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Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de
ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12
La paternidad de Dios
Dios entra en una relación filial con todo persona que ha aceptado a Cristo como Señor y
Salvador personal, y en virtud de ese hecho le adopta como su hijo (Juan 1:12). Cuando
recibimos a Cristo pasamos a formar parte de la familia de Dios.
Como creyentes necesitamos recibir a Dios no solo como Señor y Salvador, sino también
como Padre, y aprender a vincularnos con Él como hijos. La paternidad divina es una de los
grandes privilegios y beneficios que nos provee la obra de Cristo.
El propósito fundamental de la obra de Cristo es revelarnos al Padre Celestial. Dios se revela
en la Biblia bajo muchos roles: creador, redentor, salvador, señor, etc., pero el rol que mejor
le define es el de Padre. Dios es, por excelencia, nuestro Padre Celestial.
Dios quiere revelarnos Su paternidad para que tengamos Su identidad. Fuera de la paternidad
de Dios, somos simples criaturas – hechura de Dios. Pero la paternidad de Dios, nos introduce
a la familia celestial. Nos da un nombre y una identidad espiritual; un lugar y una posición en
la familia de Dios, como hijos y herederos de él. Como creyentes tenemos la bendición de un
parentesco íntimo con el Dios vivo creador del universo.
Pater: “Padre” se traduce del griego “Pater” (Strong 3962) que significa: Nutridor,
protector y sustentador. Esta palabra se utiliza de Dios en relación con aquellos que han
nacido de nuevo en virtud de su fe en Cristo (Juan 1:12-13). Se utiliza para aquellos
que han sido adoptados con hijos por Dios Padre, por medio de Jesucristo. Para sus
hijos Dios – el Padre Celestial - es un padre nutridor, protector, proveedor, cuidador y
sustentador.
Abba: "Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni
al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" Mateo.
11:27.
Jesús usa más de cien veces esta palabra en el N.T. Abba era la palabra familiar que los niños judíos
empleaban para dirigirse a sus padres. Más o menos corresponde al "papito" castellano. Jesús se dirige
a Dios como un niño a su padre. Esta palabra comporta familiaridad y confianza. Una relación de mucha
cercanía e intimidad personal. Y esa es la invitación que Dios nos hace en Cristo, que nos acerquemos
con familiaridad a Su presencia, y que desarrollemos una relación filial muy estrecha.
Dios es un Padre cercano, amoroso, familiar y personal. Ese es el Padre que Jesús quiere
revelarnos y darnos a conocer. Muchos creyentes no conocen plenamente quien es el Padre Celestial.
Tienen mapas e información distorsionada de quién y cómo es Dios, sobre todo en el rol de Padre.
b) La experiencia familiar
Para que un niño pueda comprender lo que significa la palabra “padre”, Dios le ha dado un
padre terrenal. El padre terrenal es el sustituto temporal de Dios, el modelo físico de Dios. De
ahí el énfasis en la Biblia de honrar a nuestros padres (incluida la madre). Si nuestros padres
fueran perfectos, serían un fiel reflejo de nuestro Padre Celestial.
Lo cierto es que formamos una identidad como persona muy asociada a nuestro contexto
familiar y al tipo de relación que experimentamos en nuestros hogares de origen. Esas
experiencias y aprendizajes, en buena medida, han determinado las personas que somos hoy.
Esto configura una identidad.
Dios creó a la familia como un medio de protección y bendición para cada ser humano, pero el
enemigo ha tratado de diferentes maneras de destruirla para distorsionar el camino de las
personas, desde su niñez, y ha introducido el divorcio, la violencia doméstica, la
irresponsabilidad y el abandono del hogar, entre otros males que acosan a la familia.
Puede que aquí haya hijos e hijas que cargan con un profundo dolor a causa de las heridas
causadas por el maltrato, rechazo y abandono sufrido por sus padres. Y luego les cuesta
reconocer y experimentar la paternidad perfecta de Dios.
He visto personas y aun creyentes con ese historial de vida, generando enganches y apegos
con figuras de autoridad. En ocasiones les cuesta reconocer figuras de autoridad, y en
ocasiones actúan con excesiva sumisión ante éstas. En el terreno de las relaciones, pueden
ver a sus jefes en cierta medida como una especie de padres. Muchas vences, cuando se
casan, inconscientemente, buscan una mamá o un papá. Hay creyentes que no tuvieron la
experiencia de tener un padre responsable, protector y amoroso; y peor aun que el padre no
estuvo presente porque lo abandono o rechazo, pueden ver en el pastor un papá y en la
pastora una mamá, pero los que caen en ese error se frustrarán fácilmente al no obtener lo
que esperan de ellos. Solo Dios puede llenar ese vacío asociado a la falta de padres. Sólo Dios
puede ministrar a las necesidades del alma, derivadas de la ausencia paternal, solo Dios
puede tratar la orfandad que produce la ausencia de la figura paterna. Salmos 27:10:
“Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá.”
