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Morfología nominal
del Latín
2019
Índice
Introducción: Latín e indoeuropeo
I. El latín como lengua de la familia indoeuropea
I. Fonética
El abecedario (§ 1)
Cantidad y acento
La cantidad (§§ 6-7)
El acento (§ 8)
Reglas generales de acentuación (§§ 9-10)
Palabras enclíticas y proclíticas (§§ 11-12)
2
Cambios fonéticos
Introducción (§ 17)
Vocales (§§ 18-28)
Consonantes (§§ 29-36)
Semiconsonantes (§ 37)
1. El nombre
a. El sustantivo
1ª declinación: temas en -a (§ 43)
Sustantivos griegos de la 1ª declinación (§ 44)
2ª declinación: temas en -o (§§ 45-47)
Sustantivos griegos de la 2ª declinación (§ 48)
3ª declinación (§§ 49-60)
Introducción (§ 49)
I. Temas en consonante (§ 50)
1. Temas en oclusiva (§§ 51-52)
2. Temas en líquida (§ 53)
3. Temas en nasal (§ 54)
4. Temas en sibilante (§ 55)
II. Temas en -i (§§ 56-57)
III. Temas mixtos (§ 58)
IV. Temas aislados (§ 59)
Sustantivos griegos de la 3ª declinación (§ 60)
4ª declinación: temas en -u (§ 61)
5ª declinación: temas en -e (§ 62)
b. El adjetivo
Introducción (§ 63)
I. Adjetivos de 1ª clase (§ 64)
3
II. Adjetivos de 2ª clase (§§ 65-69)
Introducción (§ 65)
1. De tres terminaciones (§ 66)
2. De dos terminaciones (§ 67)
3. De una terminación
a. con tema en -i (§ 68)
b. con tema en consonante (§ 69)
III. Grados de significación
Introducción (§ 70)
1. Comparativos (§ 71)
2. Superlativos (§ 72)
2. El pronombre
Introducción (§ 73)
Pronombres personales (§ 74)
Pronombres-adjetivos posesivos (§ 75)
Los demostrativos y el interrogativo-indefinido/relativo
Introducción (§ 76)
Panorama de las formas (§ 77)
hic haec hoc; iste ista istud; ille illa illud (§ 78)
is ea id; idem eadem idem; ipse ipsa ipsum (§ 79)
El interrogativo-indefinido/relativo (§ 80)
Adjetivos pronominales (§ 81)
Otros adjetivos pronominales (§ 82)
Los numerales (§§ 83-87)
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Signos convencionales
Abreviaturas
ac. y acus. acusativo
ab. y abl. ablativo
d. y dat. dativo
fem. femenino
g. y gen. genitivo
i.e. indoeuropeo
masc. masculino
n. y nom. nominativo
pl. plural
sg. singular
v. y voc. vocativo
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Introducción:
Latín e Indoeuropeo
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I. El latín como lengua de la familia indoeuropea
Observaciones
1. El método comparativo no es exclusivo de la lingüística, sino que es compartido por todas las
disciplinas científicas, y consiste en la acumulación y confrontación de todos los datos que van a ser
considerados, y en las consecuencias que de ellos se deducen. Si tenemos por ejemplo, castellano
madre, alemán Mutter, antiguo indio maátár-, tocario mácar, griego mh/thr, latín máter, letón máte,
etc., es bastante improbable la hipótesis de una creación independiente de estos términos (piénsese en
el lazo arbitrario que une las dos caras del signo lingüístico) y mucho más plausible la explicación
como modificaciones a partir de una morfema común: una raíz nominal con la significación de
‘madre’: i.e: *mátér- (aunado a otras analogías entre las lenguas comparadas que van más allá del
aspecto lexical, como se verá en lo que sigue).
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I.2. Etapas del descubrimiento del parentesco entre las lenguas
indoeuropeas
Observaciones
1. La obra más conocida de Friedrich von Schlegel, que llegó a fascinar tanto a Bopp como a muchos
jóvenes de su generación, es la aparecida en Heidelberg en 1808, Über die Sprache und Weisheit der
Indier, trabajo en el cual se encuentra no sólo el germen de la futura tipología lingüística (lenguas
afijantes, flexivas, etc.) sino también la postulación del parentesco entre el sánscrito, persa, griego,
latín y germánico. En cuanto a la obra fundacional de Bopp se edita en Frankfurt con el nombre de
Über das Conjugationssystem der sanscrit Sprache in Vergleichung mit jenem der griechischen,
lateinischen, persischen und germanischen Sprachen, y tiene la gran novedad con respecto a sus
predecesores de que ahora las coincidencias entre las lenguas indoeuropeas no son buscadas en el
vocabulario sino en el terreno de los sistemas gramaticales, con lo cual toda hipótesis de creación
independiente o préstamo de una lengua a otra queda descartada: sabemos que difícilmente las
semejanzas de los sistemas morfológicos entre lenguas puede ser fruto del azar, sino por el contrario
son la prueba de su parentesco genético. Como dato ilustrativo de la efervescencia de la época
digamos que Bopp quizá llegó a estos descubrimientos sin pretenderlo: su interés, como el de tantos
de sus contemporáneos, era averiguar el origen del lenguaje; de allí la observación del gran filólogo
francés de nuestro siglo, A. Meillet, al afirmar que Bopp fue el Cristóbal Colón de la Gramática
comparada.
También a Rasmus Christian Rask le interesó indagar el origen de su lengua germánica nativa, y es
precisamente a petición de un concurso organizado por la Academia Danesa de Ciencias sobre la
primitiva lengua de Escandinavia, que obtiene en 1814 el primer premio con un trabajo –difundido un
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poco después– cuyo título en danés es Undersogelse om det Nordiske eller Islandske Sprogs
Oprindelse (Investigaciones sobre el origen de la lengua nórdica antigua o islandés), donde las
correspondencias sistemáticas entre las lenguas germánicas y las restantes lenguas indoeuropeas son
encontradas principalmente en el plano de la fonética, lo que constituye su mayor aporte y
complementación a la obra de Bopp.
GERMÁNICO
BÁLTICO
ESLAVO
ESLAVO-
GERMÁNICO
BALTO-ESLAVO
CELTA
ÍTALO-CELTA
ITÁLICO
INDOEUROPEO ARIO-GRECO- GRECO-ÍTALO-
ÍTALO-CELTA
CELTA
ALBANÉS
ARIO
GRIEGO
IRANIO
INDIO
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La otra importante teoría que trata de dar cuenta del parecido entre las lenguas es la
Wellentheorie o “teoría de las ondas”, nueva metáfora que le debemos a un discípulo de
Schleicher, J. Schmidt, que imaginaba la difusión de las lenguas a manera de las ondas que
produce la caída de un cuerpo en la superficie del agua: la lengua común sería el estanque y la
piedra en cuestión el cambio lingüístico que, surgido en algún punto, tiende a expandirse, con
el movimiento de una onda, a zonas cada vez más extensas: las afectadas por un cambio
determinado comportan, a partir del momento de su aceptación, un rasgo que las asemeja,
semejanzas que son conocidas como isoglosas. Y ésta sería la explicación de las diferencias
dialectales, surgidas ya en el interior mismo de la lengua común, que culminarán en los
desarrollos independientes de cada grupo luego de la dispersión de los indoeuropeos, aunque
sin dejar de conservar ciertos rasgos compartidos en esa época de comunidad.
Observaciones
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I.4. El latín y la "cuestión itálica"
italo-celta *
______________________|______________
itálico * celta *
________|_____________ ______|_________
osco, umbro latín galés británico gaélico
lenguas muertas castellano, italiano, francés, lengua bretón irlandés
catalán, rumano, etc. muerta
* lenguas hipotéticas
Los lingüistas italianos, sin embargo, han negado esta hipótesis, y atribuyen la
coincidencia del osco y el umbro con el latín a una aproximación ocurrida dentro de la
Península, problematizando de esta forma la unidad originaria de los dialectos indoeuropeos
en esa región y abriendo así la “cuestión itálica”. Pese a todo, los estudios más recientes
parecen no desmentir la opinión tradicional, y sin negar la marcada especificidad del latín
frente al osco y el umbro, algunas isoglosas de las tres lenguas son compartidas con otras,
como el germánico y el celta. Cuando los hablantes de estas lenguas penetraron en la
Península Italiana a partir del año 1000 a.C., las mismas debían de presentar una serie de
innovaciones comunes.
Observaciones
1. Con la “cuestión itálica” estamos frente a una nueva versión de la explicación del cambio
lingüístico en términos de la Stammbaumtheorie y de la Wellentheorie: se trata de establecer si el
latín y osco-umbro surgieron de la lengua común indoeuropea como una misma lengua y se han
diferenciado en suelo italiano, o si, a la inversa, surgieron como dos lenguas diferentes, que se han
aproximado por intercambios e innovaciones comunes producidas en Italia. En resumen: en la primera
de las hipótesis, las coincidencias serían más antiguas que las diferencias; en la segunda, al revés.
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Como en toda polémica, el campo del saber ha salido enriquecido. Con el auxilio de la arqueología
hoy es innegable el hecho de la entrada de dos corrientes indoeuropeas en el suelo italiano, con sus
respectivas lenguas y culturas: la cultura de las terramaras –“tierras negras”– y la de Villanova,
relacionándose el grupo latino con los primeros, mientras que los umbros serían las gentes de
Villanova. Y si bien la identificación de una y otra corriente inmigratoria con los respectivos grupos
no inclina la balanza a favor ni en contra de la unidad itálica, nuestro saber, como hemos dicho, sobre
la prehistoria de Italia se ha incrementado: los arqueólogos, por ejemplo, encuentran que el diseño de
los poblados de las terramaras, viviendas construidas sobre plataformas alejadas del suelo por pilotes
para evitar la humedad, coinciden sorprendentemente con el plano de un campamento romano tal
como históricamente lo conocemos –de donde la imponente cultura romana tendría sus raíces en estos
primitivos pobladores de terrenos anegadizos–.
Observaciones
1. Debemos tener claramente presente que para el tema del indoeuropeo sólo tenemos una certeza
plena: el dato lingüístico de los diversos dialectos derivados. El vocabulario es la base de todas las
proyecciones (por ejemplo, si falta una palabra común para designar el mar, este hecho supondría que
el mar no existe en el mundo indoeuropeo primitivo, y se formularán hipótesis de emplazamientos
continentales); pero no debemos exagerar las inferencias a partir del léxico: si del dato para ‘Cielo
Padre’ del sánscrito Dyaus pitá, latín diespiter, griego , etc., dedujéramos, aunque sea a
grandes rasgos, la religión de los indoeuropeos, estaríamos en la misma situación de alguien que,
como afirma el lingüísta italiano Pisani, quisiera describir el islamismo con sólo conocer el nombre de
Mahoma.
De acuerdo con lo dicho, se ha puesto entre paréntesis el optimismo tradicional en estas cuestiones
y otras concomitantes de Lingüística Indoeuropea, y hoy, después de más de 150 años de esta
disciplina, se ha abandonado el criterio de reconstruir una lengua única, situada en una época y lugar
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precisos, y se prefiere el trabajo de reconstrucción interna de fenómenos determinados, antes bien que
los meramente comparativistas, con su panorama de conjunto de la lengua.
Observaciones
1. Debe tenerse en cuenta que este tipo de composición se realiza fundamentalmente en el grupo
nominal-verbal y que quedan excluidas, por lo tanto, las palabras invariables (adverbios,
conjunciones, preposiciones, interjecciones, algunos numerales). La explicación de esta división
requiere remontarse al primitivo indoeuropeo: en los orígenes de la lengua, estadio preflexivo, sólo
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uno de los sistemas, el nominal-verbal, iba a alcanzar, por medio de alargamientos experimentados
por la raíz, la plena morfologización de las categorías semánticas y de relación. El otro sistema, el
deíctico (de donde derivan los adverbios, las palabras invariables en general y los pronombres
–aunque éstos, morfologizados–), no llegó a desarrollar la oposición entre raíz y alargamiento o sufijo,
y está más próximo, en consecuencia, del estadio de raíces aisladas del protoindoeuropeo.
II.1.1. Raíz
Observaciones
1. El carácter monosilábico de la primitiva raíz indoeuropea, con una fórmula mínima en el sistema
nominal/verbal del tipo V–C o V–S –vocal seguida de consonante o sonante–, se va imponiendo
actualmente (Adrados, 1975, p. 918), aunque sin dejar de reconocer en la fórmula C–V–C el tipo más
generalizado (Villar, 1996, p. 227). En ese estadio originario, de puras raíces, la formación de
palabras se daba por composición, del tipo duodecim ‘doce’ o crédó ‘creo’ < *kréd-dhó ‘pongo el
corazón’ o también –eliminando las desinencias que posteriormente se le añadieron– iúdex ‘juez’ <
*yous-dik-s. Las variantes semántico-funcionales eran dadas por la posición del acento (cf. II.2.2.), la
variación fonética de una vocal en el seno de la raíz (cf. II.2.1.) y la posición de la palabra en la
cadena hablada. El lento proceso de morfologización puede representarse así: 1. Raíz; 2. Raíz +
morfema; 3. Raíz (+ morfema) + desinencia, en donde puede apreciarse la creación del morfema
(sufijal o desinencial), resultante de la independencia de elementos finales de la raíz (o el tema),
afectados a funciones gramaticales.
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2. En dà-re, dà-tos, tenemos muestras de alternancia vocálica, que experimenta la raíz en cuanto
elemento morfológico. En cambio, con dè-di tenemos el procedimiento de la reduplicación (cf.
II.2.3.), exclusivo del elemento radical. Para dé- en dé-do, cf. II.1.2.
II.1.2. Prefijo
Observaciones
1. En realidad el empleo como prefijos de estos elementos es una innovación, ya que su carácter
originario era el de adverbios, como lo testimonia incluso su uso independiente –también derivado
del adverbial– como preposición. Así, el dé de nuestro ejemplo, o ex en ex urbe proficiscor
(preposiciones con ablativo). Parecería, sin embargo, por algunas conclusiones a las que se ha
arribado actualmente, que la prefijación constituyó un procedimiento morfológico de la lengua, en
algún momento remoto de su evolución (cf. F. Villar, 1996, p.233).
II.1.3. Infijo
15
Observaciones
1. En realidad un mejor conocimiento sobre las raíces indoeuropeas, sobre todo a partir de la obra
capital de E. Benveniste (1935), ha servido para evidenciar el hecho del carácter sufijal del supuesto
infijo nasal. Por ejemplo, durante mucho tiempo se consideró el elemento nasal que aparecía en la
formación de ciertos presentes del tipo del antiguo indio yunakti (véase en latín iungo, arriba citado)
como formando parte propiamente de la raíz, al pensarse en una descomposición de esta clase: 1) iug-,
raíz; 2) -na-, infijo nasal; 3) -ti, desinencia de tercera singular. Pero, al comprobarse que la raíz no era
iug- sino solamente iu-, se demostró el carácter derivado tanto del sonido velar como del nasal.
Es el afijo que sigue a la raíz y admite dos posibilidades de derivación: sufijo temático y
sufijo desinencial, según constituya el tema o la desinencia de la palabra. Descartado, como
hemos visto, el prefijo (adverbio aglutinado a la raíz), lo mismo que el infijo (no hay
morfemas dentro de la raíz), el procedimiento sufijal es el universalmente difundido para la
formación de palabras en indoeuropeo.
A: Tema
Es la raíz determinada para significar objeto, cualidad, acción, pero que no ha recibido aún
las modificaciones que han de constituirla en un caso o persona determinada (por medio de las
desinencias). El tema orienta la idea general de la raíz hacia las categorías gramaticales o
semánticas requeridas por la significación.
La derivación de palabras por morfemas temáticos no tiene, en principio, un límite definido
(cf. Obs. 2).
sustantivos verbos
2. sen. átu. s
tema
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Observaciones
2. Flexión temática y atemática: De acuerdo con lo dicho arriba, toda palabra tiene tema, sea sufijal
o radical. Sin embargo, en el marco de la flexión se distingue entre temática y atemática. La flexión
temática corresponderá, atendiendo a la gramaticalización de los respectivos sufijos, a los ejemplos
a.1 y a.2, en donde nos encontramos con -o- y con -i-, vocales que cierran, respectivamente, los temas
nominal y verbal; bajo la atemática, en cambio, se clasificarán las palabras que no tienen este sufijo:
ya sea que tengan otro (-átu- en sen.átu.s, con valor funcional secundario), ya sea que no haya sufijo
temático alguno, y la desinencia se una directamente a la raíz (*luc.s, fer.te).
3. Como ilustración de la potencialidad derivativa del morfema temático (a diferencia del morfema
desinencial, que es único), tenemos
dé. di. t. íci. o. s
______
______________
En esta palabra se han acumulado tres sufijos temáticos, sucesivamente agregados a la raíz, los dos
primeros de derivación (-t-, -íci-), y el último, ya completamente morfologizado (-o- ,vocal temática),
que permitirá incluir el término dentro del paradigma de la “segunda declinación”. También forma
parte del tema el prefijo dé-, que se encuentra en otros componentes (dé.pono, dé.duco, dé.doceo,
etc). Cabe destacar, por último, la posibilidad de formar palabras en cualquier estadio de la derivación
–con el auxilio, obviamente, de la desinencia–: así, sobre el tema de participio dédit- tenemos dédito.s
> déditus, déditión.em, etc.
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B. Desinencia
Observaciones
1. timor: La llamada desinencia cero es, en realidad, una caracterización negativa, que opone el tema
puro a los casos con desinencia (en nuestro ejemplo, timor, nominativo singular).
2. La desinencia formaba con el grado vocálico y la posición del acento un sistema redundante, que
concluyó con la unificación de estos últimos en los variados paradigmas, recayendo en la desinencia
exclusivamente la expresión de las diversas categorías gramaticales.
3. La desinencia es única, solo en rarísimos casos se cuenta con más de una desinencia (puede
analizarse por ejemplo el acusativo plural -ṃ surgido de -m más -s de plural), pero se trata siempre de
creaciones secundarias que, por otra parte, no eran obstáculo para ser sentidas seguramente como
elementos simples.
4. La desinencia, que tampoco tiene existencia autónoma fuera del compuesto, viene a confirmar la
irruptibilidad de la palabra indoeuropea, a la vez que hace innecesario otro procedimiento de
expresión (orden de palabras, términos accesorios) de las categorías gramaticales, ya que lleva en sí
misma la marca de su empleo en la frase.
A lo largo del apartado anterior hemos tenido oportunidad de descubrir en la flexión –va-
riación de la parte final de la palabra, fundamentalmente del sufijo desinencial– el
procedimiento formal que llegó a ser determinante en la distinción de categorías gramaticales
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dentro del sistema nominal y verbal del indoeuropeo. No obstante, al tratar de la raíz (cf.
II.1.1. Obs. 1) o de la desinencia (cf. II.1.4.B. Obs. 2 y 4) hemos mencionado la existencia de
otros recursos formales, de gran importancia en el primitivo plano significante, pero
subsumidos ya en las lenguas históricas bajo los paradigmas flexionales de la declinación y de
la conjugación. Presentaremos sumariamente la alternancia vocálica, la posición del acento
y la reduplicación.
Observaciones
1. Como se verá en los tratamientos respectivos del verbo y del nombre, en a, la alternancia vocálica
(tímbrica y de cantidad, cf. § 18 ss.) está puesta al servicio de la oposición entre temas de infectum y
de perfectum; mientras que en b, las oposiciones son casuales: nominativo/genitivo,
nominativo/vocativo. Este vocalismo indoeuropeo, que ya no constituye un sistema coherente en las
lenguas históricas –en las cuales la existencia de los cambios fonéticos está sujeta a una cierta
regularidad–, permite dar cuenta de determinadas variantes en la raíz (apofonía), en las formas
arcaicas, que no pueden ser explicadas desde el interior del latín.
A partir de la época histórica el latín adoptó una posición fija del acento, con base en la
penúltima sílaba (cf. §§ 8-9). La lengua no pudo ya valerse de los desplazamientos acentuales
del indoeuropeo como procedimiento de caracterización morfológica, estadio que aún puede
19
verse en ciertas oposiciones griegas del tipo acusativo , frente al genitivo
(oposición funcional), o , frente a (oposición lexical).
Observaciones
1. De todas formas tampoco en el griego histórico dejó de ser el acento un sistema redundante,
absorbido por la desinencia. Nótese que la primera oposición arriba mencionada está dentro del
paradigma de la flexión nominal, cuyo sistema está dado, como sabemos, por el sufijo desinencial. En
cuanto a la oposición lexical ejemplificada por ‘el que de hecho da’, frente a ‘el que
ordena o autoriza a dar’, de lo que se trata en realidad es de una distinción diatética, es decir de un
fenómeno de índole verbal. En efecto, ambos términos están formados sobre la raíz del verbo ‘dar’
(do-, cf. –con alargamiento–), a la cual le siguen los sufijos agentes y (cf.
latín auc.tor), que parecen sindicar, respectivamente, al autor material del acto frente al instigador del
mismo. La diferente posición del acento vendría a corroborar esta distinción, caracterizada por los
pertinentes sufijos. Otros ejemplos: /(de ‘correr’); /(de
‘cortar’), etc.
2. Adelantando nociones que serán desarrolladas en el § 8, digamos sucintamente que, si hay acuerdo
entre los estudiosos sobre el acento latino, es sólo en lo que respecta a su lugar en la palabra (tono
vinculado con la cantidad de la penúltima sílaba); no ocurre así con cuestiones relacionadas con la
naturaleza del mismo: o es un acento intensivo, o es musical, o es una combinación de ambos.
II.2.3 Reduplicación
Este procedimiento formal consiste en la repetición parcial o total de la raíz. Así tenemos
dó-/dà- reduplicada en de.di (cf. II.1.1. Obs. 2), o bien gn-/gen-, elemento radical de la idea
de ‘engendrar’, que es reduplicado en gi.gn.o. Puede repetirse, como en estos casos, el primer
fonema de la raíz acompañado de un elemento vocálico o semivocálico, o también, como en
cincinnus, farfarus o furfur, estar frente a una repetición completa de la raíz (“reduplicación
intensiva”).
Observaciones
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‘fanfarrón’, baburrus ‘tonto’–, etc. (cf. griego, , , y el gráfico , que trae
la resonancia de la variedad del talento o el abigarramiento de la obra de arte).
21
1ª Parte: Fonética
22
El abecedario
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El abecedario latino, se sabe hoy con seguridad, no deriva directamente, como se ha
pensado por mucho tiempo, del alfabeto calcídico, peculiar variedad de los alfabetos
eolodóricos utilizados en las colonias griegas del sur de Italia (como Cumas, Naxos,
Regium, Mesina, Himera, etc.), sino que entre uno y el otro ha existido un mediador, un
nexo: el alfabeto etrusco. De hecho, la mayoría de los nombres de las letras latinas fueron
tomados de este alfabeto, cuyo más antiguo testimonio es la tableta de marfil de Marsiliana
d'Albegna (Toscana), que data de fines del s. VIII a.C.
Notas al cuadro
1
La nomenclatura de las letras consignada aquí coincide básicamente con la transmitida por
algunos gramáticos del Imperio como Pompeyo y Prisciano. No obstante, los testimonios
antiguos, que van de Plauto a Isidoro, son diversos y presentan diferencias de un autor a
otro (cf. A. E. Gordon, The Letter Names of the Latin Alphabet, Berkeley-L.A.-London
1973).
2
La pronunciación del latín clásico fue, por centurias, relativamente incierta. A fines del
siglo XIX reinaban en el campo de la fonética latina la anarquía y la confusión, hasta el
punto de que en cada una de las lenguas modernas se adoptó una pronunciación particular,
acorde en cada caso a las reglas fonéticas de la lengua en cuestión. Así, por ejemplo, el
nombre Cicero (Cicerón) era pronunciado por los italianos 'Chíchero', por los españoles
'Zízero' y por los hablantes de la lengua inglesa 'Sáisirou'.
Fue recién a comienzos del siglo XX cuando las investigaciones llevaron a la adopción
de la que se sabe fue la pronunciación real del latín, conocida como pronuntiatio restituta
(pronunciación restituida) y adoptada en 1905 por las universidades de Oxford y Cambridge
y en 1906 por la Cambridge Philological Society y la Classical Association (cf. The
Pronunciation of Latin, London, 1907).
Cabe hacer notar que la denominación pronuntiatio restituta data de los tiempos de
Augusto. Ya en su época el latín había sufrido ciertas distorsiones fonéticas y el emperador,
en plan de recuperar los antiguos valores morales y religiosos, pero haciendo caso omiso de
la evolución a la que toda lengua está sometida, encomendó también a un grupo de
gramáticos la tarea de rescatar para el latín la pronunciación de aquellos primeros tiempos.
Los documentos elaborados por estos gramáticos, y por otros posteriores, constituyeron una
de las más sólidas bases para reconstruir la pronunciación del latín clásico. A estos
testimonios se les suman otros valiosos datos: la escritura fonética de las inscripciones, la
transcripción de palabras griegas al latín o de palabras latinas al griego u otras lenguas, los
testimonios literarios (juegos de palabras, aliteraciones, onomatopeyas) y las
investigaciones en el campo de la fonética comparada.
3
En la época clásica no se empleaban sino letras mayúsculas, aunque en el uso corriente los
latinos se valían de una escritura cursiva, cuyas más antiguas muestras conocidas son las
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tablillas enceradas y los graffiti hallados en Pompeya y en algunas catacumbas romanas.
Sólo con el tiempo esta escritura cursiva acabó por convertirse en un sistema de grafías
minúsculas.
4
Tal como lo demuestran las abreviaturas de los prenombres Gaius y Gnaeus
(respectivamente C. y Cn.), la c tuvo hasta el siglo III a.C. tanto un valor de velar sorda (k)
como de velar sonora (g) –para ésta última cf. n. 6 y § 1 Obs. 1–.
Salvo excepciones, atribuibles quizás a errores ortográficos, originariamente los signos
c, k y q se utilizaban en diferentes contextos: se escribía c delante de i y e (citra, censor), k
delante de a y de consonante (kaput, liktor, sakros –la forma originaria de sacer–) y q
delante de o y de u (quomes, qura) y también en la combinación qu, transcripción del
sonido oclusivo velar sordo con un apéndice labial: qw –por ejemplo, en quis– (para el
tratamiento de las labio-velares cf. § 4 Obs. 3 y 5). Pero pronto el uso de la c se generalizó
para representar la velar sorda, la k dejó de usarse (excepto como inicial de ciertos nombres
propios: Kalendae, Kaeso) y la q sólo se utilizó a partir de entonces en la combinación qu.
5
Para anotar el sonido fricativo sordo, el signo elegido por los latinos fue el de la wau (F),
también llamada digamma en el primitivo alfabeto griego (cf. § 1 Obs. 1) porque su grafía
semejaba una doble gamma mayúscula.
6
Introducida por necesidad, dado que la c había adoptado ya su pronunciación definitiva
(igual a k), la g ante todas las vocales conserva el valor de velar sonora (genus = guenus;
regína = reguina). Plutarco (Quaest. Rom. 54 y 59) atribuye la innovación –que consiste en
el agregado de una pequeña barra horizontal a la C, de neto valor diacrítico– a Espurio
Carvilio, liberto de Espurio Carvilio Ruga (cónsul en 234). Dentro del abecedario ocupó el
lugar dejado vacante por la antigua dseta (cf. n. 13).
7
Como en la voz inglesa home o el grupo ch en la alemana Loch.
Es verdad que ya antes de la aparición de los primeros textos literarios la h había perdido
su valor de fricativa sorda y se reducía a un soplo laringal –nota aspirationis la llaman los
gramáticos romanos– muy débil a comienzo de palabra y casi imperceptible en su interior.
Y así fue que no tardó mucho en desaparecer completamente como fonema. Sin embargo,
en el período clásico, la sociedad culta volvió a pronunciarla como aspirada, tendencia que
no puede explicarse sino como una moda originada en el deseo de imitar en todo a los
griegos (cf. § 4 Obs. 3).
La h forma grupos consonánticos con la p, t, c y, en unos pocos casos, con la r. La
adopción de estos dobles signos obedeció en un principio a la necesidad de transliterar
voces griegas que contenían sonidos aspirados, completamente desconocidos en latín, cosa
que en un principio intentó hacerse con las oclusivas sordas p t c –de donde se
transliteró como purpura, por ejemplo–.
De esta forma, a partir de la segunda mitad del siglo II a.C., el grupo ph asume el valor
de la f, th el de la q y ch el de la x. Pero en realidad
ph debía de pronunciarse como f –aunque la letra griega más bien representaba un
sonido bilabial que labiodental– (philosophia = filosofia, philtrum = filtrum);
25
th, como una dental sorda seguida de una leve aspiración, sin llegar a
pronunciarse como una z española –interdental fricativa sorda– (thesaurus,
cithara);
ch, como una velar sorda seguida de una leve aspiración, sin llegar a ser una j
española –velar fricativa sorda– (chorus, machina).
Con todo, en los dos últimos casos, parece ser que th era pronunciado habitualmente
como t y ch como c.
