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Respuestas:
1) Los factores externos que nos llevan a la revolución de mayo son: reformas borbónicas,
revolución industrial, revolución francesa, crisis hispánica.
Los factores internos son: reglamento de comercio libre (1777), invasiones inglesas
(1806/7), deseo de participación política, inestabilidad política, descontento criollo.
Las reformas borbónicas: según la historiadora Noemí Goldman las reformas son una
reformulación del pacto colonial; plantean la reorganización de las relaciones
administrativas, militares y mercantiles de España con sus posiciones americanas. Con el
objetivo de centralizar el poder, efectivizar la administración local y articular la economía
metropolitana con la americana subordinando la segunda a la primera. Un punto importante
es que las colonias americanas pasaron de ser un reino con los Hasburgos para ser “colonia”
un término que resulto despectivo en los americanos.
Estas reformas generaron un gran descontento criollo por la pérdida de los antiguos
privilegios. A partir de esto los criollos buscaron recuperar su influencia que les había sido
arrebatada por los peninsulares y liberar el comercio.
Crisis hispánica: esta crisis se da por la invasión francesa en el territorio español y la
abdicación de Carlos III y Fernando VII, situación aprovecha por Napoleón para colocar en
el trono a su hermano José. Como respuesta a este episodio se fueron conformando juntas
leales al Rey prisionero Fernando VII. Este movimiento encuentra eco en América.
La revolución industrial inicia en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XVIII y
comienza generar excedentes de producción y por tal motivo busco nuevos mercados para
venderlos y satisfacer sus necesidades de productos primarios a un bajo costo. En un
contexto en el que se le cierran varias posibilidades: la independencia de las trece colonias
de Norteamérica (1776) y el continente europeo por el bloqueo continental (1806). Por este
motivo encontraron nuevos mercados en las colonias americanas de españoles.
Según Goldman las invasiones inglesas de 1806/07 fueron movidas por dos intereses el
comercial y militar. Estas invasiones reflejaron la debilidad del orden colonial por la
inexistencia de un ejército para la defensa por la escasez de tropas regulares y la falta de
milicias locales eficientes. Sin la ayuda militar de España, se organizaron por primera
cuerpos milicianos voluntarios integrados por habitantes de buenos aires y de otras regiones
del territorio. A partir de esta situación la huida del virrey provoco la primera grave crisis
del virreinato. Los criollos adquirieron status como resultado de su superioridad numérica
en las milicias, y se abrieron nuevas posibilidades de ascenso social para la plebe urbana.
Las invasiones inglesas. Crisis en el poder colonial
R. F.: La experiencia del rechazo a las invasiones inglesas es fundamental en el proceso
revolucionario posterior por tres motivos. En primer lugar, haber derrotado dos veces la
invasión de la principal potencia mundial -potencia con la que además hay una diferencia
étnica y religiosa, por lo cual la lucha contra los ingleses adoptó un discurso casi de guerra
santa- fortaleció la identidad colectiva de la ciudad y del Río de la Plata en su conjunto. Lo
segundo es la experiencia política inusitada de la deposición del virrey. Estar contra el rey
era el máximo delito del sistema penal y deponer a un virrey, cualquiera fueran los motivos
era un delito de ‘lesa majestad’. De haber sido derrotados, a los participantes del cabildo
abierto de agosto de 1806, que depuso a Sobremonte y lo sustituyó por Liniers, les hubiera
correspondido la pena de muerte. La deposición la hacen las propias instituciones locales;
empieza ahí un quiebre entre las instituciones del orden político colonial. El tercer punto es
que la manera de organizar la defensa, sobre todo en la segunda invasión, se transforma en
una militarización enorme de la sociedad porteña. La formación de las milicias muestra a su
vez la división interna de esta sociedad: cada regimiento se organiza por territorios de la
ciudad y por grupos de pertenencia, no hay un grupo de criollos y uno de peninsulares, los
peninsulares están fragmentados y los criollos también, y a su vez hay otros regimientos de
otros grupos étnicos que no son ni criollos ni peninsulares. La magnitud que cobra esto se
puede ver en los aproximadamente 9.000 ciudadanos armados que en 1807 existen en una
ciudad que tiene entre 40 y 50 mil habitantes. Es decir, que si descontamos a las mujeres y a
los niños, estamos hablando prácticamente del total de la población masculina adulta
convertida en miliciana. Esto constituye una estructura de formación de liderazgos políticos
y de conexión entre los grupos políticos, de donde vienen esos líderes, con grupos de base
más populares que no existía antes de 1806. Ese es el canal de formación de los grupos
revolucionarios y que le da a Buenos Aires esa revolución tan particular, tan poco
revolución, que es el 25 de mayo. Porque el 25 de mayo están en discusión muchas cosas
pero no quién tiene el poder militar de la ciudad. En otros contextos latinoamericanos, el
establecimiento de la primera junta desencadena inmediatamente la guerra civil en el propio
lugar.
Deseo de participación política/ inestabilidad política: entre 1808-10 los vecinos, los
integrantes del clero regular, militares acrecientan sus ambiciones políticas en la colonia
estimulados por la crisis española. Por esta última causa, se abren nuevas posibilidades en
el virreinato. Esta situación nos deja en un clima de inestabilidad política.
Para sostener la guerra el Estado no aumenta los impuestos, sino que exige contribuciones
extraordinarias, exigidas solo parcialmente en dinero. Mientras el comercio deberá contribuir en
dinero los hacendados lo harán en frutos y ganado.
Las contribuciones en dinero recaen sobre los comerciantes, surgen dos nuevos tipos: nuevas tasas o
su aumento sobre el transito y las ventas; por otro lado las contribuciones extraordinarias. Esta
última es preferible ya que podía elegir las víctimas, es decir, las personas políticamente poco
peligrosas. Ahora bien, hay un sector mercantil privilegiado el de los comerciantes británicos, ya
que el gobierno tiene miedo de perder el beneficio de Gran Bretaña. En cambio los comerciantes
peninsulares son duramente golpeados. Halperin destaca la irregularidad con que la fiscalidad
revolucionaria incide en la economía. Las otras contribuciones se dan en: esclavos, rurales (ganado,
caballería y alimentos) y en hombres para el ejercito.
