Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
en Gregorio Nacianceno
Domingo García Guillén
Abstract: The present work focuses on the saving dimension of incarnation in Gregory of
Nazianzus’ writings. After clarifying what mystery means when applied to incarna-
tion, the first part of the article underlines the view of man as a “combination” and
synthesis of the earthly element and the spiritual one; this anthropology cannot ignore
the Fall of Man. The second part approaches the mystery of Incarnation as a “new
combination” of the human and the divine: the elements which mix, the principles
which describe this mixture and, finally, the redeeming effect of the Incarnation of
the word.
1 Citaremos las obras del Nacianceno en la mejor edición a la que hemos tenido acceso. Se
emplean las siguientes abreviaturas: BPa = Biblioteca de Patrística (Madrid); Carm = Carmen
(Poema); Ep = Epistula (Carta); Or = Oratio (Discurso); PA = D.A. Sykes – C. Moreschini (ed.),
Poemata arcana, Oxford University Press, Oxford 1997; PG = J. P. Migne (ed.), Patrologia
graeca; SCh = Sources chrétiennes; Tuillier = A. Tuilier – G. Bady (ed.), Grégoire de Nazianze.
Oeuvres poétiques, I/1: Poemes personnels II, 1, 1-11, Les Belles Lettres, Paris 2004.
2 Cf. N. Widok, «Die kerygmatische Dimension der Lehre von der Menschwerdung in der
escribe poemas para proporcionar literatura a los cristianos, difundiendo sus propias teorías; el
Nacianceno refuta sus doctrinas escribiendo poesía, cf. Ep 101, 73 (SCh 208, 68).
5 Una buena perspectiva diacrónica es P. Bouteneff, «St. Gregory Nazianzen and Two-Nature
6 Cf. Or 28, 21-31 (SCh 250, 142-174); Or 29, 8 (SCh 250, 190,4-11); Or 31, 8 (SCh 250,
290,19-23).
7 Or 27, 2 (SCh 250, 74,14-15). Tr. BPa 30, 76-77.
8 Or 2, 17 (SCh 247, 112,4-6). Tr. BPa 35, 47.
9 Or 2, 24 (SCh 247, 120,3). «Nuevo misterio» se habla también en Or 7, 23 (SCh 405,
iniciados en los misterios protegían el secreto con su propia vida; sería in-
cluso deseable que muchos cristianos mantuvieran un silencio semejante13.
Pero el Misterio cristiano no es equiparable a las celebraciones griegas: «De
nuevo mi Jesús, de nuevo el misterio, un misterio que no es falaz ni indecen-
te como lo son los del error y embriaguez de los griegos […] sino que es un
misterio sublime y divino, adecuado al supremo resplandor»14.
c) El sentido en que la encarnación es un misterio se comprende me-
jor en el contexto: «¿Cuál es este misterio [que sucede] en mi favor [periv
ejmev]?»15. La locución griega puede traducirse de modos diversos: (misterio)
a favor mío, (misterio) que me concierne, (misterio) en torno a mí. Las tra-
ducciones son todas válidas: la encarnación sucede en favor del hombre y
es salvación para el hombre. Se trata, por tanto, del misterio de Cristo en
favor nuestro, la economía de salvación para nosotros16, no del misterio de
la vida íntima de Dios, ni de una realidad oculta que se deba preservar: el
misterio de la Encarnación tiene como objetivo la salvación del hombre, su
divinización17.
La encarnación no es el único de los misterios de la vida de Cristo18,
aunque sí el misterio principal, que resume todos los demás: «¡Cuántas fiestas
necesitaría –exclama Gregorio– para celebrar cada uno de los misterios de
Cristo! Pero el misterio capital es éste: mi perfección y recreación y el regreso
a la primitiva condición de Adán»19. Cada uno de los misterios y Edades de la
vida de Cristo tiene su propia fuerza salvadora20, y el discípulo está llamado a
recorrerlos personalmente, identificándose con cada uno de ellos21.
cf. Or 2, 25 (SCh 247, 124,10); Or 7, 23 (SCh 405, 238,6); Or 14, 7 (PG 35, 865B) (en sentido
algo diverso).
17 Cf. Or 38, 11 (SCh 358, 126,23-24); Or 38, 16 (SCh 358, 142,18-19).
18 El único estudio dedicado a los Misterios de la Vida de Cristo en el Nacianceno es una tesis
Cristo lo encontramos en Or 38, 17-18 (SCh 358, 142-148); Or 39, 14 (SCh 358, 178,1-8).
20 Tras enumerar diversos misterios de la infancia, al llegar al bautismo puntualiza: «nos ha-
llamos ante una nueva acción de Cristo y ante un nuevo misterio» Or 39, 14 (SCh 358, 178,8-9).
Tr. BPa 2, 85.
21 Cf. Or 38, 4 (SCh 358, 108-110,5-7); Or 38, 18 (SCh 358, 146,7-8).
402-406: si no todos los discursos son «litúrgicos», todos se encuadran en el ejercicio de su mi-
nisterio (presbiteral y episcopal).
