Intimamente vinculada con la orientación seeuida por la escuela de Chartres está la
obra de Alaüo de Lille (ab Insulis, Lilla o Ryssel en Flandes) llamado Doctor Universalis, muerto en Citeaux el año 1203, el cual fue maestro de París. Entre sus obras tenemos: un Anticlaudiano, especie de enciclopedia del saber corriente; el De planctu naturae, escrito en verso y prosa, en el que se mezclan reminiscencias mitológicas, alegorías y enseñanzas morales con una filosofía de la naturaleza tomada de la escuela de Chartres; un Ars praedicandi o manual de predicación; los Sermones; las Distinctiones dictionum theologicarum, que es una especie de léxico de las expresiones bíblicas; el Contra baereticos y las Repilae de sacra tbeolopa, que son sus obras teológicas. Recientemente, se le ha reconocido tambien a Alano la paternidad de un Tractatus de virtutibus et vitiis, y de una Summa : que comienza con las palabras Quoniam homines, que todavía no ha sido ." publicada. La figura de Alano poeta, cosmólogo y teólogo reproduce fielmente el -cliché de los maestros de Chartes de los que toma, con igual fidelidad, todas ’ sus doctrinas. A'lano, al igual que los maestros de Chartres, es deudor de : Abelardo, cuyas doctrinas morales reproduce al pie de la letra en el ‘ Tractatus de virtutibus. La única característica original de la obra de Alano : es la forma sistemática que ha querido dar a sus especulaciones teológicas, “ sobre todo con miras al propósito que en ellas se había señalado: defender : contra los incrédulos y here¿es (Mahometanos, Judíos, Valdenses) la validez,' de la fe cristiana. Con miras a este mismo objetivo, Alano da también una clara definición de los límites entre la razón y la fe. En el prólogo del Contra ’ baereticos define así el cometido que se ha fijado: “He ordenado diligentemente aquellas razones probables de nuestra fe a las cuales un; ingenio perspicaz difícilmente puede resistir, para que aquellos que desdeñan prestar su fe a la profecía y al Evangelio, se convenzan al menos de las razones humanas. No obstante, si estas razones pueden inducir a los hombres a creer, no bastan para procurar una fe plena: no tendría mérito aquella fe a la cual la razón humana prestase un apoyo pleno. Nuestra gloria, será la de comprender in patria, esto es, en el cielo, lo que ahora podemos ’ contemplar solamente en un espejo y por enigmas” (Contra Haeret., pról.). Empieza aquí la distinción entre el dominio de la razón y el dominio de la ', fe, que recibirá su formulación más clara en Santo Tomás. La pretensión de entender las verdades de la fe en su necesidad, de demostrarlas como si fuesen verdades de razón, pretensión que aparece, por ejemplo, en San : Anselmo, aquí es abandonada. Lo que es objeto de fe no puede set':: comprendido y, por lo tanto, no es objeto de ciencia. “Nada se puede ' conocer que no se pueda entender, pero nosotros no aprehendemos a Dios ::con el entendimiento, luego no hay ciencia de Dios. Somos, ciertamente, inducidos por la razón a suponer que existe Dios; pero no lo sabemos con qerteza, sino que solamente lo creemos. Esto es la fe : una presunción que nace ge razones ciertas, pero no suficientes para constituir ciencia. Como tal, la fe gggg por encima de la opinión, pero por debajo de la ciencia” (Ibid., I, 17). La Jistinción entre la ciencia y la fe es aquí clarísima. La fe debe conservar su ¿ériro de conocimiento cierto, pero no demostrativamente necesario y, por tanto, distinto de la ciencia. Sin embargo, Alano ha intentado organizar científicamente la teología precisamente sobre el modelo de la ciencia más rigurosa, las matemáticas. En su escrito titulado Regulae o Afaximae Theologicae, ha formulado los principios de la teología, partiendo del presupuesto de que “toda ciencia se funda sobre sus principios como sobre fundamentos propios”; y ha fijado, por lo tanto, las reglas fundamentales de la ciencia teológica recogiendo y sistematizando los resultados de la especulación teológica precedente. La primera de estas reglas es la afirmación enérgica de la unidad de Dios: “La mónada es aquello por lo que todo ente es uno” : afirmación que no es mís que el lugar común platónico, pero que adquiere un relieve especial en los escritos de Alano, dado el encuadramiento polémico a que obedecen estos escritos. Este encuadramiento va dirigido en primer lugar contra las sectas de los Cátaros, cuya doctrina fundamental consistía en el reconocimiento de un dualismo fundamental de principios: uno óptimo y creador del orden y de la perfección del mundo, y el otro pésimo y creador del desorden, de la lucha y del mal. Una buena expresión de este segundo principio es la Hyle informe, caótica y maligna, de la que hablan los poemas de Chartres, ya que en estos poemas, la Hyle no tiene la fuerza de contraponerse a Dios, sino que ha sido creada por Dios mismo y subyugada y sometida al orden del Alma del mundo-Naturaleza. Contra este dualismo (que luego implicaba el de la condenación y salvación, consideradas como dos estados no mediables entre sí ni siquiera con los medios carismáticos de la Iglesia) la afirmación hecha por Alano de la unidad de Dios como mónada primera y absoluta, en su carácter filosófico común, adquiere un valor de novedad polémica. Y no es mera casualidad que Alano utilice v cite el Liber de causis (con el título de Aphorismi de essentia summae bonitatis, Contra haeret., l, 30, 31) : el texto de Proclo que gira vigorosamente en torno al concepto de Dios como unidad absoluta, debía parecer a Alano el mejor antídoto contra toda concepción dualista. Porque Alano afirma que la causa primera, como absolutamente simple, es absoluta unidad: aún más, es la misma unidad absoluta, y referidos a ¿al unidad los diversos atributos expresan siempre la misma esencia simplicísima (Reg. theol., 11). Al igual que Abelardo y otros maestros de Chartres, Alano está convencido de que ya los filósofos paganos conocían esta ¿¿rdad y que, por ejemplo, la conocían Aristóteles y Hermes Trimegisto (Contra haeret., Il I, 3; Reg. theol., 3).
__a) Tradicionalismo o fideismo (primacía exagerada de la fe)_En primer lugar podemos enumerar los distintos tradicionalismos o fideismos, que han creído tener necesidad de aplastar, o por lo menos minimizar la