Sei sulla pagina 1di 8

DEBATE

Ferrajoli y los derechos fundamentales: ¿qué garantías?


Gerardo PISARELLO

En un sentido amplio, los derechos fundamentales racterizados como expectativas de prestaciones y


pueden considerarse estrategias dirigidas a prote- de no lesiones frente a los poderes públicos y pri-
ger intereses que se reputan relevantes, cuando no vados. Sus garantías, a su vez, son presentadas
vitales. Dicha protección, básicamente, consiste en como obligaciones encaminadas a su protección.
que esos intereses puedan invocarse de manera Estas obligaciones pueden asumir como contenido
que alguien, de algún modo, resulte obligado a no deberes positivos, de hacer, o negativos, de no hacer.
interferir o a actuar positivamente en preservación Ferrajoli distingue dos tipos de garantías de los dere-
de los mismos. La formulación y el alcance práctico chos: las primarias y las secundarias. Las garantías
de las obligaciones en cuestión representan dife- primarias serían garantías legales y las secundarias,
rentes niveles de garantía de los derechos. De ahí jurisdiccionales. Las garantías primarias comprende-
que la inexistencia o insuficiencia de las mismas en rían las obligaciones que, en materia de derechos
algunos de estos niveles pueda reducir los dere- fundamentales, las normas imponen al legislador (e
chos, en el mejor de los casos, a simples declara- indirectamente a la administración). Las secundarias,
ciones bienintencionadas, y en el peor, a velado por su parte, estarían constituidas por los deberes
instrumento de manipulación en manos del poder. que, también en relación con los derechos, las nor-
No hay derechos, desde este punto de vista, sin mas encomiendan a los órganos jurisdiccionales. La
deberes correlativos, sin sujetos obligados a res- relación entre unas y otras garantías sería de subsi-
petarlos y asegurarlos. Pero no hay sujetos obliga- diariedad. O sea, que las garantías secundarias ope-
dos sin sujetos capaces de obligar. rarían sólo en caso de insuficiencia o incumplimiento
Estas premisas, acaso elementales y no del todo de las garantías primarias. Ambas serían, en suma,
pacíficas, pueden sin embargo servir como intro- deberes a cargo de los poderes públicos, esto es, ga-
4
ducción para reflexionar en torno a las recientes po- rantías institucionales •
sicion~s de Luigi Ferrajoli sobre la cuestión. La En el derecho moderno, es frecuente que las ga-
elección se justifica por sí sola. Los últimos escritos rantías legales se encuentren formuladas como ga-
de Ferrajoli constituyen no sólo un valioso y polémi- rantías constitucionales, es decir, positivamente es-
co aporte al debate sobre los derechos fundamen- tipuladas en la Constitución. Al establecer un
tales sino también el desarrollo de un proyecto teó- derecho, en efecto, las normas constitucionales
rico de calado más hondo, cuyas notas centrales suelen incorporar una serie de obligaciones a cargo
pueden rastrearse en artículos tempranos como de los poderes públicos (y a menudo, también, de
"Saggio di una teoria formalizzata del diritto"j y al- poderes privadost No siempre, es verdad, la for-
canzan un punto culminante en obras más maduras mulación de estas obligaciones es expresa. Lo cual,
2
como Diritto e ragione • Con ese bagaje a sus es- se ha dicho, sería una prueba de que la simple atri-
paldas, lo que Ferrajoli se propone ahora es com- bución de un derecho no comporta sin más su ga-
6
pletar una teoría formal o estructural de los dere- rantía, su protección • No obstante, desde un punto
chos fundamentales. Es decir, una teoría que no de vista más amplio, es posible matizar dicha nega-
pretende describir ningún ordenamiento constitu- ción. De hecho, pOdría sostenerse en cambio que el
cional concreto sino más bien desentrañar la "lógica solo reconocimiento de un derecho entraña ya una
interna", en cierto modo abstracta, con la que han garantía, embrionaria, del interés que éste procura
operado los derechos y, sobre todo, con la que ope-
ran en el constitucionalismo contemporáneo. Preci-
samente, la relación entre derechos y garantías • La expresión, es evidente, se usa aquí en el sentido de de-
3 beres cuyo cumplimiento incumbe a poderes institucionales. No
ocupa un lugar destacado en dicha teorización • A debe confundirse, por tanto, con la noción de garantía institucio-
esta última y puntual cuestión aluden estas líneas. nal tal como se utiliza, por ejemplo, en Carl Schmitt.
5 No es posible extenderse aquí en la debatida cuestión de los
La noción de derechos subjetivos, como se sabe, efectos mediatos o inmediatos de la Drittwirkung constitucional.
tiene una dilatada historia en la teoría del derecho. Baste con dejar constancia del significativo papel otorgado por
En el andamiaje conceptual de Ferrajoli vienen ca- Ferrajoli a la sujeción también de los "poderes privados" a los
límites y controles que supone el respeto de los derechos fun-
damentales; planteamiento enmarcado en la consigna, recogida
por el autor, de articular un constitucionalismo no sólo de "dere-
\ En Rivista internazionale di Filosofia del Diritto, 1965, págs. cho público", sino también de "derecho privado". Vid., en ese
55-105. sentido, "11 diritto privato del futuro: liberta, poteri e garanzie", en
2 Laterza, Bari, 1989 (Hay ed. cast., por la que se cita, Dere- AA.VV., /1 diritto privato futuro, Universita degli Studi di Cameri-
cho y Razón, Trotta, Madrid, 2000) no 1993, págs. 13 y ss.
, Vid. L. Ferrajoli, "Derechos fundamentales", en Los funda- ¡ Así, por ejemplo, R. Guastini, Estudios de teoría constitucio-
mentos de los derechos fundamentales, A. de Cabo y G. Pisare- nal, (M. Carbonell, ed.), Fontamara-UNAM, México, 2001, págs.
110 (eds.), Trotta, Madrid, 2001, págs. 19 y ss. 233 y ss.