El grupo rh, por su parte, se utiliza en la transcripción de palabras griegas con r( inicial,
signo que siempre va acompañado de un espíritu áspero; así rhetor, rhinoceros, rhythmus
debieran ser pronunciados como una r seguida de una levísima aspiración.
Influenciada por estos sonidos aspirados, la gente culta comenzó a utilizarlos desde
finales del siglo II a.C. en vocablos genuinamente latinos como pulcher, triumphum,
sulphur, sepulchrum y hasta en nombres propios como Gracchus, Cethégus o Karthágo,
aunque luego desaparecieron casi por completo.
8
El abecedario latino no distingue la i vocal de la i semiconsonante, por lo cual el signo i se
utiliza a la vez como representación de ambos sonidos (Cf. n. 11).
9
Cf. n. 4.
10
Cf. n. 4.
11
Tal como ocurre con la i, en el abecedario latino se empleaba la u (mayúscula V) tanto
para representar una vocal como una semiconsonante. Aun cuando los primeros intentos
por hacerlo son esporádicos y datan de la Edad Media, la introducción de los caracteres J j y
V v para los sonidos semiconsonánticos se debe a los humanistas, en particular al filósofo y
gramático francés Pierre La Ramée –o Petrus Ramus– (1515-1572), de donde el nombre de
"letras ramistas" que suele darse a veces a ambos signos.
Nuestro criterio de incluir en el abecedario la v (que naturalmente no estaba incluida
entre los 21 caracteres de la época republicana) como semiconsonante y no la j responde al
hecho de que, en líneas generales, la filología moderna acepta la distinción entre u y v, pero
rechaza en forma casi unánime el uso de j para la i semiconsonante. Aun así, en algunas
ediciones eruditas y diccionarios corrientes, todavía se mantienen ambas letras ramistas, por
lo cual es posible leer en ellos jus, jam, major (para nosotros ius, iam, maior
respectivamente).
Aunque el signo v, como se ha dicho, es el que asume el valor de semiconsonante, es
preciso indicar que excepcionalmente el caracter u comporta este valor (cf. n. 4) detrás de q
y g (quando, sanguis), es decir, cuando es la marca del apéndice labial de las respectivas
velares.
12
Este signo, tomado directamente del alfabeto griego () –por lo que algunos
gramáticos lo denominan lisa y llanamente ypsilón–, fue agregado en vida de Cicerón (106-
43 a.C.), después de la conquista de Grecia, y usado exclusivamente para la tranliteración al
latín de palabras de ese origen, por lo cual no formaba parte de los 21 signos originales. Se
pronuncia como la u francesa de musique, o la alemana de Brücke.
26
No existen en latín palabras que comiencen con y, de modo tal que no corresponde
incluir su mayúscula en el abecedario. Esto se debe al hecho de que en la lengua griega toda
palabra que comienza con esta vocal lleva un espíritu áspero (signo que indica una leve
aspiración), por lo cual, al transliterarse al latín, cualquiera de estas palabras comenzaba
con h. Así, pasó al latín como hyacinthus, y como hypocrites.
13
La antigua dseta del alfabeto etrusco (cuya grafía era I) se utilizó en su origen en latín
–aunque no escrita así, sino como la dseta griega ()– para representar la s sonora
intervocálica. Mas en el siglo IV, cuando por el fenómeno del rotacismo (cf. § 4 Obs. 2) la
s intervocálica se transformó en r, la dseta perdió su razón de ser y fue eliminada del
abecedario por Apio Claudio el Ciego, censor en 312 a.C.
No obstante, su desaparición fue temporaria, dado que, cuando las palabras griegas
llegaron a ser de uso frecuente entre los latinos y su existencia se volvió una necesidad para
la transliteración de la griega, fue nuevamente incorporada detrás de la y. Nótese que
hasta entonces se había intentado, de manera infructuosa, representar este sonido por medio
de s a comienzo de palabra, o de ss si era interior –como en massa–.
Se pronuncia como la z sonora italiana de nazione.
Observaciones
1. Entre los siglos IX y VIII a.C. los griegos reciben su alfabeto de los fenicios, adaptándolo a sus
necesidades y transformando la escritura de silábica en propiamente alfabética. Esta adaptación,
lejos de ser unívoca, determinó la coexistencia de varios alfabetos griegos, que pueden agruparse
en dos tipos. Al primer grupo, el oriental, pertenece el alfabeto jónico adoptado por Atenas en 403
a.C., posteriormente extendido a toda Grecia y considerado de allí en más el alfabeto griego
clásico; al segundo grupo, el de los alfabetos griegos occidentales, utilizados en las colonias del sur
de Italia, pertenecen, entre otros, el alfabeto de Cumas, colonia de Calcis, y el de Tarento, colonia
de Esparta. De este segundo tipo de alfabetos deriva el latino. Las diferencias que presenta este
grupo con el alfabeto jónico-ático son sustanciales:
1) Se conserva la digamma (F), aunque con otro valor fonético;
2) La koppa (), usada en la Grecia clásica solamente como sigla numérica, se conserva en la
Q;
3) Falta la omega () y se le asigna un diferente valor a la eta (), empleada únicamente como
signo de aspiración –esto se debe a que los alfabetos occidentales no distinguían gráficamente
vocales largas y breves–;
4) la ji () representa el sonido ks –y no kh, propio de los alfabetos orientales–; en el grupo
occidental es la psi () la que tiene el valor de kh.
El análisis de estas diferencias llevó a la afirmación de que el alfabeto latino derivaba
directamente de un alfabeto griego occidental, específicamente, según la tesis clásica (Mommsen),
del alfabeto calcídico de Cumas.
Sin embargo, el avance de los estudios permitió, desde fines del siglo XIX, postular la tesis del
intermediario etrusco. Más allá de la indudable influencia cultural que este pueblo ejerció sobre los
romanos (cf. T. Livio IX, 36, 3), hay hechos puntuales que vuelven indispensable la influencia
27
etrusca para explicar el sistema de las velares latinas. Tanto los gramáticos (Diomedes, GLK I, 423;
Quint. I, 7, 28 s.) como las inscripciones antiguas testimonian que la C, derivada de la gamma
griega (), tenía el doble valor de sorda y de sonora. Así se encuentran las formas VIRCO (por
virgo, en el vaso de Duenos –cf. Obs. 3–), RECEI (por regi, en el cippus del foro –cf. Obs. 3–) y
CRATIA (por gratia, en CIL I2 60). Este doble valor de la C postula necesariamente el influjo de una
lengua que no distinguiese entre oclusivas sordas y sonoras: sin duda alguna, el etrusco, que en
cambio prefería señalar los distintos matices de la oclusiva velar de acuerdo con la índole de la
vocal siguiente. De allí que en etrusco se escribía q si seguía una vocal velar (o-u), c si la vocal era
palatal y k si le seguía a o consonante, hecho que también se constata en el latín primitivo.
Por otra parte, en griego no existía el fonema (y consecuentemente tampoco el signo) de la
fricativa labiodental sorda (f), que los etruscos sí tenían y representaban como FH (digamma más
aspiración). Así también lo hicieron originalmente los romanos, tal como lo documenta la fíbula de
Preneste (FHEFHAKED). Con el tiempo, el doble signo se simplificó de manera inversa en ambas
lenguas: la etrusca, eliminando el primer elemento (F); la latina, el segundo (H). Así fue que la
digamma (F), cuyo valor en griego era el de semiconsonante, se conservó en latín como labiodental
y el valor semiconsonántico de la digamma fue transferido al signo V (variante gráfica de la
ypsilón, ya utilizada por los propios griegos).
Más allá de las razones lingüísticas aportadas acerca del doble valor de las velares, el origen
etrusco del abecedario latino ha sido confirmado por un hallazgo arqueológico en 1921: en
Marsiliana d' Albegna (Toscana), se encontró, dentro de una tumba etrusca del siglo VIII, una
tableta que contiene el más antiguo y completo alfabeto etrusco conocido. Se compone de veintiséis
caracteres, incluidos los cuatro que, por resultar extraños a la pronunciación etrusca,
posteriormente fueron abandonados (B D O X).
De este modo, la hipótesis de que el abecedario latino deriva del etrusco, basado a su vez en un
alfabeto griego no jónico, resulta ser hasta hoy la más aceptada.
En el siguiente cuadro, podemos resumir el paso del alfabeto griego clásico con sus variantes
occidentales o etruscas hasta llegar a los valores de las letras en latín:
28
N
desaparece
O
P
Q (sólo delante de u)
R
/
7 S
T
V V
usada como signo numérico
( > M = 1000)
(=kh) (=ks) X
(=ps) (=kh) usada como signo numérico
( > > L = 50)
desaparece
Y agregadas
Z en el siglo
I a.C.
2. De las letras greco-etruscas, los latinos adoptaron al principio sólo veintiuna; las tres restantes,
que representaban sonidos espirados que el latín no conocía, comenzaron a usarse como signos
numéricos: la zeta () por sucesivas estilizaciones (ʘ > C· ) se transformó en C (=100) –tal vez por
influencia de la inicial de centum–; la phi () devino en M (=1.000) –probablemente en razón de
ser ésta la inicial de mille–; por último, tras una compleja metamorfosis, la psi () mudó en L
(=50).
La mitad de resultó D (=500). El signo X (=10) es de origen incierto, quizá etrusco, y V (=5)
es probablemente la mitad de X. En cuanto al signo I (=1) no es difícil deducir que, dado que el
hombre primitivo contaba con los dedos, se haya representado como un palito, asimilado
posteriormente a la letra I.
Las interpretaciones del gramático Prisciano (De figuris numerorum I, 4) acerca de estos tres
últimos símbolos numéricos resultan, si no extravagantes, por lo menos curiosas. Para él la I era la
primera letra de ía, entre los griegos que omitían la consonante inicial de mía (una); V representaba
el 5 porque era el signo de la quinta vocal y X equivalía a 10, ya sea porque su equivalente en el
alfabeto griego es la décima consonante, o porque en el abecedario latino la X le sigue a la V.
3. Son muy pocos los ejemplos del abecedario latino que sobreviven desde los primeros tiempos de
Roma. El más antiguo registro existente de su uso (aunque últimamente se ha puesto en duda su
autenticidad) es una alhaja de oro, la fíbula de Prenesta, escrita de derecha a izquierda –tal como
escribían los fenicios y todos los pueblos semíticos en general, e incluso los griegos en un
principio–, que data de la segunda mitad del siglo VII a.C. Del siglo VI son el vaso de Duenos,
hallado en Roma cerca del Quirinal, y el cippus descubierto bajo el lapis niger del Forum, que
presenta una escritura en forma vertical sobre las cuatro caras de la piedra en un sistema
denominado bustrófedon (del griego , es decir "volviendo <sobre sus pasos> como
los bueyes al arar"). Este sistema se basa en la alternancia de las líneas: de derecha a izquierda y de
29
izquierda a derecha, o bien (como en el caso del cippus) de arriba hacia abajo y de abajo hacia
arriba.
Desde el siglo V a.C. en adelante se encuentran numerosas inscripciones, muy extendidas
geográficamente, en las cuales el sentido de la escritura es ya de izquierda a derecha, criterio que
terminó por prevalecer en Italia tanto como en Grecia.
4. Unos pocos caracteres adicionales nunca pudieron imponerse. Entre estos agregados fallidos al
abecedario se cuentan una variante de la M introducida por Valerio Flaco en tiempos de Augusto
para anotar el sonido débil de la m final delante de palabra que comenzaba por vocal, y tres signos
propuestos por el emperador Claudio (41-54 d.C.), pero que no habrían de sobrevivirlo: el digamma
inversum (=|) para la u semiconsonante (que nosotros escribimos v, como se ha mencionado más
arriba), el antisigma () para los sonidos ps y bs y la mitad izquierda de la H () para el sonido
intermedio entre la i y la u –cuya finalidad era evitar la vacilación ortográfica del tipo
optimus/optumus– (cf. § 2 Obs. 3).
Vocales y diptongos
§ 2. El latín cuenta con cinco vocales de sonido distintivo (o timbre) coincidente con las del
español: dos de ellas (e, i) son anteriores o palatales, otras dos (o, u) son posteriores o
velares y una quinta (la a) ocupa una posición intermedia entre ambas series. Asimismo,
estos sonidos son clasificables de acuerdo al grado de abertura (determinado por la distancia
entre la lengua y el paladar) en cerrados (i, u), medios (e, o) y abiertos (a).
Pero a estos rasgos (timbre y grado de abertura) se les agrega un tercero esencial: la
cantidad (cf. 6).
Sólo entonces de manera aproximativa puede decirse que las vocales del latín son a, e, i,
o, u, pues en rigor cada una de ellas tenía dos valores según su duración o cantidad. Es así
que hay una a breve (à) y una a larga (á), una e breve (è) y una e larga (é), etc., por lo cual
el número de vocales latinas se eleva a diez.
Si se atiende al hecho de que en el latín clásico la vocales largas tendían a pronunciarse
en forma cerrada y las breves en forma abierta, pueden resumirse todas estas características
en el siguiente cuadro:
30
ANTERIORES POSTERIORES
CERRADAS í ú
ì ù
MEDIAS é ó
è ò
ABIERTAS á
NOTA 2: A estas diez vocales, como ya se dijo, posteriormente se les sumó la y, utilizada sólo en
palabras de origen griego, cuya pronunciación terminó por asimilarse a la de la i –de donde el
nombre que algunos gramáticos latinos le dan: i Graeca–.
Observaciones
1. Dado que los latinos no disponían de signos apropiados para distinguir la cantidad de las
vocales, hubo más de un intento en ese sentido. Relativo fue el éxito de la propuesta del poeta
Lucio Accio (170-85) de indicar la cantidad larga de una vocal escribiéndola dos veces (excepto la i
larga, que debía anotarse con el grupo ei, que había cobrado en el siglo II el valor de i), a imitación
de una norma propia del alfabeto osco. Así se encuentran en algunas inscripciones formas como
paastores (=pastores, en el miliario –piedra que en Roma indicaba la distancia de mil pasos– de
Popilius Laenas) o leegei (= legi, en la Lex Bantia), pero en el siglo I a.C. esta forma de
transcripción cayó en desuso.
En reemplazo de este sistema se generalizó el uso del apex, un signo que indistintamente podía
tener la forma de un acento agudo o circunflejo, presente sobre las vocales largas en numerosas
inscripciones de la época imperial. Con todo, en muchísimos casos se encuentran apices sobre
vocales breves, por ignorancia de los lapicidas.
Aunque el empleo del apex se extiende hasta el medioevo, y aun el Renacimiento, nunca se
utilizó de modo totalmente consecuente.
2. En tiempos de Sila comenzó a utilizarse con cierta aceptación la llamada I longa, una simple i
prolongada hacia arriba, para representar la í, como en MILLIA, FELICITER o PIISSIMUS por
ejemplo. Tal como ocurrió con el apex, a partir de la época de Augusto se encuentran frecuentes
ejemplos de la I longa utilizada erróneamente con el valor de i breve, e incluso con el de i
semiconsonántica.
3. Es de hacer notar en algunas palabras la vacilación ortográfica entre i y u breves delante de labial
31
(p, b, f, m). Así se encuentran los pares clupeus / clipeus, recipero / recupero, libet / lubet, aurifex /
aurufex, optimus / optumus, maximus / maxumus. La razón de estas fluctuaciones de timbre parece
estar dada por un sonus medius (Quint. I, 4, 8) –semejante al de la u francesa y la ypsilón griega–,
adquirido por la vocal en contacto con una labial. Se ha supuesto que el timbre i prevalecía cuando
precedían las vocales a, e, i y el timbre u, cuando lo hacían i, u, pero, aun cuando así hubiese sido,
las interferencias son tantas y tan frecuentes que resulta difícil asegurarlo.
Lo que sí puede afirmarse con cierta seguridad es que la grafía más antigua era con u, según lo
atestiguan códices e inscripciones, aunque terminó por prevalecer el timbre i que, según
Quintiliano (I, 7, 21), era propugnado por César.
Lamentablemente la grafía propuesta por Claudio para representar este "sonido intermedio" no
se generalizó, según se ha visto.
§ 3. Los diptongos del latín clásico son básicamente au, ae y oe, a los que se agregan, en
unos pocos casos puntuales eu, ei y ui. Se pronuncian distinguiendo el timbre de las dos
vocales y con el primer elemento acentuado, según el siguiente detalle:
au como en el cast. cauto (lat. nauta)
ae como en el cast. aire o el ingl. my (lat. caelum)
oe como en el cast. hoy o el ingl. boy (lat. poena)
eu como en el cast. deuda (lat. Európa)
ei como en el cast. peine (lat. eius)
ui como en el cast. muy (lat. cui)
Observaciones
1. En i.e. había seis diptongos breves (ai, ei, oi, au, eu, ou), que en latín sufrieron una profunda
transformación, pues ya en el período arcaico tendían a monoptongarse. Como resultado de este
proceso sólo sobrevivieron en el período clásico tres diptongos "obligatorios" (au, ae, oe).
Aunque también se ha probado la existencia en i.e. de una segunda serie de diptongos largos,
éstos, poco estables de por sí, se transformaron en las lenguas derivadas o bien en diptongos
breves, o bien en simples vocales.
32
algunos testimonios a una o larga. De todas formas, estas pronunciaciones 'incorrectas' no dejan de
ser hechos aislados.
Sin duda, el diptongo se conservaba en el período clásico. Prueba de ello es el uso que Lucrecio
(De Rer. Nat. V, 1071) hace del verbo onomatopéyico baubári, que intenta reproducir el ladrido de
los perros, cosa imposible si au se hubiese pronunciado como o.
3. El diptongo ae proviene de ai, tal como lo testimonian inscripciones anteriores al siglo II a.C. Es
entonces cuando el segundo elemento se abre por influencia del primero, sin que dejaran de
pronunciarse ambos elementos. Así las primeras grafías con ae (la más antigua data del 189)
alternan con ai, incluso en una misma inscripción, hasta que terminan por imponerse. Algunos
préstamos lingüísticos (Caesar > a.a.al. Keisur > gót. Kaisar > al. Kaiser), así como los testimonios
de los gramáticos (Quint. I, 7, 18; Ter. Scaur. GLK VII, 16, 5) y el hecho de que en poesía ae nunca
alitera con e confirman la pronunciación ae en época imperial dentro de las capas cultas de la
sociedad romana.
Sin embargo, en el ambiente campesino ae se monoptongó en e –por haberse asimilado el
primer elemento del diptongo al segundo– desde el siglo II a.C., pronunciación atestiguada por
inscripciones rurales y difundida finalmente en el habla popular.
4. Menos frecuente que ae, el diptongo oe no se encuentra hasta el siglo III a.C., cuando surge
como evolución de oi. Pero la nueva pronunciación perduró muy poco tiempo, pues en la mayoría
de los casos el diptongo originario siguió su evolución hasta monoptongar en u larga (únum <
oinom).
En general oe se ha conservado durante el período clásico y también después en palabras que
comenzaban por p o f, excepto cuando seguía una i en la sílaba siguiente –así tenemos poena frente
a púnio, Poenus frente a púnicus–. También se conservó el diptongo cuando era resultado de una
contracción (coepi < co-épi).
5. Los restantes diptongos son de uso muy restringido en el período clásico. De ordinario, las
vocales que los componen constituyen sílabas distintas cuando se encuentran juntas. Así ocurre con
de-us, de-i y fu-i, por ejemplo.
Eu sólo se encuentra en latín clásico en algunas palabras de formación tardía, como ceu, neu,
seu (formas apocopadas de ceve, neve y seve respectivamente y la interjección heu(s). El
pronombre neuter (contracción de ne + uter) originariamente era una palabra trisilábica, aunque se
encuentran ejemplos de su pronunciación como diptongo.
Ei se conserva en las formas ei y eius (dativo y genitivo sg. de is), en eidem (g. sg. de idem) y en
las interjecciones hei, ei. En poesía ei aparece en algunas sinéresis: deinde, de(h)inc.
Ui se halla en la interjección hui y en los dativos pronominales huic, cui y las formas compuestas
de éste último.
33
Consonantes
§ 4. Dado que las precisiones referentes a la pronunciación de las consonantes han sido
adelantadas ya (§ 1 Notas al cuadro), nos limitaremos aquí a presentar un panorama a
través de su clasificación fonética de acuerdo con el modo y punto de articulación, en el que
se incluyen los grupos consonánticos de oclusiva más aspirada y la q y g labializadas.
LABIALES b p ph m
LABIO-DENTALES f
DENTALES d t th
ALVEOLARES s r l n
VELARES g c, k, q ch
LABIO-VELARES gw (=gu) qw (=qu)
NOTA: en el cuadro precedente no se incluyen las consonantes dobles –africadas– x (cs, gs) y z
(ds) ni la fricativa laríngea h.
Observaciones
34
la duplicación de consonantes. Posteriormente, en los gramáticos tardíos, el sicilicus sirvió para
anotar la coma (M. Victorino, VI, 23, 3).
2. En épocas preliterarias existió en latín una s sonora intervocálica, que de manera regular devino
r, fenómeno conocido como rotacismo –denominación derivada del nombre de la letra griega rho
()– (cf. § 1 Notas al cuadro, n. 13). De este modo *ausosa > aurora y *genesis > generis, por
ejemplo. A mediados del siglo IV a.C. el proceso había terminado. Según Cicerón (Ad fam. IX, 21,
2) fue Papisius Crassus –dictador en 340 a.C.– el primero que introdujo la -r- en lugar de la -s-
intervocálica en su propio nombre, aunque es al censor Apio Claudio a quien se le atribuye la
reforma ortográfica, por haber adoptado las grafías Valerii y Furii por las de Valesii y Fusii.
Las s intervocálicas que han pervivido en la lengua o bien no pudieron cumplir el proceso del
rotacismo por alguna razón fonética (miser), o bien son simplificaciones de una s larga –no doble;
la s larga aparecía detrás de vocales largas o diptongos– (causa < caussa), o bien han sufrido los
efectos de la analogía (nisi).
5. En el grupo ti delante de vocal no había asibilación durante la época clásica. Los primeros
testimonios epigráficos de esta evolución (CRESCENTSIAN(US) –C.I.L. XIV 246–; VINCENTZA –
C.I.L. VIII 16208–) datan del siglo II d.C. Entre los siglos IV y V, la nueva pronunciación fue
reconocida por los gramáticos.
En cuanto a la palatalización de la c ante i y e, las transcripciones al bizantino y datan
al menos del siglo VI d.C, por más que se sabe que en el siglo IV iustitia se pronunciaba como
iustitzia.
35
6. El grupo gn en posición inicial perdía la velar (natus < gnatus; nosco < *gnosco), pero en
interior de palabra la g se nasalizaba. De este modo las inscripciones ofrecen ejemplos de
asimilación (SINNU(M) =signum, C.I.L. IX, 2893), o bien de grafías que se esfuerzan por dar
cuenta del doble valor –nasal y velar– de la n (INGNIIS =ignis –C.I.L. IV, 3121–; DINGNISSIME
=dignissime –C.I.L. XIV, 1386–).
7. Si bien entre la gente culta siempre se pronunció el grupo ns, es antiquísima en latín la tendencia
fonética a eliminar la nasal delante de s (cf. los acusativos plurales de la 1ª y 2ª declinaciones, § 41,
II. PLURAL, Acus. masc. y fem.). En la pronunciación corriente la n se reducía a un apéndice
nasal de la vocal precedente, que de este modo se alargaba compensatoriamente –Cicerón (Or. 169)
afirma que insanus se pronuncia con un alargamiento de la i–. Así lo muestran, además, en
numerosas inscripciones, las grafías SPOSA (=sponsa) y MESES (=menses). Del mismo modo, las
abreviaturas COS. (para consul o consule) y COSS. (para consules o consulibus) constituyen
pruebas definitivas de esta tendencia.
Semiconsonantes
NOTA: La i semiconsonante puede aparecer en posición inicial formando sílaba con la vocal
siguiente (iam) o en posición intervocálica (maior). Pero en este último caso debe notarse que es de
origen secundario, resultado de una asimilación de d o g –así maior < *mag-yos–, razón por la cual
se pronunciaba como dos semiconsonantes consecutivas (cf. § 37).
Observaciones
1. En época imperial afirma el gramático Pompeyo (GLK, V, 104) que la i semiconsonántica asume
el valor de una consonante fricativa, que desde el siglo III intentó ser representada en la escritura
por z, s, di y gi. Así se encuentran las grafías ZANUARIO (=Ianuario, C.I.L. X, 2466), SUSTUS
(=iustus, C.I.L. X, 2170), CODIUGI (=coniugi, C.I.L. X, 2559) y CONGIGI (=coniugi, C.I.L. XI,
1016).
36
NOTA), la división de sílaba debería caer en medio de la semiconsonante. Cuenta Quintiliano (I, 4,
11) que Cicerón, tratando de adaptar la ortografía a la fonética escribía una doble i en voces como
aiio o Maiia, cosa que también atestiguan algunas inscripciones (MAIIOREM, C.I.L. II, 1964).
4. Desde la segunda mitad del siglo I d.C. la u semiconsonántica comenzó a transformarse en una
consonante fricativa bilabial, transcribiéndose al griego indistintamente como o como .
Doscientos años después estas mismas vacilaciones se encuentran en inscripciones latinas
(INCOMPARAVILI por incomparabili –C.I.L. IX, 1209–; INBICTO por invicto -C.I.L. VI, 746). Por
otro lado, el gramático Velio Longo (GLK, VII, 58, 17) afirma a mediados del siglo II que la
semiconsonante sonaba en palabras como valente o primitivo con alguna aspiración, lo que no
ocurría con la que forma parte del grupo qu.
Cantidad y acento
La cantidad
Observaciones
37
(inclúdo <in + claudo) y que generalmente son breves las vocales seguidas por otra vocal ( patrìa,
aurèus, audìo).
§ 7. Asimismo, las sílabas son también largas o breves. Una sílaba es breve siempre que su
vocal sea breve por naturaleza y no esté seguida por dos o más consonantes: lègo, fèra,
domìna, làpis, èo).
En cambio, una sílaba es larga en cualquiera de los siguientes casos:
a) Si contiene una vocal larga o un diptongo, la sílaba es larga por naturaleza: fáma
(cf. el gr. ), amáre, fúmo, praetor, gaudium.
b) Si contiene una vocal breve seguida de dos o más consonantes, la sílaba es larga
por posición: arripio, factus, dextra, puella. También se dice en estos casos que la sílaba
está “trabada”.
NOTA 1: Cuando el grupo de consonantes estaba formado por una oclusiva seguida de vibrante o
lateral (como en tenebrae, integrum, duplex) en latín arcaico no determinaba un alargamiento por
posición. En época clásica, en cambio, la sílaba anterior podía ser considerada tanto breve como
larga. La tendencia del habla vulgar a considerar larga la vocal habría de prevalecer.
NOTA 2: La x y la z, que representan cada una a dos fonemas, se consideran naturalmente como
dos consonantes.
De este modo no debe confundirse cantidad vocálica con cantidad silábica, pues al
hablarse de 'larga por naturaleza' se alude a la primera y una 'larga por posición' (esto es,
alargada por un grupo de consonantes) define la cantidad de toda la sílaba.
Como se verá a continuación (cf. § 9) la cantidad silábica tiene muchísima importancia
en latín, pues de ella depende el acento de las palabras.
Observaciones
1. Los términos naturá ('por naturaleza') y positióne ('por posición'), que utilizan los gramáticos
antiguos, son traducciones al latín de los griegos y respectivamente.
El acento
38
diversos medios una sílaba sobre otras de la misma palabra o expresión. Esto puede
lograrse pronunciando la sílaba con un tono más elevado (acento tónico, musical o de
altura) o con una expulsión más fuerte del aire (acento espiratorio o de intensidad).
Pero, en rigor, tono e intensidad son elementos tan íntimamente relacionados, que en
ningún caso puede hablarse de un acento musical puro, pues siempre éste va acompañado
de alguna intensidad, ni tampoco de un acento espiratorio puro, ya que si la presión del aire
aumenta necesariamente sube la altura. De modo que cuando decimos que el acento en
español es intensivo sólo damos cuenta de cuál es el matiz predominante.
La naturaleza del acento latino constituye uno de los temas más discutidos por los
especialistas. Al comienzo había básicamente dos posiciones, hoy ya descartadas por
antifisiológicas: la denominada "escuela francesa" defendía la teoría del acento musical,
mientras que la "escuela alemana" afirmaba que no existía otro acento que el de intensidad.
Como era de esperarse, surgió una corriente intermedia, cuyos autores, con matices
variados, son concientes de lo que señalamos más arriba: altura e intensidad no pueden
darse de hecho separadamente; a lo sumo uno de los dos elementos predomina sobre el otro.
De entre las diversas hipótesis planteadas por los especialistas sólo quedan en pie las
siguientes:
1) O bien el acento latino era esencialmente intensivo y secundariamente musical,
2) O bien era esencialmente musical y secundariamente intensivo,
3) O bien era intensivo y musical a la vez, sin que pueda darse precisiones acerca de cuál
de los dos elementos predominaba.
Lo cierto es que en el período histórico, considerado a partir de los primeros testimonios
escritos, la posición del acento principal de las palabras latinas se fija sobre la penúltima
sílaba.
