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Primera Visita

La oración en el huerto.
Jesús comenzó a atemorizarse hasta exclamar “Padre si es posible, aleja de mi este cáliz pero no
se haga mi voluntad sino la tuya”. Se angustió “y vínole un sudor como gota de sangre que
chorreaba hasta el suelo”, recuerda San Lucas. La tradición enseña que al ver Jesús que su
sacrificio redentor iba a ser estéril en algunos, su congoja fue grande. Así tantos padres sufren
angustias ante la perdición espiritual de sus hijos y todos nosotros sufrimos por la maldad propia y
la ajena.
Unamos, pues,  nuestros dolores espirituales a los de Cristo para nuestra salvación y la del mundo.
Se medita unos minutos y se corona rezando: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Segunda Visita
“No habeis podido velar conmigo una hora”
Les dice Jesús a Pedro, Santiago y Juan por quienes se hizo acompañar. “No hablas, balbuceas,
no caminas, tiemblas, estás desfigurado y nadie te consuela, ni los tres mejores de entre los doce
mejores, ni tu primer Papa ni tu  discípulo predilecto”. Si ellos hubiese rezado de aquí habrían
sacado fuerzas para dar sus vidas por Ti. Aquí está la raíz del mal.
Lo decía San Alfonso: “o pecando dejas de rezar o rezando dejas de pecar”. Como un eco infinito a
través de los siglos llega a mi tu dulce reproche: “no habeís podido estar conmigo sólo una hora”.
Señor, que poco rezo, perdón.
Se medita unos minutos y se corona rezando: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Tercera Visita
Traición: “Judas, con un beso entregas al Hijo del Hombre” Lc. 22, 48
Cuánto duele una traición, una deslealtad, que cruel desilusión. Cuantas veces aquellas míseras
treinta monedas fue el placer, preferir un rato de placer exterior a la paz interior, un goce animal a
la amistad divina. Cuantas veces en la inconsistencia de los bueno propósitos con un beso
engañoso hemos preferido lo que no vale, lo que pasa, a ti mismo. Hagamos por el contrario,
nuestra la exclamación de Pablo de Tarso “Considero todo una basura con tal de ganar a Cristo”.
Que así sea.
Se medita unos minutos y se corona rezando: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Cuarta Visita
“Entonces sus discípulos abandonándolo huyeron todos” Mc.14, 50
De sus implacables enemigos, los sacerdotes, sólo odio encontró; el pueblo, del Domingo de
Ramos al Viernes Santo, cambió diametralmente su voluntad. Por eso el Sagrado Corazón dijo a
Margarita, a quien se le aparecía “mis enemigos me pusieron una corona de espinas en la cabeza,
mis amigos en el corazón”.
Oh Señor cuanto te hieren nuestras cobardías, nuestros respetos humanos, cuando en la misma
misa tenemos vergüenza para rezar un Padre Nuestro en voz alta frente a los demás, olvidando
nuestro compromiso de bautizados y hasta de confirmados, y cuantos te abandonaron pasando a
las filas de los enemigos que viven mal en la mundanidad y el paganismo, o piensan mal con
doctrinas erradas y perniciosas. Cuanto dolor para tu corazón por todos los abandonos.
Se medita unos minutos y se corona rezando: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Quinta Visita
Ultrajes en la cárcel y tribunales
Luego comenzaron a escupirle la cara y a maltratarle a bofetadas diciendo: “¿adivina Cristo quien
es el que te ha herido?” (Mt.26,65).
Escribe un autor” “el último de los ultrajes es recibir escupidas en el rostro”, porque se saliva en los
más inmundos lugares. Hablando San Agustín de las ignominias recibidas por Cristo dice: “Si esta
medicina no cura la hinchazón de nuestra soberbia, no acierto a dar con otro remedio”.
Recuérdame, Jesús mío, que podría hacer yo para desagraviarte. Me respondes: “tolera los
ultrajes por amor mío como yo los he soportado por el tuyo”
Se medita unos minutos y se corona rezando: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Sexta Visita
La negación de Pedro
“Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré”. Esta exclamación jactanciosa fue la raíz de su
cobardía inmediatamente predicha por el Señor. “Pedro antes que cante el gallo, me negarás tres
veces”. Ah, si Pedro hubiese rogado “Permíteme Señor serte fiel” que distinto hubiese sido todo.
Pero el lavó sus culpas con abundantes ríos de lágrimas, “lloró amargamente” nos dice el
Evangelio.
Señor que nunca se nos seque la fuente de lágrimas. El infierno no se acaba porque el demonio no
se arrepiente, que no seamos duros de corazón e impenitentes. Que sepamos llorar nuestros
pecados.
Se medita unos minutos y se corona rezando: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Séptima Visita
Herodes lo trata como loco
“Entonces el rey con todo su séquito lo despreció y para burlarse lo envolvieron en ropa blanca.
Herodes lo recibe para juzgarlo por curiosidad, quiere ver un milagro, o escuchar mensajes
interesantes. Jesús calla ante este rey indigno y pecador. Y lo remiten a Pilatos.
San Buenaventura añade: “lo despreció como a un impotente porque no le hizo ningún milagro,
como a un ignorante porque no respondió palabras y como a un estúpido porque no se defendió”.
Cuántas veces me parecieron poco razonables tus enseñanzas sobrenaturales, la confesión, el
celibato, el amor a la Cruz, la castidad prematrimonial… Perdón Señor, perdón.
Se medita unos minutos y se corona rezando: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Padre nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo, 


Gloria
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad  Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
en la tierra como en el cielo. Como era en un principio, ahora y siempre, y
Danos hoy  por los siglos de los siglos. Amén.
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos 
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

AVE MARÍA

Dios te salve, María,


llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

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