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Lecciones VIH

EL CRIMEN DEL CABO LORTIE


Tratado sobre el Padre
í

por
PIERRE LEGENDRE

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editores

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siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
ÍNDICE

CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN. 04310 MÉXICO. DE.

siglo veintiuno de españa editores, s.a. ,


CALLE PLAZA 5. 28043 MADRIO. ESPAÑA
NOTA MARGINAL 9
PRÓLOGO 11
RECONOCIMIENTOS 14
PLAN DE TRABAJO 15

1. DEL HOMICIDIO DEL PADRE. ARGUMENTOS PARA INTERESAR


AL LECTOR 17’

1. ¿Qué sabem os del homicidio? Una interrogación que hay que retomar incan­
sablem ente en las sociedades poshitlerianas, 17; 11. “Cuando el Hijo se siente en
el trono de su gloria.'* N ota sobre el em blem a de estas Lecciones, 25; III. El
crimen de Lortie y la cuestión del parricidio, 2 7; IV. El incierto discurso moderno
sobre el padre incierto, 35

2 . EN EL CORAZÓN DEL PROCESO LORTIE: LA APUESTA DE RAZÓN.


NOTAS SOBRE EL HOMICIDIO DEL HIJO Y LA CUESTIÓN DEL PADRE 38

I, Juzgar el homicidio y la locura. La presunción de Razón puesta a prueba en el


proceso Lortie, 43; II. “El gobierno de Quebec tenía el rostro de mi padre.” Una
definición jurídica del acto loco; “meas aliénala, meas transíala’' (mente aliena­
da, mente transferida), 59; III. “Lo demás iré a decírselo a las som bras.” Un texto
de Sófocles para introducir al sujeto del crimen, 73

PARÉNTESIS; REPRESENTAR LOS CRIMENES. NOTA SOBRE UNA FUNCIÓN


RITUAL DE LA PRENSA 77

portada de pablo labasíida


3 . EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1 9 8 4 EN LA ASAMBLEA
prim era edición, 1994 NACIONAL DE QUEBEC 81
© siglo xxí editores, s.a, de c.v.
isbn 968-23-1909-9 1. E l anuncio de su crimen por Lortie, 84; II. L a matanza, 94; 111. Lortie al ren­
¿ cuentro d e su imagen. N ota sobre la exhibición del video durante el proceso, 99
prim era edición en francés, 1989
© librairíe arthém e fayard, parís
4 . QUÉ ES LO QUE SE ENCIERRA EN EL ACTO DE LORTIE. EL
título original; lefons VJii: le crime du caporal larde. íraité sur te pére
HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO: UNA TENTATIVA
derechos reservados conforme a la ley PRIVADA PARA FUNDARSE 107
im preso y hecho en m éxico/printcd and m ade in m exico

17]
8 ÍNDICE

I. ¿C óm o se acerca una cultura a la cuestión del hom icidio? (escalones de acceso


NOTA MARGINAL
a la noción de parricidio, 110; II. ¿Qué quiere el parricida? (observaciones sobre
la deuda entre las generaciones), 125

5. EL SISTEMA INSTITUCIONAL ANTE EL TRASTORNO DEL OFICIO DEL


PADRE. ÚLTIMAS OBSERVACIONES SOBRE EL PROCESO LORTÍE 149

I. La jurisdicción sobre el sujeto. Lo institucional psi: límites, callejones sin salí* El estudio de las construcciones insÍitucionales al abrigo de las
da, posibilidades, 151; II. La instancia judicial com o tercero. El oficio del juez: cuales se reproduce la humanidad acaba por encontrarse inevi­
separar al asesino de su crimen, 159 <
tablemente con el problema del abismo. Entiendo por tal la tra­
CONCLUSIÓN: MÁS ALLÁ DEL PROCESO LORTIE. LA VUELTA DE LA
gedia en que se hunden ios seres humanos cuando se franquea la
CUESTIÓN DEL PADRE: LA CUESTIÓN DEL HIJO INCIERTO 166 frontera prohibida, aquella que designamos con dos términos de
fuerte resonancia jurídica: el incesto y el homicidio.
ANEXO: VUELTA A LAS LECCIONES PRECEDENTES: ADDENDA ¿Dónde hemos de situarnos para abordar un caso como el de
Y CORRIGENDA 177 Lortie? Cualquiera que haya llevado su itinerario hasta los con­
fines de su propio destino desconfiará tanto del bla-bla impreca­
ÍNDICE DE MATERIAS 179 torio como del espíritu administrativo; sabe que la representa­
ción del abismo sirve de pilar a lo prohibido.
Derrotadas las mitologías a la antigua, desmontadas las reli­
giones surgidas del cristianismo, queda a los sometidos a la cul­
tura de Occidente los recursos del pensamiento moderno para
concebir ese fundamento trágico: interrogarse sobre la lógica de
lo prohibido y deducir las consecuencias de derecho.
¿Es forzoso, pues, que, en nuestros días, la relación de los
ajustes normativos con la tragedia no sea ya representable más
que en la ocasión de las puestas en acto? El tiempo nos presiona,
me parece. ¿Cómo hacer frente, en nuestra época, a la necesidad
de poner en palabras la escena humana del incesto y del homi­
cidio a fin de frustrar su cumplimiento en la vida cotidiana? Di­
go “hacer frente”, es decir, fundamentar en una sociedad el prin­
cipio de Razón en el que están apoyadas las leyes.
La humanización de las nuevas generaciones promueve así
este problema central: fabricar leyes sensatas, abolir el trata­
miento administrativo de los intérpretes, hacer derecho sobre el
terreno en el que surge el criminal de nuestro tiempo; poner la
Mano auxiliadora al servicio del principio de Razón. La tarea no
es muy difícil si, cuando menos, lo prohibido es estudiado en el
nivel adecuado.
m
IU NOTA MARGINAL

El nivel adecuado no es más que el del estado de la creencia PRÓLOGO


en el Padre en una determinada sociedad. Se trata de comprender
que lo prohibido es ante todo un problema sobre la verdad de la
diferenciación humana. Tal es el sentido del oficio del Padre, in-
disociable del principio de Razón, del que es, en suma, la traduc­
ción jurídica. Todo parricida lo desvela: el homicida ataca la
construcción misma de la Razón. El 8 de mayo de 1984, un joven cabo del ejército canadiense
La reflexión contemporánea pone la mira sobre el mal uso hacía irrupción en la Asamblea nacional de Quebec con la inten­
de las palabras y sobre la gazmoñería ante el tema del Padre, ción de aniquilar aí gobierno. Corriendo por ios corredores, dis­
sobrecargado de oropeles históricos o confundido con la política parando su arma automática sobre la gente que se le cruzaba,
de las familias. No percibimos, bajo nuestros ojos, la metamor­ Denis Lortie llegaba a tiempo a la Cámara donde se reúnen los
fosis del concepto a través de la desespecificación de los papeles diputados, pero ese día la Asamblea no sesionaba y la sala estaba
vacía. Fue a sentarse en el sillón del Presidente. Seguidamente se
parentales, la supresión de los muros entre lo privado y lo públi­
co, la emergencia de redes relaciónales con vocación de padres. produjo una negociación para desarmarlo. Después de su rendi­
Concebir estas transformaciones supone que sean clarificados ción, se contaron tres muertos y ocho heridos.
Estas Lecciones VIII sobre un crimen que acaparó la atención
los retos de lo prohibido: la representación del incesto y del ho­
de la crónica en Norteamérica y que no está todavía judicial­
micidio en el destino de todo hombre. He aquí por qué la cultura
mente concluso, deben ser puestas en su perspectiva adecuada.
industrial debe, ella también, dar ese paso obligado que es la ca­
« El presente estudio se inscribe bajo la rúbrica general que
suística del parricidio, condición para no engañarse sobre la uti­
lización moderna de las leyes. define la serie de mis Lecciones: Dogmática industrial. Una trage­
dia como la del caso Lortie hace tangibles los grandes problemas
clásicos del poder y de las leyes (¿para qué sirven las técnicas jurí­
dicas?, ¿para qué las leyes?); esclarece algunas de nuestras contor­
siones actuales a propósito del derecho y de la psiquiatría; muestra
también que, al precio de renunciar a la demagogia, una sociedad
moderna puede trabajar y alejarse de la deshumanización de su
conducta.
• Una interrogación central sustenta mi comentario: ¿en qué
medida el homicidio es obra humana? Los montajes de procedi­
miento y el principio mismo del derecho penal subrayan una tri­
vialidad detrás de la cual encuentra abrigo la lógica: un homicidio
exige siempre que alguien venga a responder de ese homicidio: el
4 sujeto o, en su defecto, la función que le exime de tener que
responder. ¿Qué quiere decir aquí responder! Una cuestión como
ésta no podría ser escamoteada por los métodos pretendidamente
científicos de la actual criminología dominada por los ideales de
la experimentación social. Lejos de toda consideración expeditiva,

üi]
12 PRÓLOGO PRÓLOGO 13

nos proponemos repensar la prohibición del homicidio en la sin el cual no se podría retomar, desde el nivel del suelo en que
humanidad, es decir, enlazarla con el fundamento de esa prohibi­ vivimos, las cuestiones más neurálgicas de nuestro tiempo.
ción: la representación del Padre en el corazón de los montajes No podría, desde luego, olvidar a las víctimas de la tragedia
legalistas de la sociedad. y a sus familias, hacia las cuales van mis condolencias. Que es­
* Una reflexión profunda sobre lo que hace vivir la vida en la tas Lecciones, a su manera, sean un mensaje a su dolor. Tampoco^
especie hablante y, por consiguiente, sobre los montajes institu­ podría dejar de pensar en Denis Lortie; él conoce el sentido de
cionales correspondientes, se encuentra de manera inevitable con este comentario al que su drama ha dado lugar.
el problema del homicidio o, más exactamente, con eí vínculo que
liga al homicidio con la representación del Padre. El proceso Lor-
tie ilustra trágicamente ese vínculo: ningún ser humano puede
renunciar a los fundamentos de humanidad de su propia huma­
nidad, cualquiera que sea el precio que deba pagar él mismo y los
demás. He ahí la lección del asesinato. Me explicaré en lo sucesi­
vo más extensamente, tratando de retomar desde su base la muy
famosa y, sin embargo, muy desconocida problemática freudiana
del homicidio del Padre.
Espero que este nuevo volumen, sobre un aspecto neurálgico
en el que se juega el futuro de los grandes equilibrios normativos
en el Occidente de tradición europea, llevará más adelante mi
trabajo, cuyo espíritu ha sido bien resumido por un comentarista
inglés de mi obra con estas palabras: abrir la posibilidad, en
nuestra cultura, de reescribir las artes de la ley (the possibility o f
rewriüng the legal arts).
En mi exposición, los elementos jurídicos del proceso serán
reducidos al mínimo. Tampoco daré cuenta de ciertos testimo­
nios producidos en el curso del procedimiento y protegidos por
una ordenanza de puerta cerrada emitida en favor de los intere­
ses de la familia Lortie. Me atendré a los debates públicos, espe­
cialmente mediante la utilización de un documento de la defensa
dirigido a la Corte de Apelación (pieza técnica no publicada, que
yo cito a manera de pieza de archivo) y designada aquí como
Memoria de la apelación, completada por las informaciones de
la prensa.
Al ocupar un, lugar en mis seminarios de la École Pratique
des Hautes Études y en mi curso dirigido a los juristas de la
Universidad de París I, este libro ha conservado tal vez un cierto
estilo pedagógico. Lleva también la marca del trabajo erudito,
RECONOCIMIENTOS PLAN DE TRABAJO

Doy las gracias a mis amigos de Quebec, Maurice Tancelin, pro­ Este estudio remueve muchos problemas virulentos. Aunque
fesor de derecho civil en la Universidad Laval, y al maestro clásicos -lo que testimonia mis recuerdos históricos-, sufren en
Jacques Larochelle, abogado de Lortie; sin su ayuda documental nuestros días la suerte de otros problemas abrumadores: su dilu­
y sin nuestros intercambios críticos no habría podido emprender ción en discursos fragmentados, de una cientificidad con fre­
este trabajo. En la vertiente.de los problemas psiquiátricos, cuencia dudosa. Después de haber adoptado el partido impuesto
Lucien Israel, profesor en la Universidad de Estrasburgo, me ha por el examen del crimen de Lortie, que yo interpreto como un
hecho beneficiario de su larga experiencia de peritajes judiciales, parricidio, he puesto estas Lecciones en la vía ordinaria de mis
y la doctora Yéronique Pacault-Legendre me ha provisto de trabajos: no perder jamás de vista que las construcciones jurídi­
útiles precisiones. En cuanto al encuadramiento del estudio en la cas han nacido ligadas con la elaboración del principio de
cultura en la que vivimos, han sido determinantes las eruditas Razón, es decir, con un imperativo propio de la especie humana:
conversaciones con mis colegas Charles Malamoud, Gérard la institución del sujeto.
Nahon, Antón Schütz, Yan Thomas, Charles Touati y Rav Retomando mis notas de clase en la École Pratique des
Abitbol. Hautes Études, he seguido en la exposición escrita una marcha
de la que debo dar cuenta:
• El relato del atentado se encuentra referido a mitad de la
obra, después de que su abordaje ha sido largamente preparado
(véase el capítulo 3).
• Los preliminares son un llamado al lector a fin de que ten­
ga en cuenta la situación contemporánea. El caso Lortie es un
crimen de nuestro tiempo, tratado por los discursos y en las con­
diciones de nuestro tiempo, es decir, relacionado con la interro­
gante universal sobre el homicidio y sobre el Padre pero marca­
do por la catástrofe sobrevenida en nuestro siglo cuando apenas
habíamos puesto la mano sobre la idea misma de filiación (véase
el capítulo 1).
t • El capítulo 2 estudia el caso Lortie a la luz del derecho tra­
dicional: ¿el acusado está loco? Exactamente: ¿en qué condi­
ciones de derecho ha sido abordada una interrogante tan funda­
mental? En la cultura de Occidente, la presunción de Razón, tan
preciosa para la libertad política como la presunción de inocen­
cia, debe ser repensada hoy día, pero sin ignorar lo que está en
[14] [15]
16 PLAN DE TRABAJO

juego: el estatuto de humanidad del autor de un crimen en su 1


relación con la Ley y, en consecuencia, el estatuto de humanidad
de la sociedad misma, implicada en la construcción de la Refe­ DEL HOMICIDIO DEL PADRE. ARGUMENTOS PARA
rencia fundadora. INTERESAR AL LECTOR
• El capítulo 4 constituye el corazón de mi exposición por lo
siguiente: al tratar de estudiar la economía de un caso de parri­ }
cidio, es preciso evaluarlo antropológicamente y subjetivamente.
Intentaremos entrar en sus repliegues, concebir lo inconcebible -el
hecho de que, paradójicamente, un desastre como éste haya podi­ I. ¿QUÉ SABEMOS DEL HOMICIDIO?
do ocurrir en nombre de la vida. ¿Cómo se sostiene en la huma­ UNA INTERROGACIÓN QUE HAY QUE RETOMAR
nidad lo insostenible? INCANSABLEM ENTE EN LAS SOCIEDADES POSHITLERIANAS
• Después, un breve capítulo 5 se esfuerza, a partir de las
demostraciones precedentes, en aclarar de nuevo la coyuntura Matar, sin ser llamado homicida. Pienso que, en un principio, es a
judicial, retomando el contexto general del atentado convertido esto a lo que estamos confrontados cuando se trata de situar el
en expediente de justicia. La pregunta ahora es: ¿qué hacer? acto de matar en la humanidad. ¿Sobre qué base está distribuida la
• Por último, doy gran importancia a las observaciones de la inocencia? Pero, sobre todo, hoy como ayer, ¿qué es lo que apos­
conclusión sobre la nueva alternativa institucional en cuanto a la tamos en la carrera hacia la inocencia? Se pierde aquí de vista lo
cuestión del padre y del hijo. que es el homicidio.
Evoquemos por un instante la monumental construcción ju­
rídica europea y sus distingos elementales. En el trasfondo his­
tórico de los derechos romano y canónico, y en el de la teología
de la penitencia, y después de los grandes trabajos criminológi­
cos, la tradición reparte los homicidios en dos clases fundamen­
tales. De un lado, los homicidios legítimos del soldado o del ver­
dugo -casos de escuela-; del otro, los homicidios ilegítimos su­
midos en la casuística penal enriquecida en la era de las masas
por las prácticas de defensa social. Sobre el terreno de la repre­
sión, las doctrinas jurídicas gravitan alrededor de un principio
general, florón de la reflexión medieval, cuya expresión latina es
todavía una joya en los estados de la Common Law: Actus non
fcicit reum nisi mens sit rea, es decir, palabra por palabra: el acto
no hace al acusado si la mente no es acusada.1 En lengua
jurídica tenemos aquí una definición sumaria del crimen que
supone no solamente el cumplimiento de un acto material
(actus) sino la intención de hacer el mal (mens rea).
1 Sobre esta máxim a en derecho canadiense: G. Coté-Harper y A. D. M anganas,
Droit penal canadien, Cowansville (Quebec), Yvon Bfais, 1984, p. 231.

[17]
18 DEL HOMICIDIO DEL PADRE DEL HOMICIDIO DEL PADRE 19

¿Cuál es el valor de este admirable andamiaje? Querer comprender algo sobre lo que es un homicidio es en­
Yo estaría tentado de adelantar una respuesta con una frentarse a las condiciones en las cuales una sociedad humana-or-
agudeza que atribuye Mably al cardenal Fleury: Hay escombros ganiza imapolítica de la Razón. Se trata en suma de examinar los
para los que no hace falta emplear la piqueta. Nuestros bellos montajes normativos' gracias a los cuales los sujetos de genera­
conjuntos jurídicos merecen respeto, pero, puesto que la proble­ ciones sucesivas alcanzarán el estatuto de seres humanos. Henos
mática del homicidio, en las sociedades contemporáneas, está aquí proyectados de repente en el universo de las filiaciones.
abandonada, ofrecen el espectáculo de un corpus de reglas y de Para el hombre del siglo xx, diría yo, es ahí donde le aprieta
glosas que hubieran desertado del pensamiento; me refiero, por el zapato. Nosotros no sabemos ya dónde estamos en cuanto al
supuesto, a un pensamiento digno de los cataclismos vividos en homicidio, porque no sabemos tampoco dónde estamos en cuan­
el siglo xx. Constatémoslo: los especialistas en derecho penal, to a la política de la filiación, es decir, en cuanto a los montajes
testigos de una construcción clasificatoria no regenerada, están normativos que dan a la filiación su valor de verdad. No se ha
como aturdidos por la muletilla gestionaría del control social, tomado todavía medida, me parece, del cataclismo sobrevenido
mientras que del lado de los expertos en psiquismo, tan fre­ en Occidente con motivo del nazismo. Sobre este punto se impo­
cuentemente implicados en el desarrollo de los procedimientos nen dos observaciones esenciales sin las cuales no se puede
judiciales, la escalada de una psiquiatría dentista y la verborrea reabrir en nuestros días la problemática del homicidio:
a que da lugar el psioanálisis mal asimilado han acabado por
diluir la interrogante freudiana sobre el homicidio en tanto que
crimen fundamental. 1] El efecto nazi: advenimiento de una concepción carnicera de
También es necesario retomar las cosas en el nivel de la cues­ la filiación
tión más simple: ¿qué sabemos del homicidio? Más exactamente:
¿qué sabemos de la prohibición del homicidio? A partir de aquí, Se puso fin a las exacciones hitlerianas por la fuerza de las
la cuestión se desnivela: ¿que relación mantiene cada uno de armas, no por medio de argumentos; Y no pudo ser de otro
nosotros con el homicidio? modo. Pero, de este hecho se desprende una cuestión que per­
Estas Lecciones VIH exponen el caso de un homicidio con­ manece en suspenso: ¿hasta qué punto sensible de la cultura
sumado. Será analizado meticulosamente a la luz del homicidio alcanzó el nazismo? Los intentos de explicación política o la pe­
de la Referencia, atentado inaudito que pretende golpear, por dagogía de los procesos contra los verdugos se registran al cabo
medio de las víctimas sacrificadas, la fuente misma de las leyes, del tiempo como elementos de alivio. A la vista del academicis­
el principio del cual proceden, la Ley de leyes. Más allá de la mo de las discusiones comparatistas que mezclan los holocaus­
anécdota dramática, profundizando en las razones que favorecen tos del siglo xx con las estadísticas de un campeonato mundial
un procedimiento ante los tribunales que sustraiga al autor de los del homicidio, dudo que la lógica institucional salga esclarecida.
asesinatos de la psiquiatrizacíón automática, yo invito al lector a ¿Acaso no hemos echado el cerrojo al problema del paso a la ac­
reflexionar sobre la significación de un proceso como éste, sobre ción concerniente a los judíos? Precisamente, ahí está el punto
los problemas que él ilumina, y especialmente sobre el insufi­ sensible, oscuro para todos, judíos y no judíos. ¿Por qué?
ciente compromiso de las sociedades contemporáneas en el Para comprender que el programa científico de exterminio de
esclarecirhiento de sus propias posiciones en cuanto a la articu­ judíos no fue solamente un progromo gigantesco sino que consti­
lación de lo prohibido: la construcción institucional del principio tuyó, en sus fundamentos, el descalabre de todo el sistemarefe-
de Razón en la humanidad. rencial europeo, habría que volver a los encadenamientos del le-
20 DEL HOMICIDIO DEL PADRE DEL HOMICIDIO DEL PADRE 21
gaiismo occidental, retomar la historia del derecho a la luz de las hilo conductor, ya que el problema planteado era el del andamiaje
técnicas de lo inaugural que servirán para construir el montaje normativo de base que toma posición sobre la verdad del lazo
cultural de las filiaciones, y examinar el sentido del enfrentamien­ humano con la Ley, sobre la verdad de la relación con la Tora,
to del cristianismo con los textos judíos a propósito de la relación verdad en el sentido de lo que hace fe, de io que testimonia la li­
entre el cuerpo y la verdad. Visto como un avatar o como un sim­ gadura entre el hombre en su corporalidad y la palabra en su lite­
ple episodio de enfrentamientos socio-políticos, la historia, en ralidad textual. Según la dogmática del cristianismo, dos interpre­
tanto que acto loco consumado por el Sujeto monumental que es taciones de lo que hace fe se enfrentan aquí: la interpretación
el Estado, permanece incomprensible en la medida en que lo pro­ somática (la circuncisión real entre los judíos) y la interpreta­
blemático de la locura alcanza los montajes de la representación y, ción espiritual (la circuncisión por el bautismo entre los cris­
por lo tanto, desarrolla efectos incontrolables, difíciles de prever y tianos).3 Hace falta ver bien cómo funcionó esta disputado. El
desafiantes frente a la capacidad de análisis. De hecho, aunque montaje cristiano no fue organizado a la manera de un debate (que
hemos dado vuelta a la página nazi, hemos sido llevados por la lo situaría como una herejía judía que redujera al judaismo a sus
revolución que la legislación nazi, jjíen'tiSÍa y ánfijudía, indujo, fuentes), sino como un discurso de desplazamiento que se diera
respecto de la idea misma de filiación. ~A'ésta revolución yo la como tarea la de conducir al judaismo a otra parte, mudándolo a
llamo el advenimiento de la cbncepción carnicera. otra representación de la Razón. La Ley Nueva instituye la ligadu­
Lo más difícil, hoy día, para las sociedades de tradición ra genealógica a la manera des materializad a de los romanos, cuyo
eurooccidentaí, es concebir cómo fue afectada la estructura cul­ derecho se convirtió, como lo repiten hasta la saciedad los apolo­
tural, y no contentarse con una sociografía retrospectiva despro­ gistas,4 en la Providencia de los cristianos. Romanizar el judaismo:
vista de conceptos adecuados. Idea-encrucijada entre los saberes tal fue, desde el punto de vista antropológico, el objetivo del cris­
legalistas (religión y derecho), entre la política y las ciencias, la tianismo institucional. De tal suerte, no hay en Europa dos culturas
noción de filiación es aquí capital, pues sólo ella permite perci­ sino una sola que maneja el compromiso fundamental de toda con­
bir el riesgo de locura a que hacen frente los sistemas institu­ stitución normativa de lo humano: asegurarse de la Razón. La des­
cionales al organizar la reproducción y el gobierno de la huma­ corporal ización del modo de entrada en la filiación, hasta la abs­
nidad. Locura y Razón se enredan sobre una cuestión y sólo tracción racionalista asumida por los estados secularizados bajo la
sobre una: la verdad en la especie humana, ¿es un caso de carne? forma administrativa de una simple inscripción de estado civil, es
O, dicho de otro modo: la verdad de la filiación, ¿está del lado el fruto de ese drenaje del judaismo hacia una representación, que
del cuerpo? ¿Cómo saberlo? Es decir, ¿cómo elaborar respuestas yo llamaría racionalista, del principio de Razón. El derecho ro­
que no sean locuras? Entramos en la civilización de los intér­ mano imperial, pilar del juridismo moderno, decía las cosas con
pretes y es a ese montaje al que el hitlerismo embistió. sencillez: los judíos se entregan a interpretaciones insensatas.5
Sorprenderé a más de un lector evocando un texto príncipe del La reconstitución del rompecabezas institucional ¿en qué es
sistema europeo de las filiaciones, el del concilio de Jerusaién que esencial para el examen de la sin-Razón nazi y para la compren­
trata sobre la circuncisión, en la época misma de los apóstoles. En sión de los efectos duraderos de ésta? Yo respondería: en que el
mis cursos insisto con frecuencia sobre la cuestión entonces de­ 3 Cf. Legons Vil, pp. 85, 2 93,294.
batida en torno a la interpretación de algunos textos de la tradición 4 Hay que señalar el papel fundamental de Agustín cuy os textos tanto han servido a
bíblica: ¿es preciso circuncidar a los cristianos?2 Tenemos aquí un la causa de los juristas. Véase De c¡vitate Del (De la ciudad de Dios), libro 5. Edición
bilingüe (QSuvres de saini Angustia), París, Desclée, vol. 33 (1959), p. 641 ss. [ed. esp.,
2 E sta cuestión dom ina la problem ática del bautism o, resum ida en el texto de M éxico, Porrúa, 1988.]
Graciano que define la cultura (C.26, q.2 c.9); cf. Legons ¡V, p. 47. 5 Recuerdo la novela 146 de Justiniano, texto que he estudiado largamente.
22 DEL HOMICIDIO DEL PADRE DEL HOMICIDIO DEL PADRE 23

tránsito al acto hitleriano operó un regreso al punto crítico del brevemente recordada aquí, es decir, sobre el discurso judío del
sistema jurídico occidental, desarticulando toda su construcción Padre y del Hijo en tanto que discurso ofrecido como espejo a
mediante una puesta en escena de la filiación como pura corpora­ Occidente) lo que hay en eso que se reprime. En otros términos,
lidad. Se dio un salto: el que va del cuerpo como vía de acceso a ¿qué es lo que el nazismo veía en el judío que pudo ser pro­
la interpretación (la circuncisión) aí cuerpo como argumento de puesto como lo insoportable en sí? Más exactamente; por medio
supresión del intérprete (biologismo racial). En e^as condiciones, del judío, es decir, por medio de la versión judía del discurso
la problemática de la ligadura genealógica se expande, y no se sobre la filiación, ¿no es el discurso occidental sobre la filiación
cuestionaría ya otra cosa que la carne humana. Precisemos aun eí que Jemuestra serien su^oryuritqjuiso^^ ? La logorrea de
más estas consideraciones: Hitler permite descubrir este insoportable, enmascarado precisa­
a] El tránsito al acto hitleriano no consiste solamente en una mente por la renovación deí esquema universal del discurso
práctica legalizada de asesinatos; está consumado ya en el hecho sobre la filiación: 1] decir que la Ley es la Ley; 2] hacer notar la
de redactar la legislación como texto estrictamente funcional. Se­ causalidad de la que procede la Ley, es decir, invocar al Autor
mejante legislación no es un texto, sino un gesto contable de esen­ mitológico de la Ley. Así, Hitler plantea la idea de una legis­
cia carnicera; como tal, significa la sentencia de muerte del intér­ lación racista como un derecho santísimo del hombre (ein hei-
prete. Hay mucho que reflexionar en todo esto: los textos hitleria­ ligstes Menschenrecht), y la lucha contra la hibridación (Bas-
nos son el prototipo de la concepción contabilista del derecho. tardisierung).2*6 Como todo ser humano, Hitler, al hablar de filia­
b] Si se considera el capital jurídico europeo como tradición ción, no puede hacerlo más que evocando un montaje de los fun­
indivisa de los judíos y de los no-judíos, no solamente desde el damentos; apela entonces al vocabulario técnico de las ciencias
punto de vista de la historia social sino en cuanto a las elabora­ naturales (hibridación, raza, etc.). La estructura del esquema de
ciones normativas de Occidente sobre la base de los equívocos y la Referencia está salvada, pero ella abriga de hecho su subver­
sabios equilibrios de lo institucional clásico, el tránsito al acto hi­ sión radical. Esta subversión descansa sobre la disposición del
tleriano constituye también un gesto de condena a muerte en la vínculo con la Referencia, es decir, sobre el valor de verdad de
dirección del sistema de la Ley en la cultura: exterminar a los la filiación. Subrayemos lo esencial:
judíos fue intentar matar a través de ellos a ja Referencia europea a] Cuando el nazismo apela a la ciencia a fin de exponer por
de J a que proceden !as^ exégesis"de'ta l igadu ra en Occidente, es qué las nuevas leyes raciales son lo que son, ¿cuál es el resultado
decir, la construcción misma de la filiación en Su versión judía. de la operación? El resultado es que eí nazismo descalifica el
principio mismo del discurso fundador porque hace pasar la re­
presentación del homicidio del registro de la metáfora al de la
2] El triunfo del bandidaje hitleriano: el cientismo realidad. No hay sistema de Referencia, en efecto, más que arti-
¡ cuíado sobre una mitología que ponga en escena el homicidio y
El nazismo no está liquidado. Las sociedades industrialistas no la cuestión de su consumación. Es así como procede eí montaje
acabarán de curarse de ese absceso más que con una reflexión de lo prohibido en la humanidad: representando aí homicidio so­
nueva, poniendo al día las condiciones de lógica institucional bre una escena a partir de la cual se establece la separación entre
que permitieron a la corporalidad volver tan violentamente sobre la Ley y el sujeto. Este mecanismo tiene por función neutralizar
la escena política de la filiación. No sería suficiente evocar como los fantasmas del homicidio desprendiendo aí sujeto de la pul-
explicación la vuelta de lo reprimido, puesto que todavía hace
falta comprender (si se acepta el interrogarse sobre la disputado, 6 Cf. Legons IV, pp. 194-196.
24 DEL HOMICIDIO DEL PADRE DEL HOMICIDIO DEL PADRE 25

sión homicida, delegada así al espacio divino. Se trata, en suma, política de la filiación, es decir, en cuanto a la interpretación
de hacer pasar al sujeto humano, gracias a la separación institui­ institucional de la cuestión del Padre y del Hijo. El programa
da, del registro de la acción al de la palabra. Desde esta perspec­ científico de exterminio de los judíos era en definitiva un pro­
tiva, los nazis inscribieron también a la ciencia y a sus técnicas grama de desinstiíucionalización de esta cuestión central de la
en el espacio mitológico; pero, habiendo desviado a la ciencia cultura; a posteriori ha venido a indicarnos la vía obligada de
hacia el cientismo, hicieron el camino a la inversa: pasaron del una reflexión sobre la filiación: la de^preguntarnos sobre los fun­
registro de la palabra al de la acción. damentos del homicidio.
b] La apelación hitleriana a la ciencia esconde, a través del
odio del Estado hacia el judío, el rechazo de la Referencia; más
precisamente, la imposibilidad de sostener el vínculo de filia­
ir. "CUANDO EL HIJO SE SIENTE EN EL TRONO DE SU GLORIA"
ción. ¿Con qué se compensa, en efecto, la desmetaforización del
NOTA SOBRE EL EMBLEMA DE ESTAS LECCIONES
discurso fundador sobre la causalidad y la Ley? La ligadura
entre el cuerpo y la palabra se hace caduca; ya no es cuestión de
La entrada a estas Lecciones es estrecha, puesto que se trata
buscar lo que hace fe mediante una interpretación; el valor de la
antes que nada de poner en claro el punto de tránsito obligado
verdad se disuelve en una corporalidad bmta, la de la carne cien­
que dé acceso a una reflexión profunda sobre el homicidio. Ese
tíficamente observable. En este pensar-hacer, la parte de sacrifi­
punto de tránsito es la Referencia dogmáticamente construida,
cio humano necesaria al funcionamiento genealógico deja de ser
de la que procede el sistema de filiaciones en una cultura deter­
representable en tanto que ligadura impuesta en nombre de la
minada y la que da al homicidio su sentido ultimo.
Ley, como en la escena ritual de Isaac atado al altar por su padre
Pantalla en la que se diseñan ritos y discursos mitológicos
Abraham para ser sacrificado;7 en lo sucesivo, el sacrificio se
tan opacos como los sueños: así se proponen a la humanidad las
transforma en gesto técnico adaptado a la nueva Razón científi­
construcciones de la Referencia. Antes de decir nada sobre el
ca, que toma aquí su sentido de la sin-Razón; ya no hay padre ni
modo de la investigación, es preciso trabar conocimiento con
hijo, el montaje de la Referencia es reducido a pedazos, el odio
esas construcciones. Las grandes prohibiciones se fundan y
mismo se hace caduco, el ser humano no tiene ya en qué fun­
despliegan sus efectos no sólo mediante enunciados jurídicos
darse. Así, para nosotros, hoy día, el nazismo toma su lugar en
explícitos, sino más comúnmente mediante formas y puestas en
razón de ese vuelco histórico en la estructura; el sujeto del homi­
escena que tienen por característica el desbordar a la palabra. La
cidio sale de la escena mitológica. Esta reivindicación absurda
teatralidad necesaria para el funcionamiento de la normatividad
constituye el prototipo moderno de la desubjetivización.
maneja lo inhablable, es decir, lo que la paiabra no es capaz de
En las sociedades poshitlerianas, es decir, las de nuestros
decir. Precisamente, cuando los riesgos del homicidio están pre­
días, es necesario enfrentarse contra los procedimientos nuevos
sentes, lo inhablable contiene la cuestión de toda parte, de
del desconocimiento del juego de la filiación desarrollados de
cualquier parte, como puede uno darse cuenta por las declara­
manera primaria por el nazismo y luego simplemente negados,
ciones de Lórtie cuando intentaba expresar ante el tribunal la
en lugar de verdaderamente analizados a cuenta de la moder­
verdad de su gesto (“Yo no soy capaz de encontrar en el interior
nidad contemporánea. El escándalo nazi indica al hombre del
de mí mismo las partes que faltan”).8
siglo xx que el Occidente ha agotado sus recursos en cuanto a Ja
He ahí por qué, tratándose de un homicidio cometido en las
7 Véase Génesis, 22, 9ss. s Declaración revelada por la prensa; cf. Le Devoir, 15 de enero de 1987, p. 2.
26 DEL HOMICIDIO DEL PADRE DEL HOMICIDIO DEL PADRE 27

condiciones teatrales de un atentado contra el gobierno de un III. EL CRIMEN DE LORTIE Y LA CUESTIÓN DEL PARRICIDIO
Estado -en términos romanos, el crimen de lesa Majestad-, he
creído útil sugerir, mediante el objeto reproducido en el fron­ Me serviré ahora del derecho romano para delimitar la cuestión
tispicio de este libro, la escena mítica de la Referencia absoluta. del parricidio^ él se ha adelantado a la palabra de los oráculos
El emblema de estas Lecciones es ese fragmento del manto (fata properaverit). Mediante esta fórmula el Corpus Inris
imperial conocido como Manto del emperador Enrique II. Lo Civilis designa la muerte infligida a sus víctimas por aquellos
presento aquí remitiéndome al Evangelio según Mateo, 19, 28: que matan a sus padres o a sus hijos.10 Veamos a continuación el
“Cuando el Hijo del Hombre [es decir, el Redentor] se siente en crimen de Lortie a la manera de los romanos, como el crimen
el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido [los após- absoluto, el crimen de aquel que, tomando el lugar de los dioses,
to[esJ también os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las se apodera del Fatum, del Destino.
doce tribus de Israel." Ninguna palabra me ha parecido más ¿Por qué tratar a Lortie como parricida cuando no mató físi­
elocuente que éstas para comprender a la vez lo trágico y lo camente ni a su padre ni a su hijo, y conlleva desde entonces la
ridículo del crimen de Lortie, que, después de la matanza, des­ idea de un padre cuyo cuerpo está ausente?
cubriendo la salá de la Asamblea vacía, se fue a sentar precisa­ El propio Lortie nos ofrece una clave al evocar, después de
mente en el sillón del Presidente. la matanza, “el rostro de [su] padre".11 Traduciendo este enun­
Para facilitar al lector la entrada en la problemática del ciado y transponiéndolo a la escena institucional, yo diría en
homicidio de la Referencia, he escogido por emblema ese frag­ términos escolásticos: su padre estaba ausente de cuerpo (absens
mento, conservado en el museo de Bamberg,9 de un hábito litúr­ corpore), pero presente por su autoridad (preseas auctorítate).
gico del emperador romano-germánico Enrique II (1014-1024), ¿Había, pues, matado efigies? ¿Por qué las escogió en el lugar
manto cuya atribución ha sido objeto de discusiones en las que político del ejercicio de la soberanía? ¿Es posible comprender,
no puedo ahora entrar. Sea el manto de Enrique o el hábito de renunciando a las interpretaciones estereotipadas de la crimi­
coro de Cunegunda, su mujer, poco nos importa; lo esencial está nología moderna, cómo se consumaban tales homicidios, rem­
más allá: en esa vestimenta ritual de la familia que encarna la plazando al uno por el otro?
Ley soberana, por medio de la trama de ese vestigio precioso, - Repentinamente, el desencadenamiento de todo, el estallido
vemos la imagen del Soberano Maestro de Justicia, globo terres­ del mundo, lo impensable. Antes de considerar la casuística
tre en mano. Tal es la fuerza de las puestas en escena de la Re­ penal o nuestras prácticas a propósito del homicidio en la cultura
ferencia absoluta, representada en esa ocasión según Ja teología industrial, es necesario poner en perspectiva el atentado que
medieval del poder, capaz de representar el espacio mitológico estoy estudiando, aislarlo provisionalmente de su lugar geográfi­
de las instituciones en el que se inscribe el En nombre de fun­ co y de su tiempo, y acordarle la amplitud trágica, ese sello que
dador y garante de lo prohibido. El parricidio es la subversión de falta en tan gran medida en el pensamiento gestionarlo sobre la
esa construcción. normatividad. No nos enfrentaremos al discurso contemporáneo
i de lo prohibido sin rehabilitar esta dimensión de la violencia.

,{) C ódigo de Justiniano, 9, 17, bajo el título: De his qui párenles v e/ /iberos
9 Sobre este caso: P.E.Scbramm- F. M ütherich, Denkniale der deulschcn Kdnige acádemnt (de aquellos que han dado muerte a padres o hijos).
itrtd Kaiser. Ein Beiirag tur Herrschergeschichte van Karla dem Grossen bis Friedrich 11 En dos ocasiones: a propósito de la elección del blanco (“el gobierno de Quebec
ü, 768-1250, Munich, Prestel Verlag, 1962, p. 163 y 315 (pieza nútn. 132) tenía el rostro de m i padre") y durante el incidente, con el sargento Chénier.
28 DEL HOMECIDIO DEL PADRE DEL HOMICIDIO DEL PADRE 29

Seamos claros. Tanto del homicidio como del incesto, sentación fundadora del sujeto humano en nuestras sociedades
nociones suspendidas en las fronteras del lenguaje, podríamos industríales, es decir, dónde y cómo se declaran las palabras
pretender barrer la oscura cuestión del fatum, si el homicidio y el fatídicas.
incesto fueran una pura cuestión de carnicería que revelaran una Ante todo, hay que tener presente que la vida humana está
normatividad de esencia gestionaría, contable, objetivista^Al abierta sobre el abismo y que la idea misma de lo que nosotros
igual que el incesto, el homicidio consumado^es-imardemostra^ llamamos Padre tiene un lugar muy preciso en los sistemas insti­
ción a con/raTao'dS'^grí'iirásiBTe por 1a s vías ordlnariás dérths- tucionales. Tomemos la tradición eurooccidental. ¿Cómo situar
’cüTSO, pero~tríefutable y conocido de siempre por la humanidad: el abismo ante el cual el Padre sirve de protección? El primer
lo inexorable de la estructura. Entiendo por esto ultimó!"literal­ elemento de la respuesta no puede ser más que un rodeo poético
m ente,aquello que resisie~ci las súplicas, la prohibición que no que trate de abordar los límites de lo habí able. Yo tomaría del ro­
se puede doblegar y cuya transgresión produce efectos devasta­ mántico alemán Jean Paul Richter la famosa Canción, en su Dis­
dores e irrevocables. curso del Cristo muerto desde lo alto del edificio del mundo, que
El caso Lortie se hace inteligible en nuestros días si se le no hay Dios Lgsmíños muertos acuden a Jesús y le preguntan:
. 12

restituye debidamente a esta problemática de lo prohibido, y si “ ‘¿No tenemos nosotros padre?’ Y él les responde:‘Todos so-
se relaciona el homicidio consumado con aquello que le da el \ mos huérfanos. Vosotros y yo no tenemos padre.’ Con estas pa-
sello humano: el ser un acto de la especie hablante. Si se pro­ / labras, el templo y los niños se precipitan en el abismo, y todo el
duce el parricidio, ello implica la reinscripción sobre el tablero edificio del mundo se desploma ante mí en su inmensidad
de dos puntos esenciales: el enigma trágico que los antiguos ' " " D e e s ta manera oblicua, se hace comprensible el manejo de la
llamaban fatum, y la apuesta genealógica dramáticamente jugada ceremonia de los fata en la tragedia griega. Los fata hacen eco al
por el asesino. De aquí, las observaciones siguientes: abismo y, de paso, retomando aquí una formulación de Séneca que
define el destino,13 a la voluntad del Padre soberano. Estas son
las palabras constituyentes, las que conducen la vida, las palabras
1] Reinvertir lo trágico que nos fabrican, como lo sugiere la palabra TDXfi (tyche) utiliza­
da por Sófocles,14 traducida como destino. Meditemos también
No nos contentaremos aquí con evocar el aspecto edípico del sobre el término griego Óaipcov (daimon), otro equivalente de
homicidio, de todo homicidio, pues el tema de Edipo no es ya destino, cierto demonio interior; con esa palabra, Edipo se dirige a
considerable hoy día, a pesar de su importancia crucial en el psi­ sí mismo (verso 1311) cuando descubre su parricidio.
coanálisis. Triturado en el sentido de una causalidad psíquica Tratemos de ir más lejos y de sacar partido del discurso
desgajada de las construcciones institucionales que encierran a trágico convertido para nosotros, modernos, liberados de la
la subjetividad, el parricidio deja de ser articulable con el homi­ mitología griega, en simple conjunto de metáforas. Los dichos
cidio de la Imagen fundadora de lo político en sociedad: la ima­
12 V éase este texto en Ja edición francesa Rvnumtiques alleman ds, París, Gallimard.
gen del Padre, con mayúsculas, que tiene una humanidad cual­
(Pléiade), 1963, i, p'p. 1562-1563.
quiera que ella sea y cualquiera que sea la versión cultural que 13 Véase el texto de Séneca, citado por Agustín, La Cité de Dieu, 5, 8 CEuvres,..,
tengamos de esta imagen. Ahora bien, si aquel fundamento no es 33, p .671,
H Este sustantivo se deriva del verbo Tuyxocvco (tynchano), alcanzar, tocar, reen­
más claramente percibido, no se captará el desastre al que sirve
contrar, lograr, cuyo lazo etim ológico con Teúyco {tencha), hacer, fabricar, es um ver­
de dique la imagen del Padre, y, por consiguiente, se perderá de salm ente reconocido. Cf. P. Chantraine, Dictionnaire étymologique de la langue grecque,
vista sobre qué terreno bien circunscrito se organiza la repre- París, Klincksieck, ed. 1980, pp. 1142-1143.
30 DEL HOMICIDIO DEL PADRE DEL HOMICIDIO DEL PADRE 31

achacables a los dioses -la palabra de los oráculos- sirven para el descubrimiento del inconsciente, al reabrir la cuestión del
humanizar la causalidad, para poner en discurso lo que nosotros abismo, ha hecho de lo trágico un elemento constitutivo de lo
llamamos la causalidad psíquica, que es también una causalidad humano, los fata se refieren a nosotros: nosotros somos el ju­
de orden institucional. He aquí un punto delicado de concebir en guete (cf. Yocasta, verso 977) de nuestro reencuentro con la pa­
nuestros días, en la época del sujeto-rey que se presenta como labra -con la palabra autorizada. En términos contemporáneos,
autofundado. fata quiere decir la puerta estrecha que da acceso a la cuestión
Las cosas serían menos difíciles si no saltáramos a pie junti- del padre.
llas desde el relato de Edipo, puesto en vigor por Freud, hasta la Lo trágico significa además esto: nada escapa al Destino.
glosa psi,* omitiendo el eslabón del cristianismo latino. Nos Recordaremos, a pesar de su olvido en tantos comentarios psi,
daríamos cuenta, entonces -leyendo, poLejemplo, la polémica que Edipo y sus padres están signados en la tragedia por los mis­
violenta de Agustín (autor esencial para el jüfídismo europeo) mos fata que ellos conocen, ellos y él: el anuncio del parricidio.
con los autores antiguos a propósito de la'presciencia délfuturo, Desde entonces, se descubre ahí la plena dimensión del
adivinación, astrología, etc.-15 que el faium sólo es concebible Destino: su espacio genealógico.
en su correlación con la política organizada.Dicho en otras pala­
bras, la causalidad psíquica se inscribe en un orden de causas
(iordo causarían) que se apoya sobre el discurso de una Refe­ 2] La apuesta del parricida y la ligadura genealógica
rencia absoluta, es decir, sobre el Tercero, como tal, considerado
como principio causal garante de todas las palabras y de todos Se trata ahora de situar el parricidio como un atentado contra el
los actos humanos. Yo traduciría: el hombre es hablado por ade­ ¿ rd en d e la fifiáción, es decir, contra el arreglo institucional que
lantado, él entra en una vida ya estatuida. Conviene leer así los hace de alguien el hijo o la hija de sus dos padres, padre y
versos sorprendentes de Sófocles: “Ella, la palabra surgida del madre. Comprender esto no es fácil puesto que hay que captar
Parnaso, acaba de resplandecer” (v. 473-476); a través de la roca porqué el homicidio del uno o de la otra, y con mayor razón el
profética de Delfos, es la Referencia la que habla. de un hijo, puede ser lógicamente calificado de homicidio del
En nuestras sociedades, ¿dónde están los oráculos? Según la padre. Profundizaremos más adelante los resortes de semejante
perspectiva del político, están exactamente en el discurso sobre lógica.
lo que es el hombre -discurso de valor ineluctablemente fun­ Simplemente, recordemos el Edipo rey. El parricidio planea
dador, es decir, mítico, con todos los efectos de derecho. La como una amenaza sobre toda la familia. La madre de Edipo lo
cuestión es, pues, tensa, puesto que si el hombre es hablado por abandona niño y lo aleja para que se le mate por miedo de ser
adelantado, esto significa que las palabras asesinas o subvertidas muerta un día por él. (“Un día él matará a sus padres”, verso
y los silencios inducidos actúan en el mismo nivel fundador que 1175.) Edipo se aleja de sus padres nutricios -que él creía que
las palabras de verdad, salvo que la perversión del faium desle­ eran su padre y su madre verdaderos- por temor a convertirse un
gitime al sujeto, es decir/lo destmya en sus fundamentos, lo des­ día en el homicida de su padre. Así, el oráculo había distribuido
construya por adelantado. La lógica de la estructura es inmu­ a todos el mismo enigma: la representación del homicidio de los
table, pero los arreglos en su seno son indefinidos. Hoy, cuando padres. ¿Cuál es esta suerte común, sellada por los fa ta l He aquí
la oscura cuestión que los montajes institucionales tienen por
* Con esta sitaba Legendre se refiere a psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas,
colectivam ente, (r.)
función conjurar transponiéndola. Retendré aquí solamente el
15 Véase De la ciudad de D ios , libro 5, 8. CEuvres... 33, p. 669s. aspecto esencial a partir de una observación: un homicidio con­
32 DEL HOMECIDIO DEL PADRE DEL HOMICIDIO DEL PADRE 33

