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El fundamento ético del sistema internacional de los derechos humanos se encuentra

explicitado en el documento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de


1948, que se encuentra incorporado, por otra parte, a nuestra Constitución Nacional. En
dicho documento se patentiza el principio de la dignidad humana como el eje central de una
constelación de principios que lo integran, la igualdad ante la ley, la inviolabilidad de la
persona humana1, la paz y cooperación entre las naciones.
Explica Carlos Nino que “El principio de dignidad de la persona prescribe que los hombres
deben ser tratados según sus decisiones, intenciones, o manifestaciones de
consentimiento”2. Así, el artículo 1 de la Declaración, manifiesta que “Todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. La dignidad no
aparece en el texto legal como una particularidad de unos pocos, de un grupo étnico, ni es
un estadio alcanzable en un futuro, esta cualidad intrínseca se aplica por lo tanto a “todos
los seres humanos”. El Preámbulo de dicho documento expresa “todos los miembros de la
familia humana”, “los derechos humanos”.
La dignidad como principio ético es claramente expuesta en su orden operativo no
programático. Resultaría inaceptable un compromiso parcial con la dignidad humana y no
en su integridad. En esta escala es que el principio de la dignidad humana se apoya en el
principio de la igualdad de los seres humanos ante la ley, consecuencia de aquella dignidad.
Y ciertamente la dignidad del ser humano apela, en el artículo citado, a lo propio del
hombre que es su “conciencia” y su “razón”. Su condición de hablante como explican
algunos autores.
El principio de igualdad que sustenta a la Declaración tiene su referencia más directa en la
dignidad del ser humano. El artículo 2 describe en detalle la esfera de esta igualdad, “Toda
persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra
índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra
condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o
internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata

1
El ser humano tratado como un fin en si mismo.
2
Nino, Carlos, Etica y derechos humanos, 2da.ed., Astrea, Buenos Aires, 1989, p.287.
de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no
autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía”.
El principio de la inviolabilidad de la persona tiene su implicancia en la dignidad intrínseca
del ser humano. Los “actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”
describe una gran gama de violencias contra el ser humano, la explotación de un menor de
edad, la eliminación por sus creencias, etnia, etc. La Declaración en muchos lugares de su
vasto articulado se referencia en este principio, que se plasma en la eficacia del
reconocimiento de la personalidad jurídica del ser humano, el artículo 6, expone, “Todo ser
humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica”.

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