3
resguardar. Embrionaria, precisamente, en la medi- ninguno de los casos, de una cuestión insoluble. La
da en que contribuye a "hacer visible" el interés en determinación del alcance normativo de una garan-
cuestión, lo cual ofrece un primer resquicio para el tía debe comenzar en la dicción literal de la norma
control y un límite, tímido pero no imaginario, para el que prevé el derecho en cuestión. Pero desde una
poder. En ese sentido, una norma que se limitara a perspectiva sistemática debe complementarse a
estatuir el derecho de todos "a un salario digno" no partir de su conexión con otras normas del ordena-
podría considerarse un simple f1atus vocis, ya que miento que permitan precisarlo. Así, por ejemplo,
encerraría, al menos, la prohibición de regulaciones con aquellas provenientes de tratados internacio-
normativas que supongan un salario insuficiente o nales reconocidos en el orden interno o de las in-
miserable. terpretaciones que de las mismas hayan realizado
Es verdad que en otros casos los deberes y los operadores autorizados. Piénsese, en ese sentido,
obligados a observarlos se indican de manera ex- en el nivel de concreción que, frente a poderes pú-
plícita, bien en la misma norma que prevé el dere- blicos y privados, ganan las garantías de ciertos de-
cho, bien en otras diferentes. Todo lo cual, natural- rechos sociales constitucionales como producto de
mente, afecta la intensidad y el alcance de la su conexión con las previsiones del Pacto Interna-
garantía en cuestión. Así, es evidente que no tiene cional de Derechos Económicos Sociales y Cultu-
la misma eficacia, desde un punto de vista garan- rales y con el alcance que a éstas han dado las Ob-
tista, una norma que establece un derecho sin servaciones Generales del Comité de DESC de
9
enunciar los respectivos deberes que incumben a Naciones Unidas •
los poderes públicos o privados que aquellas que Claro que, siguiendo la distinción establecida por
identifican con precisión cuáles son las prohibicio- Ferrajoli, las llamadas garantías primarias plantea-
nes, habilitaciones u obligaciones, así como los rían un problema previo. Y es que, aun admitiendo
concretos sujetos obligados. Pero la existencia de su presencia en la propia atribución del derecho, la
una garantía primaria no es una cuestión de todo o experiencia moderna previene contra todo optimis-
nada. Por el contrario, la insuficiencia de las garan- mo en torno a sus pontecialidades vinculantes. Pre-
tías previstas en el enunciado de una norma no cisamente porque la sola estipulación de garantías
comporta su esterilidad. De la precisión del lenguaje legales-constitucionales supone dejar libradas a la
constitucional respecto de las obligaciones y de los benevolencia del legislador, a su voluntad de auto-
obligados depende, es verdad, buena parte de la limitación, la realización y protección de los intere-
calidad de una garantía. Pero ni la relativa indeter- ses que los derechos encarnan. Esta fue, de hecho,
minación equivale a indeterminabilidad, ni las difi- la situación de los derechos en buena parte del cons-
cultades semánticas suponen ininteligibilidad y, mu- titucionalismo continental a lo largo del siglo dieci-
cho menos, inutilidad. El propio positivismo nueve y hasta comienzos del veinte. Una experiencia
constitucional y la pretensión de normatividad que histórica que, como se sabe, acabó por trascender
encierran las constituciones modernas comportan como ejemplo paradigmático de un constitucionalis-
que las normas que atribuyen derechos están allí mo débil, otorgado, o simplemente semántico. En ese
por alguna razón Y que, por lo tanto, deben ser "to- modelo, en efecto, los derechos comportan ante todo
madas en serio" al menos por quienes las han garantías políticas: su custodia, en suma, se encarga
"puesto" en el ordenamiento. Lo cual exige inter- exclusivamente, bien al legislador, bien a la admi-
pretarlas potenciando su alcance vinculante, y no a nistración. Lo cual supone, en última instancia, otor-
la inversa. garles el estatuto de concesiones revocables y no
No es sencillo, una vez más, delimitar el campo de expectativas estables sustraídas al capricho de
semántico de formulaciones aisladas y sujetas a va- los pOderes de turno 10.
riaciones contextuales. De hecho, se trata, contra lo A pesar de las modificaciones estructurales expe-
que suele afirmarse, de un fenómeno extensible no rimentadas por el constitucionalismo moderno como
sólo a los preceptos que contemplan los llamados técnica de control de todo poder, incluso del de las
derechos sociales sino también a los que acuerdan coyunturales mayorías electorales, esta imagen de
derechos reputados civiles y políticos. ¿Cuál es, en un poder soberano, libre de ataduras e investido con
efecto, el alcance exacto del derecho "a la vida" o a potestades de disposición exclusiva en materia de
una "vivienda adecuada"? El derecho a la "libertad derechos, ha perdurado, de manera más o menos
de expresión": ¿comprende la posibilidad de gritar abierta, en las democracias actuales. A rebatir esta
las propias ideas con un megáfono en medio de la imagen, precisamente, se dirigen las reflexiones de
noche o de recubrir con manifiestos electorales es- Ferrajoli. En su propuesta teórica, la necesidad de
tatuas y edificios?8 Evidentemente no se trata, en articular garantías legales de los derechos ocupa un