En la parábola del hijo pródigo vemos dos modelos de hijo que no han aprendido a conocer el
corazón de su padre. 11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo a su
padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. 13 No muchos
días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició
sus bienes viviendo perdidamente. 14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en
aquella provincia, y comenzó a faltarle. 15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el
cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. 16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas
que comían los cerdos, pero nadie le daba. 17! Y volviendo en sí, dijo! Cuántos jornaleros en casa de mi
padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le
diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como
a uno de tus jornaleros. 20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre,
y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. 21 Y el hijo le dijo: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. 22 Pero el padre dijo a sus
siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23 Y
traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto era, y ha
revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. 25 Y su hijo mayor estaba en el
campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los
criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el
becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por
tanto su padre, y le rogaba que entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te
sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis
amigos. 30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar
para él el becerro gordo. 31 Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son
tuyas. 32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha
revivido; se había perdido, y es hallado.
Dios nos ama tanto que respeta nuestro libre albedrio. No quiere que le obedezcamos
como si fuéramos robots. Quiere que elijamos libremente amarle. Este hijo no andaba
en comunión y obediencia a su padre, que representa a Dios es esta parábola (Lucas
15:11-13). Finalmente tuvo que pasar por la dura disciplina. Hebreos 12:6: “Porque
el Señor al que ama castiga, Y azota á cualquiera que recibe por hijo”.
El hijo mayor:
Ocupaba una posición nominal, sin entrar al disfrute de la relación padre-hijo ( Lucas
15:25-31). Desconocía la generosidad de su padre. Vivía como un extraño en casa de
su padre. Constantemente buscaba demostrar que valía, pensando que debía ganarse
el amor de su padre.
El hijo mayor pensaba que tenía que realizar alguna buena conducta o acción, para
recibir el amor de su padre. Si un hijo necesita demostrar que vale, queda con la
inseguridad de si lo aman y aceptan o no. Si su actuación decae en algún momento
pueden preguntarse una y otra vez: “¿Me aman por lo que soy o solamente por lo que
hago?”
No tienes por qué tener carencia de nada, porque tu Papá – El Padre Celestial - lo tiene
todo. ¿Sabes por qué a veces no disfrutamos de todo lo que nos corresponde? ¡Porque
nos sentimos bastardos!, ilegítimos, porque desconocemos quien es realmente Dios
como Padre. Porque no pedimos con confianza y fe en quien es nuestro Padre Celestial.
1) Conocer a Cristo
“Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
“Nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
“A Dios sólo le conocemos real y plenamente en Jesucristo, su Hijo: "A Dios nadie le ha visto
jamás. El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien nos le ha dado a conocer" (Juan
1:18).
Nuestra filiación divina nos viene por Jesús el Hijo. No por obras ni méritos. Esta
filiación es una participación en la filiación misma del Hijo, es decir, una derivación de la
relación o vínculo que Jesús el Hijo tiene con Dios el Padre. Somos hijos de Dios en el
Hijo. Dios es nuestro Padre, no porque nos ha creado, sino porque nos "ha hecho
partícipes de la naturaleza divina" en Cristo Jesús (2 Pedro 1,4), pues los hijos de
Dios "no han nacido de la sangre, ni del deseo de la carne, ni de voluntad de varón,
sino de Dios" (Juan 1:13).
Somos hijos por un derecho adquirido en Cristo. La expresión “les dio potestad (derecho
LBLA) connota el recibir potestad, autoridad legítima, libertad de acción; por eso, derecho,
para ser hijos de Dios, por medio de Cristo.
Cuando le decimos "Padre" a Dios, no nos referimos a una vaga paternidad de origen religioso
Nos referimos a una persona específica: "al Padre de nuestro Señor Jesucristo". Cuando
Cristo nos exhorta a invocar a Dios como Padre, nos está invitando a comunicarnos con Su
mismo Padre.
Conocer a Cristo no solo implica conocerle como Salvador y Señor, sino conocerle como el Hijo
de Dios; conocerlo en su relación de amor con Dios. Cristo en su condición de Hijo, es el
modelo o prototipo del tipo de relación y posición que tenemos con Dios el Padre, en virtud de
la obra de Su obra.
“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios
4:13).
Pablo les dice a los Efesios que necesitan llegar a la estatura del varón perfecto, pero no sólo
para andar como Jesús anduvo en santidad, carácter y amor, sino también para conocer el
corazón paternal de Dios.
