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EL BRAZO ARMADO DE LA IMPROVISACIÓN.

APORTES PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LOS POLICÍAS


PATAGÓNICOS (1880-1946)*

Ernesto Bohoslavsky**

La historia de la policía neuquina en la primera mitad del siglo XX está ligada al


nombre de Adalberto Staub, quien fuera en dos ocasiones su Jefe, llegando a actuar
como gobernador interino del Territorio. Una rápida revisión a sus datos biográficos
puede aportar a una comprensión de la naturaleza de la institución policial y de los
recorridos personales que realizaban sus miembros dentro y fuera de ella. En 1909
Staub estaba empleado en una oficina de la Administración General de Impuestos
Internos. El por entonces gobernador de Neuquén, Eduardo Elordi lo tentó con la
posibilidad de trasladarse al sur, ofreciéndole ser meritorio de la policía. Staub aceptó la
propuesta y en octubre de ese mismo año, cuando el poblado de Neuquén cumplía sus
primeros cinco años de vida, no sólo asumió como comisario de la capital sino como
Jefe interino de la Policía del Territorio. En abril de 1914 Staub fue ascendido al rango
de comisario inspector y en junio de 1916 asumió el cargo de Jefe de la Policía del
Territorio.
La carrera policial de Staub tuvo un parteaguas a mediados de ese año cuando
dirigió la persecución de un grupo de presos fugados de la cárcel de Neuquén. Dicha
persecución finalizó con el fusilamiento de 8 evadidos en un episodio conocido como
“la masacre de Zainuco”. Con motivo de las investigaciones judiciales tendientes a
deslindar responsabilidades en los sucesos, Staub estuvo suspendido desde febrero de
1917 hasta diciembre de 1921. En esa fecha reingresó a la fuerza policial, pero con un
rango inferior, tras ser sobreseído por la investigación judicial. En enero de 1923 fue
nombrado comisario inspector y en 1925 se convirtió nuevamente en Jefe de la Policía
del Territorio. El regreso al cargo que había perdido en 1917 motivó la llegada de varios
telegramas de felicitaciones, como el que enviaron Elías Sapag y sus hermanos -dueños
de la escena política neuquina en la segunda mitad del siglo XX- así como la realización
de banquetes de homenaje. A mediados de ese mismo 1925 el Jefe de Policía asumió
interinamente como gobernador de Neuquén. Tras ese breve paso por la Gobernación,
*
Agradezco los comentarios de Cristiana Schettini y de los participantes de las Jornadas “Por una historia
de las instituciones estatales” realizadas en la Universidad Nacional de General Sarmiento en mayo de
2007.
**
Miembro del proyecto “Liberalismo y utopía en América Latina, 1840-1960. Colonias experimentales
en Paraguay, Argentina y México” (HUM-2005, 03777), de la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, España.
Staub volvió a ser Jefe de la Policía por unos meses más, cuando presentó su renuncia,
argumentando que no podía “admitir la intervención del gobernador Batilana en
propuesta de sus empleados y otros asuntos de su competencia y responsabilidad”
(Contreras 1954:329). De allí pasó a revistar como teniente en la Gendarmería del
Territorio Nacional de Río Negro hasta 1928, ejerciendo su cargo en San Antonio Oeste
y Maquinchao. En 1929 Staub comenzó a actuar como comisario en La Adela,
Gobernación de La Pampa, donde promovió la construcción de la iglesia de Santa
Teresita y un parque junto al río Colorado. Entre abril y octubre de 1930 fue interventor
municipal en Comodoro Rivadavia, donde, según destacó un periódico nacionalista
porteño, fue el promotor de que allí se erigiera el primer monumento a San Martín en la
Patagonia (Bandera Argentina, 13 de mayo de 1937). En 1937 la muerte lo sorprendió
siendo comisario de Río Colorado (Río Negro), donde había sido promotor de la
erección de otro templo católico.
Staub parece haber acaudillado al personal subalterno como ninguno otro hasta
entonces, potenciando el espíritu de cuerpo, según recuerdan sus biógrafos. Además de
su “tacto policial”, un historiador de la institución ha destacado “su sociabilidad, la
distinción de hombre de mundo que le venía de cuna y descollaba en cualquier rincón
(ejecutaba con maestría la guitarra de lo vernáculo a lo clásico) y sus perdurables
realizaciones de progreso con poco menos que nada” (Sepúlveda 1991). Su gestión es
considerada fundacional:
Dotado de la extraña facultad de inocular su espíritu de bien en sus empleados, transformó el
carácter de los funcionarios de su época, llevándolos a crear en ellos un afán de armonía de cuerpo
y de progreso social que abarcó tan hondo en el ambiente policial que puede decirse, que su
proceder y su idea, perduran en el alma de la institución (Contreras 1954)

Asimismo, esta literatura celebratoria suele destacar mucho las numerosas


actividades de fomento y asociativas en la que Staub se vio involucrado. Mientras
ejerció su cargo en Neuquén, actuó como un intendente paralelo: ordenó abrir calles y
mejorar caminos para automóviles, diagramó plazas y parques infantiles y también creó
una serie de hornos donde agentes policiales producían ladrillos que se usaban en las
obras públicas. Staub colaboró en la fundación de varias bibliotecas populares, centros
culturales y de ejercicios físicos, creó el Panteón Policial y organizó el primer cuerpo de
Boy Scouts de Neuquén. Pero sin lugar a dudas que Staub dejó su mayor impronta
urbana con la construcción de la sede de la Jefatura Policial -el propio Staub diseñó su
frontis neo-medieval- y en la que los agentes policiales tuvieron a cargo las tareas de
albañilería y carpintería (Anónimo 1979).1
¿Estamos ante una biografía extraordinaria o era éste un recorrido laboral y vital
común entre los policías del Neuquén? ¿El grueso de los subalternos y superiores eran
igualmente “invitados” a incorporarse a la fuerza o se usaban otras estrategias de
reclutamiento más formales e impersonales?, ¿era normal pasar de una jurisdicción a
otra, de Neuquén a Chubut y de allí a La Pampa?, ¿eran frecuentes los episodios de
suspensión, desafección y re-ingreso a la fuerza?, ¿era posible entrar y salir de la fuerza,
reincorporándose cuando las condiciones políticas o laborales locales lo aconsejaban?
Este artículo procurará ofrecer algunas respuestas tentativas a estas preguntas
concentrándose en los actores policiales y sus relaciones con actores ajenos a la
institución policial, utilizando información proveniente de diversos repositorios
documentales, sirviéndose simultáneamente de entradas cualitativas y cuantitativas.
Esas fuentes han permitido reconstruir algunos trazos de las biografías laborales de
cerca de setenta personas que revistaron en las filas policiales neuquinas entre finales
del siglo XIX y el inicio de la etapa peronista.
Para ello, se ha recurrido a una perspectiva desarrollada en las últimas dos
décadas en estudios metropolitanos, que han procurado poner de manifiesto las
condiciones laborales de los policías. Esta corriente se ha concentrado en mirar a los
policías como un grupo muy particular de trabajadores puesto que se encontraban
restringidos por una dura disciplina laboral, pero que también tenían su propia
subcultura, muchas veces disidente o resistente con respecto a las demandas
provenientes desde la autoridad. Estos acercamientos han permitido, entre otras cosas,
diferenciar lo que Clive Emsley (2000) ha llamado “problemas acerca del trabajo” (on
the job) tales como los conflictos de rutina, los desórdenes y arrestos y los “problemas
en el trabajo” (in the job), es decir, las relaciones con las autoridades, jueces y otros
policías, que eran parte de las tareas rutinarias. El propósito de este artículo es tanto
aportar a un estudio del proceso de constitución y re-constitución de la institución
policial neuquina mirando a sus agentes, pero simultáneamente, colaborar en una
radiografía sobre las formas en que se creaba y ejecutaba el poder en la Patagonia norte

