Sei sulla pagina 1di 10

DESARROLLO HISTÓRICO DE LA CONTABILIDAD(1)

Autores: Gonzalo Sinisterra, Luis E. Polanco y Harvey Henao

LA CONTABILIDAD EN LA ANTIGÜEDAD

Existen varios vestigios que permiten inferir la existencia de la practica contable desde la antigüedad.
Desde el año 6000 a.C. el hombre poseía los elementos básicos de matemáticas y escritura. Con el
surgimiento de la agricultura, la ganadería y el comercio se sintió la necesidad de contabilizar las
transacciones en estas actividades.

El indicio más remoto de contabilidad del que se tenga conocimiento data desde la época de la
civilización mesopotámica, la cual tuvo existencia miles de años antes de la era cristiana, y, debido a
su auge económico, tuvo la necesidad de contar con elementos de contabilidad. En el museo semítico
de la Universidad de Harvard se conserva una tablilla de barro de más de 6000 años de antigüedad,
en la cual aparecen números curvilíneos trazados con un punzón sobre arcilla. Los historiadores
interpretan estos símbolos como los ingresos resultantes de la actividad económica de esta
civilización. Entre los años 5400 y 3200 a.C. se evidencian movimientos de trueque en el Templo Rojo
de Babilonia.

Posteriormente, también surgieron manifestaciones adicionales de contabilidad en Egipto. Hacia el año


3600 a.C., como resultado de las gestiones económicas del faraón Menach, se efectuaron anotaciones
ordenadas de ingresos y egresos por parte de sus escribanos.

Los asirios también llevaron a cabo registros contables de carácter fiscal, impresos en tablillas de
barro. En Egipto, hacia el año 2550 a.C., los escribanos llevaban anotaciones de carácter financiero
sobre las operaciones mercantiles del imperio.

En Grecia, como resultado de sus actividades comerciales, nivel de desarrollo de su marina y notable
régimen económico pre-capitalista, se supone la existencia de un estructurado sistema contable,
aunque solo se cuenta con los testimonios de Pagani, quien afirma que en la Grecia del siglo V a.C. se
obligaba a los comerciantes a que llevaran libros de contabilidad.

De la Roma antigua también se han encontrado rudimentos de prácticas contables que datan de los
primeros años de vida del Imperio y están registrados en los escritos de sus pensadores más insignes.
A los jefes de familia se les obligaba a anotar diariamente sus ingresos y gastos y luego pasarlos a un
registro de mayor cuidado, denominado Codex Tabulae. En éste se llevaban a un lado los ingresos
-Aceptum- y al otro lado los gastos -Expensum-. La ley Paetelia, publicada en Roma hacia el año 325
a.C., constituyó la primera norma de aprobación de los asientos realizados en libros de contabilidad.
Esta contabilidad de doble columna llevó a creer que se trataba de una contabilidad por partida doble,
hasta que Albert Dupont y André Boulanger, estudiosos de esta materia, demostraron que sólo se
trataba de un sistema de partida simple a doble columna. Tito Livio, en su obra Historia de Roma,
expresa la importancia de la contabilidad en aquella época. Cayo Plinio, en el segundo libro de su obra
Historia Natural, hace referencia a la actividad contable.

A partir del año 235 d.C., con la muerte de Alejandro Severo, la contabilidad adquirió gran
importancia en la Roma antigua. En la época de la República y del Imperio la contabilidad, llevada por
plebeyos, constaba de dos libros: el Adversaria, donde se anotaban las transacciones de caja, y el
Codex, donde se asentaban las demás operaciones. Con estos libros los romanos llevaban un control
preciso de su patrimonio. Los banqueros romanos, casta privilegiada del Imperio, fueron quienes
perfeccionaron las técnicas contables, con el fin de controlar las asignaciones que debían otorgar al
ejercito para sus conquistas territoriales y a los patricios para sus aventuras políticas.

(1) Tomado del libro "Contabilidad - Sistema de información para las organizaciones". Editorial McGraw Hill.
Santafé de Bogotá, 1997
LA CONTABILIDAD EN LA EDAD MEDIA

A pesar de la caída del Imperio Romano, las prácticas contables se conservaron y lograron un
notable progreso a lo largo de la Edad Media. La Iglesia Católica cada día tuvo más seguidores,
logrando el mayor poder económico y político de la historia, lo cual le obligó a llevar cuentas muy
detalladas de sus actividades económicas, operaciones que se manejaban en los monasterios.

