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EL "CASTILLO INTERIOR",
UN LIBRO MÍSTICO

El autógrafo del Castillo narla para darle forma de libro. Comienza 41


por el título: este tratado se llama "Castillo
Afortunadamente, el manuscrito ongl- interior", lo "escribió Teresa de Jesús", y lo
nal del Castillo Interior ha llegado hasta dirige "a sus hermanas e hijas las monjas
nosotros tal como brotó de la pluma de la carmelitas descalzas". Es la página de por-
Madre Teresa. Podemos hojearlo. Se halla tada. Luego, páginas adentro y entre líneas,
algo deteriorado en las páginas finales. Ha dibuja una cuadrícula rectangular y escribe:
habido que restaurarlo. porque la tinta "aquí capítulo", o bien: "moradas segun-
empleada por la autora era de fabricación das" o "moradas terceras". Así hasta el final
casera y estaba cargada de limaduras de del manuscrito: siete moradas, y 27 capítu-
metal cuyo óxido va corroyendo lentamen- los. En papel aparte anota los epígrafes de
te el papel. De ahí su color rojizo, como si cada capítulo. En lo alto de la página nume-
el manuscrito hubiese pasado por el fuego. ra los folios en cifras romanéis. y añade las
cabeceras correspondientes en abreviatu-
Basta una somera pasada por sus pági- ra: "mdas 1 i", es decir, "moradas primeras",
nas para percatarse de dos cosas: primera, etc. En casos contados se permite una
que estamos ante lo que hubiera sido el breve acotación marginal. Sólo en un pasa-
borrador del libro. Y segunda, que otras je advierte que la exposición es insuficien-
manos, diversas de la autora, han pasado te, y la completa añadiendo un papelito
por esas páginas enmendándole la plana. cuidadosamente pegado al margen con una
Sí, estamos ante el borrador del Castillo, oblea. Retazo hoy perdido.
pero borrador que se ha convertido en
Por fin, a todo el escrito le añade una
texto definitivo. Teresa lo ha escrito con
"carta de envío", que en el autógrafo hizo
pulso certero y veloz, sin tachas ni titubeos
de preliminar y hoy sirve de epilogo al
de pluma ni retractaciones. Como cuando
libro, y que como una carta cualquiera va
conversa. "Iré hablando con ellas (con las
fechada: "Acabóse esto de escribir en el
lectoras) en lo que escribiré" -es el criterio
monasterio de San José de Ávila, año 1577,
estilístico que se dicta a sí misma desde el
víspera de San Andrés". También había
prólogo de la obra. De ahí que el escrito
datado en el prólogo el comienzo de la
fiuya como una larga conversación: en pági-
obra: "hoy día de la Santísima Trinidad, año
nas llenas, con escasa puntuación, con
de 1577, en el Carmelo de Toledo. Entre
poquísimos puntos y aparte, sin división de
una y otra fecha ha transcurrido medio
capítulos, sin distinción de "moradas", sin
año. Pero a la tarea redaccional la escritora
epígrafes iniciales de aquéllos ni de éstas.
sólo ha podido dedicarle dos meses o
Bloque compacto de texto como en los
poco más: el de junio en Toledo, y el de
códices medievales o como el registro de
noviembre en Ávila. Es el período más
una larga charla en un moderno magneto-
borrascoso de su vida y de su obra de
fón.
reforma. Por culpa de la borrasca no ha
Terminada esa magna conversación podido hacer llegar el manuscrito a manos
escrita, Teresa se relee y trata de fraccio- de fray Juan de la Cruz. Mientras ella lo
relee y lo va fraccionando en moradas y pero había sido secuestrado por la
capítulos, en el otro extremo de la ciudad Inquisición de Toledo, donde sigue inacce-
de Ávila es aprisionado él, fray Juan, y lle- sible como un preso en cadenas.
vado a la carcelilla de Toledo. Sólo años Fracasados los intentos de rescate, ahí en
más tarde podrá asomarse a este Castillo Toledo mismo la autora se propone reha-
de la Madre Teresa. cerlo y contar de nuevo su vida, pero cam-
biando el rumbo del relato con un simple
golpe de ala. Deja de soslayo la narración
* * * autobiográfica, y pasa a una especie de
Al lector de hoy le interesa menos el oteo explorador de su alma y de su vida,