3- Porque la Declaración efectuada el 9 de julio de 1816 fue realizada en nombre de “las Provincias
Unidas de Sudamérica”. Y hay otra cuestión, de no menor importancia con esa Declaración:
conviene ver bien quiénes la firmaron y quiénes no. Uno va a encontrar que en el congreso
participaron diputados que invocaban la representación de provincias que hoy pertenecen a Bolivia
y no va a encontrar diputados de provincias que hoy son argentinas. Es un desafío pensar qué era
esto que se estaba formando, que ni los propios protagonistas tenían del todo claro ni lo habían
acordado entre ellos y menos previamente. Hay un proceso de revolución y no es del todo claro en
sus comienzos qué es lo que va a ser, como no lo es en ninguna revolución. Emerge de la
combinación de una crisis “externa” -y lo digo entre comillas porque en realidad son sociedades que
forman parte del imperio por lo que la crisis del imperio es crisis interna también- y manifestaciones
locales de esa crisis, algunas excepcionales como la de Buenos Aires donde la experiencia de las
invasiones inglesas abrió una crisis en el poder local que nunca había ocurrido. Ese proceso
implicaba la descomposición de un orden que tenía tres siglos de arraigo y no iba a ser sencillo ni
rápido reemplazarlo por uno nuevo. Antes de 1810 había algunos grupos que aspiraban a modificar
ese orden, a reformarlo; pero, en general, compartían la idea de que eso debía ser gradual y
pausado; la crisis de la monarquía suscitó una situación completamente inédita. No había
experiencias previas de qué se podía hacer frente a una crisis de esa magnitud. Y menos lo había
frente al gran desafío que planteó una guerra por la independencia que fue mucho más violenta y
prolongada de lo que deben haber pensado los que la iniciaron.
¿Qué características tiene esa guerra?
R. F.: Tenemos arraigada una idea muy fuerte y de algún modo reconfortante: solemos imaginar la
guerra de independencia como la guerra que llevó adelante una nación contra un ejército extranjero
de ocupación. Pero la mayor parte de la guerra no fue la guerra de un ejército nativo contra un
ejército extranjero, salvo en algunos momentos y lugares muy especiales de América. Cuando se
analiza la composición de los jefes y del conjunto de los ejércitos, lo que uno ve es que la mayor
parte de las guerras de la independencia fueron una verdadera guerra civil. Uno suele dividir la
cuestión en dos bandos: criollos frente a peninsulares, ‘patriotas’ frente a ‘realistas’. Pero el proceso
fue mucho más ambiguo, complejo y dinámico. Así, entre los “realistas”, muchos de los oficiales, y
aún de los más importantes, e incluso de los que encabezaron las represiones más fuertes, eran
criollos. Y, en cuanto a los soldados “realistas”, también lo eran en su mayor parte. Y no sólo
criollos: los grupos populares participaron activamente en ambos bandos. Además, en otras regiones
de América hubo una muy fuerte adhesión popular por unos años a aquellas autoridades que se
mostraban leales a la corona y que se enfrentaban a los grupos revolucionarios. Es una identidad
política la que se va construyendo en torno a “criollos” y “españoles”, una construcción complicada,
que con la guerra se va a ir acentuando y produciendo.
¿Qué proyectos estaban en pugna?
R. F.: No es tanto una confrontación de proyectos sino que se daba una confrontación de grupos y
de posiciones que iban cambiando y que en definitiva terminaron por dar un resultado que no era el
que ninguno quería. Uno de los puntos más complicados era cómo construir una nueva identidad
que sustituyese aquella forjada por tres siglos de dominación española. En el orden colonial, la
legitimidad del rey no entraba en discusión y romper con esa legitimidad fue muy complicado
porque se venía de una tradición en la cual la disputa política se hacía en nombre del rey. Este
dilema ya se daba en gran parte de los tumultos y motines que se produjeron en casi todo el imperio
español durante el siglo XVIII y que tenían una misma consigna: “Viva el rey, muera el mal
gobierno”. Esa consigna expresaba una concepción muy popular que separaba la figura del rey
-vista como paternal, sagrada, legítima- de la forma de gobierno despótica ejercida por los malos
funcionarios. El quiebre de esa legitimidad del rey y el triunfo de la idea de una república basada en
la soberanía de la nación es algo muy difícil de comprender para los sujetos de 1810. Por eso es
impresionante la rapidez con la que se instauró esa nueva legitimidad, mucho más rápida y más
duradera de lo que se dio en la Europa occidental e incluso en Francia que es una suerte de
paradigma de la revolución republicana. En América, salvo en el caso de Brasil, todos los intentos
de sustituir esa monarquía colonial por otra independiente, fracasaron.
¿Cómo se fue dando la participación popular?
R. F.: Algo muy particular de la experiencia latinoamericana es que para sustituir una legitimidad
política basada en la monarquía, la única alternativa disponible a principios del siglo XIX es no sólo
una forma de gobierno republicana sino una forma de gobierno basada en una legitimidad popular.
Lo que distingue este proceso es la rapidez con la que se instalan mecanismos de participación
política, incluso electoral, de una amplitud superior a la contemporánea en Europa. En general se
reconoce un derecho de sufragio muy amplio, como sucede en el Río de la Plata y también, aunque
en forma muy dispar en el resto de los países latinoamericanos en los cuales ese derecho de
participación electoral se irá restringiendo hacia fines del siglo XIX. Esa amplitud viene de la
necesidad de resolver la crisis de legitimidad que generaba la independencia, que es el enorme
desafío que tienen los grupos dirigentes; y que debían afrontarlo en un contexto donde la disputa
política no se podía resolver si no era a través de la guerra. Y esa guerra no se podía hacer, y menos
ganar, sin conseguir apoyos populares. Tenían la necesidad de incluir de alguna manera a estos
grupos populares, o a una parte al menos, a la vida política. Esto le dio un tono plebeyo muy fuerte
a la política hispanoamericana y, en particular, a la rioplatense. Después, el problema que tendrán
los sectores dirigentes, y que caracterizará al siglo XIX, es cómo volver las cosas a un orden, a
restablecer una jerarquía una vez logrado el objetivo inicial.
