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TEMA 10.

CONOCIMIENTO, LOGICA Y LENGUAJE

INTRODUCCIÓN

Lenguaje y realidad

En un sentido amplio, se entiende por lenguaje cualquier medio de comunicación


entre seres vivientes.
En un sentido restringido, lenguaje es un conjunto de sonidos portadores de un
sentido o significado. El significado es, pues, la condición básica del hecho lingüístico.
El lenguaje ha planteado principalmente estos tres problemas:
1. Cómo algo físico (los sonidos articulados) puede convertirse en portador de un
significado espiritual o universal;
2. } Cómo es posible la comunicación de los significados a través del lenguaje y
qué relación tiene esta forma idiomática de comunicación con otras formas de
comunicación no idiomáticas;
3. Si las palabras son algo distinto de las cosas a las que representan, qué relación
existe entre ambas y en qué medida el lenguaje es vehículo del pensamiento
para conocerla realidad.

El lenguaje cumple, pues, una función simbolizadora constituyente de un cosmos de


objetos que es un mundo de significados actualizados en un discurso. De ahí
Su condición de elemento mediador entre el hombre y la realidad, Por eso puede
decirse, con Wittgenstein, que un lenguaje es una forma de vida.
Es el lenguaje un instrumento útil para expresar lo pensado, y para conocer la
realidad???
El mismo pensar es ya lingüístico, funciona como lenguaje, mediante lenguaje. Sólo
desde la perspectiva instrumentalista ha podido ser considerado el lenguaje como una
limitación penosa, algo esencialmente defectuoso e incapaz de expresar las ideas y los
sentimientos.

Conocimiento y lenguaje en la obra de Wittgenstein

Filosofía y ciencia

La tesis programática básica del Tractatus logico-philosophicus (1921), que tiene una
influencia decisiva en la constitución del llamado Círculo de Viena y de su filosofía
neopositivista, es que sólo los enunciados formales de la matemática y la lógica, y los
enunciados de las ciencias empíricas, pueden tener pleno sentido. Todos f los demás,
incluidos los de la filosofía, deben ser conceptuados de antemano como absurdos. Y
ello porque sólo los enunciados de la ciencia resultan verificables empíricamente,
mientras que respecto a las afirmaciones de la filosofía no hay modo de comprobar o
contrastar con la experiencia su contenido concreto. Como supuesto básico de la labor
analítica se establece, pues, la capacidad de verificación empírica como único criterio
de todo sentido.
Las conclusiones para la filosofía son éstas: la filosofía debe renunciar a constituirse
como una teoría o compendio de verdades sobre la realidad, sobre el mundo y el
hombre. Cualquier establecimiento de contenidos teóricos sólo corresponde a la
ciencia. La filosofía sólo debe quedar como una actividad de clarificación mediante una
labor de análisis de la estructura lógica del lenguaje. Además, corresponde a la
filosofía, entendida así como análisis formal, la tarea de autodisolver lo que
tradicionalmente ha venido siendo, demostrando el sinsentido de los enunciados en
que se ha estado expresando.
Se puede decir que este planteamiento pertenece estrictamente al primer período del
pensamiento de Wittgenstein. Ahora Wittgenstein cree que es necesario tener en
cuenta la complejidad de los usos lingüísticos y desconfiar de los procedimientos que
supongan una conjunción no problemática entre los elementos del lenguaje y los
elementos de la realidad. Es decir, Wittgenstein renuncia a la concepción especular del
lenguaje; el lenguaje no refleja el mundo ni tiene como único objetivo describir el
mundo.
La tesis principal de las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein es, pues, que todo el
lenguaje consiste en multitud de juegos de lenguaje, y el lenguaje correcto es aquel
que observa el recto uso de las reglas. Por tanto, toda palabra tiene sentido si es
empleada en su contexto. El sentido lo dan las reglas de uso, tal como, en el ajedrez, el
sentido de cada una de las piezas lo dan las reglas que describen sus movimientos.

