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ANOREXIA, BULIMIA Y OBESIDAD.

Los trastornos alimentarios vistos desde una


perspectiva post-racionalista.
EDUARDO CABRERA CASIMIRO, Col. P- 268
Correo-e: eduardo-cc@correo.cop.es

Publicado en Hojas Informativas de l@s Psicólog@s de Las


Palmas, nº 48 II Época abril de 2002.

Hace unos días me dejaron una propaganda en el coche que afirmaba de la


existencia de un método “increíble” para controlar el peso sin fármacos, sin
cirugía y comiendo lo que te gusta. Además la propaganda afirmaba que este
método era eficaz y fácil.
¡Cuantas veces habrán oído ustedes afirmaciones como estas para descubrir
luego que no es tan fácil eso de controlar el peso! Algunas personas se
decepcionan tanto que optan por métodos radicales de reducción de peso:
cirugía, liposucciones e incluso la reducción del tamaño del estomago.
En el otro extremo de esta tendencia al control del peso esta representado por
aquellas chicas (¡los hombres sólo representan el 10% de los casos!) que no
sólo no engordan, sino que son capaces de controlar el hambre pudiendo
poner, en casos excepcionales, su vida en peligro. Nos referimos a las mujeres
anoréxicas.
No olvidamos a ese otro gran grupo de personas que sufren trastornos
alimentarios y que tienen conductas tanto de comer en exceso como de control
brusco de la ingesta de alimentos: las bulímicas, que son aquellas personas
que se caracterizan por darse grandes atracones de comida para luego
autoinducirse el vómito.
¿Qué les pasa a estas personas? ¿por qué sufren tanto por el exceso de peso?
¿por qué unas pueden llegar a poner en riesgo su vida por exceso y otras por
falta de peso? ¿Cómo es que algunas personas pueden regular sin mucho
esfuerzo su peso y otros, a pesar de proponérselo una y otra vez, no logran
hacerlo?
Este artículo va a intentar dar algunas respuestas a estos interrogantes. Para
ello intentaremos abordar en primer lugar algunos antecedentes sociales que
han facilitado la aparición de los trastornos alimentarios. Y luego veremos que
existen personas que van a desarrollar una especial sensibilidad o tendencia a
los trastornos alimentarios precisamente por haber desarrollado un tipo de
personalidad muy particular. Este estilo de personalidad tiene su origen en la
familia donde esta persona se ha desarrollado y con quien ha establecido sus
vínculos afectivos. Este estilo de personalidad puede tener un desarrollo
normal, pero también puede descompensarse y promover la aparición de una
serie de trastornos entre los que se encuentran los trastornos alimentarios. En
los casos graves se pueden desarrollar, a su vez, trastornos específicos de tipo
psicótico.
Antecedentes sociales
Es curioso observar como en las comunidades donde las personas pasan
hambre no se den tantos casos de anorexia como en las sociedades
desarrolladas. En una investigación realizada por Bell (1987) (citado por
Giampiero, en prensa) se pudo constatar que durante un periodo entre el año
1206 y 1934 las mujeres consideradas como anoréxicas eran tratadas como
santas.
La mayoría de los países occidentales han superado la etapa de satisfacción
de necesidades primarias y entre ellas, el hambre no es ya un problema
común. En este contexto, la comida y el comer ya no tiene el carácter de
necesidad sino que se ha convertido en un acto social. Nos podemos permitir el
lujo de elegir qué, cómo y cuándo comer. El objetivo de saciarse ha dejado de
ser prioritario. Comer es una forma de relacionarse con los demás y con uno
mismo.
