prisma que la experiencia confirma se esparce con luces similares en toda Latinoamérica;
recordemos las tesis similares sobre realismo-mágico de García Márquez y otros autores.
Esta zona muy relevante en nuestra dramaturgia nacional se centra – de modo significativo
con relación a lo que ya discurrimos- en autores que están considerados como los sostenes
de la dramaturgia nacional. El primero de ellos que no puede obviarse es por consensus
gentium: Virgilio Piñera. [1] La lista podría continuar con José Triana, José Milián, Alberto
Pedro, Anton Arrufat, Nicolás Dorr, Tomás González, Gloria Parrado, el enrarecido teatro sin
estrenar de Ezequiel Vieta y más recientemente en una línea de probable discontinuidad, con
autores relativamente jóvenes no tan decisivos– algunos emigrados ya – como Víctor Varela,
Carmen Duarte, Raúl Alfonso, Salvador Lemis, Joel Cano, Elvira Vank Brackle, Norge
Espinosa, Ulises Rodríguez Febles, Edgar Estaco, Roberto D. Yeras, Abel González Melo, y
Nara Mansur. Esta claro que la lista anterior –de seguro como todas las listas- esta sujeta a lo
parcial y lo relativo. Probablemente me haya saltado algún nombre. Puede decirse de ella el
viejo proverbio, que no están todos los que son, ni son todos los que están, pues algunos
autores citados califican tal vez en otras tendencias más realistas en lo que concierne a la
mayor parte de su producción. No obstante, esta es la mejor lista a que nuestro
conocimiento alcanza y no queríamos dejar de mencionar individualidades, porque en mi
opinión un movimiento teatral se arma sobre personalidades únicas.
¿Pero, por qué comenzamos nuestra reflexión con la aparente dicotomía inicial de
surrealismo cultural o dramático? ¿Por qué creemos importante definir esta frontera? A
veces una pregunta es el estímulo necesario para activar los reflejos de investigación.
En lo personal, cada vez más he vivenciado una fuerte conciencia del ámbito surreal en
que estamos inmersos en medio de nuestras realidades cotidianas. Tal vez porque esa
conciencia debe conducir en mi opinión a ciertas semillas del pensamiento dramático. Y
porque esas semillas deben estudiarse en nuestra dramaturgia para observar un proceso de
cierta intensidad que define nuestra cultura.
¿Entonces esencialmente en que orden se manifiesta lo surreal, o lo real-mágico, en
nuestra dramaturgia?
Si hemos de ceñirnos a un aspecto esencial, lo es sin dudas el comportamiento de las
personas, ante el carácter insólito que toman los sucesos o eventos en muchas de las
circunstancias de la vida tal como indicamos al principio, esta impronta hace irrupción
desde la vida en el ámbito dramático. En nuestra dramaturgia reciente los sucesos son cada
vez más enrarecidos. Tal vez por la orgánica necesidad del dramaturgo de plasmar la
realidad que es tangible para él cada día. Algo que se experimenta en la vida reciente como
el hecho de vivir en una realidad múltiple con varias coordenadas yuxtapuestas. Algo tal vez
homólogo a la imagen de los círculos concéntricos al picar una cebolla, o más bien a la
moderna teoría de las cuerdas. Excéntrico y Concéntrico en amalgama. Lo que parece indicar
también una manera de vivir y percibir la realidad, de la cual sí se es partícipe, es imposible
no develar creativamente.
87
Analicemos entonces algunas piezas de los autores citados y tratemos de ver de qué
modo se expone en ellas el elemento surrealista intrínseco a nuestra cultura, imbricando
estos a otras experiencias o ejemplos de la vida cotidiana- en una clara relación arte-vida-
que trace un vínculo directo con lo insólito como el hecho que refiero a continuación antes
de entrar en los ejemplos teatrales:
Segundo hecho.
En este caso un suceso que ya cité en otro artículo. Fin de año de 1992 aproximadamente.
Parque frente al Hospital Ameijeiras, salgo de una fiesta en casa de unos amigos. Justo allí,
veo como un hombre y una mujer negros, con vestiduras blancas de ciertos cultos y en
apariencia entre posesos o con una gran embriaguez se machetean el uno al otro con
cortes pequeños, casi sádicos. En derredor un grupo de gente también embriagada al
parecer, los azuza tal como en el circo romano. Una escena de gladiadores contemporánea
que termina bruscamente cuando se escucha a lo lejos la sirena de la policía y los dos
desaparecen en las callejuelas adyacentes mientras todo el grupo se disuelve como por arte
de magia. Nunca supe por qué sucedía aquello… ¿Qué había detrás de aquél ritual
colectivo de sangre? Nunca supe. Lo cierto es que este hecho una y otra vez en el tiempo, se
me aparece a la conciencia como uno de los lados de nuestra naturaleza. Cierta violencia a
flor de piel que esta isla telúrica nos ha dado, en evidente paradoja al lado de la ternura, la
solidaridad y la entrega, que no poseen igual europeos y anglosajones de este lado del
mundo. Paradoja del carácter nacional… (¿?).