7 Así, L. Ferrajoli, La cultura giuridica nell'lta/ia del Novecento,


Laterza, Bari, 1999, pág. 111. Esta obligación de "tomarse en • Vid., por ejemplo, M. Craven, The International Covenant on
serio" el constitucionalismo positivo no entrañaría, sin embargo, Economic, Social and Cultural Rights. A perspective on its de-
una profesión de constitucionalismo ideológico, dispuesta a velopment, Claredon Press, Oxford , 1995.
otorgar un valor moral intrínseco a las normas constitucionales .0 Si bien es cierto que, en la tradición francesa por ejemplo, el
por el solo hecho de serio. Simplemente se trataría de un deber régimen de lo contencioso administrativo comenzó originándose
para el observador interno, pero no estaría reñido, en razón de como un control interno de la Administración sobre su propio
la separación entre moral y derecho también postulada por Fe- aparato. No ya los tribunales, por lo tanto, sino la propia admi-
rrajoli, con la posibilidad de una crítica externa de las normas nistración mediante órganos especiales, era quien enjuiciaba, en
constitucionales, proponiendo, llegado el caso, su modificación un proceso de autocontrol, el comportamiento de los adminis-
e incluso su supresión. tradores. En este sentido, sigue siendo útil reenviar al precursor
• Vid., a propósito de esta cuestión, R. Bin, Capire la Costi- ensayo de E. García de Enterría, La lucha contra las inmunida-
tuzione, Laterza, Roma, 1998, págs. 60 y ss. des del poder, Civitas, Madrid, 1995, págs. 19 y 20

4
Base de Datos Aranzadi Legislación
Base de Datos Aranzadi Legislación últimos 5 años
Base de Datos Aranzadi Legislación Vigente
Bases de Datos Aranzadi Legislación Autonómica
Base de Datos Integrada de Comunidades Autónomas
Base de Datos Aranzadi Convenios Colectivos
Base de Datos Aranzadi Jurisprudencia 1979-2001
Base de Datos Aranzadi Jurisprudencia 1990-2001
Base de Datos Aranzadi Jurisprudencia últimos 5 años
Base de Datos Aranzadi Tribunal Constitucional
Base de Datos Aranzadi Tribunales de Justicia, Audiencias
Provinciales y Otros Tribunales.
Base de Datos Aranzadi Jurisprudencia Tributaria
Base de Datos Aranzadi Civil y Mercantil
Base de Datos Aranzadi Jurisprudencia Contencioso-Administrativa
Base de Datos Aranzadi Social
Base de Datos Aranzadi Penal

Bases de Datos Aranzadi,


todo lo que necesita, al instante.

ARANZADI
EDITORIAL

Carretera de Aoiz, km. 3,5 - 31486 ELCANO (Navarra).


Internet: http//www.aranzadi.es / E-mail: clientes@aranzadi.es
lugar fundamental. De hecho, él mismo las caracte- un fenómeno ampliamente reconocido a partir del
riza como garantías primarias. Pero esa articulación constitucionalismo de la segunda posguerra: si la
no puede realizarse, por ejemplo, a partir de una garantía extraordinaria de los derechos frente a la
concepción "beata" de las democracias representa- arbitrariedad del legislador remite al diverso grado
tivas "realmente existentes". Y es que en el contexto de rigidez otorgado a las normas constitucionales,
actual, y tras la euforia inicial generada con el fin del las garantías ordinarias, en cambio, se asimilan so-
mundo bipolar, la difusión de la democracia repre- bre todo a la previsión de garantías jurisdiccionales,
sentativa como ideal de gobierno ha venido a coin- esto es, de deberes dirigidos a órganos jurisdiccio-
cidir con la puesta en entredicho de algunos de sus nales autorizados para que hagan efectivos, de al-
pilares capitales. Piénsese, si no, en las marcadas gún modo, su fuerza normativa, su carácter vincu-
13
insuficiencias de los instrumentos tradicionales de lante, incluso frente allegislador •
representación para incorporar a colectivos rele- Lo más llamativo, en cualquier caso, es que esta
vantes (como las mujeres), o en la creciente suje- lógica, en buena parte aceptada en lo que se refiere
ción de partidos, sindicatos y sedes legislativas a la a los tradicionales derechos civiles y políticos, ha
lógica de la profesionalización y a constricciones encontrado una pertinaz resistencia en lo que res-
burocráticas y mercantiles de todo género (siendo la pecta a los derechos sociales. En efecto, el paso del
videopolítica una de las más relevantes). Todo ello Estado legislativo al Estado constitucional ha con-
con las inevitables consecuencias en términos de cernido fundamentalmente a los llamados derechos
apatía, abstencionismo y distanciamiento entre liberales. Pero no se ha extendido de igual modo a
electores y elegidos y, desde el punto de vista jurí- los derechos sociales, cuya configuración normati-
dico, de pérdida de centralidad de la ley en beneficio va, por el contrario, se ha desplazado del ámbito del
de fuentes de regulación opacas y reticentes a con- Estado legislativo al del Estado administrativo,
troles adecuados, tanto en el orden interno como en cuando no a sedes extraestatales regidas por lógi-
11
el supraestatal • cas abiertamente mercantilistas.
En ese contexto, sólo una interesada falacia politi- A pesar de ello, lo que en beneficio de una cate-
cista podría confiar a un poder "bueno" la realiza- goría de derechos, los civiles y políticos, se celebra
ción de los derechos de todos. Frente a los van- como una virtud del constitucionalismo entendido
guardismos y elitismos de diverso signo, la como técnica de límites al poder, se presenta en
experiencia del siglo veinte ha enseñado que todo relación con los derechos sociales como una peli-
poder, público o privado, en tanto capacidad de in- grosa amenaza a la salud democrática y a la estabi-
fluir de manera arbitraria en la esfera de acción de lidad de las arcas públicas. Así, en un curioso ejer-
las personas, debe someterse a límites. No sólo, por cicio de "jacobinismo anti-social" en el que
tanto, el poder de los "otros" sino también el de los confluyen tanto sectores conservadores como algu-
"propios". Un imperativo a menudo despreciado, nos pretendidamente progresistas, se argumenta,
como recuerda Ferrajoli, a derecha e izquierda del una y otra vez, no sólo la imposibilidad, sino ade-
espectro político: por el decisionismo conservador y más la inconveniencia de la justiciabilidad de los de-
las dictaduras fascistas, pero también por el comu- rechos sociales. Los derechos sociales, se repite
nismo autoritario e incluso por algunas de las más con machacona insistencia, son derechos caros,
conspicuas socialdemocracias occidentales. con fuerte incidencia presupuestaria, que deman-
Ahora bien, es precisamente en este marco en el dan una serie de intervenciones complejas que de
que las garantías secundarias, jurisdiccionales, se ningún modo pueden llevarse adelante desde ins-
postulan como un posible elemento de regenera- tancias jurisdiccionales. Además, aún en el caso de
ción. Las garantías jurisdiccionales actuarían como que se admitiera la viabilidad técnica de sus garan-
fusibles frente a fallos, patologías e incumplimientos tías jurisdiccionales, se trataría de garantías que
en las garantías legales. Claro que no se trata de irritan la lógica democrática, en la medida que com-
una idea nueva. Ya desde Kelsen, al menos, la cali- portarían una inadmisible subordinación de repre-
ficación de un derecho como derecho subjetivo se sentantes electos a funcionarios sin responsabilidad
ha considerado estrechamente vinculada a la exis- electoral.
tencia, no tanto de garantías primarias, como de ga- Se trata de argumentos, por reiterados, conoci-
rantías secundarias para el mismo. Justamente, la dos. Sin embargo, resultan insatisfactorios tanto
caracterización de un derecho como simple norma desde el punto de vista estructural como axiológico.
programática, como "derecho sobre el papel" ca- La justiciabilidad de los derechos sociales, en efec-
rente de auténtico valor jurídico, ha pretendido dar to, no ofrece dificultades distintas a las de la mayo-
cuenta de la ausencia de garantías jurisdiccionales ría de los derechos civiles y políticos. Todos los de-
12
adecuadas en su resguard0 • Se trata, en suma, de rechos, desde el debido proceso, la libertad
contractual o la seguridad física encierran un coste
que, de un modo u otro, supone erogaciones presu-
11Sobre esta última cuestión, Vid. C. de Cabo, Sobre el con-
cepto de ley, Trotta, Madrid, 2001; o E. García de Enterría, Jus-
ticia y seguridad jurídica en un mundo de leyes desbocadas,
Civitas, Madrid, 2000. La cittadinanza, appartenenza, identita, diritti, Laterza, Roma-
12 Cfr. R. Guastini, Distinguiendo. Estudios de teoría y meta- Bari, 1994.
teoría del Derecho, Gedisa, Barcelona, 1999, págs. 179 y ss. O, 13 Ese "hacer efectivo", desde luego, no tiene porque materia-

