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Positivismo

El concepto positivismo surgió de los trabajos de Augusto Comte, quien dividió la


historia de la humanidad en tres estadios diferentes y el tercero era el positivo,
caracterizado por lo certero, real y preciso, de ahí que esta corriente de pensamiento
historiográfico esté en la búsqueda permanente del dato cierto, real, útil y preciso.
El positivismo postula la idea de progreso como definición del devenir histórico.
Concibe a la historia por etapas que van de la barbarie hacia el desarrollo; donde
cada una es mejor que la anterior; y concibe el tiempo unilinealmente y no reconoce
retrocesos.
Postuló que el investigador debía estar alejado temporal y anímicamente del objeto
de estudio para estudiarlo objetivamente; explica que el historiador no puede ni debe
interpretar sino solamente acumular datos para describir objetivamente el suceso. Su
intención era encontrar el dato puro y construir leyes históricas.
El positivismo es el responsable de dotar a la historiografía de su primer método para
darle carácter científico. Sus principales representantes son Leopold von Ranke,
Jules Michelet, Denis Fustel de Coulanges. Su origen se ubica en los inicios del siglo
XIX en Francia, aunque fue en la actual Alemania, donde tuvo muy importantes
representantes.

Historicismo

El historicismo es la tendencia intelectual a reducir la realidad humana a su


historicidad o condición histórica (única e irrepetible).
Entre 1870 y 1920 diversos historiadores reaccionan frente al positivismo que
intentaba recabar la mayor cantidad de datos para poder escribir la historia objetiva.
Sin embargo consideraba que el investigador era capaz de quedar al margen de su
investigación, es decir que no se involucraba; frente a esto el historicismo planteó
que la historia se estudia y se ve desde el punto de vista subjetivo del investigador,
la investigación se hace a través de la experiencia subjetiva de quien lo investiga.
Así asegura que el historiador sólo refleja la historia de su tiempo y desde su tiempo.
William Dilthey en Alemania, Benedetto Croce en Italia, José Ortega y Gasset en
España, y Edmundo O’Gorman en México han sido sus más claros representantes.
Desarrollaron la Historia narrativa y episódica. También se le conoce como Historia
científica o racional concreta.
Conciben que los hechos son históricos porque no se repiten. La historia se re-crea
en la mente del historiador, la hace, por así decirlo, experiencia propia y por ello se
dice que la hace contemporánea al historiador, por eso manifiesta que “Toda Historia
es Historia contemporánea” o toda Historia se escribe desde el presente. El
historiador debe establecer un criterio para saber si lo que se dijo es o no verdad.
O’Gorman, E. (1977). La Invención de América, México: FCE.

La tesis central de este libro tiene un largo proceso de gestación. Desde 1940,
cuando me fue encomendada la tarea de reditar la gran obra histórica del padre José
de Acosta, percibí vagamente que la aparición de América en el seno de la Cultura
Occidental no se explicaba de un modo satisfactorio pensando que había sido
“descubierta” un buen día de octubre de 1492. En efecto, en las páginas de Acosta
se transparentaba la existencia de un proceso explicativo del ser del Nuevo mundo
que parecía innecesario de ser cierta aquella interpretación. A ese proceso llamé por
entonces la “conquista filosófica de América” (…).
La solución a la duda que así había surgido respecto a la manera tradicional de
entender el primero y justamente famoso viaje de Cristóbal Colón, requería, sin
embargo, una mediación previa acerca del valor y sentido de la verdad que elabora
la ciencia histórica, y tal exigencia se debe a que haya publicado en 1947 un libro
donde examiné, desde el punto de vista de mi preocupación, tan decisivo problema.
En esa obra (…) puse en claro, para mi por lo menos, la necesidad de considerar a la
historia dentro de una perspectiva ontológica, es decir, como un proceso productor
de entidades históricas y no ya, según es habitual, como un proceso que da por
supuesto, como algo previo, al ser de dichas entidades. Esta reflexiones me sirvieron
para comprender que el concepto fundamental de esta manera de entender la
historia era el de “invención”, porque el de “creación”, que supone producir algo ex
hihilo, sólo tiene sentido dentro del ámbito de la fe religiosa. Así es como llegué a
sospechar que la clave para resolver el problema de la aparición histórica de América
estaba en considerar ese suceso como el resultado de una invención del
pensamiento occidental y no ya como el de un descubrimiento meramente físico,
realizado, además, por casualidad. Pero para que esa sospecha se convirtiera en
convicción, hacía falta sujetar a un examen crítico los fundamentos de la manera
habitual de entender el suceso, de suerte que emprendí una investigación con el
objeto de reconstruir la historia, no del “descubrimiento de América”, sino de la idea
de que América había sido descubierta.
Los resultados de ese trabajo me permitieron mostrar que era una manera
inadecuada de comprender la realidad histórica a que se refería. Removido así el
obstáculo que significaba la existencia de una interpretación que venía aceptándose
como verdadera, el camino estaba abierto para intentar una explicación más
satisfactoria de los acontecimientos, del mismo modo que lo está para un hombre de
ciencia cuando ha descubierto que la hipótesis vigente no da razón de la totalidad del
fenómeno. Apoyado en los resultados de la investigación previa, procedí a plantear el
problema en los términos autorizados por ella y publiqué La invención de América,
sin embargo, la obra que tiene el lector en sus manos no es una redición de aquella,
la actual está ampliada (…)
Este trabajo puede entenderse en un sentido muy literal, como una comunicación de
índole científica en cuanto que en ningún momento se pretende en ella involucrar los
problemas de las primeras causas y de las últimas metas del fenómeno que en él se
estudia. Quiero decir que modo alguno se trata de una investigación orientada por
una idea previa acerca de la finalidad trascendente o inmanente del devenir histórico
(…)
Escuela de los Annales