25 Cf. Or 39, 14 (SCh 358, 180,24-26).
26 Or 2, 95 (SCh 247, 212-214,7-8). Tr. BPa 35, 110.
27 Cf. Or 38, 4-6 (SCh 358, 108–114) y el texto, citado antes, de Or 39, 1 (SCh 358, 150,1-6).
abarca Él, que no tuvo principio ni tendrá final, como un mar ilimi-
tado e infinito que excede todo pensamiento sobre el tiempo y la
naturaleza, por grande que sea28.
en la Edad Media (Tomás de Aquino la recoge). Sobre la historia de la fórmula, cf. P. Colaclidès,
«Variations sur une méthaphore de Platon», CM 27 (1966) 116-117; J. M. Mathieu, «Sentiment
océanique chez Platon et dans le platonisme chrétien», Kentron 16 (2000) 9-39; Idem, «Encore l’
“Océan de l’être”: deux nouveaux textes (importance de Grégoire de Nazianze pour le thème)»,
Kentron 17 (2001) 27-36. Recoge la formulación tomista J. M. Rovira Belloso, Dios: Padre,
Hijo y Espíritu Santo, Secretariado Trinitario, Ágape 44, Salamanca 2008, 179. 211.
34 Or 38, 8 (SCh 358, 118,14-15). Tr. BPa 2, 52.
silencio a su Creador, cf. Or 6, 14 (SCh 405, 158,10-11); Or 30, 20 (SCh 250, 260-262); Carm
I/1,29, 10 (PG 37, 507).
44 En adelante, omitiremos las referencias a los textos ya citados (Or 38, 11 y Carm I/1,8).
45 Así se observa en textos como Or 2, 54 (SCh 247, 162,3); Or 6, 15 (SCh 405, 160,14-15).
La influencia estoica la señalan, entre otros, K. Holl, Amphilochius von Ikonium in seinem
Verhältnis zu den grossen Kappadoziern, Mohr-Siebeck, Tübingen-Leipzig 1904, 189-190; T.
Špidlik, Grégoire de Nazianze. Introduction à l’étude de sa doctrine spirituelle, OCA 189, Rome
1971, 95-96.102; D. A. Sykes, Comentario a Arcana 7, 79 (PA 242).
46 Cf. Or 2, 75 (SCh 247, 188,3); Or 19, 13 (PG 35, 1060B); Or 27, 7 (SCh 250, 86,13); Or
21); Carm I/2,26, 22 (PG 37, 852); Carm II/1,11, 83 (Tuillier, 60).
48 Cf. Carm I/1,4, 91 (PA 20); Carm I/1,8, 81 (PA 38).
49 Cf. Carm I/1,4, 92 (PA 20).
50 El poema De anima comienza: «el alma es soplo divino» Carm I/1,8, 1 (PA 32).
51 Cf. Or 32, 10 (SCh 318, 302,17) ; Or 37, 14 (SCh 318, 302,17); Ep 101, 43 (SCh 208, 54);
reo: «por eso, yo amo esta vida, porque fui hecho de tierra; y poseo también
el deseo de Él, por lo divino que hay en mí»65. El hombre está en medio de
ambos mundos, con ciudadanía en ambos: no es que sea algo intermedio
entre espíritu y materia; él es, inseparablemente, una y otra cosa, una mezcla
de uno y de otro66.
El mutuo aislamiento de ambos mundos ha acabado con la creación
del ser humano. El hombre los acerca en su propia persona: «inmaterial en
la materia, ilimitado en un cuerpo, celeste en la tierra, impasible en medio
de las pasiones»67, «espectador de la creación visible que intuía las cosas
inteligibles». Por su condición corpórea puede ser el rey de los que viven so-
bre la tierra, súbdito tan sólo del supremo rey; por su capacidad de elevarse
sobre lo visible será llamado «un ángel diferente, formado de la tierra». En
el hombre, «adorador de naturaleza mixta», la creación visible se ha hecho
capaz de reconocer en sus obras al Dios invisible (cf. Rm 1, 20). De este
modo, si Dios creó para llenar todo de su bondad, la creación del ser huma-
no introduce un ser capaz de reconocer la obra de Dios y celebrarla.
2.3. Microcosmos
El ser humano, ciudadano de ambos mundos y mediador entre ambos,
contiene en sí toda la creación: es «un mundo grande en uno pequeño»68,
un «microcosmos». El término, documentado en la filosofía desde los pre-
socráticos, fue adoptado por Filón y tuvo fortuna en el cristianismo de len-
gua griega (especialmente en el Nacianceno, Gregorio de Nisa y Máximo el
Confesor)69. De Gregorio de Nisa es la siguiente definición del ser humano:
crocosmo», en: Idem, Diccionario de filosofía III, Alianza, Madrid 19845, 2064-2066; M. Gatze-
meier–H. Holzhey, «Makrokosmos / Mikrokosmos», HWP 5 (1980), 640-649. 2) Literatura: F.
Rico, El pequeño mundo del hombre. Varia fortuna de una idea en la cultura española, Alianza,
Madrid 1986. 3) Teología: Referencias de Filón en: T. Špidlik, Grégoire de Nazianze, 104-107;
C. Moreschini, SCh 358, 45; Idem, BPa 2, 55, nota 38. Cf. también Clemente de Alejandría,
Protréptico I,5,3 (SCh 2, 58); Gregorio de Nisa, De opificio hominis, XVI (PG 44, 177D-179A);
Idem, In inscriptiones Psalmorum (GNO 5, 32,18.25); Nemesio de Emesa, De Natura hominis
I (PG 40, 329B).
«un pequeño mundo que posee en sí mismo todo aquello que hay en el
mundo grande»70.
Por su condición de «microcosmos», cuando el hombre se pregunta
por su propio ser, su pregunta abarca todo el ser del mundo: tras una larga
lista de interrogantes acerca del mundo natural, el Nacianceno indica cuál es
la cuestión que sintetiza todas las demás preguntas humanas: «aquello que
concierne a la organización de este “microcosmos” que es el hombre»71.