de modo terminante, Danilo 2010, quien directamente sostiene: lizarse a través de una vía única, sancionatoria. Que los jueces
"un derecho formalmente reconocido pero no justiciable -es tengan algo que decir, que puedan introducir algún tipo de con-
decir, no aplicado o aplicable por los órganos judiciales me- trol que renueva la impunidad del legislador o de la administra-
diante procedimientos definidos- es, tout court, un derecho ción que existiría en su ausencia, ya entraña un cierto grado, lo
inexistente", en "La strategia della cittadinanza", D. 2010 (ed.), precario que se quiera, de juridicidad.

6
14
puestarias . Todos comportan un cierto límite a las dad de derechos como los sociales? A esta altura
competencias normativas del legislador. ¿Por qué del desarrollo jurisprudencial en el derecho compa-
rechazar el dogma de la absoluta discrecionalidad rado, la primera cuestión no admite dudasl8• El re-
legislativa en un caso y mostrar tantas reticencias pertorio de estrategias dirigidas a otorgar a los de-
en el otro? Y si el problema es la desconfianza rechos sociales exigibilidad ante los tribunales es lo
"democrática" en la justicia constitucional ¿por qué suficientemente vasto como para extraer una res-
l9
no actuar con honestidad y proponer su lisa y llana puesta positiva • Desde las sentencias de inconsti-
eliminación, en lugar de postular un doble rasero, tucionalidad por omisión, los mandatos al legislador
según el tipo de derechos involucrados, tan injustifi- o las sentencias aditivas (de prestación y de princi-
cado como incoherente?15 pio), pasando por los amparos individuales y colec-
Contra este tipo de posiciones, una vez más, se tivos, directos y por conexión, es posible recoger un
revuelve la posición de Ferrajoli. Su propuesta de rico elenco de vías procesales que, de lege ferenda
separación entre derechos y garantías (secunda- o de lege lata, podrían ponerse, o de hecho se han
rias) sirve de modo especial para esclarecer el es- puesto, al servicio de la operatividad de las garan-
2o
tatuto normativo de los derechos sociales. La exis- tías secundarias de los derechos sociales •
tencia de un derecho, argumenta Ferrajoli, depende Pero aun si se concediera que la previsión técnica
de su enunciación positiva y no de la previsión de de garantías jurisdiccionales es posible, quedaría
su respectiva garantía secundarial6• Un derecho po- en pie una segunda cuestión: ¿son deseables? En
sitivo sin garantía jurisdiccional sigue siendo un de- sus últimos escritos, Ferrajoli no afronta directa-
recho jurídico y no simple norma programática o mente la fundamentación de la justicia constitucio-
admonición moral, como prefieren las sedicentes nal. Antes bien, la considera como un dato "puesto"
posturas "iusrealistas". Esta aproximación explicati- en los ordenamientos constitucionales positivos que
va encierra, en el fondo, una opción valorativa y una debe tomarse como un marco implícito para el resto
estrategia de transformación. En primer lugar, del análisis. Sin embargo, no parece que la espino-
apunta a evitar el desplazamiento de los derechos sa justificación de las garantías secundarias pueda
al campo volátil de las categorías políticas, resca- eludirse. La literatura dedicada a la materia es ex-
tándolos en cambio para el mundo simbólico del de- tensa y las dificultades de la tarea son innegables. A
recho, con todas las consecuencias legitimatorias pesar de ello, alguna justificación relativa sigue re-
21
que eso pueda suponer. Y a partir de este rescate sultando plausible • Que los jueces tengan algo que
explicativo arriesga una audaz propuesta prescripti- decir en materia de control de derechos sociales no
va: la eventual ausencia o insuficiencia de garantías quiere decir que deban tener la exclusiva y ni siquie-
en un derecho subjetivo no puede considerarse una ra la última palabra sobre la cuestión. Los modelos
simple opción política. Por el contrario, constituye bilaterales o multilaterales de reparación de la in-
además una laguna que la propia "lógica" del orde- constitucionalidad son, una vez más, un buen ejem-
17
namiento exige denunciar y colmar • Esta proposi- plo en este sentid022• Su actuación, en consecuen-
ción, naturalmente, suscita algunos interrogantes: cia, no tiene porque verse como un elemento de
¿en qué sentido puede considerarse la ausencia de sofocación o suplantación democrática. Es verdad
garantías una laguna "jurídica" inherente a la "lógi- que de la beligerante retórica de Ferrajoli contra la
ca" del propio ordenamiento? Es evidente que su impunidad del poder en materia de violación de de-
denuncia correspondería tanto a un operador auto-
rizado como a un observador externo (los juristas o
,. Vid., por ejemplo, V. Abramovich y C. Courtis, "Hacia la exi-
los propios ciudadanos). Pero ¿quién y cómo podría gibilidad de los derechos económicos, sociales y culturales.
colmarla? En principio, la corrección o incorporación Estándares internacionales y criterios de aplicación ante los tri-
de una garantía encerraría una reforma de la norma bunales locales", en Contextos. Revista crítica de derecho so-
cial, n 1, Buenos Aires, 1997, págs. 3 Y ss. Igualmente. para
Q