sumado es la expresión más pura de la omnipotencia, de la como aquel que liga y desliga al hijo en la relación con el homi­
relación con lo absoluto. cidio, tanto por su propia cuenta como por cuenta del hijo: el
Traduzcámoslo en términos genealógicos: la relación de la padre está en la posición de ser a la vez homicida del hijo y el
familia con la omnipotencia es la cuestión de su relación con el que lo indulta. Ahora bien, semejante función paradójica carece
homicidio. A partir de aquí, el problema institucional de base, en de sentido, en cuanto a la política d^ la Razón, salvo a condición
la perspectiva de las condiciones elementales de la reproducción de ser referida, es decir, inscrita en el montaje de la Referencia
humana, se resuelve en esto: ¿cómo puede organizarse esa rela­ absoluta cuya esencia consiste en deshacer el collage con la
ción ? Respondería esquemáticamente: en dos tiempos. omnipotencia en la especie humana. En el relato que muestra a
a\ La diferenciación del hijo16 con respecto a la madre im­ Abraham y a Isaac listos para el sacrificio, el padre no ata y
plica la transferencia al padre de la relación de ese hijo con la desata ni por arbitrariedad ni a título de verdugo ejecutor de
omnipotencia, y, en consecuencia, con el homicidio. El tema an­ altos destinos: él ocupa la función genealógica del sacrificador.
tiguo ex paire natus (ser nacido del padre) da perfectamente ¿Qué quiere decir esto para nosotros que intentamos situar la
cuenta de ese pasaje: todo hijo debe nacer también del padre. problemática del parricidio en la cultura industrial?
Institucionalmente hablando, ¿cómo puede lograrse? O, dicho de Volveré a tratar largamente este punto central, difícil de cap­
otro modo, ¿cómo se juega la apuesta del homicidio entre padre tar mientras quede en la sombra la condición de la paradoja cons­
e hijo, de suerte que esta cuestión que pone en rivalidad a dos titutiva de la función paternal: el ejercicio de esta función está
sujetos se desate en el sentido de la Razón, es decir, en beneficio suspendido de la capacidad del padre -de cara a su hijo- de pa­
de la renovación de la vida? Sobre este terreno se determina el sar sobre su propio cadáver. La lección bíblica es inagotable so­
destino subjetivo del hijo. Al desenlace yo lo llamo la ligadura bre la base de esta construcción del padre-sacrificador en nom­
genealógica. bre de la Referencia. ¿Por qué? Porque Abraham se nos muestra
b] La ligadura -tomo este término de la Biblia (en hebreo en el límite extremo de la renuncia de sí mismo, puesto que un
Aqedah) - 17 significa la articulación de todos los lugares genea­ hijo representa aquí, para el padre, la señal de eternidad -la eter­
lógicos con la Referencia absoluta. La escena es fundamental: nidad a la cual cada uno tiene derecho a través de su descenden­
Abraham acaba de atar a su hijo Isaac (la Vulgata emplea el cia. La escena de la ligadura era la prueba de la autoasignación
latin alligare) al altar del sacrificio para degollarlo según la del padre en el orden genealógico que cierra la Referencia.
orden divina; conmovido por la sumisión de Abraham, Yaveh le En el caso Lortie, si tomamos conciencia de la complejidad
dispensa de cumplir el homicidio, y un carnero remplaza a la de la relación con el homicidio a partir de las nociones pivotes
víctima (Génesis, 22). Isaac se encuentra así sucesivamente liga­ del padre y del sacrificio que une al hijo con el padre, se hace
do y desligado por su padre. posible entrever la contraprueba de tal mecanismo por medio de
Comprendamos bien qué es lo que está en juego en esta. su subversión y los efectos de quiebra de esta última. Caso de
escena-paradigma de la cultura europea. El padre es instituido enorme interés, que aclara las formas contemporáneas del
malestar en la cultura.
16 No dudam os en utilizar la palabra hijo [/í /í ) para los dos sexos, como nos invita
la tradición jurídica antigua (Isidoro de Sevilla): filias ulñusque sexus (hijos de uno y de
otro sexo). 3] El gesto resuelto del homicida. Vuelta al proceso Lortie
17 Véanse los artículos de diversos autores (desde Frazer) reunidos por E. Yassif,
The sacrifica of Isaac. Sludias in the devetopment of a Uterary tradilion, Jenisaién,
M akor, s/f. Si uno renuncia a tratar este atentado con las recetas o mediante
34 DEL HOMECIDIO DEL PADRE DEL HOMICIDIO DEL PADRE 35

las simplezas conductistas de la actual criminología, puede abrir­ ,OccÍdente contemporáneo, el oficio del padre es frágil y consti­
se una reflexión a fondo y percibirse pronto qué es lo que sus­ tuye, en cualquier sociedad, la prueba de fuerza institucional que
tenta ese gesto homicida. Yo diría: ese acto es la resolución de inscribe a sus generaciones sucesivas en el futuro de la especie
una carencia; golpeando y golpeándose, Lortie arregla sus cuen­ humana.
tas genealógicas. Más allá de su persona se puede comprobar,
desde un punto de vista general, que la rarefacción del padre, en
el nivel de toda una sociedad o en el de un solo sujeto, plantea el
problema deí homicidio en términos de destrucción y de autodes- IV. EL INCIERTO DISCURSO M ODERNO SOBRE EL PÁDRE INCIERTO
trucción.
No es posible concebir la lógica implacable que pone de
relieve el delito de Lortie, ni caracterizar a la masa de criminales Nunca será suficiente, en estas Lecciones VIH, el tratamiento deí
para los cuales, en definitiva, como dice Freud,18 están hechas principio de la paternidad y de las derivaciones que le dan las
las leyes penales, sin interrogarse sobre la cuestión central que disposiciones jurídicas necesarias para la vida. El caso Lortie da
comporta el derecho penal mismo y sin la cual toda sanción vueltas en torno a este pivote y es necesario, al comenzar este
pierde su justificación para convertirse en represión en es.tado estudio, acordar bien el sentido de las palabras.
bruto; entonces, el derecho penal debería ser abolido pura y sim­ ¿Qué es un padre? Pienso que es ésta una manera demasiado
plemente, o, a reserva de atreverse a sostener esta posición, brutal de interrogarse sobre la cuestión y que mejor sería comen­
nuestras sociedades tendrían que comprometerse en la vía de un zar por preguntamos qué es un hijo. Nada es más incierto, a par­
adormecimiento de la cuestión psiquiaírizando y medicalizando tir de la constitución humana, que esta noción de padre, sobre la
sistemáticamente a los delincuentes. En el fondo de las políticas que yo repetiría una vez más que se trata de una cuestión que
legislativas, judiciales y administrativas reside la tormentosa ilustra, fundamentalmente, lo institucional puro.
pregunta de siempre en todas la sociedades: ¿qué es lo pro­ Es preciso que la cultura occidental se disponga sin dilación a
hibido? El crimen de Lortie me va a permitir reanudamos con la semejante reflexión, la cual es, según creo, no solamente ine­
cuestión fundamental e indicar qué consecuencias implica ese vitable, sino esencial para toda crítica elemental del desconcierto
recentramiento en torno a dos nociones soldadas por lo pro­ de nuestro tiempo a propósito de la reproducción y de la humani­
hibido: el incesto y el parricidio. zación de las nuevas generaciones. Vemos el movimiento genea­
AI entrar en este estudio, debo evocar una dificultad mayor, lógico como una escalera que desciende, sin tener en cuenta que si
raramente reconocida en los trabajos teóricos. La problemática los criterios biológicos establecen con toda evidencia una relación
del padre tiende a disolverse en un pantano de ideas heredadas y causal entre padre e hijo, la representación subjetiva frustra esa
de temas poco rigurosos: patriarcado, padre judeo-crístiano, evidencia. Resulta así plausible, para ciertas culturas, escindir la
padre incierto, rebelión contra el padre, crisis de la familia tradi­ paternidad en dos funciones separadas: de un lado la reproducción
cional, etc. Mis alumrios saben que yo no me caliento con el genital, y del otro lo que yo llamaría la política de la paternidad, la
fuego de esa madera. Habremos de concebir por qué, en un prin­ función ídentificadora para el niño. Es forzoso reconocer, en el
cipio, es decir fuera de toda consideración histórica sobre el caso del sistema tradicional euroccidental, que la confusión de los
dos planos no facilita el esclarecimiento de aqúelío de lo que se
111 ‘‘Los que delinquen por conciencia de culpa”, en “Algunos tipos de carácter dilu­
cidados por el trabajo psícoanalftíco” , en Obras completas, vol. xiv, B uenos Aíres, trata cuando el padre muerto por el hijo es una abstracción, el
A m orroríu, 1976, p. 338. principio fundador de lo político: Lortie impugna la Referencia, es
DEL HOMICIDIO DEL PADRE DEL HOMICIDIO DEL PADRE 37
36

decir, ei fundamento del que surge la idea de paternidad. su relación con el sujeto, si lo comprendemos en un plano distinto
Se comprende mejor lo que es ei padre, como función y al de las exégesis matrimoniales, el adagio continúa diciendo una
como principio, cuando se coloca áí padre como siendo él verdad: subjetivamente, el padre es siempre incierto. ¿Por qué?
mismo un hijo -un hijo que subjetivamente está inmerso en la Porque en los trasfondos de su persona, un padre (no más que una
tarea de conquistar la condición de padre en beneficio de su pro­ ^ d f e ) 2H joI® é^am ás totalmente su lugar de niño -su lugar de
pio hijo. La operación no es evidente, y sabemos ya, por el psi­ hijo- a su hijo, permanece más o meno^ sólídámenfé ádhendo a su
coanálisis y por la simple observación social, que se transforma estatuto de hijo, y dirige üna demanda de hijo a sus propios padres
a veces en descalabro con efectos en cadena, en pequeña o gran a través do ^descendencia. Sólo considerando este fenómeno
escala. Pero, ¿cómo dar razón de ese tránsito de la posición de subjetivo central se hace pensable el problema.
hijo a la de padre? Muchos discursos se desvian ante este pro­ El discurso moderno sobre el padre, sí bien ha logrado al fin,
pósito, incluyendo el del psicoanálisis, incapaz de percibir el poco a poco, desprenderse de las consideraciones político-histó-ri­
mecanismo que liga al sujeto humano con las categorías lingüís­ cas o moralistas que mezclan familia patriarcal y principio de
ticas del derecho y con los significantes jurídicos de la genea­ paternidad, permanece todavía atascado en un pantano de ideas
logía. Se puede uno engañar, ciertamente, a propósito de una for­ demasiado simples y en esquemas más rígidos que rigurosos, los
mulación básica, trasmitida por los glosadores medievales a los cuales hacen olvidar la radicahdad de los riesgos entre padre e
juristas de la era industrial, a partir de un célebre texto del dere­ hijo. Estos riesgos son metabolizables bajo la égida de los monta­
cho romano. El texto dice: “Mientras que ella [la madre] es jes de la filiación, que consisten en una forzosidad institucional
siempre cierta, incluso cuando ha concebido a la ligera, el padre del sujeto. Para abordar estas cuestiones puede ayudarnos una
es aquel designado por la boda.”*9 Así, en esta economía jurídi­ máxima pedagógica: sólo nacen hijos. O, dicho de otro modo: un
ca de la reproducción centrada en el matrimonio, se ha fijado la padre es un hijo que hace oficio de padre; cuando esto se invierte,
presunción de paternidad, construcción de porte antropológico los hijos encuentran imposible el oficio de padre. En suma, el ofi­
que en principio viene a echar cerrojo a la situación edípica: cio de padre está sobreimpuesto en la condición de hijo.
todo hijo se define como hijo de una pareja;1920 aquí se ha injerta­
do el adagio: Mater certissima, pater semper incertus (la madre
es absolutamente cierta, el padre es siempre incierto). ¿Cómo
manejar estas fórmulas? La tradición occidental, desde la Anti­
güedad, ha dejado siempre la puerta abierta a las interpretacio­
nes del padre cierto/incierto, habida cuenta del hecho biológico
-caso de interminables comentarios (tiempo de embarazo, niños
póstumos, ausencia del marido, etc.). Culturalmente sacudida
por los ideales biologistas, la formulación padre incierto parece
ya abolida. Sin embargo, si se concibe la cuestión del padre en

19Digesto, 2, 4, 5; Quía semper certa est, etiam si vulgo conceperit, pater vero is
esf quem nuptiae demonstrant.
20 He aquí la definición rom ana de hijo. Digesta, I, 6, 6: Filium eum definimos, qiti 21 Esta nota aborda la cuestión de la verdad, es decir, la cuestión de la relación subje- ■
ex viro et uxore eius nascitur (definim os como hijo aquel que es nacido de un hombre y tiva con las categorías juffdícas en tanto que categorías de lenguaje. En lo que se refiere a la
de su esposa). madre, la certeza del parto recobra aquello que se trata de conquistar con igual derecho.
LA APUESTA DE RAZÓN 39

2 principio de leg alídad^se principioJundadorque.permite hacer


de ese alguien un sujeto en el sentido psíquico del término. "
EN EL CORAZÓN DEL PROCESO LORTÍE: HeTaquí por qué el tema del Destino se convierte en una
LA APUESTA DE RAZÓN. excelente pedagogía. Si su problemática hubiese sido considera­
NOTAS SOBRE EL HOMICIDIO DEL HIJO Y LA da como el discufso merced al'cual las sociedades pretéritas
CUESTIÓN DEL PADRE tenían en sus manos el principio de lo legal gracias a la seguri­
dad de un encadenamiento causal nacido de la palabra de los
dioses, el descubrimiento moderno del inconsciente no hubiera
cortado los puentes entre la subjetividad y el espacio tercero en
el que toma consistencia todo poder fundador de lo prohibido,
que, según la tragedia, hablaba a los seres humanos por boca de
Veámosio desde otra perspectiva. Tomemos en consideración el los oráculos anunciando el desastre por adelantado. La prescien­
derecho penal y la tecnología psi, no ya como elementos del sis­ cia de que se trata no era más que una figura del discurso, y no
tema experto relacionado hoy día con la gestión de la criminali­ el enunciado de un hecho científicamente predecible; esto lo
dad, sino como secuencias del discurso moderno de los fata, y sabemos, sin captar no obstante la maniobra. En nuestros días,
asumamos el compromiso de notificar lo inexorable de la estruc­ los sabios ejercicios sobre la causalidad psíquica no han hecho
tura en las sociedades industriales, es decir, de acercar las prácti­ aún el esfuerzo de restituir a la subjetividad su constitución insti­
cas judiciales al principio de la Razón. ¿Que quiere decir eso, de tucional, es decir, su lazo vital con ese espacio tercero del que
manera concreta? proceden los montajes jurídicos de lo prohibido, los cuales tiene
Eso quiere decir que la problemática del Destino, por medio por función primera hablar los actos humanos por adelantado.
de la cual los Antiguos trataban de concebir los fundamentos de Pero, ¿no estamos nosotros en el trance de barajar esas car­
racionalidad sobre los que reposa lo prohibido en la humanidad, tas tan difíciles de jugar en el juego social, y de eliminar la idea
es todavía actual. Dicho en otras palabras, el crimen debe ser misma de una relación entre el mecanismo de la insütucionali-
represeniable en tanto que transgresión. Es igualmente la única dad y la condición subjetiva de lo humano? Los dos registros se
vía posible para hacer presente lo prohibido mismo: poner en han convertido en antagonistas, incluso en incompatibles el uno
escena mediante una prueba tangible los desastres de la transgre­ del otro, a medida que los ideales del sujeto-Rey autofundado y
sión. La tragedia de Sófocles es, en definitiva, un tratado sobre autosuficiente se imponen en las sociedades occidentales, y al
los fundamentos de lo prohibido. De igual manera, en presencia paso que, alcanzado su nuevo estadio de perfeccionamiento, la
del crimen espantoso, toda sociedad es llevada a revivirlo sim­ Revolución medieval del intérprete -u n a inmensa cuestión
bólicamente mediante el intérprete de los procedimientos, con el histórica sobre la que yo llamo tan frecuentemente la atención-1
produce ante nuestros ojos su fruto ultramoderno, a saber, la pri­
fin de humanizarlo inscribiéndolo como transgresión y, al hacer­
vatización de la Referencia absoluta o, para usar una fórmula del
lo, reintegrarlo en la palabra dándole un sentido. Así, el encade­
cineasta Wenders, la promoción generalizada de los individuos
namiento de las causas que conducen a un individuo a cometer
un delito no es un caso solamente individual; interesa a toda.la 1 V éase Legons VII, p. 105ss. No se debe olvidar jam ás que es entonces cuando
sociedad en cuanto que todojictp que pone en cuestión jo ^ ro - comienza la historia jurídica m oderna, con la eclosión de la idea de Revolución (véanse
hibido, por ser imputable a alguien, debe ser'relacionado con el los trabajos de J. B erm an) y bajo la fórm ula dogmática de “ volver a d ar forma a iodo el
mundo” .
[38]
40 LA APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RAZÓN 41

en miniestados. En otras palabras, en la perspectiva contem­ Es preciso subrayar que, en Occidente, la culpabilidad es el
poránea en la que el selfservice normativo está llamado a concepto pivote del encuentro entre dos discursos tradicionales
absorber el principio de legalidad, la constitución institucional de la responsabilidad hoy día totalmente distintos, pero que for­
de la subjetividad no es ya una categoría pensable. Así, la noción maban, en la época de la primera Escolástica (siglos xn y xm),
de derecho tiende a convertirse en el ornamento de un mecanis- una especie de anudamiento de dos elementos ensamblados,
mc^ contable, en la en voltura-vestigio de la regulación social; en indisociables uno del otro, pero sin qonfundirse, de donde pro­
cuanto al crimen, pasa al campo de las ciencias gestionarias cedía la casuística de lo prohibido. Si uno sigue el modo de
donde predomina una psiquiatría convertida pretendidamente en razonar de los glosadores medievales, el autor de un homicidio
científica,2 que consiente préstamos más o menos masivos del comete su falta dos veces, con relación a dos diferentes instan­
psicoanálisis, el cual ansia a su vez, mediante sus nuevas escue­ cias: la primera vez es el criminal el que actúa, la segunda, el
las dé ingenieros del inconsciente, ser reconocido como el punto pecador, según cierta lógica del sujeto dividido en dos, el homi­
más avanzado del Management en extensión. Sin embargo, no es cidio es condenable una primera vez por el derecho, y una se­
muy difícil percibir aquí una cuestión no formulada, pero pre­ gunda, por la penitencia. A esta división corresponde una repe­
sente en los espíritus, que planea sobre todo procedimiento crimi­ tición de competencias, distintas pero solidarias -recuérdese la
nal llevado a su término, tanto en los países de la Common Law fórmula de Graciano: " Con el nombre de crimen entendernos
como del lado de las tradiciones codificadoras: ¿/a culpabilidad cudíquier pecado" - 3 entre dos tribunales: el foro externo y el fo ­
ha alcanzado su determinación? ro interno, que en suma sitúan al culpable, uno ante lo que lla­
Esta pregunta es para nosotros la verdadera puerta de entra­ maremos lo social, otro ante la Referencia fundadora de lo so­
da en el caso Lortie, puesto que da acceso a la cuestión central cial, nociones a reinterpretar en una perspectiva antropológica.
alrededor de Ja cual gravitan todas las partes involucradas en el En los dos casos, la locura toma estatuto legal: es la excusa que
proceso, incluida la sociedad de Quebec. El punto fundamental dispensa al homicida de responder. Por poco que se reflexione
se centra en la declaración del acusado alegando su culpabilidad, sobre esta construcción -esencial tanto para la evolución de la
reiterada en ciertos pasajes jurídicamente delicados del procedi­ idea de normatividad propia del mundo euroocidental, como
miento, pidiendo verse reconocido como responsable de su acto. para la historia del tránsito de la psicología dogmática a los
Esta reivindicación de culpabilidad asienta de inmediato la saberes modernos constituidos en torno a la psique-, una obser­
apuesta comprometida. vación se impone: el derecho penal es un efecto de la repre­
Traduzcamos la reivindicación: Lortie suplica -una palabra sentación occidental de lo humano, se ha iniciado ligado al mon­
utilizada por él en el curso del procedimiento y que aquí amplía taje cultural de Ja división psicosomática (a la cual lo reenvía
su sentido-; suplica a la instancia judicial que le reconozca directamente la teoría jurídica del pecado), y no puede despren­
como sujeto. derse de la concepción normativa que pone al intérprete de tex­
tos en una posición muy difícil de hacerse entender en nuestros
2 La creciente cientificación de la psiquiatría es un fenómeno muy interesante, puesto
días en razón de la-fragmentación extrema del discurso: el intér­
que produce el estallido de las categorías recibidas y busca la eliminación de los malenten­ prete de textos está en la posición legal de ser también, al mis­
didos ligados a ias variaciones culturales (véase la clasificación denominada multiaxiai, mo tiempo, intérprete del sujeto, ¿Qué debe entenderse por esto,
elaborada en los Estados Unidos y difundida con la sigla dsm m). Semejante salto no podía y cómo puede llevarse a la práctica?
dejar de plantear problemas de fondo, los cuales son tratados en mi artículo “Remarques
sur l’art de díviser et l’instítution du sujet”, en Confwniaiions psychiatriques, 24 (1984),
pp. 41-54. Véase también, m ás adelante, p. 155. 3 Dis. 25, c.3, dictum 2 . Nomine autem crhninis quodlibet peccaíum ¡nielligitur.
42 LA APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RAZÓN 43

En la perspectiva de estas cuestiones, es preciso subrayar todo basándose en el principio de Razón. De decidir de hecho y
que nosotros no solemos reflexionar como convendría hacerlo no de derecho: toda la ambigüedad de la psiquiatría actual tiende
sobre la naturaleza de la función judicial. Se pierde de vista la a la incertidumbre de su estatuto sobre el terreno histórico y po­
partida que se pone en juego, en el sistema institucional, median­ lítico de la legitimidad. También aquí el proceso Lortie me ayu­
te la construcción que, de manera disimétrica, pone en escena un dará a presentar algunas consideraciones.
cierto numero de espacios estructurales, ligados unos a otros Estas precisiones preliminares han preparado al lector para
pero esencialmente separados. También debo volver brevemente no tratar el caso en cuestión siguiendo nuestros hábitos sociales:
sobre esta lógica, puesto que el proceso Lortie no tiene sentido una historia criminal, un informe psicosocial, el elogio o la críti­
más que sobre la base de esta reconsideración. ca de los jueces... Nuestras costumbres reservan corrientemente
Esquemáticamente, un proceso criminal representa, en prin­ el proceso -en tanto que construcción jurídica y soporte de los
cipio, la triangulación del sujeto inculpado. Éste hace frente a su discursos- a los oscuros comentarios de los especialistas del
acusador y responde del crimen ante sus jueces,, los cuales derecho. En nuestro caso, por el contrario, el proceso como tal
ejercen el oficio de dar una sentencia jurídicamente fundada en se extiende ante la escena, y voy a decir por qué planteando sim­
la interpretación del caso a la luz del Corpus de textos. En otros plemente lo siguiente: sin la ritualidad de los procedimientos la
términos, los jueces intervienen como representantes del En función auténticamente simbólica del juez se hace incomprensi­
nombre de fundador, es decir, como representantes legales de la ble; lasJprmas^orLjamnica_salyaguarda del carácter no dual de
Referencia absoluta. Nunca se debe olvidar esta disimetría en las reíacionesjentreria-justicia,„.fqs expertos y el acusado; las
dos niveles: l]Uirgjas~dEun proceso, como tantos otros montajes de las cul­
turas, tienen también la inclinación, si puede así decirse, a de­
La Referencia absoluta, hecha presente por el Corpus de textos sembrujar al sujeto inconsciente de su culpabilidad socializán­
dola.
los jueces Que un crimen tan marcado por la desmesura como el de
Lortie se convierta en objeto de un proceso en el que el homici­
el acusador el acusado da enuncia una demanda de condenación en buena y debida
forma, exige un análisis riguroso y plantea, para nuestro cono­
Reencontramos aquí el orden político de la triangulación cimiento de las instituciones, algunos problemas esenciales. Co­
sobre el que todas las culturas instituyen su propia versión par­ mencemos interrogándonos sobre el resorte jurídico de semejan­
ticular: se trata de arreglar las prácticas normativas, las cuales te proceso.
transcriben una representación genealógica relativa a la lógica
de la causalidad, por las razones que ya he expuesto (cf. Lec­
ciones JV y VII). Queda por situar, a partir de este esquema, el
lugar de los psiquiatras o, más generalmente, de los expertos psi U U Z G A R EL HOM ICIDIO Y LA LOCURA.
en el funcionamiento estructural. Sin duda alguna, en la realidad LA PRESU N CIÓN DE RAZÓN PUESTA A PRUEBA EN EL PROCESO
LORTIE
de los procesos, estos expertos están en posibilidad de abrir o de
cerrar con candado la evolución de un procedimiento, ya que la
¿En qué consiste el principio de Razón en una sociedad?
sociedad de hoy día parece en trance de delegar en ellos, aunque
Yo diría:,es la construcción cultural dé una imagen fundado-
sin hacerlo de modo explícito, la posibilidad de decidir sobre
44 LA APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RAZÓN 45

ra gracias a la cual toda-sociedad define su propio modo.de De repente, en consecuencia, el proceso se abre sobre el terreno
racionalidad, es decir, su actitud ante éLpTóblema'humano de la fundamental: hacer el juicio del homicidio y de la locura.
causalidad. Esta construcción produce'un cierto tipo de institu­ Desde un punto de vista jurídico, se trata de saber si el pro­
ciones, una política de la causalidad, de la que procede ese mon­ ceso debe desembocar en una sentencia de absolución -que, en
taje de lo prohibido que llamamos en Occidente el Estado y el el caso Lortie, desencadenaría una competición psiquiátrica-?. o
D e re c h q r----------- de condenación por homicidio. *
Según esta perspectiva, el sistema institucional, mantenido Sumariamente presentada, la cuestión abordada por los jue­
por la imagen fundadora, tiene por función transmitir la Razón, ces se resumiría así: ¿cómo desembocar en la sentencia, cual­
inscribir la reproducción humana en su relación con la causalidad, s quiera que ésta sea? O, dicho de otro modo, ¿sobre qué elemen­
y perpetuar la prohibición (en el sentido antropológico de ese tér­ tos de convicción concebir una sentencia? Para comprender bien
mino) a través de las generaciones. De tal manera, una sociedad el alcance del ejercicio judicial, especialmente a propósito de la
no es un rebaña de indi vid uos^contablfízables, sinoreiTpnñcipjo, imponente presencia de los psiquiatras, y entrar así en la realidad
una composición histórica de sujetos diferencfádosT^DeTal suerte, deí debate, guardémonos, pues, de plantearlo de forma abrupta:
nacemos todos presuntamente razonables. Esta condiciónjmpone el inculpado, ¿está loco?
a ía locura-eLestatuto de des-construcción, o sea,,eh~tértpÍjDÓs de Ei primer movimiento hacia la respuesta es acudir a los tex­
tradición europea, el estatuto de enfermedadJeJpm^nteJtíablan- tos. La responsabilidad penal en Canadá está tratada según el
do con propiedad^Mímente se deshace (de-meniia). hilo directo de la tradición euroocidental, es decir, sobre el fondo
Proyectado sobre la^scerTajüdiciai, el proceso Lortie nos de las elaboraciones romano-canónicas modernizadas por los
obliga a afrontar cara a cara la manera en la que hoy día nuestras estados, y, en América deí Norte, según la versión de la Com-
sociedades se sitúan ante las maniobras institucionales concretas mon Law.4 Al adquirir el Parlamento federal, en 1867, compe­
del principio de Razón. Contrariamente a lo que dan a entender tencia exclusiva (respecto de la Corona británica) para legislar
las doctrinas criminológicas actuales (véase la deriva de los estu­ en materia penal, es el Código criminal (adoptado en 1892 y re­
dios de predicción de la carrera crimina!), el reino del industria­ visado después) el que fija los índices de intervención de los jue­
lismo, del mercado y de la ciencia no ha destruido la estructura ces. Retomando las reglas formuladas por una antigua jurispru­
occidental básica en cuanto a la representación de lo prohibido. dencia, su artículo 16 (equivalente del artículo 64 del Código pe­
Esto se ve bien si aceptamos interrogar modestamente de vez en nal francés) define la posición de principio a propósito de la lo­
cuando a los autores del derecho clásico. Simplemente, el descu­ cura, en dos parágrafos esenciales:
brimiento del inconsciente ha permitido, al abrir el camino hacia §1, “Nadie debe ser declarado culpable de una infracción
elementos más esenciales que las formulaciones variables de la relativa a un acto o a una omisión de su parte, mientras estuviera
relación entre la Razón y la Ley, retomar de manera diferente la enajenado”.
problemática de lo prohibido. Pero volvamos al proceso. §4. “Salvo que se pruebe lo contrario, cada cual se pre­
La motivación de este proceso no es la de establecer los supone que es y ha sido sano de mente.”
hechos ni la de descubrir en ellos al autor. Las condiciones del ¿Cómo funciona esta presunción de Razón y qué lecciones
atentado, la rendición de Lortie y el registro de una parte de los
Habría que rem itirse, en derecho penal, a ta noción mens rea (cfFcapítulo l t nota
sucesos por las cámaras de video de la Asamblea nacional han
1). M ás generalm ente, por Ja doctrina fundam ental y la práctica del precedente judicial,
simplificado el procedimiento, tan frecuentemente embrollado, en los países de la Caminan Law están más directam ente entroncados en la tradición de lo?
otros casos, con discusiones sobre la materialidad de la infracción. glosadores (véase m ás adelante. Leguas VII, pp. 118, 380).

3
LA APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RAZÓN
46 47

despejar del proceso Lortie? Dos conceptos, puestos aquí en ba­ como el artículo 16, 2, del Código criminal canadiense -eco le­
lance, se responden: la culpabilidad, la salud de la mente. jano de la facultas deliberandi: *juzgar la naturaleza y la cuali­
dad de un acto o de una omisión ello supone un vasto expur­
go del discurso de ía causalidad. En esta perspectiva, la historia
1] ¿Para qué sirve la noción de culpabilidad en el montaje insti­ del derecho que yo asumo esclarece, los puntos mayores sobre
tucional del principio de Razón? los cuales ha debido llevarse el expurgo. Para convencerse de
ello, aconsejo leer a Agustín cuando arregla las cuentas del cris­
Adelantaré lo siguiente: la idea de culpabilidad está al servicio tianismo cón los dioses latinos6 y, más cercano a nosotros, la
del principio de Razón. tesis de S. Kuttner que expone cómo el derecho medieval ha
Sobre la base de esta difícil proposición, puede hacerse con­ hecho salir de su ganga romana la idea de culpa poniendo en su
cebible que las riendas de la culpabilidad formen lógicamente lugar los conceptos de exterioridad tales como casus (azar) o
parte de montajes jurídicos de la cultura y que la conducción necessitas (necesidad).7 Mucho más allá de la era moderna, la
hasta un buen fin de un proceso criminal esté relacionada con el instítucionalidad occidental había construido ya al hombre
problema general de la subjetivación en las sociedades industria­ desmitologízado y racional.
lizadas. Para comprender,_a trayés de nuestro. caso, cómoios jue- Nos vemos, pues, aquí, en presencia de una apuesta esencial:
ces están en condiciones de construir una sentencia humanizado- la del ser humano y su capacidad homicida vista como capaci­
ra, es necesario en primer termino fotografiar, por decirlo así, la dad racional. Transportémonos al proceso: ¿qué es lo que quiere
idea occidental de culpabilidad, enraizada en un modo histórico decir esto, en la práctica? Siguiendo al maestro Larochelle cuan­
de pensar la Razón. do cita una decisión reciente de ía Corte suprema,8 yo diría: la
Reflexionemos ^obre el concepto de falta, o más exacta­ capacidad racional significa el estatuto de cualquiera que es
mente de culpa, tomado del derecho romano por las doctrinas l<técnicamente sano de mente", es decir, capaz de distinguir el
europeas de la responsabilidad, a partir de la Revolución del bien del mal. Hasta las revoluciones intelectuales y sociales del
intérprete (siglos xi y xir) para fabricar uno de nuestros más siglo xx, el sujeto libre era señalable en el interior de un sistema
queridos postulados: el sujeto-joya, sujeto libre que dispone de de legalidad situando al crimen no solamente como un acto, sino
sus actos en virtud de su poder de deliberación consigo mismo, como un acto sabido. Los clásicos lo expresaban oponiendo el
la facultas deliberandi de ios glosadores escolásticos.5 Terreno saber de un hecho en su esencia al no-saber deí niño, del dormi­
inmenso de los comentarios que fijarán nuestro hábitat jurídico do o del loco.9 Ser declarado culpable por un juez significa, en
definiendo qué género de hombre lo habita. El hombre libre - li­ consecuencia, ser identificado como sabedor del hecho en su
bre de cometer su crimen- no es, como lo piensa la opinión aca­
6 V éase La ciudad de Dios, libros .6 y 7. (Euvres..., 34, p. 89$S.
démica común, el producto de políticas liberales, sino funda­ 7 S. K u ttn e r, Kanonistische Schuldlehre von Graban bis auf die Dekreialen
mentalmente una categoría institucional todavía mal percibida Gregars IX, R om a, Biblioteca Apostólica Vaticana, 1935, cf. por ejemplo p, 208.
por la historia llamáda de las mentalidades, poco atenta a las 8 En Memoria de la apelación, p. 65, cita la decisión Reine contre Chartrand (1977),
declarando al inculpado culpable de homicidio en primer grado (sobre esta noción, cf. más
condiciones lógicas de la estructura normativa. Ahora bien, para adelante, p. 163) por el motivo de que era técnicamente sano de espíritu puesto que era
que el Occidente alcance precisamente fórmulas penales tales capaz de distinguir el bien del mal. Esta sentencia es igualm ente im portante por haber
planteado que el examen de la patología mental, fuera del artículo 16 del Código criminal,
5 Sobre la locura, un texto fundamental en la historia de los conceptos jurídicos: era no pertinente, al no reconocer el derecho canadiense la defensa sobre la base de respon*
G raciano, C, 15, q .l; la noción áe facultas deliberandi es evocada en el dictum 3, según sabilídad disminuida.
y Cf. K uttner, op. c i t p. 99. *
el canon 2.
48 LA APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RAZÓN 49

esencia, ¿Hacia que horizonte nos lleva esta observación? hablan a cada sujeto por adelantado. Desde este punto de vista,
Retomemos el texto del artículo 16, 2, que pone en paralelo el procedimiento criminal consiste en inscribir el homicidio en el
la capacidad de juzgar la naturaleza y la cualidad de un acto con discurso social de los fata para reintegrar al sujeto en la palabra.,
ía capacidad de saber que un acto o una omisión es mala (ver­ Según la lógica estructural, una sentencia de culpabilidad es en^
sión inglesa: incapable o f appreciating the nature and quality o f principio ur^ensayo ritual que notifica el cumplimiento d e jo \
an act or omission or o f knowing that an act or omission is inexorable. Es la construcción de los fundamentos políticos.11 ^
wrong). Si se hace el esfuerzo de llegar al meollo de ía cuestión, ^ Ños qüedía ahora aliviar del peso de este montaje al sujeto en
no considerando esas fórmulas como testimonios de un moralis- proceso.
mo superado y de un pensamiento desclasado por la ciencia Yo resumiría las cosas así: del lado del sujeto, la culpabili­
moderna, sino entrando nosotros mismos en el pre-supuesto que dad nos lleva a la cuestión de la ligadura genealógica, a aquello
subraya el discurso tradicional sobre eso que está mal y sobre que implica a media firzefestrecho pasaje por donde "debe entrar
eso que es la falta, se perfila una problemática importante. En una vida humana para ser ligada al principio de Razón. Evoco la
suma, entramos en un juego de proposiciones -las proposiciones media luz porque, si es verdad que las grandes "categorías
del sistema normativo en el que se inscriben las categorías penales alcanzan su fuerza normativa de la Referencia fundadora
penales,básicas y sus comentarios- que estipulan el saber sobre del derecho -la cual supone la puesta en escena jupiterina, es
los actos a partir de una primera división sencillísima: exl¿teJo decir, la inversión mitológica de una representación de la Razón
que está bien y lo que está m«L Pero esta misma división no en política-, se sigue de aquí que, para ser presunto de disponer
tiene rigurosamente ningún sentido si no es relacionable con de su capacidad de saber lo que es el mal, el sujeto debe ser
aquello que la funda, con el principio de división del cual las^ introducido, a su cuenta, en la representación política de eso que
categorías jurídicas son en definitiva un efecto. Más allá del está mal. Dicho de otro modo, debe ser, en tanto que sujeto,
Bien y del Mal existe la causa de la división, su pre-supuesto marcado por el saber de las leyes.-La_ culpabilidad subjetiva,
-aquello que en las Lecciones TV, apoyándome en una metáfora .vista desde este ángulo, no es más-que Ja representación de ese
antigua, he llamado el principio jupiterina, es decir, la puesta en mareaje por el cual un sujeto es introducido, no en un discurso
escena fundadora del principio de causalidad. He demostrado contabilista como el que la criminología actual le da a pensar,
que semejante principio no podía ser asumido como principio sino en el discurso que en una sociedad pone en escena la Ley de
generador de legalidad en una sociedad sino de manera emble­ leyes, es decir, el que. instituye la causalidad que nosotros lla­
mática, es decir, ritualmente.10 mamos la Razón. La faz genealógica de la causalidad es el prin­
r De tal suerte, la apuesta judicial de la declaración de culpa- cipio de paternidad, que instituye la Razón de los hijos.12 Así, el
/ bilidad se precisa. Juzgar a un culpable es dirigirle el discurso de andamiaje estructural de la Razón gobierna a la vez lo institu­
las formas gracias a las cuales todo ser humano está prendido, cional propiamente social y lo institucional subjetivo. La tradi­
agarrado, castigado por adelantado -tal es el sentido del verbo ción se nos mostraba más arriba jugando la carta religiosa; la
latino praesumo del que se deriva el término presunción- en la modernidad contemporánea juega la de los ideales industrialis-
relación con la Referencia fundadora. La presunción de Razón
es puesta en acción por el recuerdo solemne de los fata, de las 11 E n esta perspectiva, se trata de notificar que ningún ser humano, en tanto que
sujeto de Ja palabra, tiene el poder de sustraerse a su propio estatuto en la especie,
palabras pre-dichas que, a través de los monumentos jurídicos,
12Hijo, aquí, siem pre en el sentido trasmitido por la tradición ju ríd ica antigua, que
notifica el concepto de filiación a los dos sexos. Sobre la causalidad en genealogía, cf.
m Legons IV, p. 197ss. Legons IV, p. 37ss.
50 LA APUESTA DE RAZÓN
LA APUESTA DE RAZÓN 51

tas. El descubrimiento del inconsciente nos ha enseñado que, en quiatras y jueces, se pierden en conjeturas o pierden la cabeza
todos los casos de figura históricos, la culpabilidad subjetiva no ante eso que se ha convertido en incomprensible: la desclasifica­
nos es accesible por la cientifícación objetivista, sino por una ción del discurso de la Razón por eliminación de la culpabilidad
interrogación sobre el saber a media luz del que está poseído todo subjetiva. Como ilustración de todo esto, yo citaría el caso ejem­
sujeto antes de que él mismo lo posea, y que determina en cada plar de uno de esos nuevos crímenes.13
uno el modo mediante el cual toma consistencia su relación con el El homicida fue juzgado en Francia. Un adolescente había
homicidio -homicidio transpuesto, simbolizado, o consumado. hecho matar a su padre por dos de sus camaradas, comprometién­
En suma, la culpabilidad subjetiva podría ser definida como dose a una retribución. En el curso de la investigación, el hijo
un saber sobre las imágenes fundadoras. Por ahí, como en el instigador del crimen confesó sin dificultad, en tanto que en el
amor, el sujeto se declara. Descubre su juego en relación con el proceso verbal se transcribió la declaración lacónica de los ase­
montaje de lo prohibido, de suerte que la culpabilidad no es ella sinos a su camarada después del crimen: “Ya está. Se hizo. Se ha
misma más que una pantalla detrás de la cual se organizan y portado vaíienteniente.” El examen de los actores no reveló pa­
actúan los elementos subjetivos con los cuales está confrontado tología psiquiátrica alguna, y los jueces, sin asideros, impusieron
el juez que se interroga sobre la Razón de un sujeto. A través de una sentencia ligera.
un procedimiento criminal, toda la sociedad se encuentra ante En la línea de tales crímenes, los homicidios cometidos por
esta pregunta: ¿cómo se puede ser homicida? La,pregunta_es^ drogadictos carentes de droga son también ejemplares, en cuanto
opaca para todos, pero un hilo conductor permite reencontraría, que son actos en que el sujeto queda eclipsado. Matar para
un hilo que desiguala a lqs seres hümanos. él d elá culpabilidad, obtener la droga es el gesto de un fantasma, de un ser doble que
la cual traduce en un sujeto su lazo de sujeto al principió de no ha tenido acceso al mareaje de la Ley. En la práctica legalista
Razón, es decir, la manera en que está dispuesto en él el lazo actual cualquiera puede darse cuenta de que es inútil golpear a
vital con Jo prohibido. En el caso Lbrtie, la exégesls^delordis- un fantasma, y uno se esfuerza por inscribir la droga en un dis­
cursos sucesivos del homicida permite una reflexión profunda curso social de des-legitimación coherente. Pero, ¿sobre qué
sobre el devenir de esta problemática en nuestros días. base? La moral, aunque esté integrada en el self seivice normati­
En el estadio actual de las evoluciones modernas sobre la vo, al haber sobrevivido largo tiempo, ha estrechado el margen
noción de culpabilidad, vivimos una especie de confusión social necesario para comprometer políticas duraderas que podrían des­
de las ideas, que se traduce evidentemente por la incertidumbre tituir la droga como sustituto de la Referencia o como Referen­
en cuanto al lugar respectivo de los psiquiatras y de los jueces y cia extraviada. Hablar de la droga como se había hoy día, retros­
en cuanto a la función misma de un procedimiento. Tocamos pectivamente, del fenómeno nazi, no tiene futuro, puesto que
aquí las consecuencias de la fragmentación extrema del discurso falta la base de una reflexión rigurosa sobre la estructura y la
normativo caro a los occidentales, en el que la simple evocación Referencia precisamente. Sería lógico, en la pendiente en la que
de los montajes de ficción que acercan a los individuos a la cons­ estamos, ver pulular moraíismos de sectas o desarrollarse doctri­
trucción jurídica de da Razón se ha hecho inadmisible, Pero el nas de despenalización generalizada teniendo como clave la
precio a pagar por el autoservicio normativo prometido por los esperanza de lo que los holocaustos del siglo xx han hecho
ideales gestionados que promueven la des-metaforizacíón de la alumbrar; la despenalización del homicidio, en la nueva hu-
Ley es pesado: un nuevo tipo de deshumanización aparece. Los
nuevos homicidas son criminales sin culpabilidad y, sin embar­
13 L. Israel me ha dado a conocer ese caso del que él ha Informado a las V Jomadas
go, no son locos, de forma que los intérpretes en ejercicio, psi­ de Pedo-psiquiatría (Burdeos, 1981) bajo el título: “¿Por qué matar a un padre?”
52 LA APUESTA DE RAZÓN ¿A APUESTA DE RAZÓN 53

manidad, es decir, el levantamiento de lo prohibido. Sin perjuicio decir, para interrogarle sobre su acto e intimarlo a responder. En
de repensar la cuestión del homicidio a la luz de lo que yo he lla­ ibma, la presunción de Razón es una manera jurídica de expre­
mado, en el curso del trabajo de mis leccciones, la institución del sar la relación de causalidad entre el acto y su autor según el
sujeto, las sociedades tecnocientíficas están presas en un engrana­ principio de Razón tal como una sociedad se lo representa para
je: el délosliccesos~cÍegos ele" moralizacfón^nfleTépmsión, entre- fundarse ella misma y colocar allí a sus sujetos. *^
cmmdosenóldiscurso gestión ario del sujeto libre. v Percibimos así la articulación del debate: toda la sociedad es
El proceso Lortie se inscribe así a contracorriente, obligán­ párte involucrada a través de la función del juez que viene a
donos a volver sobre la interrogación clásica acerca de la culpa­ driscribir el acto criminal en el discurso de la Referencia fun­
bilidad. Por eso, este proceso constituye, en mis estudios sobre dadora del principio de Razón. El debate sobre la presunción es
la Referencia, la ocasión de situar los problemas judiciales pues un instante social mente crucial, que pone^iTescena al per­
anudándolos con los fundamentos históricos y estructurales de la sonaje deí juez_en su funcíón de ínté'rpTefe"gárante^de la
cultura industrial. ^ Referencia soberana^pQniendp en juegó IoTdós atributos funda-
Resumamos esto que acabamos de decir. La noción de culpa­ nientajes de ella: la. Ley y la Razón., Recordaré más adelante, en
bilidad establece un puente entre el orden social de la normativi- ¿üanto a la problemática subjetiva del caso Lortie, lo que impli­
1 dad y el orden normativo del sujeto. Algo circula del uno al otro, can estos elementos necesarios de la estructura normativa.
un discurso de la Razón elaborado sobre la base de ios materiales Reduzcámonos ahora a poner de relieve el efecto de la toma en
constitutivos de la representación humana, los materiales genea­ cuenta de la sin-Razón de un acto por un procedimiento judicial:
lógicos cuyas reglas de ensamblaje y de funcionamiento estudian el autor de un acto loco, en lugar de ser enterrado vivo por
mis Lecciones. Negar la lógica estructural del discurso de la Ra­ cualquier maniobra de olvido, se encuentra reconocido como
zón, como lo hace la criminología pretendidamente científica y sujeto -el sujeto que, en la lógica social de la Referencia, está
esencialmente administrativa, es desconocer el mecanismo de la llamado a responder.
construcción del ser humano, promover la desubjetivación, y Veamos las cosas más de cerca. Si el sujeto no puede
i hacer incomprensible la idea misma de crimen. responder conforme a la Razón legalmente fundada, es por que
está impedido -tom o la expresión del medievo-;14 pero su cri­
men no desaparece por eso y será tenido en cuenta de otra mane­
2] ¿Cómo se juzga la presunción de Razón? Nota sobre los luga­ ra. La entrada en escena de la psiquiatría no debería ser pensada
res respectivos del juez y del psiquiatra en un proceso criminal como una medida mediante la cual el sujeto en proceso es sus­
traído del orden fundador de la legalidad. Sin embargo, la mane­
Tratemos de comprender la posición de un juez cuando la pre­ ra en que debe producirse la intervención psiquiátrica está toda­
sunción de Razón está en el corazón de un proceso. ¿De qué se vía lejos de ser aclarada. El psiquiatra, ¿no está hoy día en trance
trata en principio en tal debate? de convertirse en un juez oculto?
Se trata primero de lo que funda, en relación con la estruc­ Así, interrogarse sobre el lugar del juez conduce a interro­
tura normativa occidental, la noción de proceso criminal: dar garse igualmente sobre el del psiquiatra, y, más generalmente,
estatuto al sujeto de la transgresión mediante la sentencia que sobre el del psi, en un proceso criminal. ¿Cómo concebir lo que
pretende inscribir en el discurso de la Referencia el acto incrimi­
nado. El montaje institucional del procedimiento penal está cons­ 14 La "palabra es interesante bajo la form a latina de impediré. La traspongo aquí de
truido para llevar a efecto la acusación al autor del crimen, es la exégesis que hace Graciano del canon Si quis iiisunietis, C. 15, q. 1, c. 12, dicíum.
54 LA APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RAZÓN 55

a la vez liga y separa estas dos funciones? culpable a doble título, como si estuviera, por principio, ante dos
Volvamos a la idea judicial de base: juzgar la presunción jueces, uno y otro presentes en su representación titular: la so­
legal de Razón no es juzgar la locura, ya que esto sería ubicar la ciedad (o, dicho de otro modo, ios otros) y la instancia, en éi, del
locura bajo un estatuto de cosa juzgada (res iudicata) y poner Otro absoluto (para la Escolástica: Dios). Para cada individuo cul­
desde entonces la verdad legal del sujeto en relación con todos turalmente asignado, la culpabilidad funciona ante un doble
(erga omnes) como dice la jerga jurista.15 Se trata simplemente mando. Remito aquí al lector a los grandes trabajos históricos
de juzgar el impedimento del sujeto para responder de su crimen, sobre la psicología y la moral en Occidente en la época de la
de inscribir este impedimento en el discurso de la Referencia Revolución del intérprete;16 teólogos y canonistas se esforzaron
constatando la imposibilidad, por parte del inculpado, de man­ entonces por encajar este doble mando, por inmovilizar los ele­
tener una posición conforme a la Razón, en cuanto al discurso mentos con que hacer teoría y ordenar la socialización de la repre­
lógica y legalmente fundado de la culpabilidad, sea para discul­ sentación subjetiva: se trataba, en suma, de canalizar y civilizar la
parse, sea para inclinarse ante la acusación. subjetividad, relacionando la representación de la culpabilidad con
La observación vale para cada uno de los planos institucio­ el discurso fundador de la ley, es decir, refiriéndola.
nales en los que juega ese discurso lógica y legalmente fundado Si no se comprende la importancia de las exposiciones clási­
de la culpabilidad. La Referencia, de la que proceden la Ley y la cas del derecho medieval y moderno sobre la conciencia de la
Razón en una cultura, es comparable a la verticalidad de un eje falta y sobre la mediación organizada para operar eí mareaje del
destinado a conectar dos píanos, es decir, es la instancia media­ sujeto inscribiendo en él la instancia divina misma, no se com­
dora entre el Derecho y el individuo-sujeto: prenderá tampoco la función de las instancias a las cuales el
autor de un crimen está confrontado en una cultura como la
Referencia soberana del político que pone en nuestra. El industrialismo y los ideales científicos no cambian
escena la Ley y la Razón nada del hecho esencial; lo que nosotros llamamos culpabilidad,
en el sentido subjetivo de ese término familiar a ios psi, testimo­
nia la dimensión institucional en el sujeto. La culpabilidad es a
Instancia jurídica de mediación

\
la vez la presencia interior de la institución y eí criterio de la di­
Io ^ mensión institucional que la sobrepasa. Así, pues, no hay culpa­
bilidad sin sujeto instituido.
Individuo -sujeto Tendría que precisar este considerable problema en el caso
propuesto al juez de Lortie. Deduzcamos ya una consecuencia a
La noción de culpabilidad se mueve según ese eje. No deberá fin de entrar por la puerta ancha en el análisis de la función de juz­
perderse de vista que tiene dos caras que fueron siempre reconoci­ gar: hay que denunciar el postulado de las ciencias social-conduc-
das en la cultura europea y convertidas en derecho, puesto que se tistas que sitúan al individuo y a la sociedad como dos institu­
trata de las condiciones mismas de la humanización en nuestras ciones en las que el orden político resumiría ios lazos bajo la
sociedades. Aquel qüe comete lo que el discurso lógica y legal­ forma de un duelo. Ahora bien, para que haya duelo, haría falta
mente fundado llama una falta incurre en la responsabilidad del que la sociedad misma no conociera un tercero. La sociedad sería

J5 La fórmula se encuentra en el Digesto: Res iudicata pro .verítale accipitur (30,


16 V éase Ja retrospectiva monumental de O. Lottin, Psychologie et inórale auxXIIe
17, 207): la cosa juzgada es recibida en el lugar de la verdad; cf. Legons II, p. 186.
eí /(Ule siécles, Gem bloux, Duculot, a partir de 1942.

