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Sumario
1. Concepto
2. Características de la atención
3. Tipos de atención
4. Modelos teóricos de la atención
5. Bases neurales de la atención
6. Desarrollo de la atención
1.- Concepto
Ver o escuchar, atender y percibir no son procesos sinónimos. Atender o prestar atención nos
permite enfocar los órganos de los sentidos sobre determinada información y focalizar
selectivamente nuestra consciencia, filtrando y rechazando la información que no es deseada para la
realización de una tarea que se lleva a cabo, resolver la competencia entre estímulos para su
procesamiento en paralelo, temporizar las respuestas apropiadas, controlar la conducta y facilitar la
percepción, memoria y aprendizaje (Cooley y Morris, 1990; Bench et al., 1993; Desimone y
Duncan, 1995).
A grandes rasgos, la atención se puede dividir en dos grandes bloques: a) la atención voluntaria, que
depende del individuo y de sus motivaciones personales, y b) la atención involuntaria, producida por
la atraccion del medio eteriorucida por la atracci de sus motivaciones personales, y b) la
atencironales que interactón del medio exterior (Rosselló-Mir, 1996).
2.-Características de la atención
3. Tipos de atención
James (1890) fue el primero en hablar de la naturaleza múltiple de la atención; desde entonces, otros
muchos autores han intentado describir los componentes que la conforman (Posner y Petersen, 1990;
Ríos-Lago et al., 2004). La mayoría de investigadores están de acuerdo en que la atención no es
simple ni única (Mesulam, 1986; Allport, 1993; Sohlberg y Mateer, 2001). Por ello, se han descrito
al menos 9 tipos distintos de atención:
La red de alerta tiene que ver con los aspectos intensivos de la atención, la vigilancia en la
preparación atencional dirigida a un objetivo. En este sistema, el hemisferio derecho y las regiones
contralaterales asumen un papel importante (Fan et al., 2005). También incluye el denominado
“arousal” que representa el suministrador del tono atencional y que se refiere a la activación general
inespecífica de carácter involuntario, basado en una red córticosubcortical del hemisferio derecho, en
la que el cíngulo anterior funciona como coordinador central (Bruna et al., 2011). Esta red de alerta
se sustenta en la corteza prefrontal y parietal derechas jugando un papel importante en tareas en las
que el sujeto debe mantener la atención durante ciertos períodos de tiempo. El papel “ejecutivo” de
la corteza prefrontal derecha sería el de supervisor y regulador de los niveles de “arousal”,
posiblemente junto con la participación del cíngulo anterior y otras estructuras mediales frontales
(Fan et al., 2005).
La red de orientación está implicada en la dirección de la atención a determinadas localizaciones en
busca de información relevante, así como en el ajuste de su foco (Fuentes y García, 2008). Se
refiere, por tanto, a la capacidad para seleccionar información prioritaria y específica del entorno.
También denominada sistema de atención selectiva posterior, atención visuoespacial o atención
posterior. Depende de la integridad de zonas del córtex parietal posterior derecho y de sus
conexiones, el colículo superior y el núcleo pulvinar del tálamo. Está relacionada con el tipo de
atención de desplazamiento entre los hemicampos visuales. Incluye una atención endógena surgida
desde el interior del sujeto (top-down) y una exógena que proviene del exterior (bottom-up), las
cuales influyen en la actividad neural de un determinado sistema sensorial. Cuando se atiende a
determinados estímulos (por ejemplo, caras) o a un aspecto determinado (color), las áreas del
cerebro encargadas del procesamiento de estos específicos elementos sufren un incremento en su
nivel de activación relativa (Kanwisher y Wojciulik, 2000; Kastner y Ungerleider, 2000). La
atención puede ejercer su influencia desde las fases iniciales del procesamiento en áreas visuales
(Martínez et al., 1999) e incluso antes en áreas subcorticales bajo determinadas condiciones (Kastner
et al., 2004). Esta orientación de la atención (o selección) no sólo afecta a los estímulos externos y a
las vías sensoriales, sino que también puede ser dirigida hacia “acontecimientos” internos o la
memoria operativa (Griffin y Nobre, 2003). Incluye el núcleo pulvinar, los colículos superiores, la
corteza parietal superior, la región temporoparietal, el lóbulo temporal superior y los campos
oculares frontales (Raz y Buhle, 2006). Cada una de estas regiones está implicada en diferentes
subrutinas del proceso de orientación de la atención. Así, una lesión en la corteza temporoparietal
afecta a la capacidad para “desengancharse” del foco de la atención (generalmente una localización
en el espacio). La corteza parietal superior participa en los cambios de atención encubiertos.
