Sei sulla pagina 1di 47

LOS INCAS DE

VILCABAMBA
A la muerte de Manco Inca, a finales de 1544 y principios de 1545, la rebelión armada inca disminuyó
mucho, subsistiendo la región de Vilcabamba como un espacio segregado del resto del imperio en el
que no regían las pautas de dominación hispana.
• Las negociaciones emprendidas por las autoridades españolas perseguían formalizar un
acuerdo con los descendientes de Manco Inca para la consigna diplomática que fue
integrarlos al sistema y eliminar, astuta y pacíficamente, los vestigios últimos de la
resistencia indígena.
El Virrey Antonio de Mendoza llegó al Perú con la orden real de apaciguar la tierra de
motines y levantamientos, después de la alteración de las guerras civiles y los
levantamientos de Sebastián de Castilla y Francisco Hernández Girón. A unos los hizo
ajusticiar; a otros los devolvió a España, obligándoles a dejar las encomiendas, bienes y
haciendas ganados en la conquista. El retorno a España equivalió a un destierro para estos
indianos.
Como lo dijo Garcilaso, «que el destierro del Perú a España era castigo más riguroso que la
muerte cuando ellos la merecieran, porque iban pobres, habiendo hecho tantos servicios a
Su Majestad y gastado sus haciendas en ello.»
La infanta Doña Beatriz, esposa del conquistador de las primeras jornadas Mancio
Sierra de Leguizamo, el que jugó y perdió a los dados una efigie aurífera del sol,
podía dar fe de su convivencia con los hispanos, y en abono de ello acordó con el
Corregidor del Cusco despachar un mensajero de sangre real con indios de servicio
al reducto montañoso.
Temiendo otro engaño más de los españoles, los guardianes de la entrada al
reducto detuvieron al mensajero y su séquito. Los tutores de Sayri Túpac decidieron
que un mensajero propio partiera al Cusco para corroborar la veracidad del
mensajero de los españoles, quedando éste como rehén hasta que se verificara el
hecho.
Comprobada la legitimidad del mensajero del Corregidor y la coya, paso que, con el
mensajero de Sayri Túpac, partió Juan Sierra, mestizo que llevaba la sangre de
Manco Inga y obviamente de Sayri Túpac, portando un mensaje de paz y holgura en
el Cusco, condicionado a su salida definitiva del reducto de la resistencia inca.
• Se asimilaron al séquito el cronista español Juan de Betanzos, marido de una hija
de Atahualpa, y conocedor del quechua, y Fray Melchor de los Reyes. Luego de
vencer los justificados recelos de los capitanes que custodiaban a Sayri Túpac,
finalmente éste recibió a su pariente Juan Sierra, reparándole que aún no había
recibido la mascaipacha por no haber llegado a la hombría, por lo cual sus
capitanes debían resolver la propuesta del virrey, después de escucharla de labios
de Betanzos y el fraile.
• La resolución final fue que dos capitanes de Sayri Túpac viajaran a Lima en
compañía del primo Juan Sierra y el fraile, para formalizar el arreglo, consultado
por el Virrey con el Arzobispo y los Oidores, por el cual el Príncipe recibiría diez y
siete mil castellanos de renta para él y sus hijos, con encomienda de los indios del
repartimiento de Hernández Girón, más el valle de Yucay y una tierras encima de la
fortaleza de Sacsayhuamán para edificar su morada y casa de los indios de
servicio, según el relato de Diego Fernández El Palentino, transcrito por Garcilaso.
• Sin embargo, el Inca Garcilaso aclaró los bienes reales otorgados a Sayri Túpac,
Anotó que la renta no fue de diez y siete mil pesos sino de diez mil, porque esto es
lo que valía el repartimiento de Hernández Girón; reduciendo las compensaciones
mucho más, recibió la tierra de Yucay parcelada a encomenderos españoles. Canje
irrisorio: un imperio por un palmo de tierra. El sentido práctico de la tía coya,
mujer de un conquistador jubilado, ganó muy rápido al príncipe sin reino. Más le
valió la parcela de Yucay, rodeada de vecinos españoles, pero propiedad privada
debidamente inscrita, que las despobladas montañas de Vilcabamba.
• Canje irrisorio: un imperio por un palmo de tierra. El sentido práctico de la tía coya,
mujer de un conquistador jubilado, ganó muy rápido al príncipe sin reino. Más le
valió la parcela de Yucay, rodeada de vecinos españoles, pero propiedad privada
debidamente inscrita, que las despobladas montañas de Vilcabamba.
• Al abandonar la adolescencia y recibir la por entonces muy simbólica
mascaipacha, Sayri Túpac intuyó, asesorado por la infanta Beatriz, la soledad
metafísica de su reino nominal. El príncipe, manipulado por su tía, prefirió una
cierta seguridad al abrigo del Virrey que la incertidumbre à salto de mata, a la
sombra del fantasma de su padre. Así, cuando Sayri Túpac entró a la ciudad
imperial, entre el desconcierto de la gleba india, las briznas del incendio atizado
por su padre salpicaron el ropaje de la extraña comitiva de rendición y vasallaje.
Garcilaso presenció a los caciques que acudieron de distantes comarcas a rendirle
pleitesía con fiestas de gran solemnidad, pero aquejados de nostalgia, "de ver su
Príncipe en su ciudad y délias con tristeza y llanto, mirando su pobreza y necesidad”.
Rodeado de frailes y cortesanos, el Príncipe cumplió/ uno tras otro, los rituales de la
domesticación cultural. Se bautizó a la manera cristiana y adoptó el nombre de
Diego, en honor al Apóstol Santiago, cuyas apariciones durante el sitio del Cusco lo
deslumbraron, según relata Garcilaso. Recorrió la fortaleza de Sacsayhuamán y
lamentó ver sus muros por tierra. Recorrió también los templos cristianos y
conventos.