3. El hombre caído
Tras definir al hombre como mezcla de barro y aliento (cf. Gn 2, 7)
presenta la condición del ser humano en el paraíso (cf. Gn 2, 8-17); de los
rasgos de Adán, se destaca especialmente uno: su libertad. «Dios puso al
hombre en el Paraíso (fuera cual fuera este Paraíso) y lo honró con el libre
albedrío, para que el Bien perteneciera a quien lo elige tanto como a Quien
había sembrado en él la capacidad de hacerlo»72. Más que el libre albedrío,
parece que «aujtexouvs ion» designa la capacidad de «autodeterminación», de
elegir el bien, cultivándolo y haciéndolo propio73.
Esta capacidad de autodeterminación no es ilimitada: compuesto de
barro y espíritu, el ser humano no puede saltar la ley de su propia corporei-
dad. Así interpreta el Nacianceno el precepto de no comer del árbol (cf. Gn
2, 16-17):
Le es dada la ley, que es el objeto sobre el que ejercer su libertad.
Consistía en la orden de comer de algunos árboles y abstenerse de
otros. En concreto, debía abstenerse del árbol de la ciencia […] porque
comer de él era bueno sólo en el momento oportuno, porque, creo, este
árbol representaba la contemplación de Dios, cuya posesión era segura
sólo para quienes fueran de disposición perfecta. No era bueno, por el
contrario, para los demasiado simples ni para los en exceso deseosos,
al igual que no es conveniente una comida completa para quienes son
todavía pequeños y sólo necesitan leche (cf. 1Co 3, 2)74.
304, 8-10).
74 Or 38, 12 (SCh 358, 128,8-10.13-18). Tr. BPa 2, 56-57.
piel», cf. P. F. Beatrice, «Le tuniche di pelle. Antiche letture di Gen. 3, 21» en: U. Bianchi (ed.),
de la carne le hace aún más difícil hacerse una idea de Dios que no sea cor-
pórea. El hombre queda expuesto a la continua tentación de los demonios
que, envidiosos de la imagen de Dios que hay en el hombre84, lo empujan a
la idolatría; abandonado a sus pasiones, el hombre acaba divinizándolas85.
De este modo, el pecado (en singular) se convierte en semilla de una «mu-
chedumbre de pecados que, por diversos motivos y circunstancias, tomaron
raíz del mal»86.
162,8-14). Acerca del origen de esta teología, cf. I.M. Sans, La envidia primigenia del Diablo
según la patrística primitiva, EstOn III/6, Fax, Madrid 1963.
85 Cf. Or 39, 7 (SCh 358, 162, 14-16.22-23).
86 Or 38, 13 (SCh 358, 130,1-3). Tr. BPa 2, 58.
87 Or 45, 12 (PG 36, 640A).
88 Or 31, 25 (SCh 250, 324,16-17). Para esta caracterización de Dios como «pedagogo» y
«médico», son fundamentales Or 2, 22-25 (SCh 247, 118-124); Or 31, 25-26 (SCh 250, 322-328).
89 «Remedio (bohvqeia)» pertenece al léxico de la medicina; con él, se designa una ayuda di-
vina orientada a socorrer la debilidad humana: Cf. Or 37, 13 (SCh 318, 300,20); Or 38, 13 (SCh
358, 132,13); Or 40, 2 (SCh 358, 200,6-7); Or 40, 36 (SCh 358, 282, 23); Or 43, 42 (SCh 318,
216,14-15). Orígenes usa el sustantivo como título divino: Dios es «Dios de los humildes y socorro
(bohqov~) de los pequeños» Orígenes, In Iohannem 13, 28 (GCS 10, 252,16).
90 Or 38, 13 (SCh 358, 130-132,1.3-7). Tr. BPa 2, 58.
los ídolos, que nos aleja de éstos [los ídolos] y nos acerca a Aquel [Dios]»91.
Contando con el auxilio de la Ley, que lo protege de los ídolos, el hombre
es más libre para buscar a Dios. Ella actúa como un «Pedagogo» que toma
de la mano a la humanidad y lo conduce de la idolatría a la obediencia del
Evangelio92.
La Ley es mucho más que una mera norma positiva: tiene una di-
mensión «sacramental», en la que se manifiestan «las realidades visibles»93,
Cristo mismo está presente como «en sombras»94. Él es el autor de la Ley,
Aquel a quien la Ley se ordena y conduce95. No acaba aquí la caracteri-
zación de la Ley de Moisés como prefiguración de Cristo: comenzábamos
afirmando que el Padre otorgó la Ley como «muro que separa a Dios de los
ídolos»96. De modo semejante, hay una «roca» que separa a Dios de los ído-
los, que evita que el teólogo convierta a Dios en un ídolo, como aquella roca
que protegía a Moisés en la visión de Dios (cf. Ex 33, 21-23). «Y la roca
era Cristo» (1Co 10, 4). Así interpreta el Nacianceno la visión de Moisés:
«cuando miré, apenas puede ver las espaldas de Dios, y eso a pesar de que
yo estaba todavía protegido por la roca, es decir, por el Logos hecho carne
por nosotros»97.
construir el templo según el modelo que ve en el monte Sinaí (cf. Ex 25, 40).
94 La divinidad del Hijo se insinuaba en el AT, cf. Or 31, 26 (SCh 250, 326,5); Carm I/1,3, 25
(PA 12). Por lo demás, subyace aquí la idea paulina de la ley como «sombra de las cosas futuras»
(Col 2, 17; Hb 10, 1).
95 Cf. Or 2, 23 (SCh 247, 120,2-3); Or 45, 13 (PG 36, 640B); Carm I/1,1, 11-14 (PA 2);
Carm I/2,34, 185 (PG 37, 959). Cf. al respecto P. Molac, «Le premier poème “dogmatique”»,
353.
