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Las exploraciones y las conquistas coloniales de los europeos en los siglo XV y XVI, son el
movimiento de expansión europea (cultural, política y económica) iniciado en el siglo XI y
XII. Con estas exploraciones el fulcro económico y político del mundo occidental se
desplaza del Mediterráneo al Atlántico, conduciendo a Italia a una crisis política y
económica.
Desde el 1580 hasta el 1640 se produce la unión de España y Portugal bajo la corona
española.
Hay que recordar que el mundo protestante en sus primeros 250-300 años de vida, no
manifestará un interés digno de atención hacia la misión. Esto es causado en parte, por el
hecho que a las iglesias reformadas organizadas sobre la base de estado, les faltaba el
carácter universal que le motivase a la misión y evangelización de los pueblos lejanos. Esta
actitud conducirá al desarrollo de dos modelos diversos de colonización:
Los estados católicos tienden más fácilmente a asimilar y a integrar los pueblos
colonizados a sus culturas y también a mezclarse con ellos: esto implica la ventaja
que las actitudes racistas hacia los colonizados son moderadas, pero al mismo
tiempo se producen fenómenos de aculturación (imposición de la cultura europea).
Los estados protestantes permanecen separados de los pueblos colonizados; esto
produce un colonialismo más respetuoso de las culturas y de las estructuras de los
pueblos colonizados, pero también favorece el racismo (ver los casos de
disgregación).
Tenemos ejemplos famosos de eclesiásticos que han defendido los derechos de los
indígenas, los más famosos son: el Obispo Bartolomé de las Casas en América y el
teólogo Francisco de Victoria en España, ambos dominicos.
En Asia, gran actividad misionera de san Francisco Javier (jesuita muerto en 1552). A
diferencia de otros lugares, en India, China y Japón, los misioneros encuentran cultura muy
evolucionadas a nivel político y religioso, se dan cuenta que no es posible actuar como los
misioneros han actuado en otras partes, deben en cierta manera estudiar y asumir las
costumbres locales.
En Japón, este trabajo de inculturación fue llevado adelante por el jesuita Alessandro da
Valignano, en China por Matteo Ricci, también jesuita italiano. En el año 1600 hay en
Japón entorno a 750.000 católicos.
En India, la situación de la Iglesia es muy compleja: se produce la división según los ritos:
latino y malabares (cristianos de santo Tomás), además en el rito latino hay una creciente
rivalidad por las zonas dependientes del padroado y aquellas dependientes de propaganda:
importantes tentativos de inculturación son aquellos realizados por el jesuita italiano
Roberto da Nobili.
Las Islas Filipinas, son conquistadas y evangelizadas por los españoles en la segunda
mitad del siglo XVI. En 1600 hay en Filipinas 1.000.000 de católicos (la mitad de la
población).
Otra causa del patronato la encontramos en el hecho que en el siglo XIV había crecido el
rol del poder político en el poder eclesiástico, esto por varios motivos:
Ventajas:
Se nota en la primera fase: el patronato favorece la evangelización, que es financiada por el
estado, la Santa Sede no habría tenido la fuerza ni financiera ni organizativa, de llevar a
término en poco tiempo una evangelización de tal magnitud.
Desventajas:
Se notarán a lo largo del tiempo: relaciones muy estrechas entre poder colonial y
eclesiástico. El patronato se convierte en un instrumento en las manos del estado para
reafirmar su poder en los territorios coloniales.
Patroado portugués
Portugal por ser una nación pequeña gasta rápidamente sus fuerzas: en Asia, continua a
reivindicar su derecho de patronato, pero no logra llevar adelante iniciativas de relievo,
busca también impedir a los misioneros que no dependen de la corona, a realizar su obra en
estos territorios, entrando frecuentemente en contraste con Propaganda Fide, por ejemplo:
en el siglo XVII los portugueses capturan una expedición misionera de propaganda, eran
misioneros franceses, y los encierran en la prisión de la Inquisición de Goa. Luis XIV de
Francia envía una flota para bombardear Goa y obtener su liberación. Otro ejemplo en el
siglo XIX, durante el pontificado de Pío IX se produce un fuerte choque entre Roma y
Lisboa (cisma de Goa), por la creación, por parte de Propaganda, de una serie de
vicariatos apostólicos en la India Británica. El patroado portugués en Brasil será heredado
del Imperio (1822), y terminará en 1889, cuando la república declarará la separación entre
Iglesia y Estado, y fue entonces abolido. En los otros territorios coloniales portugueses este
será modificado con el acuerdo colonial del 1940 entre Portugal y la Santa Sede, pero se
puede decir que este culminará realmente en 1975, cuando la Revolución de los Claveles
puso final al colonialismo portugués.
El patronato español
Se va transformando en el siglo XVIII en un vicariato Regio, la dinastía borbónica que
persigue una política eminentemente realista hace suya la teoría del Vicariato, por la cual el
patronato no sería una serie precisa y estipulada de poderes concedido uno a uno, sino una
delegación general del gobierno eclesiástico hecho de la Santa Sede a la corona ; Roma no
aceptará jamás el Vicariato Regio (teóricamente), aunque tendrá que aceptarlo en los
hechos, no teniendo la fuerza para contrastar la monarquía borbónica, que frecuentemente
actuaba en pacto con familias de la misma monarquía (Francia, Nápoles y Parma). Otro
punto negativo en el patronato español era el poco interés y preocupación por crear el clero
local: todas las cargas eclesiásticas importantes se encuentran en manos de los españoles
nacidos en la madre patria, que marginaban no solo a los indígenas sino también a los
criollos. Además surge un excesivo paternalismo hacia los indios, nacido por la buena
intensión de protegerlos.
En general se puede concluir que el patronato se revela un arma de doble filo: si este ofrece
grandes ventajas para el proceso de evangelización, los problemas causados sucesivamente
en el gobierno eclesiástico oscurecen notablemente las ventajas. Es necesario decir que la
Santa Sede a partir de la segunda mitad del siglo XVI, llevará una continua actitud de
hostilidad y oposición respecto al patronato, teniéndola que llevar con mucha prudencia.