TITU CUSI YUPANQUI
• Secretario de su padre y cronista de sus desdichas, Titu Cusi Yupanqui se extravía
en el entrecruzamiento de su realidad y su ambición. En el mensaje-testamento
que Manco Inca habría pronunciado, lo destaca como sucesor legítimo y encarece
a los testigos de su agonía que le protejan y obedezcan como nuevo monarca. Sin
embargo, queda flotando un vacío ambiguo entre el supuesto territorio de su
padre y el reconocimiento posterior de Sayri Túpac como heredero.
• Titu Cusi afirma que los tratos del virrey fueron con él y que envió a su hermano
Sayri Túpac para que verificara las promesas. Al parecer, no hay documentos que
acrediten las afirmaciones de Titu Cusi sobre el viaje condicionado de Sayri Túpac
al Cusco, probablemente, el alegado protagonismo político de Titu Cusi desde los
años de las tratativas —1557 en adelante— con Sayri Túpac formó parte de su
argumentación para reforzar la negociación de sus derechos de sucesión al morir
el joven inca.
• A pesar del ingreso de Sayri Túpac al sistema de colonización, Titu Cusi conservó
Vilcabamba, como foco latente de nacionalidad.
• los tratos iniciados por los españoles para anular o debilitar la insurgencia indígena
indican que no se había sofocado la inestabilidad de la agreste región y que no
habían ganado mucho con la absorción de Sayri Túpac al sistema de dominación.
• Huestes de Titu Cusi amagaban las caravanas de comerciantes que transitaban en
la ruta entre Lima y el Cusco, obligándolos, algunas veces, a viajar con escoltas. La
correspondencia incautada a los descendientes de la aristocracia inca revela que
alentaban a Titu Cusí a no acceder a su salida de Vilcabamba, puesto que ellos
mismos experimentaban, cotidianamente, las presiones del dominador español
para arrebatarles sus propiedades y diluir el legado de su cultura ancestral.
• Circularon versiones en el tiempo de la rebelión de Hernández Girón que el inca
organizó secretamente un levantamiento general para expulsar a los españoles no
solamente del territorio peruano sino también de Chile y Argentina, donde sus
mensajeros concertaban la revuelta con los araucanos y los diaguitas de Tucumán,
incluyendo también a los belicosos chiriguanes de Bolivia y Paraguay. Se habló
entonces de que se guardaban grandes cantidades de armas en escondites
subterráneos, lo mismo que alimentos secos para asegurarse las provisiones en el
caso de una guerra larga. Revelaciones de un indígena en el confesionario pusieron
en alerta a las autoridades españoles y el complot se debilitó hasta diluirse por
completo.
• Las vinculaciones de diaguitas y chiriguanes con un complot incaico, cuyo centro
estaba en la lejana e inaccesible Vilcabamba, tienen resonancias fantásticas. Titu
Cusi no menciona en su crónica los supuestos arreglos conspirativos, ni hace
alusión a grupos indígenas tan distantes como chiriguanes y diaguitas. La
capacidad de convocatoria de Titu Cusi estuvo limitada por la geografía y la
topografía, dado que tan difícil era entrar como salir del reducto selvático de
Vilcabamba.
EL TAQUI ONCOY
Si la conspiración de Titu Cusi Yupangui con diaguitas y chiriguanes se esfumó en
inconvincentes rumores, una conmoción real estremeció el virreinato alrededor de
1560 al revelarse que innumerables indígenas de los andes meridionales seguían
fieles a sus dioses ancestrales y que la supuesta conversión al cristianismo era
combatida como parte de un poderoso movimiento de resistencia cultural a la
colonización española.
• El padre Cristóbal de Molina, cura de la parroquia de Nuestra Señora de los
Remedios en el Hospital de los Naturales del Cusco, el más puntual y prolijo
recopilador de los ritos religiosos incaicos, es uno de los cronistas que registró con
amplitud la vigencia del espiritualismo religioso precolombino, a treinta años del
inicio de la conquista española.
• El descubrimiento de que predicadores indígenas reivindicaban el retorno a las huacas
como espacios sagrados de culto por todo el territorio surandino puso en alerta a las
autoridades políticas españolas que se valieron de funcionarios civiles como Cristóbal de
Albornoz para identificar a los predicadores y practicantes del Taqui Oncoy y sancionarlos
al estilo inquisitorial.
• El extirpador de idolatrías Cristóbal de Albornoz recorrió el área de la sierra meridional,
Arequipa, Apurímac, Ayacucho, Cuzco, Huancavelica, incluyendo Lima, a la búsqueda de
los adeptos al Taqui Ongoy, dejando tres Informaciones de Servicios en los años sucesivos
de 1570, 1577 y 1584, que fueron rescatadas por el historiador Luis Millones en 1964. "Las
Informaciones de Cristóbal de Albornoz. Centro Intercultural de Documentación. Luis
Millones. "Un movimiento nativista del siglo XVI. Revista Peruana de Cultura. No.3. 1964,
Luis Millones, "La idolatría de Santiago": un nuevo documento para el estudio de la
evangelización en el Perú. Cuadernos del Seminario de Historia No.7. 1964. Instituto Riva
Agüero
• Molina también transcribe mitos incaicos, como el de la primera pareja de la
humanidad, el diluvio universal, la existencia de un Hacedor de todas las cosas y
otros recurrentes elementos de la historia universal de las religiones que, por su
analogía con la doctrina cristiana, invitan a la tolerancia religiosa y a la
comprensión etnográfica. Detalla los ritos y ceremonias que se celebraban en el
calendario religioso de cada mes del año, demostrativo del intenso misticismo del
pueblo quechua.
• Dentro de la estrategia contra reformista de agresividad e intolerancia contra
otras religiones aprobada por el Concilio de Trento, Albornoz asevera que "halló