4
56 LA APUESTA DE RAZÓN ¿A APUESTA DE RAZÓN 57

así una suma de elementos; en términos de represión penal: usted dad, haciendo caduca la psicología dogmática elaborada por los
elimina un elemento, la suma disminuye, pero los elementos practicistas escolásticos del discurso de la Ley y de la Razón.
restantes no son afectados. La criminología gestionaría está inmer­ Estos acontecimientos son: a] la secularización de la función peni­
sa en ese esquema. Pero la sociedad no es una adición; es an­ tencial -al inicio: la casuística de confesores-jueces del peniten­
tropológicamente una estructura - un conjunto en el que todos los | te-d e donde emerge la medicina de la psique; b] el descompro-:
elementos son solidarios entre sí, en el que la modificación de un miso de la medicina como discurso de? la causalidad en relación
elemento repercute sobre los demás. He ahí por qué, según la anti­ con la idea de una Ley de la Naturaleza hace tiempo indivisa entre
gua mitología institucional europea, la toma en consideración del la medicina y el derecho (sobre esta base fue elaborada la noción
crimen debe traducir jurídicamente esto: sólo Dios indulta al cul­ moderna de Dogmática, estudiada por M. Herberger), Esta proble­
pable, ya que fundamentalmente es Dios, a través de las víctimas, mática escapa todavía a la historia de la clínica y de la locura,
el que ha sido alcanzado. En perspectiva estructural y para nues­ omisión lamentable, que conduce a desconocer el mecanismo de
tras sociedades secularizadas, el crimen pone en causa la Refe­ íds lazos entre la psiquiatría moderna y la cultura nacida del cris­
rencia absoluta, el Tercero fundador; más simple: el crimen com­ tianismo latino.
promete el principio lógico en el que vivimos todos, el criminal y En el trasfondo, la evocación de la relación entre la psiquia­
nosotros. tría y su sello institucional permite poner el dedo sobre lo más
El Tercero con mayúscula es la Referencia vista como tercero delicado: la imposibilidad, para el psiquiatra, de asumir el
lógico por medio del cual subrayar toda relación de legalidad en el estatuto de simple experto científico en un proceso criminal.
interior de la cultura y la idea misma de sociedad. Indica el hori­ ¿Por qué? Esencialmente porque la psiquiatría, incluso científi­
zonte del derecho, el punto a partir del cual es posible concebir camente concebida y practicada, no puede disponer del poder de
que el derecho en tanto que sistema de reglas no hace sino reflejar transformar la cuestión de la causa última del crimen en un dis­
la función tercera, fundadora de diversos garantes sociales con los curso dirigido al juez que se reduciría a la exposición de un
cuales tiene que ver el sujeto autor de un crimen. En resumen, él diagnóstico. Esto es lógicamente imposible ya que, en verdad, el
derecho es la garantía primera del sujeto. Hace falta tener esto a la psiquiatra se dirige también al inculpado, y su experiencia toma
vista al abordar el funcionamiento concreto del proceso. para éste el peso de una palabra. He ahí lo que no comprende­
La triangulación del proceso -la puesta en perspectiva del mos muy bien en la sociedad actual.
inculpado y de su acto en su relación con la Referencia tercera- En este punto resulta esclarec-edor un breve retorno a la
enlaza al juez y al psiquiatra. Para comprender cómo se distri­ antigua casuística. ¿De qué se trataba en aquel tiempo ante este
buyen los lugares respectivos hace falta percibir que la psiquiatría destrozo de los interiores del alma, al cual nos hace asistir la dis­
no puede tener el estatuto de una simple técnica de expertos, tanto tinción de las causas de la falta: intrínsecas (subdivididas en
por una razón histórica como por una razón de fondo. interiores e íntimas) y extrínsecas (subdivididas en exteriores y
En la historia de la estructura normativa de Occidente, el éxtimas)! Se trataba de recorrer los meandros subjetivos con los
psiquiatra moderno es el heredero de la medicina del alma, es medios disponibles, por decirlo así, esforzándose en separar
decir, de la parte central del saber legal sobre la culpabilidad de­ aquello que sale del abismo y aquello que se retiene en el nivel
sarrollada a propósito del pecado por la casuística de la penitencia. superior de la Razón (aula superior rationis).17 Todo esto en­
En resumen: se puede decir que dos acontecimientos mayores, en contraba su salida en un proceso del alma, conducido en buena y
el seno del sistema institucional eurooccidental, han echado los
cimientos de la psiquiatría como saber sobre la falta y la culpabili- 17 Véanse los textos reunidos por Kuttner, op. cit., pp. 22ss, 3Í-32.
58 LA. APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RAZÓN 59

debida forma según las reglas canónicas del tribunal del alma, el cia del carácter ilegal del acto o de la omisión -notación frecuen­
fuero interno. Pero, en definitiva, a través del juicio de Dios con­ te de los expertos en el proceso Lortie-1819 acompaña a menudo al
ducido por el cura-juez dei penitente, la cuestión planteada y acto homicida consumado por psicóticos comprobados. En reali­
reenviada a la instancia divina, es decir, al Tercero lógico, .era la dad, en los grandes procesos criminales, el debate perdería su
cuestión de la causa última del crimen. Tal es aún la apuesta hoy carácter de callejón sin salida, o dejaría de ser pura y simplemente
día, en ese fenómeno de la doble dirección: el psiquiatra remite sofocado, si los lugares respectivos del juez y del psiquiatra fueran
su informe al juez y pronuncia al mismo tiempo un juicio de objeto de una reflexión esclarecida por la historia y por el examen
Dios en la dirección del inculpado. En otros términos, quiérase o de la estructura.
no, el psiquiatra habla de la verdad de sujeto a sujeto. En el
teatro moderno de la justicia, esta escena ha desaparecido ofi­
cialmente, y pensamos que el juez de Estado, habiendo absorbi­
do los efectos de la secularización, se. encuentra políticamente II. “EL GOBIERNO DE QUEBEC TENÍA EL ROSTRO DE MI PADRE.”
solo para juzgar la presunción de Razón.. Él lo está, legalmente UNA DEFINICIÓN JURÍDICA DEL ACTO LOCO:
MENS ALIEN ATA, MENS TRANSLATA (M EN TE ENAJENADA, MENTE
según los textos, puesto que sólo él dicta la sentencia en calidad
TRANSFERIDA)
de su función. Ahora bien, el psiquiatra es intérprete segundo,
en cuanto a la cuestión plateada al inculpado de tener que res­
Intento aquí diseñar los contornos del acto loco, interpretable en
ponder de su crimen. Si secunda al juez, el psiquiatra secunda
principio a la luz de las elaboraciones jurídicas y -más allá del
también al inculpado, en relación con el cual cumple la función
derecho-, teológicas y después ideológicas, puestas, en circula­
de abrir y de mantener abierta la cuestión del crimen en tanto
ción por la tradición euroocidental para instituir la Razón,
que cuestión planteada al sujeto.
Retomemos el propósito de Lortie. La frase en exergo repor­
AI hilo de estos capítulos, espero que este vasto problema será
tada por la prensa20 proclamaba: “Yo me sentía capaz de destruir
dilucidado. Todavía hay que situar claramente al juez de ahora y
esta autoridad, mi fuerza no tenía límite.”
de antes. A los ojos de muchos, el juez desempeña el papel de una
SÍ esas fórmulas manifiestan el tema central alrededor del
máquina registradora que transcribe diagnósticos. En un debate
cual se articula el atentado, evitemos entrar de manera abrupta
técnico sobre la Razón y la sin-Razón, en el que el jurista profe­
en el análisis de estos homicidios marcados desde el principio
sional debe atenerse a ios textos que delimitan su propio campo de
por la invocación deí padre y de lo todopoderoso. Mi comentario
intérprete, una fórmula tai como saber que un acto o una omisión
no se va a apresurar hacia la conclusión que parece imponerse en
es mala (art. 16, § 2, del Código criminal) resiste difícilmente el
casos parecidos -conclusión demasiado fácil. A fuerza de ser
choque con consideraciones de apariencia científica irrefutable
utilizado como concepto que va de suyo, el homicidio-del-padre
sobre la esquizofrenia, la psicosis maniaco-depresiva y el sín­
se muestra como puro y simple relleno que suple todo lo que
drome b o r d e d in e Igualmente, un juez, en nuestras sociedades
falta, en la reflexión actual, para profundizar en esa noción
impregnadas de doctrinas psi, queda perplejo ante la facultas
freudiana fundamental y aportar el esclarecimiento que espera la
deliberandi, el poder de deliberar consigo mismo concedido al
sociedad contemporánea sobre el enorme caso del parricidio. Se
inculpado, pues todo psiquiatra puede demostrar que la concíen-

18 Mención, por parte del maestro Larochelíe, de las tres hipótesis adelantadas en 19 Memoria de la apelación, pp. 49, 50,51, 53,
uno de los informes psiquiátricos, Memoria de la apelación, p. 49. 20 Le Devoir, Í3 de enero de 1987, p. 2, informe de audiencia.
60 LA APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RAZÓN 61

nos impone un gran giro por caminos poco transitados. tados contra Ja tierra” (Le Devoir, 14 de enero de 1987, p. 3).
Plantearé una cuestión sobre la marcha. ¿Qué es lo que b] A la policía que toma sus declaraciones, Lortie describe
diferencia el asesinato privado del acto terrorista? Después del el inicio de la ejecución: “Yo he iniciado mi marcha corriendo
arresto de Lortie, una emisora de radio intentó presentar la ma­ detrás de un personaje femenino que me. ha abierto el camino
tanza como un gesto político en nombre de la causa de Quebec. como una luz” (pieza D-13, Memoria de la apelación, p. 43), .
Pero la finta se apagó pronto y los responsables de la emisora • Un juicio crítico hecho por el piculpado en el a posterior!
presentaron sus excusas al gobierno.2*Pasada la agitación en los judicial. Durante una audiencia, Lortie recapitula e intenta com­
medios, se pudo tomar las cosas de otra manera: ¿por qué en el prender su acto: “...Sabes, yo no puedo decir no soy yo; soy yo.
caso de Lortie la idea de que su acto fuera terrorista no era Que más quieren que les diga” (Memoria de la apelación, p. 42).
sostenible? Hay que comprender las razones, es decir, saber dis­ Los dos extractos citados [a y b] no son una simple yuxta­
tinguir locura privada y locura pública o política, lo cual impli­ posición; ilustran diversas variantes de un delirio. Ponen de re­
ca una cierta maniobra sobre un terreno común: las instituciones. lieve registros que, a pesar del paso franqueado por los grandes
En el fondo de estas interrogaciones se concreta un reto: definir estudios del psicoanálisis sobre la psicosis, están todavía insufi­
el acto loco. cientemente perfilados. De un lado, el sujeto proclama una causa
El acto loco de Lortie presenta la particularidad de poder ser social, religiosa o política; del otro, intenta un discurso, por
seguido paso a paso. No solamente las cámaras de transmisión decirlo así, del interior, sobre sus gestos, sobre las cosas. Estas
de video en el interior del edificio de la Asamblea registraron lo dos vertientes del discurso delirante merecen reflexión porque
esencial, sino que una de las estaciones de radio de Quebec enuncian, de un modo caricaturesco y como por acumulación, la
había de recibir una cassette grabada por eí propio Lortie, anun­ división que escinde a todo sujeto y de la que la cultura occiden­
ciando su crimen y proclamando su discurso entonces delirante. tal da cuenta mediante las clasificaciones normativas de base,
Sobre todo, a lo largo de los interrogatorios y durante las audien­ público-privado, sociedad-sujeto, etc.
cias judiciales, el inculpado, devuelto a sí mismo y desampara­ Percibimos así en qué consiste uno de los pasos al acto
do, relató sus pensamientos e intentó analizar su acto. homicida: en una re-travesía de las clasificaciones que nos hacen
Tres declaraciones sucesivas permiten abordar la economía de vivir a todos, pero por alguien que se habría apropiado el princi­
este acto, reconciliando los propósitos delirantes de Lortie con la pio de la división, o dicho de otro modo, que habría cambiado de
cuestión más elemental planteada por un homicida al intérprete: campo privatizando la Referencia soberana.22
¿cómo el homicida sale de los límites de su discurso para caer en Ahora bien, nadie cambia de campo, puesto que la lógica no
la acción? Anotemos pues: pertenece a nadie. He ahí por qué yo he escogido el breve ex­
• Dos extractos del delirio: tracto de un juicio de Lortie sobre su acción -enunciado que,
a] Sobre la intención de atacar la Asamblea nacional: Lortie
22 Me perm ito llamar la atención, a este propósito, sobre la explicación freudiana
indica que va a destruir al partido quebequense, “un partido -dice
del caso Schreber. Después de haber dado cuenta de la teodicea personal del enfermo, y
él- que hace daño a la lengua francesa y que no quiere que ios evocada la transfiguración divina (zum Gatteverklürt) del padre de Schreber, Freud nota
quebequenses salgan de aquí”. Denuncia también Jas condi­ que para el pensam iento com ún hay una fosa imposible de colmar (cine unausfiillhare
ciones de vida de los militares y de los abusos de drogas y alco­ Kluft) entre Dios (=en el lugar de la ficción fundadora de los m ontajes de la filiación) y
cu alq u ier hom bre. Cf. “ P untualizacíones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia
hol, y lanza un llamado para que se ayude-a “esos que son aplas-21 descrito autobiográficam ente”, en op. c i t vot. xje, p. 4S. Precisamente, la m aniobra dei
delirio es una transposición institucional para el sujeto: la fosa está colm ada, un combate
21 Véase más adelante, “Paréntesis”. en directo con Dios, es decir, con el principio de paternidad, está comprom etido.
62 LA APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RA2ÓN 63

subjetivamente, asocia crimen e incapacidad para emitir un juicio nican la subjetividad o la dialéctica,24 se hace posible contem­
crítico-: “No soy yo, soy yo.” Vayamos a los trabajos sobre la plar con mucha más precisión cómo funciona esta dialéctica,
raíz griega de la palabra crimen (xpivco) 23 a fin de dar a esta for­ abordando lo institucional en el sujeto.
mulación todo su peso. Un paso al acto se dispone sobre el En este terreno, la casuística de los glosadores nos aporta
fondo de la no-separación de sí-mismo, es decir, de una enfer­ materiales inestimables, ya que, mediante formulaciones que
medad de la representación en cuanto al orden de la división; hoy nos parecen ingenuas, ponen con frecuencia el dedo en la
esta enfermedad no hace sino traducir la imposibilidad, para un llaga. Así sucede con la noción de mens alienata (mente enaje­
sujeto, de abolir el orden de la división, es decir, el principio nada)l que no se empleaba en el derecho romano pero que
separador. El “no soy yo, soy yo” de Lortie no nos remite a algu­ Graciano impuso (C. 15, q. 1, c. 2, dictum § 3) tomándolo sin
na no-elección deliberada sino al desarreglo de la función insti­ duda de una tradición de escritos espirituales en los que tenía
tucional de separación a través de la cual se inscribe y se organi­ otro sentido (= la mente insensible a las cosas espirituales)25 y
za el lazo del sujeto con el principio mismo de la Referencia, cuyo uso acabó generalizándose desde la Edad Media clásica.
con la Razón. Comentando otro pasaje del Decreto de Graciano, en el que se
La cuestión planteada por un homicidio al intérprete recibirá refiere también al problema de la locura (C. 3, q. 9, c. 14), hay
respuesta a medida que se esclarezca, a propósito del caso quien prefiere la expresión mens translata, es decir, mente trans­
Lortie, la cuestión del “no soy yo, soy yo”, notablemente signi­ ferida.26 ¿Que^quiere decir esta equivalencia? Ella nos devuelve
ficativo como contradicción de la identidad. ¿Quién es quién? Y al derecho romano, entonces en pleno renacimiento en todas las
también: ¿cómo, en términos de categorías institucionales, puede escuelas; el término alienado cubría gran cantidad de situa­
ser descrita semejante desventura del sujeto, y qué consecuen­ ciones jurídicas en las que un derecho pasaba de un patrimonio a
cias deducir de ella? Por esta puerta se abre una vía practicable otro, designando este término translatio diversas operaciones
hacia una auténtica comprensión de eso que remueve, en nues­ mediante las cuales técnicamente un derecho, el de la propiedad
tras sociedades industrialistas, el concepto freudiano de homi­ en especial, era transferido de un campo a otro 27 ¿De qué nos
cidio del padre. pueden servir estas nociones, transformadas por los escolásticos
Después de los mejores esfuerzos del psicoanálisis por con­ en metáforas de la locura?
firmar el estatuto antropológico de la criminología y preservar, Yo tomo estas fórmulas arbitrarias, puramente dogmáticas,
en cuanto al fenómeno del crimen mismo, la autonomía de una por hallazgos. Aquel que, como suelo decir, ha perdido la mente,
experiencia irreductiblemente subjetiva según las palabras tan no la ha perdido, por decirlo así, en el vacío. Está en relación
justas de Lacan, ha llegado pues el momento de ir más allá de directa con una instancia imaginaria: alguien, un Otro absoluto y
los conceptos de estructuras de la sociedad, de ideales, etc. Si, a todopoderoso. En suma, la institucional idad en la locura se mani-
propósito del mecanismo de la identificación y de la relación de
esta última con producciones sociales de esencia normativa, se
puede hablar de formas culturales mediante las cuales se comu­
24 Tomo estas formulaciones d e un artículo de J, Lacan: "Introducción teórica a las
funciones del psicoanálisis en criminología", en Escritos 1, México, Siglo XXI, 16a. ed„
23 Verbo xpivco: separar, escoger, elegir - p o r encadenamiento: discernir, distin­ 1990, pp. 117-141.
guir, interpretar, juzgar, de aquí: ¡levar a juicio, sinónim o de acusar. De donde: el sus­ 25 La fórm ula alienata mens nació con este sentido en Cipriano, obispo de Cartago
tantivo x p tp a (krima) designa a la vez el procedim iento del juicio y el delito a juzgar. (siglo III) autor de un Líber de lapsis, ed. Patrologie latine, 4, col. 484.
V éase P. Chantraine, Dictíonnaire étymologique, op. cit., pp. 584-585. El equivalente 76 Cf. Kutfner, op. cit., pp. 97-98.
latino del verbo es cerno, del que sale el sustantivo crimen. 27 Translatio designa en prim er lugar la cesión definitiva de un derecho.
^ sáíS g S S sS s^ s:

64 LA APUESTA DE RAZÓN la a p u e s t a d e r a z ó n 65

fiesta mediante el laberinto de un discurso delirante que, en reali­ sería por principio delirante. En consecuencia, ¿por qué vertiente
dad, pone en escena, como un seudointercambio, el intercambio (diferente de la del contexto de los propósitos reportados por la
en directo con el Otro absoluto sin el partenaire mediador que, en investigación de la policía) este enunciado se uniría al de la sin-
las relaciones normativas ordinarias, hace patente el lazo de un Razón? Exactamente, por eí hecho del acto. Una vez que el
sujeto con el derecho y, por ahí, el del derecho con la Referencia inculpado declara ante el juez que el gobierno tiene el rostro de
fundadora, mediante un co-contratante u otro patrimonio. Según su padre, deja de estar loco; interpreta^ ve su acto como irrazona­
esta perspectiva, la dialéctica del intercambio es perturbada ble bajo la égida de un tribunal en función, es decir, habien­
-Graciano, en el dictum citado, §1, usa el verbo perturbare-, pero do entrado él mismo en el circuito de la Referencia, habiendo
continúa en acción, y hay ciertamente una trasferencia, aunque de reencontrado su título de hijo del padre en la palabra referida.
muy otro orden. Si el loco no estuviera bajo el estatuto jurídico de Por el contrario, en el momento del atentado, el título de Lortie
enfermo de la misma manera que un afiebrado -yo retomo esta es su acto, y las-palabras que pronuncia son el anexo de este ac­
evocación de la fiebre por Graciano, tan cercana aquí a la antigua to; yo diría: no hay ya padre ni hijo sino un acto fuera de toda
medicina-, podría decirse, a la manera del enajenador en el con­ validación de legitimidad que ha saltado en la representación la
trato de venta, que hubiera vendido su alma ai diablo, esa caricatu­ barrera entre el sujeto y la instancia todopoderosa. En tanto que
ra del Padre con mayúscula, y no ser más que uno con él. Este sujeto pensante, Lortie está entonces -tomando la fórmula psi­
rodeo, mediante las metáforas jurídicas, nos prepara para com­ quiátrica- en pleno delirio. Tocamos aquí un punto central de la
prender la relación entre el parricidio y las construcciones institu­ problemática de la identidad: ¿cómo se construye la barrera que
cionales que hacen pensable el crimen de un sujeto. representa y que hace soportable para un sujeto el dístanciamien-
to de la instancia todopoderosa? O dicho de otro modo: ¿sobre
qué base es viable la identidad de cualquier persona?
1] La cuestión del padre y del hijo. Nota sobre la construcción Es demasiado simple responder con la evocación de la fun­
del principio de Razón en una sociedad ción paternal -tan generalmente representada sin comprender en
verdad su necesidad y su fragilidad de principio-, pero sin captar
Volvamos al tema de Lortie: “El gobierno de Quebec tenía el su articulación institucional. Con el fin de precisar las cosas, acu­
rostro de mi padre.” ¿Por qué hacernos eco de semejante enuncia­ diré al poema de Sylvia Plath titulado Daddy 28 y consagrado al
do que permite concebir el lazo entre un sujeto y los montajes parricidio. Después de exponer el gesto homicida en toda su
normativos de la sociedad, no a la manera de un duelo entre dos desnudez {Daddy, I have had to kill yon; [Papá, he tenido que
entidades autofundadas, sino como presencia de la institución en matarte], el texto revela muy pertinentemente lo que yo llamaría
el sujeto? A partir de esta cuestión, el acto loco, en tanto que el trazado del homicidio en la representación: ...íf Vve killed one
acto jurídicamente tomado en cuenta, puede adoptar el estatuto man, Vve kill two [Si yo he matado a un hombre, he matado a
de un punto de vista menos mezquino que el común, en el senti­ dos). Tenemos aquí una formalizadón de la verdad: el parricida ha
do de que sitúa el papel del discurso social sobre la Razón como matado a dos padres, el padre concreto y el Padre con mayúscula.
tomado de la problemática de la identidad. He aquí la articulación institucional de la identidad: no hay
El atentado perpetrado por Lortie ayuda a comprenderlo. Si padre concreto pensabíe para un sujeto más que fundado —polfti-
yo digo, siguiendo al legalismo clásico: se trata de un parricidio,
sobrentiendo que, cargando sobre la espalda de un gobierno la 28 Sylvia Plath, The cotlected poents, editados por Ted H ughes, N ueva Y ork,
calidad de padre, el asesino no ha sostenido un enunciado que H arper & Row, 1981, pp. 222-224.
66 LA APUESTA DE RAZÓN
LA APUESTA DE RAZÓN 67

cameníe fundado, debería decir- según la Razón socialmente reproducción del ser viviente hablante, este imperativo sitúa al
cóñstmida—Do aquí -surge mi defin ic ión: e 1p adre-e ífialgu ien que padre no.como, genitor sino como tercero de la palabra en rela­
hace elóficÍ 0'deq2_adrq,_ymadie-puede_ser padre sin ser delegado ción con la pareja madre-hijo. La ficción consiste en hacer pasar
En nombre de fundador. Si, en el caso Lortie, el inculpado se eí ser nacido del lado de la Referencia legítima, que constituye el
encuentra-refmtido a la Razón, esto da por hecho desde un prin­ Tercero social de todas las palabras intercambiadas, y en las que
cipio que la mediación judicial le restituye la imagen institu­ el padre -cada padre concreto- no es, cuando mucho, más que un
cional del Padre. Un crimen como éste y las condiciones de su representante. De aquí que, si el ser nacido pasa por el padre, eso
reconsideración en un discurso de legalidad nos aparta de la quiere decir que este nacimiento segundo es ficticio puesto que un
indolencia y nos obliga a reflexionar sobre esta imagen. ¿Qué es padre no sabe nada dé' la maternidad, ya que él no ha parido al
lo que esto conlleva? niño.29
Esto conlleva, en primer lugar, el hacerse a un lado con Hay que volver a esta realidad antropológica de base para
respecto a los ideales de la sociedad gestionaria. Sobre los proble­ captar un punto muy delicado: cuando un serjium ano^se^con-
mas de la institucionalidad, estamos ubicados en un pensamiento vierte en padre, no está subjetivamente en un lugar automático
en vías de subdesarrollo, derivado especialmente de la privati­ de^padrélfieñTé ál recién venido, síñó que debe coTquístaFese
zación del discurso de la Referencia, en el que cada uno se sitúa 10garYéñuñciañdo~^^u propio estatuto de hijo. Dicho de otro
en mini-Estado. El selfservice normativo conduce a no compren­ modop debe morir en "su condición dehijopara. cederla a su hijo.
der ya nada de la función de las elaboraciones sociales del princi­ Contrariamente a las apariencias, esto no es algo obvio; este ba­
pio de Razón frente al sujeto. Yo propondría algunas considera­ lanceo no puede cumplirse más que si ya su propio padre había
ciones muy simples: ( cedido su lugar^de hijo, y así sucesivamente. Ahora bien, esto no
puede hacerse, y el lugar del padre no puede ser operante, salvo
a] Construir, en una sociedad, la imagen institucional del Padre que el Tercero social, como garante de todas las palabras inter­
consiste en desintrincar por la palabra al padre y al hijo. El cambiadas, se declare, es decir, enuncie cuál es la verdad de ese
crimen de Lortie permite captarlo así: el hijo se ha desintrincado lugar, de ese puesto, poniendo en escena precisamente la imagen
de su padre mediante un homicidio. La desintrincación, he ahí la institucional del Padre. Bajo esta .luz, se aprecia cuán peligrosa
cuestión que, si puedo decirlo así, está en la orden del día en toda para las generaciones nuevas y futuras es la imagen del Padre
relación padre-hijo. Lo cual es tanto como decir que ella les fraternal construida por el discurso social de nuestro tiempo^el
concierne a los dos. Actuar de suerte que esta cuestión deje de ser juego de la imagen fundadora se encuentra falseado.cada-vez
indivisible y devenga la de cada uno, a su cuenta, sin mezclarse que^para la nueva generación, el padre no ha renunciado a su
con el otro: tal es en el fondo el objetivo de los discursos norma­ posición de hijo. ' ""
tivos que proclaman a qué imagen un padre debe parecerse para Parau mpadre, seguir siendo hijo significa, con respecto a su
cumplir su oficio de padre. ¿Qué significa esto? ^propio hijo, dirigir* *aeste úna dernanda-de^hiÍoV"o.fiBchQlde^otro
No razonemos, ni siquiera aquí, a partir de los patrones modo^ponerlo en eí lugar de padre. En el caso Lortie, los actos de
establecidos que sitúan al padre como un dato, el partenaire, el tirano perverso que escanden la carrera parental del padre del
compañero del hijo, sobre la base de un estatuto que procedería inculpado no modifican la naturaleza del problema. Aunque no
de la genitahdad. Se trata de otra cosa, de una ubicación artifi­
cial de la cultura. Artificial porque, si uno se sitúa en el impera­
2y Yo evoco la desviación, a veces, de la cultura, para situar al padre coma segunda
tivo de separación subjetiva respecto de la madre, ligada a la madre. Véase L efo /tr.//, p. 161 ss.
68 LA APUESTA DE RAZÓN
LA APUESTA DE RAZÓN 69

fuera fraternal, ese padre no dejó por ello de ser un padre-hijo, el ¿quién es el que debe ser sacrificado y cómo?
hijo que, al no haber sido puesto nunca en su lugar legítimo de hi­ El parricidio consumado en un acto homicida como el de
jo, y en las condiciones de ferocidad inaudita de su propia repre­ Lortie pone, pues, en escena el sacrificio humano, exactamente
sentación subjetiva, dirigía a sus hijos su demanda incondicional, como lo haría una teología, pero esta vez a título privado. Res­
una demanda que se convertía en locura. Así se mide la amplitud tituyamos a la escena bíblica de Isaac atado al altar para ser dego­
de la dificultad a vencer para hacer comprender a los penalistas y llado por Abraham, o a la escena de ]q crucifixión de Jesús cum­
criminólogos contemporáneos, que el homicidio cometido por un pliendo los fata, su valor mítico. Se da uno cuenta de lo que está
hijo contra la efigie del Poder (en nuestro caso, el gobierno de en juego: una puesta en homicido entre el Padre y el Hijo, conver­
Quebec) puede tener estatuto de acto separador, en la economía de tidos para la posteridad en figuras emblemáticas: homicidio del hi­
la identidad, con el fin de escapar del exterminio subjetivo. En jo y homicidio del padre son las dos caras de una sola cuestión, la
otros términos, para Lortie y para su padre, la cuestión de la desin­ diferenciación humana. En el centro de este problema está la no­
trincación del padre y del hijo permanecía indivisa; el crimen co­ ción antropológica del crimen, con su acompañamiento necesario,
metido por Denis Lortie, si uno reflexiona debidamente sobre la sobre el cual ha insistido tan justamente Freud en su brillante
problemática de la imagen, es también indiviso: el hijo es, a su página a propósito del paso del sacrificio teoantrópico a la euca­
vez, por necesidad iden ti fie adora, el ejecutor, en representación de ristía cristiana: la culpabilidad.30
su padre, de las grandes obras que él hace por su propia cuenta.
c] El homicidio-del-padre significa el sacrificio genealógico
b] No hay, pues, ningún problema del padre; lo que hay es un necesario para la institución de la identidad. La sin-Razón es el
problema del padre y del hijo. Estaría tentado de plantear aquí, trastorno, y toma estatuto antropológico como enfermedad de la
como elemento fundamental de una reflexión sobre la identidad identidad. Digo enfermedad de la identidad como la consideraba
y su atadura institucional, que la humanidad es un universo de Freud, al hablar de neurosis obsesiva: la enfermedad del tabú
hijos por el que atraviesa, a lomo de las generaciones, infligida (Tabukrankheit)?x Más allá del caso Lortie, entiendo que es
én cada .sujeto.por el discurso de las culturas de la Razqny sub­ necesario comprender la enfermedad de la identidad de los tiem­
vertida por maniobras de todo tipo, la categoría del Padre. Pero pos modernos: la cadena infernal de la desubjetivacíón de ma­
esta categoría no es pensable más que en relación con su función sas, con sus formas nuevas de muerte de los hijos, ya sea que se
separadora, es decir, si ella toma su lugar en una interrogación trate de homicidios sin cadáveres (anonadamiento subjetivo: por
general sobre la imagen fundadora, Esto provoca la aparición del ejemplo, la droga) o que esos hijos encuentren una salida en la
concepto del Hijo. Si la imagen implica la noción de relación regimentación terrorista; estos descalabros se alimentan de una
con lo semejante, la reproducción genealógica plantea la cues­ misma carencia de institución del sujeto.
tión de lo que, en la dialéctica padre-hijo, debe perderse, falta Notemos que no es tanto la categoría del Padre la que se des­
de la que padre e hijo serían el doble el uno del otro y el uno vanece en el discurso contemporáneo -proliferan los tratados ex­
para el otro. El imperativo de diferenciación sería entonces radi­ plicativos sobre el Padre- como la articulación de este mismo con­
calmente puesto en jaque, lo que no deja de plantear de nuevo, cepto -bajo sus máscaras diversas- en las ceremonias de la Refe­
bajo una nueva luz, el problema de la locura. Mantengámonos, rencia industrial, en las que toma consistencia la idea moderna del
no obstante, en el problema del padre y del hijo, en tanto que Destino con el orden subjetivo invadido por la tecnocracia psi. De
problema que pone de relieve eso que, en la dialéctica padre-
3<) Tótem y tabú, op, cít., vot. xm, pp. í 55-156.
hijo, debe perderse. La cuestión se convierte en la del sacrificio:
70 LA APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RAZÓN 71

hecho, nos negamos a reconocer la existencia de cualquier lazo para las prácticas identificatorias, la locura también juega su parti­
entre el sujeto y lo institucional, de forma que nuestras sociedadés da. Un loco se presenta, de manera casi general, como aquel que
ultracientíficas aparentan vivir sin imagen fundadora elaborada por dispone de ellos soberanamente: en su mundo imaginario, cerrado
la cultura, cuando en realidad la Ciencia, proyectada sobre un sobre sí mismo, él es el maestro de los emblemas. En su trastorno,
lugar teológico, no deja de mantener el discurso de la ultima Ratio, el acto loco de Lortie está fuertemente marcado en este aspecto.
de la Razón última de las cosas humanas. Dicho de otro modo, la Volveré sobre ello.
Ciencia ocupa el lugar ideal del que procede la representación de
la paternidad. El problema planteado hoy día, en la época de la
destitución de los antiguos estilos fundadores, se resume así: ¿por 2] Los dos tiempos lógicos de la filiación, las dos versiones del
qué hemos deducido que la paternidad podría ya representarse sin parricidio
ligadura mitológica -es decir, fuera de una dialéctica de la adhe­
sión del sujeto a la Referencia fundadora- mediante la conexión de Para abordar este problema, evocaré fórmulas corrientes que,
una mediación emblematizada? En esas condiciones, el selfser­ inmediatamente, ponen en escena a la Referencia: hijos de la
vice normativo debe ser tratado como síntoma social, y no como la Patria, hijos de Dios, hijos de la Ciencia... ¿Puede uno matar a la
causa de la enfermedad de la identidad moderna. Patria, a Dios, a la Ciencia? ¿Puede uno matar a la Referencia?
He dicho mediación emblematizada. Un juez se encuentra No, no se pueden matar palabras, pero se puede matar todo obje­
precisamente en ese espacio. ¿Por qué? Porque el juez sólo ejer­ to designado y, por decirlo así, promovido -yo traspongo aquí el
ce su función bajo la égida de un discurso de garantía, el cual término utilizado por Freud, ernennen, a propósito de la efigie
inevitablemente nos remite a eso que yo llamo la escena no ju ­ mágica-32 al rango de imagen, en particular las efigies vivientes,
rídica del derecho, el Teatro de la Justicia y de la Verdad, según humanas, escogidas al azar para representar el Vrbild, el pro­
el viejo legaíismo europeo, allí donde se producen ritualmente totipo, como dirían también los antiguos teólogos de la imagen
las representaciones simbólicas gracias a las cuales nosotros, divina. La locura es una confrontación con las imágenes -la
simples sujetos, somos identificados e identificables en una cul­ locura privada tanto como la locura pública o política.
tura. Se trata del haz de discursos que, en la sociedad, fabrican la Yo no me ocupo aquí de la locura política, tema enorme que
imagen fundadora con la cual los sujetos se desenvuelven. En plantea un problema general: el discurso de la Referencia ¿puede
estilo industrial, esos discursos son las ideologías, ias producá volverse loco hasta el punto de producir un Estado loco?, ¿y cuá­
ciones estéticas, científicas, etc.; valen imtituccóMUnentefno les son sus efectos? Ya he expuesto anteriormente algunas obser­
por su contenido explícito (que pone de rejjeyeiíásjuiteñcioiies vaciones,33 pero hace falta ver bien que, a escala social, seme­
anunciadasTór sus^autores) sino por el lugar que qcupaojrim- jante inteiTogación cambiaría pronto de dirección, pues los actos
bólicamente en_un£LS_ociedad, por representar en ella a la Referen­ locos de un Estado loco quedan como actos legales desde que ra­
cia. Estructuralmente, ocupan el lugar mismo en el que. las_anti- zonamos según las definiciones de los actos de Estado de guerra
guas teologías y _los mitos ejercían, por decirlo así, su magiste­ y de paz acumulados por la cultura moderna a partir de la obra
rio. Desde este punto de vista, funcionan a título de emblemas magistral de Grotius en el siglo xvn.34 El caso del Estado nazi es
-noción largamente estudiada en mis Lecciones IV y Vil- y aca­
rrean los mismos efectos normativos. Con estos discursos-em­ 32 Ibid., p. 83. . '
blemas jugamos la partida moderna con el Tercero social. 33 I.egom Vít. p. 354. -
34 D e manera generaJ, hay mucho q u e espigar en Grotius a propósito de la teoría del
Nota final. Sobre el terreno de los emblemas, tan importante consentim iento, trasladada del derecho civil al derecho público de los Estados: véase el
72 LA APUESTA DE RAZÓN la a pu esta DE RAZÓN 73

único, ya que sus prácticas de exterminio arremetieron contra ei Tercero social que preside las palabras intercambiadas, instituye la
punto más vivo de los montajes culturales occidentales (la idea Razón y fúnda las legalidades -ese Tercero plantea el principio de
misma de filiación), y porque, según mi interpretación, ese la paternidad, en el que se ponen de relieve las genealogías fami­
Estado se suicidó. En ocasiones, la interrogación sobre la locura liares. Familiar: porque es necesario representar concretamente la
de la Referencia nazi es considerada como afceptable e incluso triangulación edípica, reglamentada por el derecho que define los
plausible. Por todas partes, el mecanismo mismo de la sociedad lugares genealógicos (padre-madre e íhijo de uno y de otro sexo,
internacional se opone a que semejante problema sea planteado. como decía la tradición europea), y porque la familia sirve de mar­
En esas condiciones, la noción de locura cambia pronto y se co institucional en el que se opera la permutación simbólica de
convierte en una acusación de los terrorismos no cubiertos por lugares35 que condiciona la entrada de cada hijo en la Razón. Lo
una legalidad, los terrorismos que fracasan. Por lo tanto, los fe­ que acabo de decir puede resumirse en una fórmula sencilla: nada
nómenos modernos de atentados y de toma de rehenes proceden, sejmgendra ni se fúnda por sí mismo, se es hijo en dos niveles:
en un principio, del mismo mecanismo que el del parricida que hijojie la Referencia e hijo de sus padres.
nos ocupa: esos actos no son ciegos, en tanto que sus autores ven He aquí por qué, si existen dos tiempos lógicos de la filia­
en la víctima -cualquier secuestrado por azar- la efigie viviente ción, existen también dos versiones del parricidio. La primera es
de la Referencia odiada. Para las organizaciones de una Causa y la que consiste en matar a sus padres -en el sentido amplio o res­
para sus ejecutantes, el parricidio juega de la misma manera que tringido, según las definiciones propias de cada sistema de dere­
para Lortie: por hipótesis, el concepto de víctima inocente no cho. La segunda es aquella que trata de poner en obra Lortie: el
tiene larga vida, se trata de matar imágenes vivientes. homicida mata las efigies vivientes de la Referencia.
Yo tenía que volver sobre este caso de la imagen viviente, Se recordará aquí que la cultura europea no ha dejado de ex­
puesto que el padre concreto (el padre que tiene tres registros presar, a veces con mucha fuerza, los dos planos constitutivos de la
-real, imaginario y simbólico- propuesto por Lacan) es también filiación, de los que resultan también las dos versiones del parri­
una imagen viviente, ya que representa la Referencia en el orden cidio. La tradición jurídica nos provee de muchos ejemplos; remito
de la legalidad, de la que retiene su calidad de padre. Una vez al lector a la noción romana del parricida de la república (parrici­
más, estamos en condiciones de percibir el intercambio estructural da reipublicae), que se aplica a quienes atenían contra la patria.36
entre dos planos, el plano del discurso de la Referencia absoluta y
el del discurso familiar en el seno de las propias familias donde el
individuo toma consistencia de sujeto. Yo remito al lector al es­
quema que visualiza esta lógica (p. 54). Entre esos dos niveles se itl. “LO DEMÁS, IRÉ A DECÍRSELO A LAS SOMBRAS.”
hallan las instancias mediadoras de la sociedad. UN T E X T O D E S Ó FO C L E S PA RA IN T R O D U C IR A L S U JE T O D EL
CRIMEN
Al estudiar el principio genealógico (Lecciones IV) yo había
situado el mecanismo de la filiación según ese eje. Resumo aquí
Al hilo de los debates de los expertos en torno a la presunción de
lo esencial. Para que haya reproducción humana, la lógica de la
Razón -que debería zanjar el juez en los límites planteados por
diferenciación en ía especie del viviente hablante impone dos
el artículo 16 del Código criminal- corre una cuestión más o
tiempos, que presentaré aquí como tiempo político y tiempo fami­
liar de la filiación. Político: porque hay que poner en escena al
35 Sobre este concepto, cf. Leqans IV, p. 298$$.
De iure belii ac pacis (1625) sobre d consentimiento tácito del pueblo (2 ,6 , 10) y sobre 36 Véase Y. Thomas, “Parricidium", Melantes de l'École /ranga ise de Rome, 9 ’í
la locura que afecta un consentimiento (2, 11,5). (1981>2, p. 691.
74 LA APUESTA DE RAZÓN LA APUESTA DE RAZÓN 75

menos claramente formulada; ¿por qué Denis Lortíe cometió es­ propia muerte. Para abordar este enigma he propuesto un texto de
te acto loco? Las categorías psiquiátricas en uso, incluso mane­ Sófocles en Áyax\ el desenlace del acto loco de Áyax que, engaña­
jadas con destreza, están condenadas a penmanecer en la superfi­ do por su embriaguez, y por vengarse de Ulises el astuto, cree ha­
cie, incapaces de relacionar, de manera rigurosa, el crimen co­ ber diezmado un ejército, cuando en realidad ha masacrado un
metido con su dimensión inconsciente y con su mareaje genea­ rebaño; al descubrir su gesto más tarde, se mata diciendo en su de­
lógico. Se trata, ahora, de arriesgarnos a abrir la problemática sesperación: “De aquí en adelante será a los de abajo, a los del
del abismo subjetivo a fin de aclarar lá posición estructural de Hades, a los que hablaré.” Yo he preferido la traducción libre que
diversos interventores judiciales y de comprender a este respecto de ese verso (865) ha hecho el poeta griego Cavafis: “Lo demás,
la función de la sentencia. iré a decirlo a las sombras.” Detrás de este texto hay una gran ver­
En este capítulo llega el momento de reconocer en Lortie al dad. La última intención del sangrante reencuentro con la om­
Hombre trágico, aquel que reencuentra de manera sangrienta la nipotencia es la de encontrar por fin una palabra fundada. Tal es
palabra de los fata. la contradicción del sujeto: la demanda de vida -la demanda del
Para Denis Lortíe, los oráculos del Destino se han hecho padre a cualquier precio- a través de un acto loco destructor final­
presentes en su persona a través de su padre, como debe ser en mente de la vida. Tal es el sentido de tantas declaraciones de Lor­
cualquier hijo. La filiación, en efecto, funciona como ley univer­ tie sobre su propia apuesta a muerte antes o durante el atentado.
sal. ¿Cómo ese padre había asumido su función, en el lugar asig­ En esta perspectiva, la sentencia de condenación entra en
nado por el inmutable orden genealógico? Estudiaré esta cues­ escena para estipular el precio simbólico a pagar en lugar del “a
tión más adelante (p. 117ss), a partir de las piezas del proceso. cualquier precio”. Ella traza el horizonte de la palabra, fundada
Ahora y siempre, el atentado del hijo contra las efigies vivientes al fin no ya en el gesto de omnipotencia destructor del sujeto
de la Referencia absoluta -las víctimas que sustituyen ai gobier­ mismo, sino planteando el orden legal de los límites como fun­
no de Quebec- sitúa al padre en plena ruina. Sin embargo, las damento de la vida para el inculpado así como para su descen­
palabras-actos de este padre, tiránicas37 y perversas, tienen el es­ dencia, a propósito de la cual Lortie se sitúa estructuralmente
tatuto imborrable del discurso del padre, o, dicho de otro modo, como imagen fundadora. He aquí la apuesta de verdad, ante la
de los fata en representación de la Referencia. L o s e ta familia­ que se encuentra confrontado el tribunal.
res tienen valor institucional y articulan el emplazamiento de Esta apuesta debe ser, por decirlo así, técnicamente aclarada.
todo hijo en el principio de Razón. Volvamos a este elemento Técnicamente, en el sentido de que, el acto loco, al ser en cierta
indestructible de la estructura. forma un acto en tránsito -recordemos la ingenua fórmula de Jos
Si su crimen se hizo representable para el inculpado, esto se glosadores: mente enajenada, mente transferida-, exige que el
debe fundamentalmente al trabajo entablado por aquellos que, a paso de la sin-Razón tenga que ser descompuesto en sus diver­
título de una función en el desarrollo del procedimiento, han sos elementos para que su aberrante racionalidad nos resulte
contribuido a poner en juego el horizonte de una sentencia con­ accesible. Un elemento central de esta mecánica fue referido por
denatoria. ¿Cuál es precisamente ese horizonte que puede pro­ Freud, especialmente a propósito del tabú y de la ambivalencia;
ducir una sentencia? 4 lo designó con el término desplazamiento ( Verschiebung),38 con­
Yo diría: reencontrando al homicidio, Lortie reencontró su cepto aquí muy fuerte. Partiendo de este punto, la cuestión pue-
37 La evocación de !a tiranía nos remite aquí a Edipo -Edipo Rey, que he traducido 3!í Tótem y tabú,' op. cit., pp. 76-77. Sobre ía formación de este concepto en ía teoría
m ás literalm ente, a partir de TÍFpavvoíf (tyramios), por Rey total, Rey que lo es todo; cf. freudiana, cf. J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, Barcelona,
Lecciones IV, p. 130. Labor, pp. 98-100,
76 LA RESPUESTA D ELA RAZÓN

de ser planteada sencillamente: ¿cómo Lortie ha podido ver en el PARÉNTESIS:


gobierno de Quebec -de hecho, en las víctimas que ha matado r e p r e s e n t a -r' l o s CRÍMENES.
en la Asamblea nacional- el rostro de su padre, así desplazado? NOTA SOBRE LA FUNCIÓN RITUAL DE LA PRENSA
Consagraré a ello el desarrollo necesario (capítulo 3).