otro episodio de las "segundas manos" que para dar alcance doctrinal y vuelo místico a
van salpicando de tachas y anotaciones las la exposición. Narración y exposición van a
páginas del manuscrito. Se deben casi todas urdir el tranzado del libro, pero va a preva-
a dos grandes amigos de la autora: a lecer la segunda sobre la primera.
Jerónimo Gracián, su carmelita predilecto,
que corrige entre líneas y acota los márge- Sí, su alma es un castillo. Pero castillo en
nes en vista de una posible edición de la movimiento, hacia la conquista de su más
obra; y al jesuita ex-rector de la recóndita interioridad. Teresa no precisa
Universidad de Salamanca, Francisco de bien si el suyo es castillo guerrero, o casti-
Ribera, primer biógrafo de la llo "de diamante y muy claro cristal", o las
>(. Madre Teresa, que cancela una dos cosas a la vez. Pero dentro de él,
a una las enmiendas de Gracián, Teresa entiende la propia vida como voca-
y las apostrofa en una larga ción a la trascendencia. No sólo porque
nota añadida bajo el título de la ese su castillo está poblado por ella y por
obra en la primera página del el Castellano invisible. Sino porque dentro
manuscrito. de él su misma vida humana está radical-
mente llamada a entrar en la órbita de
Todavía en el último folio, Dios. Los viejos castillos que ella sin duda
antes de la "carta de envío", se conoce, tenían en la entraña un pozo o una
lee una elogiosa aprobación de hendidura abierta en la tierra o en la roca,
la obra, en grafía desgarbada y en busca de agua manantial. Algo así entre-
borrosa. Se debe al jesuita vé ella el subsuelo del alma o del hombre,
Rodrigo Álvarez, miembro de la con una misteriosa hendidura abierta hacia
Inquisición de Sevilla, porque a la trascendencia o la divinidad.
Sevilla había enviado Teresa su
manuscrito para esquivar el ace- Desde la altura de sus 62 años, Teresa
cho de la Inquisición toledana. traza el diagrama del camino recorrido a lo
largo y ancho de la vida vivida, en siete
grandes jornadas, que corresponden a
Pensamiento y otros tantos planos de hondura en la per-
argumento del libro sona. Son las siete moradas. Siete etapas
de su itinerario espiritual.
Este "castillo interior" es,
ante todo, el castillo de Teresa Pero en la exposición Teresa desborda
de Jesús. "Su alma", como ella la cuadrícula demasiado angosta de la pro-
había dicho de otra obra suya. pia historia. El simbolismo y las moradas del
El Libro de su vida era "su alma" castillo interior se repiten en la historia de
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~= ::::; hombre. Todo hombre está estructu- dón dei alma", es la zona reservada para
::.::::; en lo hondo de sí mismo en un esca- ultimar el encuentro con lo divino. Diríase
de pliegues y repliegues que, o bien que es un símbolo de trazado varonil, posi-
desarrollan y vitalizan, o bien siguen ble trasunto del paisaje amurallado de Avila
- ::rtes y oscuros en el subsuelo de sí en que Teresa ha luchado por la vida.
-.- smo. Y, a la vez, todo hombre lo mismo
:_e ella abierto a la trascendencia, Pero en seguida queda contrapuntea- 43
. : cacionado a la relación con Dios. Desde do por un segundo símbolo secretamen-
::::a óptica de Teresa se entrevé el paisaje te femenino: el agua, las dos fuentes que
la humanidad poblado de castillos inte- fluyen por una serie "arcaduces", o
.- :;res, inseparables del paisaje invisible de brotan directamente dei "pilón interior" y
::. divinidad. lo dilatan. De nuevo se trata de simboli-
zar la vida de! hombre. ahora entrevista
Ahí el pensamiento fondo del libro. como hontanar de fecundidad, pero que
_as moradas en que se articula la his- depende mucho más de las venas secre-
:oria del alma de la autora. son una tas de la gracia divina. del dinamismo
:ie de paradigma, simple punto de referen- humano.
de lo que es o puede ser la historia del
alma de todo hombre. A condición de que A la mitad del libro sobreviene un ter-