NOTA: Nótese que la palabra accentus (derivada de ad-cantum) se ha formado a imitación del gr.
'canto que se agrega a algo', lo cual necesariamente presupone, si nos atenemos a la
etimología, un acento melódico.
Observaciones
1. Si se atiende a los testimonios antiguos debiera aceptarse, junto con la escuela francesa, que el
39
acento latino era prevalentemente musical o de altura. Así esta escuela sostiene que el acento latino
histórico sería una continuación del primitivo acento del i.e. (libre y musical). Si bien se acepta que
en tiempos preliterarios toda palabra llevaba –además del musical– un acento de intensidad en la
sílaba inicial, quizá por influencia etrusca, éste no se conservó durante el período histórico.
Para los autores de esta escuela la naturaleza musical del acento histórico resulta incuestionable
por el sistema de oposiciones entre largas y breves en el que se basa la métrica latina (sólo posible
en lenguas con acento de altura).
Sabido es, de todas formas que en un momento dado el acento de intensidad sustituyó al
musical. Pompeyo (GLK, V, 126, 27) y otros gramáticos corroboran esta transformación decisiva a
partir del siglo V de nuestra era, Aunque algunos casos de síncopa de sílabas pretónicas o
postónicas en los grafitti pompeyanos (MALDIXIT =maledixit, C.I.L., IV, 2445) deben hacernos
pensar que este cambio se inició en el siglo I –e inclusive antes: saeclórum por saeculórum aparece
en Virg., Ecl. IV, 5–.
2. A los partidarios del acento de intensidad, en cambio, no les resulta del todo confiable la
terminología utilizada por los gramáticos latinos, presumiblemente calcada de la gramática griega
(lengua en la que el acento sí era musical). Es así que postulan la temprana sustitución en latín del
acento musical indoeuropeo por un acento de intensidad inicial, que en los albores de la época
preliteraria se transformó en un acento condicionado a la cantidad de la penúltima sílaba –se
supone que en palabras polisilábicas había un acento secundario que, con el tiempo, habría
desplazado al de la sílaba inicial–.
Los principales argumentos de la escuela alemana son el fenómeno de la síncopa (pósitus >
postus) y la reiterada coincidencia entre acento e ictus en la métrica de los comediógrafos. Sin
embargo, por más que ambos hechos son indiscutibles, resultan de una escasa fuerza probatoria, ya
que la síncopa no puede ni debe ser explicada únicamente como resultado del acento de intensidad
y la coincidencia de acento e ictus en la métrica de Plauto y Terencio no indica necesariamente que
el acento fuera de intensidad, dado que el ictus es más bien el índice de un ritmo que el de un
acento de frase.
3. De acuerdo con lo expuesto, parecería lógico –en atención a los testimonios de los gramáticos y
a las razones de la métrica– concibir al acento latino durante el período clásico como musical. Pero,
dado lo arduo del problema, se ha preferido aquí presentar las principales hipótesis y puntos de
discusión, sin adherir a una u otra postura por parecernos lo más prudente.
De hecho, resulta llamativo que en los últimos años ambas posiciones se estén acercando.
Recientemente algunos autores han moderado la posición tradicional de la escuela francesa –J.
Herman (1982), J. Dangel (1995)– y hablan de una profunda interrelación entre intensidad y altura.
§ 9. Los principios que rigen la acentuación en latín pueden reducirse a los tres siguientes:
40
1ª regla (ley del trisilabismo): El acento de una palabra no puede colocarse más allá de
la antepenúltima sílaba.
2ª regla (ley de la baritonesis): En palabras bisilábicas, el acento siempre cae sobre la
primera de las dos sílabas: ípse, fúmus, cónsul, máre, légis, béne, ínter.
3ª regla (ley de la penúltima): Si la penúltima sílaba es larga (sea por naturaleza, sea por
posición) el acento cae sobre ella: regína, amícus, laudámus, fidélis, regúntur. Pero si la
penúltima es breve, el acento se retrotrae a la antepenúltima: recordátìo, ímpètus, fácìlis,
ínvòcas, fémìna, úmìdus.
41
signo de breve. La simple omisión del signo de larga indica que lo es. Asi pasa con palabras
como dómina, véhemens, cívitas.
NOTA: Los tildes colocados sobre las palabras latinas en el presente parágrafo (como en los que
siguen) están allí únicamente para ejemplificar la posición del acento en cada caso. Recuérdese que
en latín no hay signos ortográficos que posean esta función.
§ 10. Las reglas generales expuestas tienen, no obstante, unas pocas excepciones que, como
se verá, son sólo aparentes.
42
1. los adverbios déinde y éxinde (por influencia del desplazamiento del acento en las
formas apocopadas déin y éxin);
2. los nombres Camillus y Cethégus (probablemente por ser de procedencia etrusca).
NOTA: Los antiguos gramáticos mencionan algunas acentuaciones anómalas –algunas más
justificables que otras– con un claro valor diacrítico entre pares de homógrafos. Así se consignan el
verbo ádeo frente al adverbio adéo, el sustantivo círcum frente a la preposición circúm, el
imperativo póne frente al adverbio poné.
§ 11. Se llama enclíticas a las palabras que carecen de autonomía fonética y requieren de la
unión con la palabra precedente para poder ser pronunciadas. Las principales enclíticas son
-que, -ne, -ve, -ce, -met, -dem y el pronombre indefinido quis. En estos casos el acento cae
invariablemente sobre la sílaba final de la primera palabra, aunque ésta sea breve. De modo
que se acentúa, por ejemplo, armáque, ipsémet, sceleráque. En los tres ejemplos la vocal
acentuada es breve, lo que podría explicarse por analogía con formas compuestas donde la
última sílaba del primer componente resultaba trabada (virúmque, dignúsque).
NOTA: Esta explicación se confirma si se piensa que los latinos acentuaban utràque por influencia
analógica de utérque.
Observaciones
1. En los casos en que la adición de la enclítica -que forma una palabra de distinto significado, al
43
desaparecer de la conciencia de los hablantes que se trataba de un compuesto, la nueva palabra (por
un fenómeno de recomposición denominado epectasis) es regida por la ley general de la penúltima.
De esta manera tenemos tótìdem, útìnam, dénìque, ítàque (que se distingue así de itáque = et ita).
§ 12. Se denomina proclíticas a las palabras que, por carecer de acento propio, se apoyan
en el de la palabra subsiguiente, pero –a diferencia de lo que ocurre con las enclíticas– no se
produce cambio alguno en la posición original del acento.
En latín son proclíticas habitualmente las preposiciones –siempre que no estén
funcionando como adverbios, ni se ubiquen detrás de su régimen ("anástrofe")–,
interjecciones y conjunciones monosilábicas.
División silábica
§ 13. La sílaba se corresponde con una secuencia de sonidos que puede ser pronunciada por
una única emisión de voz.
Cuando una sílaba termina por vocal se la llama abierta, y cerrada si termina con una o
más consonantes. Así, en cap-to la primera sílaba es cerrada y la segunda, abierta.
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Ejemplos: e-quus, a-qui-la, a-qua.
4) Dos consonantes seguidas, incluidas las geminadas, pertenecen a sílabas distintas. Los
grupos aspirados se consideran como una sola consonante.
Ejemplos: ap-tus, dam-num, tec-tum, prop-ter, pis-cis, sex-tum, ter-ra, an-nus, ca-bal-lus,
pos-sum, tri-um-phus.
Pero si esas dos consonantes son una oclusiva (p, b, t, d, c, g) o fricativa (f) seguida de
una vibrante (r) o lateral (l) forman sílaba indivisible con la vocal siguiente.
Ejemplos: pa-trem, li-brum, a-trox, A-fri-ca, du-plex, re-cla-ma-re.
5) En grupos de tres consonantes, las dos primeras forman sílaba con la vocal precedente
y la última con la siguiente.
Ejemplos: sanc-tus, temp-to.
Pero si de las tres las dos últimas constituyen un grupo de oclusiva más vibrante o
lateral, se unen a la vocal que sigue y la primera forma sílaba con la anterior.
Ejemplos: as-trum, spec-trum, tem-plum.
6) La división silábica de palabras compuestas está determinada por razones de orden
etimológico. Si no han sufrido mayores alteraciones en su estructura, o resultan al menos
claramente discernibles ambos componentes, el silabeo separa el prefijo de la palabra
simple.
Ejemplos: ab-i-re, de-scri-bo, ob-le-go, per-spi-ci-o, post-e-a.
Observaciones
1. Estas reglas no son de carácter absoluto, pues al tomarse como punto de referencia tanto
inscripciones como manuscritos, deben tenerse en cuenta los posibles errores y confusiones de
lapicidas y copistas.
2. Es de hacer notar que las normas transmitidas por los gramáticos antiguos, como Servio o
Casiodoro, no concuerdan con las formuladas más arriba respecto de los grupos de dos o más
consonantes. Ellos sostienen que las consonantes forman sílaba con la vocal siguiente, siempre que
se trate de grupos consonánticos admisibles a comienzo de palabra. Así separan pri-scus, ae-stas,
no-strum, pu-gna. En rigor de verdad, estas observaciones no parecen basarse en la realidad del
habla, sino que se trata aquí de un calco de las reglas de silabeo de la lengua griega. Así lo
demuestra el hecho de que acepten divisiones silábicas del tipo de o-mnis, vi-cto-ri-a o pro-pter, por
considerar como grupos de consonantes iniciales las combinaciones mn, ct, pt, que sí se dan en
45
griego (, , ), pero no en la lengua latina.
Signos ortográficos
§ 15. La diéresis ( ¨ ) se coloca sobre la segunda de dos vocales consecutivas para señalar la
inexistencia de diptongo o la disolución de un auténtico diptongo en dos sílabas: aër (a-er),
poëta (po-e-ta).
El apóstrofo (' ) se ubica entre dos palabras para señalar la elisión de la vocal inicial
de la segunda de ellas: bonus 's = bonus es (cf. § 28).
§ 16. Los signos de puntuación o divisorios son el punto (.), los dos puntos (:), el punto y
coma (;), la coma (,) –cf. § 4 Obs. 1– y los signos que indican interrogación y exclamación,
utilizados únicamente como finales (? !).
Observaciones
1. Los manuscritos latinos más antiguos carecen de signos de puntuación, y estaba en vigor la
scriptio continua, esto es, sin separación entre palabras. Sólo en ocasiones hay una división más o
menos regular en párrafos.
Con el tiempo, en algunas inscripciones comienza a aparecer un signo que indica la separación
entre palabras, que evoluciona hacia una especie de punto en alto ( ¦ > ' > ·). Con la creciente
estilización los puntos empezaron a tomar formas distintas y los lapicidas, a fin de separar una
palabra de otra, comenzaron a dibujar hojas de hiedra (hederae distinguentes).
2. El sistema de puntuación que se utiliza para los textos latinos es muy semejante al del español y
muchas otras lenguas modernas. Desarrollado en la Edad Media, no acabó de generalizarse hasta
finales del Renacimiento.
Cambios fonéticos
§ 17. Con el descubrimiento de las llamadas "leyes fonéticas", los gramáticos del siglo XIX
concluyeron que la dirección de los cambios fonéticos, en un área geográfica y en una
época determinadas, era siempre la misma y tenía validez para todos los miembros de esa
comunidad lingüística. Junto a este principio de inexorabilidad de las leyes fonéticas,
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comienzan sin embargo también a tenerse en cuenta los efectos de la analogía, esto es, el
afán de "regularización" de la lengua por medio del cual una forma lingüística se crea o
modifica a semejanza de otras.
NOTA: Así en español, los perfectos tuve, anduve o estuve se formaron por analogía con hube. En
latín, por ejemplo, las formas honor, arbor y robur tienen tema terminado en -s, y deberían por lo
tanto haberse mantenido como honos, arbos y robus. Si en general no lo han hecho, no ha sido por
efecto de una ley fonética sino por analogía con las restantes formas de sus respectivos paradigmas
(honórem, arboris, etc.), que por tener la s temática en posición intervocálica sufrieron los efectos
del rotacismo (cf. § 4 Obs. 2).
Los datos aportados por la geografía lingüística vinieron a su vez a comprobar que la
uniformidad de los cambios lingüísticos no resulta tan inexorable como las leyes fonéticas
reclamaban y las excepciones son abundantes –tanto por la acción de la analogía como por
otros factores, que van de la ley del menor esfuerzo hasta la influencia de una moda
determinada en la manera de hablar–. Queda por último la alternancia vocálica o apofonía
(cf. Introd. II.2.1.), que viene a ampliar el panorama de la supuestamente extendida
uniformidad.
Con todo, en el vasto campo de la fonética latina existe una serie de cambios que
evidencian una tendencia sistemática de la lengua, cierta regularidad susceptible de una
clasificación: nos limitaremos aquí a exponer las principales transformaciones fonéticas que
afectan a vocales y consonantes, la mayoría de los cuales se han dado en época preliteraria.
Los problemas particulares se abordarán en la IIª Parte (Morfología) a propósito de la
flexión nominal y verbal.
Vocales
A) Cambios cualitativos
§ 18. Los cambios de timbre que experimentan las vocales pueden deberse a la intensidad
inicial del primitivo acento latino o ser independientes de ésta, es decir relacionarse con el
47
influjo que sonidos contiguos ejercen sobre la vocal en cuestión.
i. en sílaba inicial
è breve se transforma en:
* ì breve ante nasal gutural (quinque < *quenque, dignus < *degnos
–cf. decet–);
* ò breve ante una l seguida de a, o, u o é larga (volo < *velo –cf.
velle, velim–), ante u originaria (novem < *nevem) y al formar
sílaba abierta con una consonante más u (bonus < *duenos) o el
grupo qu (coquo < *quequo).
ò breve se convierte en:
* u ante nasal gutural o labial (unguis < *onguis, umerus < *omesos)
o seguida de l + consonante (sulcus < *solcos);
* è breve precedida de v y seguida de r, s o t (vertex < vortex, vester
< voster, veto < voto).
48
iii. en sílaba final
à breve pasa a:
è breve en sílaba cerrada (auceps < *aucaps < *avicaps –cf.
capio–).
è breve se transforma en:
ì breve en sílaba cerrada ante t o s (agit < *aget, salutis <
*salutes).
ì breve se inflexiona en:
è breve en sílaba abierta (mare < mari).
ò breve se hace:
ù breve ante s, m, nt (hortus < *hortos, hortum < *hortom, agunt <
*agont, tempus < *tempos).
B) Cambios cuantitativos
§ 20. Los cambios que afectan a la cantidad vocálica no pueden ser más que dos: o bien la
vocal se alarga, o bien se abrevia.
1. Alargamiento
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a. ante ns, nf (ínsanus, ínfelix; mánsi frente a màneo; cónfero frente a còntuli);
b. ante nct (sánctus frente a sàncio, iúnctus frente a iùngo);
c. ante una s sonorizada y posteriormente desaparecida (àénus < *aesnos, póno <
*pòs(i)no, ídem < *ìsdem);
d. en los participios de perfecto y formas afines, cuando una g o d preceden al sufijo
-to (áctus frente a àgo, léctus y léctor frente a lègo, vísus < *vidtos frente a vìdeo).
2. Abreviación
C) Contracción
§ 22. Se trata de la fusión de dos vocales en una sola vocal o diptongo. La contracción
puede darse
a. entre vocales iguales, dando como resultado una vocal larga del mismo timbre
(látrina < *la(v)atrina, némo <*ne(h)emo, í < ii en el gen. sg.: Valerí; mí < mihi; níl <
nihil, cópia < *co-opia);
50
b. entre vocales diferentes
1. la contracción produce también una vocal larga (málo < *ma(v)olo, amó <
*amao, cógo < *coago, cópula < *co-apula, praebeo < *prae(h)abeo);
2. la contracción produce un diptongo (neuter < ne-uter, cui < quoi) –cf. § 3
Obs. 5–.
D) Síncopa
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E) Apócope
§ 25. Es la caída de una vocal final de palabra. Pueden distinguirse varios grupos:
a. palabras que aparecen siempre con su forma apocopada (formas del voc. sg. como
puer < puere o vir < *vire; los imperativos dic, duc, fac, que provienen
respectivamente de dice, duce, face; los sustantivos neutros en -al y -ar –tribunal <
tribunale, exemplar < exemplare–);
b. palabras que en latín arcaico aún conservan a veces la vocal final (hace, uti
coexisten con las más frecuentes hac y ut);
c. palabras que se utilizan con su forma apocopada o sin apocopar (ac < atque; nec
< neque; neu < neve).
F) Elisión
§ 26. Constituye la pérdida de una vocal final –o vocal final + m– ante palabra que
comienza por vocal (nullus < *n(e)ullus, nunquam < *n(e)unquam, animadverto <
*anim(um)adverto, potest < *pot(e)est).
G) Epéntesis o anaptixis
H) Aféresis
52
est (2ª y 3ª personas del singular del verbo sum, exclusivamente con valor copulativo).
En el primer caso, la desaparición de la e se indica con un apóstrofo (nobilis's < nobilis
es, stultus's < stultus es). En el segundo, junto con la pérdida de la consonante final (cf. §
29) se verifica además la caída de la vocal e y la consiguiente fusión entre las dos
palabras(mortuust < mortuu(s e)st, bonust < bonu(m e)st).
Consonantes
A. Desaparición
i. en posición interior
* d cae ante w (suavis < *swadwis);
* h cae en posición intervocálica, no representando ningún obstáculo para la
contracción de vocales (nemo < *ne-hemo, debeo < *de-habeo). En ocasiones la
elisión es facultativa: nil o nihil, mi o mihi;
* s en contacto con consonante sonora primero se sonoriza (en rigor, se
produce una asimilación parcial; cf. § 31) y luego desaparece, alargando
compensatoriamente la vocal precedente (prímus < *prizmos < *prismos, ídem <
*izdem < *isdem, fánum < *faznom < *fasnom, póno < *pozno < *pos(i)no. Del
mismo modo se explica la caída de s en el prefijo dis- (díligo < *disligo, dímitto <
*dismitto);
* n ante s o f tiende a desaparecer en el habla popular (consul > co(n)sul;
confero > co(n)fero, sponsus > spo(n)sus).
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Así lo testimonia su omisión en numerosas inscripciones de los siglos IV y III a.C.. En el
siglo siguiente hubo una reacción purista que restituyó la m en la escritura y
presuntamente en la pronunciación de la gente culta. No obstante, tanto los gramáticos
latinos (Quintiliano IX, 4, 40; Velio Longo, GLK, VII, 78, 19 s.; Prisciano, GLK, II, 29,
25 s.) como inscripciones vulgares de época imperial dan cuenta de la debilidad de la m
en posición final, sobre todo si la palabra siguiente comenzaba por vocal. En poesía, de
hecho, en los finales -am, -em, -im y -um la m se elide ante inicial vocálica (magnu(m)
amorem), posibilitando la fusión de ambas vocales en una sola (sinalefa).
B. Simplificación
§ 30. Dentro de este grupo, consideraremos dos tipos de simplificaciones: las de grupos
consonánticos homogéneos (geminadas) y las de grupos consonánticos heterogéneos –sus-
ceptibles a su vez de ser clasificados en grupos de dos o más consonantes–. Las
consonantes agrupadas se simplifican:
i. en posición inicial
a. grupos de dos consonantes:
tl > l (latus < *tlatos);
pt > t (tilia < *ptelea);
ps > s (sabulum < *psablom < *psaflom);
ks > s (sentis 'espino' < *ksentis);
sl > l (lubricus < *slubricus);
sn > n (nurus < *snusos);
gn > n (natus < gnatus).
b. grupos de tres consonantes:
stl > l (lis < stlis).
54
rst > st (tostus < *torstos, cf. torreo –torseo en latín arcaico–);
spt > pt (vopte < *vospte);
sps > ps (ipse < *ispse);
ngn > gn (cognosco < *congnosco).
2. con caída de la consonante medial
rpm > rm (sarmentum < *sarpmentum);
rcm > rm (tormentum < *torcmentum, cf. torqueo);
lgm > lm (fulmen < *fulgmen, cf. fulgeo);
lct > lt (indultum < *indulctum < *indulgtum, cf. indulgeo);
ncd > nd (quindecim < *quincdecim < *quinqu(e)decim);
nct > nt (quintus < *quinctos);
lpm > lm (pulmentum < *pulpmentum, cf. pulpa);
rct > rt (fortis < *forctis);
sct > st (pastus < *pasctus, cf. pasceo);
rsn > rn (perna < *persna);
lsn > ln (alnus < *alsnos).
NOTA: El grupo -nct- es, sin embargo, frecuente (functus, sanctus), debido por lo
general a reconstrucciones analógicas.
3. con caída de las dos primeras consonantes
xd (=csd) > d (sedecim < *sexdecim);
xl (=csl) > l (tela < *texla);
xb (=csb) > b (ebibo < *exbibo);
xm (=csm) > m (iumentum < *iuxmentum);
psm > m (amitto < *apsmitto);
ksl > l (ala < *aksla).
c. grupos de cuatro consonantes:
1. con caída de la consonante inicial
cstr > str (illustris < *inlucstris, cf. luceo).
2. con caída de dos consonantes
dcsc > sc (disco < *didcsco);
rcsc > sc (posco < *porcsco).
3. con caída de tres consonantes
nstl > l (ilico < *inslocod < *instlocod).
55
c. grupos de tres consonantes:
nts > ns (mons < *monts, cf. el gen. montis; ferens < *ferents, cf. el gen.
ferentis).
C. Asimilación
§ 31. Constituye la alteración de un sonido por la influencia que otro ejerce sobre él. Se da
entonces cuando un fonema adopta uno o más rasgos articulatorios de otro fonema de la
misma palabra. Así la asimilación puede:
1) producirse entre sonidos en contacto o separados por otros (asimilación a distancia);
2) ser completa (si un sonido resulta idéntico a otro) o parcial (si un sonido se acomoda
a otro en una sola de sus características -la mayor vibración de las cuerdas vocales, el punto
de articulación y también el modo de la misma);
3) ser progresiva (si el segundo sonido se asimila al primero) o regresiva (si el primero
es el que se asimila al segundo).
De donde resulta que un fenómeno concreto de asimilación presupondrá una
combinación de los tres factores.
i. Completa
a. regresiva
1. Cuando el primer elemento es una sonante:
rl > ll (stella < *sterla);
nr > rr (irritus < inritus);
nl > ll (corolla < *coron(o)la, dimin. de corona);
nm > mm (immemor < inmemor).
2. Cuando el primer elemento es una oclusiva:
p, b, t, d + g > gg (suggero < subgero);
p, b, t, d + c > cc (succido < *subcado);
d, t + p > pp (appello < adpello);
dl > ll (alloquor < adloquor);
p, b, t, d + f > ff (affero < adfero, officina < *op(i)ficina);
p, b, t, d + m > mm (summoveo < submoveo; summus < *supmos,
cf. super);
t, d + n > nn (annuo < adnuo, annus < *atnos);
t, d + s > ss (sensi < *senssi –simplificación de *sentsi, cf. § 30 ii.
a. 3.–; divisit < divissit < *dividsit, cf. divido);
p, c + t > tt en el habla popular (Settembris < Septembris).
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3. Cuando el primer elemento es una s:
sf > ff (differo < *disfero, difficilis < *disficilis).
b. progresiva
nl > ll (colloquium < *conloquium, collis < *colnis);
ls > ll (facillimus < *facilsimus, velle < *velse);
rs > rr (ferre < *ferse).
Constituye un fenómeno infrecuente en latín, por el cual dos consonantes de una misma
palabra, estando separadas por otro(s) fonema(s), se influencian recíprocamente de manera
parcial. También puede ser de dos clases:
a. regresiva (por ejemplo, coquo < *pequo, cf. gr. o ; bibo < *pibo);
b. progresiva (por ejemplo, prope < proque).
57
D. Disimilación
§ 32. Se produce una disimilación cuando dentro de una palabra un sonido se suprime o
transforma por hallarse en las proximidades de otro con características articulatorias afines.
La disimilación siempre se produce entre dos fonemas a distancia –esto es, separados
entre sí, lo que evita que sea confundida con la diferenciación (cf. § 33)– con la finalidad de
evitar la repetición en una misma palabra de dos movimientos articulatorios iguales o que
comparten al menos el modo o punto de articulación, la sonoridad, etc.
Como la asimilación, puede ser completa o parcial y regresiva o progresiva.
1. Completa
Este tipo de disimilación comporta la pérdida del sonido disimilado. Algunos ejemplos
pueden ser: praestigia < *praestrigia, cf. praestringo; taberna < *traberna, cf. trabs;
Caerealis < *caereralis, cf. Caeres.
2. Parcial
a. regresiva
Los casos en el latín clásico son infrecuentes (tenebrae < *temebrae; caeruleus <
*caeluleus ?). Sin embargo, en el habla popular, se dan unos cuantos casos,
atestiguados por los gramáticos y las inscripciones: fragellum por flagellum,
pelegrinus por peregrinus, menetrix por meretrix, etc.
b. progresiva
Los casos son numerosos, siempre en palabras con un sufijo que contuviera una
lateral (como -alis o -lom) y que hubiese otra en la palabra. Si esto ocurría, la l del
sufijo se disimilaba en r: sepulcrum < *sepulclom, consularis < *consulalis.
58
E. Diferenciación
F. Epéntesis
§ 34. Así como puede desarrollarse una vocal epentética (cf. § 27), también puede haber en
latín una consonante epentética, es decir, un fonema suplementario no etimológico. En este
último caso nos hallamos ante un tipo especial de diferenciación, dada por la aparición de
una p entre dos consonantes en posición interior de palabra. Este fenómeno fonético se
verifica en los grupos que se detallan a continuación:
a. ml > mpl (exemplum < *exemlom);
b. ms > mps (sumpsi < *sumsi; dempsi < *demsi, cf. demo);
c. mt > mpt (emptus < *emtos, cf. emo; sumptus < *sumtos, cf. sumo).
G. Metátesis
§ 35. Consiste en el cambio de posición de una o dos consonantes dentro de una palabra. La
metátesis puede ser unilateral (si un fonema se traslada de sílaba) o recíproca (cuando dos
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sonidos intercambian sus posiciones respectivas).
Cabe señalar que este fenómeno es muy infrecuente en latín clásico, por lo cual los
ejemplos que se consignan más abajo pertenecen al latín vulgar y nos han sido
proporcionados tanto por testimonios de los gramáticos como por formas epigráficas.
a. Ejemplos de metátesis unilateral: coacla por cloaca, interpetrationem por
interpretationem, cocodrillus por crocodillus.
b. Ejemplos de metátesis recíproca: lerinquas por relinquas, lerigio por religio, lapidicina
por lapicidina.
§ 36. Nos referiremos aquí a los cambios que afectan a las consonantes no incluidos en
ninguna de las categorías anteriores. Las principales transformaciones son las siguientes:
i. en posición inicial
el grupo dw (dental sonora + wau) se hace b (bis < *dwis –cf. gr. *F–, bellum
< *dwellum);
el grupo sr se convierte en fr (frigus < *srigos).
60
iii. en posición final
qu (qw) pierde su apéndice labial (ac < atque, al perderse por apócope la vocal
con la cual formaba sílaba).
Observaciones
Semiconsonantes
b. La wau (w)
61
1. en el grupo dw inicial se fusiona con la d, dando como resultado una b (cf.
§ 36 i.);
2. entre vocales iguales desaparece, posibilitando la contracción, siempre que
la segunda sea átona (vita < *vivita, de vivo; latrina < *lavatrina; oblitus < *oblivitus,
cf. obliviscor);
3. ante o y u desaparece, a menos que se encuentre en posición inicial
(parum < paruom; deus < *deos < *deiwos);
4. detrás de l se asimila (pallidus < *palwidos).
62
2ª Parte: Morfología
nominal
63
1. El nombre
64
Observaciones
65
La confusión surge de haber pensado que se relacionaba con el verbo
‘acusar’, cuando en realidad lo hace con el sustantivo verbal , con el
significado –como por ejemplo en Aristóteles– de ‘efecto’, ‘resultado producido por una
causa’. De donde resulta que para los griegos el acusativo es el ‘caso con el cual se expresa el
efecto o resultado () de la acción verbal’. Esta etimología responde claramente a uno
de los usos fundamentales (si no el fundamental) de este caso –tergiversado entonces por
accusatívus en la versión latina–.
IV. Genitivo. También con el nombre de este caso hubo una interpretación errónea de la
nomenclatura griega por parte de los gramáticos latinos. En griego se lo llama
, con un adjetivo que tanto puede significar ‘general’ como ‘genérico’, y que
responde a la íntima naturaleza del genitivo, ya que expresa la relación general entre dos
nombres, es decir que no particulariza, no desciende a las múltiples variedades concretas y
particulares de esa generalidad. De acuerdo con esto, en latín debió haberse llamado casus
generális o casus genericus, pero al aislar sólo la realización del genitivo como expresión del
origen, de la paternidad (Diodórus Timarchidi ‘Diodoro -hijo- de Timarchides’), los latinos
relacionaron con el verbo ‘nacer’, y así llegaron a genetívus ‘[caso]
engendrador’, oscureciendo por completo la relación existente entre este nombre y los valores
sintácticos de dicho caso.