96 Or 45, 12 (PG 36, 640B).
97 Or 28, 3 (SCh 250, 104,5-7). Tr. BPa 30, 96. Gregorio de Nisa también interpreta juntos
Ex 33 y 1Co 10, 4 para afirmar que la roca es Cristo, Cf. Gregorio de Nisa, De vita Moysis II,
248: M. Simonetti (ed.), La vita di Mosè, Fondazione Lorenzo Valla-Mondadori, Roma-Milano
20013, 210.
104 Cf. Or 2, 23 (SCh 247, 120,4); Or 34, 10 (SCh 318, 216,18); Carm I/1,10, 56-62 (PG 37,
469); Carm I/1,11, 7-8.11 (PG 37, 471); Carm I/2,1, 155.334-336 (PG 37, 534.547); Ep 101,
36 (SCh 208, 52).
105 Cf. Or 2, 24 (SCh 247, 120,3); Or 7, 23 (SCh 405, 238,6). La primera mezcla ya era
(318-381), T&T Clark, Edinburgh 1988, 706-707.714; G.L. Prestige, Dios en el pensamiento
de los padres, Koinonia 5, Secretariado Trinitario, Salamanca 1977, 237. Holl parece afirmarlo,
aunque mucho más matizadamente, K. Holl, Amphilochius von Ikonium, 161.
1. El hecho de la unión
1.1. El que asume: el Verbo eterno
El «remedio mayor» que vino en socorro del hombre fue el Verbo
eterno de Dios. Para afianzar la fe en su preexistencia y divinidad, el Nacian-
ceno lo presenta con una larga y densa lista de atributos: «eterno, invisible,
no-circunscrito, incorpóreo, principio [que proviene] del principio, luz [que
proviene] de luz, fuente de vida e inmortalidad, impronta de la belleza del
110Or 38, 11 (SCh 358, 124,4-7). Tr. propia inspirada en BPa 2, 55.
111Or 41, 12 (SCh 358, 342,20-25). Al decir que «es necesario», el Nacianceno no se sitúa
en la theologia (pues no pretende coartar la libertad de Dios para enviar a su Hijo), sino en la
oikonomia: la encarnación es coherente con el progresivo descenso de Dios entre los hombres.
El texto suprimido entre corchetes afirma que el descenso de Dios «entre nosotros… ocurrió por
vez primera en tiempos de Moisés».
112 Or 38, 13 (SCh 358, 134,38-41). Tr. propia inspirada en BPa 2, 58-59. Cf. Carm I/1,10,
113 Or 38, 13 (SCh 358, 132,14-19). Tr. propia inspirada en BPa 2, 58-59.
114 Una serie similar: «ilimitado, infinito, carente de forma exterior, impalpable e invisible»
Or 28, 7 (SCh 250, 112-114,5-6). Tr. BPa 30, 101-102.
115 Señalamos algunos ejemplos sin ánimo de exhaustividad: 1) Eterno: Or 40, 45 (SCh 358,
304,21); Ep 101, 13 (SCh 208, 42) ; Ep 202, 12 (SCh 208, 92) Una variante es «co-eterno»:
Cf. Or 20, 7 (SCh 270, 72,14); Or 29, 3 (SCh 250, 182,14); 2) Invisible: Or 29, 19 (SCh 250,
218,18-19); Or 30, 13 (SCh 250, 252,8); 3) No-circunscrito o «no contenido por límites»: Or
37, 2 (SCh 318, 274,13); Or 37, 3 (SCh 318, 276,13); 4) Incorpóreo: Or 37, 2 (SCh 318,
272,12.26); Carm I/1,2, 16 (PA 4). La generación eterna del Verbo es «incorpórea»: Cf. Or 29,
4 (SCh 250, 182,2).
116 Or 38, 2 (SCh 358, 106,16-18). Tr. BPa 2, 46 excepto cursiva.
117 Or 37, 2 (SCh 318, 272-274,11-15).
118 Me permito remitir al capítulo II de mi estudio: D. García Guillén, «Padre es nombre
de relación». Dios Padre en la teología de Gregorio Nacianceno, Roma 2010 (en curso de pu-
blicación).
119 Cf. Or 20, 6 (SCh 270, 70,22-25); Or 25, 15 (SCh 284, 194,26-29).
120 Cf. Carm I/1,32, 3 (PG 37, 512); Carm II/1,1, 625 (Tuillier, 43). Implícita en Or 31, 3
(SCh 250, 280,20-21): «desde la luz que es el Padre, entendemos que el Hijo es luz, en la luz
del Espíritu». «Luz» es otro de los títulos cristológicos que explica en Or 30, 20 (SCh 250, 268-
270,30-33).
121 Cf. I. Ortiz de Urbina, El símbolo niceno, CSIC, Madrid 1947, 140-151.
122 Se dice así del Espíritu: cf. Or 41, 9 (SCh 358, 334,15-16). Cf. también Carm I/1,4, 81
no es casual. El Nacianceno emplea esta imagen bíblica como metáfora trinitaria: Set (el Hijo) y
Eva (el Espíritu) proceden del mismo Adán, aunque de modo diverso, cf. Or 31, 11 (SCh 250,
294-296,1-19).
128 Or 30, 20 (SCh 250, 268,8-9).
129 Hilario de Poitiers, De Trinitate, VII, 31 (CChL 62, 298-299). Cf. L.F. Ladaria, «“...
da como Quod homo non deiferus (CPG 5264): Cf. P. E. Pussey (ed.), Sancti patris nostri Cyrilli
archiepiscopi Alexandrini in D. Joannis evangelium III, Clarendon Press, Oxford 1872, 459-460.