Belgrano. Construcción de una identidad colectiva
R. F.: Belgrano es hijo de uno de los más grandes comerciantes de Buenos Aires y uno de los
principales comerciantes de esclavos. Estudia en España, lo cual es excepcional aún para la élite
porteña. El primer trabajo que recibe es ser el secretario del recién fundado Consulado de Buenos
Aires, lo cual está mostrando una estrecha relación entre su familia, el virrey y los funcionarios de
Indias. Belgrano podría haber sido, por su origen y su entorno, parte de la élite de la ciudad con una
relación muy estrecha con la corona. Pero en su trayectoria va cambiando. Primero confía, como
casi todos los que provienen de esa escuela, en que el instrumento de reforma y de modernización
de esta sociedad sea la burocracia colonial. Se está en un momento del imperio español donde la
burocracia central está adoptando ideas muy novedosas para la época; entre otras, que las colonias
no brindan lo que la metrópoli necesita y esto es porque hacen falta reformas en la propia élite
dirigente de la sociedad colonial. Ahí se da una tensión entre los burócratas de carrera y los grupos
dominantes locales que está en la base de la quiebra del orden colonial. El drama cada vez mayor
para él, como para tantos otros, es la debilidad de la metrópoli. La alianza forzosa de España con
Francia en la guerra contra Inglaterra corta, a partir de 1803, prácticamente todas las
comunicaciones con las colonias. En esas condiciones -antes de las invasiones inglesas
y agudizado después por las invasiones- hay una suerte de ‘independencia de facto’; si bien no
estaba declarada políticamente, la autonomía local era extrema. Eso debilita mucho a esta
burocracia reformista. Cuando se produce la crisis del imperio español,
Belgrano va a intentar alguna forma de continuidad política que le permita profundizar esa política
de reforma. Lo más conocido es la esperanza que pone en crear una regencia americana con la
Infanta Carlota con cabecera en Río de Janeiro. Finalmente va a definirse por un gobierno local
autónomo que garantice durante la crisis del gobierno español un orden y un control de la situación.
La experiencia de Belgrano, transformado primero en impulsor intelectual y en influyente político
del proceso de mayo, y luego en jefe militar, lo va radicalizando en sus posturas y en la percepción
de la necesidad de una política que tenga un consenso social más amplio. Creo que el punto más
alto es el proyecto monárquico de 1816, de proponerle al Congreso de Tucumán una solución
monárquica no rioplatense sino sudamericana, instaurando una monarquía incaica con capital en
Cuzco. La estrategia de Belgrano sería provocar con esto la adhesión masiva de la población
indígena del Perú y del Alto Perú, al proceso revolucionario, algo que hasta ese momento no podían
lograr. Vinculado con esto está la cuestión de la creación de la bandera en 1812. Esta surge de la
necesidad de construir una simbología que dé entidad a eso que se está forjando, y que no es aún la
de la independencia, por lo menos no oficialmente. Para construir una identidad colectiva no se
puede seguir peleando con la bandera del oponente. Hay una discusión interminable acerca de los
colores de la bandera que no son, como uno ha aprendido, los del firmamento solamente. Pero creo
que lo más significativo de la bandera es el sol. Ese sol, que es el sello de la asamblea del año 13, es
el sol incaico. En esta construcción de una nueva identidad ya empieza a aparecer hacia el año
1812, 1813, el discurso político de legitimar el nuevo Estado que se está formando en la tradición
indígena: Estado soberano que había sido sometido y que ahora recuperaba su soberanía. Hay en
esto también una estrategia militar. La clave de la guerra, lo que va a definir si esta revolución
triunfa o fracasa, está en lo que pase en Perú y Alto Perú; porque ahí, en la explotación de la plata
de Potosí principalmente, está la clave del financiamiento del Estado virreinal y de cualquier nuevo
Estado. Por eso lo primero que hace la Primera Junta es mandar un ejército al Alto Perú, y es
también lo primero que hace el Virrey del Perú. Algunos, en los dos bandos, creen que ganarse el
apoyo de la población indígena alto peruana es lo que va a determinar el curso de la guerra.
Artigas. Soberanía de los pueblos
R. F.: Artigas proviene de la familia de un importante hacendado de Montevideo y hace una carrera
militar en el regimiento de frontera con el imperio portugués, lo que le da una perspectiva de la
realidad social y política muy clara. Artigas se va a sumar al movimiento que en la Banda Oriental
va a adherir a la revolución de Buenos Aires y va a lograr rápidamente liderarlo. Mientras en
Buenos Aires la guerra es un problema estratégico, en la Banda Oriental, la guerra es algo
cotidiano. Desde el comienzo, el movimiento liderado por Artigas tiene una composición social
distinta. Mientras el de Buenos Aires es primordialmente urbano y encabezado por la élite de la
ciudad, el oriental es básicamente rural con muy fuerte participación, al principio, de los
hacendados que viven en el campo. La dinámica de la guerra en la Banda Oriental, contra los
españoles primero -que están acantonados en Montevideo- y contra los portugueses después
-cuando invaden el territorio- va radicalizando la revolución en la Banda Oriental y va incorporando
a nuevos sectores. Cuando los grupos de las élites rurales empiezan a apartarse se da una
radicalización mucho más intensa. Artigas desarrolla una estrategia de guerra que se basa en
conseguir la adhesión de los grupos rurales primero, y después de grupos indígenas del norte de
Uruguay y de la zona de Corrientes y Misiones. Para eso, la solución política que encuentra es el
reconocimiento de la autonomía de los pueblos. Artigas hace como una vuelta de tuerca a los
principios políticos de la revolución de Buenos Aires. La legitimidad de la revolución de Mayo
radica en que fenecida la autoridad imperial -por la prisión del rey- el pueblo asume su soberanía. El
problema era entonces cómo el pueblo ejerce esa soberanía. Buenos Aires, en tanto capital,
reivindica para sí ser la cabeza del virreinato. En la Banda Oriental esto no se da porque
Montevideo se mantiene, por lo menos hasta 1814, fiel a la regencia. Entonces, el cuestionamiento
al poder de Montevideo se transforma, en la Banda Oriental, en la asunción de la soberanía de los
distintos pueblos; primero la Banda Oriental, después Entre Ríos, después Corrientes,
etc. Eso está en la base de lo que Artigas llama la ‘Liga de los Pueblos Libres’. El resultado de esta
dinámica, que es a la vez militar y política, transforma a Artigas en un liderazgo alternativo al de la
revolución porteña. Ahí estalla, encubiertamente a partir de 1813 y abiertamente en 1814, la guerra
civil dentro del bando revolucionario.
Esto explica por qué en el Congreso de Tucumán todas las provincias que hoy son las del Litoral,
no participan; están cuestionando el liderazgo porteño de la revolución. El drama de Artigas va a ser
que a ese doble conflicto inicial con los españoles primero y con los portugueses después, se le va a
sumar este enfrentamiento con el poder de Buenos Aires. Y en esta tenaza va a ser derrotado.