V. Dativo: El nombre de este caso es una adaptación del griego . El adjetivo
datívus es un derivado del verbo dare. Así, casus datívus significa propiamente ‘caso de la
atribución o de la dación’, lo cual está en un todo de acuerdo con la función sintáctica
habitualmente desempeñada por el dativo en latín: expresar la persona o cosa personificada a
quien se atribuye o da algo.
VI. Ablativo: Para darle nombre a este caso los latinos no pudieron recurrir a la lengua
griega, dado que en ella no existían en un morfema aislable las nociones asociadas a él. Así es
que algunos gramáticos optaron por denominarlo de manera poco afortunada –por atender
solamente a circunstancias de orden externo– ‘caso sexto’, o bien ‘caso latino’. Otros, en
cambio, recurrieron al adjetivo verbal ablatívus, derivado del verbo auferre. De este modo,
desde el punto de vista etimológico, casus ablatívus significa ‘caso de la separación’. Si bien
es verdad que con frecuencia este caso expresa una idea de alejamiento o separación, sus
valores semánticos y sus funciones sintácticas son variados y la denominación que finalmente
ha prevalecido no expresa sino una de las múltiples facetas posibles. Con todo, esta
deficiencia no hace más que evidenciar la dificultad de sintetizar en una denominación única
el significado de las varias funciones que el ablativo puede desempeñar. Prueba de ello es que
la gramática moderna no ha reemplazado la denominación tradicional.
66
de cada lengua histórica (en griego, por ejemplo, no hay ablativo, ni locativo, ni instrumental; en latín,
faltan los dos últimos). Los estudios actuales, sin embargo, han llevado a postular como realmente
desarrollados en la época de comunidad solo tres casos: nominativo, acusativo y genitivo, y un cuarto
que, cuando es el único existente además de los tres primeros, suele recibir el nombre de dativo; es
decir que, sin negar situaciones de evidente sincretismo, las últimas consideraciones lingüísticas
llevan a pensar que las diferencias de los sistemas flexionales son obra de desarrollos posteriores
pertinentes a cada lengua o grupo de lenguas en particular (o amplían el sistema casual, o lo dejan más
o menos estable, o lo eliminan totalmente, como el español o el inglés) y que no se trata de hipostasiar
un sistema acabado y completo en los orígenes, que las lenguas, en su dispersión, no habrían hecho
más que disminuir y empobrecer.
a. En ninguna de las lenguas indoeuropeas existen los ocho casos con desinencias propias en los
tres números (singular, dual y plural). El caso óptimo es el representado por el indio en el singular de
la flexión temática, en el que aparecen efectivamente todos ellos. Pero a excepción de este testimonio
su número nunca es completo. El instrumental, por ejemplo, es poco probable que llegara a
desarrollarse en la lengua común, y en cuanto al ablativo y al locativo es tan heterogénea su situación
en las lenguas históricas, que es otro elemento que coadyuva a tornar poco satisfactoria la hipótesis
del sincretismo.
b. Hay una notable homogeneidad en los morfemas utilizados para la caracterización del
nominativo, acusativo y genitivo entre las diversas lenguas indoeuropeas. Este dato formal, aunado al
hecho de las funciones básicas que representan, son las determinantes para asignarle un pleno
desarrollo en la época de comunidad, cosa que, según hemos visto, se sostiene actualmente (habría
que agregar el vocativo, el caso de la exclamación/llamada, creado a partir de una especialización
formal del tema puro y determinadas circunstancias de acento y juntura). En la expresión de las
circunstancias, en cambio, es donde existe la heterogeneidad: es probable que ese cuarto caso antes
mencionado, el dativo o dativo-locativo, fuera el destinado a expresarlas, creando una escisión entre
las nociones locativas de “hacia” y “en”, y las más abstractas de “con” y “por causa de”. Varios de
estos sentidos van a ser morfologizados posteriormente y adquirir existencia independiente mediante
la creación de nuevos casos, pero el número de éstos y los sufijos que utilizarán no serán los mismos
en cada una de las lenguas.
Género
§ 39. Existen en latín tres géneros: el masculino, el femenino y el neutro, cuya marca
indudable de reconocimiento es la exigencia de concordancia que imprimen al respectivo
adjetivo variable. Es decir que al haberse gramaticalizado la oposición genérica (a partir del
probable género natural –cf. Obs. 2–) el adjetivo oficia de marca exterior en ausencia de una
distinción específica del sustantivo, como en clarus / clara sacerdos, o bien, frente al
esperable género habitual de determinados temas, el adjetivo es el útil gramatical que viene a
67
subrayar la especificidad del término en cuestión, como en bonus nauta (masculino con tema
en -a) o alta fagus (femenino, en -o).
Tampoco en el género neutro hallamos, frente a lo que se pensaría, una relación directa
entre su significación y el probable ser (inanimado) de la cosa: en mancipium ‘esclavo’, el
neutro designa un ser viviente (¿asimilado a una posesión o a un bien de cambio?).
Si bien el adjetivo ha sido llamado a distinguir la oposición genérica, en los tipos sapiens,
felix o vetus la confusión subsiste, ya que la declinación de estos términos es casi enteramente
común al masculino, femenino y neutro. Por eso ya los antiguos gramáticos latinos
recomendaban acompañar al sustantivo por una de las tres formas del pronombre
demostrativo hic (m.) haec (f.) hoc (n.) como marca indudable del género en cuestión.
Observaciones
1. El género, tal como lo conocemos en el latín y en las lenguas históricas en general, tuvo su primera
manifestación en la oposición morfológica surgida en algún estadio del indoeuropeo entre lo
animado/inanimado, a partir de una época originaria donde probablemente no existiera tampoco esta
distinción. El grupo de lo animado sufrió posteriormente la escisión del femenino, a partir de un
proceso de diferenciación morfológica que puede remontarse al indoeuropeo tardío (por medio de la
adjunción de sufijos caracterizadores al tema originario). Recién entonces, con el desdoblamiento de
lo animado en masculino y femenino, y encauzado lo inanimado como “neutro” (en rigor, ‘ni uno ni
otro –género–’, cf. el gr. ), llegamos a la distinción de los tres géneros, que vendrá a
adquirir, como hemos visto, características predominantemente formales en el estadio histórico del
latín –y que han subsistido en las lenguas romances modernas, ya que el género junto con el número
son las únicas alteraciones flexivas que han conservado los nombres–.
3. De todas formas, en base a los testimonios que ofrece una lengua histórica como el latín (o el
griego), se puede reconstruir el siguiente panorama:
a. La distinción de sexos entre hombre-mujer, era marcada por raíces o sufijos diferentes: vir /
mulier, venátor / venátrix.
68
b. Con relación a macho-hembra en el reino animal, salvo raras excepciones de formación reciente
(lupus / lupa, equus / equa), la palabra era de género común, como can o bos: de donde la necesidad
de agregar mas o femina si se quería especificar el sexo. Otro tanto ocurría con los términos epicenos,
a los cuales se les asignaba un género convencional, pero que valía para ambos: vulpes, feles.
c. En los casos anteriores hemos visto referentes claramente animados de los términos
correspondientes, pero también son considerados como vivos los árboles, por el hecho mismo de que
producen frutos –fagus, quercus– lo que acarrea el género femenino del universal arbor; también las
fuerzas de la naturaleza, los elementos, los astros son seres animados: así el nombre del ‘cielo diurno’
es “Padre luz” –Iuppiter– (cf. caelus m. en d); el nombre de la ‘tierra’, fecundada por la lluvia del
cielo, es femenino: humus, terra (cf. gr. ).
d. Ciertas nociones eran algunas veces designadas en i.e. ya sea por un nombre de género animado,
ya sea por uno inanimado. El primero expresaba el concepto, en tanto activo, como personificado; el
segundo, en tanto genérico, abstracto o inerte, como inanimado: ignis m., frente al gr. , n.; aqua f.,
unda f., en cambio en gr. n.; para ‘cielo’ había dos términos, caelus m. y caelum n., aunque el
plural es masculino, caeli; terra f., frente al osco terúm n., de donde se desprende que en itálico la
tierra era considerada, por un lado, un ser animado, maternal y fecundo, y por otro, un objeto material,
el suelo, que sirve de base a la vivienda.
e. La oposición animado/inanimado, descrita arriba desde el ángulo semántico, también puede
estudiarse desde la perspectiva estructural, y concluir que su nacimiento es solidario con el de la
oposición casual nominativo/acusativo (sujeto/objeto): los animados son originariamente nombres de
acción, que pueden funcionar como sujeto y objeto –y exclamación/llamada: vocativo–, los
inanimados, sólo como objeto. La morfologización posterior consistió en distinguir las dos funciones
básicas de los nombres animados, mediante la oposición -s/-m (sujeto/complemento objeto),
eliminándose el tema puro como objeto, y restringiéndose su función sujeto sólo a ciertos temas. En
cuanto a los inanimados, al no poder funcionar como sujeto, se tornaba innecesaria la oposición con la
función complemento, de manera que pudieron mantenerse junto a las formas en -m las de tema puro.
La oración nominal –donde no tiene por qué funcionar la oposición sujeto/objeto–, el relajamiento de
la distinción entre animado/inanimado y la influencia de los paradigmas formales mencionados en la
Obs. 2 son las principales causas de la conversión de esta oposición en un mero formulismo
gramatical (los “tres géneros”), destinado a marcar las relaciones entre las palabras gracias a la
concordancia.
Número
§ 40. En latín encontramos dos números, singular y plural. El antiguo dual (“un par de ...”)
sólo se ha conservado en el nominativo de los numerales duo y ambo. Los restos de un
colectivo son reconocibles en la desinencia -a del neutro plural, que designaba
originariamente una masa indiferenciada de objetos antes bien que una multiplicidad
numerativa.
69
Observaciones
1. El dual
a. Con el auxilio de la etimología se pueden reconocer antiguas formas del dual en la composición
de los numerales viginti, duo y ambo, pero para la conciencia del sujeto hablante viginti era un término
indeclinable e indivisible, y los dos restantes numerales se comportaban, tanto en la flexión como en
su empleo, como verdaderos plurales –cf. § 88 1. ii. y 88 1. vi. b)–.
b. El número dual, en las lenguas que lo desarrollaron, designaba objetos que, si bien de a pares,
constituían una pareja individual; en tal sentido representaba una especie de transición entre el
singular y el plural (cf. c.): así en gr., “los [dos] ojos, la vista”. Este es el llamado dual natural.
Hay un segundo empleo del dual, llamado ocasional, que se aplica a objetos de los que ya se informó
previamente que eran dos; es, por tanto, un uso anafórico (cf. § 73 Obs. 2).
c. Los recientes estudios han demostrado, contra la opinión tradicional (W. von Humboldt), que el
plural no representa un grado de “abstracción” mayor que el dual (o el trial, etc.), al cual determinados
pueblos “primitivos” nunca habrían accedido: resulta que todas las lenguas que tienen dual –sin
excepción–, por primitivo que sea el pueblo que las habla, tienen también plural. El hecho es que hay
una constante en las lenguas conocidas (indoeuropeas o no) que consiste en ordenar el inventario de
los números gramaticales que utilizan de una manera no arbitraria, sino en una serie tal que cada
eslabón exige la existencia del anterior: en ese inventario no puede haber dual sin plural (ni a su vez
trial sin dual, etc).
d. El plural es más antiguo que el dual, y el nacimiento de la primera oposición numérica fue entre
el singular y el plural: el primero es el término no marcado y el segundo, el marcado o positivo, con
desinencias *-es/s e *-i. A su vez esta oposición está presuponiendo un estadio originario
indiferenciado, en el cual la idea de pluralidad era señalada por procedimientos léxicos: numerales,
vocablos cuantificadores, etc.
O P O S I C I ÓN
SINGULAR PLURAL
70
En un primer momento, cuando no se había tendido a asociar los nombres de masa a una
determinada marca formal (cf. e), estas dos categorías (por lo demás emparentadas, y que a veces
confluyen) eran expresadas por la común desinencia del plural, lo que da lugar a veces a una situación
confusa en la que sólo el contexto decide.
b. Incluso dentro de la subclase de los nombres numerativos, no siempre las cosas son sencillas: a
veces el singular no señala la unidad, es indiferente a la oposición, como en el caso del llamado
singular representativo, del tipo griego ‘los persas’. Por otra parte, hay que reparar en los
pronombres personales, cuyo plural no multiplica exactamente el singular: ‘nosotros’ no es ‘yo + yo +
yo...’, sino ‘yo + tú’, ‘yo + él’, etc. Agreguemos también que en indoeuropeo existían los singularia
tantum, palabras con sólo singular, algunas de las cuales eran numerativas, como los nombres propios
(aunque eventualmente podían recibir un plural, con un significado figurado; tal es el caso del
homérico ‘mujeres como Criseida’ –Esquilo, Ag. 1439–).
c. Nombre de masa es fumus, cuyo plural, fumi, es igualmente ‘humo’, pero considerado como una
masa escindida en varias. De un modo semejante, en griego tenemos el singular frente al
plural , para la expresión de un conjunto de tejas y objetos de cerámica: pero en el segundo
caso con la idea añadida de que está formado de objetos individuales (con todo, cuando se opera el
desplazamiento habitual hacia el concepto numerativo: pasa a interpretarse como ‘vasijas’,
‘tejas’, como ‘una vasija’, ‘una teja’).
d. Una palabra puede usarse ya como numerativa, ya como de masa: esto ocurre con los plurales
loci / loca, o en griego , de locus y , respectivamente. En loci está la idea de “lugar”
como compartimientos de terreno o pasajes de la obra de un autor, mientras que en la forma neutra
tenemos la noción de conjunto de lugares, de paisaje (cf. silent late loca ‘el paisaje a lo lejos está
silencioso’, Virg., Aen. IX, 190). Con , por su parte, se designa la noción de masa discontinua:
los muslos ofrecidos en sacrificio, considerados como un conjunto.
e. La observación anterior mostró la tendencia, posteriormente sistematizada, a asociar la
desinencia -á/-à con los nombres de masa (los “plurales” neutros en -a).
71
I. SINGULAR
Nominativo: Para una parte de los nombres animados, el indoeuropeo morfologizó por
medio de una *-s una marca de nominativo (lupu.s, urb.s); el resto de los animados se
distribuyó entre aquellos que conservaron el tema puro, sin sufijo casual (nauta, consul), y
los que caracterizaron el nominativo por medio del alargamiento de la última vocal del
tema (*patér > patèr). Con relación a los inanimados, cuando comenzaron a usarse como
sujeto (véase § 39 Obs. 3 e), en general conservaron el originario tema puro (genus, cornu),
pero aquellos que habían morfologizado la desinencia de acusativo la extendieron al
nominativo (templu.m).
Vocativo: Con excepción de los sustantivos y adjetivos animados con tema terminado en
-o, en los cuales el vocativo se distingue por medio de una alternancia vocálica (lupe frente
al tema lupo-, sobre el que se basan los restantes casos; cf. también el gr. ), el vocativo
singular prácticamente siempre resulta igual al tema puro (puella, amor, mare). No
obstante, en algunos grupos la lengua no lo distingue del nominativo singular (manus, res).
Acusativo: Para los animados el acusativo singular del i.e. se forma añadiendo *-m en los
temas vocálicos (rosa.m, lupu.m, classi.m > classe.m, manu.m, die.m), pero en los temas
consonánticos aparece como *-ṃ, razón por la cual en latín desarrolló una vocal de apoyo
(duc.em, homin.em, ped.em, matr.em, honór.em).
El grupo de los inanimados que, según lo dicho, no podía originariamente funcionar
como sujeto, por un lado, conservó el tema puro –extendido luego al nominativo y
vocativo– (genus, nomen, mare, manu) y, por otro, en los temas en -o se añadió la *-m del
acusativo singular animado –extendida también a los tres casos– (templu.m).
Genitivo: Salvo en los temas en -o, el genitivo indoeuropeo se caracterizaba por una
desinencia que contenía una silbante. Esta podía presentarse sola (*-s), pero lo más
frecuente es que apareciera como *-es (en griego), en cuyo caso en los temas
vocálicos se producía una contracción entre la vocal desinencial y la final del tema. Así, el
72
latín arcaico viás procede de *viá.es. La forma clásica viáí > viae es, en cambio, una
formación analógica, basada en el genitivo en *-í de los temas en -o. En ellos esta -i larga es
un sufijo de derivación –quizá en su origen un formador de adjetivos, con una significación
básica de ‘perteneciente a, conectado con’– que en las ramas occidentales del i.e. (itálico,
céltico, ilirio) ha reemplazado a la antigua desinencia *-osyo.
Nótese que en este grupo el sufijo desinencial no se une a la vocal temática (cf. Intr. II.1.4.), sino
que lisa y llanamente la reemplaza también. En contra de lo que algunos autores pudieron haber
pensado, la desinencia -í no proviene de -oi (vocal temática + i).
En resumidas cuentas, existen para este caso dos desinencias distintas –lo que constituye
una innovación de la lengua latina–, pero que no son intercambiables: la desinencia -í
resulta común a los temas en -a, en -o y en -e: *rosá.í > rosae, domin.í, die.í. El resto de los
genitivos singulares presentan una -s o bien -is (< *-es): duc.is, classi.s, manu.s.
Dativo: Las últimas reconstrucciones del morfema indoeuropeo que daría origen al dativo
concluyen en asignar, incluso ya desde la etapa de la lengua común, dos sufijos en
concurrencia para este caso: *-ei y *-ó (cf. no obstante lo dicho especialmente en § 38 Obs.
2 a-b, tanto para el dativo como para el ablativo y locativo). El segundo, usado en su origen
para derivar adverbios de “lugar a donde” (cf. lat. quo, gr. ), tendió a reservarse, por
su evidente afinidad fonética, para los temas en -o. Así ocurrió en latín (*domino.ó >
dominó).
Por su parte, la desinencia *-ei, de proceso derivativo más complejo, resulta
frecuentemente irreconocible, sea por contracción con la vocal temática precedente, sea por
un cambio fonético determinado en cada una de las lenguas. La primera de estas razones
explica los dativos singulares en los temas en -a y en -e: *rosá.(e)i > rosae, *dié.(e)i > die.i.
La segunda explica el resto de los temas, donde la desinencia *-ei en latín aparece
monoptongada en -í (cf. § 19): reg.í, host.í, manu.í.
Ablativo: En el i.e. postanatolio –esto es, según lo dicho, pasada ya la etapa de la lengua
común–, sólo en los temas en -o hubo una forma diferenciada para el ablativo,
superviviente en áreas laterales (latín e indo-iranio) y expresada por el mismo sufijo: *-ód.
73
Frente a esta asimetría, algunas lenguas optaron por eliminar este único exponente
morfologizado del ablativo (griego, celta, eslavo, etc.) y otras, como el itálico, generaron un
ablativo analógico para todos los nombres.
Así en latín la desinencia se extendió a otros temas vocálicos: sententiád > sententiá,
magistratúd > magistratú –para la pérdida de la d final, que tuvo lugar alrededor del 200
a.C., cf. § 29 ii.–.
En los temas consonánticos, el latín parece haber formalizado una desinencia *-è, sin la
*-d final (consul.è, reg.è), extendida analógicamente en época histórica a los temas en -i
(host.è).
Locativo: Como se ha visto, no existe fundamento para pensar que el locativo y el ablativo
estuvieran plenamente desarrollados en la lengua común. Con todo, en la etapa común
postanatolia, todas las lenguas derivadas conservan un sufijo *-oi/ei, con el valor de “lugar
en donde”, para los temas en -o. A diferencia del griego (donde este sufijo no da lugar más
que a unos pocos adverbios) y del sánscrito (donde contrariamente resulta un caso
totalmente productivo), en latín se limita como forma posible a ciertos nombres de lugar,
por lo general propios (*Roma.ei > Romái > Romae; *Lugdún.ei > Lugdún.í; *Carthagin.ei
> Carthagin.í y algunos otros como *rur.ei > rur.í), o bien la expresión, diversamente
agrupada, et domí et militiae (cf. § 47 Obs. 13).
II. PLURAL
74
atestiguadas en más de una inscripción arcaica, acabó por monoptongar en í (oi > ei > é > í):
*equoi > equí (cf. § 19). De igual modo que en el genitivo singular, también aquí falta la
vocal temática. Por su parte, el nominativo de los temas en -a (*rosai > rosae) es analógico
de éste.
En cuanto al vocativo plural, nunca desarrolló en i.e. una forma diferenciada de la del
nominativo.
Nominativo, vocativo y acusativo neutro: El i.e. poseía una desinencia *-á/-à para las
flexiones temáticas y atemáticas respectivamente (cf. sánscr. yugá –con a larga–), que en
rigor no constituye en su origen una marca de plural, sino de colectivo –lo cual explica que
en griego cualquiera de estas formas en función de sujeto lleve el verbo en singular– (cf. §
40 Obs. 2, especialmente d-e).
El griego y el latín formalizaron la desinencia *-à breve también para el tipo temático:
, iugà. Cabe destacar también que incluso en la estructura del tema estas formas son
atemáticas, por cuanto no poseen el sufijo de unión –temático–: así en griego la desinencia
breve, en contacto con la final del tema, daría una terminación contracta *(*-ó
larga). Lo que se verifica, en cambio, es la tendencia general a mantener el neutro plural en
(cf. < : contracción no fonética).
En suma, el latín generalizó el sufijo *-à para el plural neutro en todos los temas
(templ.à, corpor.à, mari.à, cornu.à).
Genitivo: Su sufijo desinencial en i.e. era *-òm / -óm (con la vocal larga o breve), pero el
latín –como el griego– lo reemplazaron, primero en los temas en -a y luego en los restantes
75
temas vocálicos, por *-sóm, procedente de la flexión pronominal (cf. istá.rum, con
rotacismo de la -s- intervocálica): rosá.rum, dominó.rum, dié.rum. Como se dice más
adelante –cf. § 78 Obs. 3 b 2)–, esta desinencia *-sóm de los pronombres es simplemente el
sufijo nominal *-òm/-óm precedido de un elemento *-s- que los demostrativos indoeuropeos
intercalaban entre la raíz y la desinencia.
En los temas en consonante y semiconsonante se produjo la evolución regular del
originario *-òm/-óm (indistinto) a *-òm > -ùm: consul.ùm, hosti.ùm, corpor.ùm, manu.ùm.
Dativo y ablativo: El sufijo indoeuropeo *-bhos, común a ambos casos, aparece en latín en
algunos grupos. Así tenemos manu.bus > mani.bus, dié.bus, hosti.bus, leg.i.bus (con una i
analógica de los temas en -i). Pero para los temas en -o la lengua latina adoptó para el dativo
y ablativo plurales la desinencia -ois (cf. gr. ), según parece, originariamente un
sufijo de valor instrumental –para esta noción, que no llegó a consolidarse como caso en la
lengua común, véase § 38 Obs. 2 a–. Con una etapa intermedia atestiguada, podríamos
ejemplificar la evolución de este modo: *castrois > castreis > castrís. Sobre esta base se
crea en los temas en -a la desinencia -ais, que presenta un desarrollo semejante: *rosais >
rosís (para la evolución de los diptongos oi y ai en sílaba final, cf. § 19).
76
3ª declinación: gen. sg. -is;
4ª declinación: gen. sg. -ús;
5ª declinación: gen. sg. -eí.
Nótese, sin embargo, que dentro de una misma declinación puede haber más de un
paradigma. A continuación del tratamiento del sustantivo (a) se expondrá el del adjetivo
(b).
a. El sustantivo
En virtud del inconveniente que representaría detallar la declinación de la palabra con un
análisis pormenorizado de su composición (raíz, tema y desinencia –cf. Intr. II.1.4.–), y
exclusivamente por razones de claridad, los modelos presentados a continuación para la
declinación de sustantivos y adjetivos distinguen en negrita la terminación (no la desinencia,
aunque en la 3ª declinación a menudo son coincidentes) para diferenciarla de la parte invariable del
nombre. La cantidad vocálica se indicará en los casos necesarios.
1ª declinación: temas en -a
§ 43. La 1ª declinación comprende los nombres (sustantivos y adjetivos) cuyo tema termina
en -a, y se caracterizan por tener el genitivo singular terminado en -ae.
La mayor parte de los sustantivos con tema terminado en -a son femeninos. Este
paradigma comprende, sin embargo, un pequeño grupo de masculinos y carece de neutros.
A continuación se ofrece el modelo rosa -ae (f.) ‘rosa’.
FEMENINOS (Y MASCULINOS)
Singular N. ros à
V. ros à
Ac. ros àm
G. ros ae
D. ros ae
Ab. ros á
Plural N. ros ae
V. ros ae
Ac. ros ás
G. ros árùm
D. ros ís
Ab. ros ís
TEMA rosá-
77
Notas
1. En su origen la -a final del nom. sg. era larga, excepto en aquellas palabras que llevaban el sufijo
-ia (audacia, praesentia). En parte quizá por influencia de éstas últimas, pero fundamentalmente
por la ley de abreviación de los yambos (tògá > tògà –cf. § 21 d.–) se generalizó una à breve en
toda la flexión. No obstante, es dable encontrar nominativos con á larga delante de cesura, como en
el siguiente hexámetro dactílico: et densis aquilá / pennis obnixa volabat (Enn. Ann. 147).
2. En la terminación -am del ac. sg. la a se abrevió –cf. § 21 d.–.
3. Como se adelantó (cf. § 41), la forma del genitivo singular en latín clásico (rosae < rosáí) es
analógica de los temas en -o. Sin embargo, se encuentran en latín arcaico formas del genitivo
originario como escás, terrás o viás. Incluso en época clásica el gen. en -ás pervive en las fórmulas
estereotipadas pater familiás ‘padre de familia’ –también escrito paterfamiliás, patremfamiliás,
patrisfamiliás, etc.–, mater familiás ‘madre de familia’ y sus correspondientes plurales ( patres
familiás, matres familiás), aunque también se encuentran pater familiae, etc.
4. Para la evolución morfológica del resto de las formas véase el § 41.
5. Ciertos nombres de ciudades e islas pequeñas, y también algún sustantivo común, tienen una
forma de locativo en -ae: Romae ‘en Roma’, Corcyrae ‘en Corfú’, militiae ‘en guerra’.
Observaciones
1. Como rosa se declinan también las formas femeninas de los adjetivos de 1ª clase y de los
participios perfectos pasivos –cf. § 64–.
2. Son masculinos:
a. los nombres de varón (Catilina, Agrippa);
b. los que designan ocupaciones propias de varón (nauta ‘marinero’, poëta ‘poeta’, scriba
‘escribiente’, agricola ‘agricultor’, auriga ‘cochero’);
c. algunos sustantivos de origen griego (cometa);
d. los nombres de los ríos o cursos de agua (Sequana ‘Sena’, Matrona ‘Marne’, Garumna
‘Garona’), por sobreentenderse generalmente el sustantivo masculino fluvius.
78
6. Algunos nombres como dea, filia, anima, liberta hacen su dativo y ablativo plurales en -ábus
(deábus, filiábus, animábus, libertábus respectivamente) para evitar la confusión con las formas
correspondientes de los masculinos deus, filius, animus y libertus, sobre todo cuando se usan
fórmulas del tipo diis et deábus, filiis et filiábus, etc. En algunos autores lo mismo ocurre con asina,
equa, mula, famula y serva, pero estas formas no son habituales en el período clásico. De todas
formas, la diferenciación macho-hembra en el reino animal no se remonta al i.e. –cf. § 39 Obs. 3
a–.
8. Algunos sustantivos de la 1ª declinación son defectivos, por carecer de formas del singular, como
ocurre en español con víveres o anteojos. Son los llamados pluralia tantum (‘sólo plurales’).
Algunos de ellos son: divitiae -árum ‘riquezas’, epulae -árum ‘banquete’, nuptiae -árum ‘bodas’,
indutiae -árum ‘tregua’, insidiae -árum ‘emboscada’, cunae -árum ‘cuna’, Kalendae -árum ‘primer
día del mes’, feriae -árum ‘días de fiesta’, etc.
Se incluyen entre los pluralia tantum numerosos nombres geográficos, habitualmente de
ciudades: Cumae -árum ‘Cumas’, Thebae -árum ‘Tebas’, Athénae -árum ‘Atenas’, Syracúsae -
árum ‘Siracusa’. El locativo de estos sustantivos termina en -ís: Cumís, Thebís, Athenís, Syracusís.
9. Un grupo especial de pluralia tantum lo constituyen los sustantivos que poseen significados
diferentes en cada número. Así, por ejemplo:
copia -ae ‘abundancia’, pero copiae -árum ‘tropas’,
littera -ae ‘letra’, pero litterae -árum ‘carta’,
fortuna -ae ‘suerte’, pero fortunae -árum ‘riqueza, patrimonio’,
opera -ae ‘trabajo’, pero operae -árum ‘obreros’,
vigilia -ae ‘vigilia’, pero vigiliae -árum ‘centinelas’.
79
MASCULINOS FEMENINOS
en -es en -as
Sg. N. sophist és 1 Aené ás epitom é 4
V. sophist é Aené á epitom é
Ac. sophist én 2 Aené án 2 epitom én
G. sophist ae Aené ae epitom és
D. sophist ae Aené ae epitom ae
Ab. sophist é 3 Aené á epitom é
Notas al cuadro
1
También puede encontrarse la forma sophista, tanto en el nom. como en el voc.