EL PROYECTO EPISTEMOLÓGICO DEL TRACTATUS

El sentido del lenguaje no puede ser expresado por el lenguaje

Russell ofrecía una doctrina ontológica que decía que lo que últimamente, al final del
análisis, existe en el universo, son hechos atómicos. Esta doctrina no es obviamente
empírica. Wittgenstein será el primero en llevar hasta sus últimas consecuencias los
principios del atomismo lógico, y en mostrar sus inconsecuencias, a raíz de las cuales
intentará acabar con ese resto de metafísica subyacente a la obra russelliana.
Según las tesis del atomismo lógico, una proposición puede ser significativa, bien si
hay, o puede haber, un hecho atómico al que corresponde, bien si es función de
verdad, en caso de ser compleja, de las proposiciones de este tipo. Pero la mayoría de
las proposiciones que el atomismo lógico, incluido el del propio Wittgenstein,
intentaron establecer, no son de ninguna de estas dos clases. La mayoría de estas
proposiciones no afirmaban hechos, sino que intentaban más bien hablar sobre hechos
y, concretamente, sobre las relaciones entre proposiciones y hechos.

La proposición como unidad de significado

La teoría “pictórica’’ del conocimiento

Para Wittgenstein, la unidad de significado es más la proposición que el término sin


guiar. Una palabra tiene significado únicamente como parte de una proposición. Una
proposición es una representación (picture) de la realidad; representa un estado de
hechos (affairs) o situaciones.
Al igual, pues, que Russell, Wittgenstein sitúa la conexión real entre el lenguaje y la
realidad en la relación de las proposiciones atómicas con los hechos atómicos. En la
representación de un objeto existe una correspondencia entre las partes o elementos
de la representación y las del objeto.
O sea, la proposición, como hecho, es capaz de representar (picturing) a esos otros
hechos no-verbales. Y es por eso por lo que el lenguaje puede referirse al mundo,
puede significar algo distinto de sí mismo. ¿Cuáles se supone que han de ser los
elementos de estos hechos? Por parte del lenguaje, nombres, signos denotativos
simples; por parte de la realidad, objetos particulares.

La reafirmación del empirismo

La relación entre el lenguaje y la realidad es simplemente una relación del lenguaje con
los hechos, adecuación que no puede, a su vez, ser conocida y expresada en un
lenguaje “El sentido del lenguaje no puede ser expresado por el lenguaje” Esta
posición de Wittgenstein va a ser asumida, con todas sus consecuencias, por el
Positivismo Lógico, que considerará vacías de sentido las proposiciones filosóficas que
se presentan como distintas de las puramente formales de la matemática y de la
lógica, y de los enunciados empíricos de hechos.
No se puede salvar el abismo existente entre el mundo de la experiencia y el mundo
supraempírico mediante proposiciones evidentes, porque éstas son necesariamente
verdaderas únicamente por estar vacías de contenido: ellas no pueden ser falsas
simplemente porque no dicen nada. La verdad de las proposiciones fácticas es, por
otra parte, contingente.

La distinción entre lo dicho y lo mostrado

No obstante, Wittgenstein distingue entre lo dicho y lo mostrado: la relación entre el


lenguaje y los hechos puede demostrarse pero no decirse. Con tal distinción intentará
acabar el Positivismo Lógico, para quien no habrá otra realidad que La de los hechos
verificables. No se pueden, pues, establecer proposiciones que sean necesariamente
verdaderas a priori. Los únicos juicios verdaderos, de modo inmediato, serían, en
realidad, juicios tautológicos, juicios que no pueden ser ni verdaderos ni falsos porque
no dicen nada nuevo. La filosofía, pues, no tiene objeto propio; sus proposiciones no
son falsas sino sin-sentidos. Los problemas tradicionales de la filosofía no son sino
pseudo-problemas que surgen de no entender la lógica de nuestro lenguaje.