Mientras que para Belgrano la solución política para construir un nuevo orden es alguna forma
liberal, constitucional, representativa, pero monárquica; para Artigas, por la propia dinámica que
tiene su liderazgo, la única solución posible de América es una república que reconozca esta
soberanía popular. Esta diferencia tiene que ver con sus propias bases sociales de sustentación.
San Martín. Solución militar a la Revolución
R. F.: San Martín participa de la guerra de la independencia española, que es una guerra política, de
una enorme violencia y de un enorme enfrentamiento social. El ve la derrota de esa insurrección
popular y creo que esa es una experiencia política decisiva para él. De ahí su insistencia, cuando se
incorpora a la revolución rioplatense, de dotarla de un instrumento militar que canalice esa energía
social, pero que sea disciplinado y tenga una conducción muy precisa. Toda su trayectoria está
marcada por la necesidad de darle una solución militar a la revolución. El problema principal es que
esa solución militar requiere de mucho apoyo político y de mucha disciplina social, y por lo tanto de
un Estado muy fuerte. San Martín va a intentar, y durante un tiempo lo va a lograr, que el ejército
sea la base de sustentación de ese Estado. Lo que arma en
Cuyo es un Estado militar donde el nuevo grupo dirigente ya no es parte de la antigua élite colonial,
sino hombres surgidos de esas élites pero convertidos en clase militar.
Para San Martín, la solución también era monárquica. Esto hay que pensarlo en el contexto de la
época. Los líderes de la revolución son, en general, muy poco entusiastas con las formas
republicanas dada la experiencia de la propia Revolución Francesa que había terminado a los pocos
años en Napoleón. Para estos grupos, había una conclusión, bastante generalizada, de que la
solución monárquica era la única que garantizaba el pasaje ordenado, pacífico y estable a un nuevo
orden político. Y si uno mira qué pasó en Latinoamérica en el siglo XIX, puede ver que el país que
tuvo una transición menos cruenta y que no se fragmentó en ese pasaje fue Brasil, que fue el único
que tuvo una solución monárquica. El problema es que en algún momento de la década del ’10, la
movilización política y popular para la guerra convirtió ‘monarquía’ en sinónimo de ‘tiranía’ y de
‘español’, y por eso la solución monárquica no será
4- El año 1820 se presenta como un año de gran importancia, ocurre la batalla de Cepeda con el
triunfo del federalismo sobre los unitarios, como consecuencia cae el directorio y le sigue una
marcada inestabilidad política (la denominada anarquía del año XX) en la provincia de Buenos
Aires, esta situación no se traslada al resto de las provincias, donde tienen a los lideres caudillos. En
este marco de crisis habían triunfado ideas federales como las de Artigas en sus famosas
instrucciones. La importancia radica en que desde este año todos los tratados interprovinciales de
corte federal, ya que ése era el tipo de gobierno que buscan las provincias.
Los unitarios y federales son dos formas distintas de concebir el futuro Estado y no una simple
confrontación de intereses particulares. Los unitarios sostienen que la nación ya estaba fragmentada
desde los tiempos de la Colonia y que los Estados provinciales se habían originados a partir de un
conjunto de consunciones efectuadas por el Estado Nacional. Los federales asimilaron este proceso
al experimentado por Estados Unidos ya que las autonomías de las provincias fueron reclamadas ya
no para las ciudades sino para nuevos sujetos políticos, constituidos en provincias. Esta división no
produce la dicotomía Porteños-unitarios contra provinciales-federales ya que podemos encontrar
defensores de ambas tendencias en todas las provincias. Según la historiadora Ternavasio Marcela
estas divisiones revelan la creciente polarización del espacio político.
La concepción de los unitarios fue la de instaurar una forma de gobierno centralizado en la capital
del ex virreinato. Por otro lado tenemos a los federales que buscaban organizar una forma de
gobierno que respetara las soberanías de las provincias sin dejar de lado la unidad. Cuando se
invoca al federalismo acá se invoca a la confederación que es una asociación de estados
independientes y soberanos, permitiéndoles conservar su autonomía.
En este periodo fracasan todos los intentos de establecer una constitución, la primera es en la
Asamblea del año XIII, también el segundo intento constitucional desde 1816 a 1819, vuelve a
fracasar el tercer intento constitucional de 1824 a 1826 y se reitera el fracaso del cuarto intento
constitucional de la Convención de 1828. Entonces Rosas asiste a la formación de una débil unidad
política en el llamado Pacto Federal, que primero fue un pacto entre las provincias del litoral en
1831 y después se extendió a todas las demás provincias del territorio.
El proyecto federal encuentra su exponente en la época de Rosas “el restaurador” que gobernó
Buenos Aires dos veces la primera entre 1829-1832 y a segunda se desarrolla en 1835-1852. Busco
restaurar el orden, defender la autonomía de las provincias y en pactos interprovinciales; fue el
primero en implementar una política proteccionista.
El gobierno de Juan Manuel de Rosas se destaca por el respeto a la autonomía de las provincias, una
de las principales ideas del federalismo, y por ello sostiene que cada una debería definir su propio
sistema económico. Su gestión estuvo marcada por algunos cambios sustanciales, entre los que se
destacan la desaparición del Partido Unitario del plano de la política y la delegación de “facultades
extraordinarias” al poder ejecutivo. Estas facultades que son consideradas una de las principales
muestras de ausencia de legitimidad, en cambio fueron una forma de la antigua institución de la
dictadura1, fue contemplada por las normas propias del derecho y es consentida por quienes las
otorgaban con sus limitaciones en tiempo y de atribuciones.
Por otro lado, durante su apogeo lleva a cabo una sucesión de pactos interprovinciales, que se van a
constituir como un elemento organizador del Estado.
1
El historiador Chiaramonte aclara que el término “dictador” es tomado como una institución legal,
totalmente diferente a la “tiranía” (abuso de poder por parte del gobernante). Poderes de tipo dictatorial
estaban previstos en documentos producidos en el espacio rioplatense de 1810 y estaban destinados a
proteger a los individuos contra excesos de poder, pero lo admitían como recurso de excepción.