una neua seta que estaua sembrado por toda la tierra entre los indios y naturales
de la que llamaban taquiongo y el fundamento de la fue auer creído los yndios en
general que todas las guacas del reino quantas abian quemado los cristianos e
destruido auian rresuzitado y estauan repetidas en dos partes las unas con la
guaca Pachacama y las otras con la guaca Titicaca que eran las dos principales e
questas se avian juntado para dar batalla a Dios Nuestro Señor e que los españoles
de esta tierra se acabarían presto porque las guacas le ordeauan enfermedades
para matarlos a todas las quotes estauan henojadas con los indios que se habían
vuelto cristianos", informaciones de Cristóbal de Albornoz. 1/37.
• El hecho es que el Taqui Ongoy alentó un movimiento integral de resistencia que
se planteó simultáneamente en varios frentes, como se deduce de las versiones
españolas. En el plano religioso, el Taqui Ongoy exhortó al mantenimiento de las
creencias religiosas nativas no sólo por razones ideológicas sino, porque, tras
treinta años de dominación hispana, eran palpables las discordancias entre lo que
predicaban los sacerdotes católicos sobre la igualdad de los hombres y el amor al
prójimo; y las diferencias reales entre blancos e indígenas, además de la
explotación despiadada de la mano de obra autóctona en las encomiendas, minas,
obrajes etc.
En el plano cultural, por otro lado, se empezaba a deteriorar la identidad étnica en la
asimilación de indumentos, culinaria y estilo de vida.
Leyendo al trasluz las informaciones de Albornoz, Molina, Polo de Ondegardo y
Arriaga, se observa que los visitadores religiosos pintaron a los adeptos de la Danza
del Fin del Mundo, bajo pautas religiosas occidentales, (endemoniados y herejes),
por completo ajenas al etno precolombino, pero que, en realidad, el temor virreinal
apuntaba a lo que el Taqui Ondoy significó como una posible reorganización del
poder indígena cuando todavía no se consolidaba el dominio hispano.
El cerco del Cusco por Manco Inca mostró la precariedad de la dominación española
en el axis mundi incaico. El éxodo del poder inca del Cusco a Vilcabamba se asimiló
como una nueva etapa importante en la estrategia de una resistencia indígena que
se había focalizado en Vilcabamba. Avanzando mucho más en el desarrollo de la
estrategia, la presencia de múltiples santuarios del Taqui Oncoy en la sierra sur y en
la costa registraba el principio de una resistencia desfocalizada que podría activar
nuevos puntos y nuevos conceptos de insurrección.
Aculturar para dominar era la consigna española puesta en práctica ya con la
asimilación de Sayri Tupac y la negociación in progress con Titu Cusi Yupangui. . Pero
en 1560 la resistencia estaba viva y actuante, con el reencuentro de los adoratorios
de las huacas, con la adición de una metamorfosis a través de la cual, según el
visitador Albornoz, los militantes del Taqui Oncoy se fundían con las huacas o ellos
mismos se proclamaban huacas, vale decir cerros, lagunas, valles, altiplano, que
encarnaban en seres humanos y viceversa. En verdad, el visitador se desconcertó
por la comprensión polivalente de huacas, aunque, en verdad, no estaba ante nada
que no preexistiera en el imaginario precolombino.
• La huaca podía ser a la vez espacio u objeto del culto, adoratorio, hombre, mujer, ídolo,
dios. En otras palabras, se podía usar el cerro, como adoratorio desde el cual se ofrendaba
el sacrificio de llamas o se elevaban oraciones al Pachayachachic; o la huaca se
representaba con figura humana; "una peña grande figura de hombre" pinta Molina a
Huanacauri. El panteísmo religioso aborigen se expresaba en estatuas representativas del
Sol, el Trueno, las Estrellas. En las informaciones de Cristóbal de Albornoz se caracteriza al
Taqui Oncoy por el antropomorfismo de los adoratorios o huacas, constituyendo la
respuesta inca a la imaginería católica de cristos y santos en que reposó la evangelización.
• Queda claro que los líderes religiosos indígenas habían puesto en marcha su propia
contrarreforma para contener la penetración religiosa española y que el Taqui Oncoy no
era intrínsecamente una secta que había aparecido de manera sorpresiva sino una
reformulación doctrinaria de ancestrales cultos para combatir la evangelización
cristiana. Más aún, si algún indígena crédulo aceptó en principio la doctrina cristiana como
mensaje de fraternidad y pacifismo, en poco tiempo regresó a sus cultos al comprobar en
carne propia la distorsión pragmática de la prédica evangelizadora. El predicador trataba
de convencerlo que el cristianismo es amor al prójimo, pero el corregidor o encomendero
cristiano desmentía el mensaje, tratando a los naturales como a esclavos.
• Y así, progresivamente, los naturales acabaron rechazando o fingiendo el adoctrinamiento
religioso de los sacerdotes católicos al corroborarse que muchos de ellos no eran otra cosa
que correas de transmisión de un sistema de dominación discriminatorio, deshumanizado
y anticristiano en sus propios términos ideológicos. Azotando o encorozando a los
dirigentes y acólitos del Taqui Oncoy, no iban a desaparecer las lacras generadas por los
abusos de la dominación y mucho menos imponiendo el catolicismo como tormento del
Tribunal de la Santa Inquisición.
Lo que afloró de la expansión territorial del Taqui Oncoy fue, por un lado, la fortaleza de la
adhesión indígena a su autónoma y propia cosmovisión. Se percibió a través del Taqui Oncoy
que existía una fuente de liderazgo ideológico, paralela a la que provenía de los incas de
Vilcabamba.