A pesar de afirmar que “Los límites de m lenguaje son los límites de mi mundo”,
Wittgenstein recurre al subterfugio de la “indecibilidad”, de lo “inexpresable" para dar
cabida a una metafísica y a una ética, a las que sitúa más allá del mundo de lo
expresable. Todo ello constituye lo que él llama “lo místico”: “lo inexpresable es
lo místico”, de lo que no se puede ni afirmar ni negar nada con fundamento.

CONOCIMIENTO Y JUEGOS DE LENGUAJE

Wittgenstein se retracta
En su segunda obra se retracta de su concepción anterior del lenguaje como
imagen de la realidad y critica los mitos que entraña esa concepción, en
especial el del pensamiento como una especie de lenguaje interior, inmaterial y
racional que realizaría de modo perfecto. Y denuncia, a la vez, la concepción
de un sujeto del pensamiento como espíritu o alma. El pensamiento no es más
que un uso monológico y silencioso del lenguaje, que es fundamental y
originariamente público, dialógico y social. Por tanto, el pensamiento no es
anterior ni esencialmente diferente del lenguaje, sino que de él deriva y lo
presupone.

La irreductible diversidad de los usos del lenguaje

El fin del privilegio de la teoría

La crítica que Wittgenstein lleva a cabo en sus Investigaciones .filosóficas parte


de esta tesis básica: no existe un lenguaje ideal que refleje los únicos hechos
existentes (aquellos que pueden ser verificados), sino que hay multitud de
lenguajes que no tienen entre sí nada en común; ni se unen en un lenguaje
superior del que dependan, ni apuntan a una realidad que tras él se oculta. No
hay lenguaje ideal, no hay “significados” ni “esencias" permanentes. Hay
pluralidad de realidades que se justifican por sí mismas en su pura inmediatez.
Son estas realidades plurales las que hay que sorprender -mirar- en sí mismas,
tratando de captar la función que desempeñan en los diversos contextos, P
Pensar que hay un lenguaje ideal que responde a unas esencias es fruto de
una gran confusión que el propio lenguaje ha creado, y que hay que deshacer
mediante la atención al lenguaje tal como se da en sus usos y funciones. En su
nueva concepción, no se trata de explicar nada, sino sólo de describir. La
tensión metafísica queda anulada.
Todo juego de lenguaje, todo lenguaje en su uso constituye, en su conjunto,
una forma de vida. El lenguaje no es algo único e ideal, no es algo divino o
trascendental f que hace participar al hombre en un modelo espiritual e
inmutable. Es empírico, complejo y cambiante; forma parte de la historia natural
y cultural de los seres humanos. Por tanto, no ha de otorgarse ningún privilegio
al juego de lenguaje de la descripción o de la representación de los hechos. La
universalidad del lenguaje teórico de la filosofía, que pretende expresarla
esencia de todo lenguaje, no es más que una apariencia engañosa.

No hay ningún universo de sentido inmutable

Lo que caracteriza básicamente a los juegos de lenguaje es su carácter público


y social, o sea, el hecho de ser compartidos por un determinado número de
hablantes que juegan el mismo juego y observan las mismas reglas de uso. Su
relativa estabilidad y permanencia depende de esta práctica común, unida a la
educación y a la costumbre (a la forma de vida) compartidos. Lo que determina
la gramática y la semántica es el uso intersubjetivo y no una relación especial
del lenguaje con un mundo de referencias trascendente e inmutable como el
que la filosofía ha designado como la realidad, la estructura racional del mundo,
etc. Los significados lingüísticos no son expresión de idealidades
trascendentes, ni conceptos universales que se captan por intuición o se
deducen racionalmente, ni el reflejo de formas o esencias de las cosas.
Sólo las reglas de uso dan al lenguaje su relativa estabilidad e identidad como
institución, reglas que gobiernan una actividad común pero que sólo existen
mientras la acción común las respete y las confirme en su vigencia. Pero seguir
una regla no es más que una práctica habitual más allá de la no tiene sentido
buscar un fundamento último. Lo único que se comprueba es que esos juegos
de lenguaje se practican y que, por razones y causas diversas, cambian y
hasta desaparecen.