Tras esta segunda cita, ubicar la condición definidamente surreal en que habitamos la Isla
se va haciendo a mi percepción más nítida. Tal vez hasta la misma condición insular de que
tanto se ha hablado determina una psicología, una identidad y ciertas antinomias que
parecen estar presentes en nuestra idiosincrasia. Recordemos el verso homónimo de Piñera:
“La maldita circunstancia del agua por todas partes”. Claro está, pero esto es solo una parte
del fenómeno. Veamos ahora ejemplos teatrales y en algún momento continuaremos este
singular tejido que se irá produciendo entre los hechos del teatro y los de la vida.
Tomaremos ejemplos de algunas obras de las que no hemos hablado en otros artículos, y
que en mi opinión son obras menos divulgadas pero al igual que las obras paradigmáticas de
la lista arriba citada son obras de un fuerte impacto en el orden de nuestro análisis.
El caso de Tomás González, tanto como dramaturgo como director, es sin dudas una rara
avis en la escena nacional, aunque, lamentablemente, ya no reside en Cuba. Su peculiar
poética, teatro de la actuación trascendente, concepto que influye su trabajo como director,
evidentemente ejerce también cierta influencia en su dramaturgia. Aun siendo uno del grupo
de autores que participaron en el ya “antológico” seminario de dramaturgia de los sesenta en
el Teatro Nacional -y tal vez uno de los menos divulgados-, su experiencia en los doce, así
como cierto rechazo perceptible a las formas realistas han hecho que su dramaturgia tome
un carácter también peculiar. Un “aire”, género y estilo definidamente surreal. La obra que
trataremos de comentar, es sin dudas, una obra donde lo insólito y lo extraordinario tienen
amplio espacio desde el inicio. El punto culminante de la dramaturgia conocida de este autor
y una obra que lamentablemente no ha sido valorada con justeza en mi opinión. Veamos un
fragmento inicial:
Cuadro I
88
La Tertulia Delmontina celebra el triunfo de José Jacinto Milanès con su obra “El
Conde Alarcos”.
El telón se descorre sobre el desfile de la fiesta al ritmo de los dulces acordes de la
habanera. Centro brillantemente iluminado por enormes aras de cristal de roca. La pompa
de la procesión de invitados avanza desde el fondo a través de una paralela, formada por
negros en servidumbre –casi estatuas- con pelucas azules, casacas rojas, dieciochescas,
entorchados dorados, y mucho encaje en pecheras y puños que, sosteniendo candelabros
de muchos brazos, ofician en la iluminación. Los que componen el grupo de intelectuales
hacen su entrada ceremoniosa maquillados casi a la máscara social. Visten al modo
romántico, más a punto de la extravagancia y el desenfado. Llevan levitas de flores
doradas en fondo negro, dragones y otras exóticas bestias, así como aves, tanto en plata
como en oro, siempre en fondo negro. Cada uno hace entrada con una escolta insólita,
fantasmal, de negros y negras descalzos, pantalón recogido a la altura de las rodillas. Y
levitas negras llevan los hombres, mientras que las mujeres han sacado todo su ropero
del arsenal de los panteones yoruba, bantú, y arará. Los negros llevan la levita sin camisa,
a pecho abierto. Entre collares de los más diversos colores y combinaciones exhiben la
banda tricolor o pañuelos que cruzan el pecho desde un hombro a la punta de la cadera
contraria, dándoles a todos, la apariencia de diputados a una de dos revoluciones: la
francesa o la haitiana. La cabeza en algunos con chisteras negras. Van apretando entre los
dientes, tanto hombres como mujeres, tabacos y sonrisas llenas de ironía. Todo
contrastando con la ceremonia casi tristeza, con cabezas descubiertas de todos los
blancos intelectuales y las de Plácido y Manzano. Una como gruesa niebla asciende del
piso brillante. No todos los intelectuales han de ser reconocibles por sus
caracterizaciones. Entre los primeros marcha Anselmo Suárez y Romero, escoltado por
dos desdichados de su obra, Francisco y Dorotea. También podrá reconocerse en algún
detalle la entrada de Cirilo Villaverde, con escolta formada por Cecilia Valdés y Dolores
Pimienta que, llegado el momento puede servirle de asiento al primero con su espalda.
