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Seguro que más de una vez nos hemos identificado con este pasaje en el que se nos
narra la enfermedad, muerte y resurrección de Lázaro. Nos cuesta entender cómo
ante la llamada de Marta y María diciéndole a Jesús que su amigo Lázaro se
encontraba gravemente enfermo, Jesús adoptara la postura de quedarse un par de
día más en el lugar donde se encontraba.
No dejamos de orar y clamar por enfermos y sanitarios que están al frente de esta
plaga, pero, aunque no veamos la respuesta que nosotros esperamos, eso no
significa que Dios no esté obrando. El Señor tal vez quiere hacer algo en nosotros
antes que hacer algo a través de nosotros.
¡MIEDO!
Es una emoción que puede paralizarnos y evitar que vivamos la vida victoriosa
que Dios desea. ¿Qué hacemos? ¿Cómo podemos liberarnos de su dominio sobre
nosotros?
En el segundo libro de Crónicas 20, vemos la historia de Josafat que acaba de ser
informado de que un gran ejército viene contra él. ¡Está "alarmado"! ¡Tiene miedo!
Sin embargo, en ese momento, su respuesta inmediata es "buscar al Señor y
proclamar un ayuno". No permite que su miedo paralice su fe en Dios.
Cuando Josafat se enteró de que un gran ejército venía contra él, hubiese sido fácil
permitir que el miedo lo venciera, que dictara sus pensamientos y acciones, que lo
hiciera retroceder y que se sintiera derrotado.
Clama el Cielo en estos días de cuarentena. No hemos sido encerrados para perder
algo, hemos sido encerrados para encontrar a alguien.
Cuando se cierra la puerta de tu habitación, se abre la puerta del corazón del Padre.
que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha venido a la mente de ningún hombre es el que él
se reserva para los que le aman.
Como Marta y María nos debatiremos en estos días entre la fe y nuestra mente
finita. La resurrección de Lázaro era el medio para que creamos en algo que va más
allá de nuestros sentidos. Un Lázaro resucitado demostraba que todo lo que Jesús
decía era cierto, por eso muchos creyeron y otros decidieron matarle.
¡Que el caos alrededor no nos confunda! Dios no está desaparecido, ni llega tarde.
No necesita el espacio, ni el tiempo. Su acción es incontenible a lo largo de los
siglos y no se cansa de hacernos bien. Entrégate al milagro de contemplar este
relato de resurrección y deja que tu ánimo reviva también en medio de esta crisis.
Pero, más aún, vuelve en estos días inciertos de temor sobre la propia resurrección
de Jesús, poniendo en su justo lugar a la muerte y a Satanás, a la enfermedad y al
dolor, que, aunque nos asedian sin descanso, no tienen, ni tendrán, la palabra
definitiva.
Ya no más.