1
Ese edificio se convirtió en 1929 en la sede de la Gobernación, cuando el gobernador ordenó el enroque
de edificios porque temía que el chalet de madera que ocupaba se incendiara. “No es preciso acotar la
imaginable amargura que produjo ese cambio entre los viejos empleados que habían colaborado con su
Jefe Staub en la construcción del edificio para la Jefatura, hecho con tantos esfuerzos y cariño, y cuadra
agregar, que pese a los años transcurridos, en el sentimiento de los veteranos de la Policía, aun subsiste
esa amargura por haber perdido la Repartición de su propio local” (Contreras 1954:109).
en los setenta años posteriores a la “Conquista del Desierto”. Cabe destacar que el
campo de los estudios sobre policías en la Patagonia y la Pampa ha venido creciendo en
la última década (Argeri y Chía 1993; Carrizo 2003, 2006; Fernández Marrón 2007;
Flores 2007; Suárez 2001, 2005), lo cual ha permitido dejar de lado aquellas historias
institucionales, de tinte anecdótico y apologético (Dumrauf 1994; Ríos 1973).

I - Historia de la institución policial


Tras la “Conquista del Desierto” en 1879, el triángulo conformado por la
cordillera de los Andes y los ríos Limay y Neuquén, pasó a formar parte de la
Gobernación de la Patagonia: en 1884 fue desgajado y constituido en una unidad
administrativa denominada Territorio Nacional de Neuquén. El régimen de Territorios
Nacionales, creado por la ley 1532 de 1884, implicaba que sus habitantes carecían del
derecho a elegir gobernadores o representantes para el parlamento nacional hasta tanto
superaran cierto umbral demográfico. Hasta 1957 esa situación se mantuvo
prácticamente inalterable, salvo algunas reformas llevadas adelante durante los tiempos
peronistas, que permitieron el ejercicio del sufragio y el inicio de procesos de
provincialización. Hasta entonces, los aparatos públicos existentes en Neuquén y los
demás Territorios Nacionales de la Patagonia y del Noreste adolecían de una escasa
especialización, además de notorias falencias de presupuestos y de recursos humanos.
El panorama era muy similar en todas las áreas que tenían intervención o monopolio del
Estado, como la educación, la salud, la policía, la justicia y las cárceles.
En el período que media entre 1879 y 1884 en el territorio de Neuquén, hasta
entonces bajo señorío de diversos grupos indígenas, la seguridad quedó a cargo de
tropas del ejército y de la Guardia Nacional, un cuerpo compuesto por pobladores
locales bajo mando militar, la gran mayoría de ellos de origen chileno (García
2001:327). De allí que los presos y detenidos por la justicia fueron alojados en los
cuarteles de los regimientos de la zona creados con motivo del calentamiento de la
hipótesis de conflicto entre Argentina y Chile. Así, en 1897 que los presos de la por
entonces capital, Chos Malal, estaban alojados en el 7° Regimiento de Caballería de
Línea. Los alcaides y celadores a cargo de los detenidos se sucedían en sus cargos con
velocidad, desertando o renunciando a sus labores.2 En ese establecimiento no había

2
Así, en 1895 el gobernador de Neuquén advertía con preocupación al ministro de justicia que “Ha
transcurrido mes y medio próximamente del nombramiento del alcaide de la cárcel y aun no se ha
presentado y me asalta el temor de que no lo hará en lo sucesivo, pues ya ocupó un puesto en mi
ámbitos específicos para el encierro (las celdas fueron construidas en 1899), por lo que
las fugas estaban a la orden del día, al igual que las vinculaciones espurias entre
custodios y detenidos.
Pero junto con la Gobernación de Neuquén, y una vez superadas las urgencias
militares derivadas de los desafíos indígenas al nuevo orden, se creó el cuerpo de policía
de Neuquén. Era la primera vez que la seguridad interior quedaba en manos de una
fuerza no militar. Muchos de los hombres alistados en la Guardia Nacional pasaron a
revistar en el nuevo cuerpo. La policía de Neuquén se rigió por la ley 1532 hasta 1946,
año en que se dictó el Estatuto Orgánico de policías de Territorios Nacionales, que le
brindaba mayor especificidad a su misión y funciones, lo cual parece enmarcarse en un
contexto más general de intervención del nuevo Poder Ejecutivo nacional en las
instituciones de control social, como las reformas del teniente coronel Adolfo
Marsillach en la policía de la provincia de Buenos Aires (Barreneche 2006) o las de
Roberto Pettinato en el Servicio Penitenciario Federal (Caimari 2004).3
El primer gobernador del Territorio, el coronel Olascoaga dividió al territorio en 5
departamentos en 1884 (en 1897 se le sumó uno más y luego otro), cada uno de los
cuales recibió una dotación policial encabezada por un comisario y un juez de paz (Ríos
1973:136). Inicialmente, cada uno de los juzgados de paz contaba con el auxilio de 2
gendarmes, mientras que algunos de los jueces a veces se desempeñaban como
comisarios (Sepúlveda 1991). Aquellos que se encontraban en los regimientos de Chos
Malal, Las Lajas, Malbarco o Junín de los Andes -creados durante la campaña militar o
inmediatamente después- encontraban una salida laboral en el abandono del Ejército y
su paso a la policía del novel Territorio Nacional.
Además de la organización del cuerpo de policía dependiente del gobernador, a
lo largo de las primeras décadas del siglo XX fueron creados otros organismos con
funciones similares o superpuestas y en muchos casos poco definidas. Fue el caso de la
Policía Fronteriza o volante (1911) y de la Gendarmería de Línea (1921). La Policía
fronteriza estaba formada por piquetes de voluntarios afincados en las zonas limítrofes

administración durante ocho meses y no se presentó a desempeñarlo”, AHPN, Libro Copiador 17, f° 485,
Chos Malal, 2 de agosto de 1895.
3
A partir del primer gobierno peronista, la Policía de Neuquén creció en tamaño y en especialización, con
la creación del cuerpo de bomberos (1947) y la Sección Comunicaciones en 1949, así como con otras
innovaciones de envergadura nacional, entre las cuales hay que contar la formación de la Escuela de la
Policía Federal y el cuerpo de la Policía Femenina. (Anónimo 1979). Desde los tiempos peronistas, se
alteró el escalafón policial y se hizo obligatoria la realización de cursos de capacitación en Buenos Aires
(Sepúlveda 1991). Además, se creó la Escuela de Policía de Territorios Nacionales, anexada al Instituto
de la Policía Federal en 1946 (García 2001)
que eran comandados por oficiales retirados del Ejército en los Territorios Nacionales
del Sur. Los piquetes se desplazaban por la zona tratando de perseguir a gavillas de
bandoleros que atravesaban los límites internacionales, como había sido la dirigida por
Butch Cassidy. En 1918 la Policía Fronteriza fue disuelta y sus miembros se
incorporaron a la policía de cada Territorio ante su evidente falta de profesionalidad. La
Gendarmería de Línea fue creada durante el gobierno de Yrigoyen: en buena medida la
decisión fue estimulada por los episodios del verano anterior en Santa Cruz y por la
fuga de presos de Neuquén en 1916 en la que había sido necesario remitir fuerzas
armadas. El proyecto del Ejecutivo contemplaba la creación de 10 cuerpos de
gendarmería de 300 plazas cada uno (Sepúlveda 1991:65).4 Finalmente, el cuerpo de
gendarmería también fue disuelto en 1930 y sus miembros pasaron a revistar en las filas
de la policía de cada Territorio.
¿Cuántas personas componían el cuerpo policial neuquino que, como se verá,
estaba encargado de enfrentar muchas y muy diversas tareas? Sabemos a partir de
algunos presupuestos5 y la literatura disponible (Rafart 1994, 2003, 2008; Ríos
1973:143) cuál era la cantidad de efectivos con que se contaba para asegurar el orden y
el respeto a la vida, derechos y propiedades de los habitantes.

