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Resulta revelador el hecho de que a ciertos elementos del comportamiento humano

se les impongan límites esgrimiendo la excusa de representar un peligro para la


sociedad en conjunto (drogarse), mientras a otros razonablemente igual de peligrosos se
los promueve masivamente (hacerse rico).

Ahondar en la psique humana exige una mínima perspectiva hacia el pasado, con
dos frentes, nuestra pertenencia al mundo animal y la adquisición de un nuevo nivel en
complejidad relacional (organización) definido como sociedad. El estudio del ser
humano como animal, incluso como animal social, ha arrojado numerosos datos para
poder entendernos y comprender la realidad que percibimos, los sentimientos que co-
gobiernan nuestras decisiones y el impacto de éstas en el futuro. La máxima conócete a
ti mismo es más apropiada a nivel de especie que a nivel individual, donde la
abrumadora variación nos oculta los patrones. Hablar en términos de población nos
capacita para descubrir problemas del ser humano, no de individuos particulares y nos
permite saber que circunstancias provocan reacciones negativas para el conjunto.

También se cuenta con una abultada literatura histórica para estudiar la evolución de
las relaciones de poder en las distintas sociedades y qué circunstancias rodeaban los
cambios paulatinos y las revoluciones puntuales en dichas relaciones.

Que el asesinato sea condenado por la ley se tiene bastante bien asumido, aún
cuando en esta misma ley existen excepciones, como la defensa propia. Las normas
sobre el robo también reflejan el principio de libertad hasta que comienza la de otro
individuo. De estas relaciones con la justicia podemos sacar la conclusión de que ciertos
instintos deben ser reprimidos cuando son negativos para el conjunto. No siempre se
consigue y para ello se han desarrollado medios para castigar a los individuos que
representan el peligro para el conjunto. El tan humano instinto de poder también
adolece de ciertos peligros hacia el conjunto.

Hemos aceptado un poder superior, supraindividual, el Estado que nos representa a


todos. Esté, aunque nos representa a todos está representado por individuos particulares,
entre los cuales existirán, seguramente, sabios, ladrones, religiosos, asesinos,
mentirosos, violadores, trabajadores, soñadores, drogadictos, etc. Es decir, una
representación de nuestra sociedad, y entre ellos también se desarrollará en instinto de
poder. Para esto, evidentemente, también existen leyes que lo regulan y previenen.
Asimismo para las empresas también existen leyes antimonopolio que impiden
acumulaciones de poder (en este caso en el mercado). Como vemos existen precedentes
de la negatividad de la concentración de poder.

Asumiendo que el dinero es poder, y lo es si existe la voluntad (instinto) de


obtenerlo, y todos hemos cedido nuestro poder individual y riqueza conjunta a un
Estado, éste, que nos representa a todos, incluidos empresarios, debería de ser,
obligatoriamente, el mayor poder. Sin embargo, el Estado aunque reúne ingentes
cantidades de dinero-poder, no es el mayor productor de dinero siempre. Muchas ideas-
empresas que se desarrollan en su seno, es decir en nuestra sociedad, generan en
ocasiones más dinero-poder que él mismo. Incluso aunque no lo superen, su peso-poder
es tal en la economía global del país que ponen en jaque el poder que nos representa a
todos. Las implicaciones son mayores, los peligros rozan la catástrofe (la pérdida de la
libertad) y llevan directamente a la aparente libertad de unos muchos bajo el verdadero
control de unos pocos (J. Madison, 1792), ya que “dominando” al Estado, nos dominan
a todos. Cuando el poder del Estado, el poder de todos, entra en jaque, es cuando los
sistemas de defensa del conjunto deben actuar (o deberían). Es perfectamente normal y
lógico que el ser humano sienta el instinto de poder, que busque todas la formas de
conseguirlo, igual que el ladrón busca su “sustento”, pero como es perjudicial y
peligroso para el conjunto, pues se toman medidas, tanto legislativas como ejecutivas
para la defensa. A este respecto, una acumulación excesiva de dinero (poder) en manos
de unos pocos (empresas, bancos, corporaciones… todas fuera del alcance de la
democracia) debe ser impedido a toda costa. Aparenta llevar ciertos tintes comunistas lo
de poner un techo a las ganancias de una empresa, aunque este límite esté realmente
alejado y permita una enorme variedad de “capas económicas”. Dicho límite, siguiendo
esta línea de pensamiento, sería aquel en el cual el poder del Estado ya no representase
el mayor poder o aquel en el que ya no actuase con independencia, es decir, cuando se
hiciese demasiado dependiente de cualquier otra fuente de poder (la privatización de la
energía, agricultura, banca…condenan a esta dependencia).

Nunca he sido muy amigo de las acumulaciones de poder, ni si quiera para el


Estado, siempre llevan a una jerarquía negativa (de las de arriba-abajo) y son
susceptibles de ser controladas por unos pocos (sólo hace falta controlar a los pocos que
ostentan el poder, no a la mayoría, justo lo que le pasó al comunismo). Pero ya que
aceptamos este modelo (democracia) al menos que cumpla sus bases y sea el Estado el
que controle y mande, y no sea (como ya se predijo que acabaría siendo) la herramienta
que otras fuentes de poder usan en su beneficio y en nuestra contra.

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