Conjuntamente con la superación del hambre como necesidad primaria ha
aparecido en nuestra cultura formas de comunicación social y personal
asociadas con la tecnología de la información. El desarrollo de los medios de
comunicación (teléfono, televisión y últimamente Internet) ha cambiado
radicalmente la forma de relacionarnos. Uno de los efectos más significativos
es la homogeneización y uniformidad de los discursos y de las imágenes
compartidas. La información ofrecida por los medios de comunicación de
masas se ha ido convirtiendo en la referencia para modelar y regular nuestros
comportamientos y nuestras emociones. Cada vez más nos guiamos por la
información y por las imágenes de los medios de comunicación para valorar y
decidir sobre nuestra propia conducta, la de nuestros hijos y la de los demás
(Arciero, en prensa).
Estos cambios sociales han promovido un cambio radical en la forma que
tenemos de relacionarnos con nosotros mismos y la relación de nosotros
mismos con los demás, en el sentido de poner una especial atención a lo
externo, a lo que se ve, a la imagen. Esto significa buscar, construir nuestra
identidad estando atentos a regularnos por criterios externos a diferencia de
otros estilos de personalidad que lo hacen por criterios internos.
Esto último implica que hemos ido desarrollando una especial sensibilidad a
todo lo que viene del otro: sus acciones, sus emociones, sus deseos y
expectativas. En los trastornos que nos ocupan, las personas que tienden a
padecerlos muestran una atención excesiva, amplificada, a lo externo; el otro
juega un papel fundamental: es el que define su identidad.
Es interesante comprender a las personas con tendencia a los trastornos
alimentarios desde su manera de relacionarse con los demás y consigo mismo.
Por un lado, hacen una lectura de sí mismos a través de la sintonía con el otro.
En este caso la presencia del otro es un indicador de quién es (el otro le
define). Pero, por otro lado, si el otro no existe o no esta, uno no puede acceder
a la comprensión de sí mismo y por ello cuando esta solo aparece la sensación
de vacío, anulación, fragmentación; tal como dicen nuestros pacientes “es
como si no fuera nadie”.
El tema principal alrededor del cual este tipo de personalidad articula su
identidad se sitúa entre la necesidad de ser autónomos y la necesidad de
pertenencia. Esto es, la necesidad de sentirse autores de su propia vida pero al
mismo tiempo no separarse demasiado de los demás.
Para las personas con tendencia a los trastornos alimentarios, que siempre se
regulan y se reconocen desde una fuente externa, la autonomía se acompaña
de falta de confianza en sí mismo, es como si no se fiaran del todo de sus
propias decisiones. Y por otro lado, cuando intentan ajustarse al otro o el otro
les define excesivamente, se sienten como anulados, como si fueran nada.
En el caso de la autonomía, para evitar sentirse inseguros a veces crean una
imagen ideal de sí mismos que tiende a ser perfecta y a la que deben
corresponder siempre (lo que explicaría su tendencia al perfeccionismo). En el
caso de la pertenencia, estas personas desarrollan una especial sensibilidad a
cómo lo ven y tratan los demás; esto implica desarrollar una sensibilidad muy
fuerte al juicio ajeno (lo que explicaría sus dificultades sociales).
Estar solo puede ser un problema porque uno se siente vacío y estar con el
otro también puede ser un problema porque uno se puede sentir anulado.
Familia de origen de las personas con tendencia a los trastornos alimentarios
Los padres de los niños y niñas con tendencia a los trastornos alimentarios
tienen una forma muy particular de relacionarse y cuidar a sus hijos. Tanto los
cuidados como los castigos son imprevisibles y no suelen aplicarse en sintonía
a las necesidades del niño o niña, alternando, de esta manera, rechazos
puntuales con cuidados formales sin participación sintónica con las
necesidades de los niños (Arciero, en prensa). El aspecto fundamental es que
mama o papa cuidan o rechazan a sus hijo en función de la correspondencia a
una imagen preconcebida de cómo debe ser una madre o un padre, cómo debe
ser un hijo, y tanto las actitudes y reacciones propias como las del niño son
evaluadas e interpretadas en relación a esa imagen (marco de referencia) que
mide la propia capacidad de ser madre independientemente de las
necesidades del niño. Este estilo parental se puede ver claramente en aquellos
padres que pueden ser más o menos hostiles con el niño, riéndose, criticando o
burlándose de él cuando se equivoca o no sabe hacer algo; también, cuando el
padre no está atento, es indiferente, minimiza o cuestiona sus logros y éxitos.
