Sei sulla pagina 1di 2

Sobre el argumento de la competitividad económica como supuesto justificante de actos

de corrupción

Acorde a la teorías económicas de libre mercado la amplia y feroz competitividad entre los actores del
sistema, en arduo y constante empeño por afianzar su clientela, ha de favorecer en último término a la
sociedad mediante el cúmulo de productos y servicios que sobrevivan la competición, ya que estos, en
principio, han de ostentar las mejores fórmulas calidad/precio que el mercado pueda ofrecer en el ciclo
correspondiente.

No obstante, dicha naturaleza del sistema ha acarreado la necesidad de regulaciones que impongan
estándares mínimos de calidad de obra por ser estas consideradas (por el estado) estratégicas, además,
de demandar certificaciones y especializaciones a sus respectivos operadores; todo ello en virtud de la
tendencia de las constituciones modernas de abarcar derechos humanos en sus articulados. Una de estas
obras de carácter estratégico (que frecuentemente requiere regulación) es la construcción de viviendas:
El estado está obligado a garantizar el derecho humano a una vivienda digna pero cubrir semejante
demanda es laborioso y cuantioso, por esa razón este se ve obligado a apoyarse en el sector privado; de
esta manera logra cubrir ala siempre creciente demanda y, mediante firme regulación, garantizar la
dignidad de la obra exigida por el ordenamiento jurídico.

Es allí donde parte la diatriba entre la competitividad propia del mercado y la naturaleza autoritaria del
estado. El empresario, dada la naturaleza de la curva de oferta que impera sobre su actuar, pretende
siempre expandir su actividad al máximo, lo cual, implica la constante necesidad de abaratar costos.
Sin embargo, el estado mediante su imposición de certificaciones y especializaciones forcejea sin cesar
con el empresario al, fatalmente, encarecer la obra de este en pro del bien social que le es exigido por
ley. De esta natural diatriba eventualmente nacen oportunidades de comisión de actos de corrupción,
dado que aquellos empresarios que se sientan incapaces y faltos de creatividad para sortear el
encarecimiento de sus obras tenderán a tratar de abaratar costos mediante sobornos u otras conductas
corruptas, las cuales, tienden a implicar un costo menor y manejable desde el punto de vista del
administrativo.

De este escenario han de partir los distintos enfoques sobre la causa que motiva al empresario a
corromperse y, de allí, su respectiva fórmula para prevenirla, a saber:

1. Si consideráramos a la competitividad del sistema como la causa, la solución lógica sería la


disminución de la competitividad económica. No obstante, en nuestro estudio hasta ahora,
hemos aprendido que existe una correlación sólida entre falta de competitividad económica y la
corrupción.

2. Si consideráramos las imposiciones del estado como la causa, la solución lógica en ese caso
sería liberar al mercado de regulaciones. No obstante, ello impediría al estado cumplir con su
obligación de garantizar viviendas dignas, por cuanto la naturaleza dinámica del mercado
permitiría ciclos económicos donde viviendas inseguras y de mala calidad sean vendidas o
asignadas libremente.

3. Si consideráramos a la falta de ética del empresario como la causa, la solución lógica sería
penalizar al empresario por incurrir en actos de corrupción. En este caso, operadores del
mercado se verían perjudicados reduciendo la capacidad del sistema de cubrir la demanda, sin
embargo, el operador perjudicado sería aquel que no estuvo dispuesto a cumplir con los
estándares de calidad que exige el derecho humano a la vivienda. Habría en último término un
sacrificio de oferta por una ganancia en calidad y en defensa de los derechos humanos.

La ganancia aludida se refuerza aún más cuando consideramos que el estado, al cumplir con su función
sancionatoria, disminuye a su vez el riesgo de que una vivienda mal construida pueda atentar contra la
vida de quienes la habitan, previniendo así, violaciones de derechos humanos de la más grave índole.

Entiéndase, que lo dificultoso de la dinámica competitiva del libre mercado nunca podrá ser justificante
de la falta de ética del empresario. Un empresario minimizado en riqueza por presiones naturales
de mercado, siempre implicará un costo aceptable que nunca ha de sustituirse con el grave e
insostenible riesgo de posibles violaciones graves a derechos humanos.

Potrebbero piacerti anche