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24/5/2020 El papel de las mujeres en el periodismo y los medios de comunicación

El papel de las mujeres en el periodismo y los


medios de comunicación
[27/02/2017]

Eloy Fernández Porta, profesor del Módulo de Arte del Máster en Periodismo Cultural
(https://www.bsm.upf.edu/es/master-en-periodismo-cultural), se hace eco de diferentes artículos que
reflexionan sobre el papel de la mujer en el periodismo y los medios de comunicación y nos introduce el
último artículo publicado en Jot Down (http://www.jotdown.es/2017/02/las-mujeres-podran-libremente-
consagrarse-al-periodismo/) por la profesora María Angulo Egea.

'Desde el último tercio del siglo pasado las perspectivas de género han enriquecido el debate acerca de los
usos de la prensa, ofreciendo prácticas renovadoras y poniendo en cuestión algunos de sus códigos
asumidos. En el ámbito español, y desde un enfoque lológico, cabe destacar los estudios de Anna Caballé
acerca del columnismo escrito por mujeres, así como las investigaciones de Laura Freixas sobre la
presencia de las periodistas en los medios. Asismismo, con la fundación en 2010 de la revista digital vasca
Píkara se abrió uno de los principales espacios de acción y reflexión acerca de las feminidades y la política
de la información. El artículo “Píkara Magazine o cómo hacer periodismo feminista” (Revista Internacional
de Comunicación y Desarrollo, 2, 169-174) ofrece una able panorámica del asunto.

A estas aportaciones se une ahora el artículo “Las mujeres podrán dedicarse libremente al periodismo”,
publicado en Jot Down por la profesora María Angulo Egea, docente en el Área de Periodismo de la
Universidad de Zaragoza y autora de Crónica y mirada: Aproximaciones al periodismo narrativo (Libros del
K.O, 2011). Angulo Egea ha llevado a cabo una minuciosa investigación consultada que recoge las
experiencias e impresiones de profesionales de la información de varias generaciones y de medios
distintos. Su estudio ofrece una panorámica razonada y vindicativa del estado de la cuestión del binarismo
de género en los diarios de ámbito nacional, poniendo el énfasis en las condiciones laborales en que
desarrollan sus carreras las periodistas del siglo XXI'. 
Eloy Fernández Porta, profesor del Módulo de Arte del Master en Periodismo Cultural

Reproducimos a continuación el artículo Las mujeres podrán libremente consagrarse al periodismo


(http://www.jotdown.es/2017/02/las-mujeres-podran-libremente-consagrarse-al-periodismo/)
publicado por María Angulo Egea para Jot Down.

Las mujeres podrán libremente consagrarse en el periodismo

Hace seis años, en Artículo femenino singular, una antología dedicada a mujeres articulistas desde los
inicios del periodismo hasta el siglo XX, el profesor Teodoro León Gross y yo titulamos la introducción al
volumen «En cuanto el ambiente se haya despejado…» en alusión al comentario que Magda Donato
(Madrid 1868 – Ciudad de México 1966) había realizado sobre el quehacer periodístico femenino en
España. Esta pionera del reporterismo encubierto decía que «En cuanto el ambiente se haya despejado
por completo de su estrechez y de su mezquindad molesta, las mujeres podrán libremente consagrarse al
periodismo, que solo ellas pueden hacer llegar a su pleno desarrollo». Magda Donato mostraba esta

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con anza en el trabajo periodístico de las mujeres, en enero de 1918, en su sección «Femeninas» en El
Imparcial. Tenía que «despejarse el ambiente», tal y como lo expresaba, para que las mujeres pudieran
ocupar un lugar en la prensa generalista. En muchos sentidos debía ampliarse esa mirada, principalmente
masculina, para que la incorporación y el reconocimiento de las mujeres en la prensa se convirtieran en
un hecho.

Las mujeres que se dedicaban al periodismo en aquella época se consideraban una excepción, cuando no
una excentricidad. El recorrido que se vieron obligadas a realizar pasaba, en primer lugar, por salir del
espacio privado que se les había asignado, para adentrarse en los espacios públicos de socialización:
salones, cafés, academias o tertulias. Y, de ahí, a las redacciones y a los distintos ámbitos de poder. Había
que salir de lo marginal para hacerse un hueco en los medios.

