Publicado en Hojas Informativas de l@s Psicólog@s de Las
Palmas, nº 48 II Época abril de 2002.
Hace unos días me dejaron una propaganda en el coche que afirmaba de la
existencia de un método “increíble” para controlar el peso sin fármacos, sin cirugía y comiendo lo que te gusta. Además la propaganda afirmaba que este método era eficaz y fácil. ¡Cuantas veces habrán oído ustedes afirmaciones como estas para descubrir luego que no es tan fácil eso de controlar el peso! Algunas personas se decepcionan tanto que optan por métodos radicales de reducción de peso: cirugía, liposucciones e incluso la reducción del tamaño del estomago. En el otro extremo de esta tendencia al control del peso esta representado por aquellas chicas (¡los hombres sólo representan el 10% de los casos!) que no sólo no engordan, sino que son capaces de controlar el hambre pudiendo poner, en casos excepcionales, su vida en peligro. Nos referimos a las mujeres anoréxicas. No olvidamos a ese otro gran grupo de personas que sufren trastornos alimentarios y que tienen conductas tanto de comer en exceso como de control brusco de la ingesta de alimentos: las bulímicas, que son aquellas personas que se caracterizan por darse grandes atracones de comida para luego autoinducirse el vómito. ¿Qué les pasa a estas personas? ¿por qué sufren tanto por el exceso de peso? ¿por qué unas pueden llegar a poner en riesgo su vida por exceso y otras por falta de peso? ¿Cómo es que algunas personas pueden regular sin mucho esfuerzo su peso y otros, a pesar de proponérselo una y otra vez, no logran hacerlo? Este artículo va a intentar dar algunas respuestas a estos interrogantes. Para ello intentaremos abordar en primer lugar algunos antecedentes sociales que han facilitado la aparición de los trastornos alimentarios. Y luego veremos que existen personas que van a desarrollar una especial sensibilidad o tendencia a los trastornos alimentarios precisamente por haber desarrollado un tipo de personalidad muy particular. Este estilo de personalidad tiene su origen en la familia donde esta persona se ha desarrollado y con quien ha establecido sus vínculos afectivos. Este estilo de personalidad puede tener un desarrollo normal, pero también puede descompensarse y promover la aparición de una serie de trastornos entre los que se encuentran los trastornos alimentarios. En los casos graves se pueden desarrollar, a su vez, trastornos específicos de tipo psicótico. Antecedentes sociales Es curioso observar como en las comunidades donde las personas pasan hambre no se den tantos casos de anorexia como en las sociedades desarrolladas. En una investigación realizada por Bell (1987) (citado por Giampiero, en prensa) se pudo constatar que durante un periodo entre el año 1206 y 1934 las mujeres consideradas como anoréxicas eran tratadas como santas. La mayoría de los países occidentales han superado la etapa de satisfacción de necesidades primarias y entre ellas, el hambre no es ya un problema común. En este contexto, la comida y el comer ya no tiene el carácter de necesidad sino que se ha convertido en un acto social. Nos podemos permitir el lujo de elegir qué, cómo y cuándo comer. El objetivo de saciarse ha dejado de ser prioritario. Comer es una forma de relacionarse con los demás y con uno mismo. Conjuntamente con la superación del hambre como necesidad primaria ha aparecido en nuestra cultura formas de comunicación social y personal asociadas con la tecnología de la información. El desarrollo de los medios de comunicación (teléfono, televisión y últimamente Internet) ha cambiado radicalmente la forma de relacionarnos. Uno de los efectos más significativos es la homogeneización y uniformidad de los discursos y de las imágenes compartidas. La información ofrecida por los medios de comunicación de masas se ha ido convirtiendo en la referencia para modelar y regular nuestros comportamientos y nuestras emociones. Cada vez más nos guiamos por la información y por las imágenes de los medios de comunicación para valorar y decidir sobre nuestra propia conducta, la de nuestros hijos y la de los demás (Arciero, en prensa). Estos cambios sociales han promovido un cambio radical en la forma que tenemos de relacionarnos con nosotros mismos y la relación de nosotros mismos con los demás, en el sentido de poner una especial atención a lo externo, a lo que se ve, a la imagen. Esto significa buscar, construir nuestra identidad estando atentos a regularnos por criterios externos a diferencia de otros estilos de personalidad que lo hacen por criterios internos. Esto último implica que hemos ido desarrollando una especial sensibilidad a todo lo que viene del otro: sus acciones, sus emociones, sus deseos y expectativas. En los trastornos que nos ocupan, las personas que tienden a padecerlos muestran una atención excesiva, amplificada, a lo externo; el otro juega un papel fundamental: es el que define su identidad. Es interesante comprender a las