Finalmente los campos oculares frontales y colículos superiores participan en la ejecución de los
movimientos explícitos de los ojos en el momento del cambio atencional.
A pesar de que la atención es una función bilateral, cada hemisferio parece estar funcionalmente
especializado. El hemisferio izquierdo ejerce un control unilateral (contralateral) y el derecho ejerce
un control bilateral; además de regular el sistema de "arousal" y mantener el estado de alerta (Posner
y Driver, 1992) tiene un importante papel regulador de la corteza frontal y de sus conexiones con el
estriado. El hemisferio derecho está mejor capacitado para regular la atención selectiva (Cooley y
Morris, 1990; Heilman et al., 1980, 1986; Stefanatos y Wassertein, 2001). En esta línea, se ha
descrito la base reguladora de la atención como subyacente al sistema frontoestriatal del hemisferio
derecho, sobre todo a través de las vías noradrenérgicas y, en menor medida, las serotoninérgicas. El
hemisferio izquierdo, a su vez, actúa mediante vías dopaminérgicas y, minoritariamente,
colinérgicas. De este modo, a través de las vías noradrenérgicas, el hemisferio derecho tiene mayor
capacidad que el izquierdo para regular la atención selectiva (Cooley y Morris, 1990).
La corteza prefrontal participa en una serie de funciones cognitivas y ejecutivas, y tiene un papel
fundamental en el control voluntario de la atención, como etapa final filogenética y ontogenética de
corticalización, permitiendo que la atención involuntaria del niño se transforme progresivamente
durante su desarrollo en atención controlada y voluntaria. Presenta conexiones córtico-corticales
(funciones de naturaleza asociativa integrando información multimodal) y córtico-subcorticales y
límbicas. La corteza prefrontal juega un papel importante en la capacidad de priorizar estímulos,
referenciar a representaciones internas, dirigir apropiadamente el 'arousal', monitorizar la secuencia
temporal de acontecimientos, formular conceptos abstractos y llevar a cabo otras funciones
ejecutivas.
Sistemas neuroquímicos. Destacan las aferencias que surgen de los núcleos monoaminérgicos
(noradrenalina, dopamina y serotonina) y colinérgicos (acetilcolina) (Chandler et al., 2013; Chandler
et al., 2014). El noradrenérgico libera noradrenalina y tiene su origen principalmente en el locus
coeruleus (LC), así como en unos pequeños grupos neuronales próximos a él, los núcleos
subcoeruleus. El dopaminérgico libera dopamina y tiene su origen en el área tegmental ventral
(ATV). Tanto las neuronas del LC como del ATV son estimuladas por impulsos extrínsecos e
intrínsecos y, una vez activadas, emiten sus respuestas hacia zonas diversas de la corteza prefrontal y
otras áreas corticales. La actividad noradrenérgica se relaciona principalmente con el estado de
vigilia ('arousal'), con tareas que demandan atención y cognición. La actividad dopaminérgica se
responsabiliza más del tono de reforzamiento de una conducta en función de la satisfacción
experimentada y de la motivación. Ambos sistemas actúan sinérgica y complementariamente, lo que
explica la estrecha relación que existe entre atención y motivación: sin prestar atención no es posible
la motivación, pero la motivación refuerza la atención y el aprendizaje. El sistema serotonérgico que
accede a la corteza prefrontal y frontal, proviene de las neuronas que se localizan en el núcleo dorsal
del rafe (NDF) que se encuentra implicado en la regulación de los ciclos de sueño y la vigilia, así
como en el estado de ánimo. Las terminaciones nerviosas de naturaleza colinérgica que alcanzan la
corteza prefrontal nacen en el núcleo basal de Meynert. En general, el sistema colinérgico se
encuentra ampliamente implicado en procesos de activación que incluyen la atención, la vigilia, la
memoria y el aprendizaje. En lo que respecta a la atención, la acetilcolina liberada por las
terminaciones colinérgicas activa distintos subtipos de receptores colinérgicos de naturaleza
nicotínica (Poorthuis y Mansvelder, 2013). El subtipo de receptor nicotínico que contiene la
subunidad α7 es un canal iónico implicado en la señalización de calcio en el cerebro y participa
como mediador en la liberación de dopamina (Seipel y Yakel, 2010). Los fenómenos de atención
están fuertemente asociados a los de la función ejecutiva que será analizada en el capítulo 13, dada la
implicación de la corteza prefrontal en ambos procesos.