Aunque no existen testimonios del ejercicio contable en la época del feudalismo, el alto grado de
desarrollo del comercio hace suponer la práctica usual de la contabilidad, la cual era exclusividad
del señor feudal.

En el siglo VIII Europa fue invadida por los normandos, quienes también practicaban el comercio.
Estos se establecieron en Sicilia, después de asolar las costas de Inglaterra y Francia. De esta
época se conserva una ordenanza de Carlomagno, el Capitulare de Villis, mediante la cual se
exigía a sus escribanos un inventario anual de las pertenencias del imperio y el registro en libros
de sus transacciones económicas en términos de ingresos y egresos. Las actividades contables se
facilitaron considerablemente entre los siglos VII y IX con la aparición de una moneda común que
tuvo aceptación internacional, el "Solidus", emitida por Constantinopla.

En Italia, durante los Siglos VII y VIII, particularmente en Venecia, la actividad contable se
convirtió en una profesión de mucho prestigio; allí se encontraban grupos de personas dedicadas a
su práctica permanente.

Entre los siglos VIII y XII, en Europa Central, por mandato de los señores feudales, los libros de
contabilidad eran llevados por escribanos. Las ciudades de Venecia, Génova y Florencia fueron
durante esa época el epicentro del comercio, la industria y la banca, constituyéndose en las
pioneras de la contabilidad por partida doble. De esta época se han hallado varios testimonios de
práctica contable desarrollada. En 1157 un genovés, Ansaldus Boilandus, repartió beneficios de
una sociedad comercial con base en saldos de cuentas de ingresos y egresos; en 1211 un
comerciante florentino llevaba sus libros de contabilidad en forma tan acertada y peculiar que dio
origen a la llamada Escuela Florentina. En 1263 en España, el rey Alfonso El Sabio impuso a los
funcionarios públicos la obligación de llevar cuentas anualmente. De este período se conocen los
libros de la compañía de los Peruzzi (1282) y los de la casa de Bonsignare, de Siena (1290), en los
cuales se registraban las operaciones de caja y de cuentas corrientes.

En Francia, los hermanos Reinero y Baldo Fini, hacia el año 1300, añadieron nuevas cuentas, como
gastos y ventas; pero el más conocido conjunto de libros de la época fue sin duda el que se llevó
en la Comuna de Génova, donde se usaron los términos "debe" y "haber", además de la cuenta de
"pérdidas y ganancias", en la que se resumían las operaciones de la comuna.

El mayor avance de la contabilidad en la Edad Media se dio con la aparición de los libros auxiliares,
los cuales permitían a los comerciantes registrar sus cuentas por clientes. En 1400 surgió la idea
de la contabilidad por partida doble, cuando se incluyeron las cuentas patrimoniales en los libros
del mercader Florentino Francesco Datini. La mayoría de las grandes empresas de esa época
llevaban sus libros con base en un sistema utilizado en los libros de los Medici de Florencia. En el
Museo de Brujas se encuentran fragmentos de libros que usaron partida doble, pertenecientes al
inglés A. W, Gollard, que datan del año 1368.

La contabilidad por esta época continuó desarrollándose y adaptándose, a las nuevas exigencias
económicas, lo que generó a la postre el establecimiento de escuelas en Génova, Florencia y
Venecia, siendo esta última la de mayor técnica y pionera de las prácticas contables actuales.

__
LA CONTABILIDAD EN LA EDAD MODERNA

Dos acontecimientos de gran importancia sucedidos en el siglo XV permitieron un notable avance de la


actividad contable: la generalización de los números arábigos y la aparición de la imprenta. Este
último desarrollo facilitó la divulgación de los conocimientos impartidos por los monjes de la época y
los mercaderes, hombres pujantes en la economía. El monje Benedetto Cotrugli, pionero de la partida
doble, señaló el uso de tres libros: Cuaderno (Mayor), Giornale (Diario) y Memoriale (Borrador).