La prensa interpreta los crímenes. ¿Qué debe entenderse por


esto?
Quisiera llamar la atención sobre un aspecto muy interesante
de las intervenciones periodísticas después de los crímenes: la
apropiación del delito, es decir, un ensayo de socialización del
acto en la ocasión del acto maldito y fascinante: el homicidio. Si
los periódicos y las emisiones de televisión forman o fabrican,
según se dice, la opinión mediante crónicas judiciales, esta apre­
ciación puede parecer sumaria en muchos aspectos. Especial­
mente, esa manipulación de la opinión constituye también una
toma en cuenta de lo que hay que llamar lo inhablable del homi­
cidio. En este aspecto, la maniobra restablece en su principio la
puesta en escena, y, bajo la cobertura de las exposiciones infor­
mativas o explicativas, nos encontramos en presencia de una
manifestación ritual -cuestión sobre la cual los estudios de los
especialistas son siempre demasiado avaros.
La actitud de la prensa en el proceso Lortie es lo suficiente­
mente rica como para merecer un comentario. Recordemos el
espectáculo inaugural: un atentado, cometido con énfasis, en un
lugar solemne en el que las autoridades políticas se reúnen para
votar y gobernar y que debía, a los efectos de esta circunstancia,
ser registrado parcialmente por cámara-video. Se ofrecía, pues, a
los medios, a los que no suelen faltarles ganas, un material fácil
de tratar. Sin embargo, con la lectura de los periódicos que reca­
pitularon los hechos y siguieron las etapas del proceso judicial,
se percibe pronto, después del agotamiento de los estereotipos
(por ejemplo, el de la inseguridad), que este crimen teatral sus­
citó algo más que la vana curiosidad de los papanatas, y que,
para cada uno de aquellos a los que la prensa se dirige, se trataba
[77]
78 PARÉNTESIS PARÉNTESIS 79

de una partida que había que jugar con prudencia, su propia par­ de Lortie, Quebec conoció un incidente, igualmente escandaloso,
tida de cara a lo irrevocable deí homicidio consumado. pero rápidamente superado. Se señaló que una estación de radio
Dejo de lado la relación prensa-público como efecto de una anglófona de Montreal se lanzó imprudentemente sobre las de­
coincidencia de intereses imaginarios que obtiene al final de la claraciones delirantes de Lortie publicadas en las horas siguientes
cadena una especie de producto terminado, el chivo expiatorio a su arresto. Un sondeo entre cerca de mil auditores sobre los mó­
de nuestro tiempo: un monstruoso criminal bajo el estatuto de viles supuestos del homicida dio este resultado: la inmensa ma­
culpable social, enjugando la culpabilidad de todos, etc. Este yoría se decía de acuerdo con los motivos que habían empujado a
tema, que no carece de valor, ha invadido a veces la reflexión Lortie a intentar “eliminar” a los diputados y ministros del gobier­
hasta convertirse en un obstáculo para el examen de las condi­ no; el primer ministro Lévesque deploró este “clima animal”, la
ciones institucionales requeridas para que tal delegación sea estación presentó sus excusas y se dio vuelta la página.2 En des­
plausible. Describir las formas de descarga de la culpabilidad cargo de los autores de semejante incidente yo apunto lo que si­
subjetiva no nos permite concebir cómo se dispone el beneficio gue: la precipitación de ios medios de comunicación modernos es
de legalidad, encajado, por decirlo así, por el sujeto-espectador una muestra de atención hacia un requerimiento humano elemen­
del crimen a posterior i del relato. Intentemos precisar las cosas. tal, a saber, que el homicidio -el acto límite para la representa­
Toda puesta en escena mediática del crimen es una puesta en ción- exige una interpretación, un rápido restablecimiento social
escena del principio de causalidad. Estoy tentado de trasponer el en la palabra.
concepto de ejemplar idad, tan caro a los penalistas: cada crimen Por muy triviaíizadas que sean, y por mucho que se reduzcan
es ejemplar en un ensayo, y este ensayo no puede ser hablado a veces a discursos insignificantes, las interpretaciones del crimen
más que en las formas, en el sentido ritual del término. Estamos por la prensa no dejan de aportar ese beneficio de la legalidad que
aquí en un terreno que escapa al proceso de tipo científico propicia un pensamiento de teatro. Yo entiendo por esto que todo
(incluso cuando la objetivación científica está presente en el lector se encuentra llevado a participar, mediante esta comuni­
relato), puesto que se trata de expresar una causalidad de esencia cación relevante de laforzosidad ritual -noción ya estudiada en
legalista y dogmaticista. Esto es tan cierto que, en los países mis Lecciones- , 3 en la celebración del principio de legalidad. Sí
totalitarios, esta escena puede transformarse en una puesta en nosotros llevamos más lejos la observación, en el sentido de una
silencio. El poder político teme no tanto el contagio criminal toma en cuenta del papel de la prensa en el andamiaje social de la
como la destitución del discurso de la Sociedad triunfante sobre Referencia, desembocamos en el gran problema de los fundamen­
el Crimen (cf. la URSS, que durante mucho tiempo enmascaró la tos mitológicos -o, dicho de otro modo, de la representación- de
delincuencia, supuestamente perteneciente al mundo capitalista). la legalidad: ¿qué es el crimen y el homicidio en la cultura? No
En los países liberales, por el contrario, las compuertas se abren hay respuesta a esta pregunta que no implique el ser traducida tea­
en una ritualización salvaje que acaba por quemar las etapas tralmente. Precisemos aún de lo que se trata: debemos, en tanto
sociales privatizando el discurso sobre la causalidad y descalifi­ que seres humanos, ver la verdad, lo que las mitologías y las reli­
cando, de paso, los mbntajes de la justicia. A veces, rehace así giones componen eficazmente mostrando la escena del homicidio
su espacio el oscurantismo (en Francia recientemente con el caso consumado. No se reflexiona suficientemente sobre esta exigen­
Villemin, significativo de una propensión extendida entre ciertos cia: la necesaria construcción social de la escena fantasmática de
notables hacia los juicios expeditivos.)13 Con ocasión del crimen
13 Se pueden leer, de la novelista M. Duras, declaraciones desembozadas contra una 2 Sobre este episodio véase La Pres.ce, 11 de mayo del984.
m adre sospechosa de infanticidio; véase Ubératum , 17 de julio de 1985, pp. 4-6. 3 Cf. Legtms VIt, p. 401ss.
PARÉNTESIS
80

lo prohibido, bajo la forma deí homicidio mitológico -homicidio 3


consumado en la representación. Desde esta perspectiva, lo pro­
hibido no es en el fondo más que una técnica de distanciamiento EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 EN LA
del homicidio por el sujeto. En este sentido, conviene hablar de un ASAMBLEA NACIONAL DE QUEBEC
beneficio de legalidad, puesto que el sujeto para el que se pone la
escena deí homicidio consumado está de hecho en la posición del p
lector de una escena mitológica.
A lo largo del desenvolvimiento judicial del proceso Lortie,
se observa que el tono de la prensa cambió. Se puede así percibir
el efecto de esta función ritual, socialmente no asumida como tal Vayamos a la crónica. ¿Qué nos enseña el desarrollo de los
pero presente, que ejercen a su vez los periodistas. Gracias a los hechos?
informes, cada vez más matizados y elaborados, el redactor tra­ El lector ha sido preparado ya, con el relato de los hechos, pa­
baja en pensar el abismo que no ha tenido lugar para él, y hace ra sentir la necesidad de considerarlos en su propio marco y según
entrar en su discurso eso que, para sí mismo, se propone como su desarrollo material El espacio en que tienen lugar los aconteci­
irrepresentable; o, dicho de otro modo, la escena mitológica mientos, la pertenencia del homicida al ejército, la puesta en esce­
adquiere para él consistencia, Socíalmenter^escala de la comu­ na del crimen, todo concurre a hacer de este atentado, con sus
nicación en la que la Refereneiarfuhdadqra delsistemXdedejpdL muertos y heridos, un hecho fuera de lo común. Sin embargo, a
dad está en posición-de Tercero para todos los discursos, la pren­ partir de la práctica actual de la mirada social -una mirada fasci­
sa mantiene un papel mediador que, ál volver el crimen humana­ nada por la naturaleza de las víctimas y por la inmediatez de ios
mente plausible para cada sujeto, facilita el ejercicio de la "fun­ efectos de un asesinato ejecutado con solemnidad-, aparece otra
ción- reservada a la institución judicial. Entóñcesresta ultima vertiente de las cosas; la rutina en la criminalidad hoy día. La
puede ser solicitada de manera no gestionaría, es decir, no para ausencia, en la sala de sesiones, de las personalidades previstas en
ejercer la venganza primaria (golpe por golpe) sino para hacer la matanza, aquel 8 de mayo de 1984 cuando, finalmente, gracias
prevalecer lo prohibido como ta l SÍ un homicidio ha sido escé­ a la sangre fría de un sargento del ejército, se puso fin a la trage­
nicamente reinscrito en la palabra sin explotación paródica, la dia, parece reducir el episodio a las dimensiones de un asunto casi
justicia tiene alguna oportunidad de ser algo más que una má­ trivial Oscilando así entre dos polos -del gran espectáculo al
quina de administrar el miedo social y subjetivo. Con ocasión delirio de un asesino común-, el proceso hecho a Lortie es más
del segundo proceso Lortie (enero de 1987), la prensa de Quebec excepcional aún, puesto que obliga a tomar en cuenta elementos
parece haber franqueado ese paso.4 extremos de la criminalidad moderna, por primera vez reunidos.
¿Qué debemos incluir bajo la rúbrica de los hechos? Lo
común, en general, consiste en exponer el suceso, recapitular
después sobre los elementos brutos que puedan constituir una
especie de expediente de la personalidad del autor del crimen, y
4 Se trata del proceso en el curso del cual el acusado testificó por primera vez. La gra­
cerrar el inventario con las primeras consideraciones inmediatas.
bación del video se proyectó entonces. En el curso de sesiones patéticas que conmovieron Yo no seguiré ese método. Más interesante me parece la vía
al público, Lortie trató de dar cuenta de su acto. cf. Le Devoir, 7, 13, 15 y 20 de enero de abierta por el abogado Larochelle que, en su Memoria de la ape­
1985.
lación del 25 de enero de 1988 -documento al que mi estudio se
[81]
82 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 83

refiere con frecuencia-, inscribe el relato de la matanza como un sunción de Razón no adquiriría verdadera consistencia. En
momento solamente de la exposición de los hechos, comportan­ suma, se trata de reconstituir los hechos en tanto que hechos
do éstos, además, la historia detallada de los acontecimientos de inscritos en la causalidad humana, es decir, relacionándolos con
la vida de Lortie, sin los cuales su acto loco es, hablando con la problemática de los fata.
propiedad, inconcebible. Dicho de otro modo, los hechos materia­ Pasaré, pues, rápidamente sobre el estado civil del inculpa­
les deben entenderse como acontecimientos necesarios para la do, poniendo de relieve lo esencial, extensamente evocado por la
comprensión de las cuestiones planteadas (traspongo aquí una prensa en 1984.2 Nacido en 1959, Lortie es uno de los del medio
formulación de la Memoria de la apelación, p. 1), si es verdad de una familia modesta en la que se cuentan ocho hijos. En el
que estas Lecciones VIII no se interesan simplemente por el momento de los hechos, tiene veinticinco años. Ingresó en el
acontecimiento en bruto, por la anécdota producida tal día, en tal ejército a los diecisiete años, se casó y es padre de dos niños, un
lugar, por un tal Lortie. No debemos perder de vísta que los he­ hijo nacido en 1980, y una niña en 1983. Asignado a la base mili­
chos son considerados aquí exclusivamente desde el punto de tar de Carp, después de tres años en el destróyer Skeena, Lortie
vista de su relación con la problemática institucional y subjetiva es descrito como perteneciente al “género buen muchacho”,3 y
que ellos ponen de relieve. uno de sus antiguos superiores militares resumirá así ante los
Procederé distinguiendo los tiempos sucesivos de una cro­ jueces su opinión: “very good, extremely good”
nología razonada. Después, superpondré a esta exposición algu­ Voy primero a esforzarme en restituir el acto loco a su autor
nas indicaciones y consideraciones concernientes a un elemento -un acto no aislable del delirio que lo acarrea. Recordemos el
accidental, al que conviene dar una gran importancia para la sentido del término delirio sobre el que he insistido ya {Legons
evolución del discurso a posterior i, tanto de Lortie como de la V If p. 291): salir del surco. Imposible, pues, describir el atenta­
sociedad de Quebec: la grabación de una parte del atentado por do sin retrazar el camino de Lortie saliendo del surco: el acto y
las cámaras de video de la Asamblea nacional.
su argumento de locura, todo es uno.
Me parece que la cronología debe situar primeramente al
Este capítulo propone de inicio una cronología compuesta en
autor del crimen en su propia escena histórica, la cual no ha de­
dos tiempos (§ 1 y §2). El primero se relaciona con lo que yo lla­
jado de frecuentarle antes y después de su delito. ¿Quién es Lor­
maría la larga incubación de Lortie confrontado con los fata
tie? ¿De dónde viene? ¿Desde qué perspectiva toma aquel 8 de
familiares y con el hecho de que conociera de antemano el des­
mayo de 1984 el estatuto de fecha fatal? O, dicho de otro modo,
enlace de su atentado cuando abarca sus preparativos inmedia­
¿cómo esa rememoración de historia, considerada justamente
tos: al anunciar su crimen, Lortie entra en el apocalipsis median­
por el abogado defensor bajo la rúbrica de los hechos materiales,
te justificaciones delirantes; su palabra cambia de estatuto para
puede ser conducida hasta ponernos ante el punto sidéreo que
convertirse en acto; Lortie cambia de registro. La continuación
sirve de pivote a la tragedia antigua, cuando Edipo o Áyax des­
-la ejecución propiamente dicha, que se inicia con una ráfaga
cubren su engaño? ¿Es ello posible? Todo eso, ¿ha tenido for­
zosamente que suceder? Sin este punto de vista, desde el que 2 La Presse, 10 de m ayo de 1984, p. 2.
nuestra propia humanidad vacila ante el sentimiento de lo irre- 3 La Presse, 9 de mayo, p. 20.
4 M uestra del interrogatorio a este oficial: (Pregunta:) — Did you have any respeet
presentable -lo irrepresentable para el propio Lortie, que busca­
or regará for him? (Respuesta:) - —Very much so. (P.:) — W hy? (R:) — Because of his
ba, durante el proceso, “recolocar las piezas del rompecabezas nature, his w illingness to work, and work hard, and to get along as a member o f my
una al lado de la otra”—,1 la pregunta del juez en tomo a la pre­ team ”. [— ¿Tiene usted cierto respeto o consideración hacia él? —Mucho. — ¿Por qué?
— Por su modo de ser, su disponibilidad para el trabajo, y trabajo difícil,- y por progresar
1 Memoria de la apelación, p. 42. como m iem bro de m i equipo.) (Memoria de la apelación, p. 25.)
EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE [984 85
84 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984

había grabado tres casetes con mensajes destinados a su mujer,


disparada sobre los muros de la Ciudadela-5 pertenece al segun­ al capellán militar (padre Arsenault) y a André Arthur, animador
do tiempo de una mecánica que se ha puesto en movimiento; de un programa radiofónico. Ninguna de estas casetes llegaron a
retomando una fórmula escolástica a propósito de la locura, yo sus destinatarios en tiempo útil, es decir, cuando, según el crite­
estaría tentado de decir: es como una piedra que cae y que nada rio de algunos observadores, hubieran podido adoptarse medidas
puede ya detener.6 Las secuencias se suceden para Lortie ¿n un para obstaculizar la matanza anunciad^.
estado que más tarde describiría así: “Es como si se pusiera una ¿Que esperaba Lortie de lo que los publicistas llamarían un
escafranda en la cabeza y no hubiera ya nada más que la visión; efecto publicitario? El lunes por la tarde (7 de mayo) fue a llevar
no podía más que ver”.7 la casete para el capellán a la Ciudadela, en la que, en ausencia
En un tercer tiempo, superpuesto al precedente, interviene del capellán, fue entregada al centinela para reenviársela por d s
un elemento accidental de una trascendencia extraordinaria: la (Dispatch Service). El martes en la mañana (8 de mayo), antes
grabación de los hechos por las cámaras de video que sirven de comprometerse en la acción, pone en el correo la casete desti­
para la difusión de los debates de la Asamblea nacional. Lortie nada a su mujer y remite a un personal de servicio la que desea­
fue filmado cuando no era ya sujeto de sus actos, en un estado ba poner en manos del señor Arthur. Un hecho indudable, sobre
de demencia. La cámara llenó así un eclipse, un vacío en el que el que habré de volver, es que Lortie esperaba hacerse matar por
el autor del crimen no era ya dueño de sí mismo. No es necesa­ los centinelas desde la primera ráfaga que disparó sobre los
rio decir que ese suceso inesperado debe tomar su lugar en el muros de la Ciudadela. Más tarde, evocando esos instantes, dijo
conjunto de nuestra reflexión, y no solamente a título de puro expresándose todavía en presente: “En mi interior, yo sé que mi
documento, pieza de convicción judicial o filme para uso perio­ punto cero o, en otras palabras, mi punto de muerte, es el mar­
dístico. ¿Gomo el hecho de quedar registrados esos instantes -en tes.”9 Es igualmente cierto, como lo demuestran algunos episo­
los que el asesino no era ya consciente de sus actos- puede, pos­ dios de su vida reciente -por ejemplo, una solicitud de permiso
teriormente, producir un efecto de reacondicionamiento subjeti­ que había pensado usar para confiarse a su mujer-,10 que Lortie
vo del crimen en el propio Lortie, y qué lección podemos de­ intentó romper su aislamiento interior; las tres casetes son el
ducir de ello? Propondré mis consideraciones en el parágrafo 3. último testimonio de este recurso desesperado a la palabra, irri-.
sorio y dramático; cuando estas mismas grabaciones confirman
su inanidad, Lortie está ya en el engranaje de su acto loco. SÍ
I. EL ANUNCIO DE SU CRIMEN POR LORTIE
hiciera falta designar con alguna palabra el estatuto de estas
casetes, diría que ellas constituyen, en un nivel caricaturesco, un
Se lamentó en el curso del proceso la serie de coincidencias des­ testamento; o, dicho de otro modo, un discurso de ultratumba
graciadas que literalmente parecen haber favorecido los proyec­ pronunciado por un delirante.
tos homicidas de Lortie.8 La víspera del atentado, el homicida
9 Memoria de la apelación, p. 31.
5 La CUadelle de Quebec es una fortificación rodeada de fosos y muros muy grue­ ln A fines de abril, Lortie pide a su superior, el sargento Chénier, un perm iso de tres
sos: a algunos centenares de metros se encuentra la Asamblea nacional. días (del miércoles al viernes) que le hubiera permitido viajar a Quebec, tener tiempo de
6 Tom o e sta im agen de tos m edievales, inv en tariad o s por Z acarías, au to r de hablar con su mujer, y acaso también con alguno de sus hermanos. El sargento le negó el
Quaestiones médico-legales, a veces citado en mis Lecciones: lapidi aequiparatur, [el perm iso y lo invitó a presentar una nueva solicitud para el lunes y martes siguientes - d e ­
loco] se equipara a una piedra (2 ,1 , 16). m an d a acep tad a sólo en parte: le fue concedido sólam eníe el lunes. Memoria de la
7 Memoria de la apelación, p. 36. apelación, p. 27,
8 Retomo aquí los términos del maestro Larochelle. Memoria de la apelación, p, 35.
86 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 87
EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984

Una contraprueba se manifiesta en ia manera en que jugó para Lortie visita la Asamblea nacional con un grupo; regresa al atar­
Lortie la casete destinada al señor Arfhur. La mañana del 8 de decer a su motel provisto de un magnetófono y de tres casetes
mayo, según su plan, después de haber estacionado su automóvil para grabar sus últimos mensajes.
en la proximidad de la Cindadela, se pone a escuchar la emisión Tal es, sobriamente narrado en la encuesta y en sus declara­
radiofónica. Escucha con la idea de que la señal de partida le será ciones, el informe de los últimos días -días programados como
dada por la interrupción del locutor y el comienzo de la difusión si fueran el final de una vida. Tratemos de poner un poco de
de su casete. El tiempo transcurre sin que su casete sea difundida; orden en los discursos que a propósito de estos últimos días se
Lortie es presa del pánico y, cuando se produce un silencio del entrecruzan. Intentemos mejor captar lo que buscan decir las
locutor, cree que ha llegado ya el momento de lanzarse. casetes, proyectadas por el autor de los mensajes como el
Su anuncio mediante las casetes viene asi a situarse entre los Anuncio con mayúscula. ¿Anuncio de qué verdad que ningún
preparativos de la ejecución, pero se presenta al principio como otro discurso común sabría decir? “El seguro había saltado'’,12
detalle final, rizando el rizo de las medidas técnicas necesarias dirá Lortie ante sus jueces. ¿Qué trata de indicar? Intentaré pre­
para su prosecución, pero no sin el bosquejo de una vuelta atrás cisarlo en las consideraciones siguientes.
en el curso de los tres días precedentes a la matanza. Anotemos
brevemente esos detallados acontecimientos.
El sábado 5 de mayo Lortie hace un inventario en el arsenal 1] El "combate perdido " al que se enfrentó el delirio de Lortie
de la base y carga su bolsa con el equipo usual en tiempos de
ejercicio, sin olvidar la máscara antigás ni la bolsa de primeros A las preguntas apremiantes del juez sobre el instante del dese­
auxilios. Espera, dirá más tarde, hacerse detener, ya sea allí quilibrio hacia la locura, Lortie respondía en 1987: “Combate
mismo, ya sea en el puesto de control; pero no es registrado, y perdido.” 13 El inculpado evocaba con frecuencia su combate
puede sacar las armas. contra la angustia y contra el miedo de llegar a ser como su
El domingo 6 toma el camino de Quebec con armas y baga­ padre, contra lo que él llamaba “el punto negativo en el interior
jes. En plena carretera, le viene la idea de ir a terminar sus días de mí mismo”. Si acudimos a otra declaración asentada en el
en los bosques (Parque de los Laurentides), donde viviría soli­ procedimiento, Lortie nos conduce hacia su “campo de bata­
tario, cazando con la metralleta. Un autoestopista, a quien le da lla”,14 es decir, hacia su extrema dificultad de estar en familia. A
permiso de subir al auto, le distrae de estos pensamientos; da partir de aquí, es posible aislar dos elementos fundamentales que
una larga vuelta para conducirle a su destino, y experimenta con presiden el desencadenamiento del deiito:
ello una gran alegría. Ya en Quebec, se instala en un motel; por
la tarde hace un reconocimiento de la Ciudadela para buscar el a] El imposible acceso de Lortie a la paternidad frente a sus dos
lugar en el que podría hacerse matar. hijos. Se puede salir de la ligereza en que parecen producirse las
El lunes 7 él se organiza como para una última jornada. El
interrogatorio del tribunal reporta el proyecto del inculpado “de 12 Memoria de la apelación, p. 27.
13 Loe. cit.
ir a comer un almuerzo de mariscos y vino”.11 En la mañana, 14 ¡bid., p, 16. En ese pasaje del interrogatorio, en 1987, eí juez evoca los días en el
mar, a bordo del destróyer: “(Pregunta:) — ¿Qué impresión sentía cuando usted regresaba
11 L ortie declara: - “...hay algunas cosas que me gustan, sabes, que me gustaría a su casa? (Resp.:) — EE feeling de que yo estaba..., de que era..., es como si volviera a
hacer antes de m orir. (Pregunta:) -¿C óm o qué? (Resp.:) -C om o ir a comer mariscos y un..., en el fondo, sabes, como si volviera a un campo de batalla. Y es que es todo el tiem ­
vino. Es una de las cosas que adoro, cosas verdaderamente profundas. Y también visitar po un poco el combate al que iba a entrar, cada vez.” A partir de este parágrafo, todas mis
lugares-antiguos”. Memoria de la apelación, p. 31. indicaciones se refieren a las declaraciones consignadas en la Memoria, p. 15ss.
88 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 89

preguntas y respuestas durante los interrogatorios, intentando precisión la problemática familiar. Limitémonos ahora a un epi­
circunscribir las causas, inmediatas o lejanas, del paso al acto sodio recordado por el abogado defensor: un sábado al medidía,
loco. En ese sentido, es necesario volver a la coyuntura primor­ el señor Lortie (padre) se encierra en un cuarto al que sólo él
dial de la filiación: la permutación simbólica, ese mecanismo tenía acceso y donde solía comer con frecuencia. De repente la
que ya he definido (Legons IV, p. 298«) como el intercambio del familia espantada oye gritos y después un estruendo espantoso.
lugar del hijo con el de su padre. Hay que repetirlo: la genealo­ En un acceso de rabia incontrolable* Lortie lo destruía todo a
gía no funciona por acumulación de lugares, sino a golpe de pér­ puñetazos, rasgaba sus papeles, su permiso de conducir, su pro­
didas, por permutación simbólica del sujeto a través de los pio dinero. ¿Cuál era la razón de esta carnicería? Su mujer aca­
lugares jurídicamente designados, sobre la base de la relación baba de anunciarle que estaba embarazada de su octavo hijo.
edípica. Si se tiene este mecanismo bien presente, la causalidad, Después de la crisis, se tiró al suelo en la cocina, inmóvil, con la
en el sentido psíquico del término, puede ser puesta en claro. mirada perdida. Al día siguiente no le creyó a su mujer cuando
El nacimiento del muchacho, Luc, en 1980 había dado ya ella le explicó que había destruido el cuarto.16
cuerpo a la angustia, según la expresión tan certera del abogado. Esto marcó al inculpado como hijo: fue introducido en la
Un nuevo cabo sería franqueado cuando ese hijo, a la edad de vida por un ser humano brutal, es decir, por un genitor en quien
diez años, dejó de hablar -síntoma que suele afectar al padre en no se había producido la permutación, un individuo no marcado
tanto que “culpable de alguna cosa” (véase la sesión con el orto- por el límite -en cierta manera, un padre fuera de la Ley. En esta
fonista a inicios de 1984).15 En fin, con el nacimiento de la niña, perspectiva, la entrada de Lortie hijo en la paternidad (en térmi­
Marie-Héléne, en 1983, Lortie se siente extrañamente puesto a nos de estructura: llegar al lugar del padre) toma proporciones
un lado: “Fue como si se hubiera cerrado una puerta.” Al acer­ de apocalipsis y, para él, el menor gesto de corrección, incluso
carse este segundo nacimiento, la inquietud le abruma: “Podría apenas esbozado, dirigido por él a su propio hijo, acaba por
llamarlo más exactamente miedo.” ¿Miedo a qué? La respuesta inscribirse en una lógica de atentado. Apretar los brazos del
está contenida en una declaración en la que evoca su estado muchacho que se niega a comer, reaccionar al vómito de ja
durante el nacimiento de Luc (contento e inquieto): “Contento, pequeña (“Me había tirado todo, ya sabes, ¡pfff!, en la cara”),
porque podía decir: bien, es el hijo de nosotros dos. E inquieto, tienen el sentido de lo ínasumible,
inquietud de la que no di parte a nadie, sobre lo que yo había ya Intentemos circunscribir este ínasumible que, en su nueva
vivido: ¿es que quiero ser igual? ¿Es que va a suceder lo familia, desde la boda misma, adopta el estatuto de Ínasumible
mismo?” para la pareja. Esto quiere decir, conforme todavía a la lógica, y
Ha llegado el momento de recordar el terror ejercido por el con la esposa situándose en el lugar de su propia madre (de la
padre de Lortie sobre sus hijos, el largo calvario de esta familia madre de Lortie), que la cuestión ha de plantearse así: ¿cómo,
(sevicias de todo género, abusos sexuales). Regresaré sobre la subjetivamente, mediante las palabras intercambiadas, puede
personalidad de ese padre -que, cualquiera que ella fuera, esta­ cada uno, en la pareja, contribuir a desmontar una representación
ba en la posición estructural de imagen fundadora para su des­ del Tirano que amenaza convertirse en fantasma común del Pa­
cendencia-, volveré a ello (capítulo 4) a fin de situar con mayor dre para la nueva familia? El miedo que abrumaba a Lortie era
también el destino de su mujer (ya que, por la imagen de madre
!5 Durante el invierno 1983-1984, la pareja consultó a un ortofonista, el cual les que era para ella su suegra, temía revivir el mismo infierno),
hizo la pregunta de rutina (“el niño, ¿ha sido golpeado?”). Lortie cuenta al juez: "No fui
yo quien respondió. Fue Lise. Lise dijo ‘no*. Y yo me sentí como..., como culpable de
alguna falta mía. Y sentía cómo el torniquete se apretaba dentro de m í.’1 Memoria de la apelación, p. 10.
90 EL.ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 91

como lo atestigua esta observación suya registrada en el proceso en el proceso: como un reencuentro con su padre. Retomo el
(a propósito del gesto hacia la niña que vomitaba): “Yo no pasaje por entero:
podría vivir lo que tu madre ha vivido con tu;padre.” Y Lortie
comenta: “Eso me hacía ver mucho más profundamente, lo que ...Y... sucedió algo, vi como una cara, el semblante de mi padre me vi­
yo podía verdaderamente llegar a ser. Y entonces, verdadera­ no a la mente.
mente, me permitía darme cuenta de que yo saltaba el seguro.”17 (Pregunta:) -¿Dónde estaba, eí rostro de su padre, cuando é l ...?
La apuesta fundamental de Lortie, confrontada con su posi­ (Respuesta:) -Chénier.
(P.:) —¿Chénier?
ción de hijo -de hijo edípico, como todo hijo- cuando él aborda
(R.:)-SÍ.
por su cuenta la paternidad, puede ser entrevista mediante la fór­
mula que transcribo en seguida, sobre la cual mis lectores psi­ Y, más adelante:
coanalistas están invitados a reflexionar; anotémosla, con las
pausas que incluye: “Yo tenía miedo y tenía verdadera angus­ (P.:) -¿Es que le hacía pensar en su padre, o es que era su padre? ¿Tu­
tia... tener hijos y verdaderamente que suceda, la misma cosa vo usted la impresión de que era verdaderamente su padre?
que sucedió con mi... en mi casa, con mi padre, después todo (R.:) -Sí, lo era.
aquello.”18 (P.:) -No le hacía pensar, entonces...
(R.:) -Era él.19
b] La irrupción delirante de la cara del padre: el incidente del
sargento Chénier. Yo califico de incidente el episodio de nego­
2] Razón y sin-Razón en la retórica del anuncio
ciación del permiso entre Lortie y su superior, el sargento
Chénier. El lector recordará que el inculpado contemplaba la
Sería interesante no limitarse a evocar el contenido de las
posibilidad de tomar tres días de vacaciones con la intención de
casetes como un simple anuncio delirante, y diferenciar más
confiarse a su mujer y tal vez también a su hermano. Finalmente,
bien el contenido de ellas a partir de los documentos del proce­
le fue concedido un solo día, el lunes. Trató en vano de romper
so. Puede uno embarcarse en este examen siguiendo la vía abier­
esta decisión por la vía jerárquica y se sintió invadido de un sen­
ta por la propia contradicción de Lortie, tal como él la definió
timiento de omnipotencia: “Superpotencia”, dirá más tarde.
Este instante me parece crucial en la mecánica delirante que después.
Recapitulando el combate perdido y el desequilibrio de
condujo al paso al acto. En esta época de la vida de Lortie en la
Lortie después del encuentro con el sargento, la Memoria de la
que se jugaba su propia entrada en la paternidad y en que la
cuestión dei Padre se hacía cada vez más opresora, esta escena apelación registra:
es capital. El ejército ejerce, para él, la función parental, y el re­ (Pregunta:) -Estaba usted derrotado en ese momento. ¿Debo entender que
chazo del sargento Chénier reconstituye el esquema deí padre las ideas negativas que le asediaban, habían entonces tomado fuerza?
arbitrario y tirano. Lo importante está aquí, puesto que la deci­ (Respuesta:) —Superpotencia.
sión del sargento no es, después de todo, más que uno de esos
pequeños incidentes comunes en la vida militar. Fijémonos, no Después, el inculpado explica que no estaba de acuerdo con lo
obstante, en el encuentro con Chénier, tal como Lortie lo contó que le pasaba: “Yo sabía que no era yo mismo y sabía que estaba

17 Memoria de la apelación, p. 20.


18 Memoria de la apelación, p. 14. iy Jbid., p.28.
92 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984
EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 93

yo a punto de... y entonces, lo que quería era hundirme.”20 Le­ Por otra parte, me parece fundamental el hecho de que
vantemos acta de estas dos vertientes de su pensamiento. De un Lortie se dirija primero a su mujer mediante una especie de pró­
lado, Lortie recuerda su representación de omnipotencia; del otro, logo que evoca su desgarramiento: “No sé por dónde empezar,
se encara con la división de su propio ser. Analizado desde este pero sí sé que puedo decirte: te quiero. Mi corazón es para ti,
ángulo, el discurso de las casetes toma consistencia retórica, es pero mi cabeza está lejos.” Después tocamos un punto nodal de
decir, resulta el alegato de una causa. Retomemos los principales lo trágico cuando se expresa sobre sií. crimen inminente como
textos, aquellos destinados a la radio, los dirigidos a su mujer; son sobre un acto que debe ser consumado: “Lo que yo hago o lo
de inspiración muy diferente. que voy a hacer, no sé por qué, es preciso que lo haga" Subrayo
a] En la casete destinada al locutor de radio, señor Arthur, y esta formulación que hace la parodia del mundo de la Ley: la
con el fin de que él la trasmita desde su emisora, Lortie se dirige, sujeción compulsiva y, en suma, el reverso del imperativo nor­
digamos, al universo, a lo absoluto. Aquí es ya cuestión de poder mativo. (El imperativo legal, señal de la normatividad humana,
y, para captar este documento delirante, hay que subrayar que la la reencontramos caricaturizada en el acto criminal.)
idea de la matanza había germinado, en la mente de Lortie, el
viernes 4 de mayo, cuando vio al primer ministro en la televisión.
He aquí algunas muestras de las consideraciones del inculpado:21 3] Destino del anuncio después del atentado: la conclusión del
“Quiero destruir algo que quiere destruir la lengua. Yo quiero delirio mediante una visión en el puesto de policía
poner la lengua del lado en el que va a estar la lengua francesa.”
“Quiero hacer una maniobra de diversión en la Ciudadela. El delirio preparatorio y la ejecución del crimen fueron literal­
Estoy atormentado por las personas que voy a herir o los muer­ mente conducidos por la referencia al padre. Este elemento cen­
tos. Me hace falta esto para lograr la diversión.” tral tiene que ser recordado puesto que el anuncio mismo es tan
“Nadie podrá detenerme, ni siquiera la policía, ni siquiera el decidido y está tan cargado de intención que, para todo obser­
ejército.” vador, la apuesta parricida no provoca duda alguna. Cuando
“La electricidad, quiero decirle francamente mi opinión: es Lortie se encuentra frente al sargento Chenier para solicitar su
destruir al mundo.” permiso, no solamente ha visto (según la expresión referida más
“Hago el mal para hacer el bien.” arriba, p. 77) el rostro de su padre, sino que, además, después del
b] En la casete a su esposa el tono es diferente. Se advierte rechazo de la autorización, concibe el proyecto de matarlo; sin
en ella dos temas complementarios. Por una parte, Lortie evoca embargo, decide alejarse de Otawa a fin de proteger, no a
su propia desaparición. Matar y hacerse matar van a la par. Chénier, sino a la mujer e hijos de Chénier.23 Dicho de otro mo­
“Antes de que me maten, quiero haber matado un poco... La vida
la acusada refiere haber pensado en envenenarse al mismo tiempo que daba muerte a sus
es demasiado dura. No sé como escapar de los extremos del padres; durante una audiencia, dirigió este grito al jurado: ‘‘Ellos quieren mi m uerte, pero
tiempo. Entonces, me voy,” Notemos esta colusión del homicida no la tendrán. Yo me mataré, sí, yo me m ataré". (Cf. J.-M. Fitére, Víolette Noziére, París,
y de la autoanulación, cuestión recurrente.22 France Loisirs-Pressses de la Cité, Í975, pp. 117, 171.) Otro ejem plo conocido: el caso
referido por Foucault en el que el hom icida describe largamente su fantasm a en diversos
2Í1 ¡bid., pp. 27, 28,29. escenarios: “Tuve aí principio la intención.,, y después tom ar un fusil que hubiera escon­
21 La Presse, iO de mayo de 1984, p. 2. dido con anticipación, y m atarm e"; cf. Mol, Fierre Riviére, ayant égorgé ma mere, mu
22 ¡bid., pp. 32-33. Hay que señalar la otra faceta del homicidio: el parricida vive su sueur et man frére... Un cas de parricide au x/xe siécle (Yo, Pierre Riviére, habiendo
propia anulación, el fantasma de su muerte lo acompaña. En un célebre caso de los años trei­ degollado a mi m adre, a mi herm ana y a mi hermano... Un caso de parricidio en el siglo
nta (Víolette Noziére, homicida de su padre incestuoso, perdonada en 1945 por DeGaulle), xix), París, Jutliard, 1973, pp. 130-131.
23 Memoria de la apelación, p. 28.
94 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 95

do, el desequilibrio definitivo en el proyecto del atentado com­ rante. Es mediante la construcción de una ritualidad desviada
porta también esta puesta en escena fantasmática del homicidio como Lortie, dejando la escena del fantasma que se hace para él
de su jefe, figura paternal traspuesta. invivible, pasa al acto, y es también por ahí -mediante la tea­
En el otro extremo de la cadena delirante, otra escena se tralidad arreglada para su atentado- por donde el asesino reivin­
manifiesta en la forma de una visión. Esta escena tiene valor de dica in articulo mortis su vínculo de ser viviente entre los vi­
interpretación, una interpretación que se ignora: Un título podría vientes. No se olvidará, en efecto, que cuando entra en la matan­
resumirla: el rostro del Padre apaciguado. Lortie ha descrito la za, Lortie quiere también morir, y espera ser muerto, por decirlo
visión que tuvo en el puesto de policía después del atentado, así, en las formas. Dicho de otro modo, el matador mismo está
cuando estaba solo en un cuarto, agotado y maniatado a una literalmente en artículo de muerte, en una puesta en escena que
silla. Una cara se le aparece, la de un hombre anciano que, de instituirá su Sacrificio. Así, este encuadramiento del desarrollo
una manera misteriosa, le da a entender que estaba ya perdonado de los hechos viene a recordar aí lector lo que a veces los exper­
de todas sus faltas.24 Esta aparición ocupa la mente del inculpa­ tos, en un caso dramático como éste, no perciben muy .clara­
do durante los primeros meses de su detención. Lortie, que se mente: la importancia de la atadura del acto en tanto que acto
describe como creyente, pero tibio hasta entonces, entra por un portador de una retórica institucional que demanda atención por
cierto tiempo en un discurso piadoso. Es por esta vía de la sí misma de parte de los psiquiatras y de los criminólogos.
religión por la que se reintegra a la escena de los padres, no sola­ Retomemos ahora el paso al acto, preparado con el cuidado
mente del padre sino también de la madre, hasta el punto de que ya he descrito. Hay que recordar, según los testimonios de
compararla con la Virgen María que había dejado también que Lortie, que la idea de la matanza había germinado en su mente el
su hijo hiciera su camino. viernes 4 de mayo, cuando vio al primer ministro en la tele­
visión.
He aquí, pues, a Lortie, entrando en su teatro para morir en él
como un héroe. El abogado ha resumido muy bien las cosas; reto­
H. LA MATANZA mo lo que él anotaba de esta entrada en acción: “Habiendo perdi­
do la dirección de sus actos, pleno del sentimiento de omnipoten­
Pasemos ahora al segundo tiempo de esta mecánica criminal, cia, agotado por un combate interior que no tiene ya la fuerza de
prevista desde el principio por su autor para ser llevada a cabo mantener, incapaz de abrirse a cualquiera para revelar sus dificul­
con el rigor de un plan. tades, [Lortie] no ve ya más salida que la muerte, y la muerte
No me voy a limitar al simple informe de los hechos mate­ grandiosa de un liberador destinado a liberar a todos los quebe-
riales, tal como se manifiestan en los relatos de que dispongo a quenses (y a su familia en particular) del yugo odioso de la autori­
partir de documentos judiciales o de reportes de prensa, a los dad malévola y despótica de un gobierno encabezado por el señor
cuales hay que añadir esa pieza maestra que constituye el re­ René Lévesque, que representaba desde antes en los pensamientos
gistro de ciertos morqentos cruciales del atentado por las cá­ del señor Lortie el papel mantenido hasta entonces por su padre. Y
maras de video de la Asamblea nacional, y sobre la que volveré todo esto, hay que decirlo, a pesar de que, en el pasado, Denis
más adelante. Es necesario reportar también el desencade­ Lortie no había estado interesado en absoluto en la política”.25
namiento de la violencia en la ostentación en la cual se inscribe.
Insisto: este acto loco va a cumplirse como una ceremonia deli­
24
Memoria de la apelación, p, 44. 25 Memoria de la apelación, p. 30.
EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 97
96 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984