Las expresiones de Cirilo se recogen en el Concilio de Éfeso, cf. ACO I/1,1, 19, 10-11.29-30.
Las fórmulas «hombre portador de Dios» y «Dios portador de carne» denotan, respectiva-
mente, cristología ascendente y descendente. «Qeov~ sarkofovro~» se encuentra ya en Ignacio
de Antioquía, Ad Smyrneos V, 2 (Lightfoot II/2, 302). Cf. A. Grillmeier, Cristo en la tradición
cristiana. Desde el tiempo apostólico hasta el Concilio de Calcedonia (451), VeIm 143, Sígue-
1.2.1 La carne
«El Verbo se hizo carne» (Jn 1, 18). Fiel al texto bíblico, el Nacian-
ceno habla habitualmente de «encarnación» y del «encarnarse» del Hijo de
Dios140. La «carne» asumida por Él es la carne espesa y pesada del hombre
nes: «pris en plus» SCh 208, 42, nota 2; «receive in addition, take besides», G. W. H. Lampe, A
patristic greek lexicon, Clarendon Press, Oxford 1961, 1178 sub voce.
135 Cf. Orígenes, Contra Celsum III, 41 (SCh 136, 96,10).
136 Cf. Apolinar de Laodicea, fr. 133 (Lietzmann, 239,24).
137 Or 29, 19 (SCh 250, 216,2-3).
138 Or 21, 3 (SCh 270, 116,13). Cf. también Or 30, 21 (SCh 250, 270,2); Or 45, 13 (PG 36,
134,31).
141 «Tomó sobre sí tu espesor, uniéndose a una carne por medio del intelecto intermediario»
Or 29, 19 (SCh 250, 218,6); «El Verbo toma carne espesa» Or 38, 2 (SCh 358, 106,16-17); «la
espesura de la carne» Or 38, 2 (SCh 358, 134,30). Cf. también Ep 101, 49 (SCh 208, 56); Carm
I/1,10, 60 (PG 37, 469).
142 Cf. Or 38, 12 (SCh 358, 130,24-26).
143 Cf. Or 45, 11 (PG 36, 349). Con todo, el conocimiento de Dios es un fin secundario, una
chius von Ikonium, 186.190. En un alejandrino como Gregorio, la expresión no parece tener el
sentido del homo assumptus antioqueno.
149 Cf. Ep 101, 36 (SCh 208, 52).
150 Antes de su estancia en Constantinopla, el Nacianceno ve el apolinarismo tan sólo como
una disputa fraternal, cf. Or 22, 13 (SCh 270, 246,2); en su poema autobiográfico, relaciona
su partida a la capital imperial con el surgimiento del apolinarismo, Cf. Carm II/1,11, 607-610
(Tuillier, 83).
151 Cf. Ep 101, 21 (SCh 208, 44); Ep 102, 8 (SCh 208, 74); Ep 102, 12 (SCh 208, 76).
152 Cf. Ep 101, 50 (SCh 208, 58); Ep 102, 4 (SCh 208, 72).
vada, porque fue ella la que principalmente erró en la naturaleza del primer
hombre»162. El apolinarismo convierte a Cristo en «a[noun» (literalmente,
«sin nous»), término muy similar a «ajnovhto~» (insensato, no inteligente):
jugando con el sentido de ambos términos el Nacianceno dirá que, si alguien
confía en un hombre sin intelecto, no es un hombre inteligente (o es un
«insensato»)163. La integridad de la salvación del hombre exige la integridad
de la humanidad de Cristo: también él tenía un alma intelectiva o nous.
La controversia apolinarista explica que el Nacianceno conceda tan-
ta importancia a este principio intelectual; pero existe otra razón más. El
Nacianceno está influido por Orígenes, que considera el alma humana de
Cristo como mediación necesaria entre la carne y la divinidad: «no era po-
sible que la naturaleza de Dios se uniera a un cuerpo sin mediador»164.
De fondo está el principio filosófico del conocimiento de «lo semejante por
medio de lo semejante»: la divinidad sólo puede unirse a aquello que, en
el hombre, es semejante a ella. Varias veces, el Nacianceno incorpora esta
idea del alma intelectiva como mediadora entre la divinidad y la carne165.
Leemos un fragmento del poema contra Apolinar: «Dios no puede mezclar-
se con la carne, mientras que el nous y el alma son como un intermediario:
de la carne, porque vive junto con ella; de Dios, porque es imagen suya. La
naturaleza divina se mezcló con lo que le era afín y tuvo así comunión con
la carne espesa»166. La mediación es, por tanto, la función que corresponde
al nous y el alma.
162 Carm II/1,11, 622-623 (Tuillier, 83). Cf. Ep 101, 51-52 (SCh 208, 58).
163 El texto principal está en Ep 101, 32 (SCh 208, 50). Otros similares son Or 22, 13 (SCh 270,
248,12); Ep 101, 12 (SCh 208, 40); Ep 101, 34-35 (SCh 208, 50); Ep 102, 9 (SCh 208, 74).
164 Orígenes, De principiis II, 6, 3 (SCh 252, 175,106-111). Más referencias sobre la unión
del alma con el Verbo se encontrarán en SCh 253, 175, nota 16.
165 Cf. Or 2, 23 (SCh 247, 120,6); Or 38, 13 (SCh 358, 134,29-30) En Or 29, 19 (SCh 250,
218,7) el mediador es el «nous». En cambio, Or 39, 13 (SCh 358, 176-178,15-16): «se nos unió
mediante la carne».
