Queridos miembros de este noble gremio de artífices de la areté, en esta noche me
siento honrado de encontrarme intra muros de este templo consagrado a la virtud y cabe la palestra de la elocuencia para ejercitarme en la moral y la retórica, al devastar las asperezas de esta agreste lapida de mi persona ante la magnanimidad de vuestro juicio, con el tópico del primer grado de la masonería intitulado: “La pauta gnómica o la escuadra del aprendiz” el cual depongo antes estas aras de Oriente y con vuestra venia, procedo a disertar. Según nuestro hermano en la orden Wirth Oswald autor de la obra: “El libro del aprendiz” La escuadra es un instrumento propio del Maestro y ha sido el emblema del sabio desde los antiguos textos sagrados de los Chinos. Para ellos el que poseía la escuadra conocía el secreto y sabía conducirse conforme a las instrucciones del primer constructor. El citado autor también nos refiere que la escuadra con este mismo simbolismo ya ornaba la portada del tratado titulado: L‘Azoth que era un método para producir: “el oro oculto de los filósofos” y que fuera escrito por Basilius Valentinus o Basilio Valentín hermano masón nacido en el 1394 en Alsacia, a quién se estimaba profanamente como alquimista. La referida obra de Basilii Valentini presenta en su portada un personaje con dos cabezas que sostiene una escuadra y que es, según el texto en paráfrasis: “el hermafrodita alquímico que une la energía creadora masculina con la receptividad femenina, asociando … el azufre con el mercurio, o el ardor temerario de la columna B a la estabilidad ponderada de la columna J.” (Oswald, With, p. 16) La escuadra apareció ante nuestros cerrados y bisoños ojos desde los más tiernos albores de nuestro nacimiento masónico, precisamente cuando hicimos genuflexión ante el libro de la ley con nuestra pierna derecha doblada en escuadra, señal de sumisión a lo equitativo y justo. Ya que el masón debe inspirarse en las ideas de Justicia y equidad la escuadra le hace constante remembranza de que ha de nivelar las desigualdades arbitrarias. La escuadra también se manifiesta en el signo penal con el que expresamos que guardaremos el secreto de nuestra iniciación y trabajos aun ante la muerte. El signo penal que se despliega con la mano derecha puesta en escuadra sobre la garganta además de nuestro juramento de hermetismo, significa que la escuadra, es decir, la equidad, la justicia y la razón, deberán contener las pasiones que se agitan en nuestro pecho, preservando así a nuestro intelecto de la exaltación febril que pudiera comprometer la lucidez espíritu. Ese signo y su relación con la escuadra podría verbalizarse diciendo: “Estoy en posesión de mí mismo y me afano por juzgarlo todo con imparcialidad”. (Oswald, Wirth, p. 86) En efecto, la escuadra sobre la garganta también es símbolo de la ponderación o mensura que debemos imponer a nuestras palabras, para que ellas se adecuen a nuestros ideales y sentimientos más elevados. Al comparar nuestras expresiones con la norma de la nuestros ideales por medio de la escuadra podremos rechazar que nuestras palabras sean portadoras de nuestras tendencias más bajas y negativas, de errores y juicios superficiales, de resentimientos y mezquindades; así como del dominio de las apariencias sobre nosotros. La escuadra debe recordarnos que hemos de frenar toda crítica que no sea constructiva o benevolente. Precisamente en este sentido se expresó el grande orador Marco Tulio Cicerón cuando afirmó: “El que sabe hablar, sabe callar” puesto que callar no es menos importante que saber emitir elocuentes alocuciones; las cuales pueden lograrse mediante el cultivo asiduo de la gramática, la retórica y la dialéctica; mas no así el arte del silencio, que solo se aprende cuando se aplica la escuadra de la reflexión a todas nuestras expresiones verbales instintivas, en las cuales caemos no pocas veces motivados por nuestra condición de animal social, quizá más que de animal racional. No nos pase lo que deturpaba Séneca en su tratado De uita beata: “Quicquid dixi cum recogito, mutis inuideo” “Cuando recuerdo las cosas que he dicho, envidio a los mudos”.
