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Apocalypsis Fly Apocalypsis Fly

Roxana D´Auro Roxana D´Auro


Diciembre de 2013

Ilustraciones:
Eliana Nieves

Diseño y diagramación:
DCV Gisela Mardon
DCV Valeria Mannino

Del Refalón Edyziones


delrefalon@gmail.com

Un especial agradecimiento a Jorge Barneche, personal


de apoyo del CEPAVE CCT-CONICET UNLP, La Plata.
N
unca me gustaron las moscas. Siempre
sospeché de su mirada múltiple. De su
presencia ruidosa y su andar o, mejor
dicho, volar impreciso y a la vez esquivo.
Siempre supe que las moscas no eran de fiar.
Pero jamás pensé que mis sospechas iban a estar
tan terriblemente fundamentadas.
Apocalypsis Fly
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Después de leer la noticia, bajé lentamente el dia-
rio y comprobé que había una, parada en el borde
de mi taza con café con leche.
Otro desayuno arruinado.
Todas las puertas y ventanas de mi casa tienen
mosquitero.
Fortunas he gastado. Estéticamente no es muy
agradable, pero a esta altura la estética es lo que
menos me importa.
Reemplacé todos los adornos y artesanías que an-
tes decoraban los muebles, por platitos con ese
cebo repugnante y fucsia del cual ellas se ríen.
Si, por más ridículo que suene, les juro que se
burlan, se ríen de mis denodados esfuerzos por
mantenerlas afuera. Se paran desafiantes ju-
gando con un equilibrio mortal en el borde de
los montículos de veneno que, no las fulmina
como promete la propaganda, sino que además

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ha inutilizado todos mis juegos de té y café.
Desde la ventana, en la vereda de enfrente, pue-
do ver en la esquina, al rayo del sol, a Don Julio,
con su puesto de venta callejera. Bastante bien se
las ingenió el viejo.
- Cuando la química no funciona, hay que reto-
mar la física, me había dicho un día, empujando
el Peugeot destartalado que lo había dejado por
enésima vez a pie.
Con el mismo pensamiento y ante la sorprendente
inutilidad de todos los venenos, diseñó unos palos
con largas tiritas de cuero en la punta que la gente Es el titular del matutino de hoy.
usa por la calle mientras camina, para espantar a Las familias que trabajaban en el lugar, más algu-
las fastidiosas, pegajosas, aturdidoras moscas. nos comerciantes que se veían afectados, fueron
Moscas insignificantes , pero que hasta han logrado los únicos que se acercaron hasta el Municipio,
denigrar la imagen de la Tesorera de la Cooperadora pero no recibieron ninguna respuesta y las voces
del Colegio Misericordia, que parece una aficionada se acallaron rápidamente. Es una Resolución Mu-
al sadomasoquismo sacudiendo a diestra y siniestra nicipal, una clausura por el bienestar de la comu-
las tiritas de cuero sobre su propio cuerpo y el de cual- nidad toda, hasta nuevo aviso y sin debate.
quiera que se acerque aunque sea a darle el buen día. Otra fuente de ingresos importante en nuestro

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pueblo es el vivero. No cerró todavía, pero día a
día va cediendo el espacio de los potus y helechos
a las plantas carnívoras que, lejos de ser una curio- Se observan comportamientos extraños en el
sidad, pasaron a transformarse en un artículo de ganado.
primera necesidad. Las moscas ya son demasiadas. Vuelven locas a
En todas las casas, las camas se equipan con do- todas las vacas. Se les meten por las orejas, por
sel y mosquitero y no por seguir la moda de los los orificios nasales.
muebles de estilo. Los peones recolectan todavía caliente el estiér-
-El control de la humedad es una medida impor- col para no atraerlas, pensando que de esa forma
tante para reducir el número de moscas, dijeron la situación va a mejorar o, por lo menos, no se
los prestigiosos entomólogos franceses Bernard incrementará. Pero es más que evidente la inuti-
Mountberc y Gerome Boveau que llegaron desde lidad de la tarea. Las vacas corcovean, sacuden
la Universidad de Lyon a instalarse en nuestra lo- sus cabezas y parece que sus colas se van a des-
calidad para estudiar de cerca el fenómeno. prender con tanto movimiento frenético. Están
Nos exigieron disminuir las áreas de siembra y asustadas, fastidiosas, sin descansar, comienzan
espaciar los riegos. Está cambiando la fisonomía a corretearse entre ellas, a darse coces.
de nuestro pueblo. La producción de leche bajó y en algunos casos
Intuyo que son los primeros de una larga suce- comenzó a ser agria.
sión de cambios. Hace un rato, mientras me bañaba, escuché por
la radio:

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“El veterinario Mario de Lima, responsable de la
Estancia La Palmira, a 80 kilómetros de nuestra
ciudad, ha descubierto con horror que las mos- Parece que Estelita, mi sobrina, con cinco años,
cas están picando a las vacas”. Ya no se ensañan nunca va a conocer el arenero de una plaza.
con el tejido necrosado, ni las zonas mucosas Otra de las cosas que han cambiado. El parque de
alrededor de la boca. No. Parasitan el ganado. juegos se transformó en una estéril zona, sin fuen-
Todo. Su íntegro cuerpo. tes, ni árboles, ni la peligrosa arena que conserva
Hasta ahora,… sólo al ganado. humedad después de la lluvia. No hay más perros
paseando y cuatro estructuras parecidas a molinos
de viento fueron colocadas en cada uno de los ex-
tremos del predio lúdico. Se mueven con el viento
o con una manivela. La circulación constante de
aire evita que las moscas también proliferen allí.
Otra vez la física venciendo a la química.
Hoy llevé a Estelita a esa plaza. Me quedé en un
rincón leyendo un libro, mientras miraba como
ella subía y bajaba incansablemente el tobogán.
Sólo se detenía para acomodarse el flequillo, que
rebelde se le iba sobre los ojos, subirse los panta-
lones demasiado flojos que le había malcosido mi

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hermana o, a lo sumo, rascarse cada tanto. película de la epidermis, la rajó minúsculamen-
Todos los chicos tienen sus tics: el pelirrojo pan- te, desplegó un alita y asomó sus ojazos negros
zudito se bajaba la remera, los mellizos se ataban y gigantes, para clavarme la mirada.
los cordones, siempre mal, para agacharse al ra-
tito, volver a atarlos y mientras tanto rascarse un
poco. Y la nena de las trenzas con moños de cin-
ta escocesa también se rascaba, con su regordeta
mano, y el pelirrojo también y Estelita. ¡Todos los
chicos jugaban, subían, bajaban, corrían y grita-
ban sin parar de rascarse!
Se me cayó el libro de las manos cuando pude
ver la suave urticaria que estaba brotando en sus
tiernas carnes, en todos sus bracitos, unos mi-
núsculos granos, como burbujas, o ampollas. Me
acerqué a un niño que estaba con las piernas col-
gando del sube y baja, víctima de su compañero
más pesado que lo castigaba suspendiéndolo en
el aire. Se rascaba con frenesí y observé con ho-
rror algo oscuro que se movía bajo la piel levan-
tada, colorada, irritada. Algo que abrió la fina

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Recuerdo bien esa película vieja, viejísima: “El
niño de la burbuja de plástico” se llamaba, o
algo así. Era la triste historia de un pequeño que
había nacido sin defensas y hasta un estornudo
lejano lo podía contagiar de cualquier enferme-
dad y provocarle la muerte. Seguro que se inspi-
raron en esa película.
Así comenzaron a andar los niños, en estos días,
después de cuatro meses de encierro. Las fami-
lias tuvieron que esperar a que se desarrollaran
los primeros modelos.
El paisaje bizarro que proporcionan estas “pro-
toburbujas” en su primera semana de aparición
ha sido un shock para toda la comunidad.
No sólo de mi pueblo, sino del mundo entero. Se-
gún los cables internacionales, unos pocos luga-
res en el planeta no están siendo afectados por la
invasión. Aunque fuentes no oficiales han revela-

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do el increíble hallazgo de algunas de ellas hasta
en La Antártida.
Así como en otros tiempos las noticias nos satura- El ruido es ensordecedor, como trabajar en una fá-
ban con la inseguridad y la violencia, ahora, ma- brica con el zumbido de los motores encendidos las
ñana, tarde y noche escuchamos consejos y cifras veinticuatro horas del día. La venta de tranquili-
que crecen escandalosamente, esperanzas de la zantes y pastillas para dormir obtuvo su punto más
medicina y la ciencia que se diluyen en instantes alto en la historia de la farmacología. En países has-
en el gran mar del fracaso donde todos los experi- ta donde no se consumía ni una aspirina, la gente
mentos se ahogan junto con nuestras esperanzas. hace cualquier cosa por obtener un instante de paz
Hasta nuestro lenguaje se ve modificado. Algu- química y artificial. Vivimos puertas adentro.
nas frases tuvieron que caer en desuso por ser La obra de ingeniería humana más monumen-
ofensivas a la humanidad: tal ya no es la Torre Eiffel, ni las Pirámides de
“¿Qué hacés papando moscas?”, “En boca cerrada Egipto, sino las tuberías subterráneas: la solu-
no entran moscas”, “A perro que no conozcas, nun- ción para el desecho de la basura.
ca le espantes las moscas”, “Aramos, dijo la mosca Nada, ni una cáscara de banana puede quedar
al buey”, y la innombrable, la peor de todas: “Hazte tirada en la calle. En segundos llegan cientos de
dulce como la miel y las moscas te comerán”. ellas, comienzan a pelearse y atacarse entre sí,
demostrando una agresividad inédita en la es-
pecie. Nunca tuvimos las calles, las ciudades tan
limpias. Nunca las usamos tan poco. La Primera