Fray Luca PacioIi, nacido en Borgo San Sepolcro, Toscana, hacia 1345, sin haber sido contador trabajó
como catedrático en las universidades de Roma, Padua, Florencia y Asís, y redactó con gran maestría
un tratado de contabilidad, en el cual sostiene que para su aplicación se requiere el conocimiento
matemático. En el año 1494 publicó su famosa obra Summa de Arithmetica, Geometría, Proportioni et
Proportionalita, de gran contenido matemático, dedicando tan solo una parte a aspectos contables. Su
segunda edición, publicada en Venecia en 1509, abordó el tema contable solo para ampliar el
tratamiento de los conceptos y prácticas comerciales de la época, en especial lo relacionado con
sociedades, intereses y letras de cambio. Su profundo tratado de contabilidad explicaba el concepto de
inventario como una lista de activos y pasivos, la cual debe relacionar el propietario antes de empezar
a operar. Indicaba también que en el Memoriale deben anotarse todas las transacciones en orden
cronológico y en forma detallada; en el Giornale debe registrarse toda la operación en términos de
"débito" y "crédito", y en el Cuaderno debe aparecer cada una de las cuentas.

Para el siglo XVI la actividad contable se encontraba en pleno apogeo, tanto en lo académico como en
lo profesional, constituyéndose en una herramienta de gran importancia para los sectores económico y
social.

En Alemania, en el año 1518, Grammateus publicó un libro combinado de Algebra y contabilidad; siete
años más tarde, Tagliente escribió en Italia un tratado completo sobre contabilidad. En 1590 se
imprimió el primer estudio formal de contabilidad en español, cuyo autor fue Bartolomé Salcedo de
Solórzano, pionero de esta disciplina en España. En este mismo país, en 1591, Felipe II ordena llevar
la contabilidad real por partida doble.

En los siglos XVII y XVIII, ante el apogeo del mercantilismo en Holanda, Francia e Inglaterra y el
nacimiento de los emporios comerciales e industriales, se estableció en estos países, especialmente en
Inglaterra, la profesión contable como una actividad independiente, profesional y libre. Carlos Manuel
IV, rey del Piamonte, reorganiza la profesión contable y exige que solo el contador autorizado sea la
persona calificada para ejercer esta profesión. Napoleón, en 1805, ordena que quien desee practicar la
profesión contable debe someterse a un severo examen, después de haber trabajado determinado
tiempo con un profesional calificado.

LA CONTABILIDAD EN LA EDAD CONTEMPORANEA

Los cambios más profundos y de mayor repercusión presentados en la actividad contable en toda su
historia, tuvieron lugar a partir del siglo XVIII. La Revolución Francesa, la Revolución Industrial en
Inglaterra, la filosofía individualista de Hegel y Kant, sentaron las bases para el resurgimiento del
comercio en Europa y la tecnificación de la contabilidad.

En el siglo XIX, con el desarrollo de la industria en Europa, en especial en Inglaterra, y el nacimiento


del liberalismo, predicado por Adam Smith y David Ricardo, la contabilidad inició su más espectacular
transformación.

En Francia, donde las finanzas públicas eran exclusividad real, pasaron al dominio popular, gracias al
célebre contador Count Mollier. En 1795, Edmond Degrange distinguió dos clases de cuentas, unas
deudoras y acreedoras y otras que representaban al propietario, lo que dio paso al diario mayor único
y sustituyó el conjunto de diario y mayor.
A partir de 1895, en Estados Unidos, como consecuencia del bloqueo económico de Inglaterra, se
comenzó a llevar a cabo una serie de inventos e innovaciones tecnológicas en la industria y en la
agricultura. La contabilidad paralela a ese desarrollo se institucionalizó, constituyéndose en una
actividad académica en la Universidad de Pensilvania en 1881 y reconocida como gremio profesional a
través de la American Association of Public Accountants en 1886. En Europa surgieron agremiaciones
similares. En Edimburgo, 1854; en Francia, 1891; en Austria, 1895; en Holanda, 1895, y en Alemania,
1896. En Italia, en 1893 comenzó a regir el Código Mercantil, regulador de la práctica contable en ese
país.

En Estados Unidos, como consecuencia del desarrollo industrial y el crecimiento de las empresas,
empezaron a aparecer las máquinas de contabilidad, lo que facilitó, el procesamiento de la
información. En 1888, William Burroughs patentó la primera sumadora de teclas; por la misma época,
William Bundy patentó una especie de reloj para marcar la entrada y salida de los trabajadores. El
doctor Hollerith inventó un sistema de tarjetas perforadas que permitió sumar y restar con mayor
rapidez; en 1906, John Whitmore ideó un procedimiento mecánico de control de mercancías con base
en tarjetas.