El asesino se apresta a vivir la jornada fatal con el pensa­ nacional, separado de la Ciudadela por algunos cientos de me­
miento consciente de una apocalipsis que señala el final de su tros. Penetra por la entrada lateral, arranca un teléfono de color
propia vida, Él que, en muchas ocasiones, había ya buscado en rojo que se encontraba a su derecha y que servía para comuni­
la tentación del suicidio el fin de su tormento (tirarse ante las carse con el servicio de seguridad, mira fijamente a la recep-
ametralladoras durante el ejercicio, matarse con su fusil en su cionista, desconcertada ante este energúmeno. Después de
casa, matarse en el bosque), se encuentra ahora ante el cumpli­ algunos segundos de duda, él se grita: “^Adelante!” Y abre fuego
miento inminente de lo que yo llamaría la Pérdida absoluta, y sobre la recepcionista, a la que alcanza con varias balas en el
según un ritual teatral que designa claramente al ejército como pecho sin matarla.
su único lazo en lo sucesivo con el universo de los vivos, del que A partir de ese momento, corre por los pasillos de la Asam­
se va a retirar, piensa él, heroicamente. blea, disparando indistintamente sobre las gentes que encuentra
La mañana del 8 de mayo de 1984, el cabo Denis Lortie se (matará entonces a tres personas) hasta que llega a la Cámara
pone su uniforme de combate cuidadosamente planchado, calza -llamada Salón Azul- donde se reúnen los diputados. Allí se da
sus botas enceradas, clava su insignia de cabo sobre su casaca: cuenta de que, contrariamente a lo que esperaba, la Asamblea no
inicia el último día de su vida vestido de manera impecable. No sesiona y la sala está vacía.
conserva con él más que su carnet de identidad militar, como Su plan desde entonces cambia. Va a sentarse en el sillón
verdadero combatiente. Después de su desayuno, va al correo reservado al presidente de la Asamblea, a quien se llama en
para enviar a su mujer sus efectos personales y la casete a ella Quebec el Orador, cuelga su gorra, se quita la prótesis dental y la
destinada, remite a la radio la casete para el animador André lanza lejos de sí. Habiendo tomado así lugar, Lortie dispara toda­
Arthur y se dirige en su coche a la Ciudadela. Se prepara como vía algunas ráfagas, primero de frente a él en dirección de un
para el ejercicio o enfrentamiento de combate, con varias pisto- reloj, después a derecha e izquierda sobre los bancos de los
las-ametralladora, revólveres y la máscara antigás reglamentaria. diputados. Es entonces cuando sale a su encuentro el señor René
Estaciona su coche cerca de la Ciudadela, es decir, en las pro­ Jalbert, un antiguo oficial convertido en sargento de armas de la
ximidades de la Asamblea nacional. Está listo. Asamblea, que va a intentar con una sangre fría notable dominar
El lector se acordará de la señal que esperaba Lortie (ya evo­ a Lortie.26 Jalbert, sin arma, se acerca a él y comienza a aplacar­
lo con sus palabras.
cada en la página 72) después de haber enviado al señor Arthur
una casete para ser difundida al aire, en la que explicaba en tér­ El señor Jalbert se presenta como un ex militar, con la inten­
minos extravagantes su insatisfacción a propósito de la situación ción de establecer entre los dos un clima de confianza. Entre las
política de Quebec en el seno de la Confederación canadiense. primeras palabras pronunciadas por Lortie, después de saber que
Después de detener su vehículo en el lugar escogido el domingo, , Jalbert es un antiguo oficial, está la pregunta siguiente: “Y
se pone a escuchar la emisión con la idea de que la señal le será ahora, ¿qué es lo que usted me aconseja hacer, como militar?”
dada por la interrupción del señor Arthur y el comienzo de la di­ La presencia, en las galerías del público, de agentes de seguridad
fusión de su casete. Después de un silencio del animador, él par­ que tienen a Lortie en jaque perturba por momentos el intercam­
te al asalto, como en,un entrenamiento militar. bio entre Jalbert y Lortie. En muchas ocasiones, éste invita a los
Su primera acción consiste en correr hacia la Ciudadela, policías a tirar sobre él, ahora que ha depuesto sus armas, ofre­
fuertemente armado, para disparar una ráfaga de pistola-ametra­ ciendo así un blanco fácil; pero ningún disparo fue hecho des-
lladora en dirección de los centinelas, a los que no alcanzó,
26 La Presse, lO d em ay o de 1984, p. 2,
Vuelve en seguida en su carrera hacia el edificio de la Asamblea
98 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE ! 984 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 99

pués de la entrada en escena del sargento de armas. Durante la autoridades militares. Jalbert juega el juego hasta incluso con­
conversación, la cámara muestra a dos empleados, aparentemen­ traseñar un vale de rendición, que permitirá a Lortie rendir sus
te heridos, salir de la sala de sesiones, donde estaban tirados so­ armas en territorio federal, saliendo por el lado oeste y avan­
bre banquetas: Lortie se excusa por haberles herido y haberles zando reglamentariamente 75 pies “como se dice en nuestros
.causado miedo. libros”. Por supuesto, esas condiciones no fueron respetadas; en
Durante unos veinte minutos debió desarrollarse una conver­ cuanto Lortie confió sus armas a Jalbert y consintió en seguirle
sación entre Jalbert y Lortie, al término de la cual el sargento de por el corredor de la Asamblea, los policías lo aprehendieron sin
armas logra convencer al asesino, todavía armado, de seguirle a miramientos.
su oficina para continuar hablando con él. De esta conversación, Así se puso fin al atentado, en el curso del cual tres personas
he aquí un breve extracto consignado en la Memoria de la apela~ fueron muertas y ocho heridas por las ráfagas de Lortie.
cion: '

Jalbert: Quisiera que me explicaras por qué se ha hecho esto, por qué
semejante experiencia? III. LORTIE AL RENCUENTRO DE SU IMAGEN.
Lortie: No puedo decírtelo. No es mi corazón, es mi cabeza. NOTA SOBRE LA EXHIBICIÓN DEL VIDEO DURANTE EL PROCESO
J.: Entonces, ¿tú no sabías lo que hacías?
L.: ¡Ah! En un sentido sí. Creo que el relato del atentado no debería concluir sin pasar
[...] revista a la grabación de video como elemento específico de una
J.: Esto va a detener el impulso de tu catrera. reflexión sobre el proceso hecho a Lortie.
L.: Sí, lo sé. Pero sobre esto yo no puedo hacer nada. Desde un punto de vista estrictamente judicial, se trata de
J.: Bien, sí, tú puedes hacer algo.
una prueba como cualquier otra, que permite apreciar ciertas cir­
L,: ¿Qué es lo que quieres que haga? ¿Que me haga arrestar?
J.: Escucha. cunstancias del crimen y especialmente su desenlace, gracias a
L.: Me van a acusar de setenta y cinco muertes, tal vez de cuarenta la difusión de una escena fundamental, la conversación entre
y cinco, no sé. Jalbert y Lortie en la sala de sesiones. En el curso del segundo
J,: No has matado a nadie. proceso (enero de 1987), cuando el maestro Larochelle alegaba a
L.: He herido a un mundo; eso sí puedo decirlo. propósito de la interpretación del artículo 16 del Código criminal
J.: Has herido, pero escucha. -texto alusivo a la noción de demencia-, tuvo lugar, en presen­
L.: Tentativa de homicidio, sí, eso, lo sé. [...] ¿Qué es lo que cia de Lortie, esta exhibición ante el tribunal. En la perspectiva
acabo de hacer? No me lo preguntes a mí, no soy yo, es mi cabeza. de mi estudio, la pieza así producida -hecho único en nuestra
historia judicial, diría el abogado defensor-28 sobrepasa la rutina
Al abandonar la Sala de sesiones, Jalbert y Lortie continuaron ordinaria de un procedimiento, puesto que pone en escena a
hablando en el despacho del sargento de armas. Jalbert simula Lortie en el Teatro de la Muerte; primero, sobre la pantalla mis­
entonces una negociación referida a la eventualidad de una ren­ ma; después, en un segundo grado de la puesta en escena, como
dición en buena y debida forma, Lortie se niega a rendirse a la espectador él mismo de sí mismo. De actor que no sabe que está
policía a la que detesta, pero acaba convencido de rendirse a las representando, Lortie se convierte en el que contempla la ima-

2S Memoria de la apelación, p. 36,


100 EL ATENTADO DEL S DE MAYO DE 1984 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 101
gen que mata, es decir, el otro en él, el enajenado que él mira. que desembocó en una condena, se interpuso la apelación por
Dicho de otro modo, la división subjetiva se hace objeto, Lortie motivos técnicos que no nos interesan aquí, especialmente con el
se desprende de la imagen homicida. Un cronista judicial, al fin de argumentar de nuevo en tomo al artículo 16 del Código
hacer el reporte de ese momento a sus lectores, lo titulaba de criminal. El derecho a un segundo proceso fue, pues, reconocido
manera significativa: Lortie se desmorona ante el video de su fu - a Lortie, y permitió a su defensor criticar la interpretación resí-
silataP He ahí precisamente el punto oscuro que yo pretendo trictiva de ese artículo, en vista de qué en el momento de come­
contribuir a aclarar. ter su crimen el acusado sabía que tiraba ráfagas de pistola-ame­
Es muy difícil comentar lo que se produjo entonces en pleno tralladora arriesgándose a matar transeúntes, lo cual es contrario
tribunal. Delante del inédito ofrecido a nosotros por las técnicas a la Ley. Dicho de otro modo, esforzándose por salir del dilema
ultramodernas, reaccionamos con mucha frecuencia con el esta­ legal -el inculpado ¿está loco? ¿sí o no?- a fin de modular la
do mental de ayer, es decir, como si ese inédito fuera un déjá vu. cuestión de la responsabilidad sobre la base de una inter­
Así, el sentido débil del término comunicación condena a la pretación menos mecánica de la demencia, Lortie y su defensor
grabación difundida a tomar el estatuto de material indefinida­ entablaron una segunda etapa en la elaboración del a posteriorl
mente reproducible -documento punzante, es cierto, pero de El maestro Larochelle me escribía: “He decidido, de acuerdo
esencia contable, simple pieza de archivo que libra sus informa­ con mi cliente, tomar al toro por los cuernos y reconocer clara­
ciones a quien quiera leerlas, aunque esas nociones de archivo o mente que el señor Lortie no podía satisfacer la definición de
de documento estén pidiendo, según mi concepción del texto en enajenación mental prevista en el artículo 16.” Es en este con­
la cultura de hoy día, una nueva definición.2930 En estas condicio­ texto -llamémosle un tiempo nuevo de elaboración subjetiva
nes, no se reconoce todavía como cosa imaginable el hecho de para Lortie, tiempo perfectamente comprendido por el abogado
que una cámara sea, en el campo de la comunicación humana, defensor- en el que el acusado, al venir a testimoniar en su
otra cosa que un soporte material, es decir, que esté en posición nuevo proceso y responder a las preguntas del juez Ducros, iba a
estructural de tercero de ficcióny ejerciendo de ese modo una ver la grabación de video.
prerrogativa hermenéutica. Me limitaré a abrir semejante posi- Resumiendo ese instante patético, el maestro Larochelle me
blidad de reflexión, después de circunscribir el instante privi­ escribía entonces: “Era evidente, para todos los que asistíamos al
legiado de reapropiación de su imagen por Lortie. proceso, que el señor Lortie era de una sinceridad absoluta, y
Para comprender bien qué es lo que estaba en juego enton­ que hacía un esfuerzo sobrehumano para intentar comprender lo
ces, debo precisar que el primer proceso intentado a Lortie, en que había pasado en él y dar cuenta de ello mediante sus pala­
enero de 1985, se desarrolló sin que el inculpado viniera a testi­ bras. El dolor que experimentaba al revivir mediante el pensa­
moniar, ya que, conforme al derecho canadiense, el acusado no miento esos momentos penosos se veía en su actitud y en su
es tenido en cuenta para testimoniar. Al terminar ese proceso, semblante, y, en un cierto momento, cuando intencionalmente yo
lo presionaba con preguntas de manera casi hostil, él huyó de la
barra, lanzó un grito, se precipitó hacia los cubículos y se pudo
29 Le Devoir, 13 de enero de 1987, p. 2.
30 Segón las ideas en boga hoy día, la comunicación se resuelve finalmente en una oír durante algunos instantes los golpes salvajes que daba sobre
relación dual de la que el escrito no es más que un caso particular; los trabajos sobre el la pared con sus puños.”
cuerpo y el escrito, y, en consecuencia, sobre la im plicación subjetiva, no son con­ La versión de la prensa, dando cuenta de esta reacción, no es
cluyentes, faltos de claridad sobre el montaje institucional en el que precisamente toda
comunicación tom a estatuto con relación al Tercero mítico, el Hermes social que preside menos patética: “Buscando sus palabras para explicar a su abo­
los intercambios. (Véase Leforts VIL ) gado defensor la significación de ciertas observaciones oídas en
102 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 103
el video, Lortie ha sucumbido a la presión, aun cuando pareció memoración. Yo entiendo así el hecho de que Lortie se encon­
calmado a lo largo de los cuarenta minutos que ha durado la trara entonces llevado a conmemorar una muerte subjetiva, en
proyección. De pie, en la barra de testigos, Lortie ha bajado tanto que sobreviviente del eclipse de la Razón, reescapado de
primero la cabeza durante algunos segundos y, sin decir una pa­ una integral desposesión de sí mismo. Ahora bien, en aquella
labra, ha salido de la sala de audiencias en estado catastrófico, ocasión ¿que había debajo de semejante conmemoración? Diría
llorando, para dirigirse a la antecámara por donde circulan los que, por primera vez en su vida, el sujeto Lortie era llamado, de
convocados. Los dos agentes de seguridad que le acompañaban manera radical, a mirarse separado de sí mismo en la dimensión
le siguieron y se ha oído entonces un grito estridente y golpes tercera. Su mirada a posterior i sobre sí mismo consumando el
que han durado unos pocos segundos. Se ha llamado entonces a homicidio es una mirada que se sostiene por estar fundada en la
uno de los psiquiatras, que ha ido tras él. Hemos sabido más separación del acto, y es al fin posible esa mirada al término de
tarde que Lortie había sido aislado en una sala y que se había una larga elaboración en la que precisamente el Tercero institu­
calmado lentamente. Volvió a la barra de testigos después de una cional opera como tercero separador. O, dicho de otro modo, la
suspensión de cuarenta y cinco minutos, y apareció ya distendi­ repetición de la escena se presenta desprendida de sus elementos
do.”31 delirantes para inscribir el homicidio como homicidio desde la
No creo que pueda uno contentarse con dar cuenta simple­ perspectiva del sujeto. El Lortie que mira no está ya en la piel
mente de este episodio del proceso; después de todo una mente del Lortie justiciero.
fría podría estar tentada de ver en él un instante de melodrama. b] Esto plantea un problema de interpretación: ¿cómo enten­
Por el contrario, nosotros debemos hacer el esfuerzo de concebir der el montaje judicial en una circunstancia como ésta? Más
cómo ha podido producirse en el acusado un efecto de reapro­ exactamente, ¿qué especie de manipulación de la cuestión subje­
piación de su acto bajo la forma de un nuevo recorrido de su cri­ tiva del acusado implica la utilización de la reproducción del
men gracias al video. A la pregunta hecha durante la audiencia: video bajo la égida del juez! Una respuesta adecuada supone
“Usted acaba de ver el video. ¿Qué impresión le ha causado el concebir la relación de procedimiento de manera diferente a la
ver todo eso de nuevo?”, Lortie se esforzó en contestar, aunque de un duelo entre el criminal y la instancia de la justicia, a fin de
era incapaz de explicar su conducta. Extraigo de su laborioso in­ situar el oficio del juez en la perspectiva de la Referencia, es
tento este pasaje esencial: “Era preciso que lo viera, es la deci­ decir, del Tercero institucional. Sólo a partir de aquí puede ha­
sión que yo había tomado; era necesario que volviera a pasarlo cerse aparecer ese oficio en tanto que espacio estructural de
todo.”32 Quiero comentar esta declaración con las observaciones transferencia, con todo lo que implica semejante noción para el
siguientes: sujeto inculpado. Esto exige una reflexión sobre esa ritualidad
judicial que hace posible precisamente la proyección de un suje­
a] Primera observación: examinemos el estatuto de repetición al to en un espacio de transferencia en el que pueda verse y oírse
que conviene referir las secuencias reproducidas por el video como sujeto humano dividido bajo una ley que lo sobrepasa, es
durante el proceso. ¿De, qué repetición se trata, en relación con decir, bajo el reino de eso que hace Ley en la humanidad. Se tra­
el acusado? Uno no puede sentirse satisfecho con evocar el sim­ ta de inscribir al sujeto "en la relación normativa del En nombre
ple recuerdo del pasado, una rememoración, a menos de ampliar de genealógico, en el sentido de ese mecanismo complejo que yo
el uso ordinario de este término e incluir en él el sentido de con­ ya he definido (cf. Legons IV y Vil) en el que la puesta en escena
de una Referencia absoluta constituye la piedra de toque del edi­
31 Le Devoir, 15 de enero de 1987, p. 2.
32 Memoria de la apelación, p. 42,
ficio de conjunto de las filiaciones y del derecho. Precisamente,
SS®gsasggagssBss!@gs

104 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984 105

en el proceso Lortie, si se abre una oportunidad al acusado para estaba perdido a un extremo en verdad peligroso. Y fue, como
tomar, si puede decirse así, su lugar de ser humano en el rebaño suele decirse, un miedo increíble de mirar el video, yo no quería
humano,33 ello se debe esencialmente a la naturaleza ritual de verlo. Y tú sabes, eso me ha tomado mucho tiempo, pero ahora es
este ofrecimiento: se trata, para Lortie, de hacer causa común preciso que yo acepte lo que ha pasado, no tengo otra elección. Tu
con la humanidad de manera no delirante, es decir, por la me­ sabes, no puedo decir que no soy yo, soy yo. ¿Qué más quieren'
diación del Tercero común judicialmente puesto en escena.34 Se­ que diga? Y hay partes.ahí de las que yo no soy capaz; he tratado
gún esta perspectiva, la retrasmisión del video toma el estatuto de buscar en lo profundo de mí mismo, de ir a buscar todas las
del Deus ex machina en un sentido rigurosamente teatral —esta­ cosas que pasaron, pero he perdido mucho. Tú sabes, no porque
tuto de intermediación simbólica que va a transformar el homi­ yo no quiera acordarme que en mi interior, en mí mismo, no soy
cidio en una escena de homicidio. Dicho de otro modo, nosotros capaz. Y eso me ha hecho realmente daño cuando he visto el
entramos, con esta escena, en el terreno privilegiado en que el video...”35
derecho deviene por principio operante, en tanto que sustituye a De este largo extracto, además de la indagación desesperada
los fata familiares -fata en la ocasión perversa, como veremos por saber y decir el ínhablable inconsciente -el fondo de las repre­
más adelante- por lo5 fata de la Ley, es decir, por el recurso últi­ sentaciones más inconscientes (en el sentido de lo que no ha te­
mo a la Referencia, instancia que sobrepasa toda familia y todo nido lugar nunca en la palabra, “el punto negativo en el interior de
sujeto. Ahora bien, esta nueva puesta del homicidio transforma­ [él]”, en relación con su identificación imposible con el padre), yo
do en escena fundadora no produce efecto más que por la rema­ retengo la confesión del miedo experimentado ante el video,
nipulación posible de la problemática de la imagen abierta así al vencimiento del plazo en la historia del sujeto Lortie. ¿Cómo
sujeto criminal. toma este miedo su lugar en la economía de la estructura del suje­
c] He aquí, pues, circunscrito, el punto más delicado, sacado a to en cuestión? Una cierta pantalla de miedo, si puede decirse así,
luz por la difusión del video durante el segundo proceso: ¿qué ha está aquí, impuesta, recubriendo el eclipse del sujeto propuesto es­
atravesado Lortie mirando la filmación? Retomemos su respuesta ta vez a su mirada. El video viene a mostrar al acusado la escena
ante el juez: del crimen. En esa escena, él puede ver al otro que hubo en él, un
“Yo he tratado desde hace tiempo de tratar de... en mi interior otro que, en ese instante en el que corren las imágenes, le resulta
de remplazarlo todo, como se dice la expresión de los puzzles, uno extraño, pero del que sabe que ese otro de sí mismo -el auténtica­
al lado del otro, y. de saber, de comprender el porqué, el cómo y la mente enajenado- era también el más él mismo. El horror tan
razón de todo esto que se ha producido. Y para mí, el video era... temido es también el horror odiado de su padre, del que no tendría
era un miedo. Es decir, yo no soy capaz de decir ahora cómo fue tanto miedo si no lo llevara en sí; pues, como para todo ser hu­
que yo estaba perdido, tu sabes, estaba perdido con tres muertes, mano, era inevitable que la mecánica identificatoria funcionara
ha habido heridos, y personas que han sido heridas más interior­ también para Lortie.
mente, pero no soy capaz de explicar cómo se hizo todo eso; yo Estas observaciones, tan importantes para la continuación de
mi estudio, nos devuelven a la problemática general de la ima­
33 N o se debe nunca olvidar, como invita aquí la metáfora platónica de el arte que
gen, en laque los montajes jurídicos son los garantes sociales en
se ocupa de los rebaños {Política. 275e), que la ínstitucionalidad tiene primero por hori­ nombre de la ley de la especie, ley de la que es necesario volver
zonte, en todas las culturas, la relación de cada individuo con la ley de la especie. a decir aquí aquello con lo que ella cuenta en cada uno de
34 V olver a la noción clásica de comunicación {cunununicaño, communis), funda­
mental para captar el rigor de los montajes institucionales, convertidos en subjetivamente
eficaces para los rodeos de la ritualidad; cf, Legons Vil, p, 401ss. 35 Memoria de la apelación, p. 42.
Í 06 EL ATENTADO DEL 8 DE MAYO DE 1984

nosotros: con el funcionamiento institucional básico que, por la 4


organización genealógica y bajo la égida de la Referencia -os
decir, en definitiva, por el principio de paternidad, esa otra QUÉ ES LO QUE SE ENCIERRA EN EL ACTO DE LORTIE.
denominación del principio de Razón-, nos arranca de la fasci­ EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO: UNA
nación de la imagen de uno mismo o, en otros términos, de la TENTATIVA PRIVADA PARA FUNDARSE
exclusividad narciststa portadora de autodestrucción. ¿A quién,
en su montaje familiar de origen, podía’dirigir Denis Lortie su
demanda de separación de sí mismo, su demanda de sujeto vi­
viente? ¿A qué padre? El expediente lo muestra de manera so­
brada: a un padre en posición perversa y terrorista. ¿Cuál es la
imagen de un padre terrorista para un hijo? ¿Cómo se arranca La cuestión del homicidio, como la del incesto, no nos aban­
uno de la fascinación narcisista con una imagen terrorista? Las dona, no abandonará jamás a la humanidad.
preguntas rebotan y nos preparan para comprender el compromi­ Si uno quiere abordaría sin énfasis, modestamente, en el
so de la ritualidad judicial, la cual precisamente maniobra sobre recuerdo de los textos religiosos o poéticos que en la cultura-occi­
un terreno difícil -digámoslo resueltamente: un terreno minado dental apaciguan su angustia; si se quiere igualmente aceptar el
en toda la humanidad-, el de las categorías normativas de la presentimiento de la criminalidad que habita en cada uno de
identidad. En definitiva, el reto del proceso Lortie se resuelve en nosotros; entonces es posible, me parece, con motivo del caso
esto: ¿entre qué límites de lo plausible -manejando las catego­ Lortie, relanzar la interrogación sobre el parricidio para su uti­
rías penales en el cuadro ritualizado de la Referencia- se puede lización por las sociedades de hoy día. Ya en el capítulo primero,
ofrecer a alguien, no el reajuste del contador a cero, pretendien­ he definido un cuadro general de reflexión. Aquí, se trata de entrar
do borrar su pasado, sino la oportunidad de representar una en un mayor número de detalles y de buscar cómo este atentado se
nueva puesta en su relación vital con la Ley? He ahí lo que el inscribe en una perspectiva de justicia genealógica, a fin de captar
capítulo siguiente se esforzará en aclarar. de qué manera el sistema institucional se encuentra interpelado,
incluso puesto en tela de juicio en cuanto a su función de princi­
pio, por semejante crimen. En suma, se impone la tarea de com­
prender en qué. sobre qué terreno preciso, las llamadas construc­
ciones normativas del Estado de derecho juegan su partida en el
orden genealógico -una partida reñida, de la que depende el fu­
turo de la idea de legitimidad, es decir, en definitiva, la capacidad
institucional de humanización dei sujeto moderno.
Comencemos con un texto de Paul Éluard, que, junto a otros
í surrealistas, escribió su poema para Violette Noziére, homicida
de su padre incestuoso en los años treinta -crimen sobre el que
volveré más adelante:

[107]
108 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 109

Violette ha soñado deshacer la familia de origen del acusado, falsificación que comprometía el
Hasta el desgarramiento juego ordinario de la separación subjetiva y la circulación de lo
El espantoso nudo de serpientes de los lazos de sangre. prohibido de una generación a la otra: e! terror paternal se imponía
a manera de Ley. Esto significa que ese padre no era un padre: el
Como debe ser, pero sin que, de repente, comprendamos por no-límite del padre-potentado equivale a la anulación del padre.
qué, la poesía nos ofrece las primeras palabras, palabras senci­ La generación de los hijos Lortie estaba así instalada en una posi­
llas, sobre la opacidad del parricidio. Henos aquí, gracias a ción fácil de definir: eran falsos hijos, puesto que debían asumir la
Éluard, enfrentados al horror. Si no se pasa por ahí, si no se tiene ausencia de límites de aquel que de iure, por derecho, estaba
en cuenta esa dimensión del horror como un don primario que encargado de instituir el límite del ámbito de cada niño. Si se re­
confina con los límites de lo hablable y a la cual todo parricida flexiona en la complejidad -en sus elementos constitutivos y en
intenta hacer frente -todo-homicida, debería mejor decir-, me sus efectos- de semejante inversión del orden del mundo, ciertas
parece perfectamente inútil apelar a los conceptos, a los concep­ declaraciones de Denis Lortie, aquellas en las que, por ejemplo,
tos psicoanalíticos especialmente, concebidos para circunscribir anuncia a su mujer el atentado inminente, toman otro relieve que
el tema de que nos ocupamos. Que el lector evite pues lanzarse el de la simple declaración de un impulso criminal: “Esto que ha­
sobre la noción de homicidio-del-padre, tantas veces removido go, o esto que voy a hacer, no sé por qué, es preciso que lo haga”.2
en nuestros días en nombre de las evidencias. Antes de acudir a El segundo término de esta nota normativa (es preciso) es la lógi­
este concepto mayor, demasiado cercado de doctrinas que lo ca de lo prohibido que nos devuelve a la cuestión del sacrificio
trivializan, es necesario observar cómo, en cada cultura (aquí humano, en esta ocasión de manera delirante.
mis notas se refieren sólo al Occidente de tradición eurocciden- Partiré de estajdea: instituir es hacer reinar lo prohibido, y lo
tal), la humanidad construye una representación legal del homi­ pfohibjd^ñcTes otra cosa qué imponer la parte de sacrificio que
cidio, se esfuerza así por darle un estatuto en la palabra y alcan­ coñteÍponde-a cada uno para hacer posible la diferenciación nece­
za a poner en escena, sobre una base verdadera, la prohibición saria al despliegue de las generaciones. Esto supone, en Occidente
de matar. y elvtódas partes, que lo prohibido mismo sea construido en tanto
El propósito al que tienden estas notas preliminares es percibir que discurso que sobrepasa a todo sujeto. En resumen, se trata de
lo que se esconde tras el horror evocado por el poema de Éluard. distinguir los escalones que conducen a la noción de parricidio y
La metáfora del nudo de serpientes dice bien lo que quiere decir: de comprender por qué un crimen semejante debe ser calificado
lo temible está ahí, en lo irreductible de una situación de confusión como fundamental en el doble sentido de fundador y de funda-
en la que la intrincación de cada uno con todos resulta indiscer­ mentalista. Quiero al principio rondar en tomo a estos problemas
nible. Si nojiay massujeto^ -fórmula in­ dificilísimos (§1), prácticamente eliminados de la reflexión mo­
cansablemente retomada en mis Lecciones-, esío, exige de nuestra derna por la criminología actual.
parte que comprendamos en qué consiste la institución del sujeto. Estudiaré después el caso Lortie en su problemática familiar,
Se trata de captar cómo, por él funcionamiento_deío prohibido -el pero también en relación con la cuestión central, contenida en su
cual supone el oficio del padre-, cada sujeto en cada generación acto, que sigue siendo una cuestión general: ¿qué quiere el parri­
está en condiciones o no de emerger del nudo familiar. cida? Veremos, in vitro, por decirlo así, sobre qué bases sacrifi­
El crimen de Lortie se inscribe en una problemática familiar ciales se alcanza, se distribuye y se desarticula entre sujetos de
muy particular, en la que lo prohibido está, por decirlo así, minado
en su interior. Una falsificación genealógica estaba en marcha en 2 Memoria de la apelación, p. 32.
110 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 111

una familia el principio de Razón, principio del que depende la ma de regulación social y de sobrevivencia material (que los
reproducción de la especie humana (§2). individuos no se maten entre sí), cuando en realidad se trata, por
encima de todo, de fundar el principio de Razón en la perspecti­
va de la reproducción humana, es decir, de hacer posible la vida
fundándola en la palabra. Pero, ¿qué esfundart La palabra sería
1. ¿CÓMO SE ACERCA UNA CULTURA A LA CUESTIÓN pura jerga si el problema del homicidio no se planteara ante todo
D EL HOMICIDIO? como una cuestión relativa al sujeto, al sujeto instituido. Es pre­
(ESCALONES DE ACCESO A LA NOCIÓN DE PARRICIDIO) ciso, al menos, admitir, al iniciar una reflexión quebusca lo
esencial, que las sociedades industrialistas que se rigen por la
Yo respondería en seguida: por medio de escenas fundadoras. concepción jurídica eurooccidental se mantienen sometidas a la
¿Por qué? ¿Cómo? Eso es lo que quiero comentar ahora. necesidad de producir el mínimum vital de reglas genealógicas y
Las escenas fundadoras no son explicaciones en el sentido de interpretaciones plausibles de esas reglas, destinadas a tra­
técnicamente científico de hoy día, sino puestas en discurso que ducir el imperativo de diferenciación subjetiva que hasta nues­
- muestran una- apuesta-radical quilñcáñza ní'rein ó cteilq^proHibido tros días hace ley en la especie hablante. Si tuviéramos la preten­
en la sociedad considerada. Y añadiría, para subrayar esta obser­ sión de evacuar la problemática de los fundamentos genealógi­
vación: la humanidad ha tomado siempre medida de esta radicali- cos del sujeto, la pregunta sobre la relación entre el homicidio y
dad, o dicho en otras palabras, la apuesta sobrepasa lo que pueda las construccionesYle lo prohibido se haría ipso Jacto caduca.
ser dicho por quienquiera que sea, y, en consecuencia, debe ser En un caso tamj¡|me, creo que es urgente retomar las considera­
relacionada explícitamente con la dimensión de la desmesura, con ciones p r i m ^ ^ ^ s .
el abismo y con lo que puede muy bien llamarse -a pesar de la Sigamosjjmes, el camino previsto y abordemos en primer tér­
ignorancia del descubrimiento freudiano por parte de los especia­ mino la idea de escena fundadora. ¿Puede ser denominado “esce­
listas de la normatividad- el desconocimiento de la representación na fundadora” el gesto criminal de Lortie? Sí y no. Sí, si se exami­
humana. na el atentado, desde la perspectiva de lo institucional genealógi­
Al plantear el discurso del homicidio, el sistema institu­ co, como tentativa privada de fundarse como sujeto (problema
cional se dirige teatralmente a todo sujeto, actual o futuro, a los estudiado más adelante, § 2). No, si se entiende por tal una escena
pasantes de las generaciones sucesivas, y a quienes nacen o legal mente inscrita en el andamiaje de la Referencia fundadora de
mueren bajo la égida de esta versión particular de la Ley a la que una sociedad -escena cuya transmisión asumen los comentarista#
podemos llamar el Tercero social garante de la humanización de situados en la posición legal de intérpretes haciéndola producVf ”
cada quien. Tocamos aquí el problema de fondo de la condición continuamente su efecto normativo.
humana, tal como la interrogante moderna sobre nuestra especie De inicio es importante precisar la idea de escena fundadora
puede abordarlo en la era científica en la que vivimos: ¿cómo en este caso tan complejo del homicidio. La noción de homicidio
concebir la plausibilidad de una función de lo prohibido, des­ fundador es poco clara, incluso en las explicaciones del psi­
cribir con precisión su¿ montajes jurídicos, y asentar seriamente coanálisis, en razón de la dificultad contemporánea de precisar
las técnicas de interpretación de lo prohibido, de manera que aquellos relatos que se toman como ejemplares y que son juzga­
sean percibidos por nuestros contemporáneos? Tenemos que dos, en mayor o menor medida, como explotables todos con igual
desinflar el globo de las tesis gestionarías según las cuales las fundamento. Á veces, lo admito, es muy delicado abrirse un
culturas afrontan, a propósito del homicidio, un sencillo proble- camino entre esos relatos; el lector puede convencerse de ello
112 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 113
leyendo un ejemplo excentrado, por no decir excéntrico, referido del problema implicado en todo homicidio. Partamos del Génesis,
por Herodoto en.el Egipto faraónico: un joven, homicida de su capítulo 4, versículo 8, en donde se relata cómo Caín mató a su
hermano (que le ha pedido su propia muerte), vivió a partir de ese hermano Abel. Comentado por una doble tradición, judía y cris­
homicidio un encadenamiento de episodios rocambolescos y obtu­ tiana, este texto bíblico está verdaderamente en el centro mismo
vo la realeza como premio final de su acto.34Dejemos esta anécdo­ de la interrogante occidental sobre el homicidio y lo prohibido.
ta. Yo diría solamente: para tener acceso a la noción de parricidio Sobre la base de este texto vamos a Aprender.a pensar el homi­
es necesario separar claramente el crimen privado -un crimen cidio en términos de homicidio de lo prohibido. Avancemos a
como el de Lortie, del que se ocupa la justicia en Quebec y que yo paso lento, y nos iremos dando cuenta de que el parricidio se nos
analizo como un parricidio- del crimen inscrito o destinado a presenta bajo esa luz. Marquemos en primer lugar las etapas.
inscribirse en la construcción escénica- y añadiría también, en el
caso occidental: textual- de la Referencia política o religiosa de
una sociedad. 1] Primer escalón: levantar acta del carácter enigmático del ho­
Busco, pues, los elementos de mi reflexión no en las crónicas micidio
que relatan homicidios de carácter privado, sino en los textos con
los que la tradición eurooccidental relaciona sus grandes trabajos Si se concede a los comentaristas de la tradición la verdad
legales. Ante todo, recordaré las páginas de Freud, tan audaces humana de su marcha vacilante y nos situamos en su escuela, se
para su época, en las que se considera la muerte de Cristo desde la hace posible empezar por estudiar el primer homicidio como un
perspectiva del homicidio del padre y del sacrificio -o , para acto enigmático y deducir de él una lección esencial.
retomar un término impresionante de Frazer tomado por Freud, Tomemos, de la línea cristiana de los comentarios, un texto
del sacramento- totemico.4 En este campo de inagotable riqueza central de san Agustín, autor muy importante en la elaboración del
proíiferan los ejemplos (de un. alto índice de Referencia si puede sistema jurídico europeo. Siguiendo la enseñanza de su maestro
así decirse) que muestran homicidios asociados a los orígenes de san Ambrosio, Agustín estudió largamente el homicidio de Abel.6
una constitución política; el lector puede leer en Plutarco5 la esce­ Adelanta desde el comienzo la idea de dos series de generaciones
na célebre del homicidio de Remo por su hermano Rómulo con humanas (generis series), una que representa a la Ciudad terrestre
ocasión de la fundación mítica de Roma, y una de las versiones de encaminada hacia la avidez y la envidia (Caín), y la otra a la
la muerte de este último, según la cual, después de matarlo, los Ciudad celeste vuelta hacia Dios (Abel). Así, aquel homicidio,
senadores despedazaron su cuerpo, y cada uno de ellos se llevó además de anunciar el destino de la humanidad, está en parte liga­
una parte del cadáver entre los pliegues de su túnica. do con la historia de los orígenes del poder, y es sobradamente
En este punto de mi exposición, prefiero otro relato, arquetípi- conocido el peso enorme de esta representación agustiniana: Caín
co en mi opinión, porque es mitológicamente más central en la se convirtió, en el Occidente latino, en un tema emblemático: la
cultura europea y porque está envuelto en comentarios legales figura del Mal en política.7 Sin embargo, permaneció en la sombra
muy delicados de manejar, pero de gran alcance para nosotros, la cuestión de los resortes profundos del crimen: ¿por qué este
occidentales de hoy día, abrumados por el aplanamiento cientista homicidio? Agustín evoca esta cuestión muy brevemente cuando

3 Esta anécdota se encuentra en Histoires, libro H (Euterpe), 121, París, Éd. Bolles 6 Ambrosio de Milán escribió un tratado De Caín et Abel librí dúo, ed, Patrohgie
Lettres, 1948, p. 147ss. latine, 14, col. 315-360. Eí pasaje d e Agustín estudiado aquí se encuentra en La ciudad de
4 Véase ese pasaje de Freud en Tótem y tabú, op.cif., vol. xiu, pp. 155-156. Dios, 15, 17, tnid. fr. en CEuvres,,,, 36 (1960), p. 113 [ed.esp., México, Ponda, 1988].
5 Cf. Vies, 1, París, Belles Lettres, 1964; cf. Romulus, p. 95. 7 Se llega a veces, hay que reconocerlo, a una gran confusión -co m o en el pasaje de
A. Camus en L’homme revolté sobre “Los hijos de Caín", París, Gallimard, 1951, p. 43ss.
114 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 115

habla de un admirable misterio {mirabili sacramentó). Retenga­ versión aramea —esta última indica que Caín ha proferido cuatro
mos esta noción. palabras, así traducidas: “No hay ni justicia ni ju e z"-? nuestro
No me detendré sobre esta tipología de la exégesis cristiana, interés no está ahí. Está en la comprensión de un elemento ade­
ya que el primer homicidio de la humanidad referido por la Biblia cuado a la exégesis del texto sagrado: el de la confrontación ritual,
permanece, en el andamiaje textual del cristianismo, en un plano es decir, indefinidamente repetida, del intérprete con un no-sabido
secundario, en razón del lugar central que ocupa en él el relato de inagotable, puesto en escena y tomando su estatuto de algo no
la muerte de Cristo referido por los Evangelios. Volvámonos, sabido por el silencio del texto. Lo sagrado aquí nos remite a la
pues, más bien hacia la tradición talmúdica; la exégesis literal del dimensión del abismo, a los límites de lo hablable, a la opacidad
versículo del Génesis me será más útil, ya que el misterio en torno del homicidio en tanto que acto desarraigado de la palabra.
al crimen de Caín se desplaza hacia el de las palabras intercambia­ La pregunta ¿qué fue lo que él le dijo?, interminablemente re­
das entre el asesino y su víctima en el instante mismo en que va a planteada, ha producido sus topoi, sus lugares comunes, los cuales
producirse el homicidio. Si se compara el texto de la Vulgata (tra­ han pasado también a la tradición y son familiares a los talmudis­
ducción latina de la Biblia por san Jerónimo) y el de la Tora, el tas y a los exegetas del Midrash. MÍ propósito no es exponer aquí
contraste es patente. Según la Vulgata: “Caín dijo a su hermano nada, ya que, por lo demás, la recopilación de los textos se ofrece
Abel: ‘Vayamos afuera.’ Y una vez que estuvieron en el campo, se al lector de había hispana gracias a traducciones fácilmente acce­
alzó sobre Abel su hermano y lo m ató.”8*Según la versión sibles.10 Apunto solamente el hecho de que la exégesis de la dis­
hebraica de la Torá: “Caín dijo a su hermano Abel, y cuando estu­ cordia entre Caín y Abel -exégesis que intenta colmar la secuen­
vieron en el campo se alzó sobre él y lo mató.” El texto no indica cia faltante del Caín dijo- busca en definitiva reunir los pretextos
lo que él le dijo, la palabra queda en cierto modo en el aire, sus­ del crimen orientados hacia algo esencial que ponga de relieve las
pendida, incierta, hipotética. En tomo a esta cuestión (qué fue lo diversas vertientes del deseo humano^ Parajiosptrqv la lección
que él le dijo) han proliferado los comentarios talmúdicos y los podría ser ésta: tqd^J_qs_prelexfQS_son-buenos a la bora de matar,
del Midrash tratando de construir las palabras que muy bien peroda humanidad reencuentra en ellos indefinidamente las apues­
pudieron haberse pronunciado. tas deThomicida como sujeto riel deseo. Lo cual es tanto, como de­
Reflexionemos sobre las palabras de los rabinos: ¿qué fue lo cir que una reflexiónno puede .referirse, a los fundamentos deLho-,
que él le dijo? ¿Qué es lo que, al hilo de las hipótesis, está ya tra­ micidío salvo que ella tome en cuenta lo siguiente: que el enigma
bajado, indagado, desembrollado? Estamos, en definitiva, en pre­ del homicidio remite al enigma del deseo.11 Como tal, el homi­
sencia de algo que no se sabe, a causa del silencio del texto. Éste cidio asume, en su núcleo, la invocación genealógica.
no-sabido por el silencio del texto, no podemos tomarlo como un Demos un paso más para comprenderlo.
problema que debiera resolverse a la manera de una cuestión cien­
tífica que, una vez resuelta, desaparece del horizonte. No, no
puede ser así. Incluso cuando el historiador erudito, disponiendo
de sus herramientas perfeccionadas, se interroga sobre la probable y Debo esta indicación a C. Touati.
falta de un miembro de una frase en el versículo y, por ejemplo, J(t El profano dispone de' una guía: H.L. Strack y G. Stemberger, Introducción a la
lectura talmúdica y midrásica, eds. Institución San Jerónim o y M iguel Á ngel Pérez
compara la versión hebraica, versión tradicional de la Torá, y la Fernández, Esteíía, Verbo Divino, 1991.
ó Sobre ¿qué fue lo que él le dijo?,, véase la exégesis de Genése Rabba sobre este
pasaje, con las suputaciones sobre el objeto de la discordia (¿reparto de bienes, lugar para
8 Génesis, 4, 8: Dixitque Cata ad Abel fratrem suum: egrediamur joras, Cumque
la construcción del tem plo, posesión de una m ujer?), C f. Midrash'Rabba, i, París,
essenl in agro, consurrexit Caín adversasfratrem su um Abel et interfech eum.
Verdíer, 1987, pp. 252-253.
116 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 117
EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO

2] Segundo escalón: considerar el homicidio (todo homicidio) co­ versículo 25, la presencia del padre, alcanzado en sus obras:
mo homicidio de un hijo por un hijo. Nuevas consideraciones so­ Adán, después del homicidio, engendra un hijo de remplazo: Set.
bre el crimen primordial referido en el Génesis Cada vez más, el primer crimen se perfila como crimen local:
la Referencia es apuntada -apuntada en vano, puesto que es
Se trata aquí de insistir sobre la significación genealógica del imperecedera. Tal es todavía la lección, en el capítulo 4, versículo
crimen cometido por Caín, a fin de que, en definitiva, aparezca 13. Caín grita al rostro de Dios, en la Tprá: “Mi crimen es dema­
la razón por la cual el homicidio, en tanto que crimen primor­ siado pesado de llevar” -fuente de exégesis sobre las cuales no
dial, apunta hacia el Padre, es decir, hacia la noción misma de me extenderé. ^ Sólo retengo aquí que la Biblia nos muestra a
padre, hacia la idea de paternidad. Caín como autor del crimen absoluto: el homicidio consumado es­
Volvamos al Génesis, capítulo 4, versículo 10. Contraria­ tipula el derrumbe del mundo. El pasaje del comentario citado en
mente a la Vulgata, que se expresa, en ese versículo, en singu­ la nota 13 concluye con ese sentido: “He aquí que la vida de un
lar,12 la Torá escribe así la palabra divina cuando se dirige al soló hombre vale por toda la obra de la Creación.”
homicida: “La voz de las sangres de tu hermano grita desde la Hagamos una consideración final con el objeto de relacionar
tierra hasta M í.” De la literatura rabínica sobre este texto, trans­ la lección de las exégesis bíblicas con nuestra preocupación en
cribo el extracto siguiente de las Legóns des Peres du Monde, cuanto a Lortie. La fórmula un hijo mata a un hijo es importante
31: “Aunque no derramó más que la sangre de un solo hombre, si observamos que expresa el fondo de verdad de todas las rela­
se dice “las sangres”, en plural. Lo que nos muestra que Caín ciones genealógicas cualesquiera que éstas sean; su finalidad se
derramó también la sangre de los hijos de Abel y de los hijos de erige en verdad edípica. Al llamar a dos sujetos hijos en lugar de
sus hijos y de todos sus descendientes destinados a salir de sus hermanos, remuevo el juego de la triangulación, presencia
riñones hasta el fin de todas las generaciones- dirigiéndose implícita de la madre y, por consiguiente, cuestión del padre. Si
todos gritando ante el Santo, bendito sea.”13 trasponemos el método a la escala de las relaciones padre-hijo,
Pensemos en el alcance de este comentario, que define ese preparamos, si puede así decirse, la bomba del parricidio. Enun­
homicidio como' crimen g eifeáló ^ íca^l jn a ta r^ a ^ Q é rmanp, ciando al padre como hijo y al hijo como hijo de ese hijo, no hago
Caín mata a todos los hijos de Abel, después a los hijos de sus más que poner en acción el juego de la permutación simbólica de
hijos y así a toda la descendencia posible de su hermano. Dicho lugares, a cuya importancia crucial me he referido más arriba (cf.
de otro modo, él mata a Abel en tanto que padre de sus hijos, y a p. 74). Al mismo tiempo, la noción de padre adquiere una consis­
éstos en tanto que padres de los suyos, etc. No es, pues, demasia­ tencia abstracta en la perspectiva de los montajes institucionales
do afirmar que la puesta. en_escena bíblica del primer Homicidio necesarios para la vida, y el Padre se inscribe como apuesta de
apunta, "a través de la víctima, a una figura de la paternidad. verdad en la relación padre-hijo, es decir tanto para el uno como
Iría más lejos. La perspectiva genealógica impone la inter­ para el otro. En el horizonte está siempre la instancia de la Refe­
vención de la triangulación, es decir, la lógica del tercero de la rencia absoluta —el Tercero lógico—que rige ese mecanismo del
filiación en ese duelo entre hermanos. Un hijo mata a un hijo. La que ella misma es parte integrante.
fórmula da a entender directamente la implicación del padre. En Todo esto nos predispone a captar más fácilmente el lado
este sentido, el padre preside esta escena de homicidio, como pre­
1/1 L.i fórmula: uMi crimen es demasiado pesado de llevar" (traducción literal de!
side la de la filiación. Sería además fácil de percibir, gracias al hebreo) puede ser igualm ente leída de m odo interrogativo (con este sobrentendido: tú has
cargado al m undo, tú puedes también cargar mi falta) o, en otras palabras: "¿Puede Dios
12 ... Vox sanguinisfratris tui clantat ad me de térra.
cargar con nuestras faltas?" f
13 Le$ons des Peres du Monde, 31, París, Verdier, 1983, p. 2 Í6 .
118 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 119
abstracto de la relación homicida que subtiende toda relación social de los intérpretes y del capital acumulado de las interpreta­
padre-hijo. Cada uno de ellos da vueltas en torno a una imagen ciones, el problema de saber lo que hace la Ley ~Ley de la Razón
del padre, la imagen que debe separarle de su propia madre y y Ley del Padre—como ley del que vive en el seno de la especie
que le sitúa como sujeto del discurso de Razón. Entre Lortie hablante.
padre y Lortie hijo (el acusado en el proceso), la apuesta es la de He hecho ya notar (cf. Legons IV, p. 38ss) que la construcción
cualquier hijo, y la parte homicida se juega realmente en una de la Referencia absoluta por una cultura ponía de manifiesto una
mezcla de parricidio traspuesto que toma por blanco la Referen­ concepción estilizada del principio de Razón. Sobre este terreno
cia como ta l Cuando demos el paso de comprender la función se determinan las maneras de pensar la Razón, se pone enjuego la
discriminante de la Referencia, la fórmula "un hijo mata a un capacidad crítica de una sociedad y se instituye un pensamiento
hijo" aplicada a la relación entre Lortie padre y Lortie hijo se sobre la causalidad y los fundamentos del pensamiento. Elegir,
hará para nosotros tanto más plausible cuanto que ella aclarará la distinguir, separar, de esto es de lo que se trata en la fimción dis­
loca carrera del homicida que proyecta sobre el gobierno de criminante, espacio institucional de reencuentro entre poder y
Quebec el semblante de su padre. principio de causalidad. Sugiero al lector que reflexione un ins­
tante sobre el aspecto etimológico; constatará, en el relevo del
griego por el latín, que el término crimen implica esa atadura a la
3] Tercer escalón: Captar la relación entre la puesta en escena le­ función crítica inherente a las instituciones.15
gal del parricidio y el principio de Razón en la cultura. Obser­ Pero la Razón ~lo sabemos desde Freud- debe entenderse
vaciones sobre la función discriminante del discurso de la también en su relación con el lazo que ata al discurso con las
Referencia representaciones genealógicas constitutivas del ser humano. De
aquí sejúgue que el derecho, en tanto que maneja el_principio de
Alcanzamos aquí el punto más delicado de todo el edificio Razón, estáen relación, de muy diversas maneras, conjeL proble­
genealógico del que emerge, en el seno de la humanidad, la idea ma humano fundamental que Freud situabaTen la vertiente de lo
de sociedad, florón de las elaboraciones políticas, religiosas y, que llamaba “IcTótra -escena": L sl escena no jurídica del dere-
más generalmente, antropológicas, que se alimentan en las fuen­ c/n^se-impone-como suposición necesaria rila eficiencia subje­
tes de la problemática del sujeto al mismo tiempo que le infligen tiva de las maniobras judiciales, al igual que los textos religiosos
la marca de la Razón según la ley de la especie hablante. evocados toman tanto más relieve cuanto más se les ligue a la
Se trata ahora de aclarar la maniobra ligada al discurso de la problemática del sujeto y de su deseo inconsciente.
Referencia, a ñn de captar lo que tiene entre manos el sistema ju­ Si es, pues, posible, como pienso, retomar sobre bases con­
dicial cuando está en presencia de un crimen como el de Lortie. ceptuales purificadas la interrogación sobre el homicidio -y a la
Precisamente, al tener que tratar a la vez el problema clásico de la vez sobre las realidades del homicidio y sobre su lugar mítico en
presunción de Razón en el proceso y un homicidio presentado por los montajes institucionales de una sociedad-, la reflexión exige
el propio acusado en la perspectiva de sus relaciones de infancia que uno argumente sobre la función.discriminante de la Referen­
con su padre, los juece^ se encuentran confrontados, en las condi­ cia, sobre la que se levanta, como segundo tiempo de la norma-
ciones radicales que ya conocemos, con la esencia misma del
crimen fundamental. El orden de la Referencia, hacia el cual con­ 15 Véase m as arriba, capítulo 2, nota 23.
!fl Sobre este concepto, cf. mi artículo “ L ’ordre ju ridique a-t-il des fondements
vergen mis observaciones precedentes, no es otra cosa que el dis­ m tsonnables?” (aparecido en la Nouvelle Encyclopédie Dideruí, volumen dedicado a la
curso que, en toda sociedad, hace accesible, gracias al sistema locura).
120 [E ES LO QUE SE ENCIERRA EN EL ACTO DE LORTIE EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 121

tividad social, la práctica judicial. Jamás debe olvidarse que los conduce a pensar lo prohibido en términos de decisión making,
jueces intervienen En nombre de, es decir en nombre de la exageración gerencial pagada con el aplastamiento del problema
Referencia fundadora. A partir de aquí, lo esencial de nuestra de la representación, y, en consecuencia, con la noción misma de
interrogación nos lleva a la formulación de la pregunta siguiente, crimen, desprendido así de la apuesta subjetiva y de las cons­
planteada en el estadio político último, es decir, fundador del trucciones del principio de Razón.
discurso de la Referencia: ¿a partir de qué, en definitiva, está í
pensado ese discurso, de manera que lo prohibido devenga plau­ b] El discurso de la Referencia está pensado para decir la verdad
sible, en cuanto al homicidio, sobre las dos vertientes comple­ de la Ley del Padre. Partamos'de lo que en diferentes ocasiones he
mentarias: como Ley de la Razón y como Ley del Padrel planteado: el principio de Razón no se decreta, se promueve míti­
Propongo a continuación las anotaciones siguientes: camente y se trasmite mediante intérpretes, en el sentido a la vez
jurídico y teatral del término. Más sencillamente; antes de ser
a] El discurso de la Referencia está pensado a partir de una re­ enunciado por formulaciones jurídicas como las que practica hoy
presentación de la Razón. En el nivel del sujeto, esta constante día el Occidente, lo prohibido transita por una puesta en escena
parece elemental; volveréis una y otra vez sobre el caso Lortíe y que dice la verdad de la Ley del Padre. Dicho de otro modo, lo
siempre os llevará hacia ese punto central: la Referencia fun­ prohibido, manejado judicialmente, interviene al final de la cade­
dadora y la representación de la Razón en que es justiciable el na del sistema normativo. El tiempo lógico de la representación
parricidio. En la escala de la cultura, ¿qué es lo que hay aquí? El -tiempo necesario en ios montajes institucionales- implica una
problema se plantea en grande, puesto que concierne a los fun­ puesta en éscena del parricidio con una inclinación normativa.
damentos estrictamente humanos de la Referencia en tanto que En otros términos, toda sociedad tiene necesidad de hablar del
dan fe de una sociedad en una cierta representación del principio homicidio refiriéndolo a la Ley. En la cultura contemporánea con­
de Razón. Omitir en este estadio de ío Político -Político en el taríamos con una gran ventaja si reparáramos en cómo y por qué
sentido del concepto aristotélico-17 la instancia de la imagen es instancias de hecho el homicidio del Padre es míticamente repre­
tanto como pretender eliminar las implicaciones del lenguaje del sentado y hablado.18 La función del derecho y de los juristas se
lado del inconsciente de cada sujeto, y en consecuencia la di­ vería entonces muy claramente.
mensión de lo inhablable que pone de relieve también la trama Se impone aquí una rápida vuelta a Freud. Olvidemos las
institucional de la humanidad. Nuestras sociedades racionali­ páginas brillantes de hoy día en las que el homicidio del padre es
zadas aceptan la idea del imaginario social, pero, bajo los efec­ sinónimo de autofundación del sujeto-Rey-de-sí-mismo (el
tos de la policía moderna del pensamiento, estamos lejos de lle­ Hombre nuevo, garantizado sin tabú). Retomemos el famoso
gar hasta el final de este concepto; así, la apuesta genealógica pasaje de Tótem y tabú en el que Freud, habiéndose desem­
del imaginario social -la representación de naturaleza edípica barazado de la Ley primitiva adelantada por Darwin, explica el
que él abriga y acarrea- se encuentra transferida, por no decir homicidio del Padre de la horda a manos de sus hijos.19 Freud
enjaulada, en la reserva salvaje de las religiones, las cuales están retoma el relato por su cuenta, pero, a través de su versión -aca-
encargadas de no interesar, en los llamados estados seculariza­
dos, más que a las personas religiosas, a los practicantes del IR La secularización -co n cep to hoy día a revisar relacionándolo con el estudio de la
dogm ática industrial- implica un desplazam iento del dominio religioso clásico hacia las
culto. Mi estudio recomienda abandonar semejante posición que instancias m odernas deí discurso inaugural, de la función mitológica -terren o mievo que
se ofrece a la sociología.
t7 Hoy día es preciso subrayar incansablemente lo que comporta el concepto aris­
19 Tótem y tabú, op.cit., vol. xm , p. 144.
totélico de lo Político: lardea de un orden propio de la especie hablante como tal.
i 22 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 123
EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO

so ingenua, en todo caso histórico-narrativa- se desgaja una cons­ En nombre de divino; el crimen se encuentra retomado como acto
trucción mítica: los hijos no matan al tirano sínopara valorizar inscrito en e! lazo con la Referencia.
mejor la renuncia a recoger los frutos de ese acto. En resumen, Queda por precisar qué es lo que conlleva la noción de
yo diría: el homicidio del Padre es un mito que hace posible Referencia absoluta desde el punto de vista constitutivo de la
poner en palabras la verdad de la relación con la Ley, la cuestión relación de lo prohibido con la verdad.
del Padre. El mito freudiano permite dar cuenta de la presencia
de la Referencia bajo las especies de ese Padre muerto -Padre c] Notificar la diferenciación: la Referencia y la función discrimi­
simbólico, según la interesante calificación de Lacan-20 y, par­ nante del discurso fundador El discurso de la Referencia, en la
tiendo de ahí, situar lo prohibido, no como una decisión arbi­ cultura y para el sujeto, pende de la clavija de los intérpretes.22
traria (el efecto de alguna voluntad todopoderosa), sino como También los juristas, intérpretes natos, están naturalmente próxi­
posición de un discurso destinado a poner al homicidio, en tanto mos a las cuestiones aquí evocadas, si logran al menos mantenerse
que acto humano, en su lugar de acto de verdad. alejados de la concepción gestionaría del derecho. Retomo, pues,
La pregunta ¿qué es lo prohibido? nos abre, por decirlo así, lo que ya dije concerniente también a las dos vertientes -ley de la
su núcleo central, el cual contiene a su vez otra pregunta: ¿qué Razón y Ley del Padre- del discurso fundador: elegir, distinguir,
es la verdad, en tanto que verdad del homicidio del Padre? separar; es de esto de lo que se trata en la función discriminante
De nuevo hemos de volver al Génesis. Dejando de lado el de la Referencia. Desde un estricto punto de vísta jurídico, es fácil
arreglo de lo prohibido en la Tora,2* noto que lo prohibido sirve de admitirlo si uno considera el derecho como un sistema de clasifi­
trama a la escena del crimen primordial, analizado en mi estudio caciones, con sus categorías23 elementales, que ponen de relieve
sobre el parricidio. Aunque estuviera ausente del decálogo (en forzosamente las reglas penales y que encuentran su coherencia en
realidad aparece en un buen lugar, en Exodo, 20,13), el homicidio una teoría de los fundamentos, es decir, en un principio unificador,
estaría, antes y ahora, por el hecho mismo de la narración que traducido en los estados secularizados por la constitución política.
relata el crimen de Caín, situado, es decir, referido, o, en otros tér­ Pero el problema de la Referencia, en nuestras sociedades
minos, inscrito en la relación de todo acto humano con la Refe­ tecnocientíficas -abolicionistas por principio de un discurso de
rencia absoluta. La verdad del homicidio del Padre se relaciona los fundamentos heredado del pasado religioso de Europa y juz­
con la verdad del lazo con la Referencia. El texto nos pone esto gado como tal indigno del sujeto moderno-, es objeto de un me­
bajo los ojos, y el círculo se cierra en el versículo 15: Caín recibe nosprecio. Se plantea comúnmente que el Tercero de la comuni­
la imposición de un signo divino para no ser muerto a su vez. cación dogmática, el Tercero social -designado corrientemente
Dicho de otro modo, el asesino recibe una marca infligida por el en mis Lecciones como Referencia fundadora o absoluta- es una
invención caduca, asociada a los regímenes sociales desapareci­
2t> Véase principalmente Escritos 2, pp. 538, así como 558-564, 792-793.
21 En las construcciones de lo prohibido, no podría separarse el hom icidio def
dos, y, de creerles, incompatible con la objetivación honrosa en
incesto. El parricidio y el incesto maternal -eso s dos grandes crímenes de los hombres, las ciencias sociales. En esas condiciones, el descubrimiento
dice Freud, vo!. xiv, p. 3 3 8 - d eb e^ se r considerados en relación estrecha. Para Ja Torá, la
lista de los casos de incesto, lado paterno y lado materno, es clara: Levítico, 18, 6-18.
'Pregunta: ¿cuáles eran en los tiem pos de A dán? Según una tradición, el acento se ponía 22 V éase, sobre esta noción, Legons Vil, p. 299.
23 Llam o la atención sobre el térm ino griego categoría, y sobre la relación que
sobre el incesto madre-hijo, m ientras que la hija no estaba prohibida al padre. Esta
existe entre acusar y clasificar. El mismo sustantivo K arrp /o p ia (kategoría) -nacido
econom ía de medios m uestra el punto nodal de la dim ensión incestuosa: un hijo que ha
renunciado a su madre (o a su sustituía) será un padre que cederá a su hija, de forma que del verbo Karqyopeoo (kategoreo), hablar en público contra alguien, acusarlo, y tam ­
lo prohibido del incesto padre-hija se deduce, aunque no se estipule explícitamente. bién afirmar, significar, relacionar con íum persona o cosa una cualidad (en el sentido
lógico) -significa acusación y categoría.
124 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 125

freudiano mismo, humillante en muchos aspectos, no ha dejado damos aquí, de nuevo, a comprenderlo, mediante dos ejemplos.
de ser absorbido por ese movimiento ampliamente político, En la doctrina de la Cábala, tal como lá enunció el célebre Isaac
envalentonado, es cierto, por la extensión gestionaría del psi­ de Luria en el siglo xvi, Dios ha dado lugar al mundo, y la Crea­
coanálisis.24 Es de lo más urgente contribuir a reabrir la proble­ ción se presenta ante todo como acto de generosidad a partir de
mática de la Referencia en un sentido que permita á la vez perci­ una contracción o reconcentración de la divinidad sobre sí mis­
bir la apuesta vital de la cuestión del homicidio del Padre y revi­ ma 25 Si Dios hizo así un lugar para el mundo y para el hombre,
sar la idea del Tercero o de la Referencia absoluta, fácilmente esto conlleva la idea de que el límite se encuentra en cierto modo
confundida en nuestros días con el poder sin límite. hermanado a la idea del poder supremo. Otro ejemplo: la noción
Precisamente tal es la tarea del intérprete: hacer prevalecer, de misericordia en el cristianismo, muy importante en derecho ca­
en la humanidad moderna como en cualquier otra parte y en nónico (sobre todo en la vertiente del sistema de la Penitencia),
todos los tiempos, la función del limite, función ligada aí destino para la puesta en escena de la interpretación en tanto que relevo
de la especie. El primero de los límites -que todo ser humano entre el hombre y Dios. El discurso de la misericordia reencuentra
comprende en seguida- es poner obstáculos al homicidio. Pero esa relación que sitúa finalmente a la Referencia a la vez como
detrás del homicidio se perfila otra cosa: el riesgo de la sepa­ poder y como límite de sí misma 26 Para nosotros, al abordar los
ración del sujeto en la perspectiva que lo institucional genealógi­ problemas más delicados de la intervención institucional en el
co llama prohibición del incesto, acompañamiento inevitable de caso Lortie, estos recordatorios pueden ayudarnos a salir de un
la cuestión del parricidio. ¿Y qué significa, subjetiva y social­ falso dilema, tan fecundo en nuestros días: el poder o el sujeto.
mente, la función del límite? Exactamente esto: hacer jugar el
imperativo de diferenciación, es decir, poner en acción la lógica
de la alteridad, abordar el reto del semejante y del otro. El proce­
so Lortie está inmerso en esta problemática fundamental que II. ¿QUÉ QUIERE EL PARRICIDA?
(OBSERVACIONES SOBRE LA DEUDA ENTRE GENERACIONES)
concierne a la esencia misma de la relación del acusado con el
discurso de la Referencia en tanto que discurso crítico (elegir,
distinguir, separar), discurso que se representa en dos planos, el Uno estaría tentado de responder en seguida: el parricida quiere
plano de la Razón y el del Padre. La sinrazón de Lortie y el justicia. Pero una cosa es declarar justiciero a un homicida, y
saqueo, para él, de la representación del Padre constituyen, para otra comprender en qué consiste aquí la justicia. Acojamos,
los jueces, en su función de intérpretes transmisores del discurso pues, semejante fórmula, de uso corriente en casos parecidos, a
de la Referencia, una puesta a prueba que nos interesa a todos. beneficio de inventario.
Nota final. Creo necesario insistir en la noción de Referencia Sugiero arrancar de la fórmula romana aplicada al parri­
absoluta y fundadora, a fin de que pueda captarse su finalidad ló­ cidio: un crimen en el que uno se resiste a creer (scelus incredi-
gica. La Referencia debe ser estudiada como implicadora, en su
sustancia, si se puede decir así, de su propia negación, es decir, en
25 Sobre esta doctrina, cf. al clásico G. Scholem, Les grands courants de la mys-
el fondo, de la idea del límite. La tradición religiosa puede ayu­ licfitejuive , París, Payot, 1977, p. 277ss.
26 La noción de misericordia se ha desarrollado sobre la base de una distinción
24 El clim a equívoco de el psicoanálisis en extensión ha acabado por comprometer la (dúplex est misericordia, divina et humana) entre lo divino y lo humano. Las exégesis
noción mi sitia de analista, llevada tarde o temprano a transformarse en la de ingenieros de m ás conocidas conciernen a la organización de la penitencia y del perdón. V éase, en
la psique; a partir de ahí, el problema del sujeto pasa a u n segundo plano, al tiempo que la Graciano, De penitenña, distinción 1 (importante sobre la misericordia) canon 47, donde
interrogante sobre lainstitucionalidad se disuelve en un discurso sobre la eficiencia. Caín es tratado de parricida.
126 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 127
EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO

bile) 27 ¿Qué es lo increíble en ese tipo de homicidio? mismo, incluyéndonos a nosotros que lo estudiamos? ¿Cuál es el
Henos aquí remitidos al término creer, heredero del latín estatuto del padre concreto en este parricidio, teniendo en cuenta
creciere, cuya riqueza semántica se olvida con frecuencia.2728* la problemática deí homicidio del Padre que ya he definido?
Creencia, crédito, estas palabras son significativas; balizan el Lortie padre es el gran ausente del proceso, aunque es él el
campo en el que, al interrogarnos sobre lo increíble, acabamos acusado indirecto. Desde el momento en que la señora Lortie
metidos: hijo es el que pone, su je^eaei padre, y, al.jrusmo tiem­ madre hace su declaración, y puesto que su testimonio (salva­
po, el acreedor que espera de ese padre un pago. ¿Por qué^ érTef guardado por el reglamento de sesión a puerta cerrada) aparece
seno de üria familia, el desajuste dé^lo prohibido desestabiliza el en la Memoria de la apelación -pieza a.la que nos hemos referi­
orden establecido por la creencia del hijo hacia el padre y por la do con frecuencia-, el señor Lortie padre se hace presente bajo
deuda del padre hacia el hijo? ¿Qué tipo de justicia intenta res­ la forma de aquel del que se habla. Por lo visto se ignora todavía
taurar el parricida con su acción? Escribamos con mayúsculas dónde estaba entonces, e incluso qué ha sido de él. De todas for­
las palabras claves (Padre, Deuda) y tratemos de precisar esas mas estará siempre vivo. En la representación, y de manera
preguntas que acabamos de hacernos. imaginaría, para los participantes en el proceso y para el público,
Estas Lecciones VIH reúnen, hasta ahora, los elementos que Lortie padre se encontraba allí defacto bajo el estatuto de aquel
demuestran el valor de parricidio en el atentado perpetrado, y del que no se sabe si está vivo o muerto 29 Esto no dejó de tener
analizan la economía institucional y subjetiva que da pie a esa consecuencias, aunque sólo fuera en relación con su hijo que,
calificación. Se ha indicado ya el deslizamiento de Lortie hacia preso actualmente por su acto de 1984, está todavía obsesionado
su acción, consumada no en lo privado sino de manera pública: con la idea de reencontrar a su padre, de hablarle, de explicarse
el homicida ha escogido por blanco no su propia familia sino el con él. Ciertamente, la ausencia del padre no dificultó en nada el
Estado, el gobierno de Quebec, el nivel de la Referencia fun­ desarrollo del proceso, ni impuso a los jueces la necesidad de
dadora. Al hilo de mis observaciones, el padre del acusado ha mandar a buscarlo, puesto que, de hecho, Lortie padre era ajeno
sido mencionado en este estudio con circunspección, asumiendo al atentado. De todas formas, desde el punto de vísta de la articu­
las referencias recogidas a lo largo del procedimiento emprendi­ lación estructural -punto de vista en el que me coloco en este es­
do contra el asesino y en la medida en que lo exigía mí exposi­ tudio-, y teniendo en cuenta la presencia formidable de los ex­
ción. No obstante, las solas informaciones reunidas por el proce­ pertos psi, uno puede preguntarse si, por algún medio procedi-
so son suficientes para poner en evidencia un caso de tiranía de mental cualquiera, no hubiera podido ocupar una posición de
una naturaleza excepcional. Ha llegado, pues, el momento de po­ derecho en el proceso mismo, siendo tan interesante, en ese
ner en claro la figura del Padre en la familia primera de Lortie, a aspecto psi, la posición de semejante testigo;30 probablemente
fin de dar todo su peso genealógico al atentado cometido por el hubiera contribuido a reponer la imagen del Padre en el conjunto
hijo.
23 U tilizo los m ism os términos de ía definición jurídica del ausente.
¿Quién es el padre del parricida? ¿Qué imagen del Padre 30 L a intervención d e un testigo en un proceso criminal puede modificar profunda-
planea sobre el proceso, no solamente para el sujeto Lortie hijo, mente la evaluación del proceso mismo, perm ite la sesión a puertas cerradas y que la fun­
¿ino para los jueces y para las diversas partes involucradas en el ción judicial produzca sus efectos de inscripción del discurso y ía reconsideración de un
asunto siguiendo el orden legal. En general, la reflexión moderna sobre el testigo debería
abrir la cuestión de los fundamentos del testimonio, tan debatido entre los escolásticos
27 T om o esta fórm ula del artículo de Y. Thomas, Parricidium, loe. cií., p. 715. (recuérdese la distinción canónica entre los tres testigos: superior (la Referencia fundado­
2íi V éase É. Benveniste, Le yocabuLiíre des ¡iisttiiuions indo-européennes, Paos, ra de las leyes), interior (el sujeto, testigo de sí mism o) y exterior (el discurso de la prue­
M inuit, 1969, ir, p. 171ss.
ba producido en sociedad)).
128 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 129

de la familia Lortie yf para los expertos, a situarlos mucho, más nos impone de manera forzosa: el parricidio nos obliga a estu­
claramente en su relación con los jueces y con el acusado -proble­ diar, en concreto, la naturaleza de la justicia entre generaciones
ma general que he planteado ya (véase más arriba, p, 39sj ). -justicia de esencia no contractual. Esto supone la necesidad de
Tratándose de una situación como aquélla, la cuestión planteada interrogarse sobre el devenir de las relaciones de crédito y de
por el estatuto de ausencia-presencia de este padre, promovido al deuda en el seno de cada familia en cuestión.
rango de Padre mítico viviente, es de lo más importante.
Volvamos a los elementos factuales. Además de los testimo­
nios o declaraciones del acusado sobre su padre, la única infor­ 1] Una imagen de la locura: el Padre de la horda en la familia
mación biográfica consignada en el expediente de la que tengo Lortie. Observaciones, más allá del caso jurídico, sobre la metá­
conocimiento se refiere a un proceso y condena a tres años de fora fundadora
cárcel de los que Lortie padre fue objeto en 1969, después de la
denuncia de su comportamiento violento e incestuoso.31 Tras su Centrémonos sobre el personaje de Lortie padre. Pretendo evo­
excarcelación, desapareció y no se presentó ya nunca más ante car el menor número posible de elementos capaces de hacer sur­
su familia.32 Denis Lortie tenía entonces diez años. gir su imagen de la sombra, y ello solamente con el fin de cir­
La cuestión del lugar mítico creado para este padre se le cunscribir la lucha llevada por el hijo contra una imagen terrorí­
plantea, pues, en primer lugar al hijo, puesto que él ha nacido en fica -imagen cuyo estatuto dentro de la familia Lortie necesita­
el seno de esa familia y en ella ha vivido de los diez a los dieci­ mos captar, antes de conocer (parágrafo 2) las condiciones en
siete anos, educado por su madre sola. Henos aquí sumergidos que el acusado pudo vivir su identificación con el padre; proceso
en medio de las dificultades creadas por el parricidio en tanto forzoso, ligado a la vida, del que ningún hijo puede escapar.
que crimen genealógico, crimen siempre relacionable con ese Según esta perspectiva, los hechos establecidos se inscriben bajo
complejo caso que es el del Padre mítico en la humanidad. La una sola interrogante muy precisa: ¿cuál fue el papel de Lortie
noción de Padre mítico, en términos de psicoanálisis, nos con­ padre si se lo relaciona con el mecanismo de la Referencia fun­
duce a la problemática de la represión y de los orígenes de lo dadora?
prohibido; en términos de derecho nos lleva a constatar -si se es­ La respuesta no ofrece duda alguna. Se trataba de un papel
tá informado de la historia jurídica del parentesco- que el Padre violento y totalitario de quien ignora todo limite. Caso extremo
mítico reafirma la regulación normativa de los lugares genealó­ del sujeto-Rey: llamemos a este padre, sin vacilación, el Padre
gicos y la causalidad que, sobre los planos más diversos, se deri­ de la horda descrito por el mito freudiano (ya recordado más
va de ella.33 Sobre esta base, la dirección de nuestro trabajo se arriba, p. 108). Comentaré seguidamente esta expresión.
Es conocido el interés de Freud en las suputaciones de la
antigua antropología después de Darwin a propósito de la pro­
31 Memoria de la apelación, p. 8. hibición del homicidio y del incesto en la humanidad primitiva
32 Salvo, según m e ha escrito el maestro Larochelle, en el momento de los funerales -cuestión que, por encadenamientos sucesivos, plantea el pro­
en el otoño de 1983.
blema de la renuncia y del sacrificio como condición del fun­
33 En la escala del sistem a jurídico com o tal, la representación del Padre mítico está
siempre postulada por la clasificación de Jas categorías genealógicas; entre los juristas cionamiento de la Ley en toda sociedad. Las discusiones no han
medievales y hasta el siglo xix, el Padre mítico era puesto en escena m ediante una im a­ cesado a partir de entonces, tanto para criticar la posición ante la
gen del principio causal: el árbol det que las categorías eran los frutos, o bren -v é a se el
historia de Freud concerniente a ese pretendido gran aconteci­
arbnr cunsanguinitaíis de las ediciones del Decreto de Graciano (Legons fV, ilustración
mím. 10)- el Rey David en el lugar del tronco del árbol. miento de la vida primitiva, como para sacar provecho de sus
130 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 131
EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO

sólidas reflexiones sobre la causalidad y la prohibición. Hemos esta situación, y no entraré en detalles crueles reportados a puer­
de recordar aquí ía trama central del relato: el padre de la horda tas cerradas. Una fórmula generalizada de la prensa cotidiana
ejercía un poder no compartido y poseía a todas las mujeres; el será suficiente para evocarlos: “Clímax de violencia y de abusos
clan de los hijos se confabula para matarlo, pero después del sexuales.”35 No obstante, un hecho notorio reclama una mención
homicidio se dan cuenta de que se han convertido en rivales especial: la presencia en la fratría, en cuyo seno es educado
unos de otros, y están prontos a arrepentirse. De aquí surge la junto a los demás, de un niño, hijo de Lortie padre, engendrado
institución de lo prohibido, y la ritualidad sacrificial que con­ abusivamente en una de sus hijas. Puede despejarse una con­
memorará el homicidio cometido en común y que exorciza la clusión que enunciaré inspirándome, dadas las circunstancias, en
culpabilidad: el antiguo padre de la horda se convierte en la figu­ un texto de las Metamorfosis de Ovidio: para este padre, su
ra sagrada del Padre mítico y la vida retoma su vuelo.34 Llevado familia era un gallinero en el que reinaba como dueño absoluto,
por este relato -tal vez ingenuo a nuestros ojos de hoy- Freud confundidas para él todas las generaciones.36
abrió un camino hacia la comprensión de ese punto que con­ La historia de la familia Lortie, singular reencuentro con el
sidero central en el mecanismo de la filiación y de la diferen- relato freudiano, conlleva un elemento que dice mucho sobre el
^ a c ió n subjetiva: la organización, en cada cultura, de un dis­ terror inspirado por ese Padre de la horda, no ya mítico, sino
curso de legalidad -discurso sostenido por un Sujeto de ficción encamado. Por el tiempo en que Lortie padre iba a ser denuncia­
y, en consecuencia, exterior por principio a todo sujeto particu­ do y después arrestado -en 1969, cuando Denis tenía diez años-,
lar- que pone en escena una representación fundam ental sus tres hijos mayores concibieron un complot. Escondieron .
impuesta institucionalmente al gobierno de las pulsiones y que, armas en la casa (cuerdas, garrotes, herramientas) y se conju­
en consecuencia, toca al sujeto humano en su punto más sensi- raron a hacer uso de ellas contra su padre la próxima vez que la
* ble: su capacidad de represión. En el centro de este discurso de emprendiera con cualquiera de ellos. Esta revuelta fue justa­
^legalidad se encuentra una representación del Padre mítico, con mente recordada por el abogado defensor de Denis Lortie.37
la cual, por decirlo de algún modo, nos jugamos nuestras vidas.^ Quince años más tarde, Lortie iba a representar la quimera de
Técnicamente, en lo que se refiere directamente a las prácticas matar al padre, bajo la forma de un acto loco.
familiares, y cualquiera que sea la versión cultural de esta repre­ En este instante de la exposición, la fórmula poética de
sentación, la relación con el Padre mítico consiste fundamental­ Éluard que abre este capítulo - el horrible nudo de serpientes de
mente en poner lo absoluto a distancia, haciendo precisamente los lazos de sangre- adquiere su relieve y se une a los conceptos
de ese Padre el índice de la Referencia absoluta, de forma tal que de Tótem y tabú que intentan desenredar la problemática de lo
todo padre concreto se encuentre ipso fa d o bajo el estatuto limi­ prohibido allí dónde se conjugan las cuestiones del homicidio y
tado de no ser él lo absoluto. del incesto. Toda la familia Lortie sufre de la enfermedad del
He aquí por qué Lortie padre puede ser calificado como tabú, noción que yo subrayo aquí38 a fin de hacer sentir al lector
Padre de la horda -sujeto que sería lo absoluto, el poder que es que es ésa la noción que atañe al conjunto del mecanismo de la
todo, la encarnación de lo inaccesible para los seres humanos Referencia, mecanismo gravemente dañado para los sujetos de
comunes. En la realidad de su familia, él es el macho que posee
á todas las mujeres; el incesto para él no es lo prohibido. El pro­ 35 Le Devoir, 13 de enero de 1987, p. 2.
cedimiento jurídico contra su hijo hizo sobradamente fehaciente 3á Metaino/fosis, 10, versos 323ss. Sobre este texto, Legons IV, p. 74.
37 Memoria de la apelación, p. 8.
34 Véanse las reflexiones de Freud en este sentido: Tótem y tabú, op, cit, voi. xw , 38 Recuerdo esta fórmuíacitín de Freud (Tabukrankheit), ya citada en el capítulo 2,
p. 147ss. .
nota 31.
EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 133
132 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO
esta eventualidad de una manera que no sea expeditiva, creo que
esta familia. Desde esta perspectiva, si se supone que el homi­
debemos interrogamos en primer término sobre los puntos que a
cidio responde a la ruina del padre, la quimera puesta en acción
continuación expongo (puntos en los que se anuda, para el sujeto
de lo que los penalistas llaman los actos preparatorios de un tal
humano de cualquier cultura, la cuestión de la relación con el
homicidio (no realizado en el caso del complot de los hijos mayo­
Padre mítico, es decir, la relación con los fundamentos de la repre­
res) muestra hasta qué punto sensible los hijos están ellos mis­
sentación en cuanto al principio mismo de la paternidad).
mos alcanzados por esta ruina: hasta el punto en que la capaci­
i
dad de represión -represión que, en la vida corriente, condiciona
á\ Hay un primer paso que no puede olvidarse: reconocer la di­
las actividades de transposición simbólica- está en juego. Los
mensión institucional de la palabra y del lenguaje. A no ser que
hijos saltan también por encima de lo prohibido. Al callejón sin
se haga del Padre mítico, utilizando el relato freudiano de la hor­
salida del padre responde el callejón sin salida de los hijos. ¿De
da paternal, una categoría en cierto modo privada, recortada de
dónde hubiera podido venir la prohibición si la imagen del padre
los montajes que en una sociedad determinada la hacen pensable
titular estaba dañada? La ocasión es buena para indicar que, a
y subjetivamente operante, es necesario situar este nivel de la
través del tema del Padre de la horda, y precisamente esforzán­
representación allí dónde se plantea la cuestión del mito: como
dose por poner en limpio el problema de los orígenes de la pro­
problema relacionado con el discurso que instituye al Tercero
hibición en la humanidad -problema retomado por mis Leccio­
social de la palabra, en la escala de la cultura considerada y para
nes bajo la formulación muy cercana de la dogmática tradicional
cada sujeto de ella. Esto nos remite a la construcción que yo lla­
de la cultura europea: ¿para qué las leyes?-, es como Freud ade­
mo Sujeto monumental, Sujeto de ficción garante de la Ley,
lantaba esta advertencia tan importante para nuestra reflexión
puesto que garantiza el orden de las filiaciones, es decir, el con­
hoy día: el curso de las cosas psíquicas no puede ser sustraído
junto de los procedimientos simbólicos necesarios para la dife­
por una generación a aquella que la sigue,39 En la escala riel pro­
renciación (véanse mis Lecciones VII). Ahora bien, semejante
ceso Lortie, ¿qué lección deducir de tal observación? O, dicho
construcción ficcional supone que ese Sujeto asume riesgos de
de otro modo, ¿mediante qué maniobra institucional la familia
sujeto (aunque se trate de un sujeto ficticio), especialmente y por
Lortie podría haber sido socorrida, en su momento, en el nivel
la hipótesis de que él juega el juego de Jo prohibido según el dis­
de los descendientes, en la batalla con la imagen del Padre de la
curso del mito precisamente, discurso al cual, mediante el meca­
horda encamado por Lortie padre? Trataré este caso más ade­
nismo dogmático, se refieren -debería decir: en el cual se enca­
lante, pero la idea misma de un manejo de orden institucional
jan - los discursos particulares que ponen en escena la relación
sólo será imaginable en tanto que el examen esté predispuesto
con la paternidad. Leo a veces con sorpresa ciertas afirmaciones
por las condiciones de apertura de tal reflexión. He apuntado a
superficiales del psicoanálisis sobre esta materia -independien­
menudo que estamos -por dos razones cuya exposición rebasa el
temente de sus muchos méritos en otros aspectos-, las cuales no
marco de estas Lecciones VIII- mucho más acá de los problemas
dejan de tener consecuencias. Es, pues, necesario insistir: si la
planteados con mayor o menor precisión por Freud en el campo
Ley del sujeto es la ley del lenguaje, eso quiere decir que el Pa­
de la instituciónalidad y de la función de sus montajes en la cons­
dre mítico es dos veces mítico: una primera vez como Padre en
titución subjetiva. Hay aquí un campo considerable a reexplicar,
el discurso del mito en el que se constituye el Sujeto monumen­
si queremos abordar, para las sociedades contemporáneas, la
tal, y una segunda vez como representación del límite en el dis­
eventualidad del homicidio y del incesto. Ahora bien, para tratar
curso del padre concreto en la escala de la familia edípica en la
que se constituye cada individuo llamado a vivir un destino de
33 Cf. Freud, Tótem y tabú, op. cit,, pp. 159-160.
134 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 135

sujeto. Sí no comprendemos esto, inevitablemente -incluso en eí capta también la importancia de los discursos que hoy día, en las
psicoanálisis, en el que, en nuestros días, la problémática del mi­ sociedades gobernadas en nombre de ideales tecno-científicos y
to y de io institucional da lugar a tantos desastres- la puerta está de realización individual, construyen la palabra monumental, es
abierta a la ideología del sujeto-Rey en tanto que universo cerra­ decir, el discurso del instante mítico original a partir del cual se
do y autofundado, es decir, a la desaparición pura y simple del fundan las nuevas legalidades. ¿Qué significan míticamente los
límite. En resumen yo diría: la representación social, es decir, ideales de Ciencia y de Democracia desde el punto de vista
institucional, del Padre mítico supone, para cadá sujeto, la pala­ estructural en el que me coloco?
bra del padre concreto -de un sujeto que ejerce el oficio de pa­ Se puede considerar insensato y ridículo el concierto de
dre- que la inculca al hijo. Invito al lector a reflexionar sobre los lamentaciones sobre la desaparición del Padre en nuestro univer­
trabajos de Malamoud que exponen precisamente lo que trata­ so ultramoderno -ingenua ilusión que se origina en el ya desusa­
mos nosotros de examinar: la transmisión, mediante la palabra do lamento sobre ios bellos tiempos idos. Al igual que las cul­
sostenida ex officio, de una representación de eso que funda. En turas antiguas, la nuestra tampoco dispone de la libertad de con­
la cultura Veda, cuando un hijo nace, el padre lo toma en sus travenir la lógica de la diferenciación, la cual acaba siempre por
brazos y le murmura al oído una fórmula que le da un cuerpo ganar terreno, a despecho del precio pagado a las figuraciones
textual; consignándolo al fundador mítico de las líneas textuales, totalitarias del Padre de la horda encamado -de las que dan testi­
él le dice: “Tú eres Veda.”40 El problema de la categoría del monio en nuestro siglo xx los cultos divinos dirigidos a las fi­
Padre mítico en una sociedad y para todo sujeto es el mismo que guras, por ahora caducas pero siempre renacientps, de Hitler,
el de los fundamentos de la palabra. Staíin, Mao, sin contar otras figuras comparables en la vida de
las organizaciones no estatales. Un problema que se plantea a las
b] Establezcamos, pues, lo siguiente: cualquiera que se erija en ciencias sociales, si al menos alcanzan a reconocer lo que en mis
Padre de la horda juega a ser la palabra del Sujeto monumental. trabajos Ies atañe, es el de identificar y analizar los canales com­
La imagen del Padre viene así a reflejarse como imagen de locu­ plejos por los que hoy día circulan discursos aparentemente
ra allí dónde, de cualquier manera que sea, en la escala de la desligados y, sin embargo, esenciales para la emergencia con­
familia o en la de cualquier organización social, el mito del temporánea de una figura del Padre mítico adaptada a nuestro
homicidio-del-padre es falseado. Ese homicidio, en efecto, sig­ tiempo. Dicho de otro modo, ¿cómo se dispone el discurso de
nifica que ningún individuo concreto -en el relato- freudiano: los orígenes de lo prohibido de manera que pueda fundar efectos
ninguno de los hermanos, ninguno de los hijos- podría pretender normativos no desesíruciurantes, es decir, fundar los efectos de
ocupar ese lugar, lugar que no es real sino mítico. O, dicho de la imagen fundadora para las nuevas olas humanas traídas a la
otro modo, la categoría del Padre muerto, del Padre al que no se vida por las generaciones actuaíesTJúríaaún más: los sabios, en
puede ya matar -es decir de la Referencia estructural, en tanto el campo de las ciencias sociales, humanas, etc., ¿reconocen su
que lugar indestructible, fundador de legalidades-, deviene sinó­ fhnción política en tanto que función estructurante para los
nimo de la eficacia de la función de los padres en la práctica de fecién venidos a la humanidad dé hoy? Enceste terreno, las con­
un oficio destinado a pqner concretamente en obra la idea de sideraciones actúales-sobré Ta ética están todavía muy lejos de
que nadie puede, bajo pena de locura, pretender ser todo. Si uno sercom prendidásr'
cobra conciencia de este aspecto de las cosas institucionales,
c] El proceso Lortie, en tanto que caso llevado según justicia, es
40
Estoy en deuda por estas indicaciones con C. Malamoud. decir, al requerir la sociedad la inscripción dél crimen en su reía-
136 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 137

ción con la coyuntura del lugar prohibido -el del Padre de la hor­ está en la representación sin palabras. He tomado de Wittgenstein
da, prohibido a todo sujeto-, nos obliga a precisar el problema del la primera parte de su famosa pero enigmática formulación
Padre mítico considerando un punto un poco más delicado: si se (sobre aquello de lo que no se puede hablar, es mejor callarse)43
habla corrientemente de pulsión homicida, ¿en qué aspectos la a fin de que se vea de qué tipo de inhablable se trata en la pulsión
institucionalidad ha ejercido su influencia sobre esas pulsiones? homicida consumada. Tenemos que introducir una distinción
La criminología se lava rápidamente las manos ante semejante entre un aquello de lo que no se puede hablar metabolizado, es
pregunta, y los especialistas “psi”, recluidos frecuentemente en el decir, simbolizado gracias a la represión (en la vida del sujeto que
universo cerrado de los ingenieros del deseo, consideran con con­ haya tenido acceso a ia metáfora fundadora), y un aquello de lo
descendencia la problemática de los jueces o de los penalistas, y que no se puede hablar salvaje, no metabolizado (en la vida de
ven desde muy lejos las casuísticas civilistas de la filiación. A par­ un hijo en sujeción directa con lo absoluto no reprimido, bajo la
tir de esta situación, algunos grandes problemas, tan cruciales para forma del Padre de la horda encamado). Estamos aquí ante una
el psicoanálisis como para los saberes de la normatividad, son constante esencial: el más allá de la palabra, es decir, el fondo de
administrados más que estudiados en el sentido de su desarrollo y silencio de toda palabra, no se presenta de la misma manera en
de su comprensión profunda. Tal es el caso de la pulsión y de la todos los sujetos. ¿Qué es, pues, lo que constituye la diferencia
represión, dos conceptos psícoanalíticos con los que la reflexión entre los que son llevados sin demasiados daños a la dimensión
sobre el Padre mítico se encuentra inevitablemente. A conti­ simbólica, y los que quedan, si no destruidos, al menos fuerte­
nuación me limitaré a algunas observaciones:* mente incapacitados? Hay que responder: la clave del equilibrio
es el modo de entrada del Padre mítico como metáfora o como
* Si uno se refiere al homicidio consumado como al acto que puesta en acto. Dicho de otro modo, la metáfora del Padre mítico
significa el derrumbamiento del mundo -recuerdo aquí un tema está en el lugar de aquello de lo que no se puede hablar -en el
de la interpretación rabínica: el que mata es aquel que mata a lugar, pues, de lo que es preciso callar para que haya palabra-, y
todo un mundo-, esta pérdida de todo un mundo, a la que hacen las prácticas subversivas de un padre concreto disponen los estra­
eco las declaraciones del acusado Lortie hijo cuando busca sus gos subjetivos del hijo a partir de ese punto en el que la alternati­
palabras, permite, me parece, concebir mejor el instante fatal del va es situar a la represión y a lo prohibido; a la subversión de los
homicida. Yo diría que el asesino retorna a la opacidad y a lo efectos subjetivos del hijo, yo la llamo una concusión, un pillaje
indiferenciado, desfallece ante aquello de lo que no se puede (brlgandage), noción que he sostenido 44
hablar, y yo añadiría que, si él pudiera hablar, diría: “Soy yo Estas observaciones nos llevan a reflexionar sobre las condi­
quien muere” (enunciado que no debemos ya perder de vista tras ciones en las cuales se dispone aquello de lo que no se puede
constatar hasta qué punto el fantasma del suicidio surge ante los hablar simbólico -¿cómo se puede dar estatuto a lo inhablable?-
parricidas inmediatamente después del crimen -así sucede en en la escala de las instituciones y del sujeto. Lo cual nos remite a
Lortie y en los casos célebres de Pierre Riviére y Vioíette No- su vez a la problemática de la represión y de la pulsión; o, más
ziéré).41 Por retorno a la opacidad yo entiendo que el homicida se exactamente, a las técnicas de encajonamiento de la cultura y de
encuentra en la posición del que no hubiera nacido humanamente 45 Es la co n clu sió n cabal del Trac ¡a tus logtco-philosophicus, tra d . fr. París,
y oscilara de repente142 en lo indecible de su dolencia simbólica: Gallim ard, 1961,;
44 Esta noción va y viene a través del discurso sobre la legitimidad det poder, en la
41 V éanse mis observaciones en la nota 22 del capítulo 3. cultura europea. Texto clásico de Agustín: "Suprimida la justicia, ¿qué son los reinos,
42 Sobre esta noción de lo repentino (tout-á-coup) que marca el cam bio del estatuto sino vastos latrocinios (magna latrocinio)? C f. De la ciudad de Dios, 4 ,4 , (Euvres..., 33,
del discurso, s'éanse mis observaciones generales, LegaosII, pp. 142, 150-15Í, p. 541.
138 EL HOMECIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 139
EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO

la subjetividad concebidas para que funcione efectivamente el arquitectura naval: una nave desplaza tantos metros cúbicos de
discurso del Padre mítico en tanto que discurso de los orígenes y agua)- se encuentra la idea de un instante inaugural de lo humano,
de lo prohibido que viene a manipular represión y pulsión. y quisiera insistir sobre ello más adelante. El joven sujeto va a
• Cuando uno tiene que tratar un problema como el del Padre salir de la opacidad original, de la representación sin palabras, del
de la horda encamado, el padre pulsionaí que no conoce lo pro­ caos. Lo que le dejará su lugar es la cosa opaca {das Ding) -po­
hibido, hay que guardarse de ver las pulsiones como una especie dría decirse: el Jado animal, instintivo, de lo humano-, y la repre­
de reserva de la energía bruta. El psicoanálisis ha demostrado que sión originaria puede desde entonces entenderse como la entrada
esta noción, la pulsión, nos obliga a tomar en cuenta al conjunto en escena de la representación: aquello de lo que no se puede ha­
de la constitución humana,45 tanto el aspecto biológico como la blar conquista su estatuto de metáfora con las palabras del mito
instancia de la representación, y, en consecuencia, la relación con original.
las imágenes. Pero semejante relación moviliza imágenes social­ La noción de represión originaria, pieza clave de la teoría
izadas. Si queremos comprender cómo -mediante esas diferencias freudiana, sigue siendo en el psicoanálisis un concepto delicado
que son el tesoro de cada cultura- las pulsiones se van civilizando, de manejar46 Mi trabajo pretende solamente llamar la atención
acabaremos viendo también cómo la elaboración institucional de sobre el hecho de que, sí bien la represión originaria nos obliga a
las imágenes -imágenes de las cuales se alimentan tan esencial­ reflexionar sobre lo original y lo inaugural del sujeto, es igual­
mente las pulsiones individuales que se reflejan a su vez sobre mente necesario considerar la función crucial, en este terreno, de
aquellas imágenes- desemboca progresivamente sobre la con­ las construcciones de la cultura, en tanto que ellas aíslan mediante
strucción del Padre mítico, o, dicho de otro modo, sobre la metá­ palabras, en la escala social, un tiempo de los orígenes -discurso
fora fundadora de lo prohibido. Social y políticamente, esta circu­ al cual son referidas las representaciones de la causalidad desti­
lación imágenes-pulsiones es un fenómeno considerable, y la con­ nadas a marcar, en los discursos particulares familiares, las pala­
traprueba se encuentra en las irrupciones totalitarias: dejad suelta bras del tiempo originario, el tiempo del que emerge, para aquel
la brida al discurso que promueve el papel del Padre mítico y sujeto, el universo. Según esta perspectiva, detrás del mito se am­
veréis pulular a los asesinos-Padres de la horda encarnados, no ya para una exigencia lógica: el tiempo mítico del Padre primitivo
en la familia sino en la vida social común, stalinianos, hitlerianos, significa la opacidad reprimida, desplazada, puesta a distancia, a
y otros. Dicho de otro modo: la representación ligada a-la pulsión partir de lo cual lo prohibido adquiere vigencia en un encade­
del sujeto se apoya en los montajes institucionales que se imponen namiento causal. Desde el punto de vista en el que me coloco, la
sobre las imágenes de la Referencia fundadora -espacio dogmáti­ dificultad está en comprender que la represión originaria de un
co en el que se organiza, en cada cultura, lo prohibido. sujeto no se produce sin la entrada en escena de un inaugural míti­
* Cuando tratamos de imágenes y de representación es ne­ co, y que este inaugural no puede ser más que un discurso causal,
cesario recordar aquello que Freud designaba con la palabra Ur- es decir, la entrada en escena -debería decir: la irrupción-, para
verdrangung, habitualmente traducida como represión origina­ ese sujeto, de la problemática de las categorías y de la diferen­
ria, noción con respecto a la cual debe ser situado el Padre míti­ ciación. En otras palabras, cualquiera que sea la versión cultural
co. Detrás de este términb dinámico -verdrangen, en el sentido del Padre mítico y del lugar prohibido, la represión inaugural del
de recolocar, poner una cosa en el lugar de otra, desplazar (en joven sujeto no puede ser eficiente, es decir, fundadora, sí hay una
subversión sistemática de esta problemática en la familia.
45 Freud enseña que la pulsión es un concepto de demarcación (Abgrenzung) de lo
psíquico y de lo somático. Op. ci/., vol, vn, p, Í53, 46 Breve introducción en Láplanche-Pontaiis, op, át., ed, esp., pp.-379-380.
140 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 141

