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TEMA 3: EL RETO DE SER BUENOS PADRES.

Los rápidos cambios que sufre el mundo contemporáneo y las políticas dominantes basadas en
principios económicos de globalización han puesto en tela de juicio los valores humanos, las
instituciones y los significados que regían al hombre y la familia no es la excepción, ante una
sociedad cada vez más individualista, competitiva y agresiva, más carente de valores tanto
humanos como cristianos, tenemos el enorme reto de salvaguardar la auténtica vida familiar y
como padres de familia, nos queda el reto de ser buenos padres en el mundo de hoy.
Ser buenos padres debe ser el compromiso de todas las parejas jóvenes y a continuación,
presentamos algunos elementos que pueden ayudarnos en la exigencia irrenunciable de ser
buenos padres. Dos de los fines propios del matrimonio es la procreación y la educación de los
hijos, lo cual representa un proyecto complejo y a lago plazo. Para ser buenos padres es necesario
partir de un punto muy importante: una pareja y una familia es la interacción de individualidades
autónomas y no la suma de personas que parte desde el momento del noviazgo.
Para que haya pareja se necesitan dos personas, de ellas, nace una tercera y otras más, cada
persona es un universo diferente (“cada cabeza es un mundo” “cada persona es única e irrepetible”
“Dios utiliza un molde único al hacer a cada persona”), por eso el papel de la educación en el mundo
actual nos desafía a evaluar y a redimensionar el rol que juega el padre, la madre y los hijos. Es
necesario crear nuevas relaciones en las que se compartan las responsabilidades del hogar a través
de compromisos diarios, también, que se de importancia al diálogo, al buen ejemplo y a una sana
convivencia estructurada en torno al amor.
La tarea de ser buenos padres es un verdadero arte, una verdadera ciencia, cuando llegan
los hijos es importante estar bien preparados, con metas comunes y objetivos claros. Mas allá de
los sentimientos es necesario hacer un alto en el camino para reflexionar como pareja sobre cuál
será la senda justa por la que van a transitar los hijos, para ello, es importante identificar nuestro
papel en la naciente familia y reconocer nuestras virtudes y errores para educar así hombres y
mujeres autónomos y responsables.
En un alto porcentaje el error común en las familias ha sido la incapacidad de los hijos y de
los padres para analizar que tipo de personas son y cómo ejercen el amor, la autoridad y la
responsabilidad hacia sus hijos. Por principio natural ninguna persona es igual a otra y los motivos
parten desde el mismo hogar del cual provenimos, cómo eran nuestros padres, cómo empezó su
vida en pareja, cuáles fueron sus principales prioridades al educarnos, en qué entorno crecimos,
cómo se relacionaban nuestros padres entre sí, cómo ejercieron su autoridad sobre nosotros.
Todas las preguntas anteriores tienen su respuesta realizando un ejercicio muy sencillo
basado en un adagio antiguo que dice: “conoce a los demás tanto como te conoces a ti mismo”, es
simple, todos nos conocemos en menos o mayor medida, conocemos nuestros defectos y virtudes,
ahora cerremos los ojos e imaginemos a cada uno de nuestros hijos, cada uno completamente
diferente a sus padres y también entre hermanos, en un futuro será un miembro activo de la
sociedad y el hombre y la mujer que van creciendo en ellos requiere el cuidado y amor suficientes
para adaptarse al mundo, debe ser guiado para desarrollar adecuadamente sus aptitudes físicas,

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psíquicas, afectivas, morales, sociales y espirituales. Los padres tienen la obligación de conocerlos
bien, tanto como a ellos mismos.
La misión de los padres es educar: en el amor, en los principios, basados en los valores
humanos, los hijos son en gran medida de lo que nosotros nos encargamos de brindarles y sus
respuestas dependen de nuestra tarea de ser buenos padres.
