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Parte I: El sexo y el género.

Katherinne Jans.
¿Qué pasa conmigo que no logro encajar con lo que la sociedad me pide? Solía hacerme
esa pregunta cuando era adolescente. Una pregunta que no sólo era una idea banal que
apareció por mi mente por los “cambios hormonales” que experimentaba en esa etapa de mi
vida. Me repetían constantemente: “actúa como señorita”, “haz esto para parecer más
mujer”. ¿Pero qué es “ser mujer”? Pareciera que en el imaginario social está inscrito lo que
tengo que ser. Que mi forma de actuar en el mundo ya estaba predispuesta, incluso antes de
que naciera. Hasta hace unos años me cuestioné las implicancias de pertenecer a un género.
Esto me motivó a estudiar las bases teóricas realizadas por filósofos como Judith Butler que
dedicaron sus estudios al análisis de materia relacionada al sexo y al género,
comprendiendo su origen desde una perspectiva holística, que incluye los aspectos
biológicos, psicológicos y sociales.

Judith Butler, filósofa posestructuralista estadunidense de origen judío, ha realizado


valiosos aportes al campo del feminismo y la filosofía política. Su propuesta teórica
engloba dos temas que me gustaría compartir con ustedes y que, para no agobiarlos con
tanto concepto, dividiré en dos escritos:

1. La diversidad sexo-genérica vinculada a las identidades subjetivas, donde genera un


debate sobre cómo el discurso social construye y define las normas implícitas de
sexo y género, y de qué manera se correlaciona y determinan ambos constructos
normados simbióticamente.
2. El cuerpo disidente y la vida invivible de los cuerpos codificados dentro del discurso
social como masculino o femenino, pero que se identifica como el sexo opuesto y
ama a alguien de su mismo sexo. Es decir, quienes contradicen y vivencian la
realidad construida socialmente de manera opuesta a lo previamente establecido y
considerado dentro de la norma.

El sexo y el género son temas que hasta la actualidad se encontraban estrechamente ligados
debido a las reglas sociales vigentes en nuestra época, y que su raíz conlleva todas las
nociones pasadas. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) nos
proporciona una definición actualizada sobre el sexo describiéndolo como las
características fisiológicas y sexuales con las que nacen mujeres y hombres. Por otra parte,
la definición de género refiere a las ideas, normas y comportamientos que la sociedad ha
establecido para cada sexo y el valor y significado se le ha otorgado. Es decir, en el
imaginario social, cada individuo debe cumplir ciertos roles que previamente fueron
asignados para cada sexo y que es lo que tradicionalmente podemos ejemplificar como: el
hombre es quien trabaja y lleva dinero al hogar, y la mujer, es quien se queda en casa
realizando labores hogareñas. Sugiriendo a su vez que ambos se complementan y a
cabalidad concretan una relación heterosexual.
¿Qué nos dice Judith Butler?
En oposición a esta postura social sobre el sexo y el género, Judith Butler considera que el
sexo y el género no son meramente conceptualizados como una característica de los
cuerpos (genitales), sino que corresponde al efecto de una dinámica de poder que
diferencia y jerarquiza los cuerpos, teniendo así el control de abrir y cerrar las posibilidades
de opciones de desarrollo de los mismos. Para Butler el ser hombre o mujer son
condiciones internamente inestables, lo que la impulsa a cuestionar la idea de “sexo
natural”, el cual es comprendido desde dos posiciones opuestas. Desde esta concepción, lo
considera como un dispositivo en el que el género se ha estabilizado dentro de la matriz
heterosexual normalizada en nuestra sociedad, es decir, el sexo natural ha sido modelado
dentro de la lógica del binarismo de género, siendo imperativo desde la heteronormatividad
(Martínez, 2018).

La teoría de la performatividad: el proceso de creación de unx mismx.

A partir de lo anterior, Judith Butler presenta la teoría de la performatividad, concretando y


puliendo este concepto. Esta teoría comprende la performatividad vinculada al género y al
cuerpo; para ello utiliza sus escritos previos que contemplan la deconstrucción del género,
desde la noción de que estos son creados por y para la sociedad. Estas pautas sociales hacen
del ser humano un ente pasivo, el cual no tiene capacidad de tomar decisiones y
simplemente se rige bajo las reglas sociales, lo que permite cuestionarse sobre qué tan
genuina es la identidad.
Butler realiza una invitación a la reapropiación de estas acciones socialmente aceptadas y
adaptarlas para lograr ser lo que uno desee ser en cada situación. La performatividad se
concreta cuando estas producen realidades por transformación de las mismas, es decir, la
compilación de acciones corporales realizadas por un grupo compuesto de varias personas
posee una gran potencialidad en la producción de acciones colectivas para la
transformación de las relaciones sociales y de poder.

Butler, a partir del concepto de performatividad, afirma:

“Uno no es simplemente un cuerpo, sino, de una manera clave, uno se hace su


propio cuerpo y, de hecho, uno se hace su propio cuerpo de manera distinta a como
se hacen sus cuerpos sus contemporáneos y a cómo se lo hicieron sus predecesores
y a cómo se lo harán sus sucesores” (p. 189)

Para la filósofa, el cuerpo corresponde al territorio donde el individuo concreta la relación


entre su realidad y el mundo, visualizando lo performático como un sustento teórico del
autoconstrucción de la identidad de género, donde se crea un espacio de cuestionamientos y
elecciones que trascienden el pensamiento político social.

¿Qué puedo concluir con las ideas propuestas por Butler?

En primer lugar, que la sociedad a través de un discurso de poder -considerado como una
verdad objetiva a la cual debemos obedecer- atribuye a cada sexo un género: el hombre
corresponde al género masculino y la mujer de género femenino. Cada género posee roles
que llevará al hombre y a la mujer a comportarse de una manera determinada para poder
cumplir con la norma social y ser considerado parte de ésta. A su vez, la norma social nos
dice que debemos mantener una relación sexo-afectiva (heteronormativa) con una persona
del sexo opuesto. Incluso muchas veces ambos conceptos –sexo y género- se soslayan y
parecieran ser sólo uno, es lo que escuchamos muchas veces en las noticias como: “un
sujeto de sexo masculino…”. Esto me lleva a pensar en que está tan normalizada la
conjunción del sexo y género que ya no sabemos identificar cuál es cuál, desinformando a
la sociedad en una especie de persuasión carente de intención.
En segundo lugar, y considerando la performatividad, Butler hace un llamado a
reapropiarnos de nuestro sentido de identidad y pertenencia, y a considerar la extensión de
posibilidades que existen entre lo masculino y lo femenino. Es decir, no nací para ser parte
del rosado o el celeste, sino que también puedo sentirme de color naranjo o amarillo. Y está
bien, la sociedad me dice que debo hacer esto y aquello, pero realmente no me siento parte
del género que fue atribuido a mi sexo o simplemente no me siento mujer u hombre. Aquí
se nos abre un campo de infinitas posibilidades de poder SER y vivir plenamente lo que
quiero y siento, aun sabiendo que la sociedad me exige ser de cierta manera.

Lo último deja espacio para plantear el tema II sobre uno de los escritos de Judith Butler:
“deshacer el género” y su influencia en los cuerpos disidentes que experimentan la vida
social y personal de manera particular.

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