personas con tendencia a los trastornos alimentarios desde su manera de relacionarse con los demás y consigo mismo. Por un lado, hacen una lectura de sí mismos a través de la sintonía con el otro. En este caso la presencia del otro es un indicador de quién es (el otro le define). Pero, por otro lado, si el otro no existe o no esta, uno no puede acceder a la comprensión de sí mismo y por ello cuando esta solo aparece la sensación de vacío, anulación, fragmentación; tal como dicen nuestros pacientes “es como si no fuera nadie”. El tema principal alrededor del cual este tipo de personalidad articula su identidad se sitúa entre la necesidad de ser autónomos y la necesidad de pertenencia. Esto es, la necesidad de sentirse autores de su propia vida pero al mismo tiempo no separarse demasiado de los demás. Para las personas con tendencia a los trastornos alimentarios, que siempre se regulan y se reconocen desde una fuente externa, la autonomía se acompaña de falta de confianza en sí mismo, es como si no se fiaran del todo de sus propias decisiones. Y por otro lado, cuando intentan ajustarse al otro o el otro les define excesivamente, se sienten como anulados, como si fueran nada. En el caso de la autonomía, para evitar sentirse inseguros a veces crean una imagen ideal de sí mismos que tiende a ser perfecta y a la que deben corresponder siempre (lo que explicaría su tendencia al perfeccionismo). En el caso de la pertenencia, estas personas desarrollan una especial sensibilidad a cómo lo ven y tratan los demás; esto implica desarrollar una sensibilidad muy fuerte al juicio ajeno (lo que explicaría sus dificultades sociales). Estar solo puede ser un problema porque uno se siente vacío y estar con el otro también puede ser un problema porque uno se puede sentir anulado. Familia de origen de las personas con tendencia a los trastornos alimentarios Los padres de los niños y niñas con tendencia a los trastornos alimentarios tienen una forma muy particular de relacionarse y cuidar a sus hijos. Tanto los cuidados como los castigos son imprevisibles y no suelen aplicarse en sintonía a las necesidades del niño o niña, alternando, de esta manera, rechazos puntuales con cuidados formales sin participación sintónica con las necesidades de los niños (Arciero, en prensa). El aspecto fundamental es que mama o papa cuidan o rechazan a sus hijo en función de la correspondencia a una imagen preconcebida de cómo debe ser una madre o un padre, cómo debe ser un hijo, y tanto las actitudes y reacciones propias como las del niño son evaluadas e interpretadas en relación a esa imagen (marco de referencia) que mide la propia capacidad de ser madre independientemente de las necesidades del niño. Este estilo parental se puede ver claramente en aquellos padres que pueden ser más o menos hostiles con el niño, riéndose, criticando o burlándose de él cuando se equivoca o no sabe hacer algo; también, cuando el padre no está atento, es indiferente, minimiza o cuestiona sus logros y éxitos. También en los cuidados podemos identificar a estos padres cuando, por ejemplo, el niño esta jugando solo, y de repente su madre se entromete en el juego y participa exageradamente sin tener en cuenta el ritmo del niño, para luego, cuando el niño realmente le pide que juegue con él, la madre no lo hace. En el otro extremo podemos tener a un padre o una madre que no es muy expresivo/a emocionalmente y mantiene cierta distancia con el niño o niña a pesar de las peticiones de cuidados por parte de estos. Este estilo parental se caracteriza por ser imprevisible para el niño. Dada la imprevisibilidad, la única posibilidad que tiene el niño o niña para mantener la relación de apego con su madre es estar muy atento a la cara de mama y así poder adivinar o anticipar cuales son sus intenciones. Empiezan muy pronto a aprender que si logran corresponder a los deseos y expectativas de mama ésta lo va a querer y si no ésta lo rechazará. Claro esta que si el niño o niña no logra o no se siente capaz de sintonizarse siempre con mama puede que lo haga con una de las conductas más básicas de petición de cuidados: pedir de comer. Es como si a través de la comida fuera la única posibilidad de contactar con mama ya que en cualquier otro ámbito no se siente seguro de corresponder a las expectativas de mama o papa. Un niño o niña que ha sido cuidado de esta manera va a tener bastante dificultades para tener una percepción de sí mismo clara y definida. Desde pequeño esta tan atento al otro definitorio (el otro que le dice lo que esta bien sentir o hacer momento a momento) que la percepción de sí mismo se vuelve, de esta manera, vaga e indefinida. Es como si solo pudiera reconocer lo que siente a través de la confirmación de alguien de afuera. Estas familias ponen mucho énfasis en mostrar una imagen ideal de su funcionamiento cotidiano, mostrando y contando a todos los aspectos ideales de la familia, amplificando las cualidades y virtudes