• Para la raza indígena fue alentador comprobar, como lo verificó Albornoz, que curacas y
líderes comunales reclutados por las autoridades españoles, estaban entre los adeptos del
Taqui Oncoy, revelándose así que, en lo externo, aparentaban su conversión al
cristianismo, pero que, en la intimidad personal y familiar, respetaban y practicaban sus
creencias ancestrales. La fuerte presión española les obligaba a un desdoblamiento
religioso, frecuente en tiempos modernos. Engrampada a la dominación económica, la
evangelización actuó como parte del sistema general de contrarreforma que España
impuso al resto de Europa, sobre todo a los disidentes germánicos y escandinavos, en el
Concilio de Trento
• De esa guisa, la evangelización se trasplantó al nuevo mundo con el diseño
fundamentalista del concilio que catalogó como herejía cualquier matiz de
disparidad en el culto y la liturgia. El fundamentalismo tridentino vedó en última
instancia el aprovechamiento inteligente del profundo misticismo del imaginario
indígena, execrando como paganismo o salvajismo lo que no coincidía con la
doctrina aplicada sin reservas ni contemplaciones.
• Mientras los sobrevivientes del imperio de sus abuelos rescataban sus creencias
religiosas como una desesperada afirmación de identidad étnica, Titu Cusi
pugnaba por negociar con los españoles una reconciliación política redituable.
Desconfiado por todo lo que se hizo con su padre, Titu Cusi Yupanqui exigió
certificados médicos cuando conoció la muerte de su hermano Sayri Túpac y sólo
aceptó las negociaciones, una vez se acreditó el deceso por causas naturales.
Como negociador principal, el Conde de Nieva nombró a un destacado jurista, don
Juan de Cuenca, Oidor de la Audiencia de Lima, y visitador de corregimientos.
• El Oidor Cuenca envió una amonestación escrita a Titu Cusi, exigiéndole que
devolviera a los naturales bajo advertencia de usar la fuerza de no cumplirse la
solicitud. El tono de la carta determinó que Titu Cusi derramara espías y vigilantes
para alertarse de algún intento de despliegue de fuerzas militares: "El cual doctor
Quenca nunca más me respondió cosa ninguna, más antes yo fui al camino por
donde había de pasar para ver si todavía que quería dar la guerra dicha; y de esta
salida traje para casa más de quinientos indios de diversas partes, y volvuíme a
quietar a mi casa; en la cual recibí una carta del dicho doctor Quenca escrita en
Lima... En la cual se me ofrecía mucho y me rogaba que lo pasado fuese pasado"
• Titu Cusi puso condiciones para acceder a su salida de Vilcabamba. Dirigió una
carta al fraile agustino Juan de Vivero, exponiéndole las desilusiones que sufriría al
ir al Cusco y ver en manos de personas extrañas los bienes de su padre: ¿” Queréis
vos, padre, que vaya yo al Cusco y que vea la casa de mi padre en poder de fulano y la
chácara de mi padre en poder de fulano?, oh,cit. XXIVV.
• Titu Cusi mantenía correspondencia con eclesiásticos españoles establecidos en el
Cusco, sobre todo, con su apoderado, el cronista Juan de Betanzos, y ese canal de
comunicación lubricó el entendimiento con las autoridades virreinales. La
información sobre la espiritualidad de Titu Cusi se deslizó desde Vilcabamba.
• Aprovechando los contactos del inca con los eclesiásticos, la estrategia
diplomática del Conde de Nieva giró en 160 grados, dejando la amenaza de
represalias para atacar el frente religioso. La coyuntura aprovechada fue la boda
entre el hijo de Titu Cusi, don Felipe Quispe Tito, con su prima Doña Beatriz, hija
de la coya y de Mancio Sierra. Y para que el matrimonio se efectuara bajo el rito
cristiano, los padres del novio debían instruirse, es decir Titu Cusi debía convertirse
y recibir el bautismo
• El temple político de Titu Cusi se valoriza en los términos del encuentro que
sostuvo con el famoso jurista Juan de Matienzo. Antes del encuentro, en la
carta poder dirigida al Gobernador Lope García de Castro, el inca había
adelantado su disposición a negociar un acuerdo de paz, sobre la base del
reconocimiento de su legitimidad como descendiente de los reyes incas y
del derecho que le asistía para recuperar los bienes de su padre. El inca
pretendía presentar a Felipe II una exposición de sus derechos y
reclamaciones/valiéndose de Lope García de Castro:

í
ñ
ú
ñ ñ
• Cuando Francisco de Toledo llegó al Perú retomó la línea
abierta de la negociación y envió una carta a Titu Cusi a
través de Tilano de Anaya, mediante la cual se le requería
saliera de su reducto para iniciar los tratos de su salida de
Vilcabamba. Matienzo, quien había ido al Cusco para
tomarle juicio de residencia al licenciado Cuenca, fue
nombrado por Toledo para dialogar con el inca y escuchar
sus peticiones, al par que hacerle conocer las condiciones
del virrey. La entrevista se llevó a cabo en el puente de
Chuqichaca. Duró tres horas; en todo ese tiempo el inca y el
oidor estuvieron de pie.
El inca entregó al jurista dos memoriales firmados con su nombre. Uno de ellos recopiló los
agravios inferidos por los españoles a su padre; el otro puntualizó las mercedes que pedía
para su salida de Vilcabamba y concertar un acuerdo pacífico. Matienzo sintetizó el
preámbulo al encuentro con estas expresiones en las que se refiere a él mismo en tercera
persona;

• ü
í

í
ü ó
í
ó
í ü

í ú
En el memorial de agravios presentado por Titu Cusi a Matienzo/ el Inca reiteró las exigencias
formuladas en la carta al gobernador García de Castro, recalcando "que no pedía mucho pues era suyo
y lo poseia todo cuanto pedía". Demandó, por añadidura, que las provisiones españolas se formalizaran
con el sello real. Una de las condiciones de Titu Cusi era mantener a los indígenas que había reclutado
manu militan para llevarlos a Vilcabamba. Matienzo expresa que

