Sei sulla pagina 1di 5

¿Por qué nos parece que Dios está ausente?

Seguro que más de una vez nos hemos identificado con este pasaje en el que se nos
narra la enfermedad, muerte y resurrección de Lázaro. Nos cuesta entender cómo
ante la llamada de Marta y María diciéndole a Jesús que su amigo Lázaro se
encontraba gravemente enfermo, Jesús adoptara la postura de quedarse un par de
día más en el lugar donde se encontraba.

Oramos, pedimos, clamamos de múltiples maneras y tenemos la sensación de que


Dios no hace nada al respecto y entonces perdemos la paz, la confianza y el
enemigo susurra a nuestros oídos frases condenatorias que minan nuestra fe y nos
llenan de dudas. Olvidamos la cantidad de veces que en la Biblia se nos anima a
“esperar en el Señor”. Una espera que nunca es pasiva, es un tiempo, que nunca es
desperdiciado.

Dos cosas me gustarían destacar: 

El hecho de que Jesús se retrase, no significa que no vaya a intervenir


en el asunto que nos preocupa. El tiempo de Dios no siempre encaja en
nuestro tiempo. Nosotros nos ponemos nerviosos ante situaciones como la que
estamos viviendo en estos momentos, pues son tantas las opiniones que
escuchamos que ya no sabemos bien qué hacer. Y es en esos momentos cuando más
necesitamos tener calma y escuchar lo que el Espíritu quiere indicarnos. Al igual
que a los discípulos, nos cuesta entender que todo lo que Dios vaya a realizar es
exclusivamente para su gloria. (Versículos 4-16)

En los tiempos de espera Dios quiere que aprendamos a depender de


Él, a caminar por fe y no por vista. Hemos de ser conscientes de que su
poder se perfecciona en nuestra debilidad. 

El escenario con el que Jesús se encuentra era un escenario fúnebre .


Nadie entendía cómo el amigo de Lázaro que estaba haciendo tantos milagros a
otras personas, no hubiera acudido inmediatamente a la llamada de socorro de
Marta y de María. Incluso ambas le reprocharon a Jesús que no hubiera estado allí.
Jesús trató de afirmarlas con un “tu hermano resucitará”. Marta tenía claro que eso
ocurriría en el futuro, no en el presente. Así que Jesús hizo una declaración en el
versículo 25 que nos trae fe y esperanza para los momentos que estamos viviendo.
En el versículo 43 vemos a Lázaro salir fuera de la tumba.

No dejamos de orar y clamar por enfermos y sanitarios que están al frente de esta
plaga, pero, aunque no veamos la respuesta que nosotros esperamos, eso no
significa que Dios no esté obrando. El Señor tal vez quiere hacer algo en nosotros
antes que hacer algo a través de nosotros.
¡MIEDO!

Es una emoción que puede paralizarnos y evitar que vivamos la vida victoriosa
que Dios desea. ¿Qué hacemos? ¿Cómo podemos liberarnos de su dominio sobre
nosotros? 

En el segundo libro de Crónicas 20, vemos la historia de Josafat que acaba de ser
informado de que un gran ejército viene contra él. ¡Está "alarmado"!  ¡Tiene miedo!
Sin embargo, en ese momento, su respuesta inmediata es "buscar al Señor y
proclamar un ayuno". No permite que su miedo paralice su fe en Dios.

Josafat comienza su oración recordándose a sí mismo a qué clase de Dios sirve.


Comienza con una declaración de quién es Dios y recordando el poder que tiene.
Dice: "¿No eres tú el Dios que está en el cielo? ¿No eres el Dios de nuestros padres?
¿No gobiernas sobre todas las naciones?"

Cuando Josafat se enteró de que un gran ejército venía contra él, hubiese sido fácil
permitir que el miedo lo venciera, que dictara sus pensamientos y acciones, que lo
hiciera retroceder y que se sintiera derrotado.

Muchas veces hacemos lo mismo. Estamos tan concentrados en el problema que lo


magnificamos hasta que se convierte en una situación aún más grande y
abrumadora. A veces, parece tan grande que no podemos ver más allá y nos
sentimos derrotados.  Básicamente lo que hacemos es que permitimos que nuestra
situación o circunstancia se haga tan grande, que minimiza nuestra capacidad de
ver el poder y el potencial que Dios tiene para derrotar la batalla que estamos
enfrentando.