Desde los inicios del periodismo en España, algunas pocas mujeres en efecto se hicieron hueco, y
consiguieron in ltrarse en los periódicos. Y a pesar de las di cultades, lograron un espacio propio. Entre
las más conocidas: Fernán Caballero, Concepción Jimeno de Flaquer, Emilia Pardo Bazán, Concepción
Arenal, Carmen de Burgos, Isabel Oyarzábal o Concha Espina. Y lo estaban haciendo a comienzos del XX,
junto a Magda Donato: Eva Canel, Sofía Casanova, Consuelo Álvarez, Jose na Carabias, María Luz Morales
Godoy, Irene Polo y un largo etcétera, especialmente en estos primeros treinta años del siglo y previos a
la Guerra Civil, que vendría a truncar, entre tantas cosas, el progresivo a anzamiento de la mujer en la
prensa española.

Habría que esperar hasta bien entrados los años cincuenta para hablar nuevamente de mujeres
periodistas, como Pilar Narvión, Pura Ramos o Mary G. Santa Eulalia. Pero sería a nales de los sesenta y
dentro ya del clima que fraguaba la transición donde volvemos a encontrar una avalancha de mujeres,
similar al de las etapas republicanas y feministas de Magda Donato. La nómina es muy extensa sin duda
Carmen Rico Godoy, Maruja Torres, Pilar Urbano, Juby BustamAnte, Nativel Preciado, Carmen Rigalt, Rosa
Montero, Sol Gallego-Díaz, entre otras muchas. «En la radio y televisión  ha costado mucho la
incorporación de las mujeres pero ahora son más fuertes y sólidas. Hubo un grupo de mujeres
fundamentales en los medios audiovisuales en los setenta y después como Carmen Sarmiento, Mercedes
Milá, Rosa María Calaf, Marisa Flores, Marisa Ciriza, Juby Bustamante. Y dos mujeres de cultura
democrática que vinieron ya con otro talante como Julia Otero y Concha García Campoy», comentaba
Lorenzo Díaz, en 2014.

Ya «han pasado décadas desde que Curri Valenzuela fue la primera mujer en tener mesa en la redacción
de la agencia EFE, o que Carmen Sarmiento fuera la primera mujer en cubrir una guerra, o Pilar Narvión, la
primera subdirectora de un periódico nacional como Pueblo o Pepita Carabias y la propia Narvión fueran
corresponsales de medios de comunicación de ámbito nacional. Hoy se cuentan por docenas las mujeres
que ocupan puestos similares», a rma la veterana periodista Pilar Cernuda.

Son ciertos estos logros. La mujer en este poco más de un siglo que va desde las declaraciones de Magda
Donato hasta nuestros días se ha ido instalando en los medios de comunicación y en otros puestos de
trabajo que antes eran impensables.

En crisis

Asumida esta situación ¿se ha despejado verdaderamente el ambiente en pleno siglo XXI para las
mujeres en el periodismo?

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Isabel San Sebastián lo tiene claro: «Hemos avanzado poquísimo. En mis treinta años de ejercicio de la
profesión la situación ha cambiado para las mujeres periodistas en la base, donde cada vez son más, pero
no en el vértice». Las oportunidades no son las mismas para las periodistas «no tanto por ser mujeres
como por ser madres». La mayoría de las que asumen puestos de poder no tienen hijos. En la televisión
han cambiado algo las cosas pero más en «entretenimiento» que en «información o información política».

Anabel Díez pone el foco en la crisis de los medios de comunicación que deviene de la crisis del sistema
económico que tuvo un impacto tan brutal en los medios como en el sector de la construcción. El cierre
de periódicos en España, como en el resto de Europa y en Estados Unidos, dio lugar a miles de
periodistas despedidos y a la puesta en marcha de un nuevo modelo de trabajo precario, como primera
característica, y con nuevas exigencias profesionales. Ahora bien, a rma, «aunque la crisis económica es
el meollo central que sumió en la crisis a los medios que no han encontrado aún el modelo de negocio a
seguir, también se ha aprovechado la circunstancia del enorme desempleo, para que las contrataciones
incluyan condiciones salariales y de trabajo escasamente atractivas. Y se cubren todos los puestos».

Soledad Gallego Díaz redunda en cómo en la actualidad la crisis del modelo de negocio y la crisis
económica han colocado a los periodistas, hombres y mujeres, en una terrible situación de precariedad
laboral, con cada vez menos derechos laborales. Pero subraya que «en el caso de las periodistas la
pérdida es aún mayor, como siempre sucede cuando se trata de retrocesos laborales. Las primeras en
sufrirlos somos las mujeres». Pilar Cernuda ahonda en esta precariedad actual «para desgracia de
quienes quieren dedicarse a esta profesión con la pasión necesaria, el panorama laboral es penoso». Pero
considera que esta situación lastimosa es así para hombres y mujeres por igual: «No advierto ninguna
diferencia o ventaja  por el hecho de ser hombre o mujer».