La ley de aduanas, otro punto importante durante su gobierno, entra en vigencia en 1836 su
principal propósito fue la defensa de las manufacturas criollas y el renacimiento de una riqueza
comercial agrícola. Aplica una serie de medidas sobre las importaciones y exportaciones: para las
primeras se prohíbe la importación de artículos que se puedan producir en la nación y se impondrán
impuestos sobre aquellos productos que no puedan ser producidos o sobre aquellos que no se logran
cubrir el mercado; los mismos van subiendo a medida que son menos necesarios. Con respecto a las
exportaciones no se van a cobrar si son de una provincia a la otra y se cobra un 10% si la
mercadería se transportaba en buques extranjeros; sobre este último punto se necesitan destacar dos
puntos: primero que no se contaba con un sistema de flotas nacional, por consecuencia debía ser
extranjero, y busco desarrollarlo. Segundo debemos resaltar que el único puerto existente era el
Buenos Aires por consecuencia estas medidas afectan a todas las provincias.
Los conflictos entre unitarios y federales van a terminar recién en 1852 con el fin del gobierno
rosista y la aprobación de la Constitución Nacional de 1853 que solo fue posible una vez que Rosas
dejo el gobierno de Buenos Aires.
Proyecto unitario: este proyecto se encuentra en el proceso de los intentos para organiza el Estado
nacional. Antes de 1820 se los llamaba directorales por defender al gobierno del director supremo,
después, con el proceso de formación de las provincias aparece la pugna entre dos proyecto:
unitario y federal.
Los unitarios sostienen que la creación de un gobierno central en 1810 era la base de una soberanía
nacional, su concepción de soberanía está basada en la noción abstracta de nación como producto de
la asociación de individuos libres.
Este proyecto se ve reflejado en la época de Rivadavia (su periodo abarca de 1821-24 como
ministro de gobierno y de 1826-27 como presidente) y la idea es la “reforma” para instaurar un
nuevo orden siguiendo el modelo europeo, pero renegando de todo lo hispánico (consideran que
todos los males de América son producto de la presencia española) y buscan poblar con
inmigrantes del norte de Europa (no españoles).
Otra idea que define a los unitarios es que adoptan los principios liberales; con el plan reformista de
Rivadavia proponen un programa político-administrativo que tiene como objetivo modernizar al
Estado y centralizarlo.
La constitución es vista como condición necesaria para la organización nacional y es un elemento
ordenador del Estado y de la sociedad. Durante el periodo hubo dos proyectos constitucionales en
1819 y 1824 pero no fueron aprobados por las provincias.
Por otra parte el programa económico que pretende el crecimiento financiero sustentado en capital
extranjero. En 1821 Rivadavia funda el banco de Buenos Aires con capitales mixtos, es decir que no
pueden elegir dónde va ese dinero.
Proyecto federal: si bien no hubo un solo proyecto federal sino varios encadenados a través del
tiempo, pero todas defendieron los derechos y la autonomía e identidad de las provincias, se
opusieron al centralismo y tuvieron un fuerte apoyo popular.
Después de la revolución de mayo de 1810 Buenos Aires mantuvo su lugar de capital que había
mantenido en el virreinato, siguió tomando decisiones sobre el lugar que gobernaba, pero genero
resistencias en particular en el litoral, donde los pueblos que buscaron mayor autonomía sufrieron la
hostilidad de Buenos Aires. De esta necesidad de defender la autonomía surgió el federalismo su
primer impulsor fue Artigas (el primer caudillo de la Banda Oriental) que propuso la formación de
una confederación (alianza entre los rioplatenses pero que ninguno tuviera preponderancia) de ahí
se formo la liga de los pueblos libres, pero solo dura hasta 1820.
Los federales de Santa Fe y Entre Ríos derrotan al gobierno central, al que hacen disolverse. La liga
de los pueblos libres también se disuelve tras la caída de Artigas. Solo quedan 13 provincias sin
unión.
Tanto unitarios como federales coinciden en que la única manera de progresar económicamente es
extender la frontera que aumente la zona ganadera eso permitirá el progreso y estaban a favor del
libre comercio para Buenos Aires. En el interior es distinto, se ve perjudicado con el libre comercio
y prefiere el proteccionismo económico.
Los unitarios son favorables a las ideas liberales y de la libertad de culto, en cambio los sectores
populares y federales son proteccionista y fervientemente católicos.
Dorrego viene de Estados Unidos convencido de las ideas federales de Filadelfia, es decir, que las
provincias debían mantener su autonomía pero bajo un gobierno común. Su fusilamiento es un
hecho inédito. El conflicto entre ambas partes llego al final en 1831 tras una guerra entre las
provincias litorales y federales contra las del interior agrupadas en una “liga unitaria” ese año se
firmo el pacto federal entre varias provincias del litoral (establecía una confederación donde cada
provincia seria como un Estado independiente unida con las demás para colaborar ante un ataque
externo y para delegar el manejo las relaciones exteriores en Buenos Aires). Después de la victoria
federal todas las provincias se unieron al pacto federal, que rigió hasta 1852.
Rosas fue el principal exponente del federalismo. El proyecto federal pedía la reunión de un
congreso constituyente, pero el Rosas la postergo en calidad de gobernador de Buenos Aires. Según
él las provincias primero debían vivir en paz y orden. La confederación permitía a las provincias
conservar su autonomía y Buenos Aires podía conservar los beneficios de aduana.
Aspecto
económico.
Base jurídica.
Aspecto
ideológico
Aspecto religioso
Oposiciones y
conflictos
internos.
Penetración estatal
Luego de la instalación del gobierno de Mitre, las reacciones del Interior no tardaron en producirse.
Fundamentalmente, se manifestaron en pronunciamientos de jefes políticos dispuestos a cambiar
situaciones provinciales adictas o contrarias al nuevo régimen, así como en la continuidad de
prácticas autónomas lesivas para el poder central.
A pesar de que el movimiento iniciado en Buenos Aires contaba con aliados de causa en el Interior,
fue la rápida movilización de su ejército el argumento más contundente para "ganar la adhesión" de
las provincias y eliminar los focos de contestación armada. La centralización del poder y los
recursos resultaban insuficientes. Para ser efectiva, debía ir acompañada por una
descentralización del control, es decir, por una "presencia" institucional permanente que fuera
anticipando y disolviendo rebeliones interiores y afirmando la suprema autoridad del estado
nacional.