Cómo educar a nuestros hijos
Los hijos se motivan cuando encuentran mayor grado de satisfacción en sus padres y los
adultos que los ayudan a crecer, por eso es importante estimularlos en todo momento, exaltar sus
capacidades y siempre manifestarles amor. El primer gran reto es conocer, través de la vivencia, a
los hijos por dentro, es imprescindible reconocer el mundo intelectual, emocional, conductual para
encontrar la forma adecuada de impartir la educación, para establecer un equilibrio y poder
guiarlos de manera adecuada, el primer gran paso de los padres es educar por medio del ejemplo,
apelando a los sentimientos pero llevándolos a razonar el porqué de las cosas, se trata de un
proceso de observación y adaptación que debe brindar los parámetros básicos y necesarios para
que cuando crezcan puedan deliberar sobre sus vidas convenientemente.
Un elemento importante es la forma en cómo se establece la autoridad y la manera de
transmitir nuestros desacuerdos frente a cualquier falta, porque de ello depende que sean
totalmente honestos y que lleven de buena forma su comportamiento.
A los hijos se les debe orientar en todas las formas de aprendizaje, debemos recordad que
ellos inicialmente, toto lo que extraen del mundo lo hacen por medio de la imitación, por eso el
comportamiento de los padres debe ser coherente a las situaciones. No se puede desconocer la
educación emocional, la educación académica, el método de aprender del entorno mediante la
observación y se debe guiar a los hijos desde todos los puntos de vista a ir madurando de acuerdo
con cada uno de los métodos que tiene para hacerlo. Los padres deben conocerse a sus hijos, pero
también a sí mismos, si no, corren el riesgo de transmitir a ellos sus propios errores y defectos.
Educar debe ser una tarea armónica y balanceada, inclinarse por los extremos no es
acertado, el perfeccionismo suele hacer cometer muchos errores a los padres, creando situaciones
de presión exagerada que pueden interrumpir el normal crecimiento emocional e intelectual de
los hijos. Ni la letra entra con sangre ni los golpes ayudan a aprender más rápido, creer en modelos
de aprendizaje perfectos y sin errores es casi tan nocivos como ser permisivos y no corregir a
tiempo las fallas que se presentan durante este largo proceso.
Hay que saber educar, en esta labor no se puede ser sobreprotector, ni herir a los hijos
forzándolos a través de las agresiones corporales y emocionales, se debe hacer uso del sentido
común, haciéndolos partícipes de su propia educación y haciendo gala del mejor vínculo
comunicativo desde todos sus puntos de vista. Los hijos no nacen aprendidos ni pueden ser
considerados adultos desde pequeños.
La labor educativa se debe realizar de acuerdo con la edad de los niños para ayudarlos a
crecer conforme a su madurez intelectual y emocional, el peor error que se puede cometer es
subestimarlos y hacerlos sentir como unos tontos.

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Usualmente creemos conocernos muy ben a nosotros mismos, cuando los hijos llegan al
hogar ponemos en práctica nuestro sentido educador y creemos que todos nuestros actos son
acertados y generalmente lo aceptamos y defendemos sin abrir paso a la autocrítica ¿Qué clase de
padres somos? ¿Qué tan buenos podemos llegar a ser?
El reto de ser buenos padres
Narración de la Vajilla de la Abuela
 Padres despóticos y autoritarios: Tienen una idea de la disciplina y la autoridad herrada, son
inflexibles dominantes, su palabra y sus acciones son indiscutibles e irreprochables.
Normalmente, al no existir el diálogo, los niños se vuelven agresivos y frustrados, si son sumisos,
los efectos posteriores se verán reflejados en su forma de ser insegura, si no lo son, se
convertirán en hijos rebeldes que solo piensan en abandonar el hogar y enfrentar a sus padres
sin importar las consecuencias. Estos padres deben abandonar la posición inflexible y deben
reconocer la individualidad de los hijos, de su edad y madurez, solo a través del diálogo se
pueden aclarar los untos de vista de los hijos.