'lO reniegue de su vocación primordial. cer esquema simbólico: la
metamorfosis del gusano
seda que se transforma en
Calidad literaria del Castillo mariposa y que simboliza los
dos extremos de la existencia
Estilísticamente, Teresa ha reacuñado la humana, pero acentuando la
consigna renacentista "escribo como etapa termina!, el indefinido e
hablo", en la de "hablo escribiendo". La ha inimaginable desenlace del
formulado en términos lapidarios: "iré vuelo de la mariposa, que se
hablando con ellas en lo que escribiré" sumerge en la llama divina para
(prólogo). A esa inicial toma de posiciones la culminación de la metamor-
se debe que el estilo coloquial teresiano fosis definitiva. Se evoca el mito
alcance en este libro las cotas altas, en del ave fénix, pasa por el
diálogo llano e ininterrumpido con las lec- fuego para renovar la vida.
toras.
Y por fin, Teresa como Juan
además, ha tenido el acierto de
de la Cruz, como todos los mís-
orquestar su exposición con una auténtica
ticos, como el autor del Cantar
sinfonía de símbolos. Baste recordarlos.
de los Cantares, recurre al sím-
En la base del libro, el símbolo arquitec- bolo esponsal. Precisamente
tónico del castillo. Fortaleza y militancia para documentar en el castillo
para la travesía de la vida. El castillo es sím- la dimensión de trascendencia.
bolo del hombre. Las moradas simbolizan En última instancia, la vida del
su interioridad. El recorrido de morada en hombre está avocada a entrar
morada es el proceso evolutivo y ascen- en la esfera de lo divino.
dente de la vida del hombre, expuesta al Llamada al "desposorio" con
riesgo de la involución, pero que no Dios, dirá Teresa. Ella alega su
sucumbe a ella. La morada postrera, "hon- propia experiencia. Hace una
vaga alusión a la experiencia de fray Juan de Teresa es una serie de cosas aparentemen-
la Cruz. Y deja abierto el símbolo a la te contradictorias. Por dentro, ella es casti-
experiencia del lector. llo y jardín. Es pilón de agua manantial y
fuego de ave fénix, es arca de la alianza y
No se trata de un mosaico de símbolos templo de Salomón. Esposa enamorada y
ornamentales, con función estética, de arti- mariposa volandera...
lugio literario. En la pluma de Teresa, ese
trenzado de símbolos obedece a reclamos Cierto, esos mismos símbolos, en todo
profundos. Ante todo, a la necesidad de o en parte. han sido recreados por la lite-
introducir en el libro una franja "cosas ratura moderna. Basta recordar El Castillo
inefables", reacias al vector expresivo las de F. Kafka, o su Metamorfosis, o El Proceso,
pobres palabras nuestro léxico profano. o La Madriguera. Símbolos reacuñados
Sus símbolos son "palabras mayores", por- desde la otra de la experiencia
tadoras un mensaje no hermé- humana no religiosa. Quizá no menos
tico sino abierto al lector dotado de expe- fundos que los de pero sí más
riencia religiosa profunda. Mensaje místico desolados, más desesperanzados, desarbo-
para lectores místicos. lados valores humanos definitivos, sin
que se perfile en el horizonte simbólico la
Y en segundo lugar. ese organigrama silueta de una nao capaz de llegar al puer-
símbolos responde a la presión de un to cargada de especias, aromas y res1nas
secreto resorte autobiográfico. La autora
preciosas ...
necesita reflejarse en lo que escribe, vertir
en esas páginas !a imagen auténtica de sí Precisamente por eso, el Castillo
misma. Y elía, la de los 62 años ~lo Interior de puede entreverarse en
al final del libro~ es como una "nao la enramada la literatura moderna con
entonces", que ha hecho una travesía un mensaJe esperanza, o como un
largo recorrido, y avanza ya por la embo- espejo en que el lector de hoy pueda con-
cadura puerto, "tan demasiado de car- templar la propia imagen de hombre en
gada" que corre el riesgo "ir a lo plenitud.
hondo" (7,3, 14). Por dentro, la nao de Tomás Álvarez

Castillo interior. Teresa de Jesús y el siglo XVI. Catálogo de la


exposición. Catedral de Ávila, 1995

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