La estatura del varón perfecto: El camino hacia la intimidad con Dios como Padre.
Alcanzar la madurez espiritual demanda conocimiento de Dios; pero conocer a Dios demanda
comunión / relación y experiencias con Dios.
Dios no es un concepto, o una idea, o una energía, sino una persona. Por ellos no le podemos
conocer por razonamiento o deducción. Sólo le podemos conocer por relacionarnos con él.
Necesitamos de amistad, compañerismo y comunión con Dios. Necesitamos tener contacto
con él, a través de Su palabra y la oración. Necesitamos tener experiencias con Dios, sobre
todo como hijos. Comunión no solo como Dios, sino como Padre.
La meta suprema del creyente es ser como Cristo, no solo en su carácter, sino también en su
relación de Hijo-Padre con Dios. Ese es el sentido que encierra Juan 17:21-23: “Para que
todos sean uno, como tú, oh Padre en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en
nosotros...”.
Hemos dicho que el propósito supremo en la vida del creyente es ser conformado a la imagen
de Cristo - el reproducir en nuestro carácter y conducta las virtudes de Cristo - el alcanzar la
estatura del varón perfecto; pero en todas sus dimensiones, la cual incluye el rol de hijos.
Como padre de tres hijos puedo entender esta verdad. El nivel de comunicación, comprensión
de ideas e intercambio de conocimientos que tengo con mi hijo mayor, sobre todo cuando
estaban pequeños, es diferente al que tengo con los otros dos menores. Es más difícil hablar
de relaciones matrimoniales con mis hijos menores solteros, que además no trabajan, que con
el mayor que es casado y trabaja; y la explicación está dada en que mi hijo mayor tiene un
nivel de madurez más alta, lo cual nos permite tener compañerismo/ interacción a un nivel
mayor en muchas áreas. De manera similar sucede con Dios nuestro Padre Celestial: a mayor
madurez espiritual, mayor profundidad en la comunión y vida relacional.
Dios quiere una mayor intimidad en nuestra comunión con él. Alcanzar la estatura del varón
perfecto no es un fin en sí mismo; es la medida de la capacitación necesaria para un fin
superior: tener una comunión y compañerismo más profundos con Dios nuestro Padre. Dios
tiene el propósito de que usted se asemeje a Cristo no sólo en carácter y conducta, sino
también en su relación íntima de amor con él como Padre. Dios quiere que usted experimente
su presencia y cuidado paternal en cada una de sus circunstancias. Quiere que usted le
conozca como al Padre Celestial, tal como le conoce Cristo.
Dios desea ardientemente y tiene como propósito que seamos perfeccionados y madurados en
el lugar y posición de hijos , a semejanza de la relación Padre-Hijo que hay entre Dios el Padre
y Jesucristo el Hijo (Juan 1:12; Romano 8: 16-17; Gálatas 4:6).
Cuando nos asemejemos a Cristo en carácter, actitud y conducta, también nos estaremos
asemejando a él, en conocer y disfrutar el corazón paternal de Dios, porque seremos capaces
de comprender y recibir el amor de nuestro Padre Celestial y de ofrecerle a él, el mayor
tributo que un padre pueda anhelar: una íntima, dinámica y vital comunión de amor con él.
Dios va a seguir revelándose a nosotros como Padre, para que nos apropiemos de su
identidad, seguridad y herencia. El Padre desea ver a sus hijos madurar para entregarles la
herencia que les corresponde.
Huios se usa para hijos en el verso 14 (hijos maduros, que por ser dirigidos por el
Espíritu, tienen capacidad de administrar la herencia.)
Technon es usada para hijos en el verso 16 (los que reciben convicción por el Espíritu
que son hijos de Dios, lavados por la sangre del Cordero y redimidos). En potencia son
herederos, pero todavía no lo pueden disfrutar. Necesitan crecer y madurar en su
posición de hijos para comenzar a disfrutar de una comunión más profunda con Dios
como Padre, y recibir de él su herencia.
Romanos 8:16: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos
hijos de Dios”.
Gálatas 4:6: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de
su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!”
Sin la guía, dirección y acción del E.S. en nuestras vidas podemos caer en la tentación de no
vernos como hijos de Dios. Es el E.S. el que nos posibilita recibir la revelación de Dios Padre, y
que podamos conocerle y experimentarle como tal.
Sin el E.S. no podemos acceder a la dimensión de hijos de Dios, ni percibir, recibir y disfrutar
del amor paternal de Dios. Dios es espíritu, y nuestra relación con él es de carácter espiritual,
por lo que necesitamos la mediación del E.S.