También en los cuidados podemos identificar a estos padres cuando, por
ejemplo, el niño esta jugando solo, y de repente su madre se entromete en el
juego y participa exageradamente sin tener en cuenta el ritmo del niño, para
luego, cuando el niño realmente le pide que juegue con él, la madre no lo hace.
En el otro extremo podemos tener a un padre o una madre que no es muy
expresivo/a emocionalmente y mantiene cierta distancia con el niño o niña a
pesar de las peticiones de cuidados por parte de estos.
Este estilo parental se caracteriza por ser imprevisible para el niño. Dada la
imprevisibilidad, la única posibilidad que tiene el niño o niña para mantener la
relación de apego con su madre es estar muy atento a la cara de mama y así
poder adivinar o anticipar cuales son sus intenciones. Empiezan muy pronto a
aprender que si logran corresponder a los deseos y expectativas de mama ésta
lo va a querer y si no ésta lo rechazará. Claro esta que si el niño o niña no logra
o no se siente capaz de sintonizarse siempre con mama puede que lo haga con
una de las conductas más básicas de petición de cuidados: pedir de comer. Es
como si a través de la comida fuera la única posibilidad de contactar con mama
ya que en cualquier otro ámbito no se siente seguro de corresponder a las
expectativas de mama o papa.
Un niño o niña que ha sido cuidado de esta manera va a tener bastante
dificultades para tener una percepción de sí mismo clara y definida. Desde
pequeño esta tan atento al otro definitorio (el otro que le dice lo que esta bien
sentir o hacer momento a momento) que la percepción de sí mismo se vuelve,
de esta manera, vaga e indefinida. Es como si solo pudiera reconocer lo que
siente a través de la confirmación de alguien de afuera.
Estas familias ponen mucho énfasis en mostrar una imagen ideal de su
funcionamiento cotidiano, mostrando y contando a todos los aspectos ideales
de la familia, amplificando las cualidades y virtudes de la familia sin poner
atención ni destacar cómo son en realidad. Todo lo que pudiera “manchar” la
imagen familiar es excluido. En las relaciones con los hijos resaltan el cómo
deberían ser las cosas y las personas, y por eso, suelen anticipar, redefinir o
prescribir a sus hijos qué emociones deben mostrar y en qué situaciones.
Estos padres están más interesados en lograr que el niño corresponda a la
imagen ideal de hijos que ellos tienen que en atender las necesidades
específicas del niño. Es como si el tener un hijo ideal confirmara a todo el
mundo que ellos son padres ideales o valiosos.
Podríamos decir que ante unos padres imprevisibles en el cuidado y en el
rechazo, el niño desarrolla una estrategia complaciente para corresponder
momento a momento a los deseos y expectativas de papa o mama. Al mismo
tiempo irá desarrollando una especial sensibilidad al juicio ajeno.
Para estos niños y niñas, dado lo importante que son los demás para la
construcción de su propia identidad, las situaciones más problemáticas son
aquellas que suponen exponerse y compararse con los demás: Los exámenes
escolares o universitarios, entrar en el mundo laboral, elección de pareja
afectiva son algunas de estas situaciones que ponen en evidencia la falta de
constancia y consistencia de la Identidad Personal (Arciero, en prensa).
La aparición de los trastornos alimentarios
Si bien podemos detectar los trastornos alimentarios durante todo el ciclo vital,
la mayoría de las investigaciones han puesto de manifiesto que los trastornos
alimentarios suelen aparecer alrededor de la adolescencia. Es importante, por
tanto, poder clarificar cuáles pueden ser los factores críticos que podrían
desencadenar un trastorno alimentario en la adolescencia.