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Cumbre Mundial que se reunió en Berlín no llegó
a ningún puerto. Por lo menos, decidieron dejar
de destruir poblados enteros, bosques y montes, Hoy es 27 de Febrero. Falleció mi padre. Son extrañas
con las bombas combinadas de sustancias tóxicas las despedidas en estos tiempos. Dentro de la sala pre-
que no inmutaron a las moscas, pero si contami- surizada del hospital y ante la presencia de los fami-
naron tanto el medio ambiente que muchas otras liares, se guarda el cuerpo al vacío. ¡Que admonitorio
especies desaparecieron. que era el término “fiambre” de nuestro lunfardo!
Así va, directo a incinerarse por unos conductos
internos.
Hablé con el médico de cómo estaban las cosas y
observé su mirada desgastada y sentí su voz que-
brada cuando me confesó que a pesar de tanta me-
dida de higiene y seguridad, ya se habían relevado
algunos casos de parasitosis en humanos adultos.
Me picaba todo, bajé hasta el subsuelo donde esta-
ba el estacionamiento, subí a mi auto, cerré hermé-
ticamente las ventanillas y arranqué, rascándome,
rascándome.
No lloré en todo el trayecto a casa por papá, creo
que eligió el momento justo para partir.

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Las diferencias sociales siempre han existido, la-
mentablemente parece que así ha sido, es, y será
y,… ¡cuánto más se evidencian en estas terribles
circunstancias!
Los primeros infectados fueron aislados. “Cor-
dones sanitarios” fue el término que encontraron
para disfrazar la situación. Villas, pobres barrios
marginales, cerrados por un vallado policial pri-
mero, luego directamente separados del resto con
altas murallas para que ellos no pasen o para que
nosotros, del otro lado, no veamos el espanto de
los cuerpos lacerados, de las larvas retorciéndose
bajo la piel, ni escuchemos el sonido entremezcla-
do del sollozo infantil y el zumbido enloquecedor.
“Nosotros” somos todos los que pudimos prote-
gernos. Los bancos lanzaron líneas de crédito para
comprar las burbujas protectoras. Los que estába-
mos dentro del sistema lo agradecimos. Para los

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“otros”, el Gobierno intentó al principio dar unos El reconocido paleontólogo sueco Dahl Lindberg
subsidios, pero no fue posible cubrir la gran de- intentó clonar, como en aquella famosa película
manda. En la mayoría de los casos alcanzó sólo de dinosaurios, insectos del Cretácico que supues-
para los niños y los más jóvenes que observan tamente se transformarían en depredadores na-
con horror dentro de sus trajes de silicona protec- turales para las moscas y resultarían inofensivos
tora cómo las moscas con voracidad atacan a sus para nosotros; pero lo único que obtuvo fueron
padres y abuelos. unas chinches hasta tres veces más grandes que
Yo, hasta la fecha, me he dado el lujo de comprar las conocidas, que vuelan con torpeza, chocándose
dos. Un modelo viejo de la época de lanzamiento con todo y, obviamente, no comen moscas.
y otro con accesorios, de última generación: con- Nos acostumbramos. Parece que las cosas van a
trol interno de humedad y temperatura, desodo- quedar así nomás. Hasta diría que hay cierta calma.
rización automática, capa con filtro UV y demás
características indispensables. Lejos ha quedado
mi vecino, vendiendo en la vereda de enfrente los
palos con tiritas de cuero.
Muchos son los esfuerzos de toda la comuni-
dad científica para modificar el ADN de las
moscas o inventar un virus, una bacteria que
las infecte y les provoque una muerte masiva,
pero siguen fracasando.

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Las nubes negras en el horizonte, pleno Junio, no
pueden ser otra cosa que nubes de frío. Eso fue lo
que pensé hoy temprano apenas me levanté.
Como siempre, me equivoqué. Después de un
corto período de latencia, la invasión ha recru-
decido. Por las noticias me entero que se lleva-
rá a cabo, imprevistamente, la Segunda Cumbre
Mundial para desarrollar una solución para el
planeta entero.

