Sei sulla pagina 1di 3

APRENDIENDO A PERDONAR

Iglesia Bautista Luz y Vida


Pastor Esteban Díaz, 2016

Santiago mismo reconoce que tan solo con nuestras palabras ofendemos de muchas maneras a los
demás. Eso significa que todos los días, de una u otra manera, estamos siendo ofendidos u
ofendemos. Por esa razón, mientras el pecado siga siendo una realidad en nuestras vidas, el
perdón será siempre una necesidad primaria. (Ofensor – Ofendido)

I. Cuando somos los ofensores, pensamos que la persona ofendida no debería negarnos el
perdón, porque ella misma nos ha ofendido también en algún momento; pero si somos los
ofendidos, pensamos que no debemos perdonar porque no es la primera vez que nos ofenden.
II. Debemos mirar el tema del perdón desde la óptica de Dios para no privarnos de la bendición
que trae el perdón a nuestras vidas, y a nuestras relaciones.
A. El perdón de Dios es la base para aprender a perdonar. Esto puede parecer obvio pero
ayuda mucho al momento de perdonar o de ser perdonados.
- Nos recuerda que estamos capacitados para perdonar. A diferencia de los incrédulos
(no soy dios para perdonar), nosotros estamos siendo enseñados por Jesucristo para
una vida nueva (Efesios 4:17-21) Adquirimos un paquete de habilidades que deben ser
desarrolladas mientras maduramos en Cristo (v.22-31), incluido el perdón (v.32)
B. Miremos entonces de cerca el perdón de Dios (v.32) Dios nos perdonó a nosotros en Cristo.
Esta sencilla declaración nos proporciona importantes aclaraciones:
1. En el ejemplo del perdón de Dios los personajes son completamente diferentes. Por un
lado está un ser perfecto, y por el otro está un ser imperfecto. De manera que Dios
tiene toda la libertad de no perdonar la ofensa. Pero en nuestro caso ambas partes son
imperfectas, y casi es seguro que el ofensor fue ofendido primero. Ninguno de los dos
está en condiciones de exigir nada.
2. En el ejemplo del perdón de Dios no son solamente dos, sino tres los personajes.
Cuando dice que nos perdonó en Cristo, nos recuerda que el perdón de Dios es posible
gracias a un sustituto. Las ofensas no fueron simplemente ignoradas, sino que fueron
cargadas a la cuenta de otro. Cuando somos ofendidos debemos recordar que son
primeramente ofensas contra Dios que ya han sido perdonadas en Cristo.
3. Lo más importante. Si fuimos perdonados, ¿Cómo no hacerlo nosotros? Es una orden
de Dios para nosotros, es un llamado a seguir su ejemplo. Sería un pecado no hacerlo.
4. Además, el perdón no es algo que otorgamos hasta que la persona se arrepiente, sino
es algo que otorgamos mucho antes de eso. El perdón comienza en el corazón del
ofendido, y termina en el corazón del ofensor. Esto es lo que nos enseña la doctrina de
la reconciliación.
a. Si hablamos de reconciliación, es porque la relación entre Dios y los seres humanos
ha sido alterada. Supone una enemistad y un alejamiento. Este alejamiento es
doble, nos alejamos de Dios, y Dios se aleja de nosotros. Eso significa que la causa
del alejamiento es doble: 1) Nuestro pecado, y 2) La Santidad de Dios.