2
Se alternan con las formas sophistam y Aenéam respectivamente.
3
Se alterna con sophistá.
4
Tantas son las vacilaciones que podría decirse que, en general, los sustantivos femeninos de este
tipo alternan todas sus formas con las del modelo latino rosa. Así es posible hallar en el singular
epitoma como nominativo y vocativo, epitomam como acusativo, epitomae como genitivo y
epitoma como ablativo.
Observaciones
1. En caso de poseer plural, se declinan como rosa, aunque algunos de ellos pueden tener el
genitivo plural en -um; por ejemplo, epitomum frente a epitomárum.
2ª declinación: temas en -o
80
MASCULINOS NEUTROS
(Y FEMENINOS)
Sg. N. amic ùs don ùm
V. amic è don ùm
Ac. amic ùm don ùm
G. amic í don í
D. amic ó don ó
Ab. amic ó don ó
Pl. N. amic í don à
V. amic í don à
Ac. amic ós don à
G. amic órùm don órùm
D. amic ís don ís
Ab. amic ís don ís
TEMA amicò- donò-
Notas
1. Las antiguas terminaciones del nominativo singular -os, -om (cf. en gr. , : , )
fueron sustituidas, a fines del s. III a. C., por -us y -um respectivamente –véase § 18 iii.–.
2. El modelo amícus se caracteriza, frente a todos los demás paradigmas de ésta y de las restantes
declinaciones, por tener un vocativo singular en -e, en una alternancia vocálica que se remonta al
i.e. (cf. Intr. II.2.1.b., especialmente Obs. 2). Nótese que lo mismo ocurre en la segunda
declinación griega ().
3. Para la evolución morfológica del resto de las formas de ambos paradigmas véase el § 41.
81
Notas
1. Los nominativos singulares de estos sustantivos eran en su origen *pueros, *agros y *viros. La
pérdida de la -o- por síncopa –cf. § 24 b.– determinó las siguientes formas, cada una de ellas
presentada con su correspondiente evolución:
*puers > *puerr 1 > *puer 2
*ag ṛs 3 > *agers > *agerr1 > *ager 2
*virs > *virr 1
> *vir 2
1
Por asimilación progresiva –cf. § 31 i. b.–.
2
Por simplificación –cf. § 30 iii. a.–.
3
Por vocalización de la -r-. Tanto las líquidas (r, l) como las nasales (m, n) en posición de vocales –esto es
entre consonantes, o bien en posición inicial delante de consonante, o bien en posición final detrás de
consonante– han desarrollado una e breve (*ag ṛs > *ager.s; *reg.ṃ > *reg.em; *reg.ṇs > *reg.ens).
2. La -è final del vocativo singular se perdió por apócope en los tres grupos, de donde las formas
resultantes coinciden con los correspondientes nominativos. No obstante, en el habla vulgar la -è
fue restaurada, por lo que se encuentran formas como la plautina puere (Pseud. 241).
3. Los fenómenos consignados se producen necesariamente en palabras cuyo tema terminaba
originariamente en -ro-; pero no se han dado detrás de vocal larga o diptongo ( taurus), en palabras
en las que la r es producto de un rotacismo (numerus < *numesos) ni en palabras bisilábicas cuya
primera sílaba es breve (èrus). En el caso de vir debe pensarse casi con seguridad en la influencia
de mulier.
4. Fuera de los dos primeros casos del singular, en nada se diferencia la declinación de estas
palabras de la de amícus. Para la evolución morfológica del resto de las formas de estos tres
modelos véase el § 41.
Observaciones a la 2ª declinación
§ 47. 1. Como amícus, puer o ager se declinan también las formas masculinas de los adjetivos de
1ª clase; los masculinos del participio perfecto pasivo siguen únicamente al primero de los modelos
mencionados. Como donum se declinan las formas neutras de dichos adjetivos y del mismo
participio –cf. § 64–.
NOTA: No obstante son masculinos los terminados en -aster (como oleaster ‘acebuche’), muscus ‘musgo’, iuncus
‘junco’, fungus ‘hongo’, rubus ‘zarza’ y otros varios de origen griego como acanthus ‘acacia’, calamus ‘caña’, hyacinthus
‘jacinto’, etc.
b. los nombres propios de ciudades (Ephesus ‘Éfeso’, Corinthus ‘Corinto’, Tyrus ‘Tiro’), islas
(Delus ‘Delos’) y países (Aegyptus ‘Egipto’);
c. algunos nombres de origen griego (atomus ‘átomo’, periodus ‘período’, abyssus ‘abismo’,
methodus ‘método’);
d. los nombres humus ‘tierra’, alvus ‘vientre’, colus ‘rueca’ y vannus ‘criba’.
82
3. Entre los sustantivos terminados en -us existen tres neutros, que carecen de plural: virus
‘veneno’, pelagus ‘mar’ y vulgus ‘vulgo, populacho’ (aunque éste último ocasionalmente es
también masculino). Hacen el nominativo, vocativo y acusativo en -us y en el resto de la flexión
siguen el modelo donum.
4. Los sustantivos en -er se declinan como ager, con excepción de gener ‘yerno’, socer ‘suegro’,
vesper ‘tarde’ y liberi ‘hijos’, que siguen la flexión de puer.
6. Filius ‘hijo’, genius ‘genio’ y los nombres propios terminados en -ius, -aius y -eius con ì breve
hacen su voc. sg. en í: filí, gení, Vergilí (de Vergilius), Caí (de Caius), Pompeí (de Pompeius). No
obstante, Prisciano (GLK II, 305) cita un voc. filie utilizado por Livio Andrónico.
Asimismo, todos los sustantivos terminados en -ius y -ium habitualmente contraen en una sola í
la terminación del gen. sg. -ii: Vergilí, ingení. Según Aulo Gelio (13,26), Nigidio propone para el
voc. la pronunciación Váleri con el objeto de distinguirlo del gen. Valéri. Nótese que las formas del
término griego Darius no constituyen una excepción, pues la i es larga –producto de la
transliteración del diptongo –. De esta manera, el voc. sg. es Daríe y el gen. Daríí.
7. Los sustantivos deus ‘dios’, agnus ‘cordero’ y chorus ‘coro’ hacen su voc. sg. sin alternancia
vocálica, por lo que resultan igual al nominativo.
8. Particularmente, el sustantivo deus (< *deiwos) merece un especial tratamiento. Del tema
original *deiwom proviene el ac. sg. deum –cf. § 37 b. 3.–, en consonancia con lo cual se encuentra
el gen. primitivo divi (< *deiwi), el dat. dívó (< *deiwoó) y el abl. dívó (< *deiwód). Las formas
paralelas, en cambio, se reconstruyeron a partir del tema del nom. y ac.: así, deí, deó, etc. Del gen.
díví a su vez se creó el paradigma dívùs –usado concurrentemente con deus durante el período
republicano–, que fue relegado a la categoría de adjetivo durante la época imperial, como en la
expresión divus Augustus. Por otra parte, las formas de plural dei (nom. y voc.) y deis (dat. y abl.)
son analógicas de deus –y consecuentemente tardías–. Se encuentran más a menudo las formas
etimológicas dìí (< *deiwei) y dìís (< *deiweis) y sus correspondientes contractas dí y dís.
La flexión completa es la que sigue:
Singular N. deus
V. deus (dive)
Ac. deum
G. dei (divi)
D. deo (divo)
Ab. deo (divo)
Plural N. dei, dii, di
V. dei, dii, di
Ac. deos (divos)
G. deórùm, deùm
D. deis, diis, dis
Ab. deis, diis, dis
NOTA: Las formas entre paréntesis pueden encontrarse en textos de la época republicana.
83
9. Tal como ocurre en la 1ª declinación, también en la 2ª hay una serie de palabras que hacen su
gen. pl. en -um:
a. los nombres de monedas, pesos y medidas. Así se encuentran nummum por nummórum (de
nummus ‘moneda’); sestertium por sestertiórum (de sestertius ‘sestercio’); talentum por talentórum
(de talentum ‘talento’); iugerum por iugerórum (de iugerum ‘yugada’);
b. algunos nombres de pueblos, tales como Argivum (de Argivi), Danaum (de Danai) o
Celtiberum (de Celtiberi);
c. algunos sustantivos de uso común, especialmente en poesía; por ej. deum (de deus); virum (de
vir); equum (de equus); fabrum y socium (de faber y socius, respectivamente) –en expresiones
como praefectus fabrum ‘jefe de ingenieros’ o praefectus socium ‘comandante de los aliados’–;
d. los cardinales terminados en -centi: ducentum (de ducenti);
e. los nombres que resultarían extremadamente largos o recargados de erres. Así se encuentran
liberum (de liberi ‘hijos’); duumvirum (de duumvir); nostrum por nostrórum (de noster),
magnanimum por magnanimórum (de magnanimus), etc.
10. El término locus tiene dos plurales, cada uno de ellos con un sentido distinto: loci (m.) ‘pasajes
de un libro’, pero loca (n.) ‘lugares’ –cf. § 40 Obs. 2 d–.
Como locus también otros sustantivos pueden cambiar de género en el plural. Así es como el
plural del neutro caelum -i ‘cielo’ es caeli (m.), y los plurales de frenum -i ‘brida’ y iocus -i ‘broma’
pueden ser alternativamente frena o freni y ioca o ioci.
11. Entre los principales pluralia tantum de la 2ª declinación pueden mencionarse castra -órum
‘campamento’; arma -órum ‘armas’; liberi -órum ‘hijos’; fasti -órum ‘anales’, exta -órum ‘vísceras’.
Como en la 1ª declinación, también se incluyen nombres geográficos: Pompeii -órum ‘Pompeya’,
Argi -órum ‘Argos’, Acroceraunia -órum ‘montes Acroceraunios’.
12. Algunos sustantivos de este grupo tienen distintos significados en singular y en plural. Por
ejemplo:
auxilium -i ‘socorro’, pero auxilia -órum ‘tropas auxiliares’;
cibarium -i ‘alimento’, pero cibaria -órum ‘víveres, ración’;
impedimentum -i ‘obstáculo’, pero impedimenta -órum ‘bagajes’;
ludus -i ‘juego, escuela’, pero ludi -órum ‘espectáculos públicos’.
13. El locativo se conservó en los nombres de ciudades y de islas pequeñas: Lugdúni ‘en Lyon’;
Rhodi ‘en Rodas’; Deli ‘en Delos’. También lo tienen algunos sustantivos comunes: domi ‘en casa’;
humi ‘en tierra’; belli ‘en guerra’ –como en la expresión domi militiaeque ‘en tiempo de guerra y de
paz’–; vesperi ‘por la tarde’.
14. Es indeclinable el neutro pondo ‘libra’, originalmente un abl. del inusitado pondus -i.
84
Sustantivos griegos de la 2ª declinación
§ 48. Los nombres griegos de la 2ª declinación pueden ser masculinos, femeninos o neutros.
Los primeros, cuyo modelo es Orpheus -i ‘Orfeo’, terminan en -eus; los femeninos, como
lo indica el paradigma Delos -i ‘Delos’, en -os; los neutros, por su parte, en -on; de allí un
modelo como Pelion -ii ‘Pelión’.
Notas al cuadro
1
Nom. y voc. sg. habitualmente son bisilábicos.
2
Orpheum se alterna con las formas Orpheòn y Orpheà y Delum con Delòn.
3
Puede aparecer también como Orphèós.
4
Se alterna con Orphei.
Observaciones
1. Por tratarse de sustantivos propios, los nombres de este grupo carecen de plural.
3ª declinación
85
Ambos, en su origen netamente diferenciados, se han influido recíprocamente, hasta el
punto de constituir una flexión única –reconocible a partir del genitivo singular–, aunque
conservando cada uno ciertas particularidades.
A fin de mostrar de qué manera se ha dado este proceso sincrético, se presentan a continuación
dos paradigmas –rex regis (m.) ‘rey’ y civis -is (m.) ‘ciudadano’– que parten de las formas clásicas,
pero donde se restituyen las intermedias y originarias.
Notas al cuadro
1
Por influencia de regèm. La forma originaria (conservada en algunos sustantivos con tema en -i)
ha sido civì.m.
2
La è pasa a ì en sílaba final cerrada delante de s –cf. § 18 iii.–.
3
La evolución del gen. sg. debió haber dado *civí.s (< *civei.s), pero la cantidad vocálica se
modificó según los temas consonánticos.
4
El abl. sg. de los temas en -i, tal como ocurre con los restantes temas vocálicos, fue civí (< *civí.d),
forma también atestiguada. No obstante, la -è de los temas consonánticos, quizá por la analogía
entre regèm y civèm, prevaleció en la mayoría de los animados, aunque no en los neutros.
5
Por influencia de civés la vocal de la desinencia -es del nom.-voc. plural *reg.ès se alargó. En los
temas vocálicos, la forma civés es producto de la caída de la y intervocálica –cf. § 37 a. 1. NOTA–
y de la posterior contracción de ambas è –cf. § 22 a.–.
6
En el ac. pl., en cambio, la analogía de los tres primeros casos en los temas consonánticos (regés)
comportó la sustitución de *civí.s (< *civi.ns) por civés. Sin embargo, el ac. pl. en -ís de los temas
en vocal, de tono arcaizante, aparece con frecuencia.
7
La comparación con otras lenguas nos da la certeza de que el sufijo desinencial -bhos en los temas
consonánticos se unía directamente al tema, por lo que sería esperable la forma *reg.bus. Sin duda
la -i- constituye un préstamo de los temas en vocal.
Para la evolución morfológica del resto de las formas véase § 41.
86
Como acaba de verse, las mutuas influencias entre ambos grupos permiten establecer
concordancias entre las dos series en muchas de las formas casuales, de donde resulta un
paradigma mixto para la 3ª declinación, que es como sigue:
NOTA: Tanto en el caso de los animados con desinencia cero como en el de los neutros, no
siempre el nom. sg. presenta el tema puro; sea en virtud de determinados cambios fonéticos que
afectan a vocales y consonantes, sea a causa de alternancias vocálicas, el tema puede aparecer más
o menos modificado.
En líneas generales, podría decirse que el único caso que permite distinguir los temas
consonánticos de los vocálicos es el genitivo plural (-um en los primeros; -ium en los
segundos). No obstante, tampoco éste es un criterio del todo seguro. Algunas palabras con
tema en consonante (nox, por ejemplo) hacen su genitivo plural en -ium (noctium); en otros
casos es la métrica la que impone una u otra forma. Por otra parte, hay algunas palabras que
tienen la apariencia de ser un tema vocálico (mensis -is), cuando en realidad derivan de un
antiguo tema en consonante, lo que provoca en el habla una oscilación entre formas en -um
y en -ium para su genitivo plural. E incluso algunos sustantivos (los abstractos como civitas)
poseen los dos temas (*civitat- y *civitati-), por lo cual es lícito para ellos el uso indistinto de
ambas formas.
87
I. Temas en consonante
§ 50. Los nombres con tema terminado en consonante pueden dividirse para su estudio
en:
1. temas en oclusiva (§§ 51-52);
2. temas en líquida (§ 53);
3. temas en nasal (§ 54) y
4. temas en sibilante (§ 55).
Se caracterizan, según lo dicho, por tener su genitivo plural terminado en -um y, con
unas pocas excepciones, son palabras imparisílabas, esto es, que el número de sílabas del
genitivo singular es mayor que el de su respectivo nominativo.
El tema de estos nombres se obtiene quitándole la desinencia -is al genitivo singular. Así leg- es el
tema de lex legis, legion- el de legio legiónis, etc. Sin embargo, en otros grupos la vocal final del
presunto tema no es originaria: en flumen -inis, por ejemplo, el tema puro es flumen y la i que
aparece desde el ac. sg. en adelante se debe a un cambio fonético cualitativo –è deviene ì en sílaba
interior abierta; cf. § 18 ii.–. Otro tanto ocurre con caput -itis, cuyo tema es caput –cf. § 51 Nota 4–
.
Observaciones
1. Las desinencias de los temas en consonante se añaden directamente al tema de la palabra, pero
en algunos casos (especialmente en el nom. sg.) se presentan alteraciones debidas a cambios
fonéticos –o gráficos– determinados, que serán explicados en cada tipo.
2. Tal como se adelantó, hay unos pocos sustantivos con un antiguo tema consonántico que por
distintas razones pueden ser tomados como temas en -i. La principal de ellas es que todos han
devenido parisílabos –aquellos que, a diferencia de los imparisílabos, poseen el mismo número de
sílabas en el nom. y en el gen. singulares–, característica de los nombres con tema en -i (aunque
todos conservan su gen. pl. en -um).
a. Pater patris (m.) ‘padre’, mater matris (f.) ‘madre’ y frater fratris (m.) ‘hermano’, con tema en
r, son formas supervivientes en latín del viejo recurso indoeuropeo de la alternancia vocálica para
oponer un caso a otro –cf. Introd. II.2.1.b.–;
b. Hay algunos sustantivos en los cuales el agregado de una i en el nom. sg. aparenta ser una
adición tardía. Así tenemos canis canis (m. y f.) ‘perro/a’, iuvenis iuvenis (m. y f.) ‘joven’ –dos
temas en nasal– y mensis mensis (m.) ‘mes’. La adición de la vocal en el nom. habría estado
motivada en el deseo de evitar formas anómalas como *can-, *men- o *iuven-; la adición de una e en
vates vatis (m. y f.) ‘adivino/a’ obedece al mismo motivo.
88
c. A los mencionados debe agregarse un sustantivo con doble tema: senex senis (m. y f.)
‘anciano’ –para su flexión véase § 59–.
d. El gen. pl. de mensis muy a menudo se presenta como mensium y algunas veces se hallan
canium, iuvenium y vatium, seguramente por asimilación de estas palabras a los modelos vocálicos.
1. Temas en oclusiva
§ 51. Se incluyen aquí aquellos nombres cuyo tema termina en oclusiva labial (p, b), dental
(t, d) o velar (c, g). Dentro de los temas consonánticos se caracterizan por ser el único tipo
que ha generalizado la desinencia -s en el nominativo singular de los masculinos y
femeninos.
Se ofrecen a continuación tres modelos con tema en dental: virtus -útis (f.) ‘virtud’, miles
-itis (m.) ‘soldado’ y caput -itis (n.) ‘cabeza’.
89
4. En caput -itis ocurre otro tanto: la u deviene i por encontrarse en sílaba interior abierta –cf. § 18
ii.–.
§ 52. Se presentan a continuación un modelo con tema en labial: princeps -ipis (m.)
‘príncipe’ y dos con tema en velar: vox vocis (f.) ‘voz’ y iudex -icis (m.) ‘juez’.
1. Son femeninos:
a. los sustantivos en -us -útis, -us -udis, -as -átis y aquellos cuyo nom. sg. termina en -aus (tipo
laus laudis ‘elogio’);
b. los sustantivos cuyo nom. sg. termina en -x (con excepción de dux ducis ‘guía, jefe’, fornix
-icis ‘bóveda’, calix -icis ‘copa’, grex gregis ‘rebaño’ y los nombres en -ex -icis, que son masc.).
90
2. Son masculinos los sustantivos en -es -itis; por ejemplo, limes -itis ‘sendero’.
3. Algunos masc. con tema en dental sorda presentan en el nom.-voc. sg. una é que alterna con una
breve en los restantes casos: abiés pero abietis ‘abeto’; ariés pero arietis ‘carnero’; pariés pero
parietis ‘pared’.
4. El sustantivo supellex ‘muebles’ posee un gen. sg. supellectilis –de un adjetivo derivado–, cuando
se esperaría la forma *supellectis. El abl. sg. es también supellectili.
5. El gen. pl. de nox -ctis ‘noche’ es noctium, por analogía con los temas mixtos –cf. § 58–. Por la
misma razón, paralelamente a las formas dentum (de dens -ntis ‘diente’) y fraudum (de fraus fraudis
‘engaño’) se crearon las formas dentium y fraudium.
6. El nom.-voc. sg. de cor cordis (n.) ‘corazón’ ha tenido la siguiente evolución: el tema puro perdió
primero su dental final y posteriormente se abrevió la vocal –cf. § 21 c.–: *córd > *cór > còr. En lac
lactis (n.) ‘leche’ sólo se dio el primer fenómeno: *láct > lác. En ambos casos se trata de la
simplificación de un grupo consonántico –cf. § 30 iii. b.–.
7. El sustantivo nix nivis (f.) ‘nieve’ proviene de un raro tema terminado en labiovelar sonora
aspirada *nigwh, que en posición intervocálica da v: así tenemos nivem, nivis, etc.
2. Temas en líquida
§ 53. Comprenden este grupo los nombres cuyo tema termina en la lateral l o la vibrante r.
Los modelos incluidos en el cuadro subsiguiente son consul -ulis (m.) ‘cónsul’, soror -óris
(f.) ‘hermana’, pater -tris (m.) y marmor -oris (n.) ‘mármol’.
TEMAS EN -l TEMAS EN -r
MASCULINOS-FEMENINOS NEUTROS
consul consulis soror soróris pater patris marmor marmoris
Sg. N. consul soror pater marmor
V. consul soror pater marmor
Ac. consul èm sorór èm patr èm marmor
G. consul ìs sorór ìs patr ìs marmor ìs
D. consul í sorór í patr í marmor í
Ab. consul è sorór è patr è marmor è
Pl. N. consul és sorór és patr és marmor à
V. consul és sorór és patr és marmor à
Ac. consul és sorór és patr és marmor à
G. consul ùm sorór ùm patr ùm marmor ùm
D. consul ìbùs soror ìbùs patr ìbùs marmor ìbùs
Ab. consul ìbùs soror ìbùs patr ìbùs marmor ìbùs
TEMA consul- soror- patr- marmor-
91
Notas
1. El nom. sg. de los masc. y fem. es asigmático; en su origen estaba caracterizado por el
alargamiento de la vocal final del tema, frente a una vocal breve o cero en el resto de los casos. Sin
embargo, la vocal larga en época histórica sólo ha quedado en los monosílabos como sól o fúr. En
general operó la abreviación de las vocales en sílaba final cerrada –cf. § 21 c.–; así tenemos auctòr
(< *auctór) o patèr (< *patér), por ejemplo.
En algunas ocasiones la larga del nom. se extendió analógicamente a los otros casos ( *sorór
soróris), y aunque terminó por abreviarse en el nom.-voc. sg. (*sorór > soròr), permaneció larga en
sílaba interior (sorórem, soróris, etc.); de allí que este grupo de palabras mantengan una oposición
de cantidad entre el nom.-voc. frente a los casos oblicuos, pero exactamente de signo contrario a la
original. Otras veces, la vocal breve se mantuvo también en los restantes casos ( ansèr ansèris
‘ganso’, Caesàr Caesàris ‘César’, consùl consùlis).
2. Los inanimados mantienen breve la última vocal del tema en toda su flexión, con excepción de
vér véris ‘primavera’, cuya é es de origen indoeuropeo.
Observaciones
1. Los sustantivos en -or son masc., con excepción de soror -óris y uxor -óris ‘esposa’, que son fem.,
y aequor -oris ‘superficie plana’ y marmor -oris, que son neutros.
2. Los sustantivos en -er son masc., salvo mater -tris, que es fem., y los neutros ver véris
‘primavera’, cadaver -eris ‘cadáver’, iter itineris ‘camino’, uber -eris ‘ubre’, tuber -eris ‘joroba’,
verber -eris ‘azote’, acer -eris ‘arce’ y papaver -eris ‘adormidera’.
3. Algunos neutros tenían en su origen una alternancia r/n entre el nom. y los casos oblicuos. Así
iecur ‘hígado’ tenía un gen. sg. *iecinis y el de iter era *itinis. Por analogía se crearon
posteriormente los genitivos iecoris e iteris respectivamente, pero la contaminación de ambas
formas terminó engendrando iecinoris e itineris. El nom. itiner, a su vez, es una reconstrucción
realizada sobre esta forma del gen. sg. –cf. § 59–. También el fem. caro carnis ‘carne’ presenta esta
alternancia r/n.
4. Habitualmente se consideran nombres con tema en -r algunos con un antiguo tema en -s sobre los
que operó el rotacismo –cf. § 4 Obs. 2–, como mulier -eris (f.) ‘mujer’. Una prueba de este tema
sigmático lo constituye el adjetivo muliebris (< *muliesris) ‘femenino’. Véase § 55 Nota 4.
5. El sustantivo iugerum -i ‘yugada’ hace su gen. pl. en -um (iugerum) y su dat.-abl. pl. es iugeribus,
formas propias de un tema en -r de la 3ª declinación.
3. Temas en nasal
§ 54. Entran en este grupo aquellos nombres con tema terminado en -n y el único con tema
en -m: hiems hiemis (f.) ‘invierno’. Comprende sustantivos de los tres géneros y se
92
ejemplifica aquí con ratio -ónis (f.) ‘cuenta’, homo -inis (m.) ‘hombre’ y nomen -inis (n.)
‘nombre’.
TEMAS EN NASAL
MASCULINOS y FEMENINOS NEUTROS
ratio ratiónis homo hominis nomen nominis
Sg. N. ratio homo nomen
V. ratio homo nomen
Ac. ratión èm homin èm nomen
G. ratión ìs homin ìs nomin ìs
D. ratión í homin í nomin í
Ab. ratión è homin è nomin è
Pl. N. ratión és homin és nomin à
V. ratión és homin és nomin à
Ac. ratión és homin és nomin à
G. ratión ùm homin ùm nomin ùm
D. ration ìbùs homin ìbùs nomin ìbùs
Ab. ration ìbùs homin ìbùs nomin ìbùs
TEMA ration- homin- nomen-
Notas
1. La nasal final del tema en el nom. sg. de los animados ha caído ya en i.e. por hallarse detrás de la
vocal larga que marcaba el caso del sujeto. En lo que atañe a la cuestión de la apofonía vocálica, en
homo -inis la alternancia es de timbre y cantidad, mientras que en ratio -ónis (primitivamente con
vocal breve en los casos oblicuos) terminó por extenderse la larga a todas las formas. La o final
empezó a abreviarse primero en las palabras yámbicas y en tiempos del imperio este proceso se
extendió analógicamente –casi con seguridad por razones métricas– a otras voces.
2. Hay un pequeño grupo de sustantivos masc. en -guis -guinis (tipo sanguis sanguinis ‘sangre’),
cuyo nom. es sigmático: sanguis < *sanguin.s –con desaparición de la nasal final del tema; cf. el gr.
(< *) gen. –.
3. La mayor parte de los neutros del grupo poseen un antiguo sufijo -men, de valor instrumental. La
e del tema deviene i en sílaba interior abierta –cf. § 18 ii.–.
Observaciones
1. El sustantivo hiems hiemis se asemeja al grupo mencionado en Nota 2 por su nom.-voc. sg. en -s.
2. Dentro de los temas en nasal los sustantivos en -io son fem., excepto el masc. pugio -ónis ‘puñal’.
3. Sólo dos sustantivos masculinos terminan en -en: flamen -inis ‘sacerdote’ y pecten -inis ‘peine’.
93
a. Los masculinos (con excepción de homo -inis, nemo -inis ‘nadie’, cardo -inis ‘gozne’, margo -
inis ‘margen’, ordo -inis ‘fila’, turbo -inis ‘torbellino’ y Apollo -inis ‘Apolo’);
b. Los nombres abstractos femeninos (tipo natio ‘nación’).
5. Los fem. en -ó, por su parte, hacen el gen. sg. en -inis, tal como las excepciones citadas.
6. Algunos nombres de ciudades, como Karthágo -inis ‘Cartago’ presentan un loc. Karthagini ‘en
Cartago’.
4. Temas en sibilante
94
2. Los tres primeros casos de los neutros mantienen su vocal final breve (con excepción de algunos
monosílabos tales como iús, rús rúris ‘campo’, ós óris ‘boca’, etc.) y por lo general conservan la s
temática en los tres primeros casos del singular.
3. En algunos términos se mantiene la alternancia larga/breve ( arbós arbòris, por ejemplo), pero es
entre los neutros donde, a partir de la alternancia de timbre, se encuentran tres grupos bien
diferenciados: el primero (representado por ius iuris) no tiene alternancia; el segundo (tipo corpus
-oris) generaliza como última vocal del tema la o, que en nom.-voc.-ac. sg. se cierra en u (corpus <
*corpos) –cf. § 18 iii.–; el tercero (cuyo modelo es genus -eris) presenta una alternancia o/e (cf. el
gr. gen. < *< *).
4. Con algunos nombres, no obstante, resulta muy difícil definir si su tema termina en -r o -s: robur
-oris ‘roble’, fulgur -uris ‘relámpago’, etc.
Observaciones
1. Son femeninos arbor -oris ‘árbol’ (arbos preferentemente en poesía), glos gloris ‘cuñada’ y los
nombres de diosas Venus -eris ‘Venus’ y Ceres -eris ‘Ceres’.
2. Fuera de los neutros, sólo terminan en -us en el nom. sg. los masc. lepus -oris ‘liebre’ y mus
muris ‘ratón’ y el fem. tellus -úris ‘tierra’.