• ó í
í

í í
á á
ñ í

á
ñ í á
ñ
ñ
• Considerando la renuencia de Titu Cusi a deshacerse de sus huestes, Toledo
ordenó preparativos militares para entrar a Vilcabamba, pero congeló la
decisión cuando se conoció la muerte repentina del inca. No sólo todas las
negociaciones de Matienzo volvieron al punto de partida, sino que la
hostilidad se reinsertó en Vilcabamba por las sospechas indígenas que el
inca había sido envenenado por un clérigo que se había ganado su
confianza, el augustino Diego Ortiz, cumpliendo instrucciones virreinales.
El Padre Calancha recogió la versión de la muerte de Titu Cusi por causas
naturales: el inca habría sufrido una bronconeumonía como resultado de la
intensa sudoración adquirida por haber estado jugando a las armas con el
mestizo Martín de Pando, que fungía como secretario, a lo que se agregó
una abundante libación nocturna. Al día siguiente, el inca amaneció
congestionado, por lo que Pando y don Gaspar de Sulcayana le hicieron
beber una mezcla de clara de huevo con azufre que complicó la afección,
muriendo entre convulsiones violentas.
• Angelina transmite la versión de los indígenas que formaban la
garde de corps de Titu Cusi, algunos de ellos originarios de etnias
selvícolas vecinas de Vilcabamba, Fray Diego Ortiz y el mestizo
Pando fueron acusados de haber envenenado al inca y fueron
asesinados, después de crueles tormentos. Curiosamente, antes
de asesinar a fray Diego los indígenas le tomaron cuenta de sus
prédicas evangélicas, exigiéndole, entre otras absurdidades, que
resucitara a Titu Cusi y que llevara a la realidad, delante de ellos,
los minuciosos pasajes sagrados de la misa. A su silvestre
manera, los custodios del inca manifestaron su escepticismo
feroz por los principios cristianos que, al parecer, Titu Cusi llegó a
adoptar, merced a la persuasión de quien fue su asesor religioso
y concluyó sus días como mártir o verdugo.
En resumen, se repitió el esquema del epílogo de Manco Inca en su hijo Titu
Cusi. Ambos, de acuerdo a la versión indígena, fueron engañados y liquidados
por españoles desleales que él recibió amistosamente en Vilcabamba, donde
estaban residiendo.