Cuadro 1. Subalternos y oficiales en el Territorio de Neuquén (1884-1945)


Año Policías Año Policías
1884 32 1916 334
1890 164 1920 363
1899 160 1924 591
1904 192 1925 498
1907 229 1928 380
1914 298 1934 395
1915 327 1945 445

El área física de trabajo que debían cubrir los agentes policiales era muy extensa:
en 1920 la proporción calculada por Gabriel Rafart (2003) indica que en Neuquén había

4
Más información sobre la creación de los cuerpos de gendarmería en El Pueblo, 28 de octubre de 1921,
p. 1, “Seguridad en nuestros territorios” y en un tono más optimista El Pueblo, 5 de Noviembre de 1921,
p. 2, “Santa Cruz”.
5
Archivo Histórico de la Provincia del Neuquén, Copiador 167, fº 385, 1925, Copiador 110, fº 430;
Copiador 157, fº 158, Copiador 104, fº 213; Carpeta Especial Policía Provincial, Superior Decreto del 31
de julio de 1945.
un agente policial por cada 418 km2 y por cada 107 habitantes. Si los cuadros anteriores
dan una idea de la cantidad total de policías disponibles en el Territorio del Neuquén
entre 1884 y 1945, el siguiente permite apreciar a los miembros del cuerpo policial,
desagregados según sus rangos.

Cuadro 2. Cuerpo policial en el Territorio de Neuquén (1890-1945)


1890 1899 1904 1907 1915 1916 1920 1924 1925 1945
Jefes 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
Comisarios s.d. 1 1 s.d. s.d. 3 1 2 3 2
Inspectores
Comisarios s.d. 6 8 s.d. s.d. 13 9 15 14 15
Subcomisarios s.d. 1 3 s.d. s.d. 14 16 21 20 22
Oficiales 13 1 2 19 29 6 11 20 20 20
Suboficiales 18 20 18 35 48 50 s.d. 61 60 82
(cabo o sargento)
Agentes 132 130 159 174 250 250 279* 471 380 303
Total 164 170 192 229 327 334 317 591 498 445

¿Qué tareas cumplían los policías en Neuquén? Sus misiones eran múltiples –
más bien, desmedidas-, y no se limitaban a la asistencia al juzgado de paz. Los agentes
no sólo debían realizar las labores tradicionalmente asociadas a su figura como la
vigilancia de edificios públicos, persecución y cumplimiento de órdenes judiciales, sino
que a eso se le sumaban tareas alejadas de sus misiones “naturales” como la realización
de censos, el reparto de correspondencia, la refacción de edificios e infraestructura
pública, la custodia de la frontera internacional, la inspección en las aduanas, el control
de precios máximos y el cuidado de los potreros de las comisarías (Anónimo 1979;
Debattista et al. 1998; Sepúlveda 1991:32). Por ejemplo, sabemos que el gobernador de
Neuquén informó en 1914 al Ministerio del Interior que el personal policial a su cargo
había formado potreros alfalfados para su ganado, amén de que había trabajado para
mejorar el estado de los caminos públicos y para establecer un sistema de correos a
caballo entre distintos puntos del territorio.6

*
Hay que sumar a este número 52 agentes que componían la Policía Fronteriza (Sepúlveda 1991:53).
6
Memoria del gobernador de Neuquén, 1914. AHPN, Copiador 104, p. 213. Para el control de precios
máximos, AHPN, Copiador. 150, fº 159, 28 de julio 1919.
En las primeras décadas del siglo XX la policía neuquina se involucraba
abiertamente en actividades ligadas con el fomento de la infraestructura y servicios
públicos, acompañando a algunas organizaciones vecinales. Los historiadores de la
institución se han dedicado a recordar esa activa intervención de las autoridades
policiales en el, por así decir, planeamiento urbano. Como se mencionó más arriba, el
comisario Staub diseñó y ordenó construir el edificio de la Jefatura de Policía y actuó
como un intendente paralelo en la ciudad de Neuquén. Pero el suyo no fue un caso
excéntrico. El gobernador de Río Negro Adalberto Pagano (1932-43), tuvo a su cargo el
diseño arquitectónico de comisarías en diversas localidades, sirviéndose de varios
estilos, entre los que predominaba el “art decó” (Espinosa 2005:178). Dentro de sus
posibilidades materiales, fueron muchos los comisarios que intervenían en la
planificación y ejecución de obras públicas viales, edilicias y de comunicación, entre
otras. En Las Coloradas el cuerpo policial edificó la comisaría en la que prestaba
servicios, sirviéndose de ladrillos también producidos por los agentes. Construyeron
cinco casas para su propia residencia y una pequeña escuela, además de crear un canal
desde el río Catan-Lil para regar la arboleda plantada y las chacras cultivadas con
forraje para la caballada (Contreras 1954). El comisario inspector Francisco Caprara de
Junín de los Andes dirigió el tendido de los hilos del telégrafo desde la vecina San
Martín de los Andes, creó una escuela de Artes y Oficios y una sala de Primeros
Auxilios, además de una balsa sobre el río Malleo. Con la colaboración del ejército,
Caprara arregló el estado del cementerio, calles y plazas. En Aluminé la policía, junto
con el vecindario erigió la sala de primeros auxilios y un canal de riego (Contreras
1954). El comisario Lucrecio Gómez ordenó levantar un puente sobre el río Agrio para
vincular a Loncopué con Ñorquin. El comisario Olivero de Andacollo acondicionó la
comisaría local y ordenó construir una casa para el titular de la misma: la información
indica que también “hizo plantaciones diversas, cooperó en la construcción del edificio
para la biblioteca local, mejoró caminos y Destacamentos y ayudó en lo que pudo con
herramientas, a todos los que llegaron a esa zona aurífera afiebrados por la pasión que
despierta el oro" (Contreras 1954).
El análisis de la vida cotidiana dentro de las comisarías neuquinas por aquellos
años muestra que la precariedad material era muy notoria (y en los juzgados no ocurría
algo distinto, si seguimos el artículo de Fernando Casullo incluido en esta compilación).
La estructura edilicia era pobre, y como se vio, en buena medida el resultado del
esfuerzo de los policías por mejorarla. Los comisarios continuamente se ven obligados a
reclamar elementos básicos para el trabajo en las comisarías (Bohoslavsky 2005). Eran
numerosas las complicaciones “on the job”. En resumen, puede decirse que la escasez
en el número de efectivos policiales sumada a la multiplicidad y diversidad de tareas
que estaban obligados a realizar se conjugaba en una notoria ineficiencia, señalada
insistentemente, en primer lugar, por las propias autoridades locales. Un gobernador de
Neuquén reconocía en su memoria anual de 1900 que ese Territorio estaba detenido en
su progreso por varias razones, entre las que mencionaba “las deficiencias de la justicia
y de la policía, amparo y garantía indispensables de las poblaciones”.7 La memoria de
otro gobernador de 1914 volvía a insistir en que
es indiscutible que faltan elementos –personal idóneo y medios de movilidad- para que esta
institución pueda ejercer con eficacia su acción primordial de prevención. 30.000 habitantes
diseminados en una superficie de 110.000 kilómetros cuadrados, con una extensa frontera
internacional, que es necesario vigilar convenientemente para que los delincuentes no escapen a la
represión de la justicia, requieren un personal de empleados y gendarmes, que a más de ser
idóneos, tengan condiciones especiales de actividad, y mucho interés patriótico para cumplir
debidamente sus delicadas funciones8