3. Por analogía con los temas vocálicos mus muris y mas maris ‘macho’ hacen sus genitivos
plurales murium y marium respectivamente.
4. Tiene tema en sibilante el adjetivo vetus -eris ‘viejo’ –para su flexión véase § 69–.
5. En os ossis (n.) ‘hueso’ (que no debe confundirse con el también neutro os óris ‘boca’) se ha
producido una simplificación en los tres primeros casos del singular: *oss > os –cf. § 30 iii. a.–. En
cambio, en vas vasis (n.) ‘vaso’ –cuyo tema era *vass– la simplificación ha tenido lugar en todo el
singular, pues en plural se declina por la 2ª declinación: vasa -órum.
6. Tanto os ossis como as assis ‘as’ presentan fluctuaciones en el gen. pl.: frente a los esperados
ossum y assum se encuentran con frecuencia ossium y assium respectivamente.
7. El sustantivo rus tiene una forma de loc. sg. ruri ‘en el campo’.
II. Temas en -i
§ 56. Los nombres con tema terminado en -i se caracterizan por un genitivo plural
terminado en -ium. El conjunto es heterogéneo y está integrado mayoritariamente por
palabras parisílabas con nom. sg. en -is o -es, si son masculinas o femeninas, o bien en -e,
si neutras. También tienen tema en vocal un buen número de palabras devenidas
95
imparisílabas, entre las que puede hacerse una división: por un lado, los neutros en -al y en
-ar (cf. § 57); por otro, los llamados temas mixtos (cf. § 58).
El cuadro que sigue ofrece tres modelos del originario género animado: avis -is (f.)
‘ave’, tussis -is (f.) ‘tos’, nubes -is (f.) ‘nube’.
MASCULINOS y FEMENINOS
avis avis tussis tussis nubes nubis
Sg. N. av ìs tuss ìs nub és
V. av ìs tuss ìs nub és
Ac. av èm tuss ìm nub èm
G. av ìs tuss ìs nub ìs
D. av í tuss í nub í
Ab. av è (o av í) tuss í nub è
Pl. N. av és tuss és nub és
V. av és tuss és nub és
Ac. av és tuss és nub és
G. av ìùm tuss ìùm nub ìùm
D. av ìbùs tuss ìbùs nub ìbùs
Ab. av ìbùs tuss ìbùs nub ìbùs
TEMA avi- tussi- nubi-
Notas
1. El paradigma avis -is representa lo sucedido con la mayoría de los masc. y fem. en -i, en lo que
respecta a la influencia que sobre ellos ejercieron los temas en consonante, fundamentalmente en el
ac. y abl. singulares (cf. § 49).
2. Por su parte, el modelo tussis -is representa a los pocos nombres que mantuvieron su ac. sg. en -
ìm y su abl. sg. en -í. Son estos:
a. además de tussis, el sustantivo femenino sitis -is ‘sed’ (para vím, de vís, cf. § 59);
b. los nombres geográficos como Tiberis -is (m.) ‘Tíber’ o Neapolis -is (f.) ‘Nápoles’;
c. por lo general presentan su ac. sg. en -im y su abl. sg. en -i los sustantivos femeninos febris -is
‘fiebre’, puppis -is ‘popa’, securis -is ‘hacha’ y turris -is ‘torre’, y ocasionalmente navis -is
‘nave’;
d. civis -is (m. y f.) ‘ciudadano/a’ e ignis -is (f.) ‘fuego’ tienen su ac. sg. en -em, pero muy a
menudo presentan el abl. sg. en -i. Ocasionalmente también hacen en -i su abl. las voces avis -is,
amnis -is (m.) ‘río’ y classis -is (f.) ‘flota’.
3. Los nombres con nom. sg. en -és constituyen un grupo heterogéneo y claramente minoritario,
integrado analógicanente en el período clásico a los temas en -i. Por un lado, lo componen
sustantivos tipo caedes -is ‘matanza’, en los que juega claramente una alternancia vocálica: grado
pleno e en el nom. sg. frente al grado cero de los restantes casos (gen. sg. caedis, dat.-abl. pl.
caedibus, etc.). Han sido seguramente estas formas las que terminaron por decidir la inclusión de
estos nombres en la esfera de los temas en -i. No obstante, también ha habido una contribución de
algunos sustantivos con tema en -éi, probada por la existencia desde antiguo de genitivos plurales
como nubium. Estos temas en -éi son también los que, en parte, contribuyeron a la formación de la
5ª declinación –cf. § 62–.
96
4. A menudo los nombres en -es tienen un doblete en -is, producto de la analogía: aedés ‘templo’,
pero también aedìs; famés ‘hambre’, pero también famìs, etc.
5. Hay un pequeño grupo de temas en -ri-, en cuyos nominativos singulares se pierde la vocal por
síncopa, tal como sucede en los temas en -ro- de la 2ª declinación. Así imber ‘lluvia’ procede de
*imbris y linter ‘barca’ de *lintris, con una evolución semejante a la de ager –cf. § 46 Nota 1–.
6. Otro grupo lo conforman aquellos sustantivos que han perdido por síncopa la vocal final del
tema en el nom. sg., como plebs -bis (f.) ‘plebe’ o trabs -bis (f.) ‘viga’ –cf. § 24 b.–.
7. En la literatura republicana y algo menos durante el período clásico es muy frecuente encontrar
acusativos plurales en -ís (< *-ins; cf. § 49 Notas al cuadro, n. 6), como hostís o avís.
8. El nombre apis -is ‘abeja’ oscila en su gen. pl. entre apium y apum.
Observaciones
§ 57. También es posible entre los neutros presentar tres modelos, el primero, según lo
dicho, parisílabo; imparisílabos los otros dos: mare -is ‘mar’, animal -ális ‘ser vivo’ y
exemplar -áris ‘copia, ejemplar’.
NEUTROS
mare maris animal animális exemplar exempláris
Sg. N. marè animal exemplar
V. marè animal exemplar
Ac. marè animal exemplar
G. mar ìs animál ìs exemplár ìs
D. mar í animál í exemplár í
Ab. mar í animál í exemplár í
Pl. N. mar ìà animal ìà exemplar ìà
V. mar ìà animal ìà exemplar ìà
Ac. mar ìà animal ìà exemplar ìà
G. mar ìùm animal ìùm exemplar ìùm
D. mar ìbùs animal ìbùs exemplar ìbùs
Ab. mar ìbùs animal ìbùs exemplar ìbùs
TEMA mari- animali- exemplari-
97
Notas
1. En todos los neutros ha habido una modificación del tema en el nom.-voc.-ac. sg.: así la è final
de marè proviene de la forma *marì, donde la ì cambia de timbre por encontrarse en sílaba final
abierta –cf. § 18 iii.–.
2. Esta è final se ha apocopado en los temas en -áli y en -ári –cf. § 25 a.–, lo cual determinó por un
lado la adscripción de estos tipos al grupo de los imparisílabos y por otro la abreviación de la vocal
final del tema –cf. § 21 c.–. Se dio pues la siguiente evolución: *animálì > *animálè > animàl.
3. El abl. sg. de los neutros es en -í.
1. Los adjetivos de 2ª clase de dos y tres terminaciones y la mayoría de los de una terminación
tienen tema en -i (cf. §§ 65-68).
2. Son pluralia tantum: moenia -ium (n.) ‘murallas’ y altaria -ium ‘altares’ (aunque de esta última se
formó altare -is en latín posclásico).
4. El neutro rete -is ‘red’ y algunos nombres propios como Bibracte -is ‘Bibracte’ hacen su abl. sg.
en -è.
5. Los nombres de los meses con tema en -i (aprílis, quintílis, sextílis, september, october, november
y december), por ser originariamente adjetivos, hacen su abl. sg. en -í. Por ejemplo: octóbri ‘en
octubre’.
§ 58. Los llamados “temas mixtos” son en rigor nombres con tema en -i que han perdido
por síncopa –cf. § 24 b.– la vocal final del tema en el nominativo singular, lo que los
convierte en nombres imparisílabos. Tradicionalmente se los llama “mixtos” porque su
flexión es semejante a la de los temas consonánticos en el singular, mientras que en el
plural se declinan regularmente como un tema en -i.
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Singular N. gen s (< gent(i)s)
V. gen s
Ac. gent èm
G. gent ìs
D. gent í
Ab. gent è
Plural N. gent és
V. gent és
Ac. gent és
G. gent ìùm
D. gent ìbùs
Ab. gent ìbùs
Notas
1. La mayor parte de los sustantivos de este grupo presentan un tema terminado en dos o más
consonantes –como puede verse, por ejemplo, en mons gen. montis (m.) ‘monte’–. Se incluyen
también entre los “temas mixtos” los nombres en -ís -ítis, como lís lítis (f.) ‘proceso’. Con cierta
oscilación, explicable a partir de un doble tema, deben incluirse asimismo los nombres del tipo
civitás -átis –cf. § 49 in fine–.
2. A partir de la síncopa de la i ante s, la forma del nom.-voc. sg. se atiene a las alteraciones propias
de los temas en consonante.
3. Como los llamados “temas mixtos” forman parte de los temas en -i, vale para ellos lo dicho más
arriba sobre el ac. pl. en -ís: es muy frecuente y recién desaparece a fines del s. I d. C.
Observaciones
1. Los nombres que siguen esta flexión en su gran mayoría son monosílabos femeninos cuyos
nominativos terminan en -ns (como gens), -rs (como ars artis ‘habilidad’), -bs (como urbs urbis
‘ciudad’), -ps (como stirps stirpis ‘tronco’), -lx (como falx falcis ‘hoz’) y -rx (como arx arcis
‘ciudadela’).
2. Son masculinos dens -ntis ‘diente’, fons -ntis ‘fuente’, mons -ntis ‘monte’, pons -ntis ‘puente’,
rudens -ntis ‘amarra’ y torrens -ntis ‘torrente’.
3. Forman parte de los temas mixtos los pluralia tantum Penátes -ium ‘dioses de la casa’, Quirítes -
(i)um ‘ciudadanos romanos’, Alpes -ium ‘Alpes’, optimátes -ium ‘aristócratas’ y fauces -ium
‘garganta’ (inusitado en sg. salvo en abl.).
4. El sustantivo parentes suele presentar con mayor frecuencia su gen. pl. en -um: parentum.
5. El gen. pl. de *ops opis ‘fuerza’ (y en pl. ‘recursos’) es opum, por asimilación a los temas en
consonante.
99
IV. Temas aislados y “defectivos”
100
4. Senex senis: Se trata de un antiguo tema i.e. en -o: *seno (cf. el gr. ), con un sufijo *-ko-
reducido en el nom.-voc. sg. (cf. senec-tus). En el resto de su flexión senex se ha visto influido por
iuvenis, con el que forma un par antitético.
Observaciones
2. El sustantivo Iuppiter Iovis ‘Júpiter’ es en su nom. sg. un antiguo vocativo de *dyeu-pater, cuyo
primer elemento es constitutivo del sustantivo de la 5ª declinación dies -ei (cf. § 62), como del
sustantivo deus -i (cf. § 47 Obs. 8). A partir del primer tema del compuesto (*dyew- > Iov-, por
pasaje del antiguo diptongo i.e. eu a ou en las lenguas itálicas) se han modelado los restantes casos:
ac. Iovèm, gen. Iovìs, dat. Ioví, abl. Iovè, y se ha eliminado el segundo elemento (-pater).
En todas las formas la i inicial es resultado de la asimilación de la d precedente –cf. § 37 a. 1.–.
3. Por su doble tema corresponde incluir aquí iter itineris, iecur iecinoris (con sus formas alternativas
en el gen. sg. iecoris, iocinoris y iocineris) –ya explicados en § 53 Obs. 1–, a los que puede
agregarse femur feminis ‘hueso’, que a partir de su nom. desarrolló un gen. analógico femoris (sobre
el modelo robur -oris) y de su gen. feminis modeló un nuevo nom. femen (sobre el tipo nomen -inis).
4. Los sustantivos quiés quiétis ‘reposo’ y su compuesto requiés requiétis ‘descanso’ (temas en -i),
por su parecido con los sustantivos de la 5ª declinación presentan en algunos casos dobletes que
denotan una fluctuación entre la 3ª y la 5ª: así se encuentran los ablativos singulares quie junto a
quiete y requie junto a requiete, y el ac. requiem en forma paralela a requietem.
5. A partir de los casos oblicuos (opem, opis, etc.) debe pensarse en un nominativo singular *ops
‘poder, ayuda; recursos (en pl.)’; prex ‘plegaria’ y fors ‘azar’ son inusitados en nom. y en el sg.
sólo se usan en abl.: prece y forte, respectivamente. El abl. sponte ‘por voluntad’ permite suponer
un nom. sg. *spons.
6. Son indeclinables fas ‘ley o derecho divino; lo permitido por las leyes divinas, humanas, o
naturales; lo lícito’ y su antónimo nefas ‘lo contrario a la ley o voluntad divina; sacrilegio;
impiedad’.
§ 60. Hay una gran cantidad de nombres griegos asimilados a la 3ª declinación latina. Entre
todos ellos puede establecerse cuatro grupos principales: masculinos en -es (modelo:
Socrates -is ‘Sócrates’), femeninos en -o y en -is (modelos: Dido -us ‘Dido’ y poésis -eos
‘poesía’) y neutros en -ma (modelo: poéma -atis ‘poema’).
101
MASCULINOS FEMENINOS NEUTROS
en -o en -is
Sg. N. Socrat és Did ó poés is poém a
V. Socrat e 1 Did ó poés is poém a
Ac. Socrat en 2 Did ó 4 poés in 7 poém a
G. Socrat is 3 Did ús 5 poes eos 8
poemat is
D. Socrat i Did ó 6 poés i poemat i
Ab. Socrat e Did ó poés i poemat e
Pl. N. poemat a
V. poemat a
Ac. CARECEN DE PLURAL poemat a
G. poemat órum 9
D. poemat is 10
Ab. poemat is 10
Notas
1
También en esta función se encuentra la forma de nom. Socrates.
2
Se alterna con Socratem.
3
Algunas veces se encuentra una forma asimilada a la 2ª declinación: Socratí. Esta confusión se
explica por la existencia en griego de sustantivos en (tipo , de 3ª) y en
(tipo , de 2ª).
4
Se alterna con Didón y Didónem.
5
Esta forma de gen. sg. es un calco de la terminación griega (cf. ). No obstante,
existe paralelamente la forma Didónis.
6
Aparece también como Didóni.
7
Frecuentemente latinizada como poesim.
8
Esta forma reproduce el gr. (gen. de ), pero se encuentra con mayor
frecuencia poésis.
9
Asimilada a la 2ª declinación latina, frente a la esperable poematum.
10
Asimilados a la 2ª declinación latina en lugar de poematibus.
Observaciones
1. Nótese que no todas las palabras de 3ª declinación se mantuvieron en ella en su paso al latín. En
algunos casos la lengua latina formó su nominativo a partir del ac. sg. griego, por lo cual se
asimilaron a la 1ª declinación (amphora -ae, de ‘ánfora’); en otros, como los
nombres de ciudades, la asimilación se hizo con los neutros de la 2ª ( Tarentum -i, de
‘Tarento’).
2. Algunos nombres en -is -idis hacen el voc. sg. en -i: Pari (de Paris -idis ‘Paris’).
3. La doble forma en el ac. sg. se encuentra también en otros nombres; así aëra y aërem (de aër
aëris ‘aire’), aethera y aetherem (de aether eris ‘cielo, éter’), Hectora y Hectorem (de Hector -oris
‘Héctor’), Pallada y Palladem (de Pallas -adis ‘Palas’), etc.
102
4. Algunos sustantivos propios en -es alternan en el gen. sg. la terminación -ei con las consignadas
en el cuadro (-is, -i); por ejemplo, Achillei (de Achilles ‘Aquiles’). También se encuentran genitivos
en -os junto a las formas adaptadas al latín en -is: así Thetidos junto a Thetidis (de Thetis ‘Tetis’) o
Paridos junto a Paridis (de Paris ‘Paris’).
5. En ac. pl. las formas en -es se alternan a veces con formas en -as: heróes y heróas (de heros -óis
‘héroe’), cratéres y cratéras (de crater -éris).
4ª declinación: temas en -u
§ 61. Se incluyen dentro de la 4ª declinación los sustantivos con tema terminado en -u,
caracterizados por un genitivo singular en -us. Contiene por un lado sustantivos masculinos
y, en menor medida, femeninos, que siguen el mismo paradigma; por otro, un pequeño
grupo de neutros.
A renglón seguido se presentan los modelos manus -us (f.) ‘mano’ y cornu -us (n.)
‘cuerno’.
MASCULINOS NEUTROS
y FEMENINOS
Sg. N. man ùs corn u
V. man ùs corn u
Ac. man ùm corn u
G. man ús corn ús (o corn ú)
D. man uí (o man ú) corn uí (o corn ú)
Ab. man ú corn ú
Pl. N. man ús corn uà
V. man ús corn uà
Ac. man ús corn uà
G. man uùm corn uùm
D. man ìbus corn ìbus
Ab. man ìbus corn ìbus
TEMA manù- cornù-
Notas
1. En su origen la flexión de estos nombres presenta, a la luz de la comparación con otras lenguas
i.e., una alternancia *-ù / -eu (> *-ou; cf. el gen. arc. man.ous). Pero la temprana evolución del
103
diptongo eu (> ou > ú) ha igualado en todos los casos el timbre de la vocal sufijal. La fuerte
tendencia de estos sustantivos a confundirse con los de la 2ª declinación (que acabó por
absorverlos) se remonta al i.e. –cf. Nota 7–.
2. En todo el singular, la flexión es paralela a la de los temas en -i de la 3ª declinación, excepto en
el gen. sg., donde aparece una -ú- (< -ou- < -eu-).
3. El voc. sg. del grupo de los masc. y fem. no se distingue del nominativo.
4. La cantidad de la vocal final en los tres primeros casos del singular de los neutros constituye un
problema no resuelto. Mientras que Prisciano (G. L. K. II, 362), apoyándose en convincentes
razones de métrica, sostiene que es larga, otros autores afirman lo contrario, lo que parece más
lógico, dado que la vocal temática es breve, tal como puede corroborarse en todas las formas del
plural. No obstante, resulta lícito pensar que la cantidad vocálica era indiferente por dos posibles
razones:
a) este grupo de palabras sería la resultante de la fusión de antiguos temas en -ù (genù; cf. el gr.
) y en -ú;
b) si bien en latín ha prevalecido para los tres primeros casos del plural neutro la terminación -
ua, el antiguo sufijo indoeuropeo de colectivo *-ú, habría influido sobre los mismos casos del
singular, hasta el punto de tornar común (larga o breve) la u final.
5. La forma manú –especialmente de uso poético– para el dat. sg. de los masc. y fem. es muy
probable que sea analógica de amicó y oví. En el caso del gen. y el dat. neutros, a partir de Tito
Livio, las formas alternativas –entre paréntesis en el cuadro– comenzaron a sustituir a las
originales, lo que llevó finalmente a que los neutros en -u devinieran indeclinables en el singular.
6. Junto a los gen. pl. en -uum se encuentran formas en -um, analógicas de los gen. en -um de los
temas en -o, tipo nummum –cf. § 47 Obs. 9–, aunque también quizá podrían explicarse a partir de
formas como regum, si además se tiene en cuenta el paralelo entre regibus y manibus.
7. Frente a las formas originales de dat.-abl. pl. manubus y cornubus, después de un largo período
de vacilaciones ortográficas, terminaron por imponerse manibus y cornibus.
8. Hay atestiguado en autores arcaicos –aunque no en Plauto– un gen. sg. en -is (así, exercituis,
fructuis, etc.), analógico de la 3ª declinación. Más numerosos son los ejemplos de genitivos en -i
(exerciti, tumulti), confusión favorecida por el hecho de que algunos sustantivos tenían
paralelamente, ya en la lengua común, un tema en -o/-e y otro en -u –cf. Obs. 5–.
9. Para la evolución morfológica del resto de las formas, véase § 41.
Observaciones
1. Sigue la flexión de manus el adjetivo anguimanus -us ‘que tiene una trompa como una
serpiente’, un compuesto artificial –alusivo al elefante– que carece de formas neutras.
2. Los nombres en -us son masculinos, excepto manus ‘mano’, acus ‘aguja’, domus ‘casa’, porticus
‘pórtico’, quercus ‘encina’, tribus ‘tribu’ e Idus -uum ‘idus’.
3. Los neutros habitualmente tienen un doblete con formas propias de la 2ª declinación (así cornu -
us se encuentra también como cornum -i ), e inclusive más de uno. Por ejemplo, gelu -us aparece
como masculino en diversos autores con la forma gelus -us, y tiene a la vez su equivalente entre los
temas en -o: gelum -i.
104
4. El dat.-abl. plural de acus ‘aguja’, quercus ‘encina’ y tribus ‘tribu’ sólo está atestiguado en -ubus
(frente a -ibus que, según se dijo, terminó imponiéndose). Asimismo, los gramáticos latinos
recomiendan escribir arcubus (de arcus ‘arco’), artubus (de artus -uum m. pl. ‘miembros’) y
partubus (de partus ‘parto’) para evitar la confusión con las respectivas formas de arx, ars y pars.
En otros sustantivos (lacus, specus, portus, etc.) pervive también la forma en -ubus, en
coexistencia con la más frecuente en -ibus.
NOTA: domus posee un locativo sg. domí ‘en casa’ –cf. § 47 Obs. 13–, que puede aparecer también como
domuí.
7. Existen dos pluralia tantum: Idus -uum ‘idus, día 13 o 15 del mes’ y artus -uum ‘miembros’.
8. Hay unos pocos sustantivos que sólo poseen la forma de abl. sg.: iussu ‘por orden’, iniussu ‘sin
orden’, rogátu ‘a pedido’, admonitu ‘por consejo’ y natu ‘por nacimiento, de edad’. Son los
llamados “defectivos”, especializaciones de la palabra en un caso determinado, por lo general
excluyente de todos los otros.
5ª declinación: temas en -e
105
FEMENINOS (Y MASCULINOS)
Singular N. di és
V. di és
Ac. di èm
G. di eí
D. di eí
Ab. di é
Plural N. di és
V. di és
Ac. di és
G. di érùm
D. di ébùs
Ab. di ébùs
TEMA dié-
Notas
1. Unas cuantas palabras de las que integran la 5ª declinación son abstractos verbales formados con
el sufijo *-ye, como macies -ei ‘delgadez’ (cf. mácere ‘ser delgado’). Con el mismo sufijo se
encuentran también abstractos denominativos, en los que a menudo *-ye alterna con *-ya, lo que ha
originado una forma paralela en la 1ª declinación: así se encuentran indistintamente los pares
materies/materia, canities/canitia, luxuries/luxuria, etc.
Otros sustantivos con temas diversos acabaron por asimilarse a los temas en *-ye-. Dies -ei es,
como ya se ha señalado, un tema en diptongo y su nom. sg. ha sido modelado tardíamente sobre la
base del ac. diem, puesto que en su origen la palabra debió haberse desarrollado a partir de su tema
primitivo *dyews –cf. § 59 Obs. 2–. El sustantivo spes -ei ‘esperanza’ es un antiguo tema en -s,
como queda demostrado a partir de su nom. pl. arcaico speres –con rotacismo–. Del mismo modo,
res rei ‘cosa, hecho’ es, por su parte, un tema en -ei, lo que explica también en fames -is el abl. sg.
famé por ejemplo –cf. § 56 Nota 3–. Estas oscilaciones entre formas de la 3ª y de la 5ª
declinaciones llegan hasta el límite de la escisión, como es el caso de plebs plebis y plebes -ei
(arcaico y menos frecuente).
2. El gen. sg. arcaico en -es fue reemplazado por acción de la analogía por la desinencia -í; así la
forma die.s devino die.i –con diversos desarrollos fonéticos atestiguados: diei, die, dii–.
3. En el caso del dat. sg. las palabras con dobletes en la 1ª declinación adoptan por lo común la
flexión en -ae. Con todo, antes de la época imperial, se encuentran también dativos en -é: dié por
diei, fidé por fidei, etc.
4. En estas dos formas, regularmente en -ei, la e permanece larga sólo cuando se halla precedida de
vocal: diéí, aciéí, pero rèí, fidèí.
5. Para la evolución morfológica del resto de las formas véase el § 41.
Observaciones
1. Todos los sustantivos de la 5ª declinación son femeninos, con excepción de dies –generalmente
masculino, pero con frecuencia femenino en singular cuando significa ‘día fijado, fecha, tiempo
determinado’– y su compuesto meridies -ei ‘mediodía’, siempre masculino.
106
2. Salvo dies y res rei (y ocasionalmente spes -ei, facies -ei ‘rostro’, acies -ei ‘punta aguda’, effigies
-ei ‘imagen’ y species -ei ‘aspecto’ en nom., voc. y ac.), el resto de los nombres de este grupo no se
utilizan en plural.
3. Dado el valor tan genérico del sustantivo res, usado aisladamente puede significar ‘cosa’,
‘asunto’, ‘hecho’, ‘circunstancia’, etc. Muy frecuentemente es el adjetivo que la acompaña quien
determina para el conjunto un significado preciso. Así, res familiáris significa ‘patrimonio’; res
gestae, ‘empresa, hazaña’; res militáris, ‘estrategia’; res rustica, ‘agricultura’; res uxoria,
‘matrimonio’; etc.
4. En respublica se declinan los dos miembros del compuesto; de este modo, el ac. es rempublicam,
el gen. reipublicae, etc.
5. Para las formas que responden a la 5ª declinación de quies -étis y requies -étis, véase § 59 Obs. 4.
b. El adjetivo
§ 64. Pertenecen a este grupo los adjetivos que se declinan en el femenino por la 1ª
declinación (según los temas en -a) y en el masculino y neutro por la 2ª (según los temas en
-o). Se reconocen, consecuentemente, por la terminación de los respectivos genitivos
singulares: -i, -ae, -i.
A continuación, se ofrecen tres modelos: bonus bona bonum ‘bueno’, miser misera
miserum ‘mísero’ y sacer sacra sacrum ‘sagrado’; según siga el masculino la declinación
de amícus (bonus), la de puer (miser) o la de ager (sacer). En todos los casos los
femeninos siguen la flexión de rosa y los neutros la de donum.
107
1er paradigma
MASCULINO FEMENINO NEUTRO
Sg. N. bon ùs bon à bon ùm
V. bon è bon à bon ùm
Ac. bon ùm bon àm bon ùm
G. bon í bon ae bon í
D. bon ó bon ae bon ó
Ab. bon ó bon á bon ó
Pl. N. bon í bon ae bon à
V. bon í bon ae bon à
Ac. bon ós bon ás bon à
G. bon órùm bon árùm bon órùm
D. bon ís bon ís bon ís
Ab. bon ís bon ís bon ís
Notas
1. Los adjetivos en -ius, a diferencia de los sustantivos con idéntica terminación, conservan la -e en
el voc. sg. masc.: pie (de pius ‘piadoso’), egregie (de egregius ‘eminente’), etc. Un caso aparte es el
del posesivo meus -a -um –cf. § 75–.
2. Para cualquier otra particularidad atinente a la morfología de este tipo de adjetivos, véase los
modelos sustantivos correspondientes: amícus (§ 45), rosa (§ 43) y donum (§ 45), respectivamente.
Observaciones
1. Como bonus bona bonum se declinan los participios perfectos pasivos (cf. Morfología verbal).
2. Los pronombres-adjetivos indefinidos en -us -a -um (solus -a -um, ullus -a -um, etc.) y otros
afines a ellos se tratan en el § 82.
2do paradigma
MASCULINO FEMENINO NEUTRO
Sg. N. miser miser à miser ùm
V. miser miser à miser ùm
Ac. miser ùm miser àm miser ùm
G. miser í miser ae miser í
D. miser ó miser ae miser ó
Ab. miser ó miser á miser ó
Pl. N. miser í miser ae miser à
V. miser í miser ae miser à
Ac. miser ós miser ás miser à
G. miser órùm miser árùm miser órùm
D. miser ís miser ís miser ís
Ab. miser ís miser ís miser ís
108
Notas
1. Para las formas del masc. véase puer (§ 46).
Observaciones
2. Como miser -era -erum se declinan: asper -era -erum ‘áspero’, liber -era -erum ‘libre’, prosper -
era -erum ‘próspero’, tener -era -erum ‘tierno’ y los adjetivos compuestos cuyo segundo elemento
es la raíz de ferre o gerere (como frugifer -era -erum ‘frugífero, fértil’ o laniger -era -erum ‘que
tiene lana’).
3. El adjetivo satur -ura -urum ‘saciado, saturado’ se declina sobre miser. Sólo se distingue del
modelo en el nom.-voc. sg., donde presenta una u en lugar de una e.