Si un niño o niña con este estilo de personalidad ha logrado desde la infancia
hasta la adolescencia elaborar una imagen de sí mismo unitaria y constante
que pueda ser socialmente perfecta y aceptada, podrá intentar corresponder a
esta imagen en cada situación en la que se encuentre. Si logra elaborar esta
imagen podrá desarrollar un sentido más estable de sí mismo y será menos
sensible al juicio ajeno. Esto supone una mayor diferenciación entre el sentido
de sí mismo y el otro. El otro no le afectará ni definirá tanto y serán personas
más constantes.
Sin embargo, un niño o niña que no logra desarrollar esta imagen unitaria de sí
mismo, sólo logrará la constancia de sí mismo a través de intentar
corresponder momento a momento a la imagen esperada por el contexto. Son
niños complacientes, que intentan agradar a todos, que son socialmente más
ansiosos y tienen una mayor sensibilidad al juicio ajeno.
Resumiendo podríamos decir que un niño o niña criado por unos padres
imprevisibles, porque sus atenciones están reguladas por una imagen de cómo
deberían ser las cosas, desarrollaran una manera muy particular de Identidad:
Solo podrán reconocerse y valorarse en función del otro. Si ese otro, es
internalizado en una imagen más bien abstracta el niño será más sano y tendrá
una personalidad más definida y no será tan sensible al otro. Pero si el niño o
niña no logra desarrollar esta imagen interna, su sentido personal variará en
función de los contextos y tendrán una mayor sensibilidad a lo que el otro
piense de él o de ella (ya sea en la realidad como en la imaginación).
En relación a este último punto tendremos, pues, que cuanto más invasiva y
juzgante sea la figura de referencia más necesidad tendrá la persona de
demarcarse (señalar los limites con) y diferenciarse de esa figura. Esto puede
abordarse de diferentes maneras: habrá unas personas que, por ejemplo, cada
vez que el otro dice o hace algo se oponen abiertamente a aquello que dice o
hace; aunque también podría mostrar una agresividad más pasiva (se oponen
indirectamente, dejando de hacer, por ejemplo, lo que el otro espera). En el
caso que nos ocupa, una adolescente anoréxica, por ejemplo, con una madre
muy intrusiva que esta diciéndole continuamente lo que debe o no debe hacer
(o que la crítica excesivamente) puede optar demarcarse de esta presión
centrándose en el control del hambre. Afortunadamente existen formas menos
problemáticas de demarcarse de los padres; podemos pensar, por ejemplo, en
aquel adolescente que mientras hace siempre lo que papa le pide o espera de
él, esta siempre protestando y reivindicando sus derechos; también podría
buscar otras figuras de referencia (la pandilla o grupo de amigos,
¡especialmente si a papa no le gusta!) que al tiempo que le permite oponerse a
sus padres se ajusta a las expectativas del grupo (para sentirse reconocido y
aceptado).
Es curioso observar en este tipo de adolescentes la manera que tienen de
independizarse de sus padres. Hasta el momento de la aparición del
pensamiento abstracto (simbólico) en la adolescencia, sus padres no eran
nunca cuestionados y eran los niños buenos que hacían todo lo que papa
esperaba de él. Pero en la adolescencia estos padres pueden ser percibidos
como desilusionantes (cuando antes eran perfectos), el adolescente puede
empezar a avergonzarse de la conducta de sus padres, incluso pueden entrar,
cuando los padres son muy intrusivos y juzgantes, en una abierta oposición con
ellos.
Más que en cualquier otro estilo de personalidad estos adolescentes parece
que no logran una autonomía sin descentrarse de sus padres. La
independencia emocional pasa por la lucha entre la necesidad de corresponder
a las expectativas de papa y la necesidad de oponerse a estas expectativas.
La demarcación de los padres puede ser más activa y en este caso la
adolescente es más opositiva y cuestionadora; también puede ser más pasiva
cuando la adolescente se percibe a sí misma con un sentido de incapacidad e
inadecuación personal. El primer caso es típico de las anoréxicas y el segundo
tipo es típico de las obesas.