1
b. Miremos estos dos alejamientos. En Isaías 59:2 se mencionan ambos alejamientos.
Nuestros pecados ponen división, y como consecuencia Dios oculta su rostro.
Puede parecer lo mismo pero son dos cosas distintas. Nuestro pecado causa en
nosotros un temor y una vergüenza que nos hace alejarnos de Dios; y en Dios causa
un repudio que lo lleva a alejarse de nosotros. Lo podemos ver justamente en el
pecado de Adán (Génesis 3:8-10, 24)
c. Aquí tenemos un ofendido, y un ofensor. El ofendido se aleja por causa de su
santidad, y el ofensor por causa de su pecado. Pero, ¿quién toma la iniciativa para
que el perdón sea posible? El ofendido. Dios decide acercarse al hombre. No hay
arrepentimiento de por medio que lo justifique, fue un acto de gracia. Contrario a
lo que algunos piensan no se trata de un puente que Dios puso para que nos
acercáramos a Él, sino que Él mismo se acercó a nosotros. Dios ya se reconcilió con
nosotros, el evangelio es el llamado para reconciliarnos nosotros con él (2 Corintios
5:18-21) Si el corazón del ofendido no alcanza la paz, su perdón será inútil.
5. El ofendido debe perdonar, sin necesidad de que el ofensor se arrepienta, de eso se
trata el ejemplo de la reconciliación con Dios (cf. Mateo 5:23-24) Por eso el perdón
comienza en el corazón del ofendido, y luego termina en el corazón del ofensor cuando
le externamos nuestros perdón y lo liberamos de la culpa.
C. Una de las parábolas que lo explican mejor es la de los deudores. Todo inicia con una
pregunta de Pedro (Mateo 18:21) Los rabinos en los tiempos de Cristo enseñaban que el
perdón tenía un límite. Si una persona ofendía más de tres veces, ya no era acreedor del
perdón. Probablemente era una norma tomada de ciertas expresiones en el Antiguo
Testamento que sugerían la idea. Pero Pedro va más allá, y pregunta si deben ser siete
veces. La respuesta de Jesucristo es una forma de decir que el perdón ha de ser ilimitado
(v.22) No era la intención del Señor que las personas llevarán la cuenta hasta el perdón
número 490. Alguien que ya ha perdonado 350 veces, es imposible que guarde rencor, ya
tendría que preocuparse por el otro (Lucas17:3-4)
D. Y cuando intentamos preocuparnos por el otro es inevitable que empecemos a pensar en
nosotros mismos, ya que es la misma manera en la que nos comportamos con Dios muchas
veces. ¿Ha pedido perdón por la misma cosa más de una vez? Yo creo que sí, y en cada una
de esas veces hemos sido sinceros con él, ¿Por qué no podemos serlo nosotros con los
demás?, ¿Por qué los demás tienen que ser distintos a nosotros? El Señor ilustró el punto
mediante una parábola (Mateo 18:23-27)
1. La deuda que ésta persona tenía con el Rey sugiere que se trataba de un recaudador
de impuestos, pues solamente alguien así sería capaz de contraer tan grande deuda.
Miremos de cuanto estamos hablando. El salario de un día, en tiempos de Jesucristo,
era de un denario (Mateo 20:2) 6000 mil denarios equivalían a un talento ático, lo que
ganaba un soldado romano en 17 años. Diez mil talentos equivalía al salario de 10 mil
soldados en un año. Para darnos una idea, se tienen registros de lo que el imperio
romano recaudaba al año en la tierra de Palestina, y eran 900 talentos. Cinco mil
talentos de oro se había recolectado para el templo de Salomón de acuerdo a Crónicas
(1 Crónicas 29:4-7)

2
2. ¿Cómo se contrajo una deuda tan grande? Sustraía diariamente cantidades generosas,
en un lapso de años. Era una deuda impagable, tanto que solamente vendiendo a su
familia alcanzaba para pagarla. Lo cierto es que un robo tan constante, en tan largo
tiempo, era sin duda el reflejo de un hombre que quizá empezó auto-prestándose y
terminó menospreciando al Rey hasta el punto de hacerlo un hábito. La reacción de
este siervo fue la de suplicar (Mateo 18:23-26) La propuesta del siervo era casi una
burla, ni cien vidas le servirían para devolverlo, ¿por qué de pronto sintió el peso de la
culpa?, ¿Por qué no suplicó cuando la deuda era realmente pagable? Había algo de
insincero en el ruego.
3. El Rey sabía que era imposible cobrarse de otro modo que no fuera vendiéndolos,
pero su misericordia lo llevó a perdonarle la grande deuda; cualquier Rey ya se
hubiera exasperado, pero éste refleja el corazón de Dios. Nuestro Dios obra de
manera semejante con sus hijos, cada uno de nuestros pecados tiene el peso
suficiente para hundirnos eternamente en el infierno, y sin embargo es perdonado.
4. Lo que sucede después ilustra la necesidad de perdonar al hermano las veces que este
nos ofenda. Porque lo que cualquiera esperaría de este siervo, es que fuera
misericordioso con sus propios deudores lo cual no ocurrió (Mateo 18:28) Eran casi
cuatro meses de salario, y aunque no era poco, el ingrato siervo lo había prestado con
el mismo dinero que se había estado robando. ¡Era una ofensa directa al Rey! Porque
seguía considerando ese dinero como suyo, cuando se suponía que acababa de
admitir su pecado el cuál consistía en haber tomado lo que no era suyo. Estaba
evidenciando que en realidad no estaba arrepentido, que aún menospreciaba al Rey
como lo hizo cada vez que le sustrajo dinero. Por eso la falta de perdón es una grave
ofensa contra la misericordia de Dios.

El perdón reconcilia, pero debe ser conforme al modelo de Dios. Debe comenzar en el corazón del
ofendido, y terminar en el corazón del ofensor. Debemos pensar en el sacrificio del Señor y honrar
su muerte. Recordar que mis pecados han sido cargados a su cuenta para que yo mismo tenga la
misma misericordia con mi prójimo.

Potrebbero piacerti anche