En la actualidad se presta particular atención al sistema dopaminérgico, por las implicaciones que
pueda tener en el desarrollo y expresión del trastorno de déficit de atención con hiperactividad
(TDAH). El funcionamiento de la actividad dopaminérgica se realiza mediante la activación de dos
familias de receptores dopaminérgicos, el receptor dopaminérgico D1 que estimula la adenililciclasa
y la consiguiente formación de AMP cíclico (AMPc), y el D2 que ejerce una acción opuesta:
inhibición del sistema. A la familia del receptor D2 pertenece un particular receptor, el D4 (DRD4)
que es codificado en el cromosoma 11. Su función moduladora actuaría sobre el equilibrio de las
redes y circuitos neuronales en la corteza prefrontal. De hecho, ha sido asociado frecuentemente a la
expresión de la atención y la función ejecutiva, por su capacidad de modular la serie de cascadas de
señalización que dependen de la formación de AMPc. Precisamente, el DRD4 se expresa de modo
selectivo en la corteza prefrontal, el lóbulo temporal medial y el cerebelo (Durston et al., 2009). En
el gen que codifica el DRD4 se han descrito varios polimorfismos consistentes en la repetición de un
determinado segmento, repeticiones que pueden ser de 2 a 11. El alelo con 7 repeticiones (7R) se
caracteriza por mostrar supresión de función; es decir, pierde afinidad y fuerza para ejecutar su
función dopaminérgica. Pues bien, un meta-análisis elaborado por Faraone y Mick (2010) mostró la
existencia de una asociación positiva entre la sobreexpresión de 7R y el TDAH.
Junto a estos sistemas situados en las áreas anteriores del cerebro, existe otro segundo sistema
denominado “sistema de atención posterior”, o de atención selectiva, o de exploración de la
información del entorno (Posner y Petersen, 1990). Es el que nos permite orientarnos hacia los
estímulos, localizarlos. Su correlato fisiológico se localiza en zonas de la corteza parietal posterior
(con predominio del hemisferio derecho), el núcleo pulvinar lateral del tálamo y el colículo superior.
Específicamente el núcleo pulvinar está implicado en la supresión de los estímulos irrelevantes y
potenciación de los significativos. La corteza parietal posterior está implicada en la atención de
desplazamiento, es decir, la orientación voluntaria hacia la localización de interés (Posner y
Dehaene, 1994; Corbetta et al., 2000). Respecto a las diferencias hemisféricas, la corteza parietal
posterior izquierda controla la atención perceptiva del hemicampo espacial contralateral, mientras
que la parietal posterior derecha controla ambos hemicampos (Posner y Driver, 1992; Corbetta et al.,
1993; Posner y Dehaene, 1994).
