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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE TEOLOGÍA
TEOLOGÍA DE LA ACCIÓN MINISTERIAL
Presentado a: P. Antonio José Sarmiento, sj
Presentado por: David Ricardo Medina Calderón, sdb
31 de marzo de 2020

EL ARTE ES UNA COSA DE DIOS Y HOMBRES

Todo cuanto existe, en cuanto concepto habite, mientras en imaginación pulule o razón se
atreva a afirmar, ¿de quién más puede venir? El misterio del principio es una historia
inacabada que, no creo que tenga respuesta porque, “sin respuesta” se mantiene la mágica
esencia de un misterio que le da vida a lo no identificable, le da picardía al mundo e intriga
a la existencia. Llenemos pues estas líneas de líricas expresiones para dejar brotar en el
escritor, sólo lo que de la voz queda como registro histórico de una escena de la vida que no
se puede borrar pues, como escrito quedó para siempre en la infinita historia de la humanidad
“cum scriptum, scriptum est” que Pilato según la versión joánica1 dejó clavada en el madero
la más excelsa realidad de un justo, como tantos, que por amor dio la vida a la humanidad,
¡oh, el más humano de los humanos!

¿De dónde no vendrá el arte, sino de Dios? ¿Cuando el mismo gozo de dejar volar los
sintagmas superan la perspectiva de quien escribió? ¿De dónde vendrá el arte sino de Dios?
Por supuesto que es creación. No se le pudiera denominar de otra manera, cuando una persona
finita hace posible que algo quede aún más infinito que su propia consciencia caducable con
la edad, mientras sus obras traspasan la muerte de generación en generación, ¿de dónde
vendrá el arte sino de Dios? Si es posible que un mismo relato mítico haya dejado para el
mundo y quienes lo habitan, la más romántica impresa de un amor que cohabita con la
expresión suma del amor de Dios, sino el hombre la mujer, del mismo ser. Qué Génesis 2, el
primero, qué Génesis 1 después2. ¿Qué otro Génesis, como tantos hay por cultura, no llega a
dar dulzura a un comienzo que no depende ni siquiera de quien escribió? ¿De dónde vendrá
el arte sino de Dios?

1
Cfr. Jn. 19, 22.
2
Cfr. Ariel ÁLVAREZ VALDEZ, Investigaciones bíblicas, 9-16.
El artista pocas veces sabe lo que está haciendo como su forma final se va apareciendo
mientras, en su mirada no hay cartas, ni números, oráculo o azar que pueda adelantar lo que
por arte va adyacente. A la par de la vida del hombre se descubre paso a paso sin camino,
mientras se hace camino al andar3. ¿A quién más se le va a atribuir lo que ni idea por idea
se va iluminando al paso a paso del sendero que avanzando pregonero, mientras su vida le
canta para componer lo que ya existía, y nadie sabía, antes de que pudiera cantarlo? Ya Kant
lo cantaba como grande prosa que le acompañaba en modernismo, para describirse así mismo
en la Crítica de la Razón Práctica y decir que no hay hombre que supiera lo que sabe hasta
que, sabe que lo sabe. La vida es un eterno descubrir que no depende ni de ti ni de mí. No
hay otra forma hermano mío, que darle lo merecido a Aquel que ha hablado primero, desde
el principio de los tiempos, como Verbo que se encarna4 para hablar el mismo idioma del que
canta, baila, pinta, escribe, compone y descompone con sus manos, mientras sus manos no
saben los que las Manos del Sin-manos va creando por ti y por mí.

Si el arte se acerca a su Creador, porque no existe alguno que por su imagen se haga pasar,
mientras imitando at imago Dei, no es otra excusa que poner por piel lo que inserto natural,
ya ha dado a humano, objeto, planta y animal, el mismo Dios que se hace hombre para que
hombre actúe como Él, más aún sea Él y en doxología divina, todo cuanto exulte su obra no
se aleje del por Él, con Él y en Él. De otra manera, ni la belleza del ágape evangélico, ni lo
que ser alguno se atreva a proliferar con su actuar, alcanzaría las proesas del que en nosotros
existe, porque no habría otra forma de definir que mientras el finito produce, lo que la finitud
da como “vida” en el Kronos pasajero, se convierta en, para muchos casos, un Kairós
identitario del Emmauel que nunca se aparta del amor, para que por amor obrando continúe
creando tras la respiración de cada mortal, que al morir condensa lo que al existir, después
de la muerte no puede no creerse como obra mismísima de Aquel que en éste actuó, para que
la trascendencia eludiera el ieros del Basilei tu Theú.

3
Cfr. Antonio MACHADO, Caminante no hay camino.
4
Cfr. Jn. 1, 1-5.

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