Gallego Díaz también encuentra luces dentro de la formidable expansión digital que nos rodea y que «ha
permitido también a muchas mujeres periodistas encabezar sus propios proyectos, con independencia o
como socias en igualdad de condiciones y ese camino está resultando muy interesante». Luces en la era
digital que Anabel Díez matiza por la necesidad perentoria de que «el trá co» sea incesante y masivo, con
la repercusión que esto tiene en los contenidos, que están muy condicionados. «¿Y qué atrae sobre todo
al trá co? Hay muchos análisis al respecto pero es evidente que los sucesos, el sexo van por delante
aunque también se pretende, y algunos lo consiguen, que la política se ponga al nivel de las anteriores,
junto a los asuntos llamados rosa o del corazón». Y Ana Romero apuntala, «en la cúpula, en el lugar
donde se toman las decisiones en los medios, solo hay hombres». Y que esta realidad se ha reproducido
de los medios analógicos a los digitales por la sencilla razón de que «son una réplica llevada adelante por
aquellos que salieron de los medios en papel y que han buscado refugio en lo digital para venir a
reproducir todo exactamente igual».

Otra veterana como Karmentxu Marín coincide en que la crisis ha sembrado miseria y la precarización en
la profesión, en la cual, además, se han perdido miles de puestos de trabajo. «Pero curiosamente —y
valga la ironía— entre las mujeres las condiciones de trabajo siguen siendo peores que las de los
compañeros varones». Y aporta datos concretos para hacerse  a una idea de cómo está el patio.  Basta
con citar, comenta, el Informe Anual de la Profesión Periodística 2015, presentado hace unas semanas en
la Asociación de la Prensa de Madrid. «El paro profesional es de un 64% entre las mujeres y un 36% entre
los hombres; entre 2014 y 2015 las categorías profesionales de las mujeres directoras, directoras
adjuntas, subdirectoras y redactoras jefas en medios impresos  pasó de un 6,7% al 7,8% (¡Loado sea el
cielo, pero fíjense qué dígitos!): en medios audiovisuales, del 6% al 7,8%, y en digitales, del 3,5% al
3,9%. Eso sí: de los licenciados en Periodismo en 2014, 63,1% eran mujeres y 36,9%, hombres. Las

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tablas salariales avalan, en la mayor parte de los segmentos remunerativos, esta situación de inferioridad
de las mujeres con respecto a los varones periodistas. La tabla 45 sobre salarios del citado Informe 2015
es realmente signi cativa.

Tocar Techo

Si bien la presencia de las mujeres en las redacciones españolas, y en las facultades de comunicación, es
notable, también lo es el omnipresente e insalvable techo de cristal. La mayoría de los puestos directivos
los ocupan hombres. Es una excepción en el panorama mediático que dos mujeres como Cristina Fallarás
y Ana Pardo de Vera dirijan diario16.com y público.es, respectivamente. Si no fallan las estadísticas, solo
una de cada cinco directivos es mujer. Es una constante entre las periodistas actuales establecer una
vinculación entre el techo de cristal y la precariedad laboral. Como señala Lucía Lijtmaer: «ninguna mujer
pasa en España de jefa de redacción salvo algunas excepciones». Y añade que a esta realidad se suma el
hecho de que «el periodismo diario, especialmente el político, sigue considerándose como un espacio
tradicionalmente “de macho”».

Anna Grau considera que las mujeres periodistas ahora mismo «copan o por lo menos predominan en la
clase de tropa, la infantería del periodismo, porque ahí suelen ofrecer virtudes (la capacidad de hacer
varias cosas a la vez por ejemplo) que las hacen más estimadas. Además en todos los o cios creativos y
mal pagados encontramos a más mujeres que hombres… pero a medida que escalamos en la cadena de
mando la cosa se complica. Hay muchas mujeres en la base de la pirámide del periodismo y muy pocas
en la cúspide, reinonas de los magacines televisivos aparte… pero estas últimas gozan de la patente de

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corso de hacer un producto pensado para audiencias femeninas. Es mucho más difícil encontrar una
mujer dirigiendo un periódico económico o simplemente prensa generalista. Allí parecen más de “ ar” los
hombres».