A principios del siglo XX empezaron a surgir en todo el mundo las asociaciones de contadores, las
cuales, además de sus propias normas, establecieron una serie de convenios y pautas para el ejercicio
de las actividades contables: en Suecia, 1899; en Suiza, 1916, y en Japón, 1917.

Por estos años, el gobierno, la banca, las bolsas de valores, comenzaron a exigir los estados
financieros certificados por contadores públicos independientes. La organización American Institute of
Public Accountants se encargó de reunir agrupaciones profesionales con el fin de estudiar los
problemas contables, y en 1934 surgieron las primeras seis reglas de los principios contables de hoy.
En los años 1936, 1941, 1948 y 1957 se publicó, verificó y adicionó, por parte de la American
Accounting Association (AAA), todo lo relacionado con los principios contables.

Actualmente, con el vertiginoso desarrollo de los sistemas, la contabilidad ha logrado ocupar el lugar
que le corresponde dentro de las organizaciones. El volumen de información que puede manejar y la
alta velocidad de su procesamiento la hacen indispensable en la exigente administración de nuestros
días.

EVOLUCION EN COLOMBIA

En la América precolombina, donde predominaban tres culturas relativamente desarrolladas (Azteca


en México, Inca en Perú y Chibcha en Colombia), no se conocía la escritura alfabética. A pesar de
esto, la actividad contable era práctica común entre los aborígenes; por ejemplo, los aztecas llevaban
cuentas de los tributos que recaudaban a las tribus sometidas; los incas llevaban sus cuentas en lazos
con nudos que representaban cifras, y los chibchas, cuyo comercio se realizaba por medio del trueque
de mercancías, registraban sus transacciones con colores pintados sobre sus trajes.

Con la llegada de los españoles a territorio americano se inició en esta región una actividad económica
sin precedentes. Los conquistadores obtuvieron de la corona múltiples concesiones, lo que dio
comienzo a la explotación no sólo de los recursos naturales sino también de los aborígenes. Así, el
español logra imponer en estas tierras, además de su cultura y costumbres mercantilistas, sus
prácticas contables. Al conocer la consolidación de la conquista americana, en 1552, Carlos V,
mediante cédula real nombra a Rodrigo de Albornoz como contador real de estas tierras, y le
proporciona junto con su acreditación instrucciones muy precisas sobre el registro de las operaciones
mercantiles.

Posteriormente, en 1591, el rey Felipe II ordena llevar la contabilidad del reino por partida doble,
resaltándose de esta manera la influencia italiana en la contabilidad española.

Los colones establecieron en el territorio americano una serie de instituciones de carácter socio-
económico con el propósito de explotar al aborigen; por ejemplo, la Encomienda (obligación
representada en servicios personales y productos naturales a cargo del colono), el Tributo para el
encomendero, las Pensiones para particulares, el Quinto del rey, el Sueldo para los corregidores y la
Mita se constituyeron en importantes fuentes de ingresos para la corona.

Durante la Colonia, la Iglesia sin lugar a dudas fue la institución más poderosa en el Nuevo Reino; se
apropió de grandes extensiones territoriales tanto rurales como urbanas, al cambiar el método de la
fuerza usada por los colonos, por la enseñanza y la evangelización.

En 1605 se establecieron en América tres tribunales de cuentas (Santa Fe, Lima y México), se
nombraron contadores especiales en La Habana y Caracas y se dictaron normas de manejo contable.
En 1678, Felipe IV determinó que los contadores reales debían presentar cada dos años cuentas en
términos de "cargo" y "data" (debe y haber) al Real Tribunal de Cuentas. De esta forma se logró el
control y registro de los impuestos recaudados y administrados por la corona.

El mayor aporte para el desarrollo de la contabilidad en América lo proporcionó la comunidad religiosa


de la Compañía de Jesús, la cual introdujo por primera vez en estas tierras libros de contabilidad, el
concepto de inventarios, la noción de presupuestos y demás elementos desarrollados en la Europa de
ese entonces. La contabilidad no era ejercida como profesión liberal, sino por los clérigos como parte
de sus actividades administrativas en las comunidades religiosas.