en cuestión o la incorporación de normas nuevas, un reciente y representativo caso jurisprudencial "La justiciabili-
tarea que incumbiría al legislador, constitucional u dad del derecho a la vivienda en la jurisprudencia sudafricana",
Jueces para la democracia, 40, marzo 2001.
ordinario según el caso. Claro que la corrección ju- " También en un caso como el español, donde la previsión de
risdiccional, a través de técnicas hermenéuticas buena parte de los derechos como "principios rectores" no
controladas, tampoco podría, en la medida en que constituiría un obstáculo insalvable para dotarlos de fuerza nor-
mativa, incluso para derivar de ellos, al menos de manera indi-
lo permitan los márgenes constitucionales, descar- recta, posiciones subjetivas amparables ante los tribunales.
tarse de antemano. Vid., por ejemplo, L. Prieto Sanchís. Ley, principios, derechos,
Ahora bien, más allá de las previsiones al res- Instituto Bartolomé de Las Casas, Universidad Carlos 111. Ma-
drid, 1998; P. Andrés Ibáñez. "Garantía judicial de los derechos
pecto en un ordenamiento concreto: ¿es posible, humanos", en Claves, nQ 90, Madrid, 1999. págs. 14 Y 15
técnicamente, y en su caso, deseable, la justiciabili- 20 Vid. el inteligente trabajo de V. Abramovich y C. Courtis,

Estrategias de exigibi/idad de los derechos económicos, socia-


les y culturales, de próxima aparición en la editorial Trolla.
" Vid., por todos, R. Gargarella, La justicia frente al gobiemo.
" Cfr., por todos, R. Bin, Capire la Costituzione, cit. págs. 62 y Ariel, Barcelona, 1996, págs. 174 y ss.
63 Y S. Holmes y C. Sunstein, The Cost of Rights. Why Liberty 22 Estas intervenciones. por ejemplo, suponen la posibilidad

DeRends on Taxes. Norton and Company, New York, 1998. de que los jueces, al identificar una actuación inconstitucional,
Un doble rasero que en términos prácticos parece resolver- difieran su reparación al legislador y, sin imponerle una vía úni-
se en la contradictoria consigna de mantener a toda costa la ca, lo emplacen para que, en un plazo concreto, utilice alguna
justicia constitucional, pero inutilizada, como una suerte de "bra- de los que se encuentran a su alcance. Vid.• en ese sentido, los
zo tonto de la ley". detenidos análisis de M. González Beilfuss, Tribunal Constitu-
,. Vid. L. Ferrajoli, "Derechos fundamentales", en El funda- cional y reparación de la discriminación normativa, CEC. Madrid,
mento de los derechos ...• cit. págs. 45 Y ss. 2000, págs. 177 Y ss. Y F. J. Díaz Revario, "El control de cons-
11 Sobre esta idea de una "lógica" interna del Estado de dere- titucionalidad de las omisiones legislativas relativas en el dere-
cho, Vid., Ferrajoli, L., La cultura giuridica ... , cit. págs. 112 Y cho comparado europeo", en REDC, nQ 61, Madrid, 2001, págs.
113. 81 Y ss.