Colegas mexicanas y argentinas comparten esta misma sensación. La argentina Daniela Pasik comenta:
«Un rápido paseo por los medios grá cos en Argentina deja ver que los cargos directivos y las columnas
de opinión políticas, por ejemplo, son casi monopolizadas por hombres. Recientemente se entregaron los
premios de FOPEA (Foro de Periodismo Argentino), y los jurados eran todos hombres. Por supuesto, de
los diez premiados, solo hubo una mujer (Cecilia González)». Periodista premiada que coincide con lo
expuesto: «La gran pregunta para mí —dice González— es por qué casi no hay jefas  en los medios de
comunicación, ni columnistas».

Con todo, las periodistas españolas dedicadas a política son numerosas. No hay más que atender a las
tertulias radiofónicas y televisivas, pero también en la prensa, para que surja una nómina más que
respetable: Lucía Méndez, Anabel Díez, Olga Rodríguez, Marisol Hernández, Esther Esteban, Nativel
Preciado, Esther Palomera, Isabel San Sebastián, Esther Jaén, Carmen Moraga, entre otras muchas.

Entre noviembre y diciembre de 2014, con motivo del libro sobre el columnismo escrito por mujeres
mencionado al inicio del artículo, León Gross y yo organizamos el congreso «Artículo femenino singular. La
historia de las mujeres en el periodismo español», en Málaga gracias a la Fundación Manuel Alcántara. Y
en este evento una mesa de diálogo fue para las mujeres dedicadas a la opinión política entre las que se
encontraban Isabel San Sebastián, Anabel Díez, Lucía Méndez y Esther Palomeras.

En esta ocasión, Isabel San Sebastián recordaba cómo su columna de contenido político, «El
contrapunto», en los años noventa, en ABC, resultaba un hecho insólito. Era «muy novedoso y
extraordinario, por lo machista que era la sociedad en ese momento». «La opinión de una mujer valía
mucho menos que la de un hombre». Y añadía «Seguimos pesando mucho menos las mujeres que los
hombres. Esto es una rémora». Anabel Díez comentaba que habían cambiado mucho las cosas pero que
la presencia de los hombres seguía siendo abrumadora en las redacciones a pesar de que en la profesión
y en la facultad eran más las mujeres. «De manera natural las cosas o no llegan o con una lentitud
apabullante. En el periodismo de opinión política ha costado mucho y se ha ganado a pulso». Lucía
Méndez corroboraba que seguían siendo minoría las periodistas que hacen opinión política en los diarios
y añadía: «las mujeres tenemos que demostrar más a menudo, con mayor intensidad, con más número de
horas, que somos igual de capaces que los hombres, a pesar de tener familia e hijos». Y Esther Palomeras
apuntalaba: «Ya no somos agentes secundarios pero sigue habiendo escasez. Nuestra opinión sigue
siendo minoritaria».

Pero, siendo justas, tampoco nos engañemos, a esta «reivindicación estadística» hay que ponerle matices
como los que señala Alba Muñoz: «Ojo: una mujer no garantiza ni contenidos feministas, ni contenidos de
izquierdas, ni periodismo de largo aliento, ni experimentación, ni rutinas laborales compatibles con la
crianza. Pero tampoco hemos probado nunca…» Quizá ya sea el momento ¿no? Sobre todo el de visibilizar
mujeres en cargos directivos, pero no solo para que se las vea, sino para que se las escuche, que se
convierta en una normalidad, tanto el que lo hagan bien como el que lo hagan mal. De derechas, de
izquierdas o mediopensionistas. Que deje de ser un hito, un logro que una mujer acceda a determinados
cargos de responsabilidad en los medios de comunicación.

¿Qué hay que conciliar?

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Junto al infrecuente acceso a los puestos directivos de las periodistas emerge el asunto de la conciliación
laboral y de la maternidad. ¿Es posible desarrollar una carrera profesional en el periodismo siendo, a la
vez, madre, y no morir en el intento? Parece una tarea realmente compleja. Y eso explica en cierta medida
que las mujeres, aun cuando ya son mayoría en las redacciones, no alcancen todavía los puestos
directivos. En una entrevista realizada por Iñaki Gabilondo a Michelle Bachelet, el periodista comenta la
precariedad de las medidas actuales para la conciliación laboral porque «una mujer no puede llegar muy
lejos a tiempo parcial, tiene que trabajar mucho. La solución del tiempo parcial es una solución
coyuntural, no es una solución». Y con esa: «Una cosa que me ha marcado toda la vida es que nunca he
tenido que optar entre ser periodista y ser padre. Yo nunca me planteé: “no sé si quiero ser periodista o
padre”. Y he vivido rodeado de compañeras que se han preguntado muchas veces si tienen que ser
periodistas o madres».