En Colombia, después de la independencia, se continuaron usando por mucho tiempo las técnicas
contables traídas por los españoles, de acuerdo con las ordenanzas de Bilbao. El surgimiento de la
República no trajo consigo modificaciones profundas en las estructuras socio-económicas; la influencia
francesa se extendió más allá del campo cultural, quedando atrás la universidad colonial, lo que dio
paso al modelo francés de énfasis en la profesionalización.

Esta tendencia dio origen a la reforma de 1826, inspirada por el general Santander, y orientadora de
la creación de la Universidad de la Gran Colombia con sedes en Bogotá, Quito y Caracas.

En 1821, mediante la ley del 6 de octubre, se organiza la Contaduría General, con el fin de
reglamentar el funcionamiento de la Oficina de Contaduría de Hacienda con cinco contadores bajo
nombramiento oficial. Treinta años más tarde se sustituye la Corte de Cuentas por la Oficina General
de Cuentas, en la cual se establece como jefe un funcionario denominado Contador Mayor Presidente.
En el año de 1873 se elabora el Código Fiscal.

De acuerdo con el Código de Comercio de 1887 se exige a todos los comerciantes llevar al menos
cuatro libros de contabilidad: Diario, Mayor, Inventarios y Balances, junto con el libro copiador de
cartas; en los años siguientes se establecen las normas y procedimientos para el manejo de estos
libros.

A comienzos del presente siglo y como resultado del desarrollo de la actividad comercial, financiera e
industrial del país, se reglamentó, la revisoría fiscal y se decretaron algunas normas tributarias con el
fin de incentivar la inversión privada.

Por esa época surgieron empresas como la Compañía Colombiana de Tejidos y la Compañía
Colombiana de Cerveza de Medellín; Hilados y Tejidos Obregón de Barranquilla; Cervecerías Bavaria y
Germania y Cementos Samper en Bogotá.

Paralelo a este desarrollo surgió la necesidad de capacitación comercial y contable, y se creó la


Escuela de Comercio de la Universidad de Antioquia en 1901 y la Escuela Nacional de Comercio de
Bogotá en 1905.

Años más tarde, estos ejemplos fueron seguidos por otras ciudades del país, que a la postre dieron
origen a la organización definitiva de gremios de contadores. En 1923 se expidió la Ley 17 mediante la
cual se amplió la Escuela Nacional de Comercio y sus enseñanzas se orientaron de acuerdo con los
modelos europeos.
La actividad industrial continuó su desarrollo para fomentar la creación de sociedades anónimas, para
lo cual el Gobierno expidió la Ley 58 de 1931, mediante la cual se creó la figura del Revisor Fiscal. En
el articulo 46 de esta ley se dio reconocimiento a la profesión de contador juramentado.

Con el paso de los años se dictaron algunas leyes adicionales encaminadas a la reglamentación de la
profesión contable; por ejemplo, la Ley 73 de 1935, relacionada con el manejo contable de las
empresas públicas y privadas y el ejercicio de la profesión, fijó normas reglamentarias para el ejercicio
de la profesión en el país. En 1951 se creó el Instituto Nacional de Contadores Públicos (INCP),
conformado por contadores de gran trayectoria. Cuatro años más tarde se organizó la Academia
Colombiana de Contadores Públicos Titulados (Adeconti). La Ley 145 de 1960 reglamentó
definitivamente el ejercicio de la profesión y fijó los requisitos necesarios para su práctica. En 1961 se
expidió el Decreto 1651, en el que se determinaron normas y procedimientos requeridos para ejercer
la profesión, llevar contabilidades, autorizar estados financieros y elaborar declaraciones de renta.
Actualmente, la contaduría pública como carrera profesional se ofrece en muchas universidades del
país, tanto públicas como privadas.
LA CONTABILIDAD HOY

SER Y QUEHACER DE LA CONTABILIDAD: EN BUSCA DEL SENTIDO DE LA


INFORMACIÓN FINANCIERA

Tomado de Contabilidad Financiera de Gerardo Guajardo Cantú

EL SENTIDO DE LAS COSAS

Antes de proceder a conocer las técnicas que corresponden a una disciplina, es conveniente esforzarse
por entender el sentido y la utilidad de la misma. En el caso de la contabilidad, antes de proceder a
explicar los diferentes elementos que la conforman, es importante asegurarse de dar respuesta a las
siguientes interrogantes: ¿Qué es la contabilidad? ¿Para qué se usa? ¿Quién la usa? ¿Qué beneficio
proporciona? ¿Quién la solicita? ¿Quién proporciona este servicio? ¿Quién está dispuesto a pagar por
su elaboración? ¿Qué beneficio genera en la sociedad?

