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2 Timoteo 4:1-8
1 Te encarezco delante de Dios y del Señor 1 Diamartu,romai evnw,pion tou/ qeou/ kai. Cristou/
Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los VIhsou/ tou/ me,llontoj kri,nein zw/ntaj kai. nekrou,j(
muertos en su manifestación y en su reino, kai. th.n evpifa,neian auvtou/ kai. th.n basilei,an
2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y auvtou/\
fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta
2
kh,ruxon to.n lo,gon( evpi,sthqi euvkai,rwj avkai,rwj(
e;legxon( evpiti,mhson( paraka,leson( evn pa,sh|
con toda paciencia y doctrina.
makroqumi,a| kai. didach/|Å
3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la 3
:Estai ga.r kairo.j o[te th/j u`giainou,shj
sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, didaskali,aj ouvk avne,xontai avlla. kata. ta.j ivdi,aj
se amontonarán maestros conforme a sus propias evpiqumi,aj e`autoi/j evpiswreu,sousin didaska,louj
concupiscencias, knhqo,menoi th.n avkoh.n
4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a 4
kai. avpo. me.n th/j avlhqei,aj th.n avkoh.n
las fábulas. avpostre,yousin( evpi. de. tou.j mu,qouj evktraph,sontaiÅ
5 Pero tú sé sobrio en todo, soporta las 5
Su. de. nh/fe evn pa/sin( kakopa,qhson( e;rgon
aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu poi,hson euvaggelistou/( th.n diakoni,an sou
ministerio. plhrofo,rhsonÅ
6 Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el
6
VEgw. ga.r h;dh spe,ndomai( kai. o` kairo.j th/j
tiempo de mi partida está cercano. avnalu,sew,j mou evfe,sthkenÅ
7 He peleado la buena batalla, he acabado la
7
to.n kalo.n avgw/na hvgw,nismai( to.n dro,mon
tete,leka( th.n pi,stin teth,rhka\
carrera, he guardado la fe. 8
loipo.n avpo,keitai, moi o` th/j dikaiosu,nhj
8 Por lo demás, me está guardada la corona de ste,fanoj( o]n avpodw,sei moi o` ku,rioj evn evkei,nh| th/|
justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en h`me,ra|( o` di,kaioj krith,j( ouv mo,non de. evmoi. avlla.
aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos kai. pa/si toi/j hvgaphko,si th.n evpifa,neian auvtou/Å
los que aman su venida.
Introducción
Con tal de que termine mi carrera
Todo estaba dispuesto para filmar la gran carrera. El productor del programa de televisión había alistado
sus cámaras: veinte para filmar la llegada del ganador, y cuatro para filmar la llegada del último. Era la
maratón de la Olimpiada de Los Ángeles, California.
Cuando llegó el primer corredor, las veinte cámaras lo tomaron desde todos los ángulos posibles. En
cambio, cuando llegó el último más de una hora después, el público ya se había dispersado, y sólo estaban
presentes los cuatro camarógrafos asignados. El atleta, un hombre de África, llegó a la meta casi
moribundo.
Cuando le preguntaron qué lo había impulsado a hacer semejante esfuerzo, aquel corredor respondió:
«Yo represento a mi rey, y mi rey me dijo: “No te exijo que seas el ganador, pero sí espero que termines
la carrera.”»
Ese hombre, atleta de un pequeño país del África, dio un noble ejemplo. No tenía posibilidades de ganar
la maratón. Otros corredores, mejor entrenados que él, quizá más fuertes, quizá hasta mejor alimentados,
habrían de llevarse los primeros puestos.
Pero su rey le había dicho: «Si empiezas la carrera, debes terminarla.» Y el hombre hubiera dado hasta
la vida para finalizar una competencia que tenía perdida de antemano. No le importaba el primer puesto.
Le importaba llegar. Aunque muriera en la meta final, él tenía que llegar.
Aquí hay una lección para la vida. El apóstol Pablo, que también era aficionado a las competencias
atléticas y estaba familiarizado con los juegos griegos, dijo una vez: «Considero que mi vida carece de
valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera» (Hechos 20:24).
Cuando el gran apóstol comenzó su carrera cristiana en el camino de Damasco, recibió la orden de
Jesucristo de recorrer todo el imperio romano predicando la verdad del Evangelio, que es la única que
transforma a los hombres de malos en buenos.
Y Pablo no dejó, ni un solo momento, de esforzarse en recorrer toda la carrera hasta el final. Cuando
estuvo preso en Roma, y ya para ser ajusticiado, escribió sus últimas palabras: «He peleado la buena
batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe» (2 Timoteo 4:7). ¡Bendito privilegio el de los
verdaderos seguidores de Cristo!
Contexto
Es muy probable que Pablo tuviera comunicación personal con Timoteo; y aun es posible que Pablo lo
tenía como compañero y ayudante en muchos lugares. Mas podría deducirse fácilmente que él estaba en
Éfeso cuando esta Epístola le fue escrita; porque, al fin de la misma (2 Tim. 4:19) Pablo "saluda a Priscila
y a Aquila, y a la casa de Onesíforo", el último de los cuales era de Éfeso, y Lucas nos informa que los
otros dos se quedaron allá cuando Pablo navegó hacia Judea (Hch. 18:18,29).
El objeto principal de la carta es confirmar a Timoteo, tanto en la fe del Evangelio, como en la pura y
constante predicación del mismo. Con todo, estas exhortaciones derivan considerable importancia
también por el tiempo en que Pablo las escribió. Él tenía presente la muerte que esperaba sufrir por el
testimonio del Evangelio. Por consiguiente, todo lo que leemos aquí, tocante al reino de Cristo, a la
esperanza de la vida eterna, a la lucha cristiana, a la confianza en confesar a Cristo, y a la certeza de la
doctrina, debe ser considerado por nosotros, no como si hubiese sido escrito con tinta, sino con la propia
sangre de Pablo; porque nada afirma él sin que ofrezca la prenda de su muerte; por lo tanto, esta epístola
puede considerarse como una solemne suscripción y ratificación de la doctrina de Pablo.
Pablo no escribe la Epístola a Timoteo por causa de él mismo, sino que exhibió, bajo la persona de un
hombre, una doctrina general, la cual después sería transmitida de una mano a otra. Calvino
Pablo encarece a Timoteo, delante del Señor, quien juzgará a los vivos y a los muertos en su
“Manifestación y en su Reino”.
Es interesante que la palabra utilizada para manifestación es epifanía, sinónimo de Parusía, algo
absolutamente ligado a la venida gloriosa de nuestro Señor. Sin embargo, tanto manifestación como reino
tienen aquí el mismo significado, porque, aunque su gobierno ahora se extiende al cielo y a la tierra, su
reino aún no se ha manifestado completamente; por el contrario, permanece a la sombra de la cruz y sus
enemigos lo resisten violentamente. Su reino se establecerá verdaderamente cuando haya conquistado a
sus enemigos y haya convertido todo el poder contrario en nada, y por lo tanto ha mostrado públicamente
su majestad.
Es a una buena batalla a lo que somos llamados por el Señor. Consideremos algunos aspectos de esta
buena batalla:
Conclusión