Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
JAVIER GEIST
Cuando presentaron este libro, Jorge Monteleone mencionó una frase que describe
a la perfección la prosa de Ariel Bermani: “Su intensidad me impide abandonar la
lectura: hay algo que me lleva más allá, hacia adelante, para saber un secreto, pero
no a la manera de una novela de enigma, sino como se oyen de pronto las voces
que vienen de otro cuarto y a las cuales es necesario escuchar con mucha atención
para discernir qué está ocurriendo”. En Anita Bermani evoca, en un tono íntimo y
sincero, la figura de cinco personajes femeninos que nos cautivan desde la primera
línea. Hay en esas historias algo que nos incita a seguir leyendo hasta el final, algo
familiar y extraño a la vez; todos conocimos a una Lucy, a una Rafaela, a una Lili o a
una Pocha, y no me refiero a los nombres, sino a ese tipo particular de persona al
que se evoca. Personajes simples y a la vez inquietantes que asoman en la
cotidianeidad de nuestros días, y que crean en el lector un sentimiento similar a
esta frase con la que describe a Anita: “Le costaba establecer una diferencia entre
lo que leyó y lo que vivió. Entre las personas y los personajes literarios” (18).
No obstante, si el lector es acaso perspicaz habrá notado que en el párrafo anterior
hay una enumeración de cuatro nombres mientras se afirma la existencia de cinco
historias: el caso es que no todos conocemos a una “Anita” y ahí es donde Bermani
apunta la diferencia. El texto nos acerca a una imagen de Ana María Barrenechea,
“la” académica, “la” –por largos años– directora del Instituto de Filología de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, “la” presidenta de
la Asociación Internacional de Hispanistas, desde un costado inédito para quienes
no tuvimos el privilegio de conocerla. El relato abarca el paso del escritor por el
Instituto y mezcla recuerdos cotidianos con minuciosas anécdotas y algún que otro
secreto que perdió su misticismo con el paso del tiempo. Transcribir alguna de
estas escenas rompería el encanto de la sorpresa, pero vale la pena mencionar la
presencia de David Viñas hacia las páginas finales del relato, a quien el autor le
dedica algunas frases que crean un ambiente de notable nostalgia.
Pero volviendo a la presentación de Monteleone, en un momento de la
presentación dispara una frase, esta vez del mismo Bermani, extraída de Procesos
Técnicos (2016) y referida a las características de los personajes: “estos últimos
largos años, en que sólo tengo antihéroes, personajes que aparecen en los libros
que leo y también en los que escribo. Hombres y mujeres que se mueven en la
cornisa. Se mueven poco, para no caerse. Y porque no tienen adónde ir”. Hay algo
en esa estabilidad aparente de los personajes retratados que nos lleva a
comprender la naturaleza de esa escritura y a revisitar el texto. Recuerdo que al
acercarme a ese libro de Bermani cruzó por mi cabeza una frase de Cortázar
perteneciente al prólogo de Rayuela: “este libro es a su manera muchos libros”. Sí,
también Procesos técnicos es, a su manera, muchos libros. Leamos, por ejemplo,
algunas claves de acceso: “Un libro hecho de fragmentos, de observaciones
casuales, caprichosas” (210), la frase nos abre las puertas al universo del libro en
un juego metaficcional. No estamos ante una novela, un libro de cuentos o un
decálogo sobre la escritura sino ante un libro hecho de fragmentos que propone el
ejercicio lúdico de la reconstrucción: “poder salir y entrar de diferentes escenas
apenas esbozadas, sin tener que pensar en la trama y en la lógica de los personajes
sin que me condicione” (210).