• ó

é ó

ó í á
ñ
• A partir de la muerte, provocada o natural, de Titu Cusi, se
rompió el contacto con Vilcabamba. Una hostil desconfianza
anuló los intentos de negociación para reducir Vilcabamba
pacíficamente. Se revivieron los preparativos de guerra iniciados
por el Virrey Toledo para reducir Vilcabamba por las armas, pero
contenidos por la disponibilidad de Titu Cusi a la concertación de
un acuerdo que asegurara prebendas y reconocimientos a su hijo
Felipe Quispe Tito. La muerte violenta del padre Ortiz exacerbó
el uso de las armas. Algunas fuentes aseveran que Toledo no
estaba al tanto del deceso de Titu Cusi y que ordenó la
movilización, creyendo que estaba vivo, ignorando la existencia
del príncipe Tupac Amaru en la línea de sucesión incaica.
TÚPAC AMARU I
• Tupac Amaru, hermano menor de Titu Cusi, ciñó la mascaipacha en Vilcabamba, siguiendo
la línea de sucesión de los hijos de Manco Inca. Garcilaso introduce cierta confusión en esta
etapa de los incas de Vilcabamba, primero porque ignora a Titu Cusi Yupangui,
supuestamente por ser descendiente de una rama bastarda de Manco Inca; segundo
porque le atribuye a Túpac Amaru episo248 PANAMÁ Y PERÚ EN EL SIGLO XVI — 24 9 dios
que corresponde a los hechos de Titu. Es extraño el posible sectarismo aristocratizante de
Garcilaso puesto que no pasa por alto los hechos del inca bastardo usurpador Atahuallpa,
enemigo implacable de las panacas cusqueñas y de su familia.
• Sin embargo, en compensación a su prescindencia de acontecimientos
enaltecedores en la historia de la resistencia indígena, resaltaremos que
Garcilaso presenció la ejecución de Túpac Amaru en el Cuzco y el destierro
de los descendientes de las familias reales, lo cual confiere cualidad
inapreciable a su testimonio personal sobre el último de los incas de
Vilcabamba. Acredita Garcilaso que Toledo recluto uno de los más nutridos
contingentes militares, cuyo capitán Martín García Loyola había combatido
en ardorosas jornadas. Como maese de campo estaba Juan Alvarez
Maldonado, explorador de la zona selvática. Y en calidad de Alférez Real y
Secretario figuró el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa, cuya obra sobre
los incas, desde sus orígenes hasta su epílogo, había estructurado
recogiendo versiones notarializadas de antiguos miembros de los ayllus
cusqueños. Toledo estaba decidido a sofocar por la fuerza militar el reducto
de Vilcabamba y prescindió de maniobras de negociación diplomática, tras
el fracaso de las tentativas con Titu Cusi Yupangui.
• Los españoles estaban al tanto de los peligros que asediaba a la empresa de
conquistar montañas cortadas a pico, protegidas por una selva enmarañada de
temperatura sofocante, poblada de reptiles gigantescos y ponzoñoso, como la
mortal víbora shushupe. Toledo ocultó que la recluta era para la toma de
Vilcabamba y echó a correr la especie que el llamado a filas era para ir a socorrer a
los soldados apretados en la conquista del Arauco. Según Garcilaso, se juntaron
250 soldados veteranos a los que, al conocerse que la salida era para Vilcabamba,
ilusionaron con el hallazgo de fabulosos tesoros como la estatua de oro macizo del
dios Punchao, del tamaño de un hombre de mediana estatura. Conociéndose las
dificultades del terreno de operaciones militares y la posibilidad que el inca tratara
de huir a los fondos de la selva, los estrategas discutieron, con asesoramiento de
baqueanos, las posibles rutas de entrada así como las de salida. Los baqueanos
informaron cómo Manco Inca había aprovechado su conocimiento de la tierra para
batirlos, por ejemplo, desde parapetos de altura; en otras ocasiones había
simulado encontrarse en lugares donde el acceso obligaba al uso de puentes
colgantes sobre ríos y aprovechaba el ardid para contenerlos con puñados de
guerreros; o les tendía pistas falsas sobre su paradero para que ingresaran a la
selva cruda infestada de alimañas.
• Una expedición tomó el camino por Yucay hacia Tambo y el puente de Chuquichaca y otras
compañías avanzaron a Curahuasi y Abancay para cortarle la retirada al inca.
Fatídicamente, corrió a favor de las huestes toledanas el aletargamiento o indolencia en
que habían caído las fuerzas indígenas de Vilcabamba, tras la muerte de Titu Cusi
Yupangui. El joven inca heredero Tupac Amaru no alcanzó a colmar el vacío de la rebeldía
latente de su hermano, incansable en sus luchas y demandas, y descuidó la vigilancia en
los accesos al reducto. Otra hipótesis se cimenta en la inexperiencia de Túpac Amaru en
lides guerreras por su juventud y su desconocimiento de la mentalidad hispana por la
ausencia de tratos con los invasores. Los informes militares de la campaña indican que los
españoles construyeron nuevos puentes o reconstruyeron puentes estratégicos como el de
Chuquichaca, donde Titu Cusi se entrevistó con Juan de Matienzo. Se desplazaron
sigilosamente en la oscuridad y capturaron centinelas adormilados que, torturados, les
informaron del paradero del inca. Cuando reaccionaron los capitanes de Vilcabamba, las
compañías españolas ya ocupaban posiciones estratégicas. Y cuando se reorganizó la
resistencia en el baluarte de Huaynapucara, preparado durante diez años por Manco Inca
con un parque de piedras y peñascos para arrojarlo desde la altura a los invasores, y blindar
el acceso a Vilcabamba, los capitanes se las arreglaron para producir un contrataque por la
espalda de los defensores del fuerte indígena, con fuego de artillería que diezmó a los
piedreros y flecheros. Sorprendidos por la audacia de los españoles para combatir en un
habitat que consideraron inabordable, los jefes indígenas se desbandaron. Felipe Quispe
Tito, hijo de Titu Cusi, se entregó con sus tropas, después de bravos encuentros.
• Era la ciudad que por mucho tiempo habían soñado arrasar. Era
la ciudad que escapó de las manos de Hernando y Gonzalo
Pizarro. Era la ciudad irreal, la ciudad de pesadilla de los virreyes,
la ciudad de la utopía revivalista del imperio. Ahora, los
españoles destruían sus edificaciones y quemaban los templos
de madera. Las ruinas de Vilcabamba, todavía en el tiempo
actual, son de difícil acceso por la maleza selvática y los
senderos estrechos que llevan al montañoso y aislado paraje.
Túpac Amaru, asistido por el general HualpaYupangui,
abandonó la ciudad, llevando el ídolo de oro del dios Punchao
como talismán de buena suerte.
• ñ
ó á í
ñ
í í í
é ó
ó á
ñ í
í ó á í í
ñ ó í á
í
ú í ñ
í í ñ
é
í ñ á
ó í í
• El príncipe que describe Garcilaso más se aproxima a la imagen de
ingenuidad de Diego Sayre que a la astuta beligerancia de Titu Cusi. En el
relevo de éste por aquél se aprecia un cambio en la política inca de
Vilcabamba, aunque no se descarta que no se tratara sino de una diferencia
de carácter, o de edad, entre uno y otro. La toma del control de Vilcabamba
por Titu Cusi, aunque no pertenecía a la línea sanguínea directa de Manco
Inca, fue porque era el más apto, el más diestro y templado para el mando,
factor que siempre pesó en la sucesión de los incas. Al parecer, Túpac
Amaru no tuvo las cualidades de Titu Cusi y no había madurado del todo al
tiempo de su captura. Por el influjo de esos atributos, se ablandaron las
tácticas de vigilancia y defensa de Vilcabamba. Las montañas de
Vilcabamba, elegidas por eso por Manco Inca, son como miradores
naturales que facilitaban el descubrimiento de tropas invasoras. Sin
embargo, las fuerzas de García Loyola avanzaron por los accesos y puentes
debido evidentemente al relajamiento de la vigilancia de los centinelas
indígenas.
Garcilaso indica que los españoles pudieron entrar en las
bravas montañas porque, desde que salió Diego Sayri
Túpac,