Sin embargo, esta presencia no podía ser sólo coactiva. Los largos años de guerra civil habían
demostrado la inviabilidad de varios experimentos de creación del estado, fundados en la fuerza de
las armas o en efímeros pactos que cambiantes circunstancias se encargaban rápidamente de
desvirtuar. Si bien durante la guerra de independencia la organización del estado nacional había
tenido un claro sentido político, las luchas recientes habían puesto de relieve el inocultable
contenido económico que había adquirido esa empresa. Por eso, la legitimidad del estado asumía
ahora un carácter diferente. Si la represión -su faz coercitiva- aparecía como condición necesaria
para lograr el monopolio de la violencia y el control territorial, la creación de bases consensuales
de dominación aparecía también como atributo esencial de la "estatidad". Ello suponía no
solamente la constitución de una alianza política estable, sino además una presencia articuladora
-material e ideológica que soldara relaciones sociales y afianzara los vínculos de la nacionalidad.
De aquí el carácter multifacético que debía asumir la presencia estatal y la variedad de formas de
penetración que la harían posible.
A pesar de ser aspectos de un proceso único, las diversas modalidades con que se manifestó esta
penetración podrían ser objeto de una categorización analítica. Una primera modalidad, que llamaré
represiva, supuso la organización de una fuerza militar unificada y distribuida territorialmente, con
el objeto de prevenir y sofocar todo intento de alteración del orden impuesto por el estado nacional.
Una segunda, que denominaré cooptativa, incluyó la captación de apoyos entre los sectores
dominantes y gobiernos del interior, a través de la formación de alianzas y coaliciones basadas en
compromisos y prestaciones recíprocas. Una tercera, que designaré como material, presupuso
diversas formas de avance del estado nacional, a través de la localización en territorio provincial de
obras, servicios y regulaciones indispensables para su progreso económico. Una cuarta y última,
que llamaré ideológica, consistió en la creciente capacidad de creación y difusión de valores,
conocimientos y símbolos reforzadores de sentimientos de nacionalidad que tendían a legitimar el
sistema de dominación establecido. Cabe advertir, sin embargo, que tratándose de categorías
analíticas excluyentes, su examen separado no debe hacer perder de vista la simultaneidad y
compleja imbricación con que se manifestaron en la experiencia histórica concreta.
Por último, la penetración ideológica revistió la represión desnuda o los intereses individuales de un
barniz legitimante, tendiente a convertir la dominación en hegemonía, el beneficio particular en
interés general. La ideología sirvió como mecanismo de interpelación y constitución de sujetos
sociales que, en medio de una situación de caos institucional y transformación de la estructura
económica, debían reubicarse dentro de la nueva trama de relaciones que se estaba conformando.
Desde esta perspectiva, la acción del estado se dirigió a instituir pautas educacionales congruentes
con el nuevo esquema de organización social; establecer el "imperio de la ley" y sacralizar una
concepción de la justicia que fijaba minuciosamente las posibilidades y límites de la acción
individual; secularizar prácticas sociales inveteradas que representaban serios obstáculos para la
vigencia de instituciones liberales "progresistas"; desarrollar un discurso político que justificara el
funcionamiento de una democracia restrictiva, contradictoria con el liberalismo impuesto en el
plano de las relaciones de producción; instituir, en fin, creencias, valores y normas de conducta
coherentes con un nuevo patrón de relaciones sociales y un nuevo esquema de dominación.
Al margen de su impacto específico, estas diferentes modalidades de penetración tenderían a
producir diversas consecuencias. En el plano social, la creciente apropiación por el estado de
nuevos ámbitos operativos y su activo involucramiento en la resolución de los distintos aspectos
problemáticos de las dos cuestiones centrales -orden y progreso- que dominaban la agenda de la
sociedad argentina. En lo que se refiere al propio estado, cada una de las formas de penetración se
expresaría en cristalizaciones institucionales, es decir, en normas y organizaciones burocráticas que
regularían y ejecutarían las actividades contempladas en los distintos ámbitos operativos. El estado
nacional se convirtió en el núcleo irradiador de medios de comunicación, regulación y articulación
social, cuya difusión tentacular facilitaría las transacciones económicas, la movilidad e instalación
de la fuerza de trabajo, el desplazamiento de las fuerzas represivas y la internalización de una
conciencia nacional. Estos correlatos institucionales de la penetración estatal serían, de este modo,
momentos en el proceso de adquisición de los atributos de la estatidad. Al producir la
descentralización del control constituirían, en esta etapa inicial, una condición inseparable de la
centralización del poder.
Hilda Sábato: el proyecto de mitre era claro organizar la república sobre las instituciones los
principios establecidos en la constitución nacional, pero sobre bases políticas propias, lo que
implicaba librarse del predominio de los federales para asegurar el de los liberales. En los meses
que siguieron, mientras Mitre negociaba con Urquiza su plan se cumplió en todas las provincias.
Quedo así formado el primer gobierno con jurisdicción nacional. La gestión de mitre retomaría los
esfuerzos realizados por Urquiza para dar forma a los poderes del Estado y a una administración
central, así como para conseguir que las provincias resignaran parte de su soberanía en la autoridad
nacional, según lo presuponía el pacto constitucional. Si bien esos objetivos generales, eran
aparentemente, compartidos por el conjunto de las dirigencias políticas, sus modalidades específicas
y los mecanismos para alcanzarlo fueron, en cambio, motivo de profundas y a veces violentas
disputas. Había diferentes maneras de entender el Estado y grandes discrepancias respecto de
quienes debían estar en el frente de su organización.
El punto de partida para construir el aparato estatal eran más sólidos que en 1852. La nueva
dirigencia se apoyo inicialmente en el capital político e institucional de la provincia de Buenos
Aires para dar forma a un orden nacional articulado en torno a una red constituida alrededor del
partido porteño de la libertad y sus aliados liberales en otras provincias. Al mismo tiempo, desde el
punto de vista institucional, el incipiente aparato estatal se baso en la infraestructura administrativa
y militar de la provincia, apenas reforzada por las nuevas atribuciones nacionales. El presidente
Mitre opero desde ese centro para subordinar al resto del país en torno a su proyecto.
La instalación de los poderes del Estado planteo urgencias de índole práctico o simbólico. La
apertura del congreso y la asunción del ejecutivo, con sus cinco ministerios, plantean la necesidad
de: la creación de oficinas, reparticiones públicas, personal.
El ejército nacional, estaba compuesto por el ejército de línea, de índole profesional, y la guardia
nacional, cuerpo de reserva de carácter miliciano con base en las provincias. En 1864 mitre crea el
ejército profesional de línea.
