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Leonardo Yuri Valencia Natera

Lenguaje Y Pensamiento

Filosofía

Filosofía del lenguaje

En reiteradas ocasiones se ha dicho que la filosofía es ciencia porque es un conocimiento


cierto por causas, no es extraño que el carácter peculiar de la misma se refleje sobre su
enseñanza y suscite dificultades casi insuperables. El hecho de enseñar filosofía no consiste
en informar o ilustrar al discípulo acerca de pormenores que fatigan su memoria, sino
exacerbar en su ánimo el nacimiento de los problemas y despertar la necesidad de
encontrarles perentoria respuesta; hacer que el enigma hunda su aguijón en la carne de
neófito y que este se sienta arrasado por la incógnita experimentada como angustia propia.
Por eso iniciarse en filosofía no es asimilar un saber logrado, sino lanzarse, por propia
cuenta y riesgo a filosofar. (Tomado y adaptado de: El pensamiento y lo moviente, Henri
Bergson 1934)

Me gustaría mucho enfocarme ahora desde el punto de vista de la filosofía del lenguaje,
algunos filósofos sostienen que todo problema filosófico no es más que un problema del
lenguaje mismo, la principal base para afirmar esto es que el lenguaje es el vehículo del
pensamiento, este último intimo agente filosófico. Por ejemplo miremos un poco la
hipótesis de Sapir-Whorf; esta puede ser apreciada en su forma original de la siguiente
forma; la hipótesis del Determinismo Lingüístico: el lenguaje que habla una persona,
moldea y determina su forma, de pensar (el lenguaje determina el pensamiento). Los
autores afirman que cuando los individuos aprenden su idioma nativo, aprenden también
una visión concreta del mundo, una determinada forma de ver el mundo, (esta última se le
conoce como Relativismo Lingüístico).

Los datos que usaron Sapir-Whorf para apoyar dicha hipótesis, se basaban en estudios
sobre las lenguas indias americanas señalando que, como eran muy diferentes a las lenguas
europeas por ejemplo, esto era lo que les llevaba a pensar de una manera tan distinta a los
indios de los europeos (diferencia de pensamiento a razón del lenguaje). Whorf consideraba
que los hablantes de diferentes lenguas, piensan de forma distinta y se apoyó por ejemplo,
en los diferentes tipos de nieve que existen según los esquimales: el hecho de que existan
palabras diferentes en lengua esquimal para poder discriminar entre diferentes tipos de
nieve, es lo que lleva a los esquimales, a pensar en la nieve de diferente forma que los
europeos.
De una forma general lo que esto afirma es que cada lenguaje se halla contenido en una
concepción particular del mundo. El lenguaje nos ayuda y es al mismo tiempo, es obstáculo
para la investigación de nuestra experiencia, y los detalles de estos procesos de ayuda y
obstaculización vienen confirmados por la importancia más sutil de las distintas culturas.
No descubrimos tantos significados en la experiencia como los que imponemos, y ello
ocurre gracias a la influencia de las distintas formas lingüísticas sobre nuestra orientación
respecto al mundo. No existen dos lenguas tan semejantes entre sí como para que se pueda
afirmar que representan la misma realidad social. Vemos, oímos, y realizamos nuestras
experiencias de acuerdo con las costumbres lingüísticas de nuestra comunidad, que nos
ofrece determinadas interpretaciones.

Egocentrismo, es la característica que define a una persona que cree que sus propias
opiniones e intereses son más importantes que las de los demás. Parte de la hegemonía de
que sus pensamientos por sobre los otros, lo que él piensa, opina, decide, cree y razona es
primero y más importante que el resto, el mundo gira alrededor de su individualidad y lo
que no se ajusta a él es rechazado y desvalorado por su opinión. El término deriva del latín
ego, que significa "yo". Una persona egocéntrica no puede "ponerse en los zapatos de los
demás (quitándose primero los de él mismo)", y cree que todos buscan o deben buscar lo
que él busca (o lo que él ve, en alguna forma, excede en lo que otros ven).

(1896-1980) sostuvo que los niños pequeños son egocéntricos. Esto, de ninguna manera
significa que sean egoístas, sino que no tienen todavía la suficiente habilidad mental para
entender a otras personas que puedan tener diferentes opiniones y creencias con respecto a
la de ellos. Piaget hizo una prueba para investigar el egocentrismo llamada el estudio de las
montañas.