• í í
ó
• Cuando Toledo le puso en prisión y se inició el proceso, Túpac Amaru no
reaccionó con la conciencia de un inca rebelde a la dominación española. El
fiscal le acusó que mandaba a sus vasallos a saltear y robar a las caravanas
de mercaderes españoles y que se había conjurado con miembros de la casa
real y mestizos, hijos de conquistadores españoles y mujeres indígenas.
Eran acusaciones por hechos de Titu Cusi. Sin embargo, Túpac Amaru, fuere
porque no conoció bien el tenor de las acusaciones, fuese por su
desconocimiento de la lengua castellana, no asumió su defensa con
argumentos solventes, o no le permitieron que lo hiciera en el proceso
inequívocamente amañado por Toledo, No hay testimonios de la
sustentación de su defensa, salvo la defensa que expuso camino al patíbulo.
La circunstancia de que recién escuchara el tenor de la sentencia de boca
del pregonero camino al patíbulo muestra las irregularidades de un juicio
que antes de iniciarse tenía sentencia condenatoria por claras motivaciones
políticas.
• í

ó í ó
ñ ó é é
á
ñ ó

é
Recién entonces emergió la autoridad del inca cuando la masa indígena prorrumpió en gritos al ver los
preparativos de la decapitación. Un trágico coro de voces de protesta y llanto se diseminó por la plaza
del Cusco. No habían presenciado la tragicomedia de la muerte de Atahuallpa en Cajamarca. Pero
ahora veían al príncipe adolescente, el último heredero directo de Manco Inca, epílogo de la casta que
encumbró el Tahuantisuyu, pronto a fenecer. Con Túpac Amaru moría la última oportunidad del
imperio, morían ellos mismos como pueblo conquistador y civilizador de la mitad del continente:

• á
í
Á Ú í
í
ó í í
ó
í
í á
ñ
ó
í í
La generación de incas mestizos
• Sin saciarse con la ejecución del último inca Túpac Amaru, que presenció
desde una ventana, el virrey Toledo emprendió la segunda fase de su aciaga
estrategia para exterminar a los supérstites del poder incaico. Si no
perturbó el duro corazón del virrey la decapitación del joven monarca,
menor aflicción le suscitó ordenar la detención de los parientes cusqueños
de sangre real y de los mestizos hijos de conquistadores españoles y
mujeres comprometidos en la conspiración, real o inventada, para expulsar
a los españoles y restaurar el imperio incaico. ¿Existió una conspiración de
vastos alcances tramada por el inca de Vilcabamba con el apoyo político de
sus parientes indígenas y mestizos del Cusco? ¿Fue una patraña urdida por
Toledo y sus asesores para extraer del escenario peruano a los potenciales
herederos del trono de los incas?
• Toledo interpretó la maniobra procesalista de la Audiencia de Lima, por lo que procedió a
protestar por la intervención de los oidores, insistiendo en que "no les tocaba ni podía
tocar el conocimiento de ello conforme a nuestras cédulas reales", ob, cit. XXX. Exigió el
cumplimiento de la sentencia, mas los oidores igualmente confirmaron la pertinencia de su
intervención, y dispusieron que los Incas fueran repuestos en la posesión de sus bienes y se
les dejara volver a sus casas. La resistencia que había encontrado Toledo entre religiosos y
laicos del Cusco por la ejecución de Túpac Amaru, se renovó y fortaleció con la actitud
justiciera de la Audiencia de Lima. Sobre el destierro de los mestizos cusqueños hay
versiones contrapuestas, Toledista empecinado, Levillier niega enfáticamente el destierro,
descargando mandobles contra la versión testimonial de Garcilaso. El cronista acredita que
los treinta y seis varones de sangre real llegaron a Lima, junto a los tres hijos de Tupac
Amaru. Uno de ellos era una niña que el Arzobispo de Lima Jerónimo de Loaisa llevó a su
casa para criarla, apiadado de su condición de desamparo, muriendo los niños varones
poco tiempo después. Sólo uno de los incas desterrados en Lima quedó con vida. Los
demás murieron de pena y por no habituarse al clima de los llanos. Respecto de la suerte
final de los mestizos, mientras Levillier se limita a negar el destierro con señalamientos
destemplados a Garcilaso, el cronista cusqueño cita nombres y lugares, verbigratia, un hijo
de Pedro del Barco al que conoció en el colegio y enviaron a Chile, y a Juan Arias
Maldonado que estuvo desterrado en España más de diez años y al que Garcilaso hospedó
en su casa en Córdoba. A otros enviaron al nuevo reino de Granada, a Panamá, Nicaragua e
islas de Barlovento. "Todos los que fueron así desterrados —dice Garcilaso— perecieron en
el destierro, que ninguno dellos volvió a su tierra", ob. cit. 847.

Potrebbero piacerti anche