La paternidad de Dios no puede ser enseñada teológicamente, no nos puede ser mostrada en un salón
de clases o en un culto, no puede ser recibida a través de la predición simplemente; eso puede traerle a
usted algún conocimiento mediante el logos de la Palabra, pero la paternidad de Dios tiene que ser
revelada por el Espíritu Santo de Dios a nuestro espíritu, a nuestro corazón; y hasta que no es revelada
esa paternidad de Dios, no podemos caminar en la condición de hijos. Por eso hago énfasis una y otra
vez en que todo es por revelación. Podemos recibir estudios teológicos, discipulados bíblicos, prédicas
(lo cual es muy bueno, nos enriquecen), pero lo único que nos puede traer la vivencia de la
palabra Padre, es la revelación del Espíritu Santo. Cuando esa palabra y ese conocimiento son
trasladados por el Espíritu Santo a nuestro espíritu y nos lo hace vivir, entonces ya no sólo es el logos
de esa palabra sino que se convierte en rhema: en vida, en energía, en una vivencia, en verdad en
nosotros.
Sabemos que la Biblia, la palabra de Dios, es la verdad. La Biblia declara que Dios es nuestro
Padre Celestial, pero no podemos caminar en la autoridad de esa verdad a no ser que la
hayamos vivido. De lo contrario sólo es una verdad mental o teológica, hasta que caminamos
en esa verdad por revelación del Espíritu Santo.
Dijimos que en lo natural desarrollamos una identidad asociada a nuestro hogar paterno, y al
contexto de vida que vivimos en nuestro hogar de origen. Eso determina una forma de ser y
actuar. Pero cuando llegamos a Cristo, somos introducidos a la familia de Dios, y nuestro
Padre Celestial nos imprime una nueva identidad. Entonces, se opera un cambio espiritual, al
ser adoptados como hijos de Dios. Ya no somos creación de Dios, sino hijos de Dios. Entramos
en una relación en la que somos edificados, educados y guiados por nuestro Padre Celestial, a
través del Espíritu Santo.
¿Puede imaginarte, en el ámbito espiritual, como hijo de Dios? Puedes decirle en este
momento ¡Padre mío, Padre bueno! Dios te predestino para ser su hijo desde la eternidad. Tú
tienes una identidad y ubicación en los registros de Dios; un nombre que le es familiar a Dios.
El invirtió la vida de su unigénito Hijo para darte vida eterna y tener el gozo de adoptarte
como hijo suyo. Tú no eres una voz más dentro del concierto de voces de miles de millones
de habitantes que se escuchan. Él tiene registrados a todos los habitantes del planeta tierra.
Pero en tu espíritu tú tienes impresa una identidad específica. Cuando el Padre escucha que tú
le dices Padre, cuando tú le pides, o le cantas, Él sabe quién está orando, hablando o
cantando. Él sabe que no es nadie más porque conoce el timbre de tu voz, tus decibeles,
conoce tus palabras características, el ritmo de tu voz, y sobre todo conoce tu corazón con el
cual les cantas, oras y hablas con él. Él sabe específicamente quién eres, porque tienes una
identidad especial de hijo con Dios el Padre. Cuando uno de sus hijos le habla, Él sabe quién le
está hablando.
Nuestro Padre celestial suple todas nuestras necesidades. La Biblia nos asegura que
nuestro Padre Celestial conoce todas nuestras necesidades, aun antes de que le
pidamos, y que Él las suplirá “conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”
(Mateo 6:8; Filipenses 4:19). Sus recursos son ilimitados, y podemos tener la
seguridad de que ninguna de nuestras necesidades dejará de ser satisfecha.
Nuestro Padre promete que nunca nos desamparará, ni nos dejará (Hebreos
13:5).Podemos depender de Dios y entregarnos sin reservas a su fiel cuidado. Dios – el
Padre Celestial - nunca nos defraudará, ni fallará.
Hay una familia espiritual de la que Dios te quiere hacer partícipe, y en la que él es tu Padre
Celestial. ¿Conoces tú a Dios como tu Padre celestial? Si no lo conoces, debes saber que Él
está listo para adoptarte en Su familia (Romanos 8:15; Gálatas 3:26). Lo único que tienes
que hacer, es confiar en Su Hijo Jesucristo como tu Salvador personal. Como dice Juan 1:12:
“A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios”.
Dios es un padre perfecto. Podemos depender de Dios y entregarnos sin reservas a su fiel
cuidado. Dios – el Padre Celestial - nunca nos defraudará, ni fallará, ni abandonará, ni nos
rechazará.
Dios es un padre perfecto. Podemos depender de Dios y entregarnos sin reservas a su fiel
cuidado. Dios – el Padre Celestial - nunca nos defraudará, ni fallará, ni abandonará, ni nos
rechazará.