Las anoréxicas utilizan su capacidad para controlar el hambre como una
manera de afirmación personal y de demarcarse de sus padres. Si ella tiene,
por ejemplo, una madre muy intrusiva y juzgante que la define continuamente,
esta madre no puede entrometerse en su conducta alimentaria (esto es lo único
que ella controla y maneja). Esto explica como hasta en los casos más graves
las anoréxicas nos informan que cuanto más controlan el hambre más fuertes
se sienten.
Las chicas obesas tienen otro problema. En estos casos no han logrado una
manera de regular su sentido de incapacidad o inadecuación personal. Este
sentido negativo de sí mismas es regulado a través de la ingesta excesiva de
alimentos. La comida es el medio preferente para aliviar la ansiedad de
inadecuación y sentido de anulación cuando se sienten definidas por el otro y
también, para regular el sentido de vacío, disolución, anulación cuando se
sienten o están solas.
Las personas bulímicas se mueven entre las obesas y las anoréxicas. Por un
lado, también utilizan la comida para regular su sentido de inadecuación
personal: comen muchísimo, a veces casi sin tomar conciencia de que están
comiendo tanto (atracones) hasta parar cuando se sienten saciadas. Pero en
este momento evalúan lo que acaban de hacer en relación a una imagen ideal
de comportamiento (como las anoréxicas) y se sienten culpables porque
consideran que no se han ajustado a esa imagen ideal. El vómito les permite
corregir esa culpa.
El tratamiento de los trastornos alimentarios
En relación a lo que acabamos de describir es fácil comprender por qué suelen
fracasar tanto los tratamientos para adelgazar y de control de peso basados
sólo en las dietas (ya sean restrictivas como en las obesas como de aumento
como en las anoréxicas), en el control (ya sea de la persona, como de los
estímulos y los pensamientos) o en la medicación (estimulantes o inhibidores
del apetito, diuréticos, etc.).
En las personas con tendencia a los trastornos alimentarios el cuerpo no es
solo el cuerpo, sino que éste es visto desde fuera y es evaluado como una
imagen de la propia persona. Para la anoréxica es el lugar desde el que
atrincherarse y lograr una autonomía y fuerza personal. Para la obesa es la
confirmación de su inaceptabilidad personal.
Si atendemos solo a los aspectos externos y normativos, la mayoría de las
veces no haremos más que confirmar el problema. ¡Cuántas obesas se sienten
fracasadas cuando una y otra vez no logran bajar peso! ¡Cuántas anoréxicas
intentan incluso suicidarse cuando las obligan a comer a través de las venas!
Uno de los aspectos fundamentales para ayudar a la persona obesa es lograr
comprender cual es su manera de relacionarse consigo misma, cómo la comida
le ayuda a regular su sentido de vacío e inadecuación personal.
Y para las anoréxicas es importantísimo que logren tomar conciencia de su
única manera de sentirse fuertes y autónomas: controlando el hambre, uno de
los impulsos biológicos más fuertes de los seres vivos. Y ayudarlas a encontrar
formas alternativas de demarcarse de los demás y ser menos sensibles a cómo
son vistas por los demás (incluso cuando ese otro que la juzga puede ser ella
misma).
Tanto las obesas como las anoréxicas son sensibles a las situaciones sociales,
todo parece convertirse en un examen de su persona. Es importante valorar no
solo la manera de vivir su propio cuerpo sino la relación con los demás. La
sexualidad, las relaciones afectivas, los logros profesionales, la amistad son,
entre otras, áreas problemáticas para este estilo de personalidad. Abordarlas y
mejorarlas es cambiar la regulación de la identidad a través del cuerpo por
otras maneras más maduras, creativas y flexibles.
BIBLIOGRAFÍA
- ARCIERO, G. (en prensa). Estudios y diálogos sobre la identidad personal.
- BELL (1987) La santa anoressia. Laterza. Bari

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