2. El orden genealógico como reproducción de los hijos bajo la la instancia del padre concreto en la familia, como tratamos el
ley. Creencia en el padre y deuda del padre hacia Lortie hijo problema aquí. Utilicemos, pues, la palabra herencia en el senti­
do del latín hereditas, concepto jurídico romano que nos remite
Las observaciones que acabamos de apuntar ayudan a plantear la al elemento central de la heredad, a saber, la transmisión ge­
siguiente pregunta: ¿cómo Lortie padre, transformado en Padre nealógica de la relación con el Padre. Se trata de comprender el
de la horda encamado que no conoce lo prohibido, ha podido re­ problema a que se abocan las institucipnes que se encuentran en
presentar un papel de padre para sus hijos, y hasta dónde? la situación de parte querellante en la inscripción jurídica del cri­
Particularmente para su hijo Denis, educado por su madre sola men cometido, para actuar de manera, no que Lortie padre, sufi­
desde la edad de los diez años, ¿cómo se presenta su vínculo con cientemente conocido por su comportamiento, sea desplazado de
el Padre? su lugar de padre, sino para que Lortie hijo sea llevado a tomar
Al abordar esta reflexión se impone un punto previo: la posi­ posesión de su propia herencia en un plazo marcado por la Ley;
ción de Lortie padre, en tanto que sujeto, nos remite al lugar y que, al hacerlo, tome también su lugar como padre, es decir,
ocupado por este sujeto en su propía familia de origen, es decir, como imagen fundadora, para sus propios hijos.
en relación con la problemática del Padre trasmitida por las ge­ Mis someras observaciones sobre la relación de Denis Lortie
neraciones precedentes. ¿Qué herencia podría ser la de Lortie con su padre podrían aclarar esta problemática de la herencia en
padre en cuanto a su vinculación con la Referencia? Sin duda la que se pone en juego la cuestión de la identidad subjetiva co­
alguna, ese vínculo estaba, por decirlo así, en suspenso en el mo algo que se trasmiten las generaciones sucesivas. En el nivel
nivel de su generación. Ciertos sucesos son significativos a este genealógico del acusado, esta cuestión se encontraba cruelmente
respecto; por ejemplo, su hermana se suicida, en 1975, después planteada. Desde el punto de vista de la intervención judicial, el
de haber ahogado a un hijo adoptivo, niño de cuatro años; más problema consiste en examinar en qué condiciones la acción de la
aún: su hermano estuvo obsesionado por ideas suicidas toda su justicia puede contribuir a restaurar el discurso de losfaia para la
vida, y se sabe que en una ocasión se lanzó a través de una ven­ familia Lortie. La base de tal examen se resume en la siguiente
tana en el curso de una disputa con sus padres.47 Traigo a fórmula: aquello que has heredado de tus padres, conquístalo pa­
colación estos hechos trágicos con el fin de llamar la atención ra poseerlo.*9 Semejante enunciado paradójico exige una expli­
sobre el concepto de herencia, que viene a la mente cada vez que cación: ¿cómo puede ser cuestión obligatoria el apropiarse de
casos dramáticos de este tipo son recordados ante la justicia. algo que ya se tiene? —
Mantengámonos alejados de las acepciones bioíogistas de este Tocamos aquí un punto muy delicado de la articulación entre )
término, cuyo efecto es bloquear las dudas mediante una ana­ j el reconocimiento institucional y el reconocimiento subjetivo de
logía inducida; según esta perspectiva (todavía en vigor, aunque ''j la identidad. Si partimos de las formulaciones jurídicas que cons­
de manera desviada, en la actual criminología),48 el problema tituyen la estructura genealógica, las cosas están muy claras: cada
del valor estructurante, para el autor del crimen, de un procedi­ -lugar está identificado y nosotros sabemos quién es quién; por el .
miento judicial, no podría ser planteado, y se convertiría en in­ contrario, en el orden de la subjetividad, las cosas están en una
comprensible. No obstante, es precisamente en razón de la natu­ \ semipenumbra y es la evolución de la vida misma la que resuel­
raleza institucional del vínculo con la Referencia fundadora via ve el problema de la no-confusión de los lugares. Dicho de otro
47 Memoria de la apelación, p. 11. 4y Freud cita la palabra del poeta: "IVo.í du ererbt van delnen Vatern has!, erwirb
4S V éase un manual clásico, siem pre útil: J. Pinatel y P. Bouzat, Traite de droit um es zu besitien", en Tótem y tabú, op. d i, vol. xni, p. 159; el poeta es Goethe, en
í .t,
penal et de criminologie, 3a. ed,, París, Dalloz, 1975, p. 269ss. Fausto, vers. 682-683.

«ÉL.
142 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 143

modo, la identidad para el sujeto surge de un proceso, es el equi­ otro lado, ía alusión al nudo conflictivo (“el punto negativo en el
valente de una conquista -conquista sobre la opacidad y la indi­ interior de mí mismo”)52 que no era solamente recuerdo de la
ferenciación- mientras que la distinción institucional de los luga­ negatividad de su padre, sino confesión también de ía atadura
res está ahí para recordamos que el proceso de la identificación que lo unía a él. Henos aquí ante ese punto central, indicativo de
es un proceso forzoso, y que el horizonte de inevitabilidad de ese toda la compleja articulación reconocida en el complejo de
proceso es impuesto por la Ley a todo sujeto, cualquiera que sea Edipo, que muestra que Lortie cometió su atentado -m e expre­
su sexo, para ajustarlo al destino de la especie/ El principio es­ saré aquí con una fórmula tomada de Tótem y tabú- partiendo de
tructural, bisagra que une y da juego, pero que también rechina, un único punto de vista concreto: el de la relación con el
entre los dos reconocimientos o registros que acabo de recordar, P a d reé
es el principio del Padre o, para expresarme siguiendo a Freud al Habiendo precisado aquello de lo que Lortie, como sujeto,
pie de la letra, el complejo del padre en la humanidad, complejo no podía escapar, a saber, del proceso identificatorio, debo ahora
de cada uno dedos padres5®antes de ponerlo en acción en cada resumir la esencia de la contradicción. De hecho, la violencia de
uno de los hijos. El habla común proclama a veces a cielo abierto su padre -el Padre de la horda encarnado que desconoce lo pro­
esta verdad fundamental; remito al lector a la formulación hibido- debía empujar a Denis a entrar en una representación en
española los padres (les peres) para referirse a les parents.5051 la que la figura terrorista del padre constituye una y la misma
Así, la lucha emprendida por Lortie para escapar de los fata idea con la del Padre como instancia institucional de proyección.
familiares -para escapar del discurso-acto de su padre terrorista- La locura de la matanza y de sus actos preparatorios podría
puede ser reinscrita en el intento de conquista de su propia iden­ resumirse así: ese hijo pasa al acto, tanto para escapar de la iden­
tidad como hijo, es decir en la perspectiva genealógica propia de tificación con el padre terrorista como para sucumbir ante ella.
la familia en la que Denis Lortie tiene su estatuto de hijo jurí­ Sin embargo, lo que busca este homicida es matar aquello que
dicamente cierto, pero subjetivamente incierto puesto que la he­ impide operar al principio separador, precisamente el hecho de
rencia que está ahí -la herencia de los padres, Ja idea de pater­ su padre incapaz; busca matar eL obstáculo, el padre indigno.
nidad-, aunque jurídicamente adquirida, no puede poseerla sub­ Haciéndolo, se enfrenta a ese padre en el terreno de lo absoluto
jetivamente por haberle impedido el acceso a ella su propio pa­ -al padre sustituto en que se había convertido para él el gobierno
dre. Tratemos de ver esta contradicción más de cerca. de Quebec- bajo la apariencia de las víctimas situadas por el
Si retomo el expediente del procedimiento judicial que reco­ azar en su camino durante su loco encuentro con !a Referencia
ge las declaraciones de Lortie, es notable la precisión con la que fundadora. Tal fue la contradicción delirante: conquistar el Padre
se señala esta contradicción. El eje de su pregunta de hijo está convirtiéndose en homicida, intentar abrir el acceso a la metáfo­
perfilada de la manera más clara imaginable; “¿Voy a ser yo ra del Padre muerto cayendo en el homicidio consumado.
igual que él?” En tomo a este eje oscilan los términos de Ja am­ No resulta inútil observar que en el centro mismo de su
bivalencia: de un lado, la evocación del odio (“Aquello venía..., delirio y en los días que siguieron al atentado la reivindicación
es decir, un odio de muj| lejos que se había hecho interior”); del del Padre a cualquier precio se manifiesta en la forma de una
caricatura dramática. Recordemos el encuentro de Lortie con su
50 Es por esta razón por la que he hablado de juego cruzado de funciones parentales;
Legaos IV, p. 330ss, madre después del crimen: el hijo reconocía en su madre a la
51 En francés se distingue pére (padre) de parents (padre y madre). E! plural de pe re,
péres, significa padres (referido siempre a ¡os padres masculinos) y no pareja de padre y
52 Memoria de la apelación, pp. 16,21, 17.
madre, com o en el español padres, mis padres, es decir, padre y madre. Tal es el sentido
de la observación del autor, (t .) 55 S. Freud, op. cit., yoi.xm, p. 159.
144 EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICÍDÍO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 145

persona que, al igual que la Virgen inclinándose ante el sacrifi­ institucionalidad pura. En otros términos, la idea del Padre es, al
cio de su hijo, le dejó seguir su camino; después del atentado, se mismo tiempo, la materia de las articulaciones intergenera­
sitúa en la posición del hijo común al que su oficio de padre cionales, familiares o propiamente subjetivas, y el objeto último
habría separado de la madre -un hijo que, por decirlo así, habría de las grandes reglamentaciones jurídicas. La dificultad consiste
logrado su intento de romper en él la imagen del Padre. Y el pro­ en comprender el oficio del padre concreto como uñíTfüncióm
pio golpe de fuerza se cumple como un acto que, en la parodia que yieneTa ocupar un hijo err tanto que talude manera que el
-parodia surgida del sujeto delirante-, pone a su autor en el tran­ ejercicio de este^oficio nunca está subjetivamente dado por ade­
ce de actuar en nombre de los intereses supremos de la especie lantado: debe ser conquistado, y me atrevería a decir que, por
humana (“lo que he hecho, no ha sido para mí, sino para el mun­ hipótesis, está siempre más o menos subvertido. A fin de situar
do futuro”, etc.).54 Puede decirse que, en definitiva, queriendo debidamente las cosas, quiero adelantar dos nociones esenciales,
matar al gobierno de Quebec - “el gobierno de Quebec tenía el inseparables de la institución del Padre: la creencia en el Padre y
rostro de mi padre11 el acusado buscaba la restauración del Pa­ la deuda del padre con cada hijo.
dre; mataba a quien, en la vida concreta de su familia, ponía en
escena la transgresión de todos los tabúes y la.indiferenciación. a] La jurisdicción de la dinámica genealógica: la creencia en el
Por medio de esta tragedia, Lortie quería constituirse para vivir padre. Si uno se remite a los montajes de la filiación -cuya
al precio de la vida de sus desafortunadas víctimas y de su economía ninguna sociedad hace- y si se superan ciertas dicoto­
propia vida. He ahí la verdad de ese crimen genealógico. mías engañosas (especialmente: individuo-sociedad, inconscien­
Retomemos la noción de genealogía a fin de captar cómo te-institución) que impiden reconocer la institucionalidad del
ese crimen viene a inscribirse en la continuidad psíquica de las proceso identificatorio, y, en consecuencia, tomar en cuenta toda
generaciones sucesivas -notemos la fuerza de estas fórmulas la lógica del mecanismo de la Ley, la reflexión concerniente al
tomadas de Freud-55 a partir de la relación padre-hijo. Es pre­ vínculo padre-hijo desemboca en un fenómeno de creencia. La
ciso volver sobre una de mis observaciones a propósito del institución del sujeto -la emergencia en determinada cultura, en
crimen fundamental, el homicidio de Abel por Caín; un hijo determinada familia, de un sujeto como sujeto de la palabra y del
mata a un hijo, dije (cf,, p. 103ís .) Yendo más lejos plantearía ío deseo- pasa por la creencia en el Padre. Esto quiere decir muchas
siguiente: la regulación genealógica de los lugares y la de sus cosas. En primer lugar, y ante todo, esto: ningún padre concreto es
efectos de estructura en la reproducción de la humanidad no se el dueño de lo prohibido ni dicta leyes sobre los-contenidos de io
comprenden, en tanto que maniobra institucional de las identifi­ prohibido; ejerce un oficio con el -fin-de mediatizar y hacer vivible
caciones, más que sobre la base de una reproducción, no de la'relación'de' su hijo con la Referencia absoluta, es decir, con el
padres y de hijos, sino solamente de hijos. Esta formulación principio de Ley y de Razón. En otras-palabras, no hay padre
exige comentarios profundos que serán publicados próxima­ pensable más que bajo la égida del Padre mítico, cuyo discurso
mente (Lecciones IV, 2). Me limito aquí a subrayar que ni la per­ sostiene el sistema político en el campo de la cultura.'
mutación simbólica de lugares a medida que se suceden las ge­ Hay que añadir a continuación, sobre la base de lo que nos
neraciones, ni la locura parricida se hacen verdaderamente inteli­ enseña una clínica genealógica, que nadie está de pleno derecho
gibles si no se las relaciona con la institución del Padre, y si esta en la posición de padre; se entra enj a paje m idad median te la re­
última noción no es claramente restaurada como reveladora de la nuncia a sostener su progiajjregunta de hijo frente a su hijo. Esta
54 Memoria de la apelación, p. 32.
formulación resume la quintaesencia' dé~ la función paterna que
55 Tótem y tabú, op. cii., p. 159. se expresa rigurosamente en el concepto de permutación sim-
146 EL HOMICIDIO V EL PRINCIPIO GENEALÓGICO EL HOMICIDIO Y EL PRINCIPIO GENEALÓGICO 147

bélica de lugares entre generaciones: el padre cede su lugar de este sentido, todo hijo -hijo según la formulación antigua, de
hijo a su hijo (cf. Lecciones IV, p. 298ss, y Lecciones IV, 2). En uno u otro sexo- es acreedor de su padre.
este sentido se constata que la noción de padre, en una situación Se perfila así la idea de una justicia genealógica, el arte de
familiar concreta, implica, en principio, una rivalidad entre dos hi­ lo bueno y de lo igual entre las generaciones,55
jos, es decir, entre un hijo que entra en el oficio de padre y el hijo
recién venido. Dicho de otro modo, un condicionamiento ine­
vitable entra en acción, condicionamiento que es institucional en 3] La naturaleza de Injusticia entre generaciones
el más alto grado puesto que incluye la operación de crédito que
lo sostiene; un padre es alguien que confía en los montajes de la Nos queda por enmarcar adecuadamente todo este caso en su
Referencia absoluta al decir -erga omnes, como dicen los juristas, relación con el concepto de justicia, de la que acabo de evocar su
con respecto a todos- que él es un padre. cuño europeo con la alusión al ars boni et aequi del derecho
Apenas es necesario indicar que la subversión del oficio de romano, N4e limitaré aquí a esbozar una reflexión elemental sub­
padre por Lortie padre consigna, en su caso, el advenimiento de rayando dos nociones importantes que debemos vincular a fin de
un despotismo privado, destructor de los efectos legitimantes señalar claramente qué tipo de justicia muestra la contabilidad
inducidos por su función con respecto a los hijos. Lortie hijo es, entre generaciones.
por decirlo así, hijo apenas punteado, o virtual, en el sentido de
que su propio padre le disputa ese lugar. El despotismo paterno a] Primera noción esencial; el vínculo de obligación entre padre
significa, en este caso, que el padre no ha renunciado a su pre­ e hijo. En estricta lógica jurídica, si hay acreedor y deudor,
gunta incondicionárde hijo, yque ese Padre de'rádíófdarencar- existe entre ellos un vínculo de obligación. ¿Cuál es la natu­
nado que desconoce lo prohibido es éLmismo, subjetivamente, raleza de este vínculo? Al trasponer estos conceptos del dominio
un hijo -el hijo en estado bruto. es decir, no humanizado por un del derecho ai de las relaciones genealógicas en toda su comple­
límite simbólico'construido sobre la representación del Padre jidad cultural y subjetiva, es preciso cuidar de no equivocarse.
mítico. Las sociedades ultraindustriales de tradición eurooccidental
emiten, sobre la familia y sobre la filiación, doctrinas a menudo
b] La posición del hijo como acreedor del padre. El oficio de muy tentadoras que simplifican en extremo la problemática de la
padre no es él mismo comprensible -desde el punto de vista relación padre-hijo, en el sentido de una especie de contractuafi-
estructural en que mi estudio se sitúa- salvo que se dilucide el zación en la que los ideales de nuestro tiempo se encuentran
trasfondó de la demanda incondicional del hijo frente a su padre. muy bien resumidos mediante la fórmula del Mutual Adjustment,
Un hijo es, en efecto, el que todo lo pide a sus padres; pero no caro al Management. Aquí hay error puesto que la Hberalización
debe perderse de vista que ese torio tiene que escucharse como de la vida moderna no debería confundirse con la lógica estruc­
referido a aquel a quien se dirige. El sujeto viviente que se tural de la reproducción. Disolver el vínculo genealógico en
dirige al padre le pide también, por encima de ese todo, el exce­ prácticas contractualistas de la relación padre-hijo -prácticas
dente [surp/ws], es decir, lo que el padre está en posición legal de traspuestas, poco o mucho, en ciertas jurisprudencias sobre la
darle: el límite. La exigencia del hijo incluye una petición de filiación- vuelve a conceder al padre la no renuncia a su exigen-
límite en función de su posición de ser viviente enla especie.
A partir de aquí, el vínculo padre-hijo se aclara en relación a 55 Arte de lo bueno y de lo igual, recuerdo esta definición del derecho, enlazada con
lo que, ex officio, un padre debe a su hijo: le debe el límite. En la de la justicia, a partir del acercam iento semántico his/iustitia (Digesto, 1 ,1 ,1 ) .
148 1E ES LO QUE SE ENCIERRA EN EL ACTO DE LORTIE

cia de hijo y a poner en la cuenta del hijo el acoger esta exigen­ 5

cia con los consiguientes efectos de desubjetivización para ese


hijo. Conviene, pues, plantear claramente que el vínculo de obli­ EL SISTEMA INSTITUCIONAL ANTE EL TRASTORNO
gación entre padre e hijo, según el sentido expuesto más arriba DEL OFICIO DEL PADRE.
(hacer jugar el límite en beneficio del hijo), no tiene nada que ÚLTIMAS OBSERVACIONES SOBRE EL PROCESO
ver con una concepción contractual de la vida. Yo diría: el vín­ LORTÍE t
culo en cuestión debe situarse como eje que enlaza al hijo con la
Referencia absoluta vía la instancia mediadora del padre.

b] Segunda noción esencial: la ligadura genealógica. SÍ se puede


efectivamente hablar de deuda del padre, en el sentido de una
deuda exigible por parte del hijo, el tínico medio de no desviarse Sistema institucional: por lo tanto, versión particular de la Re­
en la interpretación de semejante concepto es el de recordar la no­ ferencia fundadora, historia de las técnicas de interpretación y de
ción tomada por estas Lecciones VIII de la Biblia y del ritual ju­ los montajes normativos concebidos para tratar el homicidio y la
díos: la ligadura (cf., p, 15ss). La evocación de la Áqedah -la li­ representación del Padre. La cultura ultraindustrial tiene sus ideas
gadura de Isaac, atado al altar, listo para el sacrificio- me permite sobre el parricidio y no es libre de escapar a esta lógica. Al abor­
ubicar en una perspectiva sacrificial el orden normativo que pre­ dar una reflexión final sobre el proceso emprendido contra un
side el vínculo padre-hijo. Un sacrificio une al hijo y al padre acusado como Lortie, que se declaraba culpable, debo recordar
según lo ya indicado: el padre es instituido como aquel que vincu­ que los riesgos de la sentencia (me refiero a la sentencia definitiva
la y desvincula al hijo en relación con el homicidio, tanto por su bajo el estatuto de cosa juzgada) no pueden aislarse de un de­
propia cuenta como por cuenta del hijo. Pero debo añadir que eso terminado modo histórico y político -el tipo antropológico de ins-
sucede bajo la égida de la Ley, a fin de subrayar de nuevo que la titucionalidad propio de la tradición jurídica euroccidental- de
cuestión del homicidio está en el centro de la problemática padre- pensar el crimen fundamental, su autor y la instancia que lo juzga.
hijo y que ella se resuelve a un precio pagado al Acreedor final, Como se sabe, me mantengo alejado de toda concepción crimi­
es decir, a la Referencia fundadora. Este precio pagado es una re­ nológica que, a la manera del Management de ayer, da por senta­
nuncia a la omnipotencia de lo absoluto --en psicoanálisis: la cas­ do que el mundo es un magma desculturizado en el que las doctri­
tración simbólica de todo sujeto-: es la marca del padre. nas, heredadas de un economismo desmesurado, consideran al
derecho como un reflejo puro de las relaciones de producción.
Nosotros vamos a seguir el camino modesto.
Cuando uno se interroga sobre el alcance dejas maniobras
jurídicas, no se debe jamás perder de vista una consideración
esencial: en Jas grandes cuestiones de la humanidad con las cuales
son confrontados los sistemas institucionales es forzoso marchar a
tientas. En efecto, la propia naturaleza de tales cuestiones -el
proceso Lortie podría considerarse como un ejemplo entre mu­
chos- em pujad discurso de las leyes hasta sus últimas trincheras.
[149]
150 ÚLTIMAS OBSERVACIONES 151
ÚLTIMAS OBSERVACIONES

Se desemboca inevitablemente en la vertiente oscura -la otra pectiva de las cuestiones provocadas por el proceso, ser parte
escena del sujeto, como dice Freud-, oscura tanto para el sujeto acreedora significa lógicamente ser parte acreedora del discurso
del crimen como para los expertos y los jueces. Debemos tener en sobre el homicidio del Padre, en tanto que discurso de la Ley.
cuenta el hecho de que las sociedades han de navegar siempre en Intentemos clarificar las cosas.
esa media luz en quelas'inTtitucionesseesfuerzahTpdr daresíatu- Partiré de una constatación trivial: la del funcionamiento del
to, precisamente, por medio de la dogmaticidad jurídica. Los mé­ dispositivo normativo de conjunto determinado por la criminali­
todos científicos de dominio del fenómeno humanó (tal como ac­ dad actualmente (dispositivo propuesto por los montajes del Esta­
tualmente los concebimos) encuentran rápidamente sus límites en do y del Derecho). A las políticas judiciales, penales y adminis­
esas materias dogmáticas, particularmente en el campo del dere­ trativas en la materia se añaden hoy, mal definidas en tanto que
cho criminal, tan pronto como se tiene en cuenta la problemática instancias de legalidad pero influyentes ante los jueces, las inter­
de la Referencia y del sujeto. Conviene, pues, rehabilitar el exa­ venciones del discurso que llamo psico-legislante en la escala de
men de los fundamentos de la intervención judicial moderna, a fin nuestras sociedades, intervenciones que ponen en acción concreta­
de captar las incertidumbres que todavía pesan y pesarán necesa­ mente las prácticas de la constelación profesional psi. Invito ai
riamente sobre la decisión final de los jueces en el caso Lortie, y a lector a reflexionar sobre las condiciones en las cuales el sistema
fin, igualmente, de indicar de qué lado debemos tratar de elaborar institucional sigue hoy su nuevo camino armado de ese dispositi­
una reflexión que pueda dar su plena significación a tales incer­ vo psi subestimado por las teorías empobrecedoras de las social -

tidumbres. hehavioral Sciences, etc. Se trata esencialmente de poner en nues­


Una advertencia del juridismo francés clásico a propósito del tra perspectiva -teniendo en cuenta la historia jurídica occidental
parricidio pone ingenuamente en escena la cuestión básica: el y la problemática estudiada en estas Lecciones VIII- la doble
parricida no sucede a su padred El autor de este enunciado, jurisdicción que ilustra el crimen de Lortie.
colocándose en un punto de vista hoy día totalmente superado,
quería significar de esa manera que el homicida se sentía burlado
en sus esperanzas sucesorias el día mismo del crimen. Retomada
por mí, esta máxima resume rigurosamente el caso que tenemos I. LA JURISDICCIÓN SOBRE EL SUJETO.
LO INSTITUCIONAL PSÍ: LÍMITES, CALLEJONES SIN SALIDA,
entre manos. Yo diría: el parricida se sale de los rieles genea­
POSIBILIDADES
lógicos y se sitúa fuera de la sucesión de las generaciones; ¿es
preciso tratarlo como definitivamente excluido o se puede intentar Con ocasión del proceso Lortie, el problema de la corresponden­
su reinserción -retomaré la metáfora antigua- en el rebaño hu­ cia entre las interpretaciones jurídica y psicológica de un mismo
mano? Se puede intentarlo, claro, pero ¿cómo? He ahí, sin fiori­ hecho puede ser replanteado de la manera más interesante, puesto
turas, de qué se trata; he ahí la apuesta central de la sentencia. que palpamos aquí el nudo moderno de las dificultades para
¿Quién es la parte acreedora de esta sentencia, fuera de Lortie? analizar, esclarecer y manejar con conocimiento de causa la fun­
¿Los jueces, los expertos psi, la administración penitenciaria, las ción institucional. Al perder de vista el vínculo de la dogmática
instituciones reíacionad&s, los periodistas transcriptores del clásica entre medicina y derecho,2 la cultura europea universitaria
problema a través de los medios de información? Desde la pers- perdió ciertamente peso; quiero decir con esto que se privó de un
motivo de reflexión que hubiera evitado los tartamudeos a pro-
1 P. Bardet, Recudí d'arréts du Parlamen! de París, Avignon, 1773, í, cap. 63, pp.
57-59; sentencia en un proceso por contumacia contra un hijo sospechoso de complicidad 2 Cf. M. Herberger, Dogmaük, Zur Geschichle iw i Begríjf und Methode in Medizin
d e asesinato, después de que su padre hizo heredero universal a otro de sus hijos. und Jurispradenz, Frankfurt, K losterm ann,í98I. ■
152 ÚLTIMAS OBSERVACIONES 153
ÚLTIMAS OBSERVACIONES

pósito de la noción de legalidad, convertida por los juristas en algo se inscribían en los términos propuestos por el artículo 16 del
cada vez más distanciado de toda perspectiva que les recordara la Código criminal (equivalente al artículo del Código penal
esencia del derecho: la Ley, en el sentido dogmático de lajjaíabra, francés)3 para que el juez pudiera conservar sus propias dudas a
es la que ajusta al sefhumano _soc ia r y su6Íéfivo~a la ley déla es­ propósito de Lortie y, por lo tanto, su capacidad de juzgar. A lo
pecie. Claro que, a partir de aquí, se han de evitar igualmente ios sumo puede uno lamentar que la perplejidad de ciertos expertos
excesos dentistas que sufrimos en cuanto a la problemática del no se hubiera manifestado de modo más explícito con el objeto de"
sujeto y de la sociedad. En los procesos criminales, el experto psi ubicar con mayor facilidad el fondo de fa cuestión: el paso al acto
está hoy día preso en la trampa de lo que podría muy bien llamar­ homicida en condiciones delirantes no presupone una estructura
se la incoherencia de nuestras actitudes a propósito de esta proble­ psicótica en su autor; la atmósfera delirante (la houffée déürante)
mática: de un lado, se supone que la justicia debe tener en cuenta -noción ya aceptada- no constituye sin más una psicosis.
tanto a la sociedad/como al sujeto; del otro, sus bases son minadas . A partir de ahí, la interrogación central surge en toda su am­
en la medida en que el vínculo entre esos dos términos, a saber, la plitud: ¿hay o no alguna oportunidad para que un procesó como el
idea misma de institución, queda indefinido. No podríamos con­ que se llevó contra Lortie desemboque en otra cosa que no sea una
tentarnos apelando a los fundamentos constitucionales del Estado sentencia vacía de sentido para el acusado? Si la intervención psi,
o a algún discurso de ideales, cuando de lo que se trata es de ree- en un procedimiento como éste, presenta alguna ventaja más allá
vaiuarjm nuestra época, sobre járbase dé lmtjue saberno&del fe­ de una contabilidad médica o paramédica dirigida al juez a título
nómeno humánojhrriáturaleza antropológica de los montajes jurí­ de simple ficha técnica para un caso particular, ¿dónde hemos de
dicos. Sin embargo, actualmente, la antropología no está todavía ver el sentido de esta intervención y de qué sentido puede tratarse?
ocupándose claramente de ello. La cuestión se agudiza: ¿cómo, en Esto plantea a los sabios y técnicos psi de hoy día -y, a través de
el estado actual de las cosas -estado de incertidumbre a propósito ellos, a toda la sociedad- una serie de problemas en cadena que
de la función institucional ante la sociedad y el sujeto-, debemos nos concierne a todos: aceptar o rechazar el cuestionamiento sobre
concebir al experto psi (psicólogo, psicoanalista o psiquiatra) en el lo institucional psi, sobre sus razones de ser y sobre su alcance an­
terreno de la justicia? ¿Sabemos lo que se le pide, a través de esos tropológico en los montajes de la cultura. Voy a preparar el terreno.
análisis científicos que se suponen objetivos y exactos? ¿Lo sabe el Semejante cuestionamiento supone trabajar en el sentido de
propio experto? En definitiva, ¿a partir de qué posición puede uno una renovación del pensamiento en materia del saber psi, prin­
tratar de esclarecer, con precisión y sin jactancia, esas cuestiones? cipalmente para reequiíibrarlo, es decir, para situarlo en actitud
No sería superfluo descartar aquí las demasiado fáciles que­ más crítica en tanto que saber constituido sobre el sujeto y como
rellas entabladas a veces contra la constelación psi, la cual se en­ elemento en los montajes del vínculo institucional moderno. Si
cuentra ya inmersa en el irresistible movimiento científico-cien- existe una jurisdicción sobre el sujeto -uso este término, jurisdic­
tista de nuestro tiempo. En el proceso Lortie, los expertos psi -a ción en el sentido tradicional de un poder legal para decir lo que
los que conocí después de las investigaciones- parecen haber debe ser dicho- , 4 esto entraña que el saber psi está él mismo ins­
seguido una vía a veces incierta, pero que excluye los abusos cla­ tituido como poder para decir, inscrito en los montajes jurídicos de
sifícatenos a los que dan lugar, en tantos círculos psiquiátricos de - Art. 64: "N o hay crimen ni delito cuando el acusado estaba en estado de demencia
América y Europa, los métodos de diagnóstico denominados d s m en el tiempo de la acción, o cuando estaba constreñido por una fuerza a la que no podía re­
sistirse." Comparar con el art. 16 canadiense, citado en la p. 33.
m. Este proceso está empapado de una atmósfera clásica. Por lo 4 E ste térm ino, tom ado del derecho rom ano ( iurisdictio), ha sido o b jeto de in ­
demás, los cinco expertos emitieron observaciones en general bas­ numerables com éntanos para distinguirlo de otro térm ino, igualm ente fundamental, que
tante matizadas y redactaron sus conclusiones de tal manera que designa el poder de mando, imper iam.
1 ÚLTIMAS OBSERVACIONES ÚLTIMAS OBSERVACIONES
155

la sociedad de los que ha venido a ser una pieza maestra. Ano­ dernas en tomo del acto ilegal, del sujeto en falta, de la deuda a
temos a continuación algunos puntos fuertes. pagar, de los casos de dispensa de responsabilidad. Monopoli­
zando o intentando monopolizar la escena de los dos jueces, la
justicia de los estados secularizados ha heredado toda esta tra­
. \
1] Fundamentos de lo institucional psi: su lugar estructural en el dición, y el nuevo legaüsmo ha venido a apoyarse en expertos de
mecanismo de la Referencia fundadora todas las especialidades, entre ellos, el psi. Me parece indispensa­
ble que el saber psi vuelva sobre ese pasado, no para apropiarse de
He indicado ya el lugar de segundo intérprete en el que hay que anécdotas decorativas sobre la historia dogmática de las nociones
situar al experto psi en un proceso como el de Lortíe: el psi se di­ de locura,5 de homicidio,6 de parricidio,7 sino para ubicarse en
rige no solamente al juez, sino también, inevitablemente, al in­ una perspectiva operatoria: cómo volver a centrar la actividad psi
culpado, puesto que su discurso trata la cuestión planteada a este en el campo de la justicia. ¿Se trata de una figuración, de una guía
ultimo de tener que responder por su crimen (cf. p. 41ss). Es sub­ para la sentencia, de una actividad consejera? La multiplicación de
jetivamente imposible que ese discurso no sea, para un inculpado, los expertos psi ¿anuncia una justicia bicéfala, en nombre, esta vez,
una sentencia (parole), y que, a ese título, no se produzcan, para de la Ciencia? ¿De dónde proviene la garantía, socialmente acep­
ese sujeto, los efectos de tal sentencia en un sentido fundador o tada, de que esos interventores son expertos en el sentido científico
destructor de su persona. Desde el punto de vista psi, ¿qué lección y no en el de jueces? Vemos que se perfila así otra lectura.
deducir de esta constatación? Responderé en dos tiempos. ¿»] La intervención psi maneja el discurso fundador del sujeto.
a] La lección implica la necesidad de formalizar, por decirlo Esta intervención no puede situarse en el rango de la del experto
así, el expediente psi en tanto que comunicador de un elemento científico habitual con el que suelen tener que ver los jueces. Se
esencial a la cultura de tradición eurooccidental: los efectos nor­ sigue de aquí que la manera en que el experto psi ocupa su lugar
mativos de la distinción psique-soma. Dejo de lado la incisiva -en la relación triangular que lo vincula tanto al juez (que ío ha
cuestión de las condiciones en las cuales se instituye la concep­ delegado en su función) como al inculpado (al cual testimonia, por
ción psícosomática del hombre en Occidente, tan fundamental escrito u oralmente, lo que dice el examen de los expertos)- tiene
para la historia de las ciencias biomédicas, de la psicología y del prioridad sobre el contenido mismo del discurso. Este contenido
propio psicoanálisis (véanse las dificultades en tomo a la noción puede variar de un experto a otro. Asistimos, desde hace una dece­
de hecho psíquico) como para la evolución político-jurídica de la na de años, a reacondicionamientos profundos del discurso psi,
noción de responsabilidad. ¿Ante quién está un asesino requerido especialmente mediante la constitución de coipus sabios (corpus
de responder? Ante un juez y, a través de su mediación, ante la savants) que, en la realidad práctica, tienden a dar la impresión de
Referencia fundadora. El montaje institucional clásico había que la psique humana libera sus secretos gracias a metodologías
organizado, según ya he dicho, dos instancias: el juez de fuero codificadas según el modelo científico. Es interesante observar el
interno (por cuenta de Dios) y el juez de fuero extemo (por cuenta
de la sociedad). Vinculando estas dos instancias, un vasto sistema 5 La historia de la locura ha dejado de lado el filón jurídico. Véanse ías observaciones
de interpretaciones, mantenido firmemente en mano por !a esco­ de L. M ayali, “La folie et la norme dans la Science juridique au M oyen Age", Rechts-

lástica universitaria (tanto en los países de la Reforma protestante historisches Journal, 6 (1987), pp. 211 -229.
6 ¿Qué es él homicidio? Véanse los grandes tratados clásicos, por ejemplo Hostiensis
como en los de la Contrarreforma), había fabricado una casuística (siglo xiit), Awre« Colonia, 1612, col. 1384-1386.
muy refinada según las orientaciones ya adquiridas de la Edad 7 M ateria obligada en los sistemas que definen el parricidio como crimen calificado;
Media, y había puesto en circulación las grandes nociones mo­ así, en el derecho francés, véase al jurista-práctico G. du Rousseaud de L a Combe, Traite
des molieres criminelles, 5a. ed.} 1757, p. 115ss.
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ÚLTIMAS OBSERVACIONES ÚLTIMAS OBSERVACIONES

estallido de las categorías clasicas8 por caminos muy diversos, dades modernas organizan lo institucional segundos criterios
yendo de Ja d s m nt (cuyo objetivo fijado es el de promover una administrativos que se expanden bajo la égida de un Management
psiquiatría ateórica, universal y de muy alto rendimiento) al generalizado -noción de carácter fundamentalista, en el sentido
psicoanálisis, del que ciertas escuelas no han resistido la tentación religioso de ese término. En el fondo, el nuevo orden industrial
de reducir la pregunta sobre el inconsciente a esquemas escolásti­ tiende a gobernar pedazos, a seres humanos fragmentados, es
cos, y al intérprete al estatuto de glosador.9 Hn estas condiciones, decir, desubjetivizados. Nadie se asomara hoy día de que la me­
se hace patente que el valor de la intervención psi está amenaza­ dicina psiquiátrica con base en d s m m aplique los métodos y eí
do de incoherencia creciente, en la medida en que rechaza ser un lenguaje de la teoría de la toma de decisiones (decisión making)10
discurso institucional, cuando al mismo tiempo esos sistemas de ni que el propio psicoanálisis se comprometa en una especie de
proposiciones concurrentes se erigen en monumentos textuales ciencia del ingeniero, bajo la cual se eliminan todas las difi­
portadores de un juddismo oculto de esencia científico-dentista cultades. Al asumir, con las mejores intenciones,^ este camino, se
que evacúa inexorablemente la problemática de los fundamentos olvida que eí principio de Razón no surge de una operación téc­
institucionales del sujeto y, en consecuencia, la dimensión del nica sino que es promovido míticamente y se trasmite mediante
Padre mítico del que las instituciones son el garante. intérpretes, es decir, mediante un discurso. Igualmente, nuestros
extremados tecnicistas desconocen el tiempo lógico de la repre­
sentación -tiempo al que sacrifican las prácticas terapéuticas
2] En el horizonte de los expertos psi: contribuir a sacar de su en­ anteriores a la era científica, fundadas en una dogmática popular
clave la idea moderna de justicia, presa hoy día en la red de una embellecida por la teología auxiliadora (De auxiliis).11 La doc­
concepción administrativa de lo humano trina de la Mano divina auxiliadora, aunque pueda parecemos
coja, tiene al menos el mérito de subrayar la verdadera naturaleza
Debería decir: se trata de des-fragmentar la idea de justicia (espe­ de lo prohibido, el cual debe ser míticamente fundado para que
cialmente la idea de justicia penal) situando a plena luz la dimen­ pueda producir su efecto humanizador: los fundamentos de la Ley
sión del sujeto y su relación con lo prohibido fundador. Las socie- son ante todo representación de una escena fundadora. Mis ob­
servaciones plantean el problema de la capacidad psi para admitir
KPara eí relevo de la antigua m edicina legal descendiente de Zacchias (siglo xvu), las
y sacar las consecuencias del descubrimiento del inconsciente. Di­
categorías psiquiátricas toman rango en el discurso dogmático, el cual deja lugar a una
relativa flexibilidad, preservando así la función de intérprete del psiquiatra mismo. Hoy día cho de otro modo, ¿cuál es el destino previsible del núcleo psicoa-
n os fa lta .u n a reflexión profunda sobre los trastornos introducidos por la tecnología nalítico de la constelación psi en materia de justicia, es decir, allí
estadunidense (cf. el nuevo código publicado por la American Psychíairic Association en dónde, en la cultura moderna, sería de lo más urgente comprender
1980: Qttick referente to diagnostic criterio from dsm nt) en la psiquiatría de tradición
europea (cf. el clásico tratado francés de Henri Ey), Sobre la posición ateórica del dsm m,
por qué y cómo están vinculados la institucionalidad y la proble­
puede leerse la crítica de L. Israel, “Fin des hystéries. Fm dAine psychiatrie?”, Boiter n'est mática edípica del sujeto? Me limitaré a situar esta cuestión.
pus pécher, París, De noel, 1989, p. 205ss. Además, el fenómeno masivo del mercado de
terapéuticas y la aparición de medicamentos trasnosográficos inducen efectos de desub-
jetivación del discurso y del lazo psi-paciente. Ai final de la cadena de producción de
nuevas técnicas normativas, en fa intersección de fas ciencias sociales, de la psiquiatría y
del derecho, la criminología busca definir su estatuto; véase el impresionante cuadro de R,
Gassin, Críminohgie, París, Dalloz, 1988. 111 Para una visión de la im pronta gerencial léase el Appendtx A del program a
y E l problem a de la relación con eí texto -en Francia, la cuestión de la mente codi­ técnico publicado por la American Psych. Association; “Decisions trees fo r differential
ficadora y del legalism o que envuelve toda la obra escrita de J. L acan- se ha hecho agudo diagnosis” (Quick reference,.., p. I99ss).
en e l psicoanálisis. 11 Sobre la teología y la terapéutica, véase Legaos //, pp. 191 -192.
135 ÚLTIMAS OBSERVACIONES ÚLTIMAS OBSERVACIONES 159

3] Lo interesante del proceso Lortie: cómo trabajar para restituir En la práctica, se puede ver hasta qué punto, en un proceso
al sujeto su imagen fundadora determinado, podría ser operante reflexionar sobre los informes de
los expertos en términos de economía edípica del sujeto, cuando
No todos los procesos se prestan al abordaje de estos aspectos, este sujeto es convocado, por decirlo así, a purgar su vínculo con
puesto que en casos de psicosis grave y masivamente patente, el la Referencia en un espacio judicial -un espacio ritual izado. Los
manejo institucional se reduce a los cuidados inmediatos. Aquí, materiales están ahí: ya se ha indicado que Lortie siempre confesó
por el contrario, el paso al acto, con el valor manifiesto de un pa­ “un respeto considerable” hacia su madre,12 y se sabe que no
rricidio cumplido por un sujeto encarrilado en una atmósfera de­ sentía tal respeto hacía su padre, hacia Lortie padre, con el cual el
lirante, nos pone ante la demanda subjetiva de un criminal que, hijo se juega su identificación, es decir, su propia relación con la
confesándose culpable, pide a la Mano auxiliadora que lo ayude, identidad. Se trata de volver a pegar los pedazos de la escena
por decirlo asf, a colocar al padre en sí mismo, mediante el precio edípica' y de hacer entrar al hijo parricida bajo la Ley, es decir,
-un precio simbólico- que todo ser humano debe pagar para tener ayudar a ese hijo, nacido de una madre, a nacer también del padre.
acceso al estatuto de viviente habíante. En nuestro caso, el pro­ Los informes de los expertos y la sentencia toman, en este con­
blema planteado a la justicia no es el de administrar el miedo so­ texto, valor a la vez de interpretación, en el sentido psicoanaiítico
cial hacia el homicidio y el homicida, ni el que habita al asesino del término, y de notificación, de la Ley del Padre. Subjeti­
ante su acto, sino el de intentar retomar el discurso de los fata vamente, es ahí dónde Denis Lortie retoma, después de la travesía
familiares en el punto en que estaba entonces para Lortie. Desde del acto loco, el hilo tenso, un momento roto, de la vida.
el punto de vista en que.me coloco, dejo de lado cuestiones de im­
portancia (seguimiento terapéutico, condiciones de encarcela­
miento) pero laterales en relación con la pregunta central sobre el
fondo del conflicto. Trato solamente de indicar este conflicto, con ir. LA INSTANCIA JUDICIAL COMO TERCERO. E L OFICIO DEL JUEZ:
el que todos los que intervinieron en este proceso acabaron con­ SEPARAR A L ASESINO DE SU CRIMEN
frontados.
Llegamos ahora al punto más delicado de la empresa de este Debe uno acordarse de esto: el proceso es un acto de tres perso­
proceso: hacer operantes la elaboración de la sentencia y la sen­ nas: el acusador, el acusado y el juez. Tres personas que forman
tencia misma para el acusado-sujeto. Lortie acaba ante la justicia un triángulo: en el vértice superior, el juez, el que debe velar por
su loca carrera para restaurar al Padre, es decir, su relación con lo que las leyes no sean pervertidas. Recito aquí la lección ingenua y
prohibido y con la idea de paternidad. Pide que se le diga el lí­ trivial de los escolásticos.13 Me parece adecuada, en esta ocasión,
mite: que “se ” le diga, es decir, la instancia que ocupa el lugar es­ para introducir un concepto esencial frecuentemente evocado en
tructural a partir del cual se enuncia el discurso del límite, el mis Lecciones: el tercero.
discurso fundador de su ser, el discurso relativo al Padre para Lor­
tie hijo. Se trata, ya lo hemos visto, de lo que ata, en cada sujeto,
12 La Presse, 10 de mayo d e 1984, p. 2.
la creencia en el Padre mítico mediante la ligadura genealógica. 13 M e inspiro aquí en un texto d e Pierre d e Blois (siglo x n ) sobre la posición def
¿Qué pueden hacer en semejante coyuntura los expertos psi, juez estatuyendo al crim inat (él no conoce el crim en, ni com o hom bre, ni como Dios,
sino como juez). Véase K.W . Norr, Zur Siellung des Richters im gelehrien Pwzéss der
expertos que se dirigen por derecho al juez y de facto al acusado? -
Frtíhzeit: íudex secundum allégala, non secmdum conscientlam iudicat, Munich, Beck,
Esencialmente esto; trabajar para restituir a Lortie la imagen 1967, especialm ente p. 53 - u n libro fundamental para com prender e tlu g a r det juez en la
fundadora. cultura d e Occidente.
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ÚLTIMAS OBSERVACIONES ÚLTIMAS OBSERVACIONES