de la familia sin poner atención ni destacar cómo son en realidad. Todo lo que pudiera “manchar” la imagen familiar es excluido. En las relaciones con los hijos resaltan el cómo deberían ser las cosas y las personas, y por eso, suelen anticipar, redefinir o prescribir a sus hijos qué emociones deben mostrar y en qué situaciones. Estos padres están más interesados en lograr que el niño corresponda a la imagen ideal de hijos que ellos tienen que en atender las necesidades específicas del niño. Es como si el tener un hijo ideal confirmara a todo el mundo que ellos son padres ideales o valiosos. Podríamos decir que ante unos padres imprevisibles en el cuidado y en el rechazo, el niño desarrolla una estrategia complaciente para corresponder momento a momento a los deseos y expectativas de papa o mama. Al mismo tiempo irá desarrollando una especial sensibilidad al juicio ajeno. Para estos niños y niñas, dado lo importante que son los demás para la construcción de su propia identidad, las situaciones más problemáticas son aquellas que suponen exponerse y compararse con los demás: Los exámenes escolares o universitarios, entrar en el mundo laboral, elección de pareja afectiva son algunas de estas situaciones que ponen en evidencia la falta de constancia y consistencia de la Identidad Personal (Arciero, en prensa). La aparición de los trastornos alimentarios Si bien podemos detectar los trastornos alimentarios durante todo el ciclo vital, la mayoría de las investigaciones han puesto de manifiesto que los trastornos alimentarios suelen aparecer alrededor de la adolescencia. Es importante, por tanto, poder clarificar cuáles pueden ser los factores críticos que podrían desencadenar un trastorno alimentario en la adolescencia. Si un niño o niña con este estilo de personalidad ha logrado desde la infancia hasta la adolescencia elaborar una imagen de sí mismo unitaria y constante que pueda ser socialmente perfecta y aceptada, podrá intentar corresponder a esta imagen en cada situación en la que se encuentre. Si logra elaborar esta imagen podrá desarrollar un sentido más estable de sí mismo y será menos sensible al juicio ajeno. Esto supone una mayor diferenciación entre el sentido de sí mismo y el otro. El otro no le afectará ni definirá tanto y serán personas más constantes. Sin embargo, un niño o niña que no logra desarrollar esta imagen unitaria de sí mismo, sólo logrará la constancia de sí mismo a través de intentar corresponder momento a momento a la imagen esperada por el contexto. Son niños complacientes, que intentan agradar a todos, que son socialmente más ansiosos y tienen una mayor sensibilidad al juicio ajeno. Resumiendo podríamos decir que un niño o niña criado por unos padres imprevisibles, porque sus atenciones están reguladas por una imagen de cómo deberían ser las cosas, desarrollaran una manera muy particular de Identidad: Solo podrán reconocerse y valorarse en función del otro. Si ese otro, es internalizado en una imagen más bien abstracta el niño será más sano y tendrá una personalidad más definida y no será tan sensible al otro. Pero si el niño o niña no logra desarrollar esta imagen interna, su sentido personal variará en función de los contextos y tendrán una mayor sensibilidad a lo que el otro piense de él o de ella (ya sea en la realidad como en la imaginación). En relación a este último punto tendremos, pues, que cuanto más invasiva y juzgante sea la figura de referencia más necesidad tendrá la persona de demarcarse (señalar los limites con) y diferenciarse de esa figura. Esto puede abordarse de diferentes maneras: habrá unas personas que, por ejemplo, cada vez que el otro dice o hace algo se oponen abiertamente a aquello que dice o hace; aunque también podría mostrar una agresividad más pasiva (se oponen indirectamente, dejando de hacer, por ejemplo, lo que el otro espera). En el caso que nos ocupa, una adolescente anoréxica, por ejemplo, con una madre muy intrusiva que esta diciéndole continuamente lo que debe o no debe hacer (o que la crítica excesivamente) puede optar demarcarse de esta presión centrándose en el control del hambre. Afortunadamente existen formas menos problemáticas de demarcarse de los padres; podemos pensar, por ejemplo, en aquel adolescente que mientras hace siempre lo que papa le pide o espera de él, esta siempre protestando y reivindicando sus derechos; también podría buscar otras figuras de referencia (la pandilla o grupo de amigos, ¡especialmente si a papa no le gusta!) que al tiempo que le permite oponerse a sus padres se ajusta a las expectativas del grupo (para sentirse reconocido y aceptado). Es curioso observar en este tipo de adolescentes la manera que tienen de independizarse de sus padres. Hasta el momento de la aparición del pensamiento abstracto (simbólico) en la adolescencia, sus padres no eran nunca cuestionados y eran los niños buenos que hacían todo lo que papa esperaba de él. Pero en la adolescencia estos