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INTRODUCCIÓN
Lenguaje y realidad
Filosofía y ciencia
La tesis programática básica del Tractatus logico-philosophicus (1921), que tiene una
influencia decisiva en la constitución del llamado Círculo de Viena y de su filosofía
neopositivista, es que sólo los enunciados formales de la matemática y la lógica, y los
enunciados de las ciencias empíricas, pueden tener pleno sentido. Todos f los demás,
incluidos los de la filosofía, deben ser conceptuados de antemano como absurdos. Y
ello porque sólo los enunciados de la ciencia resultan verificables empíricamente,
mientras que respecto a las afirmaciones de la filosofía no hay modo de comprobar o
contrastar con la experiencia su contenido concreto. Como supuesto básico de la labor
analítica se establece, pues, la capacidad de verificación empírica como único criterio
de todo sentido.
Las conclusiones para la filosofía son éstas: la filosofía debe renunciar a constituirse
como una teoría o compendio de verdades sobre la realidad, sobre el mundo y el
hombre. Cualquier establecimiento de contenidos teóricos sólo corresponde a la
ciencia. La filosofía sólo debe quedar como una actividad de clarificación mediante una
labor de análisis de la estructura lógica del lenguaje. Además, corresponde a la
filosofía, entendida así como análisis formal, la tarea de autodisolver lo que
tradicionalmente ha venido siendo, demostrando el sinsentido de los enunciados en
que se ha estado expresando.
Se puede decir que este planteamiento pertenece estrictamente al primer período del
pensamiento de Wittgenstein. Ahora Wittgenstein cree que es necesario tener en
cuenta la complejidad de los usos lingüísticos y desconfiar de los procedimientos que
supongan una conjunción no problemática entre los elementos del lenguaje y los
elementos de la realidad. Es decir, Wittgenstein renuncia a la concepción especular del
lenguaje; el lenguaje no refleja el mundo ni tiene como único objetivo describir el
mundo.
La tesis principal de las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein es, pues, que todo el
lenguaje consiste en multitud de juegos de lenguaje, y el lenguaje correcto es aquel
que observa el recto uso de las reglas. Por tanto, toda palabra tiene sentido si es
empleada en su contexto. El sentido lo dan las reglas de uso, tal como, en el ajedrez, el
sentido de cada una de las piezas lo dan las reglas que describen sus movimientos.
Russell ofrecía una doctrina ontológica que decía que lo que últimamente, al final del
análisis, existe en el universo, son hechos atómicos. Esta doctrina no es obviamente
empírica. Wittgenstein será el primero en llevar hasta sus últimas consecuencias los
principios del atomismo lógico, y en mostrar sus inconsecuencias, a raíz de las cuales
intentará acabar con ese resto de metafísica subyacente a la obra russelliana.
Según las tesis del atomismo lógico, una proposición puede ser significativa, bien si
hay, o puede haber, un hecho atómico al que corresponde, bien si es función de
verdad, en caso de ser compleja, de las proposiciones de este tipo. Pero la mayoría de
las proposiciones que el atomismo lógico, incluido el del propio Wittgenstein,
intentaron establecer, no son de ninguna de estas dos clases. La mayoría de estas
proposiciones no afirmaban hechos, sino que intentaban más bien hablar sobre hechos
y, concretamente, sobre las relaciones entre proposiciones y hechos.
La relación entre el lenguaje y la realidad es simplemente una relación del lenguaje con
los hechos, adecuación que no puede, a su vez, ser conocida y expresada en un
lenguaje “El sentido del lenguaje no puede ser expresado por el lenguaje” Esta
posición de Wittgenstein va a ser asumida, con todas sus consecuencias, por el
Positivismo Lógico, que considerará vacías de sentido las proposiciones filosóficas que
se presentan como distintas de las puramente formales de la matemática y de la
lógica, y de los enunciados empíricos de hechos.
No se puede salvar el abismo existente entre el mundo de la experiencia y el mundo
supraempírico mediante proposiciones evidentes, porque éstas son necesariamente
verdaderas únicamente por estar vacías de contenido: ellas no pueden ser falsas
simplemente porque no dicen nada. La verdad de las proposiciones fácticas es, por
otra parte, contingente.
A pesar de afirmar que “Los límites de m lenguaje son los límites de mi mundo”,
Wittgenstein recurre al subterfugio de la “indecibilidad”, de lo “inexpresable" para dar
cabida a una metafísica y a una ética, a las que sitúa más allá del mundo de lo
expresable. Todo ello constituye lo que él llama “lo místico”: “lo inexpresable es
lo místico”, de lo que no se puede ni afirmar ni negar nada con fundamento.
Wittgenstein se retracta
En su segunda obra se retracta de su concepción anterior del lenguaje como
imagen de la realidad y critica los mitos que entraña esa concepción, en
especial el del pensamiento como una especie de lenguaje interior, inmaterial y
racional que realizaría de modo perfecto. Y denuncia, a la vez, la concepción
de un sujeto del pensamiento como espíritu o alma. El pensamiento no es más
que un uso monológico y silencioso del lenguaje, que es fundamental y
originariamente público, dialógico y social. Por tanto, el pensamiento no es
anterior ni esencialmente diferente del lenguaje, sino que de él deriva y lo
presupone.
El significado es el uso
Así pues, Wittgenstein rompe con el modelo referencial del significado, que había
constituido el núcleo filosófico de su Tractatus y el eje de la tradición filosófica Platón a
Husserl. En general, la filosofía ha basado el significado en una relación que refiere las
proposiciones lingüísticas a realidades no verbales y que el sujeto es capaz de captar.
Las Investigaciones filosóficas se oponen a esta concepción y defienden que el
significado no depende de la referencia ni es la referencia. El significado de toda
proposición depende de su uso, el cual puede ser también un uso referencial, o sea,
que pretenda designar algo extralingüístico.
Es un autoengaño querer reducir el significado de una palabra a un concepto unívoco
que quedara comprendido en su definición. Lo único que se puede hacer es dar
ejemplos de cómo se la usa.
No se puede sustituir la diversidad experimentada y practi-1 cada de los usos por la
unidad pensada del significado ideal. Esta es, por lo demás, Wittgenstein, la fuente del
dualismo que opone el mundo material, aparente y cambiante del lenguaje, al mundo
espiritual, racional e inmutable de la realidad.
No se trata, pues, ya de estudiar el lenguaje para hacerlo científico, sino de verlo tal
cual es y descubrir el uso y función de los lenguajes que empleamos en cada situación,
si realmente queremos comprender el lenguaje. Para ello, ha de empezarse poniendo
de manifiesto cómo los llamados “problemas filosóficos" no son sino pseudoproblemas
que hay que disolver. No sólo hay que olvidar todo intento de justificar las esencias y
realidades últimas mediante el establecimiento de un lenguaje científico, como
pretendía el atomismo lógico. La inicial tarea de la filosofía es ahora proporcionar una
terapia a esa enfermedad, deshacer embrollos descubriendo sus causas y conseguir
una claridad completa.
Pero además dice Wittgenstein que ese proceso de reducción del lenguaje a su
completa convencionalidad y formalización es un proceso inexorable. Pues el uso del
lenguaje no se realiza privadamente y según lev vaya bien o mal con él, sino que es un
operar común. Lo característico de la convención es que todos tenemos que jugar el
mismo juego con las mismas reglas.
Por todo esto, es sinsentido preguntarse por un fundamento de la verdad del lenguaje
como origen de su validez, sea el que sea (las sensaciones o cualquier otro).