Como que en esta fiesta es la ficción quien ha repartido las invitaciones, no puede estar
ausente, aun faltando a la historia, Gertrudis Gómez de Avellaneda acompañada de su
sap.
Cerrando el desfile hará su entrada en carro romano tirado por los intelectuales de color
Plácido y Manzano, Don Domingo del Monte. Pero el gran momento solo está deparado a la
aparición, en medio del estruendo desatado por los acordes de la introducción musical, de
José Jacinto Milanés que, envuelto en túnica roja, corona de laurel dorada, la mirada altiva
como extraviada, llevado sobre los hombros de dos negros de estrafalario vestuario con
banda tricolor, remeda la figura del Dante. Desde otro punto, tres negras, con batones
desceñidos atacan la habanera.
Como puede verse en el pasaje citado, en mi opinión de modo evidente, González apuesta
aquí por un barroquismo y abigarramiento desparpajadamente irónico, en el que gravita lo
surreal, lo incomprensible como fuente de toda nuestra cultura. Los contrastes que indica y
toda la atmósfera inicial tienen un toque de delirio, de descentramiento de las épocas, de
entrecruzamiento de cosas que aparentemente no están ligadas una con la otra, en el cual
resuma la percepción clara de lo onírico, lo extraordinario y un fuerte trasfondo mágico. No
hay que ser demasiado penetrante para darse cuenta de la similitud y entramado entre los
hechos de la vida y los fragmentos teatrales que estamos citando, pero aún debemos tener
otras constataciones. ¿Cómo no asociar aquí el segundo hecho citado, donde se describe un
ritual de posesión? ¿Cómo no entrever así que las coordenadas entre el clima de la vida
nacional y este texto tienen un tejido estrecho? Esto que es evidente en la larga cota inicial,
se hace también más o menos explícito en diálogos entre los personajes en otros
fragmentos, como el que veremos a continuación.
89
De repente hace su entrada una mujer negra vestida con los atributos de la diosa Oyá.
Lleva muchas sayas de muchos colores y enarbola un iruke de crín negra. No llega sola
sino escoltada por un grupo de ngungunes, payasos de la muerte, con sus vestiduras de
rafia y trapajos que evitan que se les vean los rostros. Por todas partes irrumpen los
tambores haciendo un gran ruido. Oyá busca por todos los rincones de la habitación hasta
dar con el Negro de Chistera. Ella le extiende una mano y el Negro de Chistera sin
posibilidad de escapar, después de una reverencia, toma y conduce, con mucha ceremonia
y elegancia, a la diosa hasta llegar a la presencia de Milanés. Mientras los demás se
entregan a la orgía de la fiesta, Milanés retrocede aterrorizado hasta el límite de una
pared.
Milanés. (lleno de miedo)¡¿Es esta mi muerte?!
El Negro de Chistera. ¡No!
Milanés. Entonces, ¿Qué quiere de mí?
El Negro de Chistera. ¡Quiere bailar contigo!
Milanés. ¡Pero yo no sé bailar!
El Negro de Chistera. ¡Déjate llevar! ¡Ella te conduce!
Milanés. ( sintiendo que el ritmo lo va poseyendo) ¡No, no puedo!
¡Yo; yo estoy perdido!
Oyá da un grito y toma a Milanes. Este se entrega al baile como un poseso. Plácido y
Manzano hacen lo mismo. Todos se entregan al frenesí del baile y los cantos. De repente las
paredes desaparecen. La fiesta se aleja perdiéndose en la oscuridad del fondo del
escenario. Milanés, venciendo los efectos de la posesión, corre hasta el proscenio perseguido
por el Negro de Chistera.
Milanés. (Gritando)¡Déjame! ¡Déjame! ¡No quiero nada contigo! ¡Eres el mismísimo diablo!
Don Gaspar. (Aparece al lado de Milanés y esto hace que el Negro de Chistera se oculte)
¿Quién le persigue, monsieur?
Milanés. ¡Un negro con chistera!
Don Gaspar. ( sonriente ) Por aquí, no hay nadie, monsieur.
Milanés. (Observando a su alrededor)¡Estaba aquí! ¡Me perseguía sin darme tregua! ¡Me
quería para hacer brujerías, para encantarme y que yo perdiera el poco de razón que me
asiste!
Don Gaspar. (Algo severo) ¡Aquí no hay nadie! (pausa) ¡Tranquilícese!
Tercer hecho.