 Padres permisivos y sobreprotectores: se caracterizan por ser blandos y no ejercen a autoridad
dentro de la familia, esta actitud hace que os hijos crezcan sin criterios de responsabilidad,
dependientes, irresponsables e inmaduros. Como consecuencia, estos hijos no aprenden el
verdadero valor del esfuerzo, del trabajo y de la lucha por las cosas, lo que los hace conformistas
y débiles de personalidad, proclives a ser inseguros y a dejarse manipular por personas
posesivas. El consejo para estos padres es aprender a diferenciar las conductas de los hijos y
no propiciar su irresponsabilidad sobre sus tareas y obligaciones, paulatinamente es preciso
crear responsabilidades de acuerdo con su edad para que se formen el criterio de disciplina
autoridad con las que seguramente enfrentaran la vida.
 Padres inmaduros: Los padres inmaduros no tienen poder de decisión sobre sus hijos, en el caso
de las madres dejan la responsabilidad en manos de sus esposos, en el caso de los hombres, se
presenta el problema con una baja autoridad entre sus hijos, promoviendo que ellos,
posteriormente tengan un bajo nivel de autoestima y decisión sobre sus propias vidas.
 Padres obsesivos: Los padres obsesivos se caracterizan por ser demasiado meticulosos con el
entorno de los hijos, con las personas que se relacionan, son demasiados meticulosos y hacen
de cada acto o decisión un rito con unos pasos exactos a seguir, esa preocupación por cada cosa
crea una relación tensionante con los hijos, quienes se ven inhibidos por el comportamiento de
sus padres y se ven limitados a expresar lo que sienten y piensan por temor a que su conducta
sea controlada ante los demás. En medio de esta rigidez se crea un conflicto constante entre la
apariencia y la expresión de lo sensitivo que posteriormente se refleja en la incapacidad de vivir
armónicamente en el amor y la sexualidad, pero además, este tipo de comportamientos rituales
van transformando la personalidad de los hijos que tienen que esconder sus temores, tras la
obsesión de mantener todo en su sitio, hacer las cosas en su debido y único momento,
distanciarse de las personas como mecanismo de autodefensa y de mantener todo en estricto
orden para poder estar bien consigo mismos. La mayoría de las personas que padecen fobias,
neurosis, obsesiones, psicosis…, provienen de hogares muy rígidos. Estos padres deben abrirse

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a la opción de los hijos, dejarlos expresar sus puntos de vista, concretar con ellos normas de
convivencia, creer en los hijos para que ellos sean personas autónomas.
Llegar a mantener la cordura o el equilibrio es una misión que exige auto crítica y el
compromiso de cambiar los aspectos malos por buenos, sin el diálogo es difícil formar una familia
y sin tolerancia es una misión imposible.
 Padres negligentes e irresponsables: Estos padres son aquellos que unca tienen tiempo para sus
hijos, abandonan sus tareas y responsabilidades como padres es constante, suplen las
necesidades de los hijos con bienes materiales y dinero, pero descuidan su papel de guías y
dejan de orientarlos, creando en ellos confusión y ansiedad al no sentirse reconocidos, estos
niños crecen ensimismados sin un modelo estable que les ayude a crecer, es común verles
apartados en un mundo propio en el que liberan sus ansiedades, poco a poco se aíslan de su
núcleo familiar y desaparece el vínculo comunicativo con el que es posible aclarar dudas y
buscar respuestas que os ayuden a crecer normalmente.
 Padres normativos: Estos padres concierten todo en lees que deben cumplirse al pie de la letra
y no cabe en su forma de razonar la más leve posibilidad de opinar u oponerse, los hijos de
estos padres suelen sentirse agobiados, ansiosos ante el deseo de conocer lo novedoso, de vivir
espontáneamente y el tener que cumplir las normas como parámetro de vida para no entrar en
conflicto con sus padres. Los padres normativos deben entender que la imposición de la norma
por la fuerza no funciona por carecer de valor educativo y de instrumento positivo para ayudar
a entender a los hijos. Si se cambia esa actitud por un proceso en el que los hijos entienden la
importancia de las normas a través de su propio raciocinio, de la conveniencia que trae
seguirlas y de su significado como un valor personal, puede ayudarlos a crecer.