166 Carm I/1,10, 56-62 (PG 37, 469). «Se ha mezclado Dios con la carne por medio del alma
y dos cosas tan distintas se unieron por la familiaridad del mediador» Or 2, 23 (SCh 247, 120,6-
7) Tr. BPa 35, 53.
167 Cf. C.A. Beeley, «Gregory of Nazianzus on the Unity of Christ», in P.W. Martens (ed.),
In the Shadow of the Incarnation: Essays on Jesus Christ in the Early Church, Fs. Brian E. Da-
ley, SJ, Notre Dame 2008, 97-120. Tenemos noticia de este trabajo, aunque no hemos podido
consultarlo.
168 Cf. Or 29, 18 (SCh 250, 216,23); Or 29, 19 (SCh 250, 216,2).
169 Apolinar de Laodicea, fr. 81 (Lietzmann 224,14-15).
170 Apolinar de Laodicea, Epistola ad Dionysium 9 (Lietzmann 260,1-2).
171 Apolinar de Laodicea, fr. 45 (Lietzmann 214,28-29). Otra traducción puede verse en O.
tradición cristiana, 530 excepto cursiva. En cambio, en un escrito anterior: «el mismo, totalmente
Dios, totalmente hombre» Idem, De fide et incarnatione (Lietzmann 199,17).
173 Carm I/1,10, 43(PG 37, 468). Cf. también Ep 101, 37 (SCh 208, 52).
174 Cf. Ep 101, 37-39 (SCh 208, 52); Carm I/1,10, 44-49 (PG 37, 468).
God and Man in Jesus Christ in the Thought of Gregory of Nazianzus», SVTQ 29 (1984) 83-98,
especialmente 84-88.
178 Ep 101, 19-21 (SCh 208, 44-46). «Dos realidades» traduce «a[llo kaiv a[llo» (una cosa y
Siendo Dios vino con una naturaleza humana, uno solo a partir de
dos [realidades] contrarias, carne y espíritu, una divinizaba y la otra
era divinizada. ¡Oh, inaudita mezcla! ¡Oh, extraña unión!185.
181 Carm II/1,11, 651-652 (Tuillier 85). El segundo miembro falta en algunos manuscri-
tos; podría haberse suprimido por miedo al nestorianismo, Cf. Tuillier 161-162 (nota al verso
651b).
182 El Nacianceno ha preparado el camino para que «naturaleza» pueda usarse en cristología,
cf. P. Bouteneff, «St. Gregory Nazianzen and Two-Nature Christology», SVTQ 38 (1994) 255-
270 (268). Cf. también el detenido estudio de N. Widok, Physis w pismach Grzegorza z Nazjan-
zu: studium z teologii patrystycznej, Opole 2001 (con resumen final en inglés).
183 Cf. Or 37, 2 (SCh 318, 274,17-18); Or 38, 13 (SCh 358, 134,26).
184 Or 37, 2 (SCh 318, 274,16-20).
185 Or 38, 13 (SCh 358, 132-134,25-28). Tr. BPa 2, 59.
186 La recoge Cirilo de Alejandría; adoptada después por Eutiques para defender su teología,
fue finalmente rechazada por Calcedonia, que opta por la fórmula «en dos naturalezas». La histo-
ria de la fórmula puede seguirse a través de las referencias que aporta A. Grillmeier, Cristo en la
tradición cristiana, 767.799-802.811-812.825.829. Algunas variantes del símbolo de Calcedonia
recogían «ejk», en lugar de «ejn», que es la lectura correcta, Cf. DS 302, nota 1.
187 Carm II/1,11, 651 (Tuillier 85).
Calcedonia; puede verse el texto en A. Grillmeier, Cristo en la tradición cristiana, 827, línea 21
y el comentario de A. de Halleux, «La définition christologique à Chalcedoine», RTL 7 (1976)
3-23.155-170 (162-163).
191 Ep 101, 21 (SCh 208, 44). Cf. también Ep 101, 46 (SCh 208, 56).
192 Carm I/1,10, 61 (PG 37, 469).
193 El desarrollo de la teología de la unión hipostática (iniciada con estos textos del Nacian-
ceno) acabó por desplazar la teología de la unción de la humanidad de Cristo por el Espíritu, cf.
L.F. Ladaria, El Dios vivo y verdadero. El misterio de la Trinidad, Agape 19, Secretariado Trini-
tario, Salamanca 1998, 62-63; Idem, La Trinidad, misterio de comunión, Agape 30, Secretariado
Trinitario, Salamanca 2002, 180-181.
Sin embargo, después del Nacianceno, aún encontramos excelentes ejemplos de teología de la
unción. El mejor ejemplo es Cirilo de Alejandría, cf. las intuiciones de A. Orbe, Estudios Valenti-
nianos, III: La unción del Verbo, AnGr 113, Roma 1961, 334-336, ampliadas por la recentísima
investigación de G. Hernández Peludo, Cristo y el espíritu según el «In Ioannis Evangelium» de
San Cirilo de Alejandría, UPSA, Plenitudo Temporis 11, Salamanca 2009.
194 Or 30, 21 (SCh 250, 272,13-15). Tr. BPa 30, 217. Pueden verse otros textos similares:
Or 10, 4 (SCh 405, 324,11-15); Or 30, 2 (SCh 250, 228-230,25-27); Or 45, 13 (PG 36, 640C-
641A).
195 Ep 101, 31 (SCh 208, 48).
196 Cf. Or 12, 1 (SCh 405, 350,14); Or 40, 41 (SCh 358, 294,12). �����������������������
Creo que la unidad tri-
nitaria ilumina más el sentido del adjetivo que el ejemplo aducido por P. Gallay, SCh 208, 49,
nota 6.