¡Ah, la intrínseca relación entre la vida y el teatro! Año 2003. Calzada de 10 de Octubre,
justo frente al restaurant “El Asia”, al lado de la Plaza Roja. 5 PM. Sentados en un
abigarramiento inusual un grupo de personas con cierto aire deambulante de los que
proliferan en algunos sitios de la ciudad de un tiempo a esta parte. ¡Oh, prodigio cotidiano!
Uno de ellos- mientras los demás observan como si fuera un performance- afeita en público
y en seco a otro del grupo. Me detengo a observar. Para ello utiliza una maquinita plástica
desechable y un trapito con humedad sospechosa, que pasa por el rostro de su compañero,
luego de cada afeitada. Sonríe orgulloso de su obra y el otro de vez en cuando le pregunta
como va. Le pide un espejito a una mujer del mismo corte que está sentada y le permite
verse al final. El otro sonríe satisfecho y saca unas moneditas de dólares para pagarle.
Ambos se despiden y yo me quedó yerto, en trance. Me imagino como Diógenes en el barril
tratando de entender, pero nada. Todo es posible, solo hay que mirar en derredor.
Cuadro III
El Viaje de los Ingleses hacia Cuba.
Partitura musical para la salida a escena de sir Jorge Pockoc; su segundo, el comodoro
Keppel y el joven conde dé Albemarle, hermano del comodoro. Todos vienen en bicicleta y
se detienen en seco. Sir Jorge está a punto de caer. Los otros abandonan sus bicicletas y
corren a ayudarlo.
Albemarle. ¡Cuidado, sir Jorge!
Keppel. ¡Cuidado Pockoc!
91
Pockoc. ¡Socorro!¡ He vuelto a poncharme! (lo ayudan a desmontarse)¡ Menos Pockoc y más
ayuda! A este paso nunca llegaremos a Jamaica.
Albemarl. Llevamos cuarenta y seis dias navegando, sir Jorge.
Pockoc. Estamos a 20 de abril… (saca una libretica) 20… 30… 1… 2… 45 días navegando…
¡Es casi un record, romperemos las marcas!
Albemarle. Tengo deseos de desembarcar, sir Jorge.
Pockoc. Desembarcarás, desembarcarás, esa es la cuestión. Yo reuniré bajo mi mando
treinta y cuatro buques de línea…
Albemarle. Yo reuniré bajo mi mando más de catorce mil soldados, sir Jorge. Los más
famosos regimientos del momento.
Keppel. No hay gomas de repuesto, Señor Pockoc. ¿Qué hacemos?
Pockoc. ¿Dónde estamos? ¿Hay tierra a la vista?
Keppel. Según lo previsto, a la altura de Barbados.
Pockoc. Uno de ustedes debe darme su goma.
Keppel. ¿Y nosotros?
Pockoc. Usted puede venir conmigo.
Albemarle. ¿Qué pensarán de nosotros si llegamos a Martinica en esas condiciones?
Pockoc. ¿Y qué pensarán ustedes dos? ¿Sentar a la nación inglesa hasta que aparezca una
goma?( a Albemarle )Usted sabe que hemos de comandar el armamento más poderoso que
jamás se haya utilizado para una operación en el Nuevo Mundo. El tiempo es lo más
importante ahora, en Martinica reuniremos las fuerzas destinadas para el ataque.
Keppel. Me niego a ir sentado en su bicicleta, señor Pockoc.
Pockoc. Lo más importante, comodoro Keppel, es llegar a Martinica.
Albemarle. Creo, sir Jorge, que usted se ha enamorado de Martinica.
Pockoc. Comodoro,haga el favor de preparar mi bicicleta y reparta la merienda. Por favor
conde, continuemos con el tema de la guerra.
Albemarle. Tengo deseos de desembarcar, sir Jorge.
Pockoc. Eso ya me lo dijo antes. ¿Quiere abrocharme el lacito del pantalón?(Albemarle lo
hace. El comodoro Keppel prepara la merienda )¿Usted sabe cambiar una goma, conde de
Albemarle?
Albemarle: No, sir Jorge.
Pockoc. ¿Y cree que su formación como militar está completa?
Albemarle. Esperaba que sí, sir Jorge.
Pockoc. ¿Qué edad tiene?
Albemarle: No llego a los cuarenta años.
Pockoc. ¡Un militar que no llega a los cuarenta años!¿Cómo es posible que lo hayan
nombrado jefe del ejércíto?
Albemarle. El duque de Cumberland, sir Jorge.
Pockoc. Usted fue oficial de cámara del Duque de Cumberland, claro… además del
renombre de su familia. ¡Veo el desastre! ¿Y está seguro de que no sabe cambiar una
goma?
