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desde donde se pueda inferir que “hay” ser), y no permanecer en una teoría
general en la que se desglose, desde instancias más altas, la posibilidad de las
existencias genéricas. En este derrotero encontramos que es a partir del
Dasein, definición del hombre tomado en cuenta como existencia fáctica, que
Heidegger nombra el hecho de ser “fuera” de sí —en tanto apertura al mundo
— de un ente que posee una estructura ekstática y que con base en ella se
despliega en la cura del mundo que le circunda. Por lo tanto el Dasein que se
cura (anda siempre en algo, implicado en esta red de relaciones con algo) en
la cotidianidad de su ser, se preocupa, “cuenta” el tiempo y se comprende
como existencia temporal. Se debe pues explicar, según esto, la “génesis” de
esta idea del tiempo como sucesión de momentos y de su fundamentación en
un argumento de infinitud que, en apariencia, sustenta la temporalidad
original del Dasein desde el punto de vista de la tradición (a lo que Heidegger
hace referencia en Ser y tiempo como tiempo “vulgar”). En mi opinión, de lo
que se trata aquí es de esclarecer el prefijo Da de la palabra alemana Dasein,
es decir que, para Heidegger, el tiempo vulgar no puede tener relación con el
tiempo original como el tiempo objetivo de la naturaleza con relación al
tiempo subjetivo del alma; la problemática se desenvuelve en el marco de la
aclaración de la relación tradicional y conflictiva entre sujeto-objeto. No hay
tiempo, es claro, sino cuando hay Dasein y esto no significa que el tiempo y
el ser sean producto de nuestro entendimiento (como en el caso de Kant); por
el contrario, es en el Dasein y de alguna manera en lo que él “es” bajo la luz
del Da que adviene todo lo que entendemos por mundo e historia. El
concepto vulgar de tiempo (vulgar en su carácter de público, en su
divulgación general) tiene su origen en un nivel de tiempo original en donde
el espacio es de igual manera ubicado como contexto involucrado en él,
como Bergson lo supone. Aquí se hace referencia al mundo de la cura
cotidiana y se le reduce a una pura subsistencia de momentos. Es aquí donde
se engendra la idea de un tiempo infinito, sucesivo e 65 heidegger y la
pregunta por el tiempo irreversible. Caso contrario en Heidegger, en donde
esta idea de tiempo tiene su legitimidad en lo que él considera como un modo
de ser del Dasein: la cura cotidiana. Pero no olvidemos, por otro lado, que es
desde esta consideración del tiempo, entendido como cotidiano, que el
Dasein puede interpretar lo que es el tiempo verdaderamente, pues es en sí
mismo donde el sentido de la temporalidad asume una significación
Heidegger y la pregunta por el tiempo
bajo el manto divino que las creó. La segunda propuesta desaparece del mapa
del conocimiento al Creador Divino, pero se apodera de este plan original
llamado ahora Naturaleza. Aquí se respeta un orden “natural” de las cosas y
se apela a la matemática como descubridora de este orden allende al humano
y dependiente éste de aquél. Desaparecido el relojero, el reloj continúa
trabajando por la concordancia propia e interna de sus piezas, luego
fabricante y fabricación se diluyen ante lo resultante de éstos, es decir de lo
fabricado. La tercera opción proviene de Kant y de la revolución copernicana
de la Crítica de la razón pura, el cual da cuenta de la naturaleza de las cosas a
partir de una estructura trascendental perteneciente al intelecto. En esta
existencia humana subjetiva se configuran los objetos en el conocimiento de
acuerdo con una concordancia. Heidegger comienza entonces por dialogar
con la estructura misma de toda verdad, por su 71 heidegger y la pregunta por
el tiempo esencia. En esta propiamente dicha fenomenología de la
concordancia se establece la posibilidad del análisis. La pregunta base se
encuentra en la posibilidad de este enlace entre lo concordante. ¿Cómo ligar
una conformidad entre cosas tan distintas entre sí (entendimiento y lo ente)?
Para Heidegger, en la concordancia misma se mezclan varios componentes,
pero de todos ellos el importante se resume básicamente en el “presenciar”.
De hecho, en la verdad se pone en juego un intrincado comportamiento
humano que en el lenguaje de Heidegger se remite a “vorstellen”
(presenciar), “verhalten” (comportamiento), “Offenheit” (revelación o
apertura de la cosa al manifestarse como verdadera), “das Offene” (lo abierto
o revelado), “die Offenbarkeit” (manifestación de lo verdadero de lo ente). La
verdad de una cosa es para Heidegger la interrelación de esta cosa que se
presume verdadera (lo que es), luego su revelación o hacerse presente, el
ámbito así abierto, luego la acción de presenciarla y al final el
comportamiento global que se constituye a raíz de ese acontecer. En Arte y
poesía vemos cómo el paraje abierto por lo que es en su acontecer se
constituye por lo que se presenta y el presenciarse mismo. Para Heidegger,
toda la tradición occidental ha comprendido lo que es (lo ente) (das Seiendes)
como lo que está presente (das Anwesende). En pocas palabras, que el ser ha
sido entendido desde Platón como “presencia”. He aquí el concepto común
de la verdad y su conexión posterior con lo real y luego con lo que es. Vemos
cómo Heidegger desaloja la noción de verdad del mero ámbito del juicio o
Heidegger y la pregunta por el tiempo