En el desarrollo histórico del origen del ser humano se han
presentado dos corrientes principales, la creación y la evolución, que se han entendido tradicionalmente como antagónicas. Podría parecer que ciertamente lo son, ya que en una gran diversidad de culturas se indica que «el ser humano ha sido creado por Dios»; mientras que desde otros ámbitos se nos indica que «el ser humano ha evolucionado desde especies anteriores».
Pensadores como Fernando Rielo, cuyo modelo antropológico
supone la referencia principal en este curso, nos indica que hay evolución en la creación y creación en la evolución. Esta aproximación, inicialmente, resulta aparentemente paradójica; pero un análisis más atento de ambas corrientes nos permitirá integrarlas para lograr una comprensión de la realidad que responda de forma completa a la pregunta planteada inicialmente: ¿cuál es el origen del ser humano?
Podemos afirmar que, desde la antigüedad, todas las culturas
emplearon relatos que explicaban, de acuerdo a su propia cosmovisión, el origen de la Tierra, de la diversidad de sus especies y del ser humano. Así, por ejemplo, los inuit de Norteamérica señalan que en el inicio del mundo únicamente existían un hombre y una mujer. La mujer le solicitó a Kaila -Dios del Cielo- que poblara la Tierra. Kaila le ordenó a la mujer que hiciera un agujero en el hielo para que así pudiera pescar. Uno a uno, la mujer fue pescando todos los animales hasta llegar al último, el caribú, que serviría de fuente de alimento y vestido entre los inuit. En otros relatos encontramos pueblos que nos hablan de cómo los dioses regían el paso de los días y las noches y el tránsito por las distintas estaciones -por ejemplo, en las mitologías griegas y nórdicas-. O, entre los antiguos babilonios, cómo el ser humano estaba compuesto por una realidad material, la arcilla; y una realidad espiritual, hecha de la carne y sangre de la divinidad.
En todos los relatos anteriores, al hablar de creación, se destaca la
relación necesaria que existe entre los seres humanos y la divinidad. El ser humano, desde el origen, ha buscado comprender dichas relaciones en referencia a cuál ha podido ser su origen y destino. Desde esta reflexión propia, los seres humanos, ineludiblemente, adecuaron su visión del mundo a estos relatos; una influencia que nos remite, como señala el libro de texto, a la comprensión que tenemos tanto de lo efímero -desde lo puramente material o lo superfluo-, como de lo eterno -aquello que nos trasciende-. La evolución también se asienta en la propia percepción de la realidad, ya que, pensemos en cómo se han transformado y transforman las propias especies animales y vegetales, no podemos hablar de un producto acabado, sino que podemos analizar su desarrollo, sus cambios. Pensar en la evolución no es más que partir de esa idea: todo «aquello que entra en la existencia no lo hace de forma acabada».