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Sea como fuere, las previsiones respecto de la inflación son estables (3,8%) –con las
excepciones de Argentina (28%) y Venezuela que, en este momento, se encuentra con una
inflación real incalculable, con al menos tres ceros en su haber. Lo mismo es que, en
términos comerciales, América Latina también mantiene su déficit por balanza de pagos,
solo superavitario en dos pequeñas economías como son Guatemala y Paraguay, además de
Venezuela –en parte, fruto de la moratoria en su pago de la deuda externa, el tipo de control
de cambios, las remesas y la tendencia al alza de los precios del petróleo. Es decir, en el
resto de economías del continente, el déficit comercial asciende a varios miles de millones
de dólares, tal y como sucede en Brasil (27.000 millones), México (23.000), Colombia
(11.000), Argentina (10.000) o Chile (6.000).
Del lado de la política, 2019 puede suponer un año de contrapesos a la deriva conservadora
acrecentada en los últimos años, y que sitúa a la región en un impasse entre los modelos de
retorno o consolidación del modelo neoliberal (Perú, Colombia, Chile, Argentina) y los
modelos acuñados bajo el tiempo del progresismo, los cuales buscaban una mayor simetría
entre las aristas del trinomio Estado-Mercado-Sociedad Civil (Ecuador, Uruguay, Bolivia).
Asimismo, frente a lo anterior, quedaría por ver hacia dónde se orienta el nuevo Gobierno
de Andrés Manuel López Obrador en México, y el nivel de influencia y afectación que la
ultraderecha brasileña puede experimentar con Jair Bolsonaro al frente. Al igual, habrá que
prestar atención a las posibles fricciones en la relación entre Colombia y Venezuela, que
han experimentado importantes desencuentros en 2018, y al impulso de una integración
regional maltrecha, en especial, en el escenario andino y mercosureño.
En cuanto a los procesos electorales, este 2019 se espera la celebración de seis elecciones
presidenciales: El Salvador (febrero), Panamá (mayo), Guatemala (junio), Bolivia
(octubre), Uruguay (octubre) y Argentina (octubre). De este modo, y cuando estamos muy
lejos del tiempo y las particularidades que ofrece la disputa electoral de la campaña, es
posible vislumbrar algunos escenarios. Por ejemplo, es muy posible que, en El Salvador,
rompiendo la lógica bipartidista presente desde 1989, los comicios presidenciales dejen
consigo la victoria de un candidato que no pertenece ni al partido conservador ARENA, ni
al Farabundo Martí de Liberación Nacional -en el Ejecutivo desde 2009-, tal y como
sucedería con el exalcalde de San Salvador, Nayib Bukele, al frente de la Gran Alianza por
la Unidad Nacional.
En Panamá, donde gobierna el Partido Panamañista, con el conservador Juan Carlos Varela,
será difícil que haya continuismo, habida cuenta de la baja popularidad del presidente y la
prevalencia de la disputa por la misma en torno al binomio formado por el progresista
Partido Revolucionario Democrático y el conservador Cambio Democrático. Por otro lado,
en Guatemala, en donde la realidad política se encuentra cooptada por el personalismo, el
corporativismo y el tradicionalismo, no parece posible la reelección de Jimmy Morales
como presidente, fuertemente azotado por la corrupción y el descrédito. Los mejor
posicionados son perfecta muestra del arraigo clientelar que acontece en Guatemala: Zury
Ríos, hija del dictador Efraín Ríos Montt; Sandra Torres, exmujer del mandatario
guatemalteco entre 2012 y 2014, Álvaro Colom; y Alejandro Giammattei, quien se presenta
por cuarta vez a los comicios presidenciales. En todo caso, una nota positiva para aspirar a
un posible cambio político puede estar en la candidatura del Movimiento Semilla, con
Thelma Aldana al frente.
Por su parte, en Bolivia es posible esperar otra lógica de concurrencia electoral de “todos
contra Evo”, quien se encuentra al frente del país andino desde 2006. Los altos niveles de
crecimiento económico, inversión y estabilidad acuñados por sus tres mandatos
consecutivos tendrán ante sí una prueba de fuego en el mes de octubre. Las elecciones que,
posiblemente, se resolverán en una segunda vuelta entre el actual mandatario y quien fuera
presidente del país entre 2003 y 2005, Carlos Mesa, que se encuentra respaldado por el
Frente Revolucionario de Izquierda. En cualquier caso, no se ha de infravalorar la
capacidad movilizadora de un MAS que en primera vuelta pueda alzarse con la victoria
presidencial.
Finalmente, en Argentina está por ver si Cristina Fernández se presentará a la disputa por la
presidencia del país, y si lo hará de manera independiente o respaldada por el peronismo
para vencer al actual presidente, Mauricio Macri. Sin duda, el argentino, de todos los casos,
es de lejos el más complejo de vaticinar y en donde es de esperar que la difícil situación
económica que atraviesa el país sea la que marque el ritmo y el resultado final de las
elecciones.
En cuanto a la política exterior habrá que ver si la llegada de López Obrador a México, o la
de Bolsonaro a Brasil, inspiran algún tipo de cambio en un código geopolítico
estadounidense anclado en el repliegue y el debilitamiento consciente del escenario
interamericano. Asimismo, hay que esperar a ver si se produce algún avance significativo
en el diálogo birregional con la Unión Europea, que si bien en la primera mitad de la
década obtuvo cierto impulso a través de las Cumbres EU-LAC y la firma de los Acuerdos
de Asociación Estratégica con Centroamérica y el Acuerdo Multipartes con Perú y
Colombia, en la actualidad sigue demandando de mayores avances y compromisos, al
quedar muy lejos de la relación comunitaria con otros enclaves como África o el Pacífico.
Un barco de Cosco con contenedores procedentes de Hong Kong llegando a Colon, Panamá.(RODRIGO ARANGUA/AFP/Getty Images)