Josafat, sin embargo, en lugar de centrarse en su miedo elige enfocarse en su fe, en


el Dios todopoderoso al que sirve. La única manera en la que podemos superar
nuestro miedo y caminar en paz, es recordando al poderoso Dios al que servimos.  
HOY cuando inclines tu rostro a Dios y lo busques en oración y ayuno, recuerda
que el Dios al que sirves es más grande que la batalla a la que te enfrentas. (2º de
Crónicas 20. 3-6; Salmos 147. 5; Isaías 43. 1; Jeremías 32. 17
Lo confieso…

durante mucho tiempo no lo encontré en el ruido de las multitudes, los conciertos y


los eventos. A veces, tantos gritos ahogan la voz de un Dios que nos susurra. Nos
susurra porque está cerca, a la distancia de una sencilla oración. “Buscad al Señor
mientras pueda ser hallado”

Clama el Cielo en estos días de cuarentena. No hemos sido encerrados para perder
algo, hemos sido encerrados para encontrar a alguien.

A aquél que se esconde a la espera de ser encontrado.

Cuando se cierra la puerta de tu habitación, se abre la puerta del corazón del Padre.
que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha venido a la mente de ningún hombre es el que él
se reserva para los que le aman.

Para aquellos que entienden que este es un tiempo de búsqueda y el tesoro a


encontrar es Dios mismo.
Iglesia, estos no son días de aislamiento, es la invitación que Dios nos hace para un
encuentro.

¡Despierta Iglesia, despierta! De este letargo por entretenimiento, de esta apatía y


adormecimiento.

Le debemos a este mundo una Iglesia despierta,


con su corazón encendido y su ropa ceñida para servirle en su agonía.

¡Escucha! Presta mucha atención, 


a pesar del sonido de esta terrible tormenta.

¿Puedes oír a lo lejos el resonar de la trompeta?


La pregunta más importante de tu vida.

“Y todo aquel que vive y cree en mí, No morirá eternamente. ¿Crees


esto?” (Juan 11:26)

Una pregunta absolutamente relevante para un tiempo devastador y complejo,


¿verdad? Este escenario nuestro hoy nos obliga también, como obligó a Marta y
María, ante la enfermedad y muerte de su hermano Lázaro, a parar y hacerse
preguntas. Seguramente se harían muchas antes que la principal: ¿Por qué Jesús
no ha llegado? ¿Cómo no está entre nosotros ahora? ¿Por qué permite,
amándonos como nos ama, que esto nos suceda?

Jesús mismo, trascendiendo espacio y tiempo para actuar, aparentemente llega


tarde. Pero solo para que entonces y hoy podamos creer verdaderamente (Juan
11:15). Al llegar, tiene una conversación directa y privada con cada hermana. Y en
medio de la conversación con Marta, particularmente, surge la pregunta clave:
¿Crees esto? Ella le responde con una de las declaraciones más gloriosas que
encontramos en el Evangelio: Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo
de Dios, que has venido al mundo. (v. 27)

Ninguna otra pregunta es más desafiante que ésta en un tiempo de incertidumbre,


dolor y desesperanza como el que enfrentamos. Miramos alrededor y no
entendemos nada. Incluso siendo personas de fe, podemos inquietarnos pensando
“¿Dónde está Dios en medio de todo este caos?” (¡Cuánto más si nuestra fe
no está especialmente fuerte!) Pero en medio de toda la oscuridad que nos rodea,
Jesús, como en un silbido apacible, aunque directo y contundente a la vez, nos
habla a través de este relato, recordándonos lo importante acerca de la muerte y de
la vida, de SU muerte y de SU vida.

Como Marta y María nos debatiremos en estos días entre la fe y nuestra mente
finita. La resurrección de Lázaro era el medio para que creamos en algo que va más
allá de nuestros sentidos. Un Lázaro resucitado demostraba que todo lo que Jesús
decía era cierto, por eso muchos creyeron y otros decidieron matarle. 

¡Que el caos alrededor no nos confunda! Dios no está desaparecido, ni llega tarde.
No necesita el espacio, ni el tiempo. Su acción es incontenible a lo largo de los
siglos y no se cansa de hacernos bien. Entrégate al milagro de contemplar este
relato de resurrección y deja que tu ánimo reviva también en medio de esta crisis.
Pero, más aún, vuelve en estos días inciertos de temor sobre la propia resurrección
de Jesús, poniendo en su justo lugar a la muerte y a Satanás, a la enfermedad y al
dolor, que, aunque nos asedian sin descanso, no tienen, ni tendrán, la palabra
definitiva. 
Ya no más.

Potrebbero piacerti anche