Las quejas no eran patrimonio de las autoridades, sino que eran compartidas en
muy buena medida por la prensa nacional y regional. Expresaba el periódico Neuquén
en 1916 que era necesario que “el personal destinado a la conservación del orden y a la
defensa de la sociedad se aumente también arbitrándose los elementos de defensa que
las funciones encomendadas exigen”.9 No era raro que los presos se quejaran o
intentaran escapar de las comisarías ante la falta de alimentos y la amenaza de morir de
frío.10 La falta de armamentos y provisiones así como del personal suficiente e idóneo
era repetidamente señalada por periodistas locales:
¿No ha reclamado Neuquén de los poderes públicos repetidamente, y con insistencia sistemática
durante este último período, la provisión de armamento al personal de policía y el aumento del
mismo?, ¿No hemos puesto de manifiesto las dificultades que surgen para seleccionar debidamente
al personal de seguridad, ya que a ello se opone una remuneración escasa y tardíamente abonada
mientas por otro lado se exigen heroicidades y sacrificios nunca compensados, y, a veces,
desconocidos?11

7
Memoria del Departamento del Interior correspondiente a 1900, tomo I, Imprenta de “Tribuna”, 1901,
Buenos Aires.
8
AHPN, Memoria del gobernador de Neuquén, 1914, Copiador 104, p. 213.
9
“La letra con sangre entra”, Neuquén, 31 de mayo de 1916, p. 1. Cfr. también La Nación, 13 diciembre
1921, Buenos Aires, p. 10.
10
Cfr. la carta del preso alojado en la comisaría de Chos Malal en 1891. AHPN, Caja 1891, Doc. 198, 2
de noviembre de 1891. Hay un episodio que ilustra, quizás de manera caricaturesca y brutal, las
condiciones de vida y la naturaleza de las relaciones entre el personal penitenciario y los detenidos en
Chos Malal. La noche del 12 de enero de 1896 se evadieron los presos allí alojados, pero lo curioso es
que lo hicieron acompañados por guardia-cárceles, quienes desertaron llevándose armas y municiones.
Neuquén, 19 de enero de 1896, año III, n° 69, p. 3.
11
Neuquén, 29 de mayo de 1916, “Capítulo de cargos”, Neuquén, p. 1.
Las irregularidades y abusos de autoridad policiales obligaban a los
gobernadores de turno a defender el accionar de sus subordinados, frente a las quejas de
la población local, de la prensa y de la administración central. Si seguimos el discurso
de la prensa y los expedientes judiciales, la fuerza policial no parecía en lo más mínimo
caracterizarse por estar libre de actos de corrupción, incumplimiento de deberes de
funcionario público y la asociación ilícita.12 En algunos casos, policías y guardiacárceles
optaban por no abandonar el uniforme mientras se involucraban en actividades
delictivas que les permitieran un nivel de vida superior en un clima generalizado de
pobreza material (Bohoslavsky 1998; Rafart 2008). El Estado nacional remitía con
meses de retraso los sueldos de los agentes y oficiales y las partidas destinadas a los
gastos cotidianos en las comisarías. Ese retraso le generaba al personal policial una
fuerte dependencia de los prestamistas locales, quienes llegaban a apoderarse de hasta
1/3 del sueldo de los agentes, según denunciaba en 1917 el comisario Gómez
(Sepúlveda 1991:136). Pero además, la tardanza en el pago de los sueldos generaba
tensiones al interior de la institución policial. El episodio que más y mejor ilustra este
problema ocurrió en 1890 en Chos Malal, por entonces capital del Territorio. El
personal policial, según narra un testigo, estaba endeudado con varios comerciantes de
la región a causa del atraso salarial. El Jefe de policía Vázquez había comenzado a
adelantarles el sueldo con dinero proveniente de los registros de marcas y que debía
rendirse a la Dirección General de Rentas (Ríos, 1973:144). Asustados ante la
posibilidad de que el nuevo Jefe no efectuase la distribución de los salarios, un grupo de
agentes y suboficiales atacó la gobernación a mano armada en febrero de 1890,
generando la refriega un muerto y un herido (Ríos 1973:144; Sepúlveda 1991:31).
Hubo varias reacciones y estrategias usadas por los policías para mitigar sus
penosas condiciones de vida. Ante el retraso en el pago de las remuneraciones y la
dependencia de comerciantes o hacendados (problemas “in the job”), algunos agentes
tenían relaciones desembozadas con la mala vida. En otros casos se pueden hallar
esbozos de una acción colectiva para-sindical, como cuando en Chos Malal en 1894 se
señalaba que los gendarmes optaron por acortar motu propio la duración de su jornada
laboral, por reducir el número de actividades que realizaban o por trabajar a desgano:
Cuando la soga se ajustaba demasiado al cuello, protestaba; la protesta se erigió en función diaria y

12
En una investigación policial llevada a cabo en Junín de los Andes, se comprueba que “el comisario
Acosta, debido a su mal carácter y no obstante las reiteradas recomendaciones [...] se ha creado una
situación imposible entre algunos vecinos de aquella localidad y perjudicial para la institución policial”.
AHPN, Copiador 110, fº 475, 6 de diciembre de 1916.
se remedió de singular manera, suprimiendo los servicios o reduciéndolos a lo indispensable
absolutamente, con lo que, la puerta franca, la clausura del cuartel, puede decirse así, fue la válvula
abierta a los clamores [...] El gendarme [...] era cercenado en su haber, él lo sabía y se vengaba
sirviendo mal y tenía razón; porque la generalidad de los servicios que se le exigían, eran agenos a
su misión. Además, y esto escusa de ponderar la virtud de los viejos agentes, aquel mismo haber
cercenado –se le daban 29 pesos en vez de 35 que es el importe de su haber, sueldo y
racionamiento diario- sus superiores inmediatos, con honrosas excepciones, lo administraban sin
mandato de la jefatura, ni de nadie [...] El modesto, pero respetable, agente inmediato de la
tranquilidad pública vivía en la triste intranquilidad de un pupilaje deprimente y cuyo efecto era
nocivo para él y nadie más13

El procedimiento que usaba el personal policial para sobrevivir ante la falta de


pago consistía en recibir un adelanto salarial de manos de los “hombres fuertes” de cada
región. Esta situación ha sido detectada hasta, al menos, fines de la décadas de 1920
(Bohoslavsky 1998:cap. IV). Cuando finalmente los sueldos eran enviados por el
Ministerio del Interior, los mismos comerciantes retenían o embargaban los fondos
correspondientes. Este sistema de apadrinamiento permanente de los policías dice
mucho acerca de la relación entre las “fuerzas del orden” y el interés privado. Estas
estrategias de privatización de la violencia legítima fueron utilizadas en innumerables
oportunidades en la lucha política facciosa. Los policías quedaban alineados detrás de
las redes políticas, sirviendo como factores que podían resolver conflictos económicos y
electorales locales (Rafart y Debattista 2003:88). Facilitar o posponer una detención,
aligerar o agravar las condiciones de encierro, agudizar o aflojar las condiciones de la
comunicación de un detenido con el exterior, eran algunas de las misiones que estas
redes cumplían.14 Los grupos políticos y de intereses locales establecían alianzas con las
autoridades policiales y presionaban para lograr oportunamente su remoción o su
permanencia en las comisarías del interior. Los ejemplos abundan en el Archivo
Histórico de la Provincia de Neuquén, que almacena las cartas y solicitudes que
respaldan o critican a agentes policiales.15 Un telegrama emitido por vecinos del
poblado de Las Lajas al Ministerio del Interior da cuenta del tipo de redes político-
personales que se tejían con las autoridades policiales:
veríamos con sumo agrado ordénese envío nuevamente esta localidad sub-comisario Jacinto M.
Rodríguez, quien constituye una amplia garantía para este departamento, cuya actuación brillante
frente comisaría local es del dominio público y quien por no prestarse para que comisión fomento