Albemarle. No, sir Jorge.
Pockoc. Ahí tiene usted, le han dado una “botella” y en cambio hundimos al ejercito inglés.
¿Sabe frenar su bicicleta?
Albemarle. Supongo que sí, sir Jorge.
Pockoc. ¿Supone? ¡Estamos arreglados!.
NOTA
1. Virgilio Piñera es considerado hoy día por la mayor parte de la crítica, el punto más
sobresaliente de la dramaturgia nacional. Con todo respeto a la obra de Virgilio – a la que
por demás me siento afín, admiro y no quiero restar grandeza- en mi opinión hay cierto
sobredimensionamiento de la figura de Virgilio, tal vez, por las condiciones difíciles en las
que vivió y trabajó. Un ejemplo quizás del síndrome del desagravio que tanto pesa en
nuestra cultura. Hay otros autores como Pepe Triana quién le inspiró “Dos Viejos Pánicos”,
y Carlos Felipe que se sitúan al mismo nivel, sin dudas, con su inolvidable “Requiem por
Yarini”. El problema con ello, es que el paradigma dramático que toman como referencia
los estudiantes de dramaturgia y otros, es de este modo tal vez no tan solído como
precisan para su formación. Hay en Virgilio solo tres obras de verdadero alcance y
dimensión, desde el punto de vista dramaturgico “Electra Garrigo”, “Aire Frío”, y “Jesús”, el
resto tiene puntos a objetar, a nivel técnico. Es sin dudas, Virgilio, mayor narrador que
dramaturgo. Y creánme que no soy yo un defensor de la dramaturgia aristótelica. No
olvidemos que algunas obras del teatro de Virgilio a pesar de sostener una gran pericia del
lenguaje pueden ser señaladas por tener un carácter más literario que conflictual. Eso no
quita su valor como expresión de los rasgos del carácter nacional. De cualquier modo creo
que el gran dramaturgo debe surgir como resultado de un movimiento y aún esta por venir.
Veamos entonces a estos tres autores como un solo centro canónico nacional. (?)
93
Ruben Sicilia (Cuba, 1963). Director, dramaturgo, actor y ensayista. Ha escrito una trilogía de
obras en un acto titulada Las Fundaciones. Ha escrito y estrenado además tres espectáculos
unipersonales: Tocata para un Hombre que se Perdió (1989), Estanco (1992) y Huellas de
Caín (1996). El texto presente fue publicado en fecha reciente en la Revista Unión tras un
largo tiempo a la espera. Durante este tiempo sufrió modificaciones sustanciales que aclaran
y añaden más luz a algunos conceptos. Por lo cual su autor considera en aras de mayor
precisión y por su aspecto polémico, volverlo a publicar en esta versión, que añade unas
cuartillas a la versión original. Contacto: merlin@cubarte.cult.cu. Página ilustrada con obras
de Silvia Westphalen (Perú), artista invitada de esta edición de ARC.
94
Luís Agusti (España, 1969). Artista plástico y ensayista. Secretario General de la Universidad
del Pacífico (Lima, Perú). Artículo publicado originalmente en la revista Artmotiv # 12 12
(octubre 2011-abril 2012). Agradecimientos a su editor, Joseph Firbas. Visite:
www.luisagusti.com. Contacto: agusti_la@up.edu.pe. Página ilustrada con obras de Silvia
Westphalen (Peru), artista invitada de esta edición de ARC.
96
97
editor assistente
MÁRCIO SIMÕES
equipe de tradução
ALLAN VIDIGAL | ÉCLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FLORIANO MARTINS | LUIZ LEITÃO DA
CUNHA | MÁRCIO SIMÕES
jornalista responsável
SOARES FEITOSA | DRT/CE, reg. nº 364, 15.05.1964
apoio cultural
JORNAL DE POESIA
contatos
FLORIANO MARTINS
Caixa Postal 52817 - Ag. Aldeota | Fortaleza CE 60150-970 BRASIL
agulha.floriano@gmail.com | floriano.agulha@gmail.com | arcflorianomartins@gmail.com
MÁRCIO SIMÕES
Rua do Sobreiro, 7936 Cidade-satélite | Natal RN 59068-450 BRASIL
mxsimoes@hotmail.com | arcmarciosimoes@gmail.com
cartas
agulha@groups.facebook.com
banco de imagens
acervo triunfo produções ltda
os artigos assinados não refletem necessariamente o pensamento da revista
os editores de Agulha Revista de Cultura não se responsabilizam pela devolução de
material não solicitado