La respuesta a muchas de estas interrogantes sin duda irá a constituir una base de conocimientos que
podemos denominar genéricamente como cultura contable, una cultura necesaria para quien desee
capacitarse en el entendimiento, manejo y utilización de la contabilidad.

UN VISTAZO A LA EVOLUCIÓN DE LA CONTABILIDAD

Si bien la contabilidad tiene una historia que va aparejada a la de la civilización misma, es necesario
hacer un esfuerzo para resumir en unas cuantas hojas sus rasgos más evidentes, y resaltar los
momentos más importantes que han influenciado los 5.000 años de su historia.

La técnica de la contabilidad es tan antigua como la necesidad que tiene una persona de disponer de
información para cuantificar los beneficios obtenidos de la realización de actividades comerciales.
Como es bien sabido, la historia consigna que en la antigüedad existieron pueblos que se distinguieron
por ser excelentes mercaderes, tal es el caso de los fenicios en Asia y de los venecianos en Europa.
Pueblos comerciantes que desarrollaron, por necesidad, formas primitivas de contabilización de sus
operaciones, basadas en los instrumentos y formas de escritura de la época en que les correspondió
vivir. De tal forma que se han encontrado vestigios de este tipo de registro, correspondientes a épocas
tan lejanas como 3 000 años antes de nuestra era.

Sin embargo, no fue sino hasta el siglo XV, y como consecuencia del fuerte desarrollo que se vivió
durante esa época y que impactó prácticamente a todas las esferas del conocimiento, que el registro
de operaciones comerciales vivió uno de sus periodos más trascendentes, quizá tan sólo comparable a
los que viviría intensamente hasta el siglo XX en dos momentos marcadamente importantes: la crisis
financiera generalizada que se dio en la década de los treinta y la marcada tendencia de globalización
de los negocios que se ha estado viviendo en la década de los noventa.

Antes de efectuar algunas importantes reflexiones sobre estos dos momentos cruciales en la evolución
de la contabilidad vividos en el presente siglo, habremos de referirnos primero a los acontecimientos
que marcaron para siempre la historia de la contabilidad y que tuvieron lugar en el siglo XV.

Siglo XV: Nacimiento oficial de la contabilidad

Durante el siglo XV ocurrieron acontecimientos que impactaron fuertemente a la técnica contable


como para considerarse que en ese periodo se gestaron las bases de lo que se conoce hoy como
contabilidad. Efectivamente, en esa época se le atribuyó la "paternidad" de la contabilidad a un monje
llamado Luca Paccioli, quien formalizó un esquema muy rudimentario para registrar las escasas
operaciones mercantiles que realizaba la congregación de la cual él formaba parte. A ese primitivo y
sencillo sistema de registro o contabilización de mercaderías, se le consideró, con el paso del tiempo,
como la base de la contabilidad.

Por esos años, una de las aplicaciones más conocidas del esquema para el registro de las operaciones
comerciales y para la cuantificación de los beneficios netos obtenidos de dichas actividades, fueron sin
duda las travesías emprendidas entre Europa y el Nuevo Mundo: América.

En efecto, con el descubrimiento de un nuevo continente, se establecieron rutas comerciales para


explotar los atractivos productos y mercaderías que se ofrecían a ambos extremos del Atlántico. Los
navegantes iniciaban empresas mediante las cuales se aventuraban en búsqueda de nuevas tierras
que ofrecían productos, especias y metales preciosos. Algunas de esas empresas eran patrocinadas
por personajes poderosos de la época, quienes ponían a disposición del dirigente importantes
cantidades de recursos, por lo que este último, estaba obligado a rendir cuentas claras acerca del
resultado de dichas travesías.

En este contexto nació el concepto original de empresa al que estamos acostumbrados hoy en día. En
cierto sentido, empresa significa aventura. La aventura en que se embarcaban aquellos valientes
empresarios para realizar operaciones comerciales entre el viejo y el nuevo continente. Pero tanto
ayer como hoy, la mejor forma para medir los beneficios netos de la operación de una empresa es el
mecanismo de la contabilización.