13
Neuquén, Chos Malal, 9 de agosto de 1894, p.1 “La policía”
14
La agitada vida política de Zapala implicó durante las décadas de 1930 y 1940 el recurso a la acción
policial para obstaculizar el accionar de alguna de las fracciones enfrentadas a través de detenciones,
violación de correspondencia y allanamientos. Cfr. Neuquén, 28 de noviembre de 1929, “La detención de
Martín C. Etcheluz”.
15
Vecinos del departamento de Ñorquín enviaron un telegrama al gobernador pidiendo que Santiago
Barbará se haga cargo nuevamente del servicio de policía fronteriza. “De Ñorquín”, Neuquén, 3 de
noviembre de 1921.
realice sus caprichos ha sido trasladado16

Salarios bajos e irregularmente pagados no ofrecían mucho estímulo para


permanecer dentro de una institución que brindaba poco prestigio y labores peligrosas –
aunque no tanto como las del minero-.17 Un expediente judicial de 1918 iniciado con
motivo del pago de sueldos a agentes que no cumplían con sus labores permite obtener
algunos indicios de que prestar servicios dentro de la repartición no gozaba de un
reconocimiento universal ni mucho menos. Por ejemplo, uno de los agentes que cobraba
sirviéndose de un nombre ficticio sostuvo ante el juez que lo hizo “pues pertenecía a
una familia distinguida y deseaba no llegara a conocimiento de ella que se hallaba de
gendarme”.18 El hacendado belga Emilio Sanzara también figuraba en la planilla de
sueldos como agente, pero con otro nombre. Al ser consultado por el juez por la razón
de la falsificación de identidad, Sanzara declaró que:
al revistar con nombre supuesto en el personal de la policía lo hizo por considerar poco decoroso
que, en su carácter de hacendado y vecino caracterizado revistara con el nombre propio y la
jerarquía de gendarme.

Las irregularidades y actos de corrupción no eran privativos de agentes y


gendarmes. Si estos últimos participaban de algún abigeo, se emborrachaban o
aceptaban sobornos, no es menos cierto que había oficiales que se involucraban en
maniobras delictivas de mayor envergadura y complejidad, solos o vinculados a
hacendados y jueces de paz.19 Esa situación obligaba muchas veces a traer policías de
otros Territorios Nacionales para que investigaran a los agentes y oficiales locales
involucrados en los crímenes denunciados.20 Había comisarios que incluían en la lista de
agentes a los que se debía abonar el salario a personas que se habían dado de baja o que

16
AHPN, Copiador 1928, t. IX, 6 de agosto de 1928. Cuando Adalberto Staub fue reincorporado a la
fuerza policial neuquina en 1921 después de la suspensión por la investigación judicial, señaló que ésta
fue iniciada exclusivamente por una “antojadiza como caprichosa publicación de un diario del Neuquén”.
Archivo General de la Nación, Fondo del Ministerio del Interior, Año 1921, Legajo 46, Expediente
19563.
17
La policía de Neuquén tuvo 24 bajas entre su creación y 1946. Once de ellos murieron el 19 de enero
de 1881 durante el ataque de indígenas al fortín Guañacos, situación que lleva a considerar que se trataba
más de soldados que de policías por más que la memoria oficial de la institución así los categorice
(Policía de Neuquén 2006)
18
AJLTN, Expediente 300, año 1918 “Subcomisario Sánchez Martínez s/denuncia contra comisario
inspector Francisco Caprara”, f° 29 y 34.
19
Cfr. la denuncia de la policía contra el juez de paz de Aluminé por expedir guías a nombre de su
hermano, sus peones y sujetos prontuariados por abigeato. AHPN. Copiador 139, fº 618, 10 de enero de
1919.
20
Neuquén, 16 de julio de 1921 “Sobre el proceso de Aluminé”, p. 1. Señala que en la causa contra un
agente y un subcomisario por extorsión y detención privada contra un menor la policía no colabora. El
juez solicita la suspensión del jefe de policía interino y el envío de funcionarios de policía de Capital.
nunca fueron incorporados a la fuerza: en ambos casos, el objetivo era apoderarse
indebidamente del sueldo correspondiente a esos agentes. En 1924 el Gobernador elevó
al juez letrado un sumario seguido contra un juez de paz, un comisario, un agente y un
escribiente por abuso de autoridad y exacciones.21
Los oficiales policiales no sólo se aprovechaban de su posición frente a ciertos
sectores de la sociedad civil en función de sus conexiones con el mundo de los notables
locales y por su cuota de poder, sino que muchas veces sometían a sus subalternos a
exacciones y abusos. La historiografía del control social por lo general se ha
concentrado en la relación entre los policías como un todo homogéneo y con un único
interés y el mundo de los controlados y perseguidos. Pero las víctimas de las
infracciones y atropellos que practicaban algunos oficiales podían ser tanto otras
autoridades como ciudadanos de a pie u otros policías. En ciertos casos los oficiales a
cargo de los destacamentos y comisarías de Neuquén retenían indebidamente una
fracción del sueldo (o amenazaban con hacerlo) como una estrategia para obligar a sus
subordinados a involucrarse en las ya señaladas redes políticas, delictivas y comerciales.
En otros casos, la amenaza apuntaba a obtener servicios o favores de índole personal,
como el cuidado de sus inmuebles y ganado. En 1918 el comisario Caprara de San
Martín de los Andes fue denunciado por varias causas, entre las que se contaba utilizar a
personal policial para que cuidara de su hacienda y para que arreara hasta Chile ganado
que había sido remarcado.22

II – Aportes para una historia social de los policías.


Los datos biográficos de Adalberto Staub arriba señalados ofrecen varias pistas
para conocer los mecanismos de ingreso, permanencia y rotación dentro de la
institución policial neuquina. Así, por ejemplo, sabemos que los procesos de selección y
capacitación del personal estaban totalmente desinstitucionalizados en el Territorio ya
que carecían de un protocolo o definición de pasos formales e impersonales para su
realización. Según han encontrado otras investigaciones (Rafart 1994, 2003), para
21
AHPN, Copiador 171, fº 36, 10 de Julio de 1924. Junto con ese expediente judicial elevó otro, seguido
contra un comisario por un verdadero rosario de infracciones, irregularidades y actos ilegales: el
comisario en cuestión estaba acusado intervenir un cargamento, apoderándose de los pasavantes que tenía
el vapor “Mitre”. El citado permitió que sus hombres marcaran caballos en la comisaría a su cargo, toleró
infracciones a la ley de juego, autorizó la venta clandestina de alcohol y sin el correspondiente pago de
patente y autorizó el ingreso clandestino de mercadería desde Chile. AHPN, Copiador 171, fº 259, 10 de
abril de 1925.
22
AJLTN, Expediente 300, año 1918 “Subcomisario Sánchez Martínez s/denuncia contra comisario
inspector Francisco Caprara”. Un capitán de Gendarmería es acusado de utilizar presos de la Cárcel de
Neuquén en su propia chacra AHPN, Copiador 170, f° 176, 1923.
obtener el ingreso bastaba con declarar por escrito la voluntad de pertenecer al cuerpo.
De allí las numerosas cartas de particulares dirigidas al gobernador solicitándole que se
le diera de alta como agente, acreditando como única experiencia la realización del
servicio militar obligatorio. De esto se quejaba el periódico Neuquén en 1916, cuando
señalaba que en la policía eran aceptados “quienes como único título de aptitud y
probidad sólo pueden presentar una esquela de recomendación arrancada a la fuerza”.23
Cuarenta años después de fundada la Policía de Neuquén, se recibían cartas como la
siguiente en la Gobernación:
Zuaso José Gabriel, clase 1902, matrícula 277, habiendo terminado de prestar el servicio militar en
el Regimiento nº 2 de Caballería, recibido instrucción militar completa y observado muy buena
conducta, según consta en su libreta de enrolamiento, solicita de V.S. quiera tomar a bien
imponérsele de una plaza como agente en la Policía de ese territorio24