Charo Zarzalejos, en 2014, en el congreso al que se aludía arriba realizaba la siguiente declaración: «Lo
que nos distingue a los hombres de las mujeres es que las mujeres tenemos una relación distinta con el
poder. Los hombres son más ambiciosos, la mujer si sale ambiciosa no tiene límites, es verdad. Pero a la
hora de ascender, de asumir responsabilidades, creo que nuestra escala de valores, por lo menos la de mi
generación, era bien distinta a la de los hombres. Siempre nos han podido más los afectos que el poder.
Siempre nos hemos sentido especialmente responsables de nuestros hijos. Creo que es este sentido el
que explica que pudiendo haber tenido ciertas cotas de poder, algunas hemos renunciado a ellas, porque
equivocadamente o no (en mi caso, no, me ha compensado), teníamos una escala de valores distinta. Y a
todo no se puede estar».

A las di cultades comunes con las que se enfrentan las mujeres en todos los sectores profesionales, hay
que sumar las especiales características del trabajo periodístico: disponibilidad horaria total, trabajo en
nes de semana y festivos… En esta profesión, como en tantas otras en las que la «productividad» parece
estar por encima de lo racional, si no puedes prolongar la jornada es como si no existieras. Muchas
mujeres solicitan reducción de jornada porque es la única manera de tener un horario cerrado y poder
organizarse con cuidadores, guarderías, colegios… Pero esta opción reduce también toda posibilidad de
ascenso o promoción. Esto contribuye a explicar la brecha salarial que hay en el sector, puesto que las
reducciones conllevan una drástica reducción del sueldo (muy por encima, en algunos casos, de la
reducción horaria, puesto que se eliminan automáticamente del sueldo los pluses y otras
compensaciones).

Por otra parte, pese a que el trabajo periodístico permite el teletrabajo  —con un móvil y un portátil está
todo resuelto—, las empresas periodísticas no lo fomentan. Es más, siguen premiando el «presentismo».
Y la organización del trabajo tampoco ayuda, pese a que ha habido avances. Una cosa son los sucesos, los
acontecimientos imprevistos, y otra, que la organización del trabajo demore el día a día. Además de optar
por reducciones de jornada, son muchas las mujeres que intentan cambiar de ocupación  en el sector, y
abandonan los medios, para aspirar a un trabajo más ordenado: en gabinetes de instituciones, empresas,
y otras entidades, o bien optan por hacerse autónomas.

Anna Grau añade que las mujeres suelen ser menos ambiciosas en líneas generales y «cuando descubren
que el periodismo es un o cio endemoniado de conciliar con la vida familiar y los hijos, normalmente
pringan más por este lado. En todos los matrimonios de periodistas que yo conozco, cuando llegan los
hijos y las complicaciones, ella, suponiendo que no llegue a dejar el trabajo, reduce las expectativas y
pecha mucho más que él. Estoy simpli cando y generalizando… pero creo no estar equivocándome
mucho».

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June Fernández, directora de la revista feminista Píkara Magazine, amplía el campo a lo que denomina el
«peso de los afectos» que recae sobre las mujeres en general. No ya la conciliación con la maternidad,
que se da por supuesto, sino también las relaciones que si bien dan, también restan energía vital y hacen
que no te plantees irte lejos, o que te sientas culpable si te pasas todo el día trabajando y no tienes
tiempo para tu pareja, para tus hijos o tus padres. Hay una incomprensión en el mundo familiar si es la
mujer la que no encuentra el tiempo para los otros. No se estimula lo material, el empoderamiento, que
seamos ambiciosas y nos movamos por el mundo. «Mi idea es que las mujeres recibimos más mensajes
que minan nuestra iniciativa personal y que nos atan a un contexto y una vida determinados por los
afectos», subraya.

Periodismo «cipotudo»

Por otro lado, según a rman bastantes profesionales, parece seguir vivo un periodismo de «machos».
«Incluso entre periodistas hombres que hablan ante periodistas mujeres con mucho más recorrido»,
señala Alba Muñoz que apunta además lo triste y ridículo de esta situación. «Eso da pie, por ejemplo, a
que una cagada de un redactor haga gracia, ya que completa el genotipo de reportero viril y trasnochado
que la lía de vez en cuando. Un fallo femenino se considera mala praxis, falta de profesionalidad. El trato
de los jefes hacia ellos recuerda a un encuentro en el bar. Con ellas, en cambio, se genera la atmósfera de
una entrevista de trabajo. En un mundo que sigue dirigido por hombres, sigue imperando la
masculinidad». Lucía Lijtmaer subraya que, pese a la apariencia de «feminización» de las redacciones (en
las caras visibles), nada afecta esto a la agenda, a los temas. Y añadiríamos que ni al tratamiento de los
temas. Por ejemplo, hoy en día un informativo puede abrir con un feminicidio, y la prensa escrita también
se ocupa de la violencia de género y le da relevancia en el medio.  Precisamente la crónica de sucesos es
uno de los géneros que más se ha «feminizado» en este sentido en los últimos años. El problema no es
que se hable poco de ello, sino que los modelos discursivos que lo describen se centran siempre en la
«debilidad de la mujer» y su fragilidad «connatural». Tamara Marbán contempla que «la mayoría de las
di cultades, discriminaciones, violencias e invisibilidades a que estamos sometidas las periodistas vienen
de antiguo, es decir, no llegan cuando nos instalamos en el o cio, sino que forman parte de una lista
machista tenebrosa de heridas antes de la muerte a las que hacemos frente en el periodismo y fuera de
él». La precariedad que nos ha regalado el neoliberalismo salvaje y la incertidumbre por el cambio en el
modelo de negocio de los medios exacerba la sensación de inseguridad.

June Fernández lleva este asunto hasta las redes informales de poder y de decisión, en donde las
mujeres periodistas, se han sentido excluidas de manera  más o menos sutil de los espacios en los que
«se corta el bacalao». «Por ponerte un ejemplo, cuando yo curraba en un periódico, un chico de mi edad
se fue de concierto con los jefes. Yo ni lo hubiera contemplado. Ese compadreo con los jefes (hombres) es
mucho más difícil cuando eres mujer, sobre todo sabiendo que si estrechas con anza te expones a que te
sexualicen. Puede ser el partidito de fútbol, quién se va de cañas con los jefes, el sentido del humor que
se maneja en la redacción… Lo mismo con los políticos. O en el caso de las corresponsales, ese
ambientillo nocturno que, por ejemplo, describe Manuel Jabois en el prólogo de Novato en nota roja, de
Alberto Arce».

La happy hour la denominaba y temía una colega de profesión de Anabel Díez, según comentó en el
congreso de 2014, ese tiempo en el que los hombres se iban de copas y compadreo y en el que todo se
decidía porque, cuando volvían a la redacción, ya estaba pensado qué se publicaba y dónde. Isabel San
Sebastián señalaba esta capacidad de medrar e irse de copas con el jefe y apuntalaba: «los hombres
dedican más tiempo a medrar y la mujeres a trabajar».

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Parece cierto, aunque pueda a veces dar la impresión de lo contrario por la mayor visibilidad de ideas y
pseudoideas feministas, que, como expuso Íñigo F. Lomana, estamos en una era de «prensa cipotuda»,
de estilo rimbombante y de exuberante virilidad. Y en este punto, acierta otra vez Alba Muñoz en su per l
de Facebook con respecto a la polémica que generó esta publicación en las redes:

«Los cipotudos me gustan si son buenos en lo suyo, del mismo modo que me gustan algunos pintores
fascistas. Hay cipotudos a los que les gusta pensar y a mí me gusta leer pensamiento, por aquello de abrir
ventanas al cerebro para luego cerrarlas si eso. La relación entre talento e ideología es la que es y cada
uno la gestiona a su manera». A este respecto entre «ética y estética» o «ideología y estilo», el artículo de
Alberto Olmos publicado en El Con dencial recoge una defensa de la «prosa cipotuda», inserta en una
tradición literaria española que también hay que tener presente.

«Pero a los cipotudos les envidio una cosa —continúa Alba Muñoz—: la armadura invisible que hace que
sus palabras pesen más y que muchas balas les reboten. Da la sensación de que todo lo que escriben
suena más sabio, reflexivo, importante. Termina siendo más influyente que lo que escribimos las mujeres.
Y no solo porque sean más en las tribunas y en los consejos de dirección. Es como si a nosotras se nos
leyera con el balido de una oveja y a ellos en una iglesia vacía que resuena». Habrá que pensar despacio
por qué ellos suenan acertados y rotundos y nosotras dubitativas. En igualdad de condiciones, señala Ana
Grau, suele tener más credibilidad la información de un hombre…«a no ser que la mujer adopte un rol
marcada y hasta agresivamente masculinizado. Estoy generalizando y simpli cando, pero no me estoy
alejando mucho de la verdad». Emilia Landaluce, con su singular ironía, apunta que «todo son ventajas» si
eres mujer y periodista, y exclama: «¡Las periodistas coñudas no existimos!». Quizá esta falta de
reconocimiento y audición de las voces de las periodistas guarde cierta relación con el «síndrome de la
impostora» que atemoriza a la periodista Tamara Marbán. Síndrome que es en cierta medida
representativo: «el miedo a destacar, a levantar la mano y la voz, a no pedir permiso, a no callar y a no
conformarse… por si te descubren. Sentir ese vértigo del no debería estar acá, no me lo merezco, mi voz
no es importante. Ese no querer/poder ocupar el sitio que se nos antoje a nivel laboral es el microscopio
meridianamente claro de cuánto el mundo, con sus cruces históricos, nos atenaza».

Histeria digital machista

La prensa digital parece que reproduce y ampli ca en algún sentido los agravios comparativos entre
hombres y mujeres. Mariluz Peinado se preguntaba, a raíz de una investigación que The Guardian publicó
el pasado mes de abril «The Dark Side of Guardian comments»: «¿Por qué hay tanto odio hacia las
mujeres (periodistas y no periodistas) en internet?» The Guardian  presenta las conclusiones de una
investigación inmensa: el periódico analizó 70 millones de intervenciones de lectores y lectoras en los
artículos de su web desde 2006. En este tiempo, solo un 2% (1,4 millones, aproximadamente) han sido
eliminados por los moderadores por considerarlos muy inapropiados. Sin embargo, entre los millones de
comentarios que se mantuvieron en la web del diario británico no solo había reflexiones y argumentos
racionales. También había insultos, acoso y palabras de desprecio, especialmente hacia las periodistas. Y
¡ojo! Porque uno de los aspectos más comentados en este debate fue la revelación de que la mayor parte
de los mensajes de odio enviados contra mujeres en internet proceden de otras mujeres, en su mayor
parte jóvenes. Polly Tyonbee en «When women can be misogynist trolls, we need a feminist internet»
explica alguna de las causas que llevan a estas jóvenes a convertirse en trolls de sus congéneres y
expone algunas medidas posibles que, como en tantas ocasiones, pasan por un buen sistema educativo.

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Los resultados de la investigación de The Guardian pusieron cifras a algo que la mayoría de las periodistas
han sentido alguna vez: que son más a menudo que sus compañeros el objeto de insultos de
comentaristas. «De los 10 escritores que sufren más acoso, ocho fueron mujeres (cuatro blancas y cuatro
no-blancas) y dos, hombres negros», decía el estudio. Las periodistas son más fácilmente criticadas,
despreciadas e insultadas en las redes sociales y las ediciones digitales de los medios de comunicación.
Y el argumento no siempre es la calidad de nuestro trabajo, subraya la periodista de El País.

Dos días después, Peinado, publicó en Verne (El País) un artículo sobre el informe de The Guardian. Los
comentarios se llenaron de insultos; acusaron a la periodista de «hembrista y de odiar a los hombres». Y
a rmaron que mentía, aunque su aportación al artículo era mínima y recogía los resultados de varios
estudios. Ese artículo fue mucho más comentado de lo que son habitualmente las publicaciones de Verne
siguiendo algo que el propio estudio indicaba: que no solo las mujeres son más insultadas, sino también
que los artículos sobre mujeres son más criticados. Se lamenta Peinado de que sea algo más que
habitual. «Hay pocos temas que polaricen tanto los comentarios en los medios digitales como el
feminismo o los derechos de las mujeres. El propio estudio de The Guardian apuntaba que, en los
artículos sobre violaciones, el número de comentarios bloqueados aumentaba respecto a la media. Es
casi imposible rmar una información que hable sobre tendencias feministas, que rescate a guras
femeninas olvidadas o que explique términos como mansplaining sin que alguien te llame feminazi.
También sin que alguien te ataque personalmente y diga que seguro que eres fea, estás amargada o
malfollada. Como si fueran argumentos de autoridad para evaluar el trabajo de las profesionales. La
conversación y la posibilidad de democratización de la información que ofrece internet tiene aún mucho
que avanzar en este sentido», subraya.

La revista Píkara Magazine publicó el año pasado un reportaje signi cativo sobre acoso machista y
comentarios sexistas a mujeres periodistas. «Micromachismos o microviolencias que nos quitan energía y
seguridad en nosotras mismas», como una cuestión clave que señala June Fernández.

¿Tú que haces para que esto mejore?

Llegados a este punto, tras constatar ese techo de cristal, la tan difícil conciliación familiar y el machismo
sobresaliente en los medios analógicos y digitales, ¿qué queda? Silvia Cruz quiere escapar de la queja
que, siendo lícita, le resuena cansina, «Ya se quejan hasta ellos de estas cosas, mira si es fácil», comenta
con divertida ironía. Cruz se plantea esta cuestión: «¿Tú qué haces para que esto mejore?» La periodista
freelance responde que en la medida de lo posible ella trata de ampliar su mirada en lo referente a las
mujeres como ha aprendido a hacerlo con otros temas. «Yo no nací feminista, me hice, y me hice o me di
cuenta de que lo era bastante tarde», a rma. «Lo que hago en mi día a día cuando me planteo un
reportaje, pienso: este experto que he empleado, ¿podría ser una experta? Las voces de autoridad
femeninas están en segundo plano, a veces no por machismo, sino por comodidad, pues todos los
periodistas acudimos a las mismas fuentes porque ya están veri cadas y todo fluye más rápido. Eso
implica más trabajo, claro. Hay que elegir, comprobar que realmente esa mujer experta está autorizada en
su campo y no escogerla solo porque es mujer. Encontrarla, contactar, a veces convencerla de que hable,
convertirla en tu fuente». Tamara Marbán en este sentido de buscar respuestas y maneras que no
aprisionen y respondan a su querer hacer periodístico se cuestiona casi de manera inconsciente y a diario
con cómo romper con ciertas dinámicas y aprendizajes. Y así  trata de «encontrar una voz fuera del
feminist planning y del resto de plainnings, que evite la propaganda, sin dejar de contribuir en  dar la
pelea; tratando de identi car los espacios narrativos que suman, que aportan, que construyen, que

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24/5/2020 El papel de las mujeres en el periodismo y los medios de comunicación

sostienen el bien común y que parten de la reivindicación feminista, que nos sostiene en el mundo; quiere
«inventar un artefacto periodístico que sortee y/o atraviese lo biográ co, pero que huya de la
pseudo cción. Que dé respuestas, que se reinvente».

Y en esta línea de planteamientos renovadores, Laura Corcuera, redactora de Diagonal, se pregunta por
aquel medio que considera qué necesita esta sociedad y nos pregunta también: ¿Qué medio de
comunicación imaginas «ideal» en términos de condiciones materiales de producción, organización
interna, contenidos y formatos? Corcuera sugiere que reflexionemos sobre asuntos como «soberanía
informativa» y «periodismo situado» y propone vincular medio a movimiento. En atención al ecosistema
mediático actual plantea tres aspectos clave en los que debemos detenernos para comprender mejor
cómo funciona el periodismo y la comunicación actualmente y qué lugar ocupan en esta cadena las
mujeres y las mujeres periodistas. Desde sus postulados feministas, se trata de atender a tres cuestiones
básicas, que expone del siguiente modo:

    (Re)presentación de las personas no varones en los medios de comunicación, como protagonistas,
sujetos, interlocutores, «agentes», «expertxs» de los acontecimientos y de los procesos que se dan
en la vida, desde lo más concreto y local a lo más global y abstracto.

    Quién escribe/produce discurso/información en los medios. Quién hace los medios.  La presencia
de plumas/emisoras no solo varones blancos jóvenes occidentales de clase alta y a veces media.

    El funcionamiento de las empresas informativas, organización interna jerárquica, autoritaria,


machista y heteropatriarcal. Las condiciones materiales de producción. Conciliación con la vida,
división sexual del trabajo periodístico (temas, responsabilidades). Y cómo el periodismo en su
vertiente más intrépida se entiende como una actividad «reservada» para los chicos.

Hasta aquí lo que hemos podido aclarar de la situación actual de las mujeres periodistas. Aún no parece
que se haya «despejado el ambiente» como sugería Magda Donato que sucedería en el periodismo, como
ocurre en tantos otros ámbitos sociales y laborales. La presencia de las mujeres en los medios sí es un
logro que no podemos obviar pero aún con todo las desigualdades entre hombres y mujeres son
mani estas. Es sintomático que tanto veteranas como profesionales más jóvenes coincidan mal que bien
en la mayoría de las cuestiones. La única voz disonante al respecto es la de Pilar Cernuda, de aquellas
que han entendido que esta cuestión les apelaba, que ha habido lógicamente algunas periodistas que han
preferido no contestar.

Quizá Donato al emplear la palabra «consagrarse» estaba siendo estricta con el término en el sentido de
entregarse en cuerpo y alma al ejercicio periodístico, y a nada más, día y noche. Quedan muchas barreras
que derribar y mientras tanto, «ante una hipotética brecha de género», Alba Muñoz nos hace una última
propuesta que no debemos dejar de considerar. Esta periodista se ofrece «como subjefa de un medio de
comunicación mayoritariamente femenino en todos sus órganos vitales». «Lo de subjefa es por el estrés»,
aclara.

 
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