En la antigüedad, se cuantificaban los recursos aportados en la empresa, se realizaban las operaciones


comerciales para las cuales había sido constituida la misma, se esperaba a que terminara la travesía,
se vendían las mercaderías adquiridas en uno u otro extremo del Atlántico, se pagaba a la tripulación
del navío, ya sea en especie (mercaderías) o en el circulante de la época (normalmente monedas de
oro), se resarcían los recursos inicialmente aportados y, si después de todo existía aún algún
remanente, a este beneficio neto se le denominaba utilidad. Como se puede ver, cualquier parecido
con la realidad 500 años después no es mera coincidencia.

Siglo XX: La crisis mundial de los treinta

Otro de los momentos en los que la contabilidad ha jugado un papel protagónico es la década de los
treinta en el presente siglo. Durante esa década, y específicamente en 1933, ocurrió lo que se conoce
como la Gran Depresión de los treinta, periodo caracterizado por una crisis financiera de las grandes
empresas norteamericanas, que trajo consigo fuertes problemas financieros en empresas más
pequeñas, así como en individuos, ocasionando una crisis generalizada que se originó en Estados
Unidos y tuvo repercusiones a nivel mundial.

Una de las consecuencias de dicha crisis fue estandarizar, reforzar y redefinir el rol de la contabilidad
para evitar, en el futuro, la generación de nuevos problemas con tales dimensiones. De ese episodio,
la contabilidad salió con una personalidad más sólida y con una vocación más claramente definida.

En el mundo de nuestros días, la contabilidad no es una disciplina aislada de un contexto o marginada


de otras materias afines. Por el contrario, está incrustada en la forma misma de hacer negocios y se
retroalimenta de los retos y los cambios que deben hacer las organizaciones para lograr su misión.

Por eso, en este primer capítulo, previo al estudio y asimilación de todo lo que implica el
conocimiento, la estructuración y la implementación de un sistema contable en una organización, es
preciso conocer, al menos superficialmente, las variables e influencias que definen el entorno donde se
gestan, operan y crecen o cierran las entidades económicas de finales del siglo XX.

En vísperas del siglo XXI, los conceptos de fenómenos como globalización, competitividad, calidad,
productividad, alianzas estratégicas, empresas de clase mundial, libre comercio, valor agregado y
reingeniería de procesos administrativos, son términos que han venido a enriquecer el vocabulario
normal de un hombre de negocios y a incrementar el grado de dificultad en la operación de las
empresas.
En las siguientes secciones de este capítulo, se presentarán los aspectos más relevantes que
caracterizan a estas nuevas tendencias en los negocios.

Globalización

En los albores del año 2000, se han ido arraigando en las empresas de nuestros días algunas
tendencias que se pueden considerar signos de nuestro tiempo. De entre todas las tendencias que
podemos visualizar en mayor o menor grado, dos de ellas quizá sean responsables de muchos de los
cambios que se están gestando no sólo en los negocios sino en general en todos los órdenes de la vida
económica, política y social de la historia contemporánea: la globalización y la competitividad.

Para nadie pasa desapercibido que vivimos en un mundo perfectamente caracterizado por una breve
frase que inmortalizaría el gran comunicador Marshall McLughan: la aldea global. En el mundo de hoy
quizá vayamos al supermercado y encontremos productos que hayan sido traídos desde diversos
rincones de nuestro planeta. Lo anterior no es tan sólo aplicable a artículos de gran valor como es el
caso de los automóviles, sino a mercancías cuyo valor es a veces tan ínfimo, que nos sorprende que
hayan sido traídas de lugares tan lejanos.

En el caso de los automóviles, probablemente estemos orgullosos de la nacionalidad que ostenta la


manufactura del carro que poseemos. Sin embargo, nos sorprendería conocer que en casos como
ésos, las partes que componen dichos vehículos quizá provengan de más de 30 países diferentes,
ubicados en los más distintos confines del mundo.

A esa globalización a la que nos referimos, han sido convocados los países, sus gobiernos en
diferentes esferas de autoridad, y empresas grandes, medianas y pequeñas.

Competitividad

Adicionalmente a la globalización, tendencia claramente reflejada en la forma actual de hacer


negocios, existe otra no menos importante, la competitividad.

En términos simples y entendibles, competitividad es ofrecer al cliente de una entidad bienes y


servicios con atención, calidad, oportunidad y precio que representen un valor superior a lo que le
proporcionaría la competencia.

