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EL MÉTODO EXPERIMENTAL.

En las ciencias naturales puras, como la Física y la Química, se han conseguido los
mayores logros con el empleo del método experimental.

1. ¿En qué consiste el método experimental?

El método experimental consiste en observaciones, pero no de los hechos tales como


se presentan de por sí sino provocados intencionalmente y en circunstancias en que la
captación de los datos es facilitada al favorecerse el análisis de los elementos y causas
de un fenómeno.

2. El Método Experimental y la Criminología.

Si este método ha conseguido muchos éxitos en materias afines a la Criminología,


podría pensarse que es fácilmente aplicable en ella. Pero eso supone dificultades
insalvables. En efecto, es característico del experimento que haya un análisis de los
factores; se hace variar uno mientras los demás se mantienen inmutables. Así, si se
desea determinar la influencia de la presión atmosférica en la ebullición, se
introducirán cambios en este factor dejando invariables los demás (naturaleza del
líquido, temperatura, etc.). Todo experimento supone un análisis que es posible en
Física, Química, etc., pero imposible en la conducta humana y, por tanto, en el delito.

Podíamos llegar a esta conclusión observando el éxito que el experimento tiene en las
ciencias componentes de la Criminología. La Biología lo emplea, pero sin duda no con
tan buenos resultados como la Física y la Química. Menores son todavía los éxitos en
Psicología y Sociología, es decir, en ciencias que tratan aspectos más complejos y con
mayor injerencia de lo que no es puramente naturalístico. Si examinamos la esencia
del delito y consideramos al delincuente, llegaremos a afirmar con mayor fuerza las
dificultades: en el delito es imposible variar un sólo factor dejando inmutables los
demás; la variación en uno arrastra modificaciones en otros y en la estructura total de
la conducta, es decir, quedan inmediatamente comprometidos los supuestos en que se
basa el experimento.

Fuera de lo anterior, debemos tener en cuenta otro hecho; es de carácter social y


moral: no se puede provocar el delito por el mero afán de estudiarlo. Esta razón
perdería peso si experimentáramos con delitos ficticios, con conducías que se parecen
a las delictivas, pero que el experimentador se preocupa de que no lleguen a serlo
realmente. Pero, aun admitida la posibilidad lo que es mucho admiti de que las
dificultades de tales experimentos fueran vencidas, ¿será lícito llevar las conclusiones
así obtenidas hasta aplicarlas a los delitos verdaderos?

Pero, como hace notar Taft, a veces se obtiene un cierto aislamiento de los factores en
grado cercano al que existe en el experimento. Tal sucede en el método que algunos
llaman terapéutico. Supongamos el caso de un menor cuyos delitos se deben
principalmente a causas hogareñas; lo colocamos en un hogar de buenas condiciones.
Si la corrección se produce, podremos aceptar que fue realmente el hogar la causa
troncal de la delincuencia; el tratamiento dará una prueba de ello y, al mismo tiempo,
se habrá aislado uno de los factores del delito. Pero aun entonces, se podrá afirmar
que no se ha variado un solo factor, el hogareño, sino muchos otros que se relacionan
con él.

Por tanto, en general, tendremos que limitarnos a analizar los hechos producidos y las
consecuencias de las medidas que se les aplican, pero sin provocarlos expresamente.

Si bien no cabe el experimento para estudiar el delito como tal, puede utilizárselo en


cada una de las ciencias componentes de la Criminología. Por ejemplo, el experimento
servirá para determinar el biotipo, las hormonas, el grado de desarrollo mental, la
memoria, los sentimientos, etc. Pero nunca habrá de olvidarse que, dentro de un
sistema de valoraciones propias de lo delictivo, habrá limitaciones morales y jurídicas
que impidan hacer inclusive todo lo que es admisible en el campo puramente curativo.

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