4- las características del régimen oligárquico en Argentina son: tras años de luchas por el poder
entre distintos sectores,
Natalio Botana los rasgos fundamentales del ordenamiento de este Estado mostrando como a partir
de las instituciones establecidas por la constitución, se forjaron prácticas de funcionamiento que
reforzaron el poder de los grupos alineados en torno al PAN. Las claves de esas tramas se
encontraban en el ejercicio, por parte del poder ejecutivo, de todo el poder que el presidencialismo
admitía; en la utilización de los mecanismos estatales (cargos en la administración pública, bancas
en el congreso, asignación de obras públicas, etc.) para sostener a los gobernadores “amigos”; en la
conformación de redes partidarias de índole nacional a partir de las relaciones tejidas en el
parlamento y en particular en el senado, donde con frecuencia recalaban ex gobernadores. Partido y
gobierno estuvieron así estrechamente conectados y dieron lugar a la caracterización del régimen
como “oligárquico” en la medida en que favorecía la perduración en el poder de un grupo
políticamente amplio pero acotado, en detrimento de otros, cuya acción se limita a los márgenes del
sistema.
Políticas conservadoras: oligarquía como clase dominante. Tienen la convicción de ser los únicos
aptos para el manejo de lo público (gobierno de los notables) legitiman su mandato en las urnas: son
unipartidistas, acordismo y fraude. Tienen privilegios de clase; mentora de los grandes negociados
extranjeros. Liberal, secular, propone legislación laica. Reordena jurídicamente el Estado: Ley de
registro civil, ley de educación común, ley de matrimonio.
Políticas económicas: modelo agro exportador “crecimiento hacia afuera” los factores que influyen
son: gran demanda externa de productos primarios (cereales y carnes); expansión de tierras
cultivables, los que trae como consecuencia la expansión de la producción; utilización del
ferrocarril y la inversión externa; organización nacional: nacionalización de la aduana, unificación
del sistema fiscal, impositivo y bancario.
Cuestión social: a partir de la consolidación del nuevo modelo del país hay cambios en la estructura
de clases: grupos populares criollos, grupos inmigrantes, nueva clase media, minorías tradicionales
(oligarquía).
Los treinta años entre la caída de Rosas y la federalización de la ciudad de Buenos Aires fueron
décadas de fuertes transformaciones: Argentina tenía las condiciones óptimas olas ventajas
comparativas para efectivizar dicha integración: abundancia de tierras, clima templado, relativa
escasez de fuerza de trabajo, etcétera. Estos recursos debían complementarse con capitales,
tecnología y brazos aportados por aquel mundo "globalizado" demediados del siglo XIX. Para que
las aspiraciones fueran posibles era necesario un ordenamiento en diferentes planos, que iban desde
la política de tierras y frontera, los aspectos económicos, la mano de obra, hasta la creación de un
marco jurídico que fuesecapaz de enmarcar las nuevas exigencias.
La expansión agraria experimentada en la pampa húmeda durantela segunda mitad del siglo XIX
se integra en un proceso económicomás amplio que incluye aquellas áreas rurales
latinoamericanasque desarrollaron formas de agricultura comercial. La rápida y exitosa expansión
productiva en la pampa se viofavorecida por un conjunto de ventajas comparativas que
incluyenciertas condiciones estructurales y coyunturales de carácter político,social, económico y
ecológico:
1) Las ventajas ecológicas. La calidad de las tierras y el clima posibilitó no sólo el
desarrollo de la actividadagrícola con menores riesgos, sino también el pastoreo a
campoabierto, de carácter extensivo.
2) La abundancia de tierras. La incorporación de millones dehectáreas a la producción en
las décadas de 1860-1880, como luegoveremos, hizo posible una rápida expansión productiva
a bajocosto.
3) La llegada masiva de inmigrantes de ultramar vino a atenuarla escasez crónica de
fuerza de trabajo en estas regiones y posibilitóla consolidación de un mercado de trabajo
adecuado a las necesidadesdel agro, caracterizado por una oferta de trabajo conbaja
calificación y una alta movilidad ocupacional y estacional.
4) La elaboración de un marco jurídico-legal a partir de la consolidacióndel Estado con
sus diferentes atributos de poder.
5) La creación de un sistema de comunicaciones, la extensiónde la red ferroviaria y del
sistema de telégrafos era la condiciónsine qua non para lograr la integración política del
Estado nacional,pero también para posibilitar la integración económica.
6) Pero estos desarrollos enumerados hubieran sido muy dificultosossin dos factores
esenciales: la existencia de una demandainternacional de bienes primarios (commodities) y
del mercado decapitales de Londres.
Desde 1870 hasta la Primera GuerraMundial la exportación de capitales europeos fue
proporcionala la expulsión de población y la Argentina que formaba parte delárea de países nuevos
fue un cliente favorito para estos capitalesque buscaban inversiones que pudieran obtener
rentabilidadesmayores.La Argentina se transformó para Inglaterra en el primer país de América del
Sur (y en elsegundo después de EE. UU.) donde colocar sus inversiones. Lacreciente credibilidad
de los inversores en el progreso de estepaís se reflejó en el aumento sostenido de las inversiones
directas-en torno de 1880- por sobre los empréstitos al Estado.
Sin embargo, Argentina no fueun "espacio vacío" típico. Una estructura de relaciones
económicasy sociales complejas estaba ya consolidada, se adaptaron (en lo que hace a la
regiónpampeana) a las nuevas condiciones. Así, en contraste con otrasregiones latinoamericanas, el
capitalismo agrario pampeano presentóuna mayor homogeneidad interna gracias a la ausencia
degrandes extensiones marginales al mercado de trabajo y de un campesinadobajo formas de
explotación doméstica.
1. La zona de antiguo poblamiento: norte de Buenos Aires,Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. Por sus
características ecológicas,su vinculación a los mercados y su colonización esta zonapuede a la vez ser subdividida en
tres:
Norte de Buenos Aires y centro de Sur de Córdoba, centro de Entre Ríos y Delta de
Santa Fe y sur de Entre Ríos: eran un Buenos Aires y sur de Santa Fe: Buenos Aires: tiene una gran
asentamiento poblacional y económico eran un espacio de antiguo cohesión económico-social ya que
muy antiguo y poseían una tradición poblamiento representando el la población fue asentándosesobre
agrícola, poseían ventajas para el cultivo límite del mundo "civilizado”. En las riberas de los ríos. Recién en la
de cereales, se establecieron las primeras 1870 con el ferrocarril transito década de1880 se extendió el
colonias y había una mayor valorización una rápida integración a la ferrocarril desde Paraná a
de las tierras. economía. Tierra muy fértil con Concepcióndel Uruguay ligando los
buenas lluvias dos ríos.