La competitividad se percibe en las características distintivas del bien o servicio, en aspectos tales
como reparaciones subsecuentes, precios bajos en proporción a la calidad recibida, satisfacción de las
necesidades y expectativas del cliente, tiempo de entrega del bien ofrecido, etc. El que ofrezca el
mejor conjunto de los factores anteriores, es el más competitivo dentro de un sistema económico.

Si combinamos en alguna medida estas dos tendencias, la globalización y la competitividad, nos


daremos cuenta de la magnitud que representa el reto de competir en un contexto mundial. Un reto
que se siente en todas las áreas funcionales de una empresa: en sus ventas y en sus compras, en su
producción y en su comercialización, en la inversión y en el financiamiento, en los recursos
financieros, humanos, materiales y tecnológicos con los que cuenta.

Calidad y productividad

Lo anterior ha traído por consecuencia que las organizaciones en general, públicas y privadas,
cualquiera que sea su nacionalidad, hayan tenido, necesidad de realizar esfuerzos dirigidos hacia la
productividad y la obtención de la calidad total, como una forma de poder sobrevivir y competir en un
ambiente global.

La calidad es un tema del que todas las personas hablan y que es de vital importancia para las
empresas. En este sentido, la calidad la definiremos como la realización de una actividad con eficiencia
y eficacia simultáneas. La eficiencia es hacer las cosas con el mayor aprovechamiento de los recursos
disponibles. Eficacia es hacer las cosas lo más rápido posible. Se puede tener eficiencia y carecer de
eficacia o viceversa, pero por más desarrollada que esté una de ellas, al no contarse con la otra no se
tendrá calidad. Entonces, calidad es hacer las cosas bien a la primera vez y en el menor tiempo
posible, sacándole el mayor provecho a los recursos con que se cuenta en ese momento.

Los estándares de calidad día con día van cambiando por la competencia, ya que también en ellos se
busca ganar la carrera. En este sentido el que no avanza, retrocede, ya que los demás van
acercándose o agrandando la ventaja que tienen sobre el individuo o la organización inmóvil.

Los conceptos de calidad, productividad, competitividad y globalización van de la mano ya que unos
determinan a los otros. Sin calidad en los procesos de producción, administración, venta, información,
etc., no se da la productividad y si no se es productivo no se puede ser competitivo en un ambiente de
globalización.

Valor agregado

La calidad en los procesos de información y más los de carácter contable, juega un papel muy
importante en la competitividad de las empresas, ya que muchas de las decisiones tomadas son con
base en los resultados o productos de esos procesos.

En lo que se refiere a la calidad y su relación con la contabilidad, es bien conocido que una empresa
tiene clientes externos e internos de la información financiera. Los primeros son los accionistas,
acreedores, el fisco, etc. En cuanto a los segundos, existe una gran cantidad de usuarios que esperan
esa información para realizar su trabajo y brindar a los clientes el servicio con las características
necesarias para cumplir sus expectativas.

Por ejemplo, la labor que hace el departamento de contabilidad recae indirectamente en el producto o
servicio ofrecido por la empresa, ya que proporciona los datos para calcular los costos y determinar el
precio de venta. A esto se le llama valor agregado. Aquellas funciones dentro de la organización que
no ofrecen un valor agregado al bien o servicio ofrecido a los clientes deben ser eliminadas y de esta
manera se vuelve más eficiente la empresa.

Las características de oportunidad, objetividad y exactitud de la contabilidad son un reflejo de su


calidad. Entre más oportuna, objetiva y exacta sea, más confiable y útil será.

De esta manera, si los procesos de información, especialmente los contables, son productivos por
medio de programas de calidad y mejora continua, se impacta a todos los usuarios internos y externos
de dicha información y los hace más competitivos.

Si se desea que toda la compañía cuente con la calidad suficiente para competir, es necesario que en
todas las áreas se apliquen programas de mejora continua. Como ya se mencionó anteriormente, los
estándares de calidad cambian día con día, o mejor dicho, los requerimientos de la información
financiera de los clientes cambian diariamente, por lo que es necesario buscar cotidianamente la
forma de mejorar los procesos de elaboración de la misma, para dar a los usuarios una herramienta
útil para competir.

En síntesis, la mejora continua en la calidad y el incremento constante en la productividad de todas


sus funciones, tanto administrativas como operativas, son las herramientas con que las organizaciones
hoy en día están haciendo frente al reto de la competitividad en un contexto mundial.

Potrebbero piacerti anche