El acceso directo al cuerpo policial, sin mediar entrenamiento, evaluación ni


averiguación alguna, tuvo evidentes impactos en el accionar de los agentes y oficiales.
Como expresó Rafart (1994:79):
El reclutamiento es resuelto tanto con personal proveniente de otras regiones, como por el sencillo
expediente de aceptar los escasos candidatos, sin detenerse en miramientos sobre su pasado ni
origen nacional [...] Por ello es fácil comprender la rapidez con que estos nuevos reclutas se
mudaban de oficio, a veces transformándose -es difícil saber si alguna vez dejaron de serlo- en
criminales

Quien fue el primer comisario de la ciudad de Neuquén, Belindo López, tenía un


as en la manga que le permitió acceder a ese cargo en 1904: era amigo personal de
Joaquín V. González, por entonces ministro del Interior, a quien recibió cuando visitó
ese año el recién fundado pueblo (Contreras 1954).25 Quizás un caso por demás extremo
lo constituye el poeta colombiano Eduardo Talero (1869-1920), quien fue inspector
judicial, concejal y Jefe de la policía de Neuquén en la primera década del siglo XX. 26
Carente de cualquier experiencia policial o militar, Talero ejerció su cargo de jefe
policial desde octubre de 1914 a junio de 1916, teniendo a su cargo la creación de la

23
“Capítulo de cargos”, Neuquén, 29 de mayo de 1916, Neuquén, p. 1
24
AHPN, Caja V, año 1924. Carta al gobernador de José Zuaso.
25
El mecanismo no era sólo para acceder a los rangos más bajos dentro de la administración nacional. El
primer gobernador de Neuquén, el coronel Manuel Olascoaga, en buena medida debía su cargo al hecho
de ser cuñado del por entonces ministro del Interior, Bernardo de Irigoyen.
26
El bogotano Eduardo Talero consiguió su título de abogado antes de ser mayor de edad. Sus vínculos
con la alta política colombiana le prometían un futuro venturoso, pero la llegada al poder de su tío, el
conservador Rafael Núñez, le sirvió sólo para conseguir el destierro. Se exilió en diversos países del
continente, donde se adhirió a la Logia masónica y conoció, entre otros escritores, a José Martí, Rubén
Darío, Ricardo Rojas, Carlos Guido Spano y Jorge Isaac. Por invitación del gobernador Bouquet Roldán,
se estableció en Chos Malal donde ofició como su secretario (1903-6), teniendo como una de sus primeras
misiones el traslado de la capital al poblado de Neuquén. Durante su estancia neuquina desarrolló un
estilo poético ligado al modernismo, que se puede apreciar en sus libros Voz del desierto (1907).
oficina de dactiloscopia. En ese contexto, parece evidente que el cargo de Jefe de policía
era mucho más un cargo político que la coronación de una carrera policial: quien lo
obtenía parecía deberlo a su cartera de contactos y su capital familiar y relacional antes
que a una tarea sistemática dentro de la repartición.
¿Qué experiencia acreditaban los varones que se enrolaban en la repartición?,
¿de dónde provenían? De las casi setenta biografías laborales de personas que revistaron
dentro de la policía neuquina en el período 1884-1946, he encontrado que cuentan con
antecedentes en distintas áreas geográficas y jurisdiccionales. Provienen de las Fuerzas
Armadas (Ejército y Armada), de cárceles nacionales, de cuerpos de bomberos, de la
justicia de paz, de la gendarmería, de comisarías de campos de explotación de YPF en
Plaza Huincul y de diversas policías, pero también de otras agencias estatales alejadas
de las funciones de seguridad, tales como los Ferrocarriles del Estado, Correos y
Telégrafos y Aduanas. En cuanto a las jurisdicciones de origen de estos hombres, se
cuentan principalmente las patagónicas (Río Negro en primer lugar, La Pampa, Santa
Cruz, Chubut), pero también de regiones más alejadas como la capital federal, el
Territorio Nacional de Los Andes, Misiones y Santiago del Estero.
Además de tener muy distintas experiencias previas, los agentes policiales tenían
diversos orígenes nacionales. Entre ellos, cabe destacar especialmente a los chilenos,
presentes en la institución desde su fundación. Mientras fue gobernador de Neuquén, el
coronel Olascoaga contrató a varios soldados chilenos como agentes policiales: los
soldados en cuestión habían servido a su mando mientras estuvo exiliado en Chile,
actuando como secretario del general Urrutia (Sepúlveda 1991:136). Asimismo, el
relevamiento de la planilla de sueldos de policías en 1904, realizado por Sepúlveda
(1991:101 ss), ofrece algunos datos interesantes acerca de la nacionalidad de los
miembros de la repartición. Entre los varones que constituían el personal subalterno
(gendarme, cabo y sargento), se contaba 47% de chilenos y 46% de argentinos. De
hecho, en varias comisarías y subcomisarías los argentinos eran minoría. En el
destacamento Cortaderas, 4 gendarmes argentinos convivían con 7 de otras
nacionalidades. En Buta Ranquil un solo gendarme argentino convivía con 4 de origen
chileno: la autoridad a cargo era Pablo Martínez, de nacionalidad española. En la
comisaría de Hualcupén, los 4 gendarmes asignados eran extranjeros: 2 chilenos y 2
italianos (del mismo apellido, lo cual puede indicar ciertamente consanguinidad). Los
destacamentos de Moncol y de Mallín estaban compuestos en su totalidad por
gendarmes chilenos (Sepúlveda 1991:136). Un comisario expresó en 1917 que “el
elemento extranjero existe en su mayoría en la totalidad de las comisarías” (Sepúlveda
1991:136).
Como se dijo, gran número de los varones que formaban parte de la policía de
Neuquén provenían de otros cuerpos policiales, principalmente de otros Territorios
Nacionales. Pero muchos otros agentes abandonaron Neuquén para sumarse a otras
fuerzas policiales o a otras instituciones, tales como los juzgados de paz. El estudio de
las biografías laborales parece indicar que era tan común hacer carrera sólo en la policía
neuquina como dentro de un marco más grande y heterogéneo, compuesto por otras
reparticiones. El “sistema” de circulación de agentes y oficiales parece sostenerse sobre
un esquema de anillos concéntricos: los agentes se movían al interior de cada uno de
ellos y a su vez saltaban de unos a otros. La causa de la circulación de los policías
obedecía a veces a deseos personales y razones familiares, pero muchas veces a
decisiones tomadas por el Ministerio del Interior o la Jefatura de Policía del Territorio,
sin atender demasiado a los antecedentes de quien era objeto de traslado.27 En el primero
de los anillos se encuentran las comisarías y subcomisarías desperdigadas por el
Territorio de Neuquén. Luego aparece un segundo círculo, compuesto por los territorios
patagónicos (Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego e incluso La Pampa). En
un tercer nivel se encontraba la posibilidad de solicitar el pase o darse de baja y pasar a
revistar en las filas de la policía de otros Territorios Nacionales como Misiones,
Formosa, Chaco y Los Andes e incluso de la Capital Federal, como ilustra a la
perfección el derrotero laboral de Adalberto Staub desde su ingreso a la policía de
Neuquén en 1909 hasta su muerte en Río Colorado en 1937, pasando por La Pampa.
Otro ejemplo similar lo ofrece el comisario Arturo Quinteros García, quien en 1937
estaba a cargo de la comisaría de Zapala tras haber conmutado ese cargo por otro de
igual jerarquía en el Territorio de La Pampa. Pero antes de ello, había servido en los
Territorios de Río Negro, Chubut y Santa Cruz.28
Tomemos otro caso que, si bien no parece prototípico, tampoco es un recorrido
biográfico inédito. Martín Beguiristain ingresó a la policía neuquina en abril de 1917 y
se retiró de ella en mayo del año siguiente. Pasó a brindar servicios en la policía
fronteriza de Río Negro en 1918 y posteriormente en los cuerpos policiales de Santa
Cruz y de Formosa. En octubre de 1928 reingresó a la repartición neuquina proveniente