7
rechos, tanto liberales como sociales, puede en tanto, una alternativa a las contraposiciones férreas
ocasiones desprenderse la impresión de una cierta entre "democratización" y "constitucionalismo", sobre
subordinación, obviamente problemática, de las ga- todo en aquellos casos en que éste sirve precisa-
rantías legales a las definiciones que de los mismos mente para incluir y asegurar la presencia de voces e
23
realicen los órganos jurisdiccionales . El liberalismo intereses suprimidos o desatendidos en el proceso
igualitario que alienta el constitucionalismo ''fuerte'' democrático formal.
de Ferrajoli se presentaría, desde esta perspectiva, En ese contexto justificatorio, me parece, pierde
reñido con el ideal de autogobierno que exige el sustento la posición que pretende ver en la actua-
principio democrático. A pesar de las tensiones efec- ción de la justicia constitucional un debilitamiento de
tivamente existentes en la obra del iusfilósofo italiano, los espacios participativos, así como el riesgo de
31
no parece, con todo, que se trate de una conclusión que la democracia sea fagocitada por un supuesto
terminante. La propia teorización de Ferrajoli, creo, -aunque a todas luces contrafáctico- "gobierno
admite una lectura más "republicanista"24. de los jueces" en materia de derechos fundamen-
32
y es que la desconfianza frente a los poderes de tales . Por el contrario, las (no demasiado frecuen-
todo tipo supone, en último término, la confianza en tes) actuaciones jurisdiccionales "reales" que pro-
la permanente circulación de contrapoderes políti- mueven el acceso de colectivos desfavorecidos al
cos, jurisdiccionales y, sobre todo, sociales. El con- goce de sus derechos suelen operar, no como in-
tenido de lo constitucionalmente "no decidible" por tentos de diseñar por sí mismas políticas públicas,
las mayorías políticas coyunturales, por lo tanto, no sino como verdaderos catalizadores para sedes re-
tiene por qué asumirse como esfera de lo "no discu- presentativas de otro modo inermes y atrapadas en
33
tible"2. Más aún, desde una lectura "rematerializa- una rígida dinámica de autoprogramación .
da" de la justificación procedimental del control de Dicho esto, sin embargo, no todos los problemas
28 27
constitucional , como la avanzada por Nin0 o in- quedan despejados. El de las garantías secundarias
28
cluso por el propio Habermas , las garantías juris- no residiría ya en su viabilidad técnica o en sus po-
diccionales, tanto de derechos liberales como de tenciales efectos regenerativos para el tejido demo-
derechos sociales, podrían concebirse como para- crático. Pero ¿hasta que punto podría confiarse en
dójicos límites habilitantes, esto es, como medios ellas? En otras palabras: si las garantías primarias,
para desbloquear y activar, y no para restringir o dejadas al arbitrio del legislador, suelen vulnerarse,
29
suplantar, los canales de participación democrática . ¿por qué no ocurriría lo mismo con las garantías
A partir de esta fundamentación, antes republicana secundarias, libradas al albur de los propios jueces?
30
que liberal de los controles jurisdiccionales , éstos no Es cierto que la parcial democratización de la judi-
quedarían reducidos a simples mecanismos contra- catura, allí donde ha tenido lugar, ha modificado, al
mayoritarios. Antes bien, representarían vías aptas menos en parte, su tradicional componente de cla-
para provocar un diálogo, no necesariamente con- se. y que el contenido normativo del constituciona-
descendiente, entre órganos jurisdiccionales y políti- Iismo del Estado social y democrático de derecho le
cos acerca de lo que constitucionalmente, según la ha marcado una línea de actuación que minimiza,
terminología de Ferrajoli, "no puede decidirse" o "de- en principio, posibles intervenciones antigarantis-
34
jarse de decidir", esto es, la protección de los dere- tas . Pero, ¿es esto suficiente? ¿Qué evitaría que
chos tanto de libertad como sociales. Una relación de una institución de este tipo quedara atrapada, al
este tipo, sin diluir la separación entre poderes, con- igual que los órganos políticos y administrativos, en
tribuiría a una mejor identificación y reparación de las una lógica autorreferencial que la condujese a ac-
vulneraciones, por comisión u omisión, de derechos tuar antes como vía de cobertura y confirmación de
fundamentales, garantizando al mismo tiempo, la su- las patologías burocráticas de aquellos y no como
premacía de la Constitución. Y configuraría, por lo controlo límite? ¿No es acaso el propio Ferrajoli
quien, en su momento, advirtió no sólo contra las
falacias politicistas, basadas en la confianza en un
•• Asf, por ejemplo, en la recurrente insistencia en la intangibi-
lidad de la "esfera de lo no decidible por la democracia porftica" poder político "bueno", sino también contra las fala-
o en la defensa de la subordinación de ésta a la "democracia cias garantistas, asentadas en la idea de que basta-
sustancial" encarnada, según Ferrajoli, por unos derechos cons-
ría con un derecho "bueno" o, en este caso, con
titucionales necesariamente interpretables por los jueces. Para
algunas matizaciones del propio autor al respecto, ver sin em-
bargo, "Los fundamentos de los derechos fundamentales", en " Asf, de modo significativo, A. Pintore, "Derechos insacia-
Los fundamentos, cit. págs. 339 y ss. bles", en Los fundamentos de los derechos fundamentales, cit.
24 Para una introducción al republicanismo como ideal Vid., P. páfls. 243 y ss.
Pettit, Republicanismo, Paidós, Barcelona, 1999. Cuando E. Lambert lanzó su célebre advertencia acerca del
•• Cfr. A. de Cabo, A. de y G. Pisarello, "Prólogo", a Los fun- gouvemement des juges, lo que tenfa en mente era la conser-
damentos de los derechos fundamentales, cit., págs. 14 y ss. vadora jurisdicción norteamericana del siglo diecinueve y de
•• Vid., por todos, J.H. Ely, Democracy and Distrust. A Theory comienzos del veinte, defensora militante del carácter absoluto
of Judicial Review, Cambridge, 1980. del derecho de propiedad y enemiga de los derechos sociales.
Z7 Vid. La constitución de la democracia deliberativa, Gedisa, Lo llamativo es que esta exhortación haya sido exhumada una y
Barcelona, 1997, págs. 299 y ss. otra vez, incluso por sectores "progresistas", para cerrar paso a
•• Vid. Facticidad y Validez, Trotta, Madrid, 1998, pág. 354. posibles intervenciones jurisdiccionales, no ya contra los dere-
•• Se tratarfa, en suma, de un modelo procedimental "fuerte" chos sociales, sino a favor de los mismos .
de justicia constitucional, capaz de incluir el contenido básico no •• Sobre las posibilidades y efectos prácticos de la utilización
sólo de los derechos civiles y polfticos sino también de los dere- de estrategias jurisdiccionales en defensa de sectores desfavo-
chos sociales. recidos, Vid. Cause Lawyering, Austin Sarat y Stuart Scheingold
•• Es ya clásica la referencia en este sentido al artfculo de F. (eds.), Oxford University Press, Oxford, 1998 .
Michelman "Law's Republic", The Yale Law Joumal, 97, 1988; •• Sobre alguna de estas cuestiones, Vid., por ejemplo, P. An-
Un balance más reciente del froPio autor puede verse en "Hu- drés Ibáñez, "La justicia del Estado de Derecho en la crisis del
man Rights and the Limits o Constitutional Theory", en Ratio Estado social", en Justicia/Conflicto, Tecnos, Madrid, 1988,
Juris, vol. 13, nQ 1, 2000. págs. 112 Y ss.