 Padres neuróticos y ansiosos: Las personas que sufren de neurosis o ansiedad tienen
personalidad inmadura con notables deteriorar en su equilibrio emocional, hay parejas en las
que ambos miembros de la pareja presentan este problema y crean un nocivo entorno de
agresividad, necesariamente es oportuno aclarar que cada uno es responsable de sí mismo y de
sus actos, en lugar de esto en el hogar debe predominar el diálogo las buenas relaciones y la
tolerancia.
 Padres histéricos y fóbicos: Estos padres adoptan una posición sobre protectora sobre sus hijos,
frecuentemente les prohíben realizar actividades corrientes porque ven en todo un grado de
peligro, a todo le imprimen un grado de novela y fatalidad, es común encontrarlos haciendo
gestos de desagrado, se valen de los sentimientos para controlar a sus hijos y a su pareja, dentro
del ambiente se crea un ambiente de temor y se niega la posibilidad de rechazar o someter la
voluntad de los padres fóbicos por la respuesta que esto pueda significar, los hijos al crecer
carecen de determinación y madurez para encarar relaciones sociales con otras personas, no
rompen el hechizo del miedo de la infancia, lo que los hace demasiado indecisos y dependientes.
Para modificar la conducta de las personas histéricas es conveniente ignorar su
comportamiento negativo, hacerlos caer en cuenta del error y tomar en seio solo las situaciones
que tienen importancia.

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1. Respeta la llegada al hogar. Cuando llegamos del trabajo, es importante dedicar un ratito a
darnos la bienvenida, padres e hijos. Ese ritual de besos y abrazos anuncia el comienzo de la
parte del día en que la familia finalmente está reunida.
2. Si al niño le quedan cosas por hacer antes de la cena (darse un baño, hacer los deberes, ordenar
el cuarto...), es un buen momento para hacerlas junto a papá y mamá. Podemos poner juntos
la mesa mientras nos contamos cómo hemos pasado el día, o charlar un ratito junto a la bañera
mientras los niños se bañan.
3. Si el niño no se ha portado bien durante el tiempo que estamos fuera de casa, es importante
plantear esta cuestión como un tema familiar, que debemos resolver entre todos. La cena,
sentados en torno a la mesa, puede ser un buen momento para hacerlo.
4. Es necesario repartir las tareas de casa antes de disfrutar de unos momentos de relax. Pasar
tiempo con los niños no solo consiste en jugar con ellos, sino también en educarles y ayudarles en
las tareas de la vida cotidiana. Y, sobre todo, es muy importante que papá y mamá compartan estas
tareas y no recaigan en solo uno de ellos.
5. Hablar con frecuencia sobre nuestras ideas para educar a los niños ayuda. Muchas veces
tenemos ideas distintas que nuestra pareja sobre la educación y ni siquiera lo sospechamos. Hay
cantidad de normas que no nos detenemos a considerar, porque simplemente las damos por
sentadas. Generalmente tienen que ver con las que nos fueron impuestas en la infancia. Por
ejemplo: ¿Está muy mal comer en la posición del indio? ¿Se puede jugar en el salón o para eso está
el cuarto? Hablando de cómo vemos estas cosas, llegaremos a muchos acuerdos y
comprenderemos mucho mejor al otro.
Dar este tipo de permisos dependerá de cada familia y, en estos asuntos, todas las
posiciones tienen que ser tenidas en cuenta. Para llegar a una decisión en firme, tendremos que
dar razones, escuchar las del otro y llegar a acuerdos.

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