padres pueden ser percibidos como desilusionantes (cuando antes eran perfectos), el adolescente puede empezar a avergonzarse de la conducta de sus padres, incluso pueden entrar, cuando los padres son muy intrusivos y juzgantes, en una abierta oposición con ellos. Más que en cualquier otro estilo de personalidad estos adolescentes parece que no logran una autonomía sin descentrarse de sus padres. La independencia emocional pasa por la lucha entre la necesidad de corresponder a las expectativas de papa y la necesidad de oponerse a estas expectativas. La demarcación de los padres puede ser más activa y en este caso la adolescente es más opositiva y cuestionadora; también puede ser más pasiva cuando la adolescente se percibe a sí misma con un sentido de incapacidad e inadecuación personal. El primer caso es típico de las anoréxicas y el segundo tipo es típico de las obesas. Las anoréxicas utilizan su capacidad para controlar el hambre como una manera de afirmación personal y de demarcarse de sus padres. Si ella tiene, por ejemplo, una madre muy intrusiva y juzgante que la define continuamente, esta madre no puede entrometerse en su conducta alimentaria (esto es lo único que ella controla y maneja). Esto explica como hasta en los casos más graves las anoréxicas nos informan que cuanto más controlan el hambre más fuertes se sienten. Las chicas obesas tienen otro problema. En estos casos no han logrado una manera de regular su sentido de incapacidad o inadecuación personal. Este sentido negativo de sí mismas es regulado a través de la ingesta excesiva de alimentos. La comida es el medio preferente para aliviar la ansiedad de inadecuación y sentido de anulación cuando se sienten definidas por el otro y también, para regular el sentido de vacío, disolución, anulación cuando se sienten o están solas. Las personas bulímicas se mueven entre las obesas y las anoréxicas. Por un lado, también utilizan la comida para regular su sentido de inadecuación personal: comen muchísimo, a veces casi sin tomar conciencia de que están comiendo tanto (atracones) hasta parar cuando se sienten saciadas. Pero en este momento evalúan lo que acaban de hacer en relación a una imagen ideal de comportamiento (como las anoréxicas) y se sienten culpables porque consideran que no se han ajustado a esa imagen ideal. El vómito les permite corregir esa culpa. El tratamiento de los trastornos alimentarios En relación a lo que acabamos de describir es fácil comprender por qué suelen fracasar tanto los tratamientos para adelgazar y de control de peso basados sólo en las dietas (ya sean restrictivas como en las obesas como de aumento como en las anoréxicas), en el control (ya sea de la persona, como de los estímulos y los pensamientos) o en la medicación (estimulantes o inhibidores del apetito, diuréticos, etc.). En las personas con tendencia a los trastornos alimentarios el cuerpo no es solo el cuerpo, sino que éste es visto desde fuera y es evaluado como una imagen de la propia persona. Para la anoréxica es el lugar desde el que atrincherarse y lograr una autonomía y fuerza personal. Para la obesa es la confirmación de su inaceptabilidad personal. Si atendemos solo a los aspectos externos y normativos, la mayoría de las veces no haremos más que confirmar el problema. ¡Cuántas obesas se sienten fracasadas cuando una y otra vez no logran bajar peso! ¡Cuántas anoréxicas intentan incluso suicidarse cuando las obligan a comer a través de las venas! Uno de los aspectos fundamentales para ayudar a la persona obesa es lograr comprender cual es su manera de relacionarse consigo misma, cómo la comida le ayuda a regular su sentido de vacío e inadecuación personal. Y para las anoréxicas es importantísimo que logren tomar conciencia de su única manera de sentirse fuertes y autónomas: controlando el hambre, uno de los impulsos biológicos más fuertes de los seres vivos. Y ayudarlas a encontrar formas alternativas de demarcarse de los demás y ser menos sensibles a cómo son vistas por los demás (incluso cuando ese otro que la juzga puede ser ella misma). Tanto las obesas como las anoréxicas son sensibles a las situaciones sociales, todo parece convertirse en un examen de su persona. Es importante valorar no solo la manera de vivir su propio cuerpo sino la relación con los demás. La sexualidad, las relaciones afectivas, los logros profesionales, la amistad son, entre otras, áreas problemáticas para este estilo de personalidad. Abordarlas y mejorarlas es cambiar la regulación de la identidad a través del cuerpo por otras maneras más maduras, creativas y flexibles. BIBLIOGRAFÍA - ARCIERO, G. (en prensa). Estudios y diálogos sobre la identidad personal. - BELL (1987) La santa anoressia. Laterza. Bari
Codependencia, Rompiendo Los Patrones: Guía para la recuperación de la codependiencia, sanar tu alma del abuso narcisista, las relaciones tóxicas y los sociópatas. Mejora las habilidades de comunicación, la confianza y más.