197 El Nacianceno introduce en teología este concepto. Aunque no lo usa en sentido trini-
tario, expresa la misma idea con conceptos similares, cf. Or 31, 14 (SCh 250, 302,8-9). Cf. J.P.
Egan, «Toward Trinitarian Perichoresis: Saint Gregory the Theologian, (Oration) 31.14», GOTR
39 (1994) 83-93. Una perspectiva más amplia puede obtenerse en C. A. Disandro, «Historia
semantica de perikhóresis», StPatr 15 (1984) 442-447; E. Durand, La Périchorèse des personnes
divines. Immanence mutuelle, Réciprocité et communion, CFi 243, Paris 2005; N.V. Harrison,
«Perichoresis in the Greek Fathers», SVTQ 35 (1991) 53-65.
198 Cf. B. Studer, Dios salvador en los Padres de la Iglesia. Trinidad-Cristologia-Soteriología,
2. Los principios
Es costumbre del Nacianceno expresar su teología en fórmulas, axio-
mas y principios. La concisión y belleza de sus expresiones no son un fin en
sí mismo: pretende concentrar en pocas palabras lo esencial del misterio de
la salvación, en fórmulas fáciles de memorizar, que sirvan como punto de
partida a nuevos desarrollos teológicos. Algunas de las formulaciones son
creación suya; otras, son desarrollos de fórmulas anteriores.
La dimensión salvadora del misterio de la encarnación aparece, de
modo especial, en tres formulaciones: «lo que era, permaneció; lo que no
era, lo asumió»; «lo que no ha sido asumido, no ha sido salvado»; «sanar lo
semejante por lo semejante». Pasamos a comentar estas formulaciones.
199 Or 29, 19 (SCh 250, 216,21-25.29). Tr. BPa 30, 175. Cf. Or 30, 1 (SCh 250, 226,8-11).
200 Cf. Ep 101, 22 (SCh 208, 46).
201 Cf. K. Holl, Amphilochius von Ikonium, 190.
(ed.), Gregorio di Nazianzo. Tutte le Orazioni, Bompiani, Milano 2000, 859 (traducción de C.
Sani y M. Vincelli). Soy consciente de la dificultad de traducir el pasaje, pero la versión oscurece
el sentido del texto y parece afirmar lo contrario de lo que se pretende: una divinidad anulada no
es una divinidad que permanece.
206 Cf. A. Orbe, En torno a la encarnación, Collectanea Scientifica Compostellana 5, Santia-
a la encarnación, 89-90.
Carm I/1,10, 23 (PG 37, 467). Si hemos sido salvados por entero, hemos de reconocer por entero
la divinidad de los Tres, como afirma respecto del Bautismo, cf. Carm I/1,3, 51 (PA 12).
211 Cf. Carm II/1,11, 642 (Tuillier, 84).
212 «Por la divinización, Dios entero viene a habitar en el ser entero de aquellos que son
dignos; por su parte, los santos habitan con todo su ser entero en Dios entero. Así, a cambio de
sí mismos, reciben a Dios entero; y, como premio por su ascenso hacia Dios, reciben a Dios solo,
“que se liga a ellos como el alma al cuerpo, como los propios miembros”». Gregorio Palamas,
Triada III, 1, 27. El texto supone un recorrido por la tradición oriental: Palamas bebe en Máximo
el Confesor, inspirado a su vez en el Nacianceno.
213 Como hemos dicho, Apolinar se vio obligado in extremis a confesar que en Cristo ni la
la realidad de la carne de Cristo, los valentinianos afirman que ésta es «psíquica». La respuesta
de Tertuliano es que ni su carne es psíquica ni su alma carnal: su carne y su alma son como las
nuestras, pues debía llevar aquello que había de salvar, cf. Ibidem, X, 3 (Evans 40, 15-16; SCh
216, 256,16-18).
223 Cf. Tertuliano, Adversus Marcionem IV, 37,1.
224 Cf. Dámaso (ca. 382) en DS 146, que ofrece fórmulas emparentadas con Tertuliano y
225 Or 38, 13 (SCh 358, 132,19-21) Cf. también Or 2, 23 (SCh 247, 120,9-11).
226 Ep 101, 51 (SCh 208, 58).
227 Cf. Or 14, 37 (PG 35, 908B).
228 Cf. Or 34, 7 (SCh 318, 210,21).
229 Platón, Gorgias 510b.
230 Cf. I. Ramelli, «Simile simili cognoscitur», Enciclopedia Filosofica 11 (2006), 10645-
10646 (bibliografía). Aunque ceñido a la semejanza a Dios en el hombre, resulta de gran utilidad
J. Rico Pavés, Semejanza a Dios y Divinización en el Corpus Dionysiacum, Estudio teológico de
San Ildefonso, Toledo 2001, 107-245.
231 O. González de Cardedal, Fundamentos de Cristología II, BAC 658, Madrid 2006, 183.
Cf. también L. Ladaria, Jesucristo, salvación de todos, San Pablo, Madrid 2007, 102-109.124-127.
232 Cf. Or 30, 6 (SCh 250, 236,9-12) Tr. BPa 30, 191 excepto cursiva. También en la cruz,
«Inscriptions and Conversions. Gregory of Nazianzus on Baptism (or. 38-40)», en: K. Mills – A.
Grafton (ed.), Conversion in Late Antiquity and the Early Middle Ages: Seeing and Believing,
Rochester 2003, 1-35; Idem, «Marking the Self in Late Antiquity: Inscriptions, Baptism and the
Conversion of Mimes», en: B. Menken – B. Vinken (ed.), Stigmata. Poetiken der Körperinschrift,
Paderborn 2004, 47-68.