El significado es el uso

El abandono del modelo reverencial

Así pues, Wittgenstein rompe con el modelo referencial del significado, que había
constituido el núcleo filosófico de su Tractatus y el eje de la tradición filosófica Platón a
Husserl. En general, la filosofía ha basado el significado en una relación que refiere las
proposiciones lingüísticas a realidades no verbales y que el sujeto es capaz de captar.
Las Investigaciones filosóficas se oponen a esta concepción y defienden que el
significado no depende de la referencia ni es la referencia. El significado de toda
proposición depende de su uso, el cual puede ser también un uso referencial, o sea,
que pretenda designar algo extralingüístico.
Es un autoengaño querer reducir el significado de una palabra a un concepto unívoco
que quedara comprendido en su definición. Lo único que se puede hacer es dar
ejemplos de cómo se la usa.
No se puede sustituir la diversidad experimentada y practi-1 cada de los usos por la
unidad pensada del significado ideal. Esta es, por lo demás, Wittgenstein, la fuente del
dualismo que opone el mundo material, aparente y cambiante del lenguaje, al mundo
espiritual, racional e inmutable de la realidad.

Describir en lugar de explicar

No se trata, pues, ya de estudiar el lenguaje para hacerlo científico, sino de verlo tal
cual es y descubrir el uso y función de los lenguajes que empleamos en cada situación,
si realmente queremos comprender el lenguaje. Para ello, ha de empezarse poniendo
de manifiesto cómo los llamados “problemas filosóficos" no son sino pseudoproblemas
que hay que disolver. No sólo hay que olvidar todo intento de justificar las esencias y
realidades últimas mediante el establecimiento de un lenguaje científico, como
pretendía el atomismo lógico. La inicial tarea de la filosofía es ahora proporcionar una
terapia a esa enfermedad, deshacer embrollos descubriendo sus causas y conseguir
una claridad completa.

Guaje ideal, un significado, es preciso aprender a ver los lenguajes en su dimensión


plural, contextual, vital. Cada lenguaje se justifica por sí mismo como una forma de
vida. La vida cambia y con ella los hechos físicos; de igual modo los usos y funciones
del lenguaje ordinario. “No preguntes por el significado, pregunta por el uso”- El
lenguaje es una actividad que tiene muchos usos y funciones, como cualquier actividad
humana. Entender el lenguaje es advertir su complejidad. Ninguna de las palabras o
frases que usamos tiene un significado fijo; éste cambia según las situaciones en las
que se usa.
Mientras para los atomistas lógicos, conocer es nombrar, para el segundo Wittgenstein
conocer es poder, dominar una técnica.

Lenguaje, conocimiento y realidad


Pero, superada la teoría pictórica del lenguaje, de la que hablaba el Tractatus y que se
basaba en el supuesto de una homología entre proposiciones y realidad, la
introducción del concepto de juego y el reconocimiento de una pluralidad de lenguajes
implica que los lenguajes ya no son reductibles a ninguna clase de unidad ni por la vía
lógica (o sea, el lenguaje como expresión trascendental de la estructura objetiva del
pensamiento), ni tampoco por la vía ontológica (o sea, el lenguaje como imagen o
expresión de la realidad) El sentido o la verdad de un lenguaje la determina sólo la
conexión sistemática de sus elementos sobre la base de un uso de reglas que resulta
eficaz en la práctica. Esto abre, desde luego, la perspectiva de un vacío como
fundamento del lenguaje, porque si su significado no se basa ni en los hechos
empíricos que representa ni en las formas a priori de su estructura lógica, ¿en qué se
fundamenta?
Wittgenstein define el juego de lenguaje como convencionalidad inexorable.
Convencionalidad quiere decir que el lenguaje no debe su verdad o su significado nada
más que al hecho de ser un sistema de reglas que funciona objetiva y coherentemente
porque es aplicado por todos los hablantes al resolver con éxito sus problemas y
necesidades de comunicación. Eso es lo que determina que la verdad de un lenguaje
no proceda de ninguna justificación externa, sino que es su propia coherencia interna
la que la funda, y significa tan sólo que las reglas que garantizan esa coherencia han
sido utilizadas y han dado buenos resultados.