Con este nombre se designa a la revista fundada en 1929 por Bloch y Febvre,
profesores de la Universidad de Estrasburgo, que crearon una red multidisciplinaria
de colaboradores.
Postula que la historia se mueve en tres planos temporales superpuestos: la larga
duración, que son movimientos muy lentos pero en permanente transformación,
dividen el tiempo histórico en eras. En la mediana duración se ubican los
acontecimientos que perduran en varias generaciones y pueden dividir el tiempo en
etapas. Finalmente, la corta duración son los periodos coyunturales donde se percibe
el movimiento y las rupturas rápidamente, y se dan en el lapso de una generación.
Esta corriente historiográfica toma en cuenta la geografía, pero no como el escenario
de la actuación de las personas, sino como el ambiente que afecta al ser humano y a
la vez el hombre afecta; en una relación estrecha donde no se puede entender el
espacio sin el hombre ni al hombre sin su espacio.
Tuvo origen en Francia en el segundo cuarto del siglo XX, esta corriente
historiográfica ha desarrollado diferentes épocas, de las cuales los representantes
más influyentes han sido Marc Bloch, Lucien Febvre, Fernand Braudel, Jacques Le
Goff y Roger Chartier.

Braudel, F. (2002). El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II.


México: FCE.

Si la nueva historia debe ser, como creo, una reconstrucción del pasado captada en
toda su amplitud y en toda su complejidad, tendrá que incorporar en sus cuadros y
explicaciones la obra entera, tan rica, de las ciencias sociales, sus vecinas. Por
consiguiente, el historiador tendrá que ser, desde luego, historiador, pero también y a
un tiempo sociólogo, antropólogo y hasta geógrafo. En este alcance imperialista de lo
social (en el sentido amplio de la palabra), no nos extrañemos de que el historiador
encuentre ante sí dificultades en verdad insuperables que hacen que la realidad de la
vida humana, tanto en el presente como en el pasado, deba captarse en talleres
diferentes, por ciencias particulares, y abordarse, en suma, simultáneamente por
varios lados. Ninguna inteligencia puede captar hoy la realidad social de una vez y en
toda su viviente amplitud.

Este libro presenta un triple retrato del prestigioso Mediterráneo del siglo XVI, pero
las tres imágenes sucesivas, la de sus constantes, la de sus tardíos movimientos y a
los hombres, los tres aspectos se refieren en realidad, a una misma y única
existencia. El lector tendrá que combinar las tres sucesivas imágenes de este libro, y
ayudar así al autor a reconstruir la unidad de un complicado destino, que sólo le ha
sifdo posible captar y evocar, volviendo a él hasta tres veces. Era complicada una
tarea consistente en sobre pasar los métodos habituales, en no conformarse sólo con
las falsas perspectivas de a historia tradicional y en buscar, en el movimiento eterno
de la vida, lo que cambia con rapidez o con lentitud, a veces con demasiada lentitud.
(…) Este libro se compone de tres partes, cada una de las cuales es, de por sí, un
intento de explicación de conjunto.

La primera trata de una historia casi inmóvil, la historia del hombre en sus relaciones
con el medio [físico-geográfico] que le rodea; historia lenta en fluir y en
transformarse. Por encima de esta historia inmóvil se alza la historia de ritmo lento: la
historia estructural, (…) una historia social, la historia de los grupos y las
agrupaciones. Cómo este mar de fondo agita el conjunto de la vida mediterránea,
estudia sucesivamente las economías y los Estados, las sociedades y las
civilizaciones e intentado esclarecer mi concepción de la historia, cómo todas esas
fuerzas profundas entran en acción en los complejos dominios de la guerra, pues la
guerra no es un dominio reservado exclusivamente a las individualidades. La tercera
parte, la de la historia tradicional o, si queremos, la de la historia cortada, no a la
medida del hombre, sino a la medida del individuo, la historia de los acontecimientos,
la agitación de la superficie, las olas que alzan las mareas en su potente movimiento.

Una historia de oscilaciones breves, rápidas y nerviosas. Ultrasensible por definición.


el menor paso queda marcado en sus instrumentos de medida. Historia que, tal y
como es, es la más apasionante, la más rica en humanidad, y también la más
peligrosa. Desconfiemos de esta historia todavía en ascuas, tal como las gentes de
la época la sintieron y la vivieron, al ritmo de su vida, breve como la nuestra.

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