236 Cf. Or 26, 10 (SCh 284, 250,24); Or 33, 12 (SCh 318, 182,16-18).
237 Or 42, 21 (SCh 384, 94-96,14-17).
238 Or 2, 23 (SCh 247, 120,8-12) Tr. BPa 35, 53.
239 Or 2, 24 (SCh 247, 120,2-3) Tr. BPa 35, 53-54.
240 Ep 101, 21 (SCh 208, 44). Una formulación casi idéntica en Atanasio, De Incarnatione
Verbi 54, 3 (SCh 199, 458,13-14). Cf. las observaciones de L. Ladaria, La Trinidad, misterio de
comunión, 30-31, nota 59.
241 Or 38, 4 (SCh 358, 108,2-3) Tr. BPa 2, 47.
242Or 1, 5 (SCh 247,78). La expresión «Hagámonos como Cristo, ya que Cristo [se hizo]
como nosotros» recuerda a formulaciones como ésta de Ireneo: «[Cristo nuestro Señor] se hizo
lo que nosotros éramos, de forma que nosotros pudiéramos hacernos semejantes a Él» Ireneo de
Lyon, Adversus Haereses V, Prefacio (SCh 153, 14,37-39). Tr. A. Orbe, Teología de San Ireneo
IV, BAC, Madrid 1996, 52.
243 Or 38, 13 (SCh 358, 134,28-34). Tr. BPa 2, 59-60. «Gracias (sean dadas) al que vino a
los suyos (Jn 1, 11) como extranjero pues así glorificó a los que éramos extranjeros» Or 39, 14
(SCh 358, 178,7-8). Tr. BPa 2, 85.
244 Or 2, 23 (SCh 247, 120,4) .
245 Or 41, 12 (SCh 358, 342,20-29). «Altura» traduce «periwphv» y «bajeza» es «tapevinwsi~».
246 Or 37, 3 (SCh 318, 276,2-7).
247 Or 45, 11 (PG 36, 637BC).
248 Cf. Ep 101, 30 (SCh 208, 48); Ep 202, 11 (SCh 208, 92).
249 Cf. Or 1, 5 (SCh 247,78,7); Or 19, 6 (PG 35, 1049B). De la «atracción» de Cristo hablan
252Or 39, 2 (SCh 358, 152,15-19). Tr. BPa 2, 70 excepto cursiva. Aunque «avnagwgh,» puede
traducirse como «consideración», hemos querido primar el sentido espacial. Tomamos la opción
inversa a la señalada en BPa 2, 70, nota 9.
253 Or 38, 1 (SCh 358, 104,1-5). Tr. BPa 2, 45.
254 Or 29, 19 (SCh 250, 216,1-2). Tr. BPa 30, 176.
255 Or 29, 18 (SCh 250, 216,21-29). Cf. Or 30, 21 (SCh 250, 274,32-37). El primer texto
apunta a los hechos de la vida de Cristo (Or 29, 17-20), mientras el segundo comenta los títulos
de Cristo que han aparecido en Or 30, 20-21.
256 Cf. Or 38, 16 (SCh 358, 142, 19).
257 Cf. Or 39, 12 (SCh 358, 176,25).
258 Cf. Or 38, 4 (SCh 358, 110,15-17); Or 38, 16 (SCh 358, 142,18-19); Or 39, 2 (SCh 358,
III. Conclusión
El camino ha sido largo y denso. Se hace necesaria una síntesis que
concentre los resultados de la investigación realizada y proyecte senderos
para una ulterior profundización.
1. La encarnación, para Gregorio Nacianceno, es el misterio capital
(tov kefavlaion), punto de partida y punto de llegada de los misterios de la
Vida de Cristo. Punto de partida, pues en ella se inicia la salvación del ser
humano que realizan los misterios de la Vida de Cristo. Punto de llegada, o
recapitulación (ajnakefalaviwsi~) de todos los misterios, no sólo porque en
él se contienen los demás, sino (especialmente) porque la encarnación es el
paradigma de los Misterios, aquel que nos permite comprender qué significa
«misterio» para Gregorio. El Misterio inefable de Dios (al que el Naciance-
no ha dedicado páginas maestras) se ha hecho Misterio de salvación por la
entrada del Eterno en la Historia: Dios se hace hombre para que el hombre
se haga Dios. Para el Teólogo, el «Misterio» no es sólo lo oculto ni el arcano
de los griegos: en línea con el «mysterion» paulino, se trata de la salvación
de Dios manifestada en Cristo que llega al hombre por la celebración litúr-
gica (los misterios).
2. Se trata de un misterio de salvación. Los distintos lugares de la
obra del Nacianceno dan cuenta del mismo hecho con acentos diversos. Los
263 Cf. C.A. Beeley, Gregory of Nazianzus on the Trinity and the Knowledge of God: In
Your Light We See Light, Oxford University Press, Oxford–New York 2008, 63-113; J.A. McGu-
ckin, «“Perceiving Light from Light in Light” (Oration 31. 3): The Trinitarian Theology of Saint
Gregory the Theologian», GOTR 39 (1994) 7-32 (12-18).
vo teológico común, han tenido estas fórmulas nos ofrecen una idea de la
profundidad de sus intuiciones. No es el Nacianceno un autor que se preste
con facilidad al juego de quienes sólo buscan dicta probantia para sus tesis
teológicas; nuestra contribución ha sido tratar de explicitar algunos de los
ricos matices de su teología.