8
jueces "virtuosos"35,para proteger adecuadamente treñido a operar en el contexto de sociedades com-
los derechos de las personas?36Las garantías pri- plejas no puede sino descansar en la articulación,
marias y secundarias, se ha visto, son en último no ya unitaria, pero sí plural, de actores sociales
término garantías institucionales ¿Cómo evitar que capaces de recoger, perfeccionar y profundizar una
éstas se resuelvan (como a menudo ocurre) en una cultura constitucionalista en materia de derechos
dinámica antes de complicidad que de relativo con- fundamentales. Dicho en otros términos: no en la
trol entre poderes? ¿Qué clase de garantías ulterio- praxis virtuosa de la sociedad o de una clase única
res, además de los mecanismos de selección de concebidas como sujetos de gran formato, sino en
jueces, del propio lenguaje de las normas o de las una pluralidad de voces y de actores con derechos
técnicas de argumentación, harían falta para conju- y deberes de presionar y participar directamente en
rar su degeneración burocrática o mercantilista? la formulación y activación de las garantías institu-
Llegados a este punto, cualquier respuesta reen- cionales de los derechos, así como de procurarse
vía a las líneas iniciales de estas reflexiones. Segu- mecanismos de autotutela de los mismos39.
ramente, las garantías políticas y jurisdiccionales La retórica de los derechos como "triunfo frente
resultan hoy esenciales a la hora de recomponer el a las mayorías", popularizada por Dworkin y reco-
estatuto efectivo de los derechos fundamentales. gida por Ferrajoli en más de una ocasión, puede,
Pero un programa constitucional de garantías insti- en un momento concreto, operar como un arma
tucionales de los derechos, por más exhaustivo que efectiva de los más débiles contra los más podero-
fuera su diseño, resultaría incompleto, irrealista, y sos. Sin embargo, de no activar e involucrar a es-
en última instancia, fútil, sin la existencia y perma- feras sociales más amplias, que incluyan y vayan
nente promoción de múltiples y robustos espacios más allá de los directamente afectados, sólo po-
ciudadanos en condiciones de garantizar social- dría dar lugar a victorias pírricas, fácilmente rever-
mente la eficacia de las aludidas garantías institu- sibles ante el más ligero cambio de humor institu-
cionales y de conjurar su ya probada tendencia a la cional. Y no se trata únicamente de una cuestión
autoprogramación37.Sin una clara identificación de de eficacia, sino también de legitimidad40• Y es que
las obligaciones y de los sujetos obligados, los de- sólo un amplio proceso deliberativo impulsado
rechos carecen de la savia que nutre su fuerza rei- desde abajo, con la presencia de los propios co-
vindicativa. Pero la actuación o la inhibición de los lectivos interesados, podría propiciar un esquema
obligados, a su vez, sólo pueden tener lugar, en úl- de derechos fundamentales no sólo para los "sin
timo término, si existen actores capaces de obligar. derechos" sino con los "sin derechos". Es decir, no
Si existen, en suma, frente a los poderes estatales y meras concesiones tecnocráticas, paternalistas, y
privados, garantías sociales, ciudadanas, de los de- por lo tanto revocables, que conciban a los desti-
rechos36. natarios de los derechos antes como objetos que
A diferencia de las garantías primarias y secunda- como sujetos de las políticas públicas, sino apro-
rias, que comportan obligaciones para los poderes piaciones plurales y auto-conscientes de la defen-
institucionales, las garantías sociales representa- sa e interpretación de los derechos fundamentales
rían, al mismo tiempo, un deber y un derecho de los por parte de los potenciales afectados. El lenguaje
ciudadanos y colectivos vulnerables. De todos los jurídico de los derechos, en ese sentido, sólo pue-
ciudadanos, ya que todos tienen un interés poten- de arraigar a condición de una simultánea recrea-
cial en erradicar la violencia social que el atropello ción del lenguaje y la actuación de lo político y de
de los derechos ajenos entraña. Pero en especial de lo social. Por eso, la construcción de contrapode-
los efectivamente "sin poder", esto es, de quienes, a res democráticos no puede verse como un simple
resultas de su situación de concreta vulnerabilidad
física, cultural, económica o de género, ven cotidia- 39 Podrían considerarse vías concretas de participación en la
namente ignoradas y atropelladas sus libertades y realización de las garantías legales, además de los hoy necesa-
necesidades básicas por micra y macropoderes de rios pero insuficientes mecanismos de actuación en el circuito
representativo, algunos apenas utilizados (y menos propiciados)
distinta laya. como las iniciativas legislativas populares, las audiencias ciuda-
Ciertamente, no se trata, como pretendería cierto danas o los presupuestos participativos, Vid., sobre el tema,
Ciudadanos y decisiones públicas, Joan Font (coord.), Ariel,
comunitarismo de cuño schmittiano, de supeditar la Barcelona, 2001. En lo que respecta a las garantías jurisdiccio-
eficacia de la Constitución a la existencia de un nales, cabría igualmente pensar en las diversas vías de amplia-
"pueblo" prepolítico, homogéneo, sin el cual todo ción del acceso a los procesos de tutela de los derechos: desde
las acciones tradicionales hasta las acciones colectivas y de
programa normativo resultaría vacuo. Más bien, se interés público, pasando por las diferentes garantías del derecho
trata de recordar que un proyecto garantista cons- a ser oído y del debido proceso. Todo ello, por fin, sin desmedro
de ciertos mecanismos de autotutela indispensables en todo
ordenamiento constitucional democrático: desde la huelga y el
•• Para una reflexión acerca de estos atributos, Vid. M. Atien- derecho de manifestación, pasando por distintas formas de au-
za, "Virtudes judiciales", en Claves, nO86, Madrid, 1998; y "Etica togestión y, llegado el caso, el ejercicio de la desobediencia ci-
Judicial", en Jueces para /a Democracia, 40, Madrid, 2001. vil. Sobre esta última cuestión es ya una referencia clásica el
•• Derecho y razón, cit., pág. 940. trabajo de J. A. Estevez Araujo, La Constitución como proceso y
37 Vid., sobre estas cuestiones, el sugerente ensayo de Epp /a desobediencia civil, Trotta, Madrid, 1994.
Charles, The Rights Revo/ution, University of Chicago Press, '" Detrás de esta afirmación, obviamente, late una cuestión
Chicago, 1998. compleja: la del fundamento consensual de los derechos. A pe-
•• Con la evocación de esta garantía de clausura y un llamado sar de su apuesta por un complemento entre poder social di-
al necesario complemento entre democracia representativa y recto y poder político representativo, la posición de fondo de
democracia directa, cerraba precisamente Ferrajoli Derecho y Ferrajoli es, al mismo tiempo, anticonsensualista, y recuerda, en
Razón (pág. 944) remitiendo, a tal efecto, a la definición recogi- ese sentido, a la propuesta de liberales igualitarios como E.
da por el artículo 23 de la Constitución francesa del año 1: "la Garzón Valdés. Para una fundamentación con mayor énfasis en
garantía social consiste en la acción de todos para asegurar a el elemento deliberativo Vid., sin embargo, C. Nino, La constitu-
cada uno el disfrute y la conservación de sus derechos". ción de /a democracia ... , cit. págs. 166 Y ss.