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Decidieron inaugurar oficialmente El Sistema de
forma simultánea en todos los países.
Hoy 21 de Septiembre, simbólico.
Nos desprendimos de las burbujas y es extraño
caminar por la calle sin espantarlas, sin escuchar-
las, pudiendo dejar puertas y ventanas abiertas.
Se están haciendo picnics en todas partes. Yo tam-
bién, con Estelita, mi hermana y unos primos que
corren estamos en la plaza. Todos felices. Me recues-
to en el pasto para mirar el cielo. Se ve estremecedor
con esa gran burbuja que nos separa del Universo.
Fue un plan llevado a cabo en etapas: las burbu-
jas se fueron uniendo como celdillas de un panal
gigantesco.
Las hordas de moscas iban siendo desviadas, co-
rridas como ganado, a medida que las ciudades
se aislaban. Bombas de basura guardadas en los
conductos subterráneos fueron eyectadas hacia el

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espacio como un cebo universal que las alejaba
de nuestra atmósfera mientras nosotros quedá-
bamos protegidos bajo este manto transparente, Cuando uno piensa en grande, tal vez lo más
que nos devolvió “nuestro” mundo. Todo está pequeño se le escape, algo tan pequeño, insigni-
equipado con micro cánulas de evaporación de ficante, casi imperceptible, como el excremento
gases y humedad, laminillas captadoras de luz de una mosca.
solar, redes elásticas ignífugas en el exterior. Alguna vez habrán escuchado a sus abuelas
Cada detalle ha sido pensado. “Un sistema sin fi- maldecir a las moscas, recordarás cuando se
suras”, dice la propaganda oficial, “Seguridad y quejaban de cómo su excremento manchaba
salud para los pueblos”. Quedaron todas afuera, las cortinas, muchas veces arruinándolas para
frustradas por nuestra inventiva. siempre. Manchas indelebles, aguerridas, per-
“Grandes soluciones para grandes desafíos”, “La manentes. Así empezaron, por sectores, a man-
humanidad una vez más demostró su poderío”, char nuestra burbuja mágica.
insisten en todos los medios. Al cabo de tres días, continentes completos vi-
vían bajo una noche eterna, oscurecidos por los
manchones de millones de excrementos sumados
unos encima de otros.
Todos los sistemas de reparación y control fueron
diseñados desde el interior. Nosotros habíamos
decidido liberarlas en el Universo. Sabíamos que

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si abríamos una pequeña porción de la burbu-
ja, entrarían como una cascada negra, una larga
lengua pegajosa, desesperadas, enloquecidas,
peor que antes. Nos fuimos desplazando hacia
las zonas que quedaban limpias.
Estábamos en éxodo constante, con la ilusión de
que perezcan.
Pero perecieron primero las plantas, las aguas se
fueron poniendo turbias y después de 10 días nos
sumergimos en la oscuridad absoluta.
Creo que éstas son las últimas líneas que voy
a escribir.
Pido disculpas por la desprolijidad de mi letra,
es que apenas un haz de luz está pasando, cada
vez más pequeño, como la cabeza de un clavo, de
un alfiler, tan pequeño que sólo podría taparse
con… ¡la cagada de una mosca!
Sobre la autora Sobre las diseñadoras
Roxana D’Auro nació en Buenos Aires. Su entorno Valeria Mannino nació en La Plata. “Bicho de ciu-
natural fue el cemento, el asfalto, el patio. A la edad de dad” si los hay. Durante su infancia se intensificó su
6 años su madre la llevó al campo por primera vez. Allí repulsión por los insectos voladores y el zumbido que
descubrió la existencia de las moscas. La primera impre- estos generaban. Hoy, con una mirada más abierta pudo
sión que le causarían esos seres la acompaña hasta hoy. percibir a través de las moscas una oportunidad para
roxanadauro@hotmail.com desplegar sus alas y volar…
valesign@yahoo.com.ar
Sobre la ilustradora
Eliana L. Nieves nació en Buenos Aires. Bióloga e Ilus- Gisela Mardon nació en La Plata pero es de sangre
tradora. Su primer contacto con las moscas fue aprender los entrerriana. Ama los libros tanto como la naturale-
caracteres y la sistemática del Orden Díptera y sus princi- za pero se le torna repulsivamente difícil convivir
pales familias memorizando nombres como Drosophila me- con moscas en un mismo ambiente. Hasta hoy, que
lanogaster. Paradójicamente disfrutó de ilustrar un libro comparte este hermoso proyecto con tres increíbles
sobre moscas sin tener que dibujar una sola de ellas. mosquitas.
eliananieves@hotmail.com gisela_mardon@yahoo.com.ar

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