6. Desarrollo de la atención
El niño, desde sus primeros días de vida, recibe multitud de estímulos que provienen del medio a
través de los sentidos. La atención involuntaria comienza a desarrollarse en las primeras semanas de
vida, poco después de que aparezcan el reflejo de orientación y la capacidad orientadora (Londoño,
2009). Paulatinamente irá mostrando su interés en relación a los objetos que le rodean y a las
acciones realizadas con ellos. En la etapa infantil, comienza a dominar la atención voluntaria; en
parte, gracias a la acción mediadora del adulto quien orienta, organiza y dirige la atención del niño a
través de actividades y acciones que le sean llamativas. Por ello, las fuentes de la atención voluntaria
son propiciadas por la acción del adulto, sobre todo a través del juego y las actividades propuestas,
fomentando que mantenga la atención a un buen nivel (Ruíz, 2013).
Cuando los niños son pequeños les resulta difícil concentrarse mucho tiempo en una actividad, y más
si ésta es monótona y poco atractiva; por ello, pocas veces logran ocuparse de una misma tarea
durante un tiempo prolongado. Poco a poco, aumentarán el tiempo de su interés por algo (mantendrá
su atención mientras no decaiga su interés) y dirigirán su atención hacia el objeto de su interés, a
guiarla conscientemente y a mantenerla dirigida hacia el centro de su atención, siendo ésta cada vez
más concentrada y estable. El niño llegará con posterioridad a guiar la atención por sí mismo.
En el segundo año de vida, la atención se hace más selectiva. Los niños de 3 y 4 años pueden jugar a
un mismo juego durante 30 o 50 minutos, mientras que a los 5 o 6 años la duración del juego
aumenta hasta hora y media. Esto es debido a que en el juego se reflejan las relaciones e
interrelaciones más complejas entre las personas, y el interés hacia él se manifiesta en la constante
introducción de situaciones nuevas. El niño va aumentando su nivel de atención, sobre todo cuando
observa láminas ilustradas, escucha cuentos, etc. De esta manera, el tiempo de permanencia en la
contemplación de una lámina aumenta mucho al final de la etapa infantil. Pero un niño de seis años
no sólo permanece más tiempo que uno de tres sobre una lámina sino que la capta mejor, destacando
más detalles en ella.
A lo largo de la infancia aumenta notablemente el uso del lenguaje para organizar la atención. Al
principio, los adultos organizan la atención del niño mediante indicaciones verbales, recordatorios y
explicaciones. Más tarde, el niño comienza por sí solo a denominar verbalmente los objetos y
fenómenos sobre los que debe prestar atención para lograr el resultado deseado. Esto se manifiesta,
por ejemplo, por el hecho de que a la hora de cumplir las tareas siguiendo las instrucciones del
adulto, los niños de 5 a 6 años se ponen de acuerdo en lo que van a hacer con una frecuencia diez o
doce veces mayor que los niños de 4 a 5 años. De este modo, la atención voluntaria se forma a lo
largo de la etapa infantil en relación con el aumento general del papel del lenguaje en la regulación
de la conducta del niño. A medida que se desarrolla la función planificadora del lenguaje, el niño es
capaz de organizar previamente su atención en relación a las condiciones de la actividad a realizar,
expresar verbalmente hacia qué se debe orientar (Bruna et al., 2011). El lenguaje, pues, juega un
papel fundamental en el desarrollo de la atención, algo a tener en cuenta cuando se analice el
desarrollo de la atención en el niño con síndrome de Down.
En síntesis, la primera infancia se caracteriza por una mayor elaboración de las conductas sensoriales
y motoras, con un importante incremento en la capacidad de respuesta del niño respecto a los
estímulos del medio ambiente (Londoño, 2009). La segunda infancia (entre los 6 y 12 años) y la
adolescencia (entre los 12 y 18 años) se caracterizan por el desarrollo de funciones cognitivas cada
vez más complejas (Roselli y Ardila, 1997). Por tanto, la atención se desarrolla durante la infancia y
adolescencia, se dirige hacia estímulos relevantes y se hace cada vez más flexible (Téllez, 2002). A
su vez, las habilidades cognitivas maduran y se vuelven más eficientes siendo el lenguaje el principal
regulador de la atención cuando el niño es mayor ya que organiza la atención (Ruíz, 2013) y la
motivación incide sobre la dirección y la estabilidad de la atención.
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