La escuadra también se produce de la unión de conocimientos que posee el
aprendiz, que se encuentra en un trabajo vertical, con el trabajo horizontal del compañero, según lo expresa el cuadro analógico del ternario. (Oswald Wirth, p. 98) La escuadra es el emblema de la equidad que preside las relaciones de los masones, quienes tallan prolija y simbólicamente bloques cuadrados que por sus características geométricas pueden ajustarse entre sí, logrando la cohesión del edificio. La piedra bruta del masón que es en principio tosca e irregular debe ser bruñida hasta lograr la normalidad, es decir, la más exacta adecuación a la norma, voz latina de escuadra; si no actuara así, no intervendría en ello arte alguno y se trataría solamente de un grosero hacinamiento de bloques informes. La escuadra es en la masonería un instrumento principalísimo o de primer orden porque dirige el desbastamiento de la piedra bruta, o lo que es lo mismo, la formación individual en vista de la estricta observancia de su función humanitaria y social. Según nos enseña Lavagnini la escuadra se encuentra presente en aquella fórmula alquímica que se encarna en la palabra: VITRIOLVM; específicamente en la cuarta y quinta letra de la sigla, las cuales son concordantes con las voces latinas: rectificando inuenies, que se traducen como: “rectificando encontrarás”; pues esa rectificación consiste en el perfeccionamiento de nuestro punto de vista y de nuestra visión mental por medio de la norma, nomos o escuadra de la razón y del discernimiento espiritual. (Lavagnini, p. 30). La escuadra es la razón, el juicio o el criterio por cuya virtud el masón perfecciona sus pensamientos, aspiraciones, juicios y deseos, cooperando conscientemente con el plan del Gran Aquitecto del Universo. La escuadra ha nacido de la unión de la plomada con el nivel (Lavagnini, p. 63) En ella la vertical es símbolo de lo masculino que es el azufre de los alquimistas y que se estima padre del universo, la horizontal es el principio pasivo o femenino, simbolizada por la sal o yodo, o sea la madre del universo. Su unión forma un nuevo elemento que hace fecundas y constructivas las posibilidades de los primeros, logrando la armonía, ritmo y movimiento. El angulo recto que contiene la escuadra significa la fijeza, estabilidad e inexorabilidad de las leyes físicas que gobiernan el reino de occidente o de la materia. Los brazo que constituyen la escuadra se encuentran siempre a idéntica e inamovible distancia, a saber: 90°, que corresponde a la cuarta parte de una circunferencia y al ángulo cuadrado, la escuadra también significa la crucifixión de la cual debemos librarnos rectificando y dirigiendo hacia el centro la totalidad de nuestros esfuerzos. El ángulo recto es símbolo de las oposiciones que parecen permear el mundo fenoménico, de esa multiplicidad o dualidad en apariencia antípodas, las cuales pueden superarse reconociendo la unidad interior. La escuadra representa al cuaternario inferior que debe ser regido por el ternario superior del compás, de cuya suma puede inferirse, me atrevo a avizorar alguna relación con las siete estrellas representativas del grado magistral masónico, en donde el hombre se encuentra en total dominio del cielo sobre la tierra, es decir de la intelectual sobre lo materia, o de lo espiritual sobre lo instintivo. La escuadra representa a la tierra, o sea el mundo de la apariencia. En él la norma es la escuadra de la razón o inteligencia concreta racional, es la lógica y el juicio. Esta severa inmutabilidad de la escuadra y de lo que es por ella simbolizado, es decir las leyes universales que invitarían a un determinismo, son el sendero hacia un estado libertario que se conforma por el uso de estas mismas leyes desde un punto de vista progresista dado por las aspiraciones verticales marcadas por la plomada. Empleando la escuadra llegaremos al compás, es decir, mediante la reflexión y la visita al interior de nosotros mismos ambularemos a ver la verdad que nos libra de la ilusión.