La objetividad de un operar común

Pero además dice Wittgenstein que ese proceso de reducción del lenguaje a su
completa convencionalidad y formalización es un proceso inexorable. Pues el uso del
lenguaje no se realiza privadamente y según lev vaya bien o mal con él, sino que es un
operar común. Lo característico de la convención es que todos tenemos que jugar el
mismo juego con las mismas reglas.
Por todo esto, es sinsentido preguntarse por un fundamento de la verdad del lenguaje
como origen de su validez, sea el que sea (las sensaciones o cualquier otro).

La filosofía como terapia del lenguaje

La filosofía ya no puede seguir estando animada por la ilusión de encontrar lo ideal


más allá de lo real ni dentro de lo real, ni tampoco puede consistir en la búsqueda de
una unidad formal deducible como sintaxis universal o como expresión déla estructura
lógica y trascendental del mundo. La pluralidad de los juegos de lenguaje reduce la
coherencia y la objetividad de cada uno de ellos al funcionamiento de sus reglas, a sus
operaciones y a sus usos comunes. Por tanto, la filosofía no puede ser ya otra cosa que
análisis de nuestras múltiples formas de expresión.
Lo que corresponde, pues, hacer al análisis es delimitar el espacio operativo de cada
juego lingüístico en su inexorable efectualidad. O sea, mostrar cómo tal juego de
lenguaje en concreto tiene una eficacia racionalizadora en virtud de la introducción de
un orden y de una regulación propios. Para nada se trata de intentar reformar el
lenguaje, sino de mostrar simplemente cual es el modo correcto de usarlo. Lo que
intentamos es volver a llevar las palabras de su empleo metafísico a su empleo
cotidiano.

El problemático lugar de la crítica

La experiencia del mundo como un todo limitado

En la obra de Wittgenstein es insistente la conciencia acusada de la impotencia de la


filosofía para transformar nada. La filosofía ni puede afectar al lenguaje que analiza, ni
puede producir nuevas experiencias, ni puede explicar nada. ¿Para qué sirve entonces?
Wittgenstein contesta: sólo para poner un orden que no puede ser más que el orden
del juego normal y según las reglas con las que es jugado hasta ahora, según su empleo
cotidiano. La filosofía se limita a mostrar. El problema del cambio de las reglas de un
juego de lenguaje no es formalizable ni practicable en la filosofía. Y esto es todo lo que
se puede decir. O sea, la filosofía solo puede referirse al lenguaje que está en acción y
tal y como está en acción. Y en cuanto pretenda sobrepasar esos límites se traiciona,
porque se convierte enseguida en metafísica, o sea, en búsqueda de la esencia y de la
utopía. Por tanto, dentro de sus límites, la filosofía sirve sólo para aclarar ese orden.
Cuando leemos en el Tractatus que los límites del lenguaje son los límites del mundo,
esa experiencia global del límite es la que da origen lo místico. Por tanto lo místico no
está allí donde se trascienden los límites, sino que es la experiencia radical del mundo
dentro de sus límites. Y significa que en el mundo todo es como es y sucede como
sucede. Y sentir sus límites es lo místico. Pero lo místico no es sólo el conocimiento de
los límites de la formalización del mundo, sino que es también y al mismo tiempo el
conocimiento del formalismo mismo como límite.
Esto es importante porque sin lo místico el formalismo tendería a abarcarlo todo. Por
eso lo místico, que es con lo que termina el Tractatus, es ya el primer paso hacia el
punto de vista del juego de lenguaje que desarrollarían las obras posteriores de
Wittgenstein. Pues reconocer todo lo que es necesario callar es esencial para definir
los límites entre los que es posible describir algo.

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