2. El centro agro-pastoral: sur del río Salado fueron lentamente pobladas durante el siglo XIX. Esta larga franja
constituía una zona de transición entre la antigua y la nueva frontera. Debido a los riesgos de las incursiones
indígenas los asentamientos poblacionales se limitaban a algunos fortines creados en los años 1820-1830. Con la
conquista del desierto y la posterior llegada del ferrocarril en 1880estas tierras experimentaron un rápidopoblamiento
y valorización.
3. El Nuevo Sud: la incorporación de tierras se produjo lentamente a partir de 1820, las posteriores campañas
militares intentaron "liberar" los campos de las incursiones indígenas, pero ello no fue posible hasta la década de
1870. Fue a partir de los años 1880 que esta zonacomenzó su desarrollo económico y demográfico. La tierra poseía
una gran calidad y el régimen de lluvias y la temperatura eranadecuados para la producción de cereales. Además,
presentaba laventaja de poseer un puerto de ultramar, Bahía Blanca, que permitióuna rápida salida de la producción.
4. El oeste productor de cereales: sudoeste de la provincia de Buenos Aires y del este de la provincia de La
Pampa. Las tierras aquí eran de menor calidad y el régimen de lluvias poco adecuado para la agricultura. La
incorporación definitiva a la producción se dio apartir de la campaña de Roca en 1880. La tierra comenzó siendo
entregada en grandes extensiones, que luego fueron subdivididasen pequeñas unidades destinadas a la agricultura
cerealera, que no eran rentables.
De este conjunto de espacios sociales que pasaron a constituirla "pampa" de fines del siglo XIX
se analizan tres ejemplos en el texto: 1) Buenos Aires, 2) Santa Fe y 3) Entre Ríos, siguiendo el
factor importante de mayor o menor intervención del Estado o de los empresarios.
EL PROYECTO COLONIZADOR EN SANTA FE.
Las tierras se encontraban prácticamentedespobladas de ganados y hombres, lo que provocaba
una muy escasa posibilidad de ganancias a sus propietarios y llevo mas de 30 años lograr una
unificación económica y política
Eneste contexto fue imprescindible garantizar una soberanía territorialque permitiera, a su vez,
superar la atomización y fragmentaciónexistentes, principalmente en relación con el indígena. Es así
como el triunfo urquicista abrió nuevas esperanzas, la leyde derechos diferenciales pretendió ser un
paliativo para la competenciadel puerto de Buenos Aires e incentivar la reactivacióncomercial;
asimismo, el plan de colonización agrícola que lentamentese fue implementando posibilitó la puesta
en producción delas tierras y un rápido crecimiento poblacional. Rosario se transformó en el primer
puerto de la Confederacióny en el epicentro de una acelerada transformación económicay social,
donde a partir de 1880 llegaran los ramales ferroviarios, los capitales y los inmigrantes.
En términos de ocupación del territorio de la provincia, puedenconsignarse dos grandes etapas
en el movimiento colonizador: laprimera entre 1850-1870 se centralizó en el centro-norte, que se
mantuvieron hasta la décadade 1890 y fueron la base a partir de la cual se fundaron nuevascolonias
(colonización oficial).La segunda etapa, a partir de 1870, aceleró el poblamiento de la región sur,
donde predominó la colonización espontánea (colonización privada).
La colonización "oficial"
En esta modalidad, el Estado actuaba indirectamente a travésde las concesiones de tierras a
empresarios o compañías colonizadoras.Los empresarios compraban al gobierno provincial tierras
aprecios muy bajos a cambio de lo cual el Estado les exigía ciertasobligaciones. Si el empresario o
la compañía cumplíacon los requisitos exigidos, se les otorgaba gratuitamente tierrasen la misma
colonia. Los ejemplos pueden ser los territorios de Esperanzay San Carlos.
La colonización ''privada"
En esta segunda etapa, iniciada a mediados de 1865, las coloniassantafesinas comenzaron un
período de consolidación y expansión. Con laextensión del Ferrocarril Central Argentino el flujo de
italianosfue cada vez más significativo. Este modelo de colonización esbozado anteriormente se
asentabasobre la articulación de tres pilares: familia, propiedad y agricultura. Los estrictos
principios iniciales fueron paulatinamente reemplazadospor un modelo económico y social menos
rígido y másadaptado a las modalidades productivas pampeanas, la propiedadfue cada vez más
combinada con la aparcería o el arriendo y laagricultura con la ganadería.
Para fines de los años 1860, cuando las colonias "oficiales" comenzabana consolidarse el eje del
desarrollo agrario había comenzado adesplazarse hacia el sur y se localizaba a lo largo del trazado
del Ferrocarril Central: Rosario-Córdoba. A partir de este momentola modalidad más extendida de
colonización se hizo privada. Lallamada colonización privada se diferenciaba de la anterior por
elpapel central jugado por los grandes empresarios. Éstos compraban las tierras y las subdividían
para venderlas directamente a los colonos,con quienes establecían negociaciones directas.
Las nuevas condiciones contractualesencarecieron la tierra, así como las formas de
financiamiento. Lapresencia estatal, que fue esencial en la etapa inicial (entre 1850-1870), comenzó
a ser reconsiderada, ya que hubo una consolidación de un sector empresarial y el Estado comenzó a
ser prescindible. Se fundaba una agricultura comercialde carácter extensivo con predominio del
arrendamiento. La hegemonía del nuevo modelosignificó el paulatino reemplazo de la propiedad
por el arriendo,
Santa Fe, entonces, habíarealizado durante treinta años un recorrido que iba de la
colonizacióndirigida a otra plenamente espontánea, la inmigración llegabaindependientemente del
estímulo oficial y la producción crecíasegún su propio ritmo, que la acercabadefinitivamente a las
formas que la exitosa BuenosAires había ensayado desde la revolución del ovino.
Como consecuencia del impacto poblacional experimentado seconsolidó en esta etapael
crecimiento de ciudades y pueblos.Esta particularidad conllevó en la zona de las colonias a la
conformaciónde una estructura socio-ocupacional bastante diferentede la del modelo pampeano
"clásico”, con peones y jornaleros rurales. Finalmente, el milagro productivo se había efectivizado y
SantaFe logró el cometido que obsesionaba, hacia 1850, a su clase dirigente:salir del estancamiento
y poblar las tierras con inmigranteslaboriosos.