La instancia judicial.está en una posición institucional de también los juristas sufren una hipoteca análoga: el descono­
tercero, con todo lo que ello implica en relación con la economía cimiento del estatuto subjetivo de la humanidad a la cual se dirige
general de la Referencia en. una determinada sociedad y para todo el derecho, especialmente en cuanto a la dimensión inconsciente
sujeto. Esta observación anuncia por sí misma aquello de lo'que se del sujeto. Lo que está sobre el tapete, en el manejo institucional
trataba en el proceso Lortie: poner en escena, de manera eficiente que han de abordar los profesionales psi y los juristas al tratar el
para el acusado y de manera significativa para la sociedad de homicidio y la representación del Padre, es el acceso contem->
Quebec, el discurso del tercero. Dicho de otro modo: volver a dis­ poráneo del discurso sobre ía Razón. {
poner, para Lortie, las condiciones de su identificación con su pa­ Veamos ahora el proceso Lortie como casus ordinario some­
dre; y, para la sociedad en la que se desarrolló el atentado, poner a tido a la apreciación de los jueces, es decir, a ía instancia situada
prueba su capacidad política y jurídica de afrontar, mediante un en el lugar estructural que representa al Tercero mítico o, en otras
pensamiento renovado, la cuestión del trastorno del oficio de palabras, a ía Referencia fundadora de la sociedad en cuestión.
padre, “ t Este proceso remueve todas las coyunturas del parricidio, tal co­
Un proceso como éste nos debería conducir a reflexionar de \ mo acabo de exponerlas, pero evidentemente sin que los jueces
manera nueva sobre el trabajo de los jueces y sobre la dificultad ' tengan que comprometerse en una acusación de parricidio. Lortie
de elaborar una sentencia definitiva; sentencia que, en toda hipó­ no mató a su padre concreto ni a un pariente cercano -definición
tesis, habría de pesar duramente sobre el destino del sujeto Lortie. común del parricidio.14 Por lo demás, dicho sea de paso, este
Quisiera insistir sobre la importancia de los efectos de la sen­ crimen no recibe forzosamente calificación particular alguna, y,
tencia, llamada, o bien a abrir al acusado una vía posible hacía la cuando la tiene, varía de un país a otro.15 Lortie causó tres muer­
posición de hijo -un hijo lo bastante redimido de la imagen atroz tes al azar de su carrera hacia la Asamblea nacional de Quebec; sin
del homicida como para acceder a una relativa libertad subjetiva- embargo, después de estas Lecciones VIH, sabemos por qué este
o bien a cerrar esta vía confirmándolo en la posición de loco, que atentado ilustra significativamente el parricidio. Así pues, el pro­
yo denominaría de hijo-muerto viviente. Nunca debe perderse de blema se plantea judicialmente bajo la acusación de homicidio, el
vista que una sentencia de absolución por locura, en un caso en el cual, siguiendo las leyes canadienses, será de primero o de se­
que el criminal reivindica su culpabilidad de sujeto, puede tener el gundo grado según que haya sido deliberadamente planeado, o no.
valor de una puesta a muerte subjetiva y significar pura y sim­ Es preciso ver con claridad sobre qué base este proceso Lortie
plemente la condenación a la locura. Ante tal problema, ineluc­
table habida cuenta de la condición humana de la relación con la 14 Rousseaud de L a Com be, op. cit., p. 115, define así el parricidio; '*£1 crimen de
institución de la palabra, es forzoso reflexionar sobre una función / hom icidio o m uerte d el p adre, ía m adre, abuelo, abuela, herm ano, herm ana, prim o
herm ano, sea del lado del padre o de la madre, tío, tía, paterno o materno, esposo, esposa,
muy importante, raramente tenida en cuenta por los estudios del / yernp, suegro, suegra, nuera, hijo o nieto, es un parricida, Leg. i, ff. (id tege/n Pompeian
derecho: la función clínica del derecho. . ... _ . / de parricidas“ (= rem ite al Digesto, 48, 9, 1). M ás restrictivo, el Código penal francés
He tratado extensamente sobre esta cuestión (Lecciones IV, declara, art. 299; “Se califica de parricida al homicida de los padres o m adres legítimos,

2), muy delicada de manejar pero esencial, para comprender cómo naturales o adoptivos o de cualquier otro ascendiente legitimo."
15 L a difusión del derecho rom ano a través de diversos países concillando ese fondo
se presenta el futuro del derecho y de la instancia judicial en com ún con otras tradiciones de las poblaciones europeas ha producido legislaciones muy
nuestro Occidente de tradición eurooccidental. Observaré sola­ diversas; p o r ejem plo, el derecho español sigue la tradición romana, el derecho inglés la
mente lo siguiente: en el fondo, así como ía psiquiatría y los sa­ ig n o ra en este punto del h o m icid io . Un an tig u o com pendio h ace un in v en tario de
conjunto; Fuzier-Herm an, Répertoire générai alphabétique de droii frangais, 21, París.
beres psi en general están actualmente hipotecados por un des­ 1902, Vo: Parric'tde, pp. 710-716. El parricidio no es objeto de calificación jurídica en
conocimiento de la función jurídica en nuestras sociedades, así Canadá. .
162 ÚLTIMAS OBSERVACIONES
ÚLTIMAS OBSERVACIONES

podía desenvolverse. Haré a continuación algunas considera­ 2] Algunas indicaciones breves sobre cuestiones técnicas
ciones al respecto.
No abrumaré al lector con una exposición sobre el derecho y el
procedimiento judicial en vigor en Canadá. Subrayo solamente el
1] En la filigrana de las discusiones jurídicas: la situación interés de los aspectos técnicos, pues, en los sistemas de tradición
subjetiva del acusado eurooccidentaí, la relación con la Ley toma forma social y pro­
duce sus efectos normativos para todo sujeto mediante el inter­
Estaría tentado de resumir la cuestión que abarca todo este trabajo cambio de procedimientos y a partir del marco impuesto por una
judicial con la siguiente pregunta: ¿qué hacer con el acusado? Un legalidad textual. Sin la ritualidad, esa relación sería pura conta­
primer momento me parece ser el de reconocer que la atmósfera bilidad administrativa. La parte judicial se representa aquí según
delirante en que se encontraba Lortie así como su atentado ho­ el estilo propio de los países de la Common Law y, en este caso,
micida no anularon su capacidad para entrar después en la simbo­ según el estilo jurisdiccional canadiense, que ha experimentado,
lización de su acto, bajo la condición, por supuesto, de que, en ese desde hace varios años, profundos reacondicionamieníos.16
camino, fuera acompañado convenientemente a fin de elaborar su No creo deformar la compleja disposición de los argumentos
culpabilidad y, gracias a los cuidados terapéuticos, representarse técnicos intercambiados entre la acusación y la defensa, ni el
su propio lugar ante su padre y ante sus hijos. Un segundo mo­ juego de los procesos que se desarrollaron entonces y todavía
mento necesario sería el de concebir cómo semejante acto homici­ prosiguen, resumiendo las cosas así: se trata en definitiva de saber
da, consumado según el contexto descrito en el expediente, no im­ cómo, sobre la base de una acusación de homicidio,17 y decla­
plica en modo alguno la perspectiva de su repetición. La tarea de la rándose Lortie culpable (cosa que se alcanzó después de un primer
justicia, lejos de ser insuperable, puede entonces ser asumida en el proceso en el que el acusado no fue llamado a testimoniar), pueda
sentido que yo indico. Esto supone, para los que intervienen en ser jurídicamente concebible llegar a una sentencia de condena­
el proceso y para aquellos que se sienten llevados a reflexionar ción -conciliable con el estado de demencia del homicida en el
sobre él, la necesidad de salir de las consideraciones cientistas y momento de los hechos. Ahora bien, el derecho canadiense ha
situar el oficio de juez como intérprete -doblemente intérprete, mantenido hasta el presente las antiguas tomas de posición, hoy
según la doble posición del derecho: el derecho inscribe el homi­ día suavizadas en numerosos estados occidentales, sobre ía cues-
cidio en el discurso de la Referencia dándole estatuto de acto ile­ 16 Debe- señalarse un acontecim iento mayor: desde ía Constitución d e Í982 que
gal y notificando a su autor como tal; inscribe también al homi­ abolió el estatuto de D om inio (= Estado sem ¡soberano sobre el que el Parlam ento de
Londres ejercía la soberanía legislativa), una Corte suprem a ejerce el control de la consti-
cida en el discurso genealógico de la deuda, imponiendo al autor
tucionalidad de fas leyes, m ientras que, en los grados jurisdicccíonales inferiores, rto
del crimen un pago simbólico a la Referencia (en las diversas for­ im porta qué tribunal puede declarar una ley inaplicable si ía considera contraria a la
mas de la pena), es decir, al verdadero acreedor de esta deuda in­ Constitución.
17 Un hom icidio consiste en causar ilegal e ¡nlenáonalmente la m uerte de alguien.
fligida. En otros términos, el juez viene a separar al asesino de su
L os artículos 214 y siguientes del C ódigo crim inal canadiense definen e l hom icidio
crimen. Según esta perspectiva, el oficio de juez se remite a la de­ segón dos grados. S erá d e p rim er grado si h a sido planeado o d elib erad o ; en caso
fensa del principio de paternidad que, en esta ocasión, se confunde contrario, será de segundo grado. El primero es castígable con prisión de por vida, con la
con'el principio de Razón. Tal es el último horizonte de la justicia. im posibilidad de pedir la libertad a la Comisión de libertades condicionales antes de los
25 años; el segundo es casíigable con la m ism a pena, pero al dictar sentencia el juez
puede fijar un núm ero de años cualquiera entre 10 y 25 años, después de los cuales el
detenido podrá pedir su libertad. Al term inar el prim er proceso (enero de 1985), Lortie
r.if mvotiHn i'dtnahle de hom icidio en. prim er grado.
165
164 ÚLTIMAS OBSERVACIONES ÚLTIMAS OBSERVACIONES

tión de la presunción de la Razón presentada en forma de dilema teniendo en cuenta una cierta maduración de la opinión general
(el acusado ¿está loco o no está loco?). El problema se complica sobre este problema (no solamente del público sino también de los
porque la organización del procedimiento criminal y Ja declara­ medios jurídicos), se puede esperar que el sentido de Ja aequitas
ción de responsabilidad o de irresponsabilidad son de la incum­ tradicional entre los jueces (equidad, en el sentido del derecho
bencia del jurado, mientras que la pena inflingida depende del clásico) se conjugará con los esfuerzos del abogado defensor para
juez especializado. Si se considera, en las sociedades contemporá­ evitar el anquilosamiento del derecho canadiense actual.19
neas y a propósito de la fuerza de los ideales de objetivación
científica de la locura, que los jurados se acomodan con gusto a
las esquematizaciones por el estilo de las del artículo 16 del
Código canadiense, se puede estar tentado de anular el problema
planteado por el crimen de Lortie remitiendo al acusado como un
caso de irresponsabilidad total La dificultad, tanto para los jueces
como para la defensa, es, pues, grande, pero técnicamente no
insuperable: la de arreglar una situación judicial que permita con­
cebir una sentencia que module la condena, favorezca las condi­
ciones de asunción de la tarea terapéutica y pueda así mantener
abierto el horizonte del acusado. Pero la incertidumbre planea
sobre la conclusión jurídica definitiva de este proceso.18 Sin
embargo, la apuesta puede ser percibida claramente: se trata de
preservar el futuro subjetivo de Lortie, es decir, su futuro personal,
y no solamente como hombre sino también como padre, como
imagen identificadora para sus descendientes; en el nivel social, se
trata de evitar ciertos resultados absurdos en la aplicación
mecánica de las leyes y, a la vista de este riesgo, afrontar el pro­
blema de fondo de la cultura industrial: dar estatuto legalmente
visible al homicidio y a la representación del principio de pater­
nidad. Retomando las palabras de Pierre de Blois, yo diría: la jus­
ticia es responsable de no pervertir las leyes bajo la cobertura de
su rigidez, pues en ocasión de procesos como éste, toda la Política
se descubre. A pesar de la complejidad del debate técnico (a pro­
pósito del procedimiento y de la aplicación del artículo 16), y

18 H ago h in cap ié en un pu n to esen cial: el acu sad o in sis te en reco n o cer su


19 La disposición de diversos artículos de la Constitución, com binados con otros
culpabilidad en la infracción de la que es acusado. El problema jurídico fundamental es
textos del Código criminal en su estado actual, m e parecen marchar en ese sentido, el
entonces el de salir def grillete del articulo 16. De aquí la importancia de los recursos
cual abre tam bién la vía de qna m odernización del tratamiento institucional del crimen y
em prendidos después de la condena de 1985, a Fin de que se tom ara en cuenta el estado
de la locura. En el proceso Lortie, en que el acusado se confiesa culpable, sería técni­
de enajenación mental en el m om ento del crimen y perm itir así la eventualidad de una
cam ente posible desem bocar en una sentencia que evite sellar un destino.
sentencia modulada.
i

LA CUESTIÓN DEL HIJO INCIERTO 167

CONCLUSIÓN: además, para hacer posible al acusado el salirse de una posición


MÁS ALLÁ DEL PROCESO LORTIE. de hijo incierto ofreciéndole la Mano auxiliadora de la instancia
LA VUELTA DE LA CUESTIÓN DEL PADRE: judicial.
LA CUESTIÓN DEL HIJO INCIERTO Al final del camino, a la hora de los seminarios y de los tra­
bajos preparatorios para estas Lecciones, me inquieta el estado
pantanoso en que se encuentra el pensamiento en materia de de­
recho y de dogmática en nuestras sociedades presas del fanatismo
del mercado y del Management generalizado. La cuestión del
padre ¿es vendible?, ¿y cómo regular -perdón, lector, por esta
Ha llegado el momento de cerrar el expediente Lortie abordado en jerga seudojurídica a la moda- los aglomerantes de individuos
estas Lecciones como ejemplo destinado a profundizar la casuís­ autofundados, de sujetos-Reyes convertidos en miniestados, de
tica actual de la Referencia. Se trata, pues, de concluir, es decir, de hijos liberados de la creencia en el Padre? Vuelvo a decirlo: el es­
trazar más firmemente todavía el surco que ha permitido rodear la píritu de nuestro tiempo no es el de asustarse de las preguntas que
infernal cuestión que contiene este expediente: la cuestión del se nos plantean, sino el de abrir camino, a la manera de un des­
parricidio. tacamento militar de vanguardia, hacia la destrucción de toda
Guardémonos de tratar desdeñosamente las invenciones de la cuestión. Ante las catástrofes subjetivas puestas de manifiesto me­
humanidad en tomo a la lógica de la filiación. ¿Qué es un homi­ diante el crimen o el homicidio, que dan siempre a entender algún
cidio? ¿Qué es un hijo? ¿Qué es el homicidio del padre? Esquivar callejón sin salida genealógico, se evoca hoy el disfuncionamiento
estas interrogaciones se salda con lo inevitable: enviar a los hijos a familiar. Hablar de tal manera es alimentar la ilusión de que una
los inflemos. teoría administrativa pueda dar razón del oficio del padre como si
El proceso Lortie presentaba un enorme interés, más allá del se tratara de una función burocrática, y amainar por adelantado el
caso dramático de un hijo perdido. Nos advertía que, al precio de estatuto de ficción -convertido en algo absolutamente opaco para
un gran esfuerzo de reflexión, la experiencia adquirida por la cul­ la reflexión contemporánea- bajo el cual ocupa su lugar la cate­
tura de tradición euroocc iden tal con el propósito de instituir a los goría jurídica del padre; pero, además, un discurso semejante no
hijos puede ser revaluada y comprendida: los montajes institu­ deja de producir su efecto: descalificar la instancia del Padre y to­
cionales -cuya complejidad y fragilidad eran resumidas por el de­ do arreglo sustitutivo, en tanto que tercero de la palabra, en ese
recho clásico mediante el discurso del padre incierto- tienen por , teatro edípico que llamamos familia.
finalidad la reproducción de sucesivas olas humanas sin dema­ Manteniéndome alejado de la nebulosa funcionalista, recor­
siadas quiebras subjetivas. He ahí lo que siempre nos falta tener a daría simplemente que la filiación es un mecanismo de doble en­
la vista. trada o, en otras palabras, el montaje de dos tiempos lógicos ata­
Me he esforzado por poner en perspectiva un proceso penal dos por el discurso de la Referencia absoluta o fundadora. Traduz­
característico, notable por sagran alcance si se quiere volver so­ cámoslo en preguntas para nuestra época: ¿dónde está la creencia
bre los aspectos elementales del procedimiento y del derecho en (el crédito) en el Padre en las sociedades de Occidente? ¿Cómo
general. He tratado de mostrar que en ocasión de tai proceso el concebimos nosotros la ligadura genealógica?
sistema jurídico fue una salvaguardia; primero, para evitar a una
sociedad industrialista, típica del Occidente moderno, el pasar a
pérdidas y ganancias la cuestión del homicidio y del padre, y,
[ 166]
i 68 LA CUESTIÓN DEL HIJO INCIERTO
LA CUESTIÓN DEL HIJO INCIERTO 169
Desde luego, la creencia en el Padre no podría ser considerada
La creencia en el Padre está en el punto cero
como un adomo. Comprender su importancia crucial en nuestras
sociedades y en cualquier otra parte no es muy difícil sí se reco­
El concepto de Padre está ya desembarazado de todo lo que lo
noce lá lenta maduración de los individuos, y si se acepta ver en
encubría: formas sucesivas del poder ya caducas, infamias reli­
cada niño, no un adulto en miniatura, sino un ser humano en tran­
giosas y políticas puestas al desnudo por el devenir histórico, im­
ce de aparecer. Según esta perspectiva, lo prohibido* tiene alguna
posturas que amparaban el orden de las familias. El espacio está
oportunidad de aparecer en escena puesto que es un aprendizaje
ya libre para poder percibir,.en la cultura de Occidente, la irreduc-
del límite, Pero esto nos plantea, a nosotros que nos interrogamos
tibilidad de que se trata en ese punto cero de las construcciones
sobre lo bien fundado de las construcciones normativas, el eterno
institucionales: simbolizar el vacío de la separación de la madre al
problema de la humanidad: ¿cuál es el límite? La respuesta nos
que debe hacer frente todo niño, cuando se separa de la opacidad,
remite a la lógica de la Referencia absoluta o fundadora, al Ter­
es decir, cuando sale de lo indiferenciado. Los sistemas normati­
cero de las categorías genealógicas.
vos que se reparten el gobierno de la especie organizan el momen­
Es inútil dar vueltas en torno al homicidio, al incesto, a las
to de paso a través de ese vacío abismal como un segundo naci­
violencias inauditas a las que da lugar la reproducción humana; el
miento, y la tradición eurooccidental lo ha designado hace tiempo
eje de los montajes de la política y del derecho se manifiesta siem­
con una fórmula sorprendente; ser nacido del padre. Si tal es la
pre: es la Referencia. El parricidio se resuelve en un homicidio de
condición humana, si hemos de tener que ver con semejante re­
la Referencia, o dicho de otro modo, en una pretensión loca de
presentación para entrar en el lenguaje, ello presupone el disponer
destruir la humanidad. Cada homicidio, cada incesto, cada vio­
de defensas contra la amenaza de la locura: ¿cómo, en efecto, na­
lencia inaudita -cualquiera que sea el modo de cumplimiento, en
cer de un hombre como de una matriz? Un padre no es el doble de
acto o traspuesta- repite esta pretensión. ¿Quiere esto decir que
una madre, pero, a imitación de la madre, hace nacer él también.
esas locuras son manifestaciones extremas contra una relación de
El arreglo de esta analogía no nos lleva a la biología, sino más
sujeción de esencia arbitraria y que nosotros mismos estamos, en
bien a la política de las imágenes de la que emerge la Razón.
tanto que somos, en duelo con la Referencia?
La Razón presupone la puesta de las imágenes, la creencia en
Uno se equivoca si entiende la noción de Referencia absoluta
el Padre precisamente. Quien dice creencia dice función mitoló­
como equivalente de la omnipotencia despótica, es decir, como un
gica —materia sujeta a comentarios en los que nos olvidamos a
ersatz metafísico del poder totalitario. Sin duda, ciertos contrasen­
veces que se traía de las bases mismas de la racionalidad social y
tidos -¿debo decir: necedades, desvarios?- probablemente di­
subjetiva. Ahora bien, lo esencial del vínculo mitológico se con­
fundidos por la escolástica medieval en su declinación, han incul­
centra en esto: es un pasaje obligado, en el curso de los procedi­
pado al espíritu occidental de una confusión a propósito de los
mientos de acceso a la identidad, que supone la movilización,
montajes normativos, no muy alejados de una perversión: situar al
para cada recién venido a la humanidad, de todo el andamiaje
Tercero social como el Principio totalitario para el sujeto. Una
institucional Los lugares genealógicos de la madre y del padre
gran tarea nos espera a fin de alejar esta hipótesis, restableciendo
son operantes porque están fundados en una relación lógica con la
la Referencia en su estatuto paradójico: la Referencia absoluta o
Referencia tercera, es decir, en el espacio de la representación en
fundadora notifica lo absoluto y su propia negación: lo no-abso­
que se pone en juego el concepto del Padre. Digo: el concepto se
luto, es decir, el límite. Traduzcamos: la Referencia notifica a la
representa como una puesta en juego; es cosa probada -no olvi­
demos jamás el golpe representado por los hitlerianos- que una vez el principio fundador como indisponible y como significando
el límite. La economía genealógica está enganchada a esta puesta
sociedad entera puede perderse en ese trance.
170 LA CUESTIÓN DEL HIJO INCIERTO 171
LA CUESTIÓN DEL HIJO INCIERTO

social inicial, al igual que el oficio del padre encama, en la escala toda la cultura. Legislaciones y jurisprudencias de derecho civil,
familiar de la comunicación de lo prohibido, la indisponibilidad marcadas -es preciso decirlo- por un liberalismo asesino, llegan
de lo prohibido y el límite así trasmitido de manera viviente. hasta a poner en escena una genealogía para consumidores: ¿qué
dase de padre deseas? Escoge. Lo que se pide a las nuevas gene­
raciones de hijos es inconmensurable: se les pide hacer la econo­
Una pregunta para nuestro tiempo: el discurso del hijo incierto mía de la cuestión del hijo, o dicho de otro modo, de hacer su ca­
¿puede servir de base a la institucionalidad moderna? mino, de ir al diablo, al infiemo de los-sin-lugar. Desde un punto
de vista ético, si este término tiene todavía algún sentido, la cues­
Precisemos el alcance de mi formulación: a discurso incierto sobre tión se reduce a esto: ¿quién paga los platos rotos? ¿Vamos a po­
el hijo, estatuto incierto del hijo -de los hijos como hijos por y de ner el precio examinando con determinación los riesgos, sin cerrar
alguien. A la pregunta respondo en seguida: no, en principio, si los ojos sobre nuestras motivaciones inconfesables? ¿Habrá que
uno se atiene a la mecánica de los montajes transmitidos; sí, en los fijar los precios a otros, trasladando a las generaciones futuras las
hechos, puesto que la vida humana saca partido de todo, y tal es el consecuencias de la promoción del hijo incierto? Desde un punto
precio de la reproducción. Las sociedades actuales no son peores de vista institucional, se trata de hacer frente a la usura de la me­
que las de ayer; aquellas también sabían producir, bajo la apa­ táfora fundadora.
riencia del Bien, el presidio subjetivo al máximo, y arrastraban su El proceso Lortie nos pone ante la des-metaforización privada
cuota de enfermos de la representación, inocentes sacrificados en de la relación con el padre. Ahora bien, sabemos, a partir de la
el altar de los amores familiares. No tenemos ninguna lección que catástrofe hitleriana, que esa des-metaforización puede alcanzar al
recibir en nombre del pasado como tal. En cuanto al desastre con­ principio político que ponen de manifiesto los andamiajes de la fi­
temporáneo a propósito del padre, un problema central es -en el liación. El hitlerismo, preparado largamente en verdad, pero
actual contexto institucional amenazado de cientismo por las nue­ históricamente circunscrito en tanto que acontecimiento que afecta
vas regulaciones de la ligadura genealógica-1 el de no engañamos a la estructura, nos interesa en lo que concierne a la capacidad
con análisis cerrados e intenciones benéficas, sino afrontar con ri­ occidental de representarse al padre de manera distinta al collage
gor y sin énfasis una de las enfermedades mayores de la cultura biológico -concepción carnicera de la filiación, según ya he dicho.
industrialista: la imposibilidad de poner al hijo bajo el estatuto de La esencia de la des-metaforización está ahí: en la imposibilidad
hijo. Al precio de una crítica seria de los manejos amañados por de despegar el cuerpo. Hay ahí, para un sujeto humano, una fa­
las generaciones de adultos, se puede contar con la capacidad de cilidad incontestable que le dispensa de afrontar el reto del límite.
adaptación camaleónica del legalismo occidental para inventar las Dicho de otro modo: difiere el pago, trasladándolo a aquellos que
respuestas institucionales haciendo oficio de, es decir, para pre­ le siguen.
venir la ruina del oficio de padre. En el funcionamiento genealógico, cualquiera que sea el ni­
Meditemos sobre esta ruina del padre para cada uno de los vel, no hay ni secreto ni monstruo sino solamente las exigencias
dos sexos, de la que dan tes|imonÍo las dificultades para operar la de la lógica de la filiación. La rarefacción del Padre en nuestras
permutación simbólica de los lugares de una generación a otra, no sociedades produce la inmadurez y para los dos sexos el collage a
solamente en la farsa íntima de las familias, sino por cuenta de la Madre. Más allá de la inmadurez y, por así decirlo, en su alcan­
¡ Con el fin de situar ciertas derivaciones actuales y clarificar el eje antropológico
ce final, está la descarga pulsionaí sobre los hijos. En nuestros
del derecho civil, es necesario tener en cuenta la función clínica dei derecho -concepto días, puede percibirse el encadenamiento de esta lógica al revés; el
ya utilizado en mis Lecciones y sobre el que volveré en mis Leq.ons IV, 2. collage produce padres no separados de su propia madre, y son los
172 LA CUESTIÓN DEL HUO INCIERTO LA CUESTIÓN DEL HIJO INCIERTO 173

mismos padres sin padres, ios que se lanzan a la violación de los mensión y yo la dedico a ciertos hijos que habrán de leerme. En
hijos que han engendrado. Y lo mismo en cuanto a las madres. La nuestra época de industrialidad pacífica hay más de una manera de
cultura poshitleriana, por muy democrática que sea, está, en mi matar a los padres -sin cumplimientos, con toda impunidad-, y
opinión, todavía agobiada por el golpe recibido. He insistido en los hijos mueren según el nuevo estilo -en jerga administrativa: al
ello más arriba, porque vamos a necesitar mucho tiempo y mu­ estilo soft-, frecuentemente sin saberlo; matan a la humanidad en
chos esfuerzos pacientes para deshacemos del efecto homicida de ellos. 'f
la concepción carnicera de la filiación -concepción hoy día pro­ La palabra final la tomo de Svevb; “¿Por qué te quejas, papá?
movida por otros discursos diferentes de los nazis, pero igual­ ¿Te sientes mal?”2 Más tarde, antes de recibir la bofetada del que
mente eficaces. muere, el hijo escruta la mirada del padre: una mirada que no dice
La des-metaforización de la relación con el padre, sea bajo la nada. Apólogo para nuestro tiempo.
forma violenta (caso Lortie) o bajo la forma suave por contrac-
tualización o -sigamos el vocabulario administrativo- por ajuste
mutuo, lleva consigo efectos de quiebra subjetiva. Lina familia es
siempre fantasmáticamente -es decir, en relación con los retos de
la representación subjetiva- una mezcla incestuosa, y la construc­
ción institucional genealógica tiene por función inscribir al sujeto
que debe dar ahí la cara notificándole los lugares prohibidos. La
diferenciación humana se alcanza a ese precio: es necesario re­ v
nunciar a los lugares prohibidos. Esto supone que el discurso de la
necesidad esté él mismo en su lugar de derecho y, en conse­
cuencia, asumido como discurso ex officio por ocupar ese lugar.
Este discurso acaba debilitándose y se siguen efectos en cadena
con la incertidumbre del hijo promovido como tal; es por esto por
lo que los hijos de hoy día ven su estatuto antropológico deslizarse
insensiblemente hacia el de una minoría social. Un paso más, y el
hijo -adulado y obstaculizado: ambivalencia obligada^ será trata­
do como adulto miniatura al que hay que liberar de la infancia.
Debemos subrayar aquí un punto importante para una refle­
xión profunda sobre el problema del hijo, punto que el proceso
Lortie pone de relieve de manera radical: el de los efectos de la re­ i,
lación identificadora padre-hijo cuando se perfila la puesta a
muerte. De aquí surgen estas notas finales:
Un hijo mata a un hijo, he dicho más arriba. Debería ampliar
esta afirmación aclarando la otra cara de la cuestión en un campo
crucial de la cultura moderna: la puesta a muerte de los padres.
Propondría yo el siguiente aforismo: cuando se mata a un padre, 2 Me sirvo del pasaje, en la novela de Italo Svevo, La conciencia de Zeno, titulado
es un hijo el que muere. Esta fórmula conlleva más de una di- “La muerte de mi padre” .

i.
ANEXO:
VUELTA A LAS LECCIONES PRECEDENTES: ADDENDA Y
CORRIGENDA

i
Lecciones IV (continuación)

El señor Yan Thomas, autor de la edición crítica del Tratado de


cómputos del jurisconsulto Paul, ruega al lector sustituir el stem-
ma (genealogía) de la página 110 (nota 22) por el siguiente
stemma;

[177]
178 ANEXO

Lecciones VII ÍNDICE DE MATERIAS

L He recordado muy rápidamente, en la página 121, a un autor de


segunda fila, Paoío Sarpi (1552-1623), escogido como muestra de
un tipo de literatura bastante olvidado por la historia política de
las instituciones. Este religioso italiano, enemigo de los jesuitas y autor mitológico de la Ley, 23
Abel, 113ss, 144
de la curia romana, se convirtió en 1606 en el teólogo de la Repú­ abismo, 9, 29, 74, 80 Áyax, 75, 82,
blica de Venecia. Su Historia del Concilio de Trento, publicada Abraham, 24, 32, 33, 69. Cf. li­ azar (casus), 47
por primera vez en Londres, fue puesta en el Index desde el ano gadura
de su aparición (1619). Este libro divertido, muchas veces reedi­ acreedor, 147,148,162; (Refe­ bandidaje, pillaje, 22,137
rencia)-, 148 bautismo, 20, 21
tado y traducido a cinco lenguas, es muestra de una especie de pe­
acto: de tres personas {- pro­ beneficio de legalidad, 78
riodismo erudito y polémico; siendo el Concilio de Trento un ceso) 159; -preparatorios, Benveniste, E., 126
acontecimiento tan importante para la constitución de los derechos 132, 140; registro del acto, bien/mal, 48
modernos, una obra como la de Sarpi adquiere particular interés 24; Actus'non facit reum nisi biología, 35, 36, 138, 140, 154,
para comprender la evolución del espíritu público en Europa. mens sit rea, 17 171; biologismo racial, 23
acusador, acusado, 42,159
Adán, 117,122 cébala, 124
II. A propósito del término theologia, examinado en la página Caín, 113ss, 144
administración penitenciaria,
189. Me expresé de tal manera que, en su sentido moderno, el cré­ 150 Camus, A., 113
dito por la palabra teología habría que dárselo a Abelardo, este Agustín de Hipona, 21, 29, 47, Canadá, Constitución, 163s;
pionero de la escolástica. Es una manera de ver bastante común en 113, 137, 175 Corte suprema, 47
historia medieval, en todo caso extendida en las presentaciones alienación, cf. enajenación categoría, 123
ambivalencia, 75,172 causalidad, 30, 39, 44, 48, 53,
sintéticas (Berman, por ejemplo, de quien he citado con frecuencia
Ambrosio de Milán, 113 57, 88, 120, 139
Law and revolution). Pienso que debo matizar, después de haber Aqedah, cf. ligadura Cavafy, C,, 75
releído, ya tarde, un célebre pasaje de Agustín (Ciudad de Dios, Aquello de lo que no se puede cientísmo, 22s
libro 6, 5ss) citando a Varron, el gramático latino, que distinguía hablar, 136,137. Cf. Cipriano, 63
tres géneros de teología, fabulosa, natural y civil. Si mis apuntes Wittgenstein circuncisión, 20-22
son exactos, esta clasificación pasó a ser primordial en la tradición Arbor consanguinitatis, 128 Common Law, 17, 40, 45,163
Aristóteles, 120 complicidad, 150
romano-canónica; se mantuvo como una idea digna de consi­ complot de los hijos, 121, 122,
Ars boni etaequi , 147
deración en la antropología antigua y, para nosotros, que nos pre­ artículo 16 (Código criminal 131
guntamos sobre la historia y la institución de la Razón en el Occi­ canadiense), 45-47, 58, 73, comunicación, 100, 104. Cf.
dente europeo, es una fuente muy instructiva. Sobre la polémica 101, 153, 164 Tercero, vídeo.
agustiniana a propósito^de esta nomenclatura, véase J. Pépin, artículo 214 (Código criminal Concilio de Jerusalén, 20
canadiense), 163 condenación, 43,162-163
Mythe et allégorie. Les origines grecques et les contestations ju-
artículo 64 (Código criminal contractualización de la rela­
déo~chrétiennes, París, Etudes Augustiniennes,1976, pp. 13ss, francés), 45, 153 ción padre-hijo, 147s, 172.
283ss. ausente, padre, 127,128 Cf. Mutual adjustment
-de cuerpo, presente para la control social, 18
autoridad, 27 cosa juzgada, 54,149

[ 179]
180 ÍNDICE DE MATERIAS ÍNDICE DE MATERIAS 181

crimen, 62, 121, 128; -funda­ disfuncíonamiento, 167 104, 141, 142, 158 cepto freudiano), 12, 18, 59,
mental, 109, 144. Cf. A b e l, disimetría, 42 filiación, 15, 19, 21s; concep­ 62, 69, 108, 112,121, 124,
Caín, Jesús división, 61, 62, 103; distinción ción carnicera de la-, 19s, 127
c rim in a l s in c u lp a b ilid a d , 50 individuo-sociedad/ incons­ 171; tiempo lógico de la—, Hostiensis, 155
c r im in o lo g ía , 4 4 , 5 2 , 5 6 , 6 3 , 6 8 , ciente-institución, 145; psi­ 71ss; valor de verdad de la- identidad, 62, 65ss, 141s, 169;
136.140.149.156 que-soma, 21, 40, 138, 156 23; hijo, acreedor del padre, enfermedad de la-, 69; iden­
cristianismo, 9, 21, 125 dogmática, 11, 25, 57,123,150, 147; hijo del uno y del otro tificación, 35, 69, 71, 106,
cuerpo, y escrito, 100; más allá 151,155 sexo, 31, 50, 73; un hijo mata * 129,141,144,145,172
de-, 171;-textual, 134; con­ droga, 51, 69 a un hijo, 117,118,144,172 imagen, 28, 66-68, 75, 88, 100,
cepción carnicera de la filia­ foro interno / externo, 41 104, 135, 138; instancia de
ción, 19ss, 171. Cf. metáfo­ Edipo, 28-31, 74, 82, 88, 120, Freud, S., 10,18, 61, 69, 75, 112, la-, 120; viviente, 71
ra, distinción psique-soma, 143,159 122,123,130-132, 138,139 imaginario social, 120. Cf. vi­
culpa (falta), culpabilidad, 40, eficiencia, efftciency, 124 función discrim inante (Refe­ deo
47, 54, 55, 56 efigie viviente, 71, 72 rencia), 119ss inaugural, 19,139
Éiuard, P., 107,108, 131 fundar, 111 incesto, 9, 28, 34, 122, 124,
Darwin, Cb., 121 emblema, 48, 70, 71,113 129, 131,169
D e c isió n m a k in g , 121, 157 enajenación (mens aliénate , genealogía, 31, 35, 49, 72, 73, 88 inconsciente, 39, 74, 120, 161
delirio, 60, 84, 85, 109, 144; ce­ mens translata), 59ss. Cf. 103, 106ss, 117, 141, 144ss, instinto, 139
rem onia delirante, 94. Cf. artículo 16 (Canadá), artícu­ 150, 162, 168, 71; -d e institucionalidad pura (Padre),
enajenación. lo 64 (Francia) consumición, 171. Cf. Liga­ 37, 144,145
demanda, referida, 146-147; En nombre de , 26, 42, 66, 103, dura. intérprete, interpretación, 9,
-de límite, 147 120, 123. Cf. Referencia Génesis, 23, 32, 112ss, 122, 42, 46, 79, 110, 111, 123,
demonio interior, 29 enigma, 28, 75, 113s 123. Cf. Abel, Caín 124,151,154
derecho, canónigo, 41, 45, 47, equidad, 147,165 Grotius, H., 71 Isaac, 24, 32, 33, 69, 148. Cf.
63, 64, 125, 128; —romano, escena, otra-, 119, 150; -fun­ ligadura
21, 27, 36, 54, 63, 147, 161; dadora, 110, 159; -del homi­ hecho psíquico, 154 Isidoro de Sevilla, 32
-penal, 18, 34, 38, 45, 70, cidio, 104, 116; -no jurídica herencia, heredad, 141, 142;
132, 150; función clínica del derecho, 69,121; religión heredero universal, 150. Lo Jerónimo, 114
del-, 160,170 y - de los padres, 94 ^que has heredado de tus Jesús, 29, 69,112
d e re p en te , 136 Estado, 71, 72, 107, 120, 123; padres, debes adquirirlo p a ­ juego cruzado de funciones
desintrincación del padre y del —civil, 21; mini-, 40, 66, 167 ra poseerlo, 141 parentales, 141
hijo, 66ss estructura, 28, 42, 56, 70, Hermes social, hermenéutico, juez, 42, 43, 5oss, 70, 103, 120,
despenalización del homicidio, 74, 144,147, 153 100 126,136,149,150, 154, 155
51 ética, 135 Herodoto, 112 jurista, 121,128,152,160ss
d e s p l a z a m i e n t o (V e rsc h ie b u n g ), Ex paire natus (nacido de pa­ hijo, de la Patria, dé Dios, de la justicia genealógica, 107, 128,
75 dre), 32,168 Ciencia, 71; no es un adulto 147. No hay justicia ni juez
desub’jetivación, 24, 69, 148, experimentación social, 11 en miniatura, 169, 172; res­ (Caín), 115
156 ponsabilidad del-, 47
d e u d a , 1 2 5 ,1 4 7 , 1 5 5 ,1 6 2 Facultas deliberandi (facultad Hitler, nazismo, 17ss, 23ss, 71 Kuttner S., 47, 48, 57, 63
d ia g n ó s tic o , 5 7 , 5 8 ; d sm iii, 40, de deliberar), 47, 58. Cf. ena­ hombre, es hablado por adelan­
1 5 2 .1 5 6 jenación tado, 30, 39, 48; -nuevo, 121 Lacan, J., 63, 71,122,156
diferenciación, 69, 109, 124, familia, 170 homicidio, en primero o segun­ Lesa-majestad, 26
130, 135, 172; indiferencia­ fantasma común del Padre, 89 do grado, 163; - legítimo i ile­ ley, ¿por qué hay leyes?, 11, 133;
ción, 144,168 fata, 27ss, 38, 48, 69, 74, 83, gítimo, 17; -del Padre (con- -del ser vivo, 120. Cf. Padre,
182 ÍNDICE DE MATERIAS ÍNDICE DE MATERIAS 183

razón, Referencia. omnipotencia, 32, 59, 64, 65, presunción, 49; -de inocencia, sacramento totémico, 112
Ligadura, 21, 24, 32, 70, 148, 75, 89, 121 15; -de paternidad, 36; -de sacrificio, 24, 32, 33, 69, 95, 109,
167, 170. Cf. Abraham, Isaac opacidad, 108,115, 139 Razón, 15, 43ss, 58, 82, 83 112, 129, 148; el padre como
límite, 108,124,125,147,169 oráculos, 27, 30. Cf. fata prohibido, 9, 18, 23, 34, 38, 41, sacrificador, 33
locura, 15, 47, 57, 60, 63, 71, orígenes (tiempo;de ios), 139. 80, 108, 109, 110, 120-124, selfservice normativo, 40, 51,
72, 84, 87, 99, 129, 143, 144, Cf prohibido ¡ 128, 129, 138, 140, 146, 169, 66, 70
160, 164,168 Otro absoluto, 55, 63 170, 172; homicidio de lo-, Séneca, 29
Luria, I. de, 124 Ovidio, 131 113; orígenes de lo-, 132,135 separación, 68
prototipo, 71. Cf. imagen sin-lugar, los, 171
Malamoud, 134 padre, 36, 67, 106, 116, 122, psi, 30 127, 136, 151ss; psicoa­ sistema, de clasificación, 123;
M anagem ent, decisión geren- 135, 141, 142, 147; el - como nálisis, 18, 36, 39, 60-62, -institucional,149; -norma­
cial, 9, 120, 147, 149, 157; hijo, 36; creencia en el 10, 108, 111, 124, 128, 133, 136, tivo, 168; de parentesco, 168
pensamiento gestionario, 27, 140ss, 167ss; - incierto, 35ss, 139, 156; psiquiatría, 18, 40, social-behauionral Sciences, 151;
40,110,124,172 166ss; -de la horda, 129ss, 42, 43, 50, 53ss, 156s; dsm postulado de base de las-, 55
Mateo (evangelio según), 26 140, 143, 146; -fuera de la 111, 40, 152, 156; psicología Sófocles, 29, 30, 38, 73s.
,
Mater certísima pater semper Ley, 89; oficio del 35, 37, dogmática (Edad Media), 39, soñador (responsabilidad del),
incertus , 36; maternidad, 67 67, 146, 149 ss, 160,170; ra­ 41,57 47
matrimonio, 36 refacción del-, 34. Cf homi­ pulsión, 23, 130, 136, 137,138 suicidio, 95,96; -y parricidio,-
medicina (y derecho), 57, 84, cidio, mito, parricidio 93,136
151; -del alma, 57. Cf. teo­ pago, 126,148,162 razón, 9s, 18, 32, 33, 38, 43, 48, sujeto, subjetividad, 15, 37, 39,
logía, Zacchias pareja madre-hijo, 67 53, 57, 62, 64, 106, 110, 118, 42, 44, 49, 50, 51, 55, 129,
Méns rea, 17. Cf. acto parricida, 10, 15, 26, 27, 28, 31; 123, 124, 145, 161,163, 168 133, 141, 148, 150, 151ss,
media luz, 49, 50, 150 casos de—: Violette Noziére, Referencia, 22-26, 30, 33, 35, 160,161; -monumental, 20,
metáfora, 103, 128, 138, 139, 92, 107, 136; Pierre Riviére, 39, 42, 48, 53,56, 61,64, 134; -Rey, 30, 39,121,129,
150, 171; desmetaforización, 92,136; -de la República, 73; 65, 69, 70-74, 79, 103, 106, 134,167
50, 171 no sucede o su padre , 150 112, 117-126, 129, 130, 135, suma de elementos, 56
Midrash, 114, 115 paternidad escindida, 35 137, 140, 145, 147, 149, 150, Svevo, I., 173
mirada social, 81 patriarcado, 34 154, 159, 160, 161, 166, 169;
misericordia, 125 pecado, 41 función discriminante de la-, tabú (enfermedad del) (Tabú-
montajes institucionales, 37, pena, 162,163 119ss; homicidio de la-, 18; y krankheit), 69, 131
43, 105, 133, 151 penitencia, 41; secularización su propia negación, -como lí­ Talmud, 113ss
muerte subjetiva, 103 de la función penitencial, mite de sí mismo, 124, 125, teatralidad, 25, 58, 70, 79, 95,
M utual adjustement, 147,172 57,125 169; sustituto de- (droga), 99
mito, mitología, 9, 23, 24, 26, 70, pensar / actuar, 24 51, 69 teología, 70; -de socorros (de
80, 112, 121, 122, 128, 131, periodistas, 77ss, 150 Reforma, Contrarreforma, 154 auxiliis), 157
133,135,139,145,156,158 permutación simbólica de luga­ regulación social, 111 terapéutica, 157, 158, 164; mer­
res, 73, 88, 89, 117, 144, 146, represión, 128, 130, 139 cado de las-, 157; trasnoso­
naturaleza (ley de la), 57 <í 170 revolución del intérprete, 39, grafía, 156
necesidad (necessitas), 47,172 Pierre de Blois, 159, 164 46, 55 Tercero, 39, 56, 58, 70, 73, 80,
normatividad humana, 93, 109, Plath, S., 65 Richter, J.-P,, 29 100, 103, 104, 110, 117, 123,
110, 120, 121; sistema nor­ Platón, 104 ritualidad, 43, 95¿ 103, 104, 124, 134, 159, 169; triangula­
mativo, 168 Plutarco, 112 130, 163; prensa y-, 78 ción, 42, 58
precio simbólico, 75 Rómulo, 112 terrorismo, 60, .69, 72; padre
obligación, 147,148 prensa, 77ss. Cf. ritualidad terrorista, 106
■ 184 ÍNDICE DE MATERIAS

testigo, 127 87, 121,122,123


tiempo mítico, 139. Cf. filia­ verdugo, 17
ción. víctima, 56, 72, 76
todo (pedir), 146 video, 99ss
Torá,21, 114ss, 122 Virgen, 94,144
tr a n s la tio (cesión de un dere­ viviente hablante, 67, 119
cho), 63 voces de las sangres, 116
Vulgata, 32, 114,116
U rb ild(imagen original, proto­
tipo),? 1 Wittgenstein, L., 137
Veda, 134
venganza, 80 Zacchias, P., 156
verdad, 19, 23, 54, 70, 75, 79,

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tipografía y form ación: de buena fuente ,, í, .-íoJríuU
new century schoolbook 10/12 ; ' , t;b .bnínlnni i '
im preso en cuadratín y medio, s.a, de c.v.
caiz. em iiio carranza 401 '::;íí?.nryiq -R0.L ,081
col. san andrés tetepilco - del. iztapalapa
dos m il ejem plares y sobrantes
24 de m ayo de 1994

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