3er paradigma
MASCULINO FEMENINO NEUTRO
Sg. N. sacer sacr à sacr ùm
V. sacer sacr à sacr ùm
Ac. sacr ùm sacr àm sacr ùm
G. sacr í sacr ae sacr í
D. sacr ó sacr ae sacr ó
Ab. sacr ó sacr á sacr ó
Pl. N. sacr í sacr ae sacr à
V. sacr í sacr ae sacr à
Ac. sacr ós sacr ás sacr à
G. sacr órùm sacr árùm sacr órùm
D. sacr ís sacr ís sacr ís
Ab. sacr ís sacr ís sacr ís
Notas
1. Para las formas del masc. véase ager (§ 46).
Observaciones
2. La mayoría de los adjetivos en -er siguen la flexión de sacer -cra -crum, con la única excepción
de los mencionados más arriba –cf. Obs. 2 al 2do paradigma–.
109
3. El adjetivo dexter dextra dextrum ‘derecho, que está a la derecha’ se encuentra también como
dexter dextera dexterum, vale decir que puede declinarse sobre sacer o sobre miser de manera
indistinta.
§ 65. Los adjetivos de segunda clase se caracterizan por tener el genitivo singular en -is, lo
que muestra a las claras su filiación con la 3ª declinación.
En consonancia con el estudio de los sustantivos de la 3ª declinación, estos adjetivos
pueden también dividirse en dos grupos: los que tienen su tema terminado en consonante
(completamente minoritario) y los que lo tienen terminado en -i. No obstante, esta
distinción sólo se da de hecho dentro del grupo de los adjetivos tradicionalmente llamados
“de una terminación” –en los que el nominativo singular es idéntico para los tres géneros–,
puesto que los adjetivos de tres y dos terminaciones siempre son temas vocálicos.
En consecuencia, el tratamiento de los adjetivos de 2ª clase será el siguiente:
1. adjetivos de tres terminaciones;
2. adjetivos de dos terminaciones;
3. adjetivos de una terminación:
a. con tema en -i;
b. con tema en consonante.
Observaciones
1. A pesar de tener, en su gran mayoría, temas en -i, los adjetivos de segunda clase siempre tienen
el ac. sg. masc. y fem. en -em. Por otro lado, y con excepción de los adjetivos de una terminación
con tema en consonante, el abl. sg. es el esperable en -i en los tres géneros.
2. Las formas de gen., dat. y abl. son coincidentes para los tres géneros tanto en el singular como en
el plural.
3. Con todo, a partir del habla popular, los adjetivos de la 3ª declinación han tendido, por facilidad
analógica, a asimilarse a los modelos de flexión más sencilla y frecuente, es decir, los adjetivos de
primera clase. Se preferirá así hilarus -a -um antes que hilaris -e ‘alegre’, o bien acrus -a -um antes
que acer -cris -cre ‘agudo’.
110
1. De tres terminaciones
§ 66. Los adjetivos de tres terminaciones constituyen un pequeño grupo y son los únicos
declinados por la 3ª declinación que distinguen los tres géneros. El cuadro que sigue
presenta como modelo acer acris acre ‘agudo’.
Observaciones
111
3. Saluber, alacer, volucer, terrester y paluster se presentan también en el nom.-voc. sg. masc. como
salubris, alacris, volucris, terrestris y palustris respectivamente.
2. De dos terminaciones
§ 67. En los adjetivos de dos terminaciones, la lengua no discrimina entre los géneros
masculino y femenino, por lo que ambos comparten una flexión única. Constituyen un
grupo muy numeroso, ejemplificado más abajo en fortis forte ‘fuerte’.
MASCULINOS NEUTROS
y FEMENINOS
Sg. N. fort ìs fort è
V. fort ìs fort è
Ac. fort èm fort è
G. fort ìs fort ìs
D. fort í fort í
Ab. fort í fort í
Pl. N. fort és fort ìà
V. fort és fort ìà
Ac. fort és fort ìà
G. fort ìùm fort ìùm
D. fort ìbùs fort ìbùs
Ab. fort ìbùs fort ìbùs
Notas
1. Los adjetivos de dos terminaciones siguen los modelos sustantivos avis (§ 56) para los géneros
masc.-fem. y mare (§ 57) para el neutro.
2. Es relativamente frecuente el uso del antiguo ac. pl. masc.-fem. en -ís (fortís por fortes) –cf. § 56
Nota 7–.
3. Se encuentran a veces formas de gen. pl. en -um, en particular en los poetas.
Observaciones
1. Algunos adjetivos en -lis presentan un antiguo nom. sg. masc.-fem. en -l: así debil, en lugar de
debilis.
2. Empleados como sustantivos aedílis -is ‘edil’ y trirémis -is ‘trirreme’ hacen su abl. sg. en -e.
3. Utilizados como nombres propios, los adjetivos con tema en -i hacen su abl. sg. en -e; por
ejemplo, Martiále (de Martiális).
112
3. De una terminación
Según se adelantó (cf. § 65), la mayor parte de los adjetivos de una terminación, esto es, con una
forma única para el nominativo singular de los tres géneros tienen tema en -i. Sólo una pequeña
parte de ellos tiene tema terminado en consonante.
a. Con tema en -i
§ 68. A pesar de que en su nominativo singular han perdido la -i-, los adjetivos de tema
vocálico se reconocen por tener el ablativo singular terminado en -i, el genitivo plural en
-ium y el nominativo, vocativo y acusativo plural neutro en -ia. Se ha dado en ellos el
mismo proceso sufrido por sustantivos estudiados más arriba como “temas mixtos”: la
pérdida de la vocal final del tema por síncopa y la consiguiente transformación en
imparisílabos (cf. § 58).
Si bien los nominativos singulares son diversos, hay al menos dos grupos que, por ser
mayoritarios, justifican la presentación de dos paradigmas: como modelo de nominativo
terminado en -x se ofrece la flexión completa de ferox ferócis ‘impetuoso’; como modelo de
nominativo terminado en -ns, la del participio presente activo amans amantis ‘que ama,
amante’.
MASCULINO- NEUTRO
FEMENINO
Sg. N. ferox ferox
V. ferox ferox
Ac. feróc èm ferox
G. feróc ìs feróc ìs
D. feróc í feróc í
Ab. feróc í feróc í
Pl. N. feróc és feroc ìà
V. feróc és feroc ìà
Ac. feróc és feroc ìà
G. feroc ìùm feroc ìùm
D. feroc ìbùs feróc ìbùs
Ab. feroc ìbùs feróc ìbùs
113
Notas
1. La desinencia -s del nom. sg. de los animados se ha extendido en latín a los tres primeros casos
del género neutro.
2. Se encuentra a veces un abl. sg. masc. o fem. en -e en los poetas. Por ejemplo, supplice (Hor. Od.
3, 14, 8).
3. Para el resto de las formas véase el paradigma gens -ntis en § 58.
PARTICIPIO PRESENTE
MASCULINO- NEUTRO
FEMENINO
Sg. N. amans amans
V. amans amans
Ac. amant èm amans
G. amant ìs amant ìs
D. amant í amant í
Ab. amant í (amant è) amant í (amant è)
Pl. N. amant és amant ìà
V. amant és amant ìà
Ac. amant és amant ìà
G. amant ìùm amant ìùm
D. amant ìbùs amant ìbùs
Ab. amant ìbùs amant ìbùs
Notas
1. Los participios presentes y los adjetivos de idéntica formación (tipo prudens) acabaron en latín
por asimilarse a los temas en -i –como puede verse en el gen. pl. amantium–, aunque en su origen
sólo el género femenino tenía tema en vocal. En cuanto a la forma unificada del nom. sg. debe
pensarse en un masc. *amans (< *amant.s), un fem. *amantis (cf. el gr. < *y) y un
n. *amant (cf. el gr. < *). Con la extensión de la -s del masc. al neutro y los cambios
fonéticos en el femenino (*amantis > *amants > *amanss > amans) se generalizó una forma única
para los tres géneros.
2. Las dos formas del abl. sg. parecen probar la existencia de los dos temas: *amant- y *amanti-. La
lengua latina ha distinguido en el uso el abl. en -i del abl. en -e. Se prefiere el primero cuando actúa
con un claro valor de adjetivo y, en general, no referido a seres animados (constanti animo ‘con
ánimo inalterable’); el segundo, en cambio, se usa cuando prima el valor verbal (en una
construcción absoluta; por ejemplo, regnante Tarquinio ‘reinando Tarquino’), cuando el participio
se sustantiva (ab parente ‘por el padre’) o cuando califica a seres animados (a sapiente viro ‘por un
hombre sabio’).
3. Se encuentran desde Plauto genitivos plurales en -um de participios presentes, sustantivados o
no. Más tarde, para facilitar la métrica, el uso de la terminación -um se generalizó en la poesía con
metro dactílico.
4. Para el resto de las formas véase el modelo gens -ntis en § 58.
5. Los adjetivos que se declinan como los participios presentes (tipo prudens) también extendieron
la -s a los tres primeros casos del neutro.
114
Observaciones
3. Los adjetivos terminados en -plex ordinariamente tienen su abl. sg. en -i, pero supplex -icis,
cuando es usado como sustantivo, hace supplice (y supplicum en gen. pl.).
4. Vigil -ilis tiene el gen. pl. en -um, pero el abl. sg. en -i, a menos que sea utilizado como sustantivo
(‘guardián de noche’).
5. Si se los usa como nombres propios, los adjetivos con tema en vocal hacen su abl. sg. en -e; así
Felíce (de Felix).
115
Como paradigma se ofrece un tema en -s: el adjetivo vetus veteris ‘viejo’ (cf. genus
-eris, § 55).
MASCULINO- NEUTRO
FEMENINO
Sg. N. vetus vetus
V. vetus vetus
Ac. veter èm vetus
G. veter ìs veter ìs
D. veter í veter í
Ab. veter è veter è
Pl. N. veter és veter à
V. veter és veter à
Ac. veter és veter à
G. veter ùm veter ùm
D. veter ìbùs veter ìbùs
Ab. veter ìbùs veter ìbùs
Notas
1. A veces se encuentra un nom sg. veter, analógico del gen. veteris.
2. Para la extensión de la -s del nom. sg. masc.-fem. al género neutro véase § 68 Nota 1 al modelo
ferox.
3. Para las particularidades morfológicas véase los modelos sustantivos correspondientes (§§ 51-
55).
Observaciones
2. Tienen el gen. pl. en -um, pero un abl. sg. analógico en -i, artifex -icis, inops -opis, memor -oris,
immemor -oris y uber -eris.
116
3. El adjetivo locuples -etis ‘opulento, rico’ se presenta como locupletia en los tres primeros casos
del n. pl. y puede tener indistintamente las dos formas del gen. pl.: en -um y en -ium.
4. El nom.-voc.-ac. n. pl. de dives -itis es con frecuencia sincopado y termina en -ia: ditia.
5. Existen dos adjetivos indeclinables: frugi ‘honesto, virtuoso’ –en su origen un dativo de fin de
*frux– y nequam ‘que nada vale, inútil’.
§ 70. Tal como puede ocurrir con el adverbio, el adjetivo tiene tres grados de significación:
a) el grado positivo, constituido por la simple enunciación de la cualidad (altus -a -um
‘alto’);
b) el comparativo, morfologizado en latín para establecer una relación de superioridad
(altior -ius ‘más alto’), y
c) el superlativo, utilizado en latín para expresar que un ser u objeto posee una cualidad
en muy alto grado (superlativo absoluto: altissimus -a -um ‘altísimo’), o bien que dentro de
un grupo este ser u objeto está en posesión de dicha cualidad en mayor medida que los
restantes integrantes del conjunto (superlativo relativo: altissimus -a -um ‘el más alto -de
todos-’).
Observaciones
1. Desde el punto de vista formal las ideas de comparación y superlación pueden expresarse, según
las distintas lenguas, diversamente:
a) de manera sintética, es decir, con la adjunción de sufijos especiales al tema –reducido– del
adjetivo (como el superlativo lindísimo en español, por ejemplo), o
b) de manera analítica, por medio de adverbios y conjunciones (así, para la comparación de
superioridad, en español más... que...; en inglés more... than...; en francés plus... que...; etc.).
3. Con todo, resulta evidente, a partir de lo dicho, que también en latín pueden establecerse
comparaciones de igualdad y de inferioridad, pero para expresarlas no existe sufijo alguno, de
modo que se realizan analíticamente, por medio de giros perifrásticos –que incluyen al adjetivo en
117
grado positivo– del tipo tam altus quam... (‘tan alto como...’) o minus altus quam... (‘menos alto
que...’). Otro tanto ocurre con la idea del superlativo cuando expresa inferioridad: minime altus ‘el
menos alto’.
a. El comparativo
§ 71. Tal como se ha adelantado, los adjetivos calificativos poseen comúnmente una forma
en grado comparativo, que siempre es de superioridad. Desde el punto de vista formal se
trata de un adjetivo de dos terminaciones –una para los géneros masculino y femenino; la
otra para el neutro– de tema consonántico, esto es, caracterizado por un ablativo singular en
-e, un genitivo plural en -um y un nominativo, vocativo y acusativo plural neutro en -a.
Se presenta como modelo altior altius ‘más alto’.
MASC.-FEM. NEUTRO
Sg. N. altiòr Altiùs
V. altiòr altiùs
Ac. altiòr èm altiùs
G. altiòr ìs altiòr ìs
D. altiòr í altiòr í
Ab. altiòr è altiòr è
Pl. N. altiòr és altiòr à
V. altiòr és altiòr à
Ac. altiòr és altiòr à
G. altiòr ùm altiòr ùm
D. altiòr ìbùs altiòr ìbùs
Ab. altiòr ìbùs altiòr ìbùs
118
Notas
1. Habitualmente el grado comparativo de los adjetivos se forma agregando el sufijo *-yòs / *-yós al
tema reducido –sin vocal temática– del grado positivo. Así, eliminada la vocal o en el masc. y el n.
y la a en el fem., se parte de un tema alt- (en el caso de altus), al cual se le adiciona *-yos y las
terminaciones correspondientes a cada caso. En los restantes paradigmas de primera clase se parte
de los temas pulchr- (de pulcher) o miser- (de miser). Otro tanto ocurre con los adjetivos con tema
en -i: para la formación del comparativo se parte de los temas acr- (de acer), fort- (de fortis), feroc-
(de ferox) y amant- (de amans).
NOTA: En este cuadro altus reemplaza como modelo de adjetivo a bonus (por formar éste su comparativo
sobre otra raíz) y pulcher hace lo propio con sacer (por carecer éste último de grado comparativo).
Sólo los adjetivos con tema en consonante forman su comparativo adjuntando el sufijo al tema
puro: así pauper hace pauper.ior.
2. La flexión de los comparativos presentaba al principio en el nom. masc.-fem. un alargamiento
por oposición a los restantes casos (*altiós), pero que terminó por extenderse a toda la flexión,
incluidos los casos oblicuos del género neutro; así se llega, con rotacismo, a las formas altiórem (ac.
sg. masc.-fem.), altióris (gen. sg. de los tres géneros), etc.. Asimismo, la extensión de la r (producto
del rotacismo) al nom. sg. causó la abreviación de la o: *altiós devino altiòr. El proceso es semejante
al de honós (> honòr); véase § 55 Nota 1.
En los tres primeros casos del neutro sg., donde -iòs devino -iùs –cf. § 18 iii.–, la s final se
conservó.
Observaciones
1. En las lenguas indoeuropeas dos eran los sufijos que se utilizaban para la formación del grado
comparativo: *-yos (con un grado cero *-ys) y *-tero. El griego, por ejemplo, se sirve de ambos,
mientras que el latín adoptó sistemáticamente el morfema *-yos. Primitivamente, sin embargo, cada
uno de ellos tenía un valor específico no asociado a la idea de comparación.
a. El sufijo *-yos indicaba en su origen la intensificación de la cualidad expresada por la raíz del
adjetivo. Así maior (< *mag.yos) significa en su origen ‘grandote’, ‘bastante grande’. Incluso en
época clásica éste es todavía el valor del comparativo sin complemento: ‘particularmente grande’ o
‘muy grande’; acompañado de un ablativo, en cambio, evolucionó hasta significar ‘más grande
que’.
En griego este sufijo intensivo se encuentra a veces en antiguas formas de comparativo como el
ac. (< *y, con caída de la s intervocálica y la consiguiente contracción), pero por lo
119
general aparece asociado a un segundo sufijo *-on, de donde se obtiene (< *-ys-on-, con caída
de la intervocálica), como en el nom. sg. .
b. El sufijo *-tero poseía en su origen un valor opositivo-contrastivo (esto es, expresaba la
diferencia en uno de los dos términos de una alternativa) y se usa en latín:
1) para caracterizar pares constrastantes –como en dexter / laevus ‘derecho/izquierdo’; más
tarde dexter / sinister, en cuyo segundo miembro (sin.is.ter) se yuxtaponen ambos sufijos–;
2) en los pronombres-adjetivos posesivos noster y vester –cf. § 75 Obs. 2– (primitivamente
una verdadera oposición, como en gr. / );
3) en los adjetivos pronominales alter –cf. § 82 2– y uter –cf. § 81 a 3–), y en sus respectivos
compuestos;
4) en la oposición de los sustantivos mag.is.ter / min.is.ter, donde (como en sinister) aparecen
combinados ambos sufijos.
A diferencia del griego, donde este sufijo se generalizó con valor de comparativo (cf.
), el latín no se valió de él para este uso. Prueba de ello es la creación de un
comparativo como exterior (de exter(us) ‘externo’), donde se yuxtaponen ambos sufijos.
2. Antiguas formas del tipo maior (< *mayor < *mayyor < *mag.yos –cf. § 37 a.–), de magnus
‘grande’, prueban que el comparativo se formaba sobre la raíz, y no sobre el tema, del adjetivo –cf.
el gr. < *yfrente a –. Otros ejemplos son senior (de senex), nequior (de
nequam) y propior (de propinquus).
En cuanto a minor minus, no es propiamente un comparativo, sino que ha sido modelado sobre
la raíz *minu- (cf. el verbo minuo ‘disminuir’) con el sentido de ‘muy pequeño’, y se utilizó como
comparativo de parvus por analogía con maior.
3. Algunos adjetivos forman su comparativo sobre temas diferentes (supletismo), según el siguiente
detalle:
bonus hace melior -ius ‘mejor’
malus hace peior -ius ‘peor’
magnus hace maior -ius ‘mayor’ (cf. Obs. 2)
parvus hace minor -us ‘menor’ (cf. Obs. 2)
multus hace plus (gen. pluris) –sólo neutro– ‘más’
multi hace plures -a ‘más numerosos’
4. Los adjetivos terminados en -dicus, -ficus y -volus tienen un comparativo en -entior, como si
fuesen participios presentes terminados respectivamente en -dicens, -ficens y -volens:
maledicus ‘maledicente’ hace maledicentior -ius
magnificus ‘magnífico’ hace magnificentior -ius
benevolus ‘benévolo’ hace benevolentior -ius
De hecho, junto a maledicus se encuentra maledicens y junto a benevolus, benevolens. Estos
adjetivos son derivados de participios, que en el comparativo no harían otra cosa que retomar su
antiguo tema. Del mismo modo providus ‘previsor’ hace su comparativo providentior, y egenus
‘necesitado’ hace egentior.
120
5. Los adjetivos en -ius, -eus y -uus (salvo los que terminan en -quus) forman su comparativo de
superioridad de manera analítica: magis idoneus ‘más idóneo’. Lo mismo ocurre con rudis ‘tosco’ y
sedulus ‘diligente’.
7. Otros comparativos derivan de un adverbio o preposición, por lo cual carecen de grado positivo:
anterior -ius ‘anterior’ (de ante)
citerior -ius ‘que está de este lado, citerior’ (de citra)
inferior -ius ‘inferior’ (de infra)
interior -ius ‘interior’ (de intra)
propior -ius ‘más cercano’ (de prope)
ulterior -ius ‘ulterior’ (de ultra)
121
b. El superlativo
§ 72. Como el comparativo, la forma de superlativo de los adjetivos se utiliza también para
expresar superioridad. Tal como aquél, el superlativo se forma añadiéndole al tema del
adjetivo uno o más sufijos y las terminaciones de los adjetivos de primera clase -us -a -um.
Se ofrece como paradigma altissimus altissima altissimum ‘altísimo; el más alto’.
Observaciones
1. También en el caso del superlativo se encuentran en i.e. dos sufijos con valores originarios
diversos: *-mo y *-to.
a. El sufijo *-mo pasó de ser un “calificador” (como en opímus ‘fecundo’) a tener un valor
“jerarquizante”, de referencia espacial, designando al miembro extremo de un grupo (como se lo
encuentra en summus < *sup.mo.s –cf. § 31 i. a. 2.– ‘el más alto’, en los numerales ordinales
primus < *pris.mo.s –cf. § 29 i.– ‘primero’ y decimus ‘décimo’ y en adjetivos como infimus ‘el más
bajo’). A partir de este valor se generaliza su uso en superlativos, aunque habitualmente aparece
reforzado por otros sufijos:
1) *-so.mo (por ejemplo, en maximus < maxumus < *mag.so.mo.s ‘el más grande’);
2) *-to.mo (véase b);
3) *-is.so.mo (donde el primer formante es el grado cero del intensivo *-yos), combinación
que se ha impuesto sobre las restantes por haber sido la más adoptada: así tenemos altissimus
(< *alt.is.so.mo.s), fortissimus ‘el más fuerte’, ferocissimus ‘el más impetuoso’,
prudentissimus ‘el más prudente’.
122
b. Por su parte, el sufijo *-to se encuentra en latín en algunos numerales ordinales (quartus,
quintus, sextus), donde se usa para resaltar el miembro que completa un grupo determinado –cf. §
83–. Combinado con *-ys (grado cero de *-yos), ha dado *-isto, uno de los sufijos de superlativo en
griego (, , etc.). En latín se combina con *-mo en optimus (< *op.to.mo.s),
ultimus, intimus, etc.
2. Formas como maximus (< *mag.so.mo.s) muestran –al igual que el comparativo maior– que
también los superlativos antiguamente se formaban a partir de la raíz del adjetivo. El superlativo
minimus es analógico de maximus (cf. § 71 Obs. 2).
3. Algunos adjetivos forman su superlativo sobre temas diferentes (cf. § 71 Obs. 3), según el
siguiente detalle:
bonus hace optimus -a -um ‘excelente, el mejor’
malus hace pessimus -a -um ‘pésimo, el peor’
magnus hace maximus -a -um ‘el más grande’ (cf. Obs. 2)
parvus hace minimus -a -um ‘mínimo, el más pequeño’ (cf. Obs. 2)
multus hace plurimus -a -um ‘el más numeroso’
multi hace plurimi -ae -a ‘muchísimos, la mayor parte de’
Estos adjetivos son seis: facilis ‘fácil’ (facillimus), difficilis ‘difícil’ (difficillimus), similis
‘semejante’ (simillimus), dissimilis ‘diferente’ (dissimillimus), humilis ‘humilde’ (humillimus) y
gracilis ‘delgado’ (gracillimus).
El resto de los adjetivos en -ilis no presentan estas formas, por agregar la combinación
*-is.so.mo; así nobilis hace nobilissimus, utilis hace utilissimus, etc.
5. Los adjetivos terminados en -dicus, -ficus y -volus tienen un superlativo en -entissimus, como si
fuesen participios presentes (cf. § 71 Obs. 4):
maledicus hace maledicentissimus -a -um
123
magnificus hace magnificentissimus -a -um
benevolus hace benevolentissimus -a -um
Asimismo, providus hace providentissimus y egenus, egentissimus.
6. Los adjetivos en -ius, -eus y -uus (salvo los que terminan en -quus), a los que se suman rudis y
sedulus, forman su superlativo de manera analítica (cf. § 71 Obs. 5): maxime idoneus ‘el más
idóneo’.
8. Varios superlativos derivan de un adverbio o preposición, razón por la cual carecen de grado
positivo (cf. § 71 Obs. 7):
citimus -a -um ‘el más cercano’ (de citra)
infimus -a -um ‘el más bajo’ (de infra)
intimus -a -um ‘íntimo’ (de intra)
postumus -a -um ‘último, póstumo’ (de post)
proximus -a -um ‘próximo, el más cercano’ (de prope)
ultimus -a -um ‘último’ (de ultra)
10. Algunos adjetivos se sirven del grado superlativo de otros (cf. § 71 Obs. 9):
frugi utiliza frugalissimus (de frugalis)
frugifer utiliza fertilissimus (de fertilis)
inops utiliza egentissimus (de egens)
novus utiliza recentissimus (de recens) –además de novissimus–
salutaris utiliza saluberrimus (de saluber)
vetus utiliza vetustissimus (de vetustus) –además de veterrimus–
124
12. El superlativo de nequam es nequissimus.
13. El superlativo de dives suele ser contracto: ditissimus (< divitissimus) –cf. § 71 Obs. 11–.
14. El adjetivo maturus, además de maturissimus, presenta a veces una forma de superlativo
maturrimus.
2. El pronombre
§ 73. Desde el punto de vista de su morfología los pronombres latinos pueden clasificarse
en dos grandes grupos: los personales (ego, tu, etc.) -y los respectivos posesivos- por un
lado, y los demostrativos (hic, iste, etc.) junto con el interrogativo-indefinido/relativo
(quis, qui), por otro. Asimismo, comparte algunas características de los pronombres el
especial sistema de los numerales.
Observaciones
125
reforzadas; c) arcaísmos como la flexión heteróclita o la preservación de formas tónicas y átonas;
d) un hecho morfológico capital: a diferencia del grupo nominal-verbal no hay aquí una oposición
entre raíz y alargamiento o sufijo, se trata más bien de un fenómeno de aglutinamiento, en el cual
un elemento puede funcionar ya como raíz, ya como alargamiento –por ejemplo *eke, raíz en griego
(< *), pero alargamiento en latín -ce, de donde hic–. En las que serán luego
raíces de nombres y verbos, en cambio, sabemos que el elemento morfológico que se producirá al
final de la palabra surgirá de alargar unas por analogía de otras.
b. Lo dicho hasta aquí es suficiente para mostrar lo inadecuado de la denominación
tradicional de “pronombre” (del latín pro-nomen, calco del griego ) aplicado a esta
categoría de palabras, ya que no es su especificidad la de estar “en lugar del nombre” –lo que la
haría subsidiaria del campo simbólico o semántico del lenguaje–, sino la de ser, en su identidad
originaria, palabras del campo ostensivo, verdaderos demostrativos.
3. Las raíces de los numerales, si bien pertenecen al tipo nominal-verbal, por sus especiales
características no pueden ser identificadas con las del nombre, el adjetivo o el verbo (salvo en el
caso de “uno”, en que innova cada lengua). Son palabras que se remontan, en su mayoría, al
protoindoeuropeo y que se han conservado inalteradas formando un sistema.
Pronombres personales
§ 74. Los pronombres personales son las formas que adoptan los protagonistas del acto de
habla cuando se refieren a sí mismos; de allí que no exista una forma propia
correspondiente a la tercera persona, que incluye, precisamente, a todo lo que no son esos
protagonistas –por lo cual se recurre a los demostrativos (ille, hic, iste o is) para
reestablecer el sistema–. Existe sin embargo un pronombre reflexivo para la tercera
persona, pero esta es una particularidad del latín, ya que originariamente la forma reflexiva
era única y representaba a la persona más importante de la oración –lra., 2da. o 3a.–,
generalmente en la función sintáctica de sujeto.
El cambio de tema del singular al plural en los pronombres que nos ocupan debe ser
considerado a la luz de lo visto oportunamente al tratar del número (cf. § 40): el plural de
un pronombre personal es, desde el punto de vista semántico-referencial, algo muy distinto
al plural de un nombre o pronombre demostrativo.
126
SINGULAR
1ra persona 2da persona 3ra persona
N. ègó tú -
Ac. mé té sé, sésé
G. meí tùí sùí
D. mìhì, mí tìbì sìbì
Ab. mé té sé
PLURAL
N. nós vós -
Ac. nós vós sé, sésé
G. nostrùm,nostrí vestrùm,vestrí suí
D. nóbìs vóbìs sìbì
Ab. nóbìs vóbìs sé
Observaciones
El singular
1. La 1a. y 2a. personas presentan una raíz para el nominativo singular y otra para el resto de los
casos, claramente detectable en la primera persona (*eg frente a *me –de cantidad indistinta–), pero
también en el nominativo *tu de la segunda persona frente a *twe de los casos oblicuos. Todo esto
está de acuerdo con el arcaísmo de los pronombres, aludido en § 73, Obs. 2 a.
2. Los genitivos meí y tuí son las formas clásicas tomadas de los pronombres-adjetivos posesivos
(meus, tuus); las arcaicas eran mís y tís, con una -s de genitivo agregada a los respectivos temas
átonos, que se remontaban al indoeuropeo. También arcaicas son las formas de acusativo méd (>
mé) y téd (> té), de origen oscuro, que no deben ser confundidas con las del ablativo, también
arcaicas, méd y téd, cuya -d era de origen antiguo. Con relación a las desinencias del dativo, lo más
probable es que haya un origen distinto para ambas personas: -hi en mi-hi representa, sin duda, un
antiguo *-hei (< *ghei, con el tema *ghi-, de hic; cf. § 78 Obs. 3); -bi, en cambio, supone que ti-bi
tuvo una forma originaria *te-bhei. Para la forma alternativa mí, de *mi(h)i, cf § 22 (también se ha
pensado en una derivación a partir de la antigua forma átona *moi –cf. el griego –, sobre todo
porque este origen parece indudable para el mi del voc. sg. de meus.