27
En 1919 el Ministerio designó para el cargo de sub-comisario de Neuquén a un oficial que tenía captura
recomendada en otro Territorio Nacional AHPN, Copiador 150, f° 14, 16 de abril de 1919.
28
“Galería policial”, Revista Policial de Neuquén, nº 10, Neuquén, julio 1937, p. 31.
desde el noreste del país, ya con rango de subcomisario. Durante 1931 ejerció sus
funciones en la sub-comisaría de Y.P.F. en Plaza Huincul, volviendo a la policía del
Territorio en 1932 primero como agente escribiente, y posteriormente, como oficial. En
1936 su foja de servicios señalaba que había servido a la administración nacional
durante 17 años y 5 meses.29 Otro caso: Francisco Lopez Cross prestó servicios como
policía en la ciudad de Buenos Aires desde 1911 a 1922. Entre 1922 y 1926 cumplió sus
tareas en el Territorio de Los Andes, y desde 1932 revistó como subcomisario en el
yacimiento petrolífero Plaza Huincul de YPF, sumando casi 20 años de servicios a la
administración nacional.30
El carácter poroso de la institución policial se evidenciaba por la alta rotación
del personal entre jurisdicciones, pero no sólo en esa dimensión. Es que los agentes y
oficiales no sólo pasan a revistar en otras reparticiones policiales, como se señaló, sino
que entraban y salían de la institución con una asiduidad que llama la atención. En ese
derrotero, algunos hombres reingresaban con el rango con el que se habían retirado
oportunamente, pero otros debían reiniciar el juego como agentes. El cabo Francisco
Reboredo se retiró y volvió a la institución en varias ocasiones entre 1922 y 1931. Pero
en esa última fecha, su reincorporación no fue con el rango de cabo, sino como agente.31
El cabo Bernardino Villar renunció a la policía de Neuquén en marzo de 1935: cuando
reingresó a la institución 8 meses después, lo hizo como agente, a pesar de tener en su
haber casi 14 años de servicios.32
Los agentes entran y salen de las planillas de sueldos constantemente. Es raro
que se repitan de mes a mes exactamente los listados de los hombres que permanecen en
las comisarías. El agente Francisco Gómez ingresó en diciembre de 1917 a la fuerza,
pero un año después ya estaba fuera de ella. Reingresó en abril de 1922, pero las
interrupciones jalonan su legajo personal, que entre 1917 y 1937 suma 13 años y 3
meses de servicios.33 El agente Juan Garrido obtuvo el alta en la repartición en febrero
de 1915, pero a causa de sus permanentes ingresos y egresos de ella, en 1937 había
acumulado 12 años y medio de servicio.34 Entrar y salir de la policía implicaba
ralentizar o inmovilizar la cadena de ascensos: Gómez y Garrido, tras más de 20 años en
29
“Galería policial”, Revista Policial de Neuquén, nº 2, Neuquén, noviembre de 1936, p. 6.
30
“Galería policial”, Revista Policial de Neuquén, nº 4, Neuquén, enero de 1937, p. 7.
31
“Galería policial”, Revista Policial de Neuquén, nº 3, Neuquén, diciembre de 1936, p. 10.
32
“Galería policial”, Revista Policial de Neuquén, nº 4, Neuquén, enero de 1937, p. 9.
33
Ídem.
34
Ídem. Tomás Avilés ingresó a la policía neuquina en septiembre de 1920, pero en junio de 1936 no
sumaba 16 años de servicios sino 9 años y 8 meses, a causa de sus altas y baja. “Galería policial”, Revista
Policial de Neuquén, nº 3, Neuquén, diciembre de 1936, p. 9.
la repartición, no habían logrado superar el nivel de agente y Avilés tardó 16 en
ascender a cabo.
También hay desplazamientos entre la fuerza policial y otros organismos de
seguridad y del Estado. Staub pasó de la Aduana a la comisaría, pero su caso no es
único. Arturo de la Rosa llevaba 6 años como subcomisario y juez de paz en el
Territorio de Río Negro cuando ingresó como agente escribiente a la policía de
Neuquén. Antes de ello también había pasado un tiempo como receptor de rentas en
Chos Malal, totalizando más de 23 años de servicio en la Administración nacional.35
Resumiendo, los policías se mueven dentro de las comisarías del Territorio de Neuquén,
desde y hacia otros Territorios Nacionales, de la repartición a otras tareas rentadas –no
siempre vinculadas a la seguridad- y de éstas de vuelta a la fuerza.
Sólo en las décadas de 1920 y 1930 parece haber cierta tendencia a estabilizar al
personal dentro de la repartición. La información biográfica que ofrece la Revista
Policial de Neuquén a fines de la década de 1930 permite saber cuánto tiempo habían
pasado algunos hombres dentro de la institución (sobre esa revista, cfr. García 2001).
Debe tenerse en cuenta que se trata de una selección de aquellos miembros de la policía
que aparecían mencionados en una sección destinada a dar a conocer a aquellos agentes
y oficiales considerados modélicos para el resto de sus camaradas. Casi un tercio de las
biografías laborales que hemos reconstruido acumulaban en 1937 más de 20 años de
servicio. Aquellos que tenían menos de 10 años en la institución son 11% de las
biografías (Bohoslavsky 2007).
Pero la inestabilidad y la circulación no eran sólo rasgos propios de los niveles
iniciales del personal policial. Como se verá, en la cúpula también se registraban
permanentes cambios y rotaciones. El detallado listado de quienes llegaron a ser
comisarios en Neuquén que ofrece Sepúlveda (1991:150 ss.), permite construir un
panorama sobre la estabilidad de los agentes superiores de la fuerza. Un primer análisis
muestra que los comisarios que entre 1880 y 1939 permanecieron más de 4 años en la
fuerza no sumaban más que un cuarto del total: las razones de la discontinuidad podían
ser un traslado, una suspensión o una exoneración. El listado completo de los
comisarios de Neuquén es el que muestra el siguiente gráfico.