Puso a niños delante de una cordillera sencilla de yeso y entonces les pidió que escogieran,
de cuatro retratos, la vista que él, Piaget, vería. Los niños más pequeños eligieron el retrato
que ellos mismos estaban viendo. Sin embargo, este estudio ha sido criticado justificando
que se trata sencillamente del conocimiento de la visión espacial de los niños y no del
egocentrismo. Un siguiente estudio relacionado con muñecos de policías, mostró que niños
pequeños fueron capaces de decir correctamente lo que el entrevistador estaba viendo.

Es común observar en niños que se encuentran en edades comprendidas entre los 12 y 24


meses que no quieren compartir sus juguetes o que a todo le dicen “mío” aunque no sea de
ellos y esto se debe a una característica particular de esta etapa denominada Egocentrismo.

El egocentrismo es la idea de que todo se mueve alrededor de uno mismo, por tal motivo
los niños se sienten el centro del universo, el niño no es capaz de ponerse en los zapatos de
los demás. Según Jean Piaget, psicólogo suizo, el egocentrismo es una conducta pasajera.
Si bien esta conducta es mucho más evidente entre los 12 y 24 meses, también es posible
encontrarla en niños de hasta 5 años, pero en cada etapa se manifiesta de diferente manera:

De 0 a 2 años, el egocentrismo se da a un nivel físico-motor ya que se encuentra en el


periodo sensorio motor según Piaget. Aquí el niño está iniciando el descubrimiento de su
propio cuerpo y espera que todo aquello que se encuentra a su alrededor se moldean a él
pero se irá dando cuenta que las cosas no se adaptan a él sino que, por el contrario, es él
quien se debe acomodar al entorno.

Cada día empleamos miles de palabras en nuestras conversaciones, este hecho nos parece
de lo más normal y cotidiano pero dejamos de lado que el poder comunicarnos es un
proceso muy complejo.

Debemos reconocer el sonido, darles a estos sonidos significado, emplearlos de manera


adecuada dependiendo el contexto y demás procesos que intervienen en la comunicación.
Todo esto para darle un uso correcto o deseado gracias al lenguaje podemos satisfacer
demandas y necesidades, controlar a otros, establecer contactos con los demás, expresar
sentimientos, crear, preguntar o escribir.

Vigotsky se enfocó a buscar el cómo se adquiere y como se utiliza esta capacidad humana.
En su obra no niega la importancia del aprendizaje asociativo, pero lo considera
insuficiente.

El conocimiento no es un objeto que se pasa de uno a otro, sino que es algo que se
construye por medio de operaciones y habilidades cognoscitivas que se inducen en la
interacción social.

Vygotsky señala que el desarrollo intelectual del individuo no puede entenderse como
independiente del medio social en el que está inmersa la persona.

Para comprendernos a nosotros mismos y a nuestra sociedad debemos analizar cómo es que
logramos llegar a una buena comunicación y de igual manera comprender la complejidad
de esta misma.

Luego de nuestra investigación, hallamos entre ambos autores, más allá de sus diferencias,
un punto de encuentro esencial. Los dos le otorgan un rol fundamental al lenguaje
egocéntrico en el desarrollo del niño, como un período de transición para lo que luego
constituirá el lenguaje adulto. Por un lado, para Piaget como lenguaje socializado, y por
otro lado para Vigotsky como lenguaje interiorizado.
Adam Schaff, nos dice de que a pesar de que los historiadores y los representantes de otras
ciencias tengan o no conciencia de del valor que ha tenido la filosofía en el desarrollo de
sus disciplinas y en sus puntos de vista sobre el proceso del conocimiento y, por
consiguiente sobre el problema de la verdad.

El primer modelo tiene la concepción mecanicista de la teoría del reflejo en donde el objeto
de conocimiento actúa sobre el aparato perceptivo del sujeto que es un agente pasivo,
contemplativo y receptivo; el producto de éste proceso es un reflejo o copia del objeto,
reflejo cuya génesis está en relación con la acción mecánica del objeto sobre el sujeto.

El segundo modelo es el idealista o activista, en el se produce todo lo contrario que en el


primero: el predominio o la exclusividad, vuelve al sujeto cognoscente que percibe el
objeto de conocimiento como su producción. Éste modelo se ha concretado en diversas
filosofías idealistas subjetivas y, en estado puro, en el solipsismo.

El tercer modelo que, al principio de la preponderancia de uno de los elementos de la


relación cognoscitiva (del objeto en el primer modelo y del sujeto en el segundo), opone el
principio de su interacción.

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