3. El reflexivo (singular y plural) tiene gran semejanza con las formas anteriores: acusativo sé(d);
genitivo suí, tomada del posesivo suus; sìbì (< *sebhei) presenta asimilación de e a i y abreviación
yámbica –cf. § 21 d.–, fenómeno que también está en mìhì y tìbì. El ablativo sé(d) es paralelo a mé-
d y té-d.
El plural
4. A diferencia de la primera y segunda personas del singular no hay aquí una oposición de temas
entre el nominativo y los restantes casos –quizá atribuible a que son formaciones más recientes–.
Incluso no hay diferencia morfológica entre el nominativo ( nós, vós) y el acusativo (nós, vós). La
127
formas de genitivo nostrum y vestrum (con la desinencia temática arcaica -um < -om) son tomadas
del tema del correspondiente posesivo, mientras que las segundas formas ( nostrí y vestrí),
empleadas específicamente como genitivos “objetivos”, corresponden a las desinencias del genitivo
singular del neutro de los posesivos: nostrum, vestrum –y aparecen por primera vez con Terencio–.
El latín rehizo el dativo y el ablativo añadiendo la desinencia *-bhei a los temas no- y vo-, extraídos
de nos- y vos-. A *nobhei y *vobhei se añadió una -s por analogía con la desinencia normal -bus.
Pronombres-adjetivos posesivos
§ 75. Los llamados pronombres posesivos son en realidad adjetivos de los respectivos
pronombres personales, según el siguiente cuadro.
SINGULAR
1ra. Persona 2da. persona 3ra. persona
PLURAL
1ra. Persona 2da. persona 3ra. persona
Se declinan como bonus bona bonum (o, en los casos de noster y vester, como sacer) y
corresponden, en su uso propio, al español mi, tu, su, nuestro y vuestro (el mío, el tuyo, etc.
en su forma sustantivada). El vocativo singular de meus es mí (cf. § 74 Obs. 2).
Observaciones
1. La raíz de los adjetivos posesivos de primera y segunda persona singular revela claramente que
estas formas son las mismas que las de los casos oblicuos de los pronombres personales, y que por
lo tanto surgieron en su origen como determinación del tema de nominativo, constituyendo una sola
noción con lo que sería posteriormente el caso genitivo. Posteriormente se tematizaron en su uso
como adjetivos y se construirá sobre ellas una flexión completa. Entran dentro de esta explicación
ciertos hechos de acentuación como los del griego , (cf. el gen. nominal ), la
formación del vocativo en mí (nominativo meus) y la identificación de las formas de genitivo ( meí,
tuí, suí), comunes a los personales y los posesivos.
128
2. La adjetivación se hizo sobre sufijos que amplían la vocal temática: así *mey.os es la base de
meus y -ter(o) es el elemento con valor opositivo-contrastivo que entra en la composición de noster
y de vester –cf. § 71 Obs. 1 b–.
Los demostrativos y
el interrogativo-indefinido/relativo
§ 76. Los demostrativos y el interrogativo-indefinido/relativo presentan en general temas en
-o/e para el masculino, y en -a para el femenino, mientras que el neutro singular,
nominativo y acusativo, termina en -od (> ud): is-te is-ta is-tud. En el genitivo y dativo del
singular tienen formas comunes en todos los géneros: -ìus / -íus e -í, respectivamente. En
algunos demostrativos hay formas reforzadas, sea por la combinación de temas diferentes,
sea por la adición de partículas deícticas (fenómeno que puede denominarse el “éste de
aquí”, el “ése de allí”, etc., como en el ya mencionado is-te, o bien hi-c(e), –cf. infra–). El
fenómeno de ampliación también aparece en las otras formas: quis.quam, quis.quis, etc.
–cf. infra–.
Observaciones
1. No es fácil fijar el sentido antiguo de los demostrativos, ya que cada lengua altera su deixis
según el sistema en que coloca a los pronombres personales, con referencia a los cuales se
organizan estas palabras mostrativas (por ejemplo, en nuestro español éste, donde se señala una
deixis asociada a la primera persona y que, por etimología, corresponde sin embargo a una
señalización de segunda persona –iste ‘ése’–).
3. Los interrogativos e indefinidos tiene por rasgo común la referencia a seres u objetos
indeterminados. Comparten la mayor parte de sus formas con el relativo –desarrollado este último a
partir de una especialización anafórica de los primeros (recuérdese lo adelantado en § 73 Obs. 2)–.
129
Panorama de las formas
§ 77. El panorama que se ofrece en el cuadro que sigue sintetiza las formas que serán
tratadas a continuación, y que corresponde al segundo grupo de la división general con que
se ha procedido a clasificar los pronombres latinos (cf. §73).
I. Los demostrativos
1. Deícticos (y anafóricos)
130
b. Iste ista istud: ‘ése, ésa, eso’
MASCULINO FEMENINO NEUTRO
Sg. N. istè istà istùd
Ac. istùm istàm istùd
G. istíùs istíùs istíùs
D. istí istí istí
Ab. istó istá istó
Pl. N. istí istae istà
Ac. istós istás istà
G. istórùm istárùm istórùm
D. istís istís istís
Ab. istís istís istís
Observaciones
1. Hic, iste e ille forman un sistema completo y coherente de pronombres adjetivos, cada uno de los
cuales organiza el campo mostrativo del lenguaje situando localmente el ser o el objeto mostrado.
Su diferenciación se establecerá según el punto “cero” del que partirá su señalización: lo próximo a
ego (hic), lo próximo a tu (iste), lo alejado de uno y otro (ille).
a. La asociación con los pronombres personales origina, secundariamente, la tendencia a hacer
de hic el pronombre-adjetivo demostrativo de la primera persona, de iste el de la segunda, de ille el
de la tercera: por ejemplo, tu, si hic sis, aliter sentias (‘tú, si fueras yo –si estuvieras en mi pellejo–,
opinarías de otro modo’).
2. Lo que en realidad expresan estos demostrativos por medio de su señalización es la categoría del
espacio-tiempo, gramaticalizada en el sistema deixis-anáfora: de allí que puedan ser usados tanto
para introducir entidades en el universo del discurso (deixis), como para hacer referencia ulterior a
ellas (anáfora).
131
3. Hic: El tema es *ghe/o, ghá-, oclusiva sonora aspirada que se hace sorda y luego pasa a fricativa,
al que se agrega la partícula deíctica -ce: *hom.ce > hunc; *ham.ce > hanc; *hod.ce > hoc(c).
a. Ciertas formas especiales deben atribuirse también a la influencia de otro elemento deíctico:
-, la llamada “iota deíctica” de, por ejemplo el griego (con iota larga, frente a ): así
tenemos el nom. sg. hic, de *ho.i.ce, con vocal breve en latín arcaico y larga en el período clásico;
o, morfologizada como desinencia, hí, del nom. masc. pl., sin -ce; o también hae < há.í, nom. fem.
pl. rehecho para diferenciarse del neutro (forma arcaica haec). Esta - es la misma de la raíz
pronominal demostrativa -ei / i de is ea id (cuya forma temática *yo- es la que luego pasó a ser
relativo en griego).
b. Del resto merece destacarse:
1) el genitivo singular, el cual continúa siendo un problema debatido: se piensa en una
recaracterización por medio de *-s aplicada a la desinencia habitual, obteniéndose de esta
manera *-syo.s, con posterior evolución del grupo sy a yy > y, de donde resultaría *gho.syo.s
> huius (lo mismo para eius < *e.syo.s y cuius < *quo.syo.s);
2) el genitivo plural *-sóm (> -ó/-árum), cuya desinencia es considerada hoy simplemente
como la misma de la flexión nominal (-m), precedida de uno de esos elementos (*-sm-,
*-si-, *-s-) que podían intercalarse entre la raíz y la desinencia de los pronombres, con
grandes divergencias dialectales (los reconocidos tradicionalmente como “elementos de
unión” de la flexión pronominal indoeuropea).
4. Iste, ille: Estos demostrativos, formados por composición, tienen como segundo elemento el tema
–indeclinable en el nominativo– del anafórico indoeuropeo *so *sa *tod, de paradigma mixto, como
se refleja en el artículo griego (). La tematización aparece en el acusativo istum, illum, etc.
Ocasionalmente pueden llevar partículas deícticas: illaec, illuc, illunc o istic, istaec, istuc (fenómeno
usual en las raíces deíctico-pronominales, cf. § 73, Obs 2 a) Para el resto de las formas con algún
interés, véase hic.
2. Solamente anafóricos
132
b. Idem eadem idem: ‘el mismo, la misma, lo mismo’
MASCULINO FEMENINO NEUTRO
Sg. N. Ídèm èàdem ìdem
Ac. eundem eandem ìdem
G. eiusdem eiusdem eiusdem
D. eídem eídem eídem
Ab. eódem eádem eódem
Pl. N. iídem, ídem, eídem eaedem eàdem
Ac. eósdem easdem eàdem
G. eorundem earundem eorundem
D. iisdem, isdem, eisdem iisdem, isdem, eisdem iisdem, isdem, eisdem
Ab. iisdem, isdem, eisdem iisdem, isdem, eisdem iisdem, isdem, eisdem
Observaciones
1. Is: la índole anafórica de este pronombre hace que su traducción no pueda determinarse con
relación a los pronombres personales, que es el caso de los demostrativos deícticos (cf. § 76 Obs.
1), sino que la base de la versión al español ha de ser el nombre o sintagma nominal ya mencionado
en la cadena discursiva, al cual este tipo de pronombre refiere: de allí que haya más de una
traducción posible, ‘él, la, lo, le’, etc. (el campo del inexistente pronombre latino no reflexivo de
3a. persona, cf. § 74), o ‘éste’, o bien ‘ése’, etc.
a. El tema de este pronombre es i/ei, el mismo que entra en el primer compuesto de hi.c(-e-),
cuyo grado cero aparece en el nominativo masculino y en el neutro ( i.s, i.d ), y en cuanto al
acusativo que era de esperar, i.m, está atestiguado en la lengua arcaica (eum proviene de *ey.om,
que proveyó a la flexión del tema *eyo-, *eya-).
133
2. Idem: Proviene del anterior más una partícula -em. Un falso corte del nominativo singular
neutro, *i.dem, dio lugar a una partícula -dem que, extendida a toda la flexión, originó el masculino
idem, el femenino eadem, etc.
a. Parece, sin embargo, más natural, antes que la hipótesis del falso corte, postular una
hipotética partícula *-dem, nada extraño para una lengua que tiene paralelamente -dam o -dum
como segundo elemento de compuestos (cf. por ejemplo quidam en § 81, c 5). Sin embargo, queda
sin explicación el neutro idem que, si estamos de acuerdo con lo dicho, debería dar *id.dem, como
tenemos quod.dam o quid.dam. Pero al no tener en ninguna parte atestiguada esa forma y sí la
normal idem, resulta más plausible la explicación por el falso corte antes mencionada.
3. Ipse: No hay dudas en reconocer aquí también a i- como el primer formante de este demostrativo,
y -se como el último (de la forma *se, sin tematizar, correspondiente a *so *sa *tod, cf. § 78 c Obs.
4). El problema es el elemento oclusivo -p-, que puede resultar o bien una anaptixis de consonante
(cf. § 34), o bien otro elemento demostrativo, de la raíz *epe (como el hetita apà, ‘ése’, ‘aquél’).
II. El interrogativo-indefinido/relativo
134
INTERROGATIVO-INDEFINIDO RELATIVO
Masculino Femenino Neutro Masculino Femenino Neutro
Sg. N. quìs, quí 1 quae quìd, quòd1 quí quae quòd
Ac. quèm quàm quìd, quòd1
quèm quàm quòd
G. cúiùs cúiùs cúiùs cúiùs cúiùs cúiùs
D. cuí cuí cuí cuí cuí cuí
Ab. quó quá quó quó quá quó
Pl. N. quí quae quae quí quae quae
Ac. quós quás quae quós quás quae
G. quórùm quáruùm quórùm quórùm quárùm quórùm
D. quìbùs quìbùs quìbùs quìbùs quìbùs quìbùs
Ab. quìbùs quìbùs quìbùs quìbùs quìbùs quìbùs
Notas al cuadro
1
usados exclusivamente como adjetivos.
Observaciones
2. Sin embargo ambas formas nunca se diferencian plenamente y dan como resultado una
declinación mixta, cuyos hechos más destacables son los siguientes:
a. quó y quá son las únicas formas clásicas, pero el ablativo quí < *quí.d está atestiguado en
quícum y, por otro lado, quí se ha mantenido con un valor adverbial;
b. el neutro plural quae proviene de *kwa.í (arc. quai), pero el tema *kwi- se ha conservado en la
conjunción quia;
c. para el dativo-ablativo plural hay supervivencias de una forma quis (cf. aliquis).
§ 81. Junto a las nociones básicas de interrogación o indefinición, este sistema puede
introducir otras varias de cantidad, cualidad, indefinición de varios tipos, con los sentidos de
‘cualquiera’, ‘uno’, ‘cada uno’. Esto se logra ampliando las mismas raíces mediante diversos
135
sufijos o partículas –incluso con la composición verbal– o añadiendo a las formas flexionadas
variantes de la misma raíz *kwe/o, *kwi-, flexionadas o no.
En el panorama que se ofrece a continuación se intenta una clasificación en base a los tipos
interrogativo, indefinido, relativo, aunque con la salvedad de que a menudo las formas entran
en dos de ellos o incluso tres (uter, por ejemplo, funciona como interrogativo, indefinido y
relativo).
a. Interrogativos
1. quisnam quaenam quidnam (o quodnam): ‘¿quién, pues?’, ‘¿qué, pues?’
NOTA: se declina sobre quis; -nam es invariable.
136
6. quot –indeclinable–: ‘¿cuántos?’
NOTA (a 4-5-6): el uso anafórico de estos tres pronombres da lugar a un empleo habitualmente
asociado a los correlativos talis, tantus y tot respectivamente.
b. Relativos
1. quicumque quaecumque quodcumque: ‘cualquiera que’, ‘sea el que sea que’
NOTA: se declina qui quae quod; los elementos -cum y -que son invariables.
c. Indefinidos
1. uterque utraque utrumque: ‘uno y otro’, ‘ambos’
NOTA: se declina sobre uter; -que es invariable.
2 y 3. utervis utravis utrumvis; uterlibet utralibet utrumlibet: ‘cualquiera de los dos’, ‘no
importa cuál de los dos’
NOTA: obsérvese la composición verbal (invariable) en ambos (cf. 11 y 12).
NOTA a 5-6-7: entre estos tres indefinidos hay la siguiente relación: quidam esboza una cierta
caracterización: ‘un cierto...’, ‘una especie de...’ (se sabe quién es); aliquis, por su parte, supone
conocida la existencia, aunque se ignora de quién se trata; en cambio quisquam es un indefinido detrás
del cual no hay nadie, de allí su uso en contextos negativos (su función adjetiva está cubierta por ullus,
cf. § 82, 3).
137
8. quispiam quaepiam quidpiam (o quodpiam): ‘alguno’, ‘algo’
NOTA: -piam permanece invariable.
§ 82. Los indefinidos son una clase abierta y de contornos imprecisos. Los siguientes, que
poseen al menos en común el rasgo de cuantificación o cualificación, también pueden
integrarse a la lista. Desde el punto de vista de su declinación, hacen el genitivo singular en
-íus y el dativo en -í (la cantidad de la vocal, sin embargo, no es estable).
2. alter -era -erum: ‘el uno’, ‘el otro (de dos)’, ‘el segundo’
NOTA: el genitivo y dativo singular son breves, alterius y alteri. Para el sufijo -tero, cf. § 71 Obs. 1 b.
138
N. némo nìhìl, níl
Ac. nemìnèm nìhìl, níl
G. neminis,nullíùs nullíùs rèí
D. nemìní nullí rèí
Ab. nemini, nulló -á -ó nìhìló, nullá ré
Observaciones
1. Por analogía con los temas en -o/e, la lengua creó genitivos en -í, -ae, y dativos en -ó, -ae, que terminaron por
desplazar a las formas originarias.
Los numerales
§ 83. El tratamiento de los numerales puede ser considerado como una continuación de los
indefinidos, ya que tampoco contribuyen a identificar inequívocamente las realidades a que
se refieren –pese a la mayor especificidad de su contenido–: tres días, frente a algunos días,
sólo se limita a cuantificar con mayor rigor, pero los objetos no son identificados en su
individualidad (queda sin decidir cuáles son los días en cuestión).
El origen del sistema está en los cardinales organizados decimalmente sobre la base de
muy pocas palabras (las que designaban los números del 2 al 10, ya que ‘uno’ se formaba
139
más libremente en indoeuropeo), a los cuales se fijaron una serie de adjetivos, ordinales en
primer lugar, multiplicativos y distributivos posteriormente. Se tuvo así especializaciones
adjetivales diferentes para indicar orden, multiplicación o distribución.
Cifras Cardinales Ordinales 1 Distributivos Multiplicativos
adjetivos adverbios
140
Cifras Cardinales Ordinales 1 Distributivos Multiplicativos
adjetivos adverbios
Notas al cuadro
1
También adverbios: prímo, secundo, etc. (cf. § 85, 2).
2
O alter -era -erum ‘el segundo’ (cf. § 82, 2 y § 88, 3).
3
O quinquiéns, sexiéns, etc. (cf. § 85, 5 b).
Notas
1. La representación de las cifras romanas vino a coincidir con las letras del alfabeto, tras un
complicado proceso a partir del sistema greco-etrusco (cf. § 1 Obs. 2). La organización de los
signos numéricos es la siguiente: una cifra colocada a la derecha de otra indica que debe sumarse a
141
la primera (XI=10 más 1=11); a la izquierda, en cambio, que debe restarse (IX=10 menos 1= 9);
2. un trazo horizontal colocado encima de la cifra indica que esta es una unidad de mil (³=10.000),
un trazo horizontal y dos verticales representan las centenas de mil (I³I=1.000.000 –véase cómo
coincide con su formulación lingüística deciés centéna milia, en § 84, 5–);
3. la representación moderna de 1.000 por CI’, 10.000 por CCI’’, etc. está lejos de reflejar el uso
de la época romana.
Cardinales
§ 84. 1. La declinación de los adjetivos cardinales se limita a los siguientes –el resto es
invariable–:
a) únus (cf. § 82, 8), duò, trés;
b) las centenas, desde ducentí hasta nongentí (según el modelo boni -ae -a, cf. § 64);
c) milia –también millia–, plural de mille.
2. De 18 a 99, los adjetivos compuestos terminados por 8 o por 9 se expresan por medio de
una sustracción: ‘dos [restados] de veinte (=18)’, ‘uno [restado] de veinte (19)’, etc.:
duodevigintí (es decir, duò-de-vigintí), undevigintí, etc.;
3. De 21 a 99, se puede comenzar por las decenas (como en español) o por las unidades,
empleándose en este último caso la conjunción et: vigintí duò o duò et vigintí; quinquágintá
septem o septem et quinquágintá, etc.
Más allá de 100, el compuesto está precedido generalmente por los números mayores,
sin necesidad de et; por ejemplo, trécentí trígintá (330), trécentí trígintá trés (333), tria milia
trécentí trígintá trés (3.333), o bien, como ilustra el texto de T. Livio (XLI,13,7): tulit in eo
142
triumpho denarium trecenta septem milia et victoriátum octógintá quínque milia
septigentos duós (‘trajo en esa procesión de su victoria trescientos siete mil denarios y
ochenta y cinco mil setecientos dos victoriatos’).
4. Mille (indeclinable en singular) es usado generalmente como adjetivo: mille milites ‘mil
soldados’; pero a menudo tiene el valor de un sustantivo y requiere que el nombre que lo
acompaña se ponga en genitivo: mille militum (cf. español: ‘un millar de...’). En plural es
siempre sustantivo: duo milia hominum ‘dos millares de hombres’ (= ‘dos mil hombres’).
5. Las magnitudes del millón o más se expresan por la yuxtaposición de una serie de
numerales, ya que el léxico latino no va más allá de centum milia; así ‘un millón’ se dice
deciés centéna milia, trecentiés centéna milia=30.000.000, etc. Se procedía por la
multiplicación de las centenas de millar, que estaban a su vez representadas mediante un
compuesto: centéna milia (nótese cómo la expresión total conjuga más de un tipo de
numeral, como se verá en lo que sigue). Generalmente, para evitar lo sobrecargado del
conjunto, se daban por sobreentendidos los dos últimos numerales.
6. Sescentí, centum y mille pueden emplearse para expresar una cantidad indeterminada,
a menudo considerable: así possum sescenta decréta proferre (Cicerón, Verr., 2, 1, 125)
‘puedo citar mil decretos’, en donde ‘mil’ refleja en español la indeterminación del sescenti
(‘seiscientos’) latino.
Ordinales
§ 85. 1. Los adjetivos ordinales son adjetivos de lª clase: se declinan según bonus -a -um
(§ 64), con excepción de alter ‘el segundo’, que es, de hecho, un adjetivo-pronombre
indefinido, afirmando así la íntima solidaridad de los sistemas indefinido-numerativo (cf. §
82, 2). La formación de los ordinales compuestos sigue el modelo de los cardinales:
duodevicesimus, quinquágesimus septimus o septimus et quinquágesimus, trécentesimus
trícesimus, etc.
143
2. Los adverbios respectivos se forman a partir del acusativo o del ablativo del neutro
singular del adjetivo, así primum ‘por primera vez’, y primo ‘primeramente, en primer
lugar’; secundo ‘en segundo lugar’; tertium y tertio, etc. (iterum ‘por segunda vez’, ‘de
nuevo’ no sigue esta derivación).
3. Estos numerales tienen un empleo más vasto que en español, por ejemplo:
a) para numerar los años, las horas, los libros, los capítulos, las páginas: úno et vicesimo
anno ‘el año 21’; hora prima, hora secunda ‘la una’, ’las dos’; die quarto ‘el día
cuatro’, liber prímus ‘capítulo 1’; pagina octáva ‘página 8’, etc.
b) para indicar la sucesión: Dionysius Secundus ‘Dionisio II’;
c) para indicar la duración, como respuesta a la pregunta ‘¿desde cuándo?’, tertium et
vicesimum annum regnat ‘reina desde hace 22 años’.
Distributivos
144
alligat ungues [...] levis ungula (Ov. Metam., II, 670-71) ‘un ligero casco sujeta las
cinco uñas (= cada una de las cinco uñas)’;
d) en las multiplicaciones el numeral factor adopta la forma distributiva: ter déní= ‘tres
veces series de diez en diez’ (es decir, 3 por 10); deciés centéna milia = ‘un millón’
(cf. § 84, 4).
Multiplicativos
§ 87. 1. Los adjetivos multiplicativos forman una serie incompleta que se declina según el
modelo de ferox ferócis (cf. § 68). En el cuadro general del § 83 también puede apreciarse
la serie en -plus, que indica la proporcionalidad entre dos cantidades: duplus ‘dos veces
mayor’; triplus ‘tres veces mayor’, etc.
2. Además de los empleos adverbiales del multiplicativo a que hemos aludido (véase deciés
y trecentiés en § 84, 5; ter en § 86, 2 d), puede citarse su uso como formador de los
adjetivos ordinales a partir del 2000mo.: bis millesimus.
Observaciones
§ 88. 1. Pueden ser de utilidad para los cardinales las siguientes observaciones etimológicas:
i. únus, cuya declinación se ofreció en § 82, 8, está atestiguado con diptongación en el arcaico
oinos, y corresponde al griego ‘el as –en los dados–’. La utilización secundaria de
únus para designar la unidad del sistema numérico explica que adverbios y adjetivos
correspondientes sean tomados de otra raíz, fundamentalmente *sem-, que es la de ‘uno’ en
griego (, ), y la de singulis, semel –véase Obs. 3 a– en latín.
ii. duó (duò por abreviación yámbica –cf. § 21 d.–) es una forma heredada (i.e. *duwo(u) ).
Tenía en su origen las desinencias del dual, de donde resulta que las formas con desinencias
de plural son innovaciones (duós, duórum, etc.), como también la serie completa de formas
femeninas (duae, etc.). Ambó es también una forma dual heredada, que aparece en el griego
–recuérdese lo dicho en el § 40–;
iii. trés, nom. pl. masc. y fem., es el resultado regular de *trey.es, según el modelo normal de los
temas en -i; trìa, neutro plural, proviene de *trì- (que está como primer término del compuesto
trì.pes, gr. ‘que tiene tres pies’), grado reducido que produjo el resto de los casos
de la flexión. Nótese no obstante trí.ginta ‘treinta’, con trí-, antigua forma neutra;
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para ‘cuatro’ hay realizaciones diferentes en las lenguas indoeuropeas: el latín quattuor es una
forma mixta de cuya confusión se derivó posteriormente la palabra indeclinable: el antiguo nom. pl.
masc. y fem. *kwƏtwor.es (cf. gr. dórico ) y el neutro plural *kwƏtwor.a. Para la forma
quadrá-, empleada en compuestos, no se ha dado una explicación convincente;
iv. el nombre para ‘cinco’, quínque, es el resultado por asimilación del i.e. *pénkwe, gr. ;
‘seis’, sex, proviene de *seks, gr. ; septem, de *septṃ, gr. ; octó, de *októ, proviene
sin duda de un antiguo *októu, forma dual de una palabra que significaba ‘conjunto de cuatro
dedos’ –lo que puede ser índice de una tendencia esporádica al sistema cuadragesimal–;
novem ‘nueve’ es analógico de septem y decem, ya que dada su procedencia de *newṇ se
esperaría *noven (cf. nonus, nónágintá);
v. la raíz de ‘diez’, *dékṃ –gr. –, afectada a la significación de ‘decena’, ha servido como
segundo miembro del compuesto en los vocablos numerales de 20 a 90 (el primer término es
el nombre de la unidad correspondiente), y esto mediante dos procedimientos:
a. el más extendido fue el alargamiento en -t de la raíz, tematizándose como plural
neutro: *-kmt.å > -gintá (gr. ), así tenemos tri.gintá, quadrá.gintá, etc. (con
conservación de la -a larga, cf.§ 41 II “Nominativo, vocativo y acusativo neutro”);
b. el otro fue formalizar este mismo alargamiento como nom. y acus. de un dual neutro:
*-kmt.í > -ginti, que es el caso de vi.ginti ‘veinte’ (este dual es notable en indoeuropeo,
ya que fuera del numeral –cf. gr. dórico F– solo aparece atestiguado en antiguo
indio);
vii. centum es un derivado tematizado y neutro de *(d)ekmtom –lo cual ha provocado el grado
cero de la primera sílaba– con la significación de ‘una centena’ (mejor, ‘una decena de
decena’) –cf. gr. , tornado indeclinable-;
viii. el i.e. no parece haber poseído una palabra que significara ‘mil’; el latín mille no tiene
correspondencia segura en otras lenguas.
2. Los ordinales presentan los sufijos -to- y -mo-, examinados en oportunidad del estudio del
superlativo (cf. § 72 Observaciones):
i. prímus ‘primero’, deriva de *prís-mo-s, superlativo de prius (cf. § 72 Obs. 1 a);
ii. secundus ‘segundo’, se forma en cambio de varias raíces en i.e.: nótese cómo en latín
conviven alter, con sufijo -tero- (cf. § 71 Obs. 1 b 3) con la forma que nos ocupa –derivada
del verbo sequor– ‘el siguiente’ (para *sekwondo.s cf. el gerundivo);
iii. tertius ‘tercero’ proviene de *tr(i).t.yo.s, sobre lo cual hay que apuntar dos cosas: una es la
que señala a *ter- como la representación latina de la vocalización, de origen secundario, de r
devenida sonante (cf. ager < *ag ṛs, en § 46 Nota 1); la otra observación atañe al “sufijo”
-to-: en el origen surge como tematización de la forma alargada en -t del cardinal (cf. § 88, 1,
tratamiento de ‘diez’), del cual se dedujo, por falso corte, -to-. De hecho, la lengua lo sintió
como inseparable (sobre todo al extenderse a otros ordinales cuyo cardinales
correspondientes no tenían alargamiento –para su uso con otros adjetivos cf. § 72 Obs. 1 b–);
iv. en cuanto a quartus, quíntus, sextus, la presencia de *-to- está también testimoniada en
griego: , , ; en quartus (<*kwtwr.to.s) hay una a analógica de
quattuor;
v. septimus y octávus (con el cambio óv > áv) y decimus son adjetivos formados por adición de
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la -o- temática al cardinal. El mismo tipo de formación lo tenemos en *nóvenos, que debería
haber dado regularmente *núnus, pero el vocalismo o se conservó por influencia de nòvem;
vi. el ordinal ‘vigésimo’ se forma por la adición del sufijo -tomo- (cf. optimus < *op.to.mo.s,
etc., en § 72 Obs. 1 b): *wi.kmt.tomo.s > *vicenssimos > vicesimus (para el cambio tt > ss
véase § 36 ii.); una vez extraído el sufijo -esumus, -esimus fue extendido a las formaciones
de los ordinales de decenas y centenas.
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