9
complemento de la estrategia de los derechos, si- nuevas formas de corporativismo o despotismo
no como la única alternativa realista para garanti- descentralizado.
41
zar su efectividad • En momentos en que la acumulación acelerada
Una vez más, la articulación sinérgica entre una de poderes, públicos y privados, estatales y su-
democracia exigente y un constitucionalismo de los praestatales, se ha convertido en amenaza real, las
más débiles en sentido amplio no puede, en las garantías pueden verse como auténticos frenos de
condiciones actuales, confiarse a un único actor pri- emergencia de cuya efectividad dependen las posi-
vilegiado, libre de antemano de las patologías buro- bilidades de reconstrucción de esferas sociales y
cráticas o mercantilistas que infectan o acechan a políticas auténticamente democráticas. Desde ese
otros poderes. No hay poderes institucionales "bue- punto de vista, para que las garantías ciudadanas
nos", pero tampoco hay poderes sociales "inocen- operen como una verdeadera metagarantía de cie-
tes". Por tanto, una estrategia compleja de protec- rre, su vínculo con las garantías políticas y jurisdic-
ción de los derechos requiere que los límites y cionales no debería verse tanto (ni sólo) como una
controles impuestos a la esfera estatal se extiendan relación de supraordinación sino más bien como
también a la esfera no estatal. Es decir, que también una relación circular de controles recíprocos y per-
los actores sociales vinculados a la reivindicación manentes que actúen sobre una base común: la
de los derechos fundamentales se sometan a exi- idea de que hoy, más que nunca, la lucha por los
gencias de democracia plena, controles y publici- derechos no puede radicar sino en la construcción
42
dad, disipando los riesgos de alumbramiento de colectiva de los sujetos de los derechos •

SI QUIERES PARAR
LA PENA DE MUERTE,
EMPIEZA DESCOLGANDO
EL TEL.FONO.
902 119 133

I Si quieres hacer algo en contra de la PENA DE MUERTE, ~ Amnistía


I lIámanos o envíanos este cupón.
Internacional , I

,
I 15H SecciónEapeñola
el Fernando VI. 8 -1" Izda
I
I
: n o m b re: 1'.I:III'~ll',RliIlli. I
I I
, dirección: C.P.: población: I
I ---------------'-------- ."'.I.'.'I.'.'Jr.:a.;.¡"" I

-------------------------------------- 1

., Vid., por ejemplo, P. Barcellona, Democrazia: quale via di


scampo?, Edizloni La Meridiana, MOlfetta, 1995; J.R. Capella, '2 Para un lúcido intento de articulación teórica y práctica de
Los ciudadanos siervos, Trotta, Madrid, 1993; C. Castoriadis, estas alternativas, Vid. Boaventura Sousa Santos, Reinventar la
"Socialismo y sociedad autónoma", en La exigencia revoluciona- democracia. Reinventar el estado, Sequitur, Madrid, 1999; y La
ria, Acuarela, Madrid, 2000, págs. 21 y ss. globalización del derecho, ILSA, Bogotá, 1998.

10

Potrebbero piacerti anche