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¿Qué es el neoliberalismo?
Visión general. Síntesis de conclusiones
Ana Mª EZCURRA
Fuente: http://servicioskoinonia.org/relat/204.htm
ETAPA FUNDACIONAL
El neoliberalismo atravesó una primera etapa, de índole fundacional, que comenzó hacia 1947, se prolongó
aproximadamente treinta años y dio lugar a un cuerpo doctrinario sistemático, muy elaborado y coherente:
una ortodoxia neoliberal originaria, que conforma el producto clave de esa etapa.
Su tesis básica, de raigambre neoclásica, es que el mercado constituye el mejor instrumento, el más eficaz
para la asignación de recursos y la satisfacción de necesidades. Un mecanismo de autorregulación que conduciría
al óptimo social y que, por ello, resultaría intrínsecamente superior. Por eso, dicha ortodoxia exaltó las virtudes de
un Estado mínimo e impugnó vivamente al Estado de Bienestar y, en general, al Estado como dispositivo de
redistribución en beneficio de las clases desfavorecidas.
Aquella tesis operó como un principio rector, organizador del conjunto doctrinario. Un principio
que perdura hasta la actualidad, si bien con matices. En efecto, ya no se pregona un Estado mínimo, sino
un Estado eficaz. E incluso se aceptan ciertas funciones estatales en materia de redistribución.
Sobre esa base, el neoliberalismo originario planteó una agenda de políticas con cuatro ideas-fuerza clave:
Se trata de ideas-fuerza que (como en el caso anterior) persisten hasta el presente, aunque también exhiben
algunos matices. Por ejemplo, y como ya se insinuó, el crecimiento sigue siendo el objetivo prioritario
(continuidad), pero se lo reputa como insuficiente (cambio). Entonces, despuntan cuatro ideas-fuerza y un
principio rector vertebrales, distintivos del modelo que, por su carácter jerarquizado y permanente, ciñen los
márgenes de variación y permiten hablar de un mismo paradigma, si bien cambiante: el neoliberal.
UN DIAGNÓSTICO RENOVADO
En los ‘90s, la jerarquización de la pobreza y, en general, del deterioro social, se ha expandido al punto de
parecer un consenso generalizado de alcance planetario. Incluso, cobran relieve nociones como Desarrollo
Humano y Desarrollo Social, que hasta han sido retomadas por la banca multilateral. Empero, tal consenso no
existe. En efecto, subyacen diagnósticos y políticas muy diversos, inclusive opuestos. Por eso, lo relevante (en
cada caso) es determinar cómo se define el problema: el diagnóstico causal (cuál sea el origen de aquel
deterioro); y, por consiguiente, qué se propone para solucionarlo: la agenda de políticas.
Ajuste y pobreza
En primer término, el "aggiornamento" repercutió en una visión revisada respecto del papel de los ajustes
estructurales en el origen de aquella explosión de la pobreza en el Sur. Es decir, como factor causal. Se dio una
novedad (respecto de los ‘80s). Así, desde inicios de los ‘90s la banca de Bretton Woods admite que los ajustes
suelen provocar efectos desfavorables en los pobres y, en general, en los trabajadores. No obstante, también
asegura que se trata de resultados momentáneos, ineludiblemente transitorios.
Por lo tanto, en el mediano plazo las "reformas de mercado" serían congruentes con la merma de la
pobreza. Por eso, en materia de políticas -y a pesar de tal novedad- se ratifican los trazos centrales del programa,
aunque se insertan algunas correcciones.
A la vez, la atribución de dicho carácter transitorio carece de cualquier fundamento empírico, si bien
proviene de una tesis teórica, aquella que estructura el edificio neoliberal (el mercado como mejor mecanismo de
asignación de recursos y satisfacción de necesidades). Por ende, se perfila una racionalidad dogmática y una
"fuga hacia el futuro", que ya operaban en los ‘80s.
No sólo no hay evidencias empíricas que funden la transitoriedad como certeza. Además, la mejora social
se posterga sine die y, peor todavía, el deterioro se ahonda. En efecto, en los ‘80s, sí, pero también durante los
‘90s (lapso de diseño e instauración del "aggiornamento"), la evolución de los principales indicadores sociales en
América Latina ha sido (y es) persistentemente negativa. Entonces, esta debacle coincide con un ciclo largo, que
empezó (o se agudizó) a inicios de la década del ‘80, perdura hasta el presente y corresponde al período de
implantación del programa neoliberal (en sus diversas fases).
El carácter prolongado del ciclo permite contraponer una hipótesis diagnóstica alternativa, fundada
empíricamente en tal evolución y no en ninguna tesis dogmática (como sí ocurre con el neoliberalismo):
El retroceso social constatable en América Latina (y en el Sur) durante los ‘80s y ‘90s constituye un impacto
negativo de largo plazo, no transitorio. Se trata, pues, de un efecto estructural, atribuible e inherente a dicho
programa (neoliberal).
En consecuencia, se requiere una reorientación substancial, una visión alternativa del desarrollo, que
supere los estrechos marcos de una pretendida "humanización" del ajuste, así como los llamados en pro de la
apertura de una etapa que agregaría lo social al mismo programa básico.
Crecimiento y desigualdad
La pregunta diagnóstica correspondiente es: ¿qué papel y jerarquía relativa tienen los problemas
de crecimiento e igualdad en el origen de aquella expansión de la pobreza y, en general, de tal deterioro social? Es
decir, como factores causales. El Banco Mundial da una respuesta categórica. El vector estructural, predominante,
serían las obstrucciones al crecimiento económico, con lo que continúa una idea-fuerza nodal del ideario neoliberal.
Empero, la novedad (respecto de los ‘80s) consiste en que se acepta que la desigualdad condiciona los frutos del
crecimiento (en la esfera social). En consecuencia, y en materia de políticas, se sigue promoviendo un máximum de
acumulación (continuidad), pero se admite la necesidad de políticas distributivas (cambio).
Una hipótesis diagnóstica alternativa es que en América Latina la expansión de la pobreza durante los ‘80s y
‘90s ha sido, en buena medida, producto de un fuerte e incesante incremento de la desigualdad, que continúa hasta el
presente. Por lo tanto, en esta óptica el factor causal preponderante reside en la desigualdad y no en los límites al
crecimiento económico.
De ahí que el foco de una visión alternativa al neoliberalismo sea el combate a la desigualdad. Y ello
demanda transformaciones substanciales en las estructuras de poder; una tarea de naturaleza política que, a su turno,
requiere la edificación de un poder alternativo, un poder de las mayorías.
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Estado y mercado
Desde el inicio, ya en 1990, el "aggiornamento" revalorizó el papel del Estado y, por ende, una
mayor intervención pública con fines distributivos, una óptica que comporta undistanciamiento de la ortodoxia y que
prosiguió e incluso se ahondó en los ‘90s.
Empero, a la vez se aboga por una intervención módica, "amistosa con los mercados" y, más aún, se auspicia
la generalización de criterios y mecanismos de mercado en el Estado, incluso en servicios públicos sociales como la
educación y la salud (por ejemplo, en los procedimientos de asignación de recursos estatales o el arancelamiento de
ciertas prestaciones). Se trata, pues, de una intervención mercantilizada. Éste es el sentido del cambio. En definitiva,
se perfila un pensamiento transaccional, sí, pero dominado por el dogma primario, la apología de origen (el mercado
como óptimo social).