35
“Galería policial”, Revista Policial de Neuquén, nº 4, Neuquén, enero de 1937, p. 7.
Gráfico 3. Permanencia en el cargo de comisarios (1880-1939)

100
Un año

80

60

2 años
40 3 años 10 años o más
Hasta De 5 a 9 años
20 un año 4 años

Esta imagen de inestabilidad en las cúpulas admite cierta complejización cuando


se descompone el período en cuestión (1880-1939) por décadas. Así, esta perspectiva
permite apreciar que en la medida en que se avanza en el tiempo hay una evidente
tendencia a que los comisarios permanezcan más tiempo en su cargo. Discriminados por
décadas, los datos son los siguientes:
Cuadro 3. Fecha de ingreso y permanencia del personal policial en Neuquén
Fecha de Hasta Un año De 2 a 4 años De 5 a 9 años 10 o más años
ingreso un año
1880/9 - 38% 62% - -
1890/9 6.1% 48% 25.6% 9.2% 1.1%
1900/9 - 44.4% 26% 7.4% 22.2%
1910/9 4.8% 26.2% 40.5% 19% 9.5%
1920/9 11.76% 29.4% 23.5% 5.9% 29.4%
1930/9 11.1% 22.2% 11.1% 22.2% 33.3%
Promedio 6.25% 35.8% 37.6% 9.6% 10.8%
1880-1939

Hay otro cruce de información que puede ayudar a confirmar esta impresión.
Cuando se distribuyen por décadas los nombramientos de los comisarios que estuvieron
más tiempo en su cargo (es decir, los que permanecieron más de una década dentro de la
fuerza) lo que se percibe es que 2/3 de ellos obtuvieron su ascenso después de 1920. Es
decir, el grueso de los comisarios que desarrollaron su carrera exclusivamente en el
Territorio de Neuquén lo hicieron en los años posteriores a 1920.

Gráfico 4. Fecha de nombramiento de comisarios con más de 10 años en el cargo

16 15

14

12

10

6
4
4 3 3

2 1
0
0
1880-89 1890-99 1900-09 1910-19 1920-29 1930-39

De manera inversa, cuando se analiza en qué períodos asumieron como


comisarios aquellos que tuvieron un paso más fugaz por la institución (los que
estuvieron menos de dos años en ella), lo que se percibe es que ¾ de ellos pasaron por
la institución antes de 1920.

Gráfico 5. Fecha de nombramiento de comisarios con permanencia menor a 2 años

60%
52%
50%

40%

30%
21%
20%
13%

10% 5% 6%
3%

0%
1880-89 1890-99 1900-09 1910-19 1920-29 1930-39

La alta rotación de las cúpulas policiales en las primeras décadas de la existencia


del Territorio Nacional de Neuquén no sólo puede ser percibida usando la información
sobre los comisarios. Los datos disponibles sobre la cúspide policial indican que entre
1884 y 1904 se sucedieron 18 jefes policiales, lo cual da un promedio de una gestión de
poco más de 13 meses para cada uno de ellos. Entre 1884 y 1946 se sucedieron 25 jefes
de policía (Sepúlveda 1991:145-47), lo cual da un promedio de 29 meses para estas
primeras seis décadas de vida neuquina. En 1887, 1892, 1895 y 1898 hubo dos jefes a lo
largo del año. El Jefe que permaneció más tiempo al frente en estos veinte años no
alcanzó a superar el trienio.

Cuadro 4. Promedio de permanencia en el cargo de comisarios en Neuquén 1880-1939


Década de ingreso Promedio en el cargo Cantidad de comisarios
1880/9 23 meses 13
1890/9 29 meses 98
1900/9 72 meses 27
1910/9 54 meses 42
1920/9 106 meses 51
1930/9 110 meses 9

Mirando más en detalle, se puede apreciar que casi 90% de los Jefes de policía
duraron en su cargo menos de 3 años o que 40% de ellos lo retuvieron menos de 12
meses. Si a ese dato le sumamos el número de jefes interinos el panorama de alto
recambio parece acentuarse: hubo 71 interinatos, cuyo mandato no solía extenderse más
de unos meses.

Gráfico 6. Permanencia en su cargo del Jefe de Policía 1884-1946


Conclusiones
¿Se puede hacer una historia social de la policía, esto, comprendiendo a sus
agentes en tanto miembros de una estructura social y trabajadores insertos en unas redes
asimétricas de relaciones de poder? Si hemos de guiarnos por la producción
historiográfica argentina, la respuesta parece ser negativa, dado que escasean las
investigaciones dedicadas a una historia social del trabajo policial cotidiano, primando,
por el contrario, la perspectiva tendiente a analizarlos como dispositivos de control
social. Esta statu quo tiene razones que no son estrictamente historiográficas sino
también políticas y que derivan de la actividad de la policía argentina en funciones de
represión política desde su creación. Trabajos como los de Sabina Frederic o de
Emmanuel Kahan incluidos en este libro permiten ir rompiendo este encasillamiento
metodológico e incorporar a los policías a un relato más etnográfico, más histórico y
menos moralmente condicionado que el que se ha utilizado hasta ahora. No quisiera que
estas líneas fueran interpretadas como una apología de la institución policial ni mucho
menos, sino como una invitación a ver a los y las) agentes policiales de una manera
distinta a la que nos invitan cierto sentido común y la propia institución policial.
Analizando el caso de la policía de Tandil, Gisela Sedeillan (2004) ha señalado
que la institución “mantuvo una relación con la sociedad civil signada por la imposición
y coacción, pero también por la colaboración y consenso”. En este sentido, se ha
recordado que la repartición no pudo auto-erigirse y obtener autonomía sirviéndose
exclusivamente de la coerción sino que debió recurrir a la cooptación y a la promoción
de intereses en común con otras instituciones y sectores sociales. Quizás las actividades
de fomento y de obra pública encaradas y lideradas por los oficiales a cargo de
comisarías y subcomisarías en el Territorio de Neuquén pueden ser entendidas en el
marco de esta idea. Esas relaciones sociales, mucho más personales que institucionales,
eran la plataforma de la que debía servirse una cúpula policial sumamente inestable en
su cargo para legitimar su accionar y competencias e intentar la retención de su
posición. Pero esas relaciones sociales locales, “cara a cara” eran también las que
activaban y utilizaban los aspirantes a ingresar a la policía (y sus allegados) para lograr
su incorporación al cuerpo. Futuras investigaciones permitirán saber hasta qué punto
estas redes no influían también en los ascensos, purgas o traslados que sufrían los
miembros de la policía neuquina. Por lo pronto, no es descabellado suponer que los
mecanismos de incorporación –informales y personales- impactaban en el sentido de
condicionar la actividad de los policías en tanto detentadores de armas de fuego y de
poder público.
A la hora de establecer una periodización de la institución policial neuquina,
quizás podrían recortarse las siguientes fases: una primera, inmediatamente posterior a
la “Conquista del Desierto”, es de naturaleza fundacional. En esos años iniciales se
crean las jurisdicciones y cargos correspondientes y se reclutan a los primeros agentes,
principalmente hombres desvinculados del Ejército de línea que habían participado de la
campaña militar. En esta etapa las funciones de la policía neuquina, sus misiones y
miembros parecen poco especificados, con respecto a la pertenencia estrictamente
militar. A partir de entonces se abre una etapa mucho más extensa, que dura hasta los
tiempos peronistas. Durante esta segunda fase no hay mayores modificaciones en la
estructura orgánica de la policía, aunque hubo cambios en la cantidad de agentes. En
este sentido, la crisis de 1930 no parece haber afectado de manera definitiva el tamaño
de plantel policial ni el funcionamiento del cuerpo como sí lo hizo con otras áreas
también dependientes del presupuesto nacional.
Por el contrario, los cambios que si pueden detectarse (por ejemplo, que los
comisarios o jefes duran más tiempo en su cargo) ocurren con cierta autonomía con
respecto a los vaivenes de la administración nacional. Lo que parece abrirse a partir de
mediados de la década de 1930, pero sobre todo a partir de 1946 es un proceso de
complejización orgánica de la institución policial, que implicó la conformación de
cuerpos especializados (comunicaciones, transporte aéreo, etc.). Por esos años, la
intención de redefinir el lugar de la policía en relación a la sociedad (Barreneche 2006;
García 2001) y en relación con las Fuerzas Armadas (Carrizo 2006; Kalmanowiecki
1998), constituyó buena